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7 Just a Bit Wicked Alessandra Hazard

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Solo un Poco 
 
 
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Sólo un poco 
 
Hazard 
 
- El Dedo de Iphi - 
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Índice 
 
Resumen ....................................................................................................................................................... 4 
Capítulo 1 ...................................................................................................................................................... 5 
Capítulo 2 .................................................................................................................................................... 23 
Capítulo 3 .................................................................................................................................................... 30 
Capítulo 4 .................................................................................................................................................... 38 
Capítulo 5 .................................................................................................................................................... 55 
Capítulo 6 .................................................................................................................................................... 62 
Capítulo 7 .................................................................................................................................................... 70 
Capítulo 8 .................................................................................................................................................... 79 
Capítulo 9 .................................................................................................................................................... 87 
Capítulo 10 .................................................................................................................................................. 99 
Capítulo 11 ................................................................................................................................................ 108 
Capítulo 12 ................................................................................................................................................ 115 
Capítulo 13 ................................................................................................................................................ 132 
Capítulo 14 ................................................................................................................................................ 143 
Capítulo 15 ................................................................................................................................................ 163 
Capítulo 16 ................................................................................................................................................ 171 
Capítulo 17 ................................................................................................................................................ 171 
Capítulo 18 ................................................................................................................................................ 185 
Capítulo 19 ................................................................................................................................................ 194 
Capítulo 20 ................................................................................................................................................ 207 
Capítulo 21 ................................................................................................................................................ 207 
Capítulo 22 ................................................................................................................................................ 225 
Capítulo 23 ................................................................................................................................................ 225 
Capítulo 24 ................................................................................................................................................ 241 
Capítulo 25 ................................................................................................................................................ 248 
Capítulo 26 ................................................................................................................................................ 248 
Capítulo 27 ................................................................................................................................................ 259 
Epílogo ...................................................................................................................................................... 277 
Notas Finales ............................................................................................................................................. 290 
Batiaventuras ............................................................................................................................................ 292 
Créditos ..................................................................................................................................................... 296 
 
 
 
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Resumen 
Está seguro de que nunca se enamorará de un hombre... 
Cuando llueve, diluvia. Después de perder su prestigioso 
trabajo, Vlad descubre que su novia lo engañó. Enojado y herido, 
está decidido a encontrar a su amante y enseñarle una lección. 
Cuando descubre que su amante es bisexual, simplemente lo 
enoja más. Criado por una familia extremadamente homofóbica, 
Vlad está convencido de que es hétero y no siente nada más que 
desprecio por las personas que no lo son. 
Pero a veces el desprecio y la ira pueden convertirse en 
obsesión, y luego en algo completamente diferente, algo que Vlad 
siempre ha considerado enfermo e incorrecto. 
 
Está seguro de que nunca se enamorará de un matón homófobo... 
Sebastian es un exitoso modelo inglés que siempre detestó a 
los matones. Cuando un hombre aparece en su puerta acusándolo 
de dormir con su novia, Sebastian no está interesado en 
convertirse en una bolsa de boxeo. Sin embargo, provocar a un 
homófobo no es probablemente la mejor idea... ni la más segura. 
Pero, de nuevo, Sebastian nunca ha sido bueno en jugar con 
seguridad. 
Las cosas se complican mucho más cuando Vlad se vuelve el 
guardaespaldas de Sebastian. ¿Pueden permanecer profesionales? 
No pueden. Ellos discuten y pelean, y odian todo uno del otro. 
Ahora bien, si tan sólo pudieran averiguar cómo mantener las 
manos lejos. 
 
 
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Capítulo 1 
 
Había un condón usado en el piso cerca de la cama. 
Esto no sería particularmente digno de mención si no fuera 
por el hecho de que Vlad había estado ausente varias semanas y 
el preservativo definitivamente no le pertenecía. 
Vlad miró fijamente al condón, sintiendo la bilis subir hasta 
su garganta. Su mirada se desplazó hacia la imagen de la mesita 
de noche, una foto de un día en el parque. Él y Nina parecían tan 
felices, su pequeño cuerpo parecía diminuto en sus brazos 
mientras la abrazaba por detrás. 
Volvió a mirar el condón y se sintió mal del estómago. 
Tras de él, Nina seguía parloteando distraídamente, diciendo 
lo feliz que estaba de que hubiera regresado a casa, de Suiza, 
antes de lo planeado. 
Vlad siempre se había enorgullecido de nunca golpear una 
mujer. Era un tipo grande, con un trabajo peligroso, un 
temperamento excitable y puños a juego, pero nunca había 
golpeado a una mujer. 
Nunca había estado tan tentado en su vida. 
Y había pensado que esta semana no podría empeorar. 
Aparentemente no era suficiente que hubiera perdido su trabajo y 
la confianza del hombreal que había considerado un amigo. 
Descubrir que su novia había traído a otro hombre a su propia 
 
 
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casa para follar, y engañarlo en su propia cama, no era otra cosa 
que la cereza arriba de todo ello. 
—¿Quién es? —Se oyó decir Vlad, con la voz llana. 
El parloteo constante de Nina finalmente se detuvo. 
—¿Qué? 
Vlad se dio la vuelta y apuntó con el dedo hacia el condón. 
—¿Quién es el sorete con el que me estás engañando? 
Los enormes ojos azules de Nina se ensancharon. Sus labios 
temblaban. 
—Vlad, no es lo que... 
—¿No es lo que parece? —gruñó Vlad—. ¿Estás jodiendo 
conmigo, Nina? 
Ella se estremeció, alejándose de él. 
—No sé de qué estás hablando —dijo ella con voz llena de 
confusión. 
No era una mala mentirosa. Demasiado malo para ella que 
Vlad fuera un ex agente federal y reconocía a la gente que mentía 
para ganarse la vida. Solía ser uno de ellos. 
—¿Quién es? —preguntó. No sabía por qué de repente era tan 
importante. No, sabía por qué: él no creía que fuera capaz de 
golpear a una mujer, ni siquiera ahora, sin importar cuan 
mentirosa y puta-engañadora fuera. Con un hombre sería un 
asunto diferente. El cuerpo de Vlad picaba por una pelea, había 
estado ansioso por encontrar una salida para su frustración y 
 
 
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rabia reprimida desde que Roman lo había despedido de su cargo 
de jefe de seguridad. Si Vlad era honesto consigo mismo, 
necesitaba encontrar una salida para su ira desde que ese joven 
inglés, Luke Whitford, había conseguido tener al jefe de Vlad 
envuelto en su dedo meñique. Hasta el día de hoy, desconcertaba 
y disgustaba a Vlad cómo el pequeño chupapollas habría logrado 
engañar a un hombre como Roman. Vlad nunca había pensado 
que Roman fuera gay. Todavía estaba convencido de que Roman 
no lo era. Todo era culpa de Luke Whitford: el mocoso tenía los 
labios más obscenos que jamás había visto. Incluso Vlad, un 
hombre completamente recto, no pudo evitar mirar un poco. 
—¿Quién es? —preguntó Vlad. Le dolía el pecho más de lo 
que le hubiera gustado admitir. Nina había sido su novia oficial 
por dos años. Era inteligente, divertida y hermosa. La había 
querido genuinamente, a veces incluso pensaba que la amaba. 
Habían tenido algo bueno entre ellos. O eso había pensado. Al 
parecer, Nina era de una opinión diferente si había caído en la 
polla de otro hombre en las pocas semanas que había estado 
fuera. 
No es que pensara que su relación fuera perfecta. Se peleaban 
bastante a menudo, principalmente debido a sus viajes de trabajo 
por todo el mundo. El sexo no había sido perfecto tampoco, pero 
de nuevo, nunca lo fue. Vlad siempre se sintió vagamente 
insatisfecho y desinteresado durante el sexo, sin importar a la 
mujer que se follara. Vlad estaba acostumbrado a ello, 
considerándolo como “su bajo deseo sexual”. En realidad estaba 
muy orgulloso de que nunca dejara que su polla dominara su 
cabeza, como lo hacían muchos otros hombres. 
—¿Importa? —preguntó Nina, trabando la mandíbula 
obstinadamente. Sus ojos brillaban. Ya no parecía asustada y 
 
 
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culpable; ahora parecía molesta y defensiva—. ¿Por qué estás 
sorprendido? ¡Nunca estás en casa! ¿Se supone que debo ser una 
monja mientras viajas por todo el mundo, jodiendo mujeres en 
París y Londres? 
—Nunca te he engañado —dijo, ignorando su incredulidad. 
Ella nunca le creyó—. Te pregunto por última vez, ¿quién es él? 
Nina apretó los labios. 
—No te lo diré. Le harías daño. 
El hecho de que ella protegiera al hijo de puta era un golpe 
adicional. 
—Eso es jodidamente cierto, lo haré —dijo—. Ahora junta tu 
mierda y sal de mi casa. 
Nina se congeló. 
—No puedes hacer esto —dijo—. ¡No puedes echarme! ¡No 
tengo a dónde ir en Moscú! 
—Deberías haber pensado eso antes de echarte encima de la 
polla de otro hombre —dijo Vlad en voz calma. 
Nina se sonrojó. 
—¿Tienes que ser tan vulgar? 
Vlad soltó una risita. 
—Sólo estoy llamando “espada” a una “espada”. O, en este 
caso, “puta” a una “puta”. 
Volviéndose de un rojo brillante, ella lo fulminó con la mirada. 
 
 
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—¿Sabes qué? Sí, te engañé y disfruté cada segundo! ¡Era 
mucho mejor que tú! ¡Fue el mejor que he tenido! Le dije lo 
patético y egoísta que eras en la cama y nos reímos juntos… 
—Fuera—Vlad dijo entre dientes—. Voy a salir ahora y es 
mejor que te hayas ido para cuando regrese—Con los puños 
apretados, salió luego de espetar por sobre su hombro—. Deja tu 
llave en el escritorio de seguridad. 
Afuera, golpeó la pared y apoyó su frente contra ella, 
respirando con dificultad y tratando de controlar su 
temperamento. No iba a responder a la provocación. No iba a 
golpear a una mujer. Él no era así, maldita sea. Aunque 
necesitaba como al aire una salida para el dolor, y la rabia que 
palpitaba bajo su piel, su objetivo no iba a ser una mujer débil. 
Nina no era la única que lo había humillado. Ella había tenido un 
cómplice. 
Vlad levantó la cabeza, con la mandíbula en una línea 
determinada. 
No necesitaba a Nina para decirle el nombre de su amante. 
Podía descubrirlo por sí mismo. Había video vigilancia en el 
edificio. La última década como jefe de seguridad de uno de los 
oligarcas más despiadados e influyentes de Europa le había dado 
muchas conexiones útiles. Al final del día, tendría el nombre y la 
dirección del mierda que había hecho un tonto de él. 
El hijo de puta iba a pagar. 
 
