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1 LA MAGIA COMO RELIGION Y CIENCIA EN EL HELENISMO TARDIO. José Luis Calvo Martínez Universidad de Granada [El dios que hechiza y encanta. Magia y Astrología en el Mundo Clásico y Helenístico, J. Peláez del Rosal (Ed.), 2002, págs. 15-29]. 1. Vamos a situarnos con la imaginación en la populosa ciudad de Alejandría cualquier día de cualquier año del reinado de, por ejemplo, Ptolomeo Filadelfo1. Para no ir más lejos, el día en que, según el delicioso Idilio XV de Teócrito, Las Siracusanas, Gorgó y Praxínoa se dirigen al suntuoso palacio del soberano, cuya descripción realizan entre empujones y gritos del gentío. Pero nosotros no vamos a entrar en el palacio. Vamos a hacer un pequeño recorrido por sus calles a fin de observar a los diversos tipos de mago que ofrecen sus servicios. El primero con quien nos topamos en una esquina es un viejo que tiene a su lado un cubo lleno de rollos de papiro –o de hojas sueltas. Está anunciando a los viandantes toda clase de amuletos y remedios contra enfermedades, contra el mal de ojo …; pero también de trucos para hacer que el bronce parezca oro, o que la comida caliente sepa fría y viceversa2. Este hombre es el góes3, un tipo conocido de todos los tiempos, 1 Años, 308-246 a.C. Hago la primera referencia a esta época, ya que parece probable que todavía no hubiera cambiado el panorama de la magia que nos presenta la literatura clásica o la helenística (J. L. Calvo, “Magia literaria y Magia real”, en Mitología magia y religión en la antigüedad clásica, Granada, 1998, pp. 39-61). Teócrito mismo tiene una pieza magnífica (Idilio I Las Hechiceras) que reflejan un estatus bastante simple relativamente primitivo para la actividad de la magia. Lo mismo sucede con las prácticas maléficas que refleja la escasa legislación que tenemos sobre el tema. Ver más adelante. 2 Ver PGM VII donde hay un apartado llamado “recetas jocosas Demócrito” –a partir de ahora PGM designa a la obra de K. Preisendanz, Papyri graecae magicae, Stuttgart 1973, y los números hacen referencia al número de papiro y línea. 3 A tenor de su relación con el lituano zave-ti, *gowe- puede ser una raíz indoeuropea para designar a la magia. Pero en griego toma un sentido peyorativo, aunque menos agresivo, que lo acerca más al ilusionismo inocuo o a la fascinación personal, que a la magia nociva. Cf. Eurípides, Bac. 234 γόης ἐπῳδὸς Λυδίας ἀπὸ χθονός, referido a Dioniso. 2 primo hermano del curandero o pharmakeús4. Pero el de la esquina es un charlatán, un pillo, un pobre hombre, mientras que el pharmakeús es un especialista en curar, pero también en dañar, al prójimo; sin duda habrá muchos en toda la ciudad. Uno y otro se aprovechan de la credulidad de la gente que se asienta, en definitiva, en la fragilidad de la condición humana, es decir, en la conciencia que tiene el hombre de su propia fragilidad. Pero es más. Seguramente alguien se le acercará y, tras hablarle al oído, se llevará un papiro conteniendo muy probablemente instrucciones precisas para dañar a alguien o para dominarlo –un conjuro maléfico contra las hortalizas o los animales domésticos del vecino; un conjuro erótico para impedir que la amada o el amado tenga relación con su pareja y venga a caer rendida a sus pies. ¡Tantas cosas! Tantas como las frustraciones o apetencias de los ciudadanos de la Alejandría que estamos recorriendo. O de cualquier otra ciudad. Pero sigamos nuestro camino. Ahora nos encontramos en el s. II d. C. En la época de Adriano, por ejemplo. Alejandría no ha cambiado gran cosa y podemos seguir nuestro camino. Todavía podemos ver al goes de la esquina, pero ya hay otros personajes que nos van a interesar más. Si se nos permite subir al terrazo de una casa, podríamos encontrarnos, sobre todo si es al amanecer, a mediodía o al atardecer, con un hombre tendido al sol sobre una tela blanca de lino5. No se está bronceando, no. Se está solarizando, es decir, captando la dýnamis de Helios-Amón-Ra para después utilizarla a su antojo: para adivinar, sobre todo, ya que el conocimiento del futuro es una de las virtudes de que más se precia este personaje –pero también para conocer «lo que hay en las almas de todos los hombres: egipcios, sirios, helenos, etíopes, de todo linaje y raza, de los que me preguntan y vienen a mi presencia…para que les revele el pasado y el presente y su futuro…»6. Este hombre de la terraza es un personaje más serio, es el magos7. Lo hemos sorprendido solarizándose, pero igualmente podríamos haberlo visto “osirizando”8 a un gato, es decir, ahogándolo para absorber su ousía9; o 4 Es el término que designa al agente (fem. φαρµακεύτρια) de prácticas maléficas mediante fármacos, pero acabó, refiriéndose, por extensión, al mago en general. Su primera aparición con este sentido (en Hipócrates no tiene valores negativos) se produce en Sófocles, Traquinias 1140. 5 Cf. PGM 135 y ss. 6 Cf. PGM V 6. 7 Él mismo prefiere llamarse µάγος, sin duda, porque esta palabra nunca perdió un cierto prestigio, dada su relación con la tribu sacerdotal meda a la que, en principio, designaba (ver Heródoto, VII 37, etc.). Y ello, pese a que también se le adhirió un sentido negativo cercano al de γόης desde el mismo Heráclito, ver Fr. 14 . 