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Las cabezas vacías en José Milla: Una aproximación al canasto del sastre Nuria Jenniffer Sermeño de Velásquez1 ¿Qué más diablo que el orgullo que podía introducirse en aquellas cabecitas desocupadas donde encontrarían habitación cómoda y amplia?” (Milla, 2010, p. 24). A lo largo de la historia las mujeres han sido relegadas a la vida privada. Es decir que se les ha negado participar de la vida pública2 pero quienes lo han hecho, siempre han recibido críticas, no sólo de los hombres sino también de sus pares. Esto no sólo es posible encontrarlo en “el mundo real”, sino también en “el mundo de la ficción”: la literatura. Por ello es que en este ensayo se discute sobre la visión de la mujer en los artículos de “el canasto del sastre” escritos por José Milla. Esta discusión no es nueva puesto que se han encontrado trabajos de grado que abordan el tema, sin embargo, lo hacen a otros textos del autor. Para abordar el tema en primer lugar se hace una breve reseña de José Milla y la época en que vivió. Esto con el objetivo de contextualizar los artículos tratados. En segundo lugar se demuestra que José Milla retrata el rol que la mujer desempeñaba en el siglo XIX a través de los artículos que se han seleccionado como muestra: “El espejo”, “el cabello” y “la casa” esto con la comparación de los textos en los que se ha estudiado el rol de la mujer en esa época. De tal manera que es posible encontrar, en algunos de sus artículos, aquellos aspectos que afirman que las mujeres, posterior a la época colonial centroamericana, eran vistas como cabezas vacías y meros adornos de sala. Como ya se ha dicho es importante conocer acerca del autor de “el canasto del sastre”. José Milla fue un escritor Guatemalteco que vivió desde 1822 hasta 1882. Inició sus estudios en la carrera de derecho pero los abandonó debido a su inclinación por la literatura. Esta vocación lo llevo a que se le considere el padre de la novela guatemalteca (Carrera Molina, 1 Licenciada en ciencias del Lenguaje y la literatura por la Universidad de El Salvador. 2 Para Guerra y Lempériere citados en Flores Montalvo: “Lo público no se limita a una esfera, en singular, de esta forma resulta un espacio abstracto e inmaterial; por el contrario, se define en plural como espacios públicos concretos: la calle, la plaza, la escuela, el congreso y el palacio, el café y la imprenta, la opinión pública, las elecciones y la representación entre otros. Por el contrario, los espacios privados hacen referencia a la esfera de los individuos y de las familias, de las conciencias y de las propiedades” (p. 92). 1972). Por ello “Milla es, sin disputa, el novelista más serio que emerge de Centroamérica en aquel tiempo. El más dedicado a su oficio y el que supo sacar partido a los archivo coloniales” (Gallegos Valdés, 1990, p. 143). Efectivamente la figura de Milla como escritor está en una posición privilegiada y actualmente se le puede ubicar dentro del canon centroamericano. También es posible entrever que José Milla fue un hombre dedicado a las letras, no sólo por ejercer el oficio de escritor sino también por nutrirse de los escritores ya consolidados. Es por ello que se le ha posicionado dentro de los escritores insignia del siglo XIX: Su obra se enfoca principalmente en la prosa, su aporte es como periodista, historiador, novelista y costumbrista. Sus escrituras periodísticas son varias, las cuales se publicaron durante su vida. Sus primeras novelas fueran históricas, las cuales fueran influenciadas por las obras del escocés Sir Walter Scott quien comenzó el género, los franceses Alexander Dumas y Víctor Hugo, además del italiano Alessando Manzoni, pero también se ve influencia de escritores realistas como el inglés Charles Dickens (Girón Acevedo, 2017, p. 22). Pero, además de inmiscuirse en la vida de las letras también lo hizo en la palestra política. Fue simpatizante del partido conservador y ostento algunos puestos durante el mandato de Rafael Carrera, por ejemplo en 1850 fue oficial en la