Vista previa del material en texto
EL SOCIALISMO ante mundo HOY •jA * Política internacional * Sobre la controversia chino-soviética EL SOCIALISMO ante ííLxxdo HOY * Política internacional * Sobre la controversia chino-soviética Introducción Desde su constitución como Partido, una de las ca- racterísticas más vigorosas del socialismo chileno ha sido su política internacional autónoma. Sobre la base de que la teoría marxista no es un dogma inflexible, impermea- ble al tiempo y a las circunstancias concretas de la vida social, hemos examinado en cada oportunidad, con la má- xima independencia de criterio ideológico y político, los hechos que conmueven a la clase trabajadora internacio- nal. De este modo, hemos elaborado una línea caracterís- tica que, hoy en día, encuentra sus raíces en la política de Frente de Trabajadores. El presente folleto contiene las resoluciones sobre política internacional aprobadas en el XX Congreso ge- neral del Partido Socialista, efectuado en febrero de 1964, en Concepción. Y para complementar las apreciaciones relacionadas con la candente controversia chino-soviéti- ca —que se inició con los caracteres de discusión ideoló- gica y, en los hechos, se ha transformado en una disputa entre Estados—, publicamos en su texto íntegro un ar- tículo del secretario general del Partido, c. Raúl Ampue- ro Díaz —aparecido originariamente en la Revista ARAU- CO— que presenta, a modo de comentario crítico, los puntos de vista de los socialistas chilenos sobre las posi- ciones en conflicto. El material de este folleto es imprescindible para la información y orientación de los afiliados del Partido y, en general, de aquellos a quienes nuestro pensamiento interesa particularmente. Se analizan todos los problemas 3 de política internacional que constituyen las cuestiones- más importantes en esta hora tensa de la humanidad, en que la tercera parte de los habitantes de la Tierra vive las experiencias de los sistemas socialistas, millones de hom- bres y mujeres sufren y luchan en los países subdesarro- llados y millones de trabajadores, por su parte, se esfuer- zan en las potencian capitalistas por substituir a las clases dominantes en el poder. Todos estos problemas son ana- lizados, también, en cuanto a sus proyecciones en el mo- vimiento popular chileno. Como integrantes de un vasto proceso social de di- mensiones mundiales; como habitantes de un continente tan directamente sometido a la dominación del centro principal del capitalismo moderno; como combatientes de vanguardia de la revolución chilena, sabemos que los su- cesos presentes —el desarrollo de los nuevos sistemas socialistas, la lucha de los pueblos sometidos al imperia- lismo, la lucha de los trabajadores en el seno de los países capitalistas y, en el movimiento comunista mundial, la dura disputa chino-soviética— influirán en el futuro de todo el movimiento popular y que nuestra propia conduc- ta de socialistas será un factor apreciable en la configu- ración de ese futuro. Conscientes de ello, ofrecemos al lector los puntos de vista del Partido Socialista de Chile sobre todos estos graves problemas de la política interna- cional. 4 Resoluciones sobre Política Internacional (XX Congreso General, Febrero 1964) Desde su constitución como Partido, una de las carac- terísticas más vigorosas y persistentes del socialismo chile- no ha sido su política internacional autónoma. Lejos de toda acti tud seguidista o de mera adaptación ocasional a las cambiantes circunstancias históricas, en este campo, más que en cualquiera otro, el socialismo viene demostran- do la fecundidad del marxismo en el examen de los procesos contemporáneos, cuando se le mane ja como un creador ins- t rumento científico. Nuestra actividad de t re inta años evidencia una con- t inuada adhesión a ciertos principios básicos, que se po- drían enunciar así: A.—Internacionalismo obrero.— El movimiento obrero constituye una fuerza histórica uni tar ia en escala mundial . La solidaridad esencial de intereses de la clase obrera, por encima de las fronteras , deriva de la explotación in te rna- cional de los t rabajadores por el sistema capitalista pro- pagado a todos los continentes. B.—Unidad de América Latina.— Tanto la necesidad de equilibrar en el continente la poderosa gravitación de los Estados Unidos, como la estrecha comunidad de factores geográficos, históricos, culturales, económicos, raciales, etc., que unen a los países latinoamericanos, conducen a p lan- tearse —como orientación general y como objetivo— la in te - gración económica y política de los estados situados al sur del Río Bravo. 5 C.—Acción antiimperialista.— La liberación de los países latinoamericanos del colonialismo europeo sólo consagró una independencia formal. Luej?o de constituirse en estados polít icamente soberanos, cayeron bajo la dominación eco- nómica de las grandes potencias capitalistas —y principal- mente de los Estados Unidos de Norteamérica— bloqueán- dose así su desarrollo mater ia l y muti lando su autonomía. La eliminación de todo vínculo de dependencia del imperialis- mo constituye, por tanto, una meta fundamenta l en la lucha del Partido. D.—Por la paz entre los pueblos.— Conscientes de que la guerra, en el mundo capitalista, es un medio de resolver conflictos de intereses entre las clases dominantes, llevando a las masas al sacrificio y a la muerte, animamos siempre una conducta antibelicista. Cuando la resistencia a rmada h a sido ejercida por los pueblos contra sus amos ex t ran je- ros, en cambio, la justif icamos como una proyección legí- t ima de la voluntad de independencia y como un medio inevitable de ejercer sus derechos a la autodeterminación. E.—La integración democrática del movimiento revolu- cionario mundial.— Ninguna circunstancia autoriza a un solo país o a un part ido determinado para asumir la hege- monía del movimiento revolucionario mundial o para su- bordinar a sus intereses part iculares la aplicación del pr in- cipio del internacionalismo obrero. Sólo una integración de- mocrática, sobre la base de la más estricta igualdad de de- rechos, ha rá posible la cooperación solidaria y la coordi- nación estratégica de las fuerzas que luchan contra el im- perialismo en el mundo. F.—La lucha de clases y no la contienda militar es la vía para vencer al capitalismo.— La tarea de suplantar el sistema capitalista por el socialismo pertenece esencialmen- te a los t rabajadores de cada país. La constitución y el mantenimiento de bloques cerrados —aún formados por países socialistas— conduce fa ta lmente a susti tuir el pro- ceso de la lucha de clases en el seno de cada sociedad n a - cional por el enfrentamiento militar entre potencias y esta- dos. La tensión bélica, además, proporciona justificación a 6 las naciones más poderosas para estrechar el control y la represión sobre los pueblos vasallos —en el área capitalista— y para implantar el monolitismo y una rígida dirección centralizada en el área socialista. En ambos casos se hace más penoso el avance hacia la creación de auténticas rela- ciones sociales socialistas. G.—El socialismo es producto histórico de circunstan- cias nacionales concretas.