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1. INTRODUCCIÓN En este capítulo describimos los fenómenos psi- copatológicos desarrollados en los capítulos prece- dentes con la idiosincrasia de su aparición en la úl- tima etapa vital de nuestra existencia. Con ello, no tratamos de estimar que la disfunción psicológica es algo común durante el envejecimiento, sino que la explosión demográfica y el aumento de la espe- ranza de vida justifican una atención especial que detecte la vulnerabilidad y estimule la capacidad de adaptación de nuestros mayores1. En general, existen dos visiones antagónicas so- bre el proceso de envejecimiento. Por un lado, una perspectiva pesimista, considerando la vejez como un período de pérdidas en todos los aspectos, pro- vocando una alta vulnerabilidad al padecimiento de enfermedades físicas y psicológicas: el envejeci- miento como deterioro; por otro lado, una visión más optimista y que compartimos, en la que cierta- mente se producen pérdidas, pero también ganan- cias y perfecciones, pudiendo llegar a convertirse en una etapa en la que la experiencia personal, el sosie- go y la competencia para disfrutar de la vida, llenen a los mayores de una enorme satisfacción: el enve- jecimiento exitoso. las personas mayores, en líneas generales, continúan siendo eficaces, mantienen una adecuada sensación de control y conservan una vi- sión positiva de su autoconcepto y del desarrollo personal2. Compatible con este hecho, que observa- mos en nuestro trabajo diario con población geron- tológica, se observa una suavización y disminución de las manifestaciones psicopatológicas en general3. En consecuencia, merece la pena deslindar la idea del deterioro como sinónimo de vejez por un lado, y de entender que el alcance de una visión más adaptativa y culminante del proceso de envejeci- miento le confiere un sentido de avance o progreso, por el otro; así las cosas, en el caso de producirse al- guna dificultad o trastorno de inicio tardío sería pre- sumible y factible la recuperación y no la asunción incuestionable del declive definitivo. Por otra parte, cuando las alteraciones psicopa- tológicas aparecen, lo hacen con ciertas particula- ridades con respecto a los mismos fenómenos en edades más tempranas, lo cual convierte su detec- ción, valoración, diferenciación e intervención en un desafío, existiendo la opinión entre diversos au- tores de la insuficiencia de las clasificaciones diag- nósticas a la hora de identificar y comprender los trastornos mentales en esta población4. algunos aspectos a tener en cuenta a la hora de conocer la psicopatología en los mayores incluye la diversificación observable en un mismo trastorno © Ediciones Pirámide Psicopatología de la vejez CRIStINa GóMEZ MáRquEZ, MaRía CRIStINa SENíN CalDERóN y JuaN FCo. RoDRíGuEZ tEStal 20 1 España es uno de los países que cuenta con un mayor número de personas mayores. De los 45.2 millones de españoles, 7.7 millo- nes (16.7 por 100) tienen más de 65 años, de los cuales un 28.45 por 100 son mayores de 80 (Mateos, Franco y Sánchez, 2010). El INE, estima que para 2060 tendremos una población envejecida donde un tercio de ella será mayor de 65 años (Instituto de Mayores y Servicios Sociales, 2009). 2 Reig Ferrer (2000). 3 Stanley y Beck (2000); Weeks, Kalucy y Hill (2009). 4 Edelstein, Martin y McKee (2000); Zarit y Haynie (2000). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 631 en las personas que lo presentan. así, algunos pa- decen el trastorno desde épocas pasadas sufriendo la cronicidad o recaída del mismo; otros sufren sín- tomas o trastornos por primera vez a avanzada edad (inicio tardío); en la mayoría de los casos, dicha manifestación aparece acompañada y/o influye en, o es influida por, otras enfermedades físicas y psi- cológicas; y sobre todo, cada individuo llega a esta etapa con un bagaje personal que de un modo u otro interviene en su afrontamiento de los diversos acontecimientos y padecimientos5. a estas dificultades se suma, la tendencia de los mayores a no acudir al especialista en salud mental y a no mostrar quejas sobre aspectos emocionales o mentales. Esto puede deberse al miedo a resultar estigmatizados y/o al desconocimiento de lo que le sucede, mostrando más quejas somáticas o los lla- mados síntomas atípicos, lo que dificulta la detec- ción e intervención de los diferentes trastornos6. al mismo tiempo, por parte de la sociedad, puede ha- ber una tendencia a pensar que las «quejas» son es- perables a estas edades y a no darle importancia cuando acuden a recibir atención. otros aspectos que justifican la existencia de este capítulo son la abundancia de quejas y consultas a los profesionales de lo que se conoce como psicopatolo- gía menor o subumbral pero que ocasiona una pérdida en la calidad de vida del mayor7, el papel decisivo de condicionantes biológicos, la comorbilidad, la posible presencia de deterioro cognitivo y la polifarmacia8. 2. APROXIMACIÓN A LA PSICOPATOLOGÍA GENERAL EN LAS PERSONAS MAYORES Con el objetivo de procurar en el lector una vi- sión general de la psicopatología de las funciones, procesos cognitivos y emocionales, comentaremos brevemente algunos conceptos con características especiales en esta población, que sirvan de apoyo, por un lado, a la comprensión de la psicopatología clínica expuesta posteriormente, y por otro, a la in- tervención gerontológica. Entre los cambios conocidos en la función y procesos atencionales, destacan mayor distraibili- dad, disminución de los niveles de alerta – arousal y mayor dificultad para ejecutar más de una tarea simultáneamente (atención dividida)9. los concep- tos clínicos más relevantes que se manejan en la psicopatología de la atención en personas mayores son los de distraibilidad (oscilaciones bruscas), inatención (dificultad para cambiar el foco), fatiga- bilidad y apatía; a los que Gastó10 añade la desa- tención o síndrome de negligencia11. En cuanto a la memoria, se trata de una de las funciones más estudiadas entre las personas mayo- res, en parte por la asociación de su declive con los trastornos neurodegenerativos, y en parte, porque los fallos en la misma constituyen una de las quejas más frecuentes en esta población. aparecen proble- mas en la recepción de la información, relacionado con los déficit atencionales y/o perceptivo-senso- riales; dificultades en la codificación/retención de la información, incluyendo la necesidad de un ma- yor esfuerzo para inhibir la información irrelevante y organizar la información que desea almacenar, existiendo mayor lentitud en los procesos12; y en la recuperación de información ya almacenada se re- quiere de más tiempo que cuando se es más joven (abundan las dismnesias). Se añaden problemas para discernir entre los hechos reales e imaginados o el establecimiento de la fuente precisa de los re- cuerdos13, lo que puede influir en la tendencia a la suspicacia observada por algunos autores. Entre los 632 / Manual de psicopatología clínica © Ediciones Pirámide 5 un estudio sueco en donde participaron 338 mayores de 95 años, halló que dos tercios de los evaluados padecía algún tipo de trastorno mental (incluida la demencia). la prevalencia mensual fue del 52 por 100 para la demencia, el 8 por 100 para la depresión, 4 por 100 para la ansiedad y 3 por 100 para los trastornos psicóticos. Cuando se excluyó la demencia al menos un tercio padecía un tras- torno mental (17 por 100 depresión, 9 por 100 ansiedad y 7 por 100 trastornos psicóticos) (Börjesson-Hanson et al., 2010). 6 livingston, Watkin, Milne, Manela y Katona (2000). 7 Baca Baldomero (2001). 8 Cervilla Ballesteros y agüera ortiz (2002). 9 álvarez loro, Moreno Rodríguez y lópez lópez (2006). 10 Gastó Ferrer (2002). 11 El síndrome de negligencia o desatención incluye inatención, acinesia (hipoactividad física o motora) y negligencia hemiespacial (alteración de la capacidad de percibir la naturaleza de objetos de un hemicampo determinado). 12 light (2000); Salthouse (1998). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 632 olvidos más frecuentes se encuentranlos olvidos de nombres y caras; de números o fechas; de lugares donde se colocaron objetos; de objetos que se de- ben o se quieren llevar a un determinado lugar; o el fenómeno de la punta de la lengua14. las alteraciones que conciernen a la percepción y la imaginación se han estudiado muy poco en el ámbito de la gerontología. Para ser más exactos, las alteraciones perceptivas han sido analizadas funda- mentalmente en el contexto de la demencia, del de- lirium o en trastornos psicóticos sin alteración de la conciencia (alucinosis). Se observa dificultad en la identificación del origen del recuerdo (si fue visto, oído, contado, en un dibujo, o por parte de quién) y de la fuente (por ejemplo, si es fruto de sus pensa- mientos o de algo que viene de fuera)15. al mismo tiempo, ciertas alteraciones perceptivas, como las ilusiones, pueden estar relacionadas con la disminu- ción de las capacidades sensoriales que pueden lle- var a malinterpretaciones visuales o auditivas16. En cuanto a las anomalías del juicio y las cre- encias, entre los mayores se ha informado de una mayor tendencia a la suspicacia aunque no de desa- rrollo de ideación delirante17. las habilidades verbales están conservadas en la vejez. Sin embargo, hay algunos déficit relacio- nados con la edad como la recuperación de pala- bras, la fluencia o en la realización de tareas que re- quieren comprensión y recuerdo inmediato de oraciones. Se ha puesto de manifiesto que en el en- vejecimiento existe más un problema de ejecución que de competencia; no se trata pues tanto de la im- portancia de la ausencia de la palabra como de la dificultad en la recuperación de la misma18. En el procesamiento automático y, en general, en las ta- reas de comprensión obtienen tan buenos resultados o superiores incluso a las personas de otras edades. las presentaciones clínicas del lenguaje expresi- vo incluyen, las disnomias y la anomia19 (dificultad para nombrar objetos o conceptos); circunloquios (rodeos para decir algo determinado), parafasias (deformaciones formales o sustituciones completas de palabras) y perseveraciones (repetición de pala- bras o frases sin objetivo alguno), entre otras. las anomalías del reconocimiento, especialmen- te las agnosias (ausencia de reconocimiento, siendo capaz de explicar sus propiedades, pero no puede re- conocer qué es), pueden ser abordadas como un sín- drome focal o formando parte de un síndrome más amplio como en la demencia. Entre las agnosias más frecuentes en esta población se encuentran la agno- sia visual de objetos y la prosopagnosia (falta de re- conocimiento de caras), apareciendo también la ag- nosia auditiva (falta de reconocimiento del sonido de objetos o del habla), la somatoagnosia (incapaci- dad para reconocer partes del cuerpo) o las estereog- nosias (imposibilidad de reconocer el objeto por el tacto). En referencia a la psicopatología de las emo- ciones y motivación, para muchos autores hay una suavización en las manifestaciones emocionales (positivas y negativas) y ciertos matices producto de la experiencia vital de los mayores. El envejeci- miento afecta a las áreas cerebrales relacionadas con los aspectos motivacionales (regiones prefron- tal dorsolateral y orbitofrontal) así como sus cone- xiones con otras zonas cerebrales. Por ello, incluso en el envejecimiento normal se ha hecho alusión a la aparición de la anhedonia (incapacidad para ob- tener placer o disfrute en circunstancias que antes Psicopatología de la vejez / 633 © Ediciones Pirámide 13 Ruiz-Vargas, Cuevas y lópez-Frutos (1998). 14 Enríquez (2005). El fenómeno «punta de la lengua» hace re- ferencia a la dificultad para recordar algo que se sabe perfectamente, en el momento y lugar que se necesita. Es un ejemplo de dismnesia. 15 Kaszniak y Newman (2000). 16 Por ejemplo, hemos observado en nuestro trabajo cómo per- sonas mayores con problemas visuales han interpretado manchas del suelo o las migas de pan de la mesa como bichos u hormigas. 17 Según nuestra experiencia, aparecen casos en los que debido a ciertos fallos en la memoria, como la falta de recuerdos de verse a uno mismo colocando algo en algún sitio, generan la sensación de que alguien está tratando de robarle o de volverle loco. 18 Juncos Rabadán, Elosúa de Juan, Pereiro Rozas y torres Maroño (1998). 19 Para ayudar en la diferenciación entre la anomia y la agno- sia visual de objetos se ha de tener en cuenta que en el primer caso la persona puede explicar para qué se utiliza el objeto o con- cepto, mientras que en la agnosia puede mencionar sus propieda- des (color, tamaño o forma) pero no puede reconocer qué es, para qué sirve o se utiliza. El paciente con agnosia visual es capaz de nombrar y explicar para qué es el objeto si se le permite tocarlo o manejarlo. 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 633 sí lo procuraban) y una tendencia al apartamiento de los demás (anhedonia social)20. De este modo, podemos encontrar una interacción entre los efectos del envejecimiento cerebral normal (disminución de receptores D2, aumento ventricular…) y las ex- presiones particulares de algunas patologías en el ámbito emocional y motivacional (por ejemplo, se ha descrito que en la depresión de los mayores hay expresiones donde domina tanto lo emocional, por un lado, como el componente motivacional, por el otro). En cuanto al self o la identidad en el anciano, uno de los aspectos más relevantes es que se trata de una estructura crucial para la motivación de la conducta, para el mantenimiento del bienestar y, obviamente, para dar sentido de continuidad a la persona21. los cambios físicos, sociales, relaciona- les y cognitivos han de estar necesariamente rela- cionados con la identidad del anciano, por ello, se trata de un elemento a tener en cuenta en la inter- vención con esta población, verificando el modo en que se realizan los ajustes a dichos cambios y qué papel desempeñan como movilizador de otras fun- ciones y procesos emocionales y cognitivos. 3. PSICOPATOLOGÍA CLÍNICA DEL FUNCIONAMIENTO PSICOLÓGICO EN PERSONAS MAYORES 3.1. Síntomas y trastornos psicóticos En las personas de edad avanzada es relativa- mente frecuente la presencia de sintomatología psi- cótica, esté ligada o no al deterioro cognitivo. En algunos casos el indicador más prominente es la suspicacia22. Se ha estimado que la ideación para- noide es del orden del 5 por 100, y los síntomas psi- cóticos estrictos en su conjunto, se sitúan por enci- ma del 10 por 100 en comunidad23. En un estudio realizado por Sigström et al.24, encontraron una pre- valencia de entre 0.9 y 1.2 por 100 de síntomas psi- cóticos entre personas mayores de 70 años en ade- lante y sin síntomas de demencia. En general esta sintomatología se relaciona con diferentes trastornos, destacando las demencias25, los trastornos depresivos, el delirium o la esquizo- frenia, o bien, resulta de expresiones reactivas o fu- gaces en el anciano, que en el mejor de los casos no se consolidan. tradicionalmente se han considera- do factores de riesgo, o participantes, las alteracio- nes sensoriales, sobre todo la pérdida de agudeza visual y de discriminación auditiva, el aislamiento social y la institucionalización. Sea como fuere, la aparición de síntomas psicó- ticos se toma, en general, como un indicador de morbilidad y mortalidad, especialmente para la de- mencia, donde guarda relación con la aceleración del deterioro cognitivo e intensificación de altera- ciones de la conducta como la agresividad y hosti- lidad26. En un estudio longitudinal realizado por Östlin et al.27 en Suecia, se observó que el 65 por 100 de las personas que mostraron alucinaciones por primera vez tras los 70 años, desarrollaron pos- teriormente una demencia. Por orden de frecuencia, la demencia suele ser la causa más común en la aparición de sintoma- tología psicótica. En éstas son comunes las ideas delirantes celotípicas, persecutorias, y de acusa- ción, simples y no bizarras28. aparecen delirios de 634 / Manual de psicopatología clínica © EdicionesPirámide 20 lampe, Kahn y Heeren (2001). 21 Herzog y Markus (1999). 22 Blazer (2000). 23 agüera ortiz y Rubio García (2002); livingston, Kithen, Manela, Katona y Copeland (2001). 24 Sigström, Skoog, Sacuiu, Karlsson, Klenfeldt, Waern, Gustafson y Östling (2009). 25 Sobre todo en edades muy avanzadas (Forsell, 2000). 26 Holroyd y laurie (1999). 27 Östling, Pálsson y Skoog (2007). 28 Kalucy, Hill y Weeks (2009). Según observamos en nuestro trabajo, personas con diagnóstico de síndrome demencial en fases iniciales o intermedias, tienden a preocuparse en exceso por cuestio- nes como las cartas del banco, pensando que de forma casi inevitable son noticias de un menoscabo en su seguridad financiera, necesitan- do ir una y otra vez a su entidad bancaria a comprobar que todo está bien, lo cual muchas veces está relacionado con el comienzo de la incapacidad para comprender realmente lo que está escrito en la car- ta. En ocasiones se observa la creencia de la existencia de un idilio amoroso entre el cónyuge y el vecino o vecina que les echa una mano en el día a día, interpretando las señales de empatía y cordialidad como pruebas objetivas de que son amantes. 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 634 errores en la identificación y, aunque emergen alu- cinaciones auditivas, suelen ser más frecuentes las visuales, acompañándose de mayor deterioro cog- nitivo, agitación y agresividad. Dichos delirios de errores en la identificación pueden incluir la exis- tencia de pensionistas fantasmas en sus casas, la identificación del hombre del espejo en el que ellos mismos se reflejan como otra persona con la que conversar. también puede darse la creencia de que la casa en la que está no es la suya y lo tienen allí «secuestrado», porque alguien le quiere hacer daño, con el consecuente sufrimiento que eso les genera. Desde un punto de vista etiológico los estudios señalan la independencia entre la demencia y la es- quizofrenia. los hallazgos neuropsicológicos su- gieren más una dificultad en el procesamiento de la información nueva que en el reconocimiento o el recuerdo en el caso de la esquizofrenia, en la que se aprecia dificultad en el aprendizaje, en la flexibili- dad cognitiva y la abstracción29. Para ayudarse en el diagnóstico diferencial, además de lo expuesto, en el caso de la demencia tipo alzheimer, general- mente no han aparecido episodios con sintomatolo- gía psicótica antes del diagnóstico de demencia30, y pueden ser especialmente sensibles a los efectos ex- trapiramidales de los fármacos antipsicóticos31. otra de las causas comunes de padecimiento de sintomatología psicótica, son los trastornos del es- tado de ánimo. En el caso de la depresión de inicio tardío, se conoce una mayor prevalencia en mujeres y existe mayor riesgo de aparición de sintomatolo- gía psicótica. Dicha sintomatología suele ser con- gruente con el estado de ánimo, destacando los de- lirios de castigo, culpa, relacionados con el cáncer o la muerte, nihilistas, y de pobreza. asimismo, las alucinaciones auditivas tienden a ser acusadoras o castigadoras. En el delirium también se dan síntomas psicó- ticos, que pueden sobrevenirles por la dificultad para valorar lo que ocurre a su alrededor, debido a su estado general. los delirios y alucinaciones sue- len ser de persecución y no tan elaborados como en la esquizofrenia32. aunque la prevalencia de esquizofrenia parece disminuir con la edad, existe un pico alrededor de los 50 años (un 10-15 por 100 de todos los casos de esquizofrenia), para descender en la mitad de la dé- cada de los sesenta y aproximadamente disminuye otra mitad en los años centrales de la década de los 70 años. Hay acuerdo en diferenciar la esquizofrenia de inicio tardío o muy tardío (después de los 40 años y después de los 60 años, respectivamente) de la de inicio temprano con evolución crónica. Se observa que los síntomas negativos en general y las altera- ciones del pensamiento formal en particular, son más características de los esquizofrénicos de inicio temprano (aunque los síntomas negativos persis- ten). En las personas con esquizofrenia de inicio tardío hay más vulnerabilidad al padecimiento de alucinaciones visuales, táctiles y olfativas, alucina- ciones auditivas acusatorias (apareciendo comen- tarios de terceras personas), delirios de persecu- ción, síntomas positivos que disminuyen en intensidad y frecuencia frente a los esquizofrénicos de inicio temprano33. Esta suavización de la sintomatología positiva, y la estabilización del deterioro funcional y perso- nal, también se aprecia en los pacientes esquizofré- nicos de inicio temprano que han envejecido, lo que puede significar que las estrategias de afrontamien- to, espontáneos o no, se muestran más desarrolla- dos posiblemente por la experiencia vital de estos pacientes. Muchos de estos antiguos pacientes muestran una visión lejana y extraña de las expe- riencias psicóticas. a menudo nos trasladan una na- rración sintética, de forma desapasionada aunque, en general, sin deseo de comunicarla: Varón, 82 Psicopatología de la vejez / 635 © Ediciones Pirámide 29 Howard, R., Rabins, P.V., Seeman, M.V., Jeste, D.V. y the International late-onset Schizophrenia Group (2000). 