Logo Studenta
¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Contenido Capítulo 20 
Sinopsis Capítulo 21 
Comunicado Capítulo 22 
Capítulo 1 Capítulo 23 
Capítulo 2 Capítulo 24 
Capítulo 3 Capítulo 25 
Capítulo 4 Capítulo 26 
Capítulo 5 Capítulo 27 
Capítulo 6 Capítulo 28 
Capítulo 7 Capítulo 29 
Capítulo 8 Capítulo 30 
Capítulo 9 Epílogo 
Capítulo 10 Capítulo Extra 
Capítulo 11 Acerca de Zoe Blake 
Capítulo 12 
Capítulo 13 
Capítulo 14 
Capítulo 15 
Capítulo 16 
Capítulo 17 
Capítulo 18 
Capítulo 19 
 
 
Sweet Cruelty: A Dark Mafia Romance (Ruthless Obsession Book 1) 
 
 
Un error inocente. 
Llamó a la puerta equivocada. 
La mía. 
 
Si fuera un hombre mejor, la habría dejado ir. 
Pero no lo soy. 
Soy un bastardo cruel. 
 
Reclamé despiadadamente su virtud para mí. 
Debería haber sido suficiente. 
Pero no lo fue. 
Necesitaba más. 
La anhelaba. 
 
Ella se convirtió en mi obsesión. 
Su dulzura y pureza se burlaban de mi alma oscura. 
La necesidad de poseerla casi me volvió loco. 
 
Un traficante de armas ruso no tenía por qué perseguir a una ingenua estudiante de bibliotecología. 
Ella no pertenecía a mi mundo. 
Sólo le traería dolor. 
Pero era demasiado tarde... 
Ella era mía y yo me la quedaria. 
 
Nota del editor: Sweet Cruelty(Dulce Crueldad) es una novela independiente que constituye la 
primera entrada de la serie Ruthless Obsession (Obsesión Despiadada). Incluye temas para adultos. 
Si dicho material le ofende, por favor no compre este libro.
 
 
Éste archivo no intenta reemplazar u opacar el trabajo del autor. Si puedes 
apoyar al autor comprando ésta o cualquiera de sus obras, sería genial. Éste 
es un archivo hecho por amantes de la lectura para otros lectores; las 
personas a cargo de la traducción, diseño y publicación de éste archivo no 
reciben compensación económica alguna, por lo tanto su comercialización 
está prohibida. Se prohíbe la publicación de cualquier parte de éste archivo 
(Screenshots —Capturas de Pantalla) en redes sociales por motivos legales. 
 
No subas nuestras traducciones a Wattpad. 
 
No digas que lo leíste en español si el libro no tiene traducción oficial. 
 
Dicho esto, disfruten su lectura♥
 
 
 
 
Cualquiera que hubiera visto a Catherine Morland en su infancia, habría supuesto que había nacido para ser 
una heroína. - Jane Austen, Northanger Abbey 
 
Emma 
 
SE ME HABÍA ACABADO EL TIEMPO... y las opciones. 
La matrícula vencía la semana que viene. 
No tenía más remedio que mendigar el dinero esta noche, o me expulsarían de la escuela. 
Agarré la fría barandilla de hierro forjado e intenté calmar mi respiración. Alcancé a enderezar 
mi flequillo mientras comprobaba que el moño que aseguraba mi cabello seguía en su sitio. 
Normalmente, me recogía el cabello en un moño desordenado con dos vueltas de un coletero, pero 
hoy me había cuidado de alisarlo en un moño apretado y elegante. Esperaba que me hiciera parecer 
mayor y estudiosa. El efecto casi valía la pena el dolor de cabeza que me producían la cinta y las 
horquillas. No podía esperar a que esto terminara. Lo primero que haría sería soltarme el cabello. 
Dándome una última inspección. Me agaché para limpiar una pequeña mancha en la punta de 
mis Doc Marten Mary Janes antes de enderezar mi falda a cuadros rosa. 
Me puse la mochila de cuero al hombro y abrí la puerta. Al oír el chirrido, me detuve, 
esperando... no estoy segura que. ¿Los sonidos de los perros furiosos ladrando? ¿Un disparo de 
advertencia sobre mi cabeza? 
Deslizando primero un pie a lo largo de la pasarela de ladrillo, luego el otro, me obligué a subir 
el corto conjunto de escaleras. 
Poniendo los ojos en blanco, suspiré. La casa tendría una imponente puerta negra brillante con 
una enorme cabeza de león de latón que sujetaba un pesado anillo en sus mandíbulas como aldaba. 
Lo único que me faltaba era un poco de niebla y el sonido del Támesis en la orilla y estaría en una 
novela de Dickens interpretando el papel de un niño pobre mendigando por las sobras. 
¡No! 
Yo no era el pobre niño. 
 
Enderezando los hombros, me recordé que yo era la heroína de mi historia. Y como la mayoría 
de las heroínas de Austen, esta heroína en particular necesitaba desesperadamente el dinero de este 
hombre. 
Como dijo Lizzie Bennet al arrogante Señor Darcy: Mi valor siempre se eleva ante cada intento de 
intimidarme. 
Con más audacia de la que sentía, levanté mi brazo para agarrar el anillo de metal. Antes que 
pudiera, la puerta se abrió de golpe con tal fuerza que una ráfaga de aire me despeinó el flequillo. 
Con un pequeño grito, di un paso atrás. 
En mi vívida imaginación, la persona parecía más una bestia que un hombre. 
Con las piernas abiertas, su cabeza afeitada apenas si evitaba golpear la parte superior de la 
puerta. La perilla negra que le cubría el labio superior y la barbilla no hacía más que resaltar los 
afilados planos de la mandíbula y la nariz. Debajo de su ojo derecho había algún tipo de marca o 
cicatriz, lo que le daba, al ya hombre de aspecto bastante aterrador, una apariencia aún más siniestra. 
Desnudo de la cintura para arriba, su pecho musculoso estaba cubierto de tatuajes de colores 
brillantes. ¡Dios mío! ¿Era la imagen de una daga chorreando sangre en su cuello? 
Un ceño fruncido nubló sus rasgos mientras me miraba con ojos fríos y tormentosos. 
—YO... YO... YO... —Mi cerebro se congeló. Mi mandíbula estaba demasiado rígida para formar 
cualquier palabra. 
—Llegas tarde. 
En realidad, sabía que había dicho algunas palabras normales, en inglés, pero todo lo que oí 
emanar de sus labios era el gruñido profundo y amenazante de una bestia. No ayudó que tenía el 
distintivo purr gutural de un acento ruso. 
Este hombre definitivamente no era el Señor Linus Fitzgerald III, el anciano hijo de mi antiguo 
benefactor. 
Sentí la lengua gruesa y torpe en mi boca. 
—Lo siento mucho. Ha habido un error. 
Mi cuerpo se desequilibró cuando mi talón se deslizó sobre el borde del escalón superior en mi 
esfuerzo por retroceder lentamente lejos del hombre enfadado y con aspecto de oso. 
Su gigantesca garra me agarró por el brazo superior y me arrastró hasta el umbral. Caí contra el 
duro calor de su cuerpo. 
 
—No hay error, моя крошка (mi pequeña). Eres mía por esta noche. 
La pesada puerta negra se cerró, aislándome de los sonidos seguros de la civilización. 
—¡No! ¡Espera! 
Era demasiado tarde. 
Estaba sola con la bestia rusa... dentro de su guarida. 
 
 
 
 
 
Si las aventuras no se dan en su propio pueblo, la joven debe buscarlas en el extranjero. - Jane Austen, La abadía 
de Northanger 
 
Emma 
 
ESTO ERA MALO... realmente malo. 
Aturdida, me quedé de pie apretada contra su pecho. Debí haber estado fuera de mis cabales 
porque por un breve momento, todo lo que podía pensar era lo cálido y extrañamente seguro que se 
sentía. 
Había algo en la sensación de protección de los brazos de un hombre poderoso envolviéndome. 
Nunca lo había experimentado antes, pero había leído sobre ello en innumerables libros. Fue una 
sacudida darse cuenta que lo que había leído en libros no se acercaba a lo que realmente se sentía. 
El calor de su piel. El constante golpe de los latidos de su corazón. La forma en que sus manos 
presionaban mi espalda. El aroma picante de la colonia de sándalo mezclado con tabaco. Era todo 
tan... embriagador. 
Esto era una locura. 
Este hombre era un extraño. 
Un extraño tatuado con una maldita cicatriz en la cara como ¡un maldito pirata! 
Tenía la imagen de una daga ensangrentada atravesando su garganta, ¡por el amor de Dios! 
¿Qué estaba haciendo? 
Colocando mis manos contra una sólida pared de músculo, empujé para liberarme... o al menos 
lo intenté. 
Sus brazos me rodearon con fuerza. Un escalofrío de alarma recorrió mi espalda, como el 
arrastre de las frías yemas de los dedos sobre mi piel. 
—Ha habido un error. —No pude encontrar su mirada. Mi ojos se mantuvieron fijos en el centro 
de su pecho. 
—¿Cómo te llamas, моя крошка (mi pequeña)? 
 
Sacudiendo la cabeza, mi corazón se aceleró mientrasmi mirada recorría el hall de entrada. 
Dondequiera que mirara había mármol de color crema, desde los suelos hasta la amplia escalera 
lateral. Había una chimenea encendida, que en cualquier otra circunstancia habría parecido cálida y 
acogedora. Salvo por una alfombra persa añadida a toda prisa, el espacio estaba desnudo, sin obras 
de arte ni otros muebles, como si alguien acabara de mudarse. 
También se sentía vacío. No había ruidos indistintos de un televisor en otra habitación o el cierre 
de un armario o el tintineo de un vaso de la cocina que no se veía. Los sonidos suaves que 
normalmente se oyen cuando otras personas estaban en una casa. 
Unos dedos fuertes me sujetaron la mandíbula cuando me giró la cabeza hacia él, obligando a 
mi mirada a encontrarse con la suya. 
Nunca había visto unos ojos del color de los suyos. Eran un gris acero muy marcado, pero con 
pequeñas motas de azul oscuro. La franqueza de su mirada era inquietante. 
—моя крошка (mi pequeña), no soy un hombre paciente. Dime tu nombre. 
Su acento ruso era inconfundible. La inflexión en medio de la frase, con vocales suaves. La forma 
en que cada palabra sonaba como chocolate negro derretido. 
—¿Qué es esa frase que sigues diciendo? ¿Moya kroshka? 
La yema de su pulgar me acarició el labio inferior como si quisiera sentir y escuchar las palabras 
en mis labios. 
—¿моя крошка ? Significa mi pequeña. 
Observando el movimiento de sus labios, las esquinas se volvieron hacia arriba ligeramente 
mientras suavizaba las duras vocales a un ronroneo, peequeña. 
Tiré de mi labio entre mis dientes, saboreando el sabor salado de su tacto. Era extraño que un 
cariño tan inocente pudiera sonar tan sensual. Se me revolvió el estómago. Puede que nunca haya 
tenido un novio, pero no era tan ingenua como para no reconocer la amenaza sexual oculta en sus 
palabras. 
—Ese es el juego que estás jugando esta noche, ¿no? Una pequeña y traviesa colegiala. 
Su mirada bajó hasta mi pecho. Mirando hacia abajo, mi boca se abrió en un grito horrorizado. 
El escote de mi suéter rosa de cachemira, uno de mis hallazgos favoritos de la tienda de segunda 
mano, se había movido al apretarme contra él. El profundo cuello en V ahora exponía la parte 
 
