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Publicidad y comunicación Por Vivian Romeu En este artículo abordaremos las relaciones entre publicidad y comunicación, definiendo a grandes rasgos cuáles son los puntos en común entre ambos campos. Empecemos por señalar a la publicidad como una forma de comunicación que pone en relación de contacto a publicistas, clientes, públicos y consumidores, mediante lo que denominaremos de ahora en adelante “el objeto de la publicidad”. Así entendido, el objeto de la publicidad, es decir, aquello a lo que se le hace la publicidad, se constituye en punto en común entre agentes sociales tan diversos como los que hemos descrito con anterioridad. Sin embargo, este punto en común tiene la propiedad de nuclear alrededor de sí elementos propios de cada uno de los campos involucrados. De ahí que el objeto de la publicidad si bien debe ser definido bajo la égida de la mercadotecnia, la manera en que se publicite, es decir, se haga público, se publique o informe de manera pública, deberá ser definido por la comunicación, específicamente por estrategias de comunicación. Ello significa que la publicidad depende de la comunicación para llevar a cabo su función publicitaria que no es otra que la de hacer público algo, lo que nos conduce a afirmar que la publicidad y la comunicación forman parte la una de la otra, sin que esto implique que ninguna de ellas de agote en su relación. De hecho, si tenemos en cuenta que la comunicación como proceso social se encuentra atravesada por un conjunto de procesos sociales otros, bien diferenciados entre sí, pero cuya descripción y explicación están vinculadas necesariamente a los propios procesos de comunicación que conforman la baza y el sumun de lo social-cultural, la publicidad –en tanto forma de comunicación- no puede ser toda comunicación, ni la comunicación en tanto proceso social, es toda publicidad. La publicidad es una forma pagada de comunicación que tiene por objetivo persuadir a potenciales consumidores a través de estrategias comunicativas cuyos soportes son los medios de comunicación colectiva. De manera tal que puede entenderse que la publicidad utiliza a la comunicación para dirigirse al público desde el momento en que idea, construye, difunde y distribuye el mensaje. Sin embargo, cada una de las acciones anteriores debe de ser planeada estratégicamente desde el punto de vista comunicativo, para determinar en qué consistirá y cómo se elaborará la estrategia publicitaria en sí misma, y también para determinar la construcción del objeto mismo como objeto publicitario. Por otra parte, la publicidad conforma un campo de trabajo profesional, al igual que un ámbito de investigación de la comunicación, por ello podemos decir que forma parte del área de estudio de la comunicación aplicada. En ese sentido, es preciso comprender cómo y por qué la publicidad constituye una forma de la comunicación, es decir, qué hace a la publicidad ser comunicación. Para contestar esta pregunta, es necesario describir el proceso de la publicidad y compararlo con el de la comunicación. Veamos. La publicidad es una herramienta de marketing que opera un proceso comunicativo a través de cuatro instancias fundamentales: el cliente, la agencia, los medios y los consumidores, de tal manera que el cliente al decidir anunciarse, o anunciar su producto o servicio, contrata a una agencia publicitaria para que se encargue de ello. La agencia planea la mejor manera de lograr los objetivos del cliente y selecciona para ello, entre otras muchas cosas, los medios de comunicación que le servirán de canales para difundir los mensajes, cuyos destinatarios finales son los consumidores o usuarios potenciales de dicho servicio o producto. Como puede observarse, el cliente paga por los servicios profesionales de la agencia de publicidad, que es quien hace la publicidad, y por la inserción de ésta en los medios elegidos. En ese sentido, la agencia se convierte en un intermediario que a nombre del cliente diseña la publicidad y la lleva a cabo. Como en toda comunicación mediada y masiva, el emisor del mensaje aparece deslocalizado en tanto sólo se conoce de él el nombre (que se corresponde con el nombre de la marca u organización), aunque se desconoce como tal cuál o cuáles son sus “rostros”. Esto constituye una posición convergente respecto a otras formas de comunicación masiva, de ahí que podamos afirmar que la publicidad es al mismo tiempo un medio y un tipo de comunicación colectiva intencional con un sentido enunciativo unidireccional y sin posibilidades reales de establecimiento de feedback comunicativo. No obstante lo anterior, ello no significa que la publicidad manipule a sus públicos ni mucho menos que constituya por sí misma el centro de producción y reproducción de representaciones, normas socioculturales y creencias sociales. Si bien su papel como institución social, al igual que sucede con otros medios de comunicación colectiva, sitúa a la publicidad ciertamente como un centro de poder ideológico, el papel de las redes sociales