Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
PSIQUIATRÍA Y PSICOANÁLISIS EN LA OBRA DE LUIS MARTÍN-SANTOS 2 JUAN CARLOS SABIO GARCÍA PSIQUIATRÍA Y PSICOANÁLISIS EN LA OBRA DE LUIS MARTÍN-SANTOS MINERVA 3 Cubierta: Malpaso Ediciones S. L. U. © Juan Carlos Sabio García, 2018 © Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2018 Evaristo San Miguel, 20, entresuelo izq. 28008 Madrid (España) www.bibliotecanueva.es editorial@bibliotecanueva.es ISBN: 978-84-17408-47-3 Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos. 4 ÍNDICE PRÓLOGO. Arte de escribir 1.—INTRODUCCIÓN: PSIQUIATRÍA, PSICOANÁLISIS Y CULTURA EN LA OBRA DE LUIS MARTÍN-SANTOS 1. SITUACIÓN HISTÓRICO-CULTURAL DE ESPAÑA EN LA DÉCADA DE LOS CINCUENTA 2. La psiquiatría española y el proceso de institucionalización de la Escuela de Heidelberg 3. LA POSIBILIDAD DE INSTITUCIONALIZACIÓN DEL PSICOANÁLISIS EN ESPAÑA Y SU INFLUENCIA EN LA OBRA DE LUIS MARTÍN-SANTOS 4. FENOMENOLOGÍA Y PSICOANÁLISIS EN LA OBRA DE ORTEGA Y GASSET 2.—EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO PSIQUIÁTRICO DE LUIS MARTÍN-SANTOS 1. ETAPA FENOMENOLÓGICA (1947-1956): EPISTEMOLOGÍA DE LA PSIQUIATRÍA 1.1. Dilthey, Jaspers y la comprensión del enfermo mental 1.2. «Fundamentos teóricos del conocer psiquiátrico» y su vigencia en la actualidad 2. ETAPA PSICOANALÍTICA (1956-1964); EPISTEMOLOGÍA Y ANÁLISIS EXISTENCIAL: IMPLICACIONES ÉTICAS 2.1. Jaspers y Freud 2.2. Libertad, temporalidad y transferencia en el psicoanálisis existencial: para una fenomenología de la cura psicoanalítica CONCLUSIÓN BIBLIOGRAFÍA 5 PRÓLOGO ARTE DE ESCRIBIR ENRIQUE UJALDÓN Para la inmensa mayoría de los españoles con una cultura media, Martín-Santos es el autor de una novela, Tiempo de silencio, una obra que fue lectura obligada para los estudiantes de COU de su momento. Aunque publicado en 1962, Tiempo de silencio era un libro marcado por la posguerra. Junto con La colmena de Cela y Nada de Laforet, Tiempo de silencio era la novela de una España en que la guerra y la dictadura aparecían como sombras que marcaban la realidad de un presente desesperanzado. Debía ser leída y estudiada en la asignatura «Literatura española», porque, además, te examinaban en Selectividad. Y entonces, como ahora, muchas cosas dependían de ello. Verdaderamente, es discutible que obligar a la lectura sea la mejor fórmula pedagógica para incentivar el amor a los libros. En cualquier caso, es evidente que la experiencia de la lectura forzada produce resultados muy diferentes dependiendo del delicado momento en el que se encuentra una obra ensayística o literaria y su joven lector. En mi caso, conservaba un grato, aunque nebuloso recuerdo de aquella lectura. El libro de Juan Carlos Sabio me ha empujado a releer la novela en, justamente, el mismo ejemplar que he conservado durante estos años en mi biblioteca. Aunque no soy nada dado a melancolías sobre que cualquier tiempo pasado fue mejor, especialmente en materia educativa, me ha sorprendido que obligasen a leer, ¡y leyésemos! un libro con la densidad y la complejidad de Tiempo de silencio, por más que la trama sea sencilla y fácilmente descriptible. No se trata aquí de que cuente mi lectura pasada o presente de Martín-Santos. No puede ser ese el objetivo de este prólogo. Pero sí es importante resaltar una nota de lectura que podrá ayudar al lector a entender el interés y el reto que supone un ensayo sobre la figura de Martín-Santos como el que ha escrito Juan Carlos Sabio. El recuerdo de mi lectura adolescente se ajustaba a la realidad: el mundo descrito en la novela era duro, sórdido y gris. Pero mi 6 relectura ha descubierto, también, una escritura cuajada de guiños de complicidad con el lector, de burla indisimulada y cruel, pero también compasiva y contenida. Y, claro de sí, de sátira hacia personas y situaciones muy relevantes de la España de la época y, por qué no, de la misma naturaleza humana. En resumen, una escritura en la que la ironía juega un papel muy importante y que se convierte en sátira en la escena de la conferencia de «el filósofo»; una hilarante desmitificación de la figura de Ortega y Gasset y de la sociedad que le aplaudía. Por utilizar la célebre distinción wittgensteiniana, una concepción de la ciencia y de la filosofía se muestran en la lectura de la obra, aunque no se dicen. La coincidencia de la relectura de Tiempo de silencio y la lectura del libro que el lector tiene en sus manos produce una retroalimentación positiva de ambos textos y consigue que se entienda mucho mejor el primero. Debo advertir con toda claridad que este libro no es una interpretación de Tiempo de silencio. De hecho, juega un papel más que secundario en su desarrollo. Está más presente su sombra que su texto. El libro de Juan Carlos Sabio es un estudio de la obra psiquiátrica de Martín-Santos, prácticamente desconocida para el público culto español, e incluso para la mayor parte de los especialistas en historia de la psicología, la psiquiatría, la medicina y la filosofía españolas. Aunque ya existen estudios sobre esta cuestión, que nuestro autor tiene obviamente en cuenta, nada había tan completo y sistemático sobre las relaciones del pensamiento de Martín-Santos con el de su época. Una somera mirada al índice mostrará que no estamos ante un trabajo de crítica literaria. ¿A qué lector se dirige entonces el profesor Sabio? En primer lugar, por comenzar por lo más específico, a los estudiosos de la historia de la psiquiatría española. Martín-Santos era un psiquiatra, y en el libro se estudia el proceso de la institucionalización de la psiquiatría española y su conformación como ciencia tras la Guerra Civil. Y descubrirán que en este proceso la influencia del psicoanálisis fue muy relevante. En segundo lugar, el libro interesará a estudiosos de la filosofía: aunque ya he mencionado la sátira a Ortega, el pensamiento alemán es determinante. Dilthey, Husserl, Jaspers o Heidegger protagonizan muchas páginas, lo que se debió en buena parte a la influencia orteguiana. La presencia del pensamiento francés es también determinante: Sartre, Merleau-Ponty o Lacan están muy presentes en este trabajo. Un lector poco avisado quedará sorprendido por lo borroso de las fronteras entre psiquiatría, filosofía y psicoanálisis. Y, aunque hemos dicho que este no es un libro de crítica literaria, será de obligada lectura para los estudiosos de la obra literaria de Martín Santos, que podrán conocer el trasfondo intelectual de sus novelas. 7 Y, en tercer lugar, el libro resulta muy importante para conocer el estado de la cultura española durante la larga posguerra. El fin de la dictadura en España y la transición democrática construyó un poderoso mito que se inserta en las guerras culturales que han protagonizado buena parte de la realidad de nuestro país desde la recuperación de la democracia. El mito venía a decir que la dictadura franquista había arrancado de raíz el prometedor futuro de la cultura española que se había gestado en las primeras décadas del siglo XX y que había eclosionado con el advenimiento de la Segunda República. El asesinato de figuras relevantes, el exilio de la mayoría de los artistas e intelectuales, la imposición de un sistema de pensamiento fascista y el desmantelamiento de las instituciones culturales y educativas habían conducido al país a un páramo cultural, aislado de la producción científica exterior. España, que estaba saliendo de su aislamiento secular, volvía a cerrarse sobre sí misma, a prohibir ideas y libros, e impermeabilizar sus fronteras. Los mitos, para ser persuasivos, poderosos, necesitan asideros en la realidad: la dictadura franquista se los proporcionó generosamente.Cuando el mito tenga más apariencia de realidad, cuando más creíble sea, más difícil es desvelar su falsedad. Este libro nos muestra que la posguerra española no fue un tiempo de silencio. Un tema que expresamente discute Juan Carlos Sabio al comentar las clarividentes aportaciones de Gustavo Bueno sobre esta cuestión. Recordar que la libertad de expresión es un derecho fundamental y que el desarrollo de la actividad científica depende de él no impide saber que, como muestra Leo Strauss en «Persecución y el arte de escribir», muchos pensadores han debido pelear con las censuras de su presente. En su defensa, han generado un «arte de escribir» que plantea diversos niveles de lectura en los que la ironía, los sobreentendidos y las claves para iniciados permiten decir lo que se quiere decir sin decirlo expresamente. De este modo, Martín-Santos no tiene que criticar la dictadura. Es patente en la dura crítica social que contiene el libro, con sus diversas capas: los arrabales miserables de la gran ciudad, donde se mezclan en las chabolas las personas con las ratas, las tristes pensiones en las que malviven estudiantes, pequeños funcionarios, viajantes de comercio; la despiadada descripción de las clases medias y altas y los intersticios por los que navegan unos y otros. El «arte de escribir» de Martín-Santos, desligado de la lectura de su obra psiquiátrica refuerza el mito de una España en silencio por ser una España silenciada. Juan Carlos Sabio muestra que ese silencio esconde, en realidad, la multiplicación de lecturas, conversaciones y transmisión de conocimientos. El mejor pensamiento 8 contemporáneo llegaba a los que querían acceder a él. Circulaban los libros, el intercambio científico, se celebraban congresos académicos en los que se discutían ideas y programas. Y, sin embargo, con ser mucho, no creo que el mayor interés de este libro sea conocer mejor la cultura científica española de posguerra. Su mayor interés es estrictamente filosófico. Es ahí donde Juan Carlos Sabio demuestra su profundo dominio de las principales ideas y debates de la filosofía continental contemporánea. Son páginas en las que el libro trasciende con mucho la obra de Martín-Santos, para situarla en el contexto de los debates intelectuales más exigentes de su momento. Las lecturas confrontadas de Sartre y Freud se convierten en los ejes fundamentales de la discusión. La libertad y la comprensión de los seres humanos no pueden desaparecer de la explicación de su conducta. La sólida formación científica de Martín Santos desborda los límites de las explicaciones reduccionistas, esos experimentos con ratones que pretenden ser para algunos toda la explicación de lo que somos los seres humanos y que tan presentes están en la novela. Frente a la simplicidad de la explicación monocausal, el profesor Sabio se adentra en los debates sobre la mente humana huyendo de las exposiciones simplificadoras que se mueven entre la farmacología y el coaching. Muestra así que el estudio de Martín-Santos no interesa sólo o principalmente como historia de las ideas. Los problemas a los que se enfrenta Martín-Santos son los mismos que ocupan a los grandes pensadores del siglo XX, problemas que no se solucionan aislando un gen, por muy importante que sea el hacerlo. La lectura de este libro satisfará a diferentes lectores, pero sobre todo a aquellos conscientes de la complejidad de la tarea de comprendernos mejor a nosotros mismos. 