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ai Roberto Ponce López, Nélida Escobedo Ruiz, Mauricio Leal Batarse, Adolfo Arana Espíritu Santo, Rodrigo Junco López Noviembre 2021 Vehículos autónomos y su impacto socio-territorial en un caso de estudio: Monterrey, México En colaboración con: fAIr LAC Autores: Roberto Ponce López, Nélida Escobedo Ruiz, Mauricio Leal Batarse, Adolfo Arana Espíritu Santo, Rodrigo Junco López Coordinadoras: Carolina Aguerre y Maia Levy Daniel Revisión: Gonzalo Bustos Frati y Matías Jackson Diseño: Mónica Castellanos Edición: Paula Álvarez Arbelais Licencia Internacional Pública de Atribución/ReconocimientoNoComercial-SinDerivados 4.0 de Creative Commons. Las opiniones expresadas en las publicaciones incumben únicamente a los/as autores/as. No tienen intención de reflejar las opiniones o perspectivas del CETyS, CLD ni de ninguna otra or- ganización involucrada en el proyecto. Vehículos autónomos y su impacto socio-territorial en un caso de estudio: Monterrey, México ai 3• • En colaboración con: fAIr LAC Vehículos autónomos y su impacto socio- territorial en un caso de estudio: Monterrey, México Noviembre 2021 Roberto Ponce López, Nélida Escobedo Ruiz, Mauricio Leal Batarse, Adolfo Arana Espíritu Santo, Rodrigo Junco López ai 4• • En colaboración con: fAIr LAC Resumen ejecutivo Los vehículos autónomos han surgido como una de las aplicaciones más relevantes de inteligencia artificial en transporte y espacio urbano; tanto así que se espera que, como ha sucedido con otras innovaciones tecnológicas en movilidad, traigan en las próximas décadas transformaciones sociales y físicas a muchas ciudades. Ante este prospecto, surge la necesidad de evaluar su impacto desde distintas perspectivas: la forma urbana, el congestionamiento de tránsito, las elecciones de modo de traslado, la accesibilidad al sistema de transporte y los impactos sociales. Estos aspectos describen las implicaciones espaciales y sociales de una tecnología como esta, y tomarlos en cuenta nos permitiría ejercer valores de justicia espacial y derecho a la ciudad para una implementación ética de la misma. Actualmente se han estudiado los efectos de los vehículos autónomos en países de alto ingreso y entornos urbanos planeados, pero no hay registro de estudios que los aborden en América Latina. Nuestra investigación evalúa la trascendencia de los vehículos autónomos, como una aplicación de inteligencia artificial de alto impacto, en ciudades latinoamericanas, utilizando como caso de estudio la Zona Metropolitana de Monterrey. El declive en el uso de transporte público, un modelo de ciudad dispersa, la desigualdad social y una sobredependencia del automóvil particular presentan condiciones relevantes para este análisis. A partir del caso de estudio, y aunado a la revisión de literatura, este artículo también plantea escenarios de implementación de esta tecnología con el fin de mejorar las condiciones de movilidad en la periferia urbana, así como sugerir que el Estado intervenga en el desarrollo de políticas públicas e invierta en calles seguras para cerrar la brecha socio-espacial en el territorio. ai 5• • En colaboración con: fAIr LAC Contenido 1. Introducción ..............................................................................................................................................6 1.1. Preguntas de investigación ......................................................................................................... 8 1.2. Metodología ....................................................................................................................................... 8 2. Revisión de literatura......................................................................................................................... 10 2.1. Modelo de negocio e impacto en el transporte público .........................................10 2.2. Desigualdad social y dilemas de los VAs .........................................................................11 2.3. Vehículos autónomos y justicia espacial ......................................................................... 12 2.4. Políticas públicas para la adopción de VAs ................................................................. 13 3. Análisis del caso de estudio ...........................................................................................................15 3.1. Contexto urbano de las ciudades latinoamericanas .............................................. 15 3.2. Presentación de la Zona Metropolitana de Monterrey .........................................16 3.3. Descripción del caso de estudio ............................................................................................18 3.4. Conclusiones al caso de estudio ..........................................................................................24 4. Análisis prospectivo: desafíos, riesgos y oportunidades de los VAs en ciudades latinoamericanas ....................................................................................................26 4.1. Escenario 1: modelo de negocio en favor de VAs de uso particular ................26 4.2. Escenario 2: modelo de negocio en favor de vehículos autónomos compartidos (VACs) bajo demanda ...................................................................................28 4.3. Seguridad vial y políticas públicas que la garanticen: priorización de peatones y medios no motorizados .............................................................................31 5. Conclusión ................................................................................................................................................32 6. Referencias ............................................................................................................................................. 34 ai 6• • En colaboración con: fAIr LAC Introducción Una de las aplicaciones de inteligencia artificial que afectará nuestra experiencia del entorno urbano significativamente es el vehículo autónomo (VA), y se les considera así por la tecnología que involucra: el uso de sensores Lidar, procesamiento de visión y video, cómputo en la nube y reconocimiento de patrones para identificar obstáculos y calcular rutas (Gerrish, 2018). Sin embargo, debido a la automatización del sistema y a los costos de implementación e infraestructura necesaria, esta tecnología abre una serie de debates y dilemas éticos sobre sus impactos en la equidad social de la ciudad. La llegada de los VAs a las calles como solución de transporte se anticipa en un plazo de entre 10 y 20 años, dependiendo de las tasas de adopción en distintos países. En la región de América Latina y el Caribe, se estima que al 2030 estarán disponibles para la compra y para el 2050 dominarán el 50% de la flota vehicular (Catalayud et al., 2020). Ante su inminente llegada, es necesario evaluar sus implicaciones, sobre todo en el contexto de las ciudades latinoamericanas caracterizadas por la debilidad institucional, la alta desigualdad en la distribución del ingreso, la falta de planeación urbana, la precarización del transporte público y una lenta adopción de tecnologías de información en entornos urbanos (Irázabal y Jirón, 2021); así como también resulta fundamental preguntarse por el potencial de esta nueva tecnología y bajo cuáles condiciones de implementación pudiera cerrar brechas de desigualdad urbana. Este artículo analiza estos dilemas, tomando a la ciudad de Monterrey en México como caso de estudio, y explorando dos escenarios prospectivos en la adopción de los VAs que tendrían implicaciones sociales dispares. La ciudad de Monterrey es un caso útil para construir escenarios de implementación de los VAs y discutir acerca de su impacto en la equidad y accesibilidad de la ciudad. Porque, por un lado, Monterrey es una ciudad latinoamericana arquetípica: tiene un crecimiento territorial marcado por laexpansión horizontal, la fragmentación de límites administrativos, la falta de planeación y la informalidad. Y, por el otro, es un caso único: presenta altos costos del transporte público y un declive acelerado de su uso, desigualdad en el acceso al transporte, falta de espacios públicos de calidad y dependencia al vehículo particular. Considerando que los VAs son una tecnología que reemplazaría a los vehículos particulares y que competiría directamente con los sistemas de transporte público (Townsend, 2020), resulta interesante explorar su implementación en esta ciudad, que con su combinación de elementos únicos y arquetípicos (particularmente la dependencia al transporte privado y el declive del público) permite esbozar posibles implicaciones en el contexto latinoamericano en general. Por su parte, los VAs han sido un tema de investigación para la academia en los últimos años. Se ha tratado de anticipar y cuantificar su impacto en la oferta-demanda de transporte y en la configuración del espacio urbano; por ejemplo, Milakis et al. (2017) consideran tres niveles de repercusiones. En el primero, los autores desglosan las consecuencias de esta nueva tecnología sobre los costos de viaje, congestionamiento de tránsito y elecciones de modo de transporte. En el segundo, ubican las consecuencias que tendría en la infraestructura del transporte en 1. ai 7• • En colaboración con: fAIr LAC las ciudades; algunos otros estudios indican que los vehículos autónomos compartidos (VACs) reducirían el espacio dedicado a estacionamientos hasta en un 90% y lo liberarían para otros usos (Fagnant y Kochelman, 2014). Y, por último, en el tercer nivel, los autores engloban sus implicaciones sociales y aunque afirman que los VAs tendrían consecuencias sobre la equidad y justicia social, y consideran que estas aún son inciertas (Milakis et al., 2017). Otras investigaciones han encontrado, por ejemplo, que los VAs pueden causar un incremento en la demanda de transporte