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11 al 16 de noviembre de 2019 – Málaga, España 
 
Cementerios, Arquitectura, Arqueología y Ruinas 
 
 
Ana Rojo Montijano1 
Ciro de la Torre Fragoso2 
 
 
“Wenn wir im walde einen hügel finden, sechs schuh lang und drei schuh breit, mit der 
schaufel pyramidenförmig aufgerichtet, dann werden wir ernst und es sagt etwas in uns: 
‘hier liegt jemand begraben’. Das ist ARCHITEKTUR”. 
“Cuando encontramos en el bosque una elevación de seis pies de largo y tres pies de ancho, 
moldeada con la pala en forma piramidal, nos invadiría un sombrío estado de ánimo y una 
voz dentro de nosotros nos diría, ‘aquí hay alguien enterrado’. Eso es ARQUITECTURA” 
Adolf Loos. ARCHITEKTUR; Revista: DER STURM, 15/12/1910. 
 
La incompatibilidad entre la Arquitectura de los cementerios históricos y su estudio 
arqueológico es patente con los métodos actuales. Tenemos en nuestras manos un libro sobre 
 
1 Ana Rojo Montijano; Arquitecta por la Universidad Politécnica de Madrid (1984). Suficiencia Investigadora 
por la Universidad Politécnica de Madrid. Académica del Partal (2000). Profesora de la Escuela Técnica 
Superior de Arquitectura de la Universidad de Málaga desde 2007 a la actualidad. Colaboró en el estudio de 
Manuel e Ignacio de las Casas y Jaime Lorenzo y Luis Burillo. Fue durante 17 años Arquitecta Provincial de 
Patrimonio Histórico. Ejerció la profesión libre en sociedad con Ciro de la Torre, obteniendo diversos premios 
y reconocimientos. 
2 Ciro de la Torre Fragoso; Arquitecto por la Universidad Politécnica de Madrid (1982). Master en 
Arquitectura y Patrimonio por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico y la Universidad de Sevilla (2000). 
Doctor en Arquitectura por la Universidad de Málaga (2015). Profesor de la E.T.S. de Arquitectura de las 
Universidades de Granada y Málaga (1998-2019). Académico del Partal (2000). Entre 1983 y 2008 ejerció la 
profesión libre obteniendo diversos reconocimientos con premios nacionales. Ha restaurado diversos 
monumentos, entre los que podemos contar con los Baños Árabes de Ronda, el Puente de Ronda, el Palacio 
Episcopal de Málaga, los Dólmenes de Antequera, etc. 
 
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la “Investigación histórica en la Serranía de Ronda”, donde un capítulo se dedica a la 
“Conservación, restauración y estudio antropológico aplicados a los restos del cementerio 
musulmán de Ronda”. Normalmente los cementerios musulmanes, actuales o históricos, 
suelen ser muy modestos en su arquitectura, ya que, en el propio Corán, en la Sura 20:55, 
dice: “Os hemos creado de ella (tierra) y a ella os devolveremos, para sacaros otra vez de 
ella". Similar a expresado en la Biblia cristiana, en la que en el Génesis 3:19 dice: “Ganarás 
el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque 
eres polvo y al polvo volverás!”. Ambos textos hacen referencia a la vuelta a la tierra de 
donde el cuerpo fue sacado. 
En la tradición musulmana, incluso en la actualidad, el rito de enterramiento es muy claro, el 
cuerpo era enterrado solamente envuelto en tres sudarios nuevos y directamente en el suelo, 
esto lleva a que, lo encontrado tras la excavación de una tumba son el conjunto de huesos del 
esqueleto del cadáver con la curiosidad de su localización; el cadáver siempre debía estar 
colocado sobre su costado de tal forma que siempre mirase a la Meca. 
 
