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A Sociedade das Servilletas

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En La sociedad de las servilletas el dolor por la desigualdad 
tiene voz y el sacrificio personal devela la indiferencia. El 
heroísmo de la gente común, la que nunca es lo que quiere 
ser, condicionada por su entorno y sueños truncados, es la 
fuerza que mantiene la existencia y le da cohesión y sentido. 
El autor descubre la naturaleza de la miseria de sus per-
sonajes y muestra la cara impotente de ella; no busca con 
ello comprometer o señalar a nadie, simplemente mostrar la 
realidad de quienes juzgamos fácilmente y resaltar aquello 
en lo que menos creemos: la fuerza moral, el carácter y el 
poder de un amor universal.
Todas las personas tenemos sueños 
en la vida que muchas veces por falta 
de tiempo, entusiasmo, compromiso, 
iniciativa, oportunidades, e inclusive 
dinero, no cumplimos; también, el 
círculo en el que se desarrolla nuestra 
existencia nos priva muchas veces 
de la concreción de nuestros sueños 
y anhelos. 
En ocasiones, los acontecimientos 
fortuitos del destino juegan un pa-
pel preponderante que aniquila las 
iniciativas cuando se busca lograr 
determinados objetivos.
Hay imponderables que nos causan 
frustraciones, así como también está 
nuestra falta de compromiso para 
hacer realidad los sueños, que, no nos 
digamos mentiras, todos albergamos 
desde niños.
En mi caso personal, siempre hubo 
algo que no permitía materializar mi 
proyecto de vida inclinado al arte 
en sus diferentes manifestaciones; 
especialmente hacia la literatura.
Hoy día, después de mucho pensar-
lo, de analizar temas y desecharlos, 
de posponer días, meses y años mi 
objetivo de ser escritor, creo que ha 
llegado el momento de intentarlo.
Confieso que no es nada fácil; de he-
cho, es más difícil de lo que pensaba, 
pero ahí voy. Espero que disfruten de 
mi primer novela.
La sociedad de las servilletas es una 
historia de alto contenido social que 
pretende mostrar la lucha que en-
frentan diariamente las personas 
del común y su heroísmo silencioso, 
pocas veces reconocido y que a su vez 
desborda la imaginación. Asimismo, 
desnuda el falso heroísmo de cier-
tos personajes artificiales, quienes 
afortunadamente son los menos en 
la sociedad.
Queridos lectores, hay historias 
que dan vueltas en mi cabeza y de-
seo compartirlas. Algunas  podrán 
ser tomadas de la realidad, otras ser 
ficción, pero cuando escribo, es tan 
cruel la realidad, que a veces quisiera 
que lo narrado fuera solamente eso, 
ficción. 
José de Baróg
 
(Continúa solapa posterior)
Todas las personas tenemos sueños 
en la vida que muchas veces por falta 
de tiempo, entusiasmo, compromiso, 
iniciativa, oportunidades, e inclusive 
dinero, no cumplimos; también, el 
círculo en el que se desarrolla nuestra 
existencia nos priva muchas veces 
de la concreción de nuestros sueños 
y anhelos. 
En ocasiones, los acontecimientos 
fortuitos del destino juegan un pa-
pel preponderante que aniquila las 
iniciativas cuando se busca lograr 
determinados objetivos.
Hay imponderables que nos causan 
frustraciones, así como también está 
nuestra falta de compromiso para 
hacer realidad los sueños, que, no nos 
digamos mentiras, todos albergamos 
desde niños.
En mi caso personal, siempre hubo 
algo que no permitía materializar mi 
proyecto de vida inclinado al arte 
en sus diferentes manifestaciones; 
especialmente hacia la literatura.
Hoy día, después de mucho pensar-
lo, de analizar temas y desecharlos, 
de posponer días, meses y años mi 
objetivo de ser escritor, creo que ha 
llegado el momento de intentarlo.