9 1 INTRODUCCIÓN: PSIQUIATRÍA, PSICOANÁLISIS Y CULTURA EN LA OBRA DE LUIS MARTÍN-SANTOS La temprana muerte de Luis Martín-Santos, deja una obra inacabada y abortada por los trágicos avatares de la vida que en ciertas ocasiones, nos privan de la evolución de personas que podrían haber alcanzado una magnitud y reconocimiento mucho más amplio, de haber seguido en ese prometedor ascenso intelectual pese a las dificultades propias de las condiciones que le tocó vivir, como son las de país recién salido de la guerra civil, y marcado profundamente por el aislamiento que complicaban aun más la historia de nuestro país estigmatizado por esa la falta de identidad y emancipación, cuya genealogía ya se venía padeciendo siglos atrás. Precisamente esa honda y traumática huella son relatados por Martín-Santos con una excepcionalidad que nos recuerda a las cuotas de esa resonancia vanguardista joyciana en su novela Tiempo de silencio, cuya narración como muestra continua de ese ejercicio de captación de la temporalidad hasta donde los límites del lenguaje le permiten, lleva esa connotación de ambigüedad cuya consecuencia resultante son las de ese estilo que fuerza esa dialecticidad entre lo social y subjetivo, desembocando finalmente en un cierto reconocimiento como es el de la publicación inmediata en la editorial Seix Barral de la novela después de ser presentada para el galardón Pio Baroja en 1961 y ser declarado desierto. Tiempo de silencio publicada en 1962, rebasará posteriormente nuestras fronteras y será el núcleo de gran parte de las principales preocupaciones de su autor. Muestra de ello será la respuesta de nuestro protagonista ante la pregunta de Janet W. Diaz, referente a los temas preferidos por este, el cual destacará: «Los que muestran las leyes modificadoras de la existencia humana, donde se advierte el condicionamiento social, las contradicciones fecundas y el brillo de la libertad.» 1 Sintetizara así Martín- Santos sus preocupaciones por los condicionamientos históricos y sociales objetivos con la cuestión de la esencia de la libertad de raigambre más subjetiva, aunque en nuestra opinión si bien intenta articular intereses tan distintos como son los del 10 Marxismo y existencialismo, cuya temática es una constante en la obra no solo literaria sino también en su otra faceta más científica y médica, mostrará en cambio un cierto escepticismo como se señalará a lo largo de esta tesis en los posibles nexos a modo de reconciliación. 2 De todas formas, es de destacar su insistencia y puntualización, como se demuestra en su narrativa atravesada por un nuevo estilo cargado de una mayor complejidad frente a la entonces literatura más anquilosada de corte realista que el mismo tachaba de monótona y sin interés, por abordar lo universal cuya forma atemporal ha de articularse recíprocamente con lo particular propio del mundo contradictorio y fáctico de la vida cotidiana. Esa lucha y dialéctica, retomando a Hegel a modo de «conciencia desdichada», recorren su obra y cuya tensión entre teoría y praxis, entre su obra como teórico de la epistemología literaria y médica frente a los quehaceres de su práctica médica psiquiátrica, le dan todo el derecho de ser pese a su corta vida, un intelectual en el sentido amplio de la palabra, como bien señala Valentín Corcés en Psiquiatría y cultura en España en un Tiempo de Silencio. Luis Martin-Santos. Testimonio de esa intelectualidad y compromiso son bien señalados por Alfonso Rey en la edición sexta de Tiempo de silencio 3 ; Donde la crítica del intelectual vasco a los novelistas sociales de su época, irá en el el sentido no solo de esa monotonía en el estilo ya señalada anteriormente, sino también en el el descuido de esa penetración en la cruda la realidad de la época, el Madrid de la posguerra, con esa fuerte estratificación de las clases sociales, pobreza social y económica de las periferias de las chabolas en contraste con la hipocresía de la alta burguesía, no mostrando así la realidad más global del país en términos dialécticos, cuestión sobre la que Martín- Santos si dará cuenta con un elevado compromiso de esa situación de nuestro país en términos de materialismo histórico. El intelectual vasco da así muestras de un presente cuya referencia está en el pasado, un pasado cuyo diagnóstico, 4 está ya mucho más atrás, remontándose a la historia de nuestra península desde la edad media. Las críticas de Martin-Santos salpicaran no solo a Unamuno, Menéndez Pidal y Machado, sino que recaerán también y de manera muy especial sobre el autor que mejor hasta elmomento parecía haber diagnosticado la cuestión de la identidad española; Ortega y Gasset con su España invertebrada, que a juicio de nuestro autor se petrifica en un cierto dandismo, como muestra su visión idealista y además carente de sensibilidad por las clases sociales, cuestión esta resaltada de forma notoria con la aguda crítica al 11 perspectivismo y el ejemplo de la manzana en Tiempo de silencio. 5 Crítica que ampliaremos en la medida que profundicemos en el acercamiento del autor a lo largo de su obra a la tradición psicoanalítica, de la cual en cambio se alejará con más notoriedad y de forma radical Ortega. Observaremos y destacaremos pues en el intelectual donostiarra ya por aquel entonces jefe del servicio psiquiátrico del sanatorio de san Sebastián, como su obra se va vertebrando en torno a esa realidad social que va a modo de columna vertebral irradiando hacia las distintas y múltiples facetas que este poseía y gravitando en torno al sentido de la vida, a la existencia humana en lo más profundo de su enraizamiento. Pero ¿cómo valorar una obra interrumpida en los apenas 40 años de la vida de una persona? Ortega a lo largo de su obra reiteraba y comentaba que rondado los 26 años, es cuando uno debe tener las ideas y esbozos que luego debe ir sistematizando a lo largo de toda su vida coincidiendo con esto en ese vitalismo de Bergson respecto a la intuición como embrión que luego el autor debería desarrollar, por mencionar sus sobresalientes comentarios en el original libro La energía espiritual. Indica esto pues que la obra de Luis Martín-Santos por muy precoz que fuera su desarrollo, denotará necesariamente una falla importante como señalara Germán Berrios en Psiquiatría y cultura en España en un tiempo de silencio, con estas concluyentes palabras; «Y, finalmente, la sensación de una urgencia que su trabajo deja, la sensación de que hay aún cabos que atar, y la invitación que nos hace, a través de la distancia, a tratar de completar dentro de nuestras menores posibilidades, una obra malograda por el destino, pero no obstante, válida a un nivel que debe enorgullecer a las letras psiquiátricas españolas». 6 Prosigue el brillante epistemólogo de la psiquiatría de Cambridge señalando la importancia del modelo a seguir esencial por esa multiplicidad de intereses intelectuales que Luis combina de forma muy particular, siendo ello motivo para que los jóvenes psiquiatras del presente lo tomen como un referente a seguir. 7 Si tenemos en cuenta estas palabras del profesor Berrios, y la muy sobresaliente valoración que le atribuye al intelectual donostiarra por su trabajo en la revista «Theoria» referente a la epistemología psiquiátrica, además de su aguda penetración en el pensamiento del filósofo Dilthey, pese a las dificultades en la España de entonces para el acceso a la información, 8 deberemos de dar la razón al profesor de Cambridge respecto a la importancia de su «breve» pero de indiscutible calidad de su obra, en lo referente a ese rigor, exposición, frescura y originalidad. Así pues, Luis 12 Martín-santos debe ser explorado con suma legitimidad, ya que su obra muestra pese a su temprana interrupción, esa importantísima confluencia de intereses, que pocos intelectuales y particularmente psiquiatras, de su época presentaron de esa manera sorprendente. El también psiquiatra Carlos Castilla Del Pino su amigo y coetáneo comentaba en las siguientes semanas a su muerte, concretamente en febrero de 1964 en el prólogo a la primera edición del libro póstumo de Luis, Libertad, temporalidad y transferencia en el psicoanálisis existencial, estas emotivas palabras; «La muerte de Luis Martín- santos, acaecida en los primeros días de este año de 1964, suscita un sentimiento real de desesperanza. Es, en verdad, una frustración que a todos nos acontece. Porque desaparece cuando su obra psiquiátrica y literaria es tan solo un esbozo de lo que realmente tenía ciertamente que hacer. Luis Martín-santos era de una inteligencia superior, excepcional, y a ella se unía un impulso creador de carácter, permítanme la expresión, biológico. « Se producía» irrumpiendo, como cualquier otra fuerza natural. Su muerte es, por eso dolorosa, además de dolorosa, irritante e inoportuna, como se ha dicho públicamente. Porque el azar, el destino, lo que quiera que sea, se permite decidir por unos y por otros, sin dejarnos en ningún momento opción» y sigue a continuación;» Con la ausencia de Luis Martín-Santos no solo se provoca la interrupción de sus personales proyectos, sino la de los proyectos que los demás hacíamos en él. Era bajo todos los puntos y en todas las dimensiones en que se considerara, una realidad creadora con la que queríamos y teníamos que contar. Toda su vida fue una espontánea creación de primer orden. Su vivir mismo, su pensar, eran un admirable espectáculo de vitalidad». 