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3 Just a Bit Unhealthy Alessandra Hazard

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Sólo un poco Enfermizo 
 
 
 
Solo un poco Enfermizo 
 
 
 
 
 
 
 
 
Sólo un poco Enfermizo 
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Resumen 
Cuando la línea entre “la necesidad” y “el deseo” se torna confusa… 
 
 Gabriel DuVal, futbolista estrella en ascenso. 
 Jared Sheldon, médico del equipo. 
 Para el mundo externo, ellos solo son buenos amigos. Pero lo cierto 
es, que Gabriel no está completamente seguro de que son el uno para el 
otro. 
Hay quienes llaman a su relación enfermiza. Hay quienes la llaman co-
dependiente. Gabriel la llama confusa. Él sabe que Jared lo quiere – más 
que como un amigo. Él no desea a Jared. Él es heterosexual, tiene una 
novia, y la ama. Pero Jared es… Jared es más. Jared es suyo. Él lo necesita –
su toque y su fuerza. 
¿Pero es eso suficiente para Jared? 
 
 
 
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Prólogo: Pájaro Robando Pan 
 
Contar ovejas no funcionó. 
Gabriel se volvió sobre su espalda con un suspiro. Él escuchó la 
respiración de Claire, tratando de dejar que lo amodorrara hasta dormirse. 
Eso no funcionó, tampoco. Su novia podría estar durmiendo a su 
lado, pero la persona que ocupaba su mente estaba abajo, 
emborrachándose. Jared. Su mejor amigo. 
Suspirando de nuevo, Gabriel se sentó y enterró sus dedos en su pelo. 
Retuvo el aliento y forzó su audición. La casa estaba completamente 
silenciosa. Habían pasado horas; a lo mejor Jared había finalmente ido a 
acostarse. 
Y a lo mejor todavía estaba bebiendo frente a la chimenea. 
Apretando la mandíbula, Gabriel miró hacia la puerta. 
Él no debería. No debería ir abajo. Eso no cambiaría nada. No había 
nada que él pudiera hacer por Jared. 
Después de todo, él era la razón por la que Jared estaba bebiendo. 
“¿No ves lo cruel que es esto? ¿No te importa? Lo estás quebrando.” La voz 
del primo de Jared resonó en su mente, una y otra y otra vez, cada palabra 
como un puñetazo en el plexo solar. 
 
 
 
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Gabriel cerró los ojos, tratando de bloquearlo. Él no tenía intención 
de revelarle a Alexander que sabía acerca de los sentimientos de Jared por 
él. No se suponía que lo supiera nadie. No se suponía que Jared debiera 
saber que Gabriel lo sabía. Ahora, Gabriel no podría dejar de preocuparse. 
Alexander había prometido no decirle nada a Jared, pero Gabriel no estaba 
seguro de poder confiar en el tipo – se lo veía bastante enojado más 
temprano esa noche. 
“Él no es tu padre. Él no es tu hermano mayor. Él no es un monje. Él es un 
hombre saludable en su mejor momento. Si lo amas tanto como afirmas, dejarás de ser 
una pequeña mierda egoísta y lo dejarás ir.” 
Alexander tenía razón, por supuesto: Gabriel era heterosexual, tenía 
una novia que amaba y no podía darle a Jared lo que quería. Lo correcto 
sería decirle a Jared, que él sabía sobre los sentimientos de Jared por él - y 
que cualquier cosa entre ellos era imposible. Hubiera sido más amable 
permitir a Jared dejarlo y encontrar a alguien más para amar. 
Excepto que Jared no podía dejarlo. Incluso pensar en ello hacía que su 
estómago se retorciera en un nudo doloroso y una oleada de pánico le 
atravesara todo su cuerpo. Dios, esto estaba tan jodido. Le había dicho a 
Alexander la verdad: realmente se alegraba de no ser gay. Si él era así de 
necesitado y dependiente, cuando no quería a Jared de ese modo, Gabriel 
no podía imaginar la pegajosa ruina que habría sido, si él realmente quisiera 
a Jared de esa manera. Era lo suficientemente malo ya. 
Por el amor de Dios. Él era una estrella del fútbol en ascenso y 
millonario. No se suponía que se sintiera de esa manera aún. Ya no era un 
adolescente. Ya no estaba paralítico. No se suponía que todavía sintiera 
como que Jared fuera su ancla. 
 
 
 
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Él tenía dieciséis años cuando se dañó la columna vertebral durante 
algún partido amistoso sin importancia, aquí en los Estados Unidos. El club 
lo había colocado en el centro de rehabilitación donde Jared estaba 
haciendo su residencia, y Jared había sido asignado como su fisioterapeuta. 
Durante diecisiete largos meses, Jared había sido su mundo: él había 
sostenido la mano de Gabriel mientras trataba de mover sus extremidades, 
limpiado el sudor de la frente de Gabriel, lo había animado y elogiado cada 
pequeño logro suyo. Todo el mundo había pensado que la carrera de 
Gabriel había terminado antes de que incluso hubiera comenzado 
adecuadamente – los médicos no eran optimistas sobre sus posibilidades de 
caminar de nuevo, mucho menos de regresar al fútbol - pero Jared le hizo 
creer que podía hacerlo. Y lo hizo. El día en que dio sus primeros pasos sin 
caerse, Jared lo abrazó con fuerza y le susurró, con voz llena de orgullo, 
“Este es mi niño.” Y Gabriel no quiso soltarlo jamás. Jared era suyo. No 
sabía lo que habría hecho sin él. 
Él aún no lo hacía. Él podría tener veinte ahora, él podría ser capaz 
de caminar de nuevo, él podría ser un jugador estrella en un club Inglés de 
los mejores, pero nada había cambiado sobre la forma en que se sentía por 
Jared. Se sentía verdaderamente en paz, sólo cuando Jared estaba con él. Si 
pasaba unos pocos días sin ver a Jared, comenzaba a sentirse fuera de 
balance y malhumorado - lo que era enfermizo en tantos niveles que 
Gabriel no podía incluso admitírselo a los psicólogos del club. Pensarían 
que estaba loco, y tendrían razón. 
Infiernos, él pensó que estaba loco por autoinvitarse cuando Jared 
decidió pasar sus vacaciones con su familia en los Estados Unidos. 
Afortunadamente - o desafortunadamente – coincidió con que Gabriel se 
estaba todavía recuperando de una pequeña lesión en el tobillo, o no habría 
sido capaz de dejar Inglaterra durante el apogeo de la temporada de fútbol. 
 
 
 
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No había querido traer a su novia consigo, pero no pudo decirle a Claire 
por qué exactamente no quería que viniera. Claire no sabía acerca de los 
sentimientos de Jared; ella no sabía que su presencia sería dolorosa para 
Jared. 
Gabriel se pellizcó el puente de la nariz. Joder, ¿por qué todo tiene 
que ser tan complicado? 
Si tan sólo Jared no hubiera desarrollado algo por él... 
Excepto… 
Excepto que a él tipo que... 
A él no le molestaba. 
La embarazosa, vergonzosa verdad hizo que las mejillas de Gabriel se 
calentaran. Sabía que era terriblemente egoísta. Él no podía estar 
complacido de que Jared tuviera sentimientos no correspondidos por él - y 
no lo estaba. Jared era la persona más agradable que conocía. No había 
nadie en el mundo que mereciera más la felicidad que Jared. Pero Gabriel 
no podía negar que a una parte suya le gustaba que Jared no estuviera 
enamorado de alguien más. Si fuera honesto consigo mismo, antes de que 
hubiera descubierto que Jared tenía sentimientos por él, había estado 
asustado de que Jared se enamoraría de algún idiota que no lo mereciera y 
que ese idiota se llevaría a Jared lejos de él. Ahora nadie podría. 
Gabriel sacudió la cabeza con una mueca. A veces, estos 
pensamientos egoístas lo enfermaban incluso a él. Tal vez los medios 
británicos tenían razón: tal vez él realmente era un imbécil egoísta. 
Un perro aullaba fuera. 
 
 
 
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El aullido siguió y siguió, y Gabriel sintió un escalofrío de inquietud 
bajando por su columna vertebral. Le hizo acordarse del viejo orfanato 
ucraniano, y de noches frías pasadas acurrucado bajo una manta delgada, 
deseando algo que pudiera llamar suyo. Hasta Jared, nunca había tenido 
nada que fuera realmente suyo. Bueno, por unos breves tres años, sus 
padres adoptivos, los DuVals, fueron suyos – o algo así. Fueron gente lo 
suficientemente agradable, pero no muy buenos padres: siempre demasiado 
ocupados viajando por todo el mundo como voluntarios para prestar 
demasiada atención a sushijos adoptivos. Gabriel nunca llegó a amarlos. Se 
preguntó que decía eso sobre él, que lo único que había sentido cuando se 
enteró de la muerte de sus padres adoptivos fue indiferencia. Él solía 
preguntarse si algo estaba básicamente mal en él, si él era incapaz de amar a 
alguien. Él ya no lo hacía. Podía amar a la gente. Amaba a Claire. Y a Jared. 
Amaba a Jared un poco demasiado para su gusto. 
El perro aullaba fuera de nuevo, un aullido lastimero. El sentimiento 
de soledad creció dentro de él, como un amigo perdido hace mucho 
tiempo. Soledad y algo peor: miedo. 
Con cuidado de no despertar a Claire, Gabriel salió de la cama y dejó 
el dormitorio. 
El segundo piso de la pequeña casa estaba completamente a oscuras. 
Él bajó las escaleras, temblando un poco mientras sus pies descalzos 
tocaban el suelo frío. 
El fuego estaba muriendo en la chimenea y las brasas apenas 
iluminaban la sala de estar. Jared estaba dormido en el sofá junto a la 
chimenea, una botella medio vacía aún agarrada en su mano. 
Gabriel se acercó. Sus ojos recorrieron las familiares facciones y el 
rastrojo oscuro en la angulosa mandíbula. El rostro de Jared era pacífico, 
 
 
 
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libre de líneas duras o preocupaciones, pero incluso dormido, parecía un 
poco triste y abatido. 
La garganta de Gabriel se cerró. 
El viento aullaba; la tormenta de nieve aún estaba en su apogeo 
afuera. 
Se sentó en el sofá junto a Jared y apoyó su cabeza en su hombro. Él 
aspiró, dejando que el olor familiar de Jared lo impregnara. Generalmente 
era suficiente para calmarlo, pero esta vez, el miedo en la boca de su 
estómago sólo empeoró. 
Perdería a Jared. Tarde o temprano, Jared decidiría que no podía 
hacerlo más. Él lo abandonaría. 
Gabriel se hundió más profundo contra el lado de Jared, envolviendo 
su brazo alrededor de su cintura. 
Jared se agitó en su sueño. “¿Gabe?” Su voz era un murmullo ronco. 
“¿Qué estás haciendo aquí?” 
“No podía dormir” dijo Gabriel. “Sabes que odio las tormentas de 
nieve. Y esta casa es fría. Me estaba congelando.” 
“Todas las mejores razones para quedarte en una cama caliente,” dijo 
Jared. 
No sonaba borracho. ¿Cuánto tiempo había dormido? 
Gabriel simplemente murmuró algo evasivo y se acurrucó más cerca. 
Jared olía bien. Siempre olía bien. 
“Mimosa-Puta,” Jared dijo con una sonrisa. 
 