de personas con movilidad reducida, como los adultos mayores y personas de capacidades diferentes (Harper et al., 2016; Zandieh y Acheampong, 2021). Sin embargo, también se ha dicho que estos grupos poblacionales encuentran más barreras para el uso y adopción de tecnologías, especialmente en un contexto de pobreza y marginación social (Fischer et al., 2014, p. 624). Otros más han hecho notar, como pieza clave para reducir el impacto social, a los ya mencionados VACs y a la integración multimodal, ya que permitirían reducir los costos de transporte, aprovechar la infraestructura existente y aumentar la oferta de opciones de viaje (Owens et al., 2019; Creger et al., 2019). Otra serie de consecuencias de esta nueva tecnología estará relacionada con el medio ambiente. Algunos autores refieren que otro beneficio importante serían las reducciones en el consumo de energía —hasta en un 90%— y de emisiones de carbono (Greenblat y Saxena, 2015; Harb et al., 2020), en primer lugar porque la tecnología de los VAs se integra a la de motores eléctricos, aportando una nueva generación de vehículos más eficientes; en segundo, porque se cree que los VACs reducirían el congestionamiento en las calles (Greenblat y Saxena, 2015; Owens et al., 2019). No obstante, aunque la tecnología en sí sea más eficiente en comparación con modelos de combustión interna, podrían aumentar el gasto energético requerido por las ciudades dispersas. Algunos autores advierten incluso que los VAs propiciarán un incremento en los kilómetros recorridos por vehículo, lo cual podría incentivar aún más la expansión urbana (Childress et al., 2015) y provocar que los efectos a escala metropolitana sean contraproducentes a largo plazo. Considerando todo lo anterior, los objetivos de este artículo son: 1) analizar las implicaciones de la adopción de los VAs en el contexto de las ciudades latinoamericanas en general, en términos de impactos sociales como elemento condicional en la morfología particular de los entornos urbanos de la región; 2) a través del caso de estudio, examinar estas implicaciones en la ciudad de Monterrey, explorando su dimensión ética y de justicia social, tomando como ejes centrales la relación entre adopción de VAs y desigualdad, forma y diseño urbano; y 3) generar escenarios de carácter prospectivo con implicaciones de política pública que contribuyan a minimizar los posibles efectos negativos de su adopción y maximizar sus beneficios. Además, a través del caso de estudio buscamos esbozar implicaciones que puedan servir como referencia o comparativo para la implementación de esta tecnología en otras ciudades latinoamericanas. Por último, para abordar estos objetivos y habiendo definido el marco conceptual general del documento, proponemos las siguientes preguntas y la metodología para responderlas. ai 8• • En colaboración con: fAIr LAC 1.1. Preguntas de investigación La investigación plantea las siguientes preguntas, organizadas en tres líneas temáticas. La primera, enfocada a las fuentes académicas, nos presenta la cuestión: ¿qué se ha estudiado en relación con las implicaciones urbanas y sociales de la adopción de los VAs en general y en el contexto latinoamericano en particular? La segunda línea, relativa a la justicia espacial, considera que las nuevas tecnologías a menudo presentan retos en un contexto en el que la dotación de espacios públicos y peatonales es limitada y de calidad deficiente, especialmente en barrios marginados en la periferia urbana (McGuirk, 2014), además de que sabemos que las ciudades latinoamericanas son desiguales en el acceso espacial a transporte, acceso a servicios de tecnología, empleo, nivel de escolaridad y vivienda. Todo lo anterior se puede sintetizar en la pregunta: ¿cómo y por qué el uso de VAs en las ciudades latinoamericanas, caracterizadas por la fragmentación y desigualdad social, puede tener efectos tanto negativos como positivos? Y, finalmente, la tercera línea temática busca estudiar el asunto de la sostenibilidad: si bien es cierto que la literatura plantea que la nueva tecnología traerá beneficios ambientales y económicos, también advierte que los potenciales efectos negativos aún son inciertos (Milakis et al., 2020), entonces ¿qué desafíos, oportunidades y riesgos se presentarán en las ciudades latinoamericanas que pretendan hacer un uso sistémicamente sostenible y beneficioso de los VAs? 1.2. Metodología La metodología propuesta incluye tres etapas. La primera consistió en revisar la literatura en relación a nuestras preguntas de investigación para comprender los dilemas identificados por la academia en la adopción de esta tecnología en las ciudades. Para encontrar los artículos más relevantes se utilizó el muestreo de bola de nieve. Entre los trabajos claves, el artículo de Milakis et al. (2020) fue fundamental, puesto que incluye una revisión de literatura en la que se analizan diversas implicaciones, sociales y de políticas públicas, de los VAs, incluyendo aspectos de movilidad, infraestructura de transporte, uso de suelo, equidad social, salud pública, seguridad y contaminación. Cabe destacar además el trabajo de Harb et al. (2021) en el que se hace una extensa revisión de artículos científicos, reportes académicos y reportes del sector privado publicados sobre VAs entre 2011 y 2020. En la segunda etapa se desarrolló un caso de estudio para aterrizar las implicaciones de la adopción de los VAs al contexto urbano en Latinoamérica; esta aproximación es utilizada para investigar fenómenos sociales complejos y para entender el cómo o el porqué de dichos fenómenos (Yin, 2009). La ciudad de Monterrey fue la seleccionada y la unidad de análisis fue su zona metropolitana, esto a razón de que los viajes y decisiones de transporte responden, justamente, a una lógica metropolitana que conecta las zonas residenciales con la oferta de empleo y ocio dispersa en la ciudad; de esta forma, si se va a evaluar el impacto de los VAs en la dimensión socialpara responder las preguntas de investigación, la escala de análisis apropiada es una zona metropolitana. Además de tomar en cuenta para el análisis la desigualdad, la forma urbana, el transporte, la movilidad y las implicaciones éticas de justicia social en relación al cambio espacial y demográfico, también se detectaron los principales desafíos, oportunidades y riesgos, y se incluyeron escenarios prospectivos con implicaciones de política pública. Se busca, ai 9• • En colaboración con: fAIr LAC como ya hemos puntualizado, que a través del caso de estudio se puedan ilustrar algunas condiciones e implicaciones generales para otras ciudades latinoamericanas. Por último, se dedicó una tercera etapa a la formulación y descripción de dos escenarios de análisis prospectivo de la adopción de esta tecnología, con la intención de valorar su potencial de cambio social. Los dos escenarios seleccionados responden a los dos modelos de negocio que se consideran actualmente: 1) un modelo en donde la tecnología únicamente se adopte para el uso particular y 2) un modelo en donde, a pesar de su uso por particulares, prepondere el servicio de VACs bajo demanda. Para estos escenarios, la variable dependiente fue el grado de justicia espacial alcanzable en una ciudad; la variable independiente fue el modelo de adopción de los VAs bajo cada escenario y las implicaciones de política pública que conllevan. En cada escenario se analizaron las posibles consecuencias en 5 rubros que inciden en el grado de justicia espacial: accesibilidad, repartición modal de transporte, política regulatoria, alianzas multisectoriales y forma urbana. ai 10• • En colaboración con: fAIr LAC Para comprender la relación entre VAs y entornos urbanos desiguales, la literatura académica especializada nos presenta cuatro áreas: a) estudios respecto al modelo de negocio que se anticipa para estos vehículos y el impacto que tendrían sobre los sistemas de transporte urbano; b) un subcampo que ha abordado la dimensión social de desigualdad en relación con la adopción de estas tecnologías y sus impactos en grupos vulnerables; c) la teoría de justicia espacial, que servirá como marco teórico para evaluar la relación entre VAs y la dimensión social en la sección de análisis; y d) la relativa a recomendaciones de políticas públicas que serían relevantes para adaptar los VAs en ciudades latinoamericanas, bajo un modelo de ciudad basado en las personas. A continuación, se realiza una breve revisión de estos cuatro cuerpos de literatura. 2.1. Modelo de negocio e impacto en el transporte público En el contexto de movilidad, se espera que uno de los principales esquemas de adopción de los VAs sea el de movilidad como servicio o bajo demanda, con el cual, los usuarios utilizan plataformas de acuerdo a sus necesidades específicas, pagando por el servicio y sin necesidad de comprar el vehículo para uso exclusivo. Los beneficios de este esquema serían que propone una oferta de viaje amigable, cómoda y ajustada a las necesidades del usuario (Coppola y Silvestri, 2019; Golbabaei et al., 2020). Además de que con esta modalidad se podría resolver el problema de conectividad en la última milla, es decir, en el último tramo de un viaje (Lang et al., 2020). Adicionalmente, para promover una adopción de VAs desde la inclusión, se recomienda que dentro de la elaboración de políticas públicas se favorezcan económicamente a los viajes compartidos (Moavenzadeh y Lang, 2018). Es clave que en esta tipología exista la posibilidad de personalización del viaje y de transparencia. La primera cualidad permitiría a cada usuario consumir de acuerdo a sus necesidades y favorecería la retención de los mismos hacia el servicio (Yamaji, 2020); mientras que la segunda, facilitaría la disponibilidad de VAs, ofreciendo la posibilidad a los pasajeros de planear mejor sus viajes, optimizar rutas y disminuir tiempos de traslado (Moavenzadeh y Lang, 2018). Relativo a los impactos en la oferta y demanda de transporte público, la literatura advierte posibles oportunidades y retos importantes. En primer lugar, se prevé que los VAs podrían extender el alcance del transporte público a través de una solución de microtránsito, logrando así llegar a zonas que carecen de una buena infraestructura de él (Coppola y Silvestri, 2019; Yamaji, 2020); esta posibilidad suena particularmente positiva en el contexto de las ciudades latinoamericanas. Pero, por otro lado, la introducción de los VAs amenaza con reducir la demanda de transporte público, lo cual, a su vez, aminoraría las opciones de movilidad (Litman, 2020), aumentaría el número de automóviles en circulación y, con ello, afectaría los tiempos de traslado. 