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15 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana; y su categoría histórica1 José Vásquez Romero2 Recepción: 21 de enero 2018. Aprobación: 21 de marzo 2019. Resumen Pedro Santana fue el principal caudillo decimonónico con perfil patriarcal y despótico. Emergió de una formación social de profundas raíces coloniales, consolidadas con la Guerra de Reconquista. Descolló como máximo representante de los hateros y fue apoyado por figuras claves del conservaduris- mo ilustrado para ejecutar la anexión. Su principal rival fue Buenaventura Báez, quien se convirtió en representante de la pequeña burguesía en ausencia de Duarte. La representa- tividad jurídico-política estuvo definida por determinantes ideológicos de carácter conservador. Arguyendo traición a 1 Tema presentado en el Fórum “Pedro Santana: ¿dentro o fuera del Pan- teón Nacional?”, organizado por la Escuela de Historia y Antropología de la UASD, Santo Domingo, 15 de octubre de 2018. Retrabajado para Ecos. 2 Antropólogo egresado de UASD, candidato a doctor de la Universidad de Sevilla. Profesor de Antropología e Historia de la Escuela de Historia y Antropología de la UASD. Premio de Historia Vetilio Alfau Durán AGN 2015, con la obra El modelo anticaudillista. E C O S Órgano del Instituto de Historia de la UASD Año XXV, Vol. 1, No. 16 Julio-diciembre de 2018 16 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero la patria, ejecutó asesinatos políticos, amparado en el artí- culo 210 de la Constitución. Profundizó el estado de miseria mediante el uso del 80% del presupuesto en gastos mili- tares. Y precipitó la anexión, la cual despertó esperanzas entre las masas, pero provocó la reaparición del fantasma esclavista entre los vecinos haitianos y, sobre todo, la Gue- rra Restauradora. Santana pasó de victimario a víctima al ser humillado por los españoles; aun así debe ser excluido del panteón nacional. Palabras claves: formación social, caudillismo despótico, Independencia Nacional, anexión, hateros. Political-Military Trajectory of General Pedro Santana and its Historical Category Summary Pedro Santana was the main nineteenth-century autocrat with patriarchal and despotic profile. He emerged from a social formation with deep colonial roots, consolidated with the War of Reconquest. He stood out as maximum representative of cattlemen and was supported by key figu- res of enlightened conservatism to execute the annexation. His main rival was Buenaventura Báez, who became the representative of the petty bourgeoisie in the absence of Duarte. The political legal representativeness was defined by conservative ideological determinants. Arguing treason against the homeland, he executed political assassinations, protected by Article 210 of the Constitution. He deepened the state of misery by using 80% of the budget in military spending. He also hastened the annexation, which aroused expectations among the masses, but caused the reappea- rance of the slave ghost among the Haitian neighbors, and above all, the Restorative War. Santana went from victimi- zer to victim when humiliated by the Spaniards; even so, he must be excluded from the National Pantheon. 17ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Keywords: social formation, despotic autocracy, National Independence, annexation, cattlemen. Introducción Desde una mirada epistémica desprejuiciada se compren- derá con relativa facilidad que la formación económico-social prevaleciente en la parte Este de la isla de Santo Domingo, que devino en República Dominicana a partir del 27 de febrero de 1844, representaba niveles de desarrollo insuficientes para la instauración de un Estado democrático-liberal. Un Estado, al menos, como el descrito en la constitución confeccionada bajo los presupuestos político-ideológicos del patricio Juan Pablo Duarte y su organización La Trinitaria, los cuales fue- ron desnaturalizados a través de la inserción del artículo 210 que otorgaba poderes extraordinarios al presidente Santana. La dominicana era una sociedad donde la herencia definida por los nexos patriarcales entre el amo y el esclavo aún man- tenía un poder determinante en la mentalidad de las masas. De esa relación alienante —dominio-subordinación—, nace el poder ilimitado de quien tiranizó el ejercicio político del país; y, luego de la anexión, sería degradado a la categoría de Marqués de Las Carreras. Y no obstante la labor apologética del séquito intelectual que legitimó su caudillismo despótico, su estatura histórica fue disminuida por la anexión. Con esa acción quedó evidenciado que, el pacto establecido con los trinitarios, fue una jugada táctica, a través de la cual el sector hatero-ilustrado utilizó los recursos de la pequeña burguesía liberal para alcanzar la separación de Haití y concretar sus propósitos anexionistas. Ahora bien, al margen de las pasiones que despiertan las posturas ideológicas y los intereses políticos sobre la pertinen- cia o no de la permanencia de los restos de Pedro Santana en el Panteón de la Patria, los historiadores tienen la responsabilidad 18 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero de ofrecer respuestas objetivas ante la comunidad académica y la sociedad. La controversia que enfrenta a liberales y conser- vadoras sobre los méritos patrióticos del personaje en cuestión, para merecer reposar o no en el espacio reservado para los for- jadores de la dominicanidad, constituye un ejercicio necesario cuya trascendencia repercutirá como referente paradigmático, sea cual fuere el resultado de la decisión de académicos, políti- cos, legisladores e intelectuales al respecto. En esa perspectiva los estamentos académicos, y las instituciones llamadas a sal- vaguardar los intereses de la patria, tienen ante sí un desafío cuya responsabilidad es indeclinable. La juventud dominicana merece y espera ser correctamente orientada acerca de cuál es el comportamiento cívico y patriótico apropiado para ser reconocido como ciudadano ejemplar. La elevación a héroe nacional del caudillo seibano, mediante el depósito de sus des- pojos mortales en el panteón de la patria, tiene la agravante de haber sido el resultado de una jugada política coyuntural, utilizada por el veterano Joaquín Balaguer, con la cual intentó perturbar el avance liberal, que auguraba la victoria del can- didato del Partido Revolucionario Dominicano, el hacendado Antonio Guzmán Fernández, el 16 de mayo de 1978. Es decir, en fecha 23 de julio del año 1978, faltando solo 24 días para transferir el mando presidencial al perredeísta Guzmán Fernández, el saliente primer mandatario Joaquín Balaguer ordenó trasladar las cenizas del personaje en cues- tión al Panteón Nacional. Desde entonces se ha suscitado una controversia sobre la pertinencia o no de aquel acto de recono- cimiento a favor de quien, no obstante haber sido una figura decisiva en el plano militar, para la derrota de las tropas de ocupación haitiana, ordenó diversos fusilamientos sumarios al amparo del Artículo 210 de la Constitución promulgada el 6 de noviembre del año 1844 que le otorgaba poderes dictatoriales y, además, decidió la afrentosa anexión a España. Es cierto que el general Santana protagonizó batallas como “El Número”, “Cachimán”, “El Memiso”, “Las Carreras”, entre otras, con las 19ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 cuales impuso la superioridad de sus tropas sobre los haitianos; y es cierto que las mismas fueron decisivas para la creación de la república. Pero su forma de proceder condujo al patíbulo a patriotas como María Trinidad Sánchez, José Joaquín y Gabino Puello, Antonio Duvergé, Francisco del Rosario Sánchez, los hermanos Matías, entre otros, y enajenó la soberanía nacional mediante el acto anexionista. 1. Papel de Pedro Santanaen la fundación del Estado dominicano y las pugnas entre conservadores y liberales En primer lugar, es preciso decir que el origen jurídico del Estado dominicano se remonta a la Independencia Efímera en el marco de la cual Núñez de Cáceres elaboró la primera constitución para regir los destinos de Haití Español. Este acto independentista contra el colonialismo español tuvo lugar en el mes de noviembre del año 1821. Esta acción constituyó una experiencia independentista de corta duración, de apenas 39 días en promedio, por lo que se conoce con este nombre. Este ensayo independentista tuvo una serie de perturbaciones entre las que se halla la anexión a la Gran Colombia, entonces re- genteada por el libertador Simón Bolívar, la cual no prosperó, entre otros factores relacionados con las contradicciones inter- nas que encerraba el acontecimiento político, porque no logró conciliar los distintos intereses de clases del pueblo dominica- no. Fue en el contexto de aquella crisis de sostenibilidad que se produjo la ocupación haitiana, encabezada por Jean Pierre Boyer, el 9 de febrero de 1822. Contra la dictadura encabezada por aquel déspota haitiano se llevó a cabo el proceso de re- sistencia por parte del pueblo dominicano que culminó en la proclamación de la independencia nacional o separación, que dio origen al Estado dominicano vigente hasta hoy, y que fue disuelto mediante la anexión a España en 1861, siendo reesta- blecido por la guerra Restauradora (1863-1865). 