8 Cf.PGM 14 de un halcón, símbolo de Horus. 3 construyendo una capillita de enebro para albergar una estatuilla de Horus- Harpócrates o de Eros10; o haciendo un sahumerio sobre un altar con ladrillos de barro crudo del Nilo11. También podría estar realizando una compleja operación adivinatoria con ayuda de una lámpara (licnomancia)12 o con el concurso de un plato con aceite o con la colaboración de un médium, un muchacho puro presa quizá de un ataque epiléptico, es decir, en trance13. Este personaje, repito, es más serio que el charlatán, que el goes. Tiene una buena biblioteca con documentos tanto egipcios como griegos – sobre todo de orden religioso: libros herméticos, quizá hebreos y caldeos, himnarios griegos. Su aspecto es seguramente pulcro y hasta elegante: cabeza rapada, túnica blanca ceñida por un fajín negro de Isis, sandalias de papiro. Seguramente es un egipcio helenizado o un mestizo, porque domina el griego pero también el demótico14. Es bastante probable que sea un hombre convencido de lo que hace y de lo que predica. Si hacemos memoria, en los siglos anteriores no encontraremos en Grecia un personaje así por más que lo busquemos. Pero de alguna manera realiza acciones similares a las de un personaje muy familiar, el sacerdote: sacrifica, ora a los dioses…Él mismo se autocalifica como hiereús15, pero de una Religión mistérica: también se autocalifica como mystagogós16, aunque sus misterios se identifican parcialmente con los misterios de la Naturaleza que sólo él cree conocer. Por tanto es también un “científico”, ya que sólo él conoce las virtudes ocultas de las sustancias naturales, y, sobre todo, el por qué de estas virtudes, esto es, la relación en cadenas de simpatía (seiraí) entre los elementos naturales, y entre éstos y los dioses astrales. Pero de esto hablaremos luego. El aspecto más serio de su personalidad consiste en su carácter de hombre “consagrado” que anhela el contacto y familiaridad con el mundo sobrenatural mediante la solarización o la comunión. Incluso a veces lo 9 No tiene nada que ver con el mismo término filosófico. Aquí se trata de la fuerza vital de una persona o animal, e incluso un objeto perteneciente a estos y portadora de esta fuerza. 10 Cf. PGM IV 1842 ss. 11 Cf. PGM IV 2710 ss. 12 Cf. PGM VII 540 ss. 13 Cf. PGM VII 348 ss. 14 Aunque en el Egipto greco-romano la clase dominante eran “los del gimnasio” (οἱ ἀπὸ τοῦ γυμνασίου), se trataba de un grupo bastante extenso y racialmente muy mezclado (Cf. R.S. Bagnall, Egypt in late Antiquity, Princeton, 1993, pp. 100-101 y 182-199). Basta ver los nombres de los personajes que aparecenen los papiros documentales. Por otra parte, el griego de los papiros mágicos es una koiné bastante aceptable y los pasajes en copto, que son numerosos, muestran el bilingüismo a las claras. 15 Ver PGM XIII 30. De hecho, todos los gestos, minuciosamente descritos a menudo en los PGM, que debe realizar el mago en sus prácticas apuntan a su carácter de sacerdote. 16 De hecho, con frecuencia, el mago se refiere a sus prácticas con el nombre de “misterios”, ver PGM IV 476. 4 vemos en los Papiros Mágicos buscando seriamente la “re-generación” (sensu stricto) en un viaje estelar en el que persigue recuperar su “auténtica naturaleza inmortal”. Así en la mal llamada Liturgia de Mitra17. Pero también tiene una dimensión que lo acerca al goes, al hombre de la esquina: es la venalidad de sus prácticas; éste hombre cobra unos honorarios probablemente elevados. En esto se distingue de un tercer personaje –similar en cierto sentido al magos y muy diferente en otros. A éste no lo encontraremos en la calle ni en su consulta. Lo encontraremos en la Biblioteca del Museo o en el frescor silencioso del templo de Serapis o de Isis –o de cualquier otra divinidad. Su nombre es theúrgos (“¿el que actúa sobre los dioses?”)18. En todo caso sus intenciones son puras, altas sus miras: busca la unión mística y contemplativa con la divinidad, con el Uno. Porque este personaje es, en realidad, un filósofo. Es un hombre instruido en las obras de Platón y luego de Plotino, Jámblico y Porfirio. Lo que permite su comparación con los personajes anteriormente descritos (sobre todo con el mago) es, en primer lugar, su concepción de un cosmos sin intersticios ni vacío alguno en el que unas partes pueden actuar sobre otras en virtud de ciertas cualidades (poiótetes) que lo transitan. En segundo lugar y, por tanto, comparten la creencia de que pueden actuar a distancia sobre cualquier ser, ya sea directamente o con la ayuda de algún objeto, divinidad o demon. Y, sobre todo, la puesta en práctica de esta creencia: en el caso del mago de una forma compleja y barroca; en el caso del teúrgo de una forma más inocente. Su problema es que a veces tiene impaciencia por entrar en contacto con la divinidad y cae en prácticas goéticas infantiles: pretende hacer creer que puede dar vida, “animar”, a las estatuas19, que se enciendan solas las antorchas de la diosa Hécate20, etc. Quizá sólo para impresionar y ganar prosélitos. «La raza de los teúrgos carece de envidia y tiende a la imitación de la bondad divina sin dejarse arrastrar a la rivalidad o a la enemistad con 17 Ver PGM IV 475-834. Fue A. Dieterich (Eine Mithrasliturgie, Leipzig, 1923) quien le dió este nombre por primera vez. Pero hoy se tiende a considerarlo un rito de captación de fuerza por parte del mago, cf. M.W. Meyer, The Mithras Liturgie, Misoula, 1976. 