superior de mi sujetador de encaje blanco. Y lo que es peor, el delicado tejido no ocultaba los afilados 
brotes de mis pezones erectos. 
Sorprendida y humillada por responder tan descaradamente a las caricias de un completo 
desconocido, que además tenía un aspecto de un criminal muy temible, traté de escapar de su abrazo 
una vez más. 
Su mano en la mandíbula me obligó a echar la cabeza hacia atrás mientras sus largos dedos me 
rodeaban la garganta. 
—Deja de luchar. 
Sin previo aviso, su boca reclamó la mía. La dura presión de sus labios forzó los míos contra mis 
dientes. Las puntas de sus dedos se clavaron en mi mandíbula hasta que mi boca se abrió para su 
asalto. Cuando su lengua entró, pude saborear una pizca de tabaco y menta mezclado con el agudo 
sabor de mi sangre. Nunca me habían besado así en mi vida. El audaz movimiento de su lengua se 
arremolinó y se burló de la mía. Era como si estuviera arrancando el propio aliento de mi cuerpo 
hasta obligarme a respirar su propio aire para vivir. Las duras cerdas de su barba de chivo rozaban 
la delicada piel de mis mejillas y mi barbilla, aumentando la poderosa sensación masculina de su 
abrazo. Si no hubiera sido por la presión de su cuerpo, no creo que siguiera en pie. El sabor y el tacto 
de él era abrumador. Me consumía. 
Esto debe ser lo que se siente al ser besada por un pícaro pirata. Saber que estaba en una situación 
amenazante y saber que estaba terriblemente, terriblemente mal... y aún así responder a su toque de 
todos modos. Era como si toda la razón y la lógica hubieran huido, dejándome a merced de mi ser 
primitivo. La parte oscura de mi alma que ansiaba la aventura, la pasión, y sí... tal vez incluso un 
poco de peligro. La parte de mí que respondía a un hombre poderoso que se acercaba y tomaba lo 
que quería y la emoción de saber que lo que él quería era ¡yo! 
Nadie me había deseado antes... no así. 
Una sensación cálida y vertiginosa se deslizó sobre mí para instalarse entre mis piernas mientras 
un suave gemido escapaba de mis labios. Yo era una cuerda de arco que zumbaba con tensión 
esperando a ser acariciada. ¿Era una locura querer que este poderoso extraño alivie el dolor que se 
estaba formando en mi interior? Mi mente racional luchaba con mi cuerpo hambriento de afecto. 
Finalmente, se apiadó de mí y soltó mi boca, pero no antes de quitarme el coletero y las 
horquillas del cabello. El apretado moño se soltó y los suaves rizos cayeron sobre mis hombros y mi 
espalda. 
 
Metió los dedos en mi cabello y tiró con fuerza mientras sus labios presionaban ligeramente mi 
mejilla antes de pasar al lóbulo de mi oreja. Los bordes afilados de sus dientes a lo largo de la delicada 
piel de mi oreja me hicieron apretar los muslos. 
—Qué beso tan casto. Te haces la inocente muy bien. Le haré saber a la agencia que estoy 
complacido. 
¿Casto? ¿Llamó a eso casto? 
Espera... ¿agencia? ¿Qué agencia? 
Antes que pudiera forzar mis sentidos destrozados para responder, la dura presión de su polla 
erecta contra mi abdomen hizo saltar las alarmas. 
Esto es malo... realmente malo. 
—Por favor. No lo entiendes. Solo estoy aquí por el dinero —solté. 
Su cabeza se echó hacia atrás. Su mirada gris se volvió fría y tormentosa. 
—Pues entonces, será mejor que te lo ganes. 
Me quitó la mochila olvidada del hombro y la tiró al suelo cerca de la puerta. Durante unos 
breves segundos, sus brazos me liberaron. Mi cuerpo se balanceaba, como si hubiera olvidado cómo 
sostenerme sin la ayuda de su firme agarre. Antes que pudiera hacer nada más, se dobló por la mitad 
y presionó su pesado hombro contra mi estómago y me levantó en alto. 
Grité mientras extendía mis manos sobre su espalda, esperando conseguir algo de apoyo 
mientras la habitación se balanceaba y giraba. 
—¿Qué estás haciendo? Espera, detente. —Intenté apartar el cabello de mis ojos para ver a dónde 
me llevaba. 
Mis mejillas se encendieron cuando una banda de hierro caliente presionó bajo mi falda para 
rodear con fuerza la parte superior de mis muslos. 
Mi mundo se tambaleaba mientras él se acercaba a la escalera. 
—¡Detente! 
Mis piernas se agitaron. Pude oír el gruñido de la bestia cuando la suela de goma pesada de uno 
de mis Doc Marten Mary Janes conectó con su sección media. 
Con su mano libre, capturó fácilmente mi pie izquierdo y primero saco ese zapato y luego el 
derecho. Mientras los arrojaba a un lado, vi cómo mis únicas y lamentables armas caían por los 
escalones de mármol hasta aterrizar inútilmente en el fondo. 
 
Desesperada, me agarré a la barandilla negra de hierro forjado que se curvaba junto a la escalera. 
Por mis esfuerzos, recibí una fuerte bofetada en el culo. Incluso a través del tejido de lana de mi 
falda, me picó y quemó. 
Las lágrimas me nublaron la vista. Varias cayeron para manchar la tela de sus jeans de un azul 
más oscuro. Llegamos al final de la escalera. Mis posibilidades de escapar disminuían, sobre todo si 
me metía en su dormitorio. 
Con renovada ferocidad, intenté arañar su espalda. No sirvió de nada. Me miré las uñas de color 
rosa brillante con consternación. ¿Por qué siempre debo tener las uñas cortas? 
Él solo se rió de mis intentos. 
—мой маленький котенок (mi pequeña gatita) tratando de usar sus pequeñas garras. No te 
preocupes. Puedes dibujar tus uñas por mi espalda todo lo que quieras una vez que mi polla esté 
profundamente dentro de ti. 
El vertiginoso balanceo de su cuerpo mientras su duro hombro presionaba contra mi estómago 
me hizo sentir enferma y desorientada. Mi mundo se inclinó de nuevo cuando me hizo girar sobre 
la cama. 
Mi cuerpo se hundió en el lujoso grosor de sus sábanas. El edredón esmeralda y dorado era tan 
pesado que me costó un poco de esfuerzo ponerme de rodillas. 
Estaba deespaldas a mí cuando oí el inconfundible clic de la cerradura de la puerta. Presa del 
pánico, mis ojos buscaron en la habitación alguna otra vía de escape. Al igual que el pasillo de abajo, 
la habitación era de tonos cremas cálidos con un toque añadido de oro y esmeralda oscuro tanto en 
la cama como en las sillas tapizadas que se encontraban frente a otro fuego rugiente. 
Había una puerta abierta a la derecha, pero desde las filas de trajes colgados, pude ver fácilmente 
que debía conducir a un vestidor. Otra puerta al otro lado de la habitación estaba ligeramente 
entreabierta. No tuve que ver el interior para saber que probablemente era un baño. No era un 
escape, pero tal vez podría encerrarme y pedir ayuda. 
Tropezando con la cama, lancé mi cuerpo hacia adelante mientras trataba de alcanzar la puerta. 
Me quedé sin aliento con un repentino brazo me rodeó por la mitad. Él me apretó la espalda 
contra el calor desnudo de su pecho. 
Su mano me rodeó la garganta, empujando mi cabeza hacia atrás contra él. No me consideraba 
alta, pero no era en absoluto baja, y sin embargo este hombre me hacía sentir como la niña pequeña, 
 
como tiernamente me llamaba. Mi altura no era rival para su imponente estructura. La parte superior 
de mi cabeza apenas alcanzaba su hombro. 
La palma abierta de su otra mano recorrió mi vientre hasta instalarse bajo mis faldas. 
Acariciándome entre las piernas, gruñó en mi oído: 
—¿Así que quieres jugar al juego de la virgen tímida? Entonces juguemos. 
Su agarre se desplazó hasta que su piel quedó pegada a la mía. Las puntas de sus dedos se 
movieron bajo la cintura de mis bragas. 
Un gemido agudo se escapó de mis labios mientras me ponía de pie, demasiado conmocionada 
por mi feroz excitación ante su contacto como para moverme. 
Un largo dedo presionó entre la costura de mis labios inferiores para acariciar mi clítoris. 
Cerrando los ojos con fuerza, una lágrima se deslizó por mi mejilla. Ya fuera por el miedo o por 
la humillación que este extraño sintiera la cálida humedad de mi excitación, no lo sabía. 
¿Cómo es posible que esto me excite? 
Había soñado con este momento innumerables veces, pero no debía ser así. Quería que fuera 
especial, con un hombre que se preocupara por mí. Parecía que mi cuerpo estaba cansado de esperar 
al novio de libro que probablemente nunca apareciera. 
Mojando mis labios secos, mi voz sonaba débil y sin aliento a mis oídos. 
—Por favor, no lo entiendes. No soy quien crees que soy. 
—Sé precisamente quién... y qué... eres, моя крошка. Mía por esta noche. —Recorrió con su 
boca, la columna de mi cuello, puntuando su reclamo posesivo, empujando la punta de su dedo 
dentro de mí. 
Me levanté en puntas de pie, traté de escapar del toque invasivo, pero su brazo alrededor de mi 
cintura lo impidió. 
Levantándome, retrocedió unos pasos y me arrojó una vez más sobre la cama. Poniéndome sobre 
mis manos y rodillas, de espaldas a él, miré por encima de mi hombro. 
Estaba de pie al final de la cama, desabrochándose los jeans. Su mirada en mi culo. Sabía que 
debía parecer un espectáculo. Podía sentir el dobladillo de mi falda mientras se levantaba en mis 
muslos. Desde su ángulo, probablemente podría incluso ver la seda blanca de mis bragas. 
Extendiendo un brazo, el dorso de sus nudillos acarició mi muslo superior. 
 
