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El-efecto-mozart -Don-Campbell

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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Don Campbell 
 
 El efecto Mozart 
 
 
 Aprovechar el poder de la música para sanar el cuerpo, fortalecer la mente 
y liberar el espíritu creativo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 EDICIONES URANO 
 Argentina - Chile - Colombia - España México -Venezuela 
 
 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Mozart Effect@ [Efecto Mozart] es la marca registrada de Don G. Campbell, Inc. 
y su utilización en el libro cuenta con la debida autorización. 
 
 
 ADVERTENCIA AL LECTOR: 
Tenga presente, por favor, que, junto con los métodos sanadores explicados en este 
libro, es recomendable buscar la orientación de un médico o profesional de la salud. Si hay 
algún motivo para suponer que podría tener una enfermedad grave, es esencial que con-
sulte a un médico cuanto antes. 
 
 
Título original: Tlie Mozart Effect 
Editor original: Avon Books, Nueva York 
Traducción: Amelia Brito 
 
 
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización 
escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la 
reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos 
la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares 
mediante alquiler o préstamo públicos. 
 
 
 
 
 
 
 
© 1997 by Don Campbell 
© 1998 by EDICIONES URANO, S.A. 
Aribau, 142, pral. - 08036 Barcelona 
http://www.edicionesurano.com 
ISBN: 84-7953-257-2 
Depósito legal: B. 8.055-2002 
Fotocomposición: Autoedició FD, S.L. - Muntaner, 217 - 08036 Barcelona 
Impreso por Romanyá Valls S.A. - Verdaguer, 1 - 08786 Capellades (Barcelona) 
Impreso en España - Printed in Spain 
 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 A Donna Lee Strieb, que me ha 
 inspirado toda mi vida 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
 Índice 
 
 
 
Agradecimientos ...................................................................................... 6 
Obertura: La voz de los ángeles y los átomos..................................... 8 
Introducción: Una brisa de sonido sanador......................................... 9 
1. Comienzos sónicos............................................................................ 18 
El efecto Mozart 
2. El sonido y la escucha................................................. 
La anatomía del sonido, la audición y la escucha 
3. El sonido y la curación ............................................ 
Las propiedades sanadoras del sonido y la música 
4. El sonido y la voz .................................................... 
El instrumento sanador original 
5. Medicina sónica.......................................................... 
Empleo de la música en terapia y rehabilitación 
6. Imágenes sónicas ..................................................... 
Orquestar la mente y el cuerpo 
7. Intelecto sónico ........................................................ 
Estimular el aprendizaje y la creatividad con música 
8. Espíritu sónico ......................................................... 
El puente entre la vida y la muerte 
Coda: La canción eterna ................................ 
Postludio: Historias milagrosas de tratamientos y curaciones . . 
 
 
 
EL EFECTO MOZART 
 
Recursos sónicos ......................................... 
Lecturas recomendadas..................................... 
Notas bibliográficas ....................................... 
 
 
 
 
 
 
 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
 
 
 
 Agradecimientos 
 
 
Siento una profunda gratitud hacia los cientos, tal vez miles, de músicos, 
terapeutas y artistas creativos que me han dado una visión de la música más 
amplia que la que nunca imaginé cuando era estudiante. Un agradecimiento 
especial a Nadia Boulanger, que cuando yo tenía trece años me admitió en la 
gran «Boulangerie» de fabulosos estudiantes en París. A Bess Hieronymus, 
que llenó mi infancia de buena música coral y de órgano; a Dale Peters, Me-
rrill Ellis y Finn Videro, los cuales me guiaron suavemente a lo largo de mis 
estudios universitarios. Gracias a Norman Goldberg, quien ha respaldado de 
forma brillante la publicación de innovador material músico docente y 
terapéutico para hacer llegar la música a muchas generaciones. 
Siento una especial gratitud hacia el doctor Alfred Tomatis, que durante 
casi treinta años ha investigado el uso de la música de Mozart y que me intro-
dujo al efecto Mozart. En lugar de enumerar a los cientos de otras personas 
que nombro individualmente en este libro, debo agradecerles colectivamente 
las horas de entrevistas, conversaciones y preparación de estudios e historias 
que han hecho de ellos personalidades importantes en la música y en la 
salud. Agradezco a Vidya Shankar de Madras, Pat Cook de Seattle y Jean 
Houston, que me enseñaron el poder de las músicas indígenas sanadoras de 
culturas de todo el mundo. También quiero agradecer a los músicos intui-
tivos que con sus improvisaciones me han enseñado que la música no ha de 
estar siempre estructurada de modo impecable para generar reposo y 
tranquilidad en nuestro caótico mundo. 
Este trabajo fue inspirado por Eileen Cope, mi visionaria agente literaria. 
Gracias especiales a Alex Jack y a mi editora Rachel Klayman, los que juntos 
vertieron mi sonido, idea y voz en palabras claras. Quiero expresar mi reco-
nocimiento especial a Lyne Besner-Lauzon,Wendy Young, Brenda Rosen, 
Mary Mayotte, Janet Benton y Barbara Lowenstein, cuyas dotes editoriales 
han mejorado enormemente este libro.Y agradezco a Mozart, Hildegarda de 
Bingen,Vivaldi, Bach y Paul Winter, cuya música serena sonaba suavemente 
mientras escribía este libro. 
 
 
La mayor aportación a mi trabajo a lo largo de los diez últimos años la han 
realizado mis alumnos y colegas profesionales, quienes llegaban con sus 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
visiones, esperanzas y deseos de encontrar mayor sentido a la vida a través 
de la música. La confianza, las preguntas y los inmensos desafíos, que traían 
con ellos en cuánto profesionales de la salud, artistas y amantes del sonido, 
me han ofrecido la oportunidad de navegar en este vasto océano de música y 
sonido con avivada atención. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
 
 Obertura 
 
La voz de los ángeles y los átomos 
 
 Qué poderoso es tu sonido mágico. 
 
 MOZART, La flauta mágica 
 
 
¿Qué es ese medio mágico que nos conmueve, nos hechiza, nos da energíay nos sana? 
En un instante, la música es capaz de animarnos; nos despierta el espíritu 
de oración, de comprensión y amor. Nos despeja la mente y se sabe que nos 
hace más inteligentes. 
La música es capaz de llevarse nuestras tristezas en su ritmo y melodía. 
Evoca recuerdos de amantes perdidos o de amigos fallecidos. Incita a los 
personajes que llevamos dentro: al niño a jugar, al monje a orar, a la vaquera 
a moverse al compás, al héroe a superar todos los obstáculos. Ayuda a los 
que han tenido una embolia cerebral a reencontrar el lenguaje y la expresión. 
La música es un espacio sagrado, es una catedral tan majestuosa que en 
ella podemos sentir la magnificencia del Universo, y es también una casucha 
tan sencilla que ninguno de nosotros puede conocer sus más profundos 
secretos. 
La música hace crecer las plantas, puede volver locos a nuestros vecinos, 
induce el sueño en los niños y anima a los hombres a marchar hacia la guerra. 
La música es capaz de expulsar los malos espíritus, entonar las alabanzas 
de la Virgen, invocar al Buda de la Salvación Universal, hechizar a líderes y 
naciones, cautivar y tranquilizar, resucitar y transformar. 
Sin embargo, la música es más que todo esto. Es el sonido de la tierra y el 
cielo, de las mareas y las tempestades; es el eco del tren en la distancia, las 
reverberaciones de los martillazos del carpintero en acción. Desde el primer 
grito de vida hasta el último suspiro de la muerte, desde los latidos del 
corazón hasta los vertiginosos vuelos de la imaginación, estamos envueltos 
en el sonido y vibración en todo momento de nuestra vida. Es el aliento 
primordial de la creación, la voz de los ángeles y átomos; es, en último tér-
mino, la materia de la que están hechos la vida y los sueños, las almas y las 
estrellas. 
 
 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
 Introducción 
 
Una brisa de sonido sanador 
 
 Hay dos maneras de vivir la vida. 
 Una es como si nada fuera un milagro. 
 La otra es como si todo fuera un milagro. 
 
