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I NICIALMENTE motivadas por la atención creciente mostrada por instancias oficiales y profesionales ha- cia la fotografía urbana1, tanto en su vertiente artística como en la documental (MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA, 2003; PHOTOESPAÑA, 2005; Ería, 73-74 (2007), págs. 213-235 ELIA CANOSA ZAMORA, ÁNGELA GARCÍA CARBALLO Y ESTER SÁEZ POMBO Departamento de Geografía. Universidad Autónoma de Madrid La fotografía urbana en la geografía española 1 Las exposiciones y publicaciones sobre fotografía urbana se han multipli- cado en los últimos años. En Barcelona, la Fundación Antoni Tàpies ha desarro- llado recientemente una amplia labor en este sentido, con varias exposiciones centradas en la transformación de la ciudad. Con otra orientación, pero igual- mente basada en la proyección cultural de la fotografía, la Comunidad de Ma- drid ha invitado, bajo el eslogan «Tus fotos cuentan mucho», a participar en la creación de su archivo fotográfico, donde la ciudad tiene una presencia lógica- mente notable (http://www.madrid.org/archivofotografico/). Como reflejo de es- ta atención generalizada a la fotografía ha aumentado el valor de las colecciones de estas imágenes en los museos de las ciudades españolas, en sus salas perma- nentes, sus depósitos y en exposiciones ocasionales. RESUMEN El principal objetivo de esta investigación es averiguar el signifi- cado que la fotografía urbana ha tenido en los estudios de los geógra- fos españoles realizados en el período entre 1940 y 1975. Durante esa etapa, el análisis de la morfología urbana y el paisaje fueron los te- mas centrales en los trabajos de geografía urbana. Por otro lado, se trata de identificar las posibles estrategias iconográficas, intereses y estéticas particulares en la disciplina geográfica. La finalidad es refle- xionar sobre la representación urbana de los geógrafos a través tanto del análisis de fotografías como de los textos que las acompañan. RÉSUMÉ La photographie urbaine dans le géographie espagnole.- Le principal objectif de cette recherche est examiner la signification que la photographie urbaine a eu dans les études des géographes espag- nols effectués dans la période entre 1940 et 1975. Pendant cette éta- pe, l'analyse de la morphologie urbaine et le paysage ont été les su- jets centraux dans les travaux de géographie urbaine. D'autre part, il s'agit d'identifier les possibles stratégies iconographiques, les in- térêts et esthétiques particuliers dans la discipline géographique. Le but est réfléchir sur la représentation urbaine des géographes en par- tant tant du l'analyse de photographies comme des textes qui les ac- compagnent. ABSTRACT The urban photography in the spanish geography.- The main ob- jective of this research is to find out the potentialities that the urban photography has had in the studies that the spanish geographers ca- rried out in the period between 1940 and 1975. During that period, the analysis of the urban morphology and the landscape were the central subjects in urban geography studies. On the other hand, it is about identifying the possible particular iconography strategies, interests and aesthetics in the geographic discipline. The aim of this research is also to reflect on the urban representation of the geographers analyzing not only the photographies but also the texts that accompany them. Palabras clave / Mots clé / Key words Fotografía urbana, paisaje urbano, morfología urbana, pie de fo- tografía. Photographie urbaine, paysage urbain, morphologie urbain, lé- gende. Urban photography, urban landscape, urban morphology, caption. 214 E R Í A FUNDACIÓN CULTURAL COAM, 2005; BORJA-VILLEL et al., 1997; MUSEO MUNICIPAL DE MADRID, 2007), pensa- mos que sería interesante una introspección sobre su pa- pel en el quehacer de los geógrafos que tienen la ciudad como objeto de investigación. En paralelo, la renovada reivindicación del paisaje en la geografía española, tam- bién notable en temas urbanos (ZOIDO NARANJO, 1989 y 2000; VILAGRASA, 1991; TROITIÑO, 1998; CAPEL, 2002; MAS HERNÁNDEZ, 2004; NOGUÉ I FONT, 2007) nos im- pulsó a reflexionar sobre la posible confluencia lógica entre ambas cuestiones. La intencionalidad que subyace en toda fotografía, su capacidad evocadora y su valor in- discutible como instrumento y como fuente de investi- gación, parecen activos suficientes para su utilización informada en los estudios de geografía urbana. Los recientes trabajos sobre las posibilidades de tra- tamiento y representación del paisaje constituyeron tam- bién importantes estímulos para el planteamiento de este análisis. Una síntesis significativa aparece recogida en el libro editado por Nicolás Ortega Cantero (2006), cen- trado en el tratamiento de las «imágenes modernas del paisaje —tanto las de índole carto- gráfica, gráfica y fotográfica, las más utilizadas en el campo de la geografía, como las que proceden de la literatura y de la pintura, y las que se hallan relacionadas con la práctica del turismo y del ex- cursionismo—, delimitando, en cada caso, las claves de su con- formación y sus rasgos más significativos». La escasa reflexión teórica de la geografía española, tantas veces lamentada, tiene en este aspecto concreto un reflejo radical. Sólo la fotografía aérea y las más moder- nas imágenes por satélite han merecido la atención por- menorizada de los geógrafos que han escrito sobre sus potencialidades para los estudios urbanos. En este senti- do, Felipe Fernández García (2000) ha recogido las apli- caciones de la fotografía aérea en los estudios del paisa- je, incluidos los urbanos, donde pone de manifiesto la importancia de esta práctica. En cambio, la tradicional fotografía terrestre, estrechamente unida al trabajo de campo y a la publicación de los resultados, no ha mereci- do ninguna referencia específica. La bibliografía men- cionada permite corroborar esa ausencia entre los espe- cialistas en la ciudad. Incluso en el temprano e innovador curso, dirigido en 1987 por Troitiño (1988) sobre el aná- lisis de los espacios urbanos, ni siquiera se menciona, ni colateralmente junto a otros recursos, este otro tipo de imágenes. En los instrumentos y fuentes básicas para el estudio de la ciudad se tratan, sin embargo, por parte de distintos autores, mapas y planos, fuentes estadísticas, registrales o notariales, fotografía aérea y otros medios considerados esenciales para «proporcionar métodos, técnicas e instrumentos y fuentes básicas para el análisis urbano» (TROITIÑO, 1988, pág. 209). Como excepción hay que destacar las indicaciones realizadas por Capel (2002, pág. 68 y 2004, pág. 2) sobre la utilidad de las fo- tografías terrestres aunque exclusivamente como fuente de investigación, para el análisis de la «morfología del paisaje». En esta vertiente, valora su contribución a par- tir del siglo XIX para configurar «tipos fácilmente reco- nocibles», paisajes urbanos específicos que se reconocen y pueden interpretarse. Este interés se tradujo, durante el desarrollo del V Coloquio Internacional de Geocrítica de 2003, en la celebración de un concurso de fotografía en- tre los participantes: Visiones y miradas de la vivienda urbana, con un valor simbólico más que de contenido para la disciplina. López Rodríguez (2003), en el texto introductorio a la exposición, señala, excepcionalmente, el valor fundamental de la fotografía, que obtiene «un registro simultáneo tanto de una realidad exterior como interior, una realidad objetiva y subjetiva». En contraste con la falta de atención de la geografía española a la imagen fotográfica, los trabajos de Didier Mendibil (1999, 2005 y 2006) en Francia han mostrado una línea fecunda de investigación. La difusión de la fo- tografía en el primer tercio del siglo XX permitió a los geógrafos franceses, en palabras de Mendibil (2006, pág. 149) un enfoque «sistematizado para los paisajes y sus representaciones». El análisis metódico de sus obras entre 1850 y 1990 le ha permitido diferenciar «estrate- gias iconotextuales» (uniendo la fotografía al textoque suele incorporar al pie) asociadas a figuras y períodos que resultan muy reveladoras de intereses y opciones muy contrastadas. En este contexto, nos planteamos esta investigación con el doble objetivo de sistematizar las potencialidades de la fotografía urbana, a través del análisis de su utili- zación en los trabajos de los geógrafos españoles y, en paralelo, individualizar esfuerzos, propósitos, estéticas y talentos en el ámbito de nuestra disciplina. En definiti- va, reflexionar sobre nuestra propia representación de la ciudad, sobre las imágenes creadas y seleccionadas por los geógrafos como complemento de sus discursos. Lle- gamos incluso a concebir la posibilidad de establecer su valor como colección: conseguir un repertorio coherente de fotografías de calidad sobre las ciudades españolas realizadas por especialistas y claramente interpretables, ya que a través de sus escritos conocemos su relación con el mundo observado. El período acotado, entre 1940 y 1975, cuando la geografía urbana comienza su andadura, debía resultar especialmente sugerente. En él coinciden grandes maes- LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 215 tros con discípulos aventajados y un esquema de investi- gación en desarrollo, con algunos contrastes, pero relati- vamente homogéneo, en el que están presentes la mor- fología y el paisaje y, en esta medida, la imagen de la ciudad que es captada y mostrada a través de las foto- grafías. Éstas, junto a dibujos o planos, traducen la mi- rada del geógrafo