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FOLLETO DE ACTUALIDAD 
SOBRE 
EL CATOLICISMO ROMANO 
A TRAVES DE LOS SIGLOS 
: HASTA NUESTROS DIAS : 
POR 
J- R* 
ISUIQUE 
EDW. E. MUECRE 
19 17. 
Folleto de Actualidad 
EL C A T O L I C I S M O ROMANO 
a través de la historia 
Para hacer ufi estudio de la formación del ca-
tolicismo romano y sus tendencias en el concierto 
de los pueblos occidentales, es conveniente i nece-
sario echar una mirada retrospectiva, aunque sea 
rnui a la lijera, a los primeros días de la evolución 
cristiana. 
En los albores del siglo I de nuestra era vul-
gar, se esparcía por la ciudad eterna del continen-
te europeo, una secta, compuesta de individuos 
que predicaban una relijión desconocida pa ra el 
paganismo reinante de aquella época, con ciertas 
tendencias subversivas, que a larmaron el orden 
público i las costumbres establecidas. 
Es ta nueva secta, se presentó envuelta en los 
mas puros sentimientos de fraternidad universal i 
con un idealismo mui elevado; su reino no era de 
¡este mundo, había dicho su fundador; lo fijaba eu 
- 2 -
una morada celestial que la fantas ía le hacía en-
trever mas allá de las nubes. 
L a ignorancia de aquellos tiempos, i la barba-
rie de las costumbres jentílicas, impuesta por la 
t i ran ía de los Césares, hizo que el pueblo acep ta ra 
la nueva doctr ina que venía a mit igar en par tes 
sus sufrimientos morales i físicos, por medio de 
una recompensa que se obtendría después de la 
t umba . 
De manera, que la nueva semilla impor t ada 
del Oriente, fué a r ro j ada en t ierra fecunda, i jer-
minó mui p ron to dando opimos frutos; fué es to 
mas bien una evolución social que purificó el am-
biente demasiado corrompido por el absolut ismo 
omnipotente de los Césares que se consideraban 
verdaderos dioses de la t ierra. 
El pueblo pagano vivía en la mas abyecta es-
clavitud i sometidos a los caprichos mas estrava-
gantes de sus amos, sin que por estos sufrimientos 
se ofreciera la mas leve recompensa. Surje el cris-
t ianismo entre las masas populares como fuente 
de a g u a cristalina en medio de ese desconcierto de 
iniquidades i de groceras idolatrías, ofreciendo a 
esos pueblos desheredados, en nombre de Jesús de 
Nazaret, la mas amplia emancipación del y u g o 
despótico de los t iranos, i a mas, un premio en la 
morada celestial, una vez terminadas las miserias 
terrenales. 
Con fervor fanático, se abrazó esa nueva reli-
j ión por las masas oprimidas que veían en ella una 
era de libertad que, vendría a romper las cadenas 
de su esclavitud, i mas aun, porque había sido 
fundada por un desgraciado salido de esas mis-
mas masas i muerto de una manera oprobiosa en 
el duro suplicio de una cruz, por anunciar un Dios 
de paz i pedir libertad p a r a sus semejantes. 
Esparcida la doctr ina de esta nueva idea, por 
sus audaces propagandis tas , tuvo como conse»-
cuencia lójica, la decadencia del paganismo idóla-
t r a que, al fin vino por t ierra con todo su brillan-
te cortejo de divinos dioses; dando pasos a la reli-
jión de los par ias que presentaba como maes t ro 
a ese humilde Nazareno que no tuvo o t ro méri to 
que el haber muerto clavado en un madero, por 
sostener sus bellos i nobles ideales. 
Grandes luchas i persecuciones tuvieron que 
sufrir los primeros innovadores de ese trascenden-
ta l acontecimiento, pero al fin se impuso a sus 
opresores porque era la causa del pueblo, que 
siempre tr iunfa cuando es justa , i su clamor es la 
voz de Dios, cuando pide justicia p a r a sus dere-
chos conculcados por los "abusos i la t i ranía . 
Tres siglos más o menos tuvo de vida esta 
sencilla relijión, sin más dogmas que el baut ismo i 
por templo las obscuras bóvedas de las catacum-
bas, donde se elevaban preces a un solo Dios, sin 
que en sus muros o al tares hubieran imá.jines ni 
fetiches como sucede en las Iglesias Católicas del 
Romanismo. 
¡Difícil se hace creer que u n a relijión fo rmada 
por humildes alucinados, perseguidos por t odas 
partes, asesinados bárbaramente , llevados por 
m a n a d a s como a los animales a los Circos del pa-
ganismo Romano, pa ra servir de pas to a las fie-
ras, por defender las doctr inas del Crucificado 
que fué todo amor i caridad, se hubiera de con-
vertir más ta rde en la más cruel i temible perse-
guidora de sus hermanos de la víspera. 
Pero hay que observar, que este cambio no fué 
jenerado por los verdaderos cristianos, sino que el 
enemigo der ro tado se in t rodujo en el rebaño como 
lobo hambriento en la figura del pagano Empera-
dor Constant ino; hipócrita, sanguinario i cruel 
como Nerón. Viendo que su t rono tambaleaba, 
t r a t ó de afianzarlo ingresando a la nueva Relijión 
que se levantaba imponente imprimiendo nuevos 
rumbos al desarrollo social de los pueblos 
— 4 — 
Con el ingreso del Emperador Constantino, 
todo tenia que cambiar, se formó la gran Coalición 
entre paganos i cristianos, (como las coaliciones 
de nuestros tiempos que se hacen entre liberales i 
clericales para dar vida a gobiernos híbridos, sin 
ideales ni doctrinas determinadas; verdaderos pa-
rási tos de las naciones donde se entronizan) dan-
do orijen a la relijion Católica, Apostólica i Roma-
na con todos los vicios i resabios de la Relijion 
caida. En este fárrogo de anarquías sofísticas, la 
doctrina de Cristo desapareció como una luz que 
se apaga para dar paso al reinado de las tinieblas 
sobre las jeneraciones que se levantan. 
Con la pagajiización del Cristianismo, se esta-
bleció el culto de las imájenes i la más torpe idola-
t r ía volvió a reinar en los altares. Los dogmas se 
multiplicaron i la Diosa Isis de los jentiles, coro-
nada de estrellas i con el Dios Horus en los brazos, 
se la tituló reina del cielo i preferida del culto, ba-
jo el nombre de María Madre de Jesús, Minerva,, 
Diana, i la retozona Venus Afrodita, son puestas 
en las Iglesias con el nombre de Santas. Hércules i 
Teseo se t ransforman en Pedro i Pablo. En fin, to-
do el cortejo de la ant igua idolatría con sus ri tos 
i ceremonias renace ba jo el nombre de Relijion Ca-
tólica, Apostólica i Romana continuadora, como 
se titulaba de la fé de Cristo, pa ra mayor escar-
nio de su fundador. Desde este instante el infa-
mante signo de la cruz fué el a rma homicida que 
se levantaba sobre las multitudes pa ra embrute-
cerlas, perseguirlas i masacrarlas, en nombre del 
már t i r del Gólgota: pués, el muí tuno i farsante 
de Constantino, les habia hecho creer que, yendo 
a combatir con su enemigo, el Emperador Maxen-
cio; había visto en el espacio una hermosa cruz, 
alba como la nieve, rodeada de estas palabras, 
t razada con carácter de fuego: Hoc-signo vinces 
(con este signo vencerás). 
Debido a esta visión la cruz fué santificada, 
igualmente que su impostor, i llevada en todos los 
actos relijiosos, i en particular para la ejecución 
del crimen. 
Deshecha la verdadera relijión de Cristo, se 
levantó omnipotente la Iglesia Católica Apostóli-
ca i Romana, absorviendo i subj 'ugando a los 
pueblos bajo la férula del despotismo más absolu-
to. Los Papas fueron más t i ranos i disoluto que 
los Césares de la ant igua dinastía del réjimen caí-
do. Los Pontífices Romanos fueron unos verdade-
ros Dioces Olímpicos, Júpiters con t ia ras que ha-
cían temblar a la humanidad bajo sus crueldades. 
Se hicieron proclamar Rei de Reyes, con poder pa-
ra quitar i poner coronas a los Monarcas de las 
naciones, i para que este absolutismo se convirtie-
ra en el sumum del poder; se llamaron Vicarios de 
Cristo i representantes de Dios en la tierra. El Pa-
pa Alejandro III puso el pié sobre el cuello del 
Emperador Federico Barba Roja. El mismo Papa, 
hizo azotar el rei de Inglaterra Enrique II. El Pa-
pa Celestino III hizo poner a sus pies una corona, 
i después la colocó en la cabeza del Emperador 
Enrique Y l q u e estaba arrodillado delante de él, i 
en seguida se la quitó, para enseñarle que le des-
truiría sino era obediente a la Santa Sede. 
Estos semidioses crueles e ignorantes, son los 
que van a seguir en lo sucesivo dirijiendo los des-
tinosde la humanidad a t ravés de muchos siglos, 
nuevos Césares de mantos pluviales i sandalias de 
brocato con pedrerías Orientales. 
Llega el siglo V i la edad Media da principio 
ba jo un ambiente mefítico i corrompido. Los pue-
blos i las naciones se encuentran envilecidos bajo 
el man to soporífico del fanat ismo i la ignorancia 
que se ha estendido a todas laá clases sociales, 
t a n t o elevadas como populares. En este estado, la 
— 6 — 
Iglesia con su ejército de frailes, llega a la cúspide 
de su grandeza i predominio. La edad Media con-
tinúa, bajo la más triste superstición, las masas 
populares se entontecen has ta perder su dignidad 
de seres racionales con las mentiras teolójicas i 
los absurdos de dogmas estravagantes. 
En esa época nefasta, se introdujo la corrup-
ción más espantosa entre el clero i establecimien-
tos conventuales. El P a p a Ciricio decretó el celi-
ba to de los frailes. Este decreto abusivo, inmoral, 
contrario a las leyes de la naturaleza i costumbres 
sociales fué aprobado en todas sus partes en el 
Concilio de Nicea (año 445). Siricio al dictar ese 
abominable decreto, lo hizo con el objeto de dejar 
en mayor libertad al clero para el mejor desempe-
ño de sus fechorías, sin el compromiso i las obli-
gaciones de la familia, a fin de que, por medio de 
la confesión auricular pudieran escudriñar con 
más cinismo i desvergüenza la conciencia de los 
penitentes, i en particular, para tener más facili-
dad de introducirse en el hogar de las familias a 
fin de averiguar la vida privada de cada uno i 
cap tar las fortunas de viudas i de los huérfanos. 
