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AMAZONAS

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Fotografías de 
Ricardo
Stuckert
Editor
Pablo Gentili Amazonas:
vidas en peligro
pueblos indígenas de Brasil
Amazonas: 
vidas en peligro
fotografías de 
Ricardo Stuckert
editor 
Pablo Gentili
diseño 
Mariana Migueles
pueblos indígenas de Brasil
Amazonas: vidas en peligro
Pueblos indígenas de Brasil
Buenos Aires, Argentina, 2019
Fotografías 
Ricardo Stuckert
Editor 
Pablo Gentili
Arte, diagramación y diseño 
Mariana Migueles
Asesoramiento periodístico 
Marcelo Eckhardt
© Ricardo Stuckert de todas las fotografías
CLACSO Secretaria Ejecutiva: Karina Batthyany
FLACSO Brasil Directora: Salete Valesan
CEDALC Gerente: Rodrígo López
Stuckert , Ricardo
Amazonas: vidas en peligro / Ricardo Stuckert ; editado por 
Pablo Gentili- 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : 
CLACSO ; Medellin : CEDALC ; Rio de Janeiro : Faculdade 
Latino-americana de Ciências Sociais, FLACSO. Sede Brasil, 2019. 
128 p. ; 28 x 28 cm.
ISBN 978-987-722-420-7
1. Pueblos Originarios. 2. Brasil. 3. Fotografía. I. Título. 
 CDD 779
Índice
Presentación 
Vidas en peligro 
Pablo Gentili
Bienvenidos al 
corazón de Brasil 
Rodrigo López Mesa
Kalapalo
Kamaiurá
Mebêngôkreá
Yanomami
Yawanawá
Huni Kuin
Ashaninka
Pataxó 
Xukuru Kariri
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La selva amazónica constituye la mayor reserva de biodiversidad del 
mundo. De su preservación depende el equilibrio climático global. El 
proceso de devastación ambiental que sufre la Amazonía constituye el 
más feroz saqueo de bienes comunes que ha sufrido la historia humana. 
Su inmenso bosque tropical alberga la mayor diversidad de especies 
animales, el 20% del agua dulce, más del 20% del oxígeno y el 50% de 
todas las especies de plantas y árboles existentes en el planeta.
En la región amazónica viven en harmonía con el medioambiente más 
de 150 pueblos indígenas, distribuidos en casi 5.000 territorios, hablando 
más de 50 lenguas diferentes. Son ellos los que han protegido el mayor 
ecosistema mundial durante siglos.
La destrucción ambiental que vive el Amazonas no se reduce a la 
devastación intencional de su flora y de su fauna. Es parte constitutiva del 
genocidio que han sufrido los pueblos indígenas durante más de 500 años. 
Una política de exterminio, colonización, aculturación y disciplinamiento 
que ha destrozado pueblos y civilizaciones, lenguas y tradiciones.
Los pueblos indígenas del Amazonas son parte indivisible de la selva 
que habitan y defienden. Los expulsan, los asesinan, los enferman, los 
maltratan, los humillan, los silencian porque quieren robarles lo que les 
pertenece: la tierra, los ríos, el aire, la vida. Matan su inmensa y ancestral 
diversidad, porque los poderosos saben que sin indios la selva está 
desprotegia e inmune al saqueo. Destruyen sus aldeas porque pretenden 
destruir su historia. Lo hacen porque saben que son los pueblos indígenas 
los verdaderos guardianes de la selva, sus fieles e incansables protectores. 
Destruyen su presente porque se quieren apoderar de nuestro futuro.
Arde el Amazonas. Son vidas las que están en peligro.
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El 19 de agosto de 2019 una nube negra y espesa cubrió la ciudad de San 
Pablo. En pocos minutos, siendo las 14:00 horas, se hizo de noche.
Las imágenes se diseminaron rápidamente por los medios de comunicación 
y por las redes sociales dentro y fuera de Brasil. El mundo quedó pasmado al 
conocer las razones que causaban este raro fenómeno: a miles de kilómetros 
de allí, el fuego devoraba la selva amazónica. El curso del viento permitió que 
el mayor genocidio ambiental de la humanidad cobrara presencia al proyectar-
se en el cielo gris de una de las ciudades más contaminadas del planeta. Una 
obstinada peregrinación de ínfimas partículas de árboles, plantas, animales e 
insectos muertos, imprimiéndose sobre el firmamento lúgubre de una ciudad 
sepultada bajo una montaña de vehículos, de basura y desechos industriales, 
con amplias regiones sin saneamiento básico, donde se enferman o mueren 
por la indolencia ambiental millares de seres humanos año tras año.