2. Revisión de literatura ai 11• • En colaboración con: fAIr LAC Finalmente, respecto a las dinámicas sociales relacionadas a la introducción de los VAs, algunos autores han mencionado que volverán más flexibles los horarios de las familias, porque la movilidad de los hijos ya no dependería del horario de sus padres (Harb et al., 2021). Con esa mayor independencia ganada, Zandieh y Acheampong (2021) anticipan un impacto de socialización positivo en adultos mayores o personas con discapacidad, pues los vehículos compartidos podrían incentivar la interacción de personas. 2.2. Desigualdad social y dilemas de los VAs Aunque la literatura reconoce que los vehículos autónomos tienen el potencial de perpetuar o producir nuevas formas de desigualdad social (Bissell et al., 2020; Adey, 2006; Lutz, 2014; Baerenholdt, 2013), diversos autores afirman que la introducción de esta tecnología podría mejorar la accesibilidad para personas que no pueden comprar un automóvil o conducir en un modelo bajo demanda (Claypool et al., 2017; Holley-Morre y Creighton 2015; Dianin et al., 2021). No obstante, otros advierten que con este incremento de accesibilidad a las zonas periféricas, se incentivaría la expansión de las ciudades generando nuevos costos sociales y ambientales (Gruel y Stanford, 2016; Dianin et al., 2021; Gelauff et al., 2019; Milakis et al., 2020). Por su parte, Sperling (2018), en particular anota que, aunque la automatización podría llevar a una movilidad más segura, limpia, asequible y accesible sólo lo lograría si se combina con la electrificación y los viajes compartidos. Dianin et al. (2021) reconocen también esta dualidad en la equidad de transporte y en la distribución de la accesibilidad en el espacio y entre grupos sociales. Por un lado, sostienen que esta tecnología exacerbaría las desigualdades sociales: obtendrían mayores beneficios los sectores de más alto ingreso que son más atractivos para el mercado. Y por el otro, que su adopción conduciría a la disminución de las desigualdades gracias a un mayor balance en la distribución de la accesibilidad entre diferentes grupos sociales (al introducir transporte público automatizado de alto nivel o VACs). Milakis et al. (2020) hacen un análisis de las implicaciones para tres grupos vulnerables: personas de bajos recursos, personas con discapacidad física y/o sensorial y adultos mayores, concluyendo que el beneficio o perjuicio para ellos dependerá del componente de automatización de la tecnología y del modelo de servicio y negocio que adopte su implementación: VAs particulares o compartidos en el esquema de movilidad como servicio y en demanda. Puesto que los hogares de menor ingreso dependen en mayor medida del transporte público, otro tema recurrente en la literatura es el impacto de los VAs en él (Milakis et al., 2020; Clewlow y Mishra, 2017; Ohnemus y Perl, 2016; Brown y Taylor, 2018; Vön Morner, 2019; Abe, 2019; Coppola et al., 2018). La introducción de VACs definitivamente afectaría el sistema de transporte público, cambiando la accesibilidad/movilidad de los grupos que dependen de él. Por lo tanto, se requerirían políticas de amortiguamiento que contribuyeran a un sistema complementario entre VAs y transporte público existente, por ejemplo,generando servicios públicos alimentadores con VAs a líneas de transporte público. ai 12• • En colaboración con: fAIr LAC 2.3. Vehículos autónomos y justicia espacial Existen una serie de consideraciones que aún no se han explorado con profundidad en esta literatura especializada y que tienen que ver con los cambios que los VAs impulsarían en la forma urbana, el diseño urbano y la relación de estos factores con elementos sociales (Harb et al., 2021). A lo largo de la historia de las ciudades, con cada cambio de tecnología, se generan cambios en el diseño y forma urbana. Por ejemplo, las locomotoras, permitieron el auge económico y la migración rural-urbana, el vehículo de combustión interna favoreció la suburbanización, y los aviones han facilitado las ciudades globalizadas. Consigo, dichas tecnologías han creado dilemas que pensadores como Soja (2013) y Harvey (2012) advierten, son el resultado y consecuencia de la injusticia que existe dentro de la producción y reproducción social del espacio. Con la llegada de los VAs, aún quedan pendientes preguntas sobre cómo es que se transformará la manera en la que se vive en la ciudad, cómo estos cambios afectarán su forma física y si los resultados reducirán o incrementarán las desigualdades sociales actuales. Esto puede observarse con una conexión directa entre el territorio y la desigualdad económica, la cual tiende a crear una estructura sistémica de privilegio y desventaja, derivándose en segregación y discriminación por clase, raza, género, edad, entre otros (Soja, 2013). Remitiéndonos a la sociología urbana encontramos el concepto de justicia espacial que reflexiona precisamente sobre la dimensión espacial geográfica de una distribución territorial donde de los costos y beneficios del desarrollo económico sean más equitativos (Soja, 2013). Es decir, en el contexto de la ciudad, se trata de que los distintos barrios cuenten con una provisión adecuada de servicios públicos, de transporte, de vivienda y de acceso a oportunidades de empleo, ocio y educación. En la medida en que nuestras ciudades logren este objetivo, el proceso de urbanización será más sostenible y posiblemente cumpla con la promesa de generar bienestar económico para una mayoría. Adicionalmente, el derecho a la ciudad es una idea que responde a la teoría de la justicia espacial, afirmando que mayor equidad solamente se logrará si las poblaciones en desventaja social ganan cierto control y participación sobre los procesos políticos y económicos que generan a las geografías urbanas desiguales (Fainstein, 2014; Harvey, 2012). Complementario a esto, Marcuse (2012) describe cómo el derecho a la ciudad es una causa común entre grupos favorecidos y desfavorecidos por el sistema para mejorar la justicia social en un rango espacial. Ante la adopción de esta nueva tecnología y considerando estos conceptos, continúa vigente la crítica al modelo de ciudad que orienta la función del espacio urbano a privilegiar el desplazamiento por medio del automóvil particular sobre otros usos como los de socialización, pertenencia, construcción de una identidad colectiva, alojamiento de infraestructura verde y seguridad (Borja y Muxí, 2003). Bajo el modelo actual, las consecuencias de la priorización del automóvil han deteriorado la calidad humana de la ciudad, especialmente para grupos marginalizados como mujeres, personas con discapacidad, adultos mayores e infancia. Para disminuir las brechas y maximizar los beneficios sociales de los VAs, será clave el desarrollo de políticas basadas en la búsqueda de la dignidad humana, aunado a factores que deriven de la representatividad y valor del territorio (Iveson, 2011). ai 13• • En colaboración con: fAIr LAC En resumen, los impactos que tendrá la adopción de VAs en la reconfiguración espacial de las ciudades son todavía inciertos, sobre todo desde la perspectiva de las ciudades latinoamericanas caracterizadas por una marcada desigualdad social y por la marginalización de grupos vulnerables. 2.4. Políticas públicas para la adopción de VAs El uso de nuevas tecnologías para el traslado reafirma la necesidad de contar con nuevas bases legislativas que permitan regular el comportamiento vial, garantizar la seguridad y resolver asimetrías del mercado. Sin embargo, el avance en los procesos legislativos y regulatorios no se equipara al del desarrollo tecnológico, que generalmente es más rápido (Catalayud et al., 2020). Dada la complejidad ética de la tecnología autómata, desde el 2011 existen en Estados Unidos y en la Unión Europea, regulaciones para atribuir la responsabilidad civil dentro de la vialidad: se determinó que sería dada por el nivel de autonomía que tuviera el vehículo, tomando grandes responsabilidades las compañías programadoras mientras más alto fuese el nivel de autonomía (Myers, 2016). Con el paso de los años, instituciones internacionales como la ONU, han comenzado a marcar la pauta con parámetros de seguridad a través de rangos máximos de velocidad, por ejemplo de 30 km/h para vehículos de un nivel de autonomía superior. También se han establecido controles que requieren desactivar el sistema autónomo en vías peatonales o en vías compartidas con ciclistas, como medida de protección a estos usuarios. Y otras regulaciones han incluido, contar con un sistema de seguridad cibernética y con una caja negra que ayude al registro de acciones (Fuentes, 2020). En el 2020 la empresa KMPG calificó a los 30 países con mayor posibilidad sobre la implementación de esta tecnología y, tomando en cuenta la aceptación de consumidores, infraestructura, tecnología e innovación, así como políticas y legislación, creó el “Índice de Preparación para Vehículos Autónomos”. Debido a la falta de regulaciones específicas y la incapacidad de adaptabilidad a cambios por parte del gobierno nacional, México fue posicionado en el lugar 28. Otros países latinoamericanos como Chile