30 Broadway y Mintzer (2007). 31 Schultz (2001). 32 Hemos observado casos en los que la persona intenta ponerse un pantalón, cuando se trata de la sábana del hospital, queriendo in- troducir una y otra vez la pierna por una pata de pantalón inexistente y agitándose cuando no lo consigue (delirio de acto); o casos que han visto un «duendecillo» en la televisión, justo en el reflejo del botón rojo de standby. 33 Howard, Rabins, Seeman, Jeste y the International late- onset Schizophrenia Group (2000). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 635 años: «eso fue hace mucho,… cosas raras, de mí y de mi familia,… sí, sí, voces, … no sé, hace mucho tiempo y estuve en la cama mucho tiempo…» (sic). Varón de 75 años: «perseguido por el diablo… pero ya no pienso nada de eso. Me echaron de casa y es- tuve en la calle hasta que me recogieron, de eso ya no me acuerdo de nada, ¿para qué hablar?, eran ton- terías…y luego oía la voz del psiquiatra para que no dejara de tomar la medicación, cosas así, ya está» (sic). una mujer de 70 años sólo acertaba a re- cordar que le decían loca y que tuvo que agredir a varios vecinos por las cosas que iban diciendo en alto, sobre todo, cuando ella estaba en casa o su- biendo las escaleras. también se ha sugerido que la pérdida de capa- cidad para comunicar los síntomas puede dar la im- presión de una mejoría clínica y, en realidad, tiene que ver con una disminución en las funciones eje- cutivas34. la supuesta evolución caracterizada por llegar al deterioro tras años de padecimiento de la esquizofrenia, se cumple más frecuentemente en pacientes institucionalizados35. también se consi- dera que el deterioro cognitivo puede observarse dada la acumulación de fallos y problemas médicos entre los mayores36. aproximadamente la remisión o los estados residuales se observan en el 50 por 100 de los casos e, igualmente, esta cifra se aplica a los que llegan a vivir de forma socialmente ajus- tada o independiente37. Con respecto a los delirios aparecidos en perso- nas con esquizofrenia con inicio tardío o muy tar- dío, aunque no difieren mucho de los referidos en personas más jóvenes, sí destacan algunos más par- ticulares como los delirios de tabiques y pavimen- tos38; el delirio del compañero imaginario tardío (con alucinaciones más agradables y que también se ha apreciado en la evolución de la demencia) y los que se denominan genéricamente como de des- conocimiento como el de negación de la edad (de- lirio de longevidad), negación de la muerte de una persona cercana y las identificaciones erróneas39 o los dobles subjetivos40. Con respecto al trastorno delirante, la preva- lencia puntual de ideación paranoide en estas edades en estudios comunitarios es del 4-6 por 100, mientras que la presencia del trastorno delirante resulta muy inferior alde la esquizofrenia41. Castle et al.42 obser- varon este trastorno en un 11 por 100 de todos los ca- sos con psicosis entre los mayores de 60 años, frente al 6.3 por 100 de los menores de 25 años. Entre los aspectos más destacables sobresale la presencia pro- nunciada de casos de mujeres, con habituales deli- rios de perjuicio, bien sistematizados, con antece- dentes de personalidad marcadamente paranoide, coincidente con lo que Kleist denominó personalidad hipoparanoica: susceptibilidad, desconfianza, celos, autoritarismo, irritabilidad y orgullo. El análisis bio- gráfico de estas personas halla una buena represen- tación de experiencias vitales de discriminación, hu- millación y experiencias amenazadoras, frente a las depresiones, también en los mayores, donde domi- nan las experiencias de pérdida43. En las personas mayores son muy destacados los delirios de perjuicio, vinculados a diferentes facetas del entorno más inmediato, relativos a la intrusión en la propiedad y la reputación del anciano44. también sobresalen los delirios hipocondriacos, de negación de Cotard45 el delirio de parasitación (infestación, 636 / Manual de psicopatología clínica © Ediciones Pirámide 34 Bowie, tsapelas, Friedman, Parrella, White y Harvey (2005). 35 Harvey (2001). 36 Schultz, S.K. (2001). 37 agüera ortiz (2002). 38 los delirios de tabiques y pavimentos hacen referencia a la creencia de que alguien o algo opera arriba del techo, bajo el suelo, o más allá de la pared que separa la habitación donde se está; perso- nas, animales, materiales, radiación, sonidos o gases pueden atrave- sar una estructura que normalmente es una barrera (agüera ortiz y Rubio García, 2002). 39 Por ejemplo, el delirio de Capgras o la creencia de que una persona estrechamente relacionada con el paciente ha sido suplanta- do por un impostor; el delirio de Frégoli o la creencia de que alguien es capaz de adquirir la presencia de personas conocidas para el pa- ciente. 40 Krassoievitch (1998). 41 urretavizcaya (2002). 42 Castle, Wesseley, van os y Murray (1998). 43 Fuchs (1999). 44 Burgermeister, Dias Cordeiro y ajuriaguerra (1970). 45 El delirio de Cotard implica la creencia de que se están des- truyendo los órganos (se pudren), la inexistencia de los mismos, de sí mismo, o la referencia a una inmortalidad insoportable. Por su par- te el síndrome de Ekbom implica la creencia de haber sido infecta- do por insectos o parásitos fuera del cuerpo, en la piel o debajo de ésta. 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 636 dermatozoico o de Ekbom), el erotomaníaco (síndro- me de Clérambault)46 y los delirios de celos o infide- lidad. De esta última modalidad, una mujer de 62 años desarrolla un delirio de celos con muchos con- tenidos persecutorios: «ella (la amante de su mari- do), está siempre detrás nuestra, nos sigue con el co- che, se cruza siempre con nosotros en la calle, pasa todos los días por donde vivimos, creo que ha alqui- lado un piso encima nuestro» (sic). No la reconoce, no sabría decir quién es, pero sabe que siempre está cerca: «por cómo conducen los coches donde va «ella»; porque veo nervioso a mi marido; porque cuando mi marido desaparca sale un coche detrás; por cómo contesta él al teléfono». un día pasó una mujer hablando en alto, enfadada, y cerrando de un portazo la puerta de su coche: «es decir, a «ella» le molestó verme con mi marido» (sic). Es morena, o rubia, porque llevará pelucas». Estaba segura de que se cruzó el otro día frente a ella, estaba lloviendo. al recordar se da cuenta de que la persona que se cruzó era una chica joven (por el aspecto y la ropa) pero no vio el rostro (por el paraguas), no puede explicar más. Mejoría muy lenta. Resultaron esenciales las vivencias de agotamiento físico y laboral, saturación de roles como cuidadora y la pérdida de atractivo fí- sico. un fenómeno con cierta presencia entre las per- sonas mayores es la psicosis alucinatoria crónica de Ballet. Se trata de una manifestación centrada en un cuadro alucinatorio persistente (enunciación de actos, pensamientos adelantados, diálogo de vo- ces, eco, robo y lectura del pensamiento… que la persona identifica como ajena a ella), el delirio sue- le ser secundario a las alucinaciones, como un modo de explicar lo que ocurre, habitualmente en mujeres, de inicio tardío, con antecedentes afecti- vos personales y familiares, déficit visuales o audi- tivos y buena respuesta a los antidepresivos47. otras de las alteraciones son las formas psicó- ticas inducidas por sustancias o debidas a una en- fermedad, típicamente, la denominada alucinosis orgánica. Se trata de un cuadro sobre todo alucina- torio, con claridad de conciencia y cierta capacidad de distanciamiento del fenómeno por parte del pa- ciente. De este trastorno se destaca la alucinosis de Wernicke (alucinosis alcohólica), cuadro alucina- torio fundamentalmente auditivo, con estado de ánimo angustioso y contenido generalmente acusa- torio y persecutorio. En la forma crónica pueden apreciarse contenidos delirantes mal sistematizados siendo difícil diferenciarlos de la esquizofrenia48. otra en la que hacer hincapié es la alucinosis de Lhermitte, de carácter más comúnmente visual, vi- vido con expectación y perplejidad ante el conjunto de escenas, personas y animales de gran colorido. El paciente lo ve fuera de sí, con crítica y aseveran- do que es producto de su imaginación. Se observan principalmente al caer el día y en algunos casos li- gados al insomnio. Esta alucinosis se ha observado acompañada de alteraciones neurológicas, oftalmo- lógicas (síndrome de Charles-Bonnet49), delirium u otra psicopatología. Alteraciones del estado de ánimo: trastornos depresivos y bipolares la depresión no debe ser vista como una parte normal del envejecimiento, ni ser considerada como tal. a pesar de la visión tradicional del mayor como alguien desvalido, melancólico o encerrado en sus recuerdos, como si el pasado siempre fuese mejor que lo poco que queda por llegar, los trastor- nos depresivos parecen disminuir en prevalencia a medida que avanza la edad. Según se observa en di- ferentes estudios, el porcentaje de depresión mayor es menor que en otros grupos de edad, si bien es cierto, que formas menores como la distimia o ma- nifestaciones subumbrales, sintomáticas o subsin- drómicas son más frecuentes50. Por otra parte, el pa- decimiento de trastornos depresivos se observa con más frecuencia en mayores institucionalizados51. la disminución de diagnósticos clínicamente significativos de trastornos depresivos, además de a una infraestimación de casos, puede responder al Psicopatología de la vejez / 637 © Ediciones Pirámide 46 Pujol Doménech y de azpiazu artigas (2002). 