18 Me parece abiertamente errónea la interpretación de teúrgo como “éste hace dioses a los hombres” θεοὺς τοὺς ἀνθρώπους ἐργάζεται οὗτος, en M. Psellus PG.122.721. 19 Sobre la animación de estatuas, ver Proclo Theol.Plat. 1.28: ἡ τελεστική (nombre de la teúrgia, precisamente en relación con estos fines) διακαθήρασα και τινας χαρακτήρας καὶ σύµβολα παρατιθεῖσα τῷ ἀγάλματι ἔμψυχον αὐτὸ ἐπόιησε. También aparece esta actividad en los papiros mágicos; ver PGM IV 1830 «esta es la ofrenda que da aliento a Eros», etc. 20 La diosa de los magos (en sincretismo con Ártemis y Selene). Pero también para los teúrgos es una divinidad central en su sistema teológico: es la mediadora entre el padre y el hijo; ver J.L. Calvo, “La diosa Hécate, un paradigma del sincretismo religioso del helenismo tardío”, Florentia Illiberitana 3, 1993,71-82. 5 los hombres». Son palabras de Proclo21. Todo lo hace de forma desinteresada. No cobra dinero. 2. En fin, con este recorrido corto en el espacio, aunque largo en el tiempo, por los personajes que en Egipto tuvieron relación con la magia, sin duda hemos dejado a nuestras espaldas no pocos interrogantes, cuyo mero planteamiento nos llevaría mucho tiempo realizar. Entre ellos destacamos dos, de los cuales el segundo es precisamente el objeto de este trabajo. El primero, planteado brevemente, sería: ¿podemos extrapolar esta situación, que hemos contemplado para Egipto, a todo el mundo helénico? Probablemente sí. El que los papiros mágicos y otros documentos hayan aparecido solamente allí se debe, primero, a las condiciones climáticas (humedad cero), pero también a que Alejandría es el centro desde el que se irradian ideas y creencias durante todo el helenismo a partir de la muerte de Alejandro hasta la época bizantina. El segundo: ¿cómo se ha pasado de una situación en que sólo hay goes y pharmakeús a otra en que encontramos, además, al mago y al teúrgo? Este es el objeto de este trabajo. En todo caso, he querido transmitir de forma descriptiva e inmediata la idea de que a partir del tardo-helenismo confluyen en el mago (y teúrgo) las figuras del sacerdote, el científico y el filósofo. Se impone, pues, describir a grandes trazos cómo llegó esto a suceder. Porque si uno toma en sus manos un libro que trate el tema de la magia, lo primero que va a encontrar es, precisamente, un intento de definirla –es decir, trazar sus límites semánticos –frente a otros dos fenómenos estrechamente emparentados con ella: la Religión y la Ciencia. Pues bien, aunque no todos los antropólogos aceptan la definición de J.G. Frazer22 para quien la magia «es una fase primitiva de la mente humana por la cual han pasado o están pasando todas las razas en su camino a la Religión y a la Ciencia», al menos sí se acepta por lo general la caracterización que hace este mismo autor de la Magia frente a la Religión: la religión trata de propiciar o agradar a los dioses dentro de una actitud de sumisión («man´s entire and absolute dependence on the divine» con una «attitude of lowliest prostration»); mientras que en la magia, el agente se considera capaz de dominar y constreñir a estos poderes, y su actitud es, consecuentemente, arrogante, apremiante y dominadora23. En cuanto a la Ciencia, está claro que la Magia elemental y primitiva que 21 De philos. Chaldaica 3.16 22 Cf. The Golden Bough, London, 1963 (abr.edit.) especialmente en los capítulos III (“Sympathetic Magic”) y IV (“Magic and Religion”), pp. 14-79. 23 Con expresiones como «hazlo ya, ya, ahora, ahora» de, por ejemplo PGM IV 972. 6 conocemos en Grecia, sobre todo por la Literatura y ya desde Homero, nunca se consideró una seria competidora de la Ciencia: a lo sumo en el terreno de la medicina, y ello compartiendo el campo con la Religión. 3. Durante muchos siglos, pues, la relación entre Religión y Ciencia por un lado y Magia por otro fue la siguiente. Comencemos por la Religión. Ésta es uno de los elementos básicos de cohesión de la propia estructura convivencial que los griegos llamaron “polis”. Cada polis tiene su panteón en el que predomina una divinidad (Hera en Argos, por ejemplo, o Atenea en Atenas) –ello, sin perjuicio de los ritos ancestrales relacionados con las divinidades de la vegetación, de un lado, y de las prácticas mágicas situadas en el límite de lo religiosamente nefando y lo legalmente delictivo24; prácticas generalmente maléficas orientadas a perjudicar al enemigo (por lo general, el vecino) o apoderarse de su voluntad. Ahora bien, con la decadencia de la polis se produce un movimiento ondulatorio, de abajo arriba, que tiende a reestructurar estas relaciones: los elementos del culto popular, que parecían satisfacer mejor las apetencias religiosas del ciudadano, se institucionalizan bajo la forma de los Misterios; y las prácticas mágicas parecen extenderse de