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20-Cap20

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1. INTRODUCCIÓN
En este capítulo describimos los fenómenos psi-
copatológicos desarrollados en los capítulos prece-
dentes con la idiosincrasia de su aparición en la úl-
tima etapa vital de nuestra existencia. Con ello, no
tratamos de estimar que la disfunción psicológica
es algo común durante el envejecimiento, sino que
la explosión demográfica y el aumento de la espe-
ranza de vida justifican una atención especial que
detecte la vulnerabilidad y estimule la capacidad de
adaptación de nuestros mayores1.
En general, existen dos visiones antagónicas so-
bre el proceso de envejecimiento. Por un lado, una
perspectiva pesimista, considerando la vejez como
un período de pérdidas en todos los aspectos, pro-
vocando una alta vulnerabilidad al padecimiento de
enfermedades físicas y psicológicas: el envejeci-
miento como deterioro; por otro lado, una visión
más optimista y que compartimos, en la que cierta-
mente se producen pérdidas, pero también ganan-
cias y perfecciones, pudiendo llegar a convertirse en
una etapa en la que la experiencia personal, el sosie-
go y la competencia para disfrutar de la vida, llenen
a los mayores de una enorme satisfacción: el enve-
jecimiento exitoso. las personas mayores, en líneas
generales, continúan siendo eficaces, mantienen una
adecuada sensación de control y conservan una vi-
sión positiva de su autoconcepto y del desarrollo
personal2. Compatible con este hecho, que observa-
mos en nuestro trabajo diario con población geron-
tológica, se observa una suavización y disminución
de las manifestaciones psicopatológicas en general3.
En consecuencia, merece la pena deslindar la idea
del deterioro como sinónimo de vejez por un lado,
y de entender que el alcance de una visión más
adaptativa y culminante del proceso de envejeci-
miento le confiere un sentido de avance o progreso,
por el otro; así las cosas, en el caso de producirse al-
guna dificultad o trastorno de inicio tardío sería pre-
sumible y factible la recuperación y no la asunción
incuestionable del declive definitivo.
Por otra parte, cuando las alteraciones psicopa-
tológicas aparecen, lo hacen con ciertas particula-
ridades con respecto a los mismos fenómenos en
edades más tempranas, lo cual convierte su detec-
ción, valoración, diferenciación e intervención en
un desafío, existiendo la opinión entre diversos au-
tores de la insuficiencia de las clasificaciones diag-
nósticas a la hora de identificar y comprender los
trastornos mentales en esta población4.
algunos aspectos a tener en cuenta a la hora de
conocer la psicopatología en los mayores incluye la
diversificación observable en un mismo trastorno
© Ediciones Pirámide
Psicopatología de la vejez
CRIStINa GóMEZ MáRquEZ, MaRía CRIStINa SENíN CalDERóN 
y JuaN FCo. RoDRíGuEZ tEStal
20
1 España es uno de los países que cuenta con un mayor número
de personas mayores. De los 45.2 millones de españoles, 7.7 millo-
nes (16.7 por 100) tienen más de 65 años, de los cuales un 28.45 por
100 son mayores de 80 (Mateos, Franco y Sánchez, 2010). El INE,
estima que para 2060 tendremos una población envejecida donde un
tercio de ella será mayor de 65 años (Instituto de Mayores y
Servicios Sociales, 2009).
2 Reig Ferrer (2000).
3 Stanley y Beck (2000); Weeks, Kalucy y Hill (2009).
4 Edelstein, Martin y McKee (2000); Zarit y Haynie (2000).
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en las personas que lo presentan. así, algunos pa-
decen el trastorno desde épocas pasadas sufriendo
la cronicidad o recaída del mismo; otros sufren sín-
tomas o trastornos por primera vez a avanzada edad
(inicio tardío); en la mayoría de los casos, dicha
manifestación aparece acompañada y/o influye en,
o es influida por, otras enfermedades físicas y psi-
cológicas; y sobre todo, cada individuo llega a esta
etapa con un bagaje personal que de un modo u otro
interviene en su afrontamiento de los diversos
acontecimientos y padecimientos5.
a estas dificultades se suma, la tendencia de los
mayores a no acudir al especialista en salud mental
y a no mostrar quejas sobre aspectos emocionales
o mentales. Esto puede deberse al miedo a resultar
estigmatizados y/o al desconocimiento de lo que le
sucede, mostrando más quejas somáticas o los lla-
mados síntomas atípicos, lo que dificulta la detec-
ción e intervención de los diferentes trastornos6. al
mismo tiempo, por parte de la sociedad, puede ha-
ber una tendencia a pensar que las «quejas» son es-
perables a estas edades y a no darle importancia
cuando acuden a recibir atención. 
otros aspectos que justifican la existencia de este
capítulo son la abundancia de quejas y consultas a los
profesionales de lo que se conoce como psicopatolo-
gía menor o subumbral pero que ocasiona una pérdida
en la calidad de vida del mayor7, el papel decisivo de
condicionantes biológicos, la comorbilidad, la posible
presencia de deterioro cognitivo y la polifarmacia8.
2. APROXIMACIÓN A LA PSICOPATOLOGÍA
GENERAL EN LAS PERSONAS MAYORES
Con el objetivo de procurar en el lector una vi-
sión general de la psicopatología de las funciones,
procesos cognitivos y emocionales, comentaremos
brevemente algunos conceptos con características
especiales en esta población, que sirvan de apoyo,
por un lado, a la comprensión de la psicopatología
clínica expuesta posteriormente, y por otro, a la in-
tervención gerontológica.
Entre los cambios conocidos en la función y
procesos atencionales, destacan mayor distraibili-
dad, disminución de los niveles de alerta – arousal
y mayor dificultad para ejecutar más de una tarea
simultáneamente (atención dividida)9. los concep-
tos clínicos más relevantes que se manejan en la
psicopatología de la atención en personas mayores
son los de distraibilidad (oscilaciones bruscas),
inatención (dificultad para cambiar el foco), fatiga-
bilidad y apatía; a los que Gastó10 añade la desa-
tención o síndrome de negligencia11.
En cuanto a la memoria, se trata de una de las
funciones más estudiadas entre las personas mayo-
res, en parte por la asociación de su declive con los
trastornos neurodegenerativos, y en parte, porque
los fallos en la misma constituyen una de las quejas
más frecuentes en esta población. aparecen proble-
mas en la recepción de la información, relacionado
con los déficit atencionales y/o perceptivo-senso-
riales; dificultades en la codificación/retención de
la información, incluyendo la necesidad de un ma-
yor esfuerzo para inhibir la información irrelevante
y organizar la información que desea almacenar,
existiendo mayor lentitud en los procesos12; y en la
recuperación de información ya almacenada se re-
quiere de más tiempo que cuando se es más joven
(abundan las dismnesias). Se añaden problemas
para discernir entre los hechos reales e imaginados
o el establecimiento de la fuente precisa de los re-
cuerdos13, lo que puede influir en la tendencia a la
suspicacia observada por algunos autores. Entre los
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5 un estudio sueco en donde participaron 338 mayores de 95
años, halló que dos tercios de los evaluados padecía algún tipo de
trastorno mental (incluida la demencia). la prevalencia mensual fue
del 52 por 100 para la demencia, el 8 por 100 para la depresión, 4
por 100 para la ansiedad y 3 por 100 para los trastornos psicóticos.
Cuando se excluyó la demencia al menos un tercio padecía un tras-
torno mental (17 por 100 depresión, 9 por 100 ansiedad y 7 por 100
trastornos psicóticos) (Börjesson-Hanson et al., 2010).
6 livingston, Watkin, Milne, Manela y Katona (2000).
7 Baca Baldomero (2001).
8 Cervilla Ballesteros y agüera ortiz (2002).
9 álvarez loro, Moreno Rodríguez y lópez lópez (2006).
10 Gastó Ferrer (2002).
11 El síndrome de negligencia o desatención incluye inatención,
acinesia (hipoactividad física o motora) y negligencia hemiespacial
(alteración de la capacidad de percibir la naturaleza de objetos de un
hemicampo determinado).
12 light (2000); Salthouse (1998).
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olvidos más frecuentes se encuentranlos olvidos de
nombres y caras; de números o fechas; de lugares
donde se colocaron objetos; de objetos que se de-
ben o se quieren llevar a un determinado lugar; o el
fenómeno de la punta de la lengua14.
las alteraciones que conciernen a la percepción
y la imaginación se han estudiado muy poco en el
ámbito de la gerontología. Para ser más exactos, las
alteraciones perceptivas han sido analizadas funda-
mentalmente en el contexto de la demencia, del de-
lirium o en trastornos psicóticos sin alteración de la
conciencia (alucinosis). Se observa dificultad en la
identificación del origen del recuerdo (si fue visto,
oído, contado, en un dibujo, o por parte de quién) y
de la fuente (por ejemplo, si es fruto de sus pensa-
mientos o de algo que viene de fuera)15. al mismo
tiempo, ciertas alteraciones perceptivas, como las
ilusiones, pueden estar relacionadas con la disminu-
ción de las capacidades sensoriales que pueden lle-
var a malinterpretaciones visuales o auditivas16.
En cuanto a las anomalías del juicio y las cre-
encias, entre los mayores se ha informado de una
mayor tendencia a la suspicacia aunque no de desa-
rrollo de ideación delirante17.
las habilidades verbales están conservadas en
la vejez. Sin embargo, hay algunos déficit relacio-
nados con la edad como la recuperación de pala-
bras, la fluencia o en la realización de tareas que re-
quieren comprensión y recuerdo inmediato de
oraciones. Se ha puesto de manifiesto que en el en-
vejecimiento existe más un problema de ejecución
que de competencia; no se trata pues tanto de la im-
portancia de la ausencia de la palabra como de la
dificultad en la recuperación de la misma18. En el
procesamiento automático y, en general, en las ta-
reas de comprensión obtienen tan buenos resultados
o superiores incluso a las personas de otras edades. 
las presentaciones clínicas del lenguaje expresi-
vo incluyen, las disnomias y la anomia19 (dificultad
para nombrar objetos o conceptos); circunloquios
(rodeos para decir algo determinado), parafasias
(deformaciones formales o sustituciones completas
de palabras) y perseveraciones (repetición de pala-
bras o frases sin objetivo alguno), entre otras.
las anomalías del reconocimiento, especialmen-
te las agnosias (ausencia de reconocimiento, siendo
capaz de explicar sus propiedades, pero no puede re-
conocer qué es), pueden ser abordadas como un sín-
drome focal o formando parte de un síndrome más
amplio como en la demencia. Entre las agnosias más
frecuentes en esta población se encuentran la agno-
sia visual de objetos y la prosopagnosia (falta de re-
conocimiento de caras), apareciendo también la ag-
nosia auditiva (falta de reconocimiento del sonido
de objetos o del habla), la somatoagnosia (incapaci-
dad para reconocer partes del cuerpo) o las estereog-
nosias (imposibilidad de reconocer el objeto por el
tacto).