(Continúa solapa posterior)
LA SOCIEDAD 
DE LAS
SERVILLETAS
José de Baróg
© 2012
 José de Baróg
 
 ISBN: 978-958-46-0350-0
 Contacto y pedidos:
 Celular: 320 833 64 61
 E-mail: josedebarog@hotmail.com 
En recuerdo de 
Rudy José y Arnulfo
Agradecimiento especial para mis hijos y mi esposa 
quienes me han apoyado en este nuevo camino, 
también para Franz Mauricio por su aporte, 
guía y sus luces en esta aventura literaria,
para familiares y amigos por su 
acompañamiento y motivación. 
Tabla de contenido
Prólogo ............................................................................... 11
Capítulo 1 Un encuentro fugaz ..................................... 13
Capítulo 2 La lucha diaria ................................................ 23
Capítulo 3 Caminando la ciudad .................................. 37
Capítulo 4 Viviendo en otro mundo ........................... 49
Capítulo 5 Las promesas .................................................. 61
Capítulo 6 El mejor amigo ............................................... 73
Capítulo 7 Volver al pasado ............................................ 81
Capítulo 8 Destinos cruzados ........................................ 93
Capítulo 9 Una llamada inesperada ........................ 103
Capítulo 10 El encuentro ................................................. 113
Capítulo 11 Acerca de tecnología y política .......... 123
Capítulo 12 Una visita imprevista ............................... 133
Capítulo 13 “El intruso” .................................................... 143
Capítulo 14 Los secretos de una vida ....................... 155
Capítulo 15 Un sueño descabellado.......................... 163
Capítulo 16 La partida ....................................................... 177
Capítulo 17 El renacer ....................................................... 185
11
PRÓLOGO
La sociedad de las servilletas narra la historia de un grupo 
de personajes que entre encuentros y desencuentros nos 
revelan la heroicidad del otro, de aquel que poco miramos 
o nos detenemos a escuchar, del que habiendo cometido 
un error logra encontrar la fuerza para corregirlo, y de quien 
sumido en sus equivocaciones vive la soledad de la culpa. 
Es la historia de personajes conocidos que han logrado inspirar 
un cambio en la vida de algunos y la crónica con la que el 
autor espera que sus lectores se reconozcan en los ideales 
de la juventud para ponerse de acuerdo consigo mismos. 
En La sociedad de las servilletas el dolor por la desigualdad 
tiene voz y el sacrificio personal devela la indiferencia. El 
heroísmo de la gente común, la que nunca es lo que quiere 
ser, condicionada por su entorno y sueños truncados, es la 
fuerza que mantiene la existencia y le da cohesión y sentido. 
Rudy, su protagonista, es un ser cuya transparencia cautiva 
a quienes reciben sus servilletas, las cuales están llenas 
de poesía y en algunos casos contienen los secretos más 
íntimos de las personas.
El autor descubre la naturaleza de la miseria de sus per-
sonajes y muestra la cara impotente de ella; no busca con 
12 ■ José de Baróg
ello comprometer o señalar a nadie, simplemente mostrar la 
realidad de quienes juzgamos fácilmente y resaltar aquello 
en lo que menos creemos: la fuerza moral, el carácter y el 
poder de un amor universal.
La sociedad de las servilletas es entonces la historia de un 
delirio de amor universal sintetizada en una narración que 
sorprende por la pureza de los personajes y la forma en que 
estos son recreados por su autor, quien capítulo a capítulo 
acumula expectativas que luego resuelve con igual maestría 
que aquella con la que dio vida a la idea de su ópera prima.
Franz Mauricio Castro B.
Profesor universitario
Licenciado en Filosofía y Letras
Máster en Literatura 
Exbecario Fulbright.
 
13
Capítulo 1
UN ENCUENTRO FUGAZ
El joven sabía los nombres de las personas con solo verlas; 
era un extraño don que poseía desde niño y él tenía con-
ciencia de esto, pero le daba poca importancia.
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La mesera lo miró sorprendida. Nunca había visto al joven 
que con tanta seguridad la llamaba por su nombre.
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que ofrecía el restaurante. Siempre procuraba atender muy 
bien a la clientela, deseaba cuidar su trabajo, pues había 
durado bastante tiempo desempleada y además, haría hasta 
lo imposiblecon tal de no volver a su antigua labor.