y transmiten fácilmente la realidad «subjetivada», cargada de contenido, que podemos con- siderar como paisaje. Las expectativas creadas por los antecedentes de es- tudios franceses, en cuyo análisis se pudo contar con re- flexiones específicas de las principales figuras en torno a la fotografía e incluso con comentarios cruzados sobre su empleo con estilos y finalidades distintas, han sido mati- zadas por las limitaciones de los documentos inventaria- dos para este trabajo. La penuria económica en la que se desenvolvían las publicaciones de la época, la mala cali- dad de las reproducciones, reconocida por los editores de la principal revista del momento, Estudios Geográficos2, pudo condicionar el material aportado por los autores como complemento de sus textos. Mientras que planos y dibujos aparecían nítidos en el artículo, las fotografías se oscurecían y apenas mostraban contrastes. Así pues, el desencanto relativo que transmiten algunas conclusiones de este estudio es reflejo de las carencias en el manejo de la fotografía por parte de los geógrafos españoles y debe ser entendido en el marco de estas restricciones. Este escenario peculiar refuerza el valor de las apor- taciones singulares. Hay fotografías magníficas, en oca- siones apoyadas en textos precisos y sugerentes en los pies que las acompañan. Por lo tanto, destacar las posi- bilidades de la fotografía apuntadas por algunos autores y avanzar en las prácticas de algunos maestros de la dis- ciplina, se han convertido finalmente en los resultados más relevantes de este estudio. I EL INVENTARIO FOTOGRÁFICO El análisis reposa en la sistematización de las foto- grafías incluidas en los artículos sobre temas urbanos publicados entre 1940 y 1975 en las dos revistas de geo- grafía más relevantes de la época: Estudios Geográficos, publicada desde 1940, y Geographica cuya trayectoria se inicia en 1954, aunque estuvo interrumpida cinco años entre 1966 y 1970. Ambas fueron inicialmente edi- tadas por el Consejo Superior de Investigaciones Cientí- ficas (CSIC), la primera dependiente del Instituto Juan Sebastián Elcano, en Madrid, y la segunda, con mayor presupuesto, en una primera etapa como sección del Ins- tituto en Zaragoza y luego del Departamento de Geogra- fía Aplicada del CSIC, también en esta ciudad. En su se- gunda época, tras el traslado de su director José Manuel Casas Torres a Madrid al obtener en 1966 su segunda cátedra, fue reiniciada en el nuevo Instituto de Geogra- fía Aplicada, dentro del Patronato Alonso de Herrera del CSIC en Madrid. En realidad, hasta los años sesenta del siglo pasado, cuando aparecen otras revistas vinculadas a los departamentos de universidades como Valencia, en 1960, Murcia o Barcelona, en 1969 (RÍO; 1975, pág. 1.039), Estudios Geográficos y Geographica fueron las únicas referencias en el panorama geográfico español. A ellas debían recurrir los investigadores para presentar sus trabajos y los especialistas para conocer las noveda- des. Sin embargo, fuera del círculo de los propios geó- grafos, poco reconocidos incluso por otras disciplinas afines, su difusión fue probablemente escasa. Tanto la influencia social como, desde luego, su capacidad de proyectar, a través de las fotografías, una representación simbólica de la ciudad en sus habitantes fue inexistente. En todo caso, su ascendiente en el colectivo de geógra- fos debió ser rotundo. Como sistema de organización de la información se ha elaborado una base de datos, siguiendo el método de Mendibil, ya mencionado, que incluye dos ficheros, uno con los datos referidos a cada uno de los artículos, espe- cificando el autor, el tema tratado (monografía sobre ciudad o barrio, red urbana etc), el número de imágenes, el orden en el que se insertan en el texto, si tienen o no pies, etc. El otro, más complejo, incorpora datos de cada una de las fotos inventariadas ordenados en bloques. En primer lugar, identificación de la fotografía: artículo de referencia, autoría, año, ciudad que representa y lugar exacto. En segundo lugar, recoge información de carác- ter técnico como la perspectiva, el encuadre o la calidad. En tercero, se especifica el tejido urbano captado y los elementos incluidos, entre otros: edificios residenciales, monumentos, viales, vehículos, gente. Por último, se dispone la información referida al pie de la fotografía: el propio texto y su clasificación atendiendo, por un lado, a la manera en que expone el contenido de la imagen y, 2 José Antonio de Zulueta, secretario de la revista Estudios Geográficos en la década de los sesenta que mantuvo una estrecha vinculación antes y después con ella, señaló en conversaciones con las autoras que la composición del papel de la publicación, uno de los más baratos del mercado, no permitió una repro- ducción digna de las fotografías hasta 1970, cuando fue sustituido por otro de ti- po cuché de calidad superior. Un cambio previo del soporte físico de la revista, ya hecho en 1946, no supuso, sin embargo, variaciones apreciables en el número o tipo de fotografías aportadas por los geógrafos. 216 E R Í A por otro, al posible significado introducido a través, so- bre todo, de adjetivos y otros mecanismos de valo- ración. Este esfuerzo sistematizador facilita la cuanti- ficación y el establecimiento de relaciones entre los diversos aspectos contemplados que permiten y fortale- cen el análisis posterior, basado necesariamente en apre- ciaciones muy subjetivas. Para el período estudiado se han identificado (Cua- dro I) un total de 74 artículos (51 en Estudios Geográfi- cos y 23 en Geographica), de los que sólo 42 incluyen fotografías (31 en la primera revista y sólo 11 en la segunda). En general, los estudios más teóricos no in- cluyen fotos (hay 13 generales sobre ciudad y otros 3 sobre redes urbanas), pero no hay razones para no ha- berlas introducido en algunas monografías como las de Medina del Campo, Vitoria o La Laguna o trabajos so- bre barrios como el madrileño de Fuencarral. De hecho, algunos autores ilustran sus artículos indistintamente: Escudero Solano, que no presenta imágenes en su estu- dio de Medina del Campo (1965) sí lo hace en su traba- jo sobre Hortaleza (1955) y Casas Torres que no inclu- ye imágenes en un artículo general (1957) ofrece nada menos que 45 en los otros tres inventariados, uno de ellos, también de carácter general sobre las cabeceras de comarca (1973). Hasta 1965 puede pensarse en las dificultades para disponer de cámara de fotos o incluso en el coste excesivo de las reproducciones paraexplicar la escasez de fotografías. A partir de entonces, pudiera vincularse más al inicio del desinterés por la morfolo- gía frente a nuevos asuntos como los transportes o las redes urbanas. En definitiva, si bien la presencia relativa de fotos, en relación al total de artículos sobre la ciudad, dismi- nuye en el tiempo conforme cambian los temas ana- lizados, el número medio de imágenes en los que sí incorporan fotografías, junto a otro material gráfico, aumenta. En esta medida, aún sin manifestaciones ex- presas de los autores sobre su interés, es patente la co- nexión entre análisis morfológico y fotografía, en un momento en que se superan las limitaciones iniciales para la difusión de máquinas fotográficas asequibles a un público amplio. En más de dos tercios de las 38 mo- nografías de ciudades y barrios inventariadas, temas dominantes frente a otras cuestiones hasta 1965 (25 hasta esa fecha y sólo 12 posteriores), aparecen foto- grafías. No obstante, sólo un 36% de los artículos dedi- cados a redes urbanas, ciudad y región o cuestiones sectoriales, como la vivienda, el comercio o el tráfico, del total de 36 restantes, concentrados sobre todo en el último período (24 desde 1965, frente a sólo 11 en los años previos), recurren a ellas. El panorama urbano recogido en las investigaciones con fotografías de estos 35 años no es muy contrastado. Con un número apreciable de imágenes, dominan en número las pequeñas ciudades, abarcables en estudios unitarios, que constituyeron generalmente memorias de licenciatura o tesis doctorales (Fig. 1). No es ninguna novedad señalar que en España no hubo un proyecto de estudios urbanos coherente y continuado en el tiempo, de hecho abunda el artículo coyuntural, en correspon- dencia casi perfecta con el lugar de titulación universi- taria, los destinos docentes o las trayectorias personales. Manuel de Terán inició sus estudios sobre Calata- yud, Daroca y Albarracín en 1930 cuando obtuvo la cá- tedra de enseñanza media en la primera ciudad (GÓMEZ MENDOZA; 2004, pág. 13). El núcleo de Sigüenza sería objeto de ulteriores investigaciones del autor aprove- chando sus estancias en el que era el tradicional «lugar de veraneo de antiguos institucionistas» (QUIRÓS LINA- RES; 2004, pág. 181). Por último, en Madrid, donde al- canzó la cátedra universitaria en 1950, centraría el resto de sus trabajos. Fue allí donde se planteó, dada la en- vergadura de la ciudad, su análisis a partir de estudios de fragmentos ejemplares que debían abordar sus discí- CUADRO I. Datos básicos del inventario 1940-1950 1951-1965 1966-1975 Estudios Estudios Estudios Geográficos Geográficos Geographica Total Geográficos Geographica Total Total Artículos 5 21 12 33 25 11 36 74 Artículos con fotos 4 15 5 20 12 6 18 42 Nº de fotografías 57 110 40 150 70 86 156 363 Nº de pies de foto 50 110 40 150 69 86 155 355 Fuente: Inventario fotográfico (1940-1975). LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 217 pulos en las tesis o tesinas, implantadas en 1953. Si- guiendo a Quirós (2004, pág. 183) conocemos que el proyecto quedó