—¿Sin tanga? Solo las inocentes bragas de una colegiala católica. ¿Mi pequeña colegiala se ha 
ganado una paliza del director? 
¿Azotes? 
Agarrando las pesadas mantas, caí sobre mi vientre mientras intenté alejarme. 
Su mano rodeó mi tobillo derecho y me tiró hacia atrás. Mis piernas estaban ahora abiertas a 
ambos lados de las suyas. 
—Tsk. Tsk. Tsk. Qué chica tan traviesa. 
Sus dedos alcanzaron la cintura de mis bragas y despiadadamente las bajó hasta justo debajo de 
la curva de mi trasero. 
Oh, Dios mío. 
Esto estaba sucediendo. 
Iba a... iba a... oh, Dios mío. 
—Levántate sobre tus rodillas. 
—Por favor, debes escucharme. ¡Ha habido un error! ¡Tienes que dejarme ir! 
Todo mi cuerpo se sacudió cuando su cálida mano acarició mi trasero desnudo. 
—Qué mentiras tan feas, de unos labios tan bonitos. Tal vez yo... castigaré tu boca más tarde. 
Por ahora, quiero este culo rojo brillante para poder sentir el calor de tu piel castigada mientras te 
follo. 
—¡No! 
Mi grito se perdió sobre el resonar de su primera bofetada contra mi vulnerable trasero. 
El sonido resonó en la habitación mientras sentía los calientes pinchazos y las agujas de su golpe. 
Antes que pudiera gritar de nuevo, él me azotó la otra nalga. 
—¡No! ¡Para! 
Sin piedad, abusó de mi culo con la palma de su mano. Cada golpe era más doloroso que el 
anterior. Sabiendo que no podría luchar contra él, enterré mi cabeza, mordiendo con fuerza las 
suaves mantas de la cama. 
Mis rodillas se doblaron mientras mi cuerpo se balanceaba hacia arriba con cada con cada golpe, 
el movimiento empujaba mis caderas contra la cama. Un gemido escapó de mis labios al ejercer 
presión sobre mi coño. Conmocionada hasta la médula, apoye mis caderas contra el colchón, la 
caliente sensación del dolor de sus azotes de alguna manera aumentó la presión placentera contra 
 
mi clítoris. Moviendo mis hombros, froté mis pezones hinchados contra las sábanas mientras mi 
mano se deslizaba por debajo de mi cuerpo para para frotar aún más el sensible nudo de mi clítoris. 
Esto es una locura. 
Una locura absoluta. 
Después de una eternidad, el castigo cesó. 
En algún lugar más allá del zumbido en mis oídos, pude escuchar la apertura y el cierre 
silencioso de un cajón. Luego el traqueteo de un envoltorio de papel de aluminio. Demasiado 
envuelta en las sensaciones de dolor y placer, no me di cuenta de lo que estaba pasando hasta que 
fue demasiado tarde. 
Sus enormes manos abarcaron mis caderas mientras me ponía de rodillas y me desplazó hasta 
que mis pies colgaron sobre el borde de la cama. 
Sus dedos chocaron con los míos mientras seguía frotando mi clítoris furiosamente. Obligada a 
masturbarme antes solo con mi imaginación de las manos de un hombre en mi cuerpo, ahora era 
demasiado sentir el tacto áspero y cálido de un hombre de verdad sobre mi piel. 
Algo duro me presionaba la entrada. Intenté mover mis rodillas hacia adelante para alejarme de 
la insistente presión, pero su agarre en mis caderas me lo impidió. 
Mis ojos se abrieron de golpe. Había desaparecido el embriagador abrazo de la pasión. 
Su mano recorrió mi espalda por debajo del jersey mientras murmuró: 
—Jesús, estás apretada. Casi como una virgen de verdad. 
Mi boca se abrió, una negación se alojó en mi garganta. 
La presión aumentó hasta que sentí que mi cuerpo cedía. La punta de su polla pasó por el 
apretado anillo de músculo que intentaba desesperadamente de mantenerlo fuera. 
Hundiendo sus dedos en mi suave carne, empujó profundamente. Se enterró dentro de mí. 
Desgarrando mi doncellez mientras me llenaba con cada grueso y doloroso centímetro de su 
polla. 
—¿Qué demonios? —rugió. 
 
 
 
 
 
 
Estrellas, esconded vuestros fuegos; Que la luz no vea mis negros y profundos deseos. - William 
Shakespeare, Macbeth 
 
Dimitri 
 
¿QUÉ MIERDA ESTABA PASANDO? 
Con extrema fuerza de voluntad, me liberé de su dulce y apretado coño. 
Inclinándome hacia arriba, la agarré por la estrecha cintura y giré fácilmente su cuerpo hasta 
que estuvo de espaldas. 
Sus pequeños puños golpeaban mi pecho y mis brazos. Era como una mariposa enfadada 
tratando de atacar a un león con el aleteo de sus bonitas alas. 
Agarrando sus brazos agitados, aseguré sus dos muñecas en mi mano izquierda y las arrastré 
por encima de su cabeza. 
Su cuerpo se retorcía y se agitaba bajo el mío. Eso solo me instaló más profundamente entre sus 
piernas. La sensible parte inferior de mi polla rozaba el suave fondo de su coño. Mis bolas estaban 
apretadas y casi dolorosas mientras todo mi cuerpo gritaba para volver a penetrar profundamente 
en su húmedo calor. Si ella seguía moviéndose así debajo demí, no sería responsable de mis acciones. 
No había mucho que un hombre pudiera soportar antes que sus necesidades más bajas tomaran el 
control. 
—¡Suficiente! —Ladré. 
Sus ojos se abrieron de par en par y se quedó quieta, congelada por el miedo. 
Para una cosa tan pequeña, con una cara pequeña y una nariz diminuta, tenía unos ojos 
increíblemente grandes. Eran de un hermoso marrón oscuro con toques de oro. Se inclinaban 
ligeramente hacia abajo en los bordes, dándole la apariencia de una cierva inocente. 
Lástima que un cazador la haya capturado. 
 
—Dime, ahora. 
Su delgado cuerpo tembló bajo el pesado peso del mío y ante el duro sonido de mi orden. 
Un caballero habría hablado con una voz más calmada. Habría acariciado su cabeza y le habría 
dado suaves besos en sus mejillas mientras presionaba suavemente para obtener una explicación. 
Yo no era un caballero. 
Quería respuestas, y las quería ahora. 
Tenía que haber una razón de por qué la acompañante de clase alta que había contratado para 
la noche era una maldita virgen. 
El conocimiento que toda su inocencia fingida anterior no era un juego o un acto de seducción 
bien practicado, sino las reacciones genuinas de una mujer inexperta, me retorcía el estómago de 
malestar. ¿Cómo era posible? ¿Cómo podría una chica americana de su edad seguir siendo virgen? 
A no ser que no fuera mayor de edad. Jesucristo. 
Mi mano derecha agarró su mandíbula e inclinó su cabeza hacia atrás para forzar su mirada 
hacia la mía. Busqué en sus rasgos de niña en busca de signos de edad. 
—¿Cuántos años tienes? 
Sus ojos se llenaron de lágrimas. Una pequeña cantidad de delineador de ojos había corrido por 
sus mejillas. El lápiz de labios rosa pálido estaba sobre sus labios hinchados. Su largo cabello castaño 
era un enredo de rizos que se extendía por mi almohada. Maldita sea si no seguía siendo hermosa 
como el infierno. Mi polla, que aún estaba todavía estaba semidura, se hinchó. 
No tenía ninguna duda que terminaría lo que habíamos empezado, pero antes de volver a 
hundirme en ella, necesitaba respuestas. 
—моя крошка (mi pequeña) dime. ¿Cuántos años tienes? 
—Veintitrés —Fue su respuesta susurrada. Su voz tan suave y baja que tuve que esforzarme 
para oírla. 
Sin embargo, era todo lo que necesitaba saber. A pesar de sus delicados rasgos jóvenes, era 
mayor de edad. 
Más tarde obtendría el resto de las respuestas que necesitaba. 
Moviendo mis caderas, empujé mi muslo derecho contra el suyo, abriéndola más mientras 
levantaba el torso. Alcanzando entre nuestros cuerpos, agarré mi eje y lo coloqué una vez más en su 
entrada. 
 
Ella maulló mientras su cuerpo intentaba retorcerse y girar bajo debajo de mí. 
—Por favor... —Sus hermosos ojos de cierva suplicaban simpatía y compasión. 
Si ella supiera quién soy... lo que soy... sabría que es inútil. 
Todo lo que poseía en este mundo lo había tomado por alguna forma de fuerza. Ella no sería 
diferente. 
Y no te equivoques, ahora también la poseía a ella. 
En el momento en que sentí mi polla romper su doncellez, ella se volvió mía. 
Mía. 
Era una sensación indescriptible, esta oleada primaria desde lo profundo dentro de mí. Sabiendo 
que ningún hombre ha estado antes de mí... y al menos por ahora, no habría ningún hombre después. 
Una virgen, la encarnación de la inocencia. Un hambre carcomida surgió en lo profundo dentro de 
mi negra y retorcida alma, una necesidad de devorar toda su pureza y luz para mí. Como si por el 
simple hecho de tocarla, yo sería redimido de mis pecados. 
No sé qué circunstancias la habían traído a mi puerta esta noche, pero obviamente una mujer 
tan ingenua necesitaba un protector poderoso. Ella había mencionado la necesidad de dinero. Yo 
tenía mucho. Cualquiera que sea el problema en el que esté metida, yo compraría su salida... y 
cobraría mis honorarios de otras maneras más placenteras. 
Sí, este pequeño tesoro era todo mío ahora. 
Así que mejor que se acostumbre a la sensación de mi polla. 
La pesada cabeza bulbosa empujó dentro. Solté la respiración que estaba conteniendo mientras 
su cuerpo se apretaba alrededor de mi carne. 
—Lo siento. Debería haberte dicho... Nunca he tenido... nunca he estado con... —tartamudeó. 
Acuné su delicada mandíbula en mi mano derecha mientras la almohadilla de mi pulgar rozaba 
su mejilla, limpiando la mancha oscura de maquillaje. 
Agarrando fuertemente sus muñecas, me incliné para besar suavemente sus labios, mientras mi 
mano libre acariciaba el peso de un pecho perfecto. Haciendo rodar el pezón entre el pulgar y el 
índice, lo pellizqué con fuerza. Su exuberante boca se abrió en un jadeo. 
Mi lengua se introdujo, con una necesidad imperiosa de volver a probar su dulce miel de nuevo. 
Mientras mi lengua giraba y bailaba con la suya, mi mano se movió para acariciar el pellizco 
sobre su cadera y bajar por la sedosa piel de su muslo. Envolviendo mis largos dedos alrededor de 
 
la parte inferior de su rodilla, empujé su pierna hacia arriba, atrapándola más eficazmente bajo mi 
peso. 
Su cuerpo se tensó mientras mi polla se introducía más profundamente en ella. 
Pulgada a pulgada. 
Me tragué sus gritos mientras mis caderas avanzaban. 
Su apretado coño luchó contra la intrusión. Apretando y aferrándose a mi carne mientras yo 
penetraba más profundamente. Solo cuando mis bolas rozaron la parte inferior de su culo me detuve 
y finalmente liberé sus labios. Mi boca rozó su mandíbula y su mejilla, saboreando sus lágrimas 
saladas. 
Ella se estremeció al inhalar una respiración agitada. 
—¿Por qué me haces esto? 
¿Por qué? 
¿Realmente tenía que preguntar por qué? 
¿No tenía idea de cómo se veía acostada debajo de mí, en mi cama? ¿Que su hermosa 
vulnerabilidad e inocencia mezclada con un cuerpo, hecho para el sexo, tan impresionante era una 
droga irresistible para un hombre como yo? 
Inclinándome, le acaricié el lóbulo de la oreja con la punta de mi lengua antes de raspar: 
—Esto está sucediendo porque llamaste a la puerta de un hombre muy... malo. 
Moví las caderas para sacar mi polla hasta la mitad antes de meterla profundamente. Podía 
sentir su pulso interno mientras vibraba en mi eje. La resistencia de su cuerpo se estaba debilitando, 
sometiéndose a la dominación de mi polla. 
—¡Ay! ¡Ay! Duele. —Sus brazos tiraron de mi agarre mientras su espalda se arqueaba, 
presionando sus pechos contra mi pecho. 
Incapaz de resistir la tentación, chupé un pezón erecto en mi boca, necesitando probar su 
dulzura. Tras lamer y lamer un pezón, pasé al otro. Capturé deliberadamente su mirada sorprendida 
con la mía mientras abría la boca para acariciar el pezón. 
La música de su suave gemido fue la única respuesta que necesitaba. 
Soltando sus muñecas, levanté mi torso y coloqué ambos antebrazos a ambos lados de su cabeza, 
apoyándome. 
Mi control se había roto. Ya no podía contenerme. 
 