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Le tomó menos tiempo de lo que esperaba encontrar la 
información que quería. Lo que descubrió lo molestaba aún más. 
El hombre con el que Nina lo había engañado era inglés. 
Vlad sabía que era irracional disgustarse con una nación 
entera a causa de una sola persona, pero después del fiasco de 
Luke Whitford había desarrollado una fuerte aversión a cualquier 
cosa inglesa. Se preguntó si sería una broma cósmica que un 
inglés hubiera arruinado su vida profesional y otro inglés hubiera 
arruinado su vida personal. Bueno, Luke Whitford estaba fuera de 
su alcance, pero Sebastian Sumner no lo estaba. 
Vlad llamó a la puerta de la habitación de hotel, su cuerpo 
vibrando por la tensión y la agitación. Mientras esperaba, pensó 
en lo que sabía del hombre. Sebastian Sumner tenía veinticinco 
años, siete años menos que él, y era un modelo exitoso que vivía 
en Londres. Un puto modelo. Vlad todavía no podía creer que Nina 
lo había engañado con un modelo. Ella normalmente volvía la 
nariz hacia arriba, diciendo que no le gustaban los hombres que 
eran más bonitos o más delgados que ella. 
La puerta se abrió. 
Sebastian Sumner no era particularmente flaco, pero era 
indudablemente bonito. 
Era alto, casi tan alto como el propio Vlad, aunque era 
atlético y delgado, mientras que Vlad era musculoso y corpulento. 
Los hombros de Sumner eran bastante anchos y estaban 
cubiertos con algunos músculos decentes, pero el ojo entrenado 
de Vlad rápidamente evaluó que el otro hombre no era rival para 
él. También era el polo opuesto de Vlad, en lo que se podía ver. 
 
 
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Vlad no tenía baja autoestima. A las mujeres les gustaba. 
Tenía la estereotipada apariencia eslava con sus ojos azules 
almendrados, mandíbula cuadrada y cabello rubio recortado. 
Sabía que se veía muy bien. De todos modos, no se suponía que 
un hombre fuera hermoso. Francamente, hombres hermosos con 
rasgos refinados siempre hacían que Vlad se sintiera incómodo 
por algún motivo. 
Este tipo... era uno de esos. 
El cabello rubio y ondulado de Sebastian era un poco 
demasiado largo y estaba casualmente peinado hacia atrás,enmarcando un rostro fuerte y hermoso con pómulos altos y 
cincelados. Grandes ojos oscuros miraban a Vlad con una 
expresión inquisitiva. ¿El tipo llevaba delineador de ojos? Sus ojos 
eran demasiado bonitos para que fueran naturales. Los generosos 
labios de Sebastian estaban fruncidos, su color rojo contrastaba 
con la pálida y perfecta tez del hombre. El idiota era precioso, Vlad 
le daría eso. De alguna manera, conseguía lucir bello sin parecer 
afeminado. 
—¿Puedo ayudarte, amigo? —dijo Sebastian. Su voz era baja, 
su expresión un poco somnolienta, como si hubiera estado 
tomando una siesta. 
Su inglés británico rayó los nervios de Vlad, provocándole una 
nueva oleada de ira. Este hombre había estado dentro de su novia. 
Había jodido a la mujer de Vlad en la propia casa de Vlad, en la 
propia cama de Vlad. Había fotografías de Vlad y Nina por todas 
partes; no había manera de que el tipo no hubiera sabido que 
Nina estaba tomada. 
—Sabes quién soy, así que corta la mierda. 
 
 
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Reconocimiento se apoderó del rostro del chico. Sebastian se 
echó hacia atrás, cautela y un toque de incomodidad apareciendo 
en sus ojos. 
—Eres el novio de Nina. Vlad, ¿verdad? 
—Encantado de conocerte —Vlad dijo, avanzando sobre él. 
—Mira, no sabía que Nina tuviera novio —dijo Sebastian 
rápidamente—. Sólo vi tus fotos después —Le dio una media 
sonrisa torcida, torpe—. Ella no me dejó exactamente husmear 
alrededor cuando llegamos a su piso… 
En un movimiento rápido, Vlad empujó al idiota contra la 
pared. 
—¿Esto es jodidamente divertido para ti, maldita mierda? 
¿Fue divertido para ti joder la relación de otro hombre? 
Sebastian alzó ligeramente las cejas. 
—Estoy diciendo la verdad: no lo sabía. Además, creo que 
estás poniendo la culpa en el lugar equivocado. No es mi problema 
si su relación era tan débil que tu novia me invitó a su casa luego 
de media hora de baile… 
Vlad le dio un puñetazo en la mandíbula. 
Sebastian gimió, la sangre goteaba de su boca. La limpió, 
perdiéndose un punto en sus labios. Algo como miedo parpadeó 
en la cara de Sebastian, pero un momento después, se había ido. 
Levantó la barbilla, su expresión se endureció. 
—¿Golpeé un nervio, tipo grande? 
 
 
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—Cierra la puta boca —dijo Vlad, golpeando la cabeza de 
Sebastian contra la pared y envolviendo sus dedos alrededor de su 
garganta—. ¿No tienes nada de auto-preservación, mierda 
estúpida? He matado gente por menos. 
El chico se rio entre dientes. 
—¿Esta charla estúpida y machista realmente te funciona con 
otra gente, amigo? 
Increíble. El idiota pensaba que Vlad tenía una postura 
machista. 
—No tienes idea de lo que soy capaz, amigo —dijo Vlad con 
voz apagada—. Puedo cortarte a la mitad con una mano —No era 
una amenaza vacía. Él podría. Vlad apretó su garganta. Le trajo 
una cantidad ridícula de satisfacción cuando Sebastian comenzó a 
jadear por aire. Pero no planeaba matar al tipo; Nina no valía la 
pena. Así que cuando el rostro estúpidamente bello del modelo 
empezó a volverse morado, Vlad a regañadientes aflojó su agarre 
en su cuello. 
Sebastian empezó a toser, tomó varias bocanadas de aire. 
—Deberías estar agradeciéndome, ¿sabes? —dijo con voz 
ronca. 
¿Este tipo era de verdad? 
—¿Agradecerte por follar a mi novia? 
—Por comprobar el grado de su lealtad —Sebastian lo miró—. 
¿De verdad necesitas a una mujer que le contó a un perfecto 
desconocido cuan mierda eres en la cama? 
Los ojos de Vlad se estrecharon en rendijas. 
 
 
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—No soy una mierda en la cama. 
Sebastian se encogió de hombros. 
—Sus palabras, no las mías. ¿Cómo iba a saberlo? —dió una 
mirada evaluativa a Vlad—. Claro, eres bastante caliente, pero no 
significa nada si el tipo no sabe lo que está haciendo. 
Vlad sintió que se le apretaba el estómago. ¿Bastante 
caliente? 
—¿Eres un maldito maricón? —Maldito infierno, últimamente 
parecía que había maricones en todas partes. 
Sebastian parpadeó. 
—Bien —dijo débilmente—. Sí que resultaste ser un sol... Si 
no supiera que sólo eres el producto de la propaganda anti-gay 
que predomina en tu país, estaría muy ofendido. Estoy tratando 
de no sentirme ofendido, pero no estás haciendo que me 
arrepienta de dormir con tu novia, ¿sabes? 
—Entonces eres un maricón. 
—Si necesitas saberlo, me identifico como bisexual, pero sí, 
generalmente prefiero a los hombres —dijo Sebastian con 
orgullo—. No me avergüenzo de ello. 
Vlad se burló. 
—Por supuesto que no. No esperaría nada diferente de un 
hombre que no ve nada malo en tomar lo que pertenece a otro 
hombre. 
Sebastian inclinó la cabeza hacia un lado. 
 
 
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—Está bien, me molesta profundamente tu insinuación de 
que ser bisexual o gay es algo de lo que estar avergonzado y que 
no tenemos moral. Mierda homofóbica aparte, te tengo noticias 
hombre de las cavernas: estar en una relación no significa que tu 
pareja sea tu propiedad. Tu novia no te pertenece. Ella es su 
propia persona. Si ella decide dormir con otro hombre, ese es su 
derecho, no importa lo mierda que sea de parte de ella. ¿Has 
pensado alguna vez que es tu propia culpa que no tuviera ningún 
incentivo para permanecer leal a ti? Por lo que he visto, tu 
personalidad no es exactamente brillante. O tal vez tú sí eres una 
mierda en la cama… 
Gruñó de dolor cuando Vlad lo empujó contra la pared. 
—Cállate —gruñó Vlad—. Un marica que toma por culo no 
puede juzgar la destreza sexual de los hombres normales. 
Sebastian se rio en su rostro. 
—¿No crees que un “puto” esté mejor preparado para juzgar 
tu destreza que los hombres “normales”? —rodó sus caderas. 
—¿Qué demonios crees que estás haciendo, jodida mierda? —
preguntó Vlad, con el cuello encendido. 
—¿Algún problema? —dijo Sebastian y rodó las caderas de 
nuevo, moliéndose contra Vlad. 
—Para eso —ordenó Vlad, apretando de nuevo la garganta de 
Sebastian—. No me asustarás con esta mierda repugnante. 
—Repugnante, ¿eh? —dijo Sebastian suavemente, mirándolo 
a los ojos—. Entonces, ¿por qué estás medio duro? 
No estaba... 
 
