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231 
Lingüística comparada y gramática normativa 
en la España del siglo XIX 
 
María José Rodrigo Mora 
Università di Bologna 
 
 
1. La institucionalización de la lengua llevada a cabo en España a lo 
largo del siglo XVIII,�F
1 parece producir a principios del XIX, tal vez como 
lógica reacción, cierta laxitud entre los lingüistas, puesto que en numerosas 
ocasiones dan la impresión de limitarse en su labor a recoger las ya no tan 
nuevas corrientes teóricas procedentes de Francia o a duplicar 
epigonalmente la Gramática de la Real Academia. 
Mientras tanto en Europa la mayoría de los estudiosos, con evidente 
afán de innovación, se preparan para dar un viraje definitivo a sus 
investigaciones, e intentan por todos los medios salir del vicioso círculo de 
elucubraciones sobre la lengua derivadas de algunas exageradas 
interpretaciones de la lógica de Port-Royal. También hay quienes, por otro 
lado, procuran moderar los excesos monogenéticos cometidos en la 
búsqueda de una lengua originaria; lo que ocasiona paradójicamente a su 
vez un debilitamiento de la convicción contraria, es decir, se empieza a 
difuminar, asimismo, la fe en la capacidad humana para elaborar una lengua 
perfecta. 
La reflexión lingüística, por lo tanto, comienza a alejarse de la 
intuición genial, pero indemostrable en aquel entonces, de que una única 
lógica subyace bajo las manifestaciones materiales de los idiomas. Los 
nuevos estudios tienden a adoptar un enfoque más realista que suponga el 
desarrollo de las ciencias del lenguaje en los aspectos más concretos, como 
la fonética, la morfosintaxis o el léxico; porque además a las alturas de 
 
1 Como recuerda Brumme (2004: 946), la voluntad centralizadora de la 
dinastía borbónica, iniciada en el siglo XVIII con la promulgación de los Decretos 
de Nueva Planta que imponían el castellano en todo el Estado, culminaría en el 
siglo siguiente con la Ley del Notariado de 28 de mayo de 1862, referida a las 
normas para la administración judicial, cuyo art. 25 reza: «Los instrumentos 
públicos se redactarán en lengua castellana, y se escribirán con letra clara, sin 
abreviaturas y sin blancos». 
232 
finales del ochocientos, cuando los descubrimientos de territorios 
geográficos han tocado el cenit, las lenguas antes desconocidas con las que 
se ha entrado en contacto son muchas y muy diferentes. 
No es de extrañar que en este marco Lorenzo Hervás y Panduro 
(1735-1809), miembro de la casta de intelectuales errantes en la que se 
habían convertido los jesuitas después de su expulsión de España en 1767, 
considerara que había llegado la hora de reflexionar sobre las similitudes y 
las diferencias entre los distintos idiomas, pues aunque él vivía en Italia 
mantenía estrecho contacto con numerosos misioneros que se hallaban 
esparcidos por los cinco continentes intentando culturizar a los nativos, 
usando incluso sus propias lenguas. 
De esta forma, a través del conocimiento directo de múltiples 
realidades lingüísticas, emerge el conflicto con las ideas hasta aquel 
momento predominantes, ya que como nunca había sucedido antes, empieza 
a ser evidente la neta separación entre el estudio científico de la lengua y la 
determinación de su norma, conflicto que, por otra parte, será a partir de 
entonces uno de los motores más potentes del desarrollo de la teoría del 
lenguaje. 
La figura de Hervás y Panduro es importante en este ambiente 
porque como han afirmado, entre otros, Lázaro (1949: 102) o Mourelle 
(2002: 156), aunque no poseía aún una metodología adecuada, se adelantó 
en cierta medida a los padres de la lingüística comparada Rask y Bopp,�F
2 con 
la publicación de su monumental obra, escrita en italiano pero más conocida 
con el título de la traducción al castellano Catálogo de las lenguas.�F
3 Breva 
 