—моя крошка (mi pequeña), si te dejas llevar y disfrutas del placer que puedo darte depende 
de ti, pero no vas a dejar esta cama —amenacé con los dientes apretados mientras luchaba por mi 
última pizca de control, sin querer desgarrarla con la ferocidad de mis empujes. 
—No sé... qué... no sé... 
—Deja que te lo enseñe. 
Girando mis caderas implacablemente, empujé hacia adelante y hacia atrás, abriendo su cuerpo 
para mí. Su calor resbaladizo cubrió mi polla mientras mantenía un ritmo constante. Su cuerpo me 
decía más que sus labios. Aumenté mi ritmo, presionando sobre ella mientras enterraba mi cara en 
los rizos de olor dulce que caían en cascada a su alrededor, del color del suave visón. 
Esos pequeños puños que una vez lucharon contra mí, ahora se envolvieron alrededor de mi 
cuello, tirando de mí más cerca. 
En el momento en que sus caderas se inclinaron involuntariamente para igualar mis empuje, 
todo estaba perdido. 
Alcanzando entre nosotros, la yema de mi pulgar presionó en su clítoris mientras aumentaba el 
ritmo de mis embestidas, tocando fondo dentro de su apretado calor cada vez. 
La fuerza de mis violentasembestidas la desplazó sobre el colchón. Tuve que poner una mano 
protectora sobre su cabeza para que no se golpeara contra el pesado cabecero de caoba. 
—¡Oh, Dios! 
—Eso es, nena, tómalo. Tómalo todo. —grité mientras el sudor goteaba entre mis omóplatos. 
Era una maravilla que mi enorme polla encajara dentro de su cuerpo diminuto. Su coño no 
probado se sentiría magullado e hinchado mañana por la brutalidad de esta follada, pero eso no me 
detuvo. La martillé hasta que mis bolas se tensaron. 
—¡Oh, Dios! No te detengas —respiró ella mientras sentí una oleada de excitación desde lo más 
profundo de ella. 
Mi pequeña y dulce cierva se estaba corriendo. Su primer orgasmo por sentir la polla de un 
hombre dentro de ella y era mío, todo mío. 
Aunque parezca imposible, mi polla se hinchó aún más ante el pensamiento posesivo. 
Mía. 
Toda mía. 
 
Sentí su excitación alrededor de mi polla mientras su cabeza se movía de lado a lado en la 
almohada y las yemas de sus dedos se clavaban en la parte superior de mis brazos. 
En el momento en que su orgasmo disminuyó, liberé a la bestia. Golpeando en ella como si los 
perros del infierno estuvieran en mis talones y su cuerpo fuera mi única redención. Uno de los 
orgasmos más intensos de mi vida desgarró mi cuerpo mientras el semen brotaba de mí. 
Tuve un destello de arrepentimiento irracional al saber que mi semilla caliente no estaría 
cubriendo las paredes de su coño, no sería realmente parte de ella, sino que se desperdiciaría dentro 
de los confines de goma de un condón. 
La próxima vez. 
La próxima vez, conocería el placer de una verdadera liberación dentro de ella sin que nada nos 
separara. 
La próxima vez, nada se interpondría entre yo y la mujer que ahora llamaba mía. 
 
RESPIRANDO CON FUERZA, me desprendí de su cuerpo y salí de la cama. Después de tirar 
discretamente el condón usado, caminé descalzo por el dormitorio hasta el bien surtido armario del 
bar. 
Nunca en mi vida había necesitado tanto un trago fuerte. 
Alcancé la botella negra y dorada de Stoli Elit: Himalayan Edition1, desenrosqué el tapón. 
Sacando el largo picahielos dorado que estaba sujeto al interior de la botella, vertí una generosa 
cantidad en un vaso de cristal. Me llevé el vaso a los labios, incliné la cabeza hacia atrás y me bebí el 
contenido de un solo trago. Me serví otro. 
Después de vaciar ese vaso, me serví un tercero y me volví para mirar a mi pequeña cierva 
capturada. 
Después de envolver torpemente el grueso cobertor alrededor de su cuerpo, camino de puntillas 
a través del dormitorio hacia su montón de ropa desechada. 
No importándome un carajo mi estado de desnudez o mi polla aún semidura mientras se 
balanceaba entre mis piernas, atravesé la habitación 
—¿Adónde crees que vas? —exigí mientras pateaba sus pertenencias fuera de su alcance. 
 
1 Marca de Vodka 
 
—Yo... yo... pensé que habías... terminado conmigo. —Su mirada se negó a encontrarse con la 
mía. Se quedó en el picahielos de aspecto ominoso que aún tenía en mi puño derecho. 
Haciendo un gesto con el mismo brazo, gruñí: 
—Vuelve a poner tu culo en la cama. No hemos terminado. 
Su cuerpo temblaba mientras se alejaba de mí con las extremidades temblorosas. Cuando se 
acercó a la cama, le di otra orden. 
—Suelta la manta. 
Ella la abrazó más fuerte a su pecho, retorciendo la seda entre sus senos. 
—Por favor... yo... 
—Suelta. La. Manta. 
Los dientes rectos y blancos como perlas se clavaron en la exuberante plenitud de su labio 
inferior mientras se quedaba indecisa. Luego, con un sollozo, dejó caer la manta. Mientras se lanzaba 
hacia la cama, levantó la sábana superior y se metió debajo de ella. 
Era realmente adorable cómo pensaba que podía luchar contra mí, incluso en esta cosa trivial, y 
ganar. 
Acercándome a la cama, me subí encima, a horcajadas sobre su cintura estrecha. Mi dura polla 
se apoyó en su abdomen, su coño solo estaba protegido por un fino trozo de algodón. Como si 
pensara que la iba a morder, se esforzó por sentarse, apoyando los hombros en el cabecero. 
Entregándole el vaso de vodka y le ordené: 
—Bebe. 
Ella negó con la cabeza. Sus bonitos labios hicieron un mohín mientras sus cejas se arrugaron. 
—No quiero. 
Puse una mano en el cabecero por encima de su cabeza y me incliné hacia ella. Levantando mi 
otro brazo, coloqué la punta del picahielos debajo de su barbilla y le levanté la cabeza. No era un 
picahielos de verdad, era más un truco de marketing que otra cosa, pero era lo suficientemente 
amenazante para ella. Pude ver sus grandes ojos marrones mientras los músculos de su garganta se 
contrajeron al tragar con fuerza. 
—No te he preguntado si querías. Ahora bebe. 
El cristal repiqueteó contra sus dientes cuando se llevó una mano temblorosa a la boca. El vaso 
apenas se inclinó hacia sus labios. Usando la punta del picahielos, lo coloqué bajo el borde inferior 
 
del vaso y lo incliné hacia arriba, obligándola a tragar todo. Era solo un chorrito o dos de vodka, 
suficiente para prepararla para lo que estaba a punto de llegar. 
Tosió y se atragantó. Un líquido claro cubrió sus labios. 
Una invitación abierta. 
Inclinándome, lamí las gotas errantes de vodka de la esquina de su boca antes de pasar mi 
lengua a lo largo de su labio inferior. La cabeza de mi polla empujó contra su estómago. 
El vaso se le cayó de los dedos y los cerró en un puño, intentando inútilmente apartarme. 
Su lucha contra mí no hacía más que excitarme aún más. Sabía que solo un bárbaro forzaría sus 
atenciones en una virgen tan pronto después de tomar doncellez. Como sabía que yo era apenas 
mejor que un bárbaro, necesitaba alejarme de la tentación de sus muslos abiertos. 
Así que me moví hasta estar sentado a un lado de ella con mis pies en el suelo. Cuando agarré 
su mandíbula con mi mano libre, ella se calmó. 
—Eres muy adorable cuando te enfadas, pero te aseguro, моя крошка (mi pequeña), que no 
será tan adorable cuando yo esté enfadado. 
Enterró las manos en la sábana y la levantó protectora hasta la barbilla. 
—Ya tienes lo que querías. Solo dejarme ir. 
Era realmente ingenua. 
Demasiado ingenua. 
Sería casi criminal para mí enviar a una chica tan inocente y vulnerable al mundo. 
Menos mal que no tenía intención de hacerlo. 
Sosteniendo el picahielos ligeramente en mi mano, puse la punta contra la base de su garganta. 
Ella inhaló bruscamente. 
—No he empezado a tomar lo que quiero, моя крошка (mi pequeña). 
 
 
 
 
 
No soy un pájaro; y ninguna red me atrapa; soy un ser humano libre, con una voluntad independiente, que 
ahora ejerzo para dejarte. - Charlotte Brontë, Jane Eyre 
 
Emma 
 
ME MATARÍA. 
Este era el precio que pagaría por mi desventura. 
No me atreví a respirar ni a apartar mi mirada de la suya tormentosa. La punta metálica del 
picahielos presionó contra mi piel. Luego trazó una línea hasta justo entre mis pechos. Mantuve los 
puños cerrados allí, la sábana retorcida entre mis dedos. 
Sus ojos se endurecieron hasta adquirir el color del acero oscuro. 
El filo del punzón se hundió ligeramente en mi carne. No lo suficiente como para romper la piel, 
pero sí para amenazar. Con un grito, solté las manos. La punta de la hoja improvisada presionó 
contra las sábanas enrolladas, empujando la tela hacia mi regazo y exponiendo mis pechos. 
Mirando hacia abajo, un torrente de nueva humillación me inundó al ver mis pezones erectos. 
¿No fue suficiente que prácticamente le arañara como una gata en celo una vez que mi cuerpo 
se había adaptado a la sensación de su polla? No reconocía el ser licencioso en el que me había 
convertido. Era como si todo pensamiento racional me hubiera abandonado, dejándome una maraña 
temblorosa de nervios sensibles. 
Era tan grande y poderoso. Era como si hubiera salido de las páginas de uno de esos bodice-
rippers2 que yo guardaba en secreto en una caja debajo de mi cama. Un pirata merodeador o vikingo 
saqueador. ¡Y ese acento! Oh,Dios, su acento. Era un ronroneo profundo y sexual de oscuras 
promesas y hechos. 
¿Podría ser culpada si pensara en, por una vez en mi vida, tomar una mala decisión? 
 