inconcluso por diversas razones, entre las que apunta «la falta en aquellos años de un grupo de colaboradores sufi- cientemente amplio, la carencia de medios y la rápida transfor- mación de las ciudades». A pesar de ello, el balance de las aportaciones sobre la capital y sus contornos sobresale del conjunto de las demás contribuciones en la Península, más aisladas en- tre sí. Hay que destacar también, la manifestación del sesgo social en la aproximación a la realidad urbana del momento, tantas veces señalado como signo distintivo del grupo, en la selección de los ámbitos de estudio. Se eligen preferentemente los suburbios y municipios obreros de la periferia madrileña, sobre los que conta- mos con una visión más completa. El área levantina, con cuatro ciudades analizadas, es otro gran ámbito fotografiado. De nuevo, la oportuni- dad preside esta secuencia. Joaquín Bosque fue nom- brado en 1950, con anterioridad a sus cargos en Grana- da y Madrid (CARRERAS I VERDAGUER; 2002, pág. 418), Catedrático de la Escuela de Comercio de Cartagena, ciudad sobre la cual publica un análisis geográfico (1949). Carmen Llorca Vilaplana, que encauzaría su trayectoria posterior hacia la investigación histórica y hacia la política, estudió en la Universidad de Madrid y orienta uno de sus primeros trabajos hacia su lugar de nacimiento, Alcoy (1951). Bajo la orientación de Anto- nio López Gómez, discípulo de Terán y catedrático de geografía en Valencia desde 1956 hasta 1969 cuando se traslada a Madrid, los valencianos Burriel de Orueta y Pérez Puchal estudian Castellón de la Plana (1971) y Peñíscola (1970) respectivamente (MARÍAS, 2004). Por último, el tercer gran bloque de artículos corres- ponde al sector septentrional, entre Zaragoza y Vizca- ya, donde centran sus estudios Casas Torres, catedráti- co de la Universidad de Zaragoza entre 1944 y 1966, y sus discípulos. Su inclinación hacia los estudios de re- des urbanas en una primera época hace que apenas apa- rezcan imágenes, presentes en las publicaciones referi- das a la ciudad donde imparte su docencia. Es imposible, por lo tanto, obtener un cuadro, ni tan siquiera un esbozo, del espacio urbano español. Apenas es factible, a través de los textos, acercarse a la dinámi- ca urbana de la época, especialmente afectada por el despegue industrial y los importantes cambios asocia- dos al desarrollismo. Por ende, a partir de las imágenes tampoco se obtiene un catálogo amplio de sus paisajes. Pese a estas limitaciones, es posible abordar la inten- cionalidad de los autores, sus estrategias fotográficas, fueran o no conscientes, y los resultados obtenidos. II LA DIRECCIÓN DE LA MIRADA. PAISAJES Y ESCENARIOS URBANOS Durante el primer decenio analizado, el objetivo de las fotografías y su secuencia se adaptan perfectamente al esquema interpretativo clásico recogido de la geogra- fía francesa. Así, como ya señaló Rafael Mas Hernán- dez (1989, pág. 6), se suceden las vistas de la ciudad, del entorno natural, de zonas urbanas y finalmente de- talles de calles y edificios, obtenidas desde una atalaya y «pie en tierra». Aún una década después, con pocas variaciones, salvo en el número de instantáneas, las imágenes si- guen la misma secuencia, sin desviaciones notables en las monografías sobre ciudades. La modernización del método, con claras repercusiones en el contenido de los trabajos, sobre todo en cuanto a la paulatina incorpora- ción de fuentes históricas y estadísticas, mantiene sin sustanciales modificaciones el esquema general y, en FIG. 1. Ciudades fotografiadas. Entre paréntesis aparece el núme- ro de imágenes (no se han incluido 5 fotografías de ciudades locali- zadas fuera de España además de otras 13 sin identificar que segu- ramente también corresponden a otros países). Fuente: Inventario fotográfico (1940-1975). 218 E R Í A esta medida, su apoyo fotográfico. Se percibe la pérdi- da de protagonismo de los factores físicos de la locali- zación urbana, traducido en un paulatino cambio en el encuadre de las vistas generales. El entorno rural, mien- tras, sigue retratado como ejemplo de pervivencia o co- mo límite urbano. En realidad, las panorámicas y los perfiles, despoja- dos de su determinismo físico, son representaciones constantes en los estudios de la ciudad. Al margen de la introducción de fotografías aéreas generales que permi- ten una visión global de la ciudad y su estructura, ini- ciada en 1952 por García Fernández para el caso de Al- calá de Henares y generalizada como práctica a partir de 1960 (Getafe, Leganés, Hernani, Peñíscola, los mu- nicipios de Noreste de Madrid y Castellón de la Plana), en la práctica totalidad de los estudios de ciudades apa- recen vistas, al menos parciales, que muestran el paisa- je urbano. En la distancia media y en la lejana se mueven muy bien los geógrafos. Un 17% de todas las instantáneas han sido sacadas desde puntos elevados, donde se apre- cian áreas amplias (Fig. 2). Este tipode fotografías re- sulta relevante por estar presente en dos tercios de los artículos de ciudades. Sólo han prescindido de ellas Quirós (1960) en Getafe, Benito Arranz (1959 y 1961) por partida doble, en Leganés y Venta de Baños, y Bu- rriel de Orueta (1971) en Castellón de la Plana, casi con certeza por la ausencia de elevaciones apropiadas, ya que los tres autores las suplen con fotografías aéreas, salvo Benito Arranz, en el caso de Venta de Baños, lu- gar para el que sólo introduce detalles de calles o edifi- cios singulares. Siempre desde la subjetividad que caracteriza este tipo de apreciaciones, hay que destacar que los resulta- dos globales son más que aceptables. El porcentaje de fotos buenas y excelentes sobre el total de fotografías terrestres hechas a distancia media y lejana, un 67%, supera ligeramente el 62% alcanzado por las realizadas a corta distancia (Cuadro II). La incorporación más relevante, a finales de los años cincuenta del siglo pasado, el estudio de barrios, aporta algunos cambios, sobre todo centrados en un mayor protagonismo de la calle y la edificación, que exigen un punto de vista más cercano en su fotografía. En esos años, sólo Terán (1961) y Castro (1961) en sus estudios sobre Madrid de las calles de Alcalá y Toledo el primero y el barrio de El Pozo el segundo, incluyen fotografías aéreas. Los restantes trabajos se centran en imágenes parciales de las zonas analizadas. Ya no hay paisajes, en su acepción tradicional, sólo se retratan construcciones que podrían ser, incluso, fácilmente in- tercambiables entre todos los barrios contemplados. Aparte de las monografías, el tránsito de 1960 a 1975, con la incorporación de estudios temáticos y de redes o áreas de influencia, lleva aparejado una clara ruptura entre estos dos últimos tipos. Mientras los pri- meros insisten en los planos cercanos y de detalle, los segundos, presentes sólo en Geographica, retoman en buena lógica las vistas y los puntos de vista medios. Dos artículos publicados por Ferrer Regalés y Precedo Ledo (1971) y Casas Torres (1973) con fotografías a color, son ejemplares de estas prácticas. El trabajo de Ferrer Regalés aporta cuatro fotos aéreas oblicuas ad- quiridas a la empresa F.O.A.T. que demuestran, además de una elevada calidad y belleza, la mayor solvencia económica de la revista. En el estudio de Casas Torres, las tres instantáneas, realizadas también a color por el autor desde distintas atalayas, poseen igualmente cali- dad y encanto. El conocimiento de las zonas que tradu- CUADRO II. Punto de vista y calidad de las fotografías Fotografía terrestre Fotografía aérea Punto de vista lejano y medio (vistas) Punto de vista cercano Total Calidad de las fotografías Total % Total % Total % Total % Excelentes 0 0,0 6 9,8 40 15,6 46 12,7 Buenas 27 60,0 35 57,4 120 46,7 182 50,1 Correctas 16 35,6 20 32,8 84 32,7 120 33,1 Malas 2 4,4 0 0,0 13 5,1 15 4,1 TOTAL 45 100,0 61 100,0 257 100,0 363 100,0 Fuente: Inventario fotográfico (1940-1975). LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 219 cen estas últimas, con encuadres muy conseguidos y perspectivas muy cuidadas, nos trasladan a los primeros paisajes retratados con esmero en los años cuarenta. La predilección por el medio natural que se aprecia en los primeros geógrafos que llevan a cabo estudios de ciudades, muchos de los cuales acabarán centrando su investigación posterior en el medio rural o físico, tiene como máximo exponente la abundancia de fotografías sin huellas de urbanización. Se trata, como ya se ha mencionado, tanto de imágenes de los alrededores in- mediatos que clarifican aspectos de su emplazamiento, como detalles que materializan las pervivencias de otra realidad distinta a la urbana: fuentes de agua, fincas ga- naderas, campiñas, ruinas de antiguas edificaciones simbólicas o emplazamiento del núcleo primigenio, luego abandonado. Junto a la relevancia de las vistas en el quehacer geográfico, otro aspecto destacable es la selección de ámbitos, del que resulta un predominio nítido del casco antiguo. La profusión de estudios sobre ciudades de ta- maño reducido, con pocas transformaciones desde épo- ca casi medieval, explica esta preeminencia que, por otra parte, también está vinculada al embelesamiento que producen los paisajes cargados de historia (Cuadro III). El 47% de las fotografías incluidas en las mono- grafías de ciudades están dedicadas al casco, pero ade- más otro 15% se trata de panorámicas que recogen fun- damentalmente este lugar. Prescindiendo de casi una cuarta parte de imágenes que reflejan el entorno rural o natural inmediato, resta sólo un 24% de fotografías de- dicadas a otros espacios construidos. Como