 
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Mierda. 
Vlad lo miró furioso. 
—No soy un homo. 
Sebastian sonrió de nuevo, algo parecido a la diversión 
apareció en su rostro. 
—Dile eso a tu polla. 
Vlad apretó los dientes. 
—Cualquier hombre recto se pondría algo duro si alguien crea 
fricción contra su verga. Eso no me convierte en un homo. 
—Por supuesto. 
—Deja de frotarte contra mi polla, pervertido. 
Sebastian sonrió más. 
—¿Por qué no te apartas si esto te repugna tanto? 
—Porque un pequeño maricón como tú no me asustará —dijo 
Vlad, sintiéndose demasiado nervioso para su gusto—. La gente 
como tú son monstruos de la naturaleza. No deberían ser 
llamados hombres. 
La expresión de Sebastian se oscureció. 
—Sabes, he cambiado de opinión: me estoy ofendiendo, 
después de todo. 
Vlad resopló. 
—¿Se supone que eso me asuste? 
 
 
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Algo parpadeó en los ojos de Sebastian antes de que sus 
labios se convirtieran en una sonrisa. 
—Deberías estarlo—dijo suavemente, y apretó los labios 
contra Vlad. 
Vlad se puso rígido. Esto era enfermo, equivocado, y 
repugnante, pero, por alguna razón, estaba dolorosamente duro, y 
quería… 
Se apartó bruscamente y se limpió la boca furiosamente antes 
de empujar al maricón contra la pared. 
—¿Qué diablos? —gruñó, apretando el antebrazo contra la 
garganta de Sebastian—. Te dije que no era un homo. ¿Tengo que 
escribirlo en tu cara? 
Sebastian gruñó, luchando por respirar, y sin embargo 
continuó mirándolo con desafío. 
—¿Quédice de ti que a tu novia le guste un homo más que 
tú? 
La estúpida mierda realmente tenía deseos de morir. 
Un golpe en el estómago de Sebastian lo hizo doblarse. Otro 
en sus costillas lo arrojó de rodillas, sin aliento y con dolor. 
Vlad agarró un puñado de pelo negro y jaló la cara de 
Sebastian hacia arriba. 
—Debería golpearte hasta la muerte por tu gran boca. 
Jadeando, Sebastian le sonrió antes de gruñir: 
 
 
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—¿Por qué no das a mi boca un mejor uso? —Antes de que 
pudiera reaccionar, Sebastian apretó los labios entreabiertos 
contra el contorno de la polla dura de Vlad. 
Los músculos de Vlad se cerraron. No podía moverse, no 
podía respirar, no podía hacer otra cosa que mirar a Sebastian 
mientras arrastraba sus rojos labios sobre su polla vestida, 
mientras miraba a Vlad. 
—Deja eso —se oyó a sí mismo decir, su cuerpo vibrando con 
tensión contenida, su polla tan dura que era doloroso. ¿Por qué 
estaba tan duro, maldita sea? 
Mirándolo a los ojos, Sebastian se frotó la mejilla contra la 
erección de Vlad como un gato hiper-desarrollado, murmurando: 
—¿Cómo te sientes al saber que un homo te provocó una 
erección, chico hétero? 
Y Vlad se quebró. Tiró de su cremallera hacia abajo, agarró su 
polla y la empujó en la boca del maricón. Sebastian gruñó, 
atragantándose con la gruesa longitud en su boca, sus ojos se 
volvieron cómicamente anchos. La vista era inmensamente 
satisfactoria. Claramente el tipo había estado faroleando. 
Esperaba que Sebastian luchara y se liberara ahora que Vlad lo 
había desafiado en su propio terreno, pero Sebastian no lo hizo. 
Miró a Vlad, apretó sus labios alrededor de la polla de Vlad, y 
chupó. 
Los ojos de Vlad rodaron hasta la parte de atrás de su cabeza, 
un gemido bajo se deslizó de su boca. El calor, la humedad, la 
cantidad perfecta de succión, eran demasiado, y de repente ya no 
se trataba de una faroleada de un maricón, sino sobre una boca 
caliente, húmedahúmedahúmeda envuelta alrededor de su 
 
 
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dolorida polla. Antes de que Vlad pudiera detenerse, sus caderas 
se empujaban dentro y fuera de la boca del chico, la repugnancia 
y la abrumadora necesidad de joder esa boca haciendo estallar 
una guerra dentro de su cuerpo. 
Quería decir, “Detente”, pero no salió nada. Quería empujar al 
maricón lejos, pero su cuerpo no obedecía. No podía hacer otra 
cosa que apretar su polla en la garganta del chico, gruñendo 
lentamente ante la sensación mientras la jodía por varios 
minutos, tal vez por horas; no tenía ni idea. La boca de Sebastian 
era perfecta alrededor de la polla de Vlad, y Vlad se estaba 
perdiendo, empujándose como un hombre poseído, acunando el 
rostro de Sebastian en sus manos, necesitando… joder. 
Antes de darse cuenta, estaba gimiendo y corriéndose en la 
garganta del chico. 
Durante un largo momento, sólo hubo silencio y un placer 
abrumador. 
Y entonces su cerebro volvió a ponerse en marcha. 
—Eso no sucedió —dijo con voz ronca, con los ojos muy 
abiertos y sin aliento. 
Sebastian se limpió la boca, observándolo con una mirada 
pensativa que habría hecho que Vlad se sintiera incómodo si ya no 
estuviera jodidamente fuera de su mente. 
—Claro —dijo Sebastian amistosamente. Se puso de pie y 
sonrió—. Gracias por la visita. Fue... interesante. Ya sabes dónde 
está la puerta. 
Vlad no necesitaba que se lo dijeran dos veces. Estaba casi 
fuera de la habitación cuando Sebastian dijo: 
 
 
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—Me disculparía por darle a tu novia un orgasmo, pero ahora 
ella y tú están a la par. 
Vlad cerró la puerta de golpe. 
Salió del edificio con náuseas rodando en su estómago. Con la 
mandíbula apretada, mirando directamente al frente, evitando ver 
a los ojos de los demás. Nunca se había sentido tan inhibido y 
enfermo en su vida. ¿Podría la gente verlo y saber lo que había 
pasado? ¿Estaba escrito en su rostro que había follado la boca de 
otro hombre? ¿Eso lo hacía también un maricón? 
Pidoras, pidor, goluboy, pedik -sinónimos rusos para decir 
“marica” resonaban en su mente con una voz mordaz, disgustada. 
Sonaba muy parecida a la de su tío, y le traía recuerdos medio 
olvidados de su infancia. 
Vlad había crecido en un pequeño pueblo ruso lejos de las 
principales ciudades. El pueblo era tan anticuado que parecía 
atascado en la primera mitad del siglo XX, en muchos aspectos. 
Con sólo una televisión en blanco y negro en todo el pueblo, todos 
estaban básicamente aislados del resto del mundo. Vlad no se 
sentía mal por ello; simplemente no sabía nada. Él y sus 
hermanos pasaron su infancia trabajando duro en su pequeña 
granja bajo el severo y atento ojo de su tío. Un ex sargento del 
ejército, el tío Stepan no creía en los “perezosos”. 
—No sean jodidos maricones y pongan sus culos a trabajar—El 
tío Stepan les gritaría cuando los chicos estuvieran cansados y 
quisieran jugar para variar. “Maricón” había sido un sinónimo de 
“débil” durante tanto tiempo como Vlad podría recordar. 
Originalmente, ninguno de los muchachos había sabido 
exactamente lo que la palabra significaba, pero todos sabían que 
 
 
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no querían ser maricones. Cuando los muchachos se quejaban de 
tener frío o estar hambrientos, el tío Stepan les ladraba para que 
dejaran de ser pequeños maricones y empezaran a ser hombres de 
verdad. Los maricones no eran hombres reales por lo que al tío 
Stepan concernía, y los muchachos nunca habían cuestionado la 
autoridad o el conocimiento de su tío. 
Cuando Vlad cumplió once años, la palabra tuvo otro 
significado. 
Había una nueva familia en el pueblo, algo casi nunca oído. 
Los recién llegados se habían mudado de Moscú y tenían un 
adolescente varios años mayor que Vlad. El nombre del chico era 
Philip y no se parecía a ningún otro niño que Vlad hubiera visto 
en su vida: piel suave, ojos de ciervo y bastante inútil en la 
agricultura; o en cualquier cosa, para el caso. Y, sin embargo, 
Vlad no podía resignarse a despreciarlo. El chico era lindo. Él 
tenía una sonrisa agradable y un montón de historias divertidas 
que contar. A Vlad le gustaba mirarlo. Así fue como un día 
capturó a Philip besando a Sergei, otro chico de su pueblo. Vlad 
estaba completamente atónito. Habiendo vivido en una aldea muy 
protegida, pasada de moda toda su vida, Vlad ni siquiera había 
sabido que los muchachos podían besar a otros muchachos. 
Confundido, fue a su tío y le preguntó acerca de eso. 
Las consecuencias no fueron nada menos que explosivas. 
Vlad recibió la paliza de su vida por preguntar “una pregunta 
jodidamente estúpida y extraña”. Philip y su familia abandonaron 
el pueblo apresuradamente la misma noche. Sergei, el niño que 
Philip había besado, fue golpeado hasta la muerte por su propio 
padre. 
 
 
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—El maricón se lo tenía merecido —tío Stepan había dicho con 
sombría aprobación—. Abominaciones, todos ellos. No se les debe 
permitir mezclarse con la gente normal. 
Los hermanos de Vlad habían murmurado su asentimiento 
mientras un Vlad de once años se sentaba allí, sintiéndose 
enfermo del estómago. ¿Fue la muerte de Sergei su culpa por 
haber dicho a su tío lo que había visto? Había conocido a Sergei. 
El muchacho había sido fuerte y capaz, y no parecía una 
abominación o un débil. ¿O había sido corrompido por Philip? 
¿Era realmente contagioso? 
—No te sientas mal, chico —el tío Stepan dijo bruscamente, 
dándole palmaditas en la cabeza a Vlad—. Esos monstruos no son 
nada como tú y tus hermanos. Son una vergüenza para los 
hombres y se les debe dar caza y matarlos como perros rabiosos 
para que no difundan su enfermedad. 
Más de veinte añosdespués, cuando Vlad salió del hotel en el 
que había jodido la boca de otro hombre, pensó en las palabras de 
su tío y sintió náuseas en el estómago. No, ya no era un niño 
desvalido de once años. Sabía que la homosexualidad no era en 
realidad una enfermedad. Su tío había muerto hacía tiempo, y 
ahora Vlad sabía que el odio del tío Stepan por los hombres gay 
había sido... bastante radical. Pero era imposible erradicar por 
completo todo lo que había creído. 
Él no era un maricón. Él era normal. 
Lo que había sucedido en el hotel fue una casualidad; nunca 
volvería a suceder. 
Nunca. 
 