2 Romances eróticos. 
 
Por una vez, me permitiría perder el control y ceder. 
No era como si tuviera una fila de hombres golpeando mi puerta esperando ser mi novio. 
No era cierto lo que decían en las películas. La chica nerd, la chica tímida no consigue el chico. 
Lo que consigue es estar en la veintena y seguir siendo virgen. 
Aunque esta no hubiera sido mi primera opción, no podía lamentar lo que había sucedido. 
¡Por fin! 
Por fin había experimentado en la vida lo que hasta ese momento solo había leído. 
La pasión. 
Pasión verdadera, sin adulterar. 
Ahora había experimentado lo que se sentía el ser deseada y ser tomada por un hombre... un 
hombre de verdad. 
Excepto que ahora el calor de la pasión se había desvanecido, dejándome sentir fría y vulnerable. 
El frío y duro razonamiento había vuelto. 
¿En qué demonios estaba pensando? 
¡Tendría suerte si no me mataba! 
—Me debes una explicación —entonó, con su mirada todavía en mis pechos expuestos mientras 
rodeaba cada pezón erecto con la punta metálica del punzón. En sus nudillos pude ver tatuajes que 
representaban cada palo de una baraja. Incluso yo sabía que solo la gente muy peligrosa tenía 
tatuajes en el cuello y en las manos. Significaba que no les importaba lo que la sociedad pensara o 
cómo eran juzgados. Significaba que no viven ni obedecen las reglas de la sociedad. 
Aun así, dijo que le debía una explicación de cómo esta noche había salido tan horriblemente 
mal. 
¿Deberle? 
Creo que ya había pagado bastante. 
Además, una parte rebelde de mí quería que él siguiera pensando que yo era una mujer fatal que 
jugaba a ser una colegiala católica. En lugar de admitir que era una estudiante arruinada que 
mendigaba el dinero de la matrícula. No quería que pensar en lo humillante que sería admitir que 
era una virgen estúpida y protegida que había sido arrastrada al primer toque auténtico de un 
hombre. 
 
Abrí la boca para decir algo que lo apaciguara. 
Decirle una mentira suficiente para convencerle que me dejara coger mi ropa y escabullirme con 
recriminaciones y culpabilidad por lo que había permitido que sucediera. 
—Si abres esa boca para mentirme, le daré un mejor uso. 
Mis ojos se abrieron de par en par. No estaba del todo segura de a qué se refería, pero no era tan 
ingenua como para no captar la amenaza sexual. Con su acento ruso, todo sonaba como una amenaza 
sexual. 
Mi boca se cerró de golpe. 
—¿Supongo que no eres de la agencia de acompañantes? 
Si no hubiera sido una situación tan peligrosa, casi me habría reído que me confundieran con 
una acompañante exótica. Sabiendo que esperaba una respuesta, pero incapaz de hablar más allá de 
mi lengua repentinamente seca, solo negué con la cabeza. 
—Dijiste que estabas aquí por el dinero. ¿Qué dinero? 
Bajé la cabeza, dándome cuenta que mi estúpido arrebato sobre la necesidad de dinero había 
sellado mi destino por este terrible error de comunicación. No me dejaría ir con mi dignidad intacta. 
Tendría que admitir la verdad. 
Se acercó y me dio un rápido pellizco en el pezón. 
Me senté más erguida mientras me cubría los pechos con los brazos. 
—¡Ay! 
Dejó caer su mano sobre la cama, presionándola contra mi cadera mientras se inclinaba más 
cerca. Su frente oscura bajó mientras su mandíbula se tensó. 
—Contéstame. ¿Por qué necesitas dinero? ¿Estás en problemas? 
¿Más problemas de los que tengo ahora? ¿Desnuda en la cama de este hombre? 
Este sería el momento de canalizar alguna réplica ingeniosa y descarada como las heroínas de 
mis libros. Para ponerlo en su lugar mientras hablaba descaradamente de mi salida. Por desgracia, 
yo no era una de esas heroínas. Solo era yo. Y este hombre me asustó e intimidó tanto como me 
cautivó. 
Mi voz sonó débil y patética a mis oídos cuando vacilante cuando dije: 
—Pensé que ésta era la casa del Señor Linus Fitzgerald III. He venido aquí esta noche para 
rogarle que me dé el dinero de la beca que me prometió para poder terminar mi título. 
 
Se levantó bruscamente. Levantando el brazo, lanzó el picahielos de metal por la habitación 
hasta que se estrelló contra un espejo, agrietando su superficie mientras escupía algo en ruso que 
sonaba como proklyat. Antes que pudiera preguntarme qué acababa de decir, lo repitió en inglés. 
—Maldita sea. 
Sus pesadas pisadas le llevaron de vuelta al mueble bar. 
Toda su espalda estaba cubierta por un enorme tatuaje de un dragón. 
Parecía una pieza de arte popular ruso y estaba coloreado con rojos carmesí y ricos verdes y 
dorados. Los tonos de las joyas se movían a medida que su espalda fuertemente musculada se movía 
con sus brazos mientras se servía otra bebida. Entre sus súper escalofriantes tatuajes, tenía uno que 
no tenía sentido. En lo alto del hombro izquierdo había un tatuaje de un lindo oso de dibujos 
animados sosteniendo una naranja. Parecía fuera de lugar con los dragones, los símbolos y la daga. 
No tuve el valor de atreverme a preguntarle por él. 
Sin poder evitarlo, me asomé más abajo. Tenía un gran trasero. 
Giró, y sin previo aviso mi vista se llenó con la vista de su polla densamente gorda. No podía 
creer que esa cosa cupiera dentro de mí. Sin pensarlo, presioné una palma protectora entre mis 
piernas. 
—¿Así solo llamaste a la puerta de un hombre extraño en mitad de la noche? ¿Tienes alguna 
idea de lo que podría haberte ocurrido? ¿Una niña como tú sola? ¡Desprotegida! —se enfureció 
mientras tragaba el contenido de su vaso antes de golpearlo contra la encimera con tanta fuerza que 
oí cómo se rompía el cristal. 
¿Hablaba en serio? 
Olvidando mi miedo, mi humillación y mi estado de desnudez, me puse de rodillas. 
—¡Tú! —Le acusé, apuntando con un dedo hacia él—. ¡Tú me pasaste! ¡Y no fue en medio de la 
noche! —Terminé petulantemente, mi labio inferior sobresaliendo mientras ponía las manos en las 
caderas. 
Se movió tan rápido que no tuve oportunidad de escapar. 
Envolviendo su puño en mis rizos, me torció la cabeza hacia atrás mientras me atraía contra su 
cálido cuerpo. Consciente que mis pechos desnudos rozaban el vello oscuro de su pecho, mi corazón 
latía con fuerza. 
Sus ojos oscuros se entrecerraron mientras sus labios se torcían en una mueca. 
 
—¿Y qué ibas a hacer, детка (bebé)? ¿Suplicarle de rodillas por el dinero? —Cuanto más se 
enfadaba, más se acentuaba su acento ruso. Su voz no era más que un bajo gruñido gutural para mis 
oídos inexpertos, pero entendí lo suficiente. 
Con un grito de rabia, mi brazo se levantó, listo para abofetearlo y a la mierda con las 
consecuencias. 
Un agarre se encajó alrededor de mi delgada muñeca. En un movimiento, tenía mi brazo 
bloqueado detrás de mi espalda. 
—¿Tal vez debería hacerte rogar por el dinero? 
Se me nubló la vista. 
—¿Harías eso, детка, mi dulce niñita? ¿Te pondrías de rodillas y abrirías esa hermosa boca para 
mí? 
La reacción de mi cuerpo a su oscura amenaza fue nada menos que enferma y retorcida. Sentí 
una oleada de calor entre mis piernas. 
Apreté los muslos ante la idea de estar sumisamente postrada frente a este hombre 
peligrosamente poderoso. Mi boca abierta y suplicando su... su... ¡oh, Dios! El calor subió en mis 
mejillas mientras la imagen lasciva se reproducía detrás de mis ojos. 
Sin pensarlo, mi lengua se lanzó a mojar mis labios. 
Apretada contra su pecho, sentí las vibraciones de su gruñido. 
Su otro brazo se deslizó contra la parte superior de mis muslos, justo bajo mi trasero mientras 
me levantaba de la cama. Llevándome por delante de él, atravesó la habitación. Presionando mis 
manos contra sus hombros, me retorcí en su abrazo. 
—¿Adónde me llevas? —pregunté. 
Ignorando mi pregunta, me llevó por el umbral del baño. Al igual que la entrada, todo el espacio 
estaba cubierto de mármol blanco cremoso. Cambiandomi peso a un brazo como si yo no fuera más 
que un pequeño saco de azúcar, abrió una enorme puerta de cristal y entró. Me di cuenta que 
estábamos en una especie de cabina de ducha. Había bancos de mármol e innumerables duchas y 
boquillas de metal. Todo el espacio era más grande que el dormitorio de mi apartamento. 
Me apretó contra la fría pared de mármol. Grité al impacto de la fría piedra y arqueé la espalda. 
El movimiento solo lo inflamó más al empujar mis pechos contra él. Estiró el brazo hacia la derecha 
y golpeó con la palma de la mano un gran botón metálico. 
 
