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Dialnet-LaFotografiaUrbanaEnLaGeografiaEspanola-2585377

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I NICIALMENTE motivadas por la atención creciente
mostrada por instancias oficiales y profesionales ha-
cia la fotografía urbana1, tanto en su vertiente artística
como en la documental (MUSEO NACIONAL CENTRO DE
ARTE REINA SOFÍA, 2003; PHOTOESPAÑA, 2005;
Ería, 73-74 (2007), págs. 213-235
ELIA CANOSA ZAMORA, ÁNGELA GARCÍA CARBALLO Y ESTER SÁEZ POMBO
Departamento de Geografía. Universidad Autónoma de Madrid
La fotografía urbana en la geografía española
1 Las exposiciones y publicaciones sobre fotografía urbana se han multipli-
cado en los últimos años. En Barcelona, la Fundación Antoni Tàpies ha desarro-
llado recientemente una amplia labor en este sentido, con varias exposiciones
centradas en la transformación de la ciudad. Con otra orientación, pero igual-
mente basada en la proyección cultural de la fotografía, la Comunidad de Ma-
drid ha invitado, bajo el eslogan «Tus fotos cuentan mucho», a participar en la
creación de su archivo fotográfico, donde la ciudad tiene una presencia lógica-
mente notable (http://www.madrid.org/archivofotografico/). Como reflejo de es-
ta atención generalizada a la fotografía ha aumentado el valor de las colecciones
de estas imágenes en los museos de las ciudades españolas, en sus salas perma-
nentes, sus depósitos y en exposiciones ocasionales.
RESUMEN
El principal objetivo de esta investigación es averiguar el signifi-
cado que la fotografía urbana ha tenido en los estudios de los geógra-
fos españoles realizados en el período entre 1940 y 1975. Durante esa
etapa, el análisis de la morfología urbana y el paisaje fueron los te-
mas centrales en los trabajos de geografía urbana. Por otro lado, se
trata de identificar las posibles estrategias iconográficas, intereses y
estéticas particulares en la disciplina geográfica. La finalidad es refle-
xionar sobre la representación urbana de los geógrafos a través tanto
del análisis de fotografías como de los textos que las acompañan.
RÉSUMÉ
La photographie urbaine dans le géographie espagnole.- Le
principal objectif de cette recherche est examiner la signification que
la photographie urbaine a eu dans les études des géographes espag-
nols effectués dans la période entre 1940 et 1975. Pendant cette éta-
pe, l'analyse de la morphologie urbaine et le paysage ont été les su-
jets centraux dans les travaux de géographie urbaine. D'autre part, il
s'agit d'identifier les possibles stratégies iconographiques, les in-
térêts et esthétiques particuliers dans la discipline géographique. Le
but est réfléchir sur la représentation urbaine des géographes en par-
tant tant du l'analyse de photographies comme des textes qui les ac-
compagnent.
ABSTRACT
The urban photography in the spanish geography.- The main ob-
jective of this research is to find out the potentialities that the urban
photography has had in the studies that the spanish geographers ca-
rried out in the period between 1940 and 1975. During that period, the
analysis of the urban morphology and the landscape were the central
subjects in urban geography studies. On the other hand, it is about
identifying the possible particular iconography strategies, interests and
aesthetics in the geographic discipline. The aim of this research is also
to reflect on the urban representation of the geographers analyzing not
only the photographies but also the texts that accompany them.
Palabras clave / Mots clé / Key words
Fotografía urbana, paisaje urbano, morfología urbana, pie de fo-
tografía.
Photographie urbaine, paysage urbain, morphologie urbain, lé-
gende.
Urban photography, urban landscape, urban morphology, caption.
214 E R Í A
FUNDACIÓN CULTURAL COAM, 2005; BORJA-VILLEL et
al., 1997; MUSEO MUNICIPAL DE MADRID, 2007), pensa-
mos que sería interesante una introspección sobre su pa-
pel en el quehacer de los geógrafos que tienen la ciudad
como objeto de investigación. En paralelo, la renovada
reivindicación del paisaje en la geografía española, tam-
bién notable en temas urbanos (ZOIDO NARANJO, 1989 y
2000; VILAGRASA, 1991; TROITIÑO, 1998; CAPEL, 2002;
MAS HERNÁNDEZ, 2004; NOGUÉ I FONT, 2007) nos im-
pulsó a reflexionar sobre la posible confluencia lógica
entre ambas cuestiones. La intencionalidad que subyace
en toda fotografía, su capacidad evocadora y su valor in-
discutible como instrumento y como fuente de investi-
gación, parecen activos suficientes para su utilización
informada en los estudios de geografía urbana.
Los recientes trabajos sobre las posibilidades de tra-
tamiento y representación del paisaje constituyeron tam-
bién importantes estímulos para el planteamiento de este
análisis. Una síntesis significativa aparece recogida en
el libro editado por Nicolás Ortega Cantero (2006), cen-
trado en el tratamiento de las
«imágenes modernas del paisaje —tanto las de índole carto-
gráfica, gráfica y fotográfica, las más utilizadas en el campo de la
geografía, como las que proceden de la literatura y de la pintura, y
las que se hallan relacionadas con la práctica del turismo y del ex-
cursionismo—, delimitando, en cada caso, las claves de su con-
formación y sus rasgos más significativos».
La escasa reflexión teórica de la geografía española,
tantas veces lamentada, tiene en este aspecto concreto un
reflejo radical. Sólo la fotografía aérea y las más moder-
nas imágenes por satélite han merecido la atención por-
menorizada de los geógrafos que han escrito sobre sus
potencialidades para los estudios urbanos. En este senti-
do, Felipe Fernández García (2000) ha recogido las apli-
caciones de la fotografía aérea en los estudios del paisa-
je, incluidos los urbanos, donde pone de manifiesto la
importancia de esta práctica. En cambio, la tradicional
fotografía terrestre, estrechamente unida al trabajo de
campo y a la publicación de los resultados, no ha mereci-
do ninguna referencia específica. La bibliografía men-
cionada permite corroborar esa ausencia entre los espe-
cialistas en la ciudad. Incluso en el temprano e innovador
curso, dirigido en 1987 por Troitiño (1988) sobre el aná-
lisis de los espacios urbanos, ni siquiera se menciona, ni
colateralmente junto a otros recursos, este otro tipo de
imágenes. En los instrumentos y fuentes básicas para el
estudio de la ciudad se tratan, sin embargo, por parte de
distintos autores, mapas y planos, fuentes estadísticas,
registrales o notariales, fotografía aérea y otros medios
considerados esenciales para «proporcionar métodos,
técnicas e instrumentos y fuentes básicas para el análisis
urbano» (TROITIÑO, 1988, pág. 209). Como excepción
hay que destacar las indicaciones realizadas por Capel
(2002, pág. 68 y 2004, pág. 2) sobre la utilidad de las fo-
tografías terrestres aunque exclusivamente como fuente
de investigación, para el análisis de la «morfología del
paisaje». En esta vertiente, valora su contribución a par-
tir del siglo XIX para configurar «tipos fácilmente reco-
nocibles», paisajes urbanos específicos que se reconocen
y pueden interpretarse. Este interés se tradujo, durante el
desarrollo del V Coloquio Internacional de Geocrítica de
2003, en la celebración de un concurso de fotografía en-
tre los participantes: Visiones y miradas de la vivienda
urbana, con un valor simbólico más que de contenido
para la disciplina. López Rodríguez (2003), en el texto
introductorio a la exposición, señala, excepcionalmente,
el valor fundamental de la fotografía, que obtiene «un
registro simultáneo tanto de una realidad exterior como
interior, una realidad objetiva y subjetiva».
En contraste con la falta de atención de la geografía
española a la imagen fotográfica, los trabajos de Didier
Mendibil (1999, 2005 y 2006) en Francia han mostrado
una línea fecunda de investigación. La difusión de la fo-
tografía en el primer tercio del siglo XX permitió a los
geógrafos franceses, en palabras de Mendibil (2006,
pág. 149) un enfoque «sistematizado para los paisajes y
sus representaciones». El análisis metódico de sus obras
entre 1850 y 1990 le ha permitido diferenciar «estrate-
gias iconotextuales» (uniendo la fotografía al textoque
suele incorporar al pie) asociadas a figuras y períodos
que resultan muy reveladoras de intereses y opciones
muy contrastadas.
En este contexto, nos planteamos esta investigación
con el doble objetivo de sistematizar las potencialidades
de la fotografía urbana, a través del análisis de su utili-
zación en los trabajos de los geógrafos españoles y, en
paralelo, individualizar esfuerzos, propósitos, estéticas y
talentos en el ámbito de nuestra disciplina. En definiti-
va, reflexionar sobre nuestra propia representación de la
ciudad, sobre las imágenes creadas y seleccionadas por
los geógrafos como complemento de sus discursos. Lle-
gamos incluso a concebir la posibilidad de establecer su
valor como colección: conseguir un repertorio coherente
de fotografías de calidad sobre las ciudades españolas
realizadas por especialistas y claramente interpretables,
ya que a través de sus escritos conocemos su relación
con el mundo observado.
El período acotado, entre 1940 y 1975, cuando la
geografía urbana comienza su andadura, debía resultar
especialmente sugerente. En él coinciden grandes maes-
LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 215
tros con discípulos aventajados y un esquema de investi-
gación en desarrollo, con algunos contrastes, pero relati-
vamente homogéneo, en el que están presentes la mor-
fología y el paisaje y, en esta medida, la imagen de la
ciudad que es captada y mostrada a través de las foto-
grafías. Éstas, junto a dibujos o planos, traducen la mi-
rada del geógrafo y transmiten fácilmente la realidad
«subjetivada», cargada de contenido, que podemos con-
siderar como paisaje.