 
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 Capítulo 2 
 
Cinco meses después 
 
La llamada llegó mientras Vlad estaba descansando frente al 
televisor con una cerveza en la mano. El Chelsea acababa de 
anotar contra el Liverpool, para molestia y decepción de Vlad. 
Había puesto una apuesta sobre el Liverpool, pero el maldito 
Gabriel DuVal sólo tenía que marcar y arruinarlo. 
Su teléfono sonó de nuevo y Vlad miró tristemente el 
identificador de llamada, entrecerrando los ojos para asegurarse 
de que sus ojos no lo estaban engañando. 
No lo estaban. Realmente era Roman Demidov, su antiguo 
jefe, y un ingrato hijo de puta, el hombre al que Vlad había 
respetado y considerado estúpidamente como un amigo antes de 
que Roman lo hubiera despedido hace cinco meses. Bien, tal vez 
no por nada, Vlad concedió eso a regañadientes, pero aun así. ¿No 
eran quince años de lealtad más valiosos que el juguete sexual 
con el que Roman estaba obsesionado? 
Vlad miró su teléfono antes de suspirar y acariciar la pantalla 
para contestar la llamada. No se molestó en charlar y dijo: 
—No pensé que volvería a oír hablar de ti después de que me 
dijeras que me jodiera y nunca regresara —O algo por el estilo. 
Vlad no lo recordaba muy bien porque estaba demasiado ocupado 
 
 
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siendo asfixiado por Roman, pero la esencia del mensaje había 
sido bastante clara. Francamente, había tenido suerte de salir con 
vida. Roman podía ser absolutamente despiadado cuando estaba 
enfadado y Vlad sabía eso mejor que nadie. 
—Las circunstancias han cambiado —dijo Roman—. ¿Has 
encontrado otro trabajo? 
—Sabes que no lo he hecho —dijo Vlad, con los labios 
torcidos. No tenía delirios: Roman no estaría llamando si no 
hubiera comprobado a fondo para asegurarse de que Vlad no 
había aceptado ninguno de los numerosos puestos de trabajo que 
le habían ofrecido los enemigos de Roman. 
—Sí, lo sé —dijo Roman—. ¿Por qué? 
Esa fue una pregunta justa. Vlad podría haber sido despedido 
de su trabajo anterior, pero era bueno en lo que hacía y no le 
faltaban ofertas de trabajo. Normalmente no estaría todavía 
desempleado. Simplemente había estado esperando la oferta 
correcta. Podría permitirse el lujo de estar temporalmente 
desempleado. 
Vlad sonrió. 
—Todos querían que te vendiera. 
Hubo silencio en la línea. Ambos sabían que Vlad sabía 
demasiado sobre los negocios de Roman, tanto legales como 
ilegales. Podría haber hecho una jodida fortuna al vender a 
Roman. 
—¿Por qué no lo has hecho? —dijo Roman, oyéndose 
indiferente, como si no hubiera dudado ni por un momento de que 
Vlad no lo haría. 
 
 
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Vlad frunció el ceño y tomó un trago de cerveza. 
—Porque aparentemente soy un idiota —Realmente era un 
idiota por permanecer leal al hombre que lo había pateado por un 
juguete sexual. 
—Bien —dijo Roman secamente—. Tengo un trabajo para ti. 
Vlad inclinó la cabeza hacia atrás, frunciendo el ceño ante el 
tenue techo iluminado. 
—¿Un trabajo? —No era como si Roman perdonara a alguien 
que le había hecho daño. 
—Mira —dijo Roman con una voz cortante—. No pienses ni 
por un momento que he olvidado lo que hiciste, pero sé que tú, 
erróneamente, pensaste que actuabas por mis mejores intereses. 
Te estoy dando una segunda oportunidad. Tu última oportunidad. 
No la jodas. 
—¿Qué, exactamente, es el trabajo? —preguntó Vlad, 
desconfiado pero curioso—. ¿Qué pasó? —Roman era un hombre 
orgulloso y testarudo que rara vez cambiaba sus decisiones. No le 
ofrecería a Vlad una segunda oportunidad si realmente no lo 
necesitaba. 
—No sé si lo sabes o no, pero he trasladado el cuartel general 
de Suiza a Londres —la voz de Roman era fresca y tranquila, pero 
Vlad podía sentir la tensión en ella. 
Vlad dijo: 
—¿Y? 
—Necesito salir de Londres por un mes, pero hay una... 
situación aquí, y no puedo dejar a Luke desprotegido. 
 
 
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Vlad se burló. Por supuesto. Debería haberlo sabido. Debería 
haber sabido que el mocoso inglés tenía el poder de hacer que 
Roman cambiara de idea. Era un poco irónico que Luke Whitford 
fuera la razón por la que Vlad había perdido su trabajo y era la 
razón por la que lo recuperaba. ¿O fue él? 
—¿Qué clase de situación? —dijo bruscamente. Todavía no 
entendía. Roman tenía cientos de personas a su servicio. 
—Está en las noticias —dijo Roman con un suspiro, la 
impaciencia perceptible en su voz—. Tres hombres gays han sido 
golpeados hasta morir. Todos ellos estaban públicamente fuera, y 
todos ellos fueron influyentes de una manera u otra en el avance 
de las causas LGBT. Las autoridades creen que es obra de algún 
culto anti-gay. 
Vlad se frotó la sien. 
—¿Y crees que tu chico es un blanco? 
Una pausa. 
—No lo sé —dijo Roman—. Pero Luke está públicamente fuera 
y ha estado en todas las noticias desde el comienzo del verano 
como el único heredero del imperio empresarial de Whitford. Es 
un objetivo obvio —Su voz adquirió un borde de acero—. Incluso 
si él no es un blanco, no voy a arriesgarlo. 
—¿Por qué yo? —preguntó Vlad—. Tú tienes a otras personas. 
Tienes a Anna. 
—Anya me acompañará —dijo Roman—. La necesito conmigo 
en Perú. No puede estar en dos sitios a la vez —Hizo una pausa—. 
No te despedí porque dudara de tus habilidades profesionales, 
Vlad. Te despedí por lo que hiciste. Sé lo bueno que eres y por eso 
 
 
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no creí que no tuvieras nada que ver con la desaparición de Luke 
cuando tú eras responsable de él. 
Vlad tomó otro sorbo de su botella y decidió que odiaba a 
Roman Demidov. Roman sabía muy bien cómo manipular a la 
gente para que hiciera lo que quería. Pero aun sabiendo que 
Roman lo estaba manipulando, todavía estaba trabajando, maldita 
sea. Roman no era alguien de dar cumplidos a la ligera. 
—¿Y confiarías en mí con la seguridad del muchacho después 
de que me deshiciera de él la última vez? —preguntó Vlad—. 
¿Después de que lo maltratara un poco esa otra vez? —Sabía que 
Roman no lo había olvidado. Roman nunca olvidaba nada. 
Roman no respondió de inmediato. 
—No lo haría si tuviera otra opción —dijo, su voz como el 
hielo—. No confío en ti con él, pero confío en que lo mantengas a 
salvo —Una pausa —. Los asesinatos no son la única razón por la 
que necesito que protejas a Luke. Charves ha sido un fastidio 
últimamente. Algunas de sus gentes fueron vistas en Londres. 
Vlad frunció el ceño. Charves era un gánster peruano con una 
vendetta personal contra Roman. También estaba loco como un 
mono y, por lo tanto, impredecible. 
—Tú y Anna son los únicos que saben cómo funciona su 
mente—dijo Roman—. Voy al Perú para tratar con él y no puedo 
permitirme distraerme. Y lo haré si me preocupa la seguridad de 
Luke. 
Jodido infierno. Ese chico Inglés tenía a Roman 
completamente dominado. ¿Quién lo hubiera pensado? 
—Bien —dijo Vlad—. Pero necesitaré una visa. 
 
 
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—Ya está arreglado. 
Vlad se rio con voz ronca. 
—Eres un idiota presumido —Por supuesto, Roman ni 
siquiera podía imaginarque alguien le dijera que no. 
—Cuidado, Vlad. 
Vlad puso los ojos en blanco. Roman creía firmemente que la 
familiaridad generaba desprecio y generalmente se distanciaba de 
sus empleados. El problema era que él y Roman se conocían por 
la mitad de sus vidas y se conocían demasiado bien para una 
estricta relación de jefe-empleado. Por otro lado, tampoco eran lo 
suficientemente cercanos como para ser verdaderos amigos. 
Siempre fue una lucha para Vlad encontrar el equilibrio correcto. 
Vlad dijo bruscamente: 
—Jódete, no tengo que ser respetuoso hasta que firme el 
contrato. Envíamelo ahora. ¿Cuándo me necesitas en Londres? 
—Para el final de la semana —Roman se quedó en silencio un 
momento—. No me vuelvas a decepcionar —le dijo por fin, con 
una voz engañosamente suave—. Si algo le sucede mientras estoy 
fuera, perder tu trabajo es lo último de lo que tendrás que 
preocuparte. Te encontraré. 
Vlad sonrió. No se hacía ninguna ilusión sobre ello. Roman 
raramente se ensuciaba las manos en estos días, pero cuando lo 
hacía, no era bonito. 
—Lo sé —dijo—. No repito mis errores dos veces. Tú lo sabes. 
—Lo sé—dijo Roman y colgó. 
 