47 Barcia Salorio (2000). 48 Cabaleiro Goás (1961). 49 El síndrome de Charles-Bonnet implica la aparición de aluci- naciones visuales sin cortejo psiquiátrico acompañante ni trastornos cognitivos (González Delgado, tunón y Salas-Puig, 2004). 50 luijendijk et al. (2008); Weeks, Kalucy y Hill (2009). 51 Djernes (2006). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 637 desarrollo de estrategias de afrontamiento activo de las pérdidas vividas con la edad y al aumento de la flexibilidad para modificar objetivos y planes de vida adecuándolos a la situación real que se viven- cia, procesos que pueden protegerle de la depre- sión52. Entre la sintomatología más específicamente presentada a estas edades, existe una tendencia a manifestar los llamados síntomas atípicos, como quejas somáticas, dolores, apatía, quejas sobre el mal funcionamiento de la memoria, fenómeno que puede enmascarar una posible depresión o que pue- den coexistir con otros trastornos mentales y físi- cos. Con respecto a las manifestaciones subumbra- les o subsindrómicas, se describen en la literatura dos síndromes de especial relevancia entre los ma- yores. Por un lado, el llamado síndrome de desmo- ralización53, con peso en la disforia y con cualidad reactiva al estrés acumulado por pérdidas, enferme- dades, discapacidades… Por otro lado, el síndromede depleción, con carga de síntomas físicos y mo- tivacionales, alteraciones del sueño, pérdida del apetito, retardo psicomotor… Se observa con el avance de la edad una tendencia a la disminución o estabilización de los síntomas disfóricos, mientras que los de depleción aumentan. El desfase entre la tendencia a la baja de los diagnósticos de depresión y el aumento de sintoma- tología depresiva entre los mayores se ha relacio- nado con este síndrome. la observación original in- dicaba que en esta manifestación depresiva los síntomas se incrementaban con los años, principal- mente desde la séptima década de vida, al contrario de lo que se observaba en los trastornos del estado de ánimo en esos mismos intervalos de edad. asimismo se ha señalado que esta condición se vin- culaba especialmente con la discapacidad y las con- diciones físicas crónicas o debilitantes. Desde un punto de vista clínico destacaron síntomas como la pérdida de interés por las cosas, la retirada social, la enervación, la desesperanza y la pérdida de ape- tito, en lugar del humor depresivo característico u otros síntomas destacados de la estirpe depresiva54. Específicamente en el caso del trastorno de- presivo mayor se han resaltado las diferencias en- tre el inicio temprano (antes de los 60 años) y las de inicio tardío (después de los 60 años). las depre- siones de inicio temprano presentan una mayor vul- nerabilidad psicobiológica: mayor historia familiar de depresión (padres), elevados niveles de neuroti- cismo y una mayor dependencia de sucesos alta- mente estresantes como las pérdidas55 ,56. En las de- presiones de inicio tardío hay un mayor riesgo vascular57, de deterioro cognitivo58 y menor riesgo de estrés vital, aunque una buena parte de las depre- siones de aparición tardía exhiben estresores seve- ros. también se ha distinguido la depresión mayor recurrente de la depresión de inicio tardío59. Resulta de importancia entre los síntomas depre- sivos más acusados (o diferenciables) entre los ma- yores los de orden cognoscitivos (desorientación, pérdida de memoria y distraibilidad), pudiendo to- marse las frecuentes quejas de memoria como un signo de demencia, aplicándose incluso, el término pseudodemencia depresiva. Como se ha mencio- nado en líneas precedentes, esto dificulta la realiza- ción de un diagnóstico diferencial con las demencias, por lo que el trabajo interdisciplinar con neurólogos y psiquiatras que realizan las pruebas físicas perti- nentes, permitirán un mayor acercamiento a la etio- logía subyacente. además, un estado premórbido 638 / Manual de psicopatología clínica © Ediciones Pirámide 52 Rothermund y Brandtstädter (2003). 53 Frank y Frank (1991). 54 Newmann, Klein, Jensen y Essex (1996). Se ha aludido tam- bién al concepto de agotamiento de la reserva afectiva (Gatz, 2000). Pueden analizarse casos en: Rodríguez-testal y Valdés-Díaz (2003). 55 tal vez se trate de una susceptibilidad desde el nacimiento y vulnerabilidad debida a episodios anteriores por medio de un proce- dimiento de sensibilización o kindling (Schoevers et al., 2000). 56 Grace y o’Brien (2003). 57 En el DSM-IV-tR (aPa, 2000a) se acepta la posibilidad etio- lógica de la llamada depresión vascular. Se destaca la evidencia de hiperintensidad de la sustancia blanca, mayor deterioro cognitivo y respuesta más pobre a la terapia. 58 Ballmaier, Narr, toga, Elderkin-thompson et al. (2008). 59 Nuevamente, porque se sospecha de un componente orgánico más claro en la de inicio tardío: disfunción ejecutiva y deficiencias atencionales específicas (Rapp et al., 2005). Incluso se sugiere que la disfunción ejecutiva es un marcador biológico de esta forma de- presiva (osorio, García de lózar, Ramos y agüera, 2009). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 638 normal, una forma de comienzo de los síntomas cog- noscitivos brusco, un curso y respuesta a los trata- mientos antidepresivos positivos, apatía y problemas de concentración que dan la sensación de distraccio- nes, puede hacer más probable un diagnóstico de de- presión que de demencia. Se observa que cuando se les aplican baterías de valoración cognitiva, los pa- cientes deprimidos tienden a abandonar la prueba o a no contestar, mientras que los pacientes con de- mencia, suelen confabular cuando no están seguros de la respuesta60. Independientemente de si los sín- tomas depresivos son un factor de riesgo para el de- sarrollo de una demencia, si se trata de síntomas tem- pranos de una enfermedad neurodegenerativa o si es una reacción a los déficits cognitivos iniciales, la aparición de síntomas depresivos en personas mayo- res requiere de una monitorización estrecha de la evolución61. Con respecto a los criterios de curso, Beekman et al.62, observaron que de los pacientes seguidos por ellos, más del 60 por 100 permanecieron en es- tado deprimido y sólo un 23 por 100 fueron verda- deras remisiones, en el sentido de que otras incluían recurrencia en el tiempo. uno de los aspectos más importantes que concluyen estos autores es que las formas depresivas menores, que habitualmente pa- san desapercibidas, no se diagnostican y, a veces, no son objeto de tratamiento, pero tienen conse- cuencias en el tiempo que se equiparan al trastorno depresivo mayor. a pesar de que la eficacia de la psicoterapia para la depresión está demostrada en esta población, a menudo queda alejada de una bue- na parte de los casos clínicos (por razones econó- micas, desconocimiento, falta de interés profesio- nal, etc.)63. la exploración del riesgo de suicidio en las per- sonas mayores es primordial. los factores de riesgo incluyen ser mayor, aislamiento, género masculino, intentos anteriores, evidencias de planes, pérdidas re- cientes, enfermedad crónica, abuso de alcohol y de otras sustancias64. algunos factores protectores son los sentimientos de utilidad y apoyo social, por lo que las intervenciones preventivas deberían ir en esa línea. El estado mental con más riesgo incluye los pensamientos y planes, una marcada agitación, de- sesperanza, sentimientos de inutilidad, insomnio marcado, hipocondriasis y psicosis. En muchas per- sonas de edad se observa una forma más expeditiva o contundente de tratar el suicidio. los sentimientos de ser una carga, la decepción por la vida, y la deses- peranza son predictores de gran valor en estas eda- des65. Ejemplos: en un varón de 64 años, con un puesto profesional muy elevado y especializado, se observa una frialdad extrema en el planteamiento de la ideación de suicidio y su planificación. observamos una negación absoluta de tristeza y, sin embargo, una marcada decepción acerca del mundo y las personas que le rodean. un varón de 62 años re- calca una concepción del suicidio como una opción más en su vida. teme hacerse daño y, sin embargo, no descarta realizarlo en algún momento, dada su complicada situación familiar. No transmite malestar anímico ni tristeza de fondo. las manifestaciones anímicas alteradas en el polo excitado son menos frecuentes entre los ma- yores que las depresivas, especialmente si se refiere a los cuadros de nueva aparición. Se suele señalar que, conforme se gana en edad, desciende la proba- bilidad de alteraciones maníacas, si bien es cierto que un 11 por 100 de las recaídas se deben a la pla- nificación de la reducción o eliminación del trata- miento, dada por la creencia de que se da una me- joría en la sintomatología maníaca según avanza la edad66. los cuadros maníacos de aparición tardía es- tán más asociados con alteraciones neurológicas y tí- picamente como manía secundaria, por ejemplo al hipotiroidismo subclínico, afección frecuente en la vejez. Esta aparición de inicio tardío, guarda relación con la morbilidad y la mortalidad, por lo que se toma como una manifestación psicopatológica indicadora de mal pronóstico por su conexión con el suicidio. Psicopatología de la vejez / 639 © Ediciones Pirámide 60 Kalucy, Hill y Weeks (2009). 61 Barnes, alexopoulos, lópez, Williamson y yaffe (2006). 62 Beekman et al. (2002). 63 Wei, Sambamoorthi,olfson, Walkup y Crystal (2005). 