Las expectativas creadas por los antecedentes de es-
tudios franceses, en cuyo análisis se pudo contar con re-
flexiones específicas de las principales figuras en torno a
la fotografía e incluso con comentarios cruzados sobre su
empleo con estilos y finalidades distintas, han sido mati-
zadas por las limitaciones de los documentos inventaria-
dos para este trabajo. La penuria económica en la que se
desenvolvían las publicaciones de la época, la mala cali-
dad de las reproducciones, reconocida por los editores de
la principal revista del momento, Estudios Geográficos2,
pudo condicionar el material aportado por los autores
como complemento de sus textos. Mientras que planos y
dibujos aparecían nítidos en el artículo, las fotografías se
oscurecían y apenas mostraban contrastes. Así pues, el
desencanto relativo que transmiten algunas conclusiones
de este estudio es reflejo de las carencias en el manejo
de la fotografía por parte de los geógrafos españoles y
debe ser entendido en el marco de estas restricciones.
Este escenario peculiar refuerza el valor de las apor-
taciones singulares. Hay fotografías magníficas, en oca-
siones apoyadas en textos precisos y sugerentes en los
pies que las acompañan. Por lo tanto, destacar las posi-
bilidades de la fotografía apuntadas por algunos autores
y avanzar en las prácticas de algunos maestros de la dis-
ciplina, se han convertido finalmente en los resultados
más relevantes de este estudio.
I
EL INVENTARIO FOTOGRÁFICO
El análisis reposa en la sistematización de las foto-
grafías incluidas en los artículos sobre temas urbanos
publicados entre 1940 y 1975 en las dos revistas de geo-
grafía más relevantes de la época: Estudios Geográficos,
publicada desde 1940, y Geographica cuya trayectoria
se inicia en 1954, aunque estuvo interrumpida cinco
años entre 1966 y 1970. Ambas fueron inicialmente edi-
tadas por el Consejo Superior de Investigaciones Cientí-
ficas (CSIC), la primera dependiente del Instituto Juan
Sebastián Elcano, en Madrid, y la segunda, con mayor
presupuesto, en una primera etapa como sección del Ins-
tituto en Zaragoza y luego del Departamento de Geogra-
fía Aplicada del CSIC, también en esta ciudad. En su se-
gunda época, tras el traslado de su director José Manuel
Casas Torres a Madrid al obtener en 1966 su segunda
cátedra, fue reiniciada en el nuevo Instituto de Geogra-
fía Aplicada, dentro del Patronato Alonso de Herrera del
CSIC en Madrid. En realidad, hasta los años sesenta del
siglo pasado, cuando aparecen otras revistas vinculadas
a los departamentos de universidades como Valencia, en
1960, Murcia o Barcelona, en 1969 (RÍO; 1975, pág.
1.039), Estudios Geográficos y Geographica fueron las
únicas referencias en el panorama geográfico español. A
ellas debían recurrir los investigadores para presentar
sus trabajos y los especialistas para conocer las noveda-
des. Sin embargo, fuera del círculo de los propios geó-
grafos, poco reconocidos incluso por otras disciplinas
afines, su difusión fue probablemente escasa. Tanto la
influencia social como, desde luego, su capacidad de
proyectar, a través de las fotografías, una representación
simbólica de la ciudad en sus habitantes fue inexistente.
En todo caso, su ascendiente en el colectivo de geógra-
fos debió ser rotundo.
Como sistema de organización de la información se
ha elaborado una base de datos, siguiendo el método de
Mendibil, ya mencionado, que incluye dos ficheros, uno
con los datos referidos a cada uno de los artículos, espe-
cificando el autor, el tema tratado (monografía sobre
ciudad o barrio, red urbana etc), el número de imágenes,
el orden en el que se insertan en el texto, si tienen o no
pies, etc. El otro, más complejo, incorpora datos de cada
una de las fotos inventariadas ordenados en bloques. En
primer lugar, identificación de la fotografía: artículo de
referencia, autoría, año, ciudad que representa y lugar
exacto. En segundo lugar, recoge información de carác-
ter técnico como la perspectiva, el encuadre o la calidad.
En tercero, se especifica el tejido urbano captado y los
elementos incluidos, entre otros: edificios residenciales,
monumentos, viales, vehículos, gente. Por último, se
dispone la información referida al pie de la fotografía: el
propio texto y su clasificación atendiendo, por un lado,
a la manera en que expone el contenido de la imagen y,
2 José Antonio de Zulueta, secretario de la revista Estudios Geográficos en
la década de los sesenta que mantuvo una estrecha vinculación antes y después
con ella, señaló en conversaciones con las autoras que la composición del papel
de la publicación, uno de los más baratos del mercado, no permitió una repro-
ducción digna de las fotografías hasta 1970, cuando fue sustituido por otro de ti-
po cuché de calidad superior. Un cambio previo del soporte físico de la revista,
ya hecho en 1946, no supuso, sin embargo, variaciones apreciables en el número
o tipo de fotografías aportadas por los geógrafos.
216 E R Í A
por otro, al posible significado introducido a través, so-
bre todo, de adjetivos y otros mecanismos de valo-
ración. Este esfuerzo sistematizador facilita la cuanti-
ficación y el establecimiento de relaciones entre los
diversos aspectos contemplados que permiten y fortale-
cen el análisis posterior, basado necesariamente en apre-
ciaciones muy subjetivas.
Para el período estudiado se han identificado (Cua-
dro I) un total de 74 artículos (51 en Estudios Geográfi-
cos y 23 en Geographica), de los que sólo 42 incluyen
fotografías (31 en la primera revista y sólo 11 en la
segunda). En general, los estudios más teóricos no in-
cluyen fotos (hay 13 generales sobre ciudad y otros 3
sobre redes urbanas), pero no hay razones para no ha-
berlas introducido en algunas monografías como las de
Medina del Campo, Vitoria o La Laguna o trabajos so-
bre barrios como el madrileño de Fuencarral. De hecho,
algunos autores ilustran sus artículos indistintamente:
Escudero Solano, que no presenta imágenes en su estu-
dio de Medina del Campo (1965) sí lo hace en su traba-
jo sobre Hortaleza (1955) y Casas Torres que no inclu-
ye imágenes en un artículo general (1957) ofrece nada
menos que 45 en los otros tres inventariados, uno de
ellos, también de carácter general sobre las cabeceras
de comarca (1973). Hasta 1965 puede pensarse en las
dificultades para disponer de cámara de fotos o incluso
en el coste excesivo de las reproducciones paraexplicar
la escasez de fotografías. A partir de entonces, pudiera
vincularse más al inicio del desinterés por la morfolo-
gía frente a nuevos asuntos como los transportes o las
redes urbanas.
En definitiva, si bien la presencia relativa de fotos,
en relación al total de artículos sobre la ciudad, dismi-
nuye en el tiempo conforme cambian los temas ana-
lizados, el número medio de imágenes en los que sí
incorporan fotografías, junto a otro material gráfico,
aumenta. En esta medida, aún sin manifestaciones ex-
presas de los autores sobre su interés, es patente la co-
nexión entre análisis morfológico y fotografía, en un
momento en que se superan las limitaciones iniciales
para la difusión de máquinas fotográficas asequibles a
un público amplio. En más de dos tercios de las 38 mo-
nografías de ciudades y barrios inventariadas, temas
dominantes frente a otras cuestiones hasta 1965 (25
hasta esa fecha y sólo 12 posteriores), aparecen foto-
grafías. No obstante, sólo un 36% de los artículos dedi-
cados a redes urbanas, ciudad y región o cuestiones
sectoriales, como la vivienda, el comercio o el tráfico,
del total de 36 restantes, concentrados sobre todo en el
último período (24 desde 1965, frente a sólo 11 en los
años previos), recurren a ellas.
El panorama urbano recogido en las investigaciones
con fotografías de estos 35 años no es muy contrastado.
Con un número apreciable de imágenes, dominan en
número las pequeñas ciudades, abarcables en estudios
unitarios, que constituyeron generalmente memorias de
licenciatura o tesis doctorales (Fig. 1). No es ninguna
novedad señalar que en España no hubo un proyecto de
estudios urbanos coherente y continuado en el tiempo,
de hecho abunda el artículo coyuntural, en correspon-
dencia casi perfecta con el lugar de titulación universi-
taria, los destinos docentes o las trayectorias personales.
Manuel de Terán inició sus estudios sobre Calata-
yud, Daroca y Albarracín en 1930 cuando obtuvo la cá-
tedra de enseñanza media en la primera ciudad (GÓMEZ
MENDOZA; 2004, pág. 13). El núcleo de Sigüenza sería
objeto de ulteriores investigaciones del autor aprove-
chando sus estancias en el que era el tradicional «lugar
de veraneo de antiguos institucionistas» (QUIRÓS LINA-
RES; 2004, pág. 181). Por último, en Madrid, donde al-
canzó la cátedra universitaria en 1950, centraría el resto
de sus trabajos. Fue allí donde se planteó, dada la en-
vergadura de la ciudad, su análisis a partir de estudios
de fragmentos ejemplares que debían abordar sus discí-
CUADRO I. Datos básicos del inventario
1940-1950 1951-1965 1966-1975
Estudios Estudios Estudios
Geográficos Geográficos Geographica Total Geográficos Geographica Total Total
Artículos 5 21 12 33 25 11 36 74
Artículos con fotos 4 15 5 20 12 6 18 42
Nº de fotografías 57 110 40 150 70 86 156 363
Nº de pies de foto 50 110 40 150 69 86 155 355
Fuente: Inventario fotográfico (1940-1975).
LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 217
pulos en las tesis o tesinas, implantadas en 1953. Si-
guiendo a Quirós (2004, pág. 183) conocemos que el
proyecto quedó inconcluso por diversas razones, entre
las que apunta
«la falta en aquellos años de un grupo de colaboradores sufi-
cientemente amplio, la carencia de medios y la rápida transfor-
mación de las ciudades».
