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EL MUNDO. JUEVES 27 DE DICIEMBRE DE 201244
EM2 / CIENCIA
FRANCISCO CARRIÓN / El Cairo
Especial para EL MUNDO
El tiempo parece enflaquecer súbi-
tamente cuando se cruza el umbral
del Museo Egipcio de El Cairo. El
templo mundial del arte faraónico
guarda el polvo de décadas entre
las vitrinas atestadas de ataúdes,
estatuillas o vasijas. En sus más de
100 salas, el vacío es tabú. Y el
atracón nubla la vista: más de
100.000 piezas se amontonan co-
mo si tratase de un barco con la
bodega repleta del legado de una
de las civilizaciones más fascinan-
tes de la historia.
Desde su inauguración en 1902,
millones de amantes de la Egiptolo-
gía han cumplido con el voto de pe-
regrinar hasta el edificio de estilo
neoclásico y fachada salmón que
alberga el tesoro. Han aprovechado
la oportunidad para deslizarse por
algunas de las épocas del Antiguo
Egipto –Tinita, Imperio Antiguo,
Medio o Nuevo– con tan solo vagar
por sus estancias hasta perder cual-
quier noción temporal. «La filosofía
del Museo pertenece al siglo XIX.
Opera como un almacén más que
como un centro cultural», se queja
a EL MUNDO el decano de Histo-
ria de la Universidad Americana de
El Cairo, Jaled Fahmi.
Una existencia demodé que des-
de este mes tiene cita con el lifting.
El Ministerio de Antigüedades ha
ordenado que el Museo –situado
en uno de los extremos de la plaza
Tahrir que fue el corazón de las re-
vueltas contra Hosni Mubarak– pa-
se por quirófano en tres fases. La
primera, por ejemplo, remozará la
sala 37 en la que descansa el ajuar
funerario de Hetepheres, la madre
del faraón Keops. Tras los trabajos,
la colección de vasijas de oro, pul-
seras de plata o mobiliario lucirá
en una sala que, según la directora
del Museo Salwa Adberramán, se-
rá modernizada para ofrecer una
nueva visión a los visitantes.
«Se necesita una renovación to-
tal, posiblemente a través de un
concurso internacional. El museo
es una institución histórica que no
ha sido bien conservada», explica
el catedrático de Arquitectura de la
Universidad de California Nezar Al
Sayyad. Las patologías que aque-
jan a uno de los museos más em-
blemáticos del planeta concitan
cierta unanimidad: las salas están
abarrotadas; los objetos lanquide-
cen pobremente identificados me-
diante leyendas escritas aleatoria-
mente en árabe, inglés o francés y
la estructura general de la visita
carece de una narrativa única.
«El Museo Egipcio no cuenta
una historia ni transmite un relato
coherente. A veces la exhibición
está organizada por temas como
en la famosa sala de los animales
momificados pero en otras ocasio-
Tesoros desprotegidos
ARQUEOLOGÍA
El país africano modernizará las anticuadas instalaciones del Museo Egipcio de El Cairo y construirá
un espectacular nuevo complejo para exhibir su patrimonio histórico junto a las tres pirámides de Guiza
La renovación faraónica de Egipto
Recreación artística de la entrada principal del Gran Museo Egipcio, presidida por la estatua de Ramsés II. / EL MUNDO
Diseño de la
fachada principal
del Gran Museo
Egipcio, que se
construirá junto
a las tres
pirámides
de Guiza. / E. M.
nes se desarrollan en torno a un
período o a personajes como el rey
Tutankamón y su tesoro», critica
Mohamed el Shahed, doctorado en
Estudios de Oriente Medio e Islá-
micos en la Universidad de Nueva
York y autor de la web sobre arte y
arquitectura Cairobserver.com.
