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Psiquiatria e Psicoanálise em Luis Martín-Santos

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PSIQUIATRÍA Y PSICOANÁLISIS EN LA OBRA DE
LUIS MARTÍN-SANTOS
2
JUAN CARLOS SABIO GARCÍA
PSIQUIATRÍA Y PSICOANÁLISIS EN
LA OBRA DE LUIS MARTÍN-SANTOS
MINERVA
3
Cubierta: Malpaso Ediciones S. L. U.
© Juan Carlos Sabio García, 2018
© Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2018
Evaristo San Miguel, 20, entresuelo izq.
28008 Madrid (España)
www.bibliotecanueva.es
editorial@bibliotecanueva.es
ISBN: 978-84-17408-47-3
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución,
comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de
propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la
propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos
(www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.
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ÍNDICE
PRÓLOGO. Arte de escribir
1.—INTRODUCCIÓN: PSIQUIATRÍA, PSICOANÁLISIS Y CULTURA EN LA OBRA DE LUIS
MARTÍN-SANTOS
1. SITUACIÓN HISTÓRICO-CULTURAL DE ESPAÑA EN LA DÉCADA DE LOS CINCUENTA
2. La psiquiatría española y el proceso de institucionalización de la Escuela de Heidelberg
3. LA POSIBILIDAD DE INSTITUCIONALIZACIÓN DEL PSICOANÁLISIS EN ESPAÑA Y SU
INFLUENCIA EN LA OBRA DE LUIS MARTÍN-SANTOS
4. FENOMENOLOGÍA Y PSICOANÁLISIS EN LA OBRA DE ORTEGA Y GASSET
2.—EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO PSIQUIÁTRICO DE LUIS MARTÍN-SANTOS
1. ETAPA FENOMENOLÓGICA (1947-1956): EPISTEMOLOGÍA DE LA PSIQUIATRÍA
1.1. Dilthey, Jaspers y la comprensión del enfermo mental
1.2. «Fundamentos teóricos del conocer psiquiátrico» y su vigencia en la actualidad
2. ETAPA PSICOANALÍTICA (1956-1964); EPISTEMOLOGÍA Y ANÁLISIS EXISTENCIAL:
IMPLICACIONES ÉTICAS
2.1. Jaspers y Freud
2.2. Libertad, temporalidad y transferencia en el psicoanálisis existencial: para una fenomenología
de la cura psicoanalítica
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
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PRÓLOGO
ARTE DE ESCRIBIR
ENRIQUE UJALDÓN
Para la inmensa mayoría de los españoles con una cultura media, Martín-Santos es el
autor de una novela, Tiempo de silencio, una obra que fue lectura obligada para los
estudiantes de COU de su momento. Aunque publicado en 1962, Tiempo de silencio
era un libro marcado por la posguerra. Junto con La colmena de Cela y Nada de
Laforet, Tiempo de silencio era la novela de una España en que la guerra y la
dictadura aparecían como sombras que marcaban la realidad de un presente
desesperanzado. Debía ser leída y estudiada en la asignatura «Literatura española»,
porque, además, te examinaban en Selectividad. Y entonces, como ahora, muchas
cosas dependían de ello. Verdaderamente, es discutible que obligar a la lectura sea la
mejor fórmula pedagógica para incentivar el amor a los libros. En cualquier caso, es
evidente que la experiencia de la lectura forzada produce resultados muy diferentes
dependiendo del delicado momento en el que se encuentra una obra ensayística o
literaria y su joven lector. En mi caso, conservaba un grato, aunque nebuloso
recuerdo de aquella lectura. El libro de Juan Carlos Sabio me ha empujado a releer la
novela en, justamente, el mismo ejemplar que he conservado durante estos años en mi
biblioteca.
Aunque no soy nada dado a melancolías sobre que cualquier tiempo pasado fue
mejor, especialmente en materia educativa, me ha sorprendido que obligasen a leer,
¡y leyésemos! un libro con la densidad y la complejidad de Tiempo de silencio, por
más que la trama sea sencilla y fácilmente descriptible. No se trata aquí de que cuente
mi lectura pasada o presente de Martín-Santos. No puede ser ese el objetivo de este
prólogo. Pero sí es importante resaltar una nota de lectura que podrá ayudar al lector a
entender el interés y el reto que supone un ensayo sobre la figura de Martín-Santos
como el que ha escrito Juan Carlos Sabio. El recuerdo de mi lectura adolescente se
ajustaba a la realidad: el mundo descrito en la novela era duro, sórdido y gris. Pero mi
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relectura ha descubierto, también, una escritura cuajada de guiños de complicidad con
el lector, de burla indisimulada y cruel, pero también compasiva y contenida. Y, claro
de sí, de sátira hacia personas y situaciones muy relevantes de la España de la época
y, por qué no, de la misma naturaleza humana. En resumen, una escritura en la que la
ironía juega un papel muy importante y que se convierte en sátira en la escena de la
conferencia de «el filósofo»; una hilarante desmitificación de la figura de Ortega y
Gasset y de la sociedad que le aplaudía. Por utilizar la célebre distinción
wittgensteiniana, una concepción de la ciencia y de la filosofía se muestran en la
lectura de la obra, aunque no se dicen.
La coincidencia de la relectura de Tiempo de silencio y la lectura del libro que el
lector tiene en sus manos produce una retroalimentación positiva de ambos textos y
consigue que se entienda mucho mejor el primero. Debo advertir con toda claridad
que este libro no es una interpretación de Tiempo de silencio. De hecho, juega un
papel más que secundario en su desarrollo. Está más presente su sombra que su texto.
El libro de Juan Carlos Sabio es un estudio de la obra psiquiátrica de Martín-Santos,
prácticamente desconocida para el público culto español, e incluso para la mayor
parte de los especialistas en historia de la psicología, la psiquiatría, la medicina y la
filosofía españolas. Aunque ya existen estudios sobre esta cuestión, que nuestro autor
tiene obviamente en cuenta, nada había tan completo y sistemático sobre las
relaciones del pensamiento de Martín-Santos con el de su época. Una somera mirada
al índice mostrará que no estamos ante un trabajo de crítica literaria.
¿A qué lector se dirige entonces el profesor Sabio? En primer lugar, por comenzar
por lo más específico, a los estudiosos de la historia de la psiquiatría española.
Martín-Santos era un psiquiatra, y en el libro se estudia el proceso de la
institucionalización de la psiquiatría española y su conformación como ciencia tras la
Guerra Civil. Y descubrirán que en este proceso la influencia del psicoanálisis fue
muy relevante. En segundo lugar, el libro interesará a estudiosos de la filosofía:
aunque ya he mencionado la sátira a Ortega, el pensamiento alemán es determinante.
Dilthey, Husserl, Jaspers o Heidegger protagonizan muchas páginas, lo que se debió
en buena parte a la influencia orteguiana. La presencia del pensamiento francés es
también determinante: Sartre, Merleau-Ponty o Lacan están muy presentes en este
trabajo. Un lector poco avisado quedará sorprendido por lo borroso de las fronteras
entre psiquiatría, filosofía y psicoanálisis. Y, aunque hemos dicho que este no es un
libro de crítica literaria, será de obligada lectura para los estudiosos de la obra
literaria de Martín Santos, que podrán conocer el trasfondo intelectual de sus novelas.
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Y, en tercer lugar, el libro resulta muy importante para conocer el estado de la cultura
española durante la larga posguerra.
El fin de la dictadura en España y la transición democrática construyó un poderoso
mito que se inserta en las guerras culturales que han protagonizado buena parte de la
realidad de nuestro país desde la recuperación de la democracia. El mito venía a decir
que la dictadura franquista había arrancado de raíz el prometedor futuro de la cultura
española que se había gestado en las primeras décadas del siglo XX y que había
eclosionado con el advenimiento de la Segunda República. El asesinato de figuras
relevantes, el exilio de la mayoría de los artistas e intelectuales, la imposición de un
sistema de pensamiento fascista y el desmantelamiento de las instituciones culturales
y educativas habían conducido al país a un páramo cultural, aislado de la producción
científica exterior. España, que estaba saliendo de su aislamiento secular, volvía a
cerrarse sobre sí misma, a prohibir ideas y libros, e impermeabilizar sus fronteras.
Los mitos, para ser persuasivos, poderosos, necesitan asideros en la realidad: la
dictadura franquista se los proporcionó generosamente.Cuando el mito tenga más
apariencia de realidad, cuando más creíble sea, más difícil es desvelar su falsedad.
Este libro nos muestra que la posguerra española no fue un tiempo de silencio. Un
tema que expresamente discute Juan Carlos Sabio al comentar las clarividentes
aportaciones de Gustavo Bueno sobre esta cuestión.
Recordar que la libertad de expresión es un derecho fundamental y que el
desarrollo de la actividad científica depende de él no impide saber que, como muestra
Leo Strauss en «Persecución y el arte de escribir», muchos pensadores han debido
pelear con las censuras de su presente. En su defensa, han generado un «arte de
escribir» que plantea diversos niveles de lectura en los que la ironía, los
sobreentendidos y las claves para iniciados permiten decir lo que se quiere decir sin
decirlo expresamente. De este modo, Martín-Santos no tiene que criticar la dictadura.
Es patente en la dura crítica social que contiene el libro, con sus diversas capas: los
arrabales miserables de la gran ciudad, donde se mezclan en las chabolas las personas
con las ratas, las tristes pensiones en las que malviven estudiantes, pequeños
funcionarios, viajantes de comercio; la despiadada descripción de las clases medias y
altas y los intersticios por los que navegan unos y otros.
El «arte de escribir» de Martín-Santos, desligado de la lectura de su obra
psiquiátrica refuerza el mito de una España en silencio por ser una España silenciada.
Juan Carlos Sabio muestra que ese silencio esconde, en realidad, la multiplicación de
lecturas, conversaciones y transmisión de conocimientos. El mejor pensamiento
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contemporáneo llegaba a los que querían acceder a él. Circulaban los libros, el
intercambio científico, se celebraban congresos académicos en los que se discutían
ideas y programas.