A pesar de ello, el balance de las aportaciones sobre
la capital y sus contornos sobresale del conjunto de las
demás contribuciones en la Península, más aisladas en-
tre sí. Hay que destacar también, la manifestación del
sesgo social en la aproximación a la realidad urbana del
momento, tantas veces señalado como signo distintivo
del grupo, en la selección de los ámbitos de estudio. Se
eligen preferentemente los suburbios y municipios
obreros de la periferia madrileña, sobre los que conta-
mos con una visión más completa.
El área levantina, con cuatro ciudades analizadas, es
otro gran ámbito fotografiado. De nuevo, la oportuni-
dad preside esta secuencia. Joaquín Bosque fue nom-
brado en 1950, con anterioridad a sus cargos en Grana-
da y Madrid (CARRERAS I VERDAGUER; 2002, pág. 418),
Catedrático de la Escuela de Comercio de Cartagena,
ciudad sobre la cual publica un análisis geográfico
(1949). Carmen Llorca Vilaplana, que encauzaría su
trayectoria posterior hacia la investigación histórica y
hacia la política, estudió en la Universidad de Madrid y
orienta uno de sus primeros trabajos hacia su lugar de
nacimiento, Alcoy (1951). Bajo la orientación de Anto-
nio López Gómez, discípulo de Terán y catedrático de
geografía en Valencia desde 1956 hasta 1969 cuando se
traslada a Madrid, los valencianos Burriel de Orueta y
Pérez Puchal estudian Castellón de la Plana (1971) y
Peñíscola (1970) respectivamente (MARÍAS, 2004).
Por último, el tercer gran bloque de artículos corres-
ponde al sector septentrional, entre Zaragoza y Vizca-
ya, donde centran sus estudios Casas Torres, catedráti-
co de la Universidad de Zaragoza entre 1944 y 1966, y
sus discípulos. Su inclinación hacia los estudios de re-
des urbanas en una primera época hace que apenas apa-
rezcan imágenes, presentes en las publicaciones referi-
das a la ciudad donde imparte su docencia.
Es imposible, por lo tanto, obtener un cuadro, ni tan
siquiera un esbozo, del espacio urbano español. Apenas
es factible, a través de los textos, acercarse a la dinámi-
ca urbana de la época, especialmente afectada por el
despegue industrial y los importantes cambios asocia-
dos al desarrollismo. Por ende, a partir de las imágenes
tampoco se obtiene un catálogo amplio de sus paisajes.
Pese a estas limitaciones, es posible abordar la inten-
cionalidad de los autores, sus estrategias fotográficas,
fueran o no conscientes, y los resultados obtenidos.
II
LA DIRECCIÓN DE LA MIRADA. PAISAJES Y
ESCENARIOS URBANOS
Durante el primer decenio analizado, el objetivo de
las fotografías y su secuencia se adaptan perfectamente
al esquema interpretativo clásico recogido de la geogra-
fía francesa. Así, como ya señaló Rafael Mas Hernán-
dez (1989, pág. 6), se suceden las vistas de la ciudad,
del entorno natural, de zonas urbanas y finalmente de-
talles de calles y edificios, obtenidas desde una atalaya
y «pie en tierra».
Aún una década después, con pocas variaciones,
salvo en el número de instantáneas, las imágenes si-
guen la misma secuencia, sin desviaciones notables en
las monografías sobre ciudades. La modernización del
método, con claras repercusiones en el contenido de los
trabajos, sobre todo en cuanto a la paulatina incorpora-
ción de fuentes históricas y estadísticas, mantiene sin
sustanciales modificaciones el esquema general y, en
FIG. 1. Ciudades fotografiadas. Entre paréntesis aparece el núme-
ro de imágenes (no se han incluido 5 fotografías de ciudades locali-
zadas fuera de España además de otras 13 sin identificar que segu-
ramente también corresponden a otros países). Fuente: Inventario
fotográfico (1940-1975).
218 E R Í A
esta medida, su apoyo fotográfico. Se percibe la pérdi-
da de protagonismo de los factores físicos de la locali-
zación urbana, traducido en un paulatino cambio en el
encuadre de las vistas generales. El entorno rural, mien-
tras, sigue retratado como ejemplo de pervivencia o co-
mo límite urbano.
En realidad, las panorámicas y los perfiles, despoja-
dos de su determinismo físico, son representaciones
constantes en los estudios de la ciudad. Al margen de la
introducción de fotografías aéreas generales que permi-
ten una visión global de la ciudad y su estructura, ini-
ciada en 1952 por García Fernández para el caso de Al-
calá de Henares y generalizada como práctica a partir
de 1960 (Getafe, Leganés, Hernani, Peñíscola, los mu-
nicipios de Noreste de Madrid y Castellón de la Plana),
en la práctica totalidad de los estudios de ciudades apa-
recen vistas, al menos parciales, que muestran el paisa-
je urbano.
En la distancia media y en la lejana se mueven muy
bien los geógrafos. Un 17% de todas las instantáneas
han sido sacadas desde puntos elevados, donde se apre-
cian áreas amplias (Fig. 2). Este tipode fotografías re-
sulta relevante por estar presente en dos tercios de los
artículos de ciudades. Sólo han prescindido de ellas
Quirós (1960) en Getafe, Benito Arranz (1959 y 1961)
por partida doble, en Leganés y Venta de Baños, y Bu-
rriel de Orueta (1971) en Castellón de la Plana, casi con
certeza por la ausencia de elevaciones apropiadas, ya
que los tres autores las suplen con fotografías aéreas,
salvo Benito Arranz, en el caso de Venta de Baños, lu-
gar para el que sólo introduce detalles de calles o edifi-
cios singulares.
Siempre desde la subjetividad que caracteriza este
tipo de apreciaciones, hay que destacar que los resulta-
dos globales son más que aceptables. El porcentaje de
fotos buenas y excelentes sobre el total de fotografías
terrestres hechas a distancia media y lejana, un 67%,
supera ligeramente el 62% alcanzado por las realizadas
a corta distancia (Cuadro II).
La incorporación más relevante, a finales de los
años cincuenta del siglo pasado, el estudio de barrios,
aporta algunos cambios, sobre todo centrados en un
mayor protagonismo de la calle y la edificación, que
exigen un punto de vista más cercano en su fotografía.
En esos años, sólo Terán (1961) y Castro (1961) en sus
estudios sobre Madrid de las calles de Alcalá y Toledo
el primero y el barrio de El Pozo el segundo, incluyen
fotografías aéreas. Los restantes trabajos se centran en
imágenes parciales de las zonas analizadas. Ya no hay
paisajes, en su acepción tradicional, sólo se retratan
construcciones que podrían ser, incluso, fácilmente in-
tercambiables entre todos los barrios contemplados.
Aparte de las monografías, el tránsito de 1960 a
1975, con la incorporación de estudios temáticos y de
redes o áreas de influencia, lleva aparejado una clara
ruptura entre estos dos últimos tipos. Mientras los pri-
meros insisten en los planos cercanos y de detalle, los
segundos, presentes sólo en Geographica, retoman en
buena lógica las vistas y los puntos de vista medios.
Dos artículos publicados por Ferrer Regalés y Precedo
Ledo (1971) y Casas Torres (1973) con fotografías a
color, son ejemplares de estas prácticas. El trabajo de
Ferrer Regalés aporta cuatro fotos aéreas oblicuas ad-
quiridas a la empresa F.O.A.T. que demuestran, además
de una elevada calidad y belleza, la mayor solvencia
económica de la revista. En el estudio de Casas Torres,
las tres instantáneas, realizadas también a color por el
autor desde distintas atalayas, poseen igualmente cali-
dad y encanto. El conocimiento de las zonas que tradu-
CUADRO II. Punto de vista y calidad de las fotografías
Fotografía terrestre
Fotografía aérea Punto de vista lejano y medio (vistas) Punto de vista cercano Total
Calidad de las fotografías Total % Total % Total % Total %
Excelentes 0 0,0 6 9,8 40 15,6 46 12,7
Buenas 27 60,0 35 57,4 120 46,7 182 50,1
Correctas 16 35,6 20 32,8 84 32,7 120 33,1
Malas 2 4,4 0 0,0 13 5,1 15 4,1
TOTAL 45 100,0 61 100,0 257 100,0 363 100,0
Fuente: Inventario fotográfico (1940-1975).
LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 219
cen estas últimas, con encuadres muy conseguidos y
perspectivas muy cuidadas, nos trasladan a los primeros
paisajes retratados con esmero en los años cuarenta.
La predilección por el medio natural que se aprecia
en los primeros geógrafos que llevan a cabo estudios de
ciudades, muchos de los cuales acabarán centrando su
investigación posterior en el medio rural o físico, tiene
como máximo exponente la abundancia de fotografías
sin huellas de urbanización. Se trata, como ya se ha
mencionado, tanto de imágenes de los alrededores in-
mediatos que clarifican aspectos de su emplazamiento,
como detalles que materializan las pervivencias de otra
realidad distinta a la urbana: fuentes de agua, fincas ga-
naderas, campiñas, ruinas de antiguas edificaciones
simbólicas o emplazamiento del núcleo primigenio,
luego abandonado.
Junto a la relevancia de las vistas en el quehacer
geográfico, otro aspecto destacable es la selección de
ámbitos, del que resulta un predominio nítido del casco
antiguo. La profusión de estudios sobre ciudades de ta-
maño reducido, con pocas transformaciones desde épo-
ca casi medieval, explica esta preeminencia que, por
otra parte, también está vinculada al embelesamiento
que producen los paisajes cargados de historia (Cuadro
III). El 47% de las fotografías incluidas en las mono-
grafías de ciudades están dedicadas al casco, pero ade-
más otro 15% se trata de panorámicas que recogen fun-
damentalmente este lugar. Prescindiendo de casi una
cuarta parte de imágenes que reflejan el entorno rural o
natural inmediato, resta sólo un 24% de fotografías de-
dicadas a otros espacios construidos. Como ejemplo,
García Fernández (1952) destina 18 de las 21 fotos de
Alcalá de Henares a la ciudad medieval; menos cauti-
vados por la herencia histórica, Martín Galindo (1957)
sólo introduce 6 de 10 en León y Pérez Puchal (1970) 4
de 8 para Peñíscola.
