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1
COLOR Y LUZ. 
COLORIMETRÍA 
 
( )ɔ QUANTOTEC, S.L. 2015 - www.quantotec.com 
 
 
 
 
 -MENÚ- pág. 
1 INTRODUCCIÓN........................................2 
2 EL COLOR Y LA NATURALEZA DE LA LUZ...4 
3 LUZ Y MATERIA.........................................6 
4 CABINAS DE LUCES...................................8 
5 BRILLÓMETROS.......................................10 
6 COLORÍMETROS......................................11 
7 GEOMETRÍAS DE MEDICIÓN.....................14 
8 ILUMINANTES..........................................17 
9 ESPECTROFOTÓMETROS..........................19 
 
 
 
 
 
 
 
 
 2
1 INTRODUCCIÓN 
 
El color es, en primer lugar, un atributo o una cualidad de la luz. Luz y 
color son por tanto dos conceptos inseparables. Cuando decimos que 
un objeto “es” de un determinado color, nos referimos al modo en que 
es capaz de modificar esa cualidad cuando refleja o cuando transmite la 
luz. Por ello, para hablar del color, debemos empezar por preguntarnos 
qué es la luz. 
 
 
 
 
 
Llamamos luz a una clase de energía que es capaz de estimular el 
sentido de la visión humana. 
 
De un modo análogo, llamamos “sonido” a las vibraciones materiales 
que son capaces de estimular nuestro sistema auditivo. 
 
El “factor humano” es por tanto fundamental en ambos casos. Las 
unidades que miden la intensidad u otras características de la luz (o del 
sonido) no representan magnitudes físicas fundamentales, sino que 
están “adaptadas” para coincidir en lo posible con nuestras sensaciones. 
A pesar de este empeño, las diferencias fisiológicas, psicológicas, 
circunstanciales y culturales de los seres humanos son inevitables y 
afectan a nuestra percepción tanto de la luz como del sonido. 
 
 
 3
Cada persona percibe la luz y el color de un modo más o menos 
distinto. Para algunos daltónicos, por ejemplo, es imposible distinguir el 
rojo del verde. Tampoco entre personas con visión “normal” habrá 
siempre unanimidad a la hora de valorar si dos colores son o no iguales, 
e incluso la misma persona puede tener opiniones diferentes bajo 
distintas condiciones o con el paso de los años. 
 
Numerosas ilusiones ópticas demuestran que en ocasiones, afectada por 
el entorno y por la experiencia, nuestra visión nos confunde y, en lugar 
de ayudarnos a explorar la realidad, puede alejarnos de ella. La 
apreciación de los colores no es inmune a estos fenómenos. 
 
Como se ve en estos ejemplos, nuestros ojos y nuestro cerebro nos 
hacen creer que perciben los colores “como son”, cuando en realidad los 
“interpretan” siguiendo su propia lógica. 
 
 
 
 
 
 
 
 
En los próximos capítulos profundizaremos en la comprensión de la luz 
y del color, y describiremos los métodos e instrumentos que permiten 
su control y comunicación de un modo objetivo, superando 
ambigüedades, disparidades humanas y diferencias circunstanciales. 
 4
2 EL COLOR Y LA NATURALEZA DE LA LUZ 
 
Las partículas cargadas eléctricamente producen una perturbación u 
onda electromagnética en el espacio cuando se desplazan. A diferencia 
de las ondas responsables del sonido, que avanzan haciendo vibrar la 
materia, el calor irradiado, la luz o las ondas de radio son 
perturbaciones electromagnéticas capaces de atravesar el vacío. Esto 
sucede porque, además de como ondas, se comportan también como 
partículas viajeras capaces de transportar energía de un lugar a otro. 
(Decir que los fotones, las partículas transmisoras de la luz, se 
desplazan en el vacío a la velocidad de la luz parece una redundancia). 
 
Las moléculas en movimiento, con sus cargas eléctricas asimétricas, 
emiten radiación electromagnética. Cuando su energía es relativamente 
baja, decimos que irradian calor. Si aportamos más calor, la temperatura 
aumentará. Esto significa que se incrementará la velocidad de las 
moléculas, la frecuencia de la radiación será mayor y los fotones 
emitidos tendrán mayor energía. A partir de la temperatura de 
incandescencia, las radiaciones se volverán visibles. Después, para 
energías mucho mayores, dejarán de serlo. 
 