Y, sin embargo, con ser mucho, no creo que el mayor interés de este libro sea
conocer mejor la cultura científica española de posguerra. Su mayor interés es
estrictamente filosófico. Es ahí donde Juan Carlos Sabio demuestra su profundo
dominio de las principales ideas y debates de la filosofía continental contemporánea.
Son páginas en las que el libro trasciende con mucho la obra de Martín-Santos, para
situarla en el contexto de los debates intelectuales más exigentes de su momento. Las
lecturas confrontadas de Sartre y Freud se convierten en los ejes fundamentales de la
discusión. La libertad y la comprensión de los seres humanos no pueden desaparecer
de la explicación de su conducta.
La sólida formación científica de Martín Santos desborda los límites de las
explicaciones reduccionistas, esos experimentos con ratones que pretenden ser para
algunos toda la explicación de lo que somos los seres humanos y que tan presentes
están en la novela. Frente a la simplicidad de la explicación monocausal, el profesor
Sabio se adentra en los debates sobre la mente humana huyendo de las exposiciones
simplificadoras que se mueven entre la farmacología y el coaching. Muestra así que
el estudio de Martín-Santos no interesa sólo o principalmente como historia de las
ideas. Los problemas a los que se enfrenta Martín-Santos son los mismos que ocupan
a los grandes pensadores del siglo XX, problemas que no se solucionan aislando un
gen, por muy importante que sea el hacerlo. La lectura de este libro satisfará a
diferentes lectores, pero sobre todo a aquellos conscientes de la complejidad de la
tarea de comprendernos mejor a nosotros mismos.
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INTRODUCCIÓN: PSIQUIATRÍA, PSICOANÁLISIS Y CULTURA EN
LA OBRA DE LUIS MARTÍN-SANTOS
La temprana muerte de Luis Martín-Santos, deja una obra inacabada y abortada por
los trágicos avatares de la vida que en ciertas ocasiones, nos privan de la evolución de
personas que podrían haber alcanzado una magnitud y reconocimiento mucho más
amplio, de haber seguido en ese prometedor ascenso intelectual pese a las dificultades
propias de las condiciones que le tocó vivir, como son las de país recién salido de la
guerra civil, y marcado profundamente por el aislamiento que complicaban aun más
la historia de nuestro país estigmatizado por esa la falta de identidad y emancipación,
cuya genealogía ya se venía padeciendo siglos atrás.
Precisamente esa honda y traumática huella son relatados por Martín-Santos con
una excepcionalidad que nos recuerda a las cuotas de esa resonancia vanguardista
joyciana en su novela Tiempo de silencio, cuya narración como muestra continua de
ese ejercicio de captación de la temporalidad hasta donde los límites del lenguaje le
permiten, lleva esa connotación de ambigüedad cuya consecuencia resultante son las
de ese estilo que fuerza esa dialecticidad entre lo social y subjetivo, desembocando
finalmente en un cierto reconocimiento como es el de la publicación inmediata en la
editorial Seix Barral de la novela después de ser presentada para el galardón Pio
Baroja en 1961 y ser declarado desierto.
Tiempo de silencio publicada en 1962, rebasará posteriormente nuestras fronteras y
será el núcleo de gran parte de las principales preocupaciones de su autor. Muestra de
ello será la respuesta de nuestro protagonista ante la pregunta de Janet W. Diaz,
referente a los temas preferidos por este, el cual destacará: «Los que muestran las
leyes modificadoras de la existencia humana, donde se advierte el condicionamiento
social, las contradicciones fecundas y el brillo de la libertad.»
1
 Sintetizara así Martín-
Santos sus preocupaciones por los condicionamientos históricos y sociales objetivos
con la cuestión de la esencia de la libertad de raigambre más subjetiva, aunque en
nuestra opinión si bien intenta articular intereses tan distintos como son los del
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Marxismo y existencialismo, cuya temática es una constante en la obra no solo
literaria sino también en su otra faceta más científica y médica, mostrará en cambio
un cierto escepticismo como se señalará a lo largo de esta tesis en los posibles nexos
a modo de reconciliación.
2
De todas formas, es de destacar su insistencia y puntualización, como se demuestra
en su narrativa atravesada por un nuevo estilo cargado de una mayor complejidad
frente a la entonces literatura más anquilosada de corte realista que el mismo tachaba
de monótona y sin interés, por abordar lo universal cuya forma atemporal ha de
articularse recíprocamente con lo particular propio del mundo contradictorio y fáctico
de la vida cotidiana. Esa lucha y dialéctica, retomando a Hegel a modo de
«conciencia desdichada», recorren su obra y cuya tensión entre teoría y praxis, entre
su obra como teórico de la epistemología literaria y médica frente a los quehaceres de
su práctica médica psiquiátrica, le dan todo el derecho de ser pese a su corta vida, un
intelectual en el sentido amplio de la palabra, como bien señala Valentín Corcés en
Psiquiatría y cultura en España en un Tiempo de Silencio. Luis Martin-Santos.
Testimonio de esa intelectualidad y compromiso son bien señalados por Alfonso
Rey en la edición sexta de Tiempo de silencio
3
; Donde la crítica del intelectual vasco
a los novelistas sociales de su época, irá en el el sentido no solo de esa monotonía en
el estilo ya señalada anteriormente, sino también en el el descuido de esa penetración
en la cruda la realidad de la época, el Madrid de la posguerra, con esa fuerte
estratificación de las clases sociales, pobreza social y económica de las periferias de
las chabolas en contraste con la hipocresía de la alta burguesía, no mostrando así la
realidad más global del país en términos dialécticos, cuestión sobre la que Martín-
Santos si dará cuenta con un elevado compromiso de esa situación de nuestro país en
términos de materialismo histórico.
El intelectual vasco da así muestras de un presente cuya referencia está en el
pasado, un pasado cuyo diagnóstico,
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 está ya mucho más atrás, remontándose a la
historia de nuestra península desde la edad media. Las críticas de Martin-Santos
salpicaran no solo a Unamuno, Menéndez Pidal y Machado, sino que recaerán
también y de manera muy especial sobre el autor que mejor hasta elmomento parecía
haber diagnosticado la cuestión de la identidad española; Ortega y Gasset con su
España invertebrada, que a juicio de nuestro autor se petrifica en un cierto dandismo,
como muestra su visión idealista y además carente de sensibilidad por las clases
sociales, cuestión esta resaltada de forma notoria con la aguda crítica al
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perspectivismo y el ejemplo de la manzana en Tiempo de silencio.
5
 Crítica que
ampliaremos en la medida que profundicemos en el acercamiento del autor a lo largo
de su obra a la tradición psicoanalítica, de la cual en cambio se alejará con más
notoriedad y de forma radical Ortega.
Observaremos y destacaremos pues en el intelectual donostiarra ya por aquel
entonces jefe del servicio psiquiátrico del sanatorio de san Sebastián, como su obra se
va vertebrando en torno a esa realidad social que va a modo de columna vertebral
irradiando hacia las distintas y múltiples facetas que este poseía y gravitando en torno
al sentido de la vida, a la existencia humana en lo más profundo de su enraizamiento.
Pero ¿cómo valorar una obra interrumpida en los apenas 40 años de la vida de una
persona? Ortega a lo largo de su obra reiteraba y comentaba que rondado los 26 años,
es cuando uno debe tener las ideas y esbozos que luego debe ir sistematizando a lo
largo de toda su vida coincidiendo con esto en ese vitalismo de Bergson respecto a la
intuición como embrión que luego el autor debería desarrollar, por mencionar sus
sobresalientes comentarios en el original libro La energía espiritual.
Indica esto pues que la obra de Luis Martín-Santos por muy precoz que fuera su
desarrollo, denotará necesariamente una falla importante como señalara Germán
Berrios en Psiquiatría y cultura en España en un tiempo de silencio, con estas
concluyentes palabras; «Y, finalmente, la sensación de una urgencia que su trabajo
deja, la sensación de que hay aún cabos que atar, y la invitación que nos hace, a
través de la distancia, a tratar de completar dentro de nuestras menores posibilidades,
una obra malograda por el destino, pero no obstante, válida a un nivel que debe
enorgullecer a las letras psiquiátricas españolas».
6
 Prosigue el brillante epistemólogo
de la psiquiatría de Cambridge señalando la importancia del modelo a seguir esencial
por esa multiplicidad de intereses intelectuales que Luis combina de forma muy
particular, siendo ello motivo para que los jóvenes psiquiatras del presente lo tomen
como un referente a seguir.
7
Si tenemos en cuenta estas palabras del profesor Berrios, y la muy sobresaliente
valoración que le atribuye al intelectual donostiarra por su trabajo en la revista
«Theoria» referente a la epistemología psiquiátrica, además de su aguda penetración
en el pensamiento del filósofo Dilthey, pese a las dificultades en la España de
entonces para el acceso a la información,
8
 deberemos de dar la razón al profesor de
Cambridge respecto a la importancia de su «breve» pero de indiscutible calidad de su
obra, en lo referente a ese rigor, exposición, frescura y originalidad. Así pues, Luis
12
Martín-santos debe ser explorado con suma legitimidad, ya que su obra muestra pese
a su temprana interrupción, esa importantísima confluencia de intereses, que pocos
intelectuales y particularmente psiquiatras, de su época presentaron de esa manera
sorprendente.
El también psiquiatra Carlos Castilla Del Pino su amigo y coetáneo comentaba en
las siguientes semanas a su muerte, concretamente en febrero de 1964 en el prólogo a
la primera edición del libro póstumo de Luis, Libertad, temporalidad y transferencia
en el psicoanálisis existencial, estas emotivas palabras; «La muerte de Luis Martín-
santos, acaecida en los primeros días de este año de 1964, suscita un sentimiento real
de desesperanza. Es, en verdad, una frustración que a todos nos acontece. Porque
desaparece cuando su obra psiquiátrica y literaria es tan solo un esbozo de lo que
realmente tenía ciertamente que hacer. Luis Martín-santos era de una inteligencia
superior, excepcional, y a ella se unía un impulso creador de carácter, permítanme la
expresión, biológico. « Se producía» irrumpiendo, como cualquier otra fuerza natural.