paralelas, interpersonales e intergrupales al interior de la sociedad obstaculiza en gran medida la posibilidad de una manipulación directa de los públicos, aún y cuando las redes de interacción social, en tanto mediadas por la publicidad, se produzcan mayormente a través del consumo. Entendiendo al consumo como el lugar donde ocurren los intercambios económicos y simbólicos sobre los que descansa buena parte de la urdimbre simbólica de la organización social en la actualidad, y aún sin erigir a la publicidad como el reino de la perversión y el emporio de los capitalistas explotadores, no debemos soslayar el peso que en tanto medio, discurso y práctica comunicativa posee la publicidad como institución social en las coordenadas socioeconómicas, políticas e ideológicas del capitalismo tardío, lo que redunda en la importancia y necesidad de comprender los vínculos entre la publicidad y la comunicación, como ámbitos de interacción social medida y colectiva. 1. El proceso de comunicación publicitaria El proceso publicitario tiene varias fases; una fase de gestación, en la que se fragua todo el plan de publicidad, es decir, se concibe la manera en que se va a llevar a cabo dicho plan, y una fase de desarrollo e implementación que es meramente comunicativa. En esa fase comunicativa, la publicidad se comporta bajo premisas y características similares a las de cualquier proceso de comunicación colectiva. Como ya hemos adelantado en párrafos anteriores, el anunciante asume el papel de fuente en la comunicación, y en tanto fuente “demarca” y vela por el cumplimiento de sus objetivos e intenciones, convirtiendo a la agencia de publicidad si bien en emisores directos del mensaje, en emisores supervisados por la fuente. De esta manera, la agencia en tanto emisor ofrece ayuda al anunciante-fuente en torno al análisis de oportunidades, a la creación y evaluación de ideas publicitarias, y a la adquisición de espacio y tiempo en los medios de comunicación colectiva, entre otros. Ello indica que el emisor, como en cualquier otra situación comunicativa mediada y colectiva, debe producir un mensaje intencional que se adecue a los objetivos iniciales de la comunicación que el anunciante ha decidido contratar a través de la agencia publicitaria. Dichos objetivos deben quedar satisfechos eficazmente en la medida de lo posible para que se cumpla la primera parte de esteproceso comunicativo. Posteriormente, los profesionistas de la agencia de publicidad elaboran distintos mensajes mediante los mismos procesos de producción de mensajes comunicativos que comporta cualquier etapa de elaboración-producción de mensajes, sólo que en este caso, dichos mensajes, además de adecuarse a las intenciones previamente establecidas por el anunciante, deberán tener en cuenta el umbral de aceptabilidad tanto referencial-simbólico y enciclopédico como de competencia cognitiva del público al que van dirigidos. Lo anterior se relaciona directamente con el hecho de que la publicidad necesariamente es un tipo de comunicación intencional diseñada y llevada a cabo por profesionales que buscan generar en sus públicos, en tanto destinatarios finales de esos mensajes, deseos vinculados al consumo1, por ello resulta imprescindible que tanto el contenido como la forma de los mensajes elaborados sean entendidos por el público meta; de ahí, la tremenda importancia no sólo de la producción de mensajes ad hoc a los umbrales de aceptación de los destinatarios, sino también de la selección de los medios a través de los cuales se transmitirá la información contenida en dichos mensajes. De esta manera, la elección del canal o medio y de los códigos de ciframiento del mensaje no queda tampoco relegada en los procesos de comunicación publicitaria, sino que 1 Hablaremos con profundidad de este tema en el apartado 3.3 de este capítulo. se revela como una actividad necesaria en la elaboración de la estrategia comunicativa de un plan de comunicación para publicidad. Una vez resuelto todo lo anterior, resta a la agencia hacer públicos los mensajes por medio de la contratación de los espacios y tiempos adecuados para difundirlos. Con esta actividad se cierra la parte del proceso comunicativo donde la agencia y el anunciante como emisor y fuente respectivamente, intervienen. De ahí en adelante, la interacción comunicativa queda circunscrita a los procesos de recepción de los mensajes por parte de los públicos destinatarios. Estos procesos de recepción comportan características como las que hemos venido explicando a lo largo de este apartado, mismas que refieren al tipo de interacción social mediada que tiene que ver con el consumo y la posición y despliegue de esta práctica al interior de las comunidades sociales en las que se inscriben. En ese sentido, el análisis de la interacción comunicativa bajo estas condiciones particulares se corresponde con enfoques teórico-metodológicos más propios del estudio e investigación de las audiencias al interior del campo de la investigación en comunicación en general, y de manera específica de la comunicación