 ALBERT EINSTEIN 
 
 
Algo estaba terriblemente mal. La agradable brisa de montaña no hacía 
nada para aliviarme los martilleos que sentía en la cabeza, y desde el porche 
de mi casa, que mira hacia los afilados y férreos contornos de las montañas de 
Boulder, escasamente lograba distinguir entre la luz blanca del pálido cielo 
de marzo y los relámpagos de luz que veía en el lado izquierdo de la cabeza. 
Un golpe en la cabeza me había producido todos esos síntomas, y en lugar 
de ir disminuyendo con el paso de los días, habían empeorado. Casi no 
lograba ver con el ojo derecho y el párpado comenzaba a caerse. Los dolores 
de cabeza eran tan fuertes que tenía que hacer siesta por la tarde, y después 
por la noche casi no podía dormir. Me era imposible relajarme; todas las 
fibras de mi cuerpo estaban despiertas por el dolor. Advertí que las 
sensaciones en la cabeza me impedían sacar la voz con normalidad en mis 
clases. Dado que el trabajo de mi vida era el de compositor, músico, y era una 
autoridad en los aspectos sanadores del sonido y la música, era especialmente 
sensible a todo esto, y me causaba miedo. 
Después de tres alarmantes semanas de luces relampagueantes, dolores de 
cabeza y deterioro visual, fui a ver a un neurooftalmólogo; el diagnóstico fue 
síndrome de Horner, que es una inflamación en parte del quinto nervio cra-
neal, que afecta a los nervios del ojo y del párpado. El siguiente paso fue 
determinar la causa; así pues, el 1 de abril, que era Viernes Santo y Día de los 
Inocentes, me introdujeron en la cápsula túnel del aparato de resonancia 
magnética del Centro Permanente Kaiser de Denver. 
Me imaginé que era un personaje de un episodio de Star Trek. Siempre ha-
bía deseado ver mi cerebro, ver la amígdala cerebelosa y las diferentes partes 
del sistema límbico. ¿Cómo serían? ¿Tendría normal el cerebro? Pronto me ví 
inmerso en un campo de pulsaciones de una intensidad alrededor de treinta 
mil veces superior al magnetismo terrestre, cargando los protones de mi 
cabeza para poderlos ver en imágenes y medirlos. 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
Las dos horas transcurridas dentro del tubo de resonancia magnética (un 
cruce entre un tonel de latón gigantesco y una cápsula espacial) fueron inten-
sas. Comencé a oír sonidos, fuertes martillazos que se fueron convirtiendo en 
toques de tambor. La potente cadencia rítmica persistía durante unos siete u 
ocho minutos y era seguida por uno o dos minutos de silencio, y luego nue-
vamente venía el ritmo concentrado y uniforme. Habría sido natural que sin-
tiera claustrofobia dentro de ese aparato, pero los toques de tambor que me 
recorrían todo mi cuerpo eran una de las manifestaciones más irresistibles de 
sonido, vibración y magnetismo que había experimentado en mi vida. 
Fui pasando túnel tras túnel de luz y sonido, cada vez más entusiasmado. 
Tuve visiones de hombres bailando; finalmente, los impulsos se convirtieron 
en canciones, cánticos, coro de mujeres, seguidos por las tonalidades más 
extrañas: parecidos a los de una orquesta gamelang* de Bali combinados con 
un himno luterano, todo en maravillosa armonía. Pero no eran solamente mis 
oídos los que percibían todo esto; tenía la impresión de que todo mi cuerpo 
estaba sintonizado con una emisora de frecuencia modulada tras otra, y que 
estaban repitiendo alguna verdad fundamental que ya estaba codificada en 
mi interior. 
De vuelta en la consulta del radiólogo, me dijeron que debían trasladarme 
a un hospital inmediatamente, para que un cirujano vascular me hiciera más 
exámenes. El radiólogo había detectado un trombo de casi cuatro centímetros 
de largo en la arteria carótida derecha, justo debajo del hemisferio cerebral 
derecho. 
Dadas mis tres semanas de tortura, el diagnóstico no me sorprendió del 
todo; pero la impresión fue tremenda de todos modos .Tenía 47 años, estaba 
relativamente joven y sano, y acababan de decirme que tenía un trastorno po-
siblemente fatal. 
Treinta minutos después estaba en la sala de urgencias del Hospital Saint 
Joseph de Denver. Allí, el cirujano me dijo que el coágulo se había formado 
porque había tenido una hemorragia dentro del cráneo; al no poder salir, 
debido al hueso craneal que la rodeaba, la sangre había vuelto a entrar en el 
torrente sanguíneo y se coaguló, formando un enorme trombo en forma de 
espiral, como una luna creciente, enroscado en el interior de la arteria dere-
cha. Incluso un aneurisma o trombo pequeño puede entrar en el torrente 
sanguíneo, viajar hasta el cerebro y producir una embolia cerebral masiva. 
Tenía suerte de estar con vida. 
 
* Gamelang (o gamelán): conjunto instrumental usado en Indonesia, formado casi 
exclusivamente por metalófonos: gongs, campanas, carillones, xilófonos y otros ins-
trumentos. En su ejecución se usan polirritmos complejísimos. (TV. de la T.) 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
 
 
 
Pasados varias horas y muchos exámenes, me vi ante tres opciones. Una 
era operarme tan pronto como fuera posible, sin ninguna garantía de quedar 
bien; dado que el trombo estaba situado detrás de tanto hueso, la interven-
ción quirúrgica consistiría en extirpar un tercio de cráneo en el lado derecho. 
La segunda opción era permanecer hospitalizado unas seis a ocho semanas 
en observación, con controles cada hora. La tercera era sencillamente esperar 
unos días para ver qué pasaba. 
No estaba preparado para someterme a una operación esa noche, y posi-
blemente nunca. Puesto que había vivido tres semanas, pensé que era muy 
posible que mi cuerpo supierael secreto para curarse, a su manera natural y 
magnífica. 
 
 
Un despertar 
 
 
 Que una melodía solemne, el mejor reconfortante 
 para una imaginación desarreglada, calme tu cerebro [...] 
 
 SHAKESPEARE, La tempestad 
 
 
El conocimiento de que mi vida había estado en peligro durante las tres 
semanas pasadas me indujo a recordar mis sueños y a meditar profunda-
mente. Durante años había reflexionado sobre la naturaleza del alma, pregun-
tándome qué es eterno y qué efímero, qué es esencial y qué es superfluo. 
Siendo músico, buscaba la armonía fundamental que anima y sostiene el 
Universo. Sabía que desde tiempo inmemorial el sonido y la música se han 
asociado con la creación, o la vibración primera, del propio Universo. En In-
dia, el poema épico Mahabharata explica que del inefable Uno proceden las 
variaciones simétricas y numéricas que subyacen a las estructuras físicas. En 
China, el I Ching, o Libro de las Mutaciones, refleja una comprensión armóni-
ca similar. En Occidente, el Evangelio nos dice que en el principio era el Ver-
bo, la Palabra, el Logos. El vocablo griego logos no sólo significa «palabra» sino 
también «sonido». En otro tiempo la gente escuchaba la lira sagrada de Da-
vid, de Orfeo y Apolo, entonaba los poemas místicos sufíes de Rumi, o busca-
ba la música legendaria de las esferas, con la esperanza de ser sanados. En el 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
mundo antiguo la música era un instrumento misterioso y potente para la ar-
monización de la mente y el cuerpo. 
A lo largo de los años, en Haití, Japón, Indonesia, India, Tíbet y otras 
sociedades tradicionales, había conocido a y estudiado con chamanes y sana-
dores que incorporaban sonido y música a sus tratamientos. Esa noche, des-
pués de volver del hospital, comprendí que todo ese conocimiento y sabidu-
ría musical sanadora que había asimilado iba a pasar por la prueba definitiva. 
Oré, no tanto por mi salud como por la capacidad de estar verdaderamente 
presente, no disociado de mi cuerpo ni de mis sentimientos. Sabía que estaba 
en una encrucijada, no sólo física sino también espiritualmente. 
No sé por qué, pero dormí bien. Mis últimas palabras antes de dormirme 
fueron la oración que rezaba cuando era niño: «Ahora que me voy a dormir 
ruego al Señor que conserve mi alma. Si muriera antes de despertar, ruego al 
Señor que acoja mi alma [...]». A la mañana siguiente reflexioné sobre el sig-
nificado de esas palabras, sobre todo de la frase «Si muriera antes de desper-
tar». Pensé si habría estado totalmente despierto alguna vez en mi vida. ¿Qué 
significa estar despierto? Una vez le preguntaron a Buda: «¿Por qué eres ilu-
minado?». «Sólo porque estoy despierto», contestó él. En sánscrito, «Buda» 
significa «el Despierto». ¿Podría ser que si estamos verdaderamente despier-
tos, conscientes y responsables, no morimos sino que vivimos en una conti-
nuidad de sonido, presencia y conocimiento? 
Llamé a mis amigos Larry y Barbie Dossey, médico y enfermera que han 
sido pioneros en la introducción de los principios de la salud holista y la ora-
ción en la profesión médica. Larry ha escrito Space. Time, and Medicine [Espa-
cio, tiempo y medicina], Healing Words [Palabras sanadoras] y Prayer Is Good 
Medicine [La oración es un buen remedio], importantes aportaciones al nuevo 
modelo de medicina y curación. Ellos me habían ayudado en mi profesión y 
estimulado siempre con su amistad. A las pocas horas mi nombre ya estaba 
vibrando en los circuitos de oración de todo el país, y me sentí parte de una 
red mundial de comunicación. Mientras sentía que mis sistemas autónomos 
luchaban por sobrevivir, noté una silenciosa energía vibratoria que favorecía 
mi percepción y bienestar interior. 
Era el momento de hacer uso de esa mayor autopercepción junto con los 
diez años de investigación sobre los efectos del tarareo y de la voz en el cuer-
po, para sanar. La respuesta parecía sencilla. 
Comencé a canturrear. 
Canturreé en tono casi inaudible, concentrándome en el lado derecho de 
mi cráneo. 
Instintivamente sabía que tenía que tener mucho cuidado y no generar un 
sonido muy potente, no fuera que el coágulo sanguíneo se soltara de las 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
paredes de la arteria y me produjera una embolia. Es posible que recuerde 
usted la escena de Siete novias para siete hermanos en la que cantando a voz en 
cuello los jóvenes provocan un alud que los separa de la gente enfurecida que 
quiere recuperar a las hijas raptadas. O tal vez ha visto a una soprano romper 
una copa de cristal simplemente sosteniendo una nota alta. Tenía que cantu-
rrear a un volumen que, como un suave masaje, deshiciera el coágulo desde 
dentro; si no, podía soltarse bruscamente y continuar avanzando por la arte-
ria, lo que sería fatal. 
Canturreando una nota, sentí el poder de un sonido que tenía luminosi-
dad, calor y claridad. Me imaginé el sonido como una mano vibradora que 
me entraba en el lado derecho del cráneo y allí se limitaba a sostener la ener-
gía dentro. Me puse la mano derecha sobre la cabeza, cerré los ojos y espiré. 
Entonces me imaginé un sonido de vocal que entraba en mi mano izquierda, 
pasaba por mi corazón y mi cuerpo hasta llegar a la mano derecha, y luego 
volvía a la cabeza, al corazón, para luego bajar hasta los pies. Cada nota hacía 
un recorrido por todo el cuerpo que duraba entre dos y tres minutos. 
Este ejercicio me calmó y me hizo más lenta la respiración, el ritmo car-
diaco y el metabolismo. Logré controlar mi estado fisiológico básico y dejar 
que mi respiración y circulación sanguínea y energética se integraran con mi 
mente y cuerpo. Sentí una inmensa quietud y extraordinaria presencia, un 
estado que los científicos relacionan con la liberación de endorfinas y con 
otros cambios hormonales y neurológicos positivos. 
 