 
 
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“Cállate. Estoy congelado.” 
Jared escabulló un brazo alrededor de su torso, tirando de él 
prácticamente sobre su regazo. 
Gabriel dejó escapar un ruidito contento. Él estaba cálido ahora. 
“Mmm, mucho mejor,” dijo en el cuello de Jared. 
“Vivo para servir,” Jared dijo secamente. 
Gabriel se preguntó cómo Jared podía hacer esto. ¿Cómo podía fingir 
todo el tiempo? ¿Cómo podía ser tan agradable con Claire? Tenía que ser 
duro - y agotador. No podía seguir por siempre. Jared era la persona más 
fuerte que él conocía, pero todo el mundo tenía un punto de quiebre. 
Todos. 
Gabriel se quedó mirando las brillantes brasas rojas de un fuego 
moribundo. Últimamente, Claire había estado tratando sacar el tema del 
matrimonio y los bebés. Él había estado evitando el tema tanto como 
podría, pero no pudo hacerlo por siempre sin lastimarla. No era que él no 
amara a Claire; lo hacía. No era que él no quisiera tener niños; lo hacía. 
Tener una familia propia siempre fue algo que él anheló. Pero ellos eran 
demasiado jóvenes. ¿Cuál era la prisa? 
Y si él cedía a sus deseos, Jared... ¿Se quedaría Jared? ¿Podría hacerle 
eso a Jared? 
Déjalo ir. Era la voz de Alexander, dura y enojada. Si realmente lo amas, 
dejarás de ser una pequeña mierda egoísta y lo dejarás ir. 
Gabriel se retorció, apretando su brazo alrededor del centro de Jared. 
Una mano cálida, fuerte, se instaló en su nuca. “¿Gabriel?” la voz de 
Jared era seria ahora. Preocupada. 
 
 
 
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Gabriel se obligó a no apoyarse demasiado en el toque. “Ellos tienen 
razón, sabes: realmente soy un hijo de puta.” 
Jared se quedó inmóvil. 
Fuera, la tormenta azotó nieve contra la ventana. 
“Está bien, ¿qué pasa?” Jared dijo despacito. 
Gabriel negó con la cabeza. “Olvídalo. Sólo... ¿me prometes algo?” 
“¿Qué?” los dedos de Jared empezaron a recorrer su pelo. 
No me dejes. 
Él no lo dijo. No podía decirlo sin despertar las sospechas de Jared. 
Él no podía decirlo sin sonar como un niño necesitado. 
“¿Te arrepientes de mudarte a Inglaterra?” Gabriel preguntó en 
cambio. Ellos nunca hablaron sobre ello. Sí, fue gente del club de fútbol de 
Gabriel quienes, impresionados por la poco probable recuperación de 
Gabriel, le habían ofrecido a Jared un empleo. Pero sabía que él fue la razón 
principal por la que Jared se había mudado a Inglaterra después de terminar 
su residencia. Fue hace dos años. Dos años de vivir cada uno en el bolsillo 
del otro y Gabriel nunca había preguntado. Había tenido miedo de 
preguntar. 
Y ahora, el silencio de Jared le daba miedo. ¿Se arrepentía? Se había 
mudado a otro país por él y apenas había visto a su familia en el último par 
de años. 
“No,” Jared dijo por fin, con la voz un poco entrecortada. “No me 
arrepiento” 
“¿Y nunca lo harás?” 
 
 
 
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“Hablar de nunca y siempre es ingenuo,” Jared dijo en voz baja. “Tú 
no eres ingenuo.” 
Gabriel se mordió el interior de la mejilla, sintiendo un dolor físico en 
sus entrañas. Él se volvió muy consciente del sonido de tic-tac del reloj. 
Tiempo, yéndose. 
No sabía qué hacer. 
Así que hizo lo que siempre hacía cuando se sentía perdido, o 
enojado, o molesto: cerró los ojos, se empujó más cerca del costado de 
Jared y fingió que los problemas no existían. 
Él era bueno en eso – mientras que tuviera a Jared. 
Mientras que tuviera a Jared. 
El reloj siguió con su tic-tac. 
 
 
 
 
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Capítulo 1: Deshecho 
Seis meses después 
 
En momentos como este, Jared Sheldon odiaba su empleo. Ser el Jefe 
de Medicina Deportiva en un renombrado club de la Premier League1 podía 
ser prestigioso, pero mientras miraba la pantalla de su computadora, 
luchando por recordar la lesión de algún futbolista adolescente que ya no 
jugaba para el club, odiaba su trabajo. Si hubiera sabido cuanto de su 
tiempo gastaría tras un escritorio mientras llenaba papeleo, Jared lo habría 
pensado dos veces cuando la junta directiva del Chelsea le ofreció la 
promoción hace un año. 
El teléfono sonó. 
Con sus ojos todavía en la pantalla del ordenador, Jared contestó. 
“Rebecca, te pedí que no me interrumpieras-” 
“Lo sé,” su secretaria dijo y bajó la voz. “Pero tu chico está aquí.” 
Jared miró hacia la puerta. “No sé de quién estás hablando.” 
 
1
 La “Premier League”, también conocida en el Reino Unido como The Premiership, es la máxima categoría 
de la liga de clubes de fútbol de Inglaterra y Gales. (NDT: Gracias Wikipedia por tanto!) En Sudamérica, sería 
equivalente a los equipos de la primera división. 
 
 
 
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No necesitaba ver a Rebecca para saber que estaba rodando sus ojos. 
“Cinco-nueve2, pelo rubio ceniza, adorables ojos verdes, y un 
temperamento terrible. Gabe. Gabriel DuVal. ¿Te suena?” 
“Te has vuelto descarada, Becca.” 
“¿Yo? Nunca. ¿Puedo dejarlo entrar, por favor? Me está provocando 
dolor de cabeza. No parece entender que no puede entrar a tu oficina 
cuando él quiera.” 
Jared no pudo evitar una sonrisa. Eso sonaba como Gabriel. “¿No le 
has dicho que estoy ocupado?” 
“Lo hice. ¿Y sabes que dijo él? „Pero soy yo.‟ Como si las reglas no 
aplicaran para él.” Ella no podía contener el disgusto fuera de su voz. 
La sonrisa de Jared desapareció. “Suficiente, Rebecca. Déjalo entrar.” 
Jared colgó, su ánimo tornándose ácido. Sabía que Rebecca tenía buenasintenciones. Ella era sólo un poco sobreprotectora con él y nunca le había 
gustado Gabriel. Para ser justos, Gabe no era todo sol y arcoíris: él podía 
ser un poco idiota con la gente que no le importaba - que era la mayoría de 
la gente - pero era ferozmente leal a aquellos pocos que le importaban. 
La puerta se abrió y Gabriel entró en la habitación, vestido con su 
conjunto azul de entrenar. Él se dejó caer en la silla grande al otro lado del 
escritorio de Jared. 
“¿No se supone que deberías estar entrenando?” preguntó Jared. 
Gabriel podía ser una de las estrellas del equipo, pero incluso él no podía 
salir del entrenamiento sin una buena razón. 
“Sí.” 
 
2
 Cinco-nueve, se refiere a la altura de Gabriel en pies (aprox. 1,80 m). 
 
 
 
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“¿Estás lastimado?” 
Gabriel atrapó su labio inferior con sus dientes. “Mi espalda baja 
todavía me duele un poco después del golpe que recibí la semana pasada. 
Necesito un masaje.” 
Jared lo estudió por un momento. Conocía al cuerpo de Gabriel 
mejor que al suyo propio y atestiguaba que el dolor estaba ausente, lo que 
significaba que Gabriel simplemente quería un masaje. Y por lo general 
deseaba un masaje cuando quería consuelo pero nunca lo admitiría. 
“Ron es el kinesiólogo de turno en este momento,” Jared dijo 
suavemente. “Pídeselo.” 
Gabriel frunció el ceño. 
Jared soltó una carcajada. “Te das cuenta que ya no soy tu 
kinesiólogo, ¿cierto?” 
Gabriel esbozó una sonrisa. “¿Qué? ¿Demasiado importante para 
ello?” 
“Precisamente.” Jared se puso de pie y se dirigió al cuarto de examen 
contiguo. “Está bien, vamos. Tira la camisa y súbete a la camilla.” 
Para el momento en que él hizo aparecer una botella de aceite para 
masajes, Gabriel ya estaba en la camilla. 
Jared trabajó el aceite sobre sus palmas y lo extendió sobre la espalda 
de Gabriel, deslizándolas sobre las curvas de sus omóplatos con una 
practicada eficiencia. 
Con un suspiro de satisfacción, Gabriel se relajó. 
 
 
 
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Jared se concentró en trabajar en los nudos, tratando de ignorar la 
impecable piel pálida que estaba tocando. La espalda de Gabriel era fuerte y 
delgada, con músculos bien tonificados. La mirada de Jared viajó por la 
graciosa curva de la espalda de Gabriel al culo respingón vestido sólo con 
unos delgados pantalones cortos azules. 
Apretando la mandíbula, Jared apartó la vista y se aclaró la garganta. 
“Entonces, ¿qué te tiene de mal humor?” 
Gabriel se tensó un poco antes de relajarse lentamente de nuevo 
mientras Jared masajeaba su espalda baja. “El entrenador quiere pasarme al 
ala derecha.” 
Las cejas de Jared se fruncieron. Gabriel era uno de los mejores 
extremos3 en Europa, pero era de conocimiento popular que él se sentía 
incómodo jugando en el ala derecha. Él siempre jugó a la izquierda. 
Siempre. 
“¿Por qué?” 
“¿Por qué te parece?” Gabriel dijo, con amargura. “Por el niño de 
oro.” 
Jared sonrió un poco. “Él es tu hermano, Gabe.” 
“No, no lo es. No estamos emparentados por sangre.” 
“Eso no importa,” dijo Jared. 
“Dile eso a él. Él es el que constantemente le recuerda a la prensa que 
él es Inglés, mientras que yo soy francés - o ucraniano - lo que más le 
convenga.” 
 