Su muerte es, por eso dolorosa, además de dolorosa, irritante e inoportuna, como se
ha dicho públicamente. Porque el azar, el destino, lo que quiera que sea, se permite
decidir por unos y por otros, sin dejarnos en ningún momento opción» y sigue a
continuación;» Con la ausencia de Luis Martín-Santos no solo se provoca la
interrupción de sus personales proyectos, sino la de los proyectos que los demás
hacíamos en él. Era bajo todos los puntos y en todas las dimensiones en que se
considerara, una realidad creadora con la que queríamos y teníamos que contar. Toda
su vida fue una espontánea creación de primer orden. Su vivir mismo, su pensar, eran
un admirable espectáculo de vitalidad».
9
 Además Castilla Del Pino destaca al igual
que Berrios no sólo su trabajo Fundamentos teóricos del conocer psiquiátrico de
1955, al que no solo compara y califica incluso de superior en lucidez y profundidad
a la introducción de la psicopatología general de Jaspers, sino la necesaria obligación
de continuar una obra lejos de concluir, destacando y esto es de especial interés esa
evolución intelectual que interesa como objeto mismo de reflexión,
10
 cuestión esta,
que promueve precisamente el motivo principal de este ensayo.
La aclaración de figuras de la psiquiatría tan importantes como las expuestas más
arriba, nos dan una idea pues más acuciante de la necesidad de hacer trabajar esa obra
inacabada, a veces tan solo esbozada. El pensador y psiquiatra vasco no elude pues
las múltiples facetas en las que va penetrando al adentrarse en esa particularidad tan
universal como concreta, ya comentado líneas más arriba, recurriendo así y sin más
alternativa, a la manera de esa famosa frase de Sartre; «La libertad de escribir supone
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la libertad del ciudadano. No se escribe para esclavos», siguiendo al filósofo francés
y como apropiándose de esas agudas y certeras palabras con plena jurisdicción en su
tarea de escritor a veces «violento» se implica a la manera de un cierto «forzamiento»
con un estilo y a la vez conocimiento que lo invade, que lo lleva a querer atrapar el
tiempo en ese mismo instante del transcurrir. De ahí los cruces de varias disciplinas
para abordar y expresar esa ambigüedad de la particularidad humana, de esa
facticidad, que oscila dialécticamente entre el ensimismamiento y alteridad en
palabras de Ortega, pero que Martín-Santos quiso penetrar de una forma más directa,
a la manera vital nos recuerda Castilla del Pino, exprimiendo incluso los límites de la
dialéctica «filosófica», para desembocar en un realismo dialéctico, donde convergen
esas múltiples facetas de su vida; Científico, literato, político, por nombrar esas que
eran sus vocaciones principales.
Se trata pues de un rasgo genuino en su escritura, de ese realismo donde conviven
además estilo y pensamiento como bien remarca José Luis Munoa,
11
 que señala a la
manera de sospecha; «la impresión de un dandismo enmascarado por los aspectos
formales derivados de principios que se mostraron irreversibles»,
12
 y prosigue el
autor y de un modo más concluyente en lo que respecta ese dandismo como «un
travestismo defensivo».
13
 Si es pues como señala Munoa más arriba, la necesidad de
contrarrestar defensivamente la acción de enemigos más o menos evidentes, entonces
se comprende esa falsa apariencia sobre todo, si en la rigurosidad intelectual de luís
prima la autorrealización, como un instrumento de transformación socio-
política.
14
Este importante matiz en la obra del psiquiatra donostiarra, y muy en la
línea de la declaración del literato almeriense Antonio Prieto;» Todo libro es un
intento de recuperar y de salvar el pasado (…), Se escribe para salvarse del tiempo»
la literatura sería un medio de salvación a través de la memoria rescatada de las
palabras. Así la palabra es la plaza de la memoria y la lieratura su realidad».
15Quizás
ese bello comentario del literato andaluz, conforma y representa ese realismo
dialéctico de Martín-Santos que quiere apuntar a la transparencia del sentido, como
comenta Bruno Rueda; Esa expresión de enfrentamiento contra lo establecido, que
«mueve esa utopía inmovilizante».
16
 Es pues, este, el carácter determinante de Luís,
de su personalidad inyectada de esa «sabia», la que le hace leer y penetrar en los
grandes literatos universales; Cervantes, Stendhal, pero sobre todo de Proust y T.
Mann, y en particular de obras tan esenciales como «En busca del tiempo perdido» y
Dr. Faustus las cuales serán muy influyentes en la reconstrucción de su temática
14
literaria. Pero será sin embargo esa dilemática creada por ese tenso binomio
temporalidad-libertad y la apertura por consiguiente al problema del Mal, lo que
llevara a una salida por Joyce cuya influencia ya comentada más arriba será ya una
constante en ese peculiar estilo de Martín-Santos, cuyo afán por adoptar la precisión
de la palabra adecuada al pensamiento, lo hace un profundo activador del ánimo del
lector, algo que recuerda al Ulises del escritor irlandés, y que compartirá con este ese
espeso mensaje incitante y rentable como señala Bruno Rueda, que traerá como
consecuencia ese dejà vu.
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El objetivo principal de remover de forma tan originalmente al lector y más
particularmente en Tiempo de silencio —Francisco umbral llegó a calificar
particularmente dicha novela como el intento de Ulises Español y añadiendo la
importancia de esa novela como fenómeno universal más allá también de nuestras
fronteras, añadía; «Todo país ha querido tener su Ulises»
18
—, es sin duda ese
esclarecimiento de la existencia donde solo ahí se da la presencia, proximidad,
claridad y vida, siguiendo la línea existencial de Jaspers, como comenta Rueda. Si
bien la realidad social de la dialéctica existencial que está más ejemplificada por la
palabra como prosa en acción con la consecuente voluntad y elección lleva la
impronta para el escritor e intelectual vasco de ese sello sartreano.
19
 Esta temática
será más ampliamente desarrollada en el análisis que haremos en los capítulos
correspondientes al apartado Psiquiatría, psicoanálisis y cultura en la España de
Tiempo de silencio, si bien es necesario introducir ese sello de la filosofía
existencialista marcado hondamente por el filósofo Jean-Paul Sartre, referencia poco
extraña para nuestro autor si tenemos en cuenta que los intelectuales vanguardistas
Españoles de la década de los 50, estaban en general muy influenciados por el
libertario pensamiento de los entonces emergentes autores existencialistas franceses.
El caso de Luís es más particular al respecto si cabe, por la afinidad a esa doble
vertiente sartreana filosófica y literaria, muestra de ello es la lectura en original L’être
et le néant, además de los datos que apoyan una vinculación más personal a lo largo
de entrevistas, lo que manifestaba un contacto más directo con el intelectual francés
además de un exhaustivo y casi total conocimiento de su obra como señala Alberto
Sánchez Álvarez-Insúa en su interesante estudio al respecto que lleva por título De
Heidegger a Sartre,« Apólogos» de Martín-santos: una lectura existencial.
Aparte, es importante destacar en palabras del investigador y científico del CSIC,
como la faceta literaria y psiquiátrica van íntimamente ligadas, de tal forma que no se
15
puede comprender su obra sin esta particularidad. Destaca además El Dr. Sánchez,
que la convergencia de esas dos facetas principales en el intelectual donostiarra, no ha
sido observada adecuadamente ya que su obra no ha sido tratada de forma integral a
partir de 1962. Se apoya para dicha observación en los importantes textos como
Apólogos y otras prosas inéditas editados y prologados por Salvador Clotas, cuya
aparición en 1970, y la posterior aparición de Tiempo de destrucción en 1975, a cargo
de José Carlos Mainer, son obras de gran importancia, que serán muy relevantes para
la comprensión integral de la obra del psiquiatra vasco.
Concretamente, el artículo La Psiquiatría existencial, que se incluye en Apólogos,
data del año 1960, mientras que la redacción de Libertad, temporalidad y
transferencia en el Psicoanálisis existencial, fue realizada un año antes en 1959. Se
destaca pues la importancia de esa lectura totalizadora,
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 que ayuda a entender ese
contexto global de su obra, concediendo particular relevancia a dos trabajos
psiquiátricos que esclarecen su narrativa, como son los ya citados Libertad,
temporalidad y transferencia en el Psicoanálisis existencial, y la psiquiatría
existencial, que fundamentaran no solo su peculiar estilo literario sino también la
forma de entender el pensamiento último de Martín-santos, donde confluyen su
concepción de la cura, su ideología, y su proyecto de vida personal.
Sumamente esencial para nuestros propósitos es pues, destacar esta influencia de la
obra psiquiátrica en la narrativa, remitiéndose especialmente a esas dos obras, pues
aunque estudiaremos especialmente su parcela médica, nos centraremos
concretamente en las relaciones entre el psicoanálisis y la fenomenología, y su
evolución a lo largo de su breve trayectoria intelectual. Solo así entenderemos esa
confluencia de sus múltiples facetas que confluyen en esa ambigüedad «entre ese
ideal soñado y el conformismo resignado» como comenta José Lázaro; esa continua
tensión entre el impulso revolucionario y la necesidad de adaptación a las miserias
del entorno.
21
 Muchos aspectos de su vida, reflejan ese humano conflicto entre esa
fidelidad al auténtico proyecto y ese «principio de realidad» freudiano,
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 como los
protagonistas de sus novelas. Todo ello involucrado en esa conjugación de
heteredoxia teórica y psicoterapia existencial, que mueven los motivos vertebrales de
esta tesis. Quizás Luis Martín-Santos, retomando los lúcidos comentarios que Weber
señala a propósito de Goethe y Tolstoi en su conocida obra El político y el científico,
También quiso como el poeta alemán, más que producir una obra, hacer de su propia
vida una obra de arte.