La significativa presencia de imágenes de cascos
antiguos, unida al valor cultural y estético que poseen
esos espacios, elevan el total de fotografías clasificadas
como excelentes dentro del grupo: 26 de las 46 imáge-
nes de ese ámbito. Lienzos de muralla, calles quebra-
das, soportales o una arquitectura elaborada se prestan
a la imaginación, la creatividad y la experiencia visual
del geógrafo, que aprovecha además el poder evocador
de escenarios reconocibles recurriendo a estrategias di-
versas (Fig. 2). En ese sentido, los ángulos de las to-
mas, con picados originales, acentúan el efecto expresi-
vo del espacio urbano. Bosque Maurel (1949) emplea
reproducciones de obras de profesionales de la fotogra-
fía y utiliza tres magníficas fotos de Casaú del centro
de Cartagena. Terán (1961) acude a los iconos urbanos
y fotografía los tramos más conocidos de la calle Tole-
do: en su confluencia con la plaza Mayor, escenario
consagrado por su reiteración desde finales del siglo
XIX, y con la Puerta del mismo nombre al fondo. Para
la calle Alcalá, utiliza dos espléndidas reproducciones
de Alfonso, el fotógrafo más reconocido de la ciudad
en aquel momento. Navarro Ferrer (1962), en Zarago-
za, emplea instantáneas de hasta ocho autores distintos,
incluyendo al propio Casas Torres, que aporta la mayor
FIG. 2. Los cascos antiguos. Vista de Calatayud (TERÁN, 1942) y Plaza Mayor de Alcalá de Henares (GARCÍA FERNÁNDEZ, 1952).
220 E R Í A
cantidad, y colegas como Floristán o Ferrer Regalés,
además de profesionales del medio como Martínez de
la Valle o Arribas.
Las zonas de vivienda popular, los suburbios histó-
ricos o los nuevos polígonos tienen, por el contrario,
una representación más reducida fruto, sobre todo, de la
atención dispensada por los discípulos de Terán. El
grueso corresponde a los estudios de barrios de la peri-
feria madrileña como Cuatro Caminos (MARTÍNEZ DE
PISÓN, 1964), Doña Carlota (VALENZUELA RUBIO, 1969)
o Vicálvaro (PÉREZ-CRESPO, 1969) a los que hay que
añadir las pequeñas ciudades inmediatas como Getafe
(QUIRÓS, 1956) o Torrejón de Ardoz (ORIVE ARENAZA,
1957). Más allá de la capital española, sólo en cinco
ciudades (Zaragoza, Castellón, León, Hernani y Venta
de Baños) aparece fotografiado este ámbito, donde se
alojaba el mayor porcentaje de población y se exten-
dían los problemas (Fig. 3). El conjunto de imágenes ha
dejado constancia de paisajes tristes y semi-rurales,
donde los matices son poco perceptibles. La ausencia
de estas instantáneas es sobre todo notable en artículos
de Cartagena (BOSQUE MAUREL, 1949), Alcalá de He-
nares (GARCÍA FERNÁNDEZ, 1952) y Alcoy (LLORCA VI-
LAPLANA, 1951), ciudades donde la habitación popular
debía tener una presencia relevante. La calidad de la
mayor parte de las fotografías de estos últimos autores,
especialmente cuidadosos en su tratamiento, parece
mostrar una tendencia estética que prima las caracterís-
ticas constructivas en la valoración de los paisajes urba-
nos que por ello merecen ser retratados, frente a una
falta de reconocimiento de la carga afectiva que poseen
los espacios cotidianos, donde semueve una propor-
ción sustancial de los habitantes.
Tampoco la sensibilidad hacia el peldaño más bajo
de la escala social, que debía recurrir directamente a la
infravivienda como primer albergue en las ciudades es-
pañolas, ha tenido reflejo en las fotografías. La serie de
fotos sobre la vivienda y los núcleos más precarios es
muy reducida. La excepción más notable corresponde a
las 6 imágenes aportadas por Gómez Rodríguez (1970)
en su estudio sobre la Cañada de Puente Duero en Va-
lladolid. Las restantes son exponentes aislados: en Ca-
latayud, Terán (1942) capta no sólo el detalle de la vi-
vienda troglodita, que puede estar revestido de cierto
romanticismo, sino también las poco más o menos que
chabolas levantadas en lo alto de la calle de la Rúa.
Bosque Maurel (1949) sólo retrata el barrio troglodita
del Castillo de Moros en Cartagena y Burriel de Orueta
(1971) la barriada gitana en Castellón de la Plana. El
Pozo del Tío Raimundo, uno de los principales núcleos
chabolistas de Madrid, apenas puede percibirse en la
única foto aérea, vertical y a escala muy reducida, que
Castro (1961) incluye en su artículo.
El resto de las barriadas populares fotografiadas
presentan un aspecto más consolidado, con edificios de
autoconstrucción blanqueados y de apariencia sólida.
La tendencia a buscar el equilibrio y la belleza, aunque
sean relativos, está presente incluso en estos casos. Pe-
se a ser documentos en blanco y negro, apenas reflejan
dramatismo. De la misma manera que en los textos pa-
rece haber, hasta los años setenta, algún tipo de auto-
censura (MAS HERNÁNDEZ; 1989, pág. 174) que limita
CUADRO III. Tramas urbanas plasmadas en las fotografías (número de fotos según orientación del artículo)
Contenido del artículo
Trama urbana en fotografías Ciudad Barrio Temático Redes y regiones urbanas General y otros Total
Varias 29 6 6 10 14 65
Casco antiguo 93 13 28 3 17 154
Industria 12 2 14
Infravivienda 4 6 3 13
Suburbio y polígonos populares 17 15 6 11 49
Áreas residenciales burguesas
(ensanche, ciudad jardín y polígonos) 5 1 4 5 15
Otras (áreas comerciales, feriales,
infraestructuras etc) 9 6 2 17
Ninguna 29 1 3 1 2 36
TOTAL 198 44 53 14 54 363
Fuente: Inventario fotográfico (1940-1975).
LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 221
las manifestaciones políticas y su análisis, las fotogra-
fías están desprovistas de crítica y pocas veces se utili-
zan recursos para dotarlas de fuerza expresiva.
Como justificación de equilibrio, hay que recalcar
que tampoco los barrios burgueses, más allá de las zo-
nas de calidad en los cascos antiguos, han merecido un
enfoque privilegiado. Con carácter exclusivo sólo apa-
recen 15 instantáneas, casi todas imágenes de los En-
sanches de Madrid, Zaragoza y León. Dos fotografías
de la colonia unifamiliar El Viso junto a otras tres de
las nuevas zonas al Norte de la Castellana en Madrid
(CASAS TORRES y BODEGA FERNÁNDEZ, 1974), comple-
tan el panorama. Parece deducirse que la opción mayo-
ritaria tomada en las ciudades españolas para la resi-
dencia de las clases más acomodadas, los ensanches
con viviendas en altura, no ha seducido especialmente a
los autores. Ciertos tópicos, como la aversión estética
hacia la regularidad de la cuadrícula que dota a estas
áreas de cierta monotonía y uniformidad, parecen haber
estado vigentes.
Aún en menor proporción se encuentran los paisajes
industriales, una de las novedades, sin embargo, más
relevantes de la dinámica urbana del momento. Sólo 14
registros de 8 ciudades, apenas pinceladas de un fenó-
meno no sólo de gran importancia económica sino tam-
bién de fuerte impacto territorial. Cuatro de esas foto-
grafías son de Puertollano (QUIRÓS, 1956), que cuenta
con uno de los mejores reportajes, mientras Castellón
(BURRIEL DE ORUETA, 1971) sólo tiene una o Cartagena
(BOSQUE MAUREL, 1949) dos. Resultan, además, repre-
sentaciones duras, con encuadres frontales desde puntos
de vista cercanos. Son espacios vacíos, sin gente ni ve-
hículos, en los que se aprecia la pobreza de infraestruc-
turas y su carácter invasor del entorno urbano, que que-
da fuera del campo fotografiado.
Las imágenes se prestan bien, incluso por su omi-
sión, a tergiversaciones o ambigüedades. Las únicas dos
fotografías seleccionadas por Llorca Vilaplana (1951)
de Alcoy, con un contenido estrictamente industrial,
consiguen transmitir una visión sesgada, romántica de
la industrialización en la ciudad: en una de ellas, en la
lejanía, los edificios industriales, apenas perceptibles,
siguen las revueltas del río, en la otra, a muy poca dis-
tancia, se aprecian claramente los detalles de una anti-
gua rueda hidráulica. Menos marcada en el caso de Car-
tagena (BOSQUE MAUREL, 1949) por la mayor cercanía
de la panorámica de la bahía donde se sitúa el Arsenal y
las factorías, también resulta curiosa la intención que
parece deducirse del contraste involuntario que se reali-
za entre las otras dos fotografías añadidas: una fábrica
de productos químicos y una vieja carpintería de ribera.
El espacio público, por su parte, no tiene un trata-
miento individualizado más allá de las plazas mayores,
siempre presentes en las monografías junto a los pa-
seos, si fueron trazados, como iconos que permiten
identificar las ciudades. No falta la plaza del Ayunta-
miento de Atienza, Vicálvaro, Sigüenza, Alcoy o Carta-
gena, la plaza de Aragón de Zaragoza, la de Cervantes
de Alcalá de Henares o el Paseo del Rey, enmarcado
por las filas de palmeras, en Cartagena.
Los geógrafos no se han visto atraídos por los otros
espacios abiertos, los parques o las plazas fuera de las
zonas centrales que, aunque carentes de pintoresquismo
FIG. 3. El suburbio histórico. Cuatro Caminos en Madrid (MARTÍNEZ DE PISÓN, 1964) y León (MARTÍN GALINDO, 1957).