3
 Extremo – posición en el fútbol también conocida como alero o delantero exterior. 
 
 
 
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Jared sacudió la cabeza para sí mismo. Él nunca había entendido la 
rivalidad feroz entre Gabriel y su hermano adoptivo, Tristan. Ellos eran de 
la misma edad, ambos huérfanos, ambos amaban el fútbol y ambos eran 
increíblemente talentosos, pero no podían soportarse el uno al otro. Tal vez 
el problema era que Gabriel y Tristan no habían vivido como hermanos por 
mucho tiempo: sus padres adoptivos, los DuVals, habían muerto cuando 
tenían nueve y habían sido dejados al cuidado de familiares lejanos que no 
querían particularmente criar a dos niños difíciles que ni siquiera estaban 
relacionados con ellos por sangre. Para sacárselos de las manos, sus 
parientes habían inscripto a los niños en las ligas menores de un club de 
fútbol francés. Progresando rápido por seis años, y los chicos llamaron la 
atención de la red de cazatalentos del Chelsea. Jared pensaba que era 
bastante irónico que Gabriel y Tristan se odiaran entre sí, pero no pudieran 
librarse de la compañía del otro, incluso en Inglaterra. 
“¿Qué hizo Tristan ahora?” Preguntó Jared, reanudando el masaje. 
“No es su culpa si el entrenador decidió moverlo a tu posición habitual.” 
Gabriel soltó un bufido. “¿Realmente crees eso? Él siempre quiso 
ocupar mi posición. Nunca me pasa la pelota y siempre trata de hacerme 
ver mal, y todo el mundo lo ama porque él es tan querible e Inglés, y tú sabes 
cómo es. A la prensa británica le encanta revolver la basura y siguen 
proclamando que yo estoy arruinando el desarrollo futuro de una 
superestrella Inglesa.” Gabriel dijo burlón. “Y ese gilipollas echa 
constantemente más leña al fuego y comenta a la prensa que habría estado 
jugando mucho mejor si él jugara en el ala izquierda.” 
Jared pasó las manos a lo largo de la espalda de Gabriel. “Tristan no 
es un chico malo. Estoy seguro de que no quiso decirlo en ese sentido.” 
 
 
 
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“¡El Infierno no lo hizo!” Los músculos de Gabriel se pusieron duros 
bajo sus manos. “Esa pequeña mierda manipuladora. ¿Por qué nadie puede 
verlo además de mí? Él es un chupa pollas con doble cara, pero todo el 
mundo piensa que es un tipo agradable. ¡Incluso tú! Yo pensé...” La voz de 
Gabriel se volvió firme. “Pensé que tú estarías de mi lado. Pero siempre 
eres tan agradable con él.” 
Jared paró de masajear y se quedó mirando su nuca rubia oscura. 
“Soy el doctor principal de este club de fútbol,” dijo lentamente. “Y él es un 
jugador del equipo de primera4. Es mi trabajo ser amable con él y 
asegurarme de que está entrenando y en su mejor forma.” Él no sabía por 
qué estaba incluso explicando esto. Él no tenía que explicar nada a Gabriel. 
Estrictamente hablando, Gabriel era sólo uno de los setenta y ocho 
deportistas de edades variadas bajo su cuidado. No era asunto de Gabriel 
cómo trataba a los demás jugadores. 
Excepto que aparentemente Gabriel pensaba diferente. “No quiero 
que seas agradable con él.” 
Jared parpadeó. “¿Qué?” 
Gabriel se volvió sobre su espalda, sus labios apretados en una línea 
triste. “¿No has notado lo dulce que es contigo? Yo lo conozco. Él nunca es 
dulce sin una razón.” 
Jared reprimió un suspiro. Podía ver hacia dónde iba esto. Gabriel era 
muy posesivo con sus cosas. No hablaba mucho sobre su primera infancia 
en Ucrania - afirmaba que no lo recordaba - pero Jared pudo sacar una 
conjetura educada. Los orfanatos ucranianos no pudieron haber sido un 
lugar agradable para vivir. Cuando niño, Gabriel no había tenido demasiado, 
por lo que era solo natural que hubiera crecido acostumbrado a velar 
 
4
 Equipo de Primera – refiere a que juegan en la primera división de fútbol. 
 
 
 
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celosamente lo poco que tenía. No importaba que Gabriel ya no fuera un 
niño y podía permitirse cualquier cosa que quisiera; él nunca había superado 
su posesividad. Todos sabían que Gabriel DuVal era malísimo para 
compartir. Era evidente en el campo de fútbol, también: a menudo era 
egoísta y despiadado, queriendo ser el único que anotara todos los goles. 
Por esa razón, él era el blanco favorito para la crítica mordaz de los medios, 
universalmente odiado y admirado a regañadientes. 
Cuando Jared había sido asignado como fisioterapeuta de Gabriel en 
el centro de rehabilitación, él ya había oído hablar de la personalidad difícil 
del niño.La verdad sea dicha, en aquel entonces Jared no había estado 
emocionado por la asignación. La residencia era agotadora, como lo fue 
para él, y cuidar a un adolescente difícil, paralítico, no era algo que estaba 
deseando en su futuro. Además, odiaba a los casos como el de Gabriel: 
cuando había pocas esperanzas de una recuperación completa y él 
verdaderamente podía hacer poco para ayudar. 
Pero la primera vez que había visto al escuálido chico recostado 
inmóvil bajo las sábanas, sus enormes ojos verdes siendo el único color en 
su cara, esto se volvió personal. Demasiado personal para su gusto. Había 
líneas que los médicos no deberían cruzar con sus pacientes, y dar falsas 
esperanzas de recuperación era una de ellas, pero Jared no pudo evitarlo. 
No podía decirle al niño que nunca volvería a caminar nuevamente y que 
debería acostumbrarse a estar postrado. Simplemente no podía decirle eso. 
Había algo en ese chico pálido, de aspecto extraño, que sacó afuera cada 
instinto protector en él. Quería verlo sonreír. Quería verlo feliz. Quería 
verlo saludable. Se había tornado un poco obsesivo, y por los próximos 
diecisiete meses, Jared se encontró pasando el poco tiempo libre que tenía 
con Gabriel. El muchacho tenía una personalidad difícil, pero a Jared no le 
importaba. Gabe era como un animal herido (un cachorrito, Jared pensó 
 
 
 
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cariñosamente) que quería ayuda y consuelo, pero trataba de ocultarlo. Por 
ensayo y error, Jared había aprendido cómo tratar con él. Cuando Gabriel 
lanzaba sus rabietas, Jared simplemente le devolvía una mirada no 
impresionada; cuando Gabriel se negaba a hacer sus ejercicios “porque no 
tenían sentido,” Jared le llamaba cobarde y desertor; cuando Gabriel estaba 
deprimido y comenzaba a perder la fe, Jared lo jalaba cerca y lo abrazaba, 
susurrándole palabras de amor hasta que Gabriel sonreía y recuperaba su 
persistente creencia en que todo iba a estar bien. 
La fe por sí sola no era suficiente -en cierto modo, la recuperación de 
Gabriel fue un milagro médico- pero el milagro no habría sucedido si 
Gabriel hubiera dejado de intentarlo. El día en que Gabriel logró dar unos 
pocos pasos sin caer, él abrazó a Jared con fuerza y murmuró bajo su 
cuello, con su voz llena de emoción, “No habría podido hacer esto sin ti. Te 
amo.” 
Y Jared se había quedado congelado en su sitio, sintiendo frío y calor 
a la vez. Él Sabía que era una confesión completamente inocente. Era 
bastante común que los pacientes se apegaran a sus médicos, especialmente 
considerando las circunstancias de Gabriel: él estaba en un país extranjero y 
no tenía a nadie además de Jared. En todos los meses que Gabriel había 
pasado en el centro de rehabilitación, nadie lo había visitado, además de 
unas pocas personas de su club de fútbol. Así que no era sorprendente cuan 
apegado Gabriel se había puesto con él. 
Lo que era sorprendente, era lo apegado con el chico que Jared había 
llegado a estar, aunque... apegado no sería la palabra correcta para ello. 
Estar solo apegado hubiera sido poco profesional, pero todavía estaría bien. 
Lo que él había sentido por su paciente-de-diecisiete-años, -que era diez 
años más joven que él- definitivamente no estaba bien. 
 
 
 
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El día en que Gabriel había sido dado de alta fue sumamente 
agridulce, porque significaba que Gabriel regresaría a Inglaterra. Esa noche 
Jared fue a un bar y se emborrachó. Él apenas recordaba lo que pasó 
después de eso, pero recordaba despertar con resaca y un extraño desnudo 
junto a él -un extraño que apenas parecía tener edad legal. Un extraño que 
tenía cabello rubio oscuro y ojos verdes. 
“¿Jay?” 
Jared se estremeció y apartó los recuerdos de su mente, 
reprimiéndolos como había aprendido a hacer mucho tiempo atrás. 
Suspirando, se alejó de la mesa de masajes y se dirigió al fregadero para 
lavarse las manos. “Sabes que esto es ridículo, Gavriil.” A Gabriel no le 
gustaba cuando Jared lo llamaba por la versión ucraniana de su nombre, 
pero eso siempre le hacía prestar atención. Jared sabía que Gabriel odiaba 
todo lo que el nombre implicaba más que al propio nombre. A Jared le 
gustaba el nombre, pero lo usaba con moderación –a Gabriel no le gustaba 
ser recordado sobre su niñez. Tanto como Jared sabía, era una de las pocas 
palabras que Gabriel todavía recordaba de su lengua materna; él era francés 
ahora, en otras formas además del nombre. 
“No puedes decirme cómo tratar a mis pacientes,” añadió Jared. 
“Pero-” 
“¿Cuál es exactamente tu objeción?” 
Silencio. 
Y entonces, 
“Porque tú eres mío.” 
 
 
 
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El corazón de Jared se salteó un latido. Se dijo a sí mismo que no 
debía ser idiota. Por supuesto que esto era sobre la rivalidad de Gabriel con 
su hermano. 
Jared volvió a su escritorio, se sentó y se quedó mirando a la pantalla 
sin ver. “Vuelve a entrenar y deja de molestarme, Gabriel. Estoy trabajando. 
Tú deberías estar trabajando también, y, a diferencia tuya, a mí no me pagan 
millones por correr en una cancha de fútbol y perseguir una pelota.” 
Gabriel se echó a reír. Jared podía oírlo saltando de la mesa de 
masajes y caminando de regreso a la oficina. 
“Jay,” dijo suavemente. 
“No.” 
“Vamos.” 
“Dije que no. Estás siendo ridículo.” 
Todavía vestido solo con sus pantalones cortos, Gabriel rodeó el 
escritorio, llevando la camiseta en su mano. 
Jared se preparó. 
“No estoy pidiéndote que seas malo con él ni nada.” Gabriel pasó un 
brazo alrededor de sus hombros y se inclinó hacia él. “Sólo no confíes en él, 
¿de acuerdo? Él es una víbora.” 
Su cálido aliento rozaba la oreja de Jared. Su aroma cosquilleando en 
su nariz. Su piel desnuda estaba tocando el brazo de Jared. 
Jared siguió mirando un informe sin prestar atención, centrándose en 
mantener su respiración uniforme. 
 