En medio de esta revuelta Babilonia de críme-
nes, a le targaban el sentimiento popular sumién-
dolo en la más degradante ignorancia. 
He aquí como el Conde Lanjiunajs, P a r de 
Francia, t raza un pequeño bosquejo sotíre la do-
minación del clero al abrirse el período de la edad 
media. Dice así: "La dominación clerical estable-
cióse en favor de la estúpida ignorancia, de los 
errores, de los desórdenes de todo jénero i de la 
más increíble supertición. Reinaba entonces la 
anarquía en el Es tado i en la Iglesia: por doquie-
ra , en las costumbres públicas, opresión i atroci-
dades; en las costumbres privadas, la más repug-
nante licencia. La civilización retrocedía hacia la 
barbarie, el pueblo era la mádera de que podía 
cortarse i disponerse pa ra todas las servidumbres 
i su sangre no valía lo que el agua; se pensaba de 
él lo que había dicho un prelado: los hombres no 
valen la pena de ocuparse del orden social; en el 
orden relijioso.el réjimen espiritual era t rocado en 
gobierno de las cosas de la tierra. Las falsas de-
cretales habían producido otras verdaderas que 
t rasformaron la verdadera disciplina de la Iglesia. 
El Papa se había convertido en Juez Universal 
que juzgaba has ta los reyes. Creaba reinos, dispo-
nía i alzaba reyes i era el poder mas estraordina-
rio en lo criminal i Civil. Escomulgaba reyes i po-
nía en entre-dicho a los reinos enteros. Los lega-
dos o emisarios del Papa gobernaban a los mo-
narcas, señores i prelados todos i g ravaban a los 
pueblos con levas i tr ibutos. Los Obispos i demás 
prelados se habían constituido en jueces conten-
cioso de los pecados i los juzgaban pomposamen-
te encaramados en las a l turas de un tribunal que 
habían rodeado con el mayor a p a r a t o judicial. 
Alejandro III introdujo en los tribunales el instru-
mento abusivo de las monitorias. Con la jerga i 
argucia del escolasticismo justificábanse todos 
los excesos, la persecución de los judíos, las cruza-
das, los horrores de la Inquisición i la más perni-
ciosa estensión de los impedimentos del matrimo-
nio. Hacíanse bas tardos a los hijos lejítimos i se 
multiplican las turbulencias i guerras civiles. En 
medio de este asqueroso exceso, principiábase el 
tráfico de la induljencias; se lavaban los pecados i 
los crímenes median+e las multas a beneficio de los 
prelados". 
¡Oh ignorancia! ¡Oh barbarie feudal! 
Has t a aquí el cuadro de ignominia t razado 
por el Conde Lanjuinais. 
A todas las fórmulas de despojos i latrocinios 
había que inventar al más grande, más contun-
dente, que diera por resultado el saqueo univer-
sal; pa ra ésto el campo estaba preparado, la ig-
norancia dar ía sus f rutos i los bienes de los parti-
culares tendrían que ingresar en masa a la Iglesia 
— 8 — 
de Dios. Se había entrado al siglo X i un rumor 
espantoso se hizo circular entre las envilecidas 
masas. Los frailes anunciaban en los pulpitos i en 
t o d a s partes el fin del mundo para el año mil; ¡Ya 
pronto sonaría la t rompeta del ánjel del estermi-
nio universal! El hijo del hombre descendería de 
su a l to t rono para pedir cuenta a la raza humana 
de sus actos sobre la tierra, y no habría salvación 
si no se hacía penitencia i se entregaban los bienes 
a Dios, representado por su Santa Madre Iglesia. 
Esta fatídica profecía debía cumplirse al pié de la 
letra, pues,bien claro lo esplicaba el apocalipsis de 
San Juan, i según el más grande de los teólogos 
de la Iglesia, el famoso San Agustín había ame-
nazado con el anatema más terrible a todo aquel 
que pusiese en duda siquiera una tilde de lo mani-
festado por las Sagradas Escrituras. 
Esta diabólica invención causó el paroxismo 
del terror; la jente se enloqueció de espanto, todos 
corrían desatentados implorando misericordia i 
donando todos sus bienes a la Iglesia, para obte-
ner el perdón de sus pecados. La miseria más te-
rrible se hizo mui pronto sentir i las Iglesias, los 
Templos i las Abadías se ha r t aban de riquezas. El 
clero entró en posesión de todos los frutos i las 
t ierras, acumulando esa gran riqueza que hoi se 
llaman los Bienes de la Iglesia. 
En esa época desgraciada, no se hablaba sino 
pa ra invocar el nombre de un santo. La única voz 
autorizada era la del fraile que dominaba en to-
das partes, i dirijía a su antojo a ese rebaño fana-
t izado hasta el idiotismo. La tristeza más lúgu-
bre se no taba por doquiera, el cíelo parecía teñi-
do de negro i una atmósfera de plomo sofocaba a 
la humanidad que, mascullaba entre jemidos los 
rezos cuotidianos impuestos por la Iglesia. La 
hora fatal debía de llegar sin remedio en el momen-
t o menos pensado i había que estar prevenido pa-
ra recebir al amo celestial, como lo decían los sa-
grados libros. 
— 9 — 
Por fin, el año mil ha llegado sin ninguna no-
vedad i las profecías se han venido por los suelos. 
La humanidad respira i la alegría se manifiesta 
en todos los semblantes; nace la tranquilidad en 
los espíritus t imoratos i una nueva era de felici-
dad se deja entrever para el porvenir; poro esto es 
un gran error, porque las exacciones de la cleri-
galla continúan con más ardor, i los crímenes i 
desbordes del desenfreno se suceden con mayor re-
finamiento. El incestuoso Papa Alejandro VI, ho-
rroriza la corte pontificia con los crímenes i escán-
dalos cometidos con su hija Lucrecia; mujer que 
ha pasado a la historia por su refinada inmorali-
dad. Los frailes siguen con mayor entusiasmo el 
acaparamiento de bienes i las ventas de induljen-
cias sancionan los escándalos i el incesto en los 
hogares. 
El Purgatorio, recién inventado, era una gran 
fuente de entrada; se cobraban sumas fabulosas 
por rescatar almas en pena de esa antesala del in-
fierno. Las misas, los responsos, los a m u l e t o s i 
mandas a los Santos, se pagaban con fortunas i 
la Diosa Isis de los paganos, preferida de los alta-
res católicos, bajo el-pomposo nombre de madre 
del Redentor del Mundo, ei;a la intermediaria an-
te su divino hijo pa ra los rescates previo el pago 
a la Iglesia de Dios. 
El pueblo bajo, seguía como siempre en su ig-
norancia sin precedentes; t an to en los campos co-
mo en las ciudades formaban un solo ha to de idio-
t a s q' no parecían seres racionales; pero,en la clases 
elevadas había penetrado cierto escepticismo; se 
no taba una especie de despertar en esa dormida 
humanidad;los rosáceos tintes de la aurora , anun-
ciaban días de libertad i emancipación delas con-
ciencias oprimidas en las gar ras del clericalismo. 
El rumor crecía como una marea i se dejaban oír 
inprecaciones contra los sojuzgadores de la liber-
tad de los pueblos. La luz i la razón se abrían pa-
so en ese caos de tinieblas y por primera vez se 
- 10 -
dejó oír la voz de: ¡Abajo las mentiras del clero! 
¡fuera los dogmas de la Iglesia! ¡No hai infierno ni 
purgatorio! ¡Abajo los tiranos! ¡Viva la libertad! 
Esto fué para el clero a s tu to un principio de 
levantamiento subversivo, que se operaba en su 
contra, i había que reprimir recurriendo a la far-
sa i a la violencia. ¿Como hacerlo? pues mui fácil, 
contando con el estúpido fanatismo t an arraiga-
do en las multitudes i la codicia de las clases ele-
vadas; no había más que dar la voz de a larma, i 
los frailes autorizados por el Papa Urbano II se 
lanzan a predicar las Cruzadas pa ra conquistar 
la tierra santa, a fin de apoderarse del supuesto 
sepulcro de Cristo que se encontraba en poder de 
los infieles. El entusiasmo fué enorme para alistar-
se en las filas de ese ejército abigarrado i sui-jene-
ris, compuesto de todas las clases sociales; frailes 
i mujeres disolutas, caballeros feudales que aban-
donaban sus castillos, tomaban la dirección de 
esos ejércitos ébrios de entusiasmo, i cada uno de 
ellos armados como el Quüote de Cervantes, se 
creían unos héroes, invadidos del espíritu divino i 
orgullosos de su propia ignorancia, para empren-
der la matanza de sarracenos, poseedores de las 
sagradas reliquias en la lejana Palestina. 
El fanático Luis IX rei de Francia, fué el que 
dió ejemplo de mayor estupidez i barbárie. Es ta 
hiena coronada, hacia morir de hambre al pueblo, 
esquilmándolo de cuanto poseía [para do ta r a sus 
fanáticas huestes a fin de emprender la cruzada de 
crímenes i horrores contra los infieles para quitar-
les el sepulcro de Cristo, unos cuantos clavos i una 
corona de espina. 
Este monarca despues de cometer toda clase 
de atropellos, murió al fin, sin conquistar nada, 
de una enfermedad vergonzosa según cuentan las 
crónicas de aquellos tiempos; fué canonizado San-
to por la Iglesia Católica. 
"La Relijión Romana es el ar te de saquear a 
— 1 1 -
los pueblos» ha dicho Willan Draper, paj . 237. 
(Conflicto entre la relijion i la ciencia). 
Dos siglos más o menos duraron las cruzadas, 
i en el trascurso de ese tiempo la miseria más es-
pan tosa se produjo en el Continente europeo. El 
hambre i las enfermedades infecciosas, diezmaban 
las ciudades i aldeas; era t a n terrible la mortan-
dad que los cadáveres se dejaban insepultos en las 
vías públicas, i sin embargo, el clero gozaba de 
todas las prebendas a su antojo i sin restricción 
de ninguna clase; dueños de vidas i haciendas i se-
ñores feudales de todas las t ierras comarcanas, 
podían disponer de ' los campesinos como de el 
ganado. 
