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Psicología Social de los grupos, desarrollos recientes

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Psicología Social de los grupos:
desarrollos recientes1
CARMEN HUICI
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Resumen
EEl artículo trata de dar una visión panorámica de tres campos de investigación: relaciones intergrupales,
influencia mayoritaria y minoritaria, y dinámica intragrupal, tratando de señalar las tendencias más sobre-
salientes tanto desde el punto de vista teórico como metodológico en la investigación reciente en este área.
Palabras clave: Relaciones intergrupales, identidad social, influencia mayoritaria, influencia
minoritaria, pequeños grupos.
Recent developments in the Social Psychology
of groups
Abstract
The article offers an overview of three research areas within group psychology: intergroup relations, majority
and minority influence, and intragroup dynamics, trying to show the most salient trends in recent research,
both from the theoretical and methodological points of view.
Keywords: Intergroup relations, social identity, majority and minority influence, small groups.
Correspondencia con la autora: Dpto. de Psicología Social y de las Organizaciones. Facultad de
Psicología. UNED. Ciudad Univers itaria, s/n. 28040 Madrid. e-mail
CHUICI@CU.UNED.ES
© 1996 by Aprendizaje, ISSN: 0213-4748 Revista de Psicología Social, 1996, (11) 1, 3-18
INTRODUCCCIÓN
La presente revisión sobre el campo de la psicología de los grupos en sentido
amplio trata de cubrir el periodo de dos años, a partir de un trabajo de la mis-
ma naturaleza llevado a cabo por Ayestarán (1993). 
Se ha tomado como base para la revisión dos revistas estadounidenses: Jour-
nal of Personality and Social Psychology y Small Group Research, dos revistas euro-
peas: European Journal of Social Psychology y European Review of Social Psychology, y
una española, la Revista de Psicología Social. En cuanto a los monografias y ma-
nuales en 1994 se publica Small Group Research: a Handbook de Hare, Blumberg,
Davies y Kent, cuyo mayor problema es el haber sido publicado con gran retra-
so, por lo que su contenido en gran medida se solapa con el periodo revisado por
Ayestarán que cubría del 87 al 93. 
Otras obras de grupo a destacar en estos dos ultimos años son, en el campo
de la teoría, el libro sobre motivación de grupo de Hogg y Abrams (1993) o so-
bre desarrollo de grupo de Wheelan (1994), los relativos a comunicación en los
grupos (Frey, 1994, Ellis y Fisher, 1994); en el de la aplicación los de Bertcher
(1994) y Morgan sobre técnicas de grupo. Por otra parte, los Advances in Group
Processes editados por Lawler, de carácter anual incluyen capítulos sobre grupos. 
En el presente trabajo se abordan las relaciones intergrupales y las intragru-
pales asi como las contribuciones más recientes en el campo de la influencia mi-
noritaria. También se hará referencia a estudios actuales sobre representaciones
sociales en el que se pone un énfasis en las relaciones intra o intergrupales. Se
mantendrá el margen temporal antes señalado, sólo con pequeñas desviaciones
para dar cabida a desarrollos que se consideran importantes.
RELACIONES INTERGRUPALES
En el campo de las relaciones intergrupales se advierte un predominio de los
trabajos derivados de la teoría de la Identidad Social y de la Categorización del
Yo. Esto es más notorio en el caso de las revistas europeas, pero también se ad-
vierte una entrada en las publicaciones norteamericanas de la teoría de la Iden-
tidad Social. Es a esta perspectiva a la que se dará aquí prioridad, señalando sus
desarrollos más importantes. 
La Identificación Social
En cuanto a la Identificación Social se trata como variable mediadora de la di-
ferenciación intergrupal en linea con la formulación clásica de la teoría, y tam-
bién como variable independiente o dependiente. Así hay trabajos que señalan
el aumento de identificación en función del tamaño de grupo, siendo los grupos
minoritarios, de distintividad moderada, los que proporcionan bases más cen-
trales para la identificación (Abrams, 1994). También parece depender del gra-
do en que existan posibilidades de abandonar el grupo y en función del status
del mismo, en grupos de status bajo se reduce la identificación cuando se puede
salir de ellos, pero lo opuesto sucede con grupos de alto status (Ellemers, 1993).
El aumento de la identificación causada, bien por amenazas con la consiguiente
reducción de la autoestima (Branscombe y Wann, 1994) o porque se dan condi-
ciones «irritantes» (igual status y tamaño del exogrupo) (Blanz y col. 1995) pro-
ducen una denigración del exogrupo. Dado que la mayoría de los resultados en
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el marco de esta teoría se refieren a favoritismo endogrupal más que a denigra-
ción del exogrupo estos últimos resultados tienen interés porque pueden abrir la
via para el estudio del paso de la diferenciación «civilizada» que se ha venido es-
tudiando a formas más abiertas de rechazo de los exogrupos.
Por su parte Kelly (1995) ha puesto de relieve que en grupos políticos donde
la orientación es colectivista y comparativa, y de acuerdo con lo hipotetizado por
Hinkle y Brown (1990), la identificación se relaciona con la diferenciación inter-
grupal, y con el aumento de la homogeneidad endogrupal, que en este contexto
tiene un valor estratégico al presentar un frente unido de cara a los competidores.
También en estos grupos el aumento de la identificación promueve la acción co-
lectiva a través de percepciones compartidas acerca del valor y la probabilidad del
cambio social. Esta misma autora señala el papel mediador que la identificación
puede producir tras la percepción de la deprivación relativa colectiva.