Existen, además del calor, otras fuentes de fotones visibles: tubos 
fluorescentes, quimioluminiscencia (provocada por determinadas 
reacciones químicas) o bioluminiscencia (producida por organismos 
vivos: peces, bacterias o luciérnagas). 
 
Dicho lo anterior, la mayor parte de los fenómemos ópticos (reflexión, 
transmisión, difracción, refracción, polarización, interferencia...) se 
estudian considerando el comportamiento ondular de la luz y dejando al 
margen su vertiente discontinua como partícula o corpúsculo (fotón). 
Esto también es cierto cuando nos referimos al color. 
 
Para explicar qué es el color a menudo se recurre a ejemplos. De 
manera inmediata, reconocemos que “verde”, “amarillo”, etc. son 
nombres de colores, o bien son adjetivos que asignados a los objetos 
nos ayudan a identificarlos: “el coche azul”, “la flor violeta”. Pero, ¿cómo 
podríamos explicar el concepto de color a un ciego de nacimiento? Los 
 5
ejemplos mencionados, en este caso, no servirían; así que buscaremos 
ayuda en la analogía con el sonido. 
 
Las ondas sonoras tienen, además de su intensidad, otra característica 
que podemos identificar: su tono. Es decir, su grado de agudeza o de 
gravedad. Esto, por supuesto, depende de la frecuencia de la vibración 
que llega hasta nuestros oídos y, además de ser un matiz fundamental a 
la hora de identificar su causa, es lo que hace posible la música. 
 
 
 
En el caso de la luz, nos encontramos con ondas electromagnéticas que 
poseen asimismo intensidad y frecuencia. Esta frecuencia (a menudo 
expresada por la unidad equivalente “longitud de onda”) es la 
responsable de que exista esa cualidad o “tono” que llamamos “color”. 
 
En el caso de los colores, el tono “más grave” (el de menor frecuencia) 
sería el rojo, mientras que el tono “más agudo” (el de mayor frecuencia) 
sería el violeta. 
 
 
 
Más allá, fuera del espectro visible, quedan las frecuencias infrarroja y 
ultravioleta y, más lejos aún, los rayos X, las microondas, las ondas de 
radio, etc. (Por extensión, a veces se llama “luz” a cualquier radiación 
electromagnética aunque nuestros ojos no puedan detectarla). 
 
El rango de frecuencias que nuestros ojos perciben se corresponde 
aproximadamente con la gama de longitudes de onda que va de los 400 
a los 700nm, siendo nuestra sensibilidad máxima para la luz verde-
amarilla (en el entorno de los 555nm). “Casualmente” estos rangos 
coinciden en lo fundamental con la distribución de las radiaciones 
solares que llegan hasta la Tierra. Dicho de otro modo: nuestro sistema 
de visión está “optimizado” para aprovechar en lo posible las radiaciones 
de nuestra estrella más cercana. 
 6
3 LUZ Y MATERIA 
 
Cuando la luz se encuentra con la materia, se produce uno o varios de 
los siguientes fenómenos: reflexión, transmisión o absorción. 
 
 
En el ejemplo del gráfico de arriba, la luz incidente es parcialmente 
absorbida por el cuerpo (de ahí su cambio de color), así como 
parcialmente reflejada y parcialmente transmitida. Si viésemos con más 
detalle lo que ocurre en realidad con la luz reflejada (algo similar 
ocurruriría para la luz transmitida en un objeto translúcido), nos 
encontraríamos con algo parecido a esto: 
 
 
 
La reflexión especular o “brillo” (con la excepción de algunas superficies 
metálicas o de efectos nacarados) no modifica el color de la fuente. Es la 
porción de luz que “rebota” en la capa externa y retorna al medio de 
origen (con ángulo simétrico a la normal a la superficie). Como su 
nombre sugiere, es propia de los espejos, donde idealmente toda la 
reflexión es de este tipo. 
 7
Cuanto más mate (menos brillante) sea una superficie, más cantidad de 
luz incidente se difuminará en su superficie. Esto corresponde a la 
reflexión superficialdifusa. Con las mismas excepciones mencionadas 
en el párrafo anterior, este tipo de reflexión tampoco modifica el color 
de la luz incidente, tan solo la dispersa. 
 