222 E R Í A
o encanto convencional, reflejan mejor que otros ámbi-
tos «el uso y la estima que de la ciudad le dan y tienen
sus habitantes» (MAS HERNÁNDEZ; 2004, pág. 223).
Tampoco fueron apreciados esos lugares desde una
perspectiva crítica, como reflejo de las contradicciones
entre constructores, poderes públicos y ciudadanos.
III
GENTE EN LA CIUDAD
Seguramente con la voluntad de mostrar la morfolo-
gía o el detalle de la estructura urbana con mayor niti-
dez, los geógrafos no suelen incluir en sus fotografías a
los habitantes de la ciudad, a las personas que se mue-
ven por sus calles o descansan en las plazas y los par-
ques. Su ausencia no puede ser casual. Resulta lógico
que se haya seleccionado una hora determinada, por
ejemplo al mediodía, incluso un día concreto como el
domingo o se haya optado por una espera incierta para
eludir la presencia de la gente. En la medida en que, a
pesar de estas exigencias, es una omisión mayoritaria,
parece que no se ha querido dejar constancia del uso
real del espacio, ni de la identificación entre la ciudad y
sus moradores.
Podemos considerar su omisión como una virtud.
Como un buen detective, el geógrafo se concentra en la
«escena del crimen». Ésta, como escribió Walter Benja-
mín (2004), aparece
«desierta, es fotografiada con el fin de determinar las prue-
bas. Las fotografías se convierten en pruebas estándar de los su-
cesos históricos y adquieren un significado político oculto».
Calles solitarias, plazas sin niños, transmiten por
otro lado una cierta inquietud por su irrealidad, difícil-
mente compensada por la claridad del trazado del eje
viario, el detalle del empedrado o la continuidad de las
fachadas, objetivos principales de las imágenes.
En última instancia, tal como se responden Borja y
Muxi (2003, pág. 25) a la pregunta retórica sobre la
definición básica de la ciudad, ésta es ante todo un «lu-
gar con mucha gente». El recurso, como principio de
su argumento, a la pregunta de Cortázar sobre ¿qué es
un puente? y su respuesta: «una persona atravesando el
puente», esclarecen la contradicción máxima del
empeño fotográfico de los geógrafos. Dos instantáneas
similares (Fig. 4) sobre sendos puentes en Ciudad
Rodrigo (RODRÍGUEZ ARZÚA, 1963) y León (MARTÍN
GALINDO, 1957) transmiten,por la presencia o ausen-
cia de personas cruzándolos, impresiones opuestas: de
aislamiento o comunicación, de dinamismo o quietud y
abandono. No hay nada más triste y perturbador que
un puente vacío. Quizás una sucesión de calles y pla-
zas sin gente.
Sólo el 35% de las fotos (123 de 363) incluyen per-
sonas. Captan sobre todo las zonas residenciales (104
del total) y en menor medida las calles o plazas de
áreas comerciales u oficinas. En general, se trata de ins-
tantáneas tomadas en el casco antiguo o los arrabales,
lógicamente porque este ámbito es dominante en todo
el período analizado. Fuera de este límite, es interesante
señalar que en las zonas estrictamente populares, ya sea
en el suburbio histórico, en los polígonos más recientes
o incluso en barrios de infravivienda, su presencia se
FIG. 4. La ciudad y la gente. Puentes en Ciudad Rodrigo (RODRÍGUEZ ARZÚA, 1963) y en León (MARTÍN GALINDO, 1957).
LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 223
impone, llegando a aparecer en la mitad de todas las fo-
tografías de este tipo: 24 de 48. Por el contrario, en los
espacios de calidad, como en los Ensanches, la ciudad
jardín o junto a los monumentos, la deshumanización es
patente: sólo 3 de las 15 fotos de las áreas de calidad y
9 de las 35 imágenes con edificios emblemáticos intro-
ducen individuos. En una estrategia que han empleado
algunos artistas como Paul Graham (FUNDACIÓN TELE-
FÓNICA, 2004), los barrios pobres y degradados, a través
de la incorporación de personas, se tratan con una dul-
zura de la que, para insistir en el contraste, carece la re-
presentación de los ámbitos de mayor calidad, donde se
emplean planos cercanos más centrados y desaparece el
elemento humano. Casas Torres, junto a Bodega Fer-
nández (1974), parece buscar una reacción de este tipo:
emociones encontradas ligadas a paisajes urbanos
opuestos en la serie de fotografías que ilustran uno de
sus estudios sobre Madrid (Fig. 5). Mientras las zonas
de calidad permanecen vacías, en los barrios populares
aparecen retratados hombres y mujeres. Pero aquí la
carga política que contienen las fotografías es otra: el
bullicio que insinúan encubre la pobreza de esas áreas,
y el detalle de las personas la precariedad del espacio
construido donde habitan.
Interpretaciones aparte, las cifras totales quizá re-
flejen, mediante la incorporación de la gente al paisaje
urbano, la mayor preocupación social que se acusa a
partir de la década de los cincuenta. Y eso que la pobla-
ción urbana, el «paisanaje», como señala Rafael Mas
(2004, pág. 207) era objeto de una atención especial en
las investigaciones geográficas y «tuvo un lugar propio
en la consideración final del paisaje de la ciudad». Su
tratamiento se realizó prioritariamente, en los años ini-
ciales, a través de descripciones textuales casi impre-
sionistas, como ha indicado el mismo Mas (1989, pág.
170), fruto del «sistemático callejeo de la ciudad» que
pocos años más tarde sería complementado (en ocasio-
nes sustituido) por el empleo de estadísticas demográ-
ficas. Ese reconocimiento del contenido social y eco-
nómico del lugar a través, entre otros indicios, de la
imagen de sus habitantes no ha quedado plasmado, por
contra, en las fotografías. Sólo algunos «guiños» a los
lectores han materializado la observación continua a la
que fueron sometidas las ciudades analizadas. López
Gómez (1967) incluye una imagen de la plaza Mayor
de Atienza con una pareja de individuos vestidos según
la usanza tradicional que, rememorando los grabados
clásicos de paisajes y tipos humanos característicos,
nos permite aún ahora sentir el peso de la tradición y el
retraso real de la pequeñas ciudades en la España de la
época. Con un sentido crítico claro, Quirós (1960) a
través de su fotografía de una calle de Getafe por la que
avanzan en bicicleta hombres con aspecto humilde, nos
participa de la lejanía del lugar de trabajo respecto a los
espacios de residencia popular, la pobreza de los obre-
ros y, en general, de las dificultades económicas de
aquel tiempo. En este caso el pie de foto: «Hacia las
ocho de la mañana, nutridos grupos de obreros acuden,
en moto o bicicleta, a las fábricas de la estación de Ali-
cante» es imprescindible para entender el mensaje de la
imagen (Fig. 6).
Frente a estos ejemplos, extraña que figuras como
Bosque (1949), cuya prosa sintetiza la actividad econó-
mica de la ciudad de Cartagena a través de la descrip-
ción de los oficios y profesiones que evidencian los ha-
bitantes que caminan por sus calles y es, además, uno
de los geógrafos que más proporción de fotografías con
gente realiza, apenas refleje en ellas la diversidad o los
FIG. 5. Contraste entre zona residencial de calidad y vivienda popular. Mirasierra y Embajadores en Madrid (CASAS TORRES y BODEGA, 1974).
224 E R Í A
contrastes sociales. En el texto de su artículo los grupos
sociales enlazan, como señales, con las funciones urba-
nas. Destacan, entre otros los militares que dan «impor-
tancia y rango a las callejuelas tortuosas y estrechas» y,
en el otro extremo, los obreros y cargadores del muelle,
«que atraviesan la ciudad desde el cinturón suburbano»
(Ibíd., pág. 588). Su frase «tras el paisaje humano, el
verdaderamente urbano», con la que finaliza el aparta-
do de «estructura y ambiente», dentro del «paisaje ur-
bano», poco antes de comenzar los otros epígrafes dedi-
cados a la ciudad y sus alrededores, manifiesta la
disociación entre ambos elementos que muestran sus
fotografías.
Otra vertiente interesante es la excelente calidad
media de las fotografías de la ciudad con gente. Recor-
dando que la subjetividad preside, como ya señalamos,
este tipo de apreciaciones, los resultados son llamati-
vos: de las 182 fotografías evaluadas como buenas, 65
(el 37%) son con gente y del total de imágenes con gen-
te el 52% se han considerado buenas Aún más especta-
cular es la relación que se alcanza con la calificación de
excelente: de esta forma hemos distinguido como tales
26 fotografías, más de la mitad de las 46 fotografías
mejor valoradas.
Son además fotos que crean atmósfera, logran trans-
mitir el ambiente, el «aire» de la ciudad. Indudablemen-
te no es sólo por la presencia de gente. Se trata de com-
posiciones con encuadres subjetivadores o mixtos (a la
par), con perspectivas muy logradas a base de primeros
planos, en general marcados por las personas, y fondos
construidos hacia donde se dirige la mirada del lector
mediante las líneas dibujadas por las calles. Lo que de-
muestran las cifras es que la atmósfera de la ciudad di-
fícilmente se consigue sin gente ya que únicamente 5
instantáneas lo han logrado sin su presencia y de ellas
en dos casos3, mediante un perro dormido en la calle o
con la ropa tendida en las ventanas, la relación con los
habitantes es directa y se transmite la conciencia de es-
tar ante espacios impresionados por la vida urbana.