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Una vez detallados los motivos de su estilo y esa multiplicidad vocacional que lo
acompaña, nos centraremos muy brevemente y a modo introductorio en la faceta
médica que aquí nos interesa como es el psicoanálisis existencial, finalidad de esta
tesis, y de esas dificultades que conlleva a la conciliación de disciplinas o discursos
tan distantes como son el psicoanálisis y la fenomenología a lo largo de su obra
psiquiátrica. Su artículo El psicoanálisis existencial que data de 1950 es una clara
exposición de los puntos fundamentales de la obra de Sartre referentes a la alternativa
al psicoanálisis freudiano tal y como lo concebía El filósofo francés, donde se
muestra un intento de reemplazar el complejo freudiano basado en la estructura del
inconsciente por el proyecto, un proyecto de existencia. Así formalismo conceptual y
existencial aproximan en la medida posible acontecimiento y situación, donde ser
persona se acepta como una nada activa, como una especie de inmensidad viva sin
fondo. Esa nada como raíz de la subjetividad no es ningún abismo que nos arrastra
hacia abajo, sino una fuente que mana hacia arriba, ese querer espontáneo que
dominaba aquello que se tenía que hacer por obligación. Martín-Santos se sumerge en
la evolución de ese temprano artículo impregnado de ese vitalismo existencial
sartreano a la manera de una filosofía que debe inventar su propia literatura como un
sello o impronta culminando a lo largo de su corta trayectoria en su última obra
psiquiátrica publicada; Libertad, temporalidad y transferencia en el Psicoanálisis
existencial. No es pues, una filosofía y terapeútica orientada por el sentido la que
escribe a la manera de la mayoría de los psiquiatras de su época inspirados sobre todo
por el análisis existencial. La logoterapia ejemplificada por Victor Frankl en el El
Hombre en busca de sentido, es un buen ejemplo donde la práctica se escinde
totalmente de un Corpus teórico,hecho este que criticaba Martín-Santos. Y aunque
no todos los terapeutas de inspiración Heideggeriana corren la misma suerte en
cuanto a dicha crítica, basta mostrar que autores tan importantes como Castilla del
Pino, se posicionan duramente tildándolos de caer en abstracciones existenciales,
cuya panorámica general a modo descriptivo, no pueden dar cuenta del
funcionamiento psicológico del sujeto concreto, salvando de dichos comentarios a
nuestro autor y en cierta forma a M. Boss.
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Pero entre el psicoanálisis existencial de 1950 y Libertad, temporalidad y
transferencia en el psicoanálisis existencial que se edita en 1964, el donostiarra
presentará una profunda y marcada transformación. Cuyo desarrollo y evolución será
la columna vertebral de nuestro estudio. Si en el temprano artículo dedicado a Sartre,
comparte las severas críticas a Freud, el psiquiatra y escritor vasco en sus últimos
17
escritos, póstumos e inéditos, sin renunciar a esa axiología sartreana de la acción,
realizará un viraje sorprendente, llegando a intuir y entrever las dificultades de la
primera tópica freudiana, junto a una aguda penetración en la segunda tópica.
Sorprendente, porque como veremos por un lado, las condiciones represivas socio-
políticas del régimen, eran enemigas de cualquier discurso liberalizador, que pudiese
poner en peligro la bases del miedo como adoctrinamiento que imponía el
ultracatolicismo. Por otra parte sorprendente, por la enorme transformación y
evolución de su obra si se parte de su firme defensa inicial de la tradición jaspersiana
que difunde su maestro López-Ibor, hacia posiciones más cercanas al psicoanálisis,
teniendo en cuenta que ese nuevo posicionamiento, se producirá en un periodo de
tiempo tan breve, apenas una década, en lo que al intelecto se refiere. Podríamos
además añadir como tercer elemento subversivo, a esa opresión del sistema, a su
breve vida, que esa aproximación al psicoanálisis no fue una aproximación
cualquiera, sino un encuentro con la problematicidad epistemológica fundamental del
psicoanálisis, como es la del fundamento de la palabra, cuyo axioma se fundamenta
en tres obras fundamentales de Freud, como son La interpretación de los sueños, La
psicopatología de la vida cotidiana y El chiste en su relación con inconsciente.
Martín-Santos si bien nunca abandona la fenomenología como principal sistema de
referencia, si aborda ese «hueso» duro de la doctrina psicoanalítica que no culmina,
pero baste decir como referencia, que dicha problematicidad acabará extraviada para
la gran parte de psicoanalistas en esa vertiente postfreudiano del abondono como
fundamento en la palabra, psicoanalistas entiéndase que no sufrieron esas
circunstancias tan excepcionales y particulares como las de esa realidad española que
tipifica esa fórmula tan nuestra como es la de ese «Tiempo de silencio».
La evolución pues de la obra de Luis Martín-Santos con sus peculiaridades y
controversias, requieren un estudio atento y minucioso, pues esa trayectoria es por las
razones argumentadas anteriormente, un proceso y transformación dignos de estudio.
Su tesis doctoral Dilthey, Jaspers y la comprensión del enfermo mental, es un estudio
detallado de las ideas en una primera parte de Dilthey en torno al concepto de
«comprensión», cuya legitimidad ha requerido como eje central de su estudio el
filósofo alemán como distinción para las ciencias humanas frente al de «explicación»
propio de las ciencias naturales. La segunda parte de la tesis muestra el recorrido de
dicha herencia en la obra de Jaspers, así como de la aportación original e innovación
de este. La tercera parte muestra una revisión del concepto de comprensión a lo largo
de la psicopatología a lo largo de la psicopatología de la primera mitad del siglo XX, y
18
posteriormente sobre el ambiente cultural, científico y filosófico del mismo periodo.
Dicha exposición será analizada y concretada como es lógico con mayor detalle en el
apartado correspondiente a la temática de este ensayo que verá su máxima expresión
en cuanto a claridad y rigor conceptual ese mismo año de 1955, donde Martín-Santos
va a esbozar prescindiendo de cualquier estudio histórico los principales resultados de
su tesis, su artículo Fundamentos teóricos del conocer psiquiátrico constituye una
especie de síntesis del saber psiquiátrico hasta ese momento. Sin extenderme
demasiado en este punto que aquí se alejaría del motivo propiamente introductorio,
insistiré, eso sí, en comentar que es ahí donde el ilustre psiquiatra vasco, realiza un
breve recorrido por las problemáticas dualistas referentes al problema mente-cerebro
para entender la naturaleza de las psicopatologías cuya determinación va más allá de
la dialéctica entre lo psicológico y fisiológico, tratándose más bien del nivel de
comprensión donde nos tengamos que situar para abordar la patología propia de la
enfermedad, lo que determinara la diferencia gnoseológica de la misma. Aunque
establece cuatro tipos de comprensión, la estática o fenomenológica ( referente a la
vivencia individual, la dinámica ( conexión entre múltiples vivencias y toda la vida
psíquica anterior), la existencial que adquiere un significado bajo la estructura
prerreflexiva previas a la intencionalidad de la conciencia, y la profunda, referente al
cumplimiento instintivo, que en principio estaría relacionada con un Status
inconsciente de la vida psíquica, pero que Luis lo ve finalmente como un modo
particular de comprensión dinámica.
En 1956 el profesor Sarró invita a Martín-Santos a una conferencia en Barcelona
proponiéndole la temática Jaspers y Freud, donde Luis verá la posibilidad de una
reconciliación de ambas posturas, coincidiendo este hecho con un alejamiento de las
posiciones más tradicionales y antiguas de lopez-Ibor, y una apertura al psicoanálisis.
Si la anterior etapa era estrictamente fenomenológica, ahora el psicoanálisis lejos de
ser un método especulativo con una comprensión basada a lo sumo en la analogía,
adquiere un protagonismo mucho mayor. Castilla del Pino nos habla de un contacto
directo por parte del psiquiatra vasco con la obra de Freud. Se abre la posibilidad de
una psiquiatría que fuese a la vez fenomenológica y dinámica, girando así del
esencialismo fenomenológico, a las estructuras más reales y concretas donde se
desenvuelve el individuo.
24
 Sin abandonar ese Máximum fenomenológico, al
contrario, se podría decir expandiendo las fronteras de lo visible-invisible, que Luis
abre la posibilidad de explorar mediante este método los mecanismos dinámico-
genéticos. Así entiende el autor, proponer agotar hasta el límite la comprensión
19
dinámica de las enfermedades psíquicas y corregir las posibles afirmaciones
indemostrables propias del psicoanálisis.
A partir de esta fecha el intelectual donostiarra perseguirá ese reto que ya es una
constante en su obra; ¿Cómo es posible esa reconciliación, ese nexo entre dos
discursos cuyos lenguajes podrían ser distintos?, ¿Donde el axioma del que parten
cada uno, el psicoanálisis del inconsciente, y la fenomenología de una conciencia que
no admite ese inconsciente como barrera o frontera, parecería indicar lo imposible de
un nexo común? Dichas interrogaciones que el médico vasco abre como posibilidad
al hablar en Jaspers y Freud a modo de una lectura fenomenológica de la obra de
Freud, desembocará finalmente en Libertad, temporalidad y transferencia en el
psicoanálisis existencial, Publicada en 1964. Es necesario resaltar que ya en este
periodo que se podría denominar psicoanalítico, Luis empezó a vislumbrar la
posibilidad ya desde su inicio en 1956, de que la solución de esa aparente antinomia
Jaspers-Freud, pudiese arrojar una luz a ese nudo gordiano de la psiquiatría
presentado por el psiquiatra alemán en su Psicopatología general, como es la de la
distinción entre Proceso y desarrollo, en palabras del médico donostiarra, sería la
distinción en la enfermedad de la todavía-reacción o ya proceso.