En referencia a la psicopatología de las emo-
ciones y motivación, para muchos autores hay una
suavización en las manifestaciones emocionales
(positivas y negativas) y ciertos matices producto
de la experiencia vital de los mayores. El envejeci-
miento afecta a las áreas cerebrales relacionadas
con los aspectos motivacionales (regiones prefron-
tal dorsolateral y orbitofrontal) así como sus cone-
xiones con otras zonas cerebrales. Por ello, incluso
en el envejecimiento normal se ha hecho alusión a
la aparición de la anhedonia (incapacidad para ob-
tener placer o disfrute en circunstancias que antes
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13 Ruiz-Vargas, Cuevas y lópez-Frutos (1998).
14 Enríquez (2005). El fenómeno «punta de la lengua» hace re-
ferencia a la dificultad para recordar algo que se sabe perfectamente,
en el momento y lugar que se necesita. Es un ejemplo de dismnesia.
15 Kaszniak y Newman (2000).
16 Por ejemplo, hemos observado en nuestro trabajo cómo per-
sonas mayores con problemas visuales han interpretado manchas del
suelo o las migas de pan de la mesa como bichos u hormigas.
17 Según nuestra experiencia, aparecen casos en los que debido
a ciertos fallos en la memoria, como la falta de recuerdos de verse a
uno mismo colocando algo en algún sitio, generan la sensación de
que alguien está tratando de robarle o de volverle loco.
18 Juncos Rabadán, Elosúa de Juan, Pereiro Rozas y torres
Maroño (1998).
19 Para ayudar en la diferenciación entre la anomia y la agno-
sia visual de objetos se ha de tener en cuenta que en el primer
caso la persona puede explicar para qué se utiliza el objeto o con-
cepto, mientras que en la agnosia puede mencionar sus propieda-
des (color, tamaño o forma) pero no puede reconocer qué es, para
qué sirve o se utiliza. El paciente con agnosia visual es capaz de
nombrar y explicar para qué es el objeto si se le permite tocarlo o
manejarlo.
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sí lo procuraban) y una tendencia al apartamiento
de los demás (anhedonia social)20. De este modo,
podemos encontrar una interacción entre los efectos
del envejecimiento cerebral normal (disminución
de receptores D2, aumento ventricular…) y las ex-
presiones particulares de algunas patologías en el
ámbito emocional y motivacional (por ejemplo, se
ha descrito que en la depresión de los mayores hay
expresiones donde domina tanto lo emocional, por
un lado, como el componente motivacional, por el
otro).
En cuanto al self o la identidad en el anciano,
uno de los aspectos más relevantes es que se trata
de una estructura crucial para la motivación de la
conducta, para el mantenimiento del bienestar y,
obviamente, para dar sentido de continuidad a la
persona21. los cambios físicos, sociales, relaciona-
les y cognitivos han de estar necesariamente rela-
cionados con la identidad del anciano, por ello, se
trata de un elemento a tener en cuenta en la inter-
vención con esta población, verificando el modo en
que se realizan los ajustes a dichos cambios y qué
papel desempeñan como movilizador de otras fun-
ciones y procesos emocionales y cognitivos.
3. PSICOPATOLOGÍA CLÍNICA 
DEL FUNCIONAMIENTO PSICOLÓGICO
EN PERSONAS MAYORES
3.1. Síntomas y trastornos psicóticos
En las personas de edad avanzada es relativa-
mente frecuente la presencia de sintomatología psi-
cótica, esté ligada o no al deterioro cognitivo. En
algunos casos el indicador más prominente es la
suspicacia22. Se ha estimado que la ideación para-
noide es del orden del 5 por 100, y los síntomas psi-
cóticos estrictos en su conjunto, se sitúan por enci-
ma del 10 por 100 en comunidad23. En un estudio
realizado por Sigström et al.24, encontraron una pre-
valencia de entre 0.9 y 1.2 por 100 de síntomas psi-
cóticos entre personas mayores de 70 años en ade-
lante y sin síntomas de demencia.
En general esta sintomatología se relaciona con
diferentes trastornos, destacando las demencias25,
los trastornos depresivos, el delirium o la esquizo-
frenia, o bien, resulta de expresiones reactivas o fu-
gaces en el anciano, que en el mejor de los casos no
se consolidan. tradicionalmente se han considera-
do factores de riesgo, o participantes, las alteracio-
nes sensoriales, sobre todo la pérdida de agudeza
visual y de discriminación auditiva, el aislamiento
social y la institucionalización. 
Sea como fuere, la aparición de síntomas psicó-
ticos se toma, en general, como un indicador de
morbilidad y mortalidad, especialmente para la de-
mencia, donde guarda relación con la aceleración
del deterioro cognitivo e intensificación de altera-
ciones de la conducta como la agresividad y hosti-
lidad26. En un estudio longitudinal realizado por
Östlin et al.27 en Suecia, se observó que el 65 por
100 de las personas que mostraron alucinaciones
por primera vez tras los 70 años, desarrollaron pos-
teriormente una demencia.
Por orden de frecuencia, la demencia suele
ser la causa más común en la aparición de sintoma-
tología psicótica. En éstas son comunes las ideas
delirantes celotípicas, persecutorias, y de acusa-
ción, simples y no bizarras28. aparecen delirios de
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20 lampe, Kahn y Heeren (2001).
21 Herzog y Markus (1999).
22 Blazer (2000).
23 agüera ortiz y Rubio García (2002); livingston, Kithen,
Manela, Katona y Copeland (2001).
24 Sigström, Skoog, Sacuiu, Karlsson, Klenfeldt, Waern,
Gustafson y Östling (2009).
25 Sobre todo en edades muy avanzadas (Forsell, 2000).
26 Holroyd y laurie (1999).
27 Östling, Pálsson y Skoog (2007).
28 Kalucy, Hill y Weeks (2009). Según observamos en nuestro
trabajo, personas con diagnóstico de síndrome demencial en fases
iniciales o intermedias, tienden a preocuparse en exceso por cuestio-
nes como las cartas del banco, pensando que de forma casi inevitable
son noticias de un menoscabo en su seguridad financiera, necesitan-
do ir una y otra vez a su entidad bancaria a comprobar que todo está
bien, lo cual muchas veces está relacionado con el comienzo de la
incapacidad para comprender realmente lo que está escrito en la car-
ta. En ocasiones se observa la creencia de la existencia de un idilio
amoroso entre el cónyuge y el vecino o vecina que les echa una mano
en el día a día, interpretando las señales de empatía y cordialidad
como pruebas objetivas de que son amantes.
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errores en la identificación y, aunque emergen alu-
cinaciones auditivas, suelen ser más frecuentes las
visuales, acompañándose de mayor deterioro cog-
nitivo, agitación y agresividad. Dichos delirios de
errores en la identificación pueden incluir la exis-
tencia de pensionistas fantasmas en sus casas, la
identificación del hombre del espejo en el que ellos
mismos se reflejan como otra persona con la que
conversar. también puede darse la creencia de que
la casa en la que está no es la suya y lo tienen allí
«secuestrado», porque alguien le quiere hacer daño,
con el consecuente sufrimiento que eso les genera.
Desde un punto de vista etiológico los estudios
señalan la independencia entre la demencia y la es-
quizofrenia. los hallazgos neuropsicológicos su-
gieren más una dificultad en el procesamiento de la
información nueva que en el reconocimiento o el
recuerdo en el caso de la esquizofrenia, en la que se
aprecia dificultad en el aprendizaje, en la flexibili-
dad cognitiva y la abstracción29. Para ayudarse en
el diagnóstico diferencial, además de lo expuesto,
en el caso de la demencia tipo alzheimer, general-
mente no han aparecido episodios con sintomatolo-
gía psicótica antes del diagnóstico de demencia30, y
pueden ser especialmente sensibles a los efectos ex-
trapiramidales de los fármacos antipsicóticos31.
otra de las causas comunes de padecimiento de
sintomatología psicótica, son los trastornos del es-
tado de ánimo. En el caso de la depresión de inicio
tardío, se conoce una mayor prevalencia en mujeres
y existe mayor riesgo de aparición de sintomatolo-
gía psicótica. Dicha sintomatología suele ser con-
gruente con el estado de ánimo, destacando los de-
lirios de castigo, culpa, relacionados con el cáncer
o la muerte, nihilistas, y de pobreza. asimismo, las
alucinaciones auditivas tienden a ser acusadoras o
castigadoras.
En el delirium también se dan síntomas psicó-
ticos, que pueden sobrevenirles por la dificultad
para valorar lo que ocurre a su alrededor, debido a
su estado general. los delirios y alucinaciones sue-
len ser de persecución y no tan elaborados como en
la esquizofrenia32.
aunque la prevalencia de esquizofrenia parece
disminuir con la edad, existe un pico alrededor de
los 50 años (un 10-15 por 100 de todos los casos de
esquizofrenia), para descender en la mitad de la dé-
cada de los sesenta y aproximadamente disminuye
otra mitad en los años centrales de la década de los
70 años.
Hay acuerdo en diferenciar la esquizofrenia de
inicio tardío o muy tardío (después de los 40 años
y después de los 60 años, respectivamente) de la de
inicio temprano con evolución crónica. Se observa
que los síntomas negativos en general y las altera-
ciones del pensamiento formal en particular, son
más características de los esquizofrénicos de inicio
temprano (aunque los síntomas negativos persis-
ten). En las personas con esquizofrenia de inicio
tardío hay más vulnerabilidad al padecimiento de
alucinaciones visuales, táctiles y olfativas, alucina-
ciones auditivas acusatorias (apareciendo comen-
tarios de terceras personas), delirios de persecu-
ción, síntomas positivos que disminuyen en
intensidad y frecuencia frente a los esquizofrénicos
de inicio temprano33.