 
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Vlad dejó escapar un suspiro y se quedó mirando a su 
teléfono, preguntándose si había cometido un error. Tenía su 
orgullo y no tenía ganas de ser guardaespaldas del mocoso 
Whitford. Pero, por otra parte, le debía a Roman. Si Roman no lo 
hubiera tomado bajo su ala hace todos esos años, ¿quién sabría 
cuál litera de la cárcel estaría calentando hoy? Le había salvado la 
vida a Roman un montón de veces desde entonces, pero eso en 
realidad nunca se había sentido como si hubiera pagado su 
deuda. La verdad era, que hasta que conoció a Roman Demidov, 
su vida había sido una mierda. Había sido nadie de algún pueblo 
de mala muerte, sin educación, sin perspectivas, con deudas 
enormes, y una inclinación por la violencia y las drogas costosas. 
Incluso después de quince años de leal servicio, Vlad todavía 
sentía que le debía algo a Roman. 
Tal vez este trabajo finalmente haría el truco y estaría 
finalmente libre. 
Ignorando el nudo de inquietud que había aparecido en su 
estómago ante la idea de ir a Londres, Vlad fue a su ordenador 
portátil para reservar un vuelo. 
Londres era una ciudad enorme. Las probabilidades de 
encontrarse con alguien que preferiría no ver eran muy escasas. 
No tenía nada de qué preocuparse. 
 
 
 
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Capítulo 3 
 
Londres lo recibió con niebla y lluvia intensa. 
El taxi lo dejó enfrente del edificio de Luke Whitford, pero 
Vlad todavía estaba empapado para el momento en que llegó al 
interior. Todo lo que quería era una taza de té caliente y un 
cambio de ropa, pero la extensa comprobación de seguridad para 
acceder al ascensor privado que conduce al pent-house de Luke le 
tomó casi quince minutos. A pesar de que las medidas de 
seguridad le satisfacían, la larga espera con la ropa empapada no 
lo puso exactamente en un buen estado de ánimo. En el momento 
en que fue aprobado y las puertas del ascensor privado se 
abrieron para revelar el espacioso piso de Luke Whitford, Vlad no 
estaba en un estado de ánimo como para esperar hasta que su 
propietario hiciera una aparición. En silencio, se dirigió hacia la 
cocina, donde podía oír voces familiares. 
—... Yo todavía no entiendo por qué tiene que ser él —Luke 
Whitford estaba diciendo—. Me odia. No confío en él. 
—Entonces confía en mí—dijo Roman—. Vlad es el mejor en 
lo que hace. En la década que fue responsable de mi seguridad, 
ningún intento contra mi vida tuvo éxito —La voz de Roman se 
suavizó un poco—. Si las cosas fueran diferentes, yo no lo habría 
elegido para ser tu guardaespaldas, pero... 
Luke suspiró. 
—Lo sé. Vuelve pronto, ¿sí? 
 
 
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—Sí—dijo Roman—. Vlad, puedes dejar de espiar. 
Vlad entró en la cocina, colocando en su rostro una expresión 
de indiferencia ante la vista que lo recibió. 
La cabeza de Luke estaba descansando sobre el pecho de 
Roman, los dedos de Roman recorriendo a través de los rizos 
dorados del chico. Los ojos azul-hielo de Roman fijos en Vlad por 
sobre el hombro de Luke, perdiendo la suavidad que tenían hace 
un momento. Ahora sólo quedaba el borde duro calculador con 
que Vlad estaba tan familiarizado. 
—Hola, Vlad —Luke dijo sin entusiasmo, sin mirarlo. 
—Tengo que salir antes de lo previsto —dijo Roman, sin 
molestarse con las sutilezas sociales—. Voy a estar fuera durante 
un mes, tal vez más. 
Luke suspiró, enterrando su rostro en el cuello de Roman. 
—Odio eso. 
—Lo sé —dijo Roman, apretando su brazo alrededor del chico 
por un momento. 
Vlad pasó el peso de un pie al otro, profundamente incómodo. 
—Mantente seguro, ¿sí? —Luke murmuró en voz tan baja que 
Vlad apenas pudo oírlo. 
Algo brilló en los ojos de Roman cuando se encontraron con 
los de Vlad. Los dos sabían que no existía algo así como “estar 
seguro” cuando tu nombre era Roman Demidov. Roman era un 
hombre peligroso y poderoso, pero había otros hombres peligrosos 
y poderosos. De vuelta en Moscú, Vlad había oído rumores de que 
Roman quería deshacerse de los aspectos ilegales de su negocio y 
 
 
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estaba haciendo una limpieza importante. Eso puso a un buen 
número de sus antiguos socios de negocios infelices. 
—Lo haré —respondió Roman. 
Luke levantó la cabeza y sonrió con cierta tristeza hacia 
Roman. Pese a todo el desagrado que Vlad sentía por el chico, 
sabía que Luke Whitford estaba lejos de ser estúpido. Después de 
todo, el propio padre de Luke había muerto durante un viaje de 
“negocios” similar al que se iba Roman. 
Luke pasó la mano por el pecho de Roman y le ajustó un poco 
la corbata. 
—Si te matan, voy a ponerme muy, muy, loco —dijo con una 
sonrisa torcida antes de jalar el rostro de Roman por la corbata y 
presionar sus labios juntos. 
Vlad miró hacia otro lado. 
Después de aproximadamente medio minuto, los sonidos de 
besos finalmente se detuvieron con un chasquido húmedo. 
—Tengo que atrapar un vuelo, Ricitos —dijo Roman, 
alejándose de Luke. 
Luke no dijo nada, envolviendo sus brazos alrededor de sí 
mismo. 
Roman lo miró por un largo momento antes de cambiar su 
mirada a Vlad. 
—Si algo le sucede, tú serás responsable por ello. Estás para 
acompañarlo a todas partes, sin excepción. 
 
 
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—No lo necesito en la fiesta de compromiso de mañana—Luke 
intervino. 
—Sin excepción —repitió Roman, encontrando la mirada que 
Luke disparó en su dirección—. Estoy hablando en serio, Luke. 
Luke simplemente lo fulminó con más fuerza. 
Roman sonrió un poco, la frialdad en sus ojos 
desapareciendo, antes de tirar al chico cerca y besarlo con fuerza, 
codicioso y posesivo. 
—Compórtate mientras no estoy —dijo con voz ronca—. Sé un 
buen niño para mí. 
Los ojos de Luke se iluminaron. Vlad ni siquiera quería saber. 
Con una breve inclinación de cabeza hacia Vlad, Roman 
desapareció. 
Un silencio incómodo descendió sobre la habitación. 
Él y Luke se quedaron mirándose el uno al otro. 
A Vlad nunca le había gustado el niño. Era demasiado bonito, 
demasiado inocente, también muy... gay. Su extravagancia rayaba 
en los nervios de Vlad. 
—Tú realmente no tienes que acompañarme a la fiesta de 
compromiso de mañana —dijo Luke finalmente—. No quiero que 
lo hagas. Sería extraño como el infierno. Es decir, yo estoy 
acostumbrado a los insultos homofóbicos, pero no quiero ofender 
a los anfitriones. 
Vlad frunció el ceño. 
 
 
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—Quieres decir... 
—Sí, las personas que se están casando son gays —dijo Luke 
y miróa Vlad a los ojos, como desafiando a Vlad a decir algo 
malo—. Tal vez tú hayas oído hablar de Tristan DuVal? 
Por supuesto que lo había hecho. No todos los días un 
jugador de fútbol del calibre de Tristan salía del closet. 
—Sí. Es un ex jugador del Chelsea que recientemente admitió 
que era un maricón. 
Luke sacudió la cabeza. 
—No vas a la fiesta a menos que prometas no arruinar su día 
siendo grosero y homofóbico. 
Vlad puso los ojos en blanco. 
—Puedo contenerme. Me contuve hace unos minutos, 
¿verdad? 
—¿Te contuviste? Debo haber imaginado la mirada de 
disgusto en tu cara. 
Vlad no dijo nada. 
Luke dejó escapar un suspiro. 
—Mira, sé que no te gusto. No me gustas tampoco, así que 
vamos a hacer un trato, ¿sí? Tú no tienes que quedarte cuando no 
sea necesario. Roman estará fuera del país. No va a saberlo. 
Vlad resopló. 
 
 
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—No tengo deseos de morir, chico. Me dijo que te siguiera a 
todas partes. Voy a seguirte a todas partes. No tienes que 
gustarme para mantenerte a salvo. 
Luke levantó las cejas. 
—¿Tienes miedo de él? 
—Sí —Vlad dijo sin rodeos. Si el niño hubiera visto la 
extensión de lo que Roman era capaz de hacer, no habría siquiera 
preguntado. Ser cauteloso sobre Roman era inteligente. Un 
leopardo no puede cambiar sus manchas sin importar lo duro que 
estuviera trabajando para cubrirlas—. Y tú eres un idiota si no lo 
haces, no importa lo bueno que seas en chupar la polla. Él no es 
un maricón. Recuperará sus sentidos pronto. 
Luke parpadeó. 
—Cada vez que me pongo a pensar que puedo tolerarte, tú 
demuestras que estoy equivocado —Él inclinó la cabeza hacia un 
lado, con los ojos curiosos—. Sabes, a veces me pregunto si tienes 
sentimientos latentes por mí o por Roman. 
Vlad se lo quedó mirando. 
—¿Se supone que eso es un chiste? 
Luke sacudió la cabeza y salió de la cocina. 
Vlad apretó los dientes y lo siguió. 
—Tú no puedes decir estupideces así y luego ignorarme. 
—Tienes razón, eso fue estúpido —murmuró Luke—. Estoy 
bastante seguro de que en realidad no tienes sentimientos por 
 
 
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ninguno de los dos… sólo un montón de sentimientos gays 
reprimidos en general. 
Vlad cerró los puños e intentó no pensar en una cierta 
habitación de hotel y una boca húmeda alrededor de su pene. 
—No soy un homo. No tengo ningún “sentimiento homosexual 
reprimido”. Es patético cómo los gays ven homosexualidad en 
todas partes. 
Luke sonrió un poco, moviendo la cabeza. 
—Lo que sea. De todos modos, Tristan DuVal es la única 
estrella de fútbol públicamente asumida en el mundo. A pesar de 
que no juega más, sigue siendo famoso y su salida es un gran 
negocio para todos nosotros, así que estoy seguro de que habrá 
una gran cantidad de miembros de la comunidad LGBT en la 
fiesta. Entonces o te comportas o no vas. Es tan simple como eso. 
Tristan es el hermano de mi mejor amigo. No puedo, y no voy a, 
dejar que arruines la noche. 
—Voy a mantener mis opiniones para mí mismo —dijo Vlad, 
con el ceño fruncido, pensativo. Si iba a haber muchas personas 
gays prominentes en la fiesta, era muy probable que fueran 
blancos del culto. Él tenía que estar allí, independientemente de 
su disgusto. Era un profesional, ante todo. 
La desconfianza en los ojos de Luke no desapareció. 
—Ya veremos —dijo en voz baja—. La fiesta es mañana a las 
seis de la tarde. No llegues tarde. 
Vlad se le quedó mirando. 
 