colectiva y la investigación de medios, que del área de la planeación publicitaria que es la que en estos momentos nos ocupa. No obstante, la descripción y explicación del proceso comunicativo al interior de un plan de publicidad, y el análisis del comportamiento de los mercados y públicos en torno a la publicidad y al consumo, constituyen también ámbitos de estudio en el campo de la comunicación publicitaria, desde donde se revela justamente que la influencia de la publicidad en los consumidores o usuarios netos y potenciales se ve disminuida por el conjunto de otros factores mediadores, en particular, debido al papel de las redes sociales existentes alrededor de estos individuos y grupos, que obstaculizan, como dijimos con anterioridad, la posibilidad de establecer tanto teórica como empíricamente efectos o impactos directos, inmediatos y unidireccionales en los receptores. Lo anterior, en consecuencia, permite entender al proceso comunicativo de la publicidad como un proceso comunicativo que en lo general, y al margen de sus características propias, se lleva a cabo de forma similar a otros procesos comunicativos, aún y cuando sus implicaciones sociales en términos de su contribución en la construcción de imaginarios, representaciones y creencias sociales, tengan que ser necesariamente investigadas más de cerca por otras campos disciplinares, sin soslayar las aportaciones que el mismo campo de la comunicación puede producir a favor de un estudio transdisciplinar de estos fenómenos sociales. 2. La función sociocomunicativa de los textos publicitarios La publicidad, al decir de Paco Sierra (2004) es un producto cultural doblemente determinado; determinado por lo económico y también por lo comunicativo. En ambos casos, consideramos, la publicidad juega a favor dl consumo como actividad propia de los procesos de circulación del capital. En el primer caso, porque su lógica de funcionalidad económica se funda básicamente a partir de la orientación de compra o adquisición que brinda al público; en el segundo caso, porque como ya mencionamos más arriba, el consumo implica también una lógica de socialización que inscribe a la publicidad misma como práctica comunicativa. En ese sentido, la publicidad es uno de los espacios privilegiados para la socialización de las formas sociales de producción simbólica y para el consumo de bienes simbólicos y culturales. González Martín (citado en Sierra, 2004), refiere tres funciones básicas de la publicidad: la función de denominación, a través de la cual se crea la marca de los productos; la función de predicación, utilizada para producir la imagen y la personalidad de éstos; y la función de afirmación, por medio de la cual se positivan los productos y se trata de implicar en el mensaje al propio receptor. En cualquiera de los casos, como se puede notar, las tres funciones se hallan encaminadas a construir un mundo que, no sobra reiterar, es socialmente consumido por los sujetos de manera cada vez más habitual. Ello implica que, si bien pareciera, por una parte, que la publicidad refleja lo social, no es menos cierto por la otra, que la publicidad construye lo social. En ese sentido, como también ya señalamos, es insoslayable entender a la publicidad fuera de toda relación con y de poder. La publicidad así entendida opera referentes simbólicos cultural y socialmente compartidos que tiende, con el paso del tiempo, la repetición y la habituación perceptual de los públicos, a la consolidación de una lógica de socialización a través del consumo, y simultáneamente a conformar las bases que luego pueden fungir como estructuras representacionales de la realidad donde se soportan las creencias, los valores y los imaginarios dominantes de una cultura. Puede advertirse entonces que la función sociocomunicativa de la publicidad no está relacionada con su valor económico, sino con su valor como instrumento de socialización, y en tanto tal como lenguaje generador de discurso y práctica sociocultural, instancias éstas donde el consumo, al decir de García Canclini (1993), se identifica con el lugar de diferenciación social y distinción simbólica entre los grupos, al tiempo que se instaura como ritual de significación. 3. El lenguaje publicitario Como hemos visto con anterioridad la publicidad es tanto una práctica comunicativa que media entre las formas simbólicas de producción cultural y el consumo social, como un tipo de comunicación colectiva, por medio de la cual un anunciante paga por construir y difundir un mensaje. Sin embargo, ya sea práctica comunicativa o forma de comunicación pagada y colectiva, la publicidadcrea y explota un lenguaje propio, mismo que articula desde las coordenadas socioeconómicas y simbólicas concretas a las que se debe. El lenguaje publicitario es eminentemente persuasivo, lo que se corresponde con la función conativa del lenguaje trabajada por Jakobson (1984) que consiste en intentar generar, desde el mensaje, cambios en la actitud de los receptores, es decir, la función conativa se relaciona con la intención y la manipulación