— No existe un camino exclusivo ni un modelo único pa ra establecer y construir el socialis- mo. Dentro del objetivo común y esencial de sustituir la propiedad privada de los medios de producción por la pro- piedad social de los mismos, los pueblos y los partidos eli- gen las vías y las formas más adecuadas a las tradiciones, a las estructuras, a las condiciones geográficas, socio-econó- micas y culturales de cada estado. Es dentro de la fidelidad a tales principios que debere- mos diseñar nuestra política internacional para el período que se inicia con este Congreso. En el curso del XIX Congreso del Partido, el debate más intenso se desarrolló alrededor de la política in te rna - cional. Luego de una vigorosa confrontación de ideas y de posiciones se adopló un conjuntode acuerdos que ra t i f i ca - ban la posición tradicional, actualizándola en relación con los nuevos acontecimientos. Las cuestiones capitales de esa discusión fueron, por una parte, si el socialismo debería o nó mantener su línea antibloquista, y, por otra, si an te la exis- tencia efectiva de los bloques deberíamos adherirnos o nó a aquel que se definía como una coalición socialista. La tesis adversaria a la política de bloques se impuso en forma cate- górica. Los años 1962 y 1963 h a n sometido a prueba nuestra act i- tud y proporcionan nuevos elementos para sostenerla en el futuro. La evolución de los bloques rivales parece conducirlos a una progresiva desintegración y a hacer cada vez más flexi- ble la coexistencia entre estados de diferente estructura social. En el campo capitalista crecen las tendencias a estable- 7 cer centros políticos autónomos, principalmente en el ámbito europeo; tan to la Francia degaullista como el gobierno de coalición italiano constituyen elementos desintegradores en los planos diplomático y militar. En el campo comunista, a su vez, el monolitismo al uso staliniano sufre el efecto de- moledor de la disidencia china. Los hechos demuestran cómo, efectivamente, la guerra en nuestro siglo ha sufrido cambios cualitativos que al teran profundamente su naturaleza y sus efectos, has ta el punto de hacerla un instrumento inapropiado para dirimir los con- flictos de intereses económicos, sociales o ideológicos, sean ellos los más perversos o los más altruistas. La guerra ató- mica ya no es negocio política ni materialmente lucrativo para el imperialismo ni tampoco un medio útil para instalar el socialismo sobre la tierra. Lo probaron tan to la crisis del Caribe, en octubre de 1962, como la f i rma del Tra tado de Proscripción Parcial de los Ensayos Nucleares, f i rmado en Moscú en julio del año en curso. Fue la conciencia cabal de esta circunstancia la que llevó a un acuerdo al borde de la conflagración en el pr imer caso, y en un campo decisivo de las relaciones internacionales, en el segundo. Ninguno de estos episodios permite deducir, sin embargo, la conclusión ingenua o tendenciosa de que alguno ¡jie los contendores haya renunciado a los objetivos esenciales de una lucha que tiene hondas raíces sociológicas e históricas. El imperialismo seguirá bregando por someter a su dominación a los pueblos a t rasados y las fuerzas socialistas y revolucionarias por libe- r a r a la humanidad de un odioso sistema de explotación, pero, en t an to el capitalismo encuentra dificultades cre- cientes para hacer uso de la guerra —hasta ahora su más eficaz a rma de opresión— el socialismo sigue contando sin limitaciones con el principal factor para su victoria, con el instrumento dinámico por excelencia en las grandes trans- formaciones: con el poderoso impulso de las clases oprimi- das hacia su libertad social y nacional. Que es la paz y no la guerra, la distensión internacional y no el rígido alineamiento en bloques hostiles, el clima más favorable pa ra el pleno desarrollo del proceso de liberación revolucionaria, lo prueban Cuba y Argelia. Independiente- 8 men te de las consecuencias finales de un conflicto global, si la crisis del Caribe hubiese desembocado en la guerra, una cosa es segura: Cuba no existiría. Cuba como nación, en- tiéndase bien, no sólo la Revolución Cubana, habr ía desapa- recido del escenario de la historia. Argelia, por su parte, geo- gráf icamente enclavada en una zona part icularmente sen- sible a las tensiones, encontró en una política exterior in- dependiente un elemento decisivo para t r iunfar en su lucha y, ahora, pa ra avanzar resuel tamente hacia el socialismo. Puso término a más de un siglo de dominación colonial, agregando al heroico comportamiento militar de su pueblo la vigorosa solidaridad af r icana y el apoyo decidido de la opinión progresista del mundo, factores que difícilmente h a - bría tenido de su lado si hubiese comprometido su destino con la suerte de una coalición militar. Los progresos en el camino de la paz y la atenuación de la guerra f r ía deben dar un impulso nuevo a la lucha por la descolonización y por cambios sociales profundos en todos los ámbitos de la tierra. La experiencia reciente demuestra, cada vez más, a las naciones jóvenes, que únicamente una •estructura socialista les permitirá salvar las distancias b ru- tales que las separan de los países más adelantados. No puede entenderse, pues, que la coexistencia pacífica impli- que una actitud de capitulación o de apoyo mecánico a las determinaciones de las grandes potencias; cualquiera ten- dencia en tal sentido significaría una nueva versión de la "política de bloques", o sustituirla, simplemente, por la re- partición pacífica del mundo en esferas geográficas de in- fluencia. Dentro de tal enfoque comprendemos perfectamente bien la reacción cubana an te el Tra tado de Moscú y ante la iniciativa para declarar a la América Latina zona desnu- clearizada. Mientras la isla sufra el acoso yanqui, el nuevo espíritu de paz carecerá de sentido para los cubanos y toda renuncia a disponer y a utilizar explosivos atómicos por su pa r t e —que no implique un compromiso análogo de los Es- tados Unidos— significaría una abdicación de sus deberes patrióticos y revolucionarios. La elaboración de una acción socialista internacional es 9 necesariamente compleja, en la misma medida en que las experiencias revolucionarias se extienden a todos los Con- tinentes y se realizan en las más variadas condiciones, puesto que exige un análisis riguroso, independiente, nacional e imaginativo de cada situación y de cada episodio, a la luz de las concepciones marxistas. Jus tamente por eso se desti- naron a dilucidar estas cuestiones capitales dos documentos elaborados por el Comité Central en el período que te rmina: la respuesta al Partido Comunista a principios de 1962 y un ensayo sobre el conflicto chino-soviético en agosto del año 1963. (1). Las actitudes "seguidistas", caracterizadas por la acep- tación incondicional e irreflexiva de determinadas líneas dictadas por uno u otro Estado, implican la peligrosa per- sistencia de hábitos nocivos en el movimiento obrero, de los cuales el Partido Socialista pudo salvarse siempre por sus estrechas raíces en la realidad chilena. Si bien las disiden- cias chino-soviéticas desembocaron en una disputa teórica —frecuentemente confusa y tendenciosa— sus orígenes rea- les parecen descansar más bien en graves problemas deri- vados del desequilibrio económico en el campo socialista y en las condiciones materiales y sociológicas in ternas y especí- ficas de cada país. Si el socialismo chileno, desde su aparición, pudo sustraerse a la estrecha y rígida estructura del movi- miento comunista en la convicción de que era inadecuada para abarcar la totalidad del proceso y la extraordinaria ri- queza de las manifestaciones revolucionarias, incurriría en un error irreparable si ahora —cuando esas deficiencias se hacen evidentes— tomara partido en una disputa que es la mejor comprobación de la crisis de un instrumento caduco. Situados en América Latina, el campo más inmediato y exclusivo de la dominación norteamericana, la lucha con- t ra el imperialismo tiene en Chile una prioridad sólo p a r a - lela a la Reforma Agraria, tan to en el accionar del movimien- to popular como en la gestión de un nuevo gobierno de avan- zada. Una acti tud resuelta y responsable en esta mater ia se debe desenvolver en diversos planos y en diferentes áreas: (1) Se reproduce como Segunda Par te de este fol leto. 10 a) Vínculos cada vez más estrechos y más orgánicos con todas las fuerzas definidamente antimperialistas del Conti- nente, a f in de presentar un bloque homogéneo de resisten- cia en la acción. No importa t an to la analogía ideológica como la coincidencia práctica en los objetivos comunes. En la actividad política como en los f ren tes de masas será pre- ciso multiplicarlos contactos y estrechar las relaciones. b) Elaboración circunstanciada de una política dirigida a establecer el control nacional sobre los sectores claves de la economía, incorporando al dominio público los principa- les núcleos de la inversión extranjera . Esta decisión impone la