 
 
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Gabriel suspiró, presionando su nariz contra un lado de la cara de 
Jared. “Yo solo-Yo no confío en él. No contigo. Prométeme que tendrás 
cuidado de él. No dejes que te envuelva alrededor de su dedo meñique 
como hace con todo el mundo.” 
Jared casi se echó a reír. Él era un hombre sano, con necesidades y no 
estaba ciego -Tristan era increíblemente hermoso y coqueteaba 
abiertamente con él- pero si hubiera alguien que lo tenía envuelto en su 
dedo meñique, era Gabriel. 
“Prométemelo,” pidió Gabriel. 
“Lo prometo,” Jared dijo, resignado. Hace mucho que había perdido 
toda ilusión sobre su habilidad para decirle no a Gabriel. No podía soportar 
oír la nota de inseguridad en la voz de Gabriel. El mundo conocía a Gabriel 
como a un tipo confiado, arrogante, al que no le importa una mierda nada, 
pero no podían estar más equivocados. Gabriel solo ocultaba bien su 
vulnerabilidad. A veces demasiado bien. 
No, Jared no estaba ciego ante los defectos de Gabriel. Gabriel estaba 
lejos de ser un ángel. Tenía una veta egoísta, despiadada, era demasiado 
posesivo para su propio bien, y podía ser un imbécil con las personas que 
no le gustaban. Gabriel también era tristemente célebre por ser un mal 
perdedor. Si el equipo perdía un partido, era imposible estar alrededor de 
Gabe. No sabía cómo perder. Ponía mala cara, enfurruñado, y tenía rabietas 
como un niño pequeño cuando las cosas no salían como él quería. Pero 
debajo de todo eso, él tenía un tipo de vulnerabilidad que hacía que Jared 
quisiera envolverlo en sus brazos y protegerlo de todo el mundo. 
Entre otras cosas, Jared admitió para sí mismo tristemente. 
 
 
 
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Apretando la mandíbula, miró directamente hacia el frente mientras 
Gabriel lo abrazaba. “Gracias,” él murmuró, sus labios rozando la oreja de 
Jared. 
Maldito sea todo. A veces Jared sentía que lo estaba matando. Pero se 
dejó envolver un brazo alrededor de Gabriel y acercarlomás. Saboreó la 
sensación del cuerpo de Gabriel contra el suyo y bebió su aroma como si 
fuera aire, y él fuera un hombre ahogándose. Era un tipo particular de 
infierno: estar tan cerca de él y saber que nunca podría tenerlo. “Ahora 
dejar de intentar ahogarme y vuelve a entrenar.” 
Riendo, Gabriel se enderezó. “Voy a volver después del 
entrenamiento. No te vayas sin mí.” Él besó a Jared en la mejilla. 
Luego se fue. 
Un silencio cayó sobre la habitación después que la puerta se cerró 
tras Gabriel. Estaba todo demasiado tranquilo, de repente. Demasiado 
vacío. Su piel hormigueaba donde Gabe lo besó. 
“Deberías decirle.” 
Jared levantó la vista. Rebecca estaba apoyada en el marco de la 
puerta, con un profundo ceño fruncido. 
Él volvió su mirada a su computadora. “¿Para qué?” No tenía sentido; 
eso sólo haría todo más incómodo. Gabriel podría amarlo, podría ser 
excesivamente cariñoso con él, pero era cien por ciento heterosexual. Él 
tenía una adorable novia de la que estaba enamorado. Jared no era nada 
para él además de su amigo, y nunca sería nada más. 
Rebecca dejó escapar un profundo suspiro. “Entonces sigue adelante, 
Jared. Te mereces algo mejor. ¡Puedes hacerlo mucho mejor que con él! 
 
 
 
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Mírate. ¿Cómo puede un hombre con tu apariencia estar soltero? Han sido 
¿cuántos años ya? ¿Tres? ¿Cuatro?” 
“Yo salgo. Tengo sexo.” a veces. 
Rebecca se burló. “¿No quieres algo más? ¿No quieres una relación 
plena? Alguien a quien amar -y ser amado también? Alguien-” 
“Suficiente, Becca,” dijo entre dientes. 
“Han pasado años, Jared. ¿Y cuántos años más van a ser? He oído a 
su novia hablando sobre casarse y tener hijos. Estoy segura de que él va a 
ser lo suficientemente insensible e ignorante para pedirte ser su padrino. 
¿Cómo vas a hacer frente a eso?” 
Los números se borronearon en la pantalla. Como siempre lo hago. Eso 
era lo que tenía intención de decir, pero su garganta estaba apretada y 
dolorosa. 
“Suficiente,” espetó. “Déjame solo.” 
Sacudiendo la cabeza, ella cerró la puerta, y Jared se quedó solo con 
sus pensamientos una vez más. 
Reclinándose en su silla, cerró los ojos. Rebecca tenía razón, por 
supuesto: esto era completamente inútil. Debería renunciar. Alexander, su 
primo, le había dicho lo mismo cuando él se había enterado de esto medio 
año atrás. Alexander quería que se fuera de Inglaterra –que dejara a Gabriel- 
y volviera a los Estados Unidos. 
A decir verdad, si no fuera por Gabriel, Jared nunca habría salido de 
Estados Unidos en primer lugar. Había dejado su casa y todo lo que 
conocía por el jovencito que se le había metido tan profundamente bajo la 
piel, que Jared no podía imaginar estar a un océano de distancia de él. Pero 
 
 
 
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de alguna manera, estar tan cerca fue por lejos más doloroso de lo que 
esperaba. Ver a Gabriel encaprichándose con Claire lo había curado de 
cualquier ilusión que pudo haber tenido. 
Esto no tenía sentido. Debería regresar a casa. El problema era, que 
los Estados Unidos ya no se sentían como su hogar. 
El teléfono volvió a sonar. 
“¿Ahora qué, Rebecca?” dijo Jared. 
“El Sr. Mewes quiere hablar contigo.” 
Jared frunció el ceño. “Déjalo entrar.” 
Se sentó más derecho mientras que Paul Mewes entró en la 
habitación. 
“Paul,” murmuró Jared, un tanto sorprendido. Paul era un entrenador 
muy comprometido y raramente se iba mientras los jugadores estaban 
entrenando. “Toma asiento. ¿Algún problema?” 
El hombre se dejó caer pesadamente en la silla frente a él, sus pesadas 
cejas arqueadas. “Es sobre DuVal. Me refiero a Gabriel, por supuesto. 
Tristan nunca causa ningún problema, al contrario de su hermano.” 
Jared luchó por mantener su rostro indiferente. “¿Qué sobre 
Gabriel?” 
Paul cruzó los brazos sobre su pecho. “¿Hablas en serio? ¿No has 
notado lo imposible que ha estado últimamente? Tú lo conoces mejor que 
yo. Pensé que serías el primero en notarlo.” 
El ceño de Jared se profundizó. Se devanó los sesos tratando de 
recordar algo raro en el comportamiento de Gabriel, pero no lo encontró. 
 
 
 
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En realidad, Gabriel había estado bastante bien últimamente. Él parecía 
estar haciendo un esfuerzo por mantener su temperamento en calma. 
“¿De qué estás hablando?” preguntó Jared. 
Las cejas de Paul se levantaron de golpe. “¿Quieres decir que no se ha 
estado comportando como un culo malhumorado a tu alrededor?” 
“No realmente,” dijo Jared. “Todo lo contrario.” 
Paul sacudió la cabeza. “Él ha estado absolutamente imposible 
durante el último par de meses. Él desafía mis instrucciones y discute con 
otros jugadores todo el tiempo. Él está alterando el clima en el vestuario.” 
“Eso no suena como él,” Jared dijo lentamente. Gabriel podría ser 
terco y un poco egoísta en el campo de juego a veces, pero él era un buen 
compañero de equipo; él sabía la importancia de un buen ambiente en el 
vestuario. 
“Lo sé.” Paul frunció los labios. “Pensaba que lo superaría -lo que sea 
que fuera- pero parece estar empeorando. Cada pequeña cosa lo puede 
desencadenar. Comenzó a meterse en peleas físicas con otros jugadores. 
Fue grosero con los aficionados y periodistas esta mañana.” 
Cuanto más Jared escuchaba, más difícil le era creer que había logrado 
perderse eso. O tal vez Gabriel había hecho un esfuerzo para ocultar su 
estado de ánimo de él, lo que era aún más preocupante. 
“Él no está contento con que quieras moverlo al ala derecha,” Jared 
dijo. “Tal vez sea eso.” 
“No, es una consecuencia de su comportamiento, no la causa él.” 
“¿Hablas con él? ¿Le preguntaste qué está pasando?” 
 
 
 
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Paul hizo una mueca. “Lo intenté. Pero ya sabes cómo es él. Fingió 
que no tenía idea de lo que le estaba hablando.” Él negó con la cabeza. “Yo 
lo dejaría estar si su comportamiento no estuviera afectando al equipo, pero 
lo está, así que no puedo. Al principio pensé que podría estar teniendo 
problemas para lidiar con su inminente paternidad y todo eso, pero...” 
“¿Paternidad?” dijo Jared. 
“Sí, es un hombre muy joven, después de todo. Sé que muchos 
futbolistas se vuelven padres a una edad temprana, pero personalmente, no 
creo que Gabriel esté de ningún modo preparado.” 
“¿Cómo– cómo te enteraste del embarazo?” Jared apenas podía 
reconocer su propia voz. Apenas podía oír algo más allá de los latidos de su 
propio pulso en sus oídos. 
Paul resopló. “Ciertamente no de él. Yo los escuché a él y a Lambert. 
Pienso que las únicas personas que lo saben somos Lambert y yo. Y tú, 
obviamente. Probablemente te contó sobre el embarazo de su novia hace 
meses, ¿Uh?” 
Jared no dijo nada. 
“De todos modos,” dijo Paul. “¿Podrías hablar con él? Si no consigue 
contenerse, lo sentaré en el banco, y no me importará que él sea el mejor 
delantero en el país.” 
Jared probablemente asintió, ya que Paul se levantó y se fue. 
Cuando la puerta se cerró, Jared no se movió. 
Se quedó allí sentado, muy quieto. 
 
 
 
 
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Capítulo 2: Corte 
A principios de año, Jared le había dicho a Christian, el novio de su 
primo, que la gente era buena ignorando cosas que no querían ver. Parecía 
que él había sido culpable de lo mismo. Nunca se había preguntado por qué 
no había visto a Claire en meses. Nunca le había preguntado a Gabriel 
dónde estaba ella. Él simplemente había estado contento de que ella no 
estuviera alrededor. 
A Jared no le caía mal Claire. Ella era una agradable jovencita. Era 
buena para Gabriel: ella siempre le llamaba la atención de su mierda y le 
decía cuando estaba portándose como un culo. No, a Jared ella no le caía 
mal. Pero había una diferencia entre caer mal y odiar. A él, ella no le caía 
mal. 
Jared se llevó la botella a los labios y tomó un gran trago. El vodka 
incendió su gargantamientras bajaba, pero el entumecimiento que había 
estado buscando desde que salió de su oficina no llegó. 
Gabriel iba a ser papá. 
Un papá. Su Gabe. 
Era surrealista. En muchos sentidos, Gabriel era todavía un inseguro, 
vulnerable niño, él mismo. 
Un hijo. 
 