Cabe destacar las diferentes estrategias de los geó-
grafos que incluyen a las personas en sus fotografías, en
concreto 24 autores del total de 35. Algo más de la mi-
tad lo hacen de forma ocasional y solamente son 10 los
autores que, con casi la mitad de todas sus imágenes
con gente cubren el 40% de éstas. Montesinos (1961),
Martínez de Pisón (1964) y Escudero Solano (1955) a
pesar de incorporar pocas fotografías en sus estudios,
en la mitad o más de los casos retratan habitantes de la
ciudad. Por otro lado, están aquellos geógrafos que te-
niendo un número significativo de fotografías en sus ar-
tículos, en ellas raramente aparecen personas, así Terán
(1942, 1946 y 1961), Llorca Vilaplana (1951), Benito
Arranz (1959 y 1961), Quirós (1956 y 1960), Pérez Pu-
chal (1970), Valenzuela Rubio (1974), Torrego Serrano
(1974) y Crespo Jordán (1974). De otra parte, con un
conjunto de imágenes más que aceptable en sus estu-
dios, están los autores que bien por la temática que tra-
tan o por otras razones imprecisas, hacen del recurso de
la gente en la fotografía una práctica habitual. Entre es-
tos últimos cabría señalar a Bosque Maurel (1949), Ca-FIG. 6. Contenido social de la ciudad. Atienza (LÓPEZ GÓMEZ, 1967) y Getafe (QUIRÓS, 1960).
3 Se trata de dos fotografías realizadas por López Gómez en Atienza para
su artículo publicado en Estudios Geográficos en 1967.
LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 225
sas Torres y Bodega Fernández (1974), García Fernán-
dez (1952), Orive Arenaza (1957), López Gómez
(1967), Martín Galindo (1957), Rodríguez Arzúa (1963
y 1968), Burriel de Orueta (1971), Navarro Ferrer
(1962) y Campos Romero (1974).
Finalmente, concluimos que si bien la incorpora-
ción de personas en la composición de las fotografías
no es una condición sine qua non para lograr un docu-
mento de calidad, se observa cierta correlación entre
aquellos autores con una cifra destacada de imágenes
catalogadas como buenas y excelentes y los que son
prolijos en instantáneas que contienen la representa-
ción del paisanaje urbano.
IV
MÁS ALLÁ DE LA IMAGEN. EL PODER DE LA
PALABRA
Casi tan relevante como la propia imagen, el texto al
pie de la fotografía dirige la mirada del lector en el re-
conocimiento del lugar o su entorno y, más aún, orienta
su entendimiento y sus emociones.
La clasificación de los pies de las fotografías se ha
realizado atendiendo a los dos contenidos básicos que,
según Mendibil (1999)4, pueden diferenciarse en ellos:
por un lado, la referencia a los elementos escogidos, es
decir, estrictamente la manera en que enuncian o deta-
llan el contenido de la foto a través del texto y, de otro
lado, el significado o la connotación que, en ocasiones,
añaden al documento para guiar la percepción.
La Figura 7 recoge la clasificación cruzada de los
textos de los pies según el contenido reflejado y el sig-
nificado introducido. Los resultados reflejan la ausencia
de una atención especial de los geógrafos hacia el re-
curso del escrito que acompaña las fotografías. Casi la
mitad de las anotaciones, un 40%, sólo identifican el
ámbito fotografiado y no aportan ningún tipo de valora-
ción adicional. Las cifras absolutas (Cuadro IV) insis-
ten en esta pobreza y en el desinterés por inducir signi-
ficados particularmente sugerentes: 227 pies de los 355
analizados, más del 60%, no adjetivan ni valoran lo re-
presentado en la imagen y sólo 133, un 37%, añaden al-
gún tipo de información adicional a la simple localiza-
ción de la instantánea.
La brevedad del texto y la ausencia de efectos lite-
rarios mostrada en los abundantes pies identificativos
sin connotación alguna, confinan a la fotografía al pa-
pel de ilustración de hechos o procesos desentrañados
en otros lugares (Fig. 8). El lector rápido del artículo
debe recurrir a su propio conocimiento para enfrentar-
se a la polisemia de las imágenes. Ante esta opción,
dominante también en las obras de los geógrafos fran-
ceses de mediados del siglo pasado, Mendibil (2006,
CUADRO IV. Clasificación de los textos de los pies de fotografía según el contenido reflejado y el significado introducido
Significado
Ninguno Expresivo Valorativo Retórico Total
Contenido Nº % sobre total Nº % sobre total Nº % sobre total Nº % sobre total Nº % sobre total
Descriptivo 19 5,4 10 2,8 7 2,0 7 2,0 43 12,1
Identificativo 142 40,0 3 0,8 0 0,0 3 0,8 148 41,7
Informativo 54 15,2 29 8,2 33 9,3 17 4,8 133 37,5
Selectivo 12 3,4 4 1,1 3 0,8 2 0,6 21 5,9
Abstracto 0 0,0 6 1,7 3 0,8 1 0,3 10 2,8
TOTAL 227 63,9 52 14,6 46 13,0 30 8,5 355 100,0
Fuente: Inventario fotográfico (1940-1975).
4 Se han modificado sustancialmente las categorías establecidas por Men-
dibil en su investigación, excesivamente complejas y poco adecuadas para el
marco más concreto de la ciudad. El autor clasifica la manera de exponer el con-
tenido de la fotografía, a través del texto del pie correspondiente, en 5 tipos:
enumeración, inducción, generalización, selección y transposición, que han sido
sustituidos o reformulados en su totalidad. Por otro lado, apunta otras 5 «estrate-
gias textuales» para añadir al pie de la fotografía un significado adicional: des-
criptiva, interpretativa, explicativa, simbólica y retórica, que resultan excesiva-
mente prolijas. Así, se redujeron a cuatro y se incluyó una categoría («ninguna»)
para catalogar los textos más parcos que no mostraran valoraciones, juicios ni
cualquier otro tipo de expresión connotadora.
226 E R Í A
pág. 189) señala que: «la designación objetiva de lo vi-
sible es la única ambición de los geógrafos y sin duda
su principal defecto».
La sobriedad de los comentarios sería entonces el
resultado de una decisión consciente del autor, vincula-
da al entendimiento del discurso y del razonamiento
geográfico, en cuyo caso la imagen, a diferencia del
croquis o el plano, sólo ilustra sin instruir. También esa
parquedad puede ser, seguramente en igual proporción,
producto de cierta desidia o incluso desconocimiento
de las potencialidades del recurso. La consecuencia, en
definitiva, es la reducción de la capacidad expresiva de
la fotografía que minimiza la posibilidad de adscribir
formas o paisajes a ideas concretas, más allá de la ima-
ginería tradicional que haya imbuido en su formación a
los geógrafos.
Entrando en el comentario de la clasificación de los
textos, el tipo de pie informativo, al margen de que el
autor haya adjetivado o valorado el comentario, es el
reflejo del interés del geógrafo por exponer aspectos
fundamentales que a lo largo de su artículo cuentan
con un tratamiento de detalle. De esta forma, la foto-
grafía adquiere un valor añadido como índice o síntesis
de la obra, además de complemento gráfico expresivo.
Dado que los pies de foto, por razones editoriales, apa-
recen en su mayoría formando un bloque unido a la
imagen, esta función introductoria o incluso parcial-
mente sustitutiva al propio texto del trabajo, puede ad-
quirir más relevancia que la auxiliar para la que fueron
incluidos.
Resulta muy sugerente que el grueso de los comen-
tarios clasificados como informativos se concentre en
FIG. 7. Categorías de clasificación de los textos al pie de las fotografías (2 criterios:
LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 227
la década comprendida entre 1946 y 19665, cuando el
afinamiento del método geográfico está en sus comien-
zos y la trascendencia otorgada a la observación directa
está en equilibrio con la atribuida al trabajo en los ar-
chivos, sistemático únicamente en la última década.
Las indicaciones contenidas en los pies, que dirigen
por tanto la reflexión del lector a partir de la fotografía,
se centran en los tres objetivos fundamentales de los es-
tudios urbanos. En primer lugar, un tercio de los pies
aportan información sobre el uso y las funciones de las
calles o edificios concretos fotografiados. Los más es-
cuetos, una cuarta parte del total, sin apreciaciones de
ninguna clase, señalan el «uso comercial» de un puerto,
el destino para «ferroviarios» de un conjunto de vivien-
das o la instalación de un grupo determinado, «artistas
pintores», en una calle6. En un nivel superior, otra cuar-
ta parte de casos introducen expresividad o valoración,
sobre todo, mediante adjetivos que amplían, precisan,
complementan o cuantifican las categorías a las que se
exposición del contenido y significado añadido). Fuente: Inventario fotográfico (1940-1975).
6 El binomio formado por textos de contenido informativo que no introdu-
cen ningún significado o valoración, suma 20 registros, sobre los 44 pies infor-
mativos clasificados. Los ejemplos seleccionados corresponden a los pie de fo-
tografía: «El muelle comercial del puerto en plena actividad» en Bosque Maurel
(1949); «Calle de Frontera de Haro. Bloque de viviendas para ferroviarios» en
Benito Arranz (1959); y «San Cayetano, la calle de los artistas pintores» en
Campos Romero (1974).
5 Casi un 70% del total de los pies de fotografía informativos aparecen en-
tre 1946 y 1966. La mayor concentración se produce entre 1951 y 1965, cuando
representan el 48%.
228 E R Í A
refieren, por ejemplo: la «posición primordial» de la
Unión Española de Explosivos en Cartagena, el carácter
de «eje orgánico»asumido por la calle-carretera de José
Antonio y Primero de Junio en Venta de Baños o la fun-
ción relevante, como «centro vital», que tiene la Aveni-
da Madrid en el barrio de las Delicias de Zaragoza7.