2 La primera obra importante en este sentido es la del danés Rasmus 
Kristian Rask (1787-1832) Investigaciones sobre el origen de la antigua lengua 
nórdica o islandesa, terminada en 1814 pero publicada cuatro años más tarde. Sin 
embargo, será fundamental sobre todo la obra de Franz Bopp (1791-1867) 
Gramática comparada del sánscrito, zenda, armenio, griego, latín, lituano, 
antiguo, eslavo, gótico y alemán, que aparece en tres tomos en Berlín entre los 
años 1833-1852. 
3 Según San Vicente (1996: 618-619) es el lingüista de este período que 
mayor interés ha suscitado. En 1778 publica en Cesena el primer volumen de los 
veintiuno que componen su obra, la Idea dell’Universo, che contiene la Storia 
della vita dell’uomo, elementi cosmografici, viaggio estatico al mondo planetario, 
e storia della Terra e delle lingue. A partir de 1784 y hasta 1787 publicó los 
volúmenes finales (XVII-XXI) que son los que conciernen a la lingüística: 
233 
(1993: 498), sin embargo, ha precisado que Hervás es ante todo un autor del 
XVIII deseoso de recoger en una enciclopedia el progreso de las ciencias de 
su siglo, coincidiendo así con Lázaro (1949: 105) cuando puntualiza que 
«no intenta, pues, una obra estrictamente lingüística, sino que estudia los 
idiomas al servicio de la historia humana». 
No obstante, si bien el enfoque todavía no sea lingüístico en el 
sentido contemporáneo, hay que reconocer que es la primera vez que 
alguien pretende encontrar un fundamento etnográfico de las lenguas: 
Hervás desprecia los testimonios petrificados del pasado, como las 
escrituras, los símbolos o los mitos, que eran los únicos datos que hasta 
entonces se habían tenido en consideración para intentar hallar una 
explicación del origen humano, y cree, por el contrario, que las lenguas, las 
razas, las costumbres, o sea los testimonios vivos, son los auténticamente 
valiosos. De la labor de este lingüista se ha destacado en numerosas 
ocasiones su contribución al establecimiento de las familias lingüísticas, y 
su influjo en Humboldt, Adelung y Vater, por lo que respecta al 
conocimiento por parte de éstos de las lenguas amerindias (Breva, 1993: 
497). 
Otro mérito innovador en su planteamiento comparativo es que lo 
hace desde el punto de vista de la sintaxis, sin pararse en el superficial 
cotejo de palabras aisladas. Tonfoni (1988: 375), en dicho sentido, ha 
distinguido dos grados de aplicación metodológica en Hervás, uno forte 
basado en la comparación estructural sintáctica, y otro debole de carácter 
léxico. En su búsqueda del artificio gramatical de las diferentes lenguas, 
realiza descripciones morfosintácticas de tipo sincrónico en las que aparece 
 
XVII-1784: Catalogo delle lingue conosciute, e notizia delle loro affinità e 
diversità; del que se hará la edición española; 
XVIII-1785: Origine, formazione, meccanismo e armonia degl’idiomi; 
XIX-1785-1786: I. Aritmetica di quasi tutte le nazioni conosciute. II. 
Divisione del tempo fra le nazioni orientali; 
XX-1787: Vocabolario poliglotto; volumen con sesenta y tres palabras 
traducidas a ciento doce lenguas; 
XXI-1787: Saggio pratico, donde se establece las bases de la comparación 
entre trescientas lenguas de todos los continentes mediante traducciones de los 
padrenuestros. 
 
 
 