20 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero Ahora bien, el centro de este análisis lo constituye el sur- gimiento y desarrollo del caudillismo despótico encabezado por el general Pedro Santana, a partir de la guerra separa- tista o de Independencia del 27 de febrero de 1844. En este proceso descolló su controversial figura como el principal referente caudillista del siglo XIX, siendo su principal rival el déspota ilustrado Buenaventura Báez, quien también acaudi- lló al pueblo dominicano durante los periodos de la Primera y la Segunda República, respectivamente. De forma que, en la estructuración del Estado dominicano, la representatividad jurídico-política y político-social estará definida a partir de determinantes ideológicos, en torno a una mentalidad, has- ta cierto punto patriarcalista, encarnada por Pedro Santana, máximo representante de la clase dominante de los hateros, en oposición a la utopía liberal-democrática que idealizó la pequeña burguesía representada por Juan Pablo Duarte y los trinitarios. Las rivalidades desencadenadas entre ambos sec- tores, desde la alborada de la independencia, se prolongarían hasta el presente, dejando como saldo el dominio casi absoluto del sector conservador sobre los defensores del liberalismo- nacionalista. Por ejemplo, la Junta Central Gubernativa, primer gobierno colegiado instituido en el país mientras se diseñaba la primera constitución, proclamada el 6 de noviembre de 1844, estuvo encabezada por el conservador ilustrado Tomás Boba- dilla, contra quien Francisco del Rosario Sánchez protagonizó el primer golpe de Estado, apenas un mes después de haberse proclamado la independencia. El contragolpe encabezado por Santana, casi de inmediato, destituyendo la junta presidida por Sánchez, sellaría una lucha a muerte que culminó en la impo- sición de Santana como ley, batuta y constitución, condición que se “legitimaría” con la inserción del artículo 210 a la Cons- titución, la cual otorgaba poderes dictatoriales al presidente seibano. Desde entonces el gobernante procedió despóticamen- te contra todos los disidentes que giraban en torno a Duarte y al sector liberal, que defendían intransigentemente el ideal 21ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 de la soberanía y la independencia. Los encarcelamientos, los destierros, los asesinatos políticos bajo el argumento falaz de traición a la patria, en la que jamás creyó el tirano seibano, constituyeron los mecanismos a través de los cuales se impuso su voluntad despótica, que respondía a una mentalidad y a una coyuntura en la que el peligro haitiano sirvió de ardid para mantener en el poder a aquel gobernante, movido más por la fuerza del odio y del instinto que por razones ideológicas o convicciones patrióticas, que nunca tuvo. De modo que, en la coyuntura, los perfiles del general Santa- na encajaban adecuadamente en la psicología social del pueblo dominicano, en virtud de sus raíces coloniales, representadas por este, mejor que por ningún otro. Esta condición la atestigua su inocultable hispanofilia; y, en el marco de la cual se había configurado una mentalidad que impedía a la colectividad so- cial ver otros peligros, al margen de la amenaza haitiana, en el camino hacia la consolidación de la soberanía. Entonces, al aceptarlo como imprescindible, en la tarea de enfrentar mili- tar y políticamente al invasor haitiano, se partía del criterio colectivo de que, el mismo, encarnaba la única esperanza de redención. Semejante percepción derivaba de la ausencia de una conciencia nacional que se fue forjando en medio de enor- mes perturbadores asociados a la reivindicación inconsciente de España como la “Madre Patria”, inducida por una élite con- servadora e ilustrada, que se beneficiaba de dicho estado de alienación. Este proceso de afianzamiento de la conciencia na- cional tardaría mucho tiempo, luego de la guerra separatista; y debieron ocurrir grandes rebeliones como la Guerra de la Restauración, como reacción a la anexión, para que el pueblo experimentara un despertar espectacular. No obstante, aquella gesta no fue suficiente para desterrar los demonios del colonia- lismo y el anexionismo promovidos por una oligarquía política sin fe en el destino autonómico dominicano. Debieron acon- tecer otras tentativas imperialistas en contra de la soberanía nacional que producirían estremecimientos inauditos de las 22 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero masas populares, y que darían lugar a la toma del gobierno de los liberales, los cuales —aunque por breve tiempo—, represen- taron un hálito de esperanza para la institucionalización de la democracia. Al respecto sentencia Pedro Henríquez Ureña que no fue sino hasta la Guerra de los Seis Años, acaecida durante el cuarto mandato de Báez, en que los liberales, bajo el lide- razgo de Luperón, se enfrentaron a las tentativas anexionistas del territorio nacional a los Estados Unidos de Norteamérica, cuando se inició el despertar definitivo del pueblo frente a sus opresores internos y externos. Afirma que la intelección de la independencia nacional, por parte del pueblo dominicano, cul- mina con la Guerra de los Seis Años, en 1874, tras la caída del cuarto mandato de Buenaventura Báez. Especialmente a partir de este acontecimiento el país realizó “esfuerzos meritorios” para su democratización, no obstante grandes dificultades3. En todo el periodo previo, el caudillismo constituyó el signo político-social determinante. El concepto de caudillo se refiere a la suplantación de las instituciones por parte de un individuo en so- ciedades con escaso grado de desarrollo. En estas, el mesianismo y las personalidades fuertes emergen como esperanzas de redención, concitando las sim- patías y adhesiones necesarias para realizar ejercicios personalistas del poder, en supuesta representación de 3 Pedro Henríquez Ureña, “Escritos políticos, sociológicos y filosóficos”, en Obras Completas, Tomo V (Santo Domingo: Editora Nacional, 2004). En este aspecto Henríquez Ureña también pondera el valor y trascendencia de la Independencia Efímera; y argumenta que aun cuando la misma no pudo sostenerse por las circunstancias que la rodearon, con ella inició el proceso de formalización de la definición de un nivel de conciencia colectiva quese expresó en la constitución del efímero Estado instaurado en noviembre de 1821. Además sostiene que es más elegante reivindicar la independencia frente a España que frente a Haití, lo que curiosamente sugiere cierto prejuicio en una figura de sus dimensiones intelectuales y humanísticas. 23ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 sus respectivos pueblos. Este se expresa, en el sujeto como instrumento de cambio; como factor de unifi- cación frente al peligro. Además, enfatiza el hecho de que, la personalidad del caudillo se impone por cua- lidades sobresalientes y por cuanto refleja el pensar y el sentir de una época; su existencia y su vigencia están asociadas a una voluntad, a un sentir y a una as- piración colectiva cuyo mecanismo para alcanzar su realización es el individuo. Dice que sus credenciales para desempeñarse como tal son sus dotes persona- les, y lo que es él es un producto social, no como él ha querido ni elegido, sino en términos de las calidades y los defectos adquiridos en un contexto social especí- fico. De modo que el caudillo es un constructo social; un resultado de lo que el medio en el devenir histórico le ha asignado como valor y condición4. Lauy, en un 4 José L. Vásquez Romero, El modelo anticaudillista y desarrollista del presi- dente Ramón Cáceres, Premio Nacional de Historia Vetilio Alfau Durán, (Santo Domingo: Archivo General de la Nación, 2015). En esta obra se pone énfasis en la poderosa repercusión que tuvo la formación social vi- gente en la sociedad dominicana decimonónica y del siglo XX en el com- portamiento político de las masas, las cuales delegaban su suerte a las iniciativas de sujetos políticos revestidos de un poder económico y social que le otorgaba un prestigio que definía la adhesión de amplias franjas populares alrededor de sus proyectos personalistas. El autor clasifica el caudillismo en secular y moderado, cada uno de los cuales respondía a una visión distinta de la sociedad por parte de los individuos que lo os- tentaban. La obra distingue también entre partidos caudillistas y no cau- dillistas, cada uno de los cuales respondía a la mentalidad de sus líderes, los que les impregnaban su sello personal. Dentro de este es que el autor también destaca las modalidades de caudillismo regional, en términos de las cuales el país se mantuvo dividido políticamente a lo largo del siglo XIX. Las figuras que concentraban el poder en las respectivas regiones y provincias eran especies de caciques, señores de horca y cuchillo, que fueron desactivados durante el gobierno del presidente Ramón Cáceres, y que se reactivaron tras su asesinato, en el marco de la montonera surgi- da en la guerra de 1912, protagonizadas entre bolos y coludos (jimenistas y horacistas). Ibídem, 50-61. 24 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero estudio sobre el caudillismo dominicano durante el siglo XIX, presenta cinco causas fundamentales que explican dicho fenómeno. Primero, las masas popu- lares tienen escasa preparación, por lo que resultan más fácilmente manejables por un líder capaz y/o bien preparado. Segundo, los medios económicos están en manos de minorías, que pueden ejercer su dominio sobre la mayoría desorganizada en razón de la potencia del grupo minoritario dominante. Tercero, el caudillismo regional, fructifica entre otras razones, por la falta de medios de comunicación, dando lugar al surgimiento del caudillo de influencia nacional. Cuarto, la injerencia de una potencia en cuya órbita se sitúa un país subdesarrollado incide en la imposi- ción del mandatario que convenga al país dominante. Quinto, con el pretexto del desempleo, se forma una enorme maquinaria burocrática y parasitaria donde encuentran oportunidades y privilegios los que apo- yan al jefe político5. En el marco de esa lógica psicosocial el general Santana era concebido por la mayoría de los dominicanos como la encarna- ción de un poder invencible, dotado de una vasta influencia, de un enorme prestigio social, inmenso valor y energía personal. Además, se le tenía un reconocimiento de una superioridad militar expresada en su condición de gran estratega y experto manejador de las armas, cualidades que le otorgaban una osten- sible supremacía en las artes de la guerra. Es justo en este plano que se mueven sujetos históricos que rivalizarán con la figura del caudillo seibano en términos de su distorsionada y falsifi- cada representación del pueblo dominicano. En esa orientación los más sobresalientes fueron Buenaventura Báez y los españo- les, y luego el general Gregorio Luperón. En esencia, entre los 5 Ibídem, 50. 25ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 primeros tres sujetos no existían diferencias; los tres eran por igual enemigos del pueblo6, la excepción la representa Lupe- rón como antítesis de aquellos. De manera que, en el marco de aquella realidad social, definida por condiciones materiales ca- racterizadas por precariedades extremas, la población —en su inmensa mayoría rural y empobrecida— obedecía ciegamente a la voluntad del caudillo que le garantizaba la subsistencia. Es decir, bajo las relaciones de dominio-subordinación que definían el vínculo entre los hateros y el resto de la población, las cuales repercutían decisivamente en el comportamiento político de las masas del pueblo, era imposible que prosperase el ideal demo- crático-liberal, fruto de las convicciones del patricio, secundado por un reducido grupo de jóvenes trinitarios, entre algunos de los cuales se produjeron importantes vacilaciones respecto al ideal independentista. No obstante, aquella concepción anexio- nista tenía implícito un obstáculo fundamental; desarticulaba el ansiado proyecto de Estado-nación solo defendido por los tri- nitarios. En esencia, entre los hateros, en la figura de Santana y sus apologistas ilustrados, se presentó una disyuntiva: o desapa- recían como clase social ante la embestida liberal de la pequeña burguesía o se enajenaba la soberanía como al efecto ocurrió. A causa de las debilidades intrínsecas a la formación social domini- cana, tanto los hateros como la pequeña burguesía comportaban una ostensible vulnerabilidad, agravada por la crisis económica heredada del periodo de ocupación como de la propia guerra separatista, que afectaba toda la estructura social. Por tales mo- tivos, el sector conservador, a pesar de estar convencido de que la salida definitiva era a través de la anexión o del protectorado, accedió a una alianza coyuntural con los trinitarios; semejantes razones tenía la pequeña burguesía agrupada alrededor del lide- razgo del patricio, para concertar una alianza con quienes habían evidenciado estar desprovisto de la confianza y la fe suficientes 6 Hugo Tolentino Dipp, Gregorio Luperón: biografía política (La Habana: Casa de las Américas, 1979), 88 y 106. 26 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero en las propias fuerzas de los dominicanos, para sobrevivir sin el padrinazgo de una poderosa nación europea, tanto al peligro haitiano como a la miseria que asolaba a la naciente república. Es decir, pese a las convicciones colonialistas de la clase domi- nante, Juan Pablo Duarte7 consiguió imponer su punto de vista, el cual fue aceptado, no porque se compartía, sino porque además de la necesidad de aunar esfuerzos ante las amenazas proceden- tes del oeste, a los trinitarios no se les veía como un obstáculo de fuerza mayor materializar, para llegado el momento, los planes anexionistas o proteccionistas. Aduce Bosch que la crisis social y la debilidad entre las clases sociales era tal que hubo momentos —como en el caso de la revolución cibaeña de julio 1857—, en que las rivalidades se produjeron en el segmento de la pequeña burguesía, representada por los tabaqueros (comerciantesinter- mediarios y cosecheros), y el sector liderado por Buenaventura Báez, que estaba representado por la pequeña baja burguesía que era la mayoría, pero que había sido afectada por su política financiera. De manera que aquellos pasaron a apoyar el retorno del caudillo seibano, a la presidencia de la República. Y aunque las rivalidades permanecerán hasta la salida del escenario de los hateros, con el estallido de la Guerra Restauradora, la primera parte de la confrontación culminó el 4 de agosto del año 1848 con la renuncia de Santana, debido a la sistemática “agitación” de la pequeña burguesía y a la crisis económica que estrangu- laba al país, luego de lo cual asumió la presidencia el liberal Manuel Jimenes. Este, con apenas tres semanas en el gobierno, decretó una amnistía general a favor de todos los presos políti- cos y el retorno desde el exilio del patricio. No obstante, dada la debilidad de la pequeña burguesía y de la pronta recomposición de los hateros, el panorama político se tornó a favor de dicho sector conservador. Aprovecharon la ocupación de Faustino Soulouque, acaecida en marzo de 1849, asumiendo el control de 7 Juan Bosch, Composición social dominicana (Historia e interpretación) (Santo Domingo: Alfa y Omega, 2007), 250. 27ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 la ciudad luego de incendiar el poblado de San Carlos, apresar al general Antonio Duvergé y forzar la renuncia del presidente Jimenes, quien en el mes de mayo partió al exilio de Curazao junto a su gabinete, tras lo cual el caudillo Pedro Santana rea- sumió el gobierno, apresó a un gran número de sus enemigos y desterró a cincuenta de ellos. El 24 de septiembre de ese mismo año Santana cedió el gobierno a Báez luego de que el Congreso lo designara “Libertador de la patria” y le asignara una casa ubi- cada en la calle El Conde8. Entonces queda claro que, el hostigamiento al que se vio sometida la República Dominicana desde su fundación por parte de los haitianos, conminó a Pedro Santana a fortificar los 8 Ibídem, 250-251. La situación descrita y analizada por Bosch en esta obra constituye una especie de radiografía de la sociedad de mediados del siglo XIX, caracterizada por un estado de miseria generalizado que no exceptua- ba a los miembros de los estamentos políticos. Por eso enfatiza el hecho de que los niveles de improvisación y de subsistencia eran tan altos que solía pasarse de ser carretero o bodeguero a coronel o general del ejército, con la misma facilidad con la que al descender de las jerarquías militares se retronaba a las antiguas labores de economía doméstica. Además revela la inestabilidad estructural que afectaba las instituciones estatales, lo cual se expresaba en los planos económico, político y social. En las circunstancias a las que se refiere el profesor Bosch se imponía en forma definitiva el predo- minio de los conservadores sobre los liberales mediante el enfrentamiento entre el general Santana y el general Manuel Jimenes, quien fue destituido y en su lugar se impuso a Báez; con cuya elección se iniciaba un proceso de consolidación política del que descollaría como principal rival del caudillo del este en la nueva coyuntura. Además realiza una clasificación atípica de las clases sociales, en la que sitúa la pequeña burguesía en una posición antagónica frente a los hateros que constituían la clase dominante. Los es- tratos en los que subdivide la pequeña burguesía van desde alta, media, baja y muy baja. Atribuye las rivalidades entre Santana y Báez a la ausencia de una clase dominante, en lugar de la cual se impuso el personalismo que dio lugar al caudillismo despótico y al caciquismo político-social. A esta misma realidad atribuye Bosch la crisis financiera desatada en el año 1857, basada en la emisión de dinero inorgánico, la cual provocó el derrocamien- to de Báez, quien fue sustituido por Santana. Ibídem, 50 y siguientes. Ver también, Juan Bosch, La Guerra de la Restauración (Santo Domingo: Alfa & Omega, 2007), 17 y siguientes. 28 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero estamentos militares mediante la estructuración de un ejército capaz de defender el territorio cuya vulnerabilidad derivaba de una doble ventaja para los adversarios del oeste: una su- perioridad militar en el plano numérico, y posibilidades de cruzar una extensa frontera al menor asomo de descuido de la defensa dominicana. Esa realidad repercutió en la consoli- dación de la figura caudillista del déspota Santana, al tiempo que contribuyó a profundizar los niveles de empobrecimiento del pueblo, dado que alrededor del 80% del presupuesto se gastaba en defensa9, lo que además daba nuevos argumentos a los anexionistas y proteccionistas para sustentar sus proyec- tos. Bajo este esquema de seguridad nacional Santana decretó, a partir de noviembre de 1844, el servicio militar obligatorio, con la excepción de los casados con hijo, y que vivieran junto a sus familias, así como “los hijos únicos de viudas pobres y padres ancianos”, que recibieran la asistencia de dichos hijos. También quedaban excluidos del servicio militar obligatorio los adolescentes menores de 15 años y los adultos mayores de 40; así como los comerciantes. Adicionalmente se creó un cuerpo policial que se ocupaba de garantizar la moral pública y la abstención por parte de los adversarios del gobierno de proferir insultos contra sus autoridades así como profanar o irrespetar los estamentos religiosos10. 