Niveles de Identificación
A través de la influencia de la teoría de la categorización del yo, se dan una
serie de trabajos que tienen en cuenta niveles de identificación de forma verti-
cal, es decir con categorías de distinto nivel de inclusividad (por ejemplo iden-
tificación regional, nacional y supranacional). Además de los trabajos sobre iden-
tidad comparativa llevados a cabo en nuestro pais (Ros y col. 1988; Ros y col.
1994, Huici y Ros, 1993) que tratan de poner en relación el grado de identifi-
cación simultánea con la categoría regional y nacional con diferenciación inter-
grupal, y la valoración de entidades supranacionales, un trabajo reciente de Si-
mon y col. (1995) indica que un nivel más alto de diferenciación regional
conlleva una búsqueda de mayor distintividad del endogrupo nacional y una
mayor percepción de la homogeneidad regional que nacional. El autor señala la
aplicabilidad de la teoría de la IS a contextos sociales que incluyen grupos dife-
rencialmente inclusivos en lugar de exogrupos mutuamente excluyentes. 
Otro estudio en el que se tienen en cuenta los niveles más o menos inclusivos
de categorización y sus relaciones lo representa el estudio transcultural en el que se
trataba de ver como afectaba a la representación social de la categoría supraorde-
nada Europa las comparaciones entre región-estado (Echevarría y Gonzalez 1993).
Cercano a estos trabajos, aunque partiendo de una teorización independiente
cabe encuadrar el modelo de distintividad óptima de Marilyn Brewer (1991), de
acuerdo con el cual la identidad social se ve como una reconciliación entre las ne-
cesidades opuestas de asimilación y de diferenciación de otros. De acuerdo con
su posición, los individuos tratan de evitar autodefiniciones que sean demasiado
personalizadas, o sean demasiado inclusivas, es decir, por medio de categorías de-
masiado generales, y prefieren autodefinirse en términos de categorías distinti-
vas. Se supone que tanto la identificación con el grupo como la lealtad hacia él
son más altas en aquellas categorías que a la vez proporcionan sentido de perte-
nencia y distintividad. Tras haber obtenido apoyo preliminar para su modelo en
investigación de laboratorio ha emprendido un amplio trabajo de campo con
grupos en situaciones naturales. 
La Medida de la Identidad
Uno de los desarrollos relativamente recientes tienen que ver con la medida
de la identidad social. La elaboración de lamedida de Autoestima Colectiva de
Luhtanen y Crocker (1992) ha servido para enfrentar uno de los problemas que
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se planteaba la investigación en este campo, como es el de los efectos de la dis-
criminación intergrupal en la autoestima que no siempre se han constatado, pe-
ro probablemente debido a que se medían tales efectos en la autoestima indivi-
dual y no en la derivada de la pertenenecia a grupos. Así lo señalan, por ejemplo,
Branscombe y Wann (1994).
Entre las subescalas incluidas en la Escala de Autoestima Colectiva está la su-
bescala de identidad que puede tomarse como una medida de saliencia de la ca-
tegorización. 
Recientemente Deaux y col. (1995) llevaban a cabo un estudio de los princi-
pales tipos de identidades sociales y de las dimensiones que las diferencian. Los
tipos de identidades encontradas son los siguientes: relaciones personales; voca-
ciones; afiliaciones políticas; grupos étnicos y religiosos; y grupos estigmatiza-
dos. A cada tipo de identidad correspondían distintos dimensiones aplicables a
ellas.
El estudio de las variables socioestructurales
en la diferenciación intergrupal 
Otro ámbito que ha tenido un importante desarrollo en la investigación tie-
ne que ver con el efecto de las variables como status, y poder, tamaño de grupo
y permeabilidad de las fronteras de grupo. Este tipo de variables había recibido
mucha menor atención en la investigación anterior en la SIT. Pero comenzaron
a recibirla a partir de los trabajos de Sachdev y Bourhis. En uno de los más re-
cientes (Sachdev y Bourhis 1991) muestran que los grupos dominantes de alto
status y mayoritarios discriminan más que los subordinados y que cuando un
grupo además de no tener poder es minoritario y de bajo status muestran favo-
ritismo exogrupal. Numerosos trabajos han puesto de manifiesto la superior dis-
criminación en los grupos de alto status (Kirchler y col. 1994). En un trabajo de
Blaz y col. (1995) se puso de manifiesto una tendencia «natural» a sobreestimar
el tamaño y el status del endogrupo, lo que contrarresta la discriminación nega-
tiva, pero cuando se hace explicita la semejanza de status también se produce ese
tipo de discriminación. 
En nuestro país hay que citar el trabajo de Montalbán y Gómez (1993) sobre
efectos de la desigualdad de status en la diferenciación intragrupal e intergrupal
y los relativos a la discrepancia de status individual y grupal, y la estabilidad de
la diferenciación percibida sobre el comportamiento intergrupal (Montalbán y
Gómez, 1995).
Lindeman y Koskela (1995) ponen de relieve la importancia de las variables
como tamaño de grupo y controlabilidad de la pertenencia, teniendo en cuenta
también la dimensión de comparación. Cuando la pertenencia al grupo no es
controlable, las mayorías discriminan más que las minorías en la dimensión re-
levante para la tarea. La minoría lo hace en la irrelevante.