forma extraordinaria asimilándose progresivamente a las formas más oscuras de la religión –culto heroico y ctónico– o incluso fagocitándolas y convirtiéndolas en sustancia propia; y ello en un procesolento, y de muy difícil seguimiento, pero indiscutible. Al mismo tiempo, las divinidades olímpicas, dentro de un proceso de racionalización que venía de lejos en círculos instruidos pero que ahora se populariza, fueron reinterpretadas como símbolos de fuerzas naturales o morales y –lo que es más importante– se las asimiló a los astros. Aquí fueron la Filosofía y la Ciencia las que operaron directamente: la Filosofía que logró implantar, por fin, en la sociedad una dimensión ética que impedía aceptar la Historia religiosa, la Mitología, tal como se venía transmitiendo; y la Ciencia porque expandió considerablemente la visión de un Universo tan pequeño, que los dioses tenían que habitar en un monte de la tierra. También, ciertamente, y al mismo tiempo esta nueva concepción hizo que el hombre se sintiera más pequeño e insignificante; y tan alejado de los dioses que pronto exigió la existencia de un mesites o mediador, que a veces coincidirá con la figura de un sotér o salvador. 24 Es muy escasa la legislación que conservamos contra la magia. Podemos aducir la conocida “Ley de Teos” (ὅστις φάρµακα δηλητήρια ποιοῖ…ἀπόλλυσυαι). Y, por supuesto, la de Platón en Leyes (932-933). También en Roma la VIII de Las XII Tablas condenaba fruges alienas, pecus excantare, «destruir con encantamientos frutos ajenos, el ganado…». 7 Pues bien, en este momento, que viene a coincidir más o menos con los inicios de la llamada Época Helenística, ha cambiado cualitativamente la concepción religiosa misma y, por ende, se alteran las relaciones estructurales entre Religión, Magia y Ciencia. Todavía no hablaremos de la Ciencia. Quede claro, por el momento, que en la nueva ciudad la religión oficial se ha escindido en dos manifestaciones diferentes: de un lado el culto estatal –al Rey o al Emperador; también el culto ficticio a Sarapis por Ptolomeo Sotér25– y de otro el culto a los astros, la astrolatría. Mas la verdadera religión, es decir, la que consiste en una relación personal y privilegiada entre el hombre y lo sobrenatural, se sigue manifestando, sobre todo, a través de los Misterios y de cofradías (orgeones) en que los ciudadanos se congregan, a espaldas de la ciudad, para celebrar a divinidades varias –en las Inscripciones aparecen Sarapiastai, Isiastai, Hermaistai, Apoloniastai, etc. Es la cristalización definitiva, favorecida por las condiciones sociales y políticas, de ciertas tendencias que ya se habían manifestado mucho antes: acabamos de aludir a la moralización que se origina abiertamente en Jenófanes, o la racionalización en los sofistas. Pues bien, otra de estas tendencias, que acabó favoreciendo la implantación de religiones exclusivistas, como el Mitraísmo o el Cristianismo, es el henoteísmo. Este concepto, que se refiere a la creencia en un dios supremo al que están sometidos los demás dioses (o del que son meras manifestaciones) se remonta a Esquilo, como es bien sabido, y culmina en el monoteísmo puro, pasando por el dios filosófico de Aristóteles, quien había concluido el libro Lambda (XII) de la Metafísica, que habla del Bien supremo, o sea de dios, con la consigna que Odiseo va extendiendo por el ejército en Il 2. 204 οὐκ ἀγαθὸν πολυκοιρανίη, εἷς κοίρανος ἔστω «no es bueno que gobiernen muchos; que haya un solo caudillo»26. Finalmente, para terminar de caracterizar, aunque sea forzosamente de manera esquemática e incompleta, la religión que se va conformando desde el s. IV a.C hasta el final de la Antigüedad, tengo que referirme al último de sus rasgos esenciales: el sincretismo27. Porque esta divinidad suprema a la que acabo de aludir, a veces no recibe nombre propio alguno (su nombre no sólo es ignoto, sino incognoscible); solamente recibe adjetivos: el único 25 El culto de Sarapis es el resultado de un sincretismo consciente y planificado (que aprovecha el signo de los tiempos) por el propio Ptolomeo con ayuda de Manetón. Pero la figura oficial de Sarapis, tal como la representa la célebre estatua atribuida a Briaxis, que pretende ser una fusión de Osiris y Apis se parece demasiado a Zeus para ser creíble. No obstante, su culto se extendió considerablemente. 26 Cf. Metaph. 1076ª4. 27 Ver J.L. Calvo, “La astrología como elemento del sincretismo religioso del helenismo tardío”, en A. Pérez Jiménez, Astronomía y Astrología, Madrid, 1994, 59-87. 