ejemplo, García Fernández (1952) destina 18 de las 21 fotos de Alcalá de Henares a la ciudad medieval; menos cauti- vados por la herencia histórica, Martín Galindo (1957) sólo introduce 6 de 10 en León y Pérez Puchal (1970) 4 de 8 para Peñíscola. La significativa presencia de imágenes de cascos antiguos, unida al valor cultural y estético que poseen esos espacios, elevan el total de fotografías clasificadas como excelentes dentro del grupo: 26 de las 46 imáge- nes de ese ámbito. Lienzos de muralla, calles quebra- das, soportales o una arquitectura elaborada se prestan a la imaginación, la creatividad y la experiencia visual del geógrafo, que aprovecha además el poder evocador de escenarios reconocibles recurriendo a estrategias di- versas (Fig. 2). En ese sentido, los ángulos de las to- mas, con picados originales, acentúan el efecto expresi- vo del espacio urbano. Bosque Maurel (1949) emplea reproducciones de obras de profesionales de la fotogra- fía y utiliza tres magníficas fotos de Casaú del centro de Cartagena. Terán (1961) acude a los iconos urbanos y fotografía los tramos más conocidos de la calle Tole- do: en su confluencia con la plaza Mayor, escenario consagrado por su reiteración desde finales del siglo XIX, y con la Puerta del mismo nombre al fondo. Para la calle Alcalá, utiliza dos espléndidas reproducciones de Alfonso, el fotógrafo más reconocido de la ciudad en aquel momento. Navarro Ferrer (1962), en Zarago- za, emplea instantáneas de hasta ocho autores distintos, incluyendo al propio Casas Torres, que aporta la mayor FIG. 2. Los cascos antiguos. Vista de Calatayud (TERÁN, 1942) y Plaza Mayor de Alcalá de Henares (GARCÍA FERNÁNDEZ, 1952). 220 E R Í A cantidad, y colegas como Floristán o Ferrer Regalés, además de profesionales del medio como Martínez de la Valle o Arribas. Las zonas de vivienda popular, los suburbios histó- ricos o los nuevos polígonos tienen, por el contrario, una representación más reducida fruto, sobre todo, de la atención dispensada por los discípulos de Terán. El grueso corresponde a los estudios de barrios de la peri- feria madrileña como Cuatro Caminos (MARTÍNEZ DE PISÓN, 1964), Doña Carlota (VALENZUELA RUBIO, 1969) o Vicálvaro (PÉREZ-CRESPO, 1969) a los que hay que añadir las pequeñas ciudades inmediatas como Getafe (QUIRÓS, 1956) o Torrejón de Ardoz (ORIVE ARENAZA, 1957). Más allá de la capital española, sólo en cinco ciudades (Zaragoza, Castellón, León, Hernani y Venta de Baños) aparece fotografiado este ámbito, donde se alojaba el mayor porcentaje de población y se exten- dían los problemas (Fig. 3). El conjunto de imágenes ha dejado constancia de paisajes tristes y semi-rurales, donde los matices son poco perceptibles. La ausencia de estas instantáneas es sobre todo notable en artículos de Cartagena (BOSQUE MAUREL, 1949), Alcalá de He- nares (GARCÍA FERNÁNDEZ, 1952) y Alcoy (LLORCA VI- LAPLANA, 1951), ciudades donde la habitación popular debía tener una presencia relevante. La calidad de la mayor parte de las fotografías de estos últimos autores, especialmente cuidadosos en su tratamiento, parece mostrar una tendencia estética que prima las caracterís- ticas constructivas en la valoración de los paisajes urba- nos que por ello merecen ser retratados, frente a una falta de reconocimiento de la carga afectiva que poseen los espacios cotidianos, donde semueve una propor- ción sustancial de los habitantes. Tampoco la sensibilidad hacia el peldaño más bajo de la escala social, que debía recurrir directamente a la infravivienda como primer albergue en las ciudades es- pañolas, ha tenido reflejo en las fotografías. La serie de fotos sobre la vivienda y los núcleos más precarios es muy reducida. La excepción más notable corresponde a las 6 imágenes aportadas por Gómez Rodríguez (1970) en su estudio sobre la Cañada de Puente Duero en Va- lladolid. Las restantes son exponentes aislados: en Ca- latayud, Terán (1942) capta no sólo el detalle de la vi- vienda troglodita, que puede estar revestido de cierto romanticismo, sino también las poco más o menos que chabolas levantadas en lo alto de la calle de la Rúa. Bosque Maurel (1949) sólo retrata el barrio troglodita del Castillo de Moros en Cartagena y Burriel de Orueta (1971) la barriada gitana en Castellón de la Plana. El Pozo del Tío Raimundo, uno de los principales núcleos chabolistas de Madrid, apenas puede percibirse en la única foto aérea, vertical y a escala muy reducida, que Castro (1961) incluye en su artículo. El resto de las barriadas populares fotografiadas presentan un aspecto más consolidado, con edificios de autoconstrucción blanqueados y de apariencia sólida. La tendencia a buscar el equilibrio y la belleza, aunque sean relativos, está presente incluso en estos casos. Pe- se a ser documentos en blanco y negro, apenas reflejan dramatismo. De la misma manera que en los textos pa- rece haber, hasta los años setenta, algún tipo de auto- censura (MAS HERNÁNDEZ; 1989, pág. 174) que limita CUADRO III. Tramas urbanas plasmadas en las fotografías (número de fotos según orientación del artículo) Contenido del artículo Trama urbana en fotografías Ciudad Barrio Temático Redes y regiones urbanas General y otros Total Varias 29 6 6 10 14 65 Casco antiguo 93 13 28 3 17 154 Industria 12 2 14 Infravivienda 4 6 3 13 Suburbio y polígonos populares 17 15 6 11 49 Áreas residenciales burguesas (ensanche, ciudad jardín y polígonos) 5 1 4 5 15 Otras (áreas comerciales, feriales, infraestructuras etc) 9 6 2 17 Ninguna 29 1 3 1 2 36 TOTAL 198 44 53 14 54 363 Fuente: Inventario fotográfico (1940-1975). LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 221 las manifestaciones políticas y su análisis, las fotogra- fías están desprovistas de crítica y pocas veces se utili- zan recursos para dotarlas de fuerza expresiva. Como justificación de equilibrio, hay que recalcar que tampoco los barrios burgueses, más allá de las zo- nas de calidad en los cascos antiguos, han merecido un enfoque privilegiado. Con carácter exclusivo sólo apa- recen 15 instantáneas, casi todas imágenes de los En- sanches de Madrid, Zaragoza y León. Dos fotografías de la colonia unifamiliar El Viso junto a otras tres de las nuevas zonas al Norte de la Castellana en Madrid (CASAS TORRES y BODEGA FERNÁNDEZ, 1974), comple- tan el panorama. Parece deducirse que la opción mayo- ritaria tomada en las ciudades españolas para la resi- dencia de las clases más acomodadas, los ensanches con viviendas en altura, no ha seducido especialmente a los autores. Ciertos tópicos, como la aversión estética hacia la regularidad de la cuadrícula que dota a estas áreas de cierta monotonía y uniformidad, parecen haber estado vigentes. Aún en menor proporción se encuentran los paisajes industriales, una de las novedades, sin embargo, más relevantes de la dinámica urbana del momento. Sólo 14 registros de 8 ciudades, apenas pinceladas de un fenó- meno no sólo de gran importancia económica sino tam- bién de fuerte impacto territorial. Cuatro de esas foto- grafías son de Puertollano (QUIRÓS, 1956), que cuenta con uno de los mejores reportajes, mientras Castellón (BURRIEL DE ORUETA, 1971) sólo tiene una o Cartagena (BOSQUE MAUREL, 1949) dos. Resultan, además, repre- sentaciones duras, con encuadres frontales desde puntos de vista cercanos. Son espacios vacíos, sin gente ni ve- hículos, en los que se aprecia la pobreza de infraestruc- turas y su carácter invasor del entorno urbano, que que- da fuera del campo fotografiado. Las imágenes se prestan bien, incluso por su omi- sión, a tergiversaciones o ambigüedades. Las únicas dos fotografías seleccionadas por Llorca Vilaplana (1951) de Alcoy, con un contenido estrictamente industrial, consiguen transmitir una visión sesgada, romántica de la industrialización en la ciudad: en una de ellas, en la lejanía, los edificios industriales, apenas perceptibles, siguen las revueltas del río, en la otra, a muy poca dis- tancia, se aprecian claramente los detalles de una anti- gua rueda hidráulica. Menos marcada en el caso de Car- tagena (BOSQUE MAUREL, 1949) por la mayor cercanía de la panorámica de la bahía donde se sitúa el Arsenal y las factorías, también resulta curiosa la intención que parece deducirse del contraste involuntario que se reali- za entre las otras dos fotografías añadidas: una fábrica de productos químicos y una vieja carpintería de ribera. El espacio público, por su parte, no tiene un trata- miento individualizado más allá de las plazas mayores, siempre presentes en las monografías junto a los pa- seos, si fueron trazados, como iconos que permiten identificar las ciudades. No falta la plaza del Ayunta- miento de Atienza, Vicálvaro, Sigüenza, Alcoy o Carta- gena, la plaza de Aragón de Zaragoza, la de Cervantes de Alcalá de Henares o el Paseo del Rey, enmarcado por las filas de palmeras, en Cartagena. Los geógrafos no se han visto atraídos por los otros espacios abiertos, los parques o las plazas fuera de las zonas centrales que, aunque carentes de pintoresquismo FIG. 3. El suburbio histórico. Cuatro Caminos en Madrid (MARTÍNEZ DE PISÓN, 1964) y León (MARTÍN GALINDO, 1957). 