Los trabajos realizados por Ellemers (1993) tratan de ver los efectos de del sta-
tus relativo, la permeabilidad de las fronteras y la legitimidad del status sobre la
identificación de grupo. Se da más identificación con alto que con bajo status pe-
ro ello viene modulado por la capacidad o no de dejar el grupo,tal como se se-
ñaló anteriormente.
Un trabajo más reciente (Lalonde y Silverman, 1995) trata de ver el efecto de
la permeabilidad del grupo en las estrategias individuales o colectivas empleadas
por los individuos, teniendo en cuenta la saliencia de la categorización. Las estra-
tegias individuales se dan en situaciones de posibilidad de abandono del grupo, y
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las colectivas en condiciones de grupo cerrado cuando la categorización es pro-
minente, muy en linea con las predicciones de la teoría de la identidad social.
Otras variables y otras medidas de la diferenciación
En un trabajo reciente, empleando el Paradigma del Grupo Mínimo, Hars-
tone y Agostinos (1995) ponen de relieve la importancia de la presencia de más
de un exogrupo en la diferenciación intergrupal, pues cuando hay más de uno
ésta no se produce. Este resultado hace que se vuelva a plantear el problema del
efecto de la demanda, pues parece que la estructura de dos grupos da lugar a una
orientación competitiva.
Duck y col. (1995) observaron el efecto de diferenciación en la estimación del
impacto de los medios de comunicación, comprobado como el «efecto de la ter-
cera persona» (a los demás les influye pero no a mí) se extiende al exogrupo,
cuando se trata de valorar el efecto de los mensajes contraactitudinales. 
Otro modo de mostrar el favoritismo endogrupal se ha observado en las pre-
ferencias de pareja para una cita en un contexto multicultural (Liu y col. 1995).
Cabe referirse al estudio del favoritismo endogrupal en un contexto empresa-
rial entre hombres y mujeres directivos. Se comprobó el favoritismo en ambos
grupos aunque también una tendencia más poderosa al autoensalzamiento indi-
vidual. Es decir, que identidad personal tiene más fuerza que la identidad social
(Lindeman 1995 ).
Recientemente Maas y col. (Maas y Arcuri, 1992, Maas y col. 1995) han tra-
tado del sesgo linguistico a favor del endogrupo, que permite de forma sutil
mantener y transmitir una percepción más favorable a éste. Tiene que ver con el
empleo de lenguaje abstracto o concreto para referirse a conductas positivas o ne-
gativas. Asi las conductas positivas del endogrupo se expresan de forma abstrac-
ta y las negativas de forma concreta, dándose el patrón opuesto cuando se trata
del exogrupo. En el trabajo más reciente (Maas y col. 1995), se trata de ver los
mecanismos que están a la base de ese sesgo: la protección del endogrupo o la
existencia de expectativas diferentes concernientes a los grupos. Los resultados
apoyan esta segunda interpretación.
El efecto de Homogeneidad del Endogrupo
Este efecto ha sido estudiado por Simon (1992) quien, en contraste con los es-
tudios anteriores de la homogeneidad exogrupal, sitúa el efecto de homogeneidad
endogrupal en el contexto intergrupal y pone de relieve que tres son los determi-
nantes de la percepción de mayor homogeneidad del endogrupo: la condición ma-
yoría-minoría dándose en ésta última; la relevancia de los atributos para la iden-
tidad social, pues la homogeneidad se da sólo en los relevantes; y el contenido de
los estereotipos de los grupos que se daban en un determinado contexto social. El
efecto de homogeneidad endogrupal ha sido recientemente puesto en cuestión
por Bartsch y Judd (1993) quienes lo consideran una anomalía de la tendencia
general a considerar más homogeneo al exogrupo y atribuyen el efecto a que se da
una confusión con el tamaño de grupo (los grupos pequeños son mas homogene-
os). Estas objeciones han sido a su vez replicadas por Simon quien señala los dis-
tintos modos empleados en su investigación para separar el efecto del tamaño y a
su vez critica la investigación de Barstch y Judd al no tener en cuenta el marco
de referencia intergrupal presente en ella (Simon, 1995).
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En cuanto al efecto de aumento de la homogeneidad del endogrupo, en gru-
pos minoritarios tendría el valor de incrementar la percepción de cohesión, lo
que puede tener un carácter estratégico tal como destaca Kelly (1995) a propó-
sito de los grupos políticos. En un trabajo reciente en el que se muestra la ma-
yor tendencia a la autoestereotipia en miembros de la minoría y en miembros de
grupos de alto status minoritarios (Simon y Hamilton, 1994) los autores sugie-
ren que el efecto de homogeneidad endogrupal está relacionado con la autoeste-
reotipia.
El Efecto Oveja Negra
En una trabajo de Marques y Páez (1994) se revisa la investigación sobre el
llamado efecto oveja negra, consistente en que se puede simultanear el sego en-
dogrupal y el denigrar a los miembros indeseables del grupo. Los autores seña-
lan que aunque guarde un paralelo con el rechazo al desviante en la investiga-
ción de pequeños grupos, el efecto deriva directamente de la categorización y de
la influencia informativa referencial. El control que se ejerce es fruto de un jui-
cio subjetivoque deriva de la categorización. La evaluación de los miembros del
grupo trata de defender la identidad de grupo frente a la amenaza interior, para
asegurar la uniformidad subjetiva. Se trata de un fenómeno de diferenciación si-
multánea intra e intergrupal.