8 positivo es hypsistos, ‘Altísimo’, y luego una retahíla de cualificaciones negativas28 (ingénito, innominado, etc.). Otras veces, sin embargo, es llamado indistintamente Helios, Amon-Ra, Mitra, Adonais Iao, Samas –es decir, la divinidad más importante (generalmente solar) de griegos, egipcios, persas, hebreos, babilonios; o, lo que es más revelador, con todos los nombres a la vez, en la idea de que es el mismo dios con diferentes nombres. Y lo mismo sucede con las diosas, de las cuales unas pasan a la condición de astros y otras desaparecen; entre las que quedan, las más importantes también se sincretizan entre sí, como Artemis, Hécate, Selene, Perséfone, y se identifican con la egipcia Isis o la babilonia Eresquigal. Cierto que también el sincretismo se había manifestado ya en la Grecia clásica; cierto que un viajero observador como Heródoto había manifestado su creencia en la identidad entre algunos dioses griegos y bárbaros, sobre todo egipcios29. Y no hay que olvidar que la Párodos de las Bacantes es quizá el primer himno sincrético conocido30. Pero fue en la época alejandrina en la que culmina este proceso de sincretismo y se convierte en una nota esencial de la religión. Nada extraño si el mundo civilizado era una aldea global, como hoy decimos, en esa época en la que todos hablaban el griego –la koiné– además de su propia lengua y todos podían observar a diario que unos mismos objetos y conceptos tenían nombres diferentes. 4. Hasta ahora he querido describir a grandes rasgos el proceso que experimentan con el paso del tiempo las concepciones religiosas. Pero todavía no hemos hablado de la Ciencia si no es de pasada; y aquí la transformación es, si cabe, más llamativa y acaso más dramática. Volvamos, pues, atrás de nuevo. Por el año 350 a.C. Aristóteles dejaba por escrito el borrador –que nunca prepararía para su publicación– de unos tratados a los que nosotros llamamos Física; unos años más tarde escribiría otros tratados en los que describía minuciosamente la estructura y comportamiento animal31: unas y otras constituían la culminación de un pensamiento racionalista que se había originado en los milesios y que se proponía descubrir las leyes que rigen el Universo, así como el origen y composición de la materia, “las cosas que son”, ta ónta). Y no sólo eso: en sus tratados de Lógica (Órganon) había formulado Aristóteles con impecable precisión los 28 Cf. PGM I 165: “ilimitado”, “incontaminado”, “indescriptible”… 29 Ver, sobre todo, el libro II, 49-57 30 En E. Bac. 64 ss., se alude a varios dioses de la vegetación, entre ellos el Zeus cretense. 31 Me refiero, claro está, a Historia animalium, De partibus animalium, De generatione animalium, De incessu animalium, De motu animalium , o Parva Naturalia. Pero también al De Anima y a otras perdidas, como ̓Ανατοµαί. 9 mecanismos de funcionamiento de este pensamiento racional –los procesos de deducción e inducción: un logro eis aiei. Todo inducía a pensar que el pensamiento humano había dado un salto cualitativo, un paso sin retorno en la concepción del mundo. Cierto que quedaba sin resolver una cuestión nada baladí: ¿cómo integrar la Religión (es decir, lo Irracional) en este constructo racionalista? Aristóteles, precisamente en la Física, trató de conjugarlos a través de la figura del πρῶτον κινοῦν ἀκίνητον, lo primer moviente inmóvil32 (un neutro, obsérvese, para el nombre de dios) enlazando con la religión laica que Platón había alumbrado en su última obra, Las Leyes. Pero setrataba de un compromiso a todas luces insuficiente. Pronto se vió que el p.k.a. era un deus otiosus (como diría Mircea Eliade33) e incluso un estorbo difícil de justificar. Y sus sucesores (a partir de Estratón) lo eliminaron instaurando en el Liceo una ciencia sin dios. Parecía que lo que E.R. Dodds llama34 el “conglomerado heredado” estaba a punto de desintegrarse para siempre. Se iniciaba el reinado de la Razón. Pero en este momento se produjo justamente un movimiento de retracción primero y luego de franco retroceso. Un enigma histórico, cuya explicación última se nos escapa, aunque el propio Dodds lo atribuye a «los elementos irracionales de la naturaleza humana que gobiernan sin nuestro conocimiento una parte tan grande de nuestra conducta y una parte tan grande de lo que creemos nuestro pensamiento». Y lo hace con la imagen dramática de un jinete conduciendo un caballo que se detiene ante el abismo que tiene que saltar. Es verdad que hay grandes nombres en el mundo de la Ciencia hasta el s. II d.C. (Aristarco, el descubridor del heliocentrismo, Arquímedes, Eratóstenes, Galeno), pero o bien son ignorados, e incluso abiertamente rechazados (Cleantes pedía un proceso por impiedad para Aristarco35); o son especialistas en parcelas limitadas; o dedican su enorme talento, como Herón de Alejandría, a una tecnología que sólo puede construir máquinas de guerra o grandes juguetes hidráulicos como relojes y órganos: desde la historiografía marxista, resulta ya evidente que la sociedad esclavista no necesitaba máquinas de verdad; en caso contrario habría aprovechado la máquina de vapor que inventó el propio Herón. Ello es que, como vemos, 32 Ver el libro VIII de la Física. 33 En realidad, M. Eliade califica así al dios El y, por extensión, a todo dios creador, pero también es aplicable al dios aristotélico. Ver Historia de las creencias y de las ideas religiosas, Madrid, 1978 (=Histoire des croyances et des idées religieuses, París, 1976). 34 Cf. Los griegos y lo irracional, Madrid, 1960, 235-36. 35 Se trata de una noticia que aporta Plutarco (De facie orbis lunae 2.923a) y probablemente no tiene más valor que el anecdótico, ya que en esa época habían desaparecido los procesos por impiedad. 10 hacia el 200 d.C. el mythos vuelve a asfixiar al logos, la Religión a la Ciencia, lo irracional a la Razón. 