Volviendo al libro de Ronda que hemos tomado como ejemplo, pero que puede ser extensible 
a mayor número de excavaciones, y mirando el artículo en cuestión, nos damos cuenta de 
que este no estudia los restos del cementerio, sino los restos óseos hallados en el cementerio 
musulmán. Normalmente, en la renovación urbana de las ciudades aparecen fragmentos de 
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los que en su día fueron cementerios de épocas pretéritas y queremos incidir en lo de 
“fragmentos”, porque rara vez, la zona a excavar corresponde con la totalidad de un 
cementerio desaparecido, esto nos lleva a una visión parcial del Cementerio como obra de 
Arquitectura. La fragmentación de los cementerios nos lleva a una descontextualización del 
espacio y de los elementos encontrados. Si trasladamos el mejor de los panteones del 
cementerio de San Miguel de Málaga a un parque cualquiera, este pasaría a ser un 
monumento que ha perdido su sentido funerario. En el ejemplo que le sirve a Adolf Loos 
para definir lo que es Arquitectura, si tras encontrar ese montículo de 6 pies de largo por 3 
pies de ancho, lo excavamos y no encontramos ningún resto, aunque restituyamos el 
montículo tras la excavación, pasaría de ser una pieza de arquitectura a un mero montículo 
de tierra, pero si lo excavamos y encontramos restos y estos son exhumados, tras su 
restitución tendríamos el mismo resultado, la desaparición de su condición arquitectónica. 
En nuestra experiencia personal como Arquitectos, me he enfrentados a la intervención en 
cementerios, en nuestro caso dos ejemplos, de origen árabe. Por un lado, la intervención en 
las mezquitas funerarias de calle Agua en Málaga y por otra en un fragmento de un 
cementerio en el solar ocupado hoy en día por el aparcamiento de avenida de Andalucía. En 
el primero de os casos, la intervención fue consecuencia del hallazgo, durante unas 
excavaciones previas a la construcción de un edificio en lo que se denomina el cementerio 
de Yabal Faruh, que ocupa una extensa área en la parte alta de la calle de la Victoria. Del 
cementerio se habían excavado hasta cinco solares completos, apareciendo en la parte alta de 
calle Aguas unas estructuras arquitectónicas de mezquitas funerarias casi únicas en su 
tipología en toda la península ibérica. Este hallazgo hizo que la administración de cultura 
determinara la obligatoriedad de su mantenimiento en un espacio casi residual en los bajos 
del edificio en construcción. Aunque se determinó su mantenimiento, se excavó el terreno 
hasta la exhumación de los restos en la mayoría de su superficie y por supuesto, las mezquitas 
quedaron confinadas en un espacio de dimensiones mínimas. El otro contacto con los restos 
de un cementerio fue durante la excavación de una parcela para la construcción de un 
aparcamiento municipal, en ella se exhumaron más de 200 esqueletos, extrayéndose algunos 
ejemplos de estelas funerarias y pequeñas construcciones de tumbas modestas. El material 
extraído se depositó, como es habitual, en los almacenes del museo provincial. 
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Es muy difícil encontrar restos de un Maqbara (cementerio musulmán), excavado con 
metodología arqueológica, que puedan ser conservado y puesto en valor; en primer lugar, por 
su fragmentación, fruto del crecimiento de las ciudades sobre el terreno original, en estos 
momentos muy cercano al centro de las ciudades y, en segundo lugar, por el escaso valor que 
para la ciudadanía tenían esos restos. 
Ejemplos excepcionales los hay, como la ciudad de Ávila, donde se localizaron los 
cementerios mudéjares (musulmán en época cristiana) y judío. Ambos estaban documentados 
y conocidas sus ubicaciones. El musulmán era un terreno de grandes dimensiones, el vado 
de San Mateo, que durante un tiempo se logró mantener calificado como de zona verde, pero 
con la burbuja inmobiliaria, su rentabilidad urbanística pudo con su conservación y fue 
ocupado por edificaciones y aparcamientos. Era un terreno de una gran riqueza en materiales 
originales, Cipos de muy diversas formas e inscripciones, muchos de ellos deslocalizados y 
reutilizados en fincas cercanas. Se localizaron restos humanos de más de 3500 personas, lo 
que daba una idea de la importancia de este cementerio en el siglo XVI. A pesar de ello, el 
cementerio fue ocupado con edificaciones y un centro comercial con un aparcamiento. 
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En el caso del cementerio judío de Ávila, una parte importante de este, quedó situado en una 
zona verde localizada dentro de un sistema general de zonas verdes unidas por carriles bici. 
El solar seexcavó por parte de la empresa de arqueología Castellum y se encargó su diseño 
al LAB PAP (Laboratorio de Paisaje Arquitectónico Patrimonial y Cultural), grupo de 
investigación de la Escuela de Arquitectura de Valladolid, dirigido por los profesores Darío 
Álvarez y Miguel Ángel de la Iglesia. Una premisa importante y no habitual fue la 
exhumación de los restos encontrados, su clasificación y posteriormente sepultarlos en la 
misma parcela y siguiendo el rito judío, muy similar al musulmán. La construcción de un 
túmulo para enterrar los restos de las 110 personas localizadas en la excavación ha hecho que 
el jardín siga manteniendo su condición de cementerio y la asunción por parte de la 
comunidad judía actual del rito de su “re-enterramiento” le da el mantenimiento de su 
carácter sefardí. 
 