En las horas en que había mucha gente aún se atolondraba, 
porque además del agobiante ajetreo sentía a todo momento 
la mirada vigilante del dueño del negocio, un hombre malge-
niado y gritón que, cuando el lugar estaba lleno, aumentaba 
el acoso a las empleadas.
14 ■ José de Baróg
Tomó el pedido, limpió la mesa y se retiró. Al rato volvió con 
una canasta que contenía los cubiertos y las servilletas, y 
un vaso con jugo.
Lo primero que hizo el joven fue tomar una servilleta. Rudy 
había adquirido una costumbre que con el tiempo se le 
convirtió casi en obsesión: toda servilleta que caía en sus 
manos era guardada y atesorada por él; en ellas escribía 
versos, pensamientos, poemas, o simplemente notas de 
solidaridad que obsequiaba a algunas de las personas con 
las que interactuaba aunque recién las conociera. Las de-
dicatorias iban dirigidas con el nombre de su destinatario, 
cosa que sorprendía aún más.
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La conversación quedo ahí, porque había bastante gente 
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caja registradora.
Rudy tomó el vaso y, mientras observaba a la mujer, rauda 
de un lado a otro, bebía su contenido.
Era un joven corriente; de hecho, pensaba que hubiera 
querido serlo menos, tener otras virtudes y sobresalir ante 
los demás muchachos de su edad. Siempre tuvo esa per-
cepción de sí.
Le gustaba mucho conversar con las personas y siempre 
encontraba el tema y la oportunidad para hacerlo, sobre 
todo con las humildes, pues creía que por mucho que lo 
La sociedad de las servilletas ■ 15
fueran tenían una historia que era importante para ellas 
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ese brillo tan especial que lo caracterizaba, y percibió que 
necesitaba ayuda urgente: desfilaron por la mente del joven 
todos los problemas y dificultades de la mesera, le pareció 
que libraba una agotadora lucha día tras día y se dijo que 
le gustaría ayudarla.
Mientras le servían el almuerzo, el muchacho se concentró 
en escribir sobre la servilleta que tenía en sus manos.
A Rudy le apasionaba escribir. Además de interesarse por 
la vida de las personas comunes, le gustaba estudiar sobre 
la vida de personajes históricos; todo libro de este tipo que 
caía en sus manos era leído ávidamente; pero no solo de 
historia, también de religión, filosofía, literatura... 
Últimamente estaba concentrado en la mitología clásica, 
lo cual le había abierto un panorama muy amplio para en-
tender la religión como fenómeno de masas en la historia 
de las civilizaciones, así como de la estructura política y las 
costumbres y tradiciones en la sociedad actual.
El joven Rudy andaba en busca de su propia verdad y consi-
deraba que estudiando sería más fácil. Entre los libros que 
había leído últimamente le impactó uno, sobre la vida de 
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político, así como las costumbres, de la época en que vivió. 
Lo que allí encontró de él lo hizo admirarlo y amarlo aún 
más. “Además de dejar nos un mensaje de amor hermoso 
y sublime, tenía una personalidad arrolladora”, concluyó. 
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vamente lo reafirmó. Hasta esos días había sido creyente 
por tradición, ahora lo era por convicción.
16 ■ José de Baróg
Analizaba de manera crítica pero lo más objetiva posible 
dentro de su entender, el acontecer diario de las personas y 
los hechos cotidianos del mundo. Había llegado a una con-
clusión: por regla general, la historia de los seres humanos se 
repite en su descendencia durante varias generaciones y por 
ley natural. El joven llegó a esta conclusión con base en un 
estudio realizado por él que incluía estadísticas de conocidos 
y de familias prestantes a las que se dio a la tarea juiciosa de 
estudiar su árbol genealógico.
En su estudio también descubrió que entre la población en 
muy pocos casos se podía alterar esta ley natural, así que 
se propuso ser parte de este bajísimo porcentaje; amaba 
entrañablemente a su familia y esto lo fortalecía diaria-
mente, de modo que debía ser parte de los que rompían la 
que denominó “cadena de herencia familiar” y mejorar las 
condiciones de vida de sus seres queridos. 