y Brasil quedaron en el lugar 27 y 30 respectivamente (KPMG, 2020). Estas posiciones exhiben que el reto de la adopción de esta tecnología es generalizado para las ciudades latinoamericanas. Cremata (2016), por ejemplo, observa grandes vacíos legales en los países de la región, entre los que destaca la falta de definiciones sobre la responsabilidad moral y ética ante algún siniestro mortal; al no contar con esa infraestructura necesaria, los accidentes podrían quedar impunes (McCulloug y Colle, 2016). Aunado a los problemas anteriores, tampoco existen regulaciones ni legislaciones que puedan prever una prospectiva sobre las posibles consecuencias en la forma urbana, la expansión de la mancha territorial o la congestión vial. Además, los VAs pudiesen promover una desarticulación social al encerrar a la sociedad en “burbujas automatizadas” que no interactúan con el entorno y modificar así la sociabilidad (Metz, 2018). En resumen, la revisión de la literatura nos revela que no existe algún trabajo académico que conjunte las cuatro literaturas aquí referidas. Es decir, al mejor conocimiento de los autores, no existe un trabajo académico riguroso que analice si los contextos de adopción de VAs en ciudades latinoamericanas pueden incrementar o reducir las brechas de desigualdad y justicia ai 14• • En colaboración con: fAIr LAC espacial. Esto es relevante porque en la revisión de literatura se puede observar que diversos autores han discutido ampliamente sobre los dilemas sociales y éticos que la adopción de esta tecnología puede plantear para nuestra sociedad, así como la necesidad de establecer políticas públicas encaminadas a minimizar riesgos. Sin embargo, estos autores analizan casos de países altamente industrializados, sin vincularlo directamente con el contexto espacial y social de otras regiones. La literatura encontrada refiere casos de estudio en ciudades con altos niveles de ingreso y con entornos urbanos planeados. No hay registro de estudios que aborden esta problemática en Latinoamérica. Estetrabajo de investigación busca llenar algunos de estos huecos en la literatura a partir de un estudio de caso. ai 15• • En colaboración con: fAIr LAC 3.1. Contexto urbano de las ciudades latinoamericanas Los países de Latinoamérica se caracterizan por una desigualdad en la distribución del ingreso entre su población; según el Informe de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el 10% de la población más rica concentra el 32% de los ingresos, cifra mayor a cualquier otra región en el planeta (PNUD, 2013). La Tabla 1 muestra el índice de Gini de desigualdad: valores cercanos a 1 indican mayor concentración de la riqueza en menos personas. Esta desigualdad en la distribución de ingresos se reproduce en el contexto territorial y espacial del entorno urbano a través de la segregación económica y la aglomeración de altas concentraciones de pobreza en zonas específicas de la ciudad que se conocen como guetos o favelas. La segregación espacial incide negativamente en la generación de oportunidades de los hogares en desventaja social. Diversos autores han discutido los efectos sociales de crecer en un gueto y cómo ello reduce el acceso a oportunidades a lo largo de la vida (Perlman, 2010; Sampson, 2012). Tabla 1. Comparativo de nivel de ingreso, desigualdad y urbanización en países de Latinoamérica País PIB 2020 per Cápita Porcentaje de Po- blación Urbana Porcentaje de Población Urbana en Asentamientos Informales Índice Gini México $8,346.70 81% 16% 0.45 Colombia $5,322.80 81% 28% 0.51 Perú $6,129.90 78% 33% 0.41 Chile $13,231.70 88% 9% 0.44 Brasil $6,796.80 89% 16% 0.53 Fuente: elaboración propia con datos del Banco Mundial Además de la desigualdad, las ciudades latinoamericanas manifiestan en sus patrones de desarrollo otros dos elementos clave: el alto porcentaje de población urbana y la prevalencia de asentamientos irregulares. Entre 1950 y 2010, la población urbana de la región se multiplicó siete veces, pasando de 69 a 480 millones. Esto ocurrió de forma acelerada, auspiciado entre 3. Análisis del caso de estudio ai 16• • En colaboración con: fAIr LAC diversos factores por la migración de residentes rurales hacia áreas urbanas y mejoras en las condiciones sanitarias (Libertún de Duren, 2014). Sin embargo, la incapacidad de vincular el ritmo de urbanización con actividades productivas generó una “sobreterciariación”, es decir, un crecimiento del sector terciario y sector informal de la economía, que agravó la polarización socioeconómica y disgregación territorial (Almandoz, 2008). Aunado a este proceso, la debilidad institucional y financiera de la región causaron que el Estado fuera incapaz de responder de forma planeada y anticipada al rápido crecimiento demográfico, generando procesos de ocupación informal del territorio en asentamientos irregulares, desprovistos de servicios básicos adecuados y equipamientos alejados de los centros de trabajo (Trejo, 2019). En la Tabla 1, se puede observar que, dependiendo del país, entre el 9 y el 33% de los hogares habitan en asentamientos informales (Banco Mundial, 2021). Trejo (2019) argumenta que la literatura anglosajona en desarrollo económico asocia mayores tasas de urbanización con mayores tasas de bienestar social y crecimiento económico. No obstante, la misma autora afirma que Latinoamérica es una excepción, ya que se trata de una región con una tasa muy alta de urbanización, pero con graves retrasos sociales y estancamiento económico. En la región, las altas tasas de urbanización no se han traducido en mejoras en la calidad de vida y oportunidades de bienestar para la mayoría de los hogares; en gran parte de las zonas metropolitanas la dispersión urbana presenta un paisaje de informalidad, pobreza y falta de servicios básicos e infraestructura en las periferias. En términos espaciales, estas condiciones derivan en ciudades fragmentadas, desconectadas, con espacios públicos (calles, parques y plazas) insuficientes y de mala calidad. Este modelo contrasta nuevamente con los patrones observados en países desarrollados como Estados Unidos, en donde la dispersión urbana se caracteriza por la creación de zonas residenciales suburbanas para la clase media o alta y donde la mayor concentración de pobreza se encuentra en la zona central (Lungo, 2001). En las ciudades latinoamericanas, el patrón espacial es el inverso: las zonas más precarias se localizan en la periferia urbana e imponen retos para la movilidad de los hogares de menor ingreso que ahí habitan. 3.2. Presentación de la Zona Metropolitana de Monterrey Con el contexto de la región brindado, el caso de estudio de la Zona Metropolitana de Monterrey (ZMM), ubicada en el noreste de México, es representativo del rápido proceso de urbanización y de un patrón de ciudad dispersa con zonas periféricas desprovistas de servicios básicos y marcadas por la pobreza. De acuerdo al último censo del INEGI, publicado en el 2019, la ciudad tiene 4.96 millones de habitantes, siendo la segunda zona metropolitana por tamaño poblacional en el país, después de la Ciudad de México. El 36% de su economía está ligada al sector manufacturero e industrial y comprende un área urbanizada de 18 municipios, que se extiende en una superficie de 1,011 kilómetros cuadrados. En los últimos 30 años, la ZMM creció su población 1.7 veces, pero su territorio se extendió 2.7 veces. Presentando, en consecuencia, una pérdida del 39% de su densidad poblacional. De acuerdo con nuestro análisis de datos censales de los años 1990 al 2020, la ciudad registró en 30 años una pérdida de población en la zona central de hasta 250 mil habitantes. El crecimiento demográfico y territorial está ocurriendo en la periferia urbana: a falta de una política nacional de suelo, la provisión de vivienda ocurre donde la tierra es más barata, es decir, en zonas ai 17• • En colaboración con: fAIr LAC alejadas de servicios, equipamiento y transporte. En consecuencia, el proceso de crecimiento de Monterrey ha estado marcado por un incremento en la fragmentación del espacio urbano. Por un lado, los hogares de menores recursos enfrentan las condiciones más adversas para desplazarse porque habitan en la periferia urbana en áreas desconectadas de las zonas que concentran los trabajos. Por el otro, los hogares más afluentes y con automóvil pueden pagar por vivir en zonas más próximas a empleos y ocio. Estas condiciones, aunadas al continuo declive de la oferta de transporte (que se profundizará en la siguiente sección) hacen a esta zona metropolitana un caso relevante para explorar los modelos de adopción de los VAs en la región. Si tomamos en cuenta algunos indicadores de población, densidad y desigualdad (Índice Gini), podemos ver que existen algunos puntos de comparación relevantes entre nuestro caso de estudio y otras ciudades latinoamericanas. Por ejemplo, Monterrey tiene una extensión territorial comparable a Lima y a Santiago, pero menor que Sao Paulo y Ciudad de México; su densidad poblacional es similar a Santiago de Chile y a Sao Paulo; y el PIB per cápita es comparable con Santiago y Ciudad de México (muy por encima de Bogotá). En términos de distribución de la riqueza, Lima sería la ciudad menos desigual y Sao Paulo la más dispar en la distribución de los ingresos. Tabla 2. Comparativo de ciudades latinoamericanas en elementos urbanos y de ingreso. Ciudad Población (Millones) Superficie (km²) Densidad Urbana (habitantes por km²) PIB per cápita (Dólares 2018) Índice Gini Monterrey 4.96 1,011 5,535.71 $33,340.93 0.44 Ciudad de México 21.92 2,385 9,190.78 $ 24,041.38 0.53 Bogotá 11.17 562 19,875.44 $ 18,152.91 0.50 Lima 10.88 891 12,211.00 - 0.33 Santiago 6.81 1,147 5,937.23 $24,646.26 0.53 São Paulo 22.24 3,237 6,870.56 - 0.57 Fuente: elaboración propia con datos de Macrotrends, Demographia,OECD, CEPAL, CONEVAL,SEMARNAT, INEI, IBGE y Alcaldía Mayor de Bogotá. En resumen, las Tablas 1y 2 muestran que existe cierta convergencia en el proceso de urbanización ocurrido en América Latina, un proceso acelerado y acompañado de fuertes disparidades sociales. Además ilustran que Monterrey es, en efecto, un caso representativo de una zona metropolitana que experimentó un rápido crecimiento poblacional y económico; y sin embargo, marcado por una falta de planeación en la provisión de los servicios necesarios y de gestión de los usos de suelo para ubicar la vivienda de menor ingreso en zonas accesibles a transporte y servicios. En el contexto urbano, la desigualdad e informalidad se expresan territorial y espacialmente a través de una segregación socio-espacial y fragmentación del ai 18• • En colaboración con: fAIr LAC espacio urbano por nivel de ingreso. Es precisamente en este contexto tan particular de la región que nos interesa preguntarnos qué pasaría con la desigualdad y el acceso a oportunidades ante una eventual adopción de los VAs; estudiar si esta adopción mejoraría o empeoraría la habitabilidad de nuestras ciudades; y analizar si promoverían resultados hacia una mayor justicia espacial. 