El diseño del “Jardín de Sefarad” en el terreno se distribuyen una serie de losas y cipos 
colocados según líneas de unión visual con los hitos del casco antiguo, lo que liga, este lugar, 
hoy en día descontextualizado por el crecimiento de la Ávila extramuros, con el casco 
coetáneo con el cementerio. 
Hay ejemplos de cementerios en los que la arqueología no cubre el papel de estudiar restos 
de este, sino que sobre restos arquitectónicos excavados con técnicas arqueológicas o, 
simplemente emergentes pero ruinosos, se construye un cementerio aprovechando la 
evocación de las ruinas; casi una “Tanatocresis Arquitectónica”, término biológico aplicado 
a un proceso habitual en la arquitectura de aprovechamiento de restos arquitectónicos sin uso 
en ese momento para albergar otros nuevos. 
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Un ejemplo fantástico de “Tanatocresis” es el cementerio de Comillas en Cantabria, donde 
Lluís Doménech i Montaner, en 1893, aprovechando las ruinas de la parroquia abandonada 
desde el siglo XVI y los restos de lo que en su día fue su cementerio, construye un nuevo 
cementerio entre sus muros, incorporando nuevos elementos decorativos más acorde con la 
arquitectura personal del autor. Es importante la incorporación de nueva simbología como el 
Ángel Exterminador del escultor Josep Llimona de 1894, especialista en escultura 
monumental y funeraria. 
Otro ejemplo más reciente de tanatocresis de restos arquitectónicos para construir la 
ampliación de un cementerio municipal es el pequeño municipio de Castellnou de Bages, 
formado por masías dispersa en el territorio con un casco urbano prácticamente inexistente. 
El núcleo del pueblo está formado por 8 o 10 casas, el ayuntamiento y la iglesia parroquial. 
La iglesia, de estilo románico, es de trazas muy antiguas y de gran valor patrimonial. El 
encargo era el de ampliar el pequeño cementerio parroquial existente en los terrenos anexos 
a la iglesia en los que se encontraban los restos de la antigua casa rectoral de la parroquia en 
desuso desde principios del siglo XX. 
 
El equipo encargado de la redacción del proyecto fue el Servicio de Patrimonio 
Arquitectónico Local de la Diputación de Barcelona, SPAL, bajo la dirección general del 
arquitecto Antoni González Moreno-Navarro. 
Aunque el encargo inicial era la construcción de un pequeño cementerio municipal 
complementario al parroquial existente, el planteamiento del equipo técnico fue el estudio de 
las ruinas existentes y su análisis para la posible utilización de estas como material en la 
formalización de las nuevas zonas del cementerio. Este estudio, en primer lugar, histórico y 
arqueológico, y posteriormente estructural, espacial, etc. no hicieron más que afianzar la idea 
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de su utilización para el proyecto final. El estudio de los restos arquitectónicos y la 
excavación arqueológica de los escombros acumulados en la planta baja, confirmó lo 
anterior, ya que no solo se encontraron estructuras y más concretamente bóvedas en planta 
baja de origen bastante antiguo, siglo X, sino que entre sus ruinas fue abatido el famoso 
maquis Caraquemada, Ramón Vila Capdevila, en 1963, último de los maquis catalanes de 
resistencia al franquismo y héroe de la resistencia francesa en la II Guerra Mundial. 
La operación de alojar en el interior de los restos emergentes, casi a modo de “abrigo rocoso”, 
las tumbas suman, a la propia evocación de la ruina arquitectónica, la de las tumbas, dando 
al espacio un halo de serenidad y respeto. 
En Málaga existía un caso muy interesante de tanatocresis arquitectónica en el Castillo de 
Álora, en el que convivía, tanto en el interior del castillo como en parte de sus alrededores, 
el cementerio del pueblo con las estructuras del propio castillo. Desgraciadamente, por parte 
del Ayuntamiento, con el beneplácito de la administración de cultura, se ha hecho 
desaparecer, prácticamente, el uso funerario dejando el castillo limpio para posibles usos 
futuros. 
 