9 Sí se observan los contrastes entre la asignación de partidas económicas a cualquier cartera del Estado y con la destinada a las fuerzas armadas, se notará el carácter de economía de guerra que predominaba en el país. Es decir mientras que para “Instrucción pública se consignaba $2,720”, al departamento de Guerra y Marina se asignaba el cuantioso porcentaje establecido en el texto. El ejército asomó pues, desde entonces, como una superestructura privilegiada, llevando el sello personal del caudillo seibano. Además, bajo este esquema, no había la más mínima posibilidad de encauzar al país por el camino del progreso, dado que la población mayoristamente rural, alcanzaba un promedio del 95% de analfabetismo. Ver Juan Isidro Jimenes-Grullón, Sociología política dominicana (1844-1966), volumen 1 (1844-1898), (Santo Domingo: Alfa & Omega, 1980), 29-30. 10 H. Hoetink, El pueblo dominicano: 1850-1900, (Apuntes para su sociología histórica) (Santiago: Universidad Católica Madre y Maestra, 1972), 161. 29ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Como se observa, la medida militar contenía cierta flexibili- dad respecto a los sectores excluidos; además, debido al estado de inestabilidad e incertidumbre existente en el país, estas medidas experimentaron importantes cambios a lo largo del desarrollo de las hostilidades con los invasores. Por ejemplo, apenas ocho meses después de aquellas primeras medidas de emergencia, en julio de 1845, se incrementó la edad para el ser- vicio militar desde los 15 hasta los 45 años. Se exceptuaba a los discapacitados, a los empleados públicos y a los adultos ma- yores de 60 años; a estos últimos solo se les obligaba a prestar servicios de vigilancia en situaciones de emergencia nacional. El rango de edad comprendido entre los 46 y los 60 años es- taba reservado para los dominicanos que constituyeron “Las guardias cívicas”, un cuerpo militar del cual también forma- ban parte los extranjeros que tuviesen residiendo en el país por un periodo de tres meses. Quienes acudían voluntariamente a los requerimientos de los servicios militares del gobierno se les daban privilegios especiales. Entonces Santana creó un registro denominado “Recapitulación de los más distinguidos patriotas”. En el año 1846 se creó un ejército profesional, in- tegrado por una matrícula que oscilaba entre 8 mil y 10 mil soldados, distribuidos a nivelnacional, como forma de evitar la dispersión y los trastornos provocados por el servicio mili- tar, que muchos civiles trataban de eludir11. Ahora bien, las debilidades e inconsistencias inherentes tan- to al liderazgo del bando conservador como del liberal, pero sobre todo de éste último, tuvieron expresiones traumáticas, a veces inconcebibles, si no se procede con suficiente apego a los correctos procedimientos epistemológicos en el análisis de a las fuentes históricas. Es decir, los prejuicios, las verdades preconcebidas contribuyen a mitificar la vida de personajes y procesos que provocan confusiones conducentes a dificultar la posibilidad de separar el mito de la historia. En esa lógica, las 11 Ibídem, 161-163. 30 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero informaciones que llegan al lector de los libros de historia, las cuales afectan relativamente igual a profesionales y a estudian- tes, la omisión de datos relacionados con hechos protagonizados por los próceres de la independencia crean una nebulosa que impide comprender las verdades del pasado dominicano con la objetividad que requiere un ejercicio científico de la historia como disciplina epistémica y metodológicamente sustentada por el contenido de las fuentes. Por ejemplo, la lucha por el control del poder político colocó en posición tan desventajosa a los liberales en la etapa fundacional de la república, en que el predominio hatero fue evidente, que el propio patricio Francis- co del Rosario Sánchez fue comprometido con hechos propios de la mentalidad maquiavélica y maquinadora del sector que obedecía a las directrices de Santana. Tal es el fusilamiento del “invicto” general Antonio Duvergé, para cuya acusación fue se- leccionado, en el año 1849, al citado patricio. Haberse negado a conspirar contra el gobierno liberal de Manuel Jimenes constitu- yó el ardid y la causa principal por la que el héroe de Santomé fue llevado al patíbulo, el 11 de abril de 1855. En la ocasión Sánchez se desempeñaba como jefe militar de la Plaza de Santo Domingo, siendo escogido como fiscal acusador de Duvergé. Ya antes, el 8 de marzo de 1844, Sánchez apareció brindando su apoyo al caudillo seibano, mediante la firma del Plan Levasseur, consistente en el protectorado a Francia y la cesión de la Bahía de Samaná12 a esa potencia europea. 2. La ideología anexionista: fundamentos y defensores El anexionismo tuvo como principal fundamento la concep- ción de que la República Dominicana no tenía posibilidades 12 Gustavo Adolfo Mejía Ricart, Historia de Santo Domingo (Volumen IX), La dominación haitiana (1822-1844) (Santo Domingo: Archivo General de la Nación, 2015), 262-263; Juan Bosch, Composición social dominicana…, 255. 31ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 de mantener su autonomía frente a Haití sobre la base de sus propias fuerzas. Esto planteaba el dilema de que, al buscar la anexión o el protectorado en una potencia europea, se lograría el propósito de mantener alejada la amenaza haitiana, pero de todos modos la soberanía perecería al entrar en un pacto de- finido en términos de subordinación y dominio con Francia, Inglaterra o España, que fueron las opciones barajadas en el tablero de ajedrez político de la coyuntura. Dicha solución fue reivindicada como salida de vida o muerte, desde antes de pro- clamada la separación de Haití, por los apologistas del general Pedro Santana, entre los que se hallan Tomás Bobadilla, uno de los principales representes del sector ilustrado, definido como figura de principalía y caracterizado por sus condiciones de “jesuita incorregible”, “osado” y “sagaz”; Manuel Joaquín Del Monte, descrito como “aristócrata” y “conservador” a la usanza del siglo XV, además de “apasionado” y “rencoroso”; Miguel de la Bastida, definido como “dialéctico” (polémico y controversial) y muy “astuto”; José María Caminero, descrito como poseedor de un carácter “dúctil, incapaz de no corroborar con los dictámenes de la injusticia”; Ricardo Miura, definido como un sujeto sin iniciativas, “subordinado y sinuoso”.13 Apa- drinado por este séquito para el cual el cadalso y el patíbulo constituyeron los medios de sanción justificados, demandados por el poder, actuó el déspota de El Seibo. Alentada por la con- cepción ideológica conservadora, esa articulación de fuerzas élites se tradujo en una combinación imbatible, por una débil pequeña burguesía liberal integrada por jóvenes, que debuta- ban en la actividad política por vez primera, a instancia de Juan Pablo Duarte, que no obstante ser el mayor del grupo, apenas tenía 25 años de edad cuando funda “La Trinitaria”. Además de Bobadilla, ya empezaba a descollar el intelectual anexionista Manuel de Jesús Galván, un santanista e hispanófilo fanatizado 13 Miguel Ángel Garrido, Siluetas, (Santo Domingo: Biblioteca Nacional, 1974), 83-84. 32 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero y empedernido, para quien la anexión a España representó el camino hacia el bienestar del pueblo dominicano. En su con- dición de apologista de la anexión, Galván enfrentó a diversos sectores y personalidades defensoras de la independencia y la soberanía nacionales, a los cuales definió como pesimistas. En su defensa siempre auguró un ilusorio estado de bienes- tar, que tras la Guerra de la Restauración se trocó en tragedia nacional. Enjuicia a los patriotas que impugnaron la anexión definiéndola como la obra de un reducido grupo de la clase dominante y que el pueblo la rechazaba porque “no le con- venía”. Acusa de delirantes y apasionados a los liberales que se opusieron a la enajenación de la soberanía mediante la aventura de disminuir la república a la categoría de provincia ultramarina. La fiebre anexionista lleva a Galván al extremo de afirmar que, los que como él defendían aquel ideal con “todas las fuerzas” de su alma, como principio fundamental, lo hacían bajo el firme convencimiento de que el país ganaría moral, política y materialmente14. Ahora bien, el delirio anexionista del autor de Enriquillo lle- gó a extremos tales que, a juzgar por su fe en aquel proyecto, cayó en el autoengaño, al suponerle a la realeza bondades en las que solo una mente alucinante como la suya podía creer. Dicha actitud, además de conservadora a ultranza, también estaba permeada de una alta dosis de “ingenuidad”, dado que el altruismo que les supone a las autoridades imperiales des- cribe una exagerada confianza en quienes estaban marcados por una historia oprobiosa, que un intelectual de su estirpe no debía ignorar, por mayor estado de embriaguez que lo embar- gara. Entonces por los resultados derivados de aquella nefasta decisión, dados los traumas que provocó, se infiere que el in- telectual aludido sufrió sombríos estados de frustración ante 14 Manuel de Jesús Galván, “Diversas fases de la anexión”, en Textos reunidos 1: Escritos políticos iniciales, Andrés Blanco Díaz [Ed.] (Santo Domingo: Archivo General de la Nación, 2008), 71-73. 33ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 el desplome de sus fallidas preconizaciones. De modo que en- tiende que la “reincorporación a la madre patria” aseguraba un porvenir exitoso, en virtud de la magnanimidad de España, la que al “cobijar” a la República Dominicana “bajo la sombra protectora de su fuerza y su poder” comprendería su elevada misión política y social y no intentaría, ni por asomo, desco- nocer los derechos y las libertades, adquiridos a través de un prolongado proceso de luchas políticas15 de los dominicanos. Aquel sentimiento colonialista e hispanófilo de Galván tam- bién se expresa en forma diáfana cuando afirma, España, siempre generosa y siempre grande, re- conociendo con júbilo al hijo que había perdido, y aumentando así la gran familia española, dar provi- dencialmenteun paso gigante en la consideración de las demás naciones, restablecer el respeto de su nom- bre en estos mares, y colocarse en la vía conveniente para recuperar el influjo que le corresponde, como descubridora y pobladora de la América meridional. Todo es, por consiguiente, elevado y noble en la ane- xión; el que no lo comprende así es ciego, el que lo comprende y afecta lo contrario merecería serlo.16 Ahora bien, la defensa que del anexionismo a España hace el intelectual en cuestión, no se limita a la búsqueda de soluciones económicas, políticas y sociales para la República Dominica- na; sus convicciones están sustentadas en profundas raíces colonialistas integrales en términos de las cuales él se siente es- pañol. Esto lo evidencia no solo su actitud frente al fenómeno dominicano, sino también a su oposición al hispanoamerica- nismo, que desde finales del siglo XVIII procuró emancipar a Latinoamérica de la influencia imperial de la metrópoli que él 15 Ibídem, 73. 16 Ibíd. 34 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero llama “madre patria”. De manera que para Galván las acciones independentistas de Bolívar, Miranda y San Martín, así como los pueblos que estos representaron, constituyeron expresio- nes románticas consecuencia de la “fiebre” y de la “moda” de la época bajo el impacto de la Revolución Francesa a cuyos postulados liberales se opone. Cuestiona que, al igual que los independentistas estadounidenses, quienes protagonizaron la ruptura con los ingleses, los hispanoamericanistas interrum- pieron violentamente los vínculos de “sangre” que los unían a la España que tanto amó. Afirma que aquella independencia se tradujo en una desgracia, dado que desde entonces, surgió un estado de anarquía seguido por tiranías que conculcaron las libertades y saquearon las riquezas de sus respectivos pue- blos.17 Es evidente que la reciprocidad de intereses políticos e ideológicos existentes entre el sector de los hateros y la inte- lectualidad ilustrada repercutió decisivamente en la disolución de la soberanía, mediante la anexión. La misma se constituyó en el único remedio viable para solucionar tres problemas fun- damentales del sector conservador. Uno era, en primer lugar, intentar conjurar la crisis económica y financiera que agobiaba a la sociedad; en segundo lugar, se obtenía el resguardo de un Estado poderoso, como España, que despejara la angustiante amenaza haitiana; y, un tercer factor ventajoso, consistía en la oportunidad de detener el empuje que estaba alcanzando el sector liberal, representado por la pequeña burguesía trinita- ria, que había concitado gran simpatía en el segmento de la juventud, que constituía la mayoría de la población adulta. En la antesala de la anexión Galván describe la realización de ingentes escarceos diplomáticos por parte de la Repúbli- ca Dominicana ante las principales potencias europeas, las cuales expresaron celos ante la posibilidad de que las ges- tiones anexionistas a España culminaran exitosamente. Para 17 Manuel de Jesús Galván, “Ayer y hoy”, [La razón, año I, número 10, 21 de junio 1861], ibídem, 75-78. 35ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 solucionar la crisis fue nombrado desde el año 1859, durante el gobierno de Pedro Santana, el Sr. Castellanos como ministro plenipotenciario. Este tenía el encargo de persuadir a Francia y a Inglaterra de la justeza de la anexión ejecutada el 18 de mar- zo de 1861. La representación diplomática del Sr. Castellanos no fue aceptada, sino después que los ingleses y los “galos” impusieron condiciones previas, que Galván no especifica. Di- chas credenciales fueron aceptadas en el año 1860, diez meses después de su estadía en Europa. Desde el principio, en esta lucha diplomática, hizo aparición la manipulación mediática, en la que el diario francés L’ Courrier des E’tats Unis publicó un artículo en el que supuestamente calumniaba al gobierno de Santana, sobre la base de endilgarle una labor lobista, destina- da a conseguir el protectorado, primero del gobierno francés, y ante la negativa de aquel se dirigió a Inglaterra, cuyo gobierno también rechazó la propuesta de protectorado solicitada por la República Dominicana. Aquella vergonzosa difamación fue reparada con la actitud de España, que según Galván “había dispensado el más maternal afecto en aquellas amargas y ver- gonzosas circunstancias”.18 Además, en su frenética posición anexionista, Galván sostiene que él estaba convencido de que en aquella acción política había, Elevación de ideas y nobleza de sentimientos en un pueblo que sobreponiéndose a las preocupaciones mezquinas de ese amor propio exagerado que tan a menudo suele extraviar a los hombres, reconocer con el más sano juicio y la más filosófica sensatez los inconvenientes de su situación, presta dócil oído a la voz de su corazón y de la naturaleza, rechaza con enérgica firmeza las sórdidas sugestiones del interés, que inútilmente tratan de estimular la intriga y las 18 Manuel de Jesús Galván, “Santo domingo, 25 de junio de 1861”, [La Ra- zón, año I, número 11], ibídem, 79-81. 36 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero ofertas del extranjero… es sin duda elevada y noble la conducta del jefe de ese mismo pueblo, que en vez de trabar o comprimir la voluntad de sus gobernados, para conservar el puesto que el supremo ocupa, da una prueba espléndida de que es digno de él, abdi- cándole para hacerse el primer apóstol de la opinión de su país, descendiendo del rango soberano19. De lo dicho por el apologista de la anexión se infiere que todo cuanto hiciese viable la consumación de aquel acto jurídico-po- lítico, sin precedentes, era plausible, digno y “noble”, aunque pugnaba con el principio de soberanía de un pueblo que fue inducido a renunciar a la misma, en virtud de falsas promesas de bienestar que pronto se desvanecieron. Además, considerar “mezquinas” las preocupaciones por la soberanía, da la justa medida del grado de alienación colonialista y desarraigo nacio- nal que afectaban el comportamiento político de ese personaje. De igual modo, elevar a la categoría de apostolado la felonía del caudillo Pedro Santana es otra muestra contundente de la hispanofilia medular en término de la cual procedía el no- velista y ensayista, cuya condición de dominicano solo era sustentable desde el punto de vista de haber nacido en el país, en el cual jamás creyó como nación soberana e independien- te. En similares términos elogiosos se expresaba sobre la reina Isabel II, a la cual define como poseedora de una “augusta” condición de “soberana”, a la cual llega al extremo risible de atribuirle cualidades “viriles” cual si fuese un hombre. Para él, la reina “llevaba… varonilmente el cetro de las Españas”, en cuyo nombre aceptó la incorporación del país, no sin antes ase- gurarse de la “simpatía” que concitaba aquella medida en la mayoría del pueblo dominicano; por tales razones y por desoír las voces “intrigantes” de otras potencias europeas opuestas al 19 Manuel de Jesús Galván, “Carácter general de la anexión”, [La razón, Año I, núm. 12, 27 de junio de 1861], ibídem, 83. 37ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 proyecto, así como al sector nacionalista dominicano, tipifica como de acto noble y “magnánimo”20, la actitud de la dama española. Pero a pesar de los resultados funestos que pronto provocó la anexión, el intelectual en cuestión continuó aferra- do a sus prédicas a favor de la “madre patria”. Por tanto en el mes de mayo de 1862, es decir, más de un año después de aquel adefesio político-jurídico, este decía que el país vivía un estado de bienestar como nunca antes visto, y para probar lo contrario retaba a los adversarios del gobierno colonial. Sostie- ne que, luego de muchos años de turbulenciapolítica, el país lucía esplendoroso y alegre, habla de días más felices bajo la “aurora de un sol limpio y sereno”. Auguraba la evolución de un estado de bienestar en el que no tendría lugar el “remor- dimiento”, en razón de que el proceso estaba cimentado en el respeto a la libertad y a los derechos de la ciudadanía. Entiende que los procedimientos del gobierno colonial diferían de los empleados por el “conquistador”, basados en la “ruina de los pueblos”, y en los métodos del “codicioso” fundamentados en la “posibilidad de adquirir criminalmente el bien ajeno”21. Es decir, Galván quiere significar que la anexión no estaría sustentada en los criterios de regímenes colonialistas, lo cual evidentemente era un razonamiento absurdo. Sin dudas, los niveles de fanatismo a los que llegó Galván en su defensa a España como protectora política de la sociedad dominicana, lo deslumbran intelectualmente. Y recurriendo al refrán de que, “No hay peor ciego que el que no quiere ver”, al personaje de referencia no le bastaron las sórdidas protestas con saldos trágicos, que a la altura del mes de mayo de 1862 había escenificado el pueblo dominicano contra las fuerzas anexionistas; además del estado calamitoso que en los distin- tos órdenes afectaban a las masas empobrecidas, complicado 20 Ibídem, 84. 21 Manuel de Jesús Galván, “La paz y el trabajo”, [La Razón, Año I, núm. 1, 6 de mayo de 1862], ibídem, 107. 