 
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—No voy a ninguna parte. ¿Roman no te dijo que me iba a 
quedar aquí? 
Los ojos de Luke se abrieron. 
—¿Qué? —Se interrumpió y suspiró, sacudiendo la cabeza—. 
Bien. Sígueme, entonces. Te voy a mostrar tu habitación. 
A juzgar por la tensión acumulada en los hombros de Luke, 
Roman tenía una gran lucha viniendo a su encuentro. 
Vlad no estaba preocupado. No estaba aquí para ser querido y 
hacer amigos. Estaba aquí para hacer su trabajo. 
—Y, ¿Vlad? —dijo Luke, su voz muy suave—. No me importan 
tus puntos de vista, pero no voy a tolerar insultos homofóbicos 
hacia mis amigos. Dame una razón y te mando fuera, 
independientemente de lo que diga Roman. Si no me siento 
cómodo a tu alrededor, no voy a quedarme cerca de ti. Hay 
suficiente odio hacia nosotros; no voy a tolerar eso en mi propia 
casa. ¿Lo tienes? 
—Sí—dijo Vlad. El chico tenía una columna vertebral, le daría 
eso. Podía respetarlo. 
 
 
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Capítulo 4 
 
Sebastian estaba tan, tan atrasado. 
—¡Maldita sea, Hermione! —dijo, tratando de infundir cierta 
autoridad a su voz—. Ven en este instante. 
Su gato no se movió una pulgada. 
—Vamos, chica — declaró, mirando su reloj. Estaba tan 
jodidamente atrasado—. Ven, princesa. Por favor. Yo sé que 
puedes—. Al menos nadie podía verlo implorándole a su gato. Un 
beneficio adicional de vivir solo. 
Hermione no se movió, siguió maullando patéticamente desde 
su lugar en la parte superior del armario. Sebastian suspiró, 
rozando sus dedos por el cabello cuidadosamente arreglado. No 
quería dejarla allí. Probablemente estaría fuera hasta la mañana 
siguiente y no estaba seguro de su capacidad para bajar mientras 
que estaba fuera. No sería la primera vez que su gato había subido 
sobre algo y luego no pudiera bajar. Sebastian amaba a Hermione, 
lo hacía, pero no era ciego a sus defectos. Ella era un poco... no 
muy inteligente, la verdad. Su hermana, Julia, siempre se quejó y 
lo llamó idiota por nombrar al “gato más tonto que existe” como 
uno de los personajes de ficción más inteligentes. Para ser justos, 
él no podría saber exactamente cuan inteligente era ella -o no- 
cuando Hermione había sido una gatita. 
 
 
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—Está bien —dijo con un suspiro, mirando de nuevo su reloj. 
Ya estaba quince minutos tarde—. Es tu propia culpa —dijo, 
tratando de alcanzar la escoba. 
Media hora más tarde, después de conseguir a su gato en el 
suelo y cambiar su atuendo, Sebastian estaba subiendo a su 
Range Rover, tratando de no sentirse culpable. Tal vez su madre 
tenía razón y no debería ser responsable de otro ser vivo. Con 
suerte Hermione no quedó demasiado traumatizada. Pero no era 
como si él tuvo mucha opción, ¿verdad? Era grosero llegar tarde a 
la fiesta de compromiso de su jefe. Bueno, estrictamente 
hablando, Tristan DuVal no era su jefe… Sebastian fue empleado 
por una agencia de modelos y firmó un contrato para ser la cara 
de una nueva línea de moda de Tristan DuVal para hombres, pero 
aun así. Llegar tarde no era aceptable. Hacerlo viéndose como si 
hubiera estado luchando con su gato, era aún menos aceptable. 
La fiesta no era exactamente un asunto pequeño, y había 
probabilidades de que estuvieran miembros de la prensa 
asistiendo. El compromiso de Tristan DuVal con otro hombre era 
una gran cosa, después de todo. No todos los días un ex futbolista 
del calibre de Tristan salía del closet. 
Sebastian sonrió tristemente, preguntándose cuándo el 
mundo del deporte iba a cambiar. Tuvo suerte que el negocio del 
modelaje no era tan cruel e implacable con las personas no 
heterosexuales. Claro, había culos en todas partes, pero las cosas 
no eran tan malas como en el fútbol. Había unos pocos 
diseñadores y modelos gays en la industria de la moda, y la 
mayoría de las personas estaban bien con Sebastian siendo 
abiertamente bisexual. En realidad, a veces se preguntaba si el 
hecho de que no fuera hétero había influenciado directamente a 
Tristan en la elección de él como la cara de su línea de moda. Tal 
 
 
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vez. De cualquier manera, fue una gran oportunidad. La línea de 
moda de Tristan estaba recibiendo mucha publicidad.Sebastian 
no dudaba de que fuera un gran éxito. Gay o no, Tristan DuVal 
había sido siempre un favorito de los medios. Era el Niño de Oro 
de Inglaterra, con su exquisita apariencia, encanto sin esfuerzo, 
una triste historia de infancia, y el trágico final de su prometedora 
carrera. Tristan también tenía un gran instinto en los negocios y 
pertenecía a la rara categoría de las personas que tenían éxito en 
todo lo que se propusieron lograr, y Sebastian estaba realmente 
halagado de que Tristan lo hubiera elegido para ser la imagen de 
su línea de moda. Eso iba a ser enorme. 
Sebastian sonrió con entusiasmo ante la idea, apagó el motor 
y salió de su coche. Tal como esperaba, había un grupo 
considerable de paparazis enfrente del club. 
—Sebastian, nos das unas palabras, por favor! 
—Sebastian, ¿es verdad que vas a ser la cara de la línea de 
moda de Duval? ¿Qué pasa con el contrato exclusivo rumoreado 
con Burberry? 
—Sebastian, ¿algún comentario sobre el escándalo sucedido 
durante la semana de la moda de Nueva York? 
—Sebastian, fuiste visto con… 
Poniendo su más ardiente mirada misteriosa, Sebastian 
caminó hacia la entrada del club. Para ser totalmente honesto, a 
pesar de sus años en la industria, todavía se sentía como un 
fraude cuando lo hacía. Al crecer, había estado muy lejos de ser 
ardiente y misterioso. Había sido un geek total de niño, prefiriendo 
las noches tranquilas con un libro a salir con los amigos que no 
tenía. La pubertad no lo había tratado bien: había sido un 
 
 
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adolescente torpe, desgarbado, con granos, obsesionado con los 
videojuegos y los libros de Harry Potter. Un perdedor que era 
empujado y tropezaba en los pasillos. 
¿Quién hubiera imaginado por entonces que no estaba más 
que floreciendo muy tarde? 
Ahora, mirando el delicioso pelo negro de Sebastian, sus ojos 
oscuros de dormitorio y físico tonificado, nadie creería lo 
dolorosamente fuera de moda y poco atractivo que solía ser. Su yo 
adolescente nunca habría creído que un par de años más tarde él 
iba a tener la reputación de ser un mujeriego. Sebastian quería 
reír cada vez que oía que lo llamaban así. Bueno, para ser justos, 
la reputación no era del todo inmerecida. Sebastian había sido un 
poco seductor en esos primeros años de modelaje, jodiendo todo lo 
que se moviera, porque de repente, toda la gente lo quería y eso 
había sido un poco fuerte. Todavía lo era, a veces. Sebastian no 
podía negar que aún amaba la emoción de atraer las miradas de 
admiración de hombres y mujeres que no le habrían dado una 
segunda mirada en su juventud. Tal vez era mezquino, pero que 
carajos, se le permitía ser mezquino después de años de burlas y 
rechazo. 
Sebastian negó con la cabeza, sonriendo un poco. 
—Tienes veinticinco años, idiota —murmuró para sí mismo. 
Un adulto. Una persona adulta real. Ya era tiempo de superar sus 
años adolescentes de mierda. No era la primera o la última 
persona cuya adolescencia apestó. 
Sacudiendo sus pensamientos lejos, Sebastian entró en el 
club. Su expresión distante firmemente sostenida, navegó a través 
de la multitud, algo aliviado de que hubiera tantos invitados. Sin 
 
 
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duda, su tardanza no habría sido notada ya que había tantos 
otros personajes famosos: jugadores de fútbol, modelos, 
ejecutivos, políticos, y celebridades. Sebastian no se sorprendió. 
Por lo que sabía de Tristan DuVal, el hombre no era de los que se 
pierde la oportunidad de hacer conexiones. No fue todo negocio, 
para ser justos: Sebastian pudo ver a la familia de la pareja 
comprometida y un buen número de caras conocidas de 
organizaciones benéficas LGBT. Sin dudas era un público 
interesante y diverso. 
Sebastian miró alrededor de la habitación, su mirada 
deslizándose sobre los grupos de personas charlando. 
Probablemente debería encontrar a Tristan y su prometido… 
Su mirada se volvió hacia el hombre alto y rubio apoyado en 
la pared. Había algo familiar en él... 
El hombre volvió un poco la cabeza y Sebastian chupó una 
respiración. Mierda. Era él. El cabrón homofóbico que había 
mamado en Moscú. 
Sebastian se mordió los labios, mirando al otro hombre. 
La cuestión era que Sebastian por lo general nunca se 
acostaba con personas tomadas. No había sabido que Nina estaba 
tomada; había notado la foto de ella y su novio sólo después del 
sexo. Se había sentido una mierda por todo el asunto, pero 
después de conocer a su de-mente-cerrada novio, Sebastian no 
podía culpar exactamente a Nina por desviarse. El tipo era un 
matón gigante. 
Sebastian odiaba a los agresores. Ese hombre -Vlad, si su 
memoria recordaba bien- había traído una avalancha de 
recuerdos humillantes y dolorosos de su juventud: sobre ser 
 