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negocio, acosaba y gritaba a doña Aracely, la otra mesera, 
porque un cliente al que había atendido no tenía el recibo 
de lo consumido y no estaba seguro de que le estuvieran 
pagando lo correcto. Ella, para despejar la duda, se dirigió 
a la cocina y aclaró el asunto con su madre María, que era 
la cocinera, una mujer de 50 años que llevaba treinta de 
ellos en este oficio, y a fe que el resultado de su experien-
cia se reflejaba en el placer con que degustaban sus platos 
los comensales. La cocinera llamó la atención a Aracely 
porque no era la primera vez que tenía este inconveniente 
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varias veces, muy a menudo olvidaba dejar el recibo de lo 
consumido en la mesa.
La sociedad de las servilletas ■ 17
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dijo su madre, con tono de preocupación.
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sería el acabóse. 
Doña María se concentró en seguir sirviendo los platos, 
impecablemente limpios, que ordenadamente le iba co-
locando en una repisa que divide la cocina del comedor 
otra empleada cuyo trabajo exclusivo era lavar la loza y los 
cubiertos. Aracely sacudió la cabeza, tomó los platos que 
estaban servidos y trató de concentrarse en su labor. Su 
madre la había recomendado en el restaurante y la estaba 
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buscar la oportunidad de llegar a ser cocinera porque así 
ganaría un poco más de dinero y tendría más estabilidad 
en el trabajo; conseguir buenas cocineras siempre era un 
problema para los restaurantes y esto lo sabía muy bien 
Aracely.
En lo del tema de Rocío se concentraría en la tarde, después 
de recoger las mesas, lavar el piso, la loza, etcétera.
El restaurante no era muy grande, de modo que mientras 
Rudy almorzaba, observaba todo cuanto allí acontecía. 
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entregárselo cuando se dispusiera a salir.
En un momento en que atendió una mesa contigua, apro-
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terminaba de almorzar, y con una sonrisa le dijo:
18 ■ José de Baróg
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El joven la miró y le respondió tímidamente: 
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bien atendido; además, María cocina delicioso. 
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Con cara de incredulidad, la mujer replicó:
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Él, sonriendo, extendió la mano y le entregó una servilleta, 
que ella recibió con extrañeza, y se despidió: 
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mesa, se dirigió a la caja que estaba a la entrada del res-
taurante, pagó la cuenta y salió.
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que el joven le había entregado; iba a leerla, pero empezó 
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su trabajo.
No entendía por qué, pero guardó aquella servilleta con 
especial cuidado en su delantal, asegurándose de que era en 
La sociedad de las servilletas ■ 19
el bolsillo dellado derecho, para no refundirla. Nunca antes, 
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había conocido a una persona que la hubiera mirado así y 
transmitido algo que era como mezcla de ternura, solida-
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adecuado para leer lo que el casual comensal le había de-
jado escrito en aquella servilleta. La mujer se preguntaba: 
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le gustó la idea y se sonrojó; además el joven tenía un aire 
muy especial, como de inocencia; sacudió la cabeza hacia 
los lados, a la vez que frunció el ceño y los labios. “Cuando 
la lea sabré de qué se trata”, concluyó y siguió con su rutina.
Aracely vio cuando el joven le entregó el papel; pensó que 
era dinero y le dijo a su compañera:
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Al decir estas palabras se acentuó en Aracely esa marcada 
sensación de cansancio que siempre la acompañaba; de 
hecho era como un sello que siempre tenía en el rostro, no 
importaba que recién empezara el día. Aracely era bajita 
y delgada, el delantal blanco le quedaba un poco grande, 
al igual que la gorra de mesera, lo cual complementaba su 
aspecto de mujer cansada; daba la impresión de que hubiera 
trabajado todo el día y toda la noche.
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decía que se prestaba para abusos con las empleadas. La 
verdad, y las mujeres lo sabían, era por desconfianza; el tipo