Sobre el cielo de San Pablo, los incendios forestales proyectaban su espectro 
de destrucción y abandono, atizados por la irresponsabilidad de casi todos los 
gobiernos civiles y militares brasileños que han transformado la mayor reserva 
de biodiversidad del mundo en un objeto de saqueo y depredación. 
Los incendios intencionales en la Amazonía no son nuevos. Se han producido 
de forma constante durante los últimos 50 años. Cada día la selva amazónica 
disminuye su extensión como consecuencia de un proceso de deforestación 
cuyas causas son, principalmente, la producción de ganado y soja. También, 
por la acción delictiva y sin control público de las compañías madereras y de 
la explotación minera legal o ilegal.
Desde los años 70, con excepción del período comprendido entre 2005 y 2015, 
bajo los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, la destrucción de la re-
gión amazónica no paró de crecer. Un proceso que se intensificó en los últimos 
años y que ha alcanzado sus niveles históricos más altos desde la llegada de 
Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil. Entre 2016 y 2018, Brasil ha perdido 
más de 30.000 km2 de selva, una extensión semejante a la de Bélgica.
Vidas en peligro 
Pablo Gentili
Pablo Gentili 
Profesor de la Universidad 
del Estado de Río de Janeiro. 
Coordinador del Observatorio 
de Derechos Humanos 
en América Latina de la 
Facultad de Ciencia Política 
y Sociología de la Universidad 
Complutense de Madrid.
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42 millones de indígenas han sobrevivido al exterminio en América Latina. 
Lo han hecho casi siempre en condiciones de miseria, abandono y 
exclusión. La mitad de ellos ocupa la periferia de las grandes ciudades, 
las favelas, las villas miserias, los pueblos jóvenes, las barriadas, los 
cantegriles, los márgenes sinuosos de una frontera que separa a los que 
transforman sus privilegios en derechos y a los que soportan que sus 
derechos nunca sean otra cosa que una lejana promesa de bienestar.
Los pueblos indígenas están aquí, a nuestro lado. O están distantes, en 
áreas rurales, en reservas, casi confinados, alejados, dispersos en las 
selvas, en los bosques y los montes, en los pantanales, entre las mon-
tañas y en las llanuras, rodeados de agua o de desiertos. Los indios, 
sus pueblos, sus lenguas, sus culturas, su diversidad nos rodean y nos 
interpelan. Pero casi nunca los vemos. Nuestra indiferencia transforma 
su presencia en una persistente ausencia, en un grito silencioso, en un 
ensordecedor estruendo que nadie escucha. O casi nadie. Los indios 
están aquí: invisibles, etéreos, incorpóreos, tan parecidos y tan distintos a 
nosotros, tan próximos y tan lejanos del espejo difuso en el que se refleja 
la filigrana de una herencia que siempre hemos despreciado. Los indios: 
nosotros en el espejo de la indiferencia o, lo que es lo mismo, en el des-
consuelo de la ignorancia. Están allí, pero no los vemos porque nunca 
hemos entendido que los otros suelen ser depositarios de lo que desco-
nocemos y tememos sobre nosotros mismos. 
Se hablan hoy, en América Latina, 500 lenguas indígenas. Pero casi na-
die las escucha. Por eso, casi nadie nota cuando una de ellas desapare-
ce y simplemente muere. La muerte de una lengua es el preanuncio de 
la muerte de la humanidad. Pero esto poco importa en América Latina, 
donde cada año desaparecen pueblos y lenguas que nadie nunca ha co-
nocido ni escuchado. Un ritual de exterminio, una ceremonia de silencio 
e ignominia que nos convoca a celebrar el triunfo de la civilización sobre 
la barbarie desde hace ya 500 años. Cuando muere una lengua, triunfa la 
infamia sobre el futuro. La vergüenza se apodera del destino, el silencio 
derrota al grito, la miseria a la poesía, la oscuridad a la vida.