38 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero con un estado de represión que desmentía la oferta de respeto a las libertades públicas que se observarían durante el gobier- no colonial. Es decir, el ambiente de privación a las libertades civiles e individuales bajo el ejército español, él lo definía como una garantía de tranquilidad y bienestar. En su delirante visión despótica del poder, asegura que la paz ciudadana estaba bien garantizada por unos cuerpos castrenses bien entrenados para mantener el orden, lo cual interpreta como indispensable para el desarrollo industrial; también destaca las virtudes administrati- vas derivadas de una pericia probada en el resto de las Antillas (Cuba y Puerto Rico) donde sus gestiones de los bienes del era- rio habían dejado “espléndidos” y “excelentes” resultados22. Como se observa, Galván fue uno de los intelectuales que con mayor energía defendió el ideal anexionista. En tal senti- do, y dado que la resistencia contra la anexión representaba un riesgo en el contexto de la tiranía colonialista, sus opositores manifestaban sus puntos de vista bajo pseudónimos. Para el referido personaje, el desacuerdo con aquel proyecto represen- taba una apostasía imperdonable, por lo que habitualmente incursionaba en polémicas públicas con liberales nacionalistas, a quienes les exigía dar la cara, mientras actuaban desde la clandestinidad. Un documento apócrifo sin firma, titulado “La gran traición del general Pedro Santana”, define los términos usados por el folletista, luego identificado como Félix María Del Monte, quien recibió el apoyo de Báez, como “la innoble saña”. Cuestiona que el autor del escrito no solo ocultara su identidad, sino que tampoco revelaba el lugar ni la fecha en que fue elaborado. Define el manifiesto como “ridículo” y tipi- fica la actitud discrecional de “indigna” y “doble cobardía”23, al ocultar su identidad y, según él, mentir sobre los propósitos de las tratativas anexionistas. Era natural que, al influjo de la 22 Ibídem, 108. 23 Manuel de Jesús Galván, “El general Pedro Santana y la anexión de Santo Domingo”, en Textos reunidos 2: Ensayos, Andrés Blanco Díaz [ed.] (Santo Domingo: Archivo General de la Nación, 2005), 13. 39ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 intolerancia del régimen despótico del caudillo de El Seibo, se procediera con la cautela que habían dejado como legado las sociedades secretas europeas del siglo XVIII y XIX y que cons- tituyeron un recurso estratégico esencial para La Trinitaria. De igual modo, las contradicciones y rivalidades caudillis- tas entre Báez y Santana, el primero como representante de la pequeña burguesía, en sustitución de Juan Pablo Duarte24, y el segundo como la máxima autoridad del conservadurismo tradicional, son puestos en escena por Galván destacando las virtudes de su idolatrado caudillo seibano e impugna las ac- titudes de su rival, a quien se refiere en términos de “un tal Báez”. Los compara y sobre su defendido afirma que, Santana, hijo de una apreciable y honrada familia de Hincha, de grande inclinación hacia la metrópo- li, ha sabido elevarse, sin otros medios que su propio mérito, su abnegación y honradez, a la categoría de jefe supremo de una nación; sus tendencias han sido siempre el bienestar y la prosperidad del suelo do- minicano, trabajado de consuno por la ambición de 24 Juan Bosch, Composición social dominicana…, 251-252. “Báez acabaría siendo el líder indiscutible de la pequeña burguesía dominicana, en su primera época, como líder de las capas alta y mediana de este sector de nuestra sociedad y más tarde como líder del sector bajo de la pequeña burguesía en todos su niveles”. Ibídem. De lo afirmado por Bosch se infiere que Báez encarnó los sentimientos e intereses de un amplio grupo de sectores segmentados según la clasificación socio-económica que él hace sobre la sociedad dominicana de la época, hasta que los liberales hallaron el verdadero cause de sus aspiraciones, bajo el liderazgo liberal de Luperón, Espaillat, Bonó, entre otros. Y a pesar de que la República Dominicana aun no alcanzaba la madurez política requerida debido al escaso desarrollo de sus fuerzas productivas, que definían una conciencia social distorsionada, se abrió paso a limitadas conquistas democráticas que al cierre del siglo XIX vieron más claros rayos de luz con el derrocamiento de la tiranía de Ulises Heureaux que, aunque provenía del sector liberal-nacionalista, dio un drástico giro a la derecha convirtiéndose en un déspota sanguinario. 40 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero enemigos interiores y las acometidas haitianas: Báez, dotado de un carácter turbulento, perturbador de ofi- cio y corruptor de la sociedad como su difunto padre, dispuesto siempre, con miras que quisiéramos igno- rar, a enajenar el territorio dominicano a la Francia (no obstante el sinnúmero de circunstancias que a ello se oponen), o a entregarlo a Haití, Báez, decimos, si al- guna vez ha logrado asaltar el poder ha sido siempre, o abusando de los más nobles sentimientos, o valién- dose del soborno y de intrigas de baja ley25. La controversia descrita por el polémico novelista y ensa- yista es una muestra de lo suficientemente ilustrativa de los niveles de tirantez que se registraron entre quienes descolla- rían como los dos principales caudillos a lo largo de la Primera República; entre los que, pese a que no existían contradicciones antagónicas, fueron los dos principales rivales; y se erigieron en los referentes más representativos de una sociedad que no logró rebasar el personalismo, propio de una estructura que expresaba los rasgos esenciales de una formación socio- económica de origen colonial, como se ha dicho y, por ende patriarcal. De manera que Báez solo fue el sucesor de Duarte en tanto representante de un sector que, ante la ausencia del pa- tricio, quedaba en la orfandad de representación política, no así ideológicamente; o en tanto continuador de sus ideas indepen- dentistas, dado que Báez era reticente a las ideas nacionalistas. Es decir, fue su sucesor en términos de un imperativo dialéctico, en el que a un caudillo hatero como Santana, habría de oponerse un representante de la pequeña burguesía liberal; se trata de una demanda de la dinámica sociopolítica, en la que el status vacan- te debía ser ocupado por la figura relativamentemás apta, y esa figura era Báez; dado su adaptabilidad a los requerimientos de la clase dominante y al carácter de personalidad ilustrada que 25 Ibídem, 19-22. 41ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 ostentaba. Condiciones estas enriquecidas por una acrisolada vocación de poder y un pragmatismo político poco común en el medio dominicano. También Juan Isidro Jimenes-Grullón hace referencia a las características de Santana y Báez, quienes “se dividieron el poder” durante la Primera República, y no obstante poseer atri- butos personales diferentes en términos de sus capacidades, tuvieron unidos por el común denominador de que, ninguno de los dos estuvo motivado —en su accionar político— por otra razón que no fuese descollar como caudillos despóticos, desprovistos de fe en las posibilidades de desarrollo del Estado por sus propios medios; razón por la cual defendieron el pro- tectorado o la anexión como únicas opciones. A diferencia de los trinitarios y, en el plano militar, Antonio Duvergé, a quien define como un militar patriota “inmaculado”. Describe a Báez como “hombre de indiscutible capacidad política, pero de ética nula”; mientras a Santana lo califica como “hombre de dotes militares innatas… caudillo instintivo”. Reconoce que estos no estaban desarticulados de una matriz socio-económica, en de- fensa de cuya preservación actuaban. Es decir, Ambos recibieron el respaldo de los elementos más des- tacados de la intelectualidad burguesa, que se mostraba también contraria a Haití, pero que alentaba principios reaccionarios y una total desconfianza en las posibili- dades del país para mantener su independencia. Estos intelectuales se sintieron apoyados en su actitud por algunos comerciantes dominicanos y extranjeros, y por casi todos los burgueses que temían perder en la guerra las riquezas adquiridas. Mayor interés mostraban los políticos burgueses en ofrecer la república a cualquiera potencia extranjera, que ellas en aceptarla26. 26 Juan Isidro Jimenes-Grullón, La República Dominicana: Análisis de su pasado y su presente (Santo Domingo: Editora Búho, 2004), 55 y 58-59. 42 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero Ahora bien, la conceptualización sobre las clases sociales en este intelectual es ostensiblemente diferente a la de otros, como por ejemplo Bosch. Es decir, la clase social que este últi- mo identifica como “hatera”, Jimenes-Grullón la define como burguesía; mientras que la que en el esquema de Bosch figu- ra como “alta pequeña burguesía”, Jimenes-Grullón le llama “clase media”. De igual modo a quienes Bosch denomina “pequeña burguesía baja”, Jimenes-Grullón la identifica como “proletariado”. A la vez, este último sostiene que en el país ha- bía una escasa burguesía liberal y atribuye a la “intelectualidad corrompida” el papel de ofertar la república en pública subasta al mejor postor27. Como figura de contraste, y también de pronunciados per- files caudillistas, es preciso mencionar a José María Cabral, conocido en los predios historiográficos como el “Protector” de la patria. Sus glorias de guerrero invicto traspasaron las fronteras de la Guerra de Independencia, dado que también descolló en la Guerra de la Restauración como jefe de los ejér- citos del sur. La victoria de Santomé constituye su triunfo más emblemático en la Primera República; mientras que en la Guerra Restauradora fue el héroe de la batalla de “La Canela”, haciéndose respetar en la primera por las fuerzas invasoras haitianas y en la segunda por las fuerzas españolas. No obstan- te, Miguel Ángel Garrido lo define como un sujeto desprovisto de las ambiciones y aspiraciones necesarias para dar sustento a su grandeza militar. Es decir, para éste intelectual, la estatura como exitoso estratega militar de Cabral supera los alcances obtenidos en su manejo como gobernante. En este plano, pese a los méritos cosechados en las trincheras de combate, se le endilga una serie de debilidades que van desde ceder su poder a favor de Buenaventura Báez, cuya gestión luego de la Guerra Restauradora respaldó, así como haber aprobado durante su mandato, en el año 1867, la hipoteca de la Bahía de Samaná 27 Ibídem. 43ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 a los Estados Unidos de Norteamérica. No obstante no se ca- racterizó por la crueldad, sino por las debilidades señaladas. Además se le atribuye una doble personalidad basada en la estoica serenidad del soldado, la falta de entusias- mo del hombre, el desprecio a la gloria del héroe, la perenne indolencia del ciudadano, la rara virtud del patriota, la nostaljia [nostalgia] imposible de un espí- ritu que no ha tenido jamás en sus luchas ni el ideal que vigoriza y eleva, ni las pasiones que encienden o matan, ni las transfiguraciones que condenan o sal- van. Su vida es una eterna ironía. Campo dilatado en que solo supieron medrar las victorias que honran su espalda, y en donde dejara en el olvido, en el instan- te mismo de cosecharlo, el esclarecido renombre que había de hacerle inmortal en el corazón de la patria. Pudo… levantarse omnipotente en el espíritu de las mayorías, encadenar a sus glorias los destinos de la recién nacida república, sostener por sobre las am- biciones prematuras el ideal febrerista, salvar de los patíbulos posteriores de Santana la majestad del dere- cho, y de los horrores de su poder absoluto la libertad nacional. Y no lo hizo, y siguió en la personal mono- tonía de su estoicismo: mecánico, sin aspiraciones, sin alientos ni fe, sin vocaciones que aguijonearan su alma, sirviendo a la patria sin encariñamientos revo- lucionarios, relegado por su propia manera de ser a ideas secundarias, y solo cultivó, cuando jinete inven- cible en su caballo de guerra, ponía espanto al haitiano y sonreía a la muerte con la impávida serenidad de los héroes olímpicos28. 28 Miguel Ángel Garrido, ibídem, 92-93. 44 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero 3. La revolución cibaeña de 1857 y el retorno de Santana La crisis sistémica experimentada por la República Domi- nica desde la fundación del Estado en el año 1844 tuvo varias modalidades. Una de las peores fue la expresada a mediados del penúltimo lustro de la Primera República a través de la rebelión encabezada por los tabaqueros del Cibao contra el gobierno de Buenaventura Báez, en el mes de julio de 1857. La misma respondía a debilidades inherentes a las estructuras económicas, políticas y sociales, que a su vez eran revelado- ras de una formación social caracterizada por una mentalidad caudillista de factura patriarcal, a la que se ha hecho referencia, agravada con el escaso grado de desarrollo de las fuerzas pro- ductivas, que constituyeron la principal causa del deficiente funcionamiento de la justicia, la política, la educación, entre otras. Sobre este proceso, Bosch reflexiona acerca de los facto- res causales que lo explican, y llega a la conclusión de que, los acontecimientos relacionados con la rebelión cibaeña contra Báez, se explican en términos de varios aspectos estructurales y coyunturales. Es decir, Es a la luz de la situación de miseria generalizada en que vivían los dominicanos entre 1850 y 1857 como hay que ver los acontecimientos de este último año, el levantamiento contra Báez que dirigió el comer- cio cibaeño encabezado por el de Santiago, pero no podemos caer en la simpleza de achacarle ese levan- tamiento a una sola causa, por ejemplo, a la operación de cambio de las monedas de oro y plata (que recibían de Europa los comerciantes cibaeños para que com- praran tabaco que debían despachar al Viejo Mundo) por los billetes o papeletas dominicanos que hacía el gobierno… En el año 1857 Báez puso a circular una cantidad tan alta de esas papeletas que de 60 y 70 por peso oro o fuerte quevalían pasaron a 3 mil y 4 mil, 45ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 y cuando los comerciantes compradores de tabaco vi- nieron a darse cuenta, en vez de pesos fuertes o tabaco lo que tenían en las manos eran montones de papele- tas que no valían nada, mientras que con una parte del oro y la plata que había recibido a cambio de esas papeletas el gobierno se había quedado, a través de intermediarios de su confianza, con el producto más valioso del país por esos años, que era el tabaco. El gobierno actuó como un estafador, y esa estafa desató la revolución del 8 de julio (1857), pero en realidad la estafa fue solo el precipitante de ese levantamien- to, pues las causas profundas, las que no se ven o no ve todo el mundo, era un amasijo de contradicciones entre las diferentes capas de la pequeña burguesía do- minicana, que habían estado pasando por un proceso de desarrollo a partir… de 1844, gracias más que nada a que las guerras contra Haití habían dado oportuni- dad a muchos pequeños burgueses de las capas más bajas para que ascendieran en algunos casos hasta las más altas29. Ahora bien, la elección del materialismo histórico como mé- todo de análisis de la sociedad dominicana, permite a Bosch identificar y explicar las causas profundas que, en términos estructurales o sistémicos y coyunturales, dan lugar a la com- prensión del complejo fenómeno que implica la turbulencia política y social del periodo decimonónico dominicano, par- ticularmente en el interregno de la Primera República, pues aunque la Segunda República tuvo una singular espectacula- ridad en tal sentido, no es el caso estudiado en este escrito. Es decir, la postura metodológica y epistemológica del referido analista constituye factores conducentes a la exposición objetiva 29 Juan Bosch, La guerra de la Restauración (Santo Domingo: Alfa & Omega, 2007), 17-18. 46 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero y científica de los acontecimientos, al margen de todo sesgo de factura ideológica. Además, el análisis clasista desde el cual explica el comportamiento de los diferentes grupos que intervienen en el proceso, supera la narrativa simplista a la que tuvieron acostumbrados los historiógrafos tradicionales a los lectores. Este enfoque, debido a la cientificidad que encierra, constituye un tributo al conocimiento y a su vez una valiosa herramienta para instrumentar el conocimiento histórico a fa- vor del diseño de estrategias de desarrollo en el vasto campo de las ciencias sociales, políticas y pedagógicas. O sea, esa vi- sión estructural de la historia en la que Bosch, coincidiendo con reputados teóricos del área como Fernand Braudel30, aborda el estudio de los hechos articulados a una matriz socio-histórica y socio-cultural, en términos de las cuales los mismos deben ser comprendidos, es un tributo inestimable a las presente y futuras generaciones acerca de la identificación de las causas que determinan el deficiente funcionamiento institucional del Estado dominicano, lo cual repercute en un funcionamiento accionar también deficiente de los distintos estamentos que constituyen el entramado social y administrativo. Además, es resaltable el hecho de que el prolongado estado de inestabilidad que caracterizó al país en sus distintas estruc- turas desde la proclamación de la independencia, provocó en el año 1857 la reedición de un fenómeno político similar, relacio- nado con la alianza del sector de la pequeña burguesía de ambas coyunturas al caudillo Pedro Santana. Es decir, en el 1843 los tri- nitarios pactaron con el sector de los hateros, lo cual permitió a su jefe político asumir la primera magistratura del Estado alter- nadamente durante 17 años, hasta que se materializó la anexión; mientras que el sector pequeño burgués santiagués reeditó un pacto político parecido con el general Santana, urgido por simi- lares debilidades socio-políticas y socio-económicas, agravadas 30 Colectivo de autores franceses y cubanos, La Historia y el oficio del historiador (La Habana: Ediciones Imagen Contemporánea, 2012), 25-30. 47ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 por contradicciones con su antiguo líder (Buenaventura Báez), quien los llevó a la quiebra como cosecheros y comerciantes de tabaco. Tras el estallido de la revolución de julio, y destituido Báez, los cibaeños eligieron como su gobernante a José Desiderio Valverde, con asiento en Santiago, tras lo cual se proclamó la constitución democrático-liberal más progresista en la historia republicana. Pero en razón de las debilidades intrínsecas del sector sublevado, se vieron precisados a recurrir al héroe de “Las Carreras” como único remedio en el contexto de la coyun- tura para librarse de la amenaza baecista. El caudillo seibano en la ocasión estaba exiliado en Saint Thomas, desde donde re- gresó —requerido por la élite política cibaeña— para asumir el control del gobierno. La vulnerabilidad de los revolucionarios del norte se expresó sobre todo en el plano militar; habiendo designado al general Juan Luis Franco Bidó para la toma de la capital. Pero este no logró concitar el respaldo suficiente en sus tropas, ocasión en la que se formalizó la solicitud de ingresar al país a Santana, al cual de inmediato se le reconoció el rango de general y se le asignaron “500 pesos para que levantara en la región de El Seibo un ejército destinado a apoyar al que comandaba Franco Bidó”. No obstante queda sobre el tapete la interrogante de por qué fracasó la revolución cibaeña; y la respuesta se halla en el carácter impopular de la misma, dado que la élite comer- cial que la encabezó era la que siempre había oprimido a los cosecheros del tabaco, por lo que el pueblo santiagués le negó el respaldo a los sublevados. Además, Báez era el representan- te de los estratos bajos de la pequeña burguesía, que endosó su apoyo al caudillo seibano, una vez desplazado del poder el presidente Báez. Antes