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implícitamente el germen de la idea de morfema, llegando a dicha noción a 
pesar de que, según los principios gramaticales de su tiempo, tome como 
base el paradigma, especialmente verbal, en las recopilaciones descriptivas 
que hace de unos trescientos idiomas. Conjetura Breva (1993: 520) a este 
respecto que, aunque le hubiera sido posible cambiar el modelo 
paradigmático por el morfémico, es probable que los misioneros 
informantes de Hervás no hubieran tenido los conocimientos necesarios para 
identificar los morfemas. 
Por otro lado, cabe destacar, asimismo, la concepción de sustrato de 
Hervás, que anticipó, aunque no influyera directamente en ellas, las 
contribuciones de los italianos Carlo Cattaneo (Serianni, 1989: 56) y en 
especial de Graziadio Isaia Ascoli (Serianni, 1990: 49). Las referencias al 
sustrato, junto a la cuestión del comparativismo, la clasificación de las 
lenguas en familiasy la idea de genio lingüístico, también se hallan, como 
ha demostrado Paolo Silvestri (2001), en una obra menor de Hervás, la 
Gramática de la lengua italiana, lista para la imprenta en 1797 pero que 
luego no fue publicada, y cuyo manuscrito está actualmente en la Biblioteca 
Nacional de Madrid. Según Silvestri (2001: 887), existen claras alusiones al 
sustrato en los capítulos dedicados al verbo, donde después de constatar las 
numerosas irregularidades en italiano y en español, Hervás las achaca tanto 
a la común matriz latina como a las lenguas en su opinión preexistentes, el 
vascuence en España y el celta en una buena parte de Italia, porque para él 
cuando en una nación se empieza a hablar una lengua nueva, se introducen 
en ella muchos elementos de la antigua. Esta técnica deductiva Silvestri 
(2001: 889) la denomina precomparativista o comparativismo 
prescientifico. La persistencia del sustrato se ve también reflejada en el 
Catálogo (I, 20), cuando al expresar sus ideas sobre fonética dice: 
 
A mi parecer, se puede establecer, por regla general, que todas las naciones 
siempre conservan substancialmente la pronunciación antigua de sus 
respectivos idiomas primitivos, y que la conservan no solamente aquellas 
que siempre la han hablado o hablan dialectos de ellos, más también las 
que, habiéndolos abandonado, hablan lenguas forasteras.�F
4 
 
4 A fin de resaltar la importancia concedida por Hervás a la fonética, 
Lázaro (1949: 111) reproduce la cita extraída de la edición española Catálogo de 
las lenguas de las naciones conocidas, y numeración, división y clases de éstas, 
según la diversidad de sus idiomas y dialectos, Madrid, 1800-1804, en seis 
235 
 
Y precisamente en la enunciación del principio de la cualidad 
indeleble de la fonética reside para Lázaro (1949: 111) la más original 
aportación que el estudioso español hace a la lingüística posterior.�F
5 
 
2. Después del admirable antecedente de Lorenzo Hervás, en Europa 
ven la luz obras decisivas que marcan los nuevos rumbos de investigación 
lingüística, entre ellas no se puede dejar de mencionar la del autor que 
universalmente es reconocido como padre de la gramática histórica y 
comparada, el alemán Franz Bopp, que con su Gramática comparada del 
sánscrito, zenda, armenio, griego, latín, lituano, antiguo eslavo, gótico y 
alemán (1833-1852) inicia la tendencia positivista que se impondrá hasta la 
segunda mitad del siglo XIX. De todos modos, como ha observado Ridruejo 
(2001: 803), dicho paradigma se bifurcará pronto en dos modelos con 
intereses y presupuestos teóricos diferentes: el modelo histórico-
comparativo por un lado, y el naturalismo lingüístico por otro. 
La culminación del reconocimiento oficial y universitario de la 
lingüística historicista en España se producirá con un notable retraso 
respecto a Europa, habrá que esperar a principios del siglo XX para su 
implantación gracias a Ramón Menéndez Pidal, mientras que la lingüística 
naturalista correrá peor suerte, pues no acabará nunca de enraizarse 
plenamente en los medios universitarios españoles. Adhiriendo a la idea de 
su más eminente representante el inglés Max Müller, los naturalistas 
consideran la lengua un organismo vivo, por lo que un tema central de esta 
corriente será la diatriba, retazo en parte del siglo anterior, relativa al origen 
monogenético o poligenético del lenguaje. Entre los naturalistas destaca el 
gaditano exiliado en Francia Antonio de la Calle, que escribió en francés la 
obra La Glossologie, essai sur la science expérimentale du langage, 
publicada en París en 1881 (Ridruejo, 2001: 804). 
Por lo que respecta a la escuela historicista y comparada, que con el 
tiempo se convertirá en predominante con Menéndez Pidal, es necesario 
reiterar que en sus albores se desarrolla casi exclusivamente fuera de las 
fronteras de la Península Ibérica, alcanzando especial brillantez cuando 
 