9 Además Castilla Del Pino destaca al igual que Berrios no sólo su trabajo Fundamentos teóricos del conocer psiquiátrico de 1955, al que no solo compara y califica incluso de superior en lucidez y profundidad a la introducción de la psicopatología general de Jaspers, sino la necesaria obligación de continuar una obra lejos de concluir, destacando y esto es de especial interés esa evolución intelectual que interesa como objeto mismo de reflexión, 10 cuestión esta, que promueve precisamente el motivo principal de este ensayo. La aclaración de figuras de la psiquiatría tan importantes como las expuestas más arriba, nos dan una idea pues más acuciante de la necesidad de hacer trabajar esa obra inacabada, a veces tan solo esbozada. El pensador y psiquiatra vasco no elude pues las múltiples facetas en las que va penetrando al adentrarse en esa particularidad tan universal como concreta, ya comentado líneas más arriba, recurriendo así y sin más alternativa, a la manera de esa famosa frase de Sartre; «La libertad de escribir supone 13 la libertad del ciudadano. No se escribe para esclavos», siguiendo al filósofo francés y como apropiándose de esas agudas y certeras palabras con plena jurisdicción en su tarea de escritor a veces «violento» se implica a la manera de un cierto «forzamiento» con un estilo y a la vez conocimiento que lo invade, que lo lleva a querer atrapar el tiempo en ese mismo instante del transcurrir. De ahí los cruces de varias disciplinas para abordar y expresar esa ambigüedad de la particularidad humana, de esa facticidad, que oscila dialécticamente entre el ensimismamiento y alteridad en palabras de Ortega, pero que Martín-Santos quiso penetrar de una forma más directa, a la manera vital nos recuerda Castilla del Pino, exprimiendo incluso los límites de la dialéctica «filosófica», para desembocar en un realismo dialéctico, donde convergen esas múltiples facetas de su vida; Científico, literato, político, por nombrar esas que eran sus vocaciones principales. Se trata pues de un rasgo genuino en su escritura, de ese realismo donde conviven además estilo y pensamiento como bien remarca José Luis Munoa, 11 que señala a la manera de sospecha; «la impresión de un dandismo enmascarado por los aspectos formales derivados de principios que se mostraron irreversibles», 12 y prosigue el autor y de un modo más concluyente en lo que respecta ese dandismo como «un travestismo defensivo». 13 Si es pues como señala Munoa más arriba, la necesidad de contrarrestar defensivamente la acción de enemigos más o menos evidentes, entonces se comprende esa falsa apariencia sobre todo, si en la rigurosidad intelectual de luís prima la autorrealización, como un instrumento de transformación socio- política. 14 Este importante matiz en la obra del psiquiatra donostiarra, y muy en la línea de la declaración del literato almeriense Antonio Prieto;» Todo libro es un intento de recuperar y de salvar el pasado (…), Se escribe para salvarse del tiempo» la literatura sería un medio de salvación a través de la memoria rescatada de las palabras. Así la palabra es la plaza de la memoria y la lieratura su realidad». 15Quizás ese bello comentario del literato andaluz, conforma y representa ese realismo dialéctico de Martín-Santos que quiere apuntar a la transparencia del sentido, como comenta Bruno Rueda; Esa expresión de enfrentamiento contra lo establecido, que «mueve esa utopía inmovilizante». 16 Es pues, este, el carácter determinante de Luís, de su personalidad inyectada de esa «sabia», la que le hace leer y penetrar en los grandes literatos universales; Cervantes, Stendhal, pero sobre todo de Proust y T. Mann, y en particular de obras tan esenciales como «En busca del tiempo perdido» y Dr. Faustus las cuales serán muy influyentes en la reconstrucción de su temática 14 literaria. Pero será sin embargo esa dilemática creada por ese tenso binomio temporalidad-libertad y la apertura por consiguiente al problema del Mal, lo que llevara a una salida por Joyce cuya influencia ya comentada más arriba será ya una constante en ese peculiar estilo de Martín-Santos, cuyo afán por adoptar la precisión de la palabra adecuada al pensamiento, lo hace un profundo activador del ánimo del lector, algo que recuerda al Ulises del escritor irlandés, y que compartirá con este ese espeso mensaje incitante y rentable como señala Bruno Rueda, que traerá como consecuencia ese dejà vu. 17 El objetivo principal de remover de forma tan originalmente al lector y más particularmente en Tiempo de silencio —Francisco umbral llegó a calificar particularmente dicha novela como el intento de Ulises Español y añadiendo la importancia de esa novela como fenómeno universal más allá también de nuestras fronteras, añadía; «Todo país ha querido tener su Ulises» 18 —, es sin duda ese esclarecimiento de la existencia donde solo ahí se da la presencia, proximidad, claridad y vida, siguiendo la línea existencial de Jaspers, como comenta Rueda. Si bien la realidad social de la dialéctica existencial que está más ejemplificada por la palabra como prosa en acción con la consecuente voluntad y elección lleva la impronta para el escritor e intelectual vasco de ese sello sartreano. 19 Esta temática será más ampliamente desarrollada en el análisis que haremos en los capítulos correspondientes al apartado Psiquiatría, psicoanálisis y cultura en la España de Tiempo de silencio, si bien es necesario introducir ese sello de la filosofía existencialista marcado hondamente por el filósofo Jean-Paul Sartre, referencia poco extraña para nuestro autor si tenemos en cuenta que los intelectuales vanguardistas Españoles de la década de los 50, estaban en general muy influenciados por el libertario pensamiento de los entonces emergentes autores existencialistas franceses. El caso de Luís es más particular al respecto si cabe, por la afinidad a esa doble vertiente sartreana filosófica y literaria, muestra de ello es la lectura en original L’être et le néant, además de los datos que apoyan una vinculación más personal a lo largo de entrevistas, lo que manifestaba un contacto más directo con el intelectual francés además de un exhaustivo y casi total conocimiento de su obra como señala Alberto Sánchez Álvarez-Insúa en su interesante estudio al respecto que lleva por título De Heidegger a Sartre,« Apólogos» de Martín-santos: una lectura existencial. Aparte, es importante destacar en palabras del investigador y científico del CSIC, como la faceta literaria y psiquiátrica van íntimamente ligadas, de tal forma que no se 15 puede comprender su obra sin esta particularidad. Destaca además El Dr. Sánchez, que la convergencia de esas dos facetas principales en el intelectual donostiarra, no ha sido observada adecuadamente ya que su obra no ha sido tratada de forma integral a partir de 1962. Se apoya para dicha observación en los importantes textos como Apólogos y otras prosas inéditas editados y prologados por Salvador Clotas, cuya aparición en 1970, y la posterior aparición de Tiempo de destrucción en 1975, a cargo de José Carlos Mainer, son obras de gran importancia, que serán muy relevantes para la comprensión integral de la obra del psiquiatra vasco. Concretamente, el artículo La Psiquiatría existencial, que se incluye en Apólogos, data del año 1960, mientras que la redacción de Libertad, temporalidad y transferencia en el Psicoanálisis existencial, fue realizada un año antes en 1959. Se destaca pues la importancia de esa lectura totalizadora, 20 que ayuda a entender ese contexto global de su obra, concediendo particular relevancia a dos trabajos psiquiátricos que esclarecen su narrativa, como son los ya citados Libertad, temporalidad y transferencia en el Psicoanálisis existencial, y la psiquiatría existencial, que fundamentaran no solo su peculiar estilo literario sino también la forma de entender el pensamiento último de Martín-santos, donde confluyen su concepción de la cura, su ideología, y su proyecto de vida personal. Sumamente esencial para nuestros propósitos es pues, destacar esta influencia de la obra psiquiátrica en la narrativa, remitiéndose especialmente a esas dos obras, pues aunque estudiaremos especialmente su parcela médica, nos centraremos concretamente en las relaciones entre el psicoanálisis y la fenomenología, y su evolución a lo largo de su breve trayectoria intelectual. Solo así entenderemos esa confluencia de sus múltiples facetas que confluyen en esa ambigüedad «entre ese ideal soñado y el conformismo resignado» como comenta José Lázaro; esa continua tensión entre el impulso revolucionario y la necesidad de adaptación a las miserias del entorno. 