 
 
 Un sonido inaudible 
 
 El Gran Instrumento está incompleto. 
 La Gran Nota tiene un sonido inaudible. 
 
 LAO TSE, Tao Te Ching 
 
 
Al día siguiente hablé por teléfono con Jeanne Achterberg, la investiga-
dora de las relaciones mente-cuerpo, cuyos libros sobre visualización y 
curación han dado más fuerza a mis experimentos con imágenes y sonidos. 
Durante casi dos horas exploró conmigo las formas de acceder a mis 
conocimientos sanadores. Me preguntó qué imágenes podía percibir en esa 
parte de mi cabeza. Mi primera respuesta fue «agua corriente». Enseguida me 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
dijo: «Esa no es una imagen correcta; podría precipitar una embolia. Trata de 
espirar y explorar más profundo». 
Me concentré más. Finalmente percibí un sonido nuevo y no habitual, 
aunque no era sonoro. Era una vibración en los oídos y después una mano 
cálida que pasaba por mi cuerpo. Apareció una imagen: estaba sentado en un 
precioso sillón de madera, en una habitación de madera, con el lado derecho 
hacia una ventana abierta en la que colgaba una cortina de ganchillo, mecida 
por una apacible brisa del mar; la brisa y la cortina me acariciaban muy dul-
cemente la sien derecha. 
De inmediato comprendí que esa imagen era correcta y supe que lo que la 
había hecho surgir no era un sonido físico, real, sino algo más especial: un 
sonido inaudible. Es difícil explicarlo; cierre los ojos e imagínese la sensación 
de una trompeta que sopla en su oído derecho pero que no puede escucharla, 
o la energía de un refrigerador que vibra en su lado derecho. 
Sentí escalofríos en el lado derecho y se me puso la carne de gallina,ese 
conocido efecto que me produce oír una música fabulosa o sentirme trans-
portado a un espacio de percepción espiritual. A diferencia de esas experien-
cias, ésta continuó casi dos horas; continué sintiendo esa brisa, ese aliento, ese 
espíritu, esas alas de ángeles que simplemente se limitaban a entrar en el lado 
derecho de mi cuerpo. Cuando abrí los ojos todavía tenía el teléfono en la 
mano; al preguntarle si ya habíamos terminado, Jeanne se limitó a decir: 
«Mantén esa imagen así sentado, unas cinco o seis veces al día, y veremos qué 
pasa». 
Varios días después, como notaba ya una cierta mejoría, viajé a la Costa 
Este a dar unas charlas en el Open Center de Nueva York. El gran tamaño del 
grupo hizo necesario alquilar una sala en un edificio cercano. A mitad de la 
primera mañana me sentí avasallado por una afluencia de energía dinámica 
procedente de mi lado derecho y tuve que tomar asiento para calmarme. De 
pronto me di cuenta de que en realidad estaba sentado en un sillón de made-
ra junto a una ventana abierta, en una sala con suelo de madera y una cortina 
de ganchillo que se mecía poco a poco cerca del lado derecho de mi cara. 
Aunque fuera no había ningún mar apacible, me invadió la intensa sensación 
de esa imagen y del sonido interior. 
Al día siguiente fui a visitar a mi amiga Jean Houston, cuyo trabajo pio-
nero en psicología había cambiado radicalmente mi conciencia en los años 
ochenta. Es directora de la Foundation for Mind Research [Fundación para el 
estudio de la mente], y ella y su marido Robert Master llevan treinta años ex-
plorando las conexiones más esenciales entre mente, mito y cuerpo. Ella y su 
amiga Peggy Rubin escucharon mi historia de las semanas anteriores y sim-
plemente me colocaron las manos en el lado derecho del cuerpo, lo que me 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
hizo sentir nuevamente ese sonido amplificado. Sentí un calorcillo y hormi-
gueo y percibí las alas de ángeles que me rodeaban durante mis oraciones de 
la infancia. 
Tres semanas después me hicieron la segunda serie completa de exámenes 
médicos. Nuevamente en el tubo de resonancia magnética oí las canciones, 
los cánticos, los tambores. Me sentía algo mejor, ya no tenía esos fuertes dolo-
res de cabeza, pero me inquietaba la idea de que el trombo se hubiera agran-
dado, en cuyo caso tendrían que operarme de inmediato. 
Llegaron los resultados de los exámenes: el trombo se había reducido de 
casi cuatro centímetros a menos de tres milímetros; el doctor estaba pasmado; 
normalmente ese tipo de reducción tarda entre cuatro y cinco meses, me 
explicó. En el último de los escáneres me mostró cómo la luna creciente casi 
había desaparecido de la arteria bajo el cerebro. El peligro mayor había pasa-
do, me dijo. 
Y yo supe entonces que había sido curado por la música de las esferas, ¿o 
debería decir de los hemisferios? 
 
 
Un lenguaje universal 
 
Nada en mi vida de músico clásico, de crítico musical profesional en Japón 
ni de director docente de la asociación más grande de coros de niños de 
Estados Unidos me había preparado para esa experiencia. El médico sentía 
curiosidad por mi remisión espontánea, pero a mi explicación de cómo usé el 
sonido para curarme, reaccionó con el comentario: «Sabemos muy poco de 
ese tipo de milagro médico». 
Aunque es posible que usted no haya tenido una experiencia de curación 
tan espectacular como la mía, también puede beneficiarse de la potencia 
vivificante del sonido y la música. En este libro le presento a los principales 
terapeutas, médicos y educadores en este campo, así como a muchas 
personas y familias corrientes cuyas vidas se han beneficiado gracias a estas 
exploraciones. Se enterará del poder sanador de la música y aprenderá la 
manera de integrar este potente medio transformador en su vida diaria. 
Tenemos más disposiciones musicales que la que imaginamos. Toda per-
sona es musical. El mundo es musical por naturaleza. La música es un 
lenguaje que posee componentes universales, que atraviesan todas las 
fronteras de edad, sexo, raza, religión y nacionalidad. Sus adeptos superan en 
número a los hablantes de mandarín, inglés, francés, alemán, hindi, 
castellano, catalán, ruso, y todos los demás idiomas combinados. La música 
se eleva por encima de todos los niveles de ingresos, clases sociales y 
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
educación. La música habla a todo el mundo y a todas las especies. Los 
pájaros hacen música, las serpientes se sienten hechizadas por ella, y las 
ballenas y delfines se cantan serenatas con ella. Con la llegada de la era 
espacial, la música de las esferas se ha hecho realidad. La nave espacial 
Voyager llevaba a bordo noventa minutos de música, con una selección de 
piezas de Bach, Beethoven, rock, jazz y música folclórica de varios países, pa-
ra disfrute y edificación de cualquier civilización extra-terrestre que la 
escuchara. 
La música se está convirtiendo en el idioma común del mundo moderno. 
Actualmente la gente gasta más dinero, tiempo y energía en música que en 
libros, películas y deportes. Los ídolos culturales más populares de nuestra 
era no son estadistas ni santos sino cantantes y vocalistas. Aparte de nuestra 
adicción a los conciertos de rock, discos compactos, estéreos y televisión 
musical, las comunicaciones diarias y el comercio se apoyan principalmente 
en un modelo musical. 
Es interesante observar que la palabra health [salud] viene del inglés arcai-
co hal, que es la raíz que da el significado a whole [entero, todo, íntegro], hale 
[sano, robusto] e inhaling [inspirar]. En inglés medio del norte, la palabra heal 
[sanar, curar] significa to make sound, poner(se) bien, estar sano nuevamente. 
Usamos la palabra sound, * sinónimo de salud e integridad, en el sentido de la 
vitalidad básica y el fundamento o cimiento sólido de cualquier cosa que 
hagamos. Así hablamos de sound judgement [juicio bien fundado], sound advice 
[consejo sensato], sound investement [inversión prudente, buena], etc. Cuando 
las cosas van sobre ruedas decimos que estamos en armonía con los demás y 
con el mundo que nos rodea. Cuando las cosas van mal, estamos desafinados, 
desincronizados. En el romance o en relaciones de cualquier tipo, deseamos dar 
la nota correcta, tocar la cuerda de la simpatía, o comunicarnos en la misma onda. 
Cuando ocurre algo inesperado, decidimos obrar por instinto (en inglés, play 
it by ear, «tocar de oído»). Admiramos al ejecutivo que sabe orquestar un nego-
cio, y aplaudimos al equipo que logra derrotar al contrincante con una buena 
paliza (sound beating). Normalmente ansiamos o esquivamos una audiencia (de 
la raíz audio, «oír»). Bombardeados de la mañana a la noche por la publicidad 
moderna, aguantamos los rebuscados tonos de voz y sonsonetes de vendedo-
res y anuncios comerciales destinados (y con mucho éxito) a grabarnos imá-
genes y eslóganes en la psique. En el diván del psiquiatra, en reuniones o en 
una entrevista de trabajo, nos esforzamos por afirmar nuestra identidad como 
personas fuertes e independientes, nos ejercitamos en desarrollar nuestras 
personalidades y nos forjamos concienzudamente nuestra persona, o máscara 
pública; la palabra persona viene de las raíces latinas per son, que quiere decir 
«el sonido pasa a través».1* Aunque tal vez no nos consideremos particular-
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Don Campbell EL EFECTO MOZART 
mente musicales, nuestra vida está impregnada de metáforas musicales e 
imágenes sónicas. 
Actualmente son millones las personas que buscan métodos alternativos 
de curación, uno de cada tres estadounidenses, según las encuestas realizadas 
por la profesión médica.2 Estas personas desean técnicas y programas 
completos que les sirvan para mantener la salud básica, estabilizar las 
emociones y aliviar las dolencias comunes. Estáncansadas de los tra-
tamientos caros, agresivos y potencialmente dañinos en los cuales el remedio 
suele ser peor que la enfermedad. Por otra parte, dudan las terapias 
alternativas que suponen entregarse a especialistas de otro tipo, a los credos 
desconocidos que acompañan a estos programas y a los precios de formación 
y aparatos o instrumentos complementarios que a veces hacen parecer 
baratas las visitas a los médicos. Desean algo fácil de seguir, eficaz, sin 
riesgos y, de preferencia, que se los pueda administrar la propia persona. 
Si usted está entre estas personas que buscan alternativas sanas, no tiene 
para qué buscar muy lejos; su propio equipo de sonidos (oídos, voz, elección 
de música o sonidos autogenerados) es el medio más poderoso de curación 
de que dispone. No cuesta nada, no ha de controlarlo ningún especialista ni 
gurú, y lo lleva siempre consigo. El efecto Mozart es su manual para hacer fun-
cionar este soberbio audio natural. 
 