3.3. Descripción del caso de estudio En este apartado se retoman los conceptos abordados previamente: derecho a la ciudad y justicia espacial para ligar los elementos particulares de nuestro caso de estudio con los atributos que inciden en la adopción de esta nueva tecnología de transporte. Para organizarlo se iniciará con el análisis de la desigualdad económica, luego se mencionará lo relativo a la forma urbana, al transporte y por último a las implicaciones sociales y demográficas. 3.3.1. Desigualdad En el contexto de México, algunos estudios han reportado ya la relación entre desigualdad, poder adquisitivo y acceso a salud: los hogares más afluentes son aquéllos que tienen acceso a un servicio de salud privado (Tamez y Eibenschutz, 2008). Por lo tanto, la variable que cuantifica la población con un seguro médico privado es una buena aproximación al ingreso promedio a nivel manzana y por esto recurrimos a ella; el censo no reporta la variable de ingreso con este nivel de detalle geográfico. La Figura 1 ilustra las manzanas del área urbanizada de la ZMM en las que el color verde más intenso representa una mayor concentración de población que sí cuenta con un seguro médico privado. De acuerdo a estos datos, el color más oscuro indica una mayor concentración de hogares afluentes. Figura 1. Población afiliada a servicios de salud privada a nivel manzana. Población Afiliada a Servicios de Salud Privada en Manzanas del Área metropolitana de Monterrey ai 19• • En colaboración con: fAIr LAC Fuente: elaboración propia con datos del Censo de Población y Vivienda INEGI del 2020. Se puede observar también que los tonos más oscuros de verde —que denotan una mayor densidad— están en la zona surponiente de la zona metropolitana y que conforme nos movemos hacia el nororiente, disminuye la población con derechohabiencia a servicios privados de salud, es decir, que disminuye el ingreso. Hay un patrón muy claro de fragmentación espacial y social de la ciudad: las zonas de mayor afluencia se ubican más próximos al centro urbano, tienen mayor dotación de servicios, mejor infraestructura vial y mayor densidad de empleos en el sector terciario de la economía. 3.3.2. Forma Urbana Como se ha visto, en términos generales, la ZMM tiene una distribución social dada la cual los hogares de mayor ingreso habitan en las zonas funcionales con mejor acceso a empleo y servicios, mientras que los hogares de menor ingreso habitan predominantemente en la periferia urbana o en zonas de geografía adversa. Ya a detalle, la forma urbana actual es policéntrica compuesta: hay un centro dominante en la concentración de empleos, pero nuevos subcentros de actividad se comienzan a consolidar en la periferia. Sin embargo, este proceso de consolidación ha sido paulatino y desigual por lo que estos nuevos subcentros de actividad tienen un rezago en infraestructura social y transporte público. La Figura 2 muestra la densidad de habitantes por manzana: el gradiente más oscuro corresponde a las densidades más altas. Comparemos este mapa contra el de ingreso de la Figura 1 y es posible notar que las densidades más altas se ubican conforme nos movemos a la periferia norte y oriente, coincidente con las zonas menos afluentes. Las zonas de mayor densidad en la periferia urbana corresponden a ai 20• • En colaboración con: fAIr LAC nuevos centros de actividad localizados en los municipios de García, Escobedo y Apodaca. La zona central del municipio que corresponde a la parte histórica de la ciudad, hoy en día una zona comercial y de gobierno, tiene las densidades más bajas de habitantes. Figura 2. Densidad urbana y Transporte a nivel manzana (número de habitantes por kilómetro cuadrado) Densidad Urbna y Transporte en Manzanas del Área Metropolitana de Monterrey Fuente: elaboración propia con datos del Censo de Población y Vivienda INEGI del 2020. Uno de los retos de Monterrey —y de la mayoría de las ciudades latinoamericanas— es llevar empleos y transporte público a la periferia urbana, al tiempo que generar una oferta de vivienda residencial asequible para los hogares de menor ingreso en la zona central, que generalmente cuenta con una mejor dotación de servicios y trabajos. En consecuencia, la forma urbana y la desigualdad social se relacionan estrechamente con el transporte. Es decir, en la medida en que la ciudad cuente con oferta de movilidad y transporte seguro y asequible para toda la población, se aumentan las posibilidades de acceso a servicios y trabajos, aún para los hogares con menos recursos. La Figura 2, ilustra cómo en la ZMM esta ai 21• • En colaboración con: fAIr LAC condición no se cumple, ya que hay una desconexión entre las zonas con mayor densidad por manzana y la ubicación de las líneas de metro. Aunado a esto, al comparar la información censal por decenio de 1990 al 2020, el centro urbano de la ciudad se encuentra en un proceso de pérdida de población y aumento en la concentración de adultos mayores; mientras que en las zonas periféricas, hay una mayor presencia de hogares jóvenes, sin cobertura suficiente de la infraestructura de transporte. 3.3.3. Transporte y movilidad Una característica relevante en Monterrey, propia del modelo de ciudad dispersa, y que la convierte en un caso ejemplar para el análisis de la posible adopción de VAs, es la inadecuada oferta de transporte público (López, 2021); esta situación repercute en la preferencia del automóvil para realizar desplazamientos, pues los tiempos de viaje son más cortos. De acuerdo con la encuesta Así Vamos Nuevo León del 2018, los tiempos promedio de viaje redondo al trabajo para la ZMM en automóvil particular son de 53 minutos, mientras que en transporte público, 103 (Cómo Vamos Nuevo León, 2018), es decir, el tiempo de viaje es en promedio el doble para un hogar sin vehículo particular. Esto sin considerar otros factores adicionales como el clima, los trasbordos, la seguridad en las calles y el confort de las unidades que podrían incentivar aún más el uso del coche. Los hogares de menor ingreso que no cuentan con un vehículo particular precisamente habitan en su mayoría en la periferia urbana. En otras palabras, los hogares en mayor desventaja social enfrentan los costos más altos de trasladarse a las zonas que concentran la oferta de empleo. Para ilustrar esta situación veamos la Tabla 3: el tiempo promedio de traslado de los residentes de San Pedro Garza García (el municipio más afluente de la ZMM, bien conectado con vialidades y cuyos residentes poseen vehículos particulares) es de 53 minutos. En contraste, el tiempo promedio de dos municipios de la periferia que concentran las proporciones más grandes de hogares de menor ingreso y de vivienda social, Juárez y García, es de 95. Estas dos cifras muestran una marcada desigualdad en transporte: viajaren vehículo particular es más rápido que en transporte público; los hogares de menor ingreso que habitan en la periferia urbana enfrentan tiempos más largos de viaje y menores niveles de accesibilidad. Tabla 3. Tiempo promedio de viaje por municipio Municipio Tiempo Promedio de Viaje San Pedro Garza García (zona central afluente) 53 minutos Juárez (zona en la periferia y en desventaja social) 95 minutos García (ciudad dormitorio en la periferia) 95 minutos Fuente: Elaboración propia con datos de Cómo Vamos Nuevo León, 2018. ai 22• • En colaboración con: fAIr LAC Evidentemente, los tiempos de traslado menores hacen más atractivo el viaje en automóvil particular en detrimento del uso del sistema de transporte público. De acuerdo con los datos proporcionados por el Plan Integral de Movilidad Urbana Sustentable (PIMUS) en la ZMM en el año 2020, el 47% de los viajes se realizaron en automóvil, mientras que en el transporte público el 20% (Transconsult, S. A. de C.V., 2021, ver Tabla 4). Cabe destacar que de 2005 a 2020 hubo un declive en los viajes en transporte público y un aumento en el uso del automóvil particular: en 2005 más del 40% de los viajes se realizaban en transporte público y aproximadamente el 35% en autos particulares (Transconsult, S. A. de C.V., 2021). Tabla 4. Reparto modal en el 2005 y el 2020. Año Viajes Hechos en Automóvil en ZMM Viajes Hechos en Transporte Público en ZMM 2005 35% >40% 2020 47% 20% Fuente: Elaboración propia con datos de Transconsult, 2021. Además, el número de viajes en transporte público pasó de representar el 68% de todos los realizados en el año 1990 a 31% en el 2019 (López, 2021) y esta caída en la demanda ha sido acompañada por una reducción en la oferta de transporte público. El número de unidades brindando el servicio pasaron de 6,600 a 5,255 en el periodo de 2009 al 2019 (López, 2021). La pérdida de demanda y la caída en la oferta genera un círculo vicioso: menos unidades de transporte en las calles causan tiempos