21 Muchos aspectos de su vida, reflejan ese humano conflicto entre esa fidelidad al auténtico proyecto y ese «principio de realidad» freudiano, 22 como los protagonistas de sus novelas. Todo ello involucrado en esa conjugación de heteredoxia teórica y psicoterapia existencial, que mueven los motivos vertebrales de esta tesis. Quizás Luis Martín-Santos, retomando los lúcidos comentarios que Weber señala a propósito de Goethe y Tolstoi en su conocida obra El político y el científico, También quiso como el poeta alemán, más que producir una obra, hacer de su propia vida una obra de arte. 16 Una vez detallados los motivos de su estilo y esa multiplicidad vocacional que lo acompaña, nos centraremos muy brevemente y a modo introductorio en la faceta médica que aquí nos interesa como es el psicoanálisis existencial, finalidad de esta tesis, y de esas dificultades que conlleva a la conciliación de disciplinas o discursos tan distantes como son el psicoanálisis y la fenomenología a lo largo de su obra psiquiátrica. Su artículo El psicoanálisis existencial que data de 1950 es una clara exposición de los puntos fundamentales de la obra de Sartre referentes a la alternativa al psicoanálisis freudiano tal y como lo concebía El filósofo francés, donde se muestra un intento de reemplazar el complejo freudiano basado en la estructura del inconsciente por el proyecto, un proyecto de existencia. Así formalismo conceptual y existencial aproximan en la medida posible acontecimiento y situación, donde ser persona se acepta como una nada activa, como una especie de inmensidad viva sin fondo. Esa nada como raíz de la subjetividad no es ningún abismo que nos arrastra hacia abajo, sino una fuente que mana hacia arriba, ese querer espontáneo que dominaba aquello que se tenía que hacer por obligación. Martín-Santos se sumerge en la evolución de ese temprano artículo impregnado de ese vitalismo existencial sartreano a la manera de una filosofía que debe inventar su propia literatura como un sello o impronta culminando a lo largo de su corta trayectoria en su última obra psiquiátrica publicada; Libertad, temporalidad y transferencia en el Psicoanálisis existencial. No es pues, una filosofía y terapeútica orientada por el sentido la que escribe a la manera de la mayoría de los psiquiatras de su época inspirados sobre todo por el análisis existencial. La logoterapia ejemplificada por Victor Frankl en el El Hombre en busca de sentido, es un buen ejemplo donde la práctica se escinde totalmente de un Corpus teórico,hecho este que criticaba Martín-Santos. Y aunque no todos los terapeutas de inspiración Heideggeriana corren la misma suerte en cuanto a dicha crítica, basta mostrar que autores tan importantes como Castilla del Pino, se posicionan duramente tildándolos de caer en abstracciones existenciales, cuya panorámica general a modo descriptivo, no pueden dar cuenta del funcionamiento psicológico del sujeto concreto, salvando de dichos comentarios a nuestro autor y en cierta forma a M. Boss. 23 Pero entre el psicoanálisis existencial de 1950 y Libertad, temporalidad y transferencia en el psicoanálisis existencial que se edita en 1964, el donostiarra presentará una profunda y marcada transformación. Cuyo desarrollo y evolución será la columna vertebral de nuestro estudio. Si en el temprano artículo dedicado a Sartre, comparte las severas críticas a Freud, el psiquiatra y escritor vasco en sus últimos 17 escritos, póstumos e inéditos, sin renunciar a esa axiología sartreana de la acción, realizará un viraje sorprendente, llegando a intuir y entrever las dificultades de la primera tópica freudiana, junto a una aguda penetración en la segunda tópica. Sorprendente, porque como veremos por un lado, las condiciones represivas socio- políticas del régimen, eran enemigas de cualquier discurso liberalizador, que pudiese poner en peligro la bases del miedo como adoctrinamiento que imponía el ultracatolicismo. Por otra parte sorprendente, por la enorme transformación y evolución de su obra si se parte de su firme defensa inicial de la tradición jaspersiana que difunde su maestro López-Ibor, hacia posiciones más cercanas al psicoanálisis, teniendo en cuenta que ese nuevo posicionamiento, se producirá en un periodo de tiempo tan breve, apenas una década, en lo que al intelecto se refiere. Podríamos además añadir como tercer elemento subversivo, a esa opresión del sistema, a su breve vida, que esa aproximación al psicoanálisis no fue una aproximación cualquiera, sino un encuentro con la problematicidad epistemológica fundamental del psicoanálisis, como es la del fundamento de la palabra, cuyo axioma se fundamenta en tres obras fundamentales de Freud, como son La interpretación de los sueños, La psicopatología de la vida cotidiana y El chiste en su relación con inconsciente. Martín-Santos si bien nunca abandona la fenomenología como principal sistema de referencia, si aborda ese «hueso» duro de la doctrina psicoanalítica que no culmina, pero baste decir como referencia, que dicha problematicidad acabará extraviada para la gran parte de psicoanalistas en esa vertiente postfreudiano del abondono como fundamento en la palabra, psicoanalistas entiéndase que no sufrieron esas circunstancias tan excepcionales y particulares como las de esa realidad española que tipifica esa fórmula tan nuestra como es la de ese «Tiempo de silencio». La evolución pues de la obra de Luis Martín-Santos con sus peculiaridades y controversias, requieren un estudio atento y minucioso, pues esa trayectoria es por las razones argumentadas anteriormente, un proceso y transformación dignos de estudio. Su tesis doctoral Dilthey, Jaspers y la comprensión del enfermo mental, es un estudio detallado de las ideas en una primera parte de Dilthey en torno al concepto de «comprensión», cuya legitimidad ha requerido como eje central de su estudio el filósofo alemán como distinción para las ciencias humanas frente al de «explicación» propio de las ciencias naturales. La segunda parte de la tesis muestra el recorrido de dicha herencia en la obra de Jaspers, así como de la aportación original e innovación de este. La tercera parte muestra una revisión del concepto de comprensión a lo largo de la psicopatología a lo largo de la psicopatología de la primera mitad del siglo XX, y 18 posteriormente sobre el ambiente cultural, científico y filosófico del mismo periodo. Dicha exposición será analizada y concretada como es lógico con mayor detalle en el apartado correspondiente a la temática de este ensayo que verá su máxima expresión en cuanto a claridad y rigor conceptual ese mismo año de 1955, donde Martín-Santos va a esbozar prescindiendo de cualquier estudio histórico los principales resultados de su tesis, su artículo Fundamentos teóricos del conocer psiquiátrico constituye una especie de síntesis del saber psiquiátrico hasta ese momento. Sin extenderme demasiado en este punto que aquí se alejaría del motivo propiamente introductorio, insistiré, eso sí, en comentar que es ahí donde el ilustre psiquiatra vasco, realiza un breve recorrido por las problemáticas dualistas referentes al problema mente-cerebro para entender la naturaleza de las psicopatologías cuya determinación va más allá de la dialéctica entre lo psicológico y fisiológico, tratándose más bien del nivel de comprensión donde nos tengamos que situar para abordar la patología propia de la enfermedad, lo que determinara la diferencia gnoseológica de la misma. Aunque establece cuatro tipos de comprensión, la estática o fenomenológica ( referente a la vivencia individual, la dinámica ( conexión entre múltiples vivencias y toda la vida psíquica anterior), la existencial que adquiere un significado bajo la estructura prerreflexiva previas a la intencionalidad de la conciencia, y la profunda, referente al cumplimiento instintivo, que en principio estaría relacionada con un Status inconsciente de la vida psíquica, pero que Luis lo ve finalmente como un modo particular de comprensión dinámica. En 1956 el profesor Sarró invita a Martín-Santos a una conferencia en Barcelona proponiéndole la temática Jaspers y Freud, donde Luis verá la posibilidad de una reconciliación de ambas posturas, coincidiendo este hecho con un alejamiento de las posiciones más tradicionales y antiguas de lopez-Ibor, y una apertura al psicoanálisis. Si la anterior etapa era estrictamente fenomenológica, ahora el psicoanálisis lejos de ser un método especulativo con una comprensión basada a lo sumo en la analogía, adquiere un protagonismo mucho mayor. Castilla del Pino nos habla de un contacto directo por parte del psiquiatra vasco con la obra de Freud. Se abre la posibilidad de una psiquiatría que fuese a la vez fenomenológica y dinámica, girando así del esencialismo fenomenológico, a las estructuras más reales y concretas donde se desenvuelve el individuo. 24 Sin abandonar ese Máximum fenomenológico, al contrario, se podría decir expandiendo las fronteras de lo visible-invisible, que Luis abre la posibilidad de explorar mediante este método los mecanismos dinámico- genéticos. Así entiende el autor, proponer agotar hasta el límite la comprensión 19 dinámica de las enfermedades psíquicas y corregir las posibles afirmaciones indemostrables propias del psicoanálisis. A partir de esta fecha el intelectual donostiarra perseguirá ese reto que ya es una constante en su obra; ¿Cómo es posible esa reconciliación, ese nexo entre dos discursos cuyos lenguajes podrían ser distintos?, ¿Donde el axioma del que parten cada uno, el psicoanálisis del inconsciente, y la fenomenología de una conciencia que no admite ese inconsciente como barrera o frontera, parecería indicar lo imposible de un nexo común? Dichas interrogaciones que el médico vasco abre como posibilidad al hablar en Jaspers y Freud a modo de una lectura fenomenológica de la obra de Freud, desembocará finalmente en Libertad, temporalidad y transferencia en el psicoanálisis existencial, Publicada en 1964. Es necesario resaltar que ya en este periodo que se podría denominar psicoanalítico, Luis empezó a vislumbrar la posibilidad ya desde su inicio en 1956, de que la solución de esa aparente antinomia Jaspers-Freud, pudiese arrojar una luz a ese nudo gordiano de la psiquiatría presentado por el psiquiatra alemán en su Psicopatología general, como es la de la distinción entre Proceso y desarrollo, en palabras del médico donostiarra, sería la distinción en la enfermedad de la todavía-reacción o ya proceso. 