Una vez revisadas las principales contribuciones recientes en el dominio de la
identidad social y de desarrollos paralelos convendría resaltar la necesidad de un
nuevo trabajo de revisión crítica de la producción en estos últimos años parale-
lo al realizado por Abrams y Hogg en el año 1990 Social Identity Theory Cons-
tructive and Critical Advances, donde se incluyeron capítulos muy influyentes en
el desarrollo posterior, como por ejemplo, el de Hinkle y Brown significativa-
mente llamado «Comparaciones intergrupales e identidad social algunos nexos
y lagunas». Es de esperar que el próximo texto de Deschamps, Morales, Páez y
Paicheler Current perspectives on social identity and categorization lo proporcione. 
De momento hay que destacar una contribución reciente de carácter crítico
llevada a cabo en nuestro pais, como es la formulada por Ibáñez (1994) insis-
tiendo en la importancia de tener en cuenta la dimensión ideológica en el estu-
dio de las relaciones intergrupales, señalando el peligro de su descontextualiza-
ción, la necesidad de tener en cuenta el contexto sociohistórico que constituye
las coordenadas societales en los que se producen, la necesidad de un enfoque in-
terdisciplinar con particular atención a las prácticas de lenguaje como vehículo
privilegiado de la ideología. 
Representaciones Sociales y Relaciones Intergrupales
No se pretende aquí hacer una revisión del campo sino simplemente aludir a
ciertos desarrollos dentro de este área que la aproximan a la de las relaciones in-
tergrupales. Así, por ejemplo Wagner (1995) al ocuparse de problemas concep-
tuales relativos a la RS y a los criterios de definición y a los límites de su aplica-
ción, critica el enfoque centrado en el individuo que no presta atención al
proceso social y comunicativo que tiene lugar en el grupo, asi como señala la im-
portancia de la confrontación. Según observa no basta con que una representa-
ción social tengan un carácter compartido sino que deben implicar un metaco-
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nocimiento sobre los límites de su aplicación (al endogrupo o a otros exogrupos).
Pone en relación las RS con el conflicto social y con las relaciones antagónicas.
Por su parte Echevarría y col. (1994) parten de una de definición restrictiva
de las RS asociadas a la dinámica intergrupal y a la defensa de la identidad. Por
ello hay que tratar de asociar las representaciones sociales al conflicto intergru-
pal. En un estudio empírico se aborda las RS acerca de los fumadores, y mues-
tra como ciertas representaciones de corte defensivo se activan al explicitarse el
conflicto entre fumadores y no fumadores.
Millward (1995) señala el interés de poner en relación la teoría de la Identi-
dad Social con la de las representaciones sociales en un trabajo sobre las RS de
enfermeras de distinto status. Parte de la definición de RS aportada por Purk-
hardt (1993) como «universo consensuado de significados comunes en los que
los miembros de grupo se comunican e interactúan» (p. 75, cfr. Millward, 1995)
y cita la sugerencia de Breakwell (1993) sobre la utilidad de poner en relación
IS y RS para comprender, el origen uso y distribución de las RS. Ya que éstas se
pueden entender en función de los intereses grupales e intergrupales.
Por último un trabajo muy reciente de Elejebarrieta y Torregrosa (1995) se
enfoca el prejuicio como RS negativas creadas por grupos dominantes para man-
tener ciertas relaciones. Las posiciones de los grupos son las que determinan una
cierta construcción del prejuicio. En el mencionado trabajo se tiene en cuenta el
carácter de grupo dominante o dominado y las características de las fronteras de
grupo como abiertas o cerradas.
Vemos pues, que en los trabajos revisados, sin duda una pequeña muestra de
la teorización y la investigación en el campo, se advierte una tendencia a la con-
vergencia entre RS y relaciones intergrupales, o un énfasis en la necesidad de esa
convergencia. 
La reducción del conflicto intergrupal
En este terreno los desarrollos más recientes representados por los trabajos de
Gaertner y col. (1993 y 1994), tanto en laboratorio como en trabajos de campo
hacen hincapie en el proceso de recategorización como un elemento importante
para la reducción del conflicto. Cuando los miembros de grupos distintos pue-
den recategorizarse a través de la pertenencia a categorías supraordenadas (ha-
ciendo saliente la nueva categoría, o a través de tareas comunes o destino común)
se supone que esta recategorización tiene un papel mediador entre condiciones
de contacto intergrupal positivo y la reducción del sesgo. Ahora bien, un traba-
jo de Sánchez Mazas y col. (1994) pone de relieve que los efectos de la recatego-
rización y del empleo de categorías supraordenadas se ven influidos por las acti-
tudes previas de los individuos, pues cabe tanto la recategorización del exogrupo
como endogrupo, como el proceso inverso, dado que no se puede garantizar la
identificación con la nueva categoría. 
INFLUENCIA MAYORITARIA Y MINORITARIA
Un debate de la Revista de Psicología Social en el que se plantean cuestiones
candentes en relación a la influencia minoritaria puede servir de base para la re-
ferencia a los desarrollos recientes más importantes en este ámbito. Hay que co-
menzar por destacar el estudio sobre el recorrido histórico en este dominio lle-
vado a cabo por González y Canto (1995) en el que se establecen tres etapas: la
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de trabajos iniciales, la de aparición de modelos y la de diversificación de los mo-
delos. El trabajo pone de relieve la enorme complejidad tanto teórica como de la
investigación en este campo. Del conjunto resultan aparentes algunas contro-
versias pendientes que son resumidas por Mugny y Falomir (1995 p.120-121):
la frecuentemente citada por los revisores del área como es la de un proceso úni-
co o doble; la controversia sobre el impacto de la credibilidad o negación de la
fuente que da lugar a resultados aparentemente contradictorios; y la controver-
sia sobre la influencia del endogrupo y del exogrupo y cual es el papel en los efec-
tos latentes de la categorización y la identificación. 