* La palabra sound significa «sonido» (sustantivo) y «sonar» (verbo), pero tam-bién es adjetivo, 
que según el sustantivo que califique puede significar «sano, robus-to», «bueno», «sensato», 
«lógico», «razonable», «acertado», «sólido, bien fundado», etc. (N. de la T.) 
Las llamadas de notas con número remiten a «Notas bibliográficas», al final del libro, pígs. 297-
317. (N. del E.) 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 17
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
 1 
 
 Comienzos sónicos 
 
 El efecto Mozart 
 
 El alimento vocal que da la madre a su hijo es tan 
 importante como su leche para el desarrollo del niño. 
 
 ALFRED TOMATIS 
 
 
Krissy nació prematuramente en un hospital de Chicago, con sólo 680 gra-
mos de peso y con un trastorno que amenazaba su vida. Los médicos la pu-
sieron en incubadora con respiración artificial total. Aparte de una ocasional 
caricia en la cabeza, el único otro estímulo positivo que recibía eran las cons-
tantes infusiones de música de Mozart, que su madre rogó a las enfermeras 
que pusieran en la unidad neonatal. Los médicos pensaban que Krissy no so-
breviviría; su madre cree que esa música le salvó la vida a su hija. 
Al año de edad la niña aún no era capaz de sentarse, y sólo comenzó a ca-
minar a los dos años. Tenía mala motricidad, era nerviosa, introvertida y 
poco comunicativa. Pese a todo esto, a los tres años demostró tener facultades 
para el razonamiento abstracto muy superiores a las correspondientes a su 
edad. Una noche sus padres la llevaron a un breve concierto de música de 
cámara. Durante los días siguientes, Krissy jugaba a tocar el violín ponién-
dose un tubo vacío de toalla de papel en rollo bajo la barbilla, y usando un 
palillo a modo de arco. Encantada, su madre la matriculó en clases de violín 
Suzuki con Vicki Vorrieter, y la niña, de sólo cuatro años, era capaz de re-
producir de memoria piezas de niveles muy superiores a sus capacidades 
físicas. Durante los dos años siguientes, su fuerza y coordinación con el 
instrumento comenzaron a ponerse a la altura de sus facultades mentales. 
Con el apoyo y aliento de sus padres, profesores y compañeros, a los que se 
educaba para actuar en espíritu de grupo, Krissy dejó de retorcerse las manos 
asustada y comenzó a mezclarse y hablar con los demás. Mediante una 
combinación de punteos y armonía, la pequeña que nació pesando menos 
que su violín logró expresarse y sanar. 
En los últimos años se han dado a conocer muchas historias semejantes a 
la de Krissy. En todo el mundo se valoran más los efectos especiales de la 
música, sobre todo de la de Mozart y sus contemporáneos, en la creatividad, 
el aprendizaje, la salud y la curación.Veámos unos pocos ejemplos: 
 18
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
• En los monasterios de Bretaña los monjes ponen música a los animales 
que crían, y han descubierto que las vacas que oyen música de Mozart dan 
más leche.1
• Los funcionarios del Departamento de Inmigración del estado de Was-
hington ponen música barroca y de Mozart durante las clases a nuevos inmi-
grantes llegados de Camboya, Laos y otros países asiáticos, y dicen que eso 
acelera su aprendizaje.2
• En una panadería de Nagoya se ofrece como especialidad el «Pan Bee-
thoven», cuya masa se pone a leudar al ritmo de la 6.1 sinfonía durante 72 
horas.1
• En el Hospital Saint Agnes de Baltimore, los enfermos de la unidad de 
cuidados intensivos escuchan música clásica. «Media hora de música clásica 
ha producido el mismo efecto que diez miligramos de Valium», dice el doctor 
Raymond Bahr, director de la unidad coronaria. 
• En la ciudad de Edmonton (Canadá) tocan cuartetos de cuerda de Mo-
zart en las plazas para tranquilizar a los peatones, y como consecuencia ha 
disminuido el tráfico de drogas.5
• En Tokio, los fabricantes de pastas venden los «Musical Udon», confec-
cionados teniendo Las cuatro estaciones de Vivaldi y los trinos de los pájaros 
como música de fondo.6
• La fábrica de sake Ohara, en el norte de Japón, considera que la música 
de Mozart hace el mejor sake;7 la densidad de la levadura que se usa para fer-
mentar este famoso y tradicional vino de arroz japonés, que es la medida de 
calidad, aumenta diez veces. 
 
 
Otra piedra Rosetta 
 
El poder de la música de Mozart ha llegado a conocimiento del público 
gracias, en gran parte, a la innovadora investigación realizada en la Univer-
sidad de California a comienzo de los años noventa. En el Centro de Neuro-
biología, Aprendizaje y Memoria de Irvine, un equipo de investigadores co-
menzaron a observar algunos de los efectos de la música de Mozart en 
universitarios y niños. Francés H. Rauscher y sus colegas realizaron un estu-
dio en el cual 36 estudiantes de psicología obtuvieron una puntuación supe-
rior en 8 a 9 puntos en el test de cociente de inteligencia espacial (parte de la 
escala de inteligencia Stanford-Binet) después de escuchar diez minutos de la 
Sonata para dos pianos en re mayor (K. 448).8 Si bien los efectos duraron entre 
diez y quince minutos, el equipo de Rauscher llegó a la conclusión de que la 
 19
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
relación entre la música y el razonamiento espacial es tan fuerte que simple-
mente escuchar música puede influir muchísimo.9
Una vez que tuvieron los resultados, uno de los investigadores, el físico 
teórico Gordon Shaw, sugirió que posiblemente la música de Mozart «aviva» 
el cerebro. «Sospechamos que la música compleja facilita ciertos comporta-
mientos neuronales complejos que intervienen en las actividades cerebrales 
superiores, como las matemáticas y el ajedrez. La música simple y repetitiva, 
por el contrario, podría tener el efecto opuesto.»10
Al día siguiente de la publicación de los descubrimientos de Irvine, las 
tiendas de música de una importante ciudad agotaron las existencias de 
discos de Mozart." Fascinados, los investigadores compararon el efecto Mo-
zart con una «piedra Rosetta para descifrar el "código" o lenguaje interno de 
la actividad cerebral superior». 
En un estudio de seguimiento, los científicos exploraron las bases neuro-
fisiológicas de este aumento en la capacidad de razonamiento. Hicieron más 
pruebas de inteligencia espacial a 79 alumnos, proyectando 16 figuras pareci-
das a hojas de papel dobladas de diferentes formas; cada proyección duraba 
un minuto. El ejercicio consistía en decir cómo serían las figuras cuando se 
desplegaran. Durante un periodo de cinco días, un grupo escuchó la sonatade Mozart, otro grupo estuvo en silencio, y un tercer grupo escuchó sonidos 
mezclados, entre ellos música de Philip Glass, una historia contada en audio-
casete y una música de baile. 
 
 
INTERLUDIO 
 
Perdidos en el espacio. ¡No! 
 