Con un fuerte silbido, el agua estalló de las duchas alineadas a lo largo de la pared y el techo. 
Su enorme cuerpo se curvó sobre el mío, protegiéndome del inicialmente gélido chorro de agua. 
Mientras el agua se calentaba, sus labios rozaron mi mejilla hasta mi boca. 
Desesperada, moví la cabeza hacia la derecha. 
No quería que me besara. 
Si me besaba, respondería y olvidaría todas las razones reales por las que no debía hacerlo. 
El vapor se elevó hasta llenar la cámara de cristal. Su mano se deslizó alrededor de mi cintura 
mientras tiraba de mis caderas contra las suyas. Podía sentir la amenazante presión de su polla contra 
mi estómago. Sus dientes rozaron la columna de mi cuello. Mi corazón latía más rápido. Entre el 
vodka, el agua hirviendo, y su tacto, mi cabeza dio vueltas. 
—No me hagas forzarte, моя крошка (mi pequeña), porque lo haré. 
Mis dedos se extendieron por su pecho, sintiendo el agua como rozaba su piel, haciendo brillar 
sus tatuajes. Miré la ominosa daga que parecía golpearle a través de la garganta, la punta goteando 
sangre. Una persona no se hacía un tatuaje así a menos que tuviera algún tipo de significado. Un 
significado mortal. 
Una oleada de miedo recorrió mi cuerpo para instalarse en mi vientre. Era extraño cómo el 
miedo podía hacer que la excitación se sintiera aún más intensa. ¿Tal vez por eso los libros llamaban 
al orgasmo la pequeña muerte? 
Incapaz de luchar contra él, me sometí. Su boca reclamó la mía en un beso lleno de oscuras 
promesas. 
Mientras me apoyaba débilmente en la pared de la ducha, ahora cálida, observé con los párpados 
semicerrados cómo se echaba jabón en la palma de la mano. La cremosa espuma con aroma a sándalo 
burbujeaba mientras él se frotaba las palmas de las manos. 
Colocando sus manos sobre mis hombros, me hizo girar hasta que mi espalda quedó presionada 
contra su frente. Con una mano en mi pecho, su otra mano rozó mi vientre para acariciar mi sexo. 
Mi cabeza cayó hacia atrás mientras me levantaba sobre los dedos de los pies, sin poder reprimir un 
gemido de dolor mientras él acariciaba mi carne magullada. Él desplazó nuestros cuerpos hacia la 
derecha hasta que estuvimos bajo una enorme ducha circular justo encima de nosotros. El agua que 
caía como la lluvia, acarició mi piel mientras sus manos se movían por cada centímetro de mi cuerpo, 
 
limpiando los últimos restos de jabón que estaban ligeramente teñidos de rosa, evidencia de mi ahora 
perdida virginidad. 
Me guió de vuelta a la pared de la ducha como si fuera solo una muñeca para que la manipule 
y la mueva. Alzado sobre mí, su mirada era feroz e intensa mientras capturaba la mía. 
—Te besaré para que desaparezca el dolor. 
Su cabeza bajó, pero en lugar de capturar mi boca como supuse que lo haría, se inclinó más 
abajo. De repente, esta bestia de hombre estaba de rodillas ante mí, pero no había nada sumiso en él. 
Mis brazos salieron disparados para agarrar las paredes resbaladizas mientras él colocaba una 
pierna y luego la otra sobre sus enormes hombros. Sus manos acunaron mi trasero. 
Sobresaltada, miré hacia abajo para ver su rostro entre mis muslos ahora abiertos. 
—¡Oh, Dios! 
Su sensual boca se torció en una ligera sonrisa. 
—Eso es. Así es, pequeña. Sigue gritando mi nombre. 
Con humillante horror, vi la punta de su lengua para trazar la costura de los labios de mi coño. 
Esto no está sucediendo. 
¡Oh, Dios! 
—¡Por favor! No puedes. Esto es... ¡por favor! 
El áspero toque de su barba de chivo contra mi sensible clítoris mientras empujaba su lengua 
dentro de mi todavía hinchado coño casi me llevó al límite. Era una mezcla tan decadente de placer 
y dolor. Las yemas de mis dedos arañaban inútilmente las baldosas de mármol mientras él tocaba 
mi cuerpo como un instrumento. 
Introdujo un grueso dedo dentro de mí y me perdí. 
Mi grito orgásmico resonó en la cabina llena de vapor. 
Justo cuando mi cuerpo agotado y débil se deslizó a un lado, él se levantó y me arrojó a sus 
brazos. Dando unos pasos hacia la izquierda, se sentó en el banco de mármol y me acurrucó en su 
regazo. 
Con las yemas de los dedos apartó los rizos húmedos de mis mejillas y el cuello, murmuró contra 
mi frente: 
Ты мой, мой маленький. (Eres mia, mi pequeña). 
 
No entendí lo que dijo. Sonaba como Ty moy, moy malen'kiy. 
Fuera lo que fuera... probablemente no era bueno. 
Esto era malo... realmente malo. 
 
UNA HORA DESPUÉS, por fin me permitieron vestirme. 
Era la mitad de la noche. Mi compañera de cuarto estaba probablemente preocupada y ya habría 
llamado a la policía ya que nunca me quedaba fuera hasta tan tarde. ¿Qué tan patético era eso? Que 
mi compañera de cuarto se volviera loca porque me quedara fuera más allá de la medianoche en un 
viernes por la noche. Aun así, supongo que no podría decir que mi vida era protegida y aburrida 
después de los eventos de esta noche. 
Una rápida inspección mostró que no había comida en la cocina. Aparentemente viajaba 
bastante con cualquier negocio en el que estaba. Anunció que me iba a llevar al Golden Apple, un 
restaurante nocturno en la calle de la Avenida Lincoln. 
Como Cenicienta, supe que esta extraña noche debía terminar. 
Esta no era la verdadera yo. 
¡Yo no tenía sexo con extraños con aspecto de criminales! 
¡Era una estudiante de bibliotecología, por el amor de Dios! 
Además, ¿quién iba a decir que me iba a llevar a comer algo? Tal vez me llevaba a algún lugar 
para matarme con ese picahielos de aspecto malvado y luego arrojar mi cuerpo en el lago Michigan. 
Era ruso. Los rusos sabían de este tipo de cosas si básicamente cada libro y cada película que 
había visto con un villano ruso se suponía verdad. 
Así que cuando dijo que necesitaba recuperar las llaves de su coche de arriba, no me lo pensé 
dos veces. Cogí mi mochila abandonada del pasillo y abrí la puerta principal de golpe. 
—No des un paso más, моя крошка (mi pequeña) —advirtió desde lo alto de las escaleras. 
¡Pillada! 
Después de lanzar una mirada asustada por encima de mi hombro, yo emprendí la huida. 
Me precipité por la calle oscura, con el sonido de sus pesadas pisadas en su persecución 
golpeando mis oídos. 
 
Él está siempre, siempre en mi mente -no como un placer, más de lo que yo siempre soy un placer para mí 
misma, sino como mi propio ser. – Emily Brontë, Cumbres Borrascosas. 
 
Emma 
 
MIS MARY JANES CLUNKY me frenaron mientras bajaba por Burling Street hacia Halsted. Sabía 
que esa calle estaría ocupada a pesar de lo avanzado de la hora y de mi mejor oportunidad de 
conseguir un taxi. No me atreví a arriesgarme a mirar hacia atrás. Ya no podía oírle gritar, pero no 
me cabía duda que aún me perseguía en silencio, como un cazador. 
—¡Taxi! ¡Taxi! ¡Taxi! —Agité frenéticamente los brazos en el aire mientras pedía a gritos un taxi. 
Cuando uno se detuvo en la acera, una pareja que balanceándose se acercaba hacia él. 
Apartándolos del camino, abrí de un tirón la puerta trasera del pasajero y salté dentro. 
—¡Lo siento! Lo siento mucho. —Les grité al confundido par de borrachos a través de la 
ventanilla cerrada. Mi fuerte respiración empañó el cristal mientras el taxi se alejaba. 
—¿A dónde, señorita? 
—Edgewater. Avenida Winthrop. 
Un taxi hasta mi apartamento era una extravagancia que no podía permitirme, pero no tenía 
otra opción. Torciendo la cintura, miré a través de la mugrienta ventana trasera, esperando a medias 
verle agarradoal capó del maletero como un héroe de película de acción. 
La cacofonía de luces rojas, verdes y blancas de la ciudad se desdibujaba mientras miraba con 
los ojos entrecerrados a cada coche que se acercaba a mi taxi. 
El coche giró a la izquierda en mi tranquila calle residencial. Los árboles crecidos tapaban la 
mayor parte de la luz de las farolas. 
Rebuscando en el bolsillo delantero de mi mochila, saqué unos cuantos billetes arrugados y se 
los tiré al conductor. 
 
—Quédese con el cambio —le dije por encima del hombro como si pudiera permitírmelo. Lo 
que realmente no podía permitirme era quedarme en la calle un minuto más de lo necesario. 
Abrazando mi mochila contra mi pecho, mi mirada se desvió a ambos lados de la calle. Todo 
estaba tranquilo y callado. 
Cuando entré en el camino iluminado por la maleza que llevaba a mi edificio de apartamentos, 
con cuidado de no tropezar con las partes de cemento que se habían agrietado y levantado, traté de 
escuchar más allá de los latidos de mi corazón en busca de cualquier sonido inusual. 
Justo cuando llegué a la puerta exterior, se oyó el rugido sordo de un motor cuando un gran 
todoterreno negro entró en mi calle. Me quedé mirando los brillantes faros mientras se acercaba cada 
vez más a mí. Visiones de la todoterreno precipitándose sobre el césped, la puerta abriéndose y yo 
siendo arrestada al interior oscuro por un ruso enojado, para nunca más volver a ser vista, se 
burlaron de mí. 
El todoterreno redujo la velocidad al acercarse a mi edificio. 
Mis pulmones pedían aire a gritos ya que olvide respirar. 
Mis miembros se entumecieron mientras un frío escalofrío de miedo me recorría la columna 
vertebral. 
El todoterreno pasó. 
Apoyé una mano en el umbral de piedra mientras mis rodillas casi se doblaron de alivio. 
La puerta exterior siempre tenía la cerradura rota, así que la abrí y entré en el pasillo poco 
iluminado. El sucio suelo de baldosas grises agrietadas, las paredes manchadas de humo y el 
parpadeo de la luz amarillenta del techo de la cúpula me parecieron el Palacio de Buckingham. 
Al llegar a mi apartamento del primer piso, las manos me temblaban tanto que no podía meter 
la llave en la cerradura. Afortunadamente, después de algunos intentos, se abrió de par en par. 
—¡Gracias a Dios! ¿Dónde demonios has estado, Emma? 
Empujando a Mary a un lado, cerré la puerta de golpe. 
Volviéndome, puse el cerrojo en su lugar, luego puse la cadena que raramente usábamos. Y, por 
si acaso, giré el pequeño botón del pomo de la puerta. 
—¿Emma? ¿Qué pasa? ¿Qué ha pasado? 
Arrojando mi mochila sobre nuestro desgastado sofá, corrí hacia las dos pequeñas ventanas en 
el otro lado de nuestra pequeña sala de estar, que daban al patio delantero. Poniendo el pulgar y el 
 
índice entre los listones de metal, miré a través de las persianas. Los únicos signos de vida en la calle 
eran las luces ocasionales de los edificios de apartamentos al otro lado de la calle. 
—¡Emma! ¿Qué carajo? ¡Me estaba volviendo loca de preocupación! ¡Incluso llamé a la policía! 
¿Dónde has estado? ¿Por qué está tu cabello mojado? 
A pesar de la hora tardía, Mary seguía con su pelo negro brillante recogido en sus característicos 
rollos de victoria rockabilly3 con un pañuelo rojo brillante, y un lápiz de labios mate a juego. Aunque 
se había puesto una de sus camisetas favoritas de Buffy la Cazavampiros y un par de mallas de 
leopardo. 
Tropezando con una pila de libros apilados al azar cerca de nuestra mesa de café de segunda 
mano, me acerqué a ella y rodeé su cintura con mis brazos, apoyando mi cabeza en su hombro. 
—Me vendría bien un té con whisky. 
 