necesidad de explotar racionalmente las al ternativas teó- ricas y las medidas complementarias, destinadas a neu t ra - lizar las eventuales represalias del imperialismo. c) Estudio y aplicación de una política lat inoamericana encaminada a fortalecer los lazos de Chile con otros Estados para garant izar el libre y soberano usufructo de las riquezas naturales, para evitar el deterioro creciente de los térmi- nos de intercambio, para apresurar la desaparición de los territorios coloniales y su acceso a la independencia y pa ra lograr un acuerdo que permita reducir los gastos militares -en beneficio del desarrollo económico, entre otros objetivos inmediatos y de interés común. d) Revisión de todos los instrumentos internacionales que vienen consagrando un sistema jurídico, financiero, comercial o mili tar destinado a preservar el orden capi ta- lista y a obstaculizar la instalación de regímenes socialistas, impidiéndoles a éstos la coexistencia pacífica y la colabora- ción con los países hermanos en una empresa colectiva de progreso continental. La condición especial de este Congreso —el último a n - tes de la elección presidencial— nos obliga a p lantear tales problemas con criterio de gobernantes. El poder popular deberá estar resuelto a cumplir lealmente sus compromisos con las masas y a tomar, s imultáneamente, las medidas adecuadas pa ra salir victoriosos de la prueba. Los imperia- listas procurarán aislarnos pa ra doblegar la voluntad rei- vindicadora del pueblo chileno. No lo permitiremos. Las masas oprimidas del Continente deben comprender que 11 nuestra lucha es una batal la en que se juegan sus propios intereses; por eso debemos ganar su apoyo solidario y su colaboración activa. Los países hermanos deben saber que estamos dispuestos a defender nuestro derecho a la autode- terminación por todos los medios, pero que respetaremos escrupulosamente el derecho de otras naciones a darse go- biernos distintos al que nosotros queremos establecer. El mundo debe saber que únicamente procuramos conquistar nuestra plena independencia económica y ejercitar nuestra soberanía sin cortapisas. Tal objetivo no agravia ni amena- za a nadie, es sólo la realización histórica de la actual ge- neración chilena. CONCLUSIONES I El socialismo chileno es una fuerza incorporada al "mundo socialista"; pertenece al conjunto de partidos, mo- vimientos y países que part icipan en la cruzada mundial contra el imperialismo y persiguen la implantación de un nuevo orden social. Las circunstancias contemporáneas exigen la coordina- ción internacional del complejo de fuerzas que procuran es- tablecer una sociedad regida por la voluntad de los t r aba - jadores, basada en la propiedad social de los medios de pro- ducción y en planeamiento de su desarrollo económico. J u n - to a la identidad de estos objetivos básicos, sólo la acep- tación de la más amplia libertad en la elección de los ca- minos estratégicos y en la adopción de métodos de acción pueden permitir, primero, y garantizar, después, una inte- gración democrática del movimiento revolucionario antim- perialista en escala mundial. Su política está centrada en la unidad dentro de los principios comunes, puesto que en base al marxismo todos los movimientos, partidos y países que luchan por el socia- lismo, pueden y deben resolver sus problemas controvertidos y encontrar las soluciones que los lleven a configurar una política unitaria. 12 II El XX Congreso rat i f ica la línea internacional del P a r - tido y del FRAP, en cuanto rechaza la "política de bloques" como un elemento distorsionador del proceso de liberación de los pueblos, apoya las iniciativas encaminadas a reducir su influencia y a sustituirla por relaciones multilaterales, democráticas y pacíficas entre los Estados. Dentro de tal es- píritu aprueba el Tra tado de Proscripción Parcial de los En- sayos Atómicos pactado en Moscú y los esfuerzos encamina- dos a establecer zonas desnuclearizadas en diversas regio- nes del mundo, principalmente en América Latina. El Congreso denuncia, no obstante, la política de agre- sión que mant ienen los Estados Unidos contra Cuba, lo que justifica la act i tud de este último país al rehusar su f i rma al Pacto mencionado. Ratifica, asimismo, el derecho de los pueblos a conquis- tar y mantener su independencia y a defender el principio de su autodeterminación, con todos sus recursos —incluso los de la violencia— f ren te a las potencias opresoras. En tales casos, el Partido Socialista proporcionará la más a m - plia solidaridad a las naciones y pueblos comprometidos en la lucha. III En la actual fase histórica, la coordinación estratégica y la unidad de acción de las fuerzas afines no excluye una vigorosa y f ra te rna l confrontación de diferentes posiciones ideológicas, pero el Congreso estima deplorable llevar las disidencias al plano gubernativo, transformándolas en con- flictos de Estados. Desde un punto de vista de principio, el socialismo chi- leno se opone vigorosamente a las tendencias centralistas y autori tarias en el ejercicio del poder popular, y a las tentat ivas de imponer a naciones distintas los modelos po- líticos y las orientaciones adoptadas en un país determina- do, características ambas de las viejas concepciones stali- 13 nianas; estima, sin embargo, que la corrección de los fenó- menos nocivos corresponde esencialmente a las masas tra- bajadoras del estado en que se originan. IV El desarrollo del socialismo es consustancial con una po- lítica de paz bien entendida, que esté en relación directa con los intereses de los t rabajadores en el plano mundial y de los pueblos de las diversas regiones. En este sentido, aprobamos como una estrategia justa la coexistencia pací- fica y activa entre los estados de diferentes sistemas polí- ticos, económicos y sociales, sin que esto signifique —de ninguna manera— una t regua o cancelación de la lucha de clases en el interior de los países que batal lan por su libe- ración. La lucha de los pueblos de Africa, Asia y América Lat ina en contra del imperialismo, constituye uno de los factores esenciales en la derrota del principal enemigo de la humanidad. Cada pueblo, de acuerdo con sus propias con- diciones políticas y económicas nacionales, elige el más justo camino pa ra establecer el sistema de gobierno que desee y elimine los factores que en t raban su desarrollo. V A fa l ta de bases objetivas para realizar una política ho- mogénea de alianzas con otros part idos latinoamericanos, el Congreso recomienda estrechar las relaciones multilaterales con todas las agrupaciones populares del continente que ma- nifiesten una acti tud amistosa hacia el movimiento popular chileno y, eventualmente, hacia el gobierno que deberemos ins taurar en 1964, concertando las más amplias y frecuen- tes acciones comunes en mutuo beneficio. El Part ido Socialista deberá apoyar, asimismo, las inicia- tivas destinadas a constituir una Organización Juvenil Con- tinental y una amplia Central Lat inoamericana de Traba - jadores, establecidas ambas sobre una actitud de indepen- dencia con respecto a las instituciones mundiales que pro- yectan en esos campos la política de bloques. 