Diseñadores, decoradores, paisajistas, pilotos, golfistas y otros profesiona-
les que en su trabajo han de armonizar con indicaciones visuales, dependen 
de lo que Howard Gardner, profesor de educación en la Escuela de Educa-
ción de Harvard, ha llamado «inteligencia espacial». Los investigadores de la 
Universidad de California en Irvine descubrieron que escuchar la Sonata para 
dos pianos, K. 448, de Mozart aumenta esa capacidad. Yo, personalmente, pre-
fiero los conciertos para violín de Mozart, especialmente los números 3 y 4, a-
sí como otras obras para cuerdas. Según mi experiencia, estos producen efec-
tos aún más fuertes. 
Los investigadores informaron que los tres grupos mejoraron sus puntajes 
del primero al segundo día, pero mientras el reconocimiento de figuras en el 
grupo de Mozart fue del 62 por ciento, el porcentaje en el grupo en silencio 
 20
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
fue del 14, y del 11 por ciento en el grupo de sonidos mezclados. El grupo de 
Mozart continuó obteniendo los mayores puntajes los días siguientes, y en los 
otros grupos no hubo ninguna variación importante en sus puntajes, pro-
bablemente a consecuencia de la curva de aprendizaje. Buscando un mecanis-
mo que explicara este efecto, los científicos sugirieron que escuchar a Mozart 
«organiza» la actividad de las neuronas en la corteza cerebral, reforzando 
sobre todo los procesos creativos del hemisferio derecho relacionados con el 
razonamiento espacio-temporal. Escuchar música, concluyeron, actúa como 
«un ejercicio» para facilitar las operaciones de simetría relacionadas con la 
actividad cerebral superior. Dicho con palabras sencillas, puede mejorar la 
concentración, aumentar la capacidad de dar saltos intuitivos y, no menos 
importante, ¡ahorrar unos cuantos golpes en el golf! 
En su estudio más reciente, el equipo de Rauscher y Shaw observó a 34 
niños en edad preescolar en clases de piano, durante las cuales aprendían 
intervalos, buena coordinación motora, técnicas de digitación y articulación, 
lectura a primera vista, notación musical y tocar de memoria.12 Al cabo de 
seis meses, todos los niños eran capaces de tocar melodías sencillas de Mozart 
y Beethoven. También se observó en ellos una espectacular mejoría en la 
realización de tareas espaciales y temporales (mejoría de hasta un 36 por 
ciento), mejoría no experimentada por 20 niños que recibieron clases de 
informática y 24 niños que recibieron otro tipo de estimulación. A diferencia 
de los estudiantes universitarios, cuya mejoría duró sólo diez a quince 
minutos, la mayor inteligencia de los preescolares les duró como mínimo un 
día entero, lo cual representa «un aumento en tiempo cien veces mayor». 
Después de los estudios de Irvine, un buen número de escuelas públicas 
incorporaron obras de Mozart como música de fondo e informaron de mejo-
ría en la atención y rendimiento de sus alumnos.11 
 
 
 
Renacimiento sónico 
 
 Nuestra hijita nació al compás de un cuarteto de 
 cuerdas de Mozart y me la colocaron en el pecho para 
 que la acunara. Ese fue el momento más maravilloso 
 de mi vida. 
 
 Una madre, 
 citada en ADRIENNE LIEBERMAN, 
 Easing Labor Pain 
 21
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
 