25 Autores como Castilla del Pino 26 y Rocío Martin-Santos 27 ven en Fundamentosteóricos del conocer psiquiátrico el planteamiento de cuestiones psiquiátricas de vigente actualidad, las cuales todavía se presentan como cuestiones epistemológicas sin resolver. Es cierto que dicha problemática es la que más ha llamado en importancia e interés la obra psiquiátrica del nuestro autor. Pero, hay que tener en cuenta que pese a ello, y pese como bien comenta su hija Rocío, 28 referente a la admiración de Luis respecto a los primeros progresos en la psicofarmacología como menciona en La psiquiatría experimental de 1957, y en definitiva el progreso en la incipiente psiquiatría biológica, destaca su evolución hacia el examen de esa descripción existencial de los hechos que fácticamente ocurren en el transcurso de la cura al modo freudiano, eje de su obra Libertad, temporalidad y transferencia en el psicoanálisis existencial que demuestran un análisis riguroso que lleva a una maduración de los planteamientos dilemáticos respecto a Jaspers y Freud. Ahora esa realidad concreta que explora Luis, esa facticidad de lo cotidiano se enriquece no solo de planteamientos epistemológicos sino también de una gnoseología enraizada en la problematicidad ética, donde la exploración más aguda por la sospecha freudiana adquiere un matiz más notorio, sin renunciar por ello a los presupuestos 20 fenomenológicos. Dicha problemática freudiana, continúa siendo explorada en inéditos como; Manera de enfrentarse con los problemas de la psiquiatría. Problemática general de la psiquiatría; «La vida psíquica inconsciente tiene un sentido, pero los sentidos son tan varios y distintos que surge una cierta impresión de caos ante el conjunto de la literatura dedicada a la psicología profunda. He aquí un jugoso problema que tenemos que dejar para mejor ocasión». 29 Así mismo, el psiquiatra y escritor vasco, ve esta problemática conectada con la interpretación de Sueños, actos fallidos, y el recuerdo de algo olvidado. 30 Como ya se comentó en anteriores páginas Luis Martin-Santos estaba acercándose al núcleo de la primera tópica freudiana. Añadimos a estos comentarios, su visión de la fenomenología como impregnada de conservadurismo político, pesimismo y religiosidad, valorando el psicoanálisis en cambio como democrático, optimista y arreligioso. 31 Dicha evolución pues desde la etapa fenomenológica a la psicoanalítica no solo supone un giro epistemológico ético, sino también ideológico. Este último aspecto no ha sido analizado aun con rigor, y seguimos en la hipótesis abierta por Alberto Sánchez Álvarez-Insúa en la obra; De Heidegger a Sartre« Apólogos» de Martín-Santos: una lectura existencial, donde esa cura psiquiátrica, creación literaria y el proyecto de vida de Luis Martín-Santos se da como un conjunto a estudiar unificado. Es entonces pues el momento adecuado para reafirmar la legitimidad de la argumentación del José-Miguel Marinas cuyo comentario al respecto del síntoma, que recorre ese espacio de la polis, y del modelo psicoanalítico como algo que no se deja reducir sociológicamente, ni tampoco puramente a nivel endógeno, concluye con esta importante afirmación,« La represión no es solo íntima, tiene un momento político» , es así como el pensamiento político no puede en última instancia ser revisado sin tener presente la teorización psicoanalítica. 32 La obra de Luis Martín-Santos es un claro ejemplo de esta revisión mencionada por el profesor Marinas. Esta tesis es pues un recorrido y homenaje a una obra que nos intenta devolver en cierta forma ese tiempo «perdido», ese acceso al «silencio» que ha constituido parte importante de nuestra identidad. 21 1. SITUACIÓN HISTÓRICO-CULTURAL DE ESPAÑA EN LA DÉCADA DE LOS CINCUENTA El objetivo a señalar en este apartado, es contextualizar el ambiente cultural de nuestro país en la posguerra para luego analizar más pormenorizadamente la introducción y proceso de institucionalización propiamente de la fenomenología en el panorama psiquiátrico, proceso que no presento como veremos apenas dificultades, si tomamos como referente las enormes dificultades que presento en cambio el psicoanálisis el cual apenas si tuvo una buena acogida, y cuyo posible solidificación en las instituciones españolas en la segunda república fueron abortadas como veremos más detenidamente, en la posguerra, hasta prácticamente ya bien avanzado el siglo, y facilitado principalmente por el proceso de transición y consolidación de la democracia. No es casual como vamos a ver a continuación, que el psicoanálisis Haya tenido dichas dificultades ya que el contexto cultural en comparación con el resto de los países europeos de la época era extremadamente pobre y cualquier pensamiento que pudiese tener cierto atisbo de liberalismo, era rechazado y perseguido incluso por asociarse con el bando de los vencidos. No es pues de extrañar que el psicoanálisis que presento ya sus dificultades en gran parte de los países europeos, se encontrase con una barrera infranqueable después de la caída de la segunda república, quien solo podía subsistir en cierto núcleos vanguardistas, que podían considerarse representantes de un pensamiento altamente subversivo. Como preámbulo y atendiendo a los aspectos culturales más relacionados con el horizonte literario del momento, es de destacar ese horizonte narrativo constituido por la llamada novela neorrealista (también conocida como «generación del medio siglo»), cuya aparición se sitúa en torno a 1954, año en el que se publican Juegos de manos, de Juan Goytisolo, Pequeño teatro, de Ana María Matute. Afines a los mencionados Sánchez Ferlosio, García Hortelano, Caballero Bonald, López Salinas, algunos de los cuales suelen ser considerados, más propiamente, como representantes de la novela social. Casi todos esos autores habían optado por los rasgos comunes en los que predomina un narrador impersonal, que no se adentra en los personajes, ni hace comentarios, también es de desatacar el predomino y predilección por el protagonismo colectivo, y un desinterés por el análisis psicológico como destacará 22 Alfonso Rey. 33 Esos rasgos comunes como es sobre todo ese predominio de lo social sobre la faceta más psicológica muestran más allá del análisis puramente literario, una generación, marcada profundamente por ese hecho tan desatacado como es la de esa infancia que se desenvuelve en la guerra civil, que supone la ruptura de una república llena de esperanza y renovación, dando paso a esa inmediata oscuridad, la del silencio y la represión. Esa generación de la década de la Posguerra cuya juventud situada entre 1941 y 1956 será como veremos una generación un tanto especial, que tomará un importante papel en lo referente a lo que se podría denominar ese referente histórico de nuestra identidad, cuya esencia de la juventud va a transcurrir siguiendo a Ortega en ese periodo o intervalo en torno a los 15 años. De esta forma la generación de la Posguerra cuya juventud transcurre en la guerra civil, sería la predecesora de esa generación, siendo posteriores a esta, al hilo de la argumentación de Carlos París, las generaciones denominada del desarrollo cuyo intervalo entre 1957 y 1972. y las siguientes generaciones, como la generación de la transición democrática entre 1973 y 1988, seguirán teniendo un referente histórico, como es la apertura a la democracia después del franquismo. 34 En cambio las generaciones siguientes las denominadas de la crisis, aquellas que crecen en torno al denominador común de la tecnobarbarie, en palabras de José Luis Sampedro, pierden ya cualquier referente que pueda situarlas en un marco histórico temporal definido generacional al modo de las anteriores y cuya consecuencia como es ese exceso de positivismo, señala el filósofo de origen coreano Byung-Chul Han, sería esa Sociedad del cansancio, esa apatía como estado patológico predominante . 35 Es así pues esencial para nuestro estudio, atender a esa generación de la posguerra, clave en la historia de la represión franquista, para comprender la génesis de ese Tiempo de silencio yde la evolución psiquiátrica de la obra de Luis Martin-Santos. Como Señala Carlos París en el apartado de La generación de los cincuenta y el pensamiento español, 36 quien fue un miembro activo de aquella generación y que desgraciadamente ya no está presente entre nosotros, aquella juventud de la posguerra fue la que mejor representa la represión a modo de esa historia discontinua, que se refleja ya en la destrucción de nuestra tradición ilustrada y se remonta en el tiempo al momento de expulsión de los mudéjares, y Judios, perdiendo así la comunidad de «subculturas», y por tanto esa capacidad de interrelación y trabajo. 37 Esa discontinuidad, siempre como una vuelta a reconstruirse la historia sobre algo 23 sin sostén sólido, que nos desplaza, siempre de un centro convergente, emanando en forma de esos susurros de «susupiros de españa,» es la que se intenta reconstruir al menos a modo de un cierto desenredo, ese nudo de silencio, que viene a ocultar la verdad, la verdad de una España enmudecida por la tortura el asesinato y las cartillas de racionamiento. La generación de los cincuenta será sí ese testimonio de este hecho, de esa vuelta al pasado, volviendo e intentando recuperar esa Institución Iibre de Enseñanza, el Marxismo, en definitiva las corrientes «vivas» que podían todavía subsistir y encontrar en medio de ese «imperio español» que exporta ahora al mundo, esa «reserva espiritual», petrificada, y ensalzada por la corriente fría del krausismo, la palabra propia. 38 Comenzando ya más concretamente con el ambiente intelectual de aquellos años cincuenta, La filosofía universitaria de ese momento, si bien estaba «gobernada» por Zubiri y Ortega, sobre todo en las facultades de ciencias políticas, constituyendo una minoría en cambio frente a las facultades de filosofía, las cuales hasta la llegada de Joaquín Ruiz como nuevo ministro de educación, estuvieron bajo el yugo del catolicismo que presidía Ibañez Martín. Tras el extravío a través del exilio, de los corrientes e intelectuales de la época renovadores de la cultura en la república, Presenciamos pues, el escenario de un retorno a lo eclesiástico, a lo medieval y escolástico. Así el ambiente reinante era el de Tomistas y neotomistas, siendo el liberalismo democrático de Maritain repudiado, y las corrientes agustinianas, presididas por Adolfo Muñoz, un movimiento más minoritario, aunque muy enfrentado eso sí a la política tomista. 