MEDIA HORA DESPUÉS, con el cabello envuelto en una toalla y vistiendo mi camiseta de Edición 
Limitada de “Orgullo y Prejuicio”, estaba acurrucada en el sofá con una tetera generosamente 
aderezada con whisky y endulzado con mermelada de naranja. Mary estaba sentada frente a mí. 
Nuestros pies compartían el mismo color brillante rosa y verde de ganchillo. 
Mary agitó las manos en el aire mientras sacudía la cabeza. 
—¡Espera! ¡Espera! Estoy confundida. ¿El hijo del viejo Señor Fitzgerald te besó? 
Ella sabía de mi situación actual. Que si yo no pagaba la matrícula para el final de la semana que 
viene, me expulsarían del programa de Maestría en Ciencias Bibliotecarias. 
No podía imaginar un trabajo mejor que el de bibliotecaria. Pasar todos los días rodeada de los 
pensamientos e imaginaciones de las más grandes mentes de la civilización. Reverentemente 
pasando las puntas de mis dedos por las suaves letras doradas de las encuadernaciones, las palabras 
cobraban vida en mi mente mientras imaginaba cada historia. 
Los libros habían sido los únicos compañeros constantes en mi vida. Mis únicos amigos de 
verdad. A través de sus páginas, había vivido mil vidas y había vivido innumerables aventuras. 
 
3 Estilo de peinado de los años 50’s. 
 
Me había enfrentado a ejércitos merodeadores, desafiado tormentas estruendosas en alta mar, 
había cortado a un oponente en tiras con mi ingenio, y me atreví a besar al hombre peligroso que 
salía de las sombras para robar un abrazo prohibido. 
A través de los libros era hermosa, segura y descarada. Entre esas páginas, había llenado mi vida 
de color, música, risas y pasión. 
Me atreví. 
Lo arriesgué todo. 
Viví. 
¿Por qué alguien se conformaría con el aburrido trabajo de la realidad? 
En los libros, el chico guapo vio a través de la reserva de la chica tímida e impopular y conocía 
intuitivamente a la persona que era en su interior. Miraba más allá de lo que los demás veían y se 
daba cuenta que ella era inteligente, divertida y encantadora. En los libros, el alhelí se lleva al chico. 
Lástima que eso no ocurriera en la realidad... bueno... ¡al menos no hasta esta noche! 
Dejando escapar un suspiro frustrado, dejé la taza de té y abracé mi cojín “Preferiría estar leyendo" 
contra mi pecho. 
—¡No! Solo escucha... 
Entonces le conté toda la sórdida y gratuita historia, sin omitir nada. 
A mitad de camino, después de describir cómo me había azotado, me detuvo para ir a nuestra 
pequeña cocina y tomar una botella de tequila de debajo del fregadero y dos vasos con el logotipo 
de la Universidad de Loyola. Ella nos sirvió un trago a las dos. Chocamos los vasos y nos los bebimos. 
Después de servirse un segundo trago, me señaló con la cabeza. 
—Bien, estoy lista... continúa. 
Cuando terminé, no dijo nada al principio. Luego sus labios pintados de rojo se abrieron en una 
gran sonrisa mientras se inclinaba hacia delante. 
—¡Zorra! —se burló. 
Le tiré la almohada. 
—¡Esto no tiene gracia, Mary! 
Agarrando la almohada y lanzándola de nuevo hacia mí, ella contestó: 
 
—¿Quién ha dicho que sea divertido? ¡Es la historia de sexo más jodidamente increíble que he 
oído nunca! Estoy celosa. 
—¡Me confundió con una... con una... dama de la noche! —resoplé. 
Sirviéndonos a las dos otro trago, me pasó mi vaso. Estaba ligeramente lleno y goteaba tequila 
sobre mi manta. Levantando con cuidado la copa hasta los labios, di un pequeño sorbo para que 
dejara de gotear, luego choqué las copas con Mary y la devolví. 
—En primer lugar, no estamos en el Londres del siglo XIX. Se llaman prostitutas. Pensó que eras 
una prostituta. 
Enfadada, le contesté: 
—En realidad, pensó que era una acompañante. Son mucho más glamurosas y sofisticadas que 
una prostituta. 
Mary enarcó una ceja perfectamente delineada. 
—Aun así... 
—¿Qué? ¿No crees que un hombre podría confundirme con alguien sexy? 
—Llevo años diciéndote que a los hombres les gusta esa vibración de colegiala inocente que 
tienes, pero tu nariz está demasiado enterrada en un libro para notarlo. Por eso eres virgen a los 
veintitrés años. —Me sacó la lengua con su última afirmación. 
Volviendo a lanzarle la almohada, le respondí: 
—¡Ya no! —Luego le saqué la lengua. 
—¡Zorra! —Volvió a gritar, riéndose. 
Acurrucando mis rodillas haciami pecho, envolví mis brazos alrededor de mis piernas 
dobladas. 
—¿De verdad crees que eso me convierte en una zorra? 
—¿Hablas en serio? 
—¡Me acosté con un tipo que ni siquiera conozco! 
—¿Sí? ¿Y qué? ¡Pasa todo el tiempo! Al menos tienes una ¡historia fabulosa! Perdí mi virginidad 
en la parte trasera de un Dodge destartalado en un estacionamiento vacío detrás de un cine con un 
tipo que se le atascaron las bolas en la cremallera de sus jeans. Tú perdiste la tuya con un ruso muy 
sexy con una cicatriz de pirata. 
 
Me encogí de hombros mientras retorcía un borde deshilachado de la manta alrededor de mi 
dedo. Ahora que la adrenalina había desaparecido, no sabía, no estaba segura qué pensar. Todo era 
un confuso 
Mary me quitó la manta de las manos. 
—¡Oye! No empieces a sentir ninguna mierda de culpa católica por esto. En serio, hace tiempo 
que debías hacerlo. Puede que haya una doble standard sobre las chicas que se acuestan demasiado, 
pero afrontémoslo. Ningún chico quiere una novia que esté en la mitad de sus veintes y que aún sea 
jodidamente virgen. Pensarán que te has criado en alguna secta en medio del bosque. 
Mantuve mi mirada desviada. 
—Es que... 
—¿Qué? 
Mis mejillas ardían mientras inhalaba profundamente antes de soltar: 
—Él era un poco... rudo y, bueno... contundente. Había... partes... que eran dolorosas. No solo 
la parte de la virginidad, sino otras veces y yo... como que... bueno...me gustaba. 
Mary curvó sus dedos en una garra. 
—¡Miau! ¿Quién sabía que te gustaba la mierda pervertida? 
—¿No crees que está mal o es retorcido o algo así? 
—¡Diablos, no! De hecho, estoy aliviada. Me imaginé que eras una chica aburrida, un chica de 
estilo misionero cuando finalmente lo hicieras. Quién iba a decir que eras tan descarada y audaz. 
Apoyé la frente en las rodillas, enterrando la cara para ocultar una sonrisa. Era una historia 
bastante escandalosa, sacada directamente de un libro romántico. Tal vez tenía el coraje para ser una 
de las heroínas que admiraba, después de todo. 
—¡Dios mío! Esto es como 'Smashed', temporada seis, episodio nueve de Buffy la Cazavampiros. 
Aquel en el que Buffy finalmente se folla a Spike y derriban la casa —observó Mary con entusiasmo. 
Recordé el episodio. No puedes ser la mejor amiga de Mary y no haber visto todos los episodios 
de “Buffy la Cazavampiros” al menos tres veces. Siempre apoyé a Spike, el chico malo. Ángel era 
demasiado amable... y gentil. El episodio "Smashed" fue muy caliente. La forma en que Spike lanzó 
a Buffy contra la pared y empezó a follarla. Me mordí el labio cuando me vinieron a la mente 
recuerdos similares a los de esta noche y los de la ducha. 
—¿Vas a volver a verlo? —preguntó Mary, irrumpiendo en mi sensual ensueño. 
 
—¿Estás loca? ¿Te has perdido la parte de la cabeza afeitada y los tatuajes con sangre? 
—No juzgues. Por lo que sabes, es un verdadero hombre de negocios que posee una cadena de 
tiendas de muebles a través del Medio Oeste. 
Mary sacó su portátil y lo abrió. La luz del monitor proyectaba una luz azulada sobre su rostro, 
haciendo que su lápiz de labios tuviera un color púrpura oscuro y gótico. 
—¿Cómo se llama? Lo buscaré en Google. 
Mis dos manos volaron a mi boca. Mis ojos se abrieron de par en par. 
—¿Qué? —preguntó María. 
Sacudí la cabeza, demasiado horrorizada para hablar. 
—¡Dime! Me has contado todo lo demás. 
Amortigüe mi respuesta detrás de las manos. 
Mary se inclinó y me agarró de las muñecas, tirando de mis manos hacia abajo. 
—¿Dilo otra vez? 
El calor de un humillante rubor se deslizó por mi pecho y por mis mejillas. 
—No sé su nombre. 
Por un momento, el apartamento quedó en silencio. Entonces Mary echó la cabeza hacia atrás y 
se rió. 
—¡Zorra! 
 
MAS TARDE ESA NOCHE, estaba arropada bajo una montaña de mantas en mi cama gemela, 
mirando al techo. Con un suspiro frustrado, Me acurruqué sobre mi costado y me estremecí cuando 
un dolor amortiguado se instaló entre mis piernas. No era solo allí. Todo me dolía. Era imposible 
que no tuviera moretones mañana. Sin embargo, no podía lamentar esta noche. 
Fue una locura y un error y completamente fuera de lo normal para mí... y eso fue lo que me 
gustó. Era como si hubiera salido de las páginas de un libro y por fin hubiera vivido, aunque fuera 
por unas horas. Dentro de unos años, cuando trabajara en alguna biblioteca suburbana, me deleitaría 
con los recuerdos de esta noche y sabría que, al menos por una noche, había sido la heroína de mi 
historia. 
Cogí mi teléfono y busqué el Google Translate. 
 
Era una posibilidad remota, pero sabía que podía escribir la fonética de una palabra y a veces 
Google la reconocería. Me costó varios intentos y versiones, pero finalmente escribí Ty moy moy 
malen'kiy. 
La frase real brilló en la pantalla en ruso cirílico. Ты мой, мой маленький. 
Me quedé mirando la traducción al inglés, sin poder reprimir el revoloteo en mi estómago. 
Eres mía, mi pequeña. 
 