 
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empujado contra los casilleros, ser llamado maricón y pateado 
alrededor por un manojo de heterosexuales homófobos iguales a 
este tipo. Sebastian no podía luchar contra los agresores como 
adolescente, pero ahora que ya no era un palo delgado y tímido, 
podría más que valerse por sí mismo. Estaba orgulloso de que no 
había dejado que sus inseguridades adolescentes lo abrumaran en 
Moscú, orgulloso de que no le había permitido a ese idiota 
homofóbico patearlo alrededor. Él había ganado. El idiota había 
salido de su habitación de hotel completamente confundido y 
disgustado consigo mismo. Se lo merecía. Sebastian había estado 
tan orgulloso, seguro de que había enseñado al homófobo una 
lección y Vlad sabría mejor en el futuro. 
Pues bien, tanto por eso. El idiota se estaba mofando 
abiertamente de Tristan y su prometido, Zach. La pareja aún no 
estaba haciendo nada extravagante: Zach tenía su brazo colgando 
casualmente alrededor de la cintura de Tristan, su pulgar apoyado 
en la cadera de Tristan mientras la pareja hablaba con un par de 
invitados. Por lo que las demostraciones públicas de afecto fueron, 
muy dóciles, pero juzgando por la cara de Vlad, ellos podrían muy 
bien estar teniendo sexo. Imbécil. 
Frunciendo los labios, Sebastian tomó una copa de champán 
del camarero que pasaba y se dirigió hacia Vlad. 
—¿Qué está haciendo un guapo hombre hétero como tú en un 
sitio como éste? —dijo, apoyado en la pared al lado del otro 
hombre. 
El cuerpo de Vlad se puso rígido. No volvió la cabeza hacia 
Sebastian, por lo que este se tomó un momento para barrer su 
mirada sobre el hombre. Vlad estaba vestido con un traje negro, 
 
 
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camiseta negra y zapatos negros, su pelo rubio cortado muy corto 
a contraste. 
Sebastian suspiró por dentro. ¿Por qué no podían los 
brabucones verse tan feos como lo eran en el interior? 
—¿Qué haces aquí? —dijo Vlad, finalmente, volviendo su 
cabeza. Su mandíbula se apretó tan fuerte que un músculo 
palpitaba en su mejilla. Ojos azules lo miraron. 
La piel de gallina corrió por su columna vertebral, pero 
Sebastian ignoró sus nervios y sonrió perezosamente. 
—Soy un invitado. ¿Qué pasa contigo? Me sorprende que 
estés en una fiesta como esta. ¿No tienes miedo de atrapar piojos 
gays? 
La cara de Vlad no cambió, pero Sebastian no se perdió la 
forma en que su mano se apretó en un puño en el bolsillo. 
—Estoy trabajando —Vlad dijo entre dientes, señalando con 
la cabeza hacia un lado, hacia el hombre joven y bonito, menudo, 
hablando con la pareja comprometida—. Su guardaespaldas. 
Sebastian levantó las cejas, sorprendido. 
—¿De Luke Whitford? Pero él es gay. 
—No me digas que los dos son mejores amigos o algo así. 
Sebastian rio. La preocupación obvia del tipo era hilarante. 
—No realmente —dijo—. Nos conocemos, sin embargo. Él es 
más un amigo de un amigo —Lo pensó por un momento, 
especulando por qué Luke necesitaría un guardaespaldas—.¿Se 
 
 
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trata de los asesinatos? Algo contraproducente contratar a un 
homófobo para proteger a un hombre gay de otros homófobos. 
Vlad lo miró. 
—Pensar que dos hombres jodiendo es asqueroso no es lo 
mismo que quererlos muertos. 
—Asqueroso, ¿eh? —Sebastian sonrió y tomó un sorbo de su 
champán, mirando a Vlad sobre el borde de la copa. Se tragó el 
líquido y la mirada de Vlad se desvió hacia su garganta 
moviéndose. 
Esto fue divertido. 
Haciendo caso omiso de la voz insegura en la parte posterior 
de su cabeza que le decía que estaba jugando con fuego, 
Sebastian dejó que su mirada vagara por todo el pecho ancho y 
musculoso de Vlad. No trató de ser sutil. Ser sutil no era el 
objetivo aquí. 
—Deja de hacer eso —dijo Vlad, con la cara volviéndosele un 
poco roja y sus ojos brillando asesinos. 
Sebastian parpadeó y sonrió inocentemente. 
—¿Dejar de hacer qué? 
—Mira… —Vlad dijo entre dientes, como si cada palabra le 
doliera. Agarró una bebida del camarero que pasaba y se la bebió 
de un trago—. No soy un maricón. 
Sebastian se rio entre dientes. 
—Soy consciente de que no eres un mariquita, amigo. 
 
 
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Si las miradas mataran, él estaría muerto, dos veces. 
—No te hagas el lindo conmigo. 
Sebastian sonrió y cruzó las piernas, ladeando la cadera un 
poco. 
—Siempre soy lindo —murmuró, lamiéndose los labios y 
mirando a los ojos de Vlad—. ¿No te parece? 
—No soy un maricón —Vlad repitió rotundamente, 
sosteniendo la mirada de Sebastian—. No te hagas ideas sólo 
porque me jodí tu boca una vez. 
Sebastian se pasó una mano por el pelo, un poco 
sorprendido. No había esperado que Vlad reconociera en voz alta 
lo que había sucedido en absoluto. 
—Está bien —dijo Sebastian. Cuando Vlad le dio una mirada 
con los ojos entornados desconfiado, Sebastian murmuró—. 
Linda polla, sin embargo. Lo disfruté mucho —Y se alejó, 
sonriendo para sí. Disfrutaba jugar con pobres pequeños cerebros 
de matones. La cara de Vlad no tenía precio. 
 
* * * * * 
 
Vlad no tenía intención de beber aquí. Roman tendría su piel 
si supiera que Vlad estaba menos que sobrio mientras era 
guardaespaldas de Luke. Por supuesto, una copa de champán ni 
siquiera iba a ponerlo borracho, pero aun así. No se sentía bien 
consigo mismo por ser impulsado con tanta facilidad al alcohol. 
 
 
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Vlad fue a la barra y pidió un vaso de agua. La tragó de un 
tirón, se apoyó en la barra y barrió su mirada alrededor del club, 
en busca de algo inusual, cualquier persona que pareciera fuera 
de lugar. 
El problema era, que estaba demasiado terriblemente oscuro 
y lleno de gente en el club, el ambiente ruidoso para conseguir que 
las inhibiciones de los invitados se aflojaran por el alcohol. La 
pista de baile, que estaba vacía al principio de la noche, estaba 
ahora llena de gente, música sonando a todo volumen. No era muy 
diferente a una fiesta de compromiso más, sólo una multitud de 
celebridades y hombres de negocios moliéndose achispados unos 
contra otros. 
La mirada de Vlad se deslizó sobre la pista de baile antes de 
parar en la figura en el centro de la misma. Sebastian Sumner 
tenía los ojos cerrados mientras sus caderas se balanceaban al 
compás rítmico. Su camisa negra estaba desabrochada casi hasta 
el ombligo, dejando al descubierto sus pectorales tonificados y el 
estómago. Tenía la cabeza echada hacia atrás contra el hombro de 
un hombre alto y fornido, y su brazo envuelto alrededor de la 
cintura de una bonita mujer rubia enfrente de él. 
Los labios de Vlad se afinaron mientras los observaba, 
observando la obscenamente amplia sonrisa en la boca de 
Sebastian mientras que el hombre y la mujer lo intercalaban entre 
ellos. 
Puta. 
Arrastrando la mirada, Vlad volvió a donde había estado 
sentado Luke hace unos momentos. Se tensó cuando vio que la 
mesa estaba vacía. ¿Dónde había ido el chico? 
 
 
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Después de quince minutos de búsqueda infructuosa por 
toda la pista de baile, la sutil molestia de Vlad se convirtió en 
ansiedad en toda regla. Luke no estaba respondiendo a su teléfono 
móvil, tampoco. 
Sólo cuando estuvo seguro de que Luke no estaba en 
cualquier lugar de la habitación llena de gente, Vlad fue a buscar 
por el resto del club. 
Era uno de esos clubes de lujo pretenciosos con demasiados 
baños, terrazas y salones privados que era una pesadilla cuando 
uno estaba tratando de encontrar a alguien. Con cada minuto que 
pasaba, su preocupación crecía. Iba jodidamente a matar al niño 
él mismo si se hubiera metido en problemas. Luke debería advertir 
a Vlad si quería ir a alguna parte. 
Vlad estaba caminando pasando una de las puertas traseras 
cuando oyó un ruido. Años de experiencia le hicieron detenerse y 
prestar atención. Había sonado un poco como un grito ahogado. 
Silenciosamente, se dirigió a la puerta trasera y la abrió sin hacer 
ruido. 
Callejón oscuro. Cinco hombres, uno de ellos con uniforme de 
camarero. Una pistola en la mano del camarero, empujada contra 
la espalda de Sebastian Summer. Un cuchillo pegado a la 
garganta de Tristan Duval. Dos rehenes, tres hostiles. 
Vlad no era un héroe. No tenía un complejo de salvar 
personas. Más tarde, racionalizó sus acciones de forma lógica: 
puede que estos hombres ya hubieran conseguido a Luke, que 
todavía no estaba por ningún lado. 
Así que él no pensó. Él actuó. 
 