de espera mayores para los pasajeros, e incentivan que más personas consideren cambiar su modo al vehículo particular. Esto repercute en menos pasaje y menos ingresos para los transportistas, quienes, a su vez, reaccionan cortando rutas, reduciendo estándares de calidad y unidades de servicio en circulación. Los hogares más afectados, por este fenómeno son nuevamente aquéllos de menor ingreso que habitan en la periferia, con familias jóvenes, y que dependen de este modo de transporte para cumplir con sus actividades diarias. Este cambio en el reparto modal nos muestra una ciudad con una zona metropolitana dependiente al coche particular como principal mecanismo de viaje. La paradoja es que los hogares de menor ingreso que no pueden adquirirlo, generalmente habitan en las zonas con menor cobertura de transporte público y enfrentan condiciones realmente adversas para acceder oportunidades de empleo, educación, salud y ocio. Adicionalmente, este círculo vicioso afecta en cascada a la oferta actual de transporte público. La ZMM cuenta con un sistema de transporte público masivo: tres líneas de metro y una de autobuses de tránsito rápido (BRT por sus siglas en inglés). Sin embargo, ai 23• • En colaboración con: fAIr LAC estos sistemas se encuentran subutilizados y carecen de líneas alimentadoras de pasaje, que conecten las zonas habitacionales y los desplazamientos de proximidad. Por ejemplo, el sistema BRT, a dos años de puesto en servicio, “operó al 50-60% de la demanda originalmente planeada” y aunque el metro fue planeado para realizar el 15% de todos los viajes de la ZMM, para el 2020 apenas movía el 2% (López, 2021). Además, en una ciudad con poca densidad habitacional y dispersa como Monterrey, las economías del transporte no son las adecuadas para que el sistema pueda funcionar sin subsidios económicos. Es decir, tener rutas en la periferia urbana no es rentable para los transportistas concesionados por la baja densidad y fragmentación espacial. De esta forma, se carece de un sistema alimentador del servicio concesionado a las estaciones del transporte masivo para que el metro pueda aspirar a llevar ese 15% de viajes para el cual fue planeado. Si esto existiera, el metro y el BRT serían aprovechados a una mayor capacidad y se regresaría a un reparto modal con mayor presencia de transporte público. En resumen, la falta de un sistema de transporte multimodal exacerba las desigualdades y desincentiva el uso del transporte público. Todo lo visto aquí, nos ilustra que el acceso al transporte público en el contexto de la ciudad latinoamericana es un tema directamente relacionado con la desigualdad social y el acceso a oportunidades. Vale la pena detenernos brevemente a reflexionar sobre dos aportaciones posibles de los VAs en este contexto. Por un lado, podrían ayudar con esta crisis a través de flotillas compartidas que alimenten al sistema de transporte público generando mejor acceso a servicios urbanos y oportunidades laborales. Por otro, podrían acercarnos —considerando el concepto de derecho a la ciudad— a un ideal de justicia espacial en la medida en que comunidades marginadas tengan el poder de participar en la de adopción de la tecnología en sus comunidades y que la implementación contribuya a resolver sus necesidades de movilidad y no las obstaculice. 3.3.4. Implicaciones sociales y demográficas del cambio espacial De acuerdo a la literatura sobre justicia espacial, no sólo el territorio traduce espacialmente las dinámicas desiguales de poder entre los agentes sociales —por ejemplo, manifiestas a través de inequidad en la distribución de servicios urbanos—, sino que también estas desigualdades se perpetúan en esquemas de discriminación hacia grupos sociales por razones de edad, género o identidad (Young, 1990, p. 47 citado por Fainstein, 2014). En este sentido, el análisis de la ZMM muestra que prácticamente no hay hogares jóvenes en la zona central con mayor cobertura de servicios urbanos. La Figura 4 ilustra este cambio espacial, mostrando la concentración de hogares jóvenes con hijos de entre 0 y 14 años en la periferia. La explicación a este fenómeno es que la mayoría de los hogares con niños se mudan donde encuentran una oferta de vivienda asequible. Este patrón geográfico tan particular plantea una serie de retos ante una eventual adopción de vehículos autónomos porque es en esa periferia precisamente donde hay una mayor densidad de infantes y donde hay mayores retos en cuanto a infraestructura social (incluyendo banquetas y seguridad vial) por el rápido proceso de urbanización que ha ocurrido. ai 24• • En colaboración con: fAIr LAC Figura 4. Población de 0 a 14 años por manzana. Fuente: elaboración propia con datos del Censo de Población y Vivienda INEGI del 2020. Población de 0 a 14 años en Manzanas del Área Metropolitana de Monterrey 3.4. Conclusiones al caso de estudio En resumen, ha quedado ilustrado cómo es que Monterrey ejemplifica las condiciones de la experiencia latinoamericana de ciudad: la fragmentación social y un proceso de urbanización desordenado que reproduce la pobreza y la falta de oportunidades de acceso a servicios. Observamos que en este proceso de crecimiento, la situación del transporte público es una espiral descendente de deterioro, deficiente y en declive, su cobertura es limitada en las zonas de expansión y a pesar de ser subsidiado por el gobierno, se encuentra subutilizado y operando con una demanda por debajo de lo planeado cuando fue puesto en marcha. Asimismo, los hogares de reciente formación y con niños se ven obligados a habitar en la periferia porque es donde les alcanza, en entornos poco amigables al peatón, totalmente orientados al automóvil y con poca oferta de servicios. Las condiciones estructurales del transporte, más la distancia de las zonas residenciales a los centros de empleo, obligarán a una proporción de estos hogares a adquirir un automóvil. Esta distribución de hogaresjóvenes y por ingreso sigue un patrón geográfico desequilibrado que responde a una jerarquía social. El acceso al transporte se expresa geográficamente a través de criterios socioeconómicos que determinan el lugar de residencia y el destino de los ai 25• • En colaboración con: fAIr LAC viajes. Es decir, si se trata de una persona de un hogar afluente, es más probable que posea un vehículo particular, tenga su residencia en una zona accesible, cercana a fuentes de empleo y bien conectada al resto de la ciudad. Este contexto de urbanización de Monterrey —y de ciudades latinoamericanas— es muy diferente del discutido en la literatura de VAs que predomina, ante el cual existe un amplio campo de investigación pendiente. En la literatura de Estados Unidos, el sudeste asiático o Australia se discute sobre consideraciones de seguridad vial y poblaciones vulnerables en contextos de sociedades más igualitarias, un estado de bienestar más generoso y ciudades mejor planeadas. En una ciudad como Monterrey, ¿cuál será el papel que tendrán los VAs en relación con los retos de urbanización y desigualdad? ¿Qué implicaciones para la justicia espacial y el derecho a la ciudad tendrán los vehículos autónomos? Podemos anticipar que las tasas de adopción de las nuevas tecnologías serán más altas en zonas de mayor ingreso porque las nuevas tecnologías son costosas (Udell y Potter, 1989). De acuerdo a estos criterios, se esperaría una temprana adopción en las zonas residenciales ubicadas al sur y surponiente de la ciudad ya que se trata de zonas afluentes con buena infraestructura vial y cuyos residentes actualmente dependen del vehículo particular como principal modo de transporte. Sin embargo, nos quedamos con dos preguntas: ¿qué podemos anticipar que ocurra en la periferia urbana con los hogares de menor ingreso? y, ¿cómo obtener un beneficio de la tecnología para alcanzar una mayor justicia espacial? La respuesta a ambas pasa por dos escenarios de futuro: uno en el que los VAs se adoptan tardíamente en comunidades vulnerables, y otro en el que se lleva a cabo una adopción con la participación de los barrios de la periferia. A continuación estudiaremos ambos. ai 26• • En colaboración con: fAIr LAC Para este punto de la argumentación ha quedado claro ya que los VAs tienen el potencial de mejorar o empeorar la igualdad y justicia espacial en las ciudades, especialmente en aquéllas con brechas profundas de desigualdad espacial como Monterrey, y que el resultado final dependerá del marco regulatorio, modelo de negocio y políticas públicas que se implementen para maximizar sus beneficios y mitigar sus externalidades negativas. Sin embargo, debido a que el desarrollo tecnológico y la implementación inicial de esta tecnología se han realizado en ciudades de los Estados Unidos, Europa y Asia, aún no existen estudios a profundidad en los que se puedan soportar recomendaciones aterrizadas a la realidad latinoamericana. Por esta razón, y con base en la revisión de la literatura y en los datos recabados del caso de estudio de Monterrey, en esta sección incluimos algunas reflexiones sobre las oportunidades y riesgos de los VAs, a partir de la valoración de dos escenarios prospectivos. Como se comentó al principio de este artículo, dicha evaluación se hará a partir de 5 aspectos: a) accesibilidad, b) repartición modal de transporte, c) política regulatoria, d) alianzas multisectoriales y e) forma urbana. 4.1. Escenario 1: modelo de negocio en favor de VAs de uso particular Una posibilidad es que el despliegue tecnológico ocurra solamente con vehículos de uso particular: los hogares reemplazarán su automóvil por uno sin conductor que permanecerá estacionado cuando no se utilice y su uso seguirá siendo exclusivo para el hogar del propietario. Evaluemos el desempeño de este escenario hipotético en las cinco variables seleccionadas. 