5. Pues bien, por ir atando cabos: en una consideración agónica de las relaciones entre Filosofía-Ciencia por un lado y Religión y Magia por otro, hemos descubierto ya dos etapas: una primera (hasta la época helenística) en que conviven harmónicamente Filosofía, Ciencia y Religión, mientras que la Magia queda en la marginalidad. Y una segunda, en que Filosofía y Ciencia limitan sus esferas respectivas, una a la Ética ya que las escuelas filosóficas helenísticas son casi exclusivamente de orientación ética, y otra a la Tecnología– lo que deja libre un amplio espacio que tienden a ocupar el pensamiento mítico y, muy especialmente, el pensamiento mágico. Nos queda por ver, consiguientemente, una última fase en la que el Mago trata de suplantar al sacerdote, por supuesto, pero también al filósofo –aunque a veces lo hace con el disfraz de teúrgo– y del científico, aunque sea en competencia con el Astrólogo. Sobre este último, llamado precisamente mathematikós, no voy a hablar aquí. En cuanto al mago y el teúrgo, ya señalábamos arriba sus profundas afinidades, por lo que las ideas que siguen a continuación proceden, de un lado, de los ya citados Papiros Mágicos; de otro, de los escritos de los neoplatónicos Porfirio y Proclo que, junto con Jámblico, constituyen nuestra fuente casi exclusiva sobre la Teúrgia36: los tres eran teúrgos practicantes. Pero, a su vez, ellos beben de la obra de un caldeo, de nombre Juliano, que escribió unos Logia Chaldaiká (‘Oráculos Caldeos’)37 y que no es otra cosa que un conjunto de pretendidas respuestas oraculares que él puso en hexámetro. Como no es probable todo ello sea una farsa, se admite que podrían ser manifestaciones caóticas de médiums que Juliano integró en un sistema en el que hay un poco de todo –incluso una trinidad, como la cristiana, en la que figuran un padre, un hijo y el mediador entre ambos es la diosa Hécate38. 6. Pero voy a retomar el hilo conductor de la exposición para situarnos ya en la época en que el Cristianismo se ha consolidado, es la religión oficial, y el paganismo, en franco retroceso y ahora convertido de perseguidor en perseguido, se ha encastillado entre las clases más cultivadas o persiste por 36 Sobre la Teúrgia, ver, además del artículo de Th.Hopfner “Theurgie” en RE 6ª, 1 (1936) 258-70, el trabajo de Th.Stücker, Die Stellung der Theurgie in der Lehre Jamblichs, Frankfurt, 1995, El Apéndice II “Teúrgia” en E.R. Dodds, o.c. 263 ss., E. Lewy, Chaldean Oracles and Theurgy, Paris, 1978, y el más reciente de C. van Hefferinge, La Théurgie. Des Oracles chaldaïques a Proclus (= Suppl. Kernos, 9), Liège, 1999. 37 Cf. Suda, s.v. 11 inercia en las zonas rurales. Pues bien, lo que antes era un movimiento sincrético espontáneo, ahora se convierte en una consigna urgente: unificar las creencias de la religión y el pensamiento helénico tradicional frente a un Cristianismo arrogante y agresivo –a veces trágicamente agresivo, como en la muerte de Hypatia39 por una banda de monjes fanáticos. Esta es la principal razón del conglomerado de ideas y creencias, que resulta caótico hasta el vértigo para quien se adentra en él por vez primera y que forman, de un lado, el Neoplatonismo fundado por Plotino junto con el Gnosticismo, Neopitagorismo y Neo-orfismo; de otro, el Estoicismo. Dentro del primer grupo, la escuela dominante es el Neoplatonismo fundado por Plotino –un platonismo que exagera los rasgos espiritualistas y ascéticos, que desprecia lo corpóreo y la materia; «Plotino…tenía el aspecto de quien se avergüenza de habitar en un cuerpo»40– pero que todavía basa sus postulados y sus principios en el entramado de la lógica aristotélica y del sano racionalismo, por más que su finalidad sea religiosa stricto sensu, es decir, el regreso del alma a su principio, el Uno, para fundirse con él. En cambio, los seguidores de Plotino, Porfirio y Jámblico y hasta Proclo en el s. V –es decir, hasta que Justiniano le cerró la escuela en Atenas– aceptaron incondicionalmente los dogmas de la Teúrgia. No cabe mayor degradación: el logos platónico se convierte en doxa y la suprema episteme, la filosofía de los principios, degenera en techne. Porque la Teúrgia es, según ellos mismos, la Techne hieratiké. Proclo la define como «un poder más alto que toda humana sabiduría, que abraza las bendiciones de la adivinación, los poderes purificadores de la iniciación y, en una palabra, todas las operaciones de la posesión divina»41. Pero esta pretenciosa definición encubre, de hecho, prácticas que sitúan a este filósofo-teúrgo en la esfera del mago –la mayor hazaña de ambos es la theagogi– e incluso en el terreno del goes ya que la fotagogia (hacer salir fuego de las manos de las estatuas) no es otra cosa que ilusionismo teatral y ridícula milagrería para hacerle la competencia al Cristianismo. Es muy significativo el interés de Porfirio, que delata una conciencia poco tranquila, por separar las theagogias de los teúrgos de las de los goetes: «no se te ocurra comparar las más claras 38 Cf. E. des Places, Oracules chaldaïques, Paris, 1989. 