Este cuadro de iniquidades i sufrimientos, le-
vantó algunas protestas i muchos lanzaban mal-
diciones contra los dogmas i contra el clero absor-
vente e inhumano que los esquilmaba sin compa-
ción. 
P a r a acallar las protestas de los oprimidos i 
apaga r la voz de algunos pensadores que ponían 
en duda las groseras supercherias de la Iglesia, se 
echaron las bases en un célebre concilio en Tolosa, 
pa r a reprimir la herejía que se iba estendiendo en 
forma alarmante. En ese concilio se jeneró las 
más infame de las crueldades, se estableció un tri-
bunal l lamado del Santo Oficio o sea la inquisición 
que sancionó el Papa Inocencio IV el año 1243, 
encendiendo las primeras hogueras en Italia, Ale-
mania i provincias meridionales de Francia i Es-
paña . 
Este tr ibunal maldito, enjendro del mismo Sa-
tanas, llenó de terror a l a humanidad. ¡Nada hay 
más terrible en los anales de la historia del mun-
do, ni más execrable que la invención de esa abo-
minable institución! Miles de personas erán arras-
t r adas a la hoguera, acusadas de supuestas here-
j ías o por cualquier o t ro motivo; la cuestión era 
quemar el mayor níímero para confiscarles sus 
- 12 -
bienes a favor de la Iglesia. Esa relajación del cri-
men tomó vuelos espantosos en muchas partes 
de Europa i principalmente en España, donde el 
tenebroso i sanguinario Santo Domingo de Guz-
fnán, implantó ese inhumano Tribunal, recurrien-
do a las argucias más ruines, para sobresalir en 
crueldades a sus colegas; formo lejiones de espías 
que se denuncian unos a los otros i penetran en 
los hogares de sus mismas familias, pa r a delatar 
al padre, a la madre, a los hijos i a sus hermanos. 
Para el caso fundó una órden de mujeres, con el ca-
rácter de policía secreta, que se ocuparían de denun-
ciar al Santo Oficio, cuanto pudiera ocurrir en la 
vida privada de cada familia. Semejante Institu-
ción de espionaje de t i tu laba «La milicia de Cristo». 
¡Triste condición la de esas infelices i fanatiza-
das mujeres que, cegadas por la ignorancia de una 
época de abyección i obscurantismo, no trepida-
ban en hacer conducir a la hoguera a sus mismos 
hijos i demás miembros de sus propias familias. 
Los chacales de so tana con Santo Domingo, 
a la cabeza, premiaban con fu turas bien-a ventu-
ranzas cada delación que hacían esas benditas 
ájente, i, mayor gloria para ellas si el denuncia-
do era algún miembro cercano de su familia i so-
bre todo si era rico, pa ra confiscarles sus bienes. 
En este periodo tenebroso de la Edad Media que 
duró diez siglos, la Iglesia Católica Apostólica i 
Romana que, en mala hora se constituyó ba jo el 
amparo del criminal Emperador Constantino, dió 
vida al paganismo caido con mayores vicios i más 
refinada crueldad. 
El solo recuerdo de este tr iste tr ibunal inqui-
sitorial, establecido con el fin de silenciar la voz de 
la razón que principiaba a despertar, llena el a lma 
de profunda tristeza i un sentimiento de la m á s 
jus ta indignación invade nuestro ser. 
Parece increíble que una relijion que se t i tula-
— 1 3 -
ba, Crist iana, haya t r a spasado los límites de la 
maldad, llevando a la hoguera millones de perso-
nas sin distinción de sexos ni edad. «El pueblo es 
leña seca decían los frailes i hai que quemarla» i 
quemaban i asesinaban sin descanso. ¡El Moloch 
de los Católicos era mil veces más insaciable que 
el de los paganos! 
Con esa infernal Institución, el poder de la 
Iglesia tomó proporciones increíbles a t ravés de 
las obscuras noches de esa edad de horrores, i su 
nefasto reinado no tiene comparación en la histo-
ria de la humanidad. 
A este poder sin límites vamos a bosquejarlo, 
aunque mui a la lijera, por lo reducido de este fo-
lleto, un pequeño cuadro de su grandeza; edad de 
oro de la Iglesia Romana, como se t i tuló en je rga 
clerical. 
A más de poder relijioso era también poder 
interno, poder moral, poder esterior, poder ins-
truct ivo, poder terri torial , poder civil; era más 
aún era poder judicial, no porque intervenía en 
los ac tos de justicia, sinó porque colgaba un 
Cristo en el tr ibunal; porque publicaba desde el 
púlpito un monitorio; porque dic taba el jura-
mento; porque vis i taba al preso; porque conducía 
al criminal con un cirio en la mano an te la Igle-
sia: porque le hacía o ra r de rodillas; porque oía 
la úl t ima pa labra del reo; i porque también, so-
bre t odo era juez, puesto que tenía jurisdicción 
apar te , Códigos apar te , d e s c o n o c i d o s de la 
humanidad. Había inventado crímenes morales, 
crímenes invisibles que los culpables cometían 
en el aire, en la atmósfera o en el secreto de su 
pensamiento; perseguía a la luz de la luna una 
conspiración misteriosa de los hombres con los 
demonios, i en t odas par tes donde podía cojer a 
estos conjurados del espacio, los a r ro jaba a la 
hoguera. 
Miraba a la intejijencia humana como una he-
— 14 — 
rejía innata , que solo podía enjendrar más que el 
error; tenía siempre un hierro entre las ascuas, 
p a r a marcar el error sobre la lengua misma que 
había hablado.—Era el gobierno de la verdad; to-
da verdad fuera de su doctr ina era una rebelión 
de las almas; i para castigar a los rebeldes, tenía 
una policía ^enmascarada que escuchaba en las 
sombras todos los discursos; una cámara de jus-
ticia subterránea, en el fonde de una cueva, que 
detenía, aprisionaba, daba tormento, i no nom-
b r a b a a fuera la víctima a quien hería sino al he-
rirla.—Pedía prestado, es verdad, la espada de 
Cesar pa ra m a t a r i lavándose después las manos, 
decía: «Yo no le he matado»! 
Misericordioso con el condenado, le confesaba 
antes de entregarlo al suplicio, le absolvía, le da-
ba de comulgar; i cuando le había restituido la 
inocencia, le mandaba al o t ro mundo, con la hos-
t ia aún sobre los labios, a pedir cuenta a Dios de 
esa injusticia; al reves, que absolvía al hombre 
con una mano i le inmolaba con la o t r a en el mis-
mo espacio de tiempo, por el mismo crimen. Acto 
seguido se apropiaba de sus bienes por mui mise-
rables que estos fueran. 
Poder terri torial , poder civil, poder judicial, 
poder universal, era además el primer poder polí-
tico de Europa, daba i qu i taba coronas; unía i de-
sunía los subditos, cerraba i abr ía dinastías, les 
daba autor idad con una go ta de aceite, tenía la 
paz o la guerra, en un pliegue de su manto , no te-
nía nada más que sacudirle daba o qu i taba un 
reino; i Simón de Mont fo r t confiscaba el condado 
de Tolosa, el duque de Anjou espulsaba a Malfre-
do de Sicilia. No necesitaba levantar ejércitos p a r a 
en t ra r en campaña. 
Hacía la guerra predicando. Cada pa labra de 
muerte era una cruzada. I durante el reinado de 
un solo Papa , tenía t iempo de predicar una cruza-
da contra los moros en España, o t r a c ruzada en 
Hungría contra los t á r t a ros , o t r a en Ingla t r r a 
- 15 -
contra los barones, o t ra en Francia contra la ca-
sa de Suabia, o t ra en Libonia, o t ra en Curlandia 
contra los incrédulos, o t r a en fin, más regular, 
más duradera en palestina contra los infieles; i 
cuando Inocencio III gr i taba desde su muía es-
tendiendo sus manos hacia el Norte: "Espada" sal 
de tu vaina, afílate para exterminar, el viento lle-
vaba esta amenaza a todos los rincones de la 
cristiandad, i la espada se afilaba en todas partes 
para exterminar a todos los enemigos de la 
Iglesia. 
I no solamente era el Papado la gran dictadu-
ra con dalmática, de las naciones, muchas veces 
fujitiva, muchas veces prisioneras, que reinaba por 
medio de bulas desde el fondo de su cárcel, y que 
desde el rincón de su destierro mandaba simultá-
neamente a la Europa por la admirable línea de 
claustro escalonados en todas partes, que dividia 
i conciliaba los Estados, que intervenía en todas 
las querellas con mano armada , que notificaba los 
t ra tados , que tenía la primera, la única diploma-
cia, i para apoyarla una fuerza más poderosa que 
la pólvora de cañón, una fórmula en latín; no so-
lamente, decimos, el Papado, o lo que es lo mismo 
la Iglesia, era la monarquía universal, si se entien-
de por monarquía la autoridad usurpada, pero, 
consentida por todos, i como estaba en comunica-
ción con el cielo,por medio de sus oraciones podia, 
rezando, supender i modificar las leyes de la natu-
raleza, curar las heridas, i resucitar los muertos, 
profetizar sucesos, echar a los demonios, fertilizar 
las ent rañas estériles, suspender la agonía con el 
contacto de una reliquia, expulzar los rayos a 
toque de campana, hacer ba ja r la lluvia a la 
tierra con una letanía cantada en falsete, multi-
plicar los milagros, redactar su autentisidad, i de 
esta leyenda maravillosa que tenía en suspenso la 
imajinación de los pueblos, sacar lejiones de esco-
jidos que enviaba entre el sonido de las campanas 
al cielo, pa ra enseñar a los vivos, que del fondo 
- 16 -
del valle de lágrimas tocaba al cielo esta o t r a Igle-
sia tr iunfante donde debía ir algún día a descan-
sar del paso enorme de t a n t o poder 
Respiro al fin, despues de haber can tado la úl-
t ima estrofa al poder de la Iglesia. El Catolicismo 
tenía toda la fuerza de Dios i del hombre acumu-
ladas en sí. Podía todo, estaba en todas partes, lo 
era todo, formaba los pensamientos, las opinio-
nes, las esperanzas, las costumbres, los hábitos, 
las formas del cuerpo, los valles, el aspecto de las 
ciudades, las emociones, las fiestas, los placeres, 
las ciencias, las guerras, los t ra tados , los mila-
gros. 