222 E R Í A o encanto convencional, reflejan mejor que otros ámbi- tos «el uso y la estima que de la ciudad le dan y tienen sus habitantes» (MAS HERNÁNDEZ; 2004, pág. 223). Tampoco fueron apreciados esos lugares desde una perspectiva crítica, como reflejo de las contradicciones entre constructores, poderes públicos y ciudadanos. III GENTE EN LA CIUDAD Seguramente con la voluntad de mostrar la morfolo- gía o el detalle de la estructura urbana con mayor niti- dez, los geógrafos no suelen incluir en sus fotografías a los habitantes de la ciudad, a las personas que se mue- ven por sus calles o descansan en las plazas y los par- ques. Su ausencia no puede ser casual. Resulta lógico que se haya seleccionado una hora determinada, por ejemplo al mediodía, incluso un día concreto como el domingo o se haya optado por una espera incierta para eludir la presencia de la gente. En la medida en que, a pesar de estas exigencias, es una omisión mayoritaria, parece que no se ha querido dejar constancia del uso real del espacio, ni de la identificación entre la ciudad y sus moradores. Podemos considerar su omisión como una virtud. Como un buen detective, el geógrafo se concentra en la «escena del crimen». Ésta, como escribió Walter Benja- mín (2004), aparece «desierta, es fotografiada con el fin de determinar las prue- bas. Las fotografías se convierten en pruebas estándar de los su- cesos históricos y adquieren un significado político oculto». Calles solitarias, plazas sin niños, transmiten por otro lado una cierta inquietud por su irrealidad, difícil- mente compensada por la claridad del trazado del eje viario, el detalle del empedrado o la continuidad de las fachadas, objetivos principales de las imágenes. En última instancia, tal como se responden Borja y Muxi (2003, pág. 25) a la pregunta retórica sobre la definición básica de la ciudad, ésta es ante todo un «lu- gar con mucha gente». El recurso, como principio de su argumento, a la pregunta de Cortázar sobre ¿qué es un puente? y su respuesta: «una persona atravesando el puente», esclarecen la contradicción máxima del empeño fotográfico de los geógrafos. Dos instantáneas similares (Fig. 4) sobre sendos puentes en Ciudad Rodrigo (RODRÍGUEZ ARZÚA, 1963) y León (MARTÍN GALINDO, 1957) transmiten,por la presencia o ausen- cia de personas cruzándolos, impresiones opuestas: de aislamiento o comunicación, de dinamismo o quietud y abandono. No hay nada más triste y perturbador que un puente vacío. Quizás una sucesión de calles y pla- zas sin gente. Sólo el 35% de las fotos (123 de 363) incluyen per- sonas. Captan sobre todo las zonas residenciales (104 del total) y en menor medida las calles o plazas de áreas comerciales u oficinas. En general, se trata de ins- tantáneas tomadas en el casco antiguo o los arrabales, lógicamente porque este ámbito es dominante en todo el período analizado. Fuera de este límite, es interesante señalar que en las zonas estrictamente populares, ya sea en el suburbio histórico, en los polígonos más recientes o incluso en barrios de infravivienda, su presencia se FIG. 4. La ciudad y la gente. Puentes en Ciudad Rodrigo (RODRÍGUEZ ARZÚA, 1963) y en León (MARTÍN GALINDO, 1957). LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 223 impone, llegando a aparecer en la mitad de todas las fo- tografías de este tipo: 24 de 48. Por el contrario, en los espacios de calidad, como en los Ensanches, la ciudad jardín o junto a los monumentos, la deshumanización es patente: sólo 3 de las 15 fotos de las áreas de calidad y 9 de las 35 imágenes con edificios emblemáticos intro- ducen individuos. En una estrategia que han empleado algunos artistas como Paul Graham (FUNDACIÓN TELE- FÓNICA, 2004), los barrios pobres y degradados, a través de la incorporación de personas, se tratan con una dul- zura de la que, para insistir en el contraste, carece la re- presentación de los ámbitos de mayor calidad, donde se emplean planos cercanos más centrados y desaparece el elemento humano. Casas Torres, junto a Bodega Fer- nández (1974), parece buscar una reacción de este tipo: emociones encontradas ligadas a paisajes urbanos opuestos en la serie de fotografías que ilustran uno de sus estudios sobre Madrid (Fig. 5). Mientras las zonas de calidad permanecen vacías, en los barrios populares aparecen retratados hombres y mujeres. Pero aquí la carga política que contienen las fotografías es otra: el bullicio que insinúan encubre la pobreza de esas áreas, y el detalle de las personas la precariedad del espacio construido donde habitan. Interpretaciones aparte, las cifras totales quizá re- flejen, mediante la incorporación de la gente al paisaje urbano, la mayor preocupación social que se acusa a partir de la década de los cincuenta. Y eso que la pobla- ción urbana, el «paisanaje», como señala Rafael Mas (2004, pág. 207) era objeto de una atención especial en las investigaciones geográficas y «tuvo un lugar propio en la consideración final del paisaje de la ciudad». Su tratamiento se realizó prioritariamente, en los años ini- ciales, a través de descripciones textuales casi impre- sionistas, como ha indicado el mismo Mas (1989, pág. 170), fruto del «sistemático callejeo de la ciudad» que pocos años más tarde sería complementado (en ocasio- nes sustituido) por el empleo de estadísticas demográ- ficas. Ese reconocimiento del contenido social y eco- nómico del lugar a través, entre otros indicios, de la imagen de sus habitantes no ha quedado plasmado, por contra, en las fotografías. Sólo algunos «guiños» a los lectores han materializado la observación continua a la que fueron sometidas las ciudades analizadas. López Gómez (1967) incluye una imagen de la plaza Mayor de Atienza con una pareja de individuos vestidos según la usanza tradicional que, rememorando los grabados clásicos de paisajes y tipos humanos característicos, nos permite aún ahora sentir el peso de la tradición y el retraso real de la pequeñas ciudades en la España de la época. Con un sentido crítico claro, Quirós (1960) a través de su fotografía de una calle de Getafe por la que avanzan en bicicleta hombres con aspecto humilde, nos participa de la lejanía del lugar de trabajo respecto a los espacios de residencia popular, la pobreza de los obre- ros y, en general, de las dificultades económicas de aquel tiempo. En este caso el pie de foto: «Hacia las ocho de la mañana, nutridos grupos de obreros acuden, en moto o bicicleta, a las fábricas de la estación de Ali- cante» es imprescindible para entender el mensaje de la imagen (Fig. 6). Frente a estos ejemplos, extraña que figuras como Bosque (1949), cuya prosa sintetiza la actividad econó- mica de la ciudad de Cartagena a través de la descrip- ción de los oficios y profesiones que evidencian los ha- bitantes que caminan por sus calles y es, además, uno de los geógrafos que más proporción de fotografías con gente realiza, apenas refleje en ellas la diversidad o los FIG. 5. Contraste entre zona residencial de calidad y vivienda popular. Mirasierra y Embajadores en Madrid (CASAS TORRES y BODEGA, 1974). 224 E R Í A contrastes sociales. En el texto de su artículo los grupos sociales enlazan, como señales, con las funciones urba- nas. Destacan, entre otros los militares que dan «impor- tancia y rango a las callejuelas tortuosas y estrechas» y, en el otro extremo, los obreros y cargadores del muelle, «que atraviesan la ciudad desde el cinturón suburbano» (Ibíd., pág. 588). Su frase «tras el paisaje humano, el verdaderamente urbano», con la que finaliza el aparta- do de «estructura y ambiente», dentro del «paisaje ur- bano», poco antes de comenzar los otros epígrafes dedi- cados a la ciudad y sus alrededores, manifiesta la disociación entre ambos elementos que muestran sus fotografías. Otra vertiente interesante es la excelente calidad media de las fotografías de la ciudad con gente. Recor- dando que la subjetividad preside, como ya señalamos, este tipo de apreciaciones, los resultados son llamati- vos: de las 182 fotografías evaluadas como buenas, 65 (el 37%) son con gente y del total de imágenes con gen- te el 52% se han considerado buenas Aún más especta- cular es la relación que se alcanza con la calificación de excelente: de esta forma hemos distinguido como tales 26 fotografías, más de la mitad de las 46 fotografías mejor valoradas. Son además fotos que crean atmósfera, logran trans- mitir el ambiente, el «aire» de la ciudad. Indudablemen- te no es sólo por la presencia de gente. Se trata de com- posiciones con encuadres subjetivadores o mixtos (a la par), con perspectivas muy logradas a base de primeros planos, en general marcados por las personas, y fondos construidos hacia donde se dirige la mirada del lector mediante las líneas dibujadas por las calles. Lo que de- muestran las cifras es que la atmósfera de la ciudad di- fícilmente se consigue sin gente ya que únicamente 5 instantáneas lo han logrado sin su presencia y de ellas en dos casos3, mediante un perro dormido en la calle o con la ropa tendida en las ventanas, la relación con los habitantes es directa y se transmite la conciencia de es- tar ante espacios impresionados por la vida urbana. Cabe destacar las diferentes estrategias de los geó- grafos que incluyen a las personas en sus fotografías, en concreto 24 autores del total de 35. Algo más de la mi- tad lo hacen de forma ocasional y solamente son 10 los autores que, con casi la mitad de todas sus imágenes con gente cubren el 40% de éstas. Montesinos (1961), Martínez de Pisón (1964) y Escudero Solano (1955) a pesar de incorporar pocas fotografías en sus estudios, en la mitad o más de los casos retratan habitantes de la ciudad. Por otro lado, están aquellos geógrafos que te- niendo un número significativo de fotografías en sus ar- tículos, en ellas raramente aparecen personas, así Terán (1942, 1946 y 1961), Llorca Vilaplana (1951), Benito Arranz (1959 y 1961), Quirós (1956 y 1960), Pérez Pu- chal (1970), Valenzuela Rubio (1974), Torrego Serrano (1974) y Crespo Jordán (1974). De otra parte, con un conjunto de imágenes más que aceptable en sus estu- dios, están los autores que bien por la temática que tra- tan o por otras razones imprecisas, hacen del recurso de la gente en la fotografía una práctica habitual. Entre es- tos últimos cabría señalar a Bosque Maurel (1949), Ca-FIG. 6. Contenido social de la ciudad. Atienza (LÓPEZ GÓMEZ, 1967) y Getafe (QUIRÓS, 1960). 