Secretaria de Relaciones Exteriores, luego fue secretario general hasta 1871. También fue diputado para el departamento de Huehuetenango en la Asamblea Nacional entre 1851 y 1856. Además viajó dos veces a los Estados Unidos por parte del gobierno, la primera vez en 1858 donde conoció Antonio de Irisarri y al presidente de Estados Unidos Buchanan y la segunda en 1865. Aparte de otros cargos honorarios que tuvo en instituciones relacionadas al arte y la cultura. Es claro, por tanto, la intensa actividad pública en la que vivió Milla pero esto no lo apartó de las letras: Milla ocupa unos cargos modestos dentro del gobierno de Carrera, lo cual incluye realizar funciones públicas y privadas, además redactó artículos sobre la sociedad guatemalteca. En 1846 comenzó a trabajar como redactor y secretario en La Revista, periódico de la Sociedad Económica de Amigos de Guatemala, junto con Pavón. Posteriormente fue editor de la Gaceta (Girón Acevedo, 2017, p. 18). Otro aspecto importante a tomar en cuenta, para tener un panorama amplio acerca del contexto en que se publicaron los artículos que componen “el canasto del sastre” es conocer, precisamente, cómo era la vida en esa época. Ahora bien estos artículos fueron publicados entre 1881 e inicios de 1882. Un año antes se había fundado el Diario de Centroamérica y es ahí donde el autor publica los artículos que constituyen el libro. Sin embargo muy poco es lo que se ha encontrado con respecto a la vida cultural ya que es más abundante la información sobre el acontecer político. En este sentido sólo ha sido posible saber que durante la época en que se publicaron los artículos gobernaba Justo Rufino Barrios del partido liberal. Este partido gobernó desde 1871 por lo que José Milla, siendo servidor del partido conservador como ya se ha dicho, decidió exiliarse pero regresó al país en 1874. No obstante el gobierno liberal reconoció en José Milla a un hombre de letras por lo que en 1976 le encomendaron escribir la historia de Guatemala desde el “descubrimiento” de América hasta la independencia. No logró terminar pues murió en noviembre de 1882. Pues bien, ya se ha dicho que la información del acontecer cultural es poca ya que la que prevalece es la histórica-política; pero muchos de los estudiosos de la obra de Milla (Carrera molina, 1972; Reyes, 1997) afirman que los textos de él son el reflejo de la cultura e identidad de la Guatemala del 1800, Reyes (1997) afirma: “En cuadros de costumbre y el canasto del sastre dejó plasmadas las tradiciones de su época y de su sociedad” (p. 94) especialmente la sociedad de la clase media. Esta autora asegura que, específicamente, el libro “cuadro de costumbres” es donde precisamente Milla refleja con, alto grado de fidelidad, la sociedad en que él vivió: Milla dejó plasmadas las costumbres de su clase, de la burguesía que había heredado la ideología de la colonia, con todos sus convencionalismos y procesos. Por lo que no podemos asegurar que su obra es un plena retrato de la verdadera Guatemala; no es precisamente a los indígenas ni a los explotados a quienes él describe. Es a la antañona Guatemala, hermosa y tranquila, elegante y discreta, patrimonio como siempre de unos pocos (Reyes, 1997, p. 106). Así que Milla escribió desde una posición económica y social claramente marcada. Aunque los comentarios anteriores sean sobre el libro “cuadro de costumbres” es válido para contextualizar “el canastro del sastre” ya que ambos libros siguieron la misma dinámica para ser publicados; de hecho Milla ya lo dice en el prólogo “El Canasto del Sastre saldrá a figurar cuando no haya “Cuadro de Costumbres”, o trabajos serios con qué colaborar en el diario” (Milla, 2010, p. 9). Es decir que los escribía y luego decidía si encajaban en “el canasto del sastre”o “cuadro de costumbres”: “Como el sastre va amontonando día por día los redrojos en su canasta, así arrojaré yo en esta colección los desperdicios de mis meditaciones y de mis lecturas” (Ídem). Ahora bien, como ya se dijo más arriba, el papel que ha desempeñado la mujer