volúmenes, y que es el resultado de la traducción y de la ampliación del volumen 
XVII original. 
5 El primer ensayo sobre fonética, Estudios de Fonética castellana de 
Fernando de Araujo, se publicará sólo en 1894 (Mourelle, 2002: 17). 
236 
introduce la novedad absoluta del estudio de la lengua hablada. En esta 
faceta su representante más notorio es Ascoli, quien a partir de los años 
setenta, aun coincidiendo con los neogramáticos en la centralidad de las 
leyes fonéticas para explicar la evolución de las lenguas, adopta el concepto 
de sustrato con el fin de neutralizar el excesivo peso del factor individual en 
el cambio histórico de los idiomas. Para el lingüista italiano solamente 
teniendo en cuenta el conjunto de los fenómenos fonéticos, morfosintácticos 
y léxicos característicos de una lengua, absorbidos luego por otra lengua, 
que sería la hegemónica, es decir, introduciendo en el análisis el concepto 
de sustrato, el mecanismo de la evolución vuelve a ser colectivo, 
determinista, previsible y explicable científicamente (Mourelle, 2002: 15 
y 164) (Serianni, 1990: 49-50). 
En España durante casi todo el siglo XIX se ignoran estas nuevas 
líneas de investigación de la lingüística, y prueba de ello son las palabras de 
Sánchez Moguel, quien todavía en los años ochenta se lamentaba de esa 
automarginación: 
 
Cúponos no escasa parte en la preparación de los materiales, con los 
estudios de nuestros misioneros y las tareas de nuestros filólogos, en 
especial con el Catálogo de las lenguas de nuestro Hervás y Panduro; pero 
es indudable que la Ciencia del lenguaje, como tal ciencia, se ha 
constituido y desarrollado en Europa sin nuestro concurso, con total 
independencia de nosotros.�F
6 
 
A lo dicho hay que añadir que el pensamiento racionalista francés se 
había implantado en España muy tardíamente (Calero, 1986: 18-20), y se ha 
venido señalado 1830, cuando Vicente Salvá y Pérez publica en París su 
Gramática de la Lengua castellana según ahora se habla, como fecha�F
7 de 
ruptura con el logicismo, aunque sólo por lo que respecta a la esfera 
gramatical. En realidad, para vislumbrar las primeras señales de cambio, por 
cuanto atañe a la lingüística comparada, habrá que esperar hasta 1868, año 
en el que en el discurso del académico Pedro Felipe Monlau, leído el 5 de 
 
6 Antonio Sánchez Moguel en «España y la Filología, principalmente neo-
latina». Carta al Excelentísimo señor don José de Cárdenas, director general de 
Instrucción Pública. En Revista Contemporánea, tomo XXV (enero-febrero 1880), 
pp. 188-205; recogido por Mourelle (2002: 163-164). 
7 En realidad se publicó en 1831, pero 1830 es la fecha de portada. 
237 
marzo ante la Real Academia Española, y titulado Breves consideraciones 
acerca del idioma válaco o romance oriental comparado con el castellano y 
demás romances occidentales, se hace referencia elogiosa a la obra de 
Bopp, nombrando todas las ediciones que se habían hecho de su Gramática 
(Mourelle, 2002: 164). 
La llamada en favor de la gramática comparada de Monlau será 
escuchada por Francisco de Paula Canalejas, quien el 28 de noviembre de 
1869 lee otro discurso ante la Real Academia para cubrir una vacante, Las 
leyes que presiden a la lenta y constante sucesión de los idiomas en la 
historia indo-europea, en el que da una visión panorámica de la lingüística 
comparada, demostrando, además, conocer bien la ley de la rotación 
consonántica de Grimm. Respecto a esta última intervención académica 
Mourelle (2002: 173-174) juzga que: 
 
Es fácilmente compresible la importancia de esta revolución lingüística 
que empieza a operarse en España y, precisamente, en el seno de la Real 
Academia Española [...] Pero no es el discurso de Canalejas una mera 
exposición del estado de la ciencia del lenguaje en sus días. Canalejas ha 
sabido adelantarse a su época –por influjo de Steinthal– al considerar que 
la lengua ha de ser concebida no lógica, sino psicológicamente. 
 