Tenía un pié en cada hogar, una mirada en ca-
da conciencia, una palabra en cada labio, una voz 
en cada aliento, un derecho en cada existencia; de 
modo que en todas partes donde se estendía la 
sombra de la cruz, ningún hombre nacido de mu-
jer podía vivir, pensar, reinar, obrar, casarse, tra-
bajar , agonizar, morir, sin permiso fuera de su 
presencia. 
Penetraba de ta l manera en todos los poros 
en la subtancia humana, que era en nosotros una 
segunda vida, que había espulsado de nuestro 
cuerpoMa primera que Dios nos había dado en to-
da la alegría de sú obra en el sexto día del Génesis. 
Se podía en seguida cojer esta humanidad de 
nueva creación, volverla, deshacerla; no se hubie-
ra hallado en esta masa, impregnada i amasada 
con catolicismo, una fibra, una molécula, una go-
t a de sangre que no fuera católica; porque la so-
ciedad entera no era más que la inmensa eucaris-
t ía de la relijión. 
Por eso cuando la escomunión venía a herir 
una ciudad, cuando el sacerdote había apagado 
la oración con la llama del cirio del al tar , cuando 
había cerrado la Iglesia y p lantado el haz de es-
pinas delante de la puerta, el cristiano experimen-
- 17 -
t a b a has ta de sus fibras una especie de terror so-
brenatural que la naturaleza viva esperimenta en 
el crepúsculo repentino de un eclipse. La Europa 
creyente no respiraba más que con el soplo de la 
Iglesia i cuando esta atmósfera fal taba, a su res-
piración, sentía por sus venas la última pulsación 
de vida; ¡moría! Entonces, durante este desmayo 
de la humanidad, todo permanecía en mudo silen-
cio, como si la gravitación universal del mundo 
acabara de suspender su acción i el sol de retirar 
de la t ierra su último rayo. 
Tal era el formidable poder de la escomunión, 
que ar ro jaba a los muertos fuera de las tumbas. 
Cuando el escomulgado era colocado por un des-
cuido despues de muerto en la bóveda de una 
Iglesia, acontesía que en el momento de decir el 
sacerdote misa la piedra de la tumba se par t ía 
por si sola i el cadáver lanzado del suelo salía de 
la Iglesia. 
De este modo el catolicismo más a l to que la 
mon taña de Sion, más indestructible sobre sus ci-
mientos de granito, podía desafiar todas las tem-
pestades delhombre i dejar pasar los siglos. La 
duración le es taba prometida más allá de los 
tiempos, has ta la última hora de la última estre-
lla. ¿Qué poder podía desafiar su poder? ¿Qué ma-
no podía levantarse contra él, sin quedar inme-
diatamente rota? 
Había sido preciso sin duda un gran mila-
gro pa ra sacar del fondo del pesebre de Belen la 
monarquía universal de la Iglesia; pero ahora ha-
cía fa l ta al menos un milágro más grande pa ra 
destruirla, pues había uncido t an fuertemente con 
anillos de hierro, , los pueblos a sus dogmas, que 
nadie en el gran día de los vivos hubiese intenta-
do escapar a su servidumbre. 
In tentado i ¿como? ¿Huir? ¿Morir? ¿Huir ha-
béis dicho? Pero si el catolicismo no tenía límites; 
si la humanidad entera se hubiera colocado al pa-
so del fujitivo pa ra gri tar: He ahí el hombre mal-
— 18 — 
dito, i la piedra del camino habr ía sa l tado p a r a 
lapidarle. ¿Morir? pero la muerte no a r racaba de 
la propiedad de la Iglesia al hombre, ni aún del 
peso de un á tomo; recojía el cadáver i le a r ras t r a -
ba al muladar . 
He aquí el inventario, rápido como la pala-
bra , de todos los poderes de la Iglesia." Poderes en 
la t ierra, poderes en el a lma, podefes en la socie-
dad; El Catolicismo los tenía todos; pero los ha 
perdido todos. 
Había dicho al pensamiento, en el día de su 
poder: No existirás delante de mí, i siempre que te 
halle en mi camino, te l lamaré verdugo. Pero el 
pensamiento márt i r , llegando al fondode los si-
glos entre dos filas de hogueras, con el resplandor 
de la llama en la frente, ha a t ravesado milagrosa-
mente el suplicio: ha a p a g a d o con el pié el úl t imo 
carbón, i cojiendo la mano del Catolicismo teñida 
en sangre del sacrificio, le ar rancó la espada, la 
rompió i a r ro jó a lo lejos los restos, i dijo al ase-
sino en nombre de la j ' u s t i c i a : ¡No m a t a r á s en 
nombre del Evanjelio, sacrilego! i el asesino no ha 
vuelto a m a t a r . 
La Iglesia había puesto un sello sobre los la-
bios del hombre i le había dicho: No hablarás en 
mi presencia; Yo dispondré del oído de las pobla-
ciones. Pero he aquí que de repente, una pa labra 
imprevista resonó en Europa . La antigüedad ente-
ra has ta entonces muda, se puso a hablár por me-
dio de un obrero de Strasburgo. La imprenta apa-
reció como un meteoro luminoso i habló al aire li-
bre por la salud de los pueblos. Primer libro que 
se imprimió fué la Biblia. Las Sagradas Escritu-
ras fueron comentadas entre el rechinar de dientes 
de los corifeos de la Iglesia. La humanidad poco 
a poco recobró la memoria, i con ella la reflección; 
sintió vagamente b r o t a r en su a lma un nuevo 
pensamiento; deseaba un nuevo profeta; un após-
— 19 — 
tol que esplicara ese maremagnum de la Iglesia 
Romana. 
Ese profeta se levantó de un claustro de Ale-
mania, iracundo i temible; nuevo Hércules que se 
apresta a la lucha, para derribar al poderoso An-
teo Romano, i que al fin lo ahoga entre sus brazos 
como al j igante de la mitolojía. 
El júpiter Vaticanista tiembla en su cubil i lan-
za rayos contra el após t a t a Lutero, que es el nue-
vo profeta, que, delante del público aterrorizado 
echa al fuego las bulas de escomunión i se ríe del 
Papa . 
* 
* * 
La reforma da principio i el cisma se esparse 
en todos los campos del catolicismo. El Papado se 
conmueve por primera vez i presajia el fin de su 
poderoso reinado. La Alemania, la Suiza, Holan-
da, Inglaterra, Escocia i la Suecia, abjuran de la 
relijión reinante i levantan un pedestal de oro a la 
intelijencia. 
Durante treinta años el catolicismo i el protes-
tant ismo, se hacen una guerra cruda i despia-
dada. Husistas, Calvinistas, Luteranos i Católi-
cos se encuentran en los campos de batal la destro-
trozándose por la interpretación de un dogma o 
un sacramento, mientras un nuevo poder se levan-
ta , llevando muy en al to una luminosa antorcha 
como a rma de conquista; este nuevo poder, es la 
razón que jun ta las manos de los combatientes i 
sobre la primera pajina del t r a t a d o de Westfalia, 
escribe el principio de tolerancia; funda el derecho 
de los pueblos i lo distribuye a cada individuo. 
El catolicismo siempre intolerante, se conside-
ra humillado i en su impotente rabia, jun ta los 
restos de las naciones católicas i principia a reple-
garse lentamente del Norte al Mediodía,"atrinche-
rándose en I tal ia como en una fortaleza. 
I allí, en su implacable soledad, escondido co-
mo pa ra asechar su presa detrás de la tumba de 
los muertos, se cubre con su manto hipócrita. 
— 20 — 
manifestándose indiferente a las evoluciones que 
se desarrollan en la humanidad. No quiere ver ni 
oír nada . La Europa progresa en to rno suyo; la 
Europa piensa i sed esenvuelve; no quiere saberlo: 
por el contrario, le vuelve las espaldas i lanza un 
ana tema contra el progreso que lo sitia. Maldice 
la luz de la civilización que va dejando en descu-
bierto las horrorosas mentiras con que fanatizó 
al mundo por t an to s siglos. 
Recluido en el Vaticano siente que su Iglesia 
cruje como un barco viejo i desmantelado, que es 
juguete de las olas, i, en el paroxismo de su deses-
peración ve que poco a poco se acerca el cataclis-
mo final. 
Sin embargo, le queda todavía un reducto for-
midable; ese reducto es la desgraciada España, 
que agoniza con las ar ter ias abiertas, oprimida i 
desgarrada por la Inquisición, donde el luctuoso 
dominico Torquemada, confesor de doña Isabel la 
Católica, estreñía las crueldades humanicidas co-
mo j a m á s cerebro humano las pudo concebir. Es-
te fraile ignorante i salvaje, tenía un a lma diabó-
lica, la crueldad del t igre i los insaciables inst intos 
del chacal, cuando se cebaba en las víctimas que 
caían ba jo su zarpa. 
El P a p a por considerar estos inst intos feroces, 
como una virtud inna ta en ese criminal, fué pre-
miado por la Iglesia con la dignidad de Cardenal. 
• 
* # 
lis materialmente imposible, que en estos lije-
ros apuntes se pueda reseñar siquiera en partes, el 
dominio que ejercía en España ese clero inmoral i 
salvaje. Bástenos decir, que en esa hermosa i des-
graciada península, fué donde la inquisición i el 
fana t i smo hizo los más grandes es t ragos i se co-
metieron los mayores i más desgradantes excesos. 
La inquisición a m p a r a d a por los monarcas estremó 
la barbar ie i la actividad pa ra t o s t a r herejes por 
centenares i por miles, p a r a arrebatar les en segui-
- 21 -
da sus bienes que pasaban íntegros a la Iglesia o 
a sus frailes que es lo mismo. Se justificaban estas 
masacres, valiéndose para ello de pecados imaji-
narios cometidos por las víctimas. 
I, pa ra colmo de las mayores desgracias, el 
año 1540 se formó por Ignacio de Loyola, esa 
o t ra terrible milicia negra llamada Compañía de 
Jesús, con el propósito de reconquistar los derechos 
perdidos por la Iglesia Romana. Esta nueva pla-
ga de audaces, invocando el nombre de Jesús, lle-
nos de mística unción se a r r a s t r a b a n como los 
reptiles consiguiendo penetrar en todas las clases 
sociales las que fueron muy pronta dominadas. 