 
 
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Claire iba a darle a Gabriel un hijo. Una familia, algo que Gabriel 
siempre había querido. 
Jared tomó otro trago de vodka. Su mirada perdida en la pared de 
enfrente, se preguntó cómo era posible sentir la pérdida de algo que nunca 
había tenido. Siempre supo que iba a terminar de este modo. Siempre supo 
que no había esperanza. Pensó que lo había aceptado. Pensó que estaba 
preparado. Él se había equivocado. 
El timbre sonó. 
Jared miró la puerta y no se movió. 
Volvió a sonar. 
Suspirando, Jared dejó la botella, se levantó y cruzó la habitación. 
Abrió la puerta y no se sorprendió al ver a Gabriel. 
“¿Por qué no me esperaste? Te dije que vendría después del 
entrenamiento.” Gabriel olfateó y entrecerró los ojos. “¿Estabas bebiendo?” 
“Sí,” dijo Jared. 
Preocupación cruzó por el rostro de Gabriel. “¿Por qué?” preguntó, 
empujando a Jared dentro de la casa. “¿Ocurre algo malo?” 
Jared rió, cerrando la puerta y apoyándose contra ella. Era un sonido 
horrible, pero no podía parar. Él se rió y rió y rió -de sí mismo más que de 
cualquier otra cosa. Sí, algo andaba mal: su vida. 
Un estúpido. Un estúpido enamorado. 
“¿Jay?” Gabriel dijo con voz insegura. 
“Creo que las felicitaciones están a la orden del día.” 
 
 
 
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“¿Felicidades?” 
“Sí,” Jared dijo, mirando a los ojos de Gabriel. “Por la paternidad 
inminente.” 
El rostro de Gabriel perdió todo color. Abrió la boca, pero la cerró 
de nuevo sin hacer ningún ruido. 
“¿Por qué?” Jared dijo, haciendo la pregunta que le había estado 
molestando durante horas. “¿Por qué no me lo dijiste? Pensé -pensé que 
sería a la primera persona que le dirías algo tan importante.” 
La garganta de Gabriel convulsionó mientras tragaba. Él se limitó a 
mirar a Jared y no dijo una palabra. 
“¿Cuán avanzado está?” 
Gabriel bajó la mirada. “Más de cinco meses.” 
“Cinco meses,” Jared repitió. “Y todo este tiempo, has estado... ¿Por 
qué?” 
Gabriel se mordió el labio, con los ojos todavía bajos. 
Jared lo estudió. 
Y luego tomó una profunda aspiración. 
No podía ser. Gabriel no podía saberlo. Él no podía. 
“Dime.” él estaba sorprendido por la tranquilidad de su propia voz. 
“Ahora.” 
Gabriel miró a cualquier sitio, menos a él. “Yo... Yo no sabía cómo 
decírtelo. No quería hacer que todo se sintiera raro.” 
 
 
 
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“¿Raro?” 
Gabriel se pasó la lengua por el labio. “Yo sé sobre... tú cosa por mí.” 
El estómago de Jared se volcó sobre sí mismo, creando una extraña 
sensación de vacío. “Mi cosa por ti,” dijo sin expresión. ¿Cómo? “¿Cómo?” 
Los ojos verdes se encontraron con los suyos. “Te conozco.” 
Dos simples palabras, pero que se sintieron como una puñalada en el 
corazón. 
Gabriel le dio una sonrisa tensa. “¿De verdad creías que no me daría 
cuenta? Me miras como, como...” Gabriel se sonrojó, se lo veía incómodo. 
“Eres bastante obvio.” 
Un sonido ronco salió de la garganta de Jared. No sabía si reír o ir a 
esconderse en alguna parte. Todo este tiempo había pensado que estaba 
siendo sutil, pero al parecer, Gabriel lo había sabido todo el tiempo. 
Jared regresó al sofá, cogió la botella y bebió un largo trago. 
“Jay-” 
“Voy a regresar a los Estados Unidos,” dijo Jared. 
“¿Qué?” 
Jared tomó otro sorbo de vodka. 
Gabriel lo agarró del hombro y lo hizo girar. “¡No puedes estar 
hablando en serio! No importa. No tienes nada de qué avergonzarte. No me 
importa que -que sientas una cosa por mí-” 
“Cállate,” Jared dijo entre dientes. “Cállate” 
 
 
 
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Una mirada de incertidumbre cruzó los rasgos de Gabriel. “Nada 
tiene que cambiar. Realmente no me importa-” 
“A mí sí,” Jared espetó. “Yo no tengo una “cosa” por ti. Yo te amo.” 
Silencio. 
La expresión en el rostro de Gabriel era extraña: algo entre inquietud, 
desconcierto y... algo más. “Jared-” 
“No,” dijo Jared. “He tomado la decisión. Tan pronto como 
encuentren un reemplazo para mí, voy a irme.” 
Gabriel se agarró a su camisa. “¡No lo harás! Te lo prohíbo.” 
Jared sonrió. “No puedes prohibirme nada, Gabriel,” dijo en voz 
suave, tratando de destrabar los dedos de Gabriel de su camisa. “Somos 
entidades separadas. Tienes tu vida. Yo tengo la mía propia.” 
Gabriel apretó la camisa de Jared con más fuerza, sus ojos verdes 
ampliándose. “No.” 
“Sí,” dijo Jared, de alguna forma arreglándoselas para mantener su 
voz firme. “Es para mejor, realmente.” 
Gabriel lo quedó mirando. “¿Mejor para quién?” Su nuez de Adán se 
balanceaba arriba y abajo. “¿Por qué tienes que hacerlo? ¡Todo está bien! 
¡Estamos bien!” 
Jared miró la cara de pánico de Gabriel y tuvo que contenerse de 
tocarlo. “No, No lo estamos. Esto -esto nunca va a funcionar. Y tú lo 
sabes, o no estarías escondiendo el embarazo de Claire de mí. Eso fue 
estúpido, por cierto. ¿Por cuánto tiempo esperabas hacerlo? Tarde o 
temprano lo habría descubierto, de todos modos. ¿Entonces qué?” 
 
 
 
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La mandíbula de Gabriel se trabó. “Lo sé. No era mi intención 
hacerlo. Yo iba a decírtelo, pero no pude.” Gabriel miró a su mano todavía 
apretando la camisa de Jared. “Cuando Claire me dijo que estaba 
embarazada, entré un poco en pánico. Quiero decir, por supuesto que estoy 
contento con el bebé, pero -pero no estaba listo. Pensé que ella tomaba la 
píldora. Habíamos acordado esperar.” 
“No importa ahora,” Jared dijo inexpresivamente. “Van a tener una 
familia. Es mi señal para irme.” 
“No.” Gabriel lo abrazó de repente, había algo muy desesperado y 
doloroso en ello. “Jay, no hagas esto. Por favor. Yo no puedo -no puedo” 
“Tú puedes,” Jared dijo. “Es tiempo de que camines por tu cuenta. 
Ya lo hiciste una vez. Puedes hacerlo de nuevo. Esto... nuestra relación... no 
es saludable para ti.” 
“No me importa un carajo.” Gabriel apretó aún más los brazos a su 
alrededor. “Esto es lo que necesito. Tú.” 
Jared luchó con la reacción instintiva de su cuerpo. Gabriel no quería 
decirlo en ese sentido. Él nunca tuvo intenciones de ese modo. “No es 
suficiente para mí. Pensé que lo era -pensé que podría hacerlo- pero me 
equivoqué. No puedo hacerlo. No lo haré.” 
El cuerpo de Gabriel se puso rígido. 
“Lo siento,” dijo Jared. “Este es el final.” Besó a Gabriel en la sien, 
pero Gabriel lo apartó, con su mandíbula apretada, ira y algo parecido a 
traición en su mirada. 
“Bien. ¡Lo que sea!” Y él salió de la casa, cerrando la puerta detrás 
suyo con tanta fuerza que las ventanas temblaron. 
 
 
 
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Jared se sentó en el sofá y hundió el rostro entre sus manos. 
 
 
 
 
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Capítulo 3: Sangrando
Tristan DuVal estaba emocionado. 
Era casi la hora. El estadio ya se estaba llenando con miles de 
espectadores, y con la multitud ya empezando a animar, tuvo problemas 
para mantenerse en calma. Este no era un partido amistoso. Este era el 
primer partido oficial de la temporada. Esta era la Premier League de 
Barclays, la mejor liga de fútbol del mundo, y él iba a estrenarla como 
delantero izquierdo, en lugar de Gabriel. Finalmente. 
Mientras se dirigían hacia el túnel, Tristan miró a su hermano 
adoptivo. Apestaba que tuviera que mantener las apariencias y no pudiera 
sonreír ante la incomodidad de Gabriel. Él quería sonreír y regodearse, pero 
por supuesto que no podía: había cámaras por todas partes. Las apariencias 
eran importantes. Él era el chico bueno y Gabriel era el malo de la película - 
o al menos esa era la opinión pública. Los chicos buenosno se regodeaban. 
Algunos probablemente podrían considerar lo que él había hecho 
cruel, pero a Tristan no le importaba. En lo que a él concernía, no era nada 
que Gabriel no se mereciera. Ese pedazo de mierda siempre le había caído 
mal. Desde el primer momento en que sus padres adoptivos trajeron a 
Gabriel a la familia, a Tristan le había desagradado enormemente. Él no 
había pedido por un hermano. No quería un hermano. Pero por supuesto, 
nadie se había preocupado por lo que él pensaba. Los DuVals estuvieron 
demasiado enamorados del pequeño muchacho de aspecto extraño como 
para preocuparse por la opinión de su primer hijo. Y eso fue lo que Tristan 
 
 
 
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había sido: él era el primero. Sus padres eran sus primeros, y él no quería 
compartir sus juguetes con ese enano escuálido que ni siquiera hablaba 
inglés o francés. Le desagradó Gabriel a primera vista y el desagrado era 
bastante recíproco, y, como se vio después, de larga duración. Habían 
pasado casi quince años, sus padres adoptivos llevaban mucho tiempo 
muertos, pero la antipatía entre ellos sólo había crecido con cada año que 
pasó. Ahora que ellos competían por cosas más importantes que juguetes, el 
deseo de Tristan por limpiar el piso con Gabe era más fuerte que nunca. 
Por eso no pudo evitar sentirse un poco decepcionado ahora. Él 
esperaba que fuera más difícil robar la posición favorita de Gabriel en la 
cancha, pero todo había ido sorprendentemente bien. Había sido demasiado 
fácil. Él había pensado que Gabriel sería más que un desafío, pero esa 
pequeña mierda ni siquiera puso demasiada resistencia. Los extraños 
arrebatos en el temperamento de Gabriel durante el último par de meses, en 
realidad lo habían hecho demasiado fácil para él. A la luz del 
comportamiento de Gabriel, convencer a los medios de comunicación y al 
entrenador de que merecía jugar en la posición favorita de Gabriel fue un 
juego de niños. Desagradablemente fácil. 
“Espero que no estés enojado conmigo, Gabe,” dijo Tristan, incapaz 
de resistir la oportunidad de refregárselo. 
Gabriel no dijo nada, así que Tristan le lanzó otra mirada. El idiota se 
veía como la mierda. Estaba aún más pálido de lo normal, y los oscuros 
círculos bajo sus ojos lo hacían verse más viejo. Y esos extraños ojos 
verdes... había algo desconcertante en ellos. 
“Oye, ¿estás bien?” preguntó Tristan, empujándolo con la mano. 
Gabriel no respondió. 
 