Esta suavización de la sintomatología positiva,
y la estabilización del deterioro funcional y perso-
nal, también se aprecia en los pacientes esquizofré-
nicos de inicio temprano que han envejecido, lo que
puede significar que las estrategias de afrontamien-
to, espontáneos o no, se muestran más desarrolla-
dos posiblemente por la experiencia vital de estos
pacientes. Muchos de estos antiguos pacientes
muestran una visión lejana y extraña de las expe-
riencias psicóticas. a menudo nos trasladan una na-
rración sintética, de forma desapasionada aunque,
en general, sin deseo de comunicarla: Varón, 82
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29 Howard, R., Rabins, P.V., Seeman, M.V., Jeste, D.V. y the
International late-onset Schizophrenia Group (2000).
30 Broadway y Mintzer (2007).
31 Schultz (2001).
32 Hemos observado casos en los que la persona intenta ponerse
un pantalón, cuando se trata de la sábana del hospital, queriendo in-
troducir una y otra vez la pierna por una pata de pantalón inexistente
y agitándose cuando no lo consigue (delirio de acto); o casos que han
visto un «duendecillo» en la televisión, justo en el reflejo del botón
rojo de standby.
33 Howard, Rabins, Seeman, Jeste y the International late-
onset Schizophrenia Group (2000).
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años: «eso fue hace mucho,… cosas raras, de mí y
de mi familia,… sí, sí, voces, … no sé, hace mucho
tiempo y estuve en la cama mucho tiempo…» (sic).
Varón de 75 años: «perseguido por el diablo… pero
ya no pienso nada de eso. Me echaron de casa y es-
tuve en la calle hasta que me recogieron, de eso ya
no me acuerdo de nada, ¿para qué hablar?, eran ton-
terías…y luego oía la voz del psiquiatra para que
no dejara de tomar la medicación, cosas así, ya
está» (sic). una mujer de 70 años sólo acertaba a re-
cordar que le decían loca y que tuvo que agredir a
varios vecinos por las cosas que iban diciendo en
alto, sobre todo, cuando ella estaba en casa o su-
biendo las escaleras.
también se ha sugerido que la pérdida de capa-
cidad para comunicar los síntomas puede dar la im-
presión de una mejoría clínica y, en realidad, tiene
que ver con una disminución en las funciones eje-
cutivas34. la supuesta evolución caracterizada por
llegar al deterioro tras años de padecimiento de la
esquizofrenia, se cumple más frecuentemente en
pacientes institucionalizados35. también se consi-
dera que el deterioro cognitivo puede observarse
dada la acumulación de fallos y problemas médicos
entre los mayores36. aproximadamente la remisión
o los estados residuales se observan en el 50 por
100 de los casos e, igualmente, esta cifra se aplica
a los que llegan a vivir de forma socialmente ajus-
tada o independiente37.
Con respecto a los delirios aparecidos en perso-
nas con esquizofrenia con inicio tardío o muy tar-
dío, aunque no difieren mucho de los referidos en
personas más jóvenes, sí destacan algunos más par-
ticulares como los delirios de tabiques y pavimen-
tos38; el delirio del compañero imaginario tardío
(con alucinaciones más agradables y que también
se ha apreciado en la evolución de la demencia) y
los que se denominan genéricamente como de des-
conocimiento como el de negación de la edad (de-
lirio de longevidad), negación de la muerte de una
persona cercana y las identificaciones erróneas39 o
los dobles subjetivos40.
Con respecto al trastorno delirante, la preva-
lencia puntual de ideación paranoide en estas edades
en estudios comunitarios es del 4-6 por 100, mientras
que la presencia del trastorno delirante resulta muy
inferior alde la esquizofrenia41. Castle et al.42 obser-
varon este trastorno en un 11 por 100 de todos los ca-
sos con psicosis entre los mayores de 60 años, frente
al 6.3 por 100 de los menores de 25 años. Entre los
aspectos más destacables sobresale la presencia pro-
nunciada de casos de mujeres, con habituales deli-
rios de perjuicio, bien sistematizados, con antece-
dentes de personalidad marcadamente paranoide,
coincidente con lo que Kleist denominó personalidad
hipoparanoica: susceptibilidad, desconfianza, celos,
autoritarismo, irritabilidad y orgullo. El análisis bio-
gráfico de estas personas halla una buena represen-
tación de experiencias vitales de discriminación, hu-
millación y experiencias amenazadoras, frente a las
depresiones, también en los mayores, donde domi-
nan las experiencias de pérdida43.
En las personas mayores son muy destacados los
delirios de perjuicio, vinculados a diferentes facetas
del entorno más inmediato, relativos a la intrusión en
la propiedad y la reputación del anciano44. también
sobresalen los delirios hipocondriacos, de negación
de Cotard45 el delirio de parasitación (infestación,
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34 Bowie, tsapelas, Friedman, Parrella, White y Harvey (2005).
35 Harvey (2001).
36 Schultz, S.K. (2001).
37 agüera ortiz (2002).
38 los delirios de tabiques y pavimentos hacen referencia a la
creencia de que alguien o algo opera arriba del techo, bajo el suelo,
o más allá de la pared que separa la habitación donde se está; perso-
nas, animales, materiales, radiación, sonidos o gases pueden atrave-
sar una estructura que normalmente es una barrera (agüera ortiz y
Rubio García, 2002).
39 Por ejemplo, el delirio de Capgras o la creencia de que una
persona estrechamente relacionada con el paciente ha sido suplanta-
do por un impostor; el delirio de Frégoli o la creencia de que alguien
es capaz de adquirir la presencia de personas conocidas para el pa-
ciente.
40 Krassoievitch (1998).
41 urretavizcaya (2002).
42 Castle, Wesseley, van os y Murray (1998).
43 Fuchs (1999).
44 Burgermeister, Dias Cordeiro y ajuriaguerra (1970).
45 El delirio de Cotard implica la creencia de que se están des-
truyendo los órganos (se pudren), la inexistencia de los mismos, de
sí mismo, o la referencia a una inmortalidad insoportable. Por su par-
te el síndrome de Ekbom implica la creencia de haber sido infecta-
do por insectos o parásitos fuera del cuerpo, en la piel o debajo de
ésta.
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dermatozoico o de Ekbom), el erotomaníaco (síndro-
me de Clérambault)46 y los delirios de celos o infide-
lidad. De esta última modalidad, una mujer de 62
años desarrolla un delirio de celos con muchos con-
tenidos persecutorios: «ella (la amante de su mari-
do), está siempre detrás nuestra, nos sigue con el co-
che, se cruza siempre con nosotros en la calle, pasa
todos los días por donde vivimos, creo que ha alqui-
lado un piso encima nuestro» (sic). No la reconoce,
no sabría decir quién es, pero sabe que siempre está
cerca: «por cómo conducen los coches donde va
«ella»; porque veo nervioso a mi marido; porque
cuando mi marido desaparca sale un coche detrás;
por cómo contesta él al teléfono». un día pasó una
mujer hablando en alto, enfadada, y cerrando de un
portazo la puerta de su coche: «es decir, a «ella» le
molestó verme con mi marido» (sic). Es morena, o
rubia, porque llevará pelucas». Estaba segura de que
se cruzó el otro día frente a ella, estaba lloviendo. al
recordar se da cuenta de que la persona que se cruzó
era una chica joven (por el aspecto y la ropa) pero no
vio el rostro (por el paraguas), no puede explicar
más. Mejoría muy lenta. Resultaron esenciales las
vivencias de agotamiento físico y laboral, saturación
de roles como cuidadora y la pérdida de atractivo fí-
sico.
un fenómeno con cierta presencia entre las per-
sonas mayores es la psicosis alucinatoria crónica
de Ballet. Se trata de una manifestación centrada
en un cuadro alucinatorio persistente (enunciación
de actos, pensamientos adelantados, diálogo de vo-
ces, eco, robo y lectura del pensamiento… que la
persona identifica como ajena a ella), el delirio sue-
le ser secundario a las alucinaciones, como un
modo de explicar lo que ocurre, habitualmente en
mujeres, de inicio tardío, con antecedentes afecti-
vos personales y familiares, déficit visuales o audi-
tivos y buena respuesta a los antidepresivos47.
otras de las alteraciones son las formas psicó-
ticas inducidas por sustancias o debidas a una en-
fermedad, típicamente, la denominada alucinosis
orgánica. Se trata de un cuadro sobre todo alucina-
torio, con claridad de conciencia y cierta capacidad
de distanciamiento del fenómeno por parte del pa-
ciente. De este trastorno se destaca la alucinosis de
Wernicke (alucinosis alcohólica), cuadro alucina-
torio fundamentalmente auditivo, con estado de
ánimo angustioso y contenido generalmente acusa-
torio y persecutorio. En la forma crónica pueden
apreciarse contenidos delirantes mal sistematizados
siendo difícil diferenciarlos de la esquizofrenia48.
otra en la que hacer hincapié es la alucinosis de
Lhermitte, de carácter más comúnmente visual, vi-
vido con expectación y perplejidad ante el conjunto
de escenas, personas y animales de gran colorido.
El paciente lo ve fuera de sí, con crítica y aseveran-
do que es producto de su imaginación. Se observan
principalmente al caer el día y en algunos casos li-
gados al insomnio. Esta alucinosis se ha observado
acompañada de alteraciones neurológicas, oftalmo-
lógicas (síndrome de Charles-Bonnet49), delirium u
otra psicopatología.