Es en las capas internas del material donde se producen las absorciones 
y reflexiones que finalmente definen su color. En este caso, la luz vuelve 
a la superficie de modo siempre difuso y, salvo en el caso de un blanco 
ideal, la energía de determinadas longitudes de onda habrá sido total o 
parcialmente absorbida. Es éste, por tanto, el componente que confiere 
“color” al objeto: la reflexión interna. 
 
 
Dado que, como hemos dicho, la luz pentra en el material para ser 
reflejada internamente, si un recubrimento no es lo bastante grueso 
tenderá a “transparentar” el color de las capas inferiores. Para controlar 
la cubrición u opacidad de una determinada capa de pintura se usan 
cartulinas de contraste como la de la ilustración de abajo. 
 
 
 8
4 CABINAS DE LUCES 
 
Para que se verifique el proceso de visión de un objeto hacen falta tres 
actores: la luz, el objeto y el observador. Cada uno de ellos ofrece 
variables que afectan a nuestra percepción del color. 
 
Las variables relacionadas con el observador o persona que observa 
pueden ser tanto fisiológicas como psicológicas, incluyendo la 
predisposición, la fatiga, el entrenamiento, la concentración o la 
experiencia. 
 
Con las cabinas de luces no podemos actuar sobre esas variables que 
afectan al observador. Sin embargo, sí podemos fijar otros parámetros 
con el fin de que el objeto se muestre ante nuestros ojos para su 
examen de una manera óptima y constante. Estos parámetros incluyen 
el tipo de luz (luz día, fluorescente, incandescente), la calidad de la luz 
(uniformidad, intensidad, estabilidad), las condiciones del entorno 
(neutro, limpio, sin brillos), así como la posición del objeto respecto a la 
fuente de luz y respecto al observador. 
 
La “luz día” es normalmente la prioritaria a la hora de comparar colores. 
No sólo representa el tipo de luz más comúnmente utilizado en la vida 
diaria, sino que su espectro contiene “todos los colores” (todas las 
longitudes de onda visibles) con una distribución altamente uniforme, lo 
que permite la correcta apreciación de los colores y sus diferencias. Esto 
se debe, como dijimos, a que nuestra visión está adaptada a la luz del 
día en la superficie terrestre. 
 
 
 
 
 9
El tipo de luz día artificial normalmente utilizado para los ensayos de 
color es el D65 (temperatura de color de 6500K), excepto para la visión 
de muestras de artes gráficas y fotografía, donde se recomienda la luz 
día D50 ó D5000 (5000K). 
 
Otras iluminaciones (incandescente, fluorescente) reproducen 
situaciones reales de la vida cotidiana, pero dejan zonas del espectro 
visible sin iluminar o pobremente iluminadas, por lo que podemos 
obtener conclusiones erróneas si las usamos como fuente prioritaria. 
Iluminaciones distintas pueden llevar a conclusiones muy diferentes y 
hasta opuestas cuando las muestras son “metaméricas”. El ejemplo de la 
ilustración no es exagerado, pueden darse casos semejantes y aún más 
sorprendentes. Una buena igualación de color debe resultar aceptable al 
menos bajo las tres luces principales. 
 
 
 
Las cabinas de luces suelen también incorporar una fuente 
independiente de luz ultravioleta, para la detección y el control de 
blanqueantes ópticos y pigmentos fluorescentes. Estos productos tienen 
la propiedad de reflejar como luz visible radiaciones ultravioleta que son 
invisivbles para nosotros, por lo que la luz parece surgir 
espontáneamente de los objetos. 
 
 
 
 10
5 BRILLÓMETROS 
 
En ocasiones queremos medir el brillo de una superficie con 
independiencia de su color. En este caso no nos interesa le reflexion en 
las capas internas del material, sino la cantidad de luz incidente que es 
reflejada especularmente sobre la superficie. Para ello, se emplean los 
instrumentos llamados brillómetros. Siguiendo las distintas 
recomendaciones y normativas existentes, los instrumentos suelen 
utilizar ángulos de 60º sobre la normal (tanto para luz incidente como, 
simétricamente, para la reflejada). La comparación entre ambas 
intensidades nos dará el valor del brillo. 
 
Existen instrumentos que, además de utilizar ángulos de 60º, pueden 
realizar el ensayo a 20º (recomendado para comparar brillos muy altos) 
o a 85º (recomendado para comparar brillos muy bajos). 
 