14 II 5) El Partido Socialista considera que una organización regional de Estados Americanos sólo es aceptable bajo la condición de que sea un instrumento colectivo de defensa de los países pequeños y una asociación compatible con la participación sin restricciones de aquellos estados que re- suelvan adoptar una economía de tipo socialista. Rechaza, por eso, te rminantemente , las decisiones para t r ans fo rmar la OEA en una alianza internacional destinadaa preser- var las formas capitalistas y a fomentar la empresa priva- da, facili tando así la prolongación de la dominación impe- rialista en nuestro suelo. Igualmente, considera que la Asociación Latinoamericana de ¡Libre Comercio y la Alianza pa ra el Progreso están con- cebidas con idéntica inspiración, constituyendo en conjunto un sistema destinado a perpetuar el vasallaje de las masas t raba jadoras del Continente con respecto a la diplomacia y a los intereses comerciales de los Estados Unidos de Norte- américa. VII 6) En el futuro, el Gobierno Democrático y Popular de- berá promover una política exterior de enérgica orientación pacifista, unitaria y antimperialista con relación a las na- ciones hermanas, comenzando por un apoyo sin reservas a la República de Cuba en la defensa de su derecho a la indepen- dencia, a la autodeterminación y a establecer sin in ter feren- cias el régimen económico-social que su pueblo ha elegido. En el orden inmediato, el nuevo Gobierno deberá dedicar sus esfuerzos más persistentes a elaborar una p la ta fo rma común orientada a garant izar el respeto de las aguas terr i - toriales y la defensa de las riquezas marít imas, a proteger los precios de las mater ias pr imas y de las exportaciones agrícolas latinoamericanas, a obtener la liberación de los territorios coloniales en el Continente y a eliminar las car - gas militares impuestas sobre nuestros pueblos por la con- ducta belicista de los Estados Unidos de Norteamérica. 15 Sobre la controversia chino-soviética (Un comentario crítico sobre las posiciones en conflicto) Un desafío al marxismo ¡La Conferencia, varias veces postergada, de los part idos comunistas soviético y chino en Moscú, ha terminado sin conclusiones, dejando una estela de dudas, desconcierto y frustración, en los círculos más conscientes del movimiento popular. Pa ra los comunistas el desenlace debe constituir una sorpresa t a n inusitada, al menos, como lo fue el conoci- miento de las denuncias formuladas contra Stalin en el XX Congreso del partido comunista de la Unión Soviética. La época de la unanimidad y de la infalibilidad h a muerto. Mientras la URSS constituía la única experiencia victoriosa de la Revolución Socialista, resultaba fácil galvanizar a los fieles en el deber primario de defender la ciudadela sitiada, y toda disidencia —en condiciones t an precarias— equiva- lía a una abdicación. Desde que más de mil millones de hom- bres —desde La Habana has ta Pekín— viven y t r a b a j a n en comunidades socialistas, las experiencias nacionales flore- cen en todas las latitudes, cada día más variadas, señalan- do el ocaso de los sitiadores. El viejo monolitismo tiende a disolverse, entonces, dejando una aguda sensación de va- cío y desamparo en algunos cuadros veteranos. ¡Pero, más allá del impacto emocional del acontecimien- to entre los miembros del movimiento comunista, lo que él p lantea es la apti tud de los marxis tas para enf ren ta r los 17 hechos contemporáneas, es la comprobación plena de que el marxismo constituye, efectivamente, la ciencia de la revo- lución socialista, es decir, un conjunto eficaz y dinámico de principios para establecer un mundo nuevo. Deberemos probarlo ahora, otra vez, porque la situación mundial h a cambiado y las conductas precedentes pueden ilustrar la orientación de nuestras tareas actuales, pero están lejos de ofrecer soluciones adecuadas a los problemas de nues t ro tiempo. Los cambios cualitativos operados en la guerra, co- mo medio o instrumento político; la actual relación de fue r - zas en escala mundial; el deterioro creciente del sistema imperialista; las cuestiones que plantea el intercambio e n - tre países socialistas con diversos niveles de productividad; la integración de las fuerzas revolucionarias anticapitalis- tas en u-na estrategia global; el lugar de los factores n a - cionales en el proceso revolucionario, son —sólo para citar los más relevantes— asuntos que requieren un análisis h o - nesto y verdaderamente científico de quienes tenemos res- ponsabilidades en la conducción del movimiento popular. De ahí que los socialistas chilenos estimemos de nues - tro deber expresar las opiniones del Partido sobre el episo- dio que origina estas reflexiones y sobre sus consecuencias. Somos un part ido marxis ta independiente, lo cual nos per- mite acercarnos al problema sin subjetivismos de n inguna especie, en particular si vemos en él no una crisis de de- sintegración, sino, al revés, un punto de par t ida para lo- grar, en un nivel superior, una reestructuración coherente del movimiento revolucionario internacional, en la medida que sus diferentes sectores se man tengan fieles a una mi- sión histórica común e impostergable: la eliminación del imperialismo y, con él, del capitalismo, en toda la superf i - cie del planeta. Fundamento de nuestra independencia El Part ido Socialista chileno, en efecto, rehusó s iem- pre asociarse a los núcleos principales de agrupamiento so- cialista: la II y la III Internacionales. Hacia el año 1933, fecha de fundación del part ido So- 18 cialista, la Internacional Comunista se caracterizaba por su rígida adhesión a una mental idad y a una estrategia secta- rias. El modelo de la Revolución de Octubre constituía u n pa t rón indiscutible, que debía trasladarse mecánicamente a todos los países, cualquiera que fuese la fase de desarro- llo que atravesaran. Así, en Chile, durante la sublevación de la mar iner ía o en el curso de las jornadas de junio de 1932, cuando amplias fuerzas desafiaron el orden tradicional ba jó u<na vaga inspiración clasista y revolucionaria, la sec- ción chilena de la Internacional Comunista se esmeraba en establecer unos "Soviets de Soldados, Obreros y campesinos" que terminaron por constituirse en cenáculos estridentes, sin la menor vinculación con las masas. Cuando los espectaculares avances del fascismo impu- sieron el "Gran Viraje" (1936), a una línea más dúctil en el orden internacional correspondió, sin embargo, el comienzo de las purgas en la Unión Soviética. Vale decir, mient ras crecían las posibilidades de un planteamiento más realista y de una colaboración más estrecha con fuerzas afines en la política popular, otros factores contribuían a distanciar a éstas de la conducta soviética y de los part idos comunis- tas. Por algunos años, el imperativo de la defensa común an te el totalitarismo impuso, de todas maneras , la acción común de socialistas y comunistas en varios países, incluso Chile, has ta el instante en que el Pacto Molotov-Ribben- trop agravó el desconcierto y también las discrepancias en- t r e las diversas tendencias revolucionarias y marxis tas de nuestro país. Terminada la guerra, los métodos arbitrarios, los pro- cesos monstruosos, las relaciones económicas lesivas impues- t a s a los nuevos países que abandonaban la vía capitalista, dieron a las prácticas stalinistas una dimensión in te rna- cional. Nuestra resistencia, pues, a asociar la conducta y la suerte del Part ido Socialista chileno a la III Internacional , tuvo sólidos fundamentos de principio, que el curso del t iem- po ha justificado plenamente. Con idéntica persistencia nos mantuvimos alejados de los organismos internacionales creados por la social-demo- 1» cracia, a cuyo progresivo alejamiento de los fines socialistas y revolucionarios se agregó una total ceguera pa ra com- prender el alcance y el contenido histórico de las luchas de los países coloniales y dependientes, encerrándose cada vez más en una estrecha perspectiva europea. Independencia creadora No hacemos esta breve relación retrospectiva para he- rir los sentimientos de nadie. Desde la desaparición de S ta - lin, la resuelta corrección de los aspectos más regresivos del régimen soviético, su gradual democratización, el reconoci- miento cada vez más amplio del valor de las nuevas expe- riencias revolucionarias en diferentes países, están abriendo un amplio campode sincera colaboración en t re socialistas y comunistas, de lo cual es claro testimonio nuestra ya a n - tigua alianza en eLseno del FRAP. Lo que queremos signi- f icar es que tal independencia, inconmoviblemente asentada en una leal aplicación del marxismo a las condiciones con- cretas de Chile, ha sido una condición fundamenta l para enfocar correctamente los más agudos y decisivos proble- m a s nacionales y mundiales. Fuimos, así, los primeros en asignar a la lucha an t im- perialista una prioridad absoluta en las preocupaciones del movimiento popular. En la década del 30, cuando prevale- cían