Y si el examen de los males des-
pierta afinidades, la discordia reina
en la receta. El proyecto guberna-
mental –del que solo han trascen-
dido las grandes líneas– será finan-
ciado inicialmente por la Sociedad
de Amigos del Museo. Su primera
fase incluye una limpieza a fondo
de la icónica cúpula central. El edi-
ficio, que acaba de renovar su sis-
tema de iluminación, completará
un lavado de cara insuficiente para
parte de los académicos consulta-
dos en 2015, el año para el que es-
tá fijado también la inauguración
del Gran Museo Egipcio.
La nueva institución, que se
construye actualmente en la mese-
ta de Guiza a dos kilómetros de las
majestuosas pirámides, es un ma-
croproyecto de 117 hectáreas que
promete ser el mayor centro en
historia de Antiguo Egipto. Bajo el
auspicio del mediático Zahi Hawas
y la UNESCO, la iniciativa nació en
2002 y aspira a rejuvenecer la exhi-
bición del arte faraónico.
Proyecto polémico
«En su página web, el Gran Museo
avanza que ofrecerá al visitante
«una experiencia educativa y cultu-
ral única y agradable» tirando ade-
más de últimas tecnologías como
la realidad virtual. Su interior,
agregan, será un derroche de espa-
cios amplios, estancias diáfanas y
luminosas y techos altos para alo-
jar colosos o contemplar desde la
distancia el horizonte mágico de
las tres pirámides de Guiza. La es-
tatua de Ramsés II, que protagoni-
zó en 2006 un aparatoso viaje des-
de Tahrir hasta su nuevo hogar,
presidirá la entrada.
Las dimensiones faraónicas de
un sueño que crece en mitad del de-
sierto a golpe de cientos de millones
de dólares –aportados por gobier-
nos y organizaciones extranjeras–
no entusiasma a algunos expertos.
«No tiene sentido crear un museo
tan caro cuando la ciudad que lo ro-
dea y sus infraestructuras se están
derrumbando», opina El Shahed,
más partidario de regenerar el cen-
tro de la ciudad a partir de la reha-
bilitación del Museo de Tahrir.
«Un gran pedazo de tierra junto al
museo ha estado vacío durante 20
años y se podría haber realizado una
magnífica extensión conectada a la
antigua», agrega. Una opinión que
secunda el historiador Jaled Fahmy:
«¿Por qué levantar un museo gigan-
tesco en mitad del desierto donde so-
lo puede ser visitado por los turistas
y no en el centro urbano donde vive
la mayoría de los cairotas?».
El plan de las autoridades, no
obstante, es dividir la inmensa co-
lección de arte faraónico para
mantener abiertas ambas instala-
ciones. «Tal vez el Gran Museo
puede centrarse en el Imperio An-
tiguo y Tahrir en el Nuevo», sugie-
re Al Sayyad. A su juicio, el edificio
color salmón debería seguir hospe-
dando en su bodega «las principa-
les piezas para quienes no puedan
visitar el Gran Museo».
En los dos últimos años, los miles de pedazos del Antiguo Egipto
que reposan en el Museo de Tahrir han sido testigos del periodo
más trepidente del país en décadas. Y no siempre ha sido una
observación inocua. A finales de enero de 2011, el edificio fue
asaltado mientras la multitud se sacudía el miedo. Entonces una
cadena humana veló por el inmueble. Un mes después, la policía
militar estableció intramuros del Museo su centro de operaciones,
donde decenas de civiles denunciaron arrestos y torturas. Elevado a
símbolo, se ha desempolvado la posibilidad de unir este singular
almacén con el río Nilo a través de un túnel subterráneo.
Más allá de la remodelación, la egiptóloga Fayza Haikal identifica
como principal problema «el mantenimiento de los museos egipcios,
que sufren a menudo falta de financiación y de personal
cualificado». En cambio, para el historiador Jaled Fahmy, la ausencia
de un compromiso con la divulgación es la verdadera calamidad.
«El Museo no tiene dimensión educativa ni producción intelectual.
Los estudios de museología y conservación deben ser impartidos en
las universidades egipcias», arguye.