 
 
 
 
La figura muestra el esquema básico de funcionamiento de un 
brillómetro de 60º. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 11
6 COLORÍMETROS 
 
Un colorímetro es un instrumento que mide el color. La colorimetría, por 
su parte, es la parte de la óptica que se ocupa del análisis y medición de 
los colores. Existen colorímetros específicamente diseñados y calibrados 
para aplicaciones concretas. Por ejemplo, colorímetros de transmisión 
que, a partir de una muestra líquida con un reactivo, pueden calcular la 
concentración de algún componente químico (colorímetros de cloro, de 
yodo, de amoníaco...). Otros colorímetros se emplean para el ajuste de 
fuentes de luz o para la calibración de monitores. 
 
Aquí, sin embargo, nos referimos a los colorímetros que ofrecen índices 
generales de color para el control de productos opacos, tales como 
pinturas, plásticos, impresos, metales, cerámicas, cosméticos o 
alimentos. 
 
Aunque también los espectrofotómetros sirven para medir colores, el 
nombre “colorímetro” lo reservamos habitualmente para referirnos a los 
colorímetros “triestímulo”. Esto significa que, al contrario que los 
espectrofotómetros, los colorímetros no analizan la luz dividiéndola en 
16 o más componentes, sino que separan de ella sus tres constituyentes 
básicos: el rojo, el verde y el azul. 
 
El ojo humano, cuya sensibilidad los colorímetros tratan de imitar, se 
comporta justo de este modo (gracias a tres tipos de células llamadas 
conos). Todos los colores que vemos se pueden describir cuantificando 
la contribución de estos componentes rojo, verde y azul. 
 
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Las sensibilidades humanas estándar han sido establecidas por la 
Comisión Inernacional de la Iluminación (CIE, por sus siglas en francés), 
inicialmente en 1931 (“observador de 2º, para imágenes que ocupan 
sólo el centro de la retina) y después en 1976 (“observador de 10º”, el 
más utilizado actualmente). Esto define cómo deben ser los filtros y los 
sensores de los colorímetros para separar y cuantificar los 
constituyentes básicos del color. Obtenemos así tres valores, conocidos 
como XYZ, que representan respectivamente los componentes rojo, 
verde y azul. Después, mediante sencillas operaciones matemáticas, el 
instrumento transforma este código inicial en otros más fáciles de 
interpretar para describir el color de los objetos, como el L*a*b*. 
 
 
 
En este código, la L* representa la luminosidad o claridad del color; la a* 
es el componenete rojo (cuando es positiva) o verde (si es negativa); 
mientras que la b* representa el componente amarillo (si es positiva) o 
azul (si es negativa). 
 
En el gráfico aparecen también los códigos C* y h. C* representa el 
“croma” (cantidad, pureza o saturación del color) y h corresponde al 
“tono”, definido como el ángulo (en grados) en la rueda de los colores. 
(C* y h no son más que las coordenadas cilíndricas polares equivalentes 
a las cartesianas a* y b*). 
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(La figura de arriba es una representación en perspectiva de lo que sería 
el espacio tridimensional L*a*b*). 
 
Una vez obtenidos los datos de un color, normalmante nos interesa 
compararlo con otra muestra para evaluar sus diferencias. Si llamamos a 
esas diferencias ∆L*, ∆a* y ∆b* para cada uno de los ejes L*, a* y b*, la 
distancia total entre dos colores vendrá dada por ∆E*, cuya fórmula es 
√√√√[(∆L*)2222+(∆a*)2222+(∆b*)2222]. 
 
Los equipos suelen calcular también otros índices y fórmulas de 
diferenciasde color, aunque son menos utilizados. 
 
Una característica importante a tener en cuenta a la hora de escoger un 
colorímetro es su “geometría” de medición, relacionada con el 
tratamiento del brillo. Dado que esto es común a colorímetros y 
espectrofotómetros, pasamos a detallarlo en el próximo apartado. 
 
 
 
 
 
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7 GEOMETRÍAS DE MEDICIÓN 
 
En el apartado LUZ Y MATERIA comentábamos que, al incidir sobre un 
objeto opaco, una parte de la luz (más cuanto más brillante sea el 
objeto) se refleja superficialmente de modo especular sin modificar su 
color: es lo que constituye el brillo; otra cierta cantidad de luz (más 
cuanto más mate que sea el objeto), se dispersará también 
superficialmente y sin cambio de color: es la reflexión superficial difusa; 
y, por último, las capas internas del material absorberán ciertas 
longitudes de onda y reflejarán otras al exterior, asignando así el “color” 
al objeto: es la reflexión interna. 
 