 
 
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“¿Gabe?” 
“Fantástico,” Gabriel dijo sin mirarlo. “Nunca he estado mejor.” 
“Pero te ves-” 
“Guárdate tu falsa preocupación,” Gabriel dijo inexpresivamente. 
“No estoy de humor para tu mierda.” 
Esa era otra cosa molesta. En lugar de estar irritado por el hecho de 
que Tristan había conseguido su posición favorita, parecía que a Gabriel no 
le importaba. Aunque Gabriel había estado viéndose como la mierda 
durante el último par de semanas, Tristan sabía que no era por su culpa. 
“Es hora de salir, muchachos,” el entrenador dijo, y ellos caminaron 
por el túnel hacia la cancha. 
Tristan mantuvo un ojo en la cara tensa de Gabriel. Cuando se dio 
cuenta de que algo cambio en la expresión de Gabriel, Tristan siguió su 
mirada hasta el médico del equipo sentado en el área técnica. Sus ojos se 
detuvieron en el Dr. Sheldon. Como siempre, Tristan no pudo evitar 
quedarse mirando. 
Jared Sheldon tenía que ser el hombre más atractivo que había visto 
nunca. Cabello oscuro, profundos ojos azules, y una mandíbula fuerte con 
una ligera barba. Como si tener un hermoso rostro no fuera suficiente, el 
hombre era alto y tenía hombros increíblemente amplios y brazos fuertes. 
Era alucinante que un hombre tan guapo fuera soltero. El rumor era que él 
era gay, pero probablemente fuera una mentira. En parte para molestar a 
Gabriel, que siempre actuó como si el Dr. Sheldon fuera de su propiedad, y 
en parte porque Jared era atractivo como el infierno, Tristan había 
intentado coquetear con el hombre, pero en vano. Una pena. Y era una 
 
 
 
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lástima que el hombre estuviera renunciando al trabajo. Los exámenes 
físicos iban a ser mucho más aburridos ahora. 
El silbato finalmente sonó, indicando el comienzo del partido, y 
Tristan empujó al Dr. Sheldon fuera de su mente y se perdió en el juego. 
Los primeros veinte minutos estuvieron bien. Tristan lo estaba 
haciendo genial: la mayor parte de los ataques iban hacia él, y si no fuera 
por alguna mala suerte, él habría marcado al menos dos goles ya. 
Pero, de pronto, Gabriel le estaba empujando a un lado e 
interceptando un pase que iba hacia él. 
“¿Qué carajos?” Gritó Tristan. “¡Se supone que debes jugar en el ala 
derecha esta noche!” 
Gabriel le dio una mirada venenosa. “Piérdete. Esto es mío. ¡Mío!” 
Tristan se volvió hacia el entrenador y lo señaló a Gabriel. “¡Haz 
algo!” 
Con el ceño fruncido, el entrenador comenzó a gritarle a Gabriel para 
que volviera al ala derecha del campo. Ignorándolo, Gabriel corrió hacia los 
defensores y dentro del área, causando confusión y caos. Él esquivó al 
arquero y clavó la pelota en el ángulo superior derecho. 
La multitud rugió, pero Gabriel no celebró. Tampoco lo hizo nadie 
más: Gabriel había conseguido cabrear a todos sus compañeros de equipo 
en el último par de meses. El entrenador seguía gritándole a Gabriel para 
que volviera a la derecha, y ahora incluso los aficionados en las gradas 
podían ver lo que estaba pasando. 
 
 
 
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Tristan levantó las manos para mostrar su descontento y reprimió una 
sonrisa cuando los aficionados comenzaron a corear su nombre. Por 
supuesto que ellos estaban de su parte; él era la parte agraviada aquí. 
Fue entonces cuando los abucheos comenzaron. Cada vez que 
Gabriel tocaba el balón, la multitud abucheó y se burló. Gabriel lo ignoró y 
corrió imprudentemente hacia los defensores de nuevo. 
Tristan sintió una reacia punzada de admiración. Gabriel realmente 
no daba una mierda por lo que la gente pensaba de él. El abucheo habría 
desanimado a cualquiera, pero nada parecía tocar a Gabriel. Nada parecía 
llegar a él, su pálido rostro carente de expresión. 
Gabriel siguió adelante, pasando instantáneamente a dos jugadores 
antes de que ellos se dieran cuenta incluso de lo que había sucedido, burló a 
un tercero, y anotó otro gol por su cuenta. El defensor burlado 
inmediatamente se enfrentó a Gabriel, gritándole, y Gabriel lo empujó 
bruscamente. El árbitro corrió y le sacó a Gabriel una tarjeta roja. 
Algo desconcertado, Tristan miró a Gabriel salir de la cancha 
acompañado por los abucheos de la multitud. ¿Qué estaba mal con el 
pequeño idiota? Gabriel estaba loco. Él estaría destrozado por esto por la 
prensa, el entrenador y los fans. 
Frunciendo el ceño, Tristan decidió concentrarse en el partido. 
Gracias a ese idiota estaban con un hombre menos, y ahora él tendría que 
defender. El odiaba defender. Estúpido Gabe. 
 
 
* * * 
 
 
 
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Jared encontró a Gabriel en el vestuario. Estaba sentado en el banco, 
con sus brazos alrededor de las rodillas. La habitación estaba tranquila 
excepto por el ruido del partido de fútbol que continuaba fuera. 
Los hombros de Gabriel se tensaron cuando él entró, pero no levantó 
la vista, la mirada perdida en sus botas. Todavía llevaba el uniforme azul del 
equipo. 
“Vete,” Gabriel dijo, sin levantar la vista. “Te podría necesitar en la 
cancha. ¿Qué pasa si el chico de oro se rompe una uña y no estás ahí?” 
Jared no dijo nada, mirando a Gabriel con cautela. En las dos 
semanas desde su conversación, Gabriel había estado distante y tenso, 
evitándolo y negándose a hablar. Gabriel no era del tipo silencioso. Cuando 
él meditaba demasiado, no significaba nada bueno. Jared había esperado la 
crisis emocional, pero nada tan público.“Oh espera,” Gabriel dijo, sin dejar de mirar sus botas. “Este es tu 
último día aquí, así que no te importa, por supuesto.” 
“Esto fue increíblemente estúpido,” dijo Jared. “¿Qué estabas 
tratando de probar? Has estado recibiendo todo tipo de mierda de los 
medios de comunicación como estaban las cosas. ¿Por qué les das un palo 
para que te peguen con él? La prensa se va a hacer un día de campo con 
esto. El entrenador está furioso -tú públicamente socavaste su autoridad. Y 
sabes cuánto los fans aman a Tristan –te abuchearan cada partido ahora. 
¿Qué carajo pensaste que estabas haciendo?” 
Gabriel levantó la mirada hacia él, sus ojos el único color en su pálido 
rostro. “Me dijiste que caminara por mí cuenta.” Una sonrisa torcida curvó 
 
 
 
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sus labios. “Eso era yo caminando por mi cuenta. Creo que lo hice bastante 
bien, ¿no te parece? Marqué dos goles.” 
Jared lo miró fijamente. “No te hagas esto a ti mismo.” 
“¿Por qué? ¿Por qué te importa?” 
Jared se acercó y lo arrastró a sus pies. “¿Estás tratando de hacerme 
sentir culpable? ¿Es eso?” 
Gabriel se encogió de hombros, mirando a un lado, con la mandíbula 
apretada. 
Jared se rió entre dientes, sacudiendo la cabeza. “¿Me estás tomando 
el pelo? Entonces, ¿qué se supone que debo hacer? ¿Qué? ¿Quedarme a tu 
lado, verte construir una familia, y estar solo por el resto de mi vida?” 
“Dijiste que me amabas,” Gabriel dijo, sin dejar de mirar a un lado, 
con su voz apretada. “Si realmente me amaras, tú no me abandonarías.” 
Jared respiró hondo. “No puedes usar esto contra mí. Esto no. 
¿Tienes alguna idea de cuánto apesta esto? El amor no correspondido no es 
divertido.” 
La mirada de Gabriel rompió contra él. “¿Amor no correspondido?” 
Él se echó a reír. “¿De qué estás hablando? ¿Qué amor no correspondido?” 
Él liberó su hombro del agarre de Jared. “Tú no te vas porque tu amor es 
„no correspondido.‟ Me estás dejando porque-porque el sexo significa más 
para ti que el amor.” 
“No es lo mismo,” dijo Jared. “Tú no me quieres de esa manera-” 
 
 
 
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“¿De qué manera?” Gabriel gritó, ruborizándose y respirando con 
dificultad. “¿De qué manera? Pero bien, lo que sea- déjame. Ya no me 
importa más. Eres igual que todos los demás.” 
Maldita sea. 
Jared le tocó el hombro, pero Gabriel saltó alejándose y lo fulminó 
con la mirada. “No me toques. Te dije que me dejaras. ¡Adiós! ¡Vete a la 
mierda!” 
“Gabi-” 
“No me digas „Gabi‟,” Gabriel dijo, su rostro endurecido. “¿Sabes 
qué?” dijo, mirando a Jared a los ojos. “Te odio.” 
Fue como un puñetazo en el estómago. 
“Desearía nunca haberte conocido,” Gabriel dijo con sentimiento 
antes que dejar de golpe la habitación. 
Jared se quedó congelado, mirando fijamente a la taquilla y no viendo 
nada, mientras las palabras de Gabriel entraban en sus oídos. La peor parte 
fue, que él sabía que Gabriel las sentía -al menos una parte de él lo hacía. 
Desearía nunca haberte conocido. 
La multitud fuera ovacionando. 
 