64 Weeks, Kalucy y Hill (2009). 65 Wenzel, Brown y Beck (2009). 66 Baldwin (2007). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 639 Se ha observado también una presencia más pronun- ciada de ciclación rápida (sobre todo en mujeres). algunas modificaciones en la sintomatología han ocasionado que frecuentemente la manía quede infradetectada e incluso infratratada. Para Blazer67 el estado de ánimo es típicamente irritable (más que eufórico o expansivo) lo que añade dificultad al diagnóstico, además de una hiperactividad menos exagerada, pudiendo confundirse con formas de- presivas agitadas68. asimismo, indicó que la fuga de ideas resulta menos evidente, aparecen ideas de tipo obsesivo e ideas delirantes de tipo paranoide. la revisión de Van Gerpen et al.69 Refiere aumento de la confusión, la agitación, la disforia y la nega- tividad a un incremento en la ideación paranoide. En una mujer de 72 años ingresada en una resi- dencia con trastorno bipolar I se podía apreciar una transición entre el estado depresivo y una fase maní- aca por pequeños cambios en su comportamiento. De esta manera, una postura más recta, pintarse las uñas y sonreír eran señales inequívocas del cambio de po- laridad. En plena fase se le observaba locuaz y con mayor grado de movimientos, aunque no eran mani- festaciones exageradas. la fase concluía con una lla- mativa manera de maquillarse la cara, cierto rictus de sonrisa e insinuaciones a los auxiliares varones de la residencia. No sobresalía una ideación persistente más allá de ponerse guapa para atraer a los hombres. las formas que clásicamente se han denomina- do de pseudodemencia maníaca, por similitud con la forma depresiva, han mostrado que el deterioro cognitivo que la acompaña es total o parcialmente reversible, pero requiere un exhaustivo diagnóstico diferencial, por ejemplo, con las formas demencia- les frontales y fronto-temporales70, los accidentes cerebrovasculares o con el delirium (hiperactivo), que pueden mostrar una conducta pseudomaníaca71. En cuanto a las categorías diagnósticas se ob- serva una mayor dominancia de las formas depre- sivas, sin diferencias apenas entre la depresión uni o bipolar y una importante tendencia a la recaída. Benazzi72 observa que la forma bipolar II es menos frecuente entre los mayores, por lo que se puede su- poner que los cambios cerebrales pueden alterar la presencia de hipomanía, aunque puede ocurrir que, además, los mayores tengan más dificultades para recordar episodios anteriores de este tipo, sobre todo cuando están deprimidos. 3.3. Ansiedad y trastornos de ansiedad Como se señaló en apartados anteriores, existe un estereotipo del anciano como una persona exce- sivamente débil y que, toda vez que es expuesto a situaciones altamente estresantes, se ha de desen- cadenar, sin género de dudas, una presencia mayor de alteraciones de ansiedad o de síntomas depresi- vos. Sin embargo, el panorama real es muy diferen- te. la mayor parte de los estudios han mostrado que, siendo cierto que las personas de edad se en- frentan a situaciones nuevas y difíciles (cambios fí- sicos y/o enfermedades, pérdidas de otros signifi- cativos, limitaciones en los recursos económicos, entre otros), sus temores y preocupaciones no son significativamente diferentes ni más ineficaces que en otras edades73. Beekman et al.74 observaron que el envejecimiento en sí mismo o los cambios rela- cionados con la edad no son factores de riesgo para las alteraciones ansiosas. En todo caso, cabría decir que la ansiedad (en términos de funcionamiento normal) debe cumplir un papel de alerta (o de acti- vación y reacción), pero en consonancia con la ex- periencia que adquiere la persona a lo largo de los años, no debiendo considerarse estos temores y pre- ocupaciones como clínicamente relevantes75. 640 / Manual de psicopatología clínica © Ediciones Pirámide 67 Blazer (1984). 68 álvarez ariza, Mateos álvarez y Berrios (2002). 69 Van Gerpen, Johnson y Winstead (1999). 70 Sánchez Pérez (2002). 71 En ocasiones la manía puede diagnosticarse como confusión aguda. 72 Benazzi (2001). 73 Stanley y Beck (2000). 74 Beekman et al. (1998). 75 Es esperable que haya sintomatología ansiosa p.ej. con res- pecto a las enfermedades físicas crónicas, aunque eso no significa un trastorno de ansiedad. Hombres y mujeres presentan sintomato- logía ansiosa ante enfermedades crónicas, sin embargo, las mujeres responden con más ansiedad ante su padecimiento y el de su pareja; los hombres, por el contrario, se centran sólo en su malestar (Hagedoorn et al., 2001). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 640 los estudios epidemiológicos, y de caracteriza- ción de la ansiedad en las personas mayores, no son tan prolíficos como los de depresión o demencia. Esto puede deberse a que se observa una disminu- ción de casos clínicos de trastornos de ansiedad sur- giendo así, menos pacientes nuevos y mejorando los antiguos76, mientras que existe una presencia moderada de síntomas ansiosos como la preocupa- ción y tensión nerviosa77. otros motivos pueden ser la concomitancia y/o confusión con otros trastornos como los depresivos78, los síndromes demenciales, el enmascaramiento tras los cambios «normales» en el envejecimiento o tras enfermedades físicas, o bien, disminuye la detección y diagnóstico de las manifestaciones ansiosas por considerarlas «meno- res» en comparación con otros padecimientos físi- cos y/o mentales. uno de los estudios longitudinales sobre la an- siedad, encontró una prevalencia de trastornos de ansiedad del 4.5 por 100 en comunidad, decayendo el porcentaje al 2.3 por 100 entre las personas de 85 años o más79. En nuestro entorno más próximo, Montorio et al.80 hallaron una prevalencia puntual del 14.4 por 100 de trastornos de ansiedad en una muestra de mayores de la comunidad general. Sea como fuere, el consumo de ansiolíticos para la an- siedad como trastorno o como síntoma es bastante frecuente, hecho que se constatan en estudios como el de alonso y colaboradores publicado en 200781 sobre el abuso de psicofármacos en la población mayor de Zaragoza, donde encontraron una preva- lencia de consumo de ansiolíticos del 39 por 100 del total de una muestra de 3.715 personas. Este consumo tiende a ser superior en ambientes resi- denciales, donde puede utilizarse como medida de contención ante la aparición de agitación psicomo- tora o agresividad. En términos generales, la fenomenología de la sintomatología ansiosa es similar a la de otras eda- des, si bien se acepta la idea de que las manifesta- ciones físicas de la ansiedad tienen menos peso82. los contenidos cognitivos guardan relación con las preocupaciones que mencionamos al principio: pér- didas de seres queridos, capacidad funcional, caerse y no ser hallado durante horas, tener una demencia, preocuparse por estar siempre preocupado, entre otras. Schaub y linden83 observaron en el análisis factorial que llevaron a cabo sobre los componentes sintomáticos que exhibieron los mayores, por or- den: hipocondriasis, pánico, fobia, preocupaciones y ansiedad vegetativa. los componentes fóbicos se observaron principalmente entre los más jóvenes y los que vivían solos. la agorafobia ocupa un lugar destacado entre los trastornos de ansiedad en la ve- jez84, pudiendo ocasionar un deterioro social de mo- derado a severo85. Se ha observado vinculada con problemas relativos a la seguridad, por ejemplo, hospitalización, enfermedades como un infarto de miocardio, una fractura o una caída, en mayor me- dida que a los indicadores corporales de las crisis de angustia. una mujer de 67 años consulta por el comienzo de ataques de ansiedad y desarrollo de agorafobia. Su biografía muestra una sucesión de pérdidas, desde los padres, marido y amistades, hasta la muerte de su hermano, persona a la que es- taba muy unida. la próxima boda de su único hijo Psicopatología de la vejez / 641 © Ediciones Pirámide 76 Barlow (2002). 77 De hecho se indica que la sintomatología ansiosa llega a ser del 20por 100 entre los mayores, mientras los trastornos se identifican en- tre el 5.5 (en uSa) y 10 por 100 (en Europa) (alwahhabi, 2003). 78 Se ha observado que los pacientes con tDM muestran inva- riablemente comorbilidad con una o más manifestaciones de ansie- dad. En los pacientes con depresión mayor y ansiedad generalizada hay una correlación fuerte y positiva entre las medidas de severidad de síntomas de depresión y ansiedad. Más del 90 por 100 de las per- sonas con trastorno de angustia tuvieron también un trastorno del es- tado de ánimo y el pánico estuvo presente en el 17 por 100 de los fa- miliares con trastornos afectivos recurrentes comparados con el 3 por 100 de los familiares sin trastorno afectivo mayor recurrente (Nemeroff, 2002). 79 Schaub y linden (2000). 80 Montorio, Nuevo, losada y Márquez (2001). 81 alonso, Saz, lobo, Ventura, De la Cámara y Marcos (2007). 82 Scogin, Floyd y Forde (2000). llamativo, sin embargo, que los tratamientos farmacológicos tradicionales no resultan tan efectivos en estas edades, recomendándose más claramente la terapia cogniti- va (Bartels et al., 2003). hemos observado el trabajo específico que hay que realizar para que el paciente diferencie algunos síntomas que pertenecen a enfermedades ya antiguas en su historia médica de los síntomas de activación ansiosa con el fin de impedir un efecto de re- troalimentación e interpretación catastrófica de las señales físicas. 83 Schaub y linden (2000). 84 Krasucki, Howard y Mann (1998). 85 lindesay (1991). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 641 precipita el cuadro. Dice sentirse «perdida»; es consciente de que teme que le pase algo, que se muera y nadie se entere. Estos componentes pueden tener el mismo efec- to que el pánico en los jóvenes, pérdida de confian- za y, consecuentemente, evitación de las situacio- nes o de conductas que implican actividad relacionada con dichas situaciones86, por ejemplo, no sólo a no salir a la calle tras una caída con con- secuencias físicas, sino incluso a evitar ponerse de pie o ambular por la casa. En el caso de la fobia social, algunos de los es- tímulos fóbicos cambian. ya no se trata de hablar en público, sino de la dentadura postiza o de los temblores de alguna parte del cuerpo, por ejemplo, que dificultan comer o escribir ante los demás. Sin embargo, este trastorno parece que se mitiga con la edad, disminuyen los síntomas de ansiedad y evita- ción y con ello la incapacitación que puede produ- cir87. En cuanto al trastorno de ansiedad generali- zada se aprecia una presentación bimodal88. Por un lado, una expresión puede responder a una forma crónica (de inicio en edades medias); por otro, una muy ligada a las situaciones o eventos vitales de inicio en la vejez. la primera es estable, más grave y habitualmente acompañada de depresión. la se- gunda es estable pero de menor invalidad y, en oca- siones, difícil de separar del trastorno por angustia dado que las manifestaciones de las crisis de angus- tia (centrales en el trastorno de angustia) se atenúan con la edad. El trastorno de ansiedad generalizada es con- siderado el trastorno más prevalente de los exhi- bidos por los mayores al mismo tiempo que se su- giere que está infradiagnosticado89. Se ha apuntado que es una manifestación que afecta gra- vemente la calidad de vida de los mayores, entre otras cosas, por su duración y porque su presenta- ción suele ir pareja con las enfermedades somáti- cas y la depresión. además, resulta una manifes- tación compleja pues la tendencia a la corporali- zación de las quejas por parte de los mayores les lleva a consultar al médico reiteradamente y hace difícil la separación de este trastorno de la soma- tización y la hipocondría90. la mayor parte de las preocupaciones se vuelcan sobre la salud y las en- fermedades o las preocupaciones familiares91 (mientras los jóvenes lo hacen sobre las finanzas y el rendimiento académico). agüera y Cervilla92 señalan que la forma su- bumbral (y tardía) es bastante frecuente (17 por 100) pero describen un síndrome de muy mal pro- nóstico (que denominan de inundación ansiosa) donde convergen ansiedad grave, depresión y dete- rioro, llevando al paciente a un estado extremo de dependencia (incluso con incontinencia y restric- ción alimenticia), en un estilo particular de perso- nalidad ansioso y demandador. Sin embargo, tam- bién se ha destacado que esta manifestación no se caracteriza por ansiedad excesiva, lo que introduce serias limitaciones a muchas de las aportaciones al respecto93. El trastorno por angustia y el trastorno obsesivo-compulsivo registran baja prevalencia en esta etapa vital. En el primer caso, las manifestacio- nes, cuando las hay, son leves y menos frecuentes. una mujer de 61 años empieza a tener ataques de ansiedad. aunque ella misma se describe como una mujer con tendencia a la ansiedad y la preocupa- ción, no tenía antecedentes de interés. la jubilación de su marido, la salida de sus hijos de casa, la pér- dida de vigor físico y mayor agotamiento al realizar las tareas de casa, se relacionan con la aparición de sus ataques. la intensidad sintomática es menor y se controlan las crisis de manera rápida. un estudio reciente ha hallado una prevalencia puntual del trastorno de pánico en mayores de 55 642 / Manual de psicopatología clínica © Ediciones Pirámide 86 Stanley y Beck (2000). 87 agüera ortiz y Cervilla Ballesteros (2002). 88 Montorio (1999). 89 Montorio, Nuevo, losada y Márquez (2001). 90 Vallejo Ruiloba y Crespo Blanco (2000). 91 Schaub y linden (2000). 92 agüera ortiz y Cervilla Ballesteros (2002). 93 alwahhabi (2003). además, los tratamientos cognitivos al uso muestran eficacia pero con un tamaño de efecto bajo (Wetherell, Gatz y Craske, 2003). los resultados pueden no mantenerse más allá de un año (Stanley et al. (2003). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 642 años en un 1.17 por 100 y una prevalencia vital del 3.72 por 10094. En el segundo, los antiguos pacien- tes pueden agudizar sus síntomas ante situaciones de estrés, pero, en general, estas manifestaciones suelen ser menos egodistónicas95. los pacientes an- cianos suelen tener menos preocupaciones acerca de la simetría, la necesidad de saber y rituales de conteo. El lavado de manos y el miedo a haber pe- cado son los más comunes96. El trastorno por estrés postraumático ha re- cibido atención, sobre todo en otros países y en re- lación con los veteranos de guerra o supervivientes del Holocausto. tal vez se ha enfocado menos hacia situaciones relativamente más frecuentes como las que convierten a los ancianos en víctimas de accio- nes criminales (robos, ataques, etcétera)97. a pesar de que los ancianos temen y se preocupan por este tipo de situaciones y de ser objetivamente más dé- biles, lo cierto es que sólo una minoría de los que las han sufrido (5 por 100) desarrollan un trastorno por estrés postraumático98. Se ha sugerido que qui- zá tenga más importancia entre los mayores la for- ma de trastorno por estrés agudo y que la intensidad del trastorno es similar aunque con menos reexpe- rimentación y más hiperactivación que entre los jó- venes99. Con respecto al diagnóstico diferencial, en los cuadros demenciales la ansiedad es una manifes- tación común en sus comienzos y en los estadios avanzados en forma de agitación100. Se han consi- derado equivalentes ansiosos a la tensión y la agi- tación. De hecho, se ha especulado con la idea de que la agitación es la manifestación de la ansiedad generalizada en la demencia y que la actividad so- cial representa un habitual desencadenante de reac- ciones negativas (esto depende del estilo de vincu- lación de esta persona, es decir, más negativo en la forma de apego ambivalente con los que ahora son sus cuidadores). Como es esperable, la enfermedad, y sustancias como los fármacos o el alcohol, son condiciones comunes que ocasionan solapamiento en el tipo de quejas del paciente, de manera señalada, con la an- siedad física. Por ejemplo, las manifestaciones del trastorno por angustiarequieren una diferenciación con respecto al infarto de miocardio o la EPoC. otro tipo de dificultad podría calificarse como con- secuencias o reacciones que acompañan a la condi- ción somática, por ejemplo, enfermedades que con- llevan habitualmente ansiedad como el Parkinson, demencia, cáncer, diabetes, entre otras muchas, y que depende del grado de control que tiene la per- sona sobre dicha condición. Probablemente una de las diferenciaciones más complejas se refiere a la que se corresponde con los trastornos adaptativos. los trastornos de ansiedad pueden tener relación con ciertas situaciones, por ejemplo, aquéllas que comprometen su salud; esto implica que habrán de diferenciarse estos trastornos en virtud de la magnitud de la respuesta y el tipo de manifestaciones clínicas específicas. Por la dificultad mencionada para realizar un diagnóstico diferencial acertado de los trastornos de ansiedad, como en la mayoría de los trastornos mentales que pueden sufrir las personas mayores, Scogin, propuso una regla, que no por haberse ex- puesto hace años deja de tener relevancia101. Dicha regla está basada en los siguientes pasos: descartar depresión o delirium que incluyan síntomas de an- siedad; descartar que se deba a efectos secundarios de la medicación; establecer el momento de apari- ción de la sintomatología ansiosa con relación a una enfermedad; considerar la ansiedad primero como una reacción de ajuste al estrés de estar enfermo médicamente. y añadimos, valorar la posibilidad la vivencia de un período de adaptación a una nueva situación como la institucionalización, la disminu- ción de ingresos, viudez, entre otros. Psicopatología de la vejez / 643 © Ediciones Pirámide 94 En el trastorno de pánico a lo largo del ciclo vital se halló una fuerte asociación con la agorafobia, la fobia específica, el trastorno obsesivo compulsivo, el trastorno bipolar y los trastornos de la per- sonalidad (Chou, 2010). 95 Krasucki, Howard y Mann (1998); Vallejo Ruiloba y Crespo Blanco (2000). 96 Kohn, Westlake, Rasmussen, Marsland y Norman (1997). 97 Cook (2001). 98 Simpson, Morley y Baldwin (1996). 99 ortiz y Cervilla Ballesteros (2002). 100 Scogin, Floyd y Forde (2000). 101 Scogin, F.R. (1998). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 643 3.4. Ansiedad relacionada con la salud Este punto trata de abordar el tema de la ansie- dad relacionada con la salud o el cuerpo. Es escasa la información sobre este tema en comparación con tópicos como la depresión o la demencia, quizás porque se asuma que es habitual que una persona de 70 años tenga dolores y achaques varios, se que- je sobre los mismos, incluso que sea «hipocondria- co» y acuda regularmente a su centro de salud, mientras que es algo sospechoso que esto ocurra en una persona de 25 años. El concepto de ansiedad sobre la salud102, con- sidera un continuo de inquietud acerca de la salud que puede llegar a un extremo de centramiento y perturbación por síntomas o molestias corporales (a veces muy difusos), vividos con gran malestar ante la falta de un diagnóstico, de un tratamiento, de in- terés o dedicación por parte de los demás y posibi- lidad de sufrimiento, asilamiento o muerte. las ma- nifestaciones psicopatológicas tienen en común traslado hacia el cuerpo del malestar emocional de la persona y a esto, de forma genérica, lo llamamos somatización. Esta somatización varía en el modo en el que se utiliza el cuerpo o se expresa el malestar, funda- mentalmente en dos de los grandes trastornos so- matomorfos: en la hipocondría, que hace referen- cia a una enfermedad, con resultado de incapacidad o de muerte (generalmente cáncer, SIDa, esclero- sis…) con alto nivel de ansiedad, y en el caso del trastorno de somatización, donde se tiene la con- vicción de que se padece una afección basada en síntomas físicos o el malestar, sin énfasis en si se trata de alguna enfermedad concreta, sino que se hace hincapié en los motivos de porqué no se le diagnostica y trata correctamente, lo que hace do- minante a los síntomas disfóricos. la