durante los siglos anteriores era el de mero adorno confinado a permanecer en la casa y no participar de la vida pública: “Se estimaba que su « sublime misión» debía ser «gobernar su casa, crear sus hijos y hacer feliz a su marido». La mujer era vista como la depositaria de los valores morales más sólidos de la vida social” (Acuña Ortega, 1994, p. 302). Además: “Las mujeres fueron un elemento determinante para preservar el status, el poder económico y político de su red y asegurar la supervivencia de su estirpe a lo largo de los siglo” (Casaús Arzú, s.a., p. 88). Es decir que las mujeres cumplían con papeles bien delimitados por la sociedad: poblar la tierra, educar a aquellos que lograba dar a luz, hacer feliz al marido que le tocaba o que le imponían, puesto que eran frecuentes los matrimonios arreglados para la perpetuidad de la posición social, el poder económico y político que podría ser muy ventajoso dependiendo de a qué familia pertenecía “la señorita”. Po lo tanto desempeñaban actividades propias de su sexo desde una perspectiva patriarcal. Pues bien, José Milla, a lo largo de sus más de veinte artículos, reflexiona sobre diversos temas que, seguramente, le generaban una inquietud. Sin embargo en este ensayo sólo se toman tres como muestra pues es en ellos donde es posible encontrar el rol pasivo que desempeñaba la mujer del siglo XIX. Pero hay que tomar en cuenta que la mujer retratada por Milla es la mujer de su misma clase social, pues según Reyes (1997) él dejó plasmadas costumbres de su clase, de la burguesía que había heredado la ideología de la colonia, con todos sus convencionalismos y preceptos. Esto es un elemento histórico que no se bebe obviar para realizar un análisis justo. El primer artículo que se comenta es “el espejo”. En este artículo Milla reflexiona sobre la vanidad de apreciar la imagen propia en un espejo y cuenta la historia de Narciso. Pero, con respecto a lo que compete en este ensayo, es que el autor retrata las mujeres como usuarias frecuente de él, es como un amigo pero siempre y cuando las retrate jóvenes, por lo que recuerda un poco al cuento de Blancanieves y la relación que la bruja “la mala del cuento” tiene con su espejo. El autor asegura a través de este artículo que las mujeres padecen de la vanidad y se niegan a envejecer, y claro, pues a las mujeres nos enseñan que las canas y las arrugas son sinónimo de inutilidad, contrario a los hombres que es reflejo de la sabiduría adquirida con los años. Milla (2010) simula un dialogo entre un espejo y una mujer para plantear este argumento: -¡Una cana! El primer movimiento de la dama al escuchar aquel brutal aviso, es un movimiento de impaciencia. -Mentira –le contesta-; es imposible. Un poco de polvo de arroz que ha volado, forma esa listita blanca que tú, deslenguado, llamas cana (p. 26). -Mira ese pliegue que se dibuja junto al vértice del ángulo que forman los párpados de esos ojos seductores. ¿Sabes cómo se llama? -¿Cómo? –pregunta alarmada Elvira. -Pie de gallo –grita el espejo (p. 27). Además Milla, en este artículo, dice que esta vanidad que poseen las mujeres se debe a que en las cabezas de ellas no habita más que el vacío y que por lo tanto es posible llenarlas de cosas banales: “En otro tiempo las madres decían a sus hijas que si se veían en el espejo, se les asomaría el diablo. La idea no era tan absurda como puede parecer; pues, ¿qué más diablo que el orgullo que podía introducirse en aquellas cabecitas desocupadas donde encontrarían habitación cómoda y amplia?” (p. 24). El segundo artículo es “el cabello”. En este artículo Milla habla acerca de las diferentes modas que ha invadido el cabello. Pero, de nuevo, hace énfasis en que las mujeres vanidosas pasan el tiempo necesario arreglándoselo: “La fisiología del cabello es la ciencia favorita de las mujeres desde los doce hasta los cincuenta años. No las culpo. Tienen obligación de agradar, y una hermosa cabellera, artísticamente, contribuye poderosamente a aquel fin” (Milla, 2010, p. 186). Es decir que las mujeres ¿tienen la obligación