Para Canalejas la lengua no es similar a un organismo vivo con una 
existencia propia fuera del usuario; en consecuenciaconsidera la lingüística, 
no una rama de las ciencias naturales, sino parte de las ciencias del espíritu. 
Con el rechazo de la idea de lengua equiparable a un ser independiente, 
introduce en su estudio el elemento psicológico, los sentimientos están 
presentes en los cambios de las palabras, de la sintaxis e incluso en los 
cambios fonéticos. Canalejas sostiene que para el desarrollo del lenguaje es 
fundamental, junto a la alteración fonética, la renovación dialectal, por 
cuanto es uno de los medios más eficaces para la conservación y evolución 
de los idiomas. La influencia de los dialectos sobre la lengua nacional, a lo 
largo de los diferentes períodos históricos, ejerce una benéfica influencia en 
la vitalidad y precisión de los idiomas; un ejemplo de ello serían las lenguas 
clásicas que habrían muerto porque habían dejado de servir para la vida. 
Desafortunadamente Canalejas, después de esta interesante disertación, no 
se volvió a ocupar nunca más de la cuestión de la lingüística comparada 
(Mourelle, 2002: 177-178). 
238 
 
3. Frente al no excesivo interés por las innovadoras corrientes 
lingüísticas europeas, habrá que observar las manifestaciones normativas 
hispánicas, las cuales, gracias a la fuerte tradición gramatical, son algo más 
alentadoras. Si las escuelas de reciente creación estaban buscado a través de 
las semejanzas fonéticas y morfosintácticas los enlaces científicamente 
comprobables entre las lenguas, indagando incluso en sus orígenes más 
ancestrales, las nuevas gramáticas revisarán en profundidad sus objetivos e 
iniciarán a verificar las diferencias en el uso. 
Ya la Gramática de la lengua castellana de la Real Academia de 
1771, como ha sostenido contradiciendo el juicio negativo de la mayoría de 
los historiadores Niederehe (1997), había establecido en alguna medida un 
lábil puente entre las distintas corrientes en vigor en el siglo XVIII, pues a 
pesar de estar excesivamente sujeta a la tradición latina, en el Prólogo 
académico se habla también de «los principios que son comunes á todas las 
lenguas», haciéndose eco así de las formulaciones de los maestros de Port-
Royal. 
Bien es cierto que el primero que plantea abiertamente una verdadera 
ruptura con el enfoque tradicional de la gramática es Juan Manuel Calleja, 
de quien Calero (1986: 18) dice que sus Elementos de gramática castellana 
(Bilbao, 1818) pretenden en principio seguir a los racionalistas franceses, 
aunque en la práctica no conseguirá alejarse demasiado de las pautas 
gramaticales académicas.�F
8 De hecho, el enlace definitivo y tardío con las 
teorías de la gramática general lo llevará a cabo José Gómez Hermosilla con 
Principios de Gramática General (Madrid, 1835). 
La Gramática de la Lengua Castellana según ahora se habla del 
valenciano Vicente Salvá y Pérez, que fue publicada en París en 1830, 
aunque había sido terminada en Londres en 1827, señala un hito en la 
historia de la lengua española. En el Prólogo el autor declara, quizá con 
ironía, con respecto a la Gramática de la Academia que los sabios que de 
ella se han ocupado, tal vez por estar distraídos en tareas de mayor gloria, 
no han solventado las innumerables lagunas de la obra, no obstante la 
misma Academia haya manifestado los deseos de mejorarla (Mourelle, 
 