25
Autores como Castilla del Pino
26
 y Rocío Martin-Santos
27
 ven en Fundamentosteóricos del conocer psiquiátrico el planteamiento de cuestiones psiquiátricas de
vigente actualidad, las cuales todavía se presentan como cuestiones epistemológicas
sin resolver. Es cierto que dicha problemática es la que más ha llamado en
importancia e interés la obra psiquiátrica del nuestro autor. Pero, hay que tener en
cuenta que pese a ello, y pese como bien comenta su hija Rocío,
28
 referente a la
admiración de Luis respecto a los primeros progresos en la psicofarmacología como
menciona en La psiquiatría experimental de 1957, y en definitiva el progreso en la
incipiente psiquiatría biológica, destaca su evolución hacia el examen de esa
descripción existencial de los hechos que fácticamente ocurren en el transcurso de la
cura al modo freudiano, eje de su obra Libertad, temporalidad y transferencia en el
psicoanálisis existencial que demuestran un análisis riguroso que lleva a una
maduración de los planteamientos dilemáticos respecto a Jaspers y Freud. Ahora esa
realidad concreta que explora Luis, esa facticidad de lo cotidiano se enriquece no solo
de planteamientos epistemológicos sino también de una gnoseología enraizada en la
problematicidad ética, donde la exploración más aguda por la sospecha freudiana
adquiere un matiz más notorio, sin renunciar por ello a los presupuestos
20
fenomenológicos.
Dicha problemática freudiana, continúa siendo explorada en inéditos como;
Manera de enfrentarse con los problemas de la psiquiatría. Problemática general de
la psiquiatría; «La vida psíquica inconsciente tiene un sentido, pero los sentidos son
tan varios y distintos que surge una cierta impresión de caos ante el conjunto de la
literatura dedicada a la psicología profunda. He aquí un jugoso problema que tenemos
que dejar para mejor ocasión».
29
 Así mismo, el psiquiatra y escritor vasco, ve esta
problemática conectada con la interpretación de Sueños, actos fallidos, y el recuerdo
de algo olvidado.
30
 Como ya se comentó en anteriores páginas Luis Martin-Santos
estaba acercándose al núcleo de la primera tópica freudiana. Añadimos a estos
comentarios, su visión de la fenomenología como impregnada de conservadurismo
político, pesimismo y religiosidad, valorando el psicoanálisis en cambio como
democrático, optimista y arreligioso.
31
 Dicha evolución pues desde la etapa
fenomenológica a la psicoanalítica no solo supone un giro epistemológico ético, sino
también ideológico. Este último aspecto no ha sido analizado aun con rigor, y
seguimos en la hipótesis abierta por Alberto Sánchez Álvarez-Insúa en la obra; De
Heidegger a Sartre« Apólogos» de Martín-Santos: una lectura existencial, donde esa
cura psiquiátrica, creación literaria y el proyecto de vida de Luis Martín-Santos se da
como un conjunto a estudiar unificado.
Es entonces pues el momento adecuado para reafirmar la legitimidad de la
argumentación del José-Miguel Marinas cuyo comentario al respecto del síntoma,
que recorre ese espacio de la polis, y del modelo psicoanalítico como algo que no se
deja reducir sociológicamente, ni tampoco puramente a nivel endógeno, concluye con
esta importante afirmación,« La represión no es solo íntima, tiene un momento
político» , es así como el pensamiento político no puede en última instancia ser
revisado sin tener presente la teorización psicoanalítica.
32
La obra de Luis Martín-Santos es un claro ejemplo de esta revisión mencionada
por el profesor Marinas. Esta tesis es pues un recorrido y homenaje a una obra que
nos intenta devolver en cierta forma ese tiempo «perdido», ese acceso al «silencio»
que ha constituido parte importante de nuestra identidad.
21
1. SITUACIÓN HISTÓRICO-CULTURAL DE ESPAÑA EN LA DÉCADA DE LOS CINCUENTA
El objetivo a señalar en este apartado, es contextualizar el ambiente cultural de
nuestro país en la posguerra para luego analizar más pormenorizadamente la
introducción y proceso de institucionalización propiamente de la fenomenología en el
panorama psiquiátrico, proceso que no presento como veremos apenas dificultades, si
tomamos como referente las enormes dificultades que presento en cambio el
psicoanálisis el cual apenas si tuvo una buena acogida, y cuyo posible solidificación
en las instituciones españolas en la segunda república fueron abortadas como
veremos más detenidamente, en la posguerra, hasta prácticamente ya bien avanzado
el siglo, y facilitado principalmente por el proceso de transición y consolidación de la
democracia.
No es casual como vamos a ver a continuación, que el psicoanálisis Haya tenido
dichas dificultades ya que el contexto cultural en comparación con el resto de los
países europeos de la época era extremadamente pobre y cualquier pensamiento que
pudiese tener cierto atisbo de liberalismo, era rechazado y perseguido incluso por
asociarse con el bando de los vencidos. No es pues de extrañar que el psicoanálisis
que presento ya sus dificultades en gran parte de los países europeos, se encontrase
con una barrera infranqueable después de la caída de la segunda república, quien solo
podía subsistir en cierto núcleos vanguardistas, que podían considerarse
representantes de un pensamiento altamente subversivo.
Como preámbulo y atendiendo a los aspectos culturales más relacionados con el
horizonte literario del momento, es de destacar ese horizonte narrativo constituido por
la llamada novela neorrealista (también conocida como «generación del medio
siglo»), cuya aparición se sitúa en torno a 1954, año en el que se publican Juegos de
manos, de Juan Goytisolo, Pequeño teatro, de Ana María Matute. Afines a los
mencionados Sánchez Ferlosio, García Hortelano, Caballero Bonald, López Salinas,
algunos de los cuales suelen ser considerados, más propiamente, como representantes
de la novela social. Casi todos esos autores habían optado por los rasgos comunes en
los que predomina un narrador impersonal, que no se adentra en los personajes, ni
hace comentarios, también es de desatacar el predomino y predilección por el
protagonismo colectivo, y un desinterés por el análisis psicológico como destacará
22
Alfonso Rey.
33
Esos rasgos comunes como es sobre todo ese predominio de lo social sobre la
faceta más psicológica muestran más allá del análisis puramente literario, una
generación, marcada profundamente por ese hecho tan desatacado como es la de esa
infancia que se desenvuelve en la guerra civil, que supone la ruptura de una república
llena de esperanza y renovación, dando paso a esa inmediata oscuridad, la del silencio
y la represión. Esa generación de la década de la Posguerra cuya juventud situada
entre 1941 y 1956 será como veremos una generación un tanto especial, que tomará
un importante papel en lo referente a lo que se podría denominar ese referente
histórico de nuestra identidad, cuya esencia de la juventud va a transcurrir siguiendo a
Ortega en ese periodo o intervalo en torno a los 15 años. De esta forma la generación
de la Posguerra cuya juventud transcurre en la guerra civil, sería la predecesora de esa
generación, siendo posteriores a esta, al hilo de la argumentación de Carlos París, las
generaciones denominada del desarrollo cuyo intervalo entre 1957 y 1972. y las
siguientes generaciones, como la generación de la transición democrática entre 1973
y 1988, seguirán teniendo un referente histórico, como es la apertura a la democracia
después del franquismo.
34
En cambio las generaciones siguientes las denominadas de la crisis, aquellas que
crecen en torno al denominador común de la tecnobarbarie, en palabras de José Luis
Sampedro, pierden ya cualquier referente que pueda situarlas en un marco histórico
temporal definido generacional al modo de las anteriores y cuya consecuencia como
es ese exceso de positivismo, señala el filósofo de origen coreano Byung-Chul Han,
sería esa Sociedad del cansancio, esa apatía como estado patológico predominante .
35
Es así pues esencial para nuestro estudio, atender a esa generación de la posguerra,
clave en la historia de la represión franquista, para comprender la génesis de ese
Tiempo de silencio yde la evolución psiquiátrica de la obra de Luis Martin-Santos.
Como Señala Carlos París en el apartado de La generación de los cincuenta y el
pensamiento español, 
36
 quien fue un miembro activo de aquella generación y que
desgraciadamente ya no está presente entre nosotros, aquella juventud de la posguerra
fue la que mejor representa la represión a modo de esa historia discontinua, que se
refleja ya en la destrucción de nuestra tradición ilustrada y se remonta en el tiempo al
momento de expulsión de los mudéjares, y Judios, perdiendo así la comunidad de
«subculturas», y por tanto esa capacidad de interrelación y trabajo.
37
Esa discontinuidad, siempre como una vuelta a reconstruirse la historia sobre algo
23
sin sostén sólido, que nos desplaza, siempre de un centro convergente, emanando en
forma de esos susurros de «susupiros de españa,» es la que se intenta reconstruir al
menos a modo de un cierto desenredo, ese nudo de silencio, que viene a ocultar la
verdad, la verdad de una España enmudecida por la tortura el asesinato y las cartillas
de racionamiento. La generación de los cincuenta será sí ese testimonio de este
hecho, de esa vuelta al pasado, volviendo e intentando recuperar esa Institución Iibre
de Enseñanza, el Marxismo, en definitiva las corrientes «vivas» que podían todavía
subsistir y encontrar en medio de ese «imperio español» que exporta ahora al mundo,
esa «reserva espiritual», petrificada, y ensalzada por la corriente fría del krausismo, la
palabra propia.
38
Comenzando ya más concretamente con el ambiente intelectual de aquellos años
cincuenta, La filosofía universitaria de ese momento, si bien estaba «gobernada» por
Zubiri y Ortega, sobre todo en las facultades de ciencias políticas, constituyendo una
minoría en cambio frente a las facultades de filosofía, las cuales hasta la llegada de
Joaquín Ruiz como nuevo ministro de educación, estuvieron bajo el yugo del
catolicismo que presidía Ibañez Martín. Tras el extravío a través del exilio, de los
corrientes e intelectuales de la época renovadores de la cultura en la república,
Presenciamos pues, el escenario de un retorno a lo eclesiástico, a lo medieval y
escolástico. Así el ambiente reinante era el de Tomistas y neotomistas, siendo el
liberalismo democrático de Maritain repudiado, y las corrientes agustinianas,
presididas por Adolfo Muñoz, un movimiento más minoritario, aunque muy
enfrentado eso sí a la política tomista.