toda vez que se pone de manifiesto en mensajes que tienen por objetivo modificar las actitudes o creencias del receptor a favor del emisor. Es fácil observar que los textos publicitarios, cuya función evidente es la de persuadir, cumplen con esta función conativa, pues es dicha función la razón básica de existencia de la publicidad. Así, el acto mismo de persuadir impone a la publicidad ciertos trayectos intencionales: primero generar un deseo; luego, convertir el deseo en acción de consumo. Ambos trayectos precisan del despliegue de habilidades para el convencimiento, pero también de la disminución o eliminación de las fronteras entre el enunciador y el receptor, a través del borramiento de los límites entre el texto y la realidad. Por ello, el empleo de la representación imaginaria y fabulada de la realidad provoca un aumento de deseo en el consumo de dicha realidad, tanto más si se nos muestra acogedora y atractiva. En verdad, la publicidad no solamente se confina a la construcción de un mundo, sino que por sobre todas las cosas, construye deseos a partir de la activación de una estructura motivacional, muchas veces de tipo pulsional que “gratifica” a los públicos y/o “satisface” una de sus carencias. Es ese carácter motivacional y seductor lo que imprime al lenguaje publicitario en cuanto a forma un fuerte sello de desenfado, ligereza, contradicción y espectacularidad. Además de sugerente e intertextual, esteticista, personalizado, fantasioso y en ocasiones absurdo, la publicidad explora un lenguaje lindante con la sensualidad y sensorialidad de los objetos y actores que presenta, recreando con ello una retórica del ornamento y lo sensorial donde cada vez se informa menos y se seduce más (González Martín, 1991; Debray, 1994; Imbert, 2003; Eguizábal, 1990; Sierra, 2004) Sin embargo, nada de lo anterior tendría sentido si el lenguaje empleado no alcanza a generar la identificación y el reconocimiento referencial por parte de los receptores y públicos a los que va dirigido. Como ya hemos sostenido, en publicidad resulta imperioso ser eficaz, pues si no se logra transmitir con eficacia el mensaje, ello tendrá de seguro consecuencias desastrosas para la consecución de los objetivos trazados. Por ello, resulta necesario tener en cuenta el conjunto de elementos sociológicos, psicosociales, cognitivos y culturales que inciden en los procesos de recepción y consumo de los mensajes publicitarios, sin olvidar los factores de tipo fisiológicos-perceptivos, actitudinales y conductuales, que están enfocados directamente a generar la recordación, el interés y la atención de las audiencias, así como a construir estructuras de identificación, imitación e interiorización de actitudes, creencias y valores. 4. La explotación del deseo en los mensajes publicitarios En los dos apartados anteriores hemos abordado dos de los temas de cabecera de la publicidad: la producción de deseos y la activación de las estructuras motivacionales, antecedentes que refieren a los mecanismos de persuasión a los que apela la publicidad para cumplir con su función económica, es decir, con la legitimación del consumo como parte del proceso de circulación del capital y al mismo tiempo como instrumento de socialización e interacción entre grupos e individuos. En este apartado, pretendemos explicar brevemente la teoría psicológica sobre la motivación humana, desarrollada en 1943 por el psicólogo estadounidense Abraham Maslow con el objetivo de completar el panorama en torno a los dos temas anteriormente planteados que son los temas que vinculan directamente a la publicidad con la comunicación. En ese sentido, consideramos que la Pirámide de Maslow, como es realmente conocida esta teoría, puede aportar información de valor conceptual que nos ayude a entender la manera en que la publicidad activa las estructuras motivacionales de los seres humanos, y qué relación guarda esto con la producción de deseo a través de los mensajes publicitarios. La Pirámide de Maslow El planteamiento de Maslow en torno a la motivación humana consiste en postular que conforme se satisfacen las necesidades básicas o fisiológicas de los humanos, las personas desarrollan necesidades y deseos más altos que necesitan ser satisfechos. Para Maslow, las necesidades humanas se dividen en dos rangos: las de déficits, (deficits needs) y las superiores (being needs), y a su vez estos dos rangos operan a través de una pirámide de cinco niveles. En el nivel más bajo, es decir, en el nivel de la base se encuentran las necesidades básicas o fisiológicas, seguidas por las necesidades de seguridad y protección que para el autor también son fisiológicas. El tercer nivel lo ocupan las necesidades de adaptación social, también llamadas necesidades sociales, que están relacionadas con el desarrollo afectivo de los individuos; en el cuarto nivel se hallan las necesidades de autoestima o de ego, y en el quinto nivel, en la cúspide de la pirámide, se encuentran las necesidades de autorrealización o autosuperación. Como puede notarse, para Maslow, las necesidades