Uno de los desarrollos más recientes el modelo de Elaboración del Conflicto
propuesto por Pérez y Mugny (1993) supone hacer frente a esas cuestiones sin
resolver, pero sobre todo es un importante intento de integración de teorías e in-
vestigaciones en el dominio de la influencia social, teniendo en cuenta la multi-
plicidad de tareas que se han empleado para medir la influencia, fuentes, nive-
les de influencia y procesos a través de los que se da la influencia. El modelo
propone el empleo de la noción común de Elaboración del Conflicto. Esta noción
se refiere al hecho de que en todo intento de influencia se trata de dar significa-
do a la divergencia con otras personas relevantes o fuentes de influencia. Como
supuestos básicos de la teoría de elaboración del conflicto se hacen los siguien-
tes: en primer lugar, habida cuenta de que los blancos de influencia se ven afec-
tados tanto por la fuente como por el mensaje, proponen que con un mismo gra-
do de divergencia distintas fuentes producirán distintas elaboraciones del
conflicto. En segundo lugar, manteniendo la misma divergencia y la misma
fuente y variando las tareas (objetivas/de aptitudes/de opiniones y tareas que no
implican socialmente), se elaborará el conflicto de distinta manera pues las ex-
pectativas epistemicas son distintas (expectativa de consenso/importancia del
error/ significado social del juicio). En tercer lugar, la proposición de la teoría es
que los distintos modos de elaboración del conflicto darán pie a distintas formas
(latente y manifiesta) de influencia en función de la naturaleza de la tarea, natu-
raleza de la fuente, y grado de divergencia. La propuesta de Pérezy Mugny va
encaminada, en lugar de a buscar una teoría única, a especificar las condiciones
en las cuales cada teoría se ajusta mejor a los procesos. 
Si se enfoca ahora a la investigación empírica vemos que los trabajos versan so-
bre algunos de los puntos de las controversias citadas, así el de Clark (1994) so-
bre los efectos de la censura en la influencia minoritaria, el de Mucchi-Faina
(1994) sobre el status de la fuente, y la actitud hacia el blanco sobre los efectos de
influencia directa e indirecta. Kozakai y col. (1994) ponen en relación la cohesión
de la fuente además de su caracter endo y exogrupal con los efectos de conversión
o polarización latente. El trabajo de Pérez y col. (1995) muestra la eficacia para el
cambio de actitud de la internalización del conflicto suscitado por la fuente mi-
noritaria. Entre los trabajos llevados a cabo en nuestro pais se observa que enfo-
can los estilos de conducta de la fuente minoritaria, en concreto la consistencia
diacrónica frente a la denegación y la censura (Canto y col. 1993b) y las fuentes
endo y exogrupales connotadas positiva y negativamente (Canto y col. 1993a) y
el tipo, grado de conflicto y categorización de la fuente (Canto y Gómez, 1993). 
Un trabajo reciente que merece destacarse es el llevado a cabo por Gebhardt
y Meyers (1995) en el que se trata la consistencia minoritaria desde una pers-
pectiva comunicativa. Señalando una carencia en la investigación en este campo
consistente en no enfocar como se lleva a cabo la comunicación en la toma de de-
cisión real. En un estudio de 16 grupos de toma de decisión se codificaron las
interacciones de los subgrupos que pueden ajustarse a lo que ellos definen como
consistencia: promoción activa de un punto de vista frente al de los oponentes,
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acuerdo entre miembros y no con la oposición y resistencia a los intentos de in-
fluencia del otro grupo y mantenimiento de la posición a lo largo del tiempo.
Según se pudo comprobar la influencia en la decisión final de grupo estaba rela-
cionada con la promoción de la propia decisión y el acuerdo con los miembros
del subgrupo asi como en el mantenimiento de la posición a lo largo del tiem-
po, apoyando así los resultados acerca de la importancia de la consistencia como
variable de influencia minoritaria.
En recientes revisiones sobre influencia minoritaria y mayoritaria (Levine y
Moreland, 1990) se señala que se inicia el estudio de la innovación fuera del la-
boratorio.
Por su parte Worchel (1994), indica que, frente a la tendencia dominante a
estudiar el tipo de pensamiento creado al conocer la opinión de la minoría, ha-
bría que tener en cuenta cual es el impacto de la minoría en la dinámica de gru-
po o, en los factores de grupo que influyen en el impacto de la minoría, tratan-
do así de incluir el estudio de la influencia minoritaria en el marco de grupo.
EL ESTUDIO DE LA DINÁMICA INTRAGRUPAL
Una revisión de este área resulta mucho más compleja por una serie de razo-
nes que se señalan a continuación. Ante la imposibilidad de llevar a cabo un co-
mentario detallado y exahustivo de los trabajos, se trata de dar una visión de con-
junto, basada en las evaluaciones de otros revisores recientes, evaluaciones que,
en ocasiones, resultan contrapuestas. También se destacan a grandes rasgos as-
pectos teóricos y metodologicos que parecen caracterizar este campo de trabajo.