39
Por otro lado, y siguiendo al hilo de los aspectos concernientes a la cultura y la
ciencia, es necesario resaltar, que la lógica simbólica por ejemplo, así como la
filosofía de la ciencia, eran prácticamente desconocidos en el ambiente cultural.
Sartre un pensador libertario, era interpretado más como un literato superficial más
que como un filósofo, teniendo Heidegger mayor cabida, claro está, dentro de un
margen.
Se constituye así un catolicismo a ese modo hispánico, represivo y culturalmente
anatematizante, con Balmes y Menéndez y Pelayo a la cabeza, para silenciar aquellos
tres referentes de la segunda república como son a parte de esa Institución libre de
enseñanza, y el marxismo ya mencionados, el feminismo, el movimiento obrero y
generación del 98. Ese diálogo intrageneracional que se crea en aquella época a
propósito de lo perdido tendrá de todas formas la faceta positiva como es ese espacio
intercultural donde se debate precisamente sobre esa toma de conciencia respecto a la
24
recuperación de ese «tiempo perdido» en los ambientes extraacadémicos. Fruto de
ello será la revista Theoría, creada por Miguel Sánchez Mazas y Rafael Sánchez
Ferlosio, donde entre otros, colaboraban el lingüista Victor Sánchez de Závala, y el
físico Francisco Pérez Navarro. A esta 1º etapa continuaba otra segunda etapa, que
empezó a centrarse más en las problemáticas de las ciencias humanas, y en particular
se trabajo El ser y la nada de Sartre si bien no tenía una adecuada recepción en los
ambientes generales del panorama general catolicista, como se ha expuesto
anteriormente, en cambio tenía una acogida importante entre los círculos de
vanguardia psiquiátricos y psicológicos, que utilizaron al filósofo francés como
marco antropológico de sus reflexiones. Es de destacar, que entre los asistentes a
aquellas reuniones esta el autor central de nuestro trabajo Luis Martín-Santos, quién
recordemos dedico un temprano artículo a la reflexión Antropológica-médica, en su
trabajo El psicoanálisis existencial de Jean Paul Sartre, de 1950.
La revista Theoría fue innovando y desarrollando, entre otras cosas, la filosofía de
la ciencia en España. A principios de los años 50, llegó Julio Rey Pastor creando el
departamento de historia y filosofía de la ciencia siendo el presidente y el
vicepresidente Laín Entralgo, Theoría tendrá como su subtítulo «Historia y
fundamentos de la ciencia». Miguel Sánchez Mazas llegó a ser Director de la revista,
durante el rectorado de Laín Entralgo en la universidad complutense de Madrid,
siendo Aranguren catedrático de ética. Ambos darían un impulso importante a la
generación del desarrollo. Es de destacar que siendo director de la revista Miguel
Sánchez Mazas y Gustavo Bueno redactor de la revista, Martín-Santos publicó su
importante trabajo Fundamentos teóricos del conocer psiquiátrico en 1954, siendo
dicho trabajo, un intento de hacer de la psiquiatría una ciencia rigurosa.
Otras aportaciones importantes de la generación de los 50 a la filosofía española
fue el importante papel desarrollado por Fernando Montero Moliner, que también
trato de encontrar un itinerario propio rechazando la filosofía oficial y escogiendo la
orientación fenomenológica a la cual trabajó de un modo riguroso personal y original.
Otros importantes intelectuales del momento fueron Emilio Lledó, con su importante
aportación a la filosofía griega y Agustín García calvo que como filólogo realizó
importantes estudios lingüísticos, siendo su obra Heráclito un importante papel que
suscitó interés de los filósofos del momento.
De todas formas y siguiendo el hilo argumental de Gustavo Bueno en su artículo
La filosofía en España en un tiempo silencio, debemos destacar como bien señala el
filósofo riojano, que un tiempo de silencio, puede señalar o referirse a cualquier
25
tiempo de silencio concreto o determinado ya bien sea más o menos alejado, en
cualquier momento lo de la historia de España. Sin embargo el tiempo de silencio al
que nos referimos, ha de suponerse, que está bien definido y de manera especial, de
un modo que nos permita además incorporaron las causas y funciones de esos
tiempos de silencio de tal forma que de dichos contenidos vuelvan a encerrarse en los
límites de un intervalo definido. El profesor Bueno va a resaltar que la foŕmula un
tiempo de silencio— que tiene una connotación universal distributiva, o genérica ha
de articularse con esa otra fórmula más ideográfica, referida a ese »tiempo de silencio
más concreto», dando así lugar a tres perspectivas, una perspectiva A, B y C,
haciéndonos entender el creador del materialismo filosófico, que las perspectiva más
arriba defendida por Paris, expuesta más arriba, sería una forma muy unilateral de
observar esa realidad de «tiempo de silencio», es decir , la de ver únicamente en
dicha fórmula ,un tiempo oscuro, represivo y, que podría equivaler únicamente a una
cultura «silenciosa», o parásita y ociosa en palabras de Manuel Sacristán. Gustavo
Bueno ve en ese planteamiento rígido y confuso el origen de la no distinción de esas
tres perspectivas, que serían analizar conceptos o procesos ocurridos hace más de
treinta o cuarenta años, lo que nos sitúa en una perspectiva Etic, analizando así dichos
acontecimientos desde fuera, sería dicho análisis correspondiente a la perspectiva A,
y más Concretamente denominamos A1, a los acontecimientos que compartirían una
similitud en tiempos más o menos lejanos — en el sentido traumático y represivo del
término-. Así esa exterioridad etic, en principio, no excluye la posibilidad de una
aproximación emic que tome comopunto de partida la propia obra «Tiempo de
silencio», y sobre todo la presencia de su autor en las vidas de aquellos que
compartieron su generación, sobre todo en lo que respecta a planteamientos
filosóficos y políticos. Por ello clasificar esos momentos distanciados en el tiempo
que presenten una similitud, sería una labor tipo emic, que presenta una identificación
con el concepto etic de «tiempo de silencio» que se tome como canon o patrón,
entendiéndose este como un denominador común que simbolice ese tiempo se insiste,
como silencio, represión o cualquier acepción similar, siendo en cambio A2, referido
a aquellos conceptos que por significación y peculiaridad sean muy distintos a A1. La
denominada perspectiva B se refiere más bien un análisis emic, es decir valorar los
procesos desde la relación del autor y su obra, y finalmente una perspectiva C, donde
tomando como referente de análisis otra vez emic, analizamos en cambio, el
personaje Pedro, Protagonista de Tiempo de silencio. El error es pues igualar según
Bueno, las perspectivas A1, B y C,
40
 cuya ecuación A1=B=C, es la ecuación que nos
26
ha quedado o alguna forma más tipificada, en el sentido de esa generalización. Así
intentará, romper esa supuesta identidad, que podría traer a juicio de este, graves
equívocos.
Uno de ellos estaría relacionado con la cuestión de cómo podría Luis Martín
Santos haber construido Un concepto B, o C de tiempo de silencio superponible, al
concepto ideológico A1, cuando faltaban más de trece o quince años para dar fin al
tiempo de silencio en el sentido ideológico represivo dictatorial. Otro posibles
anacronismos, y este es el que más nos interesa por el enfoque del ensayo, y
concretamente de esta sección, es la argumentación del filósofo Bueno al resaltar la
confusión de tiempo de silencio como A1, con el confiere a ese concepto de tiempo
que tiene Pedro, es decir ; perspectiva C, de tal forma que si A1=C no podríamos
distinguir o relacionar ese «tiempo de silencio», con la voz del filósofo por
antonomasia Ortega, que había vuelto a España en 1946 y que en 1949 y estaba
hablando a sus anchas sobre una manzana en el cine Barceló de Madrid. De esta
forma, la propuesta de Gustavo Bueno en lugar de formar dos bloques netamente
diferenciados, el bloque de los cuarenta años de dictadura y el bloque de los casi
cuarenta años de democracia, propone la conveniencia acostumbrarse a dividir los
casi ochenta años que nos separan de la Guerra Civil según otros criterios,
particularmente cuando queremos determinar el lugar de la filosofía en el «tiempo de
silencio». Por ejemplo, en seis décadas. Una división que acaso nos ofrece una escala
más proporcionada a efectos de analizar comparativamente el lugar, función y valor
de la filosofía en el tiempo de silencio estándar y en el tiempo de libertad, también en
su sentido estándar, como bien señala Gustavo Bueno.
41
 Estas décadas que nos
refieren más bien a romper esa dicotomía de bloques que no nos impidan en posterior
análisis dar vida a esos contextos de justificación y de descubrimiento que sirvan para
una crítica constructiva a ciertos elementos de la filosofía de Ortega, que veremos
posteriormente.
Así en una primera época la que va desde 1936 a 1945, Es necesario constatar que,
ya en los principios de la Guerra Civil, la preocupación por dotar de una cúpula
ideológica, construida muy especialmente con materiales filosóficos, al nuevo
régimen, actuó con notable intensidad, ante todo, porque las ideas de Unamuno, de
Ortega (pese a su ausencia) o de D’Ors, impregnaron a la «vanguardia» intelectual de
la Falange o de las JONS. Pedro Laín Entralgo, Antonio Tovar o Javier Conde, la
revista Escorial, &c., pueden ser citados como ejemplos de la presencia de la
filosofía, comúnmente entendida, en la primera década del tiempo de silencio A1.
27
Mención especial merece, durante este tiempo, el caso de Xavier Zubiri que, aunque
apartado de su cátedra madrileña (y, por motivos que no son del caso, que al parecer
tuvieron que ver con su deseo de verse reducido al estado laical, desde su condición
de jesuita, para contraer matrimonio con la señorita Carmen Castro, hija de Américo
Castro) gozaba de amplia presencia en España a través de su libro Naturaleza,
Historia y Dios, publicado por la Editora Nacional en 1944. Tampoco tenemos que
olvidarnos de la gran difusión que alcanzó la Historia de la Filosofía de Julián Marías
(con prólogo de Zubiri), ya desde su primera edición, en plena primera década
franquista, en 1941.