presencia de manifestaciones somatomorfas entre los mayores es baja, con tendencia a la croni- cidad y a una mezcla de síntomas depresivos y an- siosos. Blazer103 apunta que el trastorno por so- matización es infrecuente y algo más prevalente entre las mujeres (0.2-1 por 100) que entre los va- rones (menos del 0.2 por 100). Sin embargo, la for- ma indiferenciada tiene una presencia algo más destacada entre los mayores: 3-5 por 100, habitual- mente con presencia de fatiga crónica, pérdida de apetito, dolor abdominal o síntomas genitourina- rios. una de las manifestaciones más frecuentes en la clínica de las personas de edad es el trastorno por dolor, comúnmente vinculado a problemas óseos y articulatorios (por tanto, se alude a una res- puesta emocional exagerada e incluso dramática cuando se dan estas enfermedades) o la depresión (dolor benigno recurrente)104. Con respecto a la hipocondría, la persona in- terpreta diversas señales o cambios corporales de forma sesgada, y, aunque pueden aparecer síntomas (sin que sean indicadores de una enfermedad), el paciente teme «que pasen inadvertidos médicamen- te». Estas señales, aunque incipientes, son tomadas como peligrosas, no se puede hacer nada contra ellas y cualquier información corporal o externa, como un comentario, redundan en la preocupación de que se tiene una enfermedad grave. Por mucho que las pruebas médicas no encuentren nada, las personas con ansiedad hacia la salud no quedan conformes, requieren de más y más confirmacio- nes, sin que ninguna les alivie. Este malestar es vi- vido dramáticamente y afecta a su vida cotidiana, de modo que, aunque existan pruebas de que no hay enfermedad médica de trasfondo, no debe minimi- zarse la angustia que siente la persona en esta últi- ma. la sintomatología hipocondríaca suele centrar- se en el plano genitourinario y gastrointestinal: es- treñimiento, dificultad relacionada con el comer, en la boca, dolores abdominales o al orinar… Cabe destacar que la forma de hipocondría habitualmente observada en los mayores, es más de tipo secunda- ria a enfermedades e incluso a formas depresivas, donde hay una confluencia de síntomas atípicos (le- targo, debilidad, cefaleas o inmovilidad en las arti- 644 / Manual de psicopatología clínica © Ediciones Pirámide 102 Este concepto se ha aplicado fundamentalmente a la hipocon- dría aunque no debe limitarse a esta manifestación (Salkovskis, 1996). 103 Blazer (2000). 104 Moríñigo Domínguez (2002). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 644 culaciones) tal y como se mencionó en el apartado correspondiente. un paciente de 61 años, profesio- nalmente en activo, entra en un estado depresivo muy intenso. Sus antecedentes psicopatológicos in- dican hipocondría de larga duración con exacerba- ciones según dificultades ambientales. la hipocon- dría emerge cuando el paciente tenía 40 años y tras el fallecimiento del padre por cáncer. Estilo general distímico. Por problemas laborales muy graves se sume en un cuadro depresivo grave sin síntomas psicóticos, con ideas de muerte, anergia, lentitud psicomotora, anhedonia severa y presencia abun- dante de somatizaciones. tras el inicio de la terapia se consigue una mejora primero anímica pero que- dando muchos síntomas físicos y atribuciones a en- fermedades graves. la continuación de la terapia le permite observar sin temor los síntomas corporales habituales (palpitaciones, gases, sensación de estar con malestar tipo «gripe»). Finamente consigue se- parar las afecciones físicas tratables de los cambios corporales habituales y que pueden ser respuesta a los acontecimientos diarios. algunas diferencias a destacar entre el síndrome hipocondríaco y las alteraciones del estado de ánimo podrían ser la tendencia de dirigir la ira hacia afuera vs las autoatribuciones en el depresivo; la insistencia de discutir sobre temas médicos vs debatir sobre conflictos personales o interpersonales; la comuni- cación de los síntomas de modo angustioso más quecon el sentimiento depresivo; la baja tolerancia a los efectos colaterales de los antidepresivos en la hipo- condría; el mayor número de antecedentes somáticos y la menor prominencia de ideación suicida105. Por otra parte, el trastorno de conversión es infrecuente en la vejez y se ha demostrado que cuando se inician en esta etapa de la vida, hay bas- tantes casos que acaban mostrando una etiología neurológica de base106. Sin embargo, hemos tenido la ocasión de analizar el caso de un varón de 60 años con trastorno límite de la personalidad y una larga trayectoria de problemas con el alcohol, an- siolíticos, conductas autolíticas, problemas labora- les por absentismo y conflictos con compañeros, serie de litigios con profesionales de la salud, entre otros problemas. En un momento dado, aparecen unos ataques, con gran tensión motora, movimien- tos descontrolados, temblores principalmente, muestras de agresividad y que finalizan en un pe- riodo prolongado de sueño y torpor. Sólo en una ocasión se observa descontrol de esfínteres. En la evaluación se verifica que el paciente es parcial- mente consciente del entorno y no hay amnesia del episodio. los análisis médicos descartan cualquier origen orgánico. Durante la terapia, las «crisis» van transformándose en ataques de ansiedad (más reco- nocibles y asumibles por él y su entorno) y después cediendo en número e intensidad. 3.5. Trastornos de la personalidad De nuevo, haciendo referencia a los estereotipos sobre el envejecimiento, se tiende a la idea del ma- yor como alguien que cambia hacia una persona más rígida y egocéntrica, que su personalidad se di- fumina o se desinhibe y caricaturiza. aunque hay casos en los que puede darse esta situación de cam- bio, según diversos estudios, aspectos principales de la personalidad como las experiencias, preferencias, valores, creencias, esperanzas o miedos son estables en la persona107. Desde los modelos de rasgos, tam- bién se apoya esta idea, añadiendo que, si bien cier- tos constructos centrales de la personalidad no cam- bian, otros como las actitudes, el locus de control o el propio autoconcepto sí pueden cambiar, en pro de realizar los ajustes necesarios en el proceso de en- vejecimiento procurando la mayor estabilidad y continuidad de la persona en su propia evolución. Con respecto a las alteraciones y trastornos de la personalidad, poco se conoce. Si, tal y como se menciona en el capítulo dedicado a este fin, no son pocos los problemas para diagnosticar y diferenciar o determinar la concomitancia entre los trastornos del Eje I y del Eje II, esta dificultad se hace más pa- tente al valorar los trastornos de la personalidad en- tre los mayores, ya que se añade la falta de instru- Psicopatología de la vejez / 645 © Ediciones Pirámide 105 Blazer (1984). 106 Moene et al. (2000). 107 Johnson, McGue y Krueger (2005); Zarit y Haynie (2000). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 645 mentos adecuados para estudiar esta problemática en esta población. tradicionalmente se ha referido una suaviza- ción de las manifestaciones alteradas de la persona- lidad, tendencia entonces a conductas menos desa- daptadas. En los estudios epidemiológicos, se observan cómo las presentaciones del grupo B se moderan (sobretodo el trastorno antisocial y lími- te), mientras que se incrementa la importancia del grupo C (especialmente la personalidad compulsi- va) y tal vez del a108. Con respecto al grupo B pue- de que con los años se gane en madurez, o dicho de otro modo, se pierda impulsividad y se mejore el manejo de las situaciones vitales109; en el caso del grupo C, el alza puede deberse a que las pérdidas habituales entre los mayores (relaciones sociales, salud o autonomía, por ejemplo) favorecen el asen- tamiento de sintomatología depresiva subclínica110. De este grupo C sobresalen las formas evitadora, compulsiva de la personalidad y dependiente111, pero no queda claro si esta última responde a sesgos y expectativas del observador o a un patrón disfun- cional (no un trastorno) incrementado, al perder la persona mayor capacidad de control sobre el con- texto. Por ejemplo, Segal et al.112 observaron que las formas dependientes estaban sobrerrepresenta- das en las residencias para mayores, lo contrario que las formas esquizoides e incluso evitadoras. Estos autores también observan que las formas pa- ranoide y esquizotípica (grupo a), o se mantienen o se agravan, como sucede con el controvertido trastorno límite de la personalidad. Según hemos observado, en algunos casos con trastorno paranoi- de de la personalidad se produce un fenómeno de aferramiento y empobrecimiento si mantiene la re- lación con el cónyuge u otro residente en el caso de institucionalización. Da la impresión de que la pa- tología no se agrava porque la relación le permite un contacto a distancia con el entorno, con la pareja como parapeto. En este último caso, trappler y Backfield113 han puesto de manifiesto que en lugar de una suavización de las manifestaciones del trastorno límite, con la edad hay una transformación que pasa desapercibi- da. Señalan que debido a los diversos tratamientos que reciben y a la fragilidad física de muchos mayo- res, lo que sucede en realidad es que tienden a una somatización de los síntomas, lo que sigue trastocan- do y trastornando las relaciones con los demás. De hecho, lo autores se plantean si en realidad debería considerarse como un subtipo aparte, dado que pue- de ser únicamente una alteración del contenido psi- copatológico en un proceso de adaptación. la aplicación de los diferentes modelos o teorí- as de la personalidad resulta difícil en el caso de los mayores porque la probabilidad de que existan pro- blemas físicos o se agraven alteraciones psicológi- cas previas es muy elevada114. Gatz et al.115 señalan la importancia de las alteraciones de la personali- dad de aparición tardía en su conexión con la de- mencia frontal o como factores de vulnerabilidad para la depresión tardía. En definitiva se muestran problemas que abarcan a la propia definición del trastorno de la personalidad y, consecuentemente, se traduce en un solapamiento con otras alteracio- nes, somáticas o no, con la propia maduración mar- cada por el desarrollo. 