Es posible que los poderes de la música sean aún más impresionantes que 
lo que indican estos estudios. Aunque el equipo de Irvine llevó a la atención 
del público el efecto Mozart, sin duda han sido los estudios del doctor Alfred 
Tomatis los que han establecido las propiedades sanadora y creativa del soni-
do y la música en general, y del efecto Mozart en particular. 
Durante la última mitad del siglo, este médico francés ha dedicado su vida 
a comprender el oído y las muchas manifestaciones de la escucha.14 Para sus 
socios es el Einstein del sonido, el Sherlock Holmes de la detección sónica. 
Para muchos de sus pacientes es sencillamente el doctor Mozart. Durante este 
tiempo, Tomatis ha hecho pruebas a más de 100.000 clientes en sus Centros 
de Escucha (Listening Centers) de todo el mundo para detectar discapa-
cidades de escucha, vocales y auditivas, así como trastornos en el aprendi-
zaje. Desde su casa principal en París trabaja con muchísimas personas, entre 
ellas músicos profesionales, niños con discapacidades psicológicas y de 
aprendizaje, y personas con lesiones graves en la cabeza. Su visión global del 
oído establece nuevos modelos para la educación, curación y rehabilitación. 
Los logros de Tomatis son legión. Fue el primero en entender la fisiología 
de la escucha en cuanto diferente de oír. Clarificó la comprensión del domi-
nio del oído derecho en el control del habla y la musicalidad, y desarrolló téc-
nicas para mejorar su funcionamiento. Tiene el mérito de haber descubierto 
que «la voz sólo puede reproducir lo que el oído puede oír», teoría que tiene 
importantísimas aplicaciones prácticas en el desarrollo del lenguaje, teoría 
que la Academia Francesa de Medicina primero ridiculizó, pero después 
aceptó ampliamente y la llamó efecto Tomatis. Elaboró un nuevo modelo de 
crecimiento y desarrollo del oído, observando cómo funciona el sistema ves-
tibular, o la capacidad de equilibrar y regular el movimiento de los músculos 
internos. 
Pero posiblemente su aportación más importante fue reconocer que el feto 
oye sonidos en el útero. 
Con poco más de treinta años, su curiosidad científica lo llevó al mundo 
de la embriología, en el que descubrió que la voz de la madre hace las veces 
de cordón umbilical sónico para el desarrollo del bebé, y constituye una fuen-
te fundamental de nutrición. Esto lo condujo a la invención de una técnica 
que él llama Renacimiento Sónico, en el cual se filtran sonidos uterinos simu-
lados para tratar discapacidades de escucha y trastornos emocionales. 
La historia se inicia a comienzos de los años cincuenta, cuando tuvo 
conocimiento de la obra pionera de V. E. Negus, estudioso británico. Negus 
observó que en muchos casos los pajaritos bebés que son empollados por 
padres adoptivos no cantan ni imitan los sonidos de los pájaros que los 
 22
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
empollaron. Esto indujo a Tomatis a investigar el papel del sonido en el útero 
y a preguntarse si los problemas de desarrollo posnatales, sobre todo el 
autismo y los trastornos del habla y el lenguaje, podrían estar relacionados 
con una ruptura en la comunicación o trauma ocurrida en el útero. 
En contradicción con la opinión que predominaba entonces, Tomatis 
declaró que el feto es capaz de oír. Pese a las burlas de sus colegas, que lo 
trataron como si fuera un renegado, perseveró y descubrió que el oído 
comienza a desarrollarse ya en la décima semana de gestación, y que a los 
cuatro meses y medio ya es funcional. Para medir las impresiones acústicas 
del útero, diseñó un sistema subacuático, con micrófonos, altavoces y grandes 
láminas de caucho, que eliminaba los efectos de las bolsas de aire en sus 
experimentos. 
«El feto oye toda una gama de sonidos predominantemente de baja fre-
cuencia», explica en L'oreille et la vie, su autobiografía.«El universo de soni-
dos en que está sumergido el embrión es particularmente rico en calidades de 
sonido de todo tipo, [...] rumores internos, el movimiento del quilo durante la 
digestión, y los ritmos cardiacos como una especie de galope. Percibe la res-
piración rítmica como un flujo y reflujo distante. Y luego la voz de su madre 
se afirma en este contexto.» Tomatis compara esto con una sabana africana al 
anochecer, con sus «reclamos y ecos distantes, crujidos sigilosos y el rumor 
de las olas». Cuando el circuito audiovocal está correctamente establecido, 
ese diálogo permanente, que le garantiza que va a tener un desarrollo armo-
nioso, produce en el embrión una sensación de seguridad. 
Tomatis observó además que, después de nacer, el bebé suele relajarse 
muy poco, hasta que su madre habla. «En ese momento el cuerpo del bebé se 
inclina en dirección a su madre. [...] El recién nacido reacciona al sonido de 
una voz determinada, la única voz que conocía mientras estaba en la fase fetal.» 
Como si la madre percibiera instintivamente esto, le canta al bebé, lo induce a 
dormir con nanas, lo aprieta contra su pecho con dulces melodías y le canta 
canciones infantiles para favorecer su desarrollo. 
Suponiendo que una ruptura de esta cadena habitual de contacto sónico 
podría ser la responsable de muchos trastornos infantiles, Tomatis comenzó a 
inventar formas de recrear el ambiente auditivo dentro del útero. El bebé no 
nacido oye sonidos en un medio líquido. Alrededor de diez días después de 
nacer, cuando se deseca el líquido amniótico de los oídos, el bebé comienza a 
oír en un ambiente aéreo. El oído externo y el oído medio se adaptan al aire, 
mientras que el oído interno retiene el medio acuoso del líquido amniótico en 
el cual estuvo inmerso nueve meses. Con su primitivo aparato electrónico, 
Tomatis emprendió la tarea de simular el ambiente auditivo que experimenta 
el feto en desarrollo. Grabando la voz de la madre, usaba filtros para eliminar 
 23
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
todos los sonidos de baja frecuencia, para recrear así la voz de la madre tal 
como la oía el feto dentro del útero. Los resultados fueron extraordinarios: en 
lugar de una voz de mujer oía sonidos similares a suaves reclamos, ecos y 
rumores de la sabana africana que él había detectado antes. 
La primera confirmación de su teoría llegó con un ingeniero al que había 
estado tratando por problemas vocales. Un día este hombre fue a visitarlo en 
el laboratorio acompañado por su hija de nueve años. Tomatis le enseñó el 
aparato y le hizo una demostración. Durante un rato estuvieron escuchando 
la reproducción de «ruidos maravillosamente fluidos, parecidos a los sonidos 
del país de las hadas», que correspondían al ambiente intrauterino. De pronto 
la niña, cuya presencia habían olvidado, comenzó a hablar entusiasmada: 
«Estoy en un túnel; al final veo a dos ángeles vestidos de blanco». La niña 
continuó relatando su «fantástico sueño despierta», mientras Tomatis y su 
padre la observaban atónitos. La conclusión era ineludible: la niña estaba 
visualizando el proceso de su nacimiento. Los dos ángeles eran ciertamente el 
médico y la partera, con sus batas blancas. 
Pasados unos minutos, la niña exclamó que veía a su madre. Su asom-
brado padre le preguntó cómo la veía. La niña se echó en el suelo y se enroscó 
en la postura del feto al nacer y continuó en esa posición; cuando acabó la 
cinta, se levantó de un salto y reanudó su actividad normal como si no 
hubiera ocurrido nada fuera de lo habitual. Sorprendido, Tomatis compren-
dió entonces que «le había recreado las condiciones de su nacimiento a la 
niña». 
El siguiente descubrimiento importante llegó cuando un médico colega le 
llevó a uno de sus pacientes, un niño regordete de unos doce años al que le 
habían diagnosticado enfermedad mental. «El chico soltaba unos chillidos tan 
agudos que mi sala de espera quedó vacía», cuenta Tomatis en su autobio-
grafía. «Cada cinco o seis segundos pegaba unos saltos tan altos que se gol-
peaba la espalda con ambos pies. Nunca en mi vida había visto a nadie hacer 
eso. No hablaba, pero su rostro estaba siempre animado, con gestos muy 
vivos. Daba la impresión de estar chupando algo sin cesar. Lo acompañaba su 
madre, pero él la rechazaba como si fueran dos electroimanes de la misma 
polaridad.» 
También llegó a la consulta la psiquiatra del niño. Explicó que éste era au-
tista y que no sabía cuál era la causa del trastorno, pero dijo que, psicológi-
camente, estos niños «no han nacido aún». 
—¿No han nacido aún? —preguntó Tomatis—. Eso es interesante justa-
mente en estos momentos estoy haciendo una investigación sobre la vida in-
trauterina y el nacimiento. 
 24
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
—Sí, ya lo sé —contestó la psiquiatra—. Por eso he venido aquí con el ni-
ño. Creo que usted podría lograr mejorarlo. ¿Lo intentamos? 
Tomatis organizó las cosas para grabar la voz de la madre en su laborato-
rio durante 20 minutos. El día de la primera sesión, el niño se echó en el suelo 
a garabatear con trozos de tiza que había encontrado en la consulta. Cerca de 
él se sentaron los dos analistas con la madre y Tomatis se quedó junto a la 
puerta para hacer funcionar su equipo. 
Primero puso los sonidos filtrados, de alta frecuencia, de la voz de la 
madre, enfocando el altavoz direccional hacia la cabeza del niño. De inmedia-
to el niño dejó de dibujar, se incorporó de un salto y fue a apagar la luz. «En 
un abrir y cerrar de ojos quedamos sumidos en la oscuridad», cuenta el doc-
tor Tomatis. «Ese gesto me dejó pasmado, no porque me resultara difícil 
entenderlo. Por el contrario, estaba perfectamente claro que el niño sólo que-
ría recrear el ambiente sin luz de su vida fetal.» 
La cinta continuó sonando y al cabo de un momento el niño se acercó a su 
madre, se sentó en su falda, le cogió los brazos, los puso alrededor de él y 
empezó a chuparse el pulgar. Permaneció en esa postura hasta que se acabó 
la cinta. «Era casi como si volviera a estar dentro de su madre», comenta 
Tomatis maravillado. Cuando terminó la cinta, el niño se bajó de la falda de 
su madre y fue a encender la luz. Todos estaban mudos de asombro; jamás 
antes el niño había manifestado ningún indicio de reconocimiento de su 
madre, y mucho menos de afecto. 
A la semana siguiente hicieron otra sesión para intentar inducir un naci-
miento sónico. El niño tuvo las mismas reacciones que en el primer experi-
mento, y durante un momento incluso le acarició el rostro a su madre. Com-
prendiendo que había tenido lugar el inicio de una reconciliación, el doctor 
Tomatis pasó de los sonidos que representaban el ambiente acuoso del útero 
a los de aire del mundo exterior. Esto indujo una nueva reacción, balbuceos o 
parloteo, que el equipo médico reconoció como el auténtico nacimiento del 
lenguaje. «Habíamos despertado en él el deseo de comunicarse con su madre, 
deseo que había estado dormido hasta ese momento», dice Tomatis. Al final 
de la sesión, el niño se bajó de la falda de su madre y fue a encender la luz, 
pero luego volvió y le abotonó el abrigo, que ella se había echado sobre los 
hombros. «¡Ya está!», exclamó la psiquiatra. «¡Ha nacido por fin!» 
Con los años Tomatis ha perfeccionado el Nacimiento Sónico, pero el 
método esencial sigue siendo el mismo. Se hace escuchar al niño o la niña los 
sonidos filtrados de la voz de su madre, lo que le genera la sensación de 
nutrición emocional; la teoría es que experimenta una especie de retorno 
inconsciente y primordial a su primera percepción. Tomatis ha tenido mucho 
éxito en el tratamiento de niños con retraso en el desarrollo del habla, 
 25
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
personas que físicamente son capaces de oír pero que no escuchan ni 
responden. 
Actualmente elproceso de Nacimiento Sónico se hace de modo más 
gradual que en los primeros experimentos de Tomatis. La fase preparatoria, 
el Retorno Sónico, se acompaña por un tema musical, normalmente música 
de Mozart. La música de Mozart produce los mejores efectos en reemplazo de 
una madre ausente. «Mozart es muy buena madre», afirma Tomatis. «A lo 
largo de cincuenta años de procesos clínicos y experimentales, he elegido 
voluntariamente a un compositor y sólo a uno. Continúo probando nuevas 
formas de música y con gusto uso formas de canto, música folclórica y 
clásica, pero las propiedades de la de Mozart, sobre todo de los conciertos de 
violín, generan el mayor efecto curativo en el cuerpo humano.»15
Bajo la influencia continua de esta música, que se percibe en forma de 
sonidos filtrados (que reproducen lo que se oye dentro del útero), el oyente 
recibe el masaje de una sucesión de ondas sonoras. Cuando estos sonidos se 
integran en las rutas neuronales, la persona desarrolla la capacidad de hablar 
y de comunicarse con los demás. «Escuchar a Mozart es como un beso de mi 
mamá», exclamó una niña de seis años que estaba en tratamiento Tomatis.16 
Al percibir la estructura tonal de llamada y respuesta en la música de Mozart, 
un arquitecto comentó entusiasmado: «Te dan deseos de escuchar con 
atención para no perderte nada. Ahora sé de dónde viene el aprendizaje de 
turnarse».17
También se ha tratado con éxito a bebés prematuros con este método.18 En 
un hospital de niños de Munich, Tomatis realizó un experimento con trillizos 
nacidos prematuramente. Los bebés pesaban 680 gramos cada uno y tan 
pronto nacieron fueron puestos en incubadoras. Al primero no le pusieron 
ningún estímulo auditivo: continuó inmóvil en la incubadora, esforzándose 
por sobrevivir. Al otro le pusieron música de Mozart filtrada y dio [nuestras 
de actividad normal; se le aceleró la respiración, y el ritmo cardiaco se 
estabilizó entre 140 y 160 pulsaciones. Al tercero le pusieron la grabación de 
la voz de su madre filtrada: se movió con energía, manifestando placer y son-
riendo ; luego comenzó a respirar profundamente y su ritmo cardiaco se ele-
vó a 160 pulsaciones. Lo interesante es que ni la voz de la madre ni la música 
de Mozart tuvieron ningún efecto en ellos sin la filtración de los sonidos de 
baja frecuencia. 
Aun en el caso de que el bebé esté perfectamente sano, Tomatis subraya la 
importancia de que después del nacimiento los padres le hablen con fre-
cuencia. «Todo niño debe conocer verdaderamente la voz profunda y sabia 
de sus dos padres. [...] Si no hay momentos en que la familia esté reunida 
 26
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
alrededor de la mesa o para hablar, el bebé no va a madurar de la forma más 
natural.»19
Igual que la de muchos pioneros, la infancia de Tomatis estuvo llena de 
presagios de lo que sería la pasión de su vida. Hijo de madre italiana y padre 
francés, Alfred casi murió durante su nacimiento prematuro en Niza en 1920; 
sólo cuando su abuela cogió al pequeño por la oreja (¡presciente!), sus padres 
y el médico se dieron cuenta de que estaba vivo. Puesto que su padre era can-
tante de ópera, Tomatis creció en un ambiente musical. Aunque no fue músi-
co, ha hecho tanto como cualquiera en el último cuarto de siglo por llevar el 
poder sanador de la música a quienes de otro modo podrían haber sido sor-
dos a sus maravillas. Su uso de la voz de la madre, la música de Mozart y el 
canto gregoriano ha hecho posible que el yo dañado y a la defensiva renazca 
como un ser curioso y confiado, entusiasta por explorar y participar en el 
mundo exterior. De esa manera, observa, el sistema nervioso del niño estará 
preparado para «codificar y estabilizar las estructuras y los ritmos sobre los 
cuales se construirá el futuro lenguaje social». 
 