Se hicieron grandes i poderosos; insaciables en 
ambiciones personales i en intrigas subterráneas. 
Se apoderaron del dominio absoluto de la Iglesia, 
haciendo temblar de espanto al mismo Papa; for-
mando de esta manera un estadoesclesiástico den-
t ro de otro estado más poderoso que el primitivo. 
Esa plaga social se ramificó por todo el orbe 
como un flajelo mortal mil veces peor que la pes-
te negra. 
* 
* * 
El espíritu de progreso seguía sin embargo su 
marcha ascendente. La imprenta i los libros conti-
nuaban esparciendo la luz que penetraba en todas 
partes. La filosofía se abre paso a t ravés de los 
seráficos graznidos de los cuervos de sotana que 
desean picotearla i destruirla. Los jenios apare-
cen sin embargo i se llaman Ruger, Bacon, Descar-
te, Kepler, Leibnitz, Newton, Galileo, Harvey, Li-
neo i t an tos otros héroes de la civilización i la 
ciencia que anuncian a la humanidad dias de glo-
ria i libertad como recompensa a t an tos siglos de 
ignorancia. 
• 
* * 
Los jesuítas son vencidos i desterrados de mu-
chas partes; pero no son aniquilados; fueron es-
— 22 — 
pulsados a o t ros continentes, donde levantarón 
sus t iendas disfrazándose con nombres de herman-
dades que no se llaman de Jesús. 
Hoy dia los tenemos diseminados en t o d a s 
par tes del orbe ejerciendo la misma profesion de 
ántes, pero en forma más prudente i reservada, 
sin dejarde ser un peligro p a r a l a sociedad que los 
recibe. 
Los pueblos siguen progresando i ba jo la 
libertad del pensamiento, cada pensador levan-
t a un pedestal a esa esplendente civilización que 
se desarrolla majestuosa abriendo heridas de muer-
te a los sofismas i mentiras teolójicas, que hoi dia 
son solo patr imonio de la jente de so tana i de al-
gunos fanáticos que no pueden desprenderse de ese 
ambiente de hipocresías. 
Hay un sentimiento de a tav i smo tradicional 
que es muy difícil qui tar de algunas personas o fa-
milias; son esas costumbres místicas que perpe-
t ú a n el error; tradiciones que los siglos han le-
gado a las jeneraciones que se suceden i que ciertos 
individuos práctican como un recuerdo a sus ante-
pasados. Igual cosa pasaba en los primitivos 
tiempos del catolicismo. En el siglo V se encon-
t r a b a n algunos conservadores de los r i tos paga-
nos i sus idolatrías que, a pesar de es tar conver-
t idos al cristianismo, rendían culto al dios Apolo 
i se cargaban de amuletos pa ra a t rae r los espíri-
tu s protectores. Es decir, que rendían culto a Dios i 
al diablo, t a l como sucede con ciertos liberales de 
nuestros dias, que se confiesan y comulgan i se di-
cen liberales o libres pensadores. Es ta clase de 
jente o son pillos o son ignorantes. El t iempo 
t rascurre i el dominio absoluto de la Iglesia Ro-
mana sigue decayendo cada dia, ha s t a en España 
El Papa distribuye sus huestes por el Conti-
nente Americano i él se guarece con una par te de 
su oscuro ejército en la ciudad eterna i desde allí, 
como encerrado en un g ran claustro no hace o t r a 
cosa que azuzar a sus satélites distribuidos por el 
- 23 -
mundo para que emprendan con ardor la propa-
ganda i las revueltas revolucionarias, mientras el 
humilde vicario de Cristo, maldice a la humanidad 
que progresa. 
Cada filósofo o pensador que se levanta, es un 
hereje, i por consiguiente enemigo mortal de la 
Iglesia, que desearía tos tar lo en las hogueras del 
Santo Oficio, como a un Giordano Bruno; pero 
por desgracia para el santo padre i su Iglesia, ese 
poder criminal-de que eran dueños i verdugos ha 
desaparecido pa ra siempre. 
* 
* * 
La unidad I ta l iana iniciada y llevada a efecto 
el año 1870, por el indómito soldado i gran ciuda-
dano Giuseppe Garibaldi, fué un golpe más terri-
ble todavía asestado en el corazón de esa hidra de 
cien cabezas, l lamada Iglesia Católica, Apostólica 
i Romana. «Hai que aplastar a la infame» había 
dicho Voltaire en el siglo XVIII i la infame fué 
aplas tada un siglo después. Herida de muerte, i 
bajo los estertores de su larga agonía, ha tenido 
sus reacciones de tísico i soporta mal desu agrado 
las adversidades del destino haciendo esfuerzos 
supremos pa ra levantarse i rehacerse. 
El Papa Pió IX en el estravío de su ofuscación 
mental,se rediculizaba ante lafaz del mundo.ya bas-
t an te civilizado, lanzando una escomunion mayor 
contra el rei de Italia i demás héroes de esa glo-
riosa jo rnada que, tuvo como epílogo la emanci-
pación i unidad del reino, que había sopor tado 
por t an tos siglos la opresion tiránica de los bui-
tres del Vaticano. 
Pió IX, infalible por añadidura i enemigo de 
todo progreso i de todo ciencia liberal, había reu-
nido desde el año 1846 una cantidad de anatemas 
contra los filósofos del siglo XIX, i para atemori-
zar a los pueblos, como a los gobernantes de aque-
lla época que conspiraban en su contra, dió a la 
publicidad en 1864 su famoso Svllabus, o sea 
- 24 -
el conjunto de todas las escomuniones o anatemas 
que habia recopilado duran te 18 afios, contra to-
dos los que ponían en duda los mandamientos de 
la Iglesia Romana. 
Estos anatemas o más bien dicho, maldiciones, 
son mui curiosos por su orijinalidad i ridiculez. 
Con la publicación de ese sartal de imprecaciones, 
su santidad se descubre, se quita la careta del je-
suíta i se declara públicamente enemigo irreconci-
liable de todas las instituciones liberales. De ma-
nera que según ese beatísimo padre, nadie, fuera 
de la Iglesia puede pensar o discutir una idea que 
se relacione con la ciencia o el adelanto de un pais 
que no sea señalado con el estigmade hereje i mal-
di to por el humilde Vicario de Cristo. Talvez por 
aquello que dijo el Papa Gregorio I, llamado el 
grande, q' «la ignorancia es madre de la devoción. 
Mientras más ignorante es la persona más apega-
da es a la Iglesia» I, sin embargo, hay fanáticos 
en nuestros dias que sostienen que el catolicismo 
ha contribuido al progreso de los pueblos ¿Puede 
contribuir a ese progreso i al adelanto intelectual 
i moral de un pais, una institución que considera 
un delito el instruirse i que sus tendencias son per-
petuar la ignorancia i la mentira? 
Una relijion que se ha formado con la hipocre-
sía de un emperador pagano, i que al formarla 
tuvo como punto de mira una gran evolución po-
lítica, más que relijiosa, pa ra satisfacer sus ambi-
ciones personales i encubrir sus horrorosos crimi-
nes, i que a sus discípulos les ha convenido soste-
ner para dominar, no puede transijir ni pro-
pender al mas insignificante adelanto cientí-
fico.—Bien claro lo dice el Syllabus de Pió JIX en 
el anatema LXXX «Maldito el que diga que el 
Romano pontífice puede i debe reconciliarse i 
transijir con el progreso, liberalismo i civilización 
moderna (Aloe. Jundudum, 18 de Cernímus, Mar-
zo de 1861». 
Este infalible i re t rógrado pontífice, a más de 
— 25 — 
ser un fervoroso defensor de los jesuítas, declaró 
públicamente su infalibilidad constituyéndolo co-
mo un dogma de féque fué aprobado en el concilio 
ecuménico de 1870.—También creó este padre san-
to o t ro dogma que fué también aprobado en el 
mismo concilio: El dogma de la Inmaculada Con-
cepción de Maña. Con estos dogmas groseros i 
absurdos que la Iglesia ha perpetuado has ta nues-
t ros dias, los Papas son todos infalibles; jamás se 
pueden equivocar; sus palabras, sus órdenes, sus 
pensamientos, sus actos i todo cuanto hagan estos 
santos varones es inmutable, i María, la supuesta 
madre de Jesús de Nazaret, concibió su único hijo 
(a pesar de que los evanjelios dicen que tuvo va-
rios) por obra i gracia del espíritu santo i fué virjen 
en el parto i después del parto...Así quedó estable-
cido en el concilio ecuménico por indicación de 
Pió IX. 
* * 
Después del triunfo de Setiembre por la Italia 
unida, cuyo tr iunfo fué también del progreso i del 
pensamiento intelectual, Pió IX se declaró preso 
voluntariamente en el gran palacio del Vaticano. 
Allí se consideraba prisionero de guerra no porque 
se le tuviera por la fuerza, sino porque no le conve-
nía abandonar las enormes riquezas que encierra 
esa dorada mansión, acumuladas de siglo en siglo 
i ar rancadas a la humanidad £or medio del robo, 
el crimen i demás iniquidades inventadas por esa 
casta depravada del clericalismo. Recluidos en esa 
suntuosa cárcel, han continuado i continúan toda-
vía los sucesores de San Pedro i del infalible Pió 
IX. En esa soberbia prisión que cuenta once mil 
habitaciones i más de treinta enormes patios, está 
la Capilla Sixtina, establecida por Sixto IV, la ca-
pilla Paulina, fundada por Paulo III. ¡Nada más 
sorprendente i grandioso que esa soberbia i colosal 
morada! En ella se recuerda el ant iguo poderío 
de esa Iglesia fatídica que ha enlutado a la huma-
nidad con sus crímenes. Dentro de su silencioso 
- 2é -
recinto se a j i t an aún los f a n t a s m a s de los 
muertos envueltos en las sombras de aquellos que 
en un tiempo tuvieron al Universo entero aherro-
j a d o a sus t iránicas ambiciones. 