Dicho esto, parece que si recogemos sólo la luz reflejada internamente, 
tendremos la información más pura y exacta sobre el color. Es lo que 
intentamos cuando, en una inspección visual, buscamos el ángulo o la 
zona de la muestra que nos ofrece menos reflejos. 
 
Éste es también el propósito de los instrumentos con “componente 
especular excluido” (SCE por sus siglas en inglés), como los de 
geometría 45/0: alejar las células fotosensoras del ángulo especular 
para evitar los reflejos de la fuente de luz. 
 
 
 
Sin embargo, esta separación no siempre es posible ni conveniente. 
Imaginemos que la misma pintura o el mismo material de la figura de 
arriba tiene un acabado superficial distinto, bien por diferencias de 
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aplicación o de inyectado, de textura en el sustrato o en el molde, o por 
envejecimiento, rozaduras, huellas, etc. ¿Queremos que estas variables 
afecten a la medición? Si es así, la geometría 45/0 sigue siendo válida y 
en buena medida coincidirá con nuestra apreciación visual. 
 
En el caso de una superficie mate, el ángulo especular estará menos 
definido, y buena parte de la reflexión superficial se difuminará sobre la 
superficie, confundiéndose con la reflexión interna. 
 
 
 
 
Precisamente porque intenta separarlo, la lectura del color con 
geometría 45/0 estará de este modo afectada por el brillo de la 
superficie, y las superficies mates de un mismo material resultarán más 
apasteladas o lechosas que las brillantes. Por eso está recomendada 
para armonizar colores de materiales con distintas texturas (tapicerías 
con muebles lacados o con salpicaderos de vehículos), para señales de 
tráfico (por simular las condiciones reales), para comparar muestras que 
se diferencien mejor con luz direccional que con luz difusa, o bien para 
medir cualquier material siempre que el brillo sea constante. 
 
Por el contrario, si queremos integrar “toda” la luz reflejada en la 
medición (es decir, la reflexión superficial -especular y difusa- más la 
reflexión interna), de modo que el resultado sea repetitivo y 
representativo del material con independencia de su nivel de brillo, la 
geometría recomendada es la d/8. 
 
 
 
 16
 
En la geometría d/8, la luz no incide directamente sobre la muestra, 
sino sobre las paredes blancas de una “esfera integradora”. Esta esfera 
se encarga de reflejar internamente la luz hasta hacerla incidir 
difusamente sobre la muestra desde todas las direcciones posibles, 
como la luz diurna en un día nublado. La reflexión difusa de la muestra 
-superficial e interna- llegará a la célula detectora, situada cuasi 
perpendicularmente a la misma (a 8º de la normal). 
 
 
 
También el haz de luz que salga desde un ángulo de 8º simétrico al del 
detector, cuyo reflejo corresponde a la reflexión especular, llegará hasta 
dicho detector. Por tanto, la geometría d/8 de la figura es del tipo 
“componente especular incluido” (SCI por sus siglas en inglés). Así, el 
acabado superficial de un material no influirá en la lectura de su color. 
 
Para excluir el brillo de la medida y aproximarnos a las lecturas que 
obtendríamos con la geometría 45/0, puede abrirse un orificio en la 
esfera, justo en la posición de la que saldría el haz especular. Hay 
instrumentos que permiten abrir o cerrar dicho orificio para seleccionar 
el modo deseado (“trampa SCI / SCE” en la figura de arriba). 
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8 ILUMINANTES 
 
Los iluminantes son luces teóricas ideales que representan fuentes de 
luz reales (naturales o artificiales) de uso cotidiano. Se especifican 
mediante curvas o tablas de valores y tienen la propiedad de ser, al 
contrario que las luces reales, constantes. 
 
La luz día D65 representa el “promedio de luz diurna en el hemisferio 
norte” y está definida por una serie de parámetros que corresponden a 
la intensidad relativa de su radiación (o, más estrictamente, de la 
irradiancia que llega a una superficie) para cada longitud de onda 
visible. Ésta es normalmente la luz primaria para cualquier ensayo de 
color y, a diferencia de la luz natural, no depende de la hora del día ni 
de la estación del año, ni de la altitud, la latitud o la meteorología. 
 