Invisibles en la multitudHoy ser indio 
es luchar por 
un lugar en medio 
de la multitud
YaguaréYamã 
escritor y activista indígena
El gobierno de Bolsonaro ha permitido que, en el año 2019, la deforestación 
aumentara más de 45% con relación al año anterior. Promoviendo la libre 
portación de armas en los territorios rurales, Bolsonaro ha favorecido la prolife-
ración de grupos de exterminio y milicias que asesinan líderes indígenas. Brasil 
es uno de los cuatro países del mundo con mayor número de homicidios de 
activistas ambientales, casi todos impunes. Su gobierno ha prácticamente 
desmontado los sistemas de protección de las reservas donde habitan las 
comunidades locales, facilitando la expansión del agronegocio, de la minería 
clandestina y de las poderosas empresas madereras. Su retórica de odio, 
racismo y destrucción ha contribuido con el avance de los grandes terrate-
nientes que controlan la más amplia bancada de diputados defensores del 
agronegocio que jamás ha tenido el Congreso brasileño. De los 513 diputados 
brasileños, 225 (44%) pertenecen a la denominada “bancada ruralista”. De los 
81 senadores, 32 (40%) defienden activamente a favor de los grupos nacio-
nales y multinacionales que intervienen en los negocios rurales, violando con 
pasmosa frecuencia las leyes ambientales y ejerciendo la violencia contra las 
poblaciones campesinas, indígenas o quilombolas. 
Cuando el 19 de agosto de 2019 una nube negra y espesa cubrió de muerte 
la ciudad de San Pablo, el mundo se horrorizó con la noticia de que, solo en 
2018, 1.347.132 hectáreas de bosque habían sido quemadas o arrasadas en 
el Amazonas. También, con el hecho de que, a mitad de este año, esa cifra ya 
había sido superada. Mucho se denunció, con rabia e indignación necesarias 
y oportunas, que el “pulmón del planeta” estaba siendo destruido con conse-
cuencias ambientales y climáticas irreparables. Un hecho que afectaba a toda 
la humanidad y a las próximas generaciones. 
De lo que se habló poco, una vez más, es de quienes hoy y siempre han 
habitado debajo de esos árboles, abrazándolos, cuidándolos, protegiéndolos: 
los pueblos indígenas del Amazonas. No se queman solamente árboles y 
plantas cuando arde la selva. No se asesinan solo centenares de especies 
animales. El fuego que devora la región amazónica, devora vidas que casi 
siempre son imperceptibles. Vidas repletas de diversidad y cultura. Vidas que 
el poder se empecina en volver imperceptibles, invisibles.
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Este es un libro que pretende denunciar la tiranía de la mirada indolente, perezosa 
y cruel sobre los pueblos indígenas en América Latina.
Este es un libro político, o sea, un libro sobre el poder de la palabra y de la mi-
rada, sobre el silencio y la ceguera, sobre la colonialidad de la sensibilidad, del 
conocimiento y del sentido común. Este es un libro político, o sea, un libro repleto 
de esperanza, de vida, de resistencia y de luz.
Viven hoy, en Brasil, cerca de 900 mil indígenas, organizados en más de 250 pue-
blos, muchos de ellos con algunas pocas docenas de habitantes, otros con miles. 
Hablan 200 lenguas y ocupan 15% de un territorio de dimensiones continentales, 
en el ecosistema más diverso y rico del planeta. 
Los pueblos indígenas de Brasil han tenido la misma poca suerte que el resto de 
los pueblos indígenas de América Latina, despreciados por los gobiernos nacio-
nales, casi siempre ejercidos por quienes les roban sus tierras, su dignidad, su 
cultura, su derecho a una vida libre. Comunidades indígenas diezmadas por la 
miseria, las pestes biológicas y culturales, religiosas y ambientales que les impo-
nen un modelo de desarrollo que los desprecia como seres humanos y los redime 
sólo en su condición de pecadores, o sea, de esclavos.
Este libro captura momentos de la vida cotidiana de algunos de los principales 
pueblos indígenas de Brasil, particularmente los que habitan la selva amazónica. 