42
A continuación señala el profesor Gustavo Bueno; «¿Se me objetará que estoy
citando preferentemente autores que estaban «distanciados» del régimen? Objeción
vana desde el punto de vista sociológico o histórico, porque, distanciados o no,
actuaban libremente en el interior; y esto sin contar que muchos no estaban
distanciados, ni mucho menos, con el régimen, o lo estaban de otro modo, como los
antes citados (Laín, Conde).»
43
 Argumentará el profesor Bueno y prosigue en su
defensa frente a los argumentos aportados por autores entre otros los ya citados Paris
o Manuel Sacristán al tildar esas fechas de oscurantismo medieval con la siguiente
exposición en La filosofía en España en un tiempo de silencio; «conviene recordar,
sobre todo a los jóvenes, pero también a muchas personas maduras —por ejemplo a
quienes asistían a las tertulias del Gambrinus durante los años de la década 1946-
1955, tropezándose en ella algunas veces con el mismo Luis Martín-Santos, para leer,
en un ambiente «marginado», extraoficial o de cenáculo privado, a Sartre o a
Heidegger— que en la Universidad oficial también circulaban, de un modo más o
menos discreto (no por eso silencioso) corrientes de pensamiento filosófico coetáneo,
dependiendo de los profesores responsables. Puedo testimoniar que en los cursos
1942-43 y siguientes, en la Universidad de Zaragoza, y por el impulso de Eugenio
Frutos Cortés, estudiábamos (no leíamos) intensamente a Bergson, a Husserl, a
Heidegger o a Sartre; y que, por ejemplo, gracias a la invitación que Frutos hizo a un
profesor y sacerdote catalán, Ramón Roquer, para dar conferencias públicas en la
Facultad, pudimos enterarnos los que queríamos, allá hacia el año 1942, de la
existencia de Carnap, de Neurath, y pudimos leer obras suyas que el mismo
conferenciante nos proporcionó amablemente. Asimismo, por aquellos años, en
Zaragoza, por lo menos, en la época de mayor oscurantismo, a muchos estudiantes (y
público, en general) nos fue dada la posibilidad de seguir un curso sobre Freud y el
28
psicoanálisis que en la Facultad de Medicina impartió el profesor Rey Ardid».
44
Destacará Bueno otra segunda etapa, la que transcurrirá entre 1946 y 1955, y que
ya es la propiamente referida a la generación de los cincuenta donde se destacará la
vuelta de Ortega precisamente en 1946 y el desarrollo de una actividad muy intensa
que termina, con su muerte en 1955, justamente el año que cierra esta década. Nada
pues destacara Bueno respecto a ese «tiempo de silencio», en esta década, para la
filosofía de Ortega. Tampoco fue esta década, ni la siguiente, por supuesto, un
«tiempo de silencio» para Zubiri. A sus cursos asistía una distinguida runa gran
representación de la intelectualidad madrileña, y Gonzalo Fernández de la Mora,
compañero de curso y amigo de Gustavo Bueno, ofrecía puntualmente en el ABC —
que cumplía en estas décadas la función que El País desempeñaría ya en la
democracia— amplias y excelentes reseñas de sus lecciones. Las siguientes etapas
muestran diferencias con estas que a nuestro entender no son más que derivados en su
esencia de esas anteriores, sin estar en la línea de los saltos cualitativos que pretende
Gustavo Bueno, pese a tener ciertos cambios estructurales, como por ejemplo un
mayor turismo, y una cierta emergencia industrial que marcará la década de los
sesenta.
Ese planteamiento, con el que el profesor Bueno filtra su visión de aquella
generación, que contrasta en gran parte con intelectuales como Paris, Sacristán,
Millan Puelles,o los comentarios de Javier San Martín —quién ha realizado un serio
estudio sobre Ortega y la fenomenología en su ensayo La fenomenología de Ortega y
Gasset, que ya veremos al respecto— no impiden u obstaculizan el propósito que nos
trae aquí respecto de los comentarios referentes a este análisis por parte del mismo,
sino que nos parecen importantes para justificar ciertos aspectos cruciales de ese
periplo de Tiempo de silencio.
Así, el profesor Bueno nos refiere también la revista Theoría, ya mencionada
también más arriba en cuya creación y colaboración estuvieron personas que como
Miguel Sánchez Mazas, o el propio Martín-Santos, los cuales procedían precisamente
de familias plenamente integradas en el franquismo, incluso de nombres tan
relevantes como era el caso de Miguel hijo de Rafael Sánchez Mazas, poeta del
régimen y además ministro con Franco.
Pero como hemos destacado, si bien El filósofo creador del denominado
materialismo filosófico, tiene el mérito de ese ejercicio propio de su teoría
gnoseológica, que da una amplia, rica y precisa contextualización a esos puntos
donde el descubrimiento y la justificación se articulan en una nueva y «original»
29
visión, que aunque a riesgo de un cierto pretexto más allá incluso de los propios
horizontes actuales europeos de la filosofía, e incluso nuestra tradición, enriquece en
cambio, ese horizonte de la lógica de las ciencias sociales, con la dinamicidad que da
a ese «tiempo de Silencio», más allá de toda dicotomía represión/libertad y de las
correspondientes atribuciones o acepciones asociadas a dicha fórmula. Pero se ha de
insistir que en las siguientes perspectivas en donde se da una mayor originalidad,
sobre todo en el análisis desde esa perspectiva C
Así, la importancia del análisis de Bueno comienza con esa perspectiva B donde se
insiste en ese «tiempo de silencio», ya analizando desde esa categoría emic donde
ahora tendremos dos aspectos desde esa formulación conceptual; por un lado el
denotativo y por otro el connotativo.
Desde el aspecto denotativo tendremos, primero, la famosa parodia del ejemplo ya
citado, de la manzana utilizado por Ortega en su conferencia del Cine Barceló.
Proseguirá literalmente el pensador español; «En este párrafo no sólo no se dan
fechas; tampoco se da el nombre del conferenciante: se le describe definidamente
(como se describe definidamente a Cervantes, sin necesidad de nombrarlo, por medio
de la frase «el autor de el Quijote»). Sabemos que esta conferencia tuvo lugar en
Octubre de 1949. El segundo párrafo, al final de la novela (págs. 291-292), es el que
contiene las referencias a la bomba atómica y a la ONU, como «inventos»
relativamente recientes, pero no inmediatos al tiempo dramático: son los años
inmediatos de la postguerra».
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De esta forma las descripciones que están arriba definidas, nos determinaran
inequívocamente, sino toda, Sí una parte importante de ella, que nos insertaremos en
el primer intervalo, el de la primera mitad de la segunda década (1946-1955)
Establecida anteriormente. Así podríamos llegar a la conclusión de que el «tiempo de
silencio» que Se denota internamente, como fecha dramática, es un intervalo de esa
segunda época.
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Más allá de este ángulo de análisis, como es el realizado bajo esa denominación B,
y a modo de concluir esta exposición de Gustavo bueno, nos centraremos en la última
y más importante perspectiva como es la C, ya que es desde este punto de vista de
análisis, donde realizaremos un más profundo análisis del tiempo de silencio en el
sentido filosófico. Considerando «tiempo de silencio» desde esta perspectiva C, se
está dibujando esencialmente en función de la filosofía, es decir »tiempo de silencio»
no es un mero concepto político, sino también es posible argumentará G. Bueno que
la filosofía del «tiempo de silencio» no fuese otra cosa sino el reconocimiento de que
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ha comenzado el» tiempo de silencio» de la filosofía».
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Si esto fuera así, el análisis del lugar de la filosofía en un tiempo de silencio
equivaldría al análisis desde esta perspectiva C de tiempo de silencio, en tanto todo se
supone determinado desde esta dimensión de la filosofía.
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 Lo importante, como
señala el autor del cierre categorial, es que Pedro, en el «tiempo de silencio»
delimitado por el ámbito total mismo del relato, filosofa o se comporta en función de
la filosofía. Y no sólo filosofa, como hemos visto sino que también, y sobre todo, en
los tres momentos en los cuales parece que se le abren las ocasiones de desviarse de
tales caminos, como son los referidos e esos mundos irreales que constituyen esa
antítesis de la gran ciudad o la ocasión de salir definitivamente de ella. Como señala
Bueno; «En cualquier caso, la filosofía, en el «tiempo de silencio», es decir, el lugar
de la filosofía en el «tiempo de silencio» de Tiempo de silencio, no sólo aparece (o
desaparece) en el anverso de la vida cotidiana, sino también, y principalmente, puede
desaparecer (o aparecer) en el reverso de esa vida».
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Si analizamos bien la novela «tiempo de silencio» advertiremos que Gustavo
Bueno, estaría muy acertado a nuestro juicio al analizar a Pedro, protagonista de la
novela como aquel que será quien se mantiene en la vecindad de la filosofía; Matías
su amigo, en cambio, representa la poesía. Pero mientras que Matías «en el infierno»
se abre a la elevada visión poética de la realidad, retorna a la vulgaridad elitista más
sorprendente. Retomando a Bueno y prosiguiendo literalmente su comentario; « me
permito advertir que es el propio autor, Luis Martín-Santos, y no yo, quien, a través
de Matías, pone en conexión interna las páginas de su obra que hemos hecho
corresponder respectivamente a los lugares del Infierno y del Paraíso, pues es el
mismo Matías, habitante de ambos lugares (por adopción o por nacimiento) el que se
diversifica, en un caso, como guía y protector de Pedro, en el otro, sólo como guía
que deja abandonado a su suerte al pupilo, una vez que lo ha introducido en el lugar
de destino». Y es también el autor, Luis Martín-Santos, quien nos ofrece la conexión
entre el Paraíso (el Limbo, si se prefiere: los salones de la casa de Matías, en los que
resuenan los ecos de la lección filosófica del gran Maestro en torno a la manzana), y
el Infierno (el antro de doña Luisa, en el que vemos a la manzana transformarse en
tomate: «tomó [doña Luisa] un tomate y lo levantó, haciendo que el Sol golpease con
dureza sobre la pequeña esfera roja. Ella miraba al tomate por un lado. Pedro lo
miraba por el otro. Ambos lo veían desde diferentes perspectivas».