 
 
Sí, hay algo extraño, demoníaco y fascinante en ella. – León Tolstoi, Anna Karenina 
 
Dimitri 
 
PULSE EL REBOBINADO POR QUINTA VEZ. Alcanzando mi vaso de vodka, miré las imágenes en 
escala de grises de su entrada en la casa. A pesar que acababa de comprar este lugar hace unas 
semanas, lo primero que había hecho era instalar un sistema de seguridad de primera línea. 
Un hombre en mi trabajo no podía ser demasiado cuidadoso. 
Pulsando el botón de zoom, enfoqué su rostro. 
Parecía tan fresca e inocente con su bonito flequillo y con su jersey rosa y su falda a cuadros. Su 
cara solo tenía un poco de maquillaje. Aunque el vídeo era gris, me imaginé el pálido tono rosa de 
sus labios. Al ver la parte en la que nos besamos, me agaché y me acomodé los jeans mientras mi 
polla se hinchaba. El tacto sedoso de su cabello seguía en las yemas de mis dedos mientras veía cómo 
caía sobre sus hombros y bajaba por su espalda. Es un crimen esconder esos hermosos mechones en 
un moño apretado. 
No se puede explicar por qué una chica tan pequeña me fascinaba. 
No se parecía en nada a las mujeres a las que estaba acostumbrado en la cama. 
Las mujeres rusas eran glamurosas y elegantes, siempre con el perfume pesado y el maquillaje. 
Vestidas con ropa de diseñador y tacones para follar. Eran seguras de sí mismas y sabían lo que 
querían de un hombre. Y, más importante, cómo conseguirlo. 
Una acompañante de alto nivel encarnaba la misma confianza sexual. 
Por eso las prefería al... enredo... de un acuerdo más tradicional. Las novias hacían preguntas 
incómodas. Ellas no apreciaban cuando tú desaparecías del país durante semanas a alguna zona de 
guerra olvidada para reunirte con un dictador despiadado. Ellas eran una obligación. No se sabía 
cuándo se volverían contra ti como una víbora y acudían a las autoridades con todas las pequeñas 
piezas de información que habían aprendido después de meses en tu cama. 
 
No, era más seguro... para todos los involucrados... sí mantenía mi follada como un intercambio 
puramente comercial. 
Una acompañante sabía el resultado. También sabían que nadie las echaría de menos si 
desaparecían de repente, así que entendían cómo mantener la boca cerrada... a menos que se dicte lo 
contrario. 
Entonces, ¿por qué esta mujer me fascinaba ahora? 
Una pequeña y tímida virgen. 
Cristo, ella probablemente nunca había dado a un hombre una adecuada mamada. 
Con un gruñido frustrado, me moví en mi asiento al pensamiento de sus labios inexpertos 
envueltos alrededor de mi polla mientras yo guiaba su cabeza por el eje. De ver esos ojos marrones 
hipnotizantes lagrimeando mientras golpeaba el fondo de su garganta. En saber que, al igual que su 
dulce y apretado coño, yo era el primero. 
Detuve el vídeo en una imagen de su rostro. Sus ojos estaban cerrados y su cabeza se inclinaba 
hacia atrás mientras yo le besaba el cuello. Esto fue justo antes de levantarla en mis brazos y subirla 
a mi cama. 
Puede que no esté seguro de por qué me fascinaba, pero estaba seguro que nohabía terminado 
con ella. 
En el fondo, sabía que era peligroso perseguir a una inocente como ella. 
No traería más que miseria y oscuridad a su vida. 
Ella habría estado mejor si nunca se hubiera cruzado en mi camino. 
Ahora era demasiado tarde. Estaba en mi punto de mira. 
Su olor estaba en mi piel. Todavía podía saborear su dulzura en mi lengua. Había un hambre 
que crecía dentro de mí. A pesar que acababa de tenerla, necesitaba follarla de nuevo, y de nuevo. 
Lo anhelaba, y ahora estaba a la caza para encontrarla. 
Reproduciendo el vídeo, hice una pausa y me acerqué a su mochila desechada en el pasillo. 
Estaba cubierta de parches bordados: Book Nerd, I Read Banned Books4, Carpe Librum5. Inclinándome 
hacia delante en mi asiento, dejé a un lado mi vaso y me acerqué aún más a un parche granate y 
 
4 Libro Nerd, Leo Libros Prohibidos. 
5 Apoderarse del libro en latín. 
 
dorado en particular: Universidad de Loyola. Ella había mencionado que necesitaba dinero para la 
matrícula. 
Te encontré, моя крошка (mi pequeña). 
 
ME SENTÉ a la sombra, encendí un cigarro Gurkha Black Dragon6... y esperé. 
Sabía que era muy poco probable que la Oficina de Registro de la Universidad me dieran la 
información que necesitaba. 
La gente tendía a mirar a un ruso de 1.80 metros con la cabeza afeitada y tatuajes visibles con un 
poco de escepticismo y miedo, aunque llevara un traje a medida de Brioni de cinco mil dólares. 
Después que se enteraron que estaba cazando una joven estudiante, sería mucho más probable que 
llamaran a la policía que a darme su nombre. 
No. Esto requeriría un poco de delicadeza. 
Después de casi una hora, encontré mi objetivo perfecto. 
Una mujer mayor con una cárdigan de gran tamaño y un cordón de aspecto oficial alrededor 
del cuello salió de la oficina y se paseó unos pasos por la esquina, sacando un paquete de cigarrillos 
de un bolsillo profundo mientras caminaba. 
Recogiendo el libro de texto que acababa de comprar en la tienda de la universidad, me acerqué 
a ella. 
Mientras ella se llevaba el cigarrillo a los labios, yo extendí mi brazo con un encendedor ya 
encendido. 
—¿Puedo? —pregunté con un guiño. 
La mujer se sonrojó. 
—¡Oh, vaya! Quiero decir, ¡sí! Gracias. 
Se inclinó y encendió su cigarrillo mientras me examinaba. 
—Me preguntaba si podría ayudarme. 
—Lo que sea —soltó antes de bajar la mirada y juguetear con la ceniza de su cigarrillo mientras 
tartamudeaba—. Quiero decir, posiblemente. ¿Qué... necesitas? 
Levanté el libro de texto. 
 
6 Marca de puros. 
 
—Necesito encontrar al propietario de este libro. 
Entonces, me inventé una historia romántica de conocer a una tímida estudiante en el tren y 
hacer una conexión antes que nos separáramos en una parada llena de gente, pero no antes que me 
diera cuenta que había dejado el libro de texto. 
Le dije que suponía que la chica era una estudiante de posgrado, dada su edad. 
—Podría ayudarte, pero si no sabes su nombre eso significaría que tendríamos que revisar las 
identificaciones de los estudiantes, y eso podría llevar más de una hora —respondió mientras 
apagaba su cigarrillo contra la pared de cemento del edificio. 
Apoyando una mano en la pared, me incliné hacia ella. 
—Una hora a tu lado me parece una forma agradable de pasar una tarde —dije, con un acento 
deliberadamente marcado. 
La mujer apretó los lados de su jersey sobre su pecho. Señaló con la cabeza una pequeña puerta 
lateral. 
—Espere allí. Te meteré en mi despacho por la parte de atrás. 
Le hice otro guiño. 
—Date prisa. 
Volvió a hacer una mueca antes de salir corriendo. 
Menos de una hora después, estaba mirando la cara de mi bonita presa. 
Emma Katherine Doyle 
Estudiante de posgrado en Bibliotecología y Ciencias de la Información. 
Según el horario que aparecía, en ese momento estaba en trabajo de estudio en la Biblioteca 
Cudahy. 
Cogí mi pinza para billetes, saqué un billete de cien dólares y se lo entregué a la mujer con mi 
agradecimiento, antes de pedirle que me indicara cómo llegar a la biblioteca. 
Mientras me alejaba, me gritó: 
—¡Espera! ¡Olvidaste el libro de texto! 
Sin darme la vuelta, le dije: 
—Quédatelo —antes de empujar la puerta y volver a salir a la luz del sol. 
 
 
—¿BUSCAS A RATÓN? 
Alguien me había dirigido al mostrador de información del piso de la Sala de Lectura. A pesar 
de la enorme sala abierta de dos pisos que en ese momento estaba lleno de estudiantes que ocupaban 
las largas mesas comunitarias, solo se escuchaba el murmullo de voces calladas y el ocasional 
ondular de papeles. 
De pie ante mí había una joven rubia teñida que jugaba con su cabello fuertemente rizado 
mientras me miraba a través de un pesado abanico de pestañas postizas. 
—¿Ratón? —repetí con una ceja levantada. 
Ella agitó una mano cuidada en el aire. 
—Lo siento, ese es solo nuestro apodo para Emma. 
Me quedé en silencio, así que ella continuó. 
—Ya sabes. Porque es muy pequeña y tranquila. Apenas sabes que está ahí la mitad del tiempo. 
Y con su aburrido cabello marrón, parece un simple ratoncito. 
Mi mandíbula se tensó. No necesitaba escuchar más para darme cuenta de cómo esta mujer 
probablemente trataba a mi Emma. 
Y ella era mi Emma ahora. 
No podía creer que hasta ayer, esta criatura hubiera sido justo mi tipo. Altanera y ensimismada, 
siempre con la manicura perfecta, el cabello peinado, y el perfume 
Ahora la imagen me resultaba asfixiante y poco inspiradora. 
—¿Dónde puedo encontrar a…“Ratón”? 
—Oh, no está aquí. Está en las pilas. 
—¿Las pilas? 
La mujer asintió. 
—En el Centro Sullivan, justo a unas manzanas al sur. En el sótano. Es donde la biblioteca 
almacena el material más antiguo. Normalmente la enviamos allí para desenterrar los materiales 
solicitados por los profesores y otros estudiantes. 
Traducción, normalmente enviaban a la tímida compañera de trabajo poco propensa a 
defenderse o a quejarse para hacer el trabajo ingrato. 
Mi mano derecha se cerró en un puño. El sonido de mis nudillos crujiendo resonó en la silenciosa 
habitación. 
 
Cuando me di la vuelta para salir, ella se agarró a mi manga. 
—¿Estás seguro que no puedo ayudarte? 
La fulminé con la mirada hasta que retiró la mano. 
—Bastante seguro. 
 
El crepúsculo ya había caído cuando abrí la pesada puerta de cristal del Centro Sullivan. 
Después de unas cuantas averiguaciones más, finalmente bajé por una escalera oscura hasta el 
sótano. La sala de techos bajos, y sin ventanas, parecía extenderse durante kilómetros. Pesados 
estantes de metal con libros llegaban desde el suelo hasta el techo. Varios estaban pegados entre sí, 
lo que obligaba a girar una gran rueda al final para moverlos lo suficiente como para apretujarse 
entre ellos en un pasillo estrecho y oscuro. 
El único sonido era un zumbido bajo y molesto de las tiras de luz fluorescente. Toda la sala 
estaba en penumbra, ya que solo una de cada dos tiras estaba encendida. 
Me froté la mandíbula mientras inhalaba una larga y lenta respiración por mi nariz. 
Tratando de calmarme. 
Me levantó los cabellos de la nuca. Décadas de instinto salieron a relucir. Me importaba un carajo 
que estuviera en un edificio en medio del campus de una universidad popular y concurrida. 
Reconocía una habitación peligrosa cuando la veía. Sin ventanas. A gran profundidad. Iluminación 
limitada. Solo un único punto de entrada. Cualquiera podría atraparla aquí abajo durante una 
eternidad y nadie la oiría gritar. 
La idea que se pusiera rutinariamente en este nivel de peligro me hacía hervir la sangre. 
Primero llamando a la puerta de un hombre extraño, ¿y ahora esto? 
Era obvio que alguien tenía que tomar a esta mujer en la mano. 
Alcanzando los dos botones de mi traje cruzado desabroché los botones y me despojé de la 
chaqueta, arrojándola sobre un carro lleno de libros que había sido abandonado cerca de la entrada. 
Me quité los gemelos y