39 Por otro lado, y siguiendo al hilo de los aspectos concernientes a la cultura y la ciencia, es necesario resaltar, que la lógica simbólica por ejemplo, así como la filosofía de la ciencia, eran prácticamente desconocidos en el ambiente cultural. Sartre un pensador libertario, era interpretado más como un literato superficial más que como un filósofo, teniendo Heidegger mayor cabida, claro está, dentro de un margen. Se constituye así un catolicismo a ese modo hispánico, represivo y culturalmente anatematizante, con Balmes y Menéndez y Pelayo a la cabeza, para silenciar aquellos tres referentes de la segunda república como son a parte de esa Institución libre de enseñanza, y el marxismo ya mencionados, el feminismo, el movimiento obrero y generación del 98. Ese diálogo intrageneracional que se crea en aquella época a propósito de lo perdido tendrá de todas formas la faceta positiva como es ese espacio intercultural donde se debate precisamente sobre esa toma de conciencia respecto a la 24 recuperación de ese «tiempo perdido» en los ambientes extraacadémicos. Fruto de ello será la revista Theoría, creada por Miguel Sánchez Mazas y Rafael Sánchez Ferlosio, donde entre otros, colaboraban el lingüista Victor Sánchez de Závala, y el físico Francisco Pérez Navarro. A esta 1º etapa continuaba otra segunda etapa, que empezó a centrarse más en las problemáticas de las ciencias humanas, y en particular se trabajo El ser y la nada de Sartre si bien no tenía una adecuada recepción en los ambientes generales del panorama general catolicista, como se ha expuesto anteriormente, en cambio tenía una acogida importante entre los círculos de vanguardia psiquiátricos y psicológicos, que utilizaron al filósofo francés como marco antropológico de sus reflexiones. Es de destacar, que entre los asistentes a aquellas reuniones esta el autor central de nuestro trabajo Luis Martín-Santos, quién recordemos dedico un temprano artículo a la reflexión Antropológica-médica, en su trabajo El psicoanálisis existencial de Jean Paul Sartre, de 1950. La revista Theoría fue innovando y desarrollando, entre otras cosas, la filosofía de la ciencia en España. A principios de los años 50, llegó Julio Rey Pastor creando el departamento de historia y filosofía de la ciencia siendo el presidente y el vicepresidente Laín Entralgo, Theoría tendrá como su subtítulo «Historia y fundamentos de la ciencia». Miguel Sánchez Mazas llegó a ser Director de la revista, durante el rectorado de Laín Entralgo en la universidad complutense de Madrid, siendo Aranguren catedrático de ética. Ambos darían un impulso importante a la generación del desarrollo. Es de destacar que siendo director de la revista Miguel Sánchez Mazas y Gustavo Bueno redactor de la revista, Martín-Santos publicó su importante trabajo Fundamentos teóricos del conocer psiquiátrico en 1954, siendo dicho trabajo, un intento de hacer de la psiquiatría una ciencia rigurosa. Otras aportaciones importantes de la generación de los 50 a la filosofía española fue el importante papel desarrollado por Fernando Montero Moliner, que también trato de encontrar un itinerario propio rechazando la filosofía oficial y escogiendo la orientación fenomenológica a la cual trabajó de un modo riguroso personal y original. Otros importantes intelectuales del momento fueron Emilio Lledó, con su importante aportación a la filosofía griega y Agustín García calvo que como filólogo realizó importantes estudios lingüísticos, siendo su obra Heráclito un importante papel que suscitó interés de los filósofos del momento. De todas formas y siguiendo el hilo argumental de Gustavo Bueno en su artículo La filosofía en España en un tiempo silencio, debemos destacar como bien señala el filósofo riojano, que un tiempo de silencio, puede señalar o referirse a cualquier 25 tiempo de silencio concreto o determinado ya bien sea más o menos alejado, en cualquier momento lo de la historia de España. Sin embargo el tiempo de silencio al que nos referimos, ha de suponerse, que está bien definido y de manera especial, de un modo que nos permita además incorporaron las causas y funciones de esos tiempos de silencio de tal forma que de dichos contenidos vuelvan a encerrarse en los límites de un intervalo definido. El profesor Bueno va a resaltar que la foŕmula un tiempo de silencio— que tiene una connotación universal distributiva, o genérica ha de articularse con esa otra fórmula más ideográfica, referida a ese »tiempo de silencio más concreto», dando así lugar a tres perspectivas, una perspectiva A, B y C, haciéndonos entender el creador del materialismo filosófico, que las perspectiva más arriba defendida por Paris, expuesta más arriba, sería una forma muy unilateral de observar esa realidad de «tiempo de silencio», es decir , la de ver únicamente en dicha fórmula ,un tiempo oscuro, represivo y, que podría equivaler únicamente a una cultura «silenciosa», o parásita y ociosa en palabras de Manuel Sacristán. Gustavo Bueno ve en ese planteamiento rígido y confuso el origen de la no distinción de esas tres perspectivas, que serían analizar conceptos o procesos ocurridos hace más de treinta o cuarenta años, lo que nos sitúa en una perspectiva Etic, analizando así dichos acontecimientos desde fuera, sería dicho análisis correspondiente a la perspectiva A, y más Concretamente denominamos A1, a los acontecimientos que compartirían una similitud en tiempos más o menos lejanos — en el sentido traumático y represivo del término-. Así esa exterioridad etic, en principio, no excluye la posibilidad de una aproximación emic que tome comopunto de partida la propia obra «Tiempo de silencio», y sobre todo la presencia de su autor en las vidas de aquellos que compartieron su generación, sobre todo en lo que respecta a planteamientos filosóficos y políticos. Por ello clasificar esos momentos distanciados en el tiempo que presenten una similitud, sería una labor tipo emic, que presenta una identificación con el concepto etic de «tiempo de silencio» que se tome como canon o patrón, entendiéndose este como un denominador común que simbolice ese tiempo se insiste, como silencio, represión o cualquier acepción similar, siendo en cambio A2, referido a aquellos conceptos que por significación y peculiaridad sean muy distintos a A1. La denominada perspectiva B se refiere más bien un análisis emic, es decir valorar los procesos desde la relación del autor y su obra, y finalmente una perspectiva C, donde tomando como referente de análisis otra vez emic, analizamos en cambio, el personaje Pedro, Protagonista de Tiempo de silencio. El error es pues igualar según Bueno, las perspectivas A1, B y C, 40 cuya ecuación A1=B=C, es la ecuación que nos 26 ha quedado o alguna forma más tipificada, en el sentido de esa generalización. Así intentará, romper esa supuesta identidad, que podría traer a juicio de este, graves equívocos. Uno de ellos estaría relacionado con la cuestión de cómo podría Luis Martín Santos haber construido Un concepto B, o C de tiempo de silencio superponible, al concepto ideológico A1, cuando faltaban más de trece o quince años para dar fin al tiempo de silencio en el sentido ideológico represivo dictatorial. Otro posibles anacronismos, y este es el que más nos interesa por el enfoque del ensayo, y concretamente de esta sección, es la argumentación del filósofo Bueno al resaltar la confusión de tiempo de silencio como A1, con el confiere a ese concepto de tiempo que tiene Pedro, es decir ; perspectiva C, de tal forma que si A1=C no podríamos distinguir o relacionar ese «tiempo de silencio», con la voz del filósofo por antonomasia Ortega, que había vuelto a España en 1946 y que en 1949 y estaba hablando a sus anchas sobre una manzana en el cine Barceló de Madrid. De esta forma, la propuesta de Gustavo Bueno en lugar de formar dos bloques netamente diferenciados, el bloque de los cuarenta años de dictadura y el bloque de los casi cuarenta años de democracia, propone la conveniencia acostumbrarse a dividir los casi ochenta años que nos separan de la Guerra Civil según otros criterios, particularmente cuando queremos determinar el lugar de la filosofía en el «tiempo de silencio». Por ejemplo, en seis décadas. Una división que acaso nos ofrece una escala más proporcionada a efectos de analizar comparativamente el lugar, función y valor de la filosofía en el tiempo de silencio estándar y en el tiempo de libertad, también en su sentido estándar, como bien señala Gustavo Bueno. 41 Estas décadas que nos refieren más bien a romper esa dicotomía de bloques que no nos impidan en posterior análisis dar vida a esos contextos de justificación y de descubrimiento que sirvan para una crítica constructiva a ciertos elementos de la filosofía de Ortega, que veremos posteriormente. Así en una primera época la que va desde 1936 a 1945, Es necesario constatar que, ya en los principios de la Guerra Civil, la preocupación por dotar de una cúpula ideológica, construida muy especialmente con materiales filosóficos, al nuevo régimen, actuó con notable intensidad, ante todo, porque las ideas de Unamuno, de Ortega (pese a su ausencia) o de D’Ors, impregnaron a la «vanguardia» intelectual de la Falange o de las JONS. Pedro Laín Entralgo, Antonio Tovar o Javier Conde, la revista Escorial, &c., pueden ser citados como ejemplos de la presencia de la filosofía, comúnmente entendida, en la primera década del tiempo de silencio A1. 