 
La ciencia de las canciones de cuna 
 
En 1962, el doctor Lee Salk demostró que el feto es consciente de los lati-
dos del corazón de su madre.2" Actualmente los embriólogos están de acuer-
do en que el oído es el primer órgano que se desarrolla en el embrión, que 
empieza a funcionar a las dieciocho semanas, y que a partir de la semana 
veinticuatro escucha activamente. En La vida secreta del niño que va a nacer, el 
doctor ThomasVerny relata la historia de Boris Brott, director de la Orquesta 
Filarmónica de Ontario.21 Durante años a Brott le extrañaba la facilidad con 
que podía tocar algunas piezas de oído, mientras que tenía que trabajar mu-
chísimo para dominar otras muchas. Después se enteró por su madre de que 
cuando ella estaba embarazada de él escuchaba esas obras que a él se le da-
ban con tanta facilidad. En su libro, Verny también habla de experimentos 
científicos recientes en los que se ha comprobado que los fetos prefieren la 
música de Mozart y Vivaldi a la de otros compositores, tanto en las primeras 
como en las últimas fases de gestación. Con esa música se les estabilizaba el 
ritmo cardiaco y dejaban de patalear, mientras que otras músicas, espe-
cialmente las de rock, «a la mayoría les molestaba y pataleaban violen-
tamente» cuando se las hacían escuchar a sus madres. 
Cada vez son más las pruebas de que los bebés, antes y después de nacer, 
son tan sensibles a la música como las personas más aficionadas a los 
conciertos. En un estudio realizado a mediados de los años ochenta, psicó-
 27
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
logos del Pacific Medical Center de San Francisco descubrieron que tocar 
«Twinkle, Twinkle Little Star» (melodía que inspiró a Mozart una serie de 
variaciones) y «Hickory, Dickory, Dock» en un walkman Sony tranquilizaba a 
los bebés hospitalizados, que dejaban de patalear y llorar.22 La casa Philips 
produjo hace poco un álbum, Mozart for Mothers-to-Be [Mozart para futuras 
madres], en el que cita estudios pre y posnatales en que se demostraba que 
las madres, y también los bebés, reaccionaban positivamente a esta música. 
(Según la leyenda, durante el parto de uno de sus hijos, Mozart le tenía cogi-
da la mano a su esposa Constanza mientras tarareaba y componía con la otra 
mano.) 
En un estudio realizado en el Centro Médico Regional Tallahassee 
Memorial de Tallahassee (Florida) con 52 bebés, algunos prematuros y otros 
nacidos con poco peso, se comprobó que tocar casetes de una hora de música 
vocal, que contenían nanas y canciones infantiles, reducía la estancia en el 
hospital de los bebés en un promedio de cinco días. También se observó que, 
comparados con los del grupo al que no se ponía música, estos bebés experi-
mentaban una pérdida de peso menor en un 50 por ciento, necesitaban menos 
biberón y sufrían menos estrés.23 
 
 
INTERLUDIO 
 
Arrullar al bebé que va a nacer 
 
Hablarle, leerle y cantarle al bebé antes del nacimiento aumenta su 
capacidad de distinguir entre los sonidos una vez que nazca. Esto se llama 
«localización auditiva». Aunque parezca de ciencia ficción, el feto comienza 
realmente a oír sonidos del mundo exterior entre el tercero y cuarto mes de 
gestación. Se sabe de niños que muchos años después reconocen canciones, 
nanas e incluso música clásica que se les cantó o tocó cuando todavía estaban 
en el útero. He aquí algunas sugerencias: 
 
Léale al bebé que lleva en su vientre y pídale a su compañero que haga lo 
mismo. Se recomienda leerle clásicos como El principito y las historias de 
Winnie Pu. Es mejor no leerles historias en que haya imágenes que infunden 
miedo; los niños ya tendrán muchísimas experiencias con eso después de 
nacer. 
Invente canciones con letras cariñosas, por ejemplo: «Hola, mi bebé, soy 
papá; pronto te recibiremos con amor», o: «Hola, mi bebé, soy mamá, te canto 
 28
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
con amor». No sea tímida, todavía faltan años para que su hijo o hija tenga la 
capacidad para hacer críticas. 
Ponga música,por ejemplo canciones infantiles, nanas, himnos, y extractos 
de la suite Cascanueces. 
Cuando su bebé haya nacido, repítale esas mismas canciones e historias de 
vez en cuando para tranquilizarlo y reforzar su capacidad de escucha y desa-
rrollo neuronal. 
 
Hace unos años, Terry Woodford, productor musical de grupos como 
Temptations y Supremes, produjo una cásete con canciones de cuna en el que se 
oían los latidos de un corazón humano, con el fin de que sirviera para 
tranquilizar a los bebés y hacerlos dormir mejor. Al principio regaló cintas a 
150 guarderías, pero varios hospitales también consiguieron ejemplares y las 
hicieron servir. En un experimento realizado en el Hospital Hellen Keller de 
Alabama, con 59 recién nacidos, el 94 por ciento de los bebés que escucharon 
esta música dejaron de llorar inmediatamente y se quedaron dormidos.24 En 
el Hospital de la Universidad de Alabama en Birmingham, las enfermeras 
ponían la cinta Baby-Go-to-Sleep [Duérmete mi niño] a los bebés en recu-
peración de operación a corazón abierto. Un bebé estaba con respiración 
artificial, muy angustiado y casi a punto de morir cuando las enfermeras, 
desesperadas, recurrieron al cásete de Terry. Ante su asombro, el bebé se 
tranquilizó, se quedó dormido, y sobrevivió. 
Terry reconoció que se había quedado pasmado cuando oyó esta historia. 
«Los bebés se recuperaban de operación a corazón abierto, y el ver su 
reacción inmediata a una cásete de nanas, en lugar de recibir inyecciones de 
sedantes, cambió todo mi sistema de valores. En el negocio de la música se 
mide el éxito por el último disco, por lo alto que llega en las listas de popula-
ridad. Pero cuando ves que esa música es capaz de tranquilizar a un bebé, de 
darle el reposo que necesita para sobrevivir y vivir... bueno, eso sí que es ver-
dadero éxito.»25 En los años siguientes, Terry regaló miles de casetes, y las 
melodías de las nanas se han usado en más de 7.000 hospitales y centros de 
atención especial, entre ellos 400 de las 460 unidades de cuidados intensivos 
de Estados Unidos. Incluso las han adoptado el Ejército y la Fuerza Aérea, 
que las regalan a los militares que tienen hijos. Estas casetes también han 
resultado útiles para pequeños con quemaduras, bebés nacidos con adicción a 
la cocaína y niños en tratamiento quimioterápico. 
Tal como lo sugerían los primeros trabajos de Tomatis, las investigaciones 
actuales indican que el bebé aún no nacido es sensible no sólo a la música 
sino también al timbre emocional de la voz de su madre, y tal vez incluso al 
sentido de sus palabras. En 1993, la revista Science publicó un estudio en el 
 29
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
que se explicaba que la actividad eléctrica del cerebro de los bebés podría 
estar relacionada con su capacidad para reconocer sílabas simples.26 Mientras 
tanto en la Universidad de Carolina del Norte en Greensboro, los doctores 
Tony DeCasper y Melanie Spence pidieron a un grupo de embarazadas que 
durante el último trimestre de embarazo leyeran en voz alta The Cat in the Hat 
[El gato en el sombrero] del doctor Seuss (T. S. Geiser). Cuando los bebés ya 
habían nacido, mediante ciertas pruebas se comprobó que reconocían frases 
del libro y las distinguían de las que pertenecían a otros textos.27
Yo creo que las emociones intensas de la madre, desde enfado y resenti-
miento a profunda serenidad, gratitud y aceptación, pueden generar en ella 
cambios hormonales e impulsos neurológicos que afectan al feto. Muchas 
sociedades tradicionales reconocen desde muy antiguo que todas las influen-
cias a las que está expuesto el bebé en gestación contribuyen a su salud y bie-
nestar. Hasta la primera parte del siglo xx, en Japón se daba mucha importan-
cia a la educación embriónica, o tai-kyo, que formaba parte de la preparación 
de las familias para recibir al recién nacido. Se creía que las voces, los pensa-
mientos y sentimientos de la madre, el padre, los abuelos y los demás familia-
res influían en el feto, y se evitaban todo tipo de vibraciones no armoniosas. 
Actualmente entre éstas estarían el televisor puesto a todo volumen, las pelí-
culas de violencia, la música estridente y otros sonidos que podrían perturbar 
o hacer daño al bebé en gestación. 
«El nacimiento recapitula 2.800 millones de años de evolución biológica», 
explica el educador Michio Kushi. «El útero imita el océano primordial en el 
que comenzó la vida. El embarazo dura nueve meses o alrededor de 280 días. 
Cada día en el útero representa unos diez millones de años de evolución.»28 
Una dieta no adecuada, los sonidos estridentes, los pensamientos no 
armoniosos y el comportamiento o estilo de vida desquiciado pueden tener 
una tremenda influencia en toda la futura constitución mental, física y espiri-
tual y el desarrollo futuro de la persona. 
 
 
 
 
¿Por qué Mozart? 
 