Lo hace a través de imágenes, recordándonos que la fotografía es siempre el 
fragmento de una historia que no ha podido ser silenciada, de una historia que se 
resiste a ser olvidada. Como ha señalado Susan Sontag, “fotografiar es apropiar-
se de lo fotografiado. Significa establecer con el mundo una relación determinada 
que parece conocimiento, y por lo tanto poder”. Porque “al enseñarnos un nuevo 
código visual, las fotografías alteran y amplían nuestras nociones de lo que me-
rece la pena mirar y de lo que tenemos derecho a observar. Son una gramática y, 
sobre todo, una ética de la visión”.
Ricardo Stuckert, uno de los grandes fotógrafos latinoamericano contemporá-
neos, nos ayuda a mirar lo que el poder colonial invisibiliza. Con su cámara revela 
lo que tenemos derecho a mirar, o sea, lo que tenemos derecho a conocer. Aque-
llo que los poderosos aspiran a silenciar. Con su cámara, ilumina el espejo en el 
que se refleja nuestra ignorancia sobre los otros, o sea, sobre nosotros mismos.
Su recorrido por los pueblos indígenas de Brasil transita a contramano de la foto-
grafía social y etnográfica convencional. En efecto, sus imágenes nos muestran 
vida, luminosidad, fuerza, creatividad, sonoridad, matices, tonalidades cambiantes, 
musicalidad, movimiento, alegría, pero, sobre todo, libertad, infinita libertad.
Ricardo Stuckert parece despreciar la mirada compasiva del fotógrafo obsesio-
nado por mostrarnos un indio abandonado y triste, sumergido en el dolor de su 
miseria, en el abismo del hambre y de la enfermedad. Frente a esto, nos propone 
una gramática, una ética de la visión llena de vitalidad, donde es posible, en una 
imagen, comprender o simplemente aproximarse a la complejidad de pueblos 
repletos de historia, de palabras, de arte, de costumbres, cantos, ritmos, bailes, 
rituales, narrativas, saberes, sabores, tecnologías y secretos. Los indios de 
Stuckert son indios empecinados en contar una historia que nunca consiguen 
contar porque parece que nadie los quiere escuchar. Frente al daguerrotipo 
etnonaturalista del indígena sumergido en su miseria y desprovisto de dignidad, 
Stuckert reclama nuestro derecho a mirar lo que el poder oculta: la diversidad y la 
vitalidad cultural de los pueblos indígenas constituye una imprescindible fuente de 
energía para dotar de sentido a nuestra identidad.
Así, Stuckert celebra la vida que se despliega como torrente incontrolable en un 
mural de colores y de luz, de fuerza, misterio y poesía. Sabe, como alguna vez sos-
tuvo Henri Cartier-Bresson, que en los confines de una fotografía se puede atrapar 
y preservar la vida. Nada más y nada menos que esto: hacer que la vida viva.
Ricardo Stuckert pertenece a una familia de fotógrafos presidenciales. Su padre 
lo fue. Y también su hermano, que acompañó a Dilma Rousseff durante 6 años. 
Ricardo fue el fotógrafo oficial del ex presidente Lula. Hasta hoy sigue a su lado, 
registrando cada uno de los momentos más relevantes del vergonzoso y fraudulento 
juicio que lo ha mantenido encarcelado. Sus fotografías han recorrido el mundo, 
cosechando premios y reconocimientos por su excelencia artística, estética y técnica.
Esta obra presenta una selección parcial de lo que se ha transformado en un am-
bicioso proyecto creativo que Ricardo Stuckert se niega a abandonar: retratar a los 
principales pueblos indígenas de un país que ha vivido silenciando, ocultando o 
despreciando las raíces de su diversidad. Un país que ha vivido dándole la espalda 
a su futuro de justicia, libertad e igualdad.
Gilberto Gil afirma: “la multiplicidad cultural brasileña es un hecho”.
En cada imagen del gran fotógrafo brasileño Ricardo Stuckert 
vibra esa verdad: la multitud de pueblos y culturas que habitan el 
pulmón de América es inconmensurable y no podemos dejar de 
sorprendernos y maravillarnos frente a ella. 
Este libro es una invitación a abismarse en el Amazonas y palpar 
la vitalidad de los pueblos originarios del Brasil. Cada página inaugura 
un diálogo sensible en el que la intensidad de los colores y la potencia 
de los gestos moviliza sentimientos, despierta admiración, deja huella.
Las miradasy expresiones que habitan estas páginas son tan 
profundamente humanas como conmovedoras. ¿Qué diálogos podemos 
entablar con la no menos multicultural historia de nuestros pueblos? 