humanas se organizan jerárquicamente de abajo hacia arriba, donde las de abajo son las más prioritarias en términos de supervivencia y las de arriba las menos prioritarias. De esa manera, y teniendo en cuenta la formulación de la teoría descrita en el primer párrafo de este apartado, al ser satisfechas las necesidades de determinado nivel, el individuo encuentra en la satisfacción de las necesidades del nivel siguiente su próxima meta. Una vez entendido la manera en que funciona la pirámide, pasaremos a describir de manera detallada cada necesidad, comenzando nuevamente con las que forman la base de la pirámide. Veamos. Las necesidades fisiológicas o básicas, como su nombre lo indica, son necesidades que están directamente vinculadas con la existencia y la sobrevivencia humana; en ese sentido, son necesidades de prioridad uno para los individuos en tanto plantean un problema para la satisfacción del hambre, la sed, el deseo sexual, la maternidad, la conservación adecuada de la temperatura corporal, etc. También se hallan en este nivel, la necesidad de respirar, de secretar y expulsar los desechos orgánicos de nuestro cuerpo, la necesidad de dormir, de cobijo o refugio físico y otras más que constituyan en sí mismas necesidades vinculadas al mantenimiento del equilibrio homeostásico del individuo, que es lo mismo que decir, la estabilidad orgánica de los seres humanos. Como se puede apreciar, la satisfacción de estas necesidades resulta básica para la vida, y en tanto “instintivas” o “pulsionales”, están ligadas a las llamadas conductas “irracionales” del ser humano. Así, si nos dan a escoger entre la satisfacción del afecto (necesidad de tercer orden) y la satisfacción del hambre (necesidad prioritaria), escogeríamos la satisfacción del hambre. El segundo grupo de necesidadeso necesidades de segundo orden en la pirámide de Maslow, lo constituye las necesidades de refugio y protección del medio ambiente social. A diferencia de la necesidad de refugio físico que abordamos al hablar de las necesidades de primer orden o básicas, la necesidad de seguridad o protección apela a la satisfacción de la seguridad de empleo, de ingresos, la seguridad frente a los ataques de la propiedad, la protección sobre el territorio, la familia, etc. Como es fácil deducir, este grupo de necesidades busca la satisfacción de las necesidades de orden y seguridad. Ya no se trata del equilibrio y/o estabilidad orgánica de las necesidades fisiológicas primarias, sino de la estabilidad en el orden de lo psicosocial. Normalmente, estas necesidades se asocian al temor de los individuos de perder el control de sus vidas debido al miedo ante lo desconocido, la anarquía social, el desorden; se trata entonces de busca la satisfacción a una necesidad de salud mental y psicológica. En el tercer nivel de la pirámide, se hallan las necesidades de tercer orden, también conocidas como necesidades socioafectivas o de adaptación social. Estas necesidades están relacionadas con el desarrollo afectivo del individuo y apelan a la satisfacción en torno a la pertenencia a un grupo, la amistad, el afecto en general y el amor. Es importante señalar que el amor, en este rango de necesidades no debe ser confundido con el sexo, pues aunque a menudo el amor pueda ser expresado y satisfecho mediante las relaciones sexuales, la necesidad sexual es una necesidad fisiológica que se vincula con lo reproductivo y en ese sentido, responde a la satisfacción de una necesidad de sobrevivencia. En consecuencia, las necesidades sociales apelan a la relación con el otro, pero en términos de compañía, de afectividad, de participación y convivencia social. La necesidad de comunicación, por ejemplo, también entra este rubro, toda vez que la comunicación posibilita la pertenencia, aceptación y la participación en sociedad. Para los seres humanos, la satisfacción de esta necesidad resulta vital, y su frustración conlleva a desajustes emocionales y a estados psicopatológicos. Por ello resulta tan importante sentirnos integrados y queridos, al menos, al interior de nuestro grupo social más cercano: la familia y/o los amigos. Por otra parte, las necesidades de reconocimiento, conocidas también como las necesidades de Ego o Autoestima, apelan a la necesidad de apreciación, prestigio y reconocimiento social. En el entendido de que el ser humano es un animal social, la convivencia en sociedad implica la que la percepción de uno mismo se vea influida necesariamente por la percepción de los demás, lo que significa que las necesidades de cuarto orden se enfocan a la satisfacción de las necesidades del individuo de ser valorado positivamente por los otros pues ello genera, como un efecto en cadena, la autovaloración positiva y en consecuencia el respeto de sí mismo. La imagen positiva de nosotros mismos se halla basada en la aprobación y el reconocimiento social, al menos de aquellos que nos son significativos e importantes en nuestras vidas como suelen ser los miembros de nuestra familia o nuestro grupo de amigos, etc. En ese sentido, la satisfacción adecuada