¿Por qué no llamar efecto Bach, efecto Beethoven o efecto Beatles a las pro-
piedades transformadoras de la música? ¿Se trata simplemente de que Mo-
zart se tiene en mayor estima que genios como Beethoven, Gershwin y Louis 
Armstrong? ¿O es que su música tiene propiedades únicas, que inducen reac-
ciones universales que sólo ahora se prestan a medición? 
 30
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
Tomatis se ha planteado estos mismos interrogantes. Y ha descubierto, una 
y otra vez, que al margen de los gustos del oyente o de haber escuchado antes 
al compositor, la música de Mozart invariablemente tranquiliza a sus oyentes, 
mejora la percepción espacial y les permite expresarse con más claridad, 
comunicarse con el corazón y la mente. Descubrió que la música de Mozart 
lograba indiscutiblemente los mejores resultados y las reacciones más 
duraderas, ya fuera en Tokio, Ciudad del Cabo o la cuenca del Amazonas. 
Ciertamente, los ritmos, melodías y frecuencias altas de la música de 
Mozart estimula y carga las zonas creativas y motivadoras del cerebro. Pero 
tal vez el secreto de su grandeza está en que todos sus sonidos son muy 
puros y simples. Mozart no teje un deslumbrante tapiz como el gran genio 
matemático Bach. Tampoco levanta una marejada de emociones como el 
torturado Beethoven. Su obra no tiene la desnuda llaneza del canto 
gregoriano, una oración tibetana o un himno evangelista. No calma el cuerpo 
como un buen músico folk ni lo incita a moverse frenético como una estrella 
del rock. Es al mismo tiempo misteriosa y accesible, y, por encima de todo, es 
transparente, sin artificio. Su ingenio, encanto y simplicidad nos permite 
acceder a nuestra sabiduría interior más profunda. Para mí, la música de 
Mozart es como la grandiosa arquitectura de la India mogol: el Palacio Ám-
bar de Jaipur, o el Taj Mahal. Es la transparencia, los arcos, los ritmos dentro 
del espacio abierto lo que conmueve tan profundamente al espíritu humano. 
Si bien Mozart tiene afinidades con Haydn y los demás compositores de su 
periodo, su música «tiene un efecto, un impacto, que los demás no tienen», 
afirma Tomatis en su libro Pourquoi Mozart? [¿Por qué Mozart?]. «Excepción 
entre excepciones, tiene un poder liberador, curativo, incluso diría sanador. Su 
eficacia excede con mucho a la que observamos entre sus predecesores, sus 
contemporáneos y sus sucesores.»29
Es probable que ese poder único y excepcional de la música de Mozart 
emane de su vida, sobre todo de las circunstancias que rodearon su nacimien-
to. Mozart fue concebido en un ambiente excepcional; su existencia prenatal 
estuvo diariamente impregnada de música, especialmente de los sonidos del 
violín de su padre, los que ciertamente favorecieron su desarrollo neuro-
lógico y despertaron los ritmos cósmicos del útero materno. Su padre era 
kapellmeister (maestro de capilla), es decir, director de orquesta, en Salzburgo, 
y su madre, hija de músico, tuvo un papel importante durante toda su vida 
en su educación musical, que comenzó concanciones y serenatas durante el 
embarazo. Dado este ambiente musical superior, Mozart nació ya saturado de 
música, a la vez que formado por ella. 
Intérprete excepcionalmente dotado desde los cuatro años, Mozart fue uno 
de los niños prodigio más famosos de la historia."1 A semejanza del niño Je-
 31
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
sús que asombró a los ancianos en el templo, el niño Wolfgang asombró a las 
cabezas coronadas de Europa; los músicos, compositores y públicos de todas 
partes aplaudían su juvenil brillantez y virtuosismo. Su primera obra, un mi-
nueto y trío para teclado, la compuso a los seis años, y su última pieza llegó 
después de 626 composiciones importantes. A los doce años ya componía sin 
cesar, y a lo largo de su carrera creó 17 óperas, 41 sinfonías, 27 conciertos para 
piano, 18 sonatas para piano, y música para órgano, clarinete y otros ins-
trumentos. Era capaz de imaginarse una composición mientras escribía otra; 
al parecer veía una composición entera antes de ponerla sobre papel. En una 
carta a su padre, le explicaba: «Todo ya está compuesto, aunque no escrito to-
davía».11
Tal vez dado que su talento se manifestó a una edad tan temprana, jamás 
perdió su aura de Niño Eterno. También tenía una disposición traviesa que se 
hizo famosa. En su magistral biografía Mozart, Maynard Solomon observa: 
«Muy pronto las noticias de la irresponsabilidad y espíritu infantil de Mozart 
se mezclaron con las noticias y ficciones sobre la naturaleza supuestamente 
automática y casi sonámbula de sus procesos creativos. Todo esto apuntaba a 
la existencia de un canal entre la infancia y la creatividad, que los primeros 
estetas románticos encontraban irresistible, porque se hacía eco de su redes-
cubrimiento en la infancia de la Edad de Oro ya perdida».12
Los investigadores de Irvine captaron intuitivamente la conexión entre las 
primeras experiencias educativas de Mozart y el poder creativo de su música. 
Los doctores Rauscher y Shaw explicaron que habían elegido la música de 
Mozart para sus experimentos porque componía ya a edad muy temprana y 
«utilizaba el repertorio innato de actividades espacio-temporales de la corteza 
cerebral».31
A semejanza de muchos virtuosos jóvenes, el genio de Mozart para com-
poner e interpretar iba acompañado por el caos en su vida personal. En su 
edad adulta le preocupaba muchísimo su apariencia y derrochaba dinero en 
pelucas y ropa, tal vez como compensación, ya que medía 1,60 m y tenía 
marcada la cara por las viruelas que sufrió en su infancia. Fue desafortunado 
en el amor; se casó con la poco agraciada hermana de la resuelta beldad que 
le dio calabazas. Incluso después de su matrimonio continuó enamorándose 
de sus jóvenes alumnas, lo que producía tensión en su familia. Le gustaba 
hacer bromas pesadas, y continuó siendo guasón hasta el final de su vida. 
Sin embargo, y paradójicamente, los aspectos caóticos de su personalidad 
nutrían su arte y actualmente alimentan la leyenda que lo rodea: acentúan la 
elegancia de su música y destacan sus consecuciones maduras. Presumido e 
inocente, mundano e ingenuo, Mozart nunca trató de comprenderse, pero su 
ingeniosa ingenuidad fue el recipiente perfecto para sus composiciones apa-
 32
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
rentemente llovidas del cielo. Por absurda y trágica que haya sido su vida (y 
su muerte, a los 35 años), el canal hacia la armonía celestial no se obstruyó 
jamás. Era capaz de escribir las melodías más transparentes, dulces y amo-
rosas en medio de las circunstancias personales más horribles. El último año 
de su vida, en medio de riñas conyugales e intrigas de la corte, escribió su ó-
pera, profundamente esotérica, jubilosa y vitalizadora, La flauta mágica, y el 
sombrío pero inspirador Réquiem, potente confrontación con la muerte. 
Mozart encarnó y trascendió su época. Desde el punto de vista musical se 
equilibra entre los trinos y fiorituras del barroco, y los floridos éxtasis emo-
tivos del romanticismo. Pero también vivió en la era radical de John Wesley, 
Voltaire, Thomas Jefferson, Mary Wollstonecraft y Goethe, cuando todos los 
estratos de la sociedad occidental se estaban reorquestando en política y reli-
gión. Y así su obra celebra la libertad de pensamiento que estaba comenzando 
a asomar sus colores bajo el claro maquillaje y las pelucas empolvadas de la 
sociedad feudal de castas de Europa y el imperio colonial de América. Más 
importante aún, en su música hay elegancia y una simpatía muy sincera. Su 
arte conserva la serenidad, nunca se hace estridente. Como la propia civiliza-
ción occidental, que surgió de los mundos clásico, medieval y renacentista, 
Mozart representa la inocencia, creatividad y promesa del nacimiento de un 
nuevo orden. 
Los músicos, los expertos y el público oyente han saludado el reciente 
descubrimiento de que Mozart aportó unos veinte minutos de música a la 
ópera vienesa La piedra filosofal, escrita el último año de su vida. Poco imagi-
naba Mozart que sus obras se convertirían en la piedra filosofal, la llave uni-
versal, de los poderes sanadores de la música y el sonido. 
La palabra «música» viene de la raíz griega mousa. La mitología nos dice 
que las nueve musas, hermanas celestiales que rigen la canción, la poesía, las 
artes y las ciencias, nacieron de Zeus, el rey de los dioses, y Mnemosina, la 
diosa de la Memoria. Así pues, la música es hija del amor divino, cuya gracia, 
belleza y misteriosos poderes sanadores están íntimamente conectados con el 
orden celestial y la memoria de nuestro origen y destino. Cada uno a su ma-
nera, Krissy, Tomatis y Mozart, son ejemplos luminosos de cómo las musas 
comienzan a tejer su magia en nosotros desde el inicio mismo de nuestra vida 
y, como veremos en las páginas siguientes, desde nuestra entrada en el mun-
do y más allá. 
 
 
 
 
 
 33
Don Campbell EL EFECTO MOZART 
 2 
 
 El sonido y la escucha 
 
La anatomía del sonido, la audición y la escucha 
 
 ¿Qué viene con un coche y se va con un coche, 
 no le sirve de nada, y sin embargo 
 sin eso no se puede mover? 
 
 Vieja adivinanza 
 
 
A mediados de los años ochenta comencé a recibir montones de llamadas 
telefónicas de personas de todo el país interesadas en la forma como la músi-
ca cura: músicos profesionales que hablaban de cambios fisiológicos experi-
mentados por ellos y sus clientes; personas que controlaban su tensión 
arterial y reducían el nerviosismo mediante sus voces y mejorando su es-
cucha; profesores que deseaban saber por qué tocar cierta música en la sala 
de clases mejoraba la atención y la memoria de sus alumnos. 
Estimulado por esta marejada, en 1988 fundé el Instituto de Música, Salud 
y Educación, en Boulder (Colorado). Para comenzar con los rudimentos expli-
qué a mis alumnos que el sonido es energía que se puede organizar en for-
mas, figuras, comportamientos y proporciones matemáticas, así como en mú-
sica, habla y expresiones de sufrimiento y dicha. El sonido es lo que nuestros 
antepasados llamaron «el principio». Es el Om de Oriente y el Verbo [la Pala-
bra] de Occidente. Es el ruido de fondo de las galaxias en formación; la sinfo-
nía del viento y del agua; el acompañante de los coches y de todos los objetos 
móviles, y el diálogo que tenemos entre nosotros y con nosotros mismos en la 
casa, en el trabajo y en la diversión. 
El sonido viaja en ondas por el aire y se mide en frecuencias y en inten-
sidades. La frecuencia (número de oscilaciones o ciclos del movimiento ondú- 
latorio por unidad de tiempo) es la que