No hay una única respuesta posible. O tal vez sí: el diálogo es la respuesta.
La edición colombiana de este libro es una apuesta por entablar una 
conversación amplia con las raíces culturales de América, (re)descubrirnos 
en ellas, pensarnos bajo otras miradas, mirarnos con otros ojos.
Bienvenidos al corazón de Brasil, bienvenidos a un diálogo posible 
entre nuestras culturas.
Bienvenidos al corazón de brasil
Rodrigo López Mesa
Gerente CEDALC
El fotógrafo o el cuentista se ven 
precisados a escoger y limitar una 
imagen o un acaecimiento que sean 
significativos, que no solamente 
valgan por sí mismos, sino que sean 
capaces de actuar en el espectador 
o en el lector como una especie de 
apertura, de fermento que proyecta 
la inteligencia y la sensibilidad 
hacia algo que va mucho más allá 
de la anécdota visual o literaria 
contenidas en la foto o en el cuento.
Julio Cortázar 
(1914-1986) Escritor argentino.
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A todas las lenguas hay que preservarlas, 
porque cuando se pierde una lengua, se 
pierde una visión del mundo. Así como 
hay leyes para preservar los seres 
biológicos, también debe haber leyes 
para preservar las lenguas. Ahora hay leyes 
que protegen las especies en peligro de 
extinción. ¿Por qué no tener también leyes 
para las lenguas en extinción? Cada vez 
que un pueblo deja de hablar una lengua, 
se empobrece toda la humanidad.
-
Ernesto Cardenal 
(1925) Poeta, sacerdote, teólogo, 
escritor, traductor, escultor y 
político nicaragüense.
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La comunicación entre culturas es más 
compleja que la comunicación en el interior 
de cada cultura, pues incluye un factor 
nuevo y determinante: la traducción. Es una 
actividad que cambia aquello mismo que 
transmite. La traducción introduce al otro, 
al extraño, al diferente, en su forma más 
radical: un lenguaje distinto. Y un lenguaje 
distinto significa una manera distinta de 
pensar y sentir, una visión otra del mundo.
Otra alienación latinoamericana, muy típica, es 
nuestra actitud de pueblo que llegó aquí ayer, y 
no conoce la tierra donde habita. Mientras que 
un indio sabe el nombre, el uso y el misterio de 
cada animal, planta, piedra, tierra y nube, para 
nosotros los latinoamericanos todo es bicho, palo 
o cosas. Somos, culturalmente, una especie de 
pueblos tabla rasa, desculturizados de aquellos 
saberes y de aquellas artes tan elaboradas por 
nuestras matrices indígenas, africanas y euro-
peas. Al civilizarnos nos convertimos en idiotas.-
Octavio Paz 
(1914-1998).Poeta y ensayista mexicano. 
Premio Nobel de literatura.
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Darcy Ribeiro 
(1922-1997) Antropólogo, 
educador y político brasileño.
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Heredamos también, de los indios, 
tal vez, otra virtud que es una predis-
posición a la vida solidaria que brota 
natural y frondosa donde quiera que 
no surja un patrón blanco monopolizando 
la tierra y esclavizando a la gente.
Darcy Ribeiro 
(1922-1997) Antropólogo, 
educador y político brasileño.
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Lamentablemente la cultura indígena aún es 
vista como folclórica. Y es fruto de una política 
que siempre trató a los indígenas como seres 
del pasado, de un pasado atemporal, sin historia. 
La sociedad brasileña terminó incorporando 
ese equívoco y lo aceptó como una verdad 
absoluta. El resultado ha sido desastroso para 
la propia sociedad pues acabó negando la 
participación efectiva de nuestro pueblo en la 
composición de la identidad nacional”.
El indio es un ser humano que tejió y desa-
rrolló su cultura y su civilización íntimamente 
ligados a la naturaleza. A partir de ella, 
elaboró tecnologías, teologías, cosmologías, 
sociedades que nacieron y se desarrollaron 
de experiencias, vivencias e interacciones 
con la selva, el monte, los ríos, las montañas 
y las vidas del reino animal, mineral y vegetal.
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Daniel Munduruku 
(1964). Escritor y educador indígena brasileño. 