en nuestro medio los esquemas supuestamente marxis- tas de una abstracta revolución proletaria y, después, cier- tas idealizaciones que prometían una "edad de oro" en las relaciones interamericanas, bregamos ardorosamente por concentrar en el antimperialismo las acciones populares. Sólo la I I Guerra Mundial impuso una tregua, en virtud de circunstancias de emergencia ya aludidas, pero nuestros es- fuerzos tío fueron vanos: en la conciencia del pueblo quedó definit ivamente inscrita, como tarea histórica central, la idea de que sólo liquidando al capitalismo norteamericano abriríamos camino a nuestra verdadera libertad. En medio de la confusión creada por la propaganda y la contrapropaganda, nuestro Par t ido tuvo la clarividencia suficiente para percibir el profundo sentido antisocialista 20 del período staliniano. Tanto la liquidación de la Vieja Guardia Bolchevique como la aplicación del terror en masa sobre el conjunto de la población, nos convencieron que si en la URSS subsistía una dictadura, ella no era, por cierto, la del proletariado. En las relaciones interestatales conde- namos siempre, y en especial en 1948 —cuando el conflicto con Yugoslavia— el uso de métodos de imposición sobre los jóvenes países socialistas, t ras 1a. pretensión de establecer un "campo" rígidamente centralizado. Es difícil evaluar la medida en que nuestra posición h a contribuido a una justa apreciación del significado del so- cialismo para Chile. Ella probó, al menos, que las violentas deformaciones descritas no son consecuencias inevitables, y ni siquiera naturales, del socialismo. Ajenos a todo dogma, dimos la más entusiasta acogida a la rebelión de los pueblos árabes; sostuvimos la revolución boliviana cuando se la combatía desde todos los ángulos y con toda suerte de argumentos doctrinarios; apoyamos a los protagonistas de la epopeya de Sierra Maestra cuando se despreciaba su "romanticismo pequeño-burgués"; comprendi- mos, en fin, los elementos positivos que operaban en el con- fuso y contradictorio panorama social del peronismo. Ahora es fácil adscribirse a esas posiciones, porque el tiempo h a corroborado el valor de los hechos en el cuadro de la lucha antimperial ista. En el terreno nacional, el uso científico del marxismo como método de interpretación y de diagnóstico, como doc- t r ina de la actividad, como guía para la acción, nos permi- tió prever el desplazamiento de las principales fuerzas de la ant igua y nueva burguesía hacia posiciones cada vez más reaccionarias. Subsidiariamente, esa conclusión nos llevó a formular la tesis del "Frente de Trabajadores", como es t ra- tegia básica del pueblo, tan to para f i j a r las f ronteras de los aliados potenciales de la clase obrera, como para sostener la idea de que la subversión ant i feudal y antimperialista y el socialismo eran sólo fases sucesivas de un mismo proceso revolucionario. Una independencia que logró resultados tan significati- vos en el pasado, es valiosa también hoy para analizar la 21 controversia chino-soviética sin prevenciones ni prejuicios. No se t ra ta , por supuesto, de asumir una presuntuosa posi- ción de jueces. Comprendemos bien nuestro modesto lugar en la geografía y en la historia. Pero, como integrantes de un vasto proceso social de dimensiones mundiales; como habi tantes de un continente t a n directamente sometido a la dominación del centro principal del capitalismo moder- no; como combatientes de vanguardia de la revolución ch i - lena, sabemos que los sucesos recientes inf luirán en el f u - tu ro de todo el movimiento popular y que nues t ra propia conducta será un fac tor apreciable en la configuración de ese futuro. Conscientes de ello, ofrecemos nuestra opinión sobre el grave conflicto en desarrollo. Una polémica oscura Es un duro t r aba jo para el lector de los documentos publicados a lo largo de la polémica, situar los asuntos sus- tanciales de la controversia. Insis tentemente aluden una y otra vez a aspectos subalternos o procesales, t r a tando de probar la culpabilidad de una u otra de las par tes en la ges- tación del conflicto, y, con frecuencia, las posiciones a n t a - gónicas se adul teran o deforman para hacer más convin- cente la réplica. Se agregan también otras características de evidente impropiedad en una discusión de tan elevado nivel. Unos y otros cayeron —en cierta e tapa del debate, al menos— en una pueril y escolástica crítica de determinadas f iguras re- tóricas empleadas por el adversario, como aquella que com- pa ra el imperialismo a un "tigre de papel". En nuestro me- dio, nadie habr ía asignado a esa metáfora el valor de una tesis; no obstante, quienes pretenden ser los más altos ex- ponentes del marxismo agotaron los recursos dialécticos p a - ra darle un sentido literal. Con ello únicamente lograron producir una lamentable sensación de decadencia en el mane jo de la teoría de más amplias proyecciones de nues- t ro siglo. Tampoco h a contribuido a la calidad de la discusión, la repetida referencia a los textos clásicos, a frases y p á - 22 r ra fos de Marx, Engels y Lenin, que aislados del conjunto de su pensamiento ofrecen un ancho campo a la in terpre- tación errónea o tendenciosa. Pareciera que el a f á n de de- most rar una estricta fidelidad a la letra de los preceptos, enunciados —los más modernos— hace 40 años, fuera más vigoroso que el ánimo de emplear las luminosas concepcio- nes marxistas en un examen atrevido y científico de la rea - lidad actual. Analizaremos algunos de los temas planteados a la luz de conceptos enunciados con anticipación por el Part ido Socialista chileno, seleccionando aquellos que parecen cons- t i tuir las cuestiones más importantes de la discusión y los de proyecciones más vastas en el movimiento popular chi- leno. El socialismo y la guerra La noción cardinal de que las armas atómicas in t rodu- jeron transformaciones cuali tat ivas en la naturaleza de la guerra está presente en las posiciones socialistas a lo largo de m á s de 15 años. Dijimos a comienzos de 1962: "cualquier " comparación ent re las guerras nacionales del siglo pasado " y una eventual guerra atómica global ofrecería apenas " analogías superficiales. Se sabe que aun el hipotético ven- c e d o r de m a ñ a n a sería un vencido. Que la humanidad " perdería la guerra. Ni siquiera un socialismo universaliza- "do resultaría un consuelo, porque sería una especie de so- c i a l i s m o de las cavernas, una vez destruido el patrimonio " in te lec tual y material de la civilización". (1). Aparentemente, t an to chinos como soviéticos coinciden en la estimación de las horrorosas pérdidas humanas y f í - sicas provocadas por una contienda nuclear y, por supues- to, en la necesidad de movilizar amplias masas a f in de paralizar a las camarillas más bruta lmente belicistas del "campo" occidental. Los documentos del PC Chino t r ans - parentan, sin embargo, una notoria subestimación de la (1) La polémica Social is ta-Comunis ta . 1962 P.L.A. 23 hipotética catás t rofe y denuncian, con frecuencia, un su- puesto antagonismo entre la lucha por el socialismo y la lucha por la paz. Es par t icularmente ilustrativa esta t e n - dencia cuando —apartándose del marco de una discusión seria— allegan variadas citas pa ra demostrar que el socia- lismo se edificará sobre las "ruinas del capitalismo",invo- cando la opinión de los teóricos más autorizados y dándo- le a esta expresión un sentido absolutamente simplista y literal. Después de arribar a conclusión t an temerar ia co- mo extraña a las concepciones marxistas, nada impide que agreguen: "los pueblos victoriosos crearán muy rápidamen- " te, sobre las ruinas del imperialismo derrocado, una civi- " lización mil veces superior que la existente ba jo el capi ta- l i s m o y construirán un fu turo verdaderamente maravillo- "so" . (1). Asombra, en verdad, en documentos t a n densos y segu- ramente t an meditados, hal lar argumentaciones como esas. Los textos de Engels y de Lenin aluden, por supuesto, a las ruinas de un orden social y no a los escombros materiales de las fábricas, los laboratorios, los ferrocarriles, las cen- trales hidroeléctricas. Es obvio, además, para cualquier es- tudioso, que el socialismo en su plenitud sólo puede cons- truirse sobre un equipo productivo de al ta eficiencia, sobre una tecnología muy avanzada. Desde Marx se viene dicien- do que la revolución industrial socializó la producción me- diante la asociación en el t r aba jo de miles y miles de ope- rarios, manteniendo, no obstante, la apropiación individual del producto del esfuerzo colectivo. Hacer también colectiva la apropiación sería talvez la forma más simple de definir la meta del socialismo; pero, sobre todo, esta concepción ref le ja has ta donde existe, para un marxista, una relación directa e indisoluble entre el nivel alcanzado por los m e - dios de producción y el vigor y 1a extensión de las relacio- nes socialistas susceptibles de establecerse en el seno de la comunidad. (1) Una vez más sobre las divergencias en t re el cda. Togl ia t t i y nosotros : Lenguas Ext ran je ras . Pekín . 