4.1.1. Accesibilidad El nivel de accesibilidad mejoraría, pero solamente para los adoptantes de esta tecnología; por su alto costo, en la etapa inicial de adopción, los hogares de mayor ingreso —y que generalmente no habitan en la periferia urbana— serían quienes verían ganancias en su accesibilidad y movilidad. Estos hogares verían una mejora en la flexibilidad que les otorgaría un VA, podrían considerar alternativas de viaje más lejanas o en horarios poco frecuentes a sus rutinas con vehículos con conductor. No obstante, este modelo de negocio no traería un beneficio en la accesibilidad para los hogares de menor ingreso, habitantes en la periferia urbana y con acceso limitado a transporte público. Los niveles de accesibilidad para estos hogares permanecen inalterados. 4.1.2. Repartición modal Para la ciudad de Monterrey, podemos anticipar un escenario inercial en la repartición modal, 4. Análisis prospectivo: desafíos, riesgos y oportunidades de los VAs en ciudades latinoamericanas ai 27• • En colaboración con: fAIr LAC es decir, a favor del vehículo de uso particular y en detrimento del transporte público. Sabemos que la infraestructura del transporte público no tiene la cobertura territorial para saciar las necesidades de viajes de los hogares en la periferia urbana y, en un escenario de VAs de uso particular , se puede pronosticar una mayor tasa de motorización en la zona metropolitana, en general. Los hogares de ingreso medio y menor seguirán viéndose forzados a adquirir un vehículo particular para cubrir sus necesidades de movilidad diaria. Los VAs no serían la causa del declive del uso del transporte público, pero reforzarían esa tendencia que se ha venido observando desde hace dos décadas en la ciudad. El transporte público continuaría su espiral descendente de precarización y reducción de viajes y rutas alimentadoras en el mediano y largo plazo. 4.1.4. Política regulatoria La política regulatoria atañe al uso particular de los vehículos, de manera similar a como ocurre hoy en día con los trámites para que un vehículo particular circule por las calles. Las regulaciones más importantes en este modelo de adopción tienen que ver con la adaptación de los reglamentos de tránsito para dirimir responsabilidad civil y penal en caso de siniestros que involucren a VAs; responsabilidad que comprende a la empresa productora del vehículo y a quien tiene derechos de propiedad sobre el mismo. 4.1.5. Alianzas multisectoriales En el caso de la adopción de vehículos de uso particular, se anticipan niveles de coordinación entre las empresas distribuidoras de los vehículos y las autoridades que regulan el espacio urbano. Esto, por la cantidad de adecuaciones a intersecciones, semaforización y vialidades que hay que llevar a cabo para que el despliegue tecnológico en sus fases iniciales sea seguro. 4.1.6. Forma urbana Este escenario tiene fuertes presiones de expansión territorial sobre la forma urbana. En los VAs de uso particular el costo marginal por un kilómetro adicional de viaje es reducido porque ya se realizó la inversión de capital del vehículo y porque además la valoración del tiempo de viaje ocurre. Al poder realizar otra actividad en el vehículo al estar viajando, como leer o escribir, los usuarios de esta tecnología pueden estar más dispuestos a recorrer distancias de viaje mayores a lo que consideran teniendo que conducir ellos mismos. En conjunto, habría incentivos para recorrer mayores distancias del hogar al trabajo, incrementando las presiones sobre el crecimiento territorial de la ciudad y su expansión sobre el límite urbano. ai 28• • En colaboración con: fAIr LAC 4.2. Escenario 2: modelo de negocio en favor de vehículos autónomos compartidos (VACs) bajo demanda Como vimos en la revisión de literatura, Milakis et al. (2020) afirman que una posibilidad de implementación es que se ofrezca un esquema bajo demanda o de movilidad como servicio. Esto ocurriría de manera similar a aplicaciones de transporte privado como Uber, Lyft o Didi pero con vehículos sin conductor que circulen24 horas por día en flotillas de servicio. En este escenario, se busca que los VACs bajo demanda sean el modelo predominante en la ciudad y que el uso particular de los VAs tenga un papel marginal. Evaluemos el desempeño de este escenario en las cinco variables. 4.2.1. Accesibilidad Los VAs tienen el potencial de mejorar la accesibilidad a transporte y oportunidades para una amplia franja poblacional que habita en la periferia urbana; una zona de la ciudad que concentra hogares de menor ingreso y hogares jóvenes, donde las necesidades de movilidad no están satisfechas y donde el entorno urbano no es amigable para sus residentes. Es en estos contextos donde la adopción de un modelo comercial de movilidad como servicio o bajo demanda, tendría un impacto positivo. Los datos que analizamos en esta investigación relatan que los hogares de menor ingreso en la periferia urbana se ven obligados a adquirir un vehículo privado o a enfrentar traslados largos y costosos. Una flotilla compartida, alimentadora del transporte público masivo, mejoraría las condiciones de accesibilidad a empleo, educación y ocio para los hogares en mayor desventaja social, incrementando la justicia espacial en la ciudad. En un modelo de servicio compartido, los hogares de mayor ingreso que habitan en las zonas centrales de Monterrey también verían mejoras en sus niveles de accesibilidad al poder contar con un servicio bajo demanda y adecuado a sus necesidades de movilidad. 4.2.2. Modal El sistema de transporte masivo no tiene cobertura suficiente para otorgar servicio a las áreas de la periferia urbana de mayor vulnerabilidad social. En Monterrey, el sistema de transporte masivo se encuentra subutilizado por falta de rutas alimentadoras provenientes de la periferia. En consecuencia, el transporte público pierde viajeros, a lo que responde un recorte de rutas y unidades, empeorando la situación y obligando a más personas a cambiar a vehículo privado como modo preferido de viaje. Los VAs bajo demanda podrían ofertar un servicio asequible en áreas residenciales de la periferia urbana sin cobertura de transporte público, en unidades compartidas que alimenten a los servicios de transporte masivo del metro y BRT. Esto generaría un efecto positivo, ya que la demanda aumentaría y la proporción de viajes en transporte público se incrementaría. De esta forma, se podría anticipar un incremento en el reparto modal del transporte público. 4.2.3. Política regulatoria El gobierno de la entidad federativa tiene la atribución de regular el transporte público y las ai 29• • En colaboración con: fAIr LAC rutas alimentadoras del transporte masivo son concesionadas a privados, incluyendo las tarifas. El gobierno del estado también ha regulado los permisos de operación de servicios bajo demanda como Uber o Didi, cobrando derechos a las plataformas o a sus conductores en la forma de licencias. Bajo un modelo de VACs bajo demanda, es previsible una adaptación de este marco regulatorio para concesionar rutas alimentadoras con vehículos autónomos a empresas privadas. Hay al menos dos modelos que serían una extensión de la situación actual: concesiones a empresas transportistas que otorgan el servicio, o bien, regulación a una plataforma tecnológica cuyos conductores cubran rutas bajo demanda y de manera independiente. 4.2.4. Alianzas multisectoriales El gobierno de la entidad federativa que regula a Monterrey no tiene la capacidad financiera de otorgar el servicio bajo demanda como un servicio público. Históricamente, las rutas alimentadoras del transporte público masivo han sido concesionadas a particulares por la falta de capacidad financiera de las arcas estatales. Es previsible que el gobierno necesite alianzas público-privadas para otorgar un modelo de vehículos públicos compartidos. Existen ya varios modelos de asociación que deberán ser considerados y evaluados; los residentes deberán participar activamente en la construcción de soluciones de transporte. Habrá casos en que la densidad residencial (la demanda de transporte) no sea suficiente para cubrir los gastos de operación de un servicio compartido. Sin embargo, en estos casos se debe de analizar la viabilidad de un subsidio público, justificable por las mejores condiciones de accesibilidad que otorgaría a los residentes de la periferia urbana. 4.2.5. Forma urbana El incremento en el uso del transporte público y la menor dependencia de vehículos privados puede ayudar a disminuir las millas recorridas y ralentizar las presiones expansionistas del territorio. Adicionalmente, la provisión de mejor conectividad y mejores niveles de accesibilidad en la periferia pueden ayudar a la consolidación de nuevos subcentros de empleo y servicios en esas zonas. Favoreciendo así la densificación y la transición hacia una ciudad policéntrica, que reduzca la congestión vial en la zona central por los nuevos viajes a lo largo de corredores en la periferia urbana. En un modelo bajo demanda con un cobro por kilómetro recorrido, se generarían los incentivos económicos para recorrer distancias menores y alentar esta densificación. ai 30• • En colaboración con: fAIr LAC Tabla 5. Escenarios de futuro y desempeño en cinco variables Variables Escenario 1: Uso Particular Escenario 2: VACs bajo demanda Accesibilidad Los hogares de ingreso medio a mayor—y que generalmente habitan en la zona mejor conect- ada — serían quienes verían ganancias en su accesibilidad y movilidad. Los niveles de accesibi- lidad para los hogares de menor ingreso permanecen inalterados. Una flotilla compartida, alimenta- dora del transporte público masivo, mejoraría las condiciones de accesibilidad a empleo, educación y ocio para los hogares en mayor desventaja social, incrementando la justicia espacial en la ciudad. Repartición modal Los hogares de ingreso medio- bajo y bajo seguirán viéndose forzados a adquirir un vehículo particular para cubrir sus necesi- dades de movilidad diaria. Los VAs bajo