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Kaka Werá Jecupé 
(1964) Escritor y político indígena brasileño
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El indio es invisible, invisibilizado, pierde la voz, pierde 
el foco, pierde la imagen, desaparece ahogado en 
el mar de la burocracia, ahogado en el mar de las 
palabras, va desapareciendo poco a poco. Es como 
un grito en el silencio de la noche, nadie sabe de 
dónde vino, nadie sabe dónde encontrarlo. 
Nosotros siempre fuimos invisibles. El pueblo indígena, 
los pueblos indígenas, ellos siempre fueron invisibles 
para el mundo. Aquel ser humano que pasa hambre 
y sed, que es masacrado, que es perseguido, muerto 
en la selva, en las rutas, en las aldeas, no existe. Para 
el mundo externo, existe aquel indio exótico, el que 
usa collar, el que danza y canta para que el turista 
lo contemple. Pero aquel otro, el que está en la aldea, 
ese sufre una enfermedad, la enfermedad de ser 
invisible, casi un desaparecido.
Almires Martins Machado 
(1967). Doctor en derecho indígena. 
Nació en la reserva indígena de Dourados.
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Un indio
Un indio bajará de una estrella colorida, brillante 
de una estrella que vendrá a una velocidad escalofriante 
y se posará en el corazón del hemisferio sur de América en un claro instante.
Después de exterminada la última nación indígena 
y el alma de los pájaros, las fuentes de agua límpida, 
más avanzado que la más avanzada de las más avanzadas de las tecnologías,
vendrá: impávido como Mohammed Alí. Vendrá - lo vi: 
apasionadamente como Peri. Vendrá - lo vi: 
tranquilo e infalible como Bruce Lee, vendrá - lo vi.
Un indio preservado en pleno cuerpo físico, 
en todo sólido, todo gas, y todo líquido, 
en átomos, palabras, alma, corazón, en gesto, olor 
en sombra, en luz, en sonido magnífico.
A un punto equidistante entre el Atlántico y Pacífico 
de ese objeto refulgente, sí, bajará el indio 
y todo lo que sé que él va a decir y hacer no sé contarlo así, 
de un modo explícito.
Vendrá: impávido como Mohammed Alí. Vendrá - lo vi: 
apasionadamente como Peri. Vendrá - lo vi: 
tranquilo e infalible como Bruce Lee, vendrá - lo vi.
Y aquello que en ese momento se revelará a los pueblos 
sorprenderá a todos no por ser exótico 
sino por haber podido estar oculto siempre, 
cuando justamente era lo obvio.
Caetano Veloso 
(1942). Músico, poeta y cineasta brasileño.
Brasil no puede seguir siendo, como decía Oswald de 
Andrade, un país de esclavos que temen ser hombres 
libres. Tenemos que completar la construcción de la 
nación, incorporar segmentos excluidos, reducir las 
desigualdades que nos atormentan. O no tendremos 
cómo recuperar nuestra dignidad interna, cómo afir-
marnos ante el mundo, cómo sustentar el mensaje que 
tenemos para dar a este planeta siendo una nación que 
se prometió a sí misma el ideal más alto que se puede 
proponer una colectividad: el ideal de la convivencia y 
la tolerancia entre seres y lenguajes diversos.
El papel de la cultura en ese proceso no es apenas 
táctico o estratégico, es central.
La multiplicidad cultural brasileña es un hecho. Pa-
radójicamente, nuestra unidad cultural también lo es. 
Gilberto Gil 
(1942). Músico brasileño. 
Fue Ministro de Cultura durante el 
gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. 
De hecho, podemos decir que nuestra diversidad 
interna es hoy en día uno de nuestros trazos de 
identidad más nítidos. Es lo que hace que un 
favelado carioca vinculado al samba y a la macumba 
y un caboclo amazónico que cultiva carimbós y 
encantamientos se sientan y, de hecho, sean 
igualmente brasileños. Somos un pueblo mestizo 
que viene creando hace siglos una cultura esen-
cialmente sincrética. Una cultura diversificada y 
plural, como un verbo conjugado por personas 
distintas, en tiempos y modos diversos. Porque, al 
mismo tiempo, la cultura es una: cultura tropical sincré-
tica tejida al abrigo y a la luz de la lengua portuguesa.
Amazonas: vidas en peligro
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