24 La revolución puede t r iunfa r en un país atrasado y le da rá un impulso de progreso incomparablemente superior al lento ri tmo del viejo sistema, pero no se a lcanzarán las formas superiores del socialismo sino cuando la economía haya roto las mezquinas f ronteras artesanales, familiares o aldeanas, para constituir un vasto sistema productivo asentado en el extenso empleo de la maquinaria moderna y en una amplia organización de los t rabajadores para las labores industriales. Los comunistas chinos pasan con impresionante fr ivo- lidad sobre las ruinas y nos ofrecen a continuación un m u n - do maravilloso después del caos. No sabemos qué sorpren- de más, si la desaprensión con que se ignora el holocausto bélico de millones de hombres y mujeres del pueblo o la in - citación a una suerte de "neo utopismo" en el movimiento socialista, desconectado de la historia y del medio social, segregado de la evolución concreta de las fuerzas produc- tivas. Tampoco tienen razón cuando dan a elegir a los pue- blos entre el socialismo y la paz. Probablemente nunca h a sido más evidente que ahora la complementación entre a m - bos objetivos. La amenaza de una guerra de exterminio, cuyo modelo a escala reducida tuvimos oportunidad de co- nocer en Hiroshima y Nagasaki, alienta el odio contra las aventuras bélicas de la abrumadora mayoría de los hom- bres, independientemente de cualquier ideología que sus- tenten, con prescindencia de las causas a que a t r ibuyan el peligro. Si el imperialismo tiende al uso de la violencia en las relaciones entre los estados y, en cambio, el socia- lismo necesita la paz, ¿porqué no apoyarse en la imponen- te voluntad antiguerrera de los pueblos pa ra detener el brazo de los agresores y derrotar los propósitos criminales de los promotores de la conflagración? Para llevar hasta los pueblos una más clara imagen del papel del imperialismo como principal factor belicista, se requiere, por otra parte, que los estados socialistas realicen una consecuente política de paz. Una política de paz, no de capitulación n i de desarme unilateral. Una política que elu- da y denuncie las provocaciones; que busque en las nego- 25 daciones la solución de los problemas concretos que fomen- t a n la tensión internacional; que asigne a la lucha social y política de los t rabajadores el lugar más prominente en la conquista de un nuevo orden mundial, en lugar de compe- t i r en los jactanciosos arrestos de poderío militar. Sólo así, objetivamente, comprenderán las masas la identificación histórica de la paz y el socialismo. Aplaudimos sin reservas los avances que se anuncian en este sentido. Si bien somos part idarios de la prohibición amplia de las experiencias, la fabricación, el almacenamiento y el uso de las armas ató- micas, la sola proscripción de los ensayos y la de termina- ción de zonas desnuclearizadas —entre ellas de América Latina— nos parecen valiosas conquistas para la h u m a n i - dad entera. La guerra mundial atómica puede conjurarse y a ese f in debemos consagrar las principales preocupaciones de es- t a hora. Cuando se sabe que la preparación de una nueva guerra cuesta ya más de 120 mil millones de dólares por año, sobrepasando en mucho el ingreso nacional de todo el mundo subdesarrollado, y que existen actualmente explosi- vos atómicos acumulados equivalentes a 80 toneladas de TNT por cada habitante del globo, se explica nues t ra con- f ianza en la fuerza invencible que puede oponer la opinión mundia l a la reducida camaril la de locos empresarios de una nueva conflagración. Imperialismo y Coexistencia La polémica ha tenido la virtud de precisar el alcance de la política de coexistencia. No hay duda que en un co- mienzo muchos la idealizaron, conectándola con u n suave desmontaje del sistema imperialista y con el uso exclusivo de la vía pacífica para el t ránsi to al socialismo. Esta cir- cunstancia permitió, a su vez, a los comunistas chinos, a t a - carla en sus deformaciones más que en su esencia. La úl t ima carta del Comité Central del PC de la Unión Soviética explica: la coexistencia pacífica es un principio de la política exterior de los estados socialistas. En otras palabras, no es una línea de conducta pa ra las naciones so- 26 metidas ni t iene vigencia alguna en el comportamiento de la clase obrera en su lucha por el poder. Debemos reconocer, no obstante, que la coexistencia pract icada en las condiciones actuales, dentro del espíritu de bloques, no preserva sat isfactoriamente otros valores. Es cierto que, en términos de poderío, las naciones se agrupan ba jo un doble liderato: el de los Estados unidos, los países capitalistas; el de la URSS, los estados socialistas. La "política de bloque" h a tendido, has ta aquí, a consagrar esta situación de hecho, a justif icar ideológica e histórica- mente la supremacía de los centros principales de poder y la subordinación de las áreas más débiles, de modo que, t a n - to en la gestación de la crisis como en la t ransi toria solu- ción de los conflictos, los pequeños países dejaron de ser protagonistas para t r ans fo rmarse en meros espectadores —y víctimas, a menudo— de las transacciones entre las po- tencias principales. Los socialistas creemos preferible, desde luego, la co- existencia entre bloques a la guerra entre bloques, pero d e - bemos insistir en que la rígida concepción del "campo", po- lítica y mil i tarmente centralizado bajo la dirección real de un determinado país, conspira contra la igualdad de los es- tados y, frecuentemente, contra la soberanía nacional de los pueblos pequeños. En la grave situación del Caribe todas las fuerzas progresistas tuvieron su destino comprometido; sin embargo, h a quedado f inalmente en claro que los a l ia- dos de la Unión Soviética no fueron consultados acerca de la instalación de cohetes en territorio cubano y que Cuba, a su vez, tampoco fue consultada para retirarlos. La coexistencia pacífica desarrollará todas las posibili- dades históricas, sólo una vez que la vieja política de blo- ques sea definit ivamente abandonada. En el área capitalista, la lucha de clases en cada país y las crecientes presiones hacia la libertad social y nacionalen los pueblos sometidos seguirán estrechando el cerco al imperialismo, con un ri tmo y modalidades diferentes, según las condiciones específicas del movimiento en cada lugar. Es presuntuoso y estéril el aconsejar a los t rabajadores de todas las lati tudes un - comportamiento uniforme, en nom- 27 bre de la estrategia victoriosa en otro proceso o ba jo la in- vocación de cierta ortodoxia doctrinaria que cada vez se distancia más del espíritu original para asilarse en u n bi- zantinismo verbalista. El proletariado metropolitano se ale- ja del it inerario político que le señalan las tesis de Pekín, no porque esté espiri tualmente corrompido, sino porque el sistema imperialista —tal como se desarrolla his tór icamen- te— le h a dado has ta ahora al capitalismo metropoli tano una elasticidad de conservación que no t iene en los países pobres, lo cual ha retardado la radicalización de