Pero pa ra anunciar a la humanidad que la 
hora de las reparaciones ha sonado, i que el triun-
fo de la verdad será el patr imonio de los pueblos 
que se levantan, se alza majestuosa e imponente 
frente al Vaticano, la e s t á tua de Giordano Bruno, 
manifes tando al mundo, cuan perversa e ignoran-
te es esa Iglesia que se dice inspirada por Dios, 
que lo hizo morir en la hoguera del San to Oficio 
por haber iluminado a la humanidad con sus por-
tentosos descubrimientos filosóficos. (Giordano 
Bruno fué a r ro jado vivo al fuego i quemado lenta-
mente en la hoguera de la inquisición, en I tal ia el 
17 de Febrero de 1600). La I tal ia libre, ha queri-
do perpetuar en el bronce el recuerdo de este emi-
nente sabio. ¡Gloria a los jenios de la ciencia! 
* 
* * 
Hoi ocupa el tradicional palacio del Vaticano 
el actual jefe de la Iglesia, Benedicto XV; su bio-
grafía no la conocemos, pero su política tiene que 
ser igual a la de sus antecesores, talvez más diplo-
mát ica o jesuítica. Su negro ejército de frailes 
es tá esparcido por todos los pueblos católicos; 
principalmente enlaamérica Lat ina . Es tas avan-
zadas t r a b a j a n denodadamente p a r a recuperar el 
poderío de la Iglesia, que cada día se hace más di-
fícil de reconquistar. El reinado de las tinieblas 
y a pasó; hoi impera la luz de la civilización i ha 
disipado las oscuras noches de la ignorancia que 
dió t a n t o poder a los frailes, que a pesar de todo 
siempre son nefastos i peligrosos,por aquello de que 
hoy dia son más hipócritas que antes. 
Se nos puede objetar, que el clero i demás jente 
de so tanas que hoy tenemos entre nosotros, d is ta 
mucho de ser como en tiempos de la Edad Media. 
Es tos es verdad en partes, pero sus inst intos i sus 
- 27 -
deseos de predominio son los mismos i pugnan de-
sesperadamente porque vuelvan para ellos esos dias 
felices. Si y a no pueden usar los tormentos inquisito-
riales; si ya no lanzan escomuniones i anatemas; si 
el libertinaje i la lujuria no lo manifiestan publica-
mente como en aquella época; ni se enfangan 
en la sangre de sus víctimas; ni llevan en alto el 
símbolo de la cruz i el puñal homicida en la dies-
t r a pa ra hundirlo i saciarlo en una nueva San-
Barlotomé, es porque los tiempos han cambiado 
con el progreso de la humanidad; pero el fraile no 
ha cambiado, siempre es el buitre insaciable que 
asecha su presa pa ra devorarla. Cuando no pue-
de satisfacer sus deseos espera i usa de la más fina 
diplomacia para escalar las esferas sociales i guber^ 
nativas. . Una vez arriba consigue lo que quiere i 
el presupuesto del culto se infla pa ra levantar 
iglesias i o t ras regalías eclesiásticas. 
Como siempre odia toda libertad, todo pro-
greso, toda rejeneración, todo paso que signifique 
un adelanto intelectual, i a la sombra de ese mis-
mo progreso medra i se a r ras t a para aprovechar-
se de él i sacar par t ido que satisfaga sus bastar-
das ambiciones. 
En todos los países donde imperan, t r a t a n de 
acaparar la instrucción pa ra formarse adeptos a 
su causa, haciendo una guerra cruda a la enseñan-
za laica. 
La República de Chile es la tierra de promisión 
en la América del Sur de la curia Romana. Aquí 
tienen amplia libertad para ejercer su propagan-
da sectaria, por medio de la prensa i estableci-
mientos universitarios erejidos en soberbios edifi-
cios, fuera de un sin número de escuelas rejentadas 
por frailes de uno a o t ro estremo de la República. 
Todas estas escuelas éstan bajo la dirección de 
congregaciones relijiosas con diferentes nombres. 
En su totalidad son jesuítas disfrazados, que hacen 
una guerra tenaz a los establecimientos escolares 
del Estado, a un Estado que los subvenciona i les 
- 28 -
dá toda clase de garant ías para que conspiren en 
su contra i socaven las libertades del país. Ya se 
vé, el gobierno de Chile es clerical, se confiesa, co-
mulga i mantiene en todo su vigor nuestra caduca 
car ta constitucional que, para vergüenza de las 
instituciones liberales i del siglo en que vivimos, di-
ce en su artículo 4 9 (59) ^?La relijion de la Repú-
blica de Chile, es la Católica, Apostólica i Romana; 
con esclusión del ejercicio público de cualquiera 
otra». De manera que el estado sostiene una re-
lijion que es a tenta tor ia al mismo estado i al pro-
greso de la nación; i que es además enemiga irre-
conciliable de toda obra de adelanto. Sus tenden-
cias, como se sabe, son el oscurantismo i el retro-
ceso a fin de reconquistar sus glorias perdidas. A 
esta relijion nuestro gobierno la a m p a r a por man-
da to déla lei i le sirve de pedestal para que se levan-
te en el pais bandadas de frailes que, son tan perni-
ciosos i perjudiciales como las langostas de las 
Pampas Arjentinas. 
* * * 
Sin embargo, hoi dia en nuestra pat r ia se no-
ta un gran resurjimiento liberal a pesar de ser un 
pais netamente católico. Este resurjimiento ha 
convulsionado al elemento clerical i los tiene en 
un estado de nerviosidad tal, que se aj i tan i se 
mueven sijilosaniente haciendo la más activa pro-
paganda sectaria entre las masas populares de la 
República. Han dejado de mano en gran parte 
las ocupaciones del culto, pa ra constituirse en fac-
ciones políticas, desde el Metropolino hasta el úl-
t imo cura de aldea. Este a j i tado t ras torno, mas 
activo que en o t ras ocasiones se debe, como hemos 
dicho, a que se ha notado en estos últimos tiem-
pos, un gran desenvolvimiento liberal que pone en 
peligro la estabilidad de los frailes en nuestro te-
rritorio, i sobre todo, que temen ser arrojados de 
las esferas gubernativas donde tienen t an to domi-
nio i causan t an tos males a nuestra patr ia . 
— 29 — 
P a r a contrarrestar este avance progresista, 
se ha formado últimamente en Santiago, entre los 
ensotanados. de la Capital, un centro de propa-
ganda autorizádo por el Arzobispo, t i t u l a d o 
«Union Católica», cuj^os Directores son: Manuel T. 
Meza, presidente del Consejo Diocesano de San-
tiago: Martin Rücker, vice presidente: Arturo Pe-
rez, secretario: Rafael Lira, tesorero: Gilberto 
Fuenzalida, Carlos Cotapos, Horacio Campillo, 
Francisco Urrejola, Alejo Lira, Eduardo Covarru-
bia, Carlos Casanova, Julio Restat, Cárlos Echeve-
rría Reyes. 
Este Centro retrógrado i sedicioso, ha distri-
buido a todos los frailes del pais i en especial a los 
párrocos, una circular en forma de folleto, de la 
manera más secreta, recomendando la más activa 
propaganda, sin reparar en medios a fin de recu-
perar su prestijio perdido i a t a ja r , dicen, la ola 
liberal que .se levanta en el pais. 
El citado folleto dice en uno de sus párrafos: 
"Las últimas elecciones políticas, han sido para 
los católicos una advertencia mui significativa del 
avance de los enemigos de la Iglesia en nuestra 
patria, i del retroceso de los que defienden o al 
menos no hostilizan su doctrina, sus derechos i sus 
sagrados intereses-
De manera que los de la "Unión Católica" re-
conocen la superroridad liberal en Chile, i que, si 
en las últimas elecciones de presidente de la Repú-
blica, triunfó el candidato de la Coalición, ha sido 
por el fraude i el cohecho i no por la voluntad del 
pueblo que en su mayoría es libera l .Estamos confor-
me con este modo de pensar de los ultramontanos 
i creemos como ellos, que el liberalismo progresa i 
con su progreso, vendrán por t ierra los sofismas 
escolásticos i las mil i una patrañas i embustes de 
que se compone la Iglesia Romana i también li-
ber tará al país de la influencia frailuna que hoy 
interviene en los destino de la patr ia . 
La circular continúa llamando la atención (es-
- 30 -
t o saca de quicio a los señores frailes) al peligro 
que les amenaza en lo futuro, peligro que estiman 
les pueda hacer desaparecer de la República. 
"Vamos simplemente a apuntar un hecho, dicen, 
i este con cifras i cuya pavorosa magnitud debe 
despertar vivamente nuestra conciencia católica". 
"Este hecho es el siguiente: 
"Se educan actualmente en Chile 464,000 ni-
ños. De estos en nuestras aulas católicas, 62.530. 
El resto en aulas del Estado o en escuelas o cole-
jios protestantes, radicales o independientes. "Co-
mo se vé, apenas nos pertenece en esta gran masa 
un 13 V2%, mientras se forma en el odio o en la in-
diferencia relijiosa, el 86 
"Siguiendo las cosas como van, agregan, de 
aquí a diez años la gran masa letrada, la que tiene 
voz i voto e influencia, será en inmensa mayoría 
contraría a la iglesia". 
Por los párrafos que hemos copiado de la cir-
cularen cuestión, se desprende i se deja ver la gue-
rra cruda i tenaz que el elemento clerical, hace a 
la instrucción del Estado i a toda enseñanza libe-
ral i racionalista. 
Siguen diciendo los de la Unión Católica: "Con-
tamos con elementos poderosos de victoria, no solo 
para contrarrestar el audaz empuje del enemigo, 
sino también para superarle i alcanzar al fin es-
pléndido triunfo". "El primer elemento de victo-
ria es la gracia de Dios, i de todos los recursos sobre-
naturales" 
Si fuera este el único elemento con que los frai-
les cuentan, nos tendría sin ningún cuidado^ por-
que maldito lo que Dios se va a preocupar de sa-
tisfacer ambiciones frailunas i sobretodo de indi-
viduos que han a r ra s t r ado su dignidad por el lo-
do i han justificado el crimen invocando su 
nombre. 
Los recursos sobrenaturales de que hablan, de-
ben ser los ruegos que elevan las beatas a ese mis-
mo Dios antropomorfo i demás mojigangas de la 
— 31 — 
Iglesia, como ser: misas, clonaciones a los santos, 
milagros(que no cuajan) confesión i cuanta o t ra 
ridiculez con que se mistifica la conciencia de los 
imbéciles. 