3.6. Alteraciones de la sexualidad, sueño y alimentación la alimentación, el sueño y la sexualidad son los temas en los que se hace más evidente la rela- 646 / Manual de psicopatología clínica © Ediciones Pirámide 108 Condello, Padoani, uguzzoni, Caon y De leo (2003). 109 tal vez sea el resultado de la mayor mortalidad de las perso- nas encuadradas en este grupo dada la conflictividad y peligrosidad de sus conductas. En un estudio no se destaca la moderación de los cluster a y C con la edad (van alphen, Engelen, Kuin y Derksen, 2006). Son perfiles de elevada utilización de los servicios hospitala- rios (Benjamin et al., 2009). y tal vez empeore el curso de las ma- nifestaciones depresivas concurrentes (abrams et al., 2001). 110 abrams y Horowitz (1996). 111 Es característica la asociación de la distimia con este cluster C: trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad y por evitación (Devanand et al., 2000; Martín Carrasco, 2002). 112 Segal, Coolidge y Rosowsky (2000). 113 trappler y Backfield (2001). 114 Muchos estudios apelan al deterioro cognitivo y desarrollo de procesos demenciales en el origen de las transformaciones graves de la personalidad en el anciano (lautenschlager y Förstl, 2007). 115 Gatz, Kasl-Godley y Karel (1996). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 646 ción entre componentes biológicos, psicológicos y sociales del ser humano. Con respecto a la sexualidad, como un concepto amplio que no sólo abarca una función genital sino también el funcionamiento afectivo, la capacidad de relacionarse, de estrechar lazos y expresarlos, y de ganar en intimidad, no tiene por qué limitarse con los años. De hecho, se ha constatado que el in- terés por la sexualidad se mantiene hasta edades muy avanzadas y no se alteran tanto los hábitos se- xualescomo la frecuencia de los mismos116. Muchos factores intervienen en los cambios que tienen lugar, desde la influencia del propio enveje- cimiento en el plano corporal y en las actitudes y percepción de la propia sexualidad, a factores como la enfermedad, la discapacidad e incluso la propia disponibilidad de pareja. lópez y olazábal117 insis- ten en la importancia de la educación recibida y las actitudes hacia la sexualidad; es lo que estos auto- res denominan la sexofobia, y que se retroalimenta por parte de una sociedad que no tiene en cuenta la sexualidad de los mayores y les aparta socialmente. Por todo esto, se considera que el mejor predictor de sexualidad en la vejez es un patrón sano durante la adultez y, probablemente, las próximas genera- ciones de mayores serán sexualmente más activos y estarán más interesados en la sexualidad que los de hoy118. Desde un punto de vista clínico se destaca la importancia de la disfunción eréctil en el varón y, menos estudiado, la falta de lubricación vaginal en la mujer. El estudio de los factores contribuyentes y generadores pasa necesariamente por una identi- ficación precisa de los cambios relacionados con la edad, la presencia y tipo de enfermedades, los efec- tos de la medicación o el consumo de sustancias119. Con todo, en el ámbito de las disfunciones sexuales (y las dificultades con la adecuación de la pareja), son igualmente destacados problemas de índole psi- cológico como la manera de enfocar las relaciones sexuales, la pérdida de atractivo físico o las ansie- dades ante la sexualidad y la ejecución120. Por ejem- plo, puede no atenderse a una mayor necesidad de tiempo para lograr la excitación, a un menor vigor en la respuesta sexual o, simplemente a la no dis- ponibilidad de compañero/a. En algunos casos he- mos observado que personas de edad avanzada muestran dificultades porque, a menudo, y en las relaciones heterosexuales, ellas demandan mayor afecto y calidez en la relación; mientras ellos atri- buyen rechazo a la actividad sexual cuando dismi- nuye la frecuencia o posibilidades de llevar a cabo dicha actividad. algunos mayores se quejan de apreciar claramente efectos de la medicación (sobre todo psicofármacos), de una clara disminución de deseo sexual o de la interferencia de algunas enfer- medades físicas. En cuanto a las alteraciones del sueño, si bien las características del sueño van cambiando con la edad (menos continuidad, menos reparación, me- nos eficiencia…), un 35 por 100 de las personas mayores refieren alguna dificultad relativa al sue- ño121. Sobresalen las disomnias, especialmente el insomnio primario por sus consecuencias negativas sobre el estado de ánimo, un papel favorecedor de la probabilidad de accidentes y caídas, en definiti- va, un empeoramiento de la calidad de vida. a ello se le añade, habitualmente, un tratamiento farma- cológico que acaba ocasionando, a la larga, efectos del tipo tolerancia y dependencia122. Se han desta- cado también las disomnias relacionadas con la res- piración, especialmente la apnea obstructiva. De los trastornos que aluden al ritmo circadiano po- siblemente no es tan destacada la importancia del sueño retrasado como el síndrome de la fase ade- lantada de sueño, propio de los ancianos, que pro- duce somnolencia, despertar temprano y requiere de un diagnóstico diferencial con el insomnio123. Estas manifestaciones son importantes porque ponen de relieve la participación de factores no ex- clusivamente físicos y requieren de un cambio de hábitos programado, de promoción de conductas Psicopatología de la vejez / 647 © Ediciones Pirámide 116 Claver Martín (2002). 117 lópez Sánchez y olazábal ulacia (1998). 118 lehr (2002); Whitbourne (1998). 119 avina, o’Donohue y Fisher (2000). 120 Pedersen (1998). 121 Blazer, D. (1996). 122 Buela-Casal y Espinosa-Fernández (1999). 123 Martin, Shochat y ancoli-Israel (2000). 20-Cap 20:00-primeras 18/08/11 15:45 Página 647 saludables e incluso de una intervención más espe- cífica. Por ejemplo, se ha demostrado la efectividad de la higiene del sueño (evitación del ejercicio físi- co excesivo antes de dormir, del consumo de exci- tantes…), el control de estímulos (uso de la cama sólo para dormir, eludiendo la realización de acti- vidades como la lectura o la visión de la televisión) y la restricción del sueño sobre el insomnio (extin- ción de las «cabezadas» diurnas). Del mismo modo la acción dirigida al sobrepeso y la higiene del sue- ño han obtenido buenos resultados en algunos casos de leves a moderados de la apnea obstructiva del sueño. Haciendo referencia a la alimentación, los sen- tidos del gusto y del olfato pueden verse alterados con el paso de los años. Estos cambios repercuten en el disfrute de la comida y en su preparación. De este modo, muchos mayores tienden a volverse se- lectivos con respecto a los alimentos y empiezan a desinteresarse por saborear la comida. Influyen de- cisivamente en la apetencia e interés por la comida factores del tipo dietas por otras enfermedades, ina- decuada presentación de los alimentos, alimenta- ción monótona, vivir solo, necesidad de ayuda para hacer la compra, entre otros124. Esto es especial- mente marcado en cuadros como la depresión, lo que da lugar a un círculo vicioso de escaso apetito, poco interés por variar o hacer más atractiva la co- mida, reducción y pobreza de los alimentos, etcéte- ra125. Con respecto a las situaciones de desnutrición en las personas mayores, las principales causas se relacionan con problemas médicos y farmacológi- cos, acompañando también a trastornos como la de- presión, la demencia, el alcoholismo o el duelo, lle- gando, en algunos casos graves o de fase avanzada (demencia) a necesitar el uso de sondas nasogástri- cas y complementos vitamínicos y proteicos, así como líquidos, que aseguren en lo posible, al me- nos un mínimo de funcionamiento corporal. Puede diferenciarse entre marasmo, por inanición, conse- cuencia de la pobreza, la incapacidad física o men- tal, propia de enfermos crónicos y mayores institu- cionalizados y la desnutrición proteico-calórica, en respuesta metabólica a un estrés patológico, propio de infecciones, insuficiencia cardíaca o respiratoria, fracturas de cadera o de úlceras por presión. los casos de anorexia pueden verse en la ve- jez, tratándose casi siempre de antiguos enfermos que han resistido durante años y con recaídas. Hemos tenido ocasión de ver a una mujer de 72 años con una historia prolongada de trastornos de la conducta alimentaria que consulta a raíz de pro- blemas maritales. la sintomatología resulta muy estable e incluso verbaliza sus comportamientos con cierta distancia dada la ritualización de su vida. anorexia restrictiva que, en los últimos años, care- ce de forma exclusiva de pérdida de control y don- de la paciente se ve «favorecida» porque «a mis años tengo menos ganas de comer» (sic). los casos de nueva aparición son excepcionales y requieren de un diagnóstico diferencial, como la práctica totalidad de los trastornos a estas edades, con respecto a otros trastornos mentales (trastornos del estado de ánimo o trastornos psicóticos) y a en- fermedades médicas. algunos casos de aparición tardía se dan entre mujeres mayores de 65 años, con mayor nivel educativo y que siguen dietas para lo- grar estar más delgadas aunque tengan un peso nor- mal126, por lo que es posible que las generaciones futuras, en las que el nivel educativo medio es su- perior a la actual, presenten más problemas relacio- nados con los trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia, la bulimia o el trastorno por atra- cón. 3.7. Alteraciones del control del comportamiento y adicciones El mal uso, el abuso y la dependencia de sus- tancias en las personas mayores no se identifica con facilidad. De hecho, términos como la dependencia, entendida como aumento de tolerancia y presencia de síndrome de abstinencia en ausencia de la sus- tancia, no siempre se ajusta a las personas mayores. 648 / Manual de psicopatología clínica © Ediciones Pirámide
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