En cuanto a las razones que dificultan la revisión de este área las señalan Le-
vine y Moreland en su trabajo de 1990 cuando diagnostican que está gravemente
fragmentada debido a la interdisciplinariedad, que hace que las publicaciones se
dispersen en distintas revistas, propias de cada disciplina, lo que, según ellos, lle-
va a que los logros y desarrollos sean poco visibles. Así observan que el estudio
de los grupos goza de buena salud pero fuera de la psicología social que ha per-
dido la dominancia del área. En su opinión, el relevo lo han tomado los psicólo-
gos organizacionales. Cabría añadir el interés mostrado por los comunicólogos,
quienes también se ocupan de este dominio de investigación.
En cuanto a las evaluaciones contrapuestas, vemos que Steiner en su trabajo
de 1986 «Paradigms and Groups» en el que se refiere en primer lugar a su pre-
dicción en el de 1974, pronosticando un resurgir de los grupos, predicción que,
según él, ha resultado fallida, apunta a una serie de razones de ello, siendo el ar-
gumento general que en la psicología social dominan teorías y métodos que no
facilitan el estudio de los grupos. Para resumir su posición podría decirse, con-
traparafraseando a Eugene O’Neill, que a la psicología social le sienta mal el gru-
po. Cita por ejemplo un trabajo de Lewicki (1982) en el que se consultaba a psi-
cólogos sociales prominentes cuales serían los temas de interés en la próxima
decada, mientras que el 14% señalaba que la dinámica de grupo, el 73% indi-
caba que la psicología social cognitiva. Entre las razones apuntadas por Steiner
para este estado de cosas destaca las siguientes: la observación de la interacción
no es lo más frecuente, interesa más lo que sucede dentro del individuo que un
patrón de secuencias de actos observables. Pocas veces las variables dependientes
son otras cosa que autoinformes, esto es, no suelen ser tomadas por observadores
externos; la dificultad de poner en relación los eventos observados. Esto se hace
particularmente importante en el terreno de los grupos en que hay que enfren-
tarse a una multiplicidad de variables que operan simultáneamente y donde se
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da un proceso constante, además de tener que enfrentar el problema de la reci-
procidad. Otra fuente de dificultad es la necesidad de tener en cuenta secuencias
de actos, cuando la tendencia dominante es a concentrarse en segmentos muy
cortos de acción. Finalmente el empleo de la metodología experimental que no
favorecería el estudio de procesos longitudinales.
En un trabajo mucho más reciente de Worchel (1994) significativamente titu-
lado «Puedes volver a casa otra vez: haciendo volver la investigación de grupo al
contexto de grupo con la vista puesta en las cuestiones de desarrollo», el autor tra-
ta de precisar por qué el desarrollo de grupo ha recibido menos atención en la in-
vestigación, y hace una serie de comentarios generales que en parte coinciden con
la visión de Steiner. Al hacer un diagnóstico de la situación actual como contra-
puesta a la investigación clásica en este campo, como la de Sherif o Lewin, en la
que predominaba la visión de los grupos como sistemas activos, indica que en el
presente las conductas que ocurren en grupos se extraen del contexto de grupo y
son sujetas a examen microscópico y son descritas como efectos y puntos finales de
una cadena. El interés se centra en los procesos cognitivos más que en la interac-
ción social y en la dinámica de grupo. Según el autor, uno de los peores golpes, por
ser además no intencionado, lo ha dado el trabajo desarrollado en el campo de la
identidad social y de la categorización social a través del empleo del paradigma del
grupo mínimo, promocionando el estudio de grupos no interactivos.
«uno puede leer muchos descripciones de procedimientos actuales de investigación en grupos sin
encontrar para nada un grupo de sujetos real.....los sujetos son examinados como individuos
mientras que el grupo se esconde fuera de la habitación o sólo está en la mente de los sujetos» 
(p. 207). 
Estas opiniones no son compartidas por otros revisores así Hare y colabora-
dores (1994) en el reciente Handbook of Small Group Research se refiere a un de-
clive «aparente « que coexiste con una gran producción en el campo. En mi opi-
nión, el declive y la productividad no tienen porque ser incompatibles. Por otra
parte, indican la necesidad, apuntada por numerosos autores, de un enfoque más
globalizador del estudio de los pequeños grupos y de situar su estudio en un con-
texto más amplio. Levine y Moreland (1990) indican que el énfasis en el campo
está en los aspectos prácticos de mejora del funcionamiento de lospequeños gru-
pos lo cual conlleva centrarse en problemas más complejos e interesantes. 
Aspectos teóricos en la Investigación sobre dinámica intragrupal
Levine y Moreland (1990) observan que la investigación, a pesar de su enfa-
sis práctico, no resulta ateórica sino que contribuye al desarrollo de la teoría. 
Hare y colaboradores (1994) destacan como teoría más globalizadora la de
Bales y col.: Symlog o sistema de observación múltiples de grupo. (Bales, 1985;
Bales y Cohen, 1979; para una revisión de esta posición ver Hare, 1989). Se se-
ñala la «reintegración» de la teoría de campo a cargo de Fine (1986). Otro de los
desarrollos supone la aplicación del enfoque dramatúrgico a los pequeños gru-
pos incluyendo los propios trabajos de Hare y colaboradores en esa dirección.
También desde teorías relativamente recientes se enfoca el grupo como sistema
(von Cranach y col. 1986).