Alteraciones del estado de ánimo: trastornos
depresivos y bipolares
la depresión no debe ser vista como una parte
normal del envejecimiento, ni ser considerada
como tal. a pesar de la visión tradicional del mayor
como alguien desvalido, melancólico o encerrado
en sus recuerdos, como si el pasado siempre fuese
mejor que lo poco que queda por llegar, los trastor-
nos depresivos parecen disminuir en prevalencia a
medida que avanza la edad. Según se observa en di-
ferentes estudios, el porcentaje de depresión mayor
es menor que en otros grupos de edad, si bien es
cierto, que formas menores como la distimia o ma-
nifestaciones subumbrales, sintomáticas o subsin-
drómicas son más frecuentes50. Por otra parte, el pa-
decimiento de trastornos depresivos se observa con
más frecuencia en mayores institucionalizados51.
la disminución de diagnósticos clínicamente
significativos de trastornos depresivos, además de
a una infraestimación de casos, puede responder al
Psicopatología de la vejez /  637
© Ediciones Pirámide
46 Pujol Doménech y de azpiazu artigas (2002).
47 Barcia Salorio (2000).
48 Cabaleiro Goás (1961).
49 El síndrome de Charles-Bonnet implica la aparición de aluci-
naciones visuales sin cortejo psiquiátrico acompañante ni trastornos
cognitivos (González Delgado, tunón y Salas-Puig, 2004).
50 luijendijk et al. (2008); Weeks, Kalucy y Hill (2009).
51 Djernes (2006).
20-Cap 20:00-primeras  18/08/11  15:45  Página 637
desarrollo de estrategias de afrontamiento activo de
las pérdidas vividas con la edad y al aumento de la
flexibilidad para modificar objetivos y planes de
vida adecuándolos a la situación real que se viven-
cia, procesos que pueden protegerle de la depre-
sión52.
Entre la sintomatología más específicamente
presentada a estas edades, existe una tendencia a
manifestar los llamados síntomas atípicos, como
quejas somáticas, dolores, apatía, quejas sobre el
mal funcionamiento de la memoria, fenómeno que
puede enmascarar una posible depresión o que pue-
den coexistir con otros trastornos mentales y físi-
cos.
Con respecto a las manifestaciones subumbra-
les o subsindrómicas, se describen en la literatura
dos síndromes de especial relevancia entre los ma-
yores. Por un lado, el llamado síndrome de desmo-
ralización53, con peso en la disforia y con cualidad
reactiva al estrés acumulado por pérdidas, enferme-
dades, discapacidades… Por otro lado, el síndromede depleción, con carga de síntomas físicos y mo-
tivacionales, alteraciones del sueño, pérdida del
apetito, retardo psicomotor… Se observa con el
avance de la edad una tendencia a la disminución o
estabilización de los síntomas disfóricos, mientras
que los de depleción aumentan.
El desfase entre la tendencia a la baja de los
diagnósticos de depresión y el aumento de sintoma-
tología depresiva entre los mayores se ha relacio-
nado con este síndrome. la observación original in-
dicaba que en esta manifestación depresiva los
síntomas se incrementaban con los años, principal-
mente desde la séptima década de vida, al contrario
de lo que se observaba en los trastornos del estado
de ánimo en esos mismos intervalos de edad.
asimismo se ha señalado que esta condición se vin-
culaba especialmente con la discapacidad y las con-
diciones físicas crónicas o debilitantes. Desde un
punto de vista clínico destacaron síntomas como la
pérdida de interés por las cosas, la retirada social,
la enervación, la desesperanza y la pérdida de ape-
tito, en lugar del humor depresivo característico u
otros síntomas destacados de la estirpe depresiva54.
Específicamente en el caso del trastorno de-
presivo mayor se han resaltado las diferencias en-
tre el inicio temprano (antes de los 60 años) y las de
inicio tardío (después de los 60 años). las depre-
siones de inicio temprano presentan una mayor vul-
nerabilidad psicobiológica: mayor historia familiar
de depresión (padres), elevados niveles de neuroti-
cismo y una mayor dependencia de sucesos alta-
mente estresantes como las pérdidas55 ,56. En las de-
presiones de inicio tardío hay un mayor riesgo
vascular57, de deterioro cognitivo58 y menor riesgo
de estrés vital, aunque una buena parte de las depre-
siones de aparición tardía exhiben estresores seve-
ros. también se ha distinguido la depresión mayor
recurrente de la depresión de inicio tardío59.
Resulta de importancia entre los síntomas depre-
sivos más acusados (o diferenciables) entre los ma-
yores los de orden cognoscitivos (desorientación,
pérdida de memoria y distraibilidad), pudiendo to-
marse las frecuentes quejas de memoria como un
signo de demencia, aplicándose incluso, el término
pseudodemencia depresiva. Como se ha mencio-
nado en líneas precedentes, esto dificulta la realiza-
ción de un diagnóstico diferencial con las demencias,
por lo que el trabajo interdisciplinar con neurólogos
y psiquiatras que realizan las pruebas físicas perti-
nentes, permitirán un mayor acercamiento a la etio-
logía subyacente. además, un estado premórbido
638 /  Manual de psicopatología clínica
© Ediciones Pirámide
52 Rothermund y Brandtstädter (2003).
53 Frank y Frank (1991).
54 Newmann, Klein, Jensen y Essex (1996). Se ha aludido tam-
bién al concepto de agotamiento de la reserva afectiva (Gatz, 2000).
Pueden analizarse casos en: Rodríguez-testal y Valdés-Díaz (2003).
55 tal vez se trate de una susceptibilidad desde el nacimiento y
vulnerabilidad debida a episodios anteriores por medio de un proce-
dimiento de sensibilización o kindling (Schoevers et al., 2000).
56 Grace y o’Brien (2003).
57 En el DSM-IV-tR (aPa, 2000a) se acepta la posibilidad etio-
lógica de la llamada depresión vascular. Se destaca la evidencia de
hiperintensidad de la sustancia blanca, mayor deterioro cognitivo y
respuesta más pobre a la terapia.
58 Ballmaier, Narr, toga, Elderkin-thompson et al. (2008).
59 Nuevamente, porque se sospecha de un componente orgánico
más claro en la de inicio tardío: disfunción ejecutiva y deficiencias
atencionales específicas (Rapp et al., 2005). Incluso se sugiere que
la disfunción ejecutiva es un marcador biológico de esta forma de-
presiva (osorio, García de lózar, Ramos y agüera, 2009).
20-Cap 20:00-primeras  18/08/11  15:45  Página 638
normal, una forma de comienzo de los síntomas cog-
noscitivos brusco, un curso y respuesta a los trata-
mientos antidepresivos positivos, apatía y problemas
de concentración que dan la sensación de distraccio-
nes, puede hacer más probable un diagnóstico de de-
presión que de demencia. Se observa que cuando se
les aplican baterías de valoración cognitiva, los pa-
cientes deprimidos tienden a abandonar la prueba o
a no contestar, mientras que los pacientes con de-
mencia, suelen confabular cuando no están seguros
de la respuesta60. Independientemente de si los sín-
tomas depresivos son un factor de riesgo para el de-
sarrollo de una demencia, si se trata de síntomas tem-
pranos de una enfermedad neurodegenerativa o si es
una reacción a los déficits cognitivos iniciales, la
aparición de síntomas depresivos en personas mayo-
res requiere de una monitorización estrecha de la
evolución61.
Con respecto a los criterios de curso, Beekman
et al.62, observaron que de los pacientes seguidos
por ellos, más del 60 por 100 permanecieron en es-
tado deprimido y sólo un 23 por 100 fueron verda-
deras remisiones, en el sentido de que otras incluían
recurrencia en el tiempo. uno de los aspectos más
importantes que concluyen estos autores es que las
formas depresivas menores, que habitualmente pa-
san desapercibidas, no se diagnostican y, a veces,
no son objeto de tratamiento, pero tienen conse-
cuencias en el tiempo que se equiparan al trastorno
depresivo mayor. a pesar de que la eficacia de la
psicoterapia para la depresión está demostrada en
esta población, a menudo queda alejada de una bue-
na parte de los casos clínicos (por razones econó-
micas, desconocimiento, falta de interés profesio-
nal, etc.)63.
la exploración del riesgo de suicidio en las per-
sonas mayores es primordial. los factores de riesgo
incluyen ser mayor, aislamiento, género masculino,
intentos anteriores, evidencias de planes, pérdidas re-
cientes, enfermedad crónica, abuso de alcohol y de
otras sustancias64. algunos factores protectores son
los sentimientos de utilidad y apoyo social, por lo
que las intervenciones preventivas deberían ir en esa
línea. El estado mental con más riesgo incluye los
pensamientos y planes, una marcada agitación, de-
sesperanza, sentimientos de inutilidad, insomnio
marcado, hipocondriasis y psicosis. En muchas per-
sonas de edad se observa una forma más expeditiva
o contundente de tratar el suicidio. los sentimientos
de ser una carga, la decepción por la vida, y la deses-
peranza son predictores de gran valor en estas eda-
des65. Ejemplos: en un varón de 64 años, con un
puesto profesional muy elevado y especializado, se
observa una frialdad extrema en el planteamiento de
la ideación de suicidio y su planificación.
observamos una negación absoluta de tristeza y, sin
embargo, una marcada decepción acerca del mundo
y las personas que le rodean. un varón de 62 años re-
calca una concepción del suicidio como una opción
más en su vida. teme hacerse daño y, sin embargo,
no descarta realizarlo en algún momento, dada su
complicada situación familiar. No transmite malestar
anímico ni tristeza de fondo. 
las manifestaciones anímicas alteradas en el
polo excitado son menos frecuentes entre los ma-
yores que las depresivas, especialmente si se refiere
a los cuadros de nueva aparición. Se suele señalar
que, conforme se gana en edad, desciende la proba-
bilidad de alteraciones maníacas, si bien es cierto
que un 11 por 100 de las recaídas se deben a la pla-
nificación de la reducción o eliminación del trata-
miento, dada por la creencia de que se da una me-
joría en la sintomatología maníaca según avanza la
edad66.
los cuadros maníacos de aparición tardía es-
tán más asociados con alteraciones neurológicas y tí-
picamente como manía secundaria, por ejemplo al
hipotiroidismo subclínico, afección frecuente en la
vejez. Esta aparición de inicio tardío, guarda relación
con la morbilidad y la mortalidad, por lo que se toma
como una manifestación psicopatológica indicadora
de mal pronóstico por su conexión con el suicidio.