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El agudo y penetrante análisis de La novela de Tiempo de silencio, con los pasajes
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y protagonistas de la obra citados por el filósofo Bueno, hacen referencia a los
argumentos centrales de nuestra tesis; será aquí más allá del análisis político de
Tiempo de silencio, en la dimensión filosófica, donde encontramos los entresijos de
esa crítica mordaz y severa facilitada por ese estilo joyciano que Martin-Santos
realiza a la España de aquel tiempo que le toco vivir en plena efervescencia de
juventud, y cuya hipocresía y dandismo son ese objeto particularmente, al estilo de
esa diana en que convierte a Ortega como blanco de sus agudos dardos, con esos tan
incisivos comentarios.
Así, y más allá de la controvertida y polémica visión del profesor Bueno muy en
consonancia con ese estoicismo y cierta ironía socrática, estamos de acuerdo en
advertir esa misma visión respecto de Martín-Santos en su novela, donde se observa
que ese «tiempo de silencio» muestra una filosofía que «brilla por su ausencia» en los
antros en lo que transcurre la obra; «El lugar en el que la filosofía resuena con voz
propia en Tiempo de silencio es el escenario del Cine Barceló, y en el limbo de los
salones aristocráticos de la casa de Matías. Allí es donde el gran Buco, se ha ido
transformando en el gran Maestro Ortega, el embaucador (Luis Martín-Santos es
quien lo ha transformado)».
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 Nadie le prohíbe hablar de filosofía, a ese gran Maestro
en el «tiempode silencio». Siendo sus palabras, las palabras filosóficas, mismamente,
silenciosas y vacías. Pedro tiene esa concepción de ese «tiempo de silencio» que se
expresa, principalmente, «en el silencio sonoro, solemne y fatuo, vacío, de la
filosofía», señalará Bueno.
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No obstante, es necesario señalar que la crítica a Ortega, por parte de Martín-
Santos es un tema complejo que no solo lleva implicaciones o connotaciones, tan en
este caso, a modo de particulares y reduccionistas sentencias con pretexto
«psicoanalítico» como el supuesto y a nuestro juicio y arriesgado juicio por parte de
Castilla del Pino, como la atribución del móvil de esta crítica a la necesidad en última
instancia de asesinar al padre, al que debía su vida, en este caso filosófica.
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También, es posible que el psiquiatra y escritor vasco debiera más a Ortega de lo que
«desearía», no dejando traslucir dicha cuestión.
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 Pero la problemática como bien
señala Javier San Martín, estaba más relacionada con la recepción de Ortega y la
fenomenología en los pensadores después de la guerra civil, los cuales fueron en
direcciones divergentes. El profesor San Martín resalta un panorama histórico bien
distinto respecto a Bueno, que a nuestro juicio se ajusta más a la realidad al menos de
aquella generación de los cincuenta a la que pertenecía Martín-santos, que como se ha
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dicho antes no contradice la argumentación tan importante desde la perspectiva C del
anterior.
Así, Javier San Martín comenta, que ni siquiera se conocían la relación de Zubiri
con la fenomenología en su obra sobre la esencia que era una crítica en ciertos
aspectos en los términos que Ortega hacía de Husserl destacando Por ejemplo del
creador de la fenomenología, que en nuestro país que ni tan siquiera se conocían Las
investigaciones lógicas, tampoco, Ideas, y aún menos, La crisis de las ciencias
europeas. La realidad es que orteguianos como Julián Marías y Antonio Rodríguez
Huéscar no se preocuparon de La fenomenología, y como una consecuencia derivada,
tampoco de hacer una vinculación de Ortega a modo de una contribución a la
fenomenología. La consecuencia de esto repercutió en los escasos estudiosos de la
fenomenología que después la guerra, repercutió en algunos miembros destacados de
esa generación de los cincuenta, como era el caso de Antonio Millán Puelles, y los ya
citados Manuel Sacristán y Fernando montero Moliner, que apenas se aproximaron a
Ortega, a excepción de este último, que solo muy tardíamente descubrió su obra.
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Esto ha influenciado seriamente a modo de graves consecuencias para la filosofía
española, que se ha visto desprovista de esa poderosa raíz en la filosofía
contemporánea. Esta disociación de Ortega respecto a la fenomenología, llevo a la
pérdida de las raíces filosóficas de nuestro horizonte intelectual, lo que condujo a un
pensamiento desarraigado. En aquellos años de la posguerra, o bien se iba a favor de
Ortega, lo que implicaba un cierto casticismo en favor de éste, o en el caso contrario
de no seguir dicha estela, se recurría a una filosofía escolástica, o desaparecía toda
filosofía española, en busca de una filosofía más allá de nuestras fronteras.
Esta situación tuvo sus consecuencias para la filosofía de Ortega, que fue
dramáticamente expulsada de la universidad con el tiempo. Al desarraigarla de la
fenomenología, quedo adscrita a una filosofía de la vida, que se asocio al patrocinio
de Nietzsche y Dilthey, autores éstos que iban comentados por aquel entonces en los
apartados anteriores a la fenomenología.
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 Así, la capacidad de entender la
problemática orteguiana se estaba perdiendo para, que finalmente y durante esa
generación de los años cincuenta, años de juventud en que Martín-Santos frecuentaba
el Café Gijón y comenzaban las primeras reuniones, en torno a ese grupo que
conformo y creó la revista Theoría, suceder en ese mismo transcurrir de la década, el
declive paulatino de la filosofía de Ortega la cual se pierde a la manera de un
epígono, llegando a convertirse incluso en un pensador de poco alcance, poca
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rigurosidad, y también caído bajo la denominación de asistemático.
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 Solo mucho
más tarde, a mediados de los ochenta, Ortega, vuelve al mundo académico de una
forma renovada.
Destacaremos del filósofo conocido por ese raciovitalismo, La relación entre
sentido y experiencia, o posición sobre el sentido de la vida, que no es sustituir la
vida por el sentido —más típico en los vitalismos de finales del XIX—, el tema central
orteguiano por excelencia en la problemática de España, ya muy tempranamente y de
forma muy lograda en su pionera obra Meditaciones del quijote. Es pues, esa
universalización del sentido, una constante en Ortega, cuya relación entre este y la
realidad, será también el eje central de la obra de Husserl,
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 de manera que y
siguiendo la línea argumental del profesor Javier San Martín, nos encontramos, con
un nexo entre ambos pensadores, en el aspecto ya comentado a cuanto a ese estrecha
relacion entre Ortega y la fenomenología, aunque con la matización de que este se
separa de Husserl en su obra Qué es filosofía publicada en 1957, siguiendo más bien
la estela heideggeriana.
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No entraremos a profundizar en esta cuestión, como es el de la evolución de Ortega
y Gasset, ya que nos desviaría de nuestro propósito, pero si es necesario mencionar al
menos, los datos necesarios, que nos permitan contextualizar a Martín-Santos.
Así y Siguiendo la argumentación de Javier San Martin expuesta anteriormente, no
sería de extrañar la crítica de Martín-Santos al filósofo madrileño, en ese sentido que
convergería con ciertos aspectos con esa perspectiva C aportada por Gustavo Bueno,
donde esas palabras silenciosas y vacías del maestro Ortega, vendrían asociadas de
alguna manera, pero solo parcialmente, se insiste, justificadas, por esa desvinculación
de Ortega a la fenomenología, quedando así tildado de presuponer una visión
simplista, presentada a la manera de un cierto dandismo en nombre de una filosofía
de la vida. Martin-Santos pudo estar influido por esta visión que se tenía de Ortega en
los años cincuenta cuyo protagonismo para algunos tan ensalzado, aunque en grupos
más minoritarios contrastará con aquellos que se sumergen en forma de rebelión
contra todo vanguardismo, en una escolástica cuyo pretexto es el nacionalcatolicismo
más que esta filosofía en sí mismo. Otros intelectuales recurrirán a las filosofías fuera
de nuestras fronteras; es el caso de muchos intelectuales de aquella generación, y en
particular de Luis Martín-Santos.
Sin embargo y a modo de conclusión, aunque ciertos sectores intelectuales estén
más de acuerdo con la panorámica presentada por Carlos París, y Javier San Martín
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entre otros que con la de Gustavo Bueno, en cuanto al contexto y motivaciones
intrínsecas del ambiente cultural de aquella época que marcara y definirá el
transcurrir de las siguientes generaciones hasta bien entrada la democracia, es
necesario no obstante resaltar que esa perspectiva C, ya expuesta con anterioridad,
denotará una compleja intencionalidad que rebasará los límites de esa desvinculación
histórica de Ortega con la fenomenología sin desmerecer la argumentación anterior.
Dicha complejidad será atentamente analizada en el apartado Ortega y Gasset:
«Psicoanálisis ciencia problemática».
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2. LA PSIQUIATRÍA ESPAÑOLA Y EL PROCESO DE INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA ESCUELA DE HEIDELBERG
Como hemos visto en el apartado anterior, la situación cultural de España en la
década de los cincuenta, es en General, una situación que se caracteriza por un
General empobrecimiento con respecto a ese esplendor a modo de utopía, del
momento histórico de la segunda república. Dicha situación como bien destacaban
autores como Manuel sacristán o Carlos París por nombrar intelectuales importantes
de aquella generación de los cincuenta, u otros más actuales como el ya citado Javier
San Martin, insistieron en una decadencia general del ambiente cultural universitario,
si bien hemos también de señalar la

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