de estas necesidades nos permitirá tener confianza en nosotros mismos, sentirnos dignos, fuertes, capaces; de lo contrario, tendríamos sentimientos de inferioridad y fracaso que provocan en lo general inactividad, abandono y desamparo. Por último, las necesidades de autosuperación o autorrealización, que ya no son concebidas por Maslow como necesidades fisiológicas o déficits needs, sino como necesidades del ser o de orden superior consiste en la necesidad del ser humano de hacer lo máximo que pueda en función de sus habilidades. Como se puede notar, es bastante ambiguo el sentido de ser lo máximo que se puede hacer, aunque el exergo nos remite irremediablemente a la constancia y a la autosuperación continua. Esta necesidad apela a la inconformidad, a la prueba de nosotros mismos, al “siempre se puede más”. La satisfacción de estas necesidades se basa en la estructura del reto, y se apela al espíritu inconforme de los seres humanos, a la necesidad de trascendencia simbólica y a la fuerza oculta que nos impele siempre a dar más de nosotros mismos. En resumen, este grupo de necesidades se vincula con el poder y con la felicidad como clave ultima de la autorrealización del yo. Es importante aclarar sin embargo que cuando hablamos de poder no nos estamos refiriendo solamente a la autoridad que podamos ejercer sobre otros, sino de muy especial manera al autocontrol, y la posibilidad de ser felices nosotros mismos, esto es, de procurarnos la felicidad. Se trata a todas luces de necesidades vinculadas a la autorrealización personal y sobre todo a la madurez y el ser adulto. Como hemos podido observar hasta el momento, la descripción de las necesidades según los niveles en las que las coloca Maslow en su pirámide indica que los seres humanos “pasamos” de un nivel a otro cuando satisfacemos las necesidades del nivel anterior. Ello significa que en lo general, es bastante difícil pensar en satisfacer las necesidades del ego, sin antes satisfacer las necesidades sociales y fisiológicas. En ese sentido, cabe preguntarnos ¿Qué relación guardan los mensajes publicitarios, y la publicidad como práctica y discurso, con la apelación a la satisfacción de las necesidades planteadas por Maslow? El meollo de la respuesta se halla en el concepto de motivación, pues la teoría de Maslow formula que el paso de un nivel a otro en las necesidades humanas supone no sólo la satisfacción real de unas y otras, sino también que dentro de las formas de satisfacción empleadas, es decir, que al interior de las formas que utilizan los individuos para procurar satisfacer sus necesidades, se halla un estado psicológico necesario que es el estado de la motivación que es el que mueve a la acción. La motivación así entendida, es un estado psicológico en el que se manifiesta el “impulso” o el énfasis para lograr algo. Sin embargo, ese algo tiene que tornarse necesario para que la motivación se constituya en el nexo entre la necesidad y la satisfacción. La motivación es un estado interno que genera reacciones en el comportamiento humano, lo que hace que la mayoría de los psicólogos considere a la motivación relacionada con la voluntad, y a la voluntad con el esfuerzo y la capacidad personal2. Las motivaciones pueden ser de índole racional y/o emotiva, y en ellas se conjuntan una serie de factores y procesos intelectuales, psicológicos, sociológicos y fisiológicos (Solana, 1993: 208), que guían el comportamiento de los individuos hacia la consecución de un fin. Por ello, es importante dejar claro que la motivación es el vehículo de la satisfacción, es decir, es anterior a esta. La publicidad en la medida en que construye deseos, en realidad se concreta a producir estructuras motivacionales que generen la necesidad de satisfacer deseos. O sea, en lugar de dejar que el proceso motivacional se conciba en el individuo de acuerdo a lo que entiende cada persona como necesario en su vida, la publicidad estimula o activa dichos procesos tornando al deseo en necesidad y por ende incitando a la satisfacción del mismo. No obstante lo anterior, ello no significa que este mecanismo tenga una eficaciasocial del 100%. Si bien es cierto que la publicidad mediante sus mensajes repetitivos, musicalmente armónicos, gratamente sorpresivos, chistosos, sensorialmente estéticos y ornamentales, sensuales y visualmente atractivos, entre otros muchas características, intenta generar deseos en sus públicos, la conversión misma del deseo en necesidad -que es lo que estaría incidiendo en la activación de estructuras motivacionales humanas- dependería en última instancia del nivel de satisfacción de las necesidades de los individuos a la hora de exponerse a dichos mensajes. 