de que Santana ingresara al país to- maron el camino del exilio los principales representantes del gobierno de Santiago, entre los que se hallaban su presidente José Desiderio Valverde, Domingo Mallol, Benigno Filomeno de Rojas, Ulises Francisco Espaillat, Domingo Daniel Pichardo y Pedro Francisco Bonó. En el contexto del nuevo gobierno se 48 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero impuso la Constitución de 1854, en la cual estaba contenida la pena de muerte, en sustitución de la Constitución de Moca31. Ahora bien, la crisis estructural expresada —entre otros acontecimientos de enorme relevancia, a partir de mediados del siglo XIX, en la revolución cibaeña—, es explicada por Pe- dro L. San Miguel, investigador puertorriqueño, en términos de una tendencia histórica de carácter insular que inició con el estallido de la Revolución Haitiana y continuó con las luchas independentistas y emancipadoras dominicanas. De manera que, a diferencia de los demás enfoques desde los cuales la ma- yoría de los historiadores explican el proceso, este lo interpreta como expresión de un fenómeno de dimensiones globales a escala insular y, por ende de carácter internacional, dado que tanto la guerra anticolonialista de los esclavos de Saint Do- mingue contra Francia, igual que la guerra de la Restauración, fueron expresiones de resistencia con matices diferentes contra los intereses de metrópolis europeas (Francia y España). Al en- juiciar el proceso en el que cobra capital importancia histórica la rebelión de los cibaeños en el año 1857 contra Báez, afirma el referido investigador que, “Visto en perspectiva histórica, la Revolución del 57 y la Guerra de la Restauración no fueron sino momentos 31 Ibídem, 22-33. Fueron varios los factores que imposibilitaron a la pequeña burguesía cibaeña retener el poder más allá dela destitución de Báez. En primer lugar, se constituía en gobierno revolucionario sin la base social necesaria para sustentar su funcionamiento, dado que la pobreza generalizada que afectaba a la sociedad no exceptuaba a las masas empobrecidas de la región norte del país y además respondían a un esquema caudillista que impugnaba la intelectualidad santiaguesa en virtud de sus convicciones político-ideológicas liberales. En segundo lugar, no contaban con los recursos suficientes para sostener una guerra contra el sector conservador, el cual intervino como emergente ante el fracaso de la gestión baecista. En tercer lugar, “Esas fuerzas no constituían un ejército; formaban lo que en nuestra lengua española se llaman tropas colecticias, que son las que se componen de hombres sin entrenamiento militar y por tanto ignorantes de la disciplina”. Ibíd., 25. 49ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 de una serie de conflictos armados que afectaron al país en el ‘largo siglo XIX’ y que comenzaron con las conflagraciones surgidas a raíz de la Revolución Haitiana”32. 4. El medio social y la búsqueda del padrinazgo europeo El contexto en el que surge el Estado dominicano como enti- dad jurídico-política en el año 1844 ha sido descrito y definido por varios analistas a través de enfoques distintos, pero articu- lados transversalmente entre sí por un común denominador. El mismo es expresado en el reconocimiento del predominio de relaciones de producción precapitalistas correspondientes a una formación social en la que coexistían varios modos de producción concomitantemente, uno dominante y otros subor- dinados. Esta realidad implicaba el predominio de condiciones de vida de subsistencia, dado el carácter esencialmente rural de la sociedad cuya población, en su mayoría, subsistía de ac- tividades agrícolas artesanales, bajo la condición precaria de un campesinado integrado por propietarios que apenas pro- ducían para sobrevivir; y una mayoría integrada por jornaleros u obreros agrícolas. Otro segmento de la población rural es- taba dedicado a labores de pastoreo en los hatos, los cuales representaban un modelo económico de escasa productividad, a pesar de que constituía el modo de producción dominante. En esa tesitura Juan Isidro Jimenes Gullón plantea la existen- cia, en la República Dominicana, de dos modos de producción. El colonial y el capitalista. Estos comportaban características esencialmente distintas. El primero, afirma el intelectual de referencia, aparecía circunscrito de manera casi exclusiva a la ruralía dominicana y en él se daba una combinación de 32 Pedro L. San Miguel, La guerra silenciosa: las luchas sociales en la ruralía dominicana, [2004] (Santo Domingo: Búho, 2011), 43. 50 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero caracteres “capitalistas” y “precapitalistas”. Las manifestacio- nes más importantes de este modo de producción colonial eran la “aparcería” y el “patriarcalismo”, consistentes en la cesión de una porción de terreno por parte del latifundista al cosechero, a modo de alquiler o arrendamiento, por una o varias cosechas. Jimenes-Grullón también identifica formas de vasallaje asocia- das a la vida de los obreros agrícolas que además recibían el permiso del hacendado para construir “una casa de yagua” en el conuco. Dichas condiciones de vasallaje las describe el intelectual, a partir de las ayudas percibidas por los obreros agrícolas, debido a la precariedad de sus salarios. Es decir, en tales condiciones, los trabajadores establecían con su patrón una especie de relación feudal. Concluye en que, el único com- ponente propio del modo de producción capitalista que poseía el modo de producción colonial era el “salario”, el resto de sus rasgos correspondía a relaciones de producción precapitalis- tas. En cambio, el modo de producción capitalista, el analista lo sitúa en el ámbito de la zona urbana, al cual correspondía una “clase obrera” que poseía importantes rasgos de heteroge- neidad. Considera que entre el obrero agrícola-azucarero y el obrero urbano, había similitudes esenciales, dado que ambos subsistían casi exclusivamente de sus bajos salarios; sin embar- go hace una diferencia fundamental entre aquellos y, el obrero dedicado a la industria extractiva o cortes de madera, así como el dedicado a “faenas agrícolas” (jornalero o echador de día), los cuales constituían la principal característica del modo de producción colonial33. A este drama socio-económico agrega la existencia de una tasa de analfabetismo que alcanzaba el 95 % de la población infantil, adolescente y adulta, aunque reconoce que este dato no está confirmado34. 33 Juan Isidro Jimenes-Grullón, Sociología política dominicana (1844-1966), volumen 1 (1844-1898) (Santo Domingo: Alfa & Omega, 1980), 27-29. 34 Ibídem, 30. 51ECOS ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 El esquema taxonómico de Jimenes-Grullón, en su jerar- quización y diferenciación de las clases sociales, identifica la existencia de una “burguesía” y una “clase obrera” en la Repú- blica Dominicana de mediados del siglo XIX, aunque como se ha dicho, reconoce el predominio de formas precapitalistas de producción. En cambio, Juan Bosch, define la formación social del periodo a partir de la identificación de dos clases sociales principales: los hateros (dominante) y dueños de los principa- les medios de producción que eran la tierra y el ganado; y, la pequeña burguesía originada en la región del Cibao, dedicada a labores agrícolas basadas en el cultivo del tabaco, principal símbolo representativo de esa clase social caracterizada por la posesión de pequeñas propiedades. En el esquema de Bosch dicha clase social representaba las ideas liberales (a ella per- tenecían los trinitarios); mientras que los hateros respondían a las ideas conservadoras; un conservadurismo de profunda raigambre colonialista, lo que se evidencia con el fenómeno de la anexión. Durante veinte años en promedio, la historia do- minicana se define en términos de la confrontación entre los hateros y la pequeña burguesía35. Es decir, durante el periodo que media entre la proclamación de la separación de Haití y la proclama del Grito de Capotillo, los hateros fueron desaloja- dos del poder ante la desaparición de la figura absolutista del caudillo Pedro Santana y la emergencia del liderazgo pequeño burgués-liberal de Gregorio Luperón. En una orientación sociohistórica similar, Hugo Tolentino Dipp reflexiona acerca de la estructura de la sociedad sobre cuyas bases se erige el Estado dominicano. En las diversas “ten- tativas” emancipadoras del pueblo dominicano se observa una tendencia “histórico-estructural” en la que éste trataba de re- definir la realidad nacional a partir de los presupuestos de su propia constitución interna. Esto, en razón de las debilidades 35 Juan Bosch, Composición social dominicana, Historia e interpretación (Santo Domingo: Alfa & Omega, 2007), 249. 52 ECOS, Año xxv, Vol. 1, Nº 16, Julio-diciembre 2018 Trayectoria político-militar del general Pedro Santana // José Vásquez Romero intrínsecas a la sociedad, explica que las luchas de las masas que “pugnaban por su emancipación” tuviesen varias facetas para el alcance de sus respectivas reivindicaciones. La ne- cesidad de desarrollo económico y político de los sectores mercantiles, así como los segmentos pequeño-burgueses que surgieron a principios de siglo e intentaron consolidarse en el marco de la lucha por la independencia, expusieron sus am- biciones de clase y la búsqueda de la libertad, como nunca antes, así como las pugnas y manifestaciones directas de los centros capitalistas europeos, constituyen elementos claves para la comprensión del proceso experimentado por la socie- dad dominicana tras su separación de Haití. Es decir, debido a las enormes precariedades económicas y sociales, además
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