la clase obrera. El avance impetuoso del socialismo y la quiebra si- mul t ánea del sistema colonial la llevarán, ta rde o temprano, a enfrentarse a sus propias burguesías y a desempeñar un rol insustituible en la t ransformación de la sociedad. Por su parte, los pueblos dependientes y coloniales em- peñados en la liberación nacional y, en general, los movi- mientos revolucionarios antiimperialistas, ofrecen día a día t rayectorias originales, táct icas nuevas, desplazamientos ideológicos imprevistos. En ellos el marxismo no constituye u n culto secreto ni un conjunto de fórmulas muer tas : sus mejores conductores arr iban a él a lo largo de u n d r a m á - tico aprendizaje experimental, en cuyo curso las concepcio- nes del socialismo científico reemplazan paula t inamente a los impulsos románticos y las rebeldías instintivas. El apoyo resuelto a las luchas de liberación nacional, y especialmente cuando deben apelar a las armas, constituye un deber solidario insoslayable de los partidos populares, independientemente de su adhesión a la tesis de la coexis- tencia pacífica entre estados de diferente régimen social. El "Centro de la Tempestad" Decíamos en nuestra respuesta al PC el año pasado: " . . . pa ra un marxis ta consecuente, el mundo no está bási- c a m e n t e dividido en dos "campos", entendiéndose por ellos " d o s áreas perfectamente definidas en el mapa, aunque ese " hecho tenga un valor innegable en la realidad contempo- "* r a n e a . . . El mundo está dividido en una contienda que " tiene el mundo entero por escenario, entre las fuerzas de 28 " la burguesía y las del proletariado, más nítida y esquemá- " tica en algunas regiones, más pr imaria y compleja en otras, " pero constituyendo siempre el factor decisivo de la pugna " histórica de la cual somos actores y testigos". El razonamiento tendía a corregir la tendencia —muy extendida en ciertos momentos— a suplantar la contienda social en el seno de cada sociedad de clase por la rivalidad política, económica y mil i tar entre dos grandes alianzas de estados: la "patr ia de los t rabajadores" en el Este; la "pa- t r ia de los capital istas" en el Oeste. Era, además, un es- fuerzo pa ra poner de relieve el aporte del movimiento an - timperialista en la eliminación del capitalismo en escala mundial . Nos complace constatar los avances logrados por esta posición en los altos círculos comunistas. Los chinos, más que los soviéticos, vienen subrayando la importancia deter- minan te de las revoluciones nacionales en los escenarios de Asia, Africa y América Latina, "donde convergen las con- " tradicciones en el mundo contemporáneo, son las zonas " más vulnerables que es tán bajo la dominación imperialista " y constituyen los centros de la tempestad de la revolución "mundia l " . "Por tanto, en cierto sentido —agregan— la " c a u s a revolucionaria del proletariado internacional en su " c o n j u n t o depende del desenlace de la lucha revoluciona- " ria de los pueblos de esas zonas, que constituyen la abru- " m a d o r a mayoría de la población del mundo". (1). El PC de la Unión Soviética, sin perjuicio de reconocer en su último documento que "el carácter y contenido del "proceso revolucionario mundial en la época actual se de- " te rmina por la fusión en una corriente única de lucha con- " t r a el imperialismo de los pueblos que edifican el socialis- " mo y el comunismo, del movimiento revolucionario de la " clase obrera en los países capitalistas, de la lucha de libe- " ración nacional de los pueblos oprimidos y de los movi- " mientos democráticos", agrega que en tal alianza el papel (1) Proposición acerca de la l ínea general . 29 decisivo pertenece a la clase obrera internacional y a su "creación principal: el sistema mundial del socialismo", que, a su vez, "ejerce su influencia principal en el desarrollo de " la revolución mundial con la fuerza de su ejemplo y con " su edificación económica". El criterio soviético, pues, no es t a n rotundo ni t an claro. (1). Ya lo dijimos una vez, desafiando la áspera censura de los ortodoxos: "El "campo" no es sino una de las expresiones " específicas de la lucha de clases contemporánea. No la " única. Los intereses del "campo" no expresan los intereses " totales de las fuerzas comprometidas en la acción ant ica- "pi ta l is ta , sino una par te de esos intereses". Ahora bien, ¿Cuál es el frente decisivo en esta hora para la suerte de la batalla? No lo es, por cierto, el f ren te interno del capitalis- mo metropolitano: dentro de sus f ronteras la clase obrera está lejos de amenazar el poder de la burguesía. Descarta- das las vías militares, tampoco lo es la línea de tensión o competencia entre los bloques. La tesis rusa, al respecto, exagera la influencia inspiradora de los éxitos económicos de la Unión Soviética sobre el mundo subdesarrollado. La exagera, entre otras consideraciones, porque tales logros se alcanzan en un gigantesco país que nunca sufrió un re t ra - so comparable al nuestro en relación con las naciones m a - duras y, además, porque los niveles de bienestar individual en la URSS aún dif ieren del modelo de existencia mater ia l corriente en las potencias imperialistas, que provocan, jus- tamente, las comparaciones que incitan a las masas a la acción. A nosotros, socialistas, no nos cabe duda que, cierta- mente, el centro de la tempestad se si túa en la periferia del globo, en las extensas zonas que pagan con su miseria y su retraso la prosperidad de las naciones poderosas. Es allí, fundamenta lmente , donde la revolución y el imperialismo se disputan voluntades h u m a n a s y vastos territorios con part icular encarnizamiento; es allí donde se está decidien- do el curso de la historia. (1) "El Siglo", 26 de ju l io de 1963. 30 Retorno al Internacionalismo El imperialismo es el capitalismo unlversalizado, pero no como un sistema homogéneo y de pare ja evolución en todas las latitudes. Al contrario, la desigualdad en el desa- rrollo, la consagración de desniveles crecientes entre las prósperas metrópolis y las naciones saqueadas, es una con- dición de subsistencia del capitalismo en su fase imperia- lista. De ahí, entonces, que si la insurgencia de los pueblos oprimidos a r ro ja ra de su suelo toda manifestación de este carácter, la hora final del sistema estaría cercana. Bloquea- do dentro de sus propias fronteras, no se har ía esperar el asalto de sus propias clases oprimidas en demanda del po- der y de nuevas formas de vida, bajo la incitación de con- tradicciones in ternas agudizadas por la pérdida de su do- minio exterior. Al decir que la clave de la situación mundial se halla en los conflictos planteados entre las revoluciones naciona- les y el imperialismo, no negamos el papel del proletariado internacional como protagonista de los cambios que sacu- den al mundo en esta fase de declinación del capitalismo; sólo nos limitamos a señalar el tipo de crisis que, —en la actualidad— está contribuyendo con mayor eficacia a eli- minar todo régimen de explotación. Por su sentido ant ica-pitalista, entendido como sistema mundial ; por la part ici- pación determinante de los t rabajadores en su gestación y desarrollo —aunque el proletariado industrial sea, a veces, un núcleo incipiente—; por la radicalización ideológica ine- vitable en toda revolución que se en f r en t a resueltamente a los problemas objetivos, independientemente de sus tenden- cias doctr inarias originales, las luchas anticolonialistas y antimperial istas ocupan un lugar destacado en el surgi- miento de un mundo nuevo. Pero aun desechando todo criterio de valoración, el simple reconocimiento de que los estados socialistas, las re- voluciones nacionales y las luchas de la clase obrera en los países imperialistas constituyen tres expresiones diferentes de la contienda social de nuestro tiempo, obliga a p lan tear - se la necesidad de una política que sincronice esos factores 31 en un plano de equilibrio y de verdadero internacionalismo, sin asignar un lugar de preeminencia al "campo" como h a s - t a ahora y un lugar subalterno al movimiento popular