Pero he aquí que los señores de la Unión Cató-
lica, dicen que cuentan con otro poderoso elemen-
to i este es el número que les es afecto a su causa. 
Se fundan en que la mayoría de los chilenos han 
recibido el baustismo de la Iglesia Católica. Po-
demos asegurarles que están en un error, porque 
si la mayoría son católicos por haber nacido en un 
pais católico, la mayoría también, protesta de ta l 
relijión; repudiando sus dogmas i sacramentos, 
f>orque son basados en las mentiras inculcadas a 
os pueblos en los tiempos de mayor ignorancia. 
* 
* • 
Otro elemento de inapreciable valor para ellos, 
según dicen, es la mujer. "Gracias a Dios, esclaman 
su gran mayoría se conserva todavía fiel a la igle-
sia i a su fé". 
Los hombres de sotana no se duermen i piensan 
en la mujer para reconquistar sus glorias pasadas, 
ahogando la libertad del pensamiento, que hoi se 
independiza i se levanta imponente en toda la Re-
pública; i, que, en tiempo no lejeno se desprenderá 
pa ra siempre de todo prejuicio relijioso que atro-
fia i desvía el criterio del individuo. 
Otra porfía tenaz de los frailes es apoderarse a 
toda costa de la instrucción, arrebatándosela al 
Es tado por todos los medios incorrectos de que 
disponen para apropiarce de la juventud educan-
da a fin de que, con el tiempo llegue a ser un gran 
elemento de resistencia para hacer prevalecer en 
nuestra pat r ia al retrógrado poder de sus doc-
trinas. 
Pero la mayoría del país, ya se ha penetrado 
como es la educación que se dá a los niños en los 
colejios clericales, que no es o t ra cosa que un con-
junto de sistemas abigarrados, que embrollan i 
— 32 — 
desvían el entendimiento del estudiante que al fin 
no se dá cuenta de lo que estudia en medio de esa 
galimatía de leyendas escolásticas que se les obli-
ga aprender de memoria. Por supuesto que con 
este sistema, nada útil aprende el niño que le sea 
necesario en el curso de su existencia; pero sí, será 
mui hábil en argucias conventuales. Su fuerte será 
la teolojía i la vida de los santos. Tendrá también 
un caracter especial que se amoldará a todas las si-
tuciones por medio de la hipocresía, la maldad i 
el rastrerismo. En una palabra, se forman indivi-
duos de espíritus apocados, enfermos, sin ideales 
definidos ni sentimientos nobles, falsarios i supers-
ticiosos, en fin, seres a propósitos para formar en 
las filas de sus profesores. 
* 
* * 
Igual o peor cosa podemos decir de los colejios 
rejentados por monjas, que, bien lejos de enseñar 
a sus alumnas, los deberes i virtudes que son esen-
ciales a una mujer, para que con el tiempo sea 
ejemplo de moral i buenas costumbres; digna espo-
sa i por consiguiente madre cariñosa de sus hijos; 
sepa también instruirlos i formarles sus tiernos 
corazones en un ambiente de moral i de respeto a 
fiti de preparar ciudadanos que sean honra i glo-
ria de la patr ia , útiles a la sociedad en que viven i 
pedestal poderoso de su familia. Nada de estas co-
sas aprende la mujer en los establecimientos mon-
jiles. Por el contrario, de esos colejios salen som-
brías mojigatas, sin o t ra instrucción que las ridi-
culas i es travagantes enseñanzas de una relijión 
estéril, que todo lo funda en la fé, es decir, en la 
ignorancia. La moral es arbi t rar ia que dichos co-
lejios inculcan a sus educandas; la basan en un sis-
tema misoneísta, es decir, horror a los adelantos 
del siglo i a todo lo nuevo que nos presenta el pro-
greso. Un catecismo plagado de obscenidades i ab-
surdos es la base principal de esa moral. He ahí 
porque la mojigata, educada en esos centros, es 
— 33 — 
maliciosa, socarrona, hipócrita i ap t a pa ra todos 
los vicios, si con tiempo no ha tenido el suficiente 
criterio para a p a r t a r de su mente todas esas es-
t ravagancias nocivas. De aquí también se despren-
de, que en vista de la moral que practican, sean 
más perniciosas que modestas, más orgtíllosas 
que afables, más soberbias que humildes, más ser-
viles que virtuosas i más rencorosas que sensibles i 
compasivas. 
El sabio Doctor, don Juan Serapio Lois, Rec-
to r que fué del Liceo de Copiapó i miembro de mu-
chas instituciones científicas, ha dicho, refiriéndo-
se en jeneral a las escuelas clericales: "que léjos de 
formar el criterio lójico de los educandos, los de-
prava i corrompe, porque funda el criterio del ni-
ño en la creencia, es decir, en los sofismas llama-
dos preocupaciones" (Estudio cient. del cristianis-
mo, pá j -209) . 
* * 
Creen los señores ensotanados, i lo dicen en su 
circular que cuentan para su propaganda perni-
ciosa con la cooperación incondicional del sexo fe-
menino, porque la mayoría se conserva todavía 
fiel a la Iglesia i a su fé: quiere decir entonces, que 
en el concepto de los Irailes la mujer es todavía un 
elemento ignorante i fanático del cual se puede 
disponer a voluntad. Estiman que es como siem-
pre el instrumento dócil, ciego e inconciente que 
no piensa ni raciocina i que está sometido como 
en los siglos pasados a las odiosas gar ras del fa-
natimo, sin más voluntad que la del fraile embau-
cador. 
Es verdad que la mujer chilena, has ta cierto 
punto, vive todavía aprisionada a esas ideas ran-
cias sustentadas por la Iglesia, de las cuales no se 
ha podido desprender, pero 110 en su mayoría co-
mo lo aseguran los de la Unión Católica. Si mu-
chas concurren a la Iglesia en los días festivos a 
oír misa como ellas dicen, i asisten a o t ras fiestas 
relijiosas, no quiere decir que todas las que van a 
— 34 — 
esas manifestaciones paganas sean fanáticas in-
conscientes o las ar ras t re unafé ciega a rendir cul-
to a la ignorancia. Nó. Ese misticismo o más bien 
dicho ese fanatismo, lo practican jeneralniente 
personas entradas en años; mujeres del pueblo o 
de la clase media que, debido a su poca ilustra-
ción i escaso criterio, no han podido apar ta rse de 
absurdos tradicionales i creen de buena fé todas 
las torpezas que el fraile les enseña. El resto, o 
sean las mujeres que poseen alguna ilustración, 
van por paseo o por lucir sus encantos, las que 
son hermosas, semivelado por el" manto o la man-
tilla de moda; también van por costumbre, que al 
fin es una costumbre como cualquiera otra . 
* 
* * 
Finalmente los Diocesanos de la "Unión Cató-
lica" dicen: "que aún Ies restan tres cosas J e gran-
de utilidad que son: poder económico, social i po-
lítico". 
En el poder económico, cuentan con la riqueza 
de los conservadores i sus grandes haciendas que 
constituye la fortuna más estable de la República; 
apar te de la fuerza electoral que esos feudatarios 
disponen, compuesta de jente sin ideales concre-
tos, ajenos a todo desenvolvimiento intelectual; 
para ellos no hai más voluntad que la del amo 
que, por toda instrucción les enseña a firmar pa-
ra que tengan derecho a voto. 
Refiriéndose a las riquezas de los conservado-
res agregan: "Nuestros grandes propietarios agrí-
colas, entrando de lleno en su totalidad, en la obra 
de la Unión Católica, pueden ejercer con suma fa-
cilidad un gran apostolado, como lo demuestra la 
esperiencia. Es hoy día casi la fuerza única que vá 
quedándonos, de representación electoral". 
Es raro que en este capítulo del poder econó-
mico, nada digan de los bienes inmensos que posee 
la Iglesia Chilena que según una estadística que 
hemos revisado, poseen en bienes raíces más de 
ochocientos millones de pesos, sin contar los valo-
- 35 -
fes mobiliarios, depósitos en los bancos,títulos de 
crédito etc. que suman o t ra cantidad de millones. 
¿Pensarán acaso mandar a Roma esta inmensa 
fortuna? 
Es ta suposición no está fuera de lójica, puesto 
que no hace muchos años que se hizo una ten-
ta t iva en este sentido. El lector recordará los gran-
des disturbios que se produjeron en Santiago i las 
protestas en todas las provincias de la República, 
cuando el Nuncio del Papa, monseñor Sibilia, quiso 
a r ra s t r a r con toda esa riqueza para hacerla ingre-sar en las arcas del pobre prisionero del Vaticano. 
Pero gracias a las enerjías de los estudiantes de la 
capital, secundados por todos los elementos libe-
rales del país, se pudo evitar ese inaudito despojo. 
Hoi día tenemos en Chile o t ro Nuncio Apostó-
lico; Monseñor Nicotra. ¿Qué misión t rae ante 
nuestro gobierno este santo varón? No vendrá con 
el santo propósito de reanudar las jestiones deja-
das temporalmente por Sibilia? Allá lo veremos. 
Mientras t an to , liberales de Chile, ¡Alerta! 
* 
* * 
El poder social i político a que hacen referen-
cia los de la Unión Católica en su circular, lo basan 
en la misma importancia económica i en la posi-
ción que ocupan en la sociedad santiaguina i so-
bre todo en la representación parlamentaria . 
Con estos elementos, que no hai duda son po-
derosísimos i los que ya hemos mensionado pien-
san librar la gran batal la en contra de los elemen-
tos liberales del país, a fin de apropiarse si es po-
sible, como ellos dicen, en primer lugar, de la ins-
trucción en toda su estención, para así llegar a do-
minar en los círculos sociales i obtener el tr iunfo 
de su codicia jesuítica. 
Vamos a terminar este opúsculo, escrito al co-
rrer de la pluma; en él hemos dejado comprobado 
el orijen de la Iglesia Romana i su poder terrible 
a través de muchos siglos, como también su preci-
— 36 — 
pi tada e inevitable decadencia con el despertar de 
la ciencia i los avances déla civilización;pero, que, 
a pesar de esa decadencia i los duros golpes recibi-
dos, no se doblega sin embargo i pugna desespe-
radamente por rehacerse de su poder perdido. 