Psicopatología de la vejez /  639
© Ediciones Pirámide
60 Kalucy, Hill y Weeks (2009).
61 Barnes, alexopoulos, lópez, Williamson y yaffe (2006).
62 Beekman et al. (2002).
63 Wei, Sambamoorthi,olfson, Walkup y Crystal (2005).
64 Weeks, Kalucy y Hill (2009).
65 Wenzel, Brown y Beck (2009).
66 Baldwin (2007).
20-Cap 20:00-primeras  18/08/11  15:45  Página 639
Se ha observado también una presencia más pronun-
ciada de ciclación rápida (sobre todo en mujeres).
algunas modificaciones en la sintomatología
han ocasionado que frecuentemente la manía quede
infradetectada e incluso infratratada. Para Blazer67
el estado de ánimo es típicamente irritable (más que
eufórico o expansivo) lo que añade dificultad al
diagnóstico, además de una hiperactividad menos
exagerada, pudiendo confundirse con formas de-
presivas agitadas68. asimismo, indicó que la fuga
de ideas resulta menos evidente, aparecen ideas de
tipo obsesivo e ideas delirantes de tipo paranoide.
la revisión de Van Gerpen et al.69 Refiere aumento
de la confusión, la agitación, la disforia y la nega-
tividad a un incremento en la ideación paranoide.
En una mujer de 72 años ingresada en una resi-
dencia con trastorno bipolar I se podía apreciar una
transición entre el estado depresivo y una fase maní-
aca por pequeños cambios en su comportamiento. De
esta manera, una postura más recta, pintarse las uñas
y sonreír eran señales inequívocas del cambio de po-
laridad. En plena fase se le observaba locuaz y con
mayor grado de movimientos, aunque no eran mani-
festaciones exageradas. la fase concluía con una lla-
mativa manera de maquillarse la cara, cierto rictus de
sonrisa e insinuaciones a los auxiliares varones de la
residencia. No sobresalía una ideación persistente
más allá de ponerse guapa para atraer a los hombres. 
las formas que clásicamente se han denomina-
do de pseudodemencia maníaca, por similitud con
la forma depresiva, han mostrado que el deterioro
cognitivo que la acompaña es total o parcialmente
reversible, pero requiere un exhaustivo diagnóstico
diferencial, por ejemplo, con las formas demencia-
les frontales y fronto-temporales70, los accidentes
cerebrovasculares o con el delirium (hiperactivo),
que pueden mostrar una conducta pseudomaníaca71.
En cuanto a las categorías diagnósticas se ob-
serva una mayor dominancia de las formas depre-
sivas, sin diferencias apenas entre la depresión uni
o bipolar y una importante tendencia a la recaída.
Benazzi72 observa que la forma bipolar II es menos
frecuente entre los mayores, por lo que se puede su-
poner que los cambios cerebrales pueden alterar la
presencia de hipomanía, aunque puede ocurrir que,
además, los mayores tengan más dificultades para
recordar episodios anteriores de este tipo, sobre
todo cuando están deprimidos.
3.3. Ansiedad y trastornos de ansiedad
Como se señaló en apartados anteriores, existe
un estereotipo del anciano como una persona exce-
sivamente débil y que, toda vez que es expuesto a
situaciones altamente estresantes, se ha de desen-
cadenar, sin género de dudas, una presencia mayor
de alteraciones de ansiedad o de síntomas depresi-
vos. Sin embargo, el panorama real es muy diferen-
te. la mayor parte de los estudios han mostrado
que, siendo cierto que las personas de edad se en-
frentan a situaciones nuevas y difíciles (cambios fí-
sicos y/o enfermedades, pérdidas de otros signifi-
cativos, limitaciones en los recursos económicos,
entre otros), sus temores y preocupaciones no son
significativamente diferentes ni más ineficaces que
en otras edades73. Beekman et al.74 observaron que
el envejecimiento en sí mismo o los cambios rela-
cionados con la edad no son factores de riesgo para
las alteraciones ansiosas. En todo caso, cabría decir
que la ansiedad (en términos de funcionamiento
normal) debe cumplir un papel de alerta (o de acti-
vación y reacción), pero en consonancia con la ex-
periencia que adquiere la persona a lo largo de los
años, no debiendo considerarse estos temores y pre-
ocupaciones como clínicamente relevantes75.
640 /  Manual de psicopatología clínica
© Ediciones Pirámide
67 Blazer (1984).
68 álvarez ariza, Mateos álvarez y Berrios (2002).
69 Van Gerpen, Johnson y Winstead (1999).
70 Sánchez Pérez (2002).
71 En ocasiones la manía puede diagnosticarse como confusión
aguda.
72 Benazzi (2001).
73 Stanley y Beck (2000).
74 Beekman et al. (1998).
75 Es esperable que haya sintomatología ansiosa p.ej. con res-
pecto a las enfermedades físicas crónicas, aunque eso no significa
un trastorno de ansiedad. Hombres y mujeres presentan sintomato-
logía ansiosa ante enfermedades crónicas, sin embargo, las mujeres
responden con más ansiedad ante su padecimiento y el de su pareja;
los hombres, por el contrario, se centran sólo en su malestar
(Hagedoorn et al., 2001).
20-Cap 20:00-primeras  18/08/11  15:45  Página 640
los estudios epidemiológicos, y de caracteriza-
ción de la ansiedad en las personas mayores, no son
tan prolíficos como los de depresión o demencia.
Esto puede deberse a que se observa una disminu-
ción de casos clínicos de trastornos de ansiedad sur-
giendo así, menos pacientes nuevos y mejorando
los antiguos76, mientras que existe una presencia
moderada de síntomas ansiosos como la preocupa-
ción y tensión nerviosa77. otros motivos pueden ser
la concomitancia y/o confusión con otros trastornos
como los depresivos78, los síndromes demenciales,
el enmascaramiento tras los cambios «normales» en
el envejecimiento o tras enfermedades físicas, o
bien, disminuye la detección y diagnóstico de las
manifestaciones ansiosas por considerarlas «meno-
res» en comparación con otros padecimientos físi-
cos y/o mentales.
uno de los estudios longitudinales sobre la an-
siedad, encontró una prevalencia de trastornos de
ansiedad del 4.5 por 100 en comunidad, decayendo
el porcentaje al 2.3 por 100 entre las personas de 85
años o más79. En nuestro entorno más próximo,
Montorio et al.80 hallaron una prevalencia puntual
del 14.4 por 100 de trastornos de ansiedad en una
muestra de mayores de la comunidad general. Sea
como fuere, el consumo de ansiolíticos para la an-
siedad como trastorno o como síntoma es bastante
frecuente, hecho que se constatan en estudios como
el de alonso y colaboradores publicado en 200781
sobre el abuso de psicofármacos en la población
mayor de Zaragoza, donde encontraron una preva-
lencia de consumo de ansiolíticos del 39 por 100
del total de una muestra de 3.715 personas. Este
consumo tiende a ser superior en ambientes resi-
denciales, donde puede utilizarse como medida de
contención ante la aparición de agitación psicomo-
tora o agresividad.
En términos generales, la fenomenología de la
sintomatología ansiosa es similar a la de otras eda-
des, si bien se acepta la idea de que las manifesta-
ciones físicas de la ansiedad tienen menos peso82.
los contenidos cognitivos guardan relación con las
preocupaciones que mencionamos al principio: pér-
didas de seres queridos, capacidad funcional, caerse
y no ser hallado durante horas, tener una demencia,
preocuparse por estar siempre preocupado, entre
otras. Schaub y linden83 observaron en el análisis
factorial que llevaron a cabo sobre los componentes
sintomáticos que exhibieron los mayores, por or-
den: hipocondriasis, pánico, fobia, preocupaciones
y ansiedad vegetativa. los componentes fóbicos se
observaron principalmente entre los más jóvenes y
los que vivían solos. la agorafobia ocupa un lugar
destacado entre los trastornos de ansiedad en la ve-
jez84, pudiendo ocasionar un deterioro social de mo-
derado a severo85. Se ha observado vinculada con
problemas relativos a la seguridad, por ejemplo,
hospitalización, enfermedades como un infarto de
miocardio, una fractura o una caída, en mayor me-
dida que a los indicadores corporales de las crisis
de angustia. una mujer de 67 años consulta por el
comienzo de ataques de ansiedad y desarrollo de
agorafobia. Su biografía muestra una sucesión de
pérdidas, desde los padres, marido y amistades,
hasta la muerte de su hermano, persona a la que es-
taba muy unida. la próxima boda de su único hijo
Psicopatología de la vejez /  641
© Ediciones Pirámide
76 Barlow (2002).
77 De hecho se indica que la sintomatología ansiosa llega a ser del
20por 100 entre los mayores, mientras los trastornos se identifican en-
tre el 5.5 (en uSa) y 10 por 100 (en Europa) (alwahhabi, 2003).
78 Se ha observado que los pacientes con tDM muestran inva-
riablemente comorbilidad con una o más manifestaciones de ansie-
dad. En los pacientes con depresión mayor y ansiedad generalizada
hay una correlación fuerte y positiva entre las medidas de severidad
de síntomas de depresión y ansiedad. Más del 90 por 100 de las per-
sonas con trastorno de angustia tuvieron también un trastorno del es-
tado de ánimo y el pánico estuvo presente en el 17 por 100 de los fa-
miliares con trastornos afectivos recurrentes comparados con el 3
por 100 de los familiares sin trastorno afectivo mayor recurrente
(Nemeroff, 2002).
79 Schaub y linden (2000).
80 Montorio, Nuevo, losada y Márquez (2001).
81 alonso, Saz, lobo, Ventura, De la Cámara y Marcos (2007).
82 Scogin, Floyd y Forde (2000). llamativo, sin embargo, que los
tratamientos farmacológicos tradicionales no resultan tan efectivos
en estas edades, recomendándose más claramente la terapia cogniti-
va (Bartels et al., 2003). hemos observado el trabajo específico que
hay que realizar para que el paciente diferencie algunos síntomas que
pertenecen a enfermedades ya antiguas en su historia médica de los
síntomas de activación ansiosa con el fin de impedir un efecto de re-
troalimentación e interpretación catastrófica de las señales físicas.
83 Schaub y linden (2000).
84 Krasucki, Howard y Mann (1998).
85 lindesay (1991).
20-Cap 20:00-primeras  18/08/11  15:45  Página 641
precipita el cuadro. Dice sentirse «perdida»; es
consciente de que teme que le pase algo, que se
muera y nadie se entere.
Estos componentes pueden tener el mismo efec-
to que el pánico en los jóvenes, pérdida de confian-
za y, consecuentemente, evitación de las situacio-
nes o de conductas que implican actividad
relacionada con dichas situaciones86, por ejemplo,
no sólo a no salir a la calle tras una caída con con-
secuencias físicas, sino incluso a evitar ponerse de
pie o ambular por la casa.