La interpretación que puede añadirse mediante el
texto a la fotografía permite establecer la relación entre
la forma (trazado de la calle o altura de los edificios) y
la función, ajustándose al enfoque metodológico domi-
nante. El contenido morfológico de la imagen cobra
verdadero significado en la traducción de las funciones
que aporta el pie. En este sentido, el apoyo mutuo de
texto y figura permite introducir además el plantea-
miento histórico, comprobando las respuestas morfoló-
gicas a los cambios funcionales. Martín Galindo es uno
de los autores que emplea esta fórmula con especial
acierto. Las 10 fotografías que incluye en su artículo so-
bre León (1957), de una calidad sobresaliente, están
glosadas con textos de tipo informativo, siempre carga-
dos de significación, dedicados tanto a la estructura del
plano, como a los edificios o a las funciones. Sobre este
último aspecto, que tratamos a continuación, las obser-
vaciones realizadas sobre la calle Canóniga permiten
enlazar su trayectoria histórica con su situación actual:
«vieja calle solitaria paralela a la muralla romana (…) casi
toda ella residencia de los señores canónigos. Muchas de sus ca-
sas apenas han sufrido modificaciones (las de dos plantas). Al-
gunas han sido derribadas para dar paso al nuevo colegio de
monjas que se ve en el centro izquierda de la foto. Al fondo la
catedral».
Los contrastes de morfología mostrados en las imá-
genes adquieren mayor sentido con los textos que desta-
can la ruptura entre los usos tradicionales del suelo, vin-
culados al pasado rural de los núcleos, y los nuevos
destinos propios de su presente urbano. En la periferia,
la transición es muy rotunda, como enfatizan Benito
Arranz (1959) en Venta de Baños, donde el «futuro»
del núcleo se percibe en la «fricción» mostrada por «las
modernas construcciones» que lindan «con un rústico
palomar (semiderruido) y con tierras de labor converti-
das en solares para edificación» y Valenzuela Rubio
(1969) en Moratalaz (Madrid), que utiliza la oposición
entre el «bloque central moderno y el huerto residual»
al describir la ocupación de la antigua dehesa.
En segundo lugar, se sitúan los textos dedicados,
con un enfoque claramente morfológico, a la organiza-
ción del espacio y el plano. Se han inventariado hasta
36 pies cuyos discursos hacen referencia a la localiza-
ción del ámbito concreto fotografiado en el plano de la
ciudad o, cuando se trata de vistas y fotos aéreas verti-
cales u oblicuas, a la estructura e hitos que se distinguen
en su interior. Hay que valorar este esfuerzo explicativo
en la medida en que prima, como se ha destacado ya, en
los pies de fotografías la simple identificación del lugar
sin observaciones adicionales (142 sobre los 363 regis-
tros inventariados).
Quirós (1960), en su artículo sobre Getafe, condensa
la metamorfosis que está experimentando el núcleo a
través de los detalles señalados en la fotografía aérea
colocada al principio de la serie de instantáneas. Las re-
ferencias a la «vitalidad» de las calles centrales (infor-
mación adicional a la propia foto), la individualización
de la industria y los equipamientos educativos frente a
la «escasa altura» que mantienen los edificios, dibujan
los contrastes característicos de la transición entre el
mundo rural y el urbano.
Más ambiguo, Bosque Maurel (1949) simplemente
señala la posición de la calle fotografiada en el plano de
Cartagena, sin valoraciones añadidas: «Las calles de La
Serreta y Gilabert antes de la cortadura que las pone en
relación con el puerto». Este tipo de pie, con un conte-
nido informativo (existencia de una conexión de la calle
con el puerto) que no introduce significado adicional al-
guno, alcanza la mitad de los incluidos en el grupo (13
de 36 pies). En contraste, de nuevo Martín Galindo
(1957) nos ilustra sobre las posibilidades explicativas
abiertas con el texto al pie de una fotografía de la calle
de la Independencia:
«en la desembocadura a la plaza de Santo Domingo. A la
derecha de la fotografía, la calle de Ordoño II. Al fondo uno de
los torreones de la “Cerca Nueva” medieval. Esta calle fue el ex-
terior de la cerca; más tarde, carretera. Ahora es una calle céntri-
ca con comercio, restaurantes y un cine».
La posición relativa de la calle ha ido cambiando
con el transcurso del tiempo hasta llegar a la centralidad
del momento entonces presente.
En tercer lugar, en consonancia con las preocupacio-
nes básicas de este tipo de análisis urbanos, la glosa de
la composición arquitectónica, los materiales emplea-
dos o los estilos artísticos en los monumentos, domina
en 31 pies de fotos, un número muy similar al especifi-
cado para la temática anterior. El dominio de los estilos,
los elementos constitutivos de iglesias y palacios, de las
7 En el inventario se han catalogado 20 pies de fotografía como informati-
vos y además expresivos o valorativos. Las citas se refieren a los trabajos de
Bosque Maurel (1949), Benito Arranz (1959) y Navarro Ferrer (1962).
LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 229
instalaciones militares o incluso de la maquinaria de an-
tiguos molinos, en general la cultura humanística más
amplia poseída por gran número de los geógrafos que
podríamos englobar como clásicos, les permite apuntar
con facilidad acotaciones sobre estos elementos. Dos
tercios de estos textos son expresivos o valorativos,
prueba de la sensibilidad de los autores hacia el compo-
nente artístico o histórico de ciertos lugares de la ciudad
y de su interés, muy tradicional, por el detalle de la pro-
pia construcción de los edificios.
García Fernández (1952) es representativo del inte-
rés por el análisis arquitectónico, que se manifiesta en 5
fotografías de su artículo sobre Alcalá de Henares (10
en total), cuyos textos hacen hincapié en los estilos do-
minantes en el sector más antiguo de la ciudad. En uno
de ellos aborda la fisonomía de la calle de Roma:
«Trazada en el siglo XVI pero con edificios en su mayor
parte del siglo XVII. Las sobrias líneas de arquitectura herreriana
y las torres enchapiteladas hacen de ella la más típica de la ciu-
dad universitaria»;
y comenta los rasgos de la calle Mayor:
«las columnas de finales del siglo XV alternan con los pila-
res del siglo XVII; forman los soportales, tan típicos de toda ciu-
dad castellana».
Uno de sus discípulos, Gómez Rodríguez (1970), se
distingue por el cuidado en revelar la tipología y los ma-
teriales de construcción, en este caso de las viviendas
marginales de la Cañada de Puente Duero en Valladolid.
En sucesivos pies menciona el predominio de «materia-
les de deshecho» o de «ladrillo prensado». En un tercer
texto sintetiza los rasgos extremos:
«Tipo degradado (vivienda de la derecha). A su lado, algo
casi ineludible en la Cañada, la presencia del corral y la utiliza-
ción del adobe como material de construcción».
El entorno de las ciudades, su emplazamiento, es in-
terpretado y comentado por 10 pies de tipo informativo.
Lorca Villaplana (1951) aprovecha la oportunidad para
aludir en un texto cargado de sentido, junto a otros
asuntos, a las pérdidas patrimoniales ocurridas durante
la guerra civil, cuando la ciudad quedó bajo control re-
publicano:
«Una vista de Alcoy. Al fondo el Monte San Cristóbal con su
ermita y la monumental cruz, construida en hierro y desaparecida
durante la revolución. Una vez más puede observarse el contraste
entre las áridas montañas y los oasis de espléndida vegetación».
El contrapunto lo ofrece el párrafo preciso, pero sin
otras valoraciones, de López Gómez (1967) sobre la vis-
ta incluida de Atienza:
«En primer término, campo abierto de “La Bragadera”. Al
fondo, izquierda, Cerro del Padastro; derecha, Cerro del Castillo,
con dos escarpes calizos y la Villa al pie».
Distintos en su temática, resultan los textos centra-
dos en los fragmentos del mundo ruralque todavía exis-
tían en los bordes urbanos. En las 7 notas así clasifica-
das, domina la simple referencia a los aprovechamientos
agrarios subsistentes, como las realizadas por Taltavull
Estrada (1963) para Hernani, aunque utilice para ello
composiciones artificiosas, como el retrato fotográfico
bucólico y un pie sobrio que aclara el sentido de la mis-
ma foto:
«Casero de 80 años con su nieto. Puede apreciarse la cose-
cha de maíz a punto de recolectarse. Al fondo, el caserío en for-
ma de casa bloque».
FIG. 8. Pies de fotografías escuetos, sin interpretaciones ni valoraciones de los autores. Tipos identificativo (Béjar, RODRÍGUEZ ARZÚA, 1968)
y descriptivo (Torrejón de Ardoz, ORIVE, 1957).
230 E R Í A
El último tema diferenciado, el origen de la ciudad
(5 textos), convoca, en mucha menor medida, la aten-
ción de este gran grupo de pies de foto inventariados
como informativos. En este caso, los datos aportados
son indispensables para entender correctamente la ima-
gen que acompañan. Terán (1946), Bosque Maurel
(1949), García Fernández (1952) y Benito Arranz
(1959), atentos al detalle sobre la fundación del núcleo,
que seguirán a partir de entonces en todo su devenir
histórico, introducen fotos de los primitivos emplaza-
mientos que están acompañadas de breves referencias a
su ocupación inicial. En general sin otras valoraciones,
la concisa referencia de Terán a los sitios tomados en la
foto junto al hecho esencial del asentamiento primitivo,
se ajusta al modelo de aclaración imprescindible:
«Cuesta de las Merinas y Cerro de Villavieja, donde es-
tuvo emplazada la Sigüenza celtibérica».
Las otras tres modalidades de tratamiento del con-
tenido de la fotografía apenas suman la mitad de los
registros de cualquiera de los otros dos tipos ya anali-
zados (el identificativo y el informativo). El recurso a
un comentario selectivo utilizado en 21 ocasiones para
centrar la mirada del lector claramente sobre un solo
aspecto de la fotografía, es empleado por muy pocos
autores que, sin embargo, lo hacen de forma recurren-
te. Terán aplica este estilo en 5 ocasiones, en sus aná-
lisis sobre Sigüenza (1946) y Calatayud y Albarracín
(1942). Le interesa, por ejemplo, destacar el ferial de
las mulas, segmentos de la muralla en Sigüenza y as-
pectos de la topografía que dominan los rasgos fisonó-
micos de la parte alta de las otras dos ciudades. Dos de
estos casos muestran claramente la sobriedad de su re-
dacción. En primer lugar: «Utilización de un torrente,
transformado en una callejuela, en la parte alta de la
ciudad» y en segundo lugar: «Un rincón típico. Obsér-
vese el desnivel existente entre el suelo de la calle y el
de la rampa de acceso a las casas de la derecha».