 
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Estaba bastante oscuro y los hombres ya estaban a unos 
veinte pies de distancia. Lo bueno, es que era un tirador 
excepcional. 
Vlad sacó su pistola y apuntó a la pistola en la mano del 
camarero. 
El resto era un borrón de instintos, sangre y violencia. 
Tres minutos más tarde, el camarero falso estaba en el suelo, 
sangrando por una herida en la cabeza, con las manos atadas con 
su corbata. Uno de sus compañeros fue eliminado, mientras que 
el tercero gemía bajo la bota de Vlad cuando Vlad llevó el cuchillo 
en su muslo más profundo antes de noquearlo, también. 
Aficionados de mierda. 
—Bueno —dijo una voz arrastrando las palabras, rompiendo 
a través de la neblina roja que empañaba su visión—. No es que 
no esté agradecido, pero eso es un poco excesivo, ¿no te parece? 
Además, ¿quién demonios eres tú? 
Vlad se enderezó y giró la cabeza, evaluando a los otros dos 
hombres. El más bajo, el que había hablado, Tristan DuVal, lo 
miraba con curiosidad. Parecía muy tranquilo para alguien que 
casi había sido secuestrado. 
Una mirada a Sebastian reveló que no estaba tan compuesto 
como Tristan. Estaba pálido, sus grandes ojos oscuros 
parpadeando de los hombres sobre el suelo hacia Vlad. Su boca 
estaba roja de sangre. 
Vlad sintió su ingle apretar y desvió la mirada, de nuevo hacia 
Tristan. 
—Soy el guardaespaldas de Luke Whitford. 
 
 
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—Gracias, guardaespaldas de Luke Whitford —dijo Tristan 
con una sonrisa agradable. 
¿Qué mierda? ¿Qué estaba mal con este chico? Parecía 
completamente inmune a lo que casi había sucedido. 
Antes de que Vlad pudiera decir nada, varios guardias de 
seguridad irrumpieron por la puerta, seguidos por unos pocos 
hombres, entre ellos Luke. 
—¿Dónde diablos has estado? —Vlad gruñó a Luke. 
—Yo estaba hablando por teléfono con Roman —Luke dijo 
distraídamente—. ¿Están bien, chicos? 
—Muy bien, gracias a tu Rambo —respondió Tristan—. Estoy 
bien, Zach —dijo rodando los ojos cuando su prometido comenzó 
a palparlo por lesiones—. Estoy bien, bebé —dijo, más suave, 
cuando el hombre lo acercó y lo abrazó con fuerza, murmurándole 
algo al oído. 
Vlad miró hacia otro lado. Su mirada seposó sobre Sebastian 
de nuevo. El modelo estaba mirando alrededor, viéndose perdido. 
Parecía... pequeño, a pesar de ser más alto y mucho más 
musculoso que Tristan. Las burlas confiadas, la arrogancia de 
antes, no estaban a la vista. 
Vlad frunció el ceño y apartó la mirada. No era asunto de él. 
Se acercó al asaltante más cercano y le dio una bofetada en la 
mejilla. El tipo se quejó. 
—¿Quién te envió? —dijo Vlad. 
El hombre lo fulminó con la mirada. 
 
 
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—Eres ruso. ¿No se supone que seas más inteligente como 
para andar salvando a un par de maricones? 
Vlad se limitó a mirarlo por un momento antes de poner la 
mano en el cuchillo aún clavado en el muslo del tipo y conducirlo 
más profundo. El tipo gritó. 
—Habla —dijo Vlad. 
—Vlad —Luke dijo detrás de él, sonando nervioso. 
—Habla —Vlad repitió, empujando el cuchillo de nuevo—. O 
voy a sacar este bonito cuchillo y ponerlo a través de tu garganta. 
El tipo gimió, con los ojos abiertos por el miedo y el dolor. 
—No te atreverías, Ruso. 
Vlad sonrió con frialdad. 
—¿Quieres apostar? 
—Vlad, detente —Luke dijo entre dientes furiosamente—. ¡No 
puedes torturar a la gente para obtener información! —miró a su 
alrededor antes de silbar más tranquilo—. No estamos en Rusia. 
¡Roman no necesita ese tipo de atención en él y su empleado! Deja 
a la policía manejar esto. 
Vlad asintió a regañadientes y se apartó, pero no antes de 
decir. 
—Ellos no estaban trabajando solos. 
—¿Cómo sabes eso? —Sebastian intervino. 
Vlad no miró en su camino cuando respondió. 
 
 
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—Tienen auriculares. Alguien estaba coordinándolos —
Probablemente de un SUV sin identificar que ya se ha ido. 
—Entonces, ¿crees que van a ser blancos de nuevo? —Uno de 
los hombres que siguió a Luke fuera del club dijo. Vlad pensó que 
era amigo de Luke. 
Se encogió de hombros. 
—Probablemente. Los cultos son por lo general bastante 
obsesivos y tienden a fijarse en algo en caso de un fallo. 
—Vamos a incrementar las medidas de seguridad —dijo el 
prometido de Tristan con el ceño fruncido, con los brazos todavía 
alrededor de Tristan. 
Tristan asintió antes de mirar a Sebastian. 
—Tú ya no debes vivir solo. ¿Puedes vivir con tu familia? 
Sebastian negó con la cabeza, sin dejar de verse un poco 
apagado. 
—Mi familia no vive en Londres. No me gustaría envolverlos 
en esto de todos modos. 
—Puedes vivir conmigo —dijo Luke, y el estómago de Vlad 
cayó. 
—No —Vlad intervino—. Eso es demasiado peligroso para ti. 
No lo voy a permitir. 
Luke lo miró. 
—Por suerte no tengo que pedir tu permiso si quiero invitar 
gente a mi casa. 
 
 
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Vlad abrió la boca y la cerró. Eso era cierto. No había nada 
que él pudiera hacer. 
—Roman se pondrá furioso. 
Luke sonrió. 
—Lo sé. Pero si fuera por Roman, me encerraría en una torre 
para mantener mi seguridad. Mi piso tiene ridículas medidas de 
seguridad… Roman insistió en ello. Es probablemente el lugar 
más seguro en Inglaterra ahora. Por eso es que tiene perfecto 
sentido que Sebastian se mude allí mientras este lío se resuelve. 
Vlad apretó los dientes. Tenía que admitir que la lógica del 
niño sonaba bien. 
Sabiendo que había ganado, Luke le sonrió a Sebastian. 
—¿Ves? Incluso mi guardaespaldas gruñón no tiene ninguna 
objeción. Ven. Roman esta fuera del país y estoy aburrido hasta la 
muerte en mi enorme, vacío apartamento. Vlad no es divertido. 
Sebastian aparentemente vaciló antes de mirar de Luke a 
Vlad. Vlad lo fulminó con la mirada. No te atrevas a aceptar la 
oferta. 
El fantasma de una sonrisa se dibujó en los labios de 
Sebastian, sus ojos brillando con un desafío familiar. 
—Está bien—dijo a Luke—. Gracias amigo. 
Vlad quería golpear algo. 
Como si escuchara sus pensamientos, Luke lo miró. 
 
 
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—No te olvides de lo que hablamos, Vlad: si actúas como un 
culo homófobo alrededor de mis amigos, estoy despidiéndote y tú 
serás el que le explique todo a Roman. 
Vlad asintió escuetamente, haciendo caso omiso de la mirada 
curiosa, especulativa que Sebastian le disparó. Se dio la vuelta. 
Jodido infierno. No podía creer su mala suerte. ¿Cuáles eran 
las probabilidades de que Luke conociera al tipo que lo había 
mamado en Moscú? 
Bastante buenas, en realidad, ahora que lo pensaba. Luke y 
Sebastian ambos pertenecían a la élite privilegiada de Londres. 
Por supuesto que se conocían uno al otro. Solamente su maldita 
suerte. Y solamente su suerte que Luke invitaría a Sebastian a 
vivir con él mientras Vlad se quedaba bajo el mismo techo. 
Vlad normalmente no creía en los poderes superiores, pero si ellos 
existieran, deberían estar riéndose de él.
 
 
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Capítulo 5 
 
Los ojos de Vlad se abrieron de golpe. 
Todavía estaba oscuro fuera. No podría haber estado 
durmiendo por mucho tiempo. Se había quedado despierto hasta 
primeras horas de la mañana para revisar los informes de la 
policía que había logrado conseguir. Luke podría haberle 
prohibido interrogar a esos hombres, pero eso no significa que 
Vlad iba a permanecer en la oscuridad. 
Se quedó quieto, tratando de entender lo que lo había 
despertado de su profundo sueño. 
Forzando su audición, Vlad esperó. El piso estaba tranquilo, 
ningún sonido procedente de las habitaciones de los otros dos 
hombres. 
Ahí. El sonido de pisadas. Alguien caminando hacia la cama. 
Vlad pensó en su cuchillo debajo de la almohada y la pistola 
en el cajón junto a la cama. 
No se movió. El elemento sorpresa era más valioso que el 
cuchillo. 
Los pasos se detuvieron. 
Entonces, el intruso se metió en la cama. 
¿Qué carajos? 
 
 
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Vlad miró al hombre… y era un hombre. Apenas podía 
distinguirlo cuando este rodó más cerca de él y hundió la cara en 
el hombro de Vlad, pero estaba razonablemente seguro de que era 
Sebastian jodido Sumner. 
Desconcertado, Vlad se quedó mirando al chico en la 
oscuridad. Se sentía como si faltara algo. Él y Sumner no estaban 
exactamente en términos de acurrucarse. Apenas había dicho una 
palabra al hombre después de que Sebastian los había seguido 
hasta el pen-house de Luke. De hecho, el silencio sepulcral de 
Vlad mientras que Luke mostró a Sebastian su habitación había 
dejado claro a todos los involucrados lo que pensaba de la 
invitación de Luke. 
—No sé lo que crees que estás haciendo, pero sal —Vlad no 
levantó la voz, pero Sebastian lloriqueó y empujó su cara más 
duro en el hombro de Vlad. Temblores estaban dominando su 
cuerpo. ¿Qué mierda? 
Llegando a la lámpara, Vlad la encendió. Una suave luz 
amarilla iluminaba la habitación y se volvió hacia el otro ocupante 
de la cama. 
Los ojos de Sebastian estaban abiertos, pero estaban 
vidriosos