En el caso de la fobia social, algunos de los es-
tímulos fóbicos cambian. ya no se trata de hablar
en público, sino de la dentadura postiza o de los
temblores de alguna parte del cuerpo, por ejemplo,
que dificultan comer o escribir ante los demás. Sin
embargo, este trastorno parece que se mitiga con la
edad, disminuyen los síntomas de ansiedad y evita-
ción y con ello la incapacitación que puede produ-
cir87.
En cuanto al trastorno de ansiedad generali-
zada se aprecia una presentación bimodal88. Por un
lado, una expresión puede responder a una forma
crónica (de inicio en edades medias); por otro, una
muy ligada a las situaciones o eventos vitales de
inicio en la vejez. la primera es estable, más grave
y habitualmente acompañada de depresión. la se-
gunda es estable pero de menor invalidad y, en oca-
siones, difícil de separar del trastorno por angustia
dado que las manifestaciones de las crisis de angus-
tia (centrales en el trastorno de angustia) se atenúan
con la edad. 
El trastorno de ansiedad generalizada es con-
siderado el trastorno más prevalente de los exhi-
bidos por los mayores al mismo tiempo que se su-
giere que está infradiagnosticado89. Se ha
apuntado que es una manifestación que afecta gra-
vemente la calidad de vida de los mayores, entre
otras cosas, por su duración y porque su presenta-
ción suele ir pareja con las enfermedades somáti-
cas y la depresión. además, resulta una manifes-
tación compleja pues la tendencia a la corporali-
zación de las quejas por parte de los mayores les
lleva a consultar al médico reiteradamente y hace
difícil la separación de este trastorno de la soma-
tización y la hipocondría90. la mayor parte de las
preocupaciones se vuelcan sobre la salud y las en-
fermedades o las preocupaciones familiares91
(mientras los jóvenes lo hacen sobre las finanzas
y el rendimiento académico).
agüera y Cervilla92 señalan que la forma su-
bumbral (y tardía) es bastante frecuente (17 por
100) pero describen un síndrome de muy mal pro-
nóstico (que denominan de inundación ansiosa)
donde convergen ansiedad grave, depresión y dete-
rioro, llevando al paciente a un estado extremo de
dependencia (incluso con incontinencia y restric-
ción alimenticia), en un estilo particular de perso-
nalidad ansioso y demandador. Sin embargo, tam-
bién se ha destacado que esta manifestación no se
caracteriza por ansiedad excesiva, lo que introduce
serias limitaciones a muchas de las aportaciones al
respecto93.
El trastorno por angustia y el trastorno
obsesivo-compulsivo registran baja prevalencia en
esta etapa vital. En el primer caso, las manifestacio-
nes, cuando las hay, son leves y menos frecuentes.
una mujer de 61 años empieza a tener ataques de
ansiedad. aunque ella misma se describe como una
mujer con tendencia a la ansiedad y la preocupa-
ción, no tenía antecedentes de interés. la jubilación
de su marido, la salida de sus hijos de casa, la pér-
dida de vigor físico y mayor agotamiento al realizar
las tareas de casa, se relacionan con la aparición de
sus ataques. la intensidad sintomática es menor y
se controlan las crisis de manera rápida.
un estudio reciente ha hallado una prevalencia
puntual del trastorno de pánico en mayores de 55
642 /  Manual de psicopatología clínica
© Ediciones Pirámide
86 Stanley y Beck (2000).
87 agüera ortiz y Cervilla Ballesteros (2002).
88 Montorio (1999).
89 Montorio, Nuevo, losada y Márquez (2001).
90 Vallejo Ruiloba y Crespo Blanco (2000).
91 Schaub y linden (2000).
92 agüera ortiz y Cervilla Ballesteros (2002).
93 alwahhabi (2003). además, los tratamientos cognitivos al uso
muestran eficacia pero con un tamaño de efecto bajo (Wetherell,
Gatz y Craske, 2003). los resultados pueden no mantenerse más allá
de un año (Stanley et al. (2003).
20-Cap 20:00-primeras  18/08/11  15:45  Página 642
años en un 1.17 por 100 y una prevalencia vital del
3.72 por 10094. En el segundo, los antiguos pacien-
tes pueden agudizar sus síntomas ante situaciones
de estrés, pero, en general, estas manifestaciones
suelen ser menos egodistónicas95. los pacientes an-
cianos suelen tener menos preocupaciones acerca
de la simetría, la necesidad de saber y rituales de
conteo. El lavado de manos y el miedo a haber pe-
cado son los más comunes96.
El trastorno por estrés postraumático ha re-
cibido atención, sobre todo en otros países y en re-
lación con los veteranos de guerra o supervivientes
del Holocausto. tal vez se ha enfocado menos hacia
situaciones relativamente más frecuentes como las
que convierten a los ancianos en víctimas de accio-
nes criminales (robos, ataques, etcétera)97. a pesar
de que los ancianos temen y se preocupan por este
tipo de situaciones y de ser objetivamente más dé-
biles, lo cierto es que sólo una minoría de los que
las han sufrido (5 por 100) desarrollan un trastorno
por estrés postraumático98. Se ha sugerido que qui-
zá tenga más importancia entre los mayores la for-
ma de trastorno por estrés agudo y que la intensidad
del trastorno es similar aunque con menos reexpe-
rimentación y más hiperactivación que entre los jó-
venes99.
Con respecto al diagnóstico diferencial, en los
cuadros demenciales la ansiedad es una manifes-
tación común en sus comienzos y en los estadios
avanzados en forma de agitación100. Se han consi-
derado equivalentes ansiosos a la tensión y la agi-
tación. De hecho, se ha especulado con la idea de
que la agitación es la manifestación de la ansiedad
generalizada en la demencia y que la actividad so-
cial representa un habitual desencadenante de reac-
ciones negativas (esto depende del estilo de vincu-
lación de esta persona, es decir, más negativo en la
forma de apego ambivalente con los que ahora son
sus cuidadores).
Como es esperable, la enfermedad, y sustancias
como los fármacos o el alcohol, son condiciones
comunes que ocasionan solapamiento en el tipo de
quejas del paciente, de manera señalada, con la an-
siedad física. Por ejemplo, las manifestaciones del
trastorno por angustiarequieren una diferenciación
con respecto al infarto de miocardio o la EPoC.
otro tipo de dificultad podría calificarse como con-
secuencias o reacciones que acompañan a la condi-
ción somática, por ejemplo, enfermedades que con-
llevan habitualmente ansiedad como el Parkinson,
demencia, cáncer, diabetes, entre otras muchas, y
que depende del grado de control que tiene la per-
sona sobre dicha condición.
Probablemente una de las diferenciaciones más
complejas se refiere a la que se corresponde con los
trastornos adaptativos. los trastornos de ansiedad
pueden tener relación con ciertas situaciones, por
ejemplo, aquéllas que comprometen su salud; esto
implica que habrán de diferenciarse estos trastornos
en virtud de la magnitud de la respuesta y el tipo de
manifestaciones clínicas específicas.
Por la dificultad mencionada para realizar un
diagnóstico diferencial acertado de los trastornos de
ansiedad, como en la mayoría de los trastornos
mentales que pueden sufrir las personas mayores,
Scogin, propuso una regla, que no por haberse ex-
puesto hace años deja de tener relevancia101. Dicha
regla está basada en los siguientes pasos: descartar
depresión o delirium que incluyan síntomas de an-
siedad; descartar que se deba a efectos secundarios
de la medicación; establecer el momento de apari-
ción de la sintomatología ansiosa con relación a una
enfermedad; considerar la ansiedad primero como
una reacción de ajuste al estrés de estar enfermo
médicamente. y añadimos, valorar la posibilidad la
vivencia de un período de adaptación a una nueva
situación como la institucionalización, la disminu-
ción de ingresos, viudez, entre otros.
Psicopatología de la vejez /  643
© Ediciones Pirámide
94 En el trastorno de pánico a lo largo del ciclo vital se halló una
fuerte asociación con la agorafobia, la fobia específica, el trastorno
obsesivo compulsivo, el trastorno bipolar y los trastornos de la per-
sonalidad (Chou, 2010).
95 Krasucki, Howard y Mann (1998); Vallejo Ruiloba y Crespo
Blanco (2000).
96 Kohn, Westlake, Rasmussen, Marsland y Norman (1997).
97 Cook (2001).
98 Simpson, Morley y Baldwin (1996).
99 ortiz y Cervilla Ballesteros (2002).
100 Scogin, Floyd y Forde (2000).
101 Scogin, F.R. (1998).
20-Cap 20:00-primeras  18/08/11  15:45  Página 643
3.4. Ansiedad relacionada con la salud
Este punto trata de abordar el tema de la ansie-
dad relacionada con la salud o el cuerpo. Es escasa
la información sobre este tema en comparación con
tópicos como la depresión o la demencia, quizás
porque se asuma que es habitual que una persona
de 70 años tenga dolores y achaques varios, se que-
je sobre los mismos, incluso que sea «hipocondria-
co» y acuda regularmente a su centro de salud,
mientras que es algo sospechoso que esto ocurra en
una persona de 25 años.
El concepto de ansiedad sobre la salud102, con-
sidera un continuo de inquietud acerca de la salud
que puede llegar a un extremo de centramiento y
perturbación por síntomas o molestias corporales (a
veces muy difusos), vividos con gran malestar ante
la falta de un diagnóstico, de un tratamiento, de in-
terés o dedicación por parte de los demás y posibi-
lidad de sufrimiento, asilamiento o muerte. las ma-
nifestaciones psicopatológicas tienen en común
traslado hacia el cuerpo del malestar emocional de
la persona y a esto, de forma genérica, lo llamamos
somatización.