2 En ese sentido, distinguimos motivación de incentivo. Motivación es ese algo interno que impulsa a hacer algo, es decir, a la acción; mientras que el incentivo es un factor externo que provoca un comportamiento determinado. Ello indica que para conseguir motivar a los individuos y grupos debe investigarse primero acerca de qué tipo de necesidades tienen satisfechas e intentar entonces, conducirlos por medio del deseo a satisfacer una o varias de las carencias (necesidades insatisfechas) presentes en el siguiente nivel de necesidades, tal y como menciona Maslow. Como puede notarse, ello no supone una empresa fácil, aunque tampoco imposible. Pensar en las necesidades de grupos anónimos de individuos, tal y como debe hacerlo la publicidad como cualquier otra forma de comunicación masiva, implica en todo caso trabajar mediante el análisis de estudios de mercado, no sólo con las carencias de los públicos en cuestión, sino también con la aceptación racional y emotiva de los beneficios de esa nueva motivación. El ser humano se mueve “pulsionalmente” en función de lo que le beneficia, es decir, procura la acción si lo que va a hacer le beneficia y evita la acción si presupone daño (Skinner, 1977). Ello implica que la publicidad tiene necesariamente que activar una estructura motivacional que se base en las carencias de los individuos y que además procure la aceptación de estos mediante una percepción del beneficio. En ese sentido, la publicidad debe atender a la satisfacción de sus propias necesidades de persuasión, de las que quizá la más importante sea la necesidad de vincular al objeto de la publicidad con una estructura motivacional pertinente, fundada –como ya hemos dicho- en las carencias del público. Sin embargo, para llevar a cabo felizmente esta tarea es necesario soportar sobre la estructura motivacional la necesidad de hacer conocido y deseado al mismo tiempo el objeto en cuestión. Con ello, no sólo se motivaría la compra, sino que al decir de González Martín (1991), se motivaría también la recepción del anuncio en tanto atractivo, grato y fácil de inteligir. Es así cómo en la satisfacción de las necesidades económicas de la publicidad se alcanza a resolver los problemas en torno a la activación de la estructura motivacional a los que hemos hecho referencia con anterioridad, de manera tal que con la selección y empleo de uno de los tres modelos de enfoque que brevemente explicaremos a continuación, se puede llevar a cabo eficazmente dicha solución. Se trata, en lo concreto, de poner en marcha metodologías que van desde lo básicamente conductista hasta lo cognitivo, como las que se describen aquí. El primer enfoque es el de las necesidades y motivaciones, que se basa en lo general en lo que hemos explicado como teoría psicológica de la motivación humana (Pirámide de Maslow); el segundo lo constituye el enfoque sobre los incentivos, que está vinculado como ya hemos dicho a las variables externas y las recompensas de tipo emotivo-racional; y por último está el enfoque cognitivo que trabaja con motivaciones racionales y en función del proceso de decisión de los individuos en términos de comparación, generación de expectativas, delimitación de objetivos, etc.3. La elección de uno u otro enfoque para generar la activación de la estructura motivacional a través de los mensajes publicitarios deberá estar en función del público al que se enfrentan y al conjunto de necesidades satisfechas e insatisfechas de los mismos a la hora de ser expuestos a dichos mensajes. En ningún caso, en cambio, se podrá garantizar totalmente el resultado, en tanto resulta improbable pronosticar al 100% la efectividad de dichas estrategias. 33 Puede consultarse al respecto otros modelos sobre las motivaciones humanas como los de Herzberg (1966) que trata sobre las insatisfacciones en las organizaciones; Alderfeld (1972) que hace una fritica al modelo piramidal de Maslow; Mc Clelland (1961) que se enfoca en la importancia de la superación personal; Skinner (1977) que trabaja sobre la conducta en términos de beneficio vs daño; Adams (1965) basado en la influencia de la equidad; Vromm (1964) que plantea la importancia de las expectativas y las metas, entre otros. 5. Tipos de publicidad y su relación con los públicos Ya hemos visto que la publicidad es tanto un medio para la construcción y difusión de ideas ajenas, como una técnica de persuasión que tiene como objetivo fundamental dar a conocer productos y servicios de una manera positiva y atractiva para suscitar su consumo o usabilidad. Pero hay tantos tipos de publicidad que es imposible resumir todas en este corto espacio. Ello nos lleva a admitir que la aproximación clasificatoria que intentaremos en este apartado sirve más a la reflexión conceptual que a lo pragmático pues en general, todos los tipos de publicidades aquí mencionadas serán transversalmente informativas y persuasivas simultáneamente. En consecuencia, es imposible que haya un anuncio publicitario que no informe, aunque su objetivo fundamental no sea el de informar. Así, toda publicidad es informativa y persuasiva al mismo tiempo. Informativa porque en su función primaria que es la de hacer público, se halla implícita la idea de informar; y persuasiva porque no existe información en la publicidad que una vez que se comunique no sea manipulada con fines de convencimiento. La publicidad persuade per se, al igual que toda comunicación, en la medida en evidencia