3 Se trata de dos fotografías realizadas por López Gómez en Atienza para su artículo publicado en Estudios Geográficos en 1967. LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 225 sas Torres y Bodega Fernández (1974), García Fernán- dez (1952), Orive Arenaza (1957), López Gómez (1967), Martín Galindo (1957), Rodríguez Arzúa (1963 y 1968), Burriel de Orueta (1971), Navarro Ferrer (1962) y Campos Romero (1974). Finalmente, concluimos que si bien la incorpora- ción de personas en la composición de las fotografías no es una condición sine qua non para lograr un docu- mento de calidad, se observa cierta correlación entre aquellos autores con una cifra destacada de imágenes catalogadas como buenas y excelentes y los que son prolijos en instantáneas que contienen la representa- ción del paisanaje urbano. IV MÁS ALLÁ DE LA IMAGEN. EL PODER DE LA PALABRA Casi tan relevante como la propia imagen, el texto al pie de la fotografía dirige la mirada del lector en el re- conocimiento del lugar o su entorno y, más aún, orienta su entendimiento y sus emociones. La clasificación de los pies de las fotografías se ha realizado atendiendo a los dos contenidos básicos que, según Mendibil (1999)4, pueden diferenciarse en ellos: por un lado, la referencia a los elementos escogidos, es decir, estrictamente la manera en que enuncian o deta- llan el contenido de la foto a través del texto y, de otro lado, el significado o la connotación que, en ocasiones, añaden al documento para guiar la percepción. La Figura 7 recoge la clasificación cruzada de los textos de los pies según el contenido reflejado y el sig- nificado introducido. Los resultados reflejan la ausencia de una atención especial de los geógrafos hacia el re- curso del escrito que acompaña las fotografías. Casi la mitad de las anotaciones, un 40%, sólo identifican el ámbito fotografiado y no aportan ningún tipo de valora- ción adicional. Las cifras absolutas (Cuadro IV) insis- ten en esta pobreza y en el desinterés por inducir signi- ficados particularmente sugerentes: 227 pies de los 355 analizados, más del 60%, no adjetivan ni valoran lo re- presentado en la imagen y sólo 133, un 37%, añaden al- gún tipo de información adicional a la simple localiza- ción de la instantánea. La brevedad del texto y la ausencia de efectos lite- rarios mostrada en los abundantes pies identificativos sin connotación alguna, confinan a la fotografía al pa- pel de ilustración de hechos o procesos desentrañados en otros lugares (Fig. 8). El lector rápido del artículo debe recurrir a su propio conocimiento para enfrentar- se a la polisemia de las imágenes. Ante esta opción, dominante también en las obras de los geógrafos fran- ceses de mediados del siglo pasado, Mendibil (2006, CUADRO IV. Clasificación de los textos de los pies de fotografía según el contenido reflejado y el significado introducido Significado Ninguno Expresivo Valorativo Retórico Total Contenido Nº % sobre total Nº % sobre total Nº % sobre total Nº % sobre total Nº % sobre total Descriptivo 19 5,4 10 2,8 7 2,0 7 2,0 43 12,1 Identificativo 142 40,0 3 0,8 0 0,0 3 0,8 148 41,7 Informativo 54 15,2 29 8,2 33 9,3 17 4,8 133 37,5 Selectivo 12 3,4 4 1,1 3 0,8 2 0,6 21 5,9 Abstracto 0 0,0 6 1,7 3 0,8 1 0,3 10 2,8 TOTAL 227 63,9 52 14,6 46 13,0 30 8,5 355 100,0 Fuente: Inventario fotográfico (1940-1975). 4 Se han modificado sustancialmente las categorías establecidas por Men- dibil en su investigación, excesivamente complejas y poco adecuadas para el marco más concreto de la ciudad. El autor clasifica la manera de exponer el con- tenido de la fotografía, a través del texto del pie correspondiente, en 5 tipos: enumeración, inducción, generalización, selección y transposición, que han sido sustituidos o reformulados en su totalidad. Por otro lado, apunta otras 5 «estrate- gias textuales» para añadir al pie de la fotografía un significado adicional: des- criptiva, interpretativa, explicativa, simbólica y retórica, que resultan excesiva- mente prolijas. Así, se redujeron a cuatro y se incluyó una categoría («ninguna») para catalogar los textos más parcos que no mostraran valoraciones, juicios ni cualquier otro tipo de expresión connotadora. 226 E R Í A pág. 189) señala que: «la designación objetiva de lo vi- sible es la única ambición de los geógrafos y sin duda su principal defecto». La sobriedad de los comentarios sería entonces el resultado de una decisión consciente del autor, vincula- da al entendimiento del discurso y del razonamiento geográfico, en cuyo caso la imagen, a diferencia del croquis o el plano, sólo ilustra sin instruir. También esa parquedad puede ser, seguramente en igual proporción, producto de cierta desidia o incluso desconocimiento de las potencialidades del recurso. La consecuencia, en definitiva, es la reducción de la capacidad expresiva de la fotografía que minimiza la posibilidad de adscribir formas o paisajes a ideas concretas, más allá de la ima- ginería tradicional que haya imbuido en su formación a los geógrafos. Entrando en el comentario de la clasificación de los textos, el tipo de pie informativo, al margen de que el autor haya adjetivado o valorado el comentario, es el reflejo del interés del geógrafo por exponer aspectos fundamentales que a lo largo de su artículo cuentan con un tratamiento de detalle. De esta forma, la foto- grafía adquiere un valor añadido como índice o síntesis de la obra, además de complemento gráfico expresivo. Dado que los pies de foto, por razones editoriales, apa- recen en su mayoría formando un bloque unido a la imagen, esta función introductoria o incluso parcial- mente sustitutiva al propio texto del trabajo, puede ad- quirir más relevancia que la auxiliar para la que fueron incluidos. Resulta muy sugerente que el grueso de los comen- tarios clasificados como informativos se concentre en FIG. 7. Categorías de clasificación de los textos al pie de las fotografías (2 criterios: LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 227 la década comprendida entre 1946 y 19665, cuando el afinamiento del método geográfico está en sus comien- zos y la trascendencia otorgada a la observación directa está en equilibrio con la atribuida al trabajo en los ar- chivos, sistemático únicamente en la última década. Las indicaciones contenidas en los pies, que dirigen por tanto la reflexión del lector a partir de la fotografía, se centran en los tres objetivos fundamentales de los es- tudios urbanos. En primer lugar, un tercio de los pies aportan información sobre el uso y las funciones de las calles o edificios concretos fotografiados. Los más es- cuetos, una cuarta parte del total, sin apreciaciones de ninguna clase, señalan el «uso comercial» de un puerto, el destino para «ferroviarios» de un conjunto de vivien- das o la instalación de un grupo determinado, «artistas pintores», en una calle6. En un nivel superior, otra cuar- ta parte de casos introducen expresividad o valoración, sobre todo, mediante adjetivos que amplían, precisan, complementan o cuantifican las categorías a las que se exposición del contenido y significado añadido). Fuente: Inventario fotográfico (1940-1975). 6 El binomio formado por textos de contenido informativo que no introdu- cen ningún significado o valoración, suma 20 registros, sobre los 44 pies infor- mativos clasificados. Los ejemplos seleccionados corresponden a los pie de fo- tografía: «El muelle comercial del puerto en plena actividad» en Bosque Maurel (1949); «Calle de Frontera de Haro. Bloque de viviendas para ferroviarios» en Benito Arranz (1959); y «San Cayetano, la calle de los artistas pintores» en Campos Romero (1974). 5 Casi un 70% del total de los pies de fotografía informativos aparecen en- tre 1946 y 1966. La mayor concentración se produce entre 1951 y 1965, cuando representan el 48%. 228 E R Í A refieren, por ejemplo: la «posición primordial» de la Unión Española de Explosivos en Cartagena, el carácter de «eje orgánico»asumido por la calle-carretera de José Antonio y Primero de Junio en Venta de Baños o la fun- ción relevante, como «centro vital», que tiene la Aveni- da Madrid en el barrio de las Delicias de Zaragoza7. La interpretación que puede añadirse mediante el texto a la fotografía permite establecer la relación entre la forma (trazado de la calle o altura de los edificios) y la función, ajustándose al enfoque metodológico domi- nante. El contenido morfológico de la imagen cobra verdadero significado en la traducción de las funciones que aporta el pie. En este sentido, el apoyo mutuo de texto y figura permite introducir además el plantea- miento histórico, comprobando las respuestas morfoló- gicas a los cambios funcionales. Martín Galindo es uno de los autores que emplea esta fórmula con especial acierto. Las 10 fotografías que incluye en su artículo so- bre León (1957), de una calidad sobresaliente, están glosadas con textos de tipo informativo, siempre carga- dos de significación, dedicados tanto a la estructura del plano, como a los edificios o a las funciones. Sobre este último aspecto, que tratamos a continuación, las obser- vaciones realizadas sobre la calle Canóniga permiten enlazar su trayectoria histórica con su situación actual: «vieja calle solitaria paralela a la muralla romana (…) casi toda ella residencia de los señores canónigos. Muchas