También utilizan este tipo de pies selectivos García
Ballesteros (1969), de forma exclusiva para las 3 foto-
grafías incluidas en su artículo sobre el Noreste de Ma-
drid y, como complemento, Torrego Serrano (1974) y
Navarro Ferrer (1962) en 4 y 3 oportunidades entre los
20 y 22 comentarios realizados respectivamente. La
primera de estas autoras hace uso de estos textos quizás
estrictamente para orientar la lectura, siempre comple-
ja, de las fotografías aéreas, ya que de éstas se trata.
Torrego Serrano, por su parte, dedicada al análisis del
transporte urbano madrileño, para evitar el «ruido» pro-
vocado por los edificios cuando la fotografía amplía el
encuadre. En contraste, Navarro Ferrer puede ser seña-
lada como uno de los geógrafos que mayor atención
han prestado a los pies de las fotografías ya que, no só-
lo minimiza la presencia de los textos meramente iden-
tificativos, sino que varía las fórmulas empleadas para
precisar la comprensión de las imágenes. Pese a ello,
sus escritos carecen luego de matices y sólo en la mitad
de los casos introducen significados o valoraciones más
allá de la simple información o descripción sobre los
contenidos de la imagen.
Especialmente interesante se ha mostrado el recurso
a los pies de foto descriptivos (43 en total) para estable-
cer lo que podría caracterizarse como modelos (Fig. 8).
Al eludir la identificación concreta de los elementos re-
cogidos en la imagen, se aporta un arquetipo que gene-
raliza las formas concretas a ámbitos equivalentes. Ori-
ve Arenaza (1957) emplea casi con exclusividad este
estilo en su artículo sobre Torrejón, sistematizando la
fisonomía representativa de las calles, la vivienda rural
y la vivienda moderna mediante un texto sin concesio-
nes retóricas: «Una de las calles de Torrejón de Ardoz
con un grupo de viviendas típicamente rurales».
Algunos autores combinan dos fotografías con un
solo pie de figura para reforzar su carácter modélico.
García Fernández (1952) incluye dos imágenes de ca-
lles del casco histórico de Alcalá de Henares acompa-
ñadas de un solo pie: «Aspectos de la ciudad medieval.
Calles estrechas y quebradas con el horizonte siempre
cortado».
También Llorca Vilaplana (1951) emplea el mismo
sistema, aunque con un enfoque más trivial, sobre una
zona equivalente: «He aquí dos aspectos del Alcoy pin-
toresco, viejo, ocupado en su mayor parte por la pobla-
ción obrera».
Por otra parte, Martínez de Pisón (1964), con un
mayor compromiso social, establece sobre dos fotogra-
fías de Cuatro Caminos el patrón marginal del suburbio
histórico:
«El aspecto exterior de las calles laterales del barrio revela la
escasa evolución sufrida por las zonas interiores de Cuatro Cami-
nos y su carácter marginal».
Quirós (1960) escoge este medio para hacer hinca-
pié en los contrastes creados por la transición que esta-
ba experimentando Getafe en aquellos momentos. Las
formas de vida y los paisajes edificados correspondien-
tes a los mundos rural y urbano aparecen ejemplifica-
dos con el valor de un símbolo (Fig. 9).
Por último señalar la escasa presencia de los pies
con escritos abstractos, que comentan fotografías utili-
zadas como simples pretextos para declaraciones que
LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 231
apenas se relacionan con su contenido. De los 10 casos
identificados, destacan los 4 correspondientes a un es-
tudio de Navarro Ferrer (1962). Sus apostillas tratan so-
bre los habitantes de la ciudad de Zaragoza, así por
ejemplo la referida a la calle San Agustín: «El artesano
tradicional pervive en los locales bajos y zaguanes de
las casas del barrio de la Magdalena y S. Pablo», o la
mencionada para el barrio de Venecia: «Cines y bailes
atraen a los jóvenes de otros sectores, creando en el ba-
rrio de Venecia un importante centro de reunión», care-
cen de una atención equivalente hacia las formas que
les cobijan. La perspectiva particular de la realidad ur-
bana que se hace evidente en el grupo de Casas Torres
tiene su traducción clara en este tipo de comentarios.
Como ya señaló Rafael Mas (1989, pág. 179) el propio
Casas Torres llega a reinterpretar las categorías básicas
de la geografía convirtiendo, en palabras textuales de
este autor, a «los hombres y las mujeres, las buenas
gentes que tiran del carro como nosotros», en el tema
fundamental de la disciplina. En el análisis interno de la
ciudad, la segregación, la producción del suelo, los
agentes urbanos, incluso el paisaje resultante, son omi-
tidos mientras se aborda la demografía, las funciones
urbanas o los equipamientos y servicios.
La fuerza de los pies, su capacidad para reconducir
el pensamiento del lector que contempla la imagen ha-
cia objetivos concretos del autor, tiene en esta modali-
dad de textos abstractos su fórmula más radical, si bien
no ha sido casi empleada. Más evidentes, en su volun-
tad de transmitir emociones a la vez que contenidos,
pueden considerarse un último tipo de textos que he-
mos clasificado como retóricos. El recurso a un estilo
casi poético, elocuente, aunque pueda resultar por el
FIG. 9. Construcción de un modelo a través del contraste de paisajes tradicionales y modernos señalado en el pie descriptivo de la fotografía.
A la izquierda paisaje agrícola frente a industrial y a la derecha viviendas rurales frente a urbanas, en Getafe (QUIRÓS, 1960).232 E R Í A
empleo de palabras en desuso o ajenas a la disciplina
teñido a veces de anacronismo, se restringe a muy po-
cos autores, los más significativos ejerciendo ya como
maestros. Los 30 casos detectados no pueden conside-
rarse cuantiosos en este período temprano, en el que
todas las reflexiones sobre la evolución de la geografía
urbana coinciden en destacar la finura del lenguaje co-
mo rasgo característico de buena parte de los autores.
La erudición, el cuidado en la composición o el ritmo
de las frases, que indudablemente provocan una mayor
impresión en el lector (no siempre grata, aunque sor-
prendente) acompaña a los pies informativos (17) y
descriptivos (7), más amplios en su desarrollo. Por
ejemplo, Terán (1946) sólo se permite esta licencia de
estilo en un pie de foto aislado:
«El Otero, Cerro de margas irisadas, con cubierta de carnio-
las destacada en el valle de Sigüenza, al Nordeste de la ciudad, y
en cuya ladera septentrional brota la fuente que abastece a ésta
de agua potable».
El énfasis en las ideas, la expresión de las emocio-
nes, quedan restringidas al contenido de su artículo.
Frente a la lacónica identificación de otra imagen
(Fig. 10): «Calatayud: El Castillo», en el epígrafe «pai-
saje urbano» se aproxima a este elemento concreto
mediante un párrafo de una gran plasticidad que, me-
diante el recurso clásico a la analogía, es capaz de con-
vocar emociones estéticas, evocadoras, introducir el
tiempo y aunar la adaptación permanente entre el me-
dio y los hombres:
«El Castillo, en el borde del páramo de Armates es (…) una
forma medio humana, medio geológica. Las margas y formas de
erosión naturales de tipo ruiniforme, se confunden con las autén-
ticas ruinas del castillo, sobre las cuales triunfa progresivamente
la naturaleza» (TERÁN, 1942).
García Fernández (1952), con su peculiar estilo, es
el único que emplea de manera significativa este len-
guaje más florido (hasta 5 veces). Quirós ya ha sido
mencionado con ocasión del uso de pies descriptivos
que refuerzan la antítesis presentada mediante el juego
de dos imágenes contrastadas (Fig. 9). López Gómez,
Navarro Ferrer y Casas Torres, junto a Bodega Fer-
nández, son los otros autores que repiten este modelo.
En algún caso se trata de expresiones felices, como la
compuesta por López Gómez (1967) para describir
la ocupación de parte del lienzo de la muralla de
Atienza (Fig. 10): «Arco de la Virgen. Casas adosadas
a la muralla calando ventanas y balcones». También
resulta eficaz el procedimiento utilizado por Casas
Torres y Bodega Fernández (1974) para identificar (en
una serie de tres fotos con un mismo pie) la zona entre
las Plazas de Cuzco y de Lima: «Madrid del Bernabeu
en la Avenida del Generalísimo», convirtiendo al es-
tadio en símbolo del paisaje de modernos bloques que
se estaba construyendo. En la mayoría de los casos, no
obstante, se trata simplemente de expresiones cuyo
ritmo ha sido marcado por la alteración del orden
habitual de las palabras o por simples prosopopeyas
como la utilizada por Navarro Ferrer (1962) para des-
tacar la apertura de una gran avenida en Zaragoza:
«En la primera mitad del siglo XIX, la ciudad se aso-
ma al monte de Torrero a través del actual Paseo de
General Mola».
FIG. 10. Texto simplemente identificativo en la imagen del Castillo de Calatayud (TERÁN, 1942) frente a un poético pie informativo y retóri-
co en la fotografía de la muralla de Atienza (LÓPEZ GÓMEZ, 1967).
LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 233
En definitiva, retornamos a la principal reflexión
sobre el alcance de los pies de las fotografías en los pri-
meros estudios de geografía urbana: sólo una escasa
valoración de la propia fotografía como recurso puede
explicar la pobreza de sus comentarios, máxime cuando
ya se había realizado el esfuerzo de la investigación y
el tratamiento «textual» de los paisajes o la morfología
formaba parte de él tal como demuestran los artículos.
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