en los países débiles. Obliga asimismo, a plantearse la necesi- dad de promover un bloque revolucionario mundial , mucho más vasto y flexible que el actual movimiento comunista, vale decir, la urgencia de provocar una integración demo- crática internacional de las fuerzas anticapitalistas y a n - timperialistas. Los acontecimientos de los años últimos demuestran la fut i l idad de los esfuerzos dirigidos a mantener el mono- polio de la dirección política de la revolución socialista en m a - nos de los partidos comunistas. Si bien éstos condujeron con acierto las revoluciones china y yugoslava, en base a una estrategia imaginativa y autóctona, en otros países única- mente lograron el poder auxiliados por el poderío militar soviético —como ocurrió en Europa Oriental— o tuvieron avances significativos únicamente en la perifer ia geográ- fica del bloque, como h a ocurrido en Viet Nam, Corea y Laos. Por el contrario, Cuba y Argelia, en los casos más re - cientes e ilustrativos, construyeron sus propias vanguardias políticas y t razaron sus propios derroteros arribando, no obstante, al socialismo, con prescindencia de la dirección comunista. Lo h a dicho el Comandante Guevara: "No éramos co- " munistas. Había que luchar por el bienestar del pueblo y " modificar la realidad existente. Vimos al desarrollar la " lucha cómo el marxismo había anticipado respuestas al "problema y cómo la conducta del imperialismo nor teame- " ricano nos obligaba a radicalizar el proceso de la revolu- ción. El estudio del desarrollo de esa lucha nos mostró " l a verdad del marxismo". P lanteadas bajo diferentes banderas ideológicas, las di- ficultades sucesivas de la Unión Soviética con Yugoslavia, Albania y, ahora, China; lo mismo que las convulsiones ope- radas antes en Polonia, Alemania Oriental y Hungría, son otros signos de crisis de una estructura extemporánea e ine- ficaz. P a r a contener todas las fuerzas vivas de la revolución en marcha ; para juzgar con rigor científico y no con cri- 32 terios escolásticos la marcha de los procesos; pa r a consti- tu i r un sistema verdaderamente justo y democrático de r e - laciones entre las fuerzas nacionales empeñadas en la t a - rea, la crisis presente debe dar lugar a una reintegración en un plano nuevo y superior. Así, lo que parece u n cisma irreparable puede servir de punto de par t ida para la reor- ganización de los contingentes revolucionarios en vísperas de las úl t imas batallas. Pa ra nosotros, la mera sustitución de la hegemonía so- viética por el liderato chino carece de trascendencia sus- tant iva. El verdadero internacionalismo no admite líneas ideológicas n i normas estratégicas que no sean el producto de decisiones colectivas, multi laterales y democráticas, de todas las fuerzas comprometidas en la acción. ¿Causas más hondas? La l i teratura producida alrededor de las posiciones a n - tagónicas es ya abundante, pero, de una u otra manera , to - da ella parece girar sobre los tópicos aludidos. Ahora bien, las discrepancias ideológicas y tácticas ¿justif ican el p lan- teamiento de u n a crisis t an profunda, t a n abierta, t an en - conada como la actual? Parecería, más bien, que despojadas de sus exageracio- nes polémicas, de sus alusiones hirientes y de sus abstrac- ciones irreales, las tesis en conflicto pudiesen encontrar un campo de entendimiento y una línea de unidad. No obstan- te, eso h a sido imposible has ta aquí. ¿Hay, pues, causas más hondas que una simple querella intelectual o que una dife- rente perspectiva para apreciar el porvenir del movimiento obrero? Sin desconocer que la natura leza misma del pensa- miento de estilo "bolchevique" es proclive a la inflexibili- dad y origen frecuente de herej ías verdaderas o supuestas, creemos que en la raíz de la controversia está presente u n problema has ta ahora soslayado en la polémica y sin res- puesta satisfactoria en el campo teórico: el de la vincula- ción económica en t re los países socialistas de diversos g ra - dos de desarrollo. 33 La Unión Soviética, desde 1917 has ta ahora, viene sa - crificando las espectativas de bienestar de varias genera- ciones pa ra ofrecer a sus habi tantes , recién en nuestros días, un nivel de vida equiparable al de las naciones occi- dentales. Necesitó casi medio siglo para alcanzar ese objetivo y debió padecer —para obtenerlo— la dictadura política más terrible. Ahora, las masas rusas exigen u n a compensación pa ra sus privaciones: la democratización del régimen sólo puede explicarse como complemento de una política eco- nómica que tiende a dar satisfacción a los consumidores, a mejorar las condiciones inmediatas de existencia. China se incorpora al socialismo en la reciente post- guerra, en un estado de desarrollo todavía inferior, con una gigantesca población pauperizada. El "Gran Salto Adelan- t e " sólo podía lograrse de dos maneras : o mediante una generosa y torrencial ayuda soviética, o aplicando en la ad- ministración del país una regimentación masiva y severa para acumular los recursos indispensables al despegue. La Unión Soviética ayudó, pero sólo has ta el punto de no malograr sus niveles internos de vida. China. Popular comenzó diferentes experiencias encaminadas a aprovechar su ilimitado potencial humano: comunas populares, fund i - ciones caseras, movilización y aplicación de la mano de obra en escala sin precedentes. Jun to a un país socialista que sa- lía de la dura prueba, otro en t raba en ella. Cuando un pue- blo subdesarrollado compara su miseria con la opulencia de las naciones capitalistas piensa que el socialismo será el ins t rumento que le permitirá acortar la distancia y supri- mir los desniveles, pero ¿qué piensa y cómo reacciona un país socialista pobre f rente a otro que comienza a conocer la abundancia? La colaboración f ra ternal , el t ra to justo, la ayuda soli- daria, como quiera llamarse el auxilio de una nación socia- lista a otra, todo esto se hace bajo una al ta inspiración po- lítica y moral, inexistente bajo el capitalismo, pero el he - cho es que no existen pau tas objetivas para corregir el daño mater ia l que va envuelto en el intercambio entre economías de diferente grado de productividad. ¿Cuál es la norma que 34 siendo justa pa ra aplicarla al intercambio, lo sea también para los t rabajadores del país más avanzado? Nos hallamos f ren te a una nueva versión del problema del subdesarrollo, esta vez, en el seno de una comunidad de naciones socia- listas. Las quejas chinas f ren te a la generosidad soviética pa- ra con los países no comprometidos; sus insinuaciones acer- ca de la act i tud in jus ta de la URSS en las relaciones eco- nómicas interestatales, sus denuncias de actitudes de "gran potencia" en la Unión Soviética y sus dirigentes, todos esos s íntomas parecen conf i rmar que la fisura producida en el mundo comunista proviene, en par te al menos, de raíces económicas.La "línea dura" de los chinos corresponde, además, a la necesidad de hacer más severo el régimen interno, una vez abandonadas las ilusiones en la ayuda soviética en gran escala. Moderna versión del rigor staliniano, esa línea ex- cusa dentro de las f ronteras las restricciones políticas y la frugalidad mater ia l en nombre de los riesgos inminentes de una guerra santa contra el imperialismo. En la esfera teórica, lleva a consagrar la Dictadura del Proletariado como necesidad histórica, no únicamente para desmontar la vieja sociedad de clase, sino para regir la n u e - va has ta el ingreso a la fase comunista. Por supuesto, si tal fuese la causa efectiva de la esci- sión, el problema estaría planteado en dos planos: uno, el de un reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias pa ra establecer una coordinación internacional de la lucha y, otro, el del establecimiento de un sistema de relaciones in- terestatales nuevo, dinámico y justo, entre los países que han eliminado el capitalismo. Si mucho podemos hacer los socialistas chilenos en el primer campo, el segundo, por ahora, está más allá de nues- t ras responsabilidades concretas. Raúl Ampuero Díaz. Agosto de 1963