27 Mención especial merece, durante este tiempo, el caso de Xavier Zubiri que, aunque apartado de su cátedra madrileña (y, por motivos que no son del caso, que al parecer tuvieron que ver con su deseo de verse reducido al estado laical, desde su condición de jesuita, para contraer matrimonio con la señorita Carmen Castro, hija de Américo Castro) gozaba de amplia presencia en España a través de su libro Naturaleza, Historia y Dios, publicado por la Editora Nacional en 1944. Tampoco tenemos que olvidarnos de la gran difusión que alcanzó la Historia de la Filosofía de Julián Marías (con prólogo de Zubiri), ya desde su primera edición, en plena primera década franquista, en 1941. 42 A continuación señala el profesor Gustavo Bueno; «¿Se me objetará que estoy citando preferentemente autores que estaban «distanciados» del régimen? Objeción vana desde el punto de vista sociológico o histórico, porque, distanciados o no, actuaban libremente en el interior; y esto sin contar que muchos no estaban distanciados, ni mucho menos, con el régimen, o lo estaban de otro modo, como los antes citados (Laín, Conde).» 43 Argumentará el profesor Bueno y prosigue en su defensa frente a los argumentos aportados por autores entre otros los ya citados Paris o Manuel Sacristán al tildar esas fechas de oscurantismo medieval con la siguiente exposición en La filosofía en España en un tiempo de silencio; «conviene recordar, sobre todo a los jóvenes, pero también a muchas personas maduras —por ejemplo a quienes asistían a las tertulias del Gambrinus durante los años de la década 1946- 1955, tropezándose en ella algunas veces con el mismo Luis Martín-Santos, para leer, en un ambiente «marginado», extraoficial o de cenáculo privado, a Sartre o a Heidegger— que en la Universidad oficial también circulaban, de un modo más o menos discreto (no por eso silencioso) corrientes de pensamiento filosófico coetáneo, dependiendo de los profesores responsables. Puedo testimoniar que en los cursos 1942-43 y siguientes, en la Universidad de Zaragoza, y por el impulso de Eugenio Frutos Cortés, estudiábamos (no leíamos) intensamente a Bergson, a Husserl, a Heidegger o a Sartre; y que, por ejemplo, gracias a la invitación que Frutos hizo a un profesor y sacerdote catalán, Ramón Roquer, para dar conferencias públicas en la Facultad, pudimos enterarnos los que queríamos, allá hacia el año 1942, de la existencia de Carnap, de Neurath, y pudimos leer obras suyas que el mismo conferenciante nos proporcionó amablemente. Asimismo, por aquellos años, en Zaragoza, por lo menos, en la época de mayor oscurantismo, a muchos estudiantes (y público, en general) nos fue dada la posibilidad de seguir un curso sobre Freud y el 28 psicoanálisis que en la Facultad de Medicina impartió el profesor Rey Ardid». 44 Destacará Bueno otra segunda etapa, la que transcurrirá entre 1946 y 1955, y que ya es la propiamente referida a la generación de los cincuenta donde se destacará la vuelta de Ortega precisamente en 1946 y el desarrollo de una actividad muy intensa que termina, con su muerte en 1955, justamente el año que cierra esta década. Nada pues destacara Bueno respecto a ese «tiempo de silencio», en esta década, para la filosofía de Ortega. Tampoco fue esta década, ni la siguiente, por supuesto, un «tiempo de silencio» para Zubiri. A sus cursos asistía una distinguida runa gran representación de la intelectualidad madrileña, y Gonzalo Fernández de la Mora, compañero de curso y amigo de Gustavo Bueno, ofrecía puntualmente en el ABC — que cumplía en estas décadas la función que El País desempeñaría ya en la democracia— amplias y excelentes reseñas de sus lecciones. Las siguientes etapas muestran diferencias con estas que a nuestro entender no son más que derivados en su esencia de esas anteriores, sin estar en la línea de los saltos cualitativos que pretende Gustavo Bueno, pese a tener ciertos cambios estructurales, como por ejemplo un mayor turismo, y una cierta emergencia industrial que marcará la década de los sesenta. Ese planteamiento, con el que el profesor Bueno filtra su visión de aquella generación, que contrasta en gran parte con intelectuales como Paris, Sacristán, Millan Puelles,o los comentarios de Javier San Martín —quién ha realizado un serio estudio sobre Ortega y la fenomenología en su ensayo La fenomenología de Ortega y Gasset, que ya veremos al respecto— no impiden u obstaculizan el propósito que nos trae aquí respecto de los comentarios referentes a este análisis por parte del mismo, sino que nos parecen importantes para justificar ciertos aspectos cruciales de ese periplo de Tiempo de silencio. Así, el profesor Bueno nos refiere también la revista Theoría, ya mencionada también más arriba en cuya creación y colaboración estuvieron personas que como Miguel Sánchez Mazas, o el propio Martín-Santos, los cuales procedían precisamente de familias plenamente integradas en el franquismo, incluso de nombres tan relevantes como era el caso de Miguel hijo de Rafael Sánchez Mazas, poeta del régimen y además ministro con Franco. Pero como hemos destacado, si bien El filósofo creador del denominado materialismo filosófico, tiene el mérito de ese ejercicio propio de su teoría gnoseológica, que da una amplia, rica y precisa contextualización a esos puntos donde el descubrimiento y la justificación se articulan en una nueva y «original» 29 visión, que aunque a riesgo de un cierto pretexto más allá incluso de los propios horizontes actuales europeos de la filosofía, e incluso nuestra tradición, enriquece en cambio, ese horizonte de la lógica de las ciencias sociales, con la dinamicidad que da a ese «tiempo de Silencio», más allá de toda dicotomía represión/libertad y de las correspondientes atribuciones o acepciones asociadas a dicha fórmula. Pero se ha de insistir que en las siguientes perspectivas en donde se da una mayor originalidad, sobre todo en el análisis desde esa perspectiva C Así, la importancia del análisis de Bueno comienza con esa perspectiva B donde se insiste en ese «tiempo de silencio», ya analizando desde esa categoría emic donde ahora tendremos dos aspectos desde esa formulación conceptual; por un lado el denotativo y por otro el connotativo. Desde el aspecto denotativo tendremos, primero, la famosa parodia del ejemplo ya citado, de la manzana utilizado por Ortega en su conferencia del Cine Barceló. Proseguirá literalmente el pensador español; «En este párrafo no sólo no se dan fechas; tampoco se da el nombre del conferenciante: se le describe definidamente (como se describe definidamente a Cervantes, sin necesidad de nombrarlo, por medio de la frase «el autor de el Quijote»). Sabemos que esta conferencia tuvo lugar en Octubre de 1949. El segundo párrafo, al final de la novela (págs. 291-292), es el que contiene las referencias a la bomba atómica y a la ONU, como «inventos» relativamente recientes, pero no inmediatos al tiempo dramático: son los años inmediatos de la postguerra». 45 De esta forma las descripciones que están arriba definidas, nos determinaran inequívocamente, sino toda, Sí una parte importante de ella, que nos insertaremos en el primer intervalo, el de la primera mitad de la segunda década (1946-1955) Establecida anteriormente. Así podríamos llegar a la conclusión de que el «tiempo de silencio» que Se denota internamente, como fecha dramática, es un intervalo de esa segunda época. 46 Más allá de este ángulo de análisis, como es el realizado bajo esa denominación B, y a modo de concluir esta exposición de Gustavo bueno, nos centraremos en la última y más importante perspectiva como es la C, ya que es desde este punto de vista de análisis, donde realizaremos un más profundo análisis del tiempo de silencio en el sentido filosófico. Considerando «tiempo de silencio» desde esta perspectiva C, se está dibujando esencialmente en función de la filosofía, es decir »tiempo de silencio» no es un mero concepto político, sino también es posible argumentará G. Bueno que la filosofía del «tiempo de silencio» no fuese otra cosa sino el reconocimiento de que 30 ha comenzado el» tiempo de silencio» de la filosofía». 47 Si esto fuera así, el análisis del lugar de la filosofía en un tiempo de silencio equivaldría al análisis desde esta perspectiva C de tiempo de silencio, en tanto todo se supone determinado desde esta dimensión de la filosofía. 48 Lo importante, como señala el autor del cierre categorial, es que Pedro, en el «tiempo de silencio» delimitado por el ámbito total mismo del relato, filosofa o se comporta en función de la filosofía. Y no sólo filosofa, como hemos visto sino que también, y sobre todo, en los tres momentos en los cuales parece que se le abren las ocasiones de desviarse de tales caminos, como son los referidos e esos mundos irreales que constituyen esa antítesis de la gran ciudad o la ocasión de salir definitivamente de ella. Como señala Bueno; «En cualquier caso, la filosofía, en el «tiempo de silencio», es decir, el lugar de la filosofía en el «tiempo de silencio» de Tiempo de silencio, no sólo aparece (o desaparece) en el anverso de la vida cotidiana, sino también, y principalmente, puede desaparecer (o aparecer) en el reverso de esa vida». 49 Si analizamos bien la novela «tiempo de silencio» advertiremos que Gustavo Bueno, estaría muy acertado a nuestro juicio al analizar a Pedro, protagonista de la novela como aquel que será quien se mantiene en la vecindad de la filosofía; Matías su amigo, en cambio, representa la poesía. Pero mientras que Matías «en el infierno» se abre a la elevada visión poética de la realidad, retorna a la vulgaridad elitista más sorprendente. Retomando a Bueno y prosiguiendo literalmente su comentario; « me permito advertir que es el propio autor, Luis Martín-Santos, y no yo, quien, a través de Matías, pone en conexión interna las páginas de su obra que hemos hecho corresponder respectivamente a los lugares del Infierno y del Paraíso, pues es el mismo Matías, habitante de ambos lugares (por adopción o por nacimiento) el que se diversifica, en un caso, como guía y protector de Pedro, en el otro, sólo como guía que deja abandonado a su suerte al pupilo, una vez que lo ha introducido en el lugar de destino». Y es también el autor, Luis Martín-Santos, quien nos ofrece la conexión entre el Paraíso (el Limbo, si se prefiere: los salones de la casa de Matías, en los que resuenan los ecos de la lección filosófica del gran Maestro en torno a la manzana), y el Infierno (el antro de doña Luisa, en el que vemos a la manzana transformarse en tomate: «tomó [doña Luisa] un tomate y lo levantó, haciendo que el Sol golpease con dureza sobre la pequeña esfera roja. Ella miraba al tomate por un lado. Pedro lo miraba por el otro. Ambos lo veían desde diferentes perspectivas». 