Esta somatización varía en el modo en el que se
utiliza el cuerpo o se expresa el malestar, funda-
mentalmente en dos de los grandes trastornos so-
matomorfos: en la hipocondría, que hace referen-
cia a una enfermedad, con resultado de incapacidad
o de muerte (generalmente cáncer, SIDa, esclero-
sis…) con alto nivel de ansiedad, y en el caso del
trastorno de somatización, donde se tiene la con-
vicción de que se padece una afección basada en
síntomas físicos o el malestar, sin énfasis en si se
trata de alguna enfermedad concreta, sino que se
hace hincapié en los motivos de porqué no se le
diagnostica y trata correctamente, lo que hace do-
minante a los síntomas disfóricos.
la presencia de manifestaciones somatomorfas
entre los mayores es baja, con tendencia a la croni-
cidad y a una mezcla de síntomas depresivos y an-
siosos. Blazer103 apunta que el trastorno por so-
matización es infrecuente y algo más prevalente
entre las mujeres (0.2-1 por 100) que entre los va-
rones (menos del 0.2 por 100). Sin embargo, la for-
ma indiferenciada tiene una presencia algo más
destacada entre los mayores: 3-5 por 100, habitual-
mente con presencia de fatiga crónica, pérdida de
apetito, dolor abdominal o síntomas genitourina-
rios. una de las manifestaciones más frecuentes en
la clínica de las personas de edad es el trastorno
por dolor, comúnmente vinculado a problemas
óseos y articulatorios (por tanto, se alude a una res-
puesta emocional exagerada e incluso dramática
cuando se dan estas enfermedades) o la depresión
(dolor benigno recurrente)104.
Con respecto a la hipocondría, la persona in-
terpreta diversas señales o cambios corporales de
forma sesgada, y, aunque pueden aparecer síntomas
(sin que sean indicadores de una enfermedad), el
paciente teme «que pasen inadvertidos médicamen-
te». Estas señales, aunque incipientes, son tomadas
como peligrosas, no se puede hacer nada contra
ellas y cualquier información corporal o externa,
como un comentario, redundan en la preocupación
de que se tiene una enfermedad grave. Por mucho
que las pruebas médicas no encuentren nada, las
personas con ansiedad hacia la salud no quedan
conformes, requieren de más y más confirmacio-
nes, sin que ninguna les alivie. Este malestar es vi-
vido dramáticamente y afecta a su vida cotidiana,
de modo que, aunque existan pruebas de que no hay
enfermedad médica de trasfondo, no debe minimi-
zarse la angustia que siente la persona en esta últi-
ma.
la sintomatología hipocondríaca suele centrar-
se en el plano genitourinario y gastrointestinal: es-
treñimiento, dificultad relacionada con el comer, en
la boca, dolores abdominales o al orinar… Cabe
destacar que la forma de hipocondría habitualmente
observada en los mayores, es más de tipo secunda-
ria a enfermedades e incluso a formas depresivas,
donde hay una confluencia de síntomas atípicos (le-
targo, debilidad, cefaleas o inmovilidad en las arti-
644 /  Manual de psicopatología clínica
© Ediciones Pirámide
102 Este concepto se ha aplicado fundamentalmente a la hipocon-
dría aunque no debe limitarse a esta manifestación (Salkovskis,
1996).
103 Blazer (2000).
104 Moríñigo Domínguez (2002).
20-Cap 20:00-primeras  18/08/11  15:45  Página 644
culaciones) tal y como se mencionó en el apartado
correspondiente. un paciente de 61 años, profesio-
nalmente en activo, entra en un estado depresivo
muy intenso. Sus antecedentes psicopatológicos in-
dican hipocondría de larga duración con exacerba-
ciones según dificultades ambientales. la hipocon-
dría emerge cuando el paciente tenía 40 años y tras
el fallecimiento del padre por cáncer. Estilo general
distímico. Por problemas laborales muy graves se
sume en un cuadro depresivo grave sin síntomas
psicóticos, con ideas de muerte, anergia, lentitud
psicomotora, anhedonia severa y presencia abun-
dante de somatizaciones. tras el inicio de la terapia
se consigue una mejora primero anímica pero que-
dando muchos síntomas físicos y atribuciones a en-
fermedades graves. la continuación de la terapia le
permite observar sin temor los síntomas corporales
habituales (palpitaciones, gases, sensación de estar
con malestar tipo «gripe»). Finamente consigue se-
parar las afecciones físicas tratables de los cambios
corporales habituales y que pueden ser respuesta a
los acontecimientos diarios.
algunas diferencias a destacar entre el síndrome
hipocondríaco y las alteraciones del estado de ánimo
podrían ser la tendencia de dirigir la ira hacia afuera
vs las autoatribuciones en el depresivo; la insistencia
de discutir sobre temas médicos vs debatir sobre
conflictos personales o interpersonales; la comuni-
cación de los síntomas de modo angustioso más quecon el sentimiento depresivo; la baja tolerancia a los
efectos colaterales de los antidepresivos en la hipo-
condría; el mayor número de antecedentes somáticos
y la menor prominencia de ideación suicida105.
Por otra parte, el trastorno de conversión es
infrecuente en la vejez y se ha demostrado que
cuando se inician en esta etapa de la vida, hay bas-
tantes casos que acaban mostrando una etiología
neurológica de base106. Sin embargo, hemos tenido
la ocasión de analizar el caso de un varón de 60
años con trastorno límite de la personalidad y una
larga trayectoria de problemas con el alcohol, an-
siolíticos, conductas autolíticas, problemas labora-
les por absentismo y conflictos con compañeros,
serie de litigios con profesionales de la salud, entre
otros problemas. En un momento dado, aparecen
unos ataques, con gran tensión motora, movimien-
tos descontrolados, temblores principalmente,
muestras de agresividad y que finalizan en un pe-
riodo prolongado de sueño y torpor. Sólo en una
ocasión se observa descontrol de esfínteres. En la
evaluación se verifica que el paciente es parcial-
mente consciente del entorno y no hay amnesia del
episodio. los análisis médicos descartan cualquier
origen orgánico. Durante la terapia, las «crisis» van
transformándose en ataques de ansiedad (más reco-
nocibles y asumibles por él y su entorno) y después
cediendo en número e intensidad.
3.5. Trastornos de la personalidad
De nuevo, haciendo referencia a los estereotipos
sobre el envejecimiento, se tiende a la idea del ma-
yor como alguien que cambia hacia una persona
más rígida y egocéntrica, que su personalidad se di-
fumina o se desinhibe y caricaturiza. aunque hay
casos en los que puede darse esta situación de cam-
bio, según diversos estudios, aspectos principales de
la personalidad como las experiencias, preferencias,
valores, creencias, esperanzas o miedos son estables
en la persona107. Desde los modelos de rasgos, tam-
bién se apoya esta idea, añadiendo que, si bien cier-
tos constructos centrales de la personalidad no cam-
bian, otros como las actitudes, el locus de control o
el propio autoconcepto sí pueden cambiar, en pro de
realizar los ajustes necesarios en el proceso de en-
vejecimiento procurando la mayor estabilidad y
continuidad de la persona en su propia evolución. 
Con respecto a las alteraciones y trastornos de
la personalidad, poco se conoce. Si, tal y como se
menciona en el capítulo dedicado a este fin, no son
pocos los problemas para diagnosticar y diferenciar
o determinar la concomitancia entre los trastornos
del Eje I y del Eje II, esta dificultad se hace más pa-
tente al valorar los trastornos de la personalidad en-
tre los mayores, ya que se añade la falta de instru-
Psicopatología de la vejez /  645
© Ediciones Pirámide
105 Blazer (1984).
106 Moene et al. (2000).
107 Johnson, McGue y Krueger (2005); Zarit y Haynie (2000).
20-Cap 20:00-primeras  18/08/11  15:45  Página 645
mentos adecuados para estudiar esta problemática
en esta población.
tradicionalmente se ha referido una suaviza-
ción de las manifestaciones alteradas de la persona-
lidad, tendencia entonces a conductas menos desa-
daptadas. En los estudios epidemiológicos, se
observan cómo las presentaciones del grupo B se
moderan (sobretodo el trastorno antisocial y lími-
te), mientras que se incrementa la importancia del
grupo C (especialmente la personalidad compulsi-
va) y tal vez del a108. Con respecto al grupo B pue-
de que con los años se gane en madurez, o dicho de
otro modo, se pierda impulsividad y se mejore el
manejo de las situaciones vitales109; en el caso del
grupo C, el alza puede deberse a que las pérdidas
habituales entre los mayores (relaciones sociales,
salud o autonomía, por ejemplo) favorecen el asen-
tamiento de sintomatología depresiva subclínica110.
De este grupo C sobresalen las formas evitadora,
compulsiva de la personalidad y dependiente111,
pero no queda claro si esta última responde a sesgos
y expectativas del observador o a un patrón disfun-
cional (no un trastorno) incrementado, al perder la
persona mayor capacidad de control sobre el con-
texto. Por ejemplo, Segal et al.112 observaron que
las formas dependientes estaban sobrerrepresenta-
das en las residencias para mayores, lo contrario
que las formas esquizoides e incluso evitadoras.
Estos autores también observan que las formas pa-
ranoide y esquizotípica (grupo a), o se mantienen
o se agravan, como sucede con el controvertido
trastorno límite de la personalidad. Según hemos
observado, en algunos casos con trastorno paranoi-
de de la personalidad se produce un fenómeno de
aferramiento y empobrecimiento si mantiene la re-
lación con el cónyuge u otro residente en el caso de
institucionalización. Da la impresión de que la pa-
tología no se agrava porque la relación le permite
un contacto a distancia con el entorno, con la pareja
como parapeto.
En este último caso, trappler y Backfield113 han
puesto de manifiesto que en lugar de una suavización
de las manifestaciones del trastorno límite, con la
edad hay una transformación que pasa desapercibi-
da. Señalan que debido a los diversos tratamientos
que reciben y a la fragilidad física de muchos mayo-
res, lo que sucede en realidad es que tienden a una
somatización de los síntomas, lo que sigue trastocan-
do y trastornando las relaciones con los demás. De
hecho, lo autores se plantean si en realidad debería
considerarse como un subtipo aparte, dado que pue-
de ser únicamente una alteración del contenido psi-
copatológico en un proceso de adaptación.
la aplicación de los diferentes modelos o teorí-
as de la personalidad resulta difícil en el caso de los
mayores porque la probabilidad de que existan pro-
blemas físicos o se agraven alteraciones psicológi-
cas previas es muy elevada114. Gatz et al.115 señalan
la importancia de las alteraciones de la personali-
dad de aparición tardía en su conexión con la de-
mencia frontal o como factores de vulnerabilidad
para la depresión tardía. En definitiva se muestran
problemas que abarcan a la propia definición del
trastorno de la personalidad y, consecuentemente,
se traduce en un solapamiento con otras alteracio-
nes, somáticas o no, con la propia maduración mar-
cada por el desarrollo.