Dos numeros especiales de la revista Small Group Research se dedican a exponer
en extensión algunas orientaciones teóricas e investigaciones asociadas. Así Fiske
y Goodwin (1994) intentan mostrar la posibilidad de convergencia entre la cog-
nición social y la investigación en pequeños grupos. Empiezan por señalar que de
12
las críticas formuladas en relación a la cognición social la más justificada es la re-
lativa al hecho de no tener en cuenta la interacción y considera que el marco de
los grupos pueden servir para reducir estas carencias. Así, por ejemplo, la exacti-
tud en la percepción interpersonal sería definida en este contexto como consenso
de los observadores. En segundo lugar, el proceso de dar significado a la realidad
no es un puro proceso intrapsíquico sino que adquiere importancia el significado
compartido, tanto como fruto de la interacción como para dar pie a ella. Los pro-
cesos que permiten dar sentido a la realidad no son unicamente intragrupales si-
no también intergrupales. También señala como cuando existen relaciones de in-
terdependencia se busca una mayor exactitud en la comprensión del otro. En
cuanto a los beneficios que la investigación en pequeños grupos puede obtener de
la cognición social, cita como la ecología tanto física como social de los grupos
puede afectar la capacidad de procesamiento. En cuanto a la composición de gru-
po, el aumento del tamaño de grupo, que suele ir acompañado del descenso en la
satisfacción, puede relacionarse con cuestiones de capacidad y uso de recursos
cognitivos. Otro ejemplo de cómo aunar composición de grupo y cognición so-
cial lo representa los estudios sobre el status sólo y sobre sus efectos.
Por lo que se refiere a la estructura de grupo, señala la influencia de los es-
quemas en la definición de normas y roles, o la importancia del proceso de com-
paración para el establecimiento del status dentro del grupo. En cuanto al con-
flicto, destaca la importancia de las cogniciones de los miembros sobre lo que se
está comunicando. En el dominio de las relaciones de poder, hace notar como és-
tas influyen en la evaluación del poderoso y del que no tiene poder, o la distin-
ta distribución de atención individualizada que recibe el primero frente a la ten-
dencia a estereotipar a los poco poderosos.
Como ejemplo de trabajos que entran dentro de esta propuesta, está el de
Hinsz (1995) quien destaca la importancia de los modelos mentales acerca de có-
mo los individuos interactúan con los sistemas sociales, teniendo en mente los
atributos del sistema y de la interacción. 
Otros de los desarrollos teóricos recientes tienen que ver con extensiones de la
teoría de la interacción de Bales y se han centrado en el status (tanto emergente
como generalizado a partir de otras situaciones) que organiza la interacción. En
su revisión de esta orientación Shelly (1995, pp. 316-18 ) indica que los desarro-
llos más recientes se enfocan en las propiedades relacionales que unen a los acto-
res en la interacción y en cómo los actores procesan la información mutua y acer-
ca de los nexos entre ellos (Fisek, y col. 1991; Wagner y Berger 1993). En las
teorías de los estados de expectación se pone el énfasis en cómo se forman expec-
tativas sobre la conducta mútua y en cómo se traducen estas expectativas en con-
ductas. Así pues, en los grupos «se emplea cualquier información que sirva para
diferenciar a uno de los demás del grupo o que posee valor de status... Una ca-
racteristica posee ese valor si los miembros de la sociedad se lo asignan y si el gru-
po no es homogéneo respecto a ella... Esta información de status sobresaliente se-
rá relevante para la tarea a no ser que se haga irrelevante de forma explícita» (p.
317). Las expectativas organizan la interacción y dan lugar a un orden de poder y
de prestigio. Se distingue entre «procesos de organización de estados que son pro-
piedades dinámicas de la interacción que llevan a características estructurales du-
raderas, y caracterísiticas de organización de estados que son elementos de la si-
tuación que se evalúan de forma diversa por los actores y cuyo impacto sobre los
procesos se da a través de la formación de expectativas... Así el status es una pro-
piedad organizadora de estados que afecta a los procesos de interacción que dan
lugar un orden de prestigio y de poder» (pp. 317-18). Lovaglia (1994) en un tra-
bajo reciente examina las relaciones entre status y poder. 
13
Un último trabajo que voy a destacar entre los nuevos desarrollos teóricos es
el de Sabino Ayestarán (1996) El grupo como construcción social en el que se presenta
una visión del grupo social como sistema abierto a otros grupos sociales y al en-
torno sociocultural. El grupo es una construcción sociocognitiva de los miem-
bros lo que permite una reconstrucción de significados y de relaciones sociocul-
turales en la interacción. Sitúa como eje central el manejo de los conflictos,
teniendo en cuenta distintos niveles de análisis. Este trabajo, en este momento
en prensa, aporta una teoría integradora y articuladora de niveles de los princi-
pales procesos de grupo, de la que el campo está bien necesitado. 
Aspectos Metodológicos
Un número especial del Small Group Research se hacía eco de algunos de los
problemas metodológicos presentes en esta área de investigación (Keyton 1995).
Entre ellos, cabe destacar los resultantes del hecho de estudiar a nivel grupal
variables que deben estudiarse a nivel individual y a la inversa. Así por ejemplo
los derivados de recoger datos a nivel individual para inferir los efectos de pro-
cesos grupales sobre el individuo (Hoyle y Crawford, 1995). Diversos autores se-
ñalan la necesidad de un enfoque multinivel. 