demanda podrían ofertar un servicio asequible en áreas residenciales de la periferia urbana sin cobertura de transporte público, en unidades compartidas que alimenten a los servicios de transporte masivo del metro y BRT. Política regulatoria Las regulaciones más importantes en este modelo de adopción tienen que ver con la adaptación de los reglamentos de tránsito para dirimir responsabilidad civil y penal en caso de siniestros que involucren a VAs. Se pronostica una adaptación al marco regulatorio de transporte para concesionar rutas alimenta- doras con vehículos autónomos a empresas privadas. Alianzas multisectoriales Se anticipan niveles de coor- dinación entre las empresas distribuidoras de los vehículos y las autoridades para solventar adecuaciones a intersecciones, semaforización y vialidades. Es previsible que el gobierno necesite alianzas público-privadas para otorgar un modelo de vehícu- los públicos compartidos, además, los residentes deberán participar activamente en la construcción de soluciones de transporte. Forma urbana Habría incentivos para recorrer mayores distancias del hogar al trabajo, incrementando las presiones sobre el crecimiento territorial de la ciudad y su expan- sión sobre el límite urbano. Con un cobro por kilómetro recorrido, se generarían los in- centivos económicos para recorrer distancias menores y alentar esta densificación. Fuente: Elaboración propia. ai 31• • En colaboración con: fAIr LAC En resumen, y como se aprecia en la comparativa de la Tabla 5, los beneficios sociales son mayores bajo un esquema que prioriza las flotillas compartidas sobre los VAs de uso particular. No obstante, todavía es necesario elaborar un riguroso análisis financiero y de negocios para comparar la adopción de ambos modelos de servicio. En este sentido, el rol del gobierno es clave para que la búsqueda de una mayor equidad espacial favorezca medios de transporte para los hogarescon menores ingresos. El análisis detallado de este modelo quedaría como asignatura pendiente para un futuro trabajo de investigación. En este momento, la información acerca de las posibles tarifas o costo de los vehículos es aún incipiente para construir sobre esta variable en ambos escenarios. Finalmente, en el siguiente apartado se aborda el tema de la seguridad vial, el cual es independiente del escenario de adopción y aplica para ambos tipos de modelo de tenencia. 4.3. Seguridad vial y políticas públicas que la garanticen: priorización de peatones y medios no motorizados Independientemente del modelo de servicio con el que se adopte la tecnología (vehículos compartidos bajo demanda o con vehículos particulares) no se exime de la necesidad de generar un entorno urbano en la periferia que sea seguro y confortable para peatones y esquemas de movilidad no motorizada. Esto último no lo va a realizar el mercado por sí solo; se requiere la intervención del ente público para regular y llevarlo a cabo. Recordemos que el Índice de Adaptación a Vehículos Autónomos del 2020, creado por la consultora KMPG, posiciona a México en el lugar 28 de 30 países, justo detrás de Chile en la posición 27 y dos lugares adelante de Brasil en el puesto 30; estos son los únicos 3 países latinoamericanos clasificados. De los cuatro rubros tomados en cuenta —Aceptación del Consumidor, Infraestructura, Tecnología e Innovación y Políticas de Legislación— sobresalen las bajas calificaciones de la nación mexicana en tres: Infraestructura, Políticas y Legislación y Tecnología e Innovación. Esta valoración se ve reflejada en el indicador de “Convenios industriales y políticos con nuevas tecnologías”, en el que México recibió 0.0 puntos, dada la baja adaptación de entidades gubernamentales a tecnologías de vanguardia. Esto significa que nuestro país tendrá mucho que adecuar de su legislación e infraestructura a los VAs. La literatura indica que en primer lugar la implementación requiere una serie de regulaciones y adaptaciones del entorno urbano para hacerlo seguro en términos viales y evitar accidentes producto de la automación. Estas actualizaciones y adecuaciones deberán enfocarse no sólo en resolver las necesidades de la nueva tecnología, sino también en aprovechar la oportunidad para generar entornos urbanos más equitativos en la periferia urbana. Por ejemplo, representan la posibilidad de construir banquetas, mejorar el equipamiento de espacios públicos o habilitar cruces peatonales seguros, es decir, pueden servir para mejorar los entornos existentes y deficientes debido al rápido proceso de urbanización ocurrido en la periferia. Sin embargo, estas adecuaciones no las va a resolver el mercado, se requiere de la regulación e intervención del ente público para incorporar una agenda social y de justicia espacial al momento de tratar los cambios en el entorno urbano derivados de la adopción de VAs. ai 32• • En colaboración con: fAIr LAC Este trabajo de investigación ha abordado el tema de los VAs en el caso de estudio de Monterrey, una ciudad desigual, con un transporte público en declive y alta dependencia en vehículos privados. Monterrey presenta un patrón de segregación socioespacial que encontramos en otras ciudades de Latinoamérica: una concentración de los hogares de menor ingreso — con mayoría de hogares jóvenes— en la periferia, que enfrentan dificultades de movilidad y acceso a servicios. Además, el Estado ha demostrado limitaciones en la provisión de transporte y gestión territorial de la periferia urbana, la zona de mayor crecimiento demográfico, que garantice equidad espacial y bienestar social. En este contexto de urbanización, el despliegue tecnológico de los VAs puede profundizar estas condiciones de desigualdad o tener un impacto positivo en las comunidades de menor ingreso. La tecnología en sí misma no implica un dilema social o ético, pero sí el modelo de negocio y de regulación con el cual se adopte y si éste permitirá maximizar sus beneficios y mitigar sus retos. Como se documenta en la revisión de literatura y en el caso de estudio de Monterrey, los dilemas éticos que tienen que ver con los cambios que los VAs impulsarían en la forma y el diseño urbano y su relación con elementos sociales aún no se han profundizado (Harb et al., 2021), pero sabemos que, con cada cambio tecnológico, se generan cambios en el diseño y forma urbana. Con la llegada de los VAs, aún quedan preguntas pendientes: ¿cómo se transformará la manera en la que se vive en la ciudad?, ¿cómo estos cambios afectarán su forma física? y ¿cómo los resultados permitirían alcanzar valores de equidad social y derecho a la ciudad? El mercado por sí mismo no necesariamente ayudará a cerrar la brecha de justicia espacial y territorial porque, en una ciudad como Monterrey, los primeros adoptantes de VAs serán los residentes de las zonas más afluentes. Estos primeros adoptantes influirán en el modelo de negocio que se establezca y sus comunidades serán las primeras en adaptar la infraestructura de sus calles y vialidades para que este tipo de tecnología circule. Por esta razón, el Estado y la participación ciudadana son muy importantes para que el mercado y el modelo de negocio de los VAs volteen a mirar a la periferia urbana y entonces esta tecnología sí ejerza una mejora en las comunidades en desventaja social. A partir de todo lo presentado en este artículo se pueden localizar dos aspectos de la tecnología que tendrían potencial transformador para lograr un desarrollo territorial más equitativo en la ciudad: 1) adoptar el escenario de VACs bajo demanda y 2) aprovechar los cambios en infraestructura que demandarán los nuevos vehículos para mejorar los entornos en la periferia urbana. Respecto a lo primero, un modelo bajo demanda puede generar condiciones favorables para el aprovechamiento del transporte público masivo ya existente y optimizar la accesibilidad de los hogares en la periferia; esto ocurriría empleando flotillas de VAs alimentadoras de transporte masivo desde las zonas residenciales hasta las estaciones de transporte público. Relativo a lo segundo, si los VAs demandarán adecuaciones del entorno urbano para su circulación segura, se deben aprovechar estas futuras intervenciones para 5. Conclusión ai 33• • En colaboración con: fAIr LAC generar entornos más amigables con peatones y población vulnerable en la periferia, y no solamente realizar adecuaciones de lo existente a un nuevo tipo de vehículo. En la medida en que estos dos elementos se cumplan, los VAs harán palpable su potencial de generar ciudades más justas. Adicionalmente, no debemos olvidar que el derecho a la ciudad y la participación ciudadana son elementos indispensables para concretar esta oportunidad que nos ofrecen los VAs. Si esto no se toma en cuenta, anticipamos mayor disparidad social y desigualdad espacial, acrecentadas por el acceso diferenciado a oportunidades dadas no solamente por el lugar de residencia, sino por el tipo de vehículo y modo de transporte. Para concluir, cabe destacar que se requieren futuras investigaciones que definan un marco regulatorio de la adopción de VAs, analicen las implicaciones para el diseño de calles, realicen estudios sobre la disposición de los ciudadanos a consumir este modo de transporte y exploren más a fondo sus necesidades, verificando que el modelo de negocios propuesto atienda sus inquietudes. Todo con el fin de realizar simulaciones que determinen la viabilidad de la solución propuesta y, finalmente, se establezcan esquemas de costos, subsidios públicos y planes de inversión. Quizás la implementación en realidad consista en una mezcla de los modelos y se distinga una combinación de elementos de ambas formas. ai 34• • En colaboración con: fAIr LAC 6. Referencias Abe, R. (2019). Introducing autonomous buses and taxis: Quantifying the potential benefits in Japanese transportation systems. Transportation Research Part
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