Para ésto prepara sus huestes en la sombra i el 
silencio; les imparte órdenes secretas que deben ser 
ejecutadas con precisión matemática para obte-
ner un resultado satisfactorio. 
El fraile de hoi día, que no puede hacer uso co-
mo antes de un poder absoluto para aherrojar a 
los pueblos e imponerles su voluntad por el terror, 
se presenta humilde i afable, recurriendo a todas 
las habilidades para introducirse en todosloscam; 
pos sociales, a fin de preparar su soñada conquis-
t a . Son hipócritas i sagaces como aquel famoso 
Cardenal de Montalto, mas tarde Sixto V, que, 
pa ra obtener el t rono pontificio, finjió durante mu-
cho tiempo enfermedades corporales i gran inca-
pacidad intelectual. Cuentan las crónicas de aque-
llos tiempos, que daba lástima verlo t an encorva-
do i raquítico, sosteniéndose apenas en su grueso 
bastón; su voz era t a n débil que apenas se le oía. 
Una mayoría de cardenales ambiciosos desea-
ban llevar a la silla de Pedro que estaba vacante, 
a un inútil, para hacer de las suyas i nadie más 
apropósito que el decrépito cardenal de Montal to . 
Siguen contando las crónicas que al ofrecérsele 
el solio pontificio, bajo el t í tulo de Sixto V, contestó 
con voz apagada i humilde beatitud: "Hermanos; 
acepto el delicado i honroso cargo que me ofreceis 
i que de ningún modo merezco, pero debo obede-
cer la voz del espíritu santo que así lo dispone; 
manifestándoos hermanos míos que yo seré el Pa-
pa Sixto V, nada más que en el nombre i vosotros 
con la ayuda de Dios tendréis el gobierno de la 
Iglesia. Mis años i mi salud no permiten sopor-
t a r una carga t an pesada. El Señor me l lamará 
mui pronto a su san to reino". 
Los cardenales no deseaban o t ro cosa, i dijie-
- 37 -
ron este es el hombre que necesitamos i lo elijieron 
Papa;pero cual no sería el asombro de todos ellos, 
cuando vieron que el as tu to viejo caduco, puestas 
las insignias del mando, se desprende desu hipocre-
sía, bo ta léjos su bastón, se endereza como un ro-
ble i entona el más vigoroso Te-Deum, con voz t a n 
firme que retumbó por todos los ámbitos de la ca-
pilla. Asumió el mando de la Iglesia, haciendo 
temblar a los mismos que lo elijieron, vivió varios 
años i fué t an bribón i t i rano como sus antece-
sores. 
* 
* * 
Por el estilo de Sixto V, son los frailes de 
nuestros días, sumisos i dóciles al parecer, pero 
que no son o t ra cosa que lobos con piel de oveja 
metidos en el rebaño nacional para devorarlo en 
tiempo oportuno. Traba jan jesuíticamente en la 
obra demoledora del liberalismo chileno, sujetán-
dose a las instrucciones que les imparten los direc-
tores de la "Union Católica" que son precisas i 
terminante. 
"El párroco es la célula primera de este orga-
nismo relijioso", dicen en su folleto circular. Les 
encarecen qué formen sociedades de obreros cris-
t ianos o de socorros mútuos entre sus feligreses i 
o t ras instituciones análogas a fin de ir preparan-
do el terreno que los ha de conducir a la conquista 
de sus ambiciones. 
Estos retrógados hijos de Loyola, recurren a 
todos los medios imajinables, para conquistar 
fuerzas electorales a fin de escalar la representa-
ción parlamentar ia del país. Ven amenazada su 
estabilidad con el resurjimiento del liberalismo 
que en tiempo no lejano tendrá que arrojarlos del 
templo de la pa t r ia como a los fariseos de la le-
yenda cristiana; i ante esa amenaza que divisan 
t a n cercana, han emprendido la cruzada política-
relijiosa que creen les dará el triunfo i el dominio 
del campo político para adueñarse de la conciencia 
nacional. 
- 38 -
Entonces ¡adiós progreso! ¡Adiós instrucción 
del Es tado i t odo lo que signifique liberalismo en 
el país! Pero esto no pasa de ser más que un her-
moso sueño de los u l t ramontanos que se les vá 
mui p ron to a convertir en pesadilla a t roz. 
El liberalismo se unirá en t oda la República 
p a r a cont rar res ta r las arremetidas audaces de los 
hombres de so tanas i sabrá en las fu turas contien-
das políticas da r pruebas de pat r io t i smo i enerjía, 
confundiéndose en un solo pensamiento, en un solo 
ideal ,para combat i r al enemigo común que se es-
fuerza por apropiarse de los destinos de la pa t r ia , 
p a r a hundirla en el caos oscurant is ta del Catoli-
cismo Romano. 
Toca a todas las instituciones liberales de 
Chile i en part icular a la juventud que se levanta, 
oponer formidables resistencia a las oscuras hues-
tes del Vaticano que t r a t a n de invadir nuestro te-
rritorio, haciendo imperar las tinieblas del fana-
t ismo. 
El par t ido conservador, que es el poder políti-
co de que hacen alarde en la circular t a n t a s veces 
ci tada, no es o t r a cosa que el par t ido clerical en-
t ronizado en las esferas de gobierno; base pode-
derosa pa ra obtener sus odiosas ambiciones. 
Es deber de todos los par t idos afines del libe-
ralismo, estrechar las fuerzas pa ra est i rpar de 
nuestro suelo esa plaga de vampiros que chupan la 
sávia de la nación. Hai que a r ranca r de raiz esas 
malezas paras i tar ias , que, como el muérdago, 
apes tan i aniquilan las p lan tas benéficas esquil-
mándoles su j ugo vital. 
Pa ra llevar a feliz término esta obra de depu-
ración nacional, se hace preciso tener un elevado 
concepto de lo que significa el liberalismo en su 
sentido verdadero i lójico. No se puede ser liberal 
i católico a la vez, porque es un cont ra sentido, 
fuera de todo raciocinio; son doctr inas completa-
mente opuestas unas de o t ra . 
El catolicismo es el dogma que envilece i ap las ta 
— 39 — 
la razón humana . Es la mentira entronizada i 
sistemática que desvía el criterio del hombre i lo 
rebaja en su condición de ser racional. Es la creen-
cia en leyendas que se dicen reveladas por un ser 
desconocido, inventado por el clero pa ra hacer 
prevalecer la ignorancia con fines especulativos. 
Es en fin, el caos i el retroceso a la barbarie. 
El liberalismo o sea la libertad de pensar, es 
la emancipación de nuestra conciencia; es el pen-
samiento que desea i busca la verdad de las cosas, 
por medio de la investigación en el vas to campo 
de la ciencia, en las d i la tadas e tapas de la Natu-
raleza; es el progreso que avanza en t odas las ca-
pas sociales, es la civilización que como una chis-
pa eléctrica ilumina la mente del hombre, a r ran-
cando de su pensamiento ideas i prejuicios embru-
tecedores p a r a buscaren el estudio la causa de losfenómenos que l laman su atención. 
De manera que es imposible ser a un tiempo li-
beral i católico. Son ideas tan opuestas, que es como 
j u n t a r el agua con el fuego i la luz con las tienieblas. 
• 
* * 
Los que se dicen liberales católicos, son t ipos 
híbridos, hermafrodistas cerebrales, nulos en una 
palabra pa ra t o d a evolución o idea elevada i pa-
ra t odo sentimiento que signifique amor a la liber-
tad i al progreso. 
Los que sustentamos ideas avanzadas en el 
campo liberal de la República, debemos estrechar 
más los vínculos de unión, a fin de fo rmar l a g ran 
alianza, única manera de salvar a la pa t r i a del 
peligro clerical que nos amenaza i de da r a la na-
ción gobiernos serios i estables. 
Nuestra declaración de principios, debe ser: 
t r a t a r por todos los medios se lleve a efecto sin 
reticencias ni ambigüedades, la separación de la 
Iglesia i el Estado; lejislaoión i secularización de 
los bienes esclesiásticos, p a r a evitar que sean 
usurpados i t r a s ladados a Roma; precedencia del 
mat r imonio civil al relijioso, cast igando con pri-
— 40 — 
sióti incomutable al fraile que contravenga esta> 
disposición i laicización jeneral de t odas las insti-
tuciones que dependan del gobierno de la nación. 
El Es tado no debe tener relijión, porque es un 
absurdo; desde el momento que no sabe que reli-
j ión es la verdadera i nunca lo sabrá, no debe por 
consiguiente a d o p t a r ninguna» Debe conceder sí, 
la libertad de culto a t odas ellas sin preferencia p a r a 
ninguna, siempre que se sometan a las disposicio-
nes legales que se hayan adop t ado en ese sentido. 
También debemos esforzarnos, como verdade-
liberales i de doctr inas puras i avanzadas no acep-
t a r jamás los gobiernos de coalición, que han sido 
i son t an perniciosos en los países donde se impo-
nen i perticularmcnte en Chile. Acordémonos de 
la primera coalición a que hacemos referencia en 
el principio de este folleto, entre paganos i cristia-
nos i el f ru to híbrido que produjo,.mil veces peor 
que el cólera morbus; que ahogó a la humanidad 
en rios de sangre pa ra hacer prevalecer la igno-
rancia i el latrocinio. Es tos mismos enjendros del 
paganismo ant iguo son los que hoi dia t r a t a n de 
apropiarse de la dirección de nuestra pa t r ia . ¡A la 
obra ciudadanos! ¡Duro i a l a cabeza! No permi-
t amos que, por ningún motivo ese elemento perni-
cioso del clericalismo se adueñe de los destinos de 
nuestro pais, ni que prevalezca en el terr i tor io de 
la República una relijión inmoral i mentirosa co-
mo la Católica Romana que ha tenidocomo P a p a 
a un Alejandro VI, padre i aman te de Lucrecia i 
como san tos a un Ignacio de Loyola i un Domin-
go de Guzmán, criminales empedernidos que nun-
ca se saciaron en la sangre de sus víctimas. H a y 
que comprender que los frailes no reconocen más 
pa t r i a que Roma, ni más bandera que los oscuros 
pendones del Vaticano i su lema es fanat izar a los 
pueblos pa ra envilecerlos i subyugarlos.

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