la postura focal, es decir, especifica de quien produce el mensaje. Es por ello que una distinción entre publicidad informativa y publicidad persuasiva no tiene sentido. Sin embargo, los criterios que utilizaremos en este apartado para clasificar a la publicidad se constituirán alrededor de tres ejes: en cuanto al objeto con el que trabaja, en cuanto a los públicos a los que va dirigida, en cuanto a los medios que emplea, en cuanto a la distribución y en cuanto a quienes la financian. En dependencia del objeto de publicidad podemos encontrar publicidad comercial (ya se trate de un producto o de un servicio), publicidad corporativa y/o institucional (se enfoca a las empresas e instituciones privadas, ONG’s, etc.) y la publicidad de marca o branding (trabaja directamente con la constitución y consolidación de la marca). En cuanto al público al que va dirigida, encontramos que existe publicidad diferenciada e indiferenciada. La publicidad diferenciada se dirige a un segmento del público previamente seleccionado, ya sea por edad, género, intereses, nivel socioeconómico, etc. La publicidad indiferenciada, en cambio, no tiene en cuenta las diferencias. Por el tipo de canales que emplea, ya sean gráficos, audiovisuales, auditivos, impresos encontramos: publicidad televisiva,grafica, radial, de prensa. Y por el tipo de medios por los que se difunde tenemos a la publicidad clásica o tradicional (utiliza los medios de comunicación masiva como radio, televisión, prensa, revistas, posters, espectaculares, etc.), la alternativa (emplea medios no tan masivos como los nuevos medios tecnológicos interactivos como los teléfonos celulares e internet. También son alternativos los muros, lonas, P.O.P., impresos de pequeña escala como volantes, trípticos, dípticos, bolsas, cenefas, etc.), y la emergente que emplea demostradoras, botargas, stands, inflables, promocionales, etc. En función de los mecanismos de distribución empleados, tenemos a la publicidad directa, que trabaja fundamentalmente a partir de bases de datos, listas de correos y telemarketing en general, es decir, en marketing a distancia; y a la publicidad personalizada que va dirigida directamente a la especificidad del segmento meta y funciona muy bien como mecanismo distintivo de la identidad. Como un tipo de publicidad aparte que cubre los criterios de esta selección podemos señalar a la publicidad de bien social que, aunque no va dirigida a un público especifico, sino a toda la sociedad y ofrece información relevante a nivel social, sin estar vinculada a una institución estatal, empresa privada o asociación civil, este tipo de publicidad resulta altamente valiosa cuando se quieren difundir ideas, acciones o servicios que redundan en beneficio de la sociedad. A partir del tipo de financiamiento la publicidad se clasifica en: publicidad privada, vinculada con las empresas privadas y asociaciones civiles que pagan su publicidad en tanto destinan una parte de sus ganancias a la inversión publicitaria; y la publicidad estatal que es pagada con el dinero del estado, es decir, con el dinero de los contribuyentes. Debemos aclarar aquí que aunque la publicidad estatal opere bajo la influencia general del estado, y en particular bajo la influencia de un gobernante o partido en funciones, es ilegal utilizar este tipo de publicidad para promover la imagen de gobernantes y partidos en función de las acciones de beneficio social que realicen bajo su período de gobierno. Por último, debemos señalar a las Relaciones Públicas y a la difusión de boca en boca como dos de los tipos más novedosos de publicidad no pagada. Aunque algunos estudiosos no vinculan estas ramas con la publicidad, la tendencia contemporánea las ha situado como unos de los tipos de publicidad más eficientes de los últimos años. Ello obedece a la convicción, en el caso de las RR.PP. de que la imagen pública de una empresa o institución privada o estatal, cumple funciones de marketing muy específicas a través de la comunicación entre sus públicos, los medios y la empresa. Así, las relaciones públicas difunden las actividades benéficas de la institución, su relación con la comunidad, etc. y otorgan con ello un valor agregado a la misma. En el caso de la difusión de boca en boca, la ganancia publicitaria es invaluable, pues los mecanismos de difusión de la información funcionan por medio de la recomendación personal, lo que otorga credibilidad a la información y ventajas directas a la institución. Bibliografía: Ø CASTELLO MAYO, Enrique (2002). “El mensaje publicitario o la construcción retorica de la realidad social”, en Revista Latina de Comunicación Social, número 52, de octubre-diciembre de 2002, La Laguna (Tenerife), en la siguiente dirección telemática (URL): http://www.ull.es/publicaciones/latina/2002castellooctubre5201.htm Ø DEBRAY, Raymond. (1994). Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente. Barcelona: Paidós. Ø EGUIZABAL, Raúl. (1990). "Publicidad y consumo", en Revista TELOS, número 24, Madrid, p.24. 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