39 Hypatia, última representante de la escuela platónica en Alejandría, tenía amistad con el cristiano Sinesio, de quien se conservan varias cartas dirigidas a la filósofa (ver Cartas, 10, 15, 16,46,81, 124,154). Sobre este episodio, ver E. Lamirande, “Hypatie, Synesios et la fin des dieux: l´histoire et la fiction”, Studies in Religion 18 (1989)467-89. 40 Porf. Vita Plotini, 1.1. 41 Cf. Procl. Theol.Plat. 1. 113. 12 visionesde los dioses con las apariciones preparadas artificiosamente por la goetia»42. Bien. Esto, por lo que se refiere al lado más espiritualista del conglomerado al que venimos aludiendo. Pero hay un elemento fundamental de este conglomerado que procede en última instancia del Estoicismo. Como ya señalábamos antes, esta escuela mantenía desde el principio un monismo sutilmente materialista en virtud del cual se concibe al Universo como un ζῴον ἔμψυχον, νοηρόν τε καὶ λογικόν43. Y este organismo viviente está transido por una serie de poiótetes (potencias, cualidades) que hacen que se establezca un sympátheia entre sus partes que permite la acción de unas sobre las otras. Esta concepción no es especialmente llamativa: de hecho constituye la conversión en teoría filosófica del pensamiento dinamista primitivo que es la premisa fundamental de toda magia, porque permite la acción a distancia, y que todavía hoy se da en tribus de Australia y África44. Pero incluso aquí se produce un proceso de degradación similar al que acabamos de ver en el Neoplatonismo. La teoría de la sympátheia fue desarrollada y divulgada por un egipcio helenizado, Bolos de Mendes (s. III a.C.), que en su obra Physiká dynamerá45 estableció con todo detalle las cadenas de simpatía que se extienden desde las divinidades astrales hasta los diferentes individuos de los reinos animal, vegetal y mineral. Y pasó a formar una parte fundamental de ese magma de ideas al que venimos aludiendo. De esta manera, la unión –nada fácil, reconozcámoslo– entre el Neoplatonismo y el Estoicismo dinamista creó una concepción del Universo perfectamente adecuada para que se instalara la Magia en una posición de privilegio que ni el más optimista de los magos podía haber imaginado. Porque esto hace que ahora el verdadero científico no sea el tecnólogo que se entretiene fabricando juguetes hidráulicos, sino aquel que está en el secreto, que conoce las cadenas (seirái) de simpatía del Universo. Y éste es el mago. Pero es más. A las dynameis del Universo hay que añadir un ejército incontable de ángeles buenos, emisarios de los astros, y de démones situados en el aire, la tierra, el agua y el inframundo (aérioi, géinoi, énydroi, katágeioi) –sin olvidar las ánimas de los muertos, heroes y psychaí. Es un mundo atestado de esencias invisibles, pero que hacen sentir su presencia 42 Ep.ad Aneb.2.7. 43 Zenón en. S.E. Math. IX 107. 44 Cf E. Frazer, o.c. p.49 sobre la “magia simpatética”: «Its physical basis…is a material medium of some sort which, like the ether of modern physics, is assumed to unite distant objects and to convey impressions from one to the other». 45 Lamentablemente, de este autor solo nos quedan prácticamente referencias doxográficas. 13 opresiva en el ánimo de las pobres gentes. Y lo que es peor. Este mundo tan estrechamente trabado es esencialmente determinista, lo que hace que el ciudadano, además, viva en la congoja de saberse atrapado en las cadenas de la Necesidad más implacable. No tiene salida. O, mejor, dicho, tiene dos: la primera es iniciarse en una religión mistérica, que, al menos, le promete una vida eternamente feliz en el más allá. La segunda salida, que no está necesariamente reñida con la anterior, es acudir al mago. Y aquí es donde el mago viene a ocupar el lugar del sacerdote. Y lo ocupa con ventaja. Porque el mago, en su dimensión llamémosla religiosa, tiene mucho más poder que el sacerdote. Dada la concepción demónica recién aludida –que se remonta al propio Platón y que se fue desarrollando con aportaciones de culturas como la persa, la mesopotámica y la hebrea con sus devas, yazatas y ángeles46–, el mago cree poder dominar a los dioses y, sobre todo, a los démones inferiores y ánimas. No olvidar que algunos son álogoi: los pone a su servicio para todo fin47, les da órdenes tajantes haciéndose pasar por el dios supremo. Naturalmente, los teúrgos negarán esto a los magos. Ello es claro en un párrafo de la citada Ep. ad Anebum que describe a la perfección las habilidades del mago negándolas y resaltando sus contradicciones: «tú afirma que ningún dios ni demon puede ser arrastrado por los magos. Pero ellos establecen aparte un género subordinado, engañoso en su naturaleza, multiforme y cambiante, que suplanta a dioses, démones y almas de difuntos. Y aseguran que a través de éstos pueden hacer todo lo que parece bueno y malo…Y todavía mucho más ilógico es que un hombre, sometido a cualquier cosa, trate de asustar con amenazas no a un demon, si acaso, ni a un alma de difunto, sino al propio soberano Helios y a Selene o a cualquiera de los celestes (e.d. lo contingente obligando a lo necesario) mintiendo para que ellos digan la verdad»48. En fin, pese a Porfirio, la idea generalizada en esta época es que el mago es el único personaje de este mundo capaz de quebrantar las inflexibles leyes de la Naturaleza, las cadenas de Ananke y, por tanto, de alterar en este mundo (sin esperar a la otra vida) el curso biográfico prefijado y señalado por el horóscopo de cada individuo. Ello explica que este mago, cuyos rasgos he tratado de dibujar basándome en los testimonios de los Papiros Mágicos, no tenga nada que 46 Sobre el de monismo la bibliografía es desbordante, pero la obra más completa, por lo que se refiere a los papiros mágicos, sigue siendo Th. Hopfner, Griechisch-ägyptischen Offenbarungzauber, Leipzig, 1921, Vol. I. 47 Esta creencia, en la que se basa el mitema de Aladino, la vemos en los papiros mágicos en una práctica llamada consecución de un Demon asesor para todo fin (ver PMG I 1-40 y 44-194). 