de agradar? Si, pues en esa época eran vistas como simples adornos que debían de estar “arregladas” puesto que era lo único que se les permitía hacer pero para agradar a los demás. En esta travesía de conseguirlo las mujeres del siglo XIX utilizaban toda clase de adornos: ganchos, flores, plumas, etc. para conseguir su propósito impuesto por la sociedad. Pero Milla (2010) también critica a las que hicieron lo contrario: “He visto retratos hechos a principio del siglo de jóvenes pelonas, que a no ser por el traje, habría uno creído muchachito. Esa moda espantosa debe haber sido inventada por alguna que tenía el pelo miserable, y las demás cayeron en el garlito” (p. 186). Es decir que aquellas que se salían de la norma establecida no podían concebirse como mujeres ¿de haber vivido a finales del siglo XX qué pensaría José Milla al ver a una skingirl? Seguramente ellas merecerían un artículo completo de repudio de parte del autor. En el último artículo “la casa” el autor plantea que las mujeres se adueñan de las ventanas pues es el único lugar donde pueden ser vistas y tener contacto con el mundo exterior. Así que es ahí donde se puede entender que la casa es el lugar destinado para ellas y las ventanas son el lugar para exhibirse: “Las niñas prefieren la ventana a las demás partes de la casa. ¿Qué harían sin ellas? ¡Vivir sin ver y sin ser vistas! ¡Qué horror!” (Milla, 2010, p. 200). Es decir que en su reclusión impuesta no hay más medio para conectarse con el exterior. Para finalizar se ha comprobado, por medio de las muestras seleccionadas, que José Milla retrata el rol que la mujer, de su sociedad, desempeñaba en el siglo XIX. No hay mucho que explicar en cuanto a ello: se les veía como objetos para mantener el estatus social, para parir y educar hijos; pero no se les permitía olvidar que al llegar los signos catastróficos que reflejasen la edad significarían que estaban siendo destinadas a convertirse, aún más, en seres de poca utilidad. Además, con esa habitación cómoda y amplia que se les consideraba tenía por cabeza muy poco es lo que podían aportar a los cambios en la sociedad. Es por ello que eran destinadas a tener un papel pasivo ante el acontecer político de la época y hay que recordar que aún no podía, ni siquiera, emitir el sufragio. Esta es la mujer del siglo XIX retratada en la muestra seleccionada: una mujer vacía de la cabeza que no se le permitía llenarla con educación pero si con ideas de vanidad. Referencias Acuña Ortega, V. H. (1994). Capítulo 4. Clases subalternas y movimientos sociales en Centroamérica (1870-1930). En Historia general de Centroamérica: las repúblicas agroexportadoras (pp. 255-324). San José, Costa Rica: FLACSO. Carrera molina, J. C. (1972). Consideraciones sobre temas, personajes y humorismo en los cuadros costumbristas de José Milla (Tesis de licenciatura). Facultad de Humanidades Universidad de San Carlos, Guatemala. Casaús Arzú, M. E. (s.a.). La mujer en el contexto centroamericano: el caso de Guatemala. Recuperado de http://publicaciones.sodepaz.org/images/uploads/documents/revista001/08_mujerco ntextocentroamericano_%20guatemala.pdf Chacón, A. (coord.). Diccionario de la literatura Centroamericana. Costa rica: EUNA. Flore Montalvo, M. J. (2013). Del discurso a la política educativa dirigida a la mujer en El Salvador. En J. Viegas Guillem (Comp.) Historia de mujeres, mujeres de historia en El Salvador (pp. 81-116). San Salvador, El Salvador:dirección Nacional de Investigaciones en Cultura y Arte. Gallegos Valdés, L. (1990). Letras de Centroamérica. San Salvador, El Salvador: dirección de Publicaciones e impresos. Girón Acevedo, D. J. (2017). El rol de la mujer en La Hija del Adelantado de José Milla y Vidaurre (Tesis de Licenciatura). Facultad de Humanidades Universidad de San Carlos, Guatemala. Milla y Vidaurre, J. M. (2010). El canasto del sastre. Guatemala: Tipografía Nacional. Reyes, A. (1997). El folklore en cuadro de costumbres de José Milla y Vidaurre. En tradiciones de Guatemala (pp. 93-147). Guatemala: Editorial universitaria.