 
 
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Capítulo 4: Partida
Normalmente, a Jared le gustaban los aeropuertos. Le gustaban los 
diferentes dialectos, idiomas, vestimentas y costumbres. Le gustaba ver a la 
gente comprar un recuerdo de mal gusto de último minuto, que sólo los 
extranjeros pensarían que eran interesantes. A él le gustaba escuchar las 
observaciones de la gente sobre Londres: lo confuso que era el metro, sus 
destinos turísticos favoritos, y las pequeñas diferencias culturales en cuanto 
a comidas. 
Pero nunca antes había visto a tanta gente viéndose desesperada, 
llorando y tirando de sus seres queridos cuando ellos se disponían a abordar 
el avión con destino a los EE.UU. O tal vez él nunca les prestó atención. 
Cada vez que había dejado Inglaterra antes, él sabía que iba a volver. No 
esta vez. Echaría de menos Inglaterra. Jared sonrió un poco para sí mismo, 
recordando las miserablemente noches frías, lluviosas, en Stoke5. 
Pensándolo bien, tal vez no lo haría. 
Echó un vistazo a su reloj. El abordaje comenzaría pronto. 
“¡Jared!” 
Se congeló y luego se dio la vuelta. 
Gabriel estaba empujando a través de la multitud hacia él. 
 
5
 Ciudad de Inglaterra famosa por su equipo de futbol local. 
 
 
 
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El corazón de Jared se salteó un latido antes de comenzar a martillar 
tan fuerte que él difícilmente podría concentrarse en otra cosa. Una parte de 
él quería alejarse. Pero la otra parte bebía se su mirada -por última vez- y el 
pensamiento hizo que su pecho le doliera físicamente. 
Entonces vio a una pareja de ruidosos reporteros siguiendo a Gabriel, 
gritando preguntas en su cara. Gabe debería usar gafas de sol oscuras. No es 
de extrañar que fuera reconocido. 
Jared avanzó para encontrarlo a mitad de camino. Ignorando las 
preguntas de los periodistas, agarró el brazo de Gabriel sin decir una palabra 
y lo llevó hacia el baño más cercano. 
Empujando a Gabriel en el interior, Jared cerró la puerta, la trabó y se 
volvió hacia Gabriel. “¿Qué estás haciendo aquí? No debería haber-” 
Gabriel cayó contra él. No había otra palabra para ello: se cayó, 
enterrando la cara en el hombro de Jared y envolviendo sus brazos 
alrededor de la cintura de Jared apretadamente. “No te vayas,” dijo, con la 
voz quebrada. “Por favor. Yo no puedo. No puedo-no puede vivir sin ti.” 
Jared cerró los ojos. Sus brazos subieron en torno a Gabriel y lo 
apretaron con fuerza. Gabriel gimió, acariciando su garganta con la nariz, y 
Jared sintió una abrumadora oleada de amor, de la que era doloroso no 
tener una salida para ella. Él nunca supo que era posible extrañar a alguien a 
quien estabas sosteniendo con tus propios brazos. Su garganta apretada por 
la pérdida, él apretujó a Gabriel aún más fuerte, pero se sentía como si 
tratara de aferrarse a la arena escapándose entre sus dedos. 
“No lamento haberte conocido,” dijo Jared y Gabriel hizo un ruido 
que sospechosamente sonaba como un sollozo. 
 
 
 
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“Oye,” Jared dijo suavemente, tomando la barbilla de Gabriel y 
obligándolo a mirar hacia arriba. Húmedos ojos verdes se encontraron con 
los suyos, y algo oprimía en el pecho de Jared. Gabriel nunca lloró. No 
había llorado incluso cuando él estaba paralizado y nada que hicieran 
parecía ayudar. No había llorado cuando fue abucheado y repudiado. La 
nariz de Gabriel nunca se enrojeció y sus ojos estuvieron siempre luminosos 
y secos. 
Hasta ahora. 
“No–” 
“No estoy llorando,” Gabriel dijo, levantando la barbilla 
obstinadamente y mirándolo. “Yo nunca lloro.” 
Jared sonrió y limpió la lágrima en la esquina del ojo de Gabriel. “En 
algunos años o incluso meses, mirarás atrás y te reirás de lo tonto que fuiste 
al pensar que no podrías vivir sin mí.” 
Gabriel abrió la boca, pero Jared apretó un dedo contra sus labios. 
“Verás. Tú eres joven y–” Él tragó. “Lo que sientes por mí es... no es muy 
saludable para ti. Estarás mejor sin mí. Esto... pasará, y tú serás más fuerte 
por ello.” 
Podía ver que Gabriel quería discutir, pero entonces algo se rompió 
en su expresión. “¿Qué hay de ti?” preguntó en cambio. 
“Voy a estar bien, también.” Eventualmente. Probablemente. Jared 
forzó una carcajada. “No tengo ninguna intención de ser un hombre 
antisocial, solitario, deprimido. Quizás algún día, voy a enamorarme de 
alguien que efectivamente me ame también.” Al menos él quería creerlo –
creer que él sería capaz de amar a alguien más. Jared forzó una sonrisa. 
“Todo saldrá bien, ya lo verás.” 
 
 
 
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Gabriel lo miró como si él no pudiera entender una palabra de lo que 
estaba diciendo. 
Cuando el anuncio de embarque del vuelo, llegó a través de los 
altoparlantes, Jared se aclaró la garganta,dejando caer las manos a los 
costados. Sus brazos ya se sentían vacíos. “Ese es mi vuelo. Me tengo que 
ir.” 
Gabriel todavía lo miraba fijamente, con el rostro pálido. 
Jared se volvió hacia la puerta, pero se detuvo y miró hacia atrás por 
última vez: al rizado pelo rubio oscuro y a los ojos verdes que tanto amaba 
y a la vulnerable curva en los labios de Gabriel. Ellos temblaban mientras 
Gabriel luchaba para decir algo. 
Los pies de Jared se movieron por su propia voluntad. Sus manos 
acunaron la cara de Gabriel. “Estoy orgulloso de ti,” dijo con voz ronca, 
presionando sus frentes juntas. Tomó una respiración profunda, inhalando 
su aroma con avidez. Gabriel. Su Gabe. “Recuerda eso” Rozó sus labios 
contra la esquina de la boca de Gabriel y sintió los labios de Gabriel 
temblar. Besó la otra esquina y le susurró: “Adiós, Gabi.” 
Lo miró tirando hacia atrás, pero Gabriel se agarró a su camisa, sus 
ojos húmedos y suplicantes. 
“Déjame ir,” Jared dijo, mirando hacia otro lado. No podía mirarlo. 
No creía ser lo suficientemente fuerte como para seguir diciendo que no 
mientras que Gabriel lo estaba mirando de ese modo. 
Silencio. 
Entonces sintió los dedos de Gabriel aflojarse lentamente, 
liberándolo. 
 
 
 
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Debería haberse sentido aliviado. 
No fue así. 
Dio un paso atrás, abrió la puerta y se fue del baño. 
Ignorando a los periodistas, se alejó, la sensación de vacío en su 
pecho creciendo con cada paso que daba. 
Adiós. 
 
 
 
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Capítulo 5: Claire
Su vejiga la despertó en medio de la noche. Claire abrió sus ojos 
legañosos y los frotó. Un vistazo rápido le mostró que el otro lado de la 
cama estaba vacío. Gabriel no estaba en la cama de nuevo. 
Ella frunció los labios y se sentó con dificultad. Dios, ella estaba sólo 
de siete meses y medio, pero se sentía como un pequeño elefante. No 
estaba segura de sí podría soportar otros dos meses de esto. Tal vez 
realmente deberían haber esperado, como Gabriel había querido: tenían 
suficientes problemas ya sin un bebé en la mezcla. La reacción de Gabriel 
ante su embarazo no había sido tan buena como Claire lo había esperado. 
Su humor parecía estar deteriorándose mientras que el embarazo avanzaba y 
ella no era la única que lo había notado. Gracias a Dios, el gerente de 
relaciones públicas de Gabriel al menos había logrado acallar el escándalo 
causado por el comportamiento de Gabriel durante el partido inaugural de 
la temporada –él había plantado el rumor de que Gabriel sólo estaba 
tomando la noticia de la renuncia de su médico con dificultad. La prensa 
había aceptado la explicación: la historia de la recuperación milagrosa de 
Gabriel por su lesión en la médula ósea era ampliamente conocida. Fue una 
buena explicación. 
Fue una buena explicación porque era la verdad. 
A veces ella deseaba que no lo fuera. 
 
 
 
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Claire dejó escapar un suspiro. Para ser completamente honesta, ella 
se había alegrado un poco cuando se enteró de que Jared estaba dejando 
Inglaterra. 
Le gustaba Jared –era imposible para él resultar desagradable y 
tampoco resultaba hiriente el que fuera increíblemente agradable a la vista– 
pero su relación con Gabriel siempre la hizo... sentirse incómoda. Para 
llamar al pan, pan, ella siempre se había sentido un poco celosa de lo cerca 
que estaba de Gabriel. Sabía que sus celos tenían poco sentido. Jared podría 
ser gay, pero su relación era completamente platónica; Gabriel era tan recto6 
como una flecha y la amaba. Excepto… 
Excepto que había algo que tenía la relación de Gabriel con Jared que 
faltaba en la de ella y Gabriel: intimidad emocional. Gabriel podría estar 
enamorado de ella y desearla, pero él nunca se abrió por completo a ella. 
Incluso cuando estaban acostados desnudos después de hacer el amor, ella 
podía sentir algo separándolos. Algo intangible, pero que estaba allí. A 
Gabriel no le gustaban los abrazos después del sexo de todos modos; él no 
era del tipo acariciador-sensible –bueno, a menos que fuera con Jared. Con 
Jared se convertía en un acariciador-sensible-pulpo y se acurrucaba contra él 
en cada oportunidad. Racionalmente, comprendía porqué Gabriel se sentía 
tan cómodo cuando Jared lo tocaba: teniendo en cuenta el hecho de que 
Gabe había estado paralítico por meses, probablemente se había 
acostumbrado a tener las manos de Jared sobre él a diario. Solo era natural 
que confiara tanto en su ex fisioterapeuta. No era nada por lo que estar 
celosa. 
Claire miró el lado vacío de la cama nuevamente e hizo una mueca. 
¿A quién estaba engañando? Ella sabía por qué se sentía celosa de Jared. 
 
6
 La autora usa el término “straight” que en inglés significa tanto recto/derecho (de ahí la metáfora de la 
flecha) como heterosexual. En la frase se refiere a los 2 significados. 
 