50 El agudo y penetrante análisis de La novela de Tiempo de silencio, con los pasajes 31 y protagonistas de la obra citados por el filósofo Bueno, hacen referencia a los argumentos centrales de nuestra tesis; será aquí más allá del análisis político de Tiempo de silencio, en la dimensión filosófica, donde encontramos los entresijos de esa crítica mordaz y severa facilitada por ese estilo joyciano que Martin-Santos realiza a la España de aquel tiempo que le toco vivir en plena efervescencia de juventud, y cuya hipocresía y dandismo son ese objeto particularmente, al estilo de esa diana en que convierte a Ortega como blanco de sus agudos dardos, con esos tan incisivos comentarios. Así, y más allá de la controvertida y polémica visión del profesor Bueno muy en consonancia con ese estoicismo y cierta ironía socrática, estamos de acuerdo en advertir esa misma visión respecto de Martín-Santos en su novela, donde se observa que ese «tiempo de silencio» muestra una filosofía que «brilla por su ausencia» en los antros en lo que transcurre la obra; «El lugar en el que la filosofía resuena con voz propia en Tiempo de silencio es el escenario del Cine Barceló, y en el limbo de los salones aristocráticos de la casa de Matías. Allí es donde el gran Buco, se ha ido transformando en el gran Maestro Ortega, el embaucador (Luis Martín-Santos es quien lo ha transformado)». 51 Nadie le prohíbe hablar de filosofía, a ese gran Maestro en el «tiempode silencio». Siendo sus palabras, las palabras filosóficas, mismamente, silenciosas y vacías. Pedro tiene esa concepción de ese «tiempo de silencio» que se expresa, principalmente, «en el silencio sonoro, solemne y fatuo, vacío, de la filosofía», señalará Bueno. 52 No obstante, es necesario señalar que la crítica a Ortega, por parte de Martín- Santos es un tema complejo que no solo lleva implicaciones o connotaciones, tan en este caso, a modo de particulares y reduccionistas sentencias con pretexto «psicoanalítico» como el supuesto y a nuestro juicio y arriesgado juicio por parte de Castilla del Pino, como la atribución del móvil de esta crítica a la necesidad en última instancia de asesinar al padre, al que debía su vida, en este caso filosófica. 53 También, es posible que el psiquiatra y escritor vasco debiera más a Ortega de lo que «desearía», no dejando traslucir dicha cuestión. 54 Pero la problemática como bien señala Javier San Martín, estaba más relacionada con la recepción de Ortega y la fenomenología en los pensadores después de la guerra civil, los cuales fueron en direcciones divergentes. El profesor San Martín resalta un panorama histórico bien distinto respecto a Bueno, que a nuestro juicio se ajusta más a la realidad al menos de aquella generación de los cincuenta a la que pertenecía Martín-santos, que como se ha 32 dicho antes no contradice la argumentación tan importante desde la perspectiva C del anterior. Así, Javier San Martín comenta, que ni siquiera se conocían la relación de Zubiri con la fenomenología en su obra sobre la esencia que era una crítica en ciertos aspectos en los términos que Ortega hacía de Husserl destacando Por ejemplo del creador de la fenomenología, que en nuestro país que ni tan siquiera se conocían Las investigaciones lógicas, tampoco, Ideas, y aún menos, La crisis de las ciencias europeas. La realidad es que orteguianos como Julián Marías y Antonio Rodríguez Huéscar no se preocuparon de La fenomenología, y como una consecuencia derivada, tampoco de hacer una vinculación de Ortega a modo de una contribución a la fenomenología. La consecuencia de esto repercutió en los escasos estudiosos de la fenomenología que después la guerra, repercutió en algunos miembros destacados de esa generación de los cincuenta, como era el caso de Antonio Millán Puelles, y los ya citados Manuel Sacristán y Fernando montero Moliner, que apenas se aproximaron a Ortega, a excepción de este último, que solo muy tardíamente descubrió su obra. 55 Esto ha influenciado seriamente a modo de graves consecuencias para la filosofía española, que se ha visto desprovista de esa poderosa raíz en la filosofía contemporánea. Esta disociación de Ortega respecto a la fenomenología, llevo a la pérdida de las raíces filosóficas de nuestro horizonte intelectual, lo que condujo a un pensamiento desarraigado. En aquellos años de la posguerra, o bien se iba a favor de Ortega, lo que implicaba un cierto casticismo en favor de éste, o en el caso contrario de no seguir dicha estela, se recurría a una filosofía escolástica, o desaparecía toda filosofía española, en busca de una filosofía más allá de nuestras fronteras. Esta situación tuvo sus consecuencias para la filosofía de Ortega, que fue dramáticamente expulsada de la universidad con el tiempo. Al desarraigarla de la fenomenología, quedo adscrita a una filosofía de la vida, que se asocio al patrocinio de Nietzsche y Dilthey, autores éstos que iban comentados por aquel entonces en los apartados anteriores a la fenomenología. 56 Así, la capacidad de entender la problemática orteguiana se estaba perdiendo para, que finalmente y durante esa generación de los años cincuenta, años de juventud en que Martín-Santos frecuentaba el Café Gijón y comenzaban las primeras reuniones, en torno a ese grupo que conformo y creó la revista Theoría, suceder en ese mismo transcurrir de la década, el declive paulatino de la filosofía de Ortega la cual se pierde a la manera de un epígono, llegando a convertirse incluso en un pensador de poco alcance, poca 33 rigurosidad, y también caído bajo la denominación de asistemático. 57 Solo mucho más tarde, a mediados de los ochenta, Ortega, vuelve al mundo académico de una forma renovada. Destacaremos del filósofo conocido por ese raciovitalismo, La relación entre sentido y experiencia, o posición sobre el sentido de la vida, que no es sustituir la vida por el sentido —más típico en los vitalismos de finales del XIX—, el tema central orteguiano por excelencia en la problemática de España, ya muy tempranamente y de forma muy lograda en su pionera obra Meditaciones del quijote. Es pues, esa universalización del sentido, una constante en Ortega, cuya relación entre este y la realidad, será también el eje central de la obra de Husserl, 58 de manera que y siguiendo la línea argumental del profesor Javier San Martín, nos encontramos, con un nexo entre ambos pensadores, en el aspecto ya comentado a cuanto a ese estrecha relacion entre Ortega y la fenomenología, aunque con la matización de que este se separa de Husserl en su obra Qué es filosofía publicada en 1957, siguiendo más bien la estela heideggeriana. 59 No entraremos a profundizar en esta cuestión, como es el de la evolución de Ortega y Gasset, ya que nos desviaría de nuestro propósito, pero si es necesario mencionar al menos, los datos necesarios, que nos permitan contextualizar a Martín-Santos. Así y Siguiendo la argumentación de Javier San Martin expuesta anteriormente, no sería de extrañar la crítica de Martín-Santos al filósofo madrileño, en ese sentido que convergería con ciertos aspectos con esa perspectiva C aportada por Gustavo Bueno, donde esas palabras silenciosas y vacías del maestro Ortega, vendrían asociadas de alguna manera, pero solo parcialmente, se insiste, justificadas, por esa desvinculación de Ortega a la fenomenología, quedando así tildado de presuponer una visión simplista, presentada a la manera de un cierto dandismo en nombre de una filosofía de la vida. Martin-Santos pudo estar influido por esta visión que se tenía de Ortega en los años cincuenta cuyo protagonismo para algunos tan ensalzado, aunque en grupos más minoritarios contrastará con aquellos que se sumergen en forma de rebelión contra todo vanguardismo, en una escolástica cuyo pretexto es el nacionalcatolicismo más que esta filosofía en sí mismo. Otros intelectuales recurrirán a las filosofías fuera de nuestras fronteras; es el caso de muchos intelectuales de aquella generación, y en particular de Luis Martín-Santos. Sin embargo y a modo de conclusión, aunque ciertos sectores intelectuales estén más de acuerdo con la panorámica presentada por Carlos París, y Javier San Martín 34 entre otros que con la de Gustavo Bueno, en cuanto al contexto y motivaciones intrínsecas del ambiente cultural de aquella época que marcara y definirá el transcurrir de las siguientes generaciones hasta bien entrada la democracia, es necesario no obstante resaltar que esa perspectiva C, ya expuesta con anterioridad, denotará una compleja intencionalidad que rebasará los límites de esa desvinculación histórica de Ortega con la fenomenología sin desmerecer la argumentación anterior. Dicha complejidad será atentamente analizada en el apartado Ortega y Gasset: «Psicoanálisis ciencia problemática». 35 2. LA PSIQUIATRÍA ESPAÑOLA Y EL PROCESO DE INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA ESCUELA DE HEIDELBERG Como hemos visto en el apartado anterior, la situación cultural de España en la década de los cincuenta, es en General, una situación que se caracteriza por un General empobrecimiento con respecto a ese esplendor a modo de utopía, del momento histórico de la segunda república. Dicha situación como bien destacaban autores como Manuel sacristán o Carlos París por nombrar intelectuales importantes de aquella generación de los cincuenta, u otros más actuales como el ya citado Javier San Martin, insistieron en una decadencia general del ambiente cultural universitario, si bien hemos también de señalar la
Compartir