8 Concretamente afirma Calero (1986: 18): «Calleja sigue a Destutt de 
Tracy en la polémica teoría del verbo único, según la cual todo verbo se resuelve 
en el verbo sustantivo ser –que sería el único verbo– más un adjetivo (yo amo=yo 
soy amante)», teoría que será rebatida por Bello y por Lenz. 
239 
2002: 379). Para Salvá la gramática de la lengua castellana no tiene que ser 
otra cosa que el conjunto ordenado de las reglas del lenguaje que observan 
en los escritos o en la conversación las personas doctas que hablan español 
(Lliteras, 1992: 9); y para la autorización de dichas reglas aduce ejemplos de 
escritores a partir de la segunda mitad del XVIII. Se opone, por lo tanto, a la 
concepción académica, según la cual la gramática es «el arte de hablar y 
escribir correctamente». 
Andrés Bello, que conocía y admiraba la obra de Salvá, coincide con 
él cuando afirma que la gramática de una lengua es el arte de hablar 
correctamente, conforme al buen uso de las personas instruidas; pero Bello 
no deja de atestiguar justamente que la de Salvá es un copioso repertorio de 
modos de decir castellanos, y, en efecto, en ello radica el principal defecto 
del valenciano: al no deducir reglas su pretensión de hacer una gramática 
descriptiva y normativa se quedó a mitad de camino (Mourelle, 2002: 362). 
La Academia, por su parte, después de la somera alusión al 
racionalismo francés en su Prólogo de la edición de la Gramática de 1771, 
se empieza a abrir algo a las nuevas corrientes con las ediciones de 1854 y, 
sobre todo, con la 1870. En la primera, a pesar de prestar atención a las 
gramáticas de Salvá y Bello, se sigue utilizando el paradigma de la 
declinación latina cuando se habla del artículo, aunque por clara influencia 
del lingüista americano en la de 1870 se deja de hacer. De todos modos, la 
RAE es muy crítica ante una clasificación distinta de las partes de la oración 
gramatical y ante la aplicación a los tiempos verbales de nombres diferentes, 
puesto que si ello puede dar originalidad a las nuevas gramáticas, no creen 
los académicos que sirva para enseñar mejor el idioma. Por lo que se refiere, 
en concreto, a las denominaciones de los tiempos verbales, la Academia 
mantiene la más antigua, aunque en 1854 introduce algunas novedades al 
respecto, influida también en esta ocasión por Bello, quien a su vez había 
seguido en algunos puntos a Port-Royal. En la edición de 1870 se admite, 
asimismo, la separación entre el nombre sustantivo y el adjetivo, y además 
se trata en cuatro partes la gramática: Analogía, Sintaxis, Prosodia y 
Ortografía (Calero, 1986: 40). 
 
4. En conclusión, es posible afirmar que las ideas precursoras de 
Lorenzo Hervás y Panduro relativas a la lingüística comparada, no crean 
directamente en España una situación de crisis y de conflicto, puesto que 
son ignoradas durante mucho tiempo. La lingüística comparada 
240 
curiosamente se introduce a través de una institución, la RAE, y se mantiene 
latente, más que desarrollarse, en ámbito oficial hasta transformarse a 
principios del siglo XX en la tendencia predominante, aunque reconvertida 
con la potenciación del enfoque historicista de Menéndez Pidal. 
Precisamente el hecho de que sea la RAE la que abre sus puertas a 
las nuevas corrientes teóricas del siglo XIX es una prueba más de la 
separación en esta época entre el estudio científico del lenguaje y la 
determinación de su norma, visto que la tendencia comparada y la 
gramatical tradicional, aunque separadas y con una diferencia abismal en el 
grado de adhesión y aplicación, pueden coexistir sin mezclarse dentro de la 
prestigiosa institución. El conflicto no se establece, pues, entre teóricos y 
gramáticos, sino más bien, por un lado, entre historicistas-comparados y 
naturalistas, y por otro, entre gramáticos academicistas con secuelas 
racionalistas y gramáticos rupturistas cuyo innovador objetivo es el estudio 
del uso efectivo de la lengua. 
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