de sus ca- sas apenas han sufrido modificaciones (las de dos plantas). Al- gunas han sido derribadas para dar paso al nuevo colegio de monjas que se ve en el centro izquierda de la foto. Al fondo la catedral». Los contrastes de morfología mostrados en las imá- genes adquieren mayor sentido con los textos que desta- can la ruptura entre los usos tradicionales del suelo, vin- culados al pasado rural de los núcleos, y los nuevos destinos propios de su presente urbano. En la periferia, la transición es muy rotunda, como enfatizan Benito Arranz (1959) en Venta de Baños, donde el «futuro» del núcleo se percibe en la «fricción» mostrada por «las modernas construcciones» que lindan «con un rústico palomar (semiderruido) y con tierras de labor converti- das en solares para edificación» y Valenzuela Rubio (1969) en Moratalaz (Madrid), que utiliza la oposición entre el «bloque central moderno y el huerto residual» al describir la ocupación de la antigua dehesa. En segundo lugar, se sitúan los textos dedicados, con un enfoque claramente morfológico, a la organiza- ción del espacio y el plano. Se han inventariado hasta 36 pies cuyos discursos hacen referencia a la localiza- ción del ámbito concreto fotografiado en el plano de la ciudad o, cuando se trata de vistas y fotos aéreas verti- cales u oblicuas, a la estructura e hitos que se distinguen en su interior. Hay que valorar este esfuerzo explicativo en la medida en que prima, como se ha destacado ya, en los pies de fotografías la simple identificación del lugar sin observaciones adicionales (142 sobre los 363 regis- tros inventariados). Quirós (1960), en su artículo sobre Getafe, condensa la metamorfosis que está experimentando el núcleo a través de los detalles señalados en la fotografía aérea colocada al principio de la serie de instantáneas. Las re- ferencias a la «vitalidad» de las calles centrales (infor- mación adicional a la propia foto), la individualización de la industria y los equipamientos educativos frente a la «escasa altura» que mantienen los edificios, dibujan los contrastes característicos de la transición entre el mundo rural y el urbano. Más ambiguo, Bosque Maurel (1949) simplemente señala la posición de la calle fotografiada en el plano de Cartagena, sin valoraciones añadidas: «Las calles de La Serreta y Gilabert antes de la cortadura que las pone en relación con el puerto». Este tipo de pie, con un conte- nido informativo (existencia de una conexión de la calle con el puerto) que no introduce significado adicional al- guno, alcanza la mitad de los incluidos en el grupo (13 de 36 pies). En contraste, de nuevo Martín Galindo (1957) nos ilustra sobre las posibilidades explicativas abiertas con el texto al pie de una fotografía de la calle de la Independencia: «en la desembocadura a la plaza de Santo Domingo. A la derecha de la fotografía, la calle de Ordoño II. Al fondo uno de los torreones de la “Cerca Nueva” medieval. Esta calle fue el ex- terior de la cerca; más tarde, carretera. Ahora es una calle céntri- ca con comercio, restaurantes y un cine». La posición relativa de la calle ha ido cambiando con el transcurso del tiempo hasta llegar a la centralidad del momento entonces presente. En tercer lugar, en consonancia con las preocupacio- nes básicas de este tipo de análisis urbanos, la glosa de la composición arquitectónica, los materiales emplea- dos o los estilos artísticos en los monumentos, domina en 31 pies de fotos, un número muy similar al especifi- cado para la temática anterior. El dominio de los estilos, los elementos constitutivos de iglesias y palacios, de las 7 En el inventario se han catalogado 20 pies de fotografía como informati- vos y además expresivos o valorativos. Las citas se refieren a los trabajos de Bosque Maurel (1949), Benito Arranz (1959) y Navarro Ferrer (1962). LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 229 instalaciones militares o incluso de la maquinaria de an- tiguos molinos, en general la cultura humanística más amplia poseída por gran número de los geógrafos que podríamos englobar como clásicos, les permite apuntar con facilidad acotaciones sobre estos elementos. Dos tercios de estos textos son expresivos o valorativos, prueba de la sensibilidad de los autores hacia el compo- nente artístico o histórico de ciertos lugares de la ciudad y de su interés, muy tradicional, por el detalle de la pro- pia construcción de los edificios. García Fernández (1952) es representativo del inte- rés por el análisis arquitectónico, que se manifiesta en 5 fotografías de su artículo sobre Alcalá de Henares (10 en total), cuyos textos hacen hincapié en los estilos do- minantes en el sector más antiguo de la ciudad. En uno de ellos aborda la fisonomía de la calle de Roma: «Trazada en el siglo XVI pero con edificios en su mayor parte del siglo XVII. Las sobrias líneas de arquitectura herreriana y las torres enchapiteladas hacen de ella la más típica de la ciu- dad universitaria»; y comenta los rasgos de la calle Mayor: «las columnas de finales del siglo XV alternan con los pila- res del siglo XVII; forman los soportales, tan típicos de toda ciu- dad castellana». Uno de sus discípulos, Gómez Rodríguez (1970), se distingue por el cuidado en revelar la tipología y los ma- teriales de construcción, en este caso de las viviendas marginales de la Cañada de Puente Duero en Valladolid. En sucesivos pies menciona el predominio de «materia- les de deshecho» o de «ladrillo prensado». En un tercer texto sintetiza los rasgos extremos: «Tipo degradado (vivienda de la derecha). A su lado, algo casi ineludible en la Cañada, la presencia del corral y la utiliza- ción del adobe como material de construcción». El entorno de las ciudades, su emplazamiento, es in- terpretado y comentado por 10 pies de tipo informativo. Lorca Villaplana (1951) aprovecha la oportunidad para aludir en un texto cargado de sentido, junto a otros asuntos, a las pérdidas patrimoniales ocurridas durante la guerra civil, cuando la ciudad quedó bajo control re- publicano: «Una vista de Alcoy. Al fondo el Monte San Cristóbal con su ermita y la monumental cruz, construida en hierro y desaparecida durante la revolución. Una vez más puede observarse el contraste entre las áridas montañas y los oasis de espléndida vegetación». El contrapunto lo ofrece el párrafo preciso, pero sin otras valoraciones, de López Gómez (1967) sobre la vis- ta incluida de Atienza: «En primer término, campo abierto de “La Bragadera”. Al fondo, izquierda, Cerro del Padastro; derecha, Cerro del Castillo, con dos escarpes calizos y la Villa al pie». Distintos en su temática, resultan los textos centra- dos en los fragmentos del mundo ruralque todavía exis- tían en los bordes urbanos. En las 7 notas así clasifica- das, domina la simple referencia a los aprovechamientos agrarios subsistentes, como las realizadas por Taltavull Estrada (1963) para Hernani, aunque utilice para ello composiciones artificiosas, como el retrato fotográfico bucólico y un pie sobrio que aclara el sentido de la mis- ma foto: «Casero de 80 años con su nieto. Puede apreciarse la cose- cha de maíz a punto de recolectarse. Al fondo, el caserío en for- ma de casa bloque». FIG. 8. Pies de fotografías escuetos, sin interpretaciones ni valoraciones de los autores. Tipos identificativo (Béjar, RODRÍGUEZ ARZÚA, 1968) y descriptivo (Torrejón de Ardoz, ORIVE, 1957). 230 E R Í A El último tema diferenciado, el origen de la ciudad (5 textos), convoca, en mucha menor medida, la aten- ción de este gran grupo de pies de foto inventariados como informativos. En este caso, los datos aportados son indispensables para entender correctamente la ima- gen que acompañan. Terán (1946), Bosque Maurel (1949), García Fernández (1952) y Benito Arranz (1959), atentos al detalle sobre la fundación del núcleo, que seguirán a partir de entonces en todo su devenir histórico, introducen fotos de los primitivos emplaza- mientos que están acompañadas de breves referencias a su ocupación inicial. En general sin otras valoraciones, la concisa referencia de Terán a los sitios tomados en la foto junto al hecho esencial del asentamiento primitivo, se ajusta al modelo de aclaración imprescindible: «Cuesta de las Merinas y Cerro de Villavieja, donde es- tuvo emplazada la Sigüenza celtibérica». Las otras tres modalidades de tratamiento del con- tenido de la fotografía apenas suman la mitad de los registros de cualquiera de los otros dos tipos ya anali- zados (el identificativo y el informativo). El recurso a un comentario selectivo utilizado en 21 ocasiones para centrar la mirada del lector claramente sobre un solo aspecto de la fotografía, es empleado por muy pocos autores que, sin embargo, lo hacen de forma recurren- te. Terán aplica este estilo en 5 ocasiones, en sus aná- lisis sobre Sigüenza (1946) y Calatayud y Albarracín (1942). Le interesa, por ejemplo, destacar el ferial de las mulas, segmentos de la muralla en Sigüenza y as- pectos de la topografía que dominan los rasgos fisonó- micos de la parte alta de las otras dos ciudades. Dos de estos casos muestran claramente la sobriedad de su re- dacción. En primer lugar: «Utilización de un torrente, transformado en una callejuela, en la parte alta de la ciudad» y en segundo lugar: «Un rincón típico. Obsér- vese el desnivel existente entre el suelo de la calle y el de la rampa de acceso a las casas de la derecha». También utilizan este tipo de pies selectivos García Ballesteros (1969), de forma exclusiva para las 3 foto- grafías incluidas en su artículo sobre el Noreste de Ma- drid y, como complemento, Torrego Serrano (1974) y Navarro Ferrer (1962) en 4 y 3 oportunidades entre los 20 y 22 comentarios realizados respectivamente. La primera de estas autoras hace uso de estos textos quizás estrictamente para orientar la lectura, siempre comple- ja, de las fotografías aéreas, ya que de éstas se trata. Torrego Serrano, por su parte, dedicada al análisis del transporte urbano madrileño, para evitar el «ruido» pro- vocado por los edificios cuando la fotografía amplía el encuadre. En contraste, Navarro Ferrer puede ser seña- lada como uno de los geógrafos que mayor atención han prestado a los pies de las fotografías ya que, no só- lo minimiza la presencia de los textos meramente iden- tificativos, sino que varía las fórmulas empleadas para precisar la comprensión de las imágenes. Pese a ello, sus escritos carecen luego de matices y sólo en la mitad de los casos introducen significados o valoraciones más allá de la simple información o descripción sobre los contenidos de la imagen. Especialmente interesante se ha mostrado el recurso a los pies de foto descriptivos (43 en total) para estable- cer lo que podría caracterizarse como modelos (Fig. 8). Al eludir la identificación concreta de los elementos re- cogidos en la imagen, se aporta un arquetipo que gene- raliza las formas concretas a ámbitos equivalentes. Ori- ve Arenaza (1957) emplea casi con exclusividad este estilo en su artículo sobre Torrejón, sistematizando la fisonomía representativa de las calles, la vivienda rural y la vivienda moderna mediante un texto sin concesio- nes retóricas: «Una de las calles de Torrejón de Ardoz con un grupo de viviendas típicamente rurales». Algunos autores combinan dos fotografías con un solo pie de figura para reforzar su carácter modélico. García Fernández (1952) incluye dos imágenes de ca- lles del casco histórico de Alcalá de Henares acompa- ñadas de un solo pie: «Aspectos de la ciudad medieval. Calles estrechas y quebradas con el horizonte siempre cortado». También Llorca Vilaplana (1951) emplea el mismo sistema, aunque con un enfoque más trivial, sobre una zona equivalente: «He aquí dos aspectos del Alcoy pin- toresco, viejo, ocupado en su mayor parte por la pobla- ción obrera». Por otra parte, Martínez de Pisón (1964), con un mayor compromiso social, establece sobre dos fotogra- fías de Cuatro Caminos el patrón marginal del suburbio histórico: «El aspecto exterior de las calles laterales del barrio revela la escasa evolución sufrida por las zonas interiores de Cuatro Cami- nos y su carácter marginal». Quirós (1960) escoge este medio para hacer hinca- pié en los contrastes creados por la transición que esta- ba experimentando Getafe en aquellos momentos. Las formas de vida y los paisajes edificados correspondien- tes a los mundos rural y urbano aparecen ejemplifica- dos con el valor de un símbolo (Fig. 9). Por último señalar la escasa presencia de los pies con escritos abstractos, que comentan fotografías utili- zadas como simples pretextos para declaraciones que LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 231 apenas se relacionan con su contenido. De los 10 casos identificados, destacan los 4 correspondientes a un es- tudio de Navarro Ferrer (1962). Sus apostillas tratan so- bre los habitantes de la ciudad de Zaragoza, así por ejemplo la referida a la calle San Agustín: «El artesano tradicional pervive en los locales bajos y zaguanes de las casas del barrio de la Magdalena y S. Pablo», o la mencionada para el barrio de Venecia: «Cines y bailes atraen a los jóvenes de otros sectores, creando en el ba- rrio de Venecia un importante centro de reunión», care- cen de una atención equivalente hacia las formas que les cobijan. La perspectiva particular de la realidad ur- bana que se hace evidente en el grupo de Casas Torres tiene su traducción clara en este tipo de comentarios. Como ya señaló Rafael Mas (1989, pág. 179) el propio Casas Torres llega a reinterpretar las categorías básicas de la geografía convirtiendo, en palabras textuales de este autor, a «los hombres y las mujeres, las buenas gentes que tiran del carro como nosotros», en el tema fundamental de la disciplina. En el análisis interno de la ciudad, la segregación, la producción del suelo, los agentes urbanos, incluso el paisaje resultante, son omi- tidos mientras se aborda la demografía, las funciones urbanas o los equipamientos y servicios. La fuerza de los pies, su capacidad para reconducir el pensamiento del lector que contempla la imagen ha- cia objetivos concretos del autor, tiene en esta modali- dad de textos abstractos su fórmula más radical, si bien no ha sido casi empleada. Más evidentes, en su volun- tad de transmitir emociones a la vez que contenidos, pueden considerarse un último tipo de textos que he- mos clasificado como retóricos. El recurso a un estilo casi poético, elocuente, aunque pueda resultar por el FIG. 9. Construcción de un modelo a través del contraste de paisajes tradicionales y modernos señalado en el pie descriptivo de la fotografía. A la izquierda paisaje agrícola frente a industrial y a la derecha viviendas rurales frente a urbanas, en Getafe (QUIRÓS, 1960).232 E R Í A empleo de palabras en desuso o ajenas a la disciplina teñido a veces de anacronismo, se restringe a muy po- cos autores, los más significativos ejerciendo ya como maestros. Los 30 casos detectados no pueden conside- rarse cuantiosos en este período temprano, en el que todas las reflexiones sobre la evolución de la geografía urbana coinciden en destacar la finura del lenguaje co- mo rasgo característico de buena parte de los autores. La erudición, el cuidado en la composición o el ritmo de las frases, que indudablemente provocan una mayor impresión en el lector (no siempre grata, aunque sor- prendente) acompaña a los pies informativos (17) y descriptivos (7), más amplios en su desarrollo. Por ejemplo, Terán (1946) sólo se permite esta licencia de estilo en un pie de foto aislado: «El Otero, Cerro de margas irisadas, con cubierta de carnio- las destacada en el valle de Sigüenza, al Nordeste de la ciudad, y en cuya ladera septentrional brota la fuente que abastece a ésta de agua potable». El énfasis en las ideas, la expresión de las emocio- nes, quedan restringidas al contenido de su artículo. Frente a la lacónica identificación de otra imagen (Fig. 10): «Calatayud: El Castillo», en el epígrafe «pai- saje urbano» se aproxima a este elemento concreto mediante un párrafo de una gran plasticidad que, me- diante el recurso clásico a la analogía, es capaz de con- vocar emociones estéticas, evocadoras, introducir el tiempo y aunar la adaptación permanente entre el me- dio y los hombres: «El Castillo, en el borde del páramo de Armates es (…) una forma medio humana, medio geológica. Las margas y formas de erosión naturales de tipo ruiniforme, se confunden con las autén- ticas ruinas del castillo, sobre las cuales triunfa progresivamente la naturaleza» (TERÁN, 1942). García Fernández (1952), con su peculiar estilo, es el único que emplea de manera significativa este len- guaje más florido (hasta 5 veces). Quirós ya ha sido mencionado con ocasión del uso de pies descriptivos que refuerzan la antítesis presentada mediante el juego de dos imágenes contrastadas (Fig. 9). López Gómez, Navarro Ferrer y Casas Torres, junto a Bodega Fer- nández, son los otros autores que repiten este modelo. En algún caso se trata de expresiones felices, como la compuesta por López Gómez (1967) para describir la ocupación de parte del lienzo de la muralla de Atienza (Fig. 10): «Arco de la Virgen. Casas adosadas a la muralla calando ventanas y balcones». También resulta eficaz el procedimiento utilizado por Casas Torres y Bodega Fernández (1974) para identificar (en una serie de tres fotos con un mismo pie) la zona entre las Plazas de Cuzco y de Lima: «Madrid del Bernabeu en la Avenida del Generalísimo», convirtiendo al es- tadio en símbolo del paisaje de modernos bloques que se estaba construyendo. En la mayoría de los casos, no obstante, se trata simplemente de expresiones cuyo ritmo ha sido marcado por la alteración del orden habitual de las palabras o por simples prosopopeyas como la utilizada por Navarro Ferrer (1962) para des- tacar la apertura de una gran avenida en Zaragoza: «En la primera mitad del siglo XIX, la ciudad se aso- ma al monte de Torrero a través del actual Paseo de General Mola». FIG. 10. Texto simplemente identificativo en la imagen del Castillo de Calatayud (TERÁN, 1942) frente a un poético pie informativo y retóri- co en la fotografía de la muralla de Atienza (LÓPEZ GÓMEZ, 1967). LA FOTOGRAFÍA URBANA EN LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA 233 En definitiva, retornamos a la principal reflexión sobre el alcance de los pies de las fotografías en los pri- meros estudios de geografía urbana: sólo una escasa valoración de la propia fotografía como recurso puede explicar la pobreza de sus comentarios, máxime cuando ya se había realizado el esfuerzo de la investigación y el tratamiento «textual» de los paisajes o la morfología formaba parte de él tal como demuestran los artículos. BENJAMIN, W. (2004): Sobre la fotografía (Traducción de José Muñoz Millanes). Valencia, Pre-Textos, 153 págs. BORJA, J. y MUXI, Z. (2003): El espacio público: ciudad y ciudadanía. Barcelona, Electa, 415 págs. BORJA-VILLEL, M. J.; CHEVRIER, J. F.; HORSFIELD, C. (1997): La ciutat de la gent. Barcelona, Fundación Antoni Tapies, 289 págs. CAPEL, H. (2002): La morfología de las ciudades, I. So- ciedad, cultura y paisaje urbano. Barcelona, Ediciones del Serbal, 544 págs. CAPEL, H. 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