En segundo lugar los aspectos derivados de la dependencia de observaciones.
Así cuando se adopta el nivel de análisis individual y no se tiene en cuenta que
los individuos pertenecen a un mismo grupo, con la posible dependencia de las
observaciones (Burlingame y col. 1995). Proponen entre otras soluciones, el bus-
car técnicas de análisis alternativas al ANOVA como el Bootstrap.
Desde el paradigma naturalista Frey (1995) hace una crítica más drástica de
la investigación en el área de comunicación en pequeños grupos proponiendo co-
mo soluciones las siguientes: El estudio de los grupos en su contexto; el estudio
preferente de ciertos tipos de grupos: con fronteras estables pero permeables con
el entorno y que guarden una interdependencia con el sistema social; el ampliar
el campo temático más allá de la toma de decisiones en grupos de trabajo, asi co-
mo ampliando los procedimientos metodológicos, dando prioridad a la entre-
vista en profundidad.
Esta visión sobre el campo de la comunicación en grupos no la comparten
otros autores como Levine y Moreland quienes señalan que el hecho de que esté
habiendo un dominio de intereses prácticos, hace que los grupos se esten estu-
diando en contextos más naturales, eso si, con un predominio de los grupos de
trabajo y de toma de decisiones.
Por otra parte hay dominios concretos, como el estudio del pensamiento de
grupo donde se da mucho más el estudio de casos que losestudios experimen-
tales, de cada cinco estudios sólo uno es experimental (Mullen y col. 1995).
Finalmente el empleo de nuevas técnicas de análisis de la interacción de gru-
po como, por ejemplo, las propuestas desde el Modelo de las Relaciones Sociales
(Kenny y La Voie, 1984,) tal como indican Ayestarán y col. (1992) puede servir
para abrir una nueva vía al trabajo en este campo.
CONCLUSIONES
Hemos podido ver que el campo de las relaciones intergrupales muestra un
grado de integración y desarrollo coherente a partir de la dominancia de dos im-
portantes teorías. También que en este campo sería importante un esfuerzo por
14
integración de resultados y crítica. Entre los desarrollos iniciados que resultan
prometedores está los estudios de campo de carácter longitudinal como el de Et-
hier y Deaux (1994) en el que se estudia los procesos de mantenimiento de la
identidad en situaciones de amenaza por cambio de contexto, a través de la bús-
queda de nuevos puntos de anclaje de esa misma identidad.
En el terreno empírico cabe destacar la atención depertada, tanto desde la
perspectiva intergrupal como desde los desarrollos recientes en el dominio in-
tragrupal, por el estudio del status y su impacto en las relaciones intergrupales
e intragrupales.
En el área de influencia mayoritaria y minoritaria lo más notorio es el inten-
to de integración teórica de los diversos procesos de influencia que pueda servir
de marco para dar cuenta de los resultados de investigación. En este terreno y,
siguiendo las orientaciones de algunos críticos, sería de interés el estudiar los
procesos de influencia enmarcados en la dinámica grupal y teniendo en cuenta
la variable tiempo.
Por lo que se refiere al área de la dinámica intragrupal, en mi opinión es la
que plantea más problemas. Subscribo más bien la posición de Worchel, sobre
la necesidad de estudiar grupos en su contexto y teniendo en cuenta el desarro-
llo temporal. Como este autor, creo que hay que mover el péndulo y frente a ver
los grupos como esquemas más o menos fijos, hay que enfocar sus aspectos di-
námicos y su evolución en contextos naturales. Lo que implica aumentar los tra-
bajos de campo frente a los experimentales.
De los desarrollos teóricos recientes, y dada la dominancia de la cognición so-
cial, no creo que la solución vengan de ese lado, a pesar de las muchas aporta-
ciones que pueden proceder de ahí. Me inclino mucho más como los multiples
revisores de este campo por esfuerzos globalizadores que vean al grupo como un
sistema abierto y tratando de llevar a cabo una articulación de niveles, en linea
con el modelo propuesto por Ayestarán.
Otra cuestión es, cómo puede abordarse su estudio, pues a pesar de los avan-
ces metodológicos, el grupo, como señala Steiner, exige un enfoque multifactor.
No me parece casual que los investigadores se hayan ido inclinando por el tra-
bajo en otras áreas. Puede que simplemente se dejen guiar por criterios prag-
máticos. Esta opinión parece ser compartida al menos por algunos. Así Solano
(1988) habla de las dificultades de los estudios de interacción en grupo, por el
número de sujetos que resultan imprescindibles, mayor dificultad en la recogi-
da de los datos, y en los análisis más sofisticados que exigen. Si pensamos en el
investigador como un «táctico motivado», según la última metáfora proceden-
te de la cognición social, la investigación en este dominio resulta menos renta-
ble dado que, como pone de relieve Worchel (1994), el rigor metodológico es
más dificil de mantener y ello choca con los criterios estrictos de los «gatekee-
pers» de las revistas científicas. La revisión del campo hace que uno llegue a sos-
pechar que lo que en realidad sucede es que a la «psicología social le cuesta mu-
cho el grupo».
Por otra parte, se echa en falta una teoría que logre concentrar los esfuerzos
de un buen número de investigadores en una dirección coherente, tal como ha
sucedido en el campo de las relaciones intergrupales.
Notas
1 Una versión de este trabajo fué presentada como ponencia en el V Congreso Nacional de
Psicología Social. Salamanca. Diciembre de 1995.
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