14 ver con las magas y brujas que nos presenta la Literatura: esas viejas desdentadas que andan por la noche rondando los cementerios y abriendo las tumbas; o haciendo conjuros imposibles para hacer bajar a la luna49; o componiendo repugnantes filtros de amor. Ni la Medea de Eurípides ni la Simeta de Teócrito ni la Canidia de Horacio50 tienen nada que ver con este mago greco-egipcio. Para empezar, es siempre varón, y, sobre todo, su actividad coincide básicamente con la del oficiante de una religión cualquiera: se compone de dos dimensiones complementarias –los drómena y los legómena. Los drómena son actos rituales de todo género (sacrificio, movimientos corporales, gestos); los legómena son una retahíla de plegarias dirigidas a un grupo reducido de divinidades: para fines buenos, Helios con sus diferentes nombres; para fines maléficos, Tifón, Cronos y los dioses infernales; para prácticas eróticas y de sometimiento, las diosas Artemis- Hécate-Selene. Aquí se ve una vez más el parasitismo que caracteriza a toda magia: además de apropiarse de los dioses de la religión oficial, copia sus rituales y plegarias. El mago inventa poco: sus logoi proceden del fondo arcaico, en prosa, de la religión egipcia antigua o bien de las colecciones hímnicas griegas en hexámetro, procedentes de los grandes centros oraculares; o del orfismo51. Pues bien, con estos dos grupos de elementos, la práctica mágica puede adoptar una estructura bastante compleja. En las más extensas, en las que se supone que habrá una parousía divina, la praxis puede constar de una primera parte con instrucciones sobre la preparación de los elementos que se van a utilizar: un altar, una capilla, plomo de un baño público, la ousía de una persona y, sobre todo, el amuleto que va a proteger al mago de la dynamis excesiva de la divinidad. Luego vendrá la sucesión de actos rituales y el logos de la práctica que puede estar duplicado o triplicado (a veces son versiones diferentes del mismo logos). Y, finalmente, la apólysis o liberación del dios o demon, al que se envía imperiosamente a su lugar natural. Pero la estructura de las práxeis es muy variada en función de la finalidad de la misma: las más importantes comportarán la theagogia para 48 O.c. 2.7.1 ss. 49Este tema aparece por vez primera en Aristófanes, Nubes, 749: γυναῖκα φαρµακίδ᾽ εἰ πριάμενος Θετταλὴν καθέλοιμι νύκτωρ τὴν σελήνην. 50 Sobre estas brujas, particularmente repugnantes, ver Horacio, Sat. 18.24 ss., etc. 51 Los numerosos himnos hexamétricos, o plegarias en ritmos yambo-trocaicos, aparecen como apéndice en la edición de Preisendanz de los papiros mágicos (ver Vol. II, pp. 237 ss.) Y son tomados de la hoy ya deficiente edición de E. Heitsch, Die griechischen Dichterfragmente der römischen Kaiserzeit, Gottingen, 19632. En ellos, y en otros pasajes de los papiros mágicos, es posible rastrear también la presencia del orfismo tardío. 15 fines mánticos; pero también abundan las prácticas maléficas, entre las que predominan las eróticas. Y con esto termino. Mi objetivo ha sido poner de relieve este mundo de ideas y creencias del hombre que vivió en una época decisiva para la Historia de Occidente –entre los s. III-V d.C: la época en que luchan titánicamente con la palabra y con las armas. Ha quedado claro que en esta época la Magia y la Teúrgia tienen un papel decisivo. Tenemos pocos documentos –no hay que olvidar que ellos fueron los vencidos–, pero son suficientes para vislumbrar su importancia. Al final triunfó el Cristianismo asimilando la mejor parte de su adversario, el Neoplatonismo. ¿Y la Magia? Como era de esperar, tampoco esta fue eliminada del todo: los dioses y démones se convirtieron en demonios o en santos y los amuletos cambiaron la plegaria a Helios por el Padrenuestro o la jaculatoria a María52. Pero esto ya abre las puertas a otro ámbito diferente. 52 Al final de la edición de los papiros mágicos (PGM, vol. II, pp. 209-232), con numeración árabe, se recogen un conjunto de documentos de gran interés y poco estudiados que demuestran a las claras que la magia, al menos en el plano del amuleto y del logos, pervivió en Egipto dentro de la cultura cristiana. Pero es notable el que algunos incluyan todavía ciertas divinidades, paganas, como Afrodita o Tifón: así, el P 2, que parece un amuleto protector de la casa: “la puerta, Afrodita, frodita, rodita… El Santo Focas vive aquí“.
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