3.6. Alteraciones de la sexualidad, 
sueño y alimentación
la alimentación, el sueño y la sexualidad son
los temas en los que se hace más evidente la rela-
646 /  Manual de psicopatología clínica
© Ediciones Pirámide
108 Condello, Padoani, uguzzoni, Caon y De leo (2003).
109 tal vez sea el resultado de la mayor mortalidad de las perso-
nas encuadradas en este grupo dada la conflictividad y peligrosidad
de sus conductas. En un estudio no se destaca la moderación de los
cluster a y C con la edad (van alphen, Engelen, Kuin y Derksen,
2006). Son perfiles de elevada utilización de los servicios hospitala-
rios (Benjamin et al., 2009). y tal vez empeore el curso de las ma-
nifestaciones depresivas concurrentes (abrams et al., 2001).
110 abrams y Horowitz (1996).
111 Es característica la asociación de la distimia con este cluster
C: trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad y por evitación
(Devanand et al., 2000; Martín Carrasco, 2002).
112 Segal, Coolidge y Rosowsky (2000).
113 trappler y Backfield (2001).
114 Muchos estudios apelan al deterioro cognitivo y desarrollo
de procesos demenciales en el origen de las transformaciones graves
de la personalidad en el anciano (lautenschlager y Förstl, 2007).
115 Gatz, Kasl-Godley y Karel (1996).
20-Cap 20:00-primeras  18/08/11  15:45  Página 646
ción entre componentes biológicos, psicológicos y
sociales del ser humano.
Con respecto a la sexualidad, como un concepto
amplio que no sólo abarca una función genital sino
también el funcionamiento afectivo, la capacidad
de relacionarse, de estrechar lazos y expresarlos, y
de ganar en intimidad, no tiene por qué limitarse
con los años. De hecho, se ha constatado que el in-
terés por la sexualidad se mantiene hasta edades
muy avanzadas y no se alteran tanto los hábitos se-
xualescomo la frecuencia de los mismos116.
Muchos factores intervienen en los cambios que
tienen lugar, desde la influencia del propio enveje-
cimiento en el plano corporal y en las actitudes y
percepción de la propia sexualidad, a factores como
la enfermedad, la discapacidad e incluso la propia
disponibilidad de pareja. lópez y olazábal117 insis-
ten en la importancia de la educación recibida y las
actitudes hacia la sexualidad; es lo que estos auto-
res denominan la sexofobia, y que se retroalimenta
por parte de una sociedad que no tiene en cuenta la
sexualidad de los mayores y les aparta socialmente.
Por todo esto, se considera que el mejor predictor
de sexualidad en la vejez es un patrón sano durante
la adultez y, probablemente, las próximas genera-
ciones de mayores serán sexualmente más activos
y estarán más interesados en la sexualidad que los
de hoy118.
Desde un punto de vista clínico se destaca la
importancia de la disfunción eréctil en el varón y,
menos estudiado, la falta de lubricación vaginal en
la mujer. El estudio de los factores contribuyentes
y generadores pasa necesariamente por una identi-
ficación precisa de los cambios relacionados con la
edad, la presencia y tipo de enfermedades, los efec-
tos de la medicación o el consumo de sustancias119.
Con todo, en el ámbito de las disfunciones sexuales
(y las dificultades con la adecuación de la pareja),
son igualmente destacados problemas de índole psi-
cológico como la manera de enfocar las relaciones
sexuales, la pérdida de atractivo físico o las ansie-
dades ante la sexualidad y la ejecución120. Por ejem-
plo, puede no atenderse a una mayor necesidad de
tiempo para lograr la excitación, a un menor vigor
en la respuesta sexual o, simplemente a la no dis-
ponibilidad de compañero/a. En algunos casos he-
mos observado que personas de edad avanzada
muestran dificultades porque, a menudo, y en las
relaciones heterosexuales, ellas demandan mayor
afecto y calidez en la relación; mientras ellos atri-
buyen rechazo a la actividad sexual cuando dismi-
nuye la frecuencia o posibilidades de llevar a cabo
dicha actividad. algunos mayores se quejan de
apreciar claramente efectos de la medicación (sobre
todo psicofármacos), de una clara disminución de
deseo sexual o de la interferencia de algunas enfer-
medades físicas.
En cuanto a las alteraciones del sueño, si bien
las características del sueño van cambiando con la
edad (menos continuidad, menos reparación, me-
nos eficiencia…), un 35 por 100 de las personas
mayores refieren alguna dificultad relativa al sue-
ño121. Sobresalen las disomnias, especialmente el
insomnio primario por sus consecuencias negativas
sobre el estado de ánimo, un papel favorecedor de
la probabilidad de accidentes y caídas, en definiti-
va, un empeoramiento de la calidad de vida. a ello
se le añade, habitualmente, un tratamiento farma-
cológico que acaba ocasionando, a la larga, efectos
del tipo tolerancia y dependencia122. Se han desta-
cado también las disomnias relacionadas con la res-
piración, especialmente la apnea obstructiva. De
los trastornos que aluden al ritmo circadiano po-
siblemente no es tan destacada la importancia del
sueño retrasado como el síndrome de la fase ade-
lantada de sueño, propio de los ancianos, que pro-
duce somnolencia, despertar temprano y requiere
de un diagnóstico diferencial con el insomnio123.
Estas manifestaciones son importantes porque
ponen de relieve la participación de factores no ex-
clusivamente físicos y requieren de un cambio de
hábitos programado, de promoción de conductas
Psicopatología de la vejez /  647
© Ediciones Pirámide
116 Claver Martín (2002).
117 lópez Sánchez y olazábal ulacia (1998).
118 lehr (2002); Whitbourne (1998).
119 avina, o’Donohue y Fisher (2000).
120 Pedersen (1998).
121 Blazer, D. (1996).
122 Buela-Casal y Espinosa-Fernández (1999).
123 Martin, Shochat y ancoli-Israel (2000).
20-Cap 20:00-primeras  18/08/11  15:45  Página 647
saludables e incluso de una intervención más espe-
cífica. Por ejemplo, se ha demostrado la efectividad
de la higiene del sueño (evitación del ejercicio físi-
co excesivo antes de dormir, del consumo de exci-
tantes…), el control de estímulos (uso de la cama
sólo para dormir, eludiendo la realización de acti-
vidades como la lectura o la visión de la televisión)
y la restricción del sueño sobre el insomnio (extin-
ción de las «cabezadas» diurnas). Del mismo modo
la acción dirigida al sobrepeso y la higiene del sue-
ño han obtenido buenos resultados en algunos casos
de leves a moderados de la apnea obstructiva del
sueño.
Haciendo referencia a la alimentación, los sen-
tidos del gusto y del olfato pueden verse alterados
con el paso de los años. Estos cambios repercuten
en el disfrute de la comida y en su preparación. De
este modo, muchos mayores tienden a volverse se-
lectivos con respecto a los alimentos y empiezan a
desinteresarse por saborear la comida. Influyen de-
cisivamente en la apetencia e interés por la comida
factores del tipo dietas por otras enfermedades, ina-
decuada presentación de los alimentos, alimenta-
ción monótona, vivir solo, necesidad de ayuda para
hacer la compra, entre otros124. Esto es especial-
mente marcado en cuadros como la depresión, lo
que da lugar a un círculo vicioso de escaso apetito,
poco interés por variar o hacer más atractiva la co-
mida, reducción y pobreza de los alimentos, etcéte-
ra125.
Con respecto a las situaciones de desnutrición
en las personas mayores, las principales causas se
relacionan con problemas médicos y farmacológi-
cos, acompañando también a trastornos como la de-
presión, la demencia, el alcoholismo o el duelo, lle-
gando, en algunos casos graves o de fase avanzada
(demencia) a necesitar el uso de sondas nasogástri-
cas y complementos vitamínicos y proteicos, así
como líquidos, que aseguren en lo posible, al me-
nos un mínimo de funcionamiento corporal. Puede
diferenciarse entre marasmo, por inanición, conse-
cuencia de la pobreza, la incapacidad física o men-
tal, propia de enfermos crónicos y mayores institu-
cionalizados y la desnutrición proteico-calórica, en
respuesta metabólica a un estrés patológico, propio
de infecciones, insuficiencia cardíaca o respiratoria,
fracturas de cadera o de úlceras por presión.
los casos de anorexia pueden verse en la ve-
jez, tratándose casi siempre de antiguos enfermos
que han resistido durante años y con recaídas.
Hemos tenido ocasión de ver a una mujer de 72
años con una historia prolongada de trastornos de
la conducta alimentaria que consulta a raíz de pro-
blemas maritales. la sintomatología resulta muy
estable e incluso verbaliza sus comportamientos
con cierta distancia dada la ritualización de su vida.
anorexia restrictiva que, en los últimos años, care-
ce de forma exclusiva de pérdida de control y don-
de la paciente se ve «favorecida» porque «a mis
años tengo menos ganas de comer» (sic).
los casos de nueva aparición son excepcionales
y requieren de un diagnóstico diferencial, como la
práctica totalidad de los trastornos a estas edades,
con respecto a otros trastornos mentales (trastornos
del estado de ánimo o trastornos psicóticos) y a en-
fermedades médicas. algunos casos de aparición
tardía se dan entre mujeres mayores de 65 años, con
mayor nivel educativo y que siguen dietas para lo-
grar estar más delgadas aunque tengan un peso nor-
mal126, por lo que es posible que las generaciones
futuras, en las que el nivel educativo medio es su-
perior a la actual, presenten más problemas relacio-
nados con los trastornos de la conducta alimentaria
como la anorexia, la bulimia o el trastorno por atra-
cón.
3.7. Alteraciones del control 
del comportamiento y adicciones
El mal uso, el abuso y la dependencia de sus-
tancias en las personas mayores no se identifica con
facilidad. De hecho, términos como la dependencia,
entendida como aumento de tolerancia y presencia
de síndrome de abstinencia en ausencia de la sus-
tancia, no siempre se ajusta a las personas mayores.
648 /  Manual de psicopatología clínica
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