 
 
 
 
 
Mientras que las cabinas de luces y los colorímetros tratan de 
aproximarse en lo posible a las condiciones de esta curva cuando 
seleccionamos la luz D65, los espectrofotómetros, como veremos, 
tienen los valores teóricos en su memoria y los utilizan de un modo 
totalmente riguroso. 
 
Existen otros iluminantes normalizados (normalmente definidos por la 
comisión CIE): aparte de la luz día D65 (o la D50 que se utiliza en artes 
gráficas), los más utilizados son el A y el F11. 
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El iluminante A coresponde a una lámpara incandescente de filamento 
de tungsteno (bombilla doméstica), mientras que el iluminante F11 
coincide con la curva media del tubo fluorescente Philips TL-84 (luz de 
tienda). Las gráficas de abajo son una aproximación a sus respectivas 
distribuciones espectrales. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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9 ESPECTROFOTÓMETROS 
 
Los espectrofotómetros, como su nombre indica, son instrumentos que 
miden espectros de luz. Para medir el color de una superficie, en primer 
lugar descomponen la luz reflejada en al menos 16 bandas de 
frecuencia (y comparan cada intensidad con la correspondiente de la luz 
emitida por la lámpara). El espectro de reflectancia obtenido permitirá 
calcular el color del objeto bajo distintas condiciones seleccionables. 
 
 
 
 
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También los especrofotómetros, como los colorímetros triestímulo, 
pueden ser de geometría 45/0 o d/8 (esta última con las opciones SCI o 
SCE). 
 
Los espectrofotómetros guardan en su memoria los espectros 
característicos de diferentes iluminantes, así como los factores que 
definen las sensibilidades de los observadores estándar (de 2º o de 10º). 
La integración de todos estos factores (reflectancia de la muestra, 
iluminante escogido y observador estándar) nos da como resultado unos 
índices de color como los ya conocidos: XYZ o L*a*b*, pero obtenidos 
ahora de un modo más riguroso y con más opciones seleccionables. 
 
Otro fenómeno que los espectrofotómetros pueden controlar es el de la 
metamería o metamerismo, mencionado en el capítulo de las cabinas de 
luz. Imaginemos dos curvas de reflectancia como éstas, corespondientes 
a dos objetos distintos: 
 
 
 
Iluminados ambos objetos por una fuente de luz con cierta uniformidad, 
como la del iluminante D65, vemos que en promedio la luz reflejada en 
las zonas azul, verde y roja (las áreas barridas) no son muy distintas 
para cada curva, y el producto de estos factores por los 
correspondientes a las sensibilidades XYZ puede indicar que los colores 
son similares, quizá idénticos, para la luz del día. 
 
 
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Veamos ahora qué ocurre si estos mismos objetos, caracerizados por las 
mimas curvas de reflectancia, se iluminan con un fluorescente tipo F11: 
 
 
 
 
En este caso quizá noexista diferencia en la zona azul (ambas curvas 
coinciden justo en el pico de emisión de la fuente en esta zona), y el 
valor de Z sea de nuevo similar. En cambio, el pico de mayor energía se 
da a una longitud de onda de la zona verde-amarilla en la que la curva 2 
refleja más que la curva 1, lo que afectará sobre todo al valor de Y. 
Además, el pico en la zona roja será reflejado en mayor medida por la 
curva 1, y por tanto su valor de X será mayor. Como consecuencia para 
esta luz, a diferencia de lo que ocurría para la luz día D65, el objeto 1 se 
verá más rojo, mientras que el objeto 2 se verá más verde. 
 
Este fenómeno puede producirse cuando ambos colores están 
formulados con pigmentos de características difererentes, y no cuando 
las diferencias de formulación son sólo cuantitativas. Los 
espectrofotómetros suelen incluir en su software el cálculo del “índice 
de metamería” para valorar este efecto al comparar dos colores. 
 
Otra función de los espectrofotómetros es la conexión con programas 
de formulación automática de colores. En este caso, el instrumento se 
encarga de leer las curvas que el software utiliza para calibrar los 
pigmentos, y más tarde lee los patrones para el cálculo de las fórmulas.

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