 
 
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Gabriel podría estar enamorado de ella, pero él no la necesitaba. Cuando 
estaba triste, era a Jared a quien recurría. Jared era el único al que 
necesitaba. 
Los labios de Claire se torcieron al recordar el partido contra Arsenal 
la temporada pasada. Había sido un torneo muy importante en Londres y el 
equipo de Gabriel había perdido gracias a la dudosa decisión del árbitro de 
anular el gol de Gabriel. Decir que Gabriel estaba enojado y molesto sería 
no decir nada. Claire trató de consolarlo, pero Gabriel le gritó que lo dejara 
solo y que no quería compañía, así que Claire decidió dar un paseo y darle 
unos minutos para calmarse. Cuando regresó diez minutos más tarde, se 
encontró con Gabriel acurrucado junto a Jared, su expresión tranquila y 
relajada mientras que Jared le acariciaba la espalda y le susurraba algo al 
oído. Claire se quedó congelada, sintiéndose ajena, viendo algo de lo que 
nunca podría ser parte. 
Fue por eso que ella había estado contenta con que Jared renunciara a 
su trabajo y regresara a los Estados Unidos. Había pensado que finalmente 
tendría a su novio completamente para ella. 
Claire se echó a reír. Qué ingenua que había sido. 
La presión persistente en su vejiga se hizo notoria de nuevo, así que 
salió de la cama y encaró hacia el baño. 
Cuando terminó, volvió al dormitorio pero hizo una pausa, mirando 
la cama vacía. ¿Dónde estaba él? 
Claire se dio la vuelta y dejó de la habitación. 
La casa que Gabriel había comprado para ellos, después que se enteró 
del embarazo, era enorme y lujosa. Era la casa de sus sueños. Pero ahora, en 
 
 
 
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la oscuridad, parecía demasiado vacía y fría. Claire presionó una mano en su 
vientre. Pronto no estaría tan vacía. 
Encontró a Gabriel abajo. 
Estaba dormido en el sofá, la luz de la luna entrando por la ventana 
abierta e iluminando sus facciones. La luz de luna era amable con él. 
Ocultaba las bolsas bajo los ojos de Gabriel. 
Claire se lo quedó mirando por un momento, antes de cambiar su 
mirada hacia el teléfono sobre el pecho de Gabriel. Ella dudó, pero quería 
saber. 
Con cuidado, agarró el teléfono de Gabriel y echó un vistazo a la 
pantalla. 
El correo electrónico estaba abierto. Claire frunció el ceño, notando 
que Gabriel tenía muchos mensajes no enviados como „borradores.‟ 
Correos para Jared, todos ellos sin enviar. Silenciosamente, se sentó en el 
sofá junto a Gabriel y comenzó a leer desde el correo más viejo, con fecha 
hace más de un mes. 
 
 
* * * 
 
Claire me dijo que te saludara. Ella no sabe por qué te fuiste, por lo que no pude 
decirle que no estábamos hablando en absoluto. Por eso te estoy escribiendo. Para decirte 
que ella te manda saludos. 
 
 
 
 
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* * * 
 
La nueva doctora es genial. Su nombrees Anne Boyle, y ella es divertida y muy 
bonita. Es la única mujer médica en un equipo de la Premier League. ¿Cuán genial es 
eso? 
Me gusta mucho. Es asombrosa. No me regaña y no me dice que no coma 
cualquier cosa que quiera comer. No le importa. Ella es genial. 
 
 
* * * 
 
Tristan es tan trepador. De alguna manera, ahora trepó su camino a la SN7 de 
Inglaterra. Todo el mundo me trata como a una bomba de tiempo por algún motivo. 
Probablemente esperan que yo esté enojado al respecto y envidioso, pero no me importa 
una mierda. Él puede presumir todo lo que quiera. 
 
 
* * * 
 
 
7
 SN – Selección Nacional de futbol. 
 
 
 
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No sabemos el sexo del bebé todavía. Claire quiere que sea una sorpresa. No 
estoy seguro de que me importe de un modo u otro y eso me asusta. ¿No debería 
importarme? Tengo miedo de que vaya a ser un papá de mierda. 
 
 
* * * 
 
Mis músculos están tan doloridos después del entrenamiento de hoy. Los masajes 
de Ron apestan. Y tuvo el descaro de decirme que era mi culpa por no estar lo 
suficientemente relajado y tensarme cuando me tocaba. No es mi culpa que él haga todo 
mal. 
Casi espero estar en la banca para el próximo partido. Odio jugar en el ala 
derecha de todos modos. 
 
 
* * * 
 
Hoy encontré tu camiseta en mi armario. Creo que es la que llevabas cuando 
fuimos de excursión en junio. Huele como a verano y a sol. Extraño el verano. 
 
 
* * * 
 
 
 
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Anoche no pude dormir otra vez. Le pedí a Rebecca que me diera alguna pastilla 
para dormir de nuevo, pero ella se negó y le contó al entrenador. Siempre supe que ella me 
odiaba. 
 
 
* * * 
 
El entrenador me obligó a ver a un terapeuta. Ya sabes que odio a los psicólogos. 
Ellos siempre tratan de enroscar tus palabras en algo que nunca dijiste. 
La Dra. Bisset no es tan mala, pero hace preguntas estúpidas. Hoy me preguntó 
por qué todavía no me había casado con Claire. Como si fuera asunto suyo. ¿Por qué es 
importante un pedazo de papel? A Claire no le importa, y a mí tampoco. 
 
 
* * * 
 
El entrenador me gritó de nuevo. No estoy seguro por qué. Últimamente lo hace 
todo el tiempo. Probablemente debería importarme más. 
 
 
* * * 
 
 
 
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Está lloviendo otra vez. A veces me siento como si siempre estuviera lloviendo. 
Quizás debería aceptar la oferta del Barcelona y mudarme a España el año 
próximo. No hay nada que me ate aquí. Al menos estaría cálido allí. 
 
 
* * * 
 
Jay, yo 
 
 
* * * 
 
Es todo culpa tuya, sabes. Me convertiste en esto. Así que vete al carajo. Espero 
que seas miserable. Espero que tus días parezcan sombríos e interminables. Espero que 
mires mis fotos y sientas que pagarías millones por un abrazo. Espero que no puedas 
dormir, y cuando lo hagas, espero que sueñes conmigo, y cuando despiertes, te sientas frío y 
quieras volver a dormir, pero no puedas. 
 
 
* * * 
 
 
 
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Ese fue el último correo electrónico sin terminar, escrito apenas esta 
noche. 
Claire cerró la aplicación de correo electrónico y se quedó con la 
mirada perdida en la oscuridad. Oh Dios. Dios. ¿Así es como Gabriel se 
sentía mientras ella está embarazada de su hijo? 
Dolía. Dolía aún más que su opinión sobre el matrimonio. 
Gabriel nunca se había molestado en preguntar. Él nunca le había 
preguntado si ella quería casarse. ¿Por qué habría asumido que no 
importaba para ella? Le había insinuado muchas veces, que ella había 
soñado siempre con una gran boda. 
Sacudiendo la cabeza, Claire se dijo a sí misma que no fuera ingenua. 
Muchos futbolistas no se casaban con sus novias –los futbolistas más 
famosos tenían relaciones felices y tuvieron hijos sin estar casados– así que 
ella sabía que no debía sentirse herida. Gabriel la amaba. Lo hacía. Pero le 
habría gustado que él le preguntara su opinión. 
Le habría gustado saber otras cosas, también. 
Claire no sabe por qué te fuiste. 
¿No se supone que ella fuera la persona más cercana a Gabriel? ¿Por 
qué él le guardaba secretos a ella? ¿Por qué era tan distante? 
Claire trató de recordar cuando todo se había arruinado, pero no 
podía hacerlo. Habían sido felices una vez. Todo parecía haber ocurrido en 
otra vida. Ellos se habían conocido en una fiesta hace más de dos años. 
Para ella había sido amor a primera vista. Ella se quedó cautivada por su 
atractivo poco convencional, su fama, sus brillantes ojos verdes. Cuando él 
 
 
 
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pasó toda la velada con ella, no podía creer en su suerte: él era una estrella 
del fútbol en ascenso, y ella era una modelo joven que nadie conocía. Pero 
él parecía cautivado, incapaz de sacar sus ojos de ella. Pasaron juntos esa 
noche, pero él parecía querer más que eso. Le pidió una cita. Y luego otra, y 
luego otra. 
Por un tiempo, ella había estado más que feliz, pero a medida que su 
relación progresaba y el enamoramiento de Gabriel parecía desvanecerse 
poco a poco, comenzó a asustarse. Le asustaba que Gabriel se cansara de 
ella, ahora que el periodo de luna de miel había terminado. ¿Él la amaba lo 
suficiente como para quedarse con ella? Él era joven y famoso y podría 
tener a cualquier mujer que quisiera. Fue entonces cuando sus amigos le 
aconsejaron que quedara embarazada y atrapara a Gabriel de una vez por 
todas. Ella había escuchado sus consejos. ¿Había sido lo correcto? 
Claire se llevó la mano a su vientre. Tenía que serlo. 
A su lado, Gabriel se agitó. Claire dejó el teléfono en el sofá 
rápidamente. 
“¿Claire?” murmuró adormilado. “¿Por qué no estás en la cama?” 
“¿Por qué no lo estás tú?” 
Gabriel bostezó. “No podía dormir, así que salí a caminar. No quería 
despertarte. ¿Por qué estás levantada? ¿Es por el bebé?” 
“No,” dijo Claire, poniendo ambas manos sobre su vientre. La prueba 
de su amor. “No es por el bebé.” 
Gabriel volvió a bostezar. “¿Entonces qué?” 
Claire se mordió el labio. “¿Por qué se fue Jared?” 
 
 
 
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No podía leer su expresión con la luz de la luna, pero su silencio era 
muy revelador. 
“¿Por qué es importante?” Gabriel dijo finalmente, un dejo extraño 
de tensión en su voz. 
“Solo estoy curiosa.” ¿Iba a mentirle? ¿Le diría la verdad? ¿Cuál era la 
verdad? 
“Te dije que– él extrañaba su hogar.” 
“Deja de mentir” dijo ella. 
Otro silencio largo y pesado. 
“Es personal,” Gabriel dijo escuetamente. “Es entre mí y Jared.” 
Ella apretó sus manos en puños. “Soy la madre de tu hijo. No hay 
nada más personal que eso” 
“Es diferente.” 
“¿Cómo?” Fue una lucha por mantener la voz calmada. “¿O hay un 
estándar de „personal‟ para Jared y otro tipo de „personal‟ para nosotros, el 
resto de gente sin importancia?” 
“No seas ridícula-” 
“Estoy harta de siempre quedar tercera,” susurró Claire. “Cuando 
Jared se fue, pensé que las cosas finalmente serían diferentes, pero estás 
demasiado ocupado deprimiéndote y languideciendo por él como para 
prestarme demasiada atención. Vamos a tener un bebé en menos de dos 
meses, Gabe. ¡Un bebé!” Su voz se quebró. “¿No te importa?” 
 
 
 
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Él se sentó y pasó un brazo alrededor de sus hombros, presionando 
su nariz contra la mejilla de ella. “No seas tonta,” Gabriel dijo con 
preocupación. “Por supuesto que me importa. Estoy muy emocionado por 
tener un niño. Siempre he querido una familia, ya sabes eso. Siempre ha 
sido mi sueño.” 
Claire inhaló temblorosamente. “Lo sé. Pero a veces pienso que... A 
veces creo que fue sólo un sueño infantil. Un bonito futuro, nada real. 
Como... como un hermoso trofeo que sacas de la caja en ocasiones 
especiales para admirarlo, no como algo que deseas tener cada día.” 
“Vamos, no seas ridícula.”

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