No ha corrido la misma suerte el cementerio-castillo de Benadalid, que sigue manteniendo 
su dualidad de uso, siendo una de las singularidades urbanas del casco del pueblo. 
Existe el proceso contrario a la tanatocresis arquitectónica, en el caso de los cementerios; es 
decir, el abandono de estructuras pensadas para cementerio y re-utilización para otros usos. 
Este proceso es menos habitual, ya que las estructuras normales de los cementerios, 
panteones, nichos y tumbas no suelen ser de fácil reutilización para otros usos, sí las 
instalaciones complementarias de iglesias y otras salas. 
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El cementerio Santo Domingo de Bonaval en Santiago de Compostela, desaparecido como 
tal cementerio en el último tercio del siglo XX como consecuencia de haber quedado muy 
cercano al centro de la ciudad, fue transformado, en 1994, en parque urbano según proyecto 
del arquitecto Álvaro Siza y la paisajista Isabel Aguirre. Actualmente, si lo buscamos en los 
distintos buscadores de internet, lo encontraremos rotulado como Parque de Bonaval. Es un 
sitio evocador y de tranquilidad. En el diseño general del cementerio, los autores conservaron 
las trazas originales del campo santo y parte de sus estructuras emergentes. Es emocionante 
entrar en el patio de nichos original, de unas dimensiones muy grandes y percibir el espacio 
arquitectónico de los que en su día fue. Han desaparecido cualquier referencia a 
enterramientos; del patio de nichos se han extraído los restos, tanto de los nichos como del 
suelo del propio patio, no queda ni rastro de panteones, tumbas, etc., pero el espacio del patio 
sigue vibrando y transmitiendo eso que un cementerio debe transmitir, serenidad, respeto, en 
resumen, aquello a lo que Adolf Loos hacía referencia en la cita del principio de nuestra 
ponencia. 
Queremos hacer referencia a dos obras italianas de después de la segunda guerra mundial. 
En primer lugar, al monumento de enterramiento de toda una ciudad, el “Cretto di Burri” en 
la isla de Sicilia. 
Tras desastres naturales como el terremoto que asoló parte de Sicilia en 1968, o conflictos 
bélicos, muchas ciudades quedan destruidas en una gran proporción. Ante estas 
circunstancias, las decisiones son muy variadas. 
Gibelina fue prácticamente destruida por el terremoto de Belice en 1968, ante esta 
destrucción, el alcalde decidió construir una nueva Gibellina a 15 Km del lugar original y la 
vieja ciudad se quedó abandona. Para la construcción de la nueva ciudad, el alcalde convocó 
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a figuras de la Arquitectura y el Arte italianos que hicieron propuestas sobre la nueva ciudad. 
Alberto Burri (1915-1995) propuso actuar sobre la vieja ciudad, realizando una obra de 
enterramiento y homenaje a la ciudad preexistente, como lo definen algunos autores, un 
“catafalco con sudario blanco” sobre la ciudad. La obra es emocionante y como toda la 
arquitectura funeraria, transmite ese “no sé qué” “Loosiano” o de Miguel Fisac cuando 
definía a Arquitectura. 
 
El “Cretto di Burri” no deja de ser un enterramiento de restos arqueológicos, restos que antes 
de la construcción de la obra tenían una gran potencia arqueológica y que queda soterradabajo la losa de hormigón y de alguna manera protegida de la acción del tiempo. 
Las imágenes del Cretto y sus visitantes nos trae a la mente las imágenes del monumento al 
Holocausto en Berlín, obra del arquitecto Peter Eisenman (1932), Esta obra no deja de ser un 
monumento a la memoria. Eisenmam se inspira en el viejo cementerio judío de Jerusalén. Si 
para los visitantes, sean o no judíos, la visita al lugar no introduce en un espacio de reflexión; 
para el pueblo judío, conocedor del cementerio de Jerusalén, el recuerdo es directo. 
En España, tras nuestra guerra civil tenemos dos ejemplos paradigmáticos. Por un lado, 
Guernica, objeto de bombardeo y ensayo de la aviación alemana aliada del ejercito del 
general Franco, su destrucción fue objeto de utilización propagandística, por parte del 
gobierno de la República, en la Exposición Internacional de París de 1937 mediante la 
inclusión en el pabellón del “Guernica” de Picasso, obra que simboliza el horror de la guerra. 
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Hoy en día, si ponemos Guernica en el buscador Google nos salta directamente imágenes del 
cuadro, no apareciendo una imagen de la ciudad hasta el puesto 37. Por otro lado, Belchite, 
ciudad bombardeada por las tropas republicanas y que el bando denominado nacional, 
decidió mantenerlo en su estado ruinosos como símbolo de los horrores, que los republicanos 
había infligido a la población. 
El segundo ejemplo italiano al que nos referimos antes es el “Mausoleo delle Fosse 
Ardeatine”, Roma 1949, enterramiento de los judíos masacrados por el ejército alemán en 
Roma el 24 de marzo de 1944. 
El proyecto surge de la unión de dos equipos de arquitectos que se presentaron al concurso 
para al mausoleo; estos fueron los equipos liderados por Mario Fiorentino y Giuseppe 
Perugini. La creación de un espacio casi ceremonial, con reminiscencia del cementerio judío 
de Jerusalén, jugando con los efectos lumínicos y estructurales que le dan al conjunto una 
monumentalidad sobrecogedora. La sensación de introducirnos, nosotros mismos al 
visitarlas, dentro de una tumba de mayor dimensión es impresionante. 
 
Actualmente el mausoleo está abierto al público y como crítica hemos de citar la introducción 
de iluminación artificial que desvirtúa el efecto lumínico planteado por los autores y la 
plantación de arbustos en los alrededores que hacen que se pierda el efecto de losa flotante 
buscado; no obstante, debería ser una visita obligada para cualquier persona amante de la 
arquitectura funeraria. 
 
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