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Teresa Herrera Universidad de Salamanca PROYECTO DEL DICCIONARIO MÉDICO MEDIEVAL: MÉTODO, SITUACIÓN DEL TRABAJO Y PERSPECTIVAS Nuestra sección, como saben ustedes muy bien, tiene como finalidad principal dar a conocer el trabajo que, aún en proceso aunque ya muy avanzado, pretende sacar a la luz un nuevo diccionario histórico; histórico porque se circunscribe al periodo medieval, porque toma su léxico de textos manuscritos, incunables y alguno impreso del siglo XV y porque es una parte del futuro diccionario histórico del español que se gesta en la Universidad de Wisconsin (Madison). (1) El método utilizado en su realización contó desde el inicio con la, para nosotros entonces, nueva tecnología informática, y fue diseñado por un grupo de profesores de dicha Universidad americana dirigidos por el Prof. John Nitti, experto programador de trabajos lingüísticos y promotor del diccionario en su forma actual. Nuestro trabajo comenzó y continúa hoy como colaboración de dos equipos: uno norteamericano dirigido por el Prof. Nitti y otro español que reside en la Universidad de Salamanca. La Universidad de Wisconsin nos proporciona la asistencia técnica informática necesaria. En España nos enfrentamos con el trabajo lexicográfico propiamente dicho. Queda aún por aclarar que nuestro diccionario médico, a pesar de su título, no se limita a recoger el léxico científico, anatómico, farmacológico etc., sino todo el que aparece en dichos textos porque su finalidad, como ya anticipé, no se acaba con su publicación sino que posteriormente pasará a engrosar el diccionario histórico del español. (2) Dicho esto, para que Vds. puedan conocer el planteamiento general del trabajo, vamos a adentrarnos en nuestro terreno y a dar a conocer nuestra propia tarea, es decir, el proceso seguido o a seguir, desde la formación del Corpus, fundamento del diccionario, la transcrip- ción de textos, el estudio del léxico en ellos contenido, la selección de contextos y la formulación de definiciones, fase en la que hoy nos encontramos. Proceso que puede parecer lineal pero que, como veremos enseguida, es circular porque cuando ya se alcanza la última fase es necesario volver a la primera para conseguir la perfecta interpretación del contenido; y este ir y volver muchas veces permite comprender y 91 subsanar erratas, interpretar lecturas y resolver problemas no sólo semánticos sino filológicos como veremos más adelante. (2a) La transcripción de los textos, proceso imprescindible, se realizó siguiendo las normas que para este fin publicó el Seminario de estudios medievales de la Universidad de Wisconsin (1). En este proceso a las erratas inherentes al trabajo filológico —pues el filólogo no es, Vds. lo saben muy bien, un ser perfecto— hay que añadir los abundantísimos errores procedentes de los propios copistas, pues la medicina, como toda la ciencia medieval, se escribe en latín y pocas veces encontramos obras escritas en español en este periodo. Las que poseemos son, por lo general resúmenes o compendios que pretenden divulgar los conocimientos necesarios para ejercer la profesión o traducciones de autores extranjeros que escribieron sus obras en latín. Esta es la razón de que los manuscri- tos que han llegado hasta nosotros no sean obras cuidadas sino copias apresuradas y descuidadas. Pero además, como la materia tratada está llena de términos específicos y como, en la mayor parte de los casos, el copista no era médico y desconocía dicha terminología se confundía e interpretaba erróneamente. Si a esto añadimos que no disponemos de originales sino que hemos de basarnos en copias no es difícil compren- der la dificultad que plantea transcribir un texto. Y en este sentido quiero señalar la imperiosa necesidad de un trabajo circular en este terreno pues nuestros textos no pueden ser ni serán perfectamente interpretados hasta que no se acabe el diccionario, ni el diccionario se puede terminar hasta que no dispongamos de ediciones críticas de los textos. Circularidad teórica, sí, pero linearidad práctica, pues el estudio del léxico nos va iluminando progresivamente para interpretar las deturpaciones y viceversa. De ahí que hayamos comenzado a publicar una serie de ediciones críticas (4) de todas las fuentes utilizadas con el mismo fin, el de corregir lecturas y matizar sentidos a los que sería imposible llegar sin esta ayuda. (2b) Este estudio del léxico lleva implícito las otras partes del proceso a que aludí en el comienzo de esta comunicación porque para realizar el estudio es necesario primero comprender conceptualmente y esto no es posible antes de leer todos los contextos que, gracias al método informático, poseemos de cada uno de los términos utilizados en cada obra médica. Tras la atenta lectura y comprensión seleccionamos el que a nuestro juicio es más significativo y ejemplifica con más claridad la definición que proponemos. 92 AIH ACTAS. IRVINE 92 (3) Pero este proceso lineal requiere revisiones —en este momento estamos ya en la tercera— revisiones que nos permiten detectar errores en los textos gracias al diccionario y en el diccionario gracias a los textos. (3a) Son algunos ejemplos del primer caso los siguientes: en nuestro diccionario y en diferente lugar, como consecuencia de la diferente letra inicial, aparecen dos términos, liria documentado en CAU y tiria en TED y GOR. Con la simple lectura de uno de ellos, CAU, no hubiéramos podido corregir el error y habríamos dado entrada a un vocablo inexistente en la medicina antigua. Porque la verdadera denominación de este tipo de lepra es tiria que aparece en TED (5). No son por tanto formas diferentes sino la misma que los copistas deformaron porque estaban leyendo una palabra desconocida, escrita con poca claridad, que debían interpretar sin saber cómo. Es lo que ocurre con el llamado diapostoligon que confunde con diaponfolingios errata que añade al desconocimiento la contaminación con otros fármacos, en este caso el apostoligon, ungüento muy conocido y usado en esta época y que sin la documentación que aporta el diccionario no hubiera podido corregirse. La dificultad que suponía leer un texto científico sin un conocimiento de la ciencia disculpa la enorme cantidad de erratas de lectura que aparecen. No menos complicado es identificar las abundantes variantes, erróneas o no, de algunos nombres de apostemas como por ejemplo llegar a aclarar que aluden a la misma enfermedad términos como fonga, napta, nabta, napia, y nepta, que aparecen en CIR, TRM y TED (8) solamente aunque pensamos que en su tiempo esta denominación y la enfermedad que indicaba debieron tener importancia puesto que Tedrico le dedica dos capítulos de su cirugía. En este caso sospechábamos que las diferentes formas aludían a la misma clase de apostema pero sólo el estudio riguroso basado en el conocimiento de la medicina en lengua árabe nos ha podido dar seguridad. El nombre árabe es nafja de donde surge fonja, fonga ofongo con lectura de ja por nun y viceversa. Tenemos ejemplos abundantes de estas defectuosas lecturas del árabe. Y como en tantos casos hemos podido identificar estos términos derivados de un mismo origen gracias a la acumulación de contextos que nos dejan ver el camino a seguir en los estudios puntuales del término en cuestión. (3b) En segundo lugar, es decir en cuanto a las aportaciones de los textos al diccionario los ejemplos son también abundantes. El diccionario en su forma final recoge solamente uno de los contextos correspondiente 93 al vocablo que se define pero hasta llegar a esta fase final el investigador ha debido leer todos los contextos de todas las obras para poder elegir el único que después formará parte del diccionario y que por lo tanto se publicará. Pues bien es esta selección la que permite comparar unos textos con otros y la que puede ayudarnos y dar seguridad a nuestra interpretación. Palabras tan comunes como arteria y vena tienen efectiva- mente el mismo sentido que hoy. Son conductos por los que corre la sangre en el cuerpo humano. No está tan claropartiendo de los textos, si las arterias tienen exactamente el sentido actual y por lo tanto son diferentes de las venas. Sí es seguro que en esta época se denominaban venas a los conductos más pequeños, a veces parece que también a los vasos sanguíneos, y arterias a los de mayor tamaño; pero como los conocimientos anatómicos no habían llegado a una fase como la actual siempre tendremos que relativizar y definir en consecuencia. Pero lo que actualmente no existe es el sentido de estos dos vocablos como "conducto orgánico del cuerpo humano" aunque no discurra por él la sangre. Cualquier humor, la orina la sangre etc., que se mueva por el cuerpo y contribuya a su funcionamiento tiene que hacerlo a través de conductos y todos ellos reciben el nombre de venas incluso, los conductos por los que salía la voz, es decir salvando la inexactitud científica, también los bronquios o cualquier conducto del aparato respiratorio o fonador. Recordemos la trachea arteria que por cierto nuestro autor confunde con el esófago. Se dice también vena a los intestinos, los uréteres o los conductos por donde discurre la leche, el esperma etc. Pero si en este caso con la abundancia de contextos y la casi unanimidad de sentidos en las diferentes obras hemos podido captar el significado correcto de las palabras, en otras ocasiones las cosas son más complicadas. Por ejemplo en el caso de dos sinónimos según CALÍ: talparia y testitudinaria que no lo son tanto si atendemos a las explicacio- nes de otros autores. En los diccionarios actuales se define talpa como "nombre de un quiste o lupia subcutánea de la cabeza que levanta la piel de un modo irregular" y testudo como "tumor semejante a una concha de tortuga." No es esto lo que deducimos de los textos. Allí no se matiza en este sentido sino que se dan ambas formas como sinónimos sin diferenciar un quiste subcutáneo de un tumor mayor y más profundo. Y aún más, CAU refiere ambas denominaciones a úlcera en la cabeza, es decir considera que en ambos casos el absceso o tumor están ya abiertos mientras que 94 A1H ACTAS. IRVINE 92 los restantes autores se ajustan más, siempre con la imprecisión propia de la época, a lo que hoy entendemos. De nuevo ha sido el diccionario el que nos ha orientado sobre la realidad aludida, realidad que habría- mos podido confundir si solamente poseemos un texto deturpado. Cuando el error que provoca la confusión es de lectura y los ejemplos son escasos, como ocurre en aquellos casos en que solamente aparece la forma una sola vez y en un sólo texto, la dificultad es aún mayor y la solución si la hay nos llega por la comparación con formas semejantes, comparación posible gracias a la acumulación que supone el diccionario. Los ejemplos son numerosísimos. Daré algunos tomados al azar: tabrona por la brionia; beruga por baragan; tartarican por teodoricon; pampisinus por priapismo; pision por hidropesía etc. No es por consiguiente, una falta de rigor comenzar a elaborar un diccionario de textos antiguos a la vez que preparamos las ediciones críticas de los mismos, sin saber al principio, qué manuscrito debemos considerar base de la edición cuando ésta es posible —no me cansaré de decir que la transmisión de la ciencia no tiene nada que ver con la que conocemos cuando editamos un texto literario— porque la escasez de textos y el descuido de las copias llega a hacer imposible la comprensión de muchos contextos. Pero sí es necesario a posteriori plantearse la edición del Corpus porque con la ayuda del Diccionario se puede en muchos casos llegar a descifrar lo que con la obra de un sólo autor no sería posible. A diferencia del asno de Buridán los filólogos salmantinos tratamos de avanzar editando críticamente los textos y haciendo a la vez con ellos nuestro diccionario. Esta forma de trabajar no hubiera sido posible en el pasado; hoy la técnica informática nos lo permite porque con menos esfuerzo, que el que hubiera requerido antaño la corrección, podemos corregir nuestros ficheros y reeditar cuando los progresos conseguidos lo impongan. Supongo que el futuro no solamente no nos defraudará sino que nos deparará algo mejor aún. Bibliografía Nota: Estas transcripciones han sido publicadas en Microficha por el Seminary of Medieval Studies de la Universidad de Wisconsin. Los títulos, autores y las siglas con las que nos referiremos a ellos son los siguientes: 95 ALV - Regimiento contra la peste. Ed. M.P. Zabía. Madison, 1987. CALÍ - Tratado de cirugía. Guido de Cauliaco, 1-196, Biblioteca Nacional de Madrid. CIR - Cirugía rimada. Ed. V. García Serrano y H.R. Solomon. Madison, 1987. CHA - Alvarez Chanca. Tratado nueuo. Ed. M.P. Zabía. Madison, 1987. CHI - Alfonso de Chirino. Menor daño de medicina. Ed. E. Ardemagni, R. Richards, and H.R. Solomon. Madison, 1984. CHS - J. de Ketham. Compendio de la humana salud. Ed. M.T. Herrera. Madison, 1987. CMY - Guido Lanfranc of Milán. Compendio de Cirugía. Ed. E. Ardemagni. Madison, 1988. COM - Gómez de Salamanca. Compendio de medicina. Ed. M.J. Mancho. Madison, 1987. FIE - Isaac Israeli. Tratado de las fiebres. Ed. R. Richards. Madison, 1984. FLO - Suma de la flor de cirugía. Ed. M.C. Villar. Madison, 1987. FOR - Tratado útil. Ed. M.P. Zabía. Madison, 1987. GEN - Tratado de generación de la criatura. Ed. M.J. Mancho. Madison, 1987. GIL - El libro de recetas de Gilberto. Ed. I. Zurrón. Madison, 1988. GOM - Compendio de medicina. Ed. M.J. Mancho. Madison, 1987. GOR - Bernardo de Gordonio. Lilio de medicina. Ed. C.M. Wasick. Madison, 1988. LOL - Libro de los olios. Ed. M. López. Madison, 1989. MAC - Macer herbolario. Ed. P. Conerly, E.J. Ardemagni, y R. Richards. Madison, 1986. RES - Recetas. Ed. M.C. de la Cal. Madison, 1987. ROM - Propiedades del romero. Ed. M. López. Madison, 1987. SEV - J. de Aviñón. Sevillana Medicina. Ed. E.N. Naylor. Madison, 1987. SUM - F. López de Villalobos. Sumario de la medicina. Ed. M. N. Sánchez. Madison, 1987. TED - Tedrico. Cirugía. Escorial h III, 17. TES - Tesoro de los remedios. Ed. M.P. Zabía. Madison, 1987. TPH - Tratado de phisonomía. Ed. M.N. Sánchez. Madison, 1987. TRM - Tratado de patología general. Ed. M.T. Herrera. Madison, 1987. TRP - Vasco de Taranto. Tratado de la epidemia e de la pestilencia. Ed. M.P. Zabía. Madison, 1987. VIS - Visita y consejo de médicos. Ed. E. Ardemagni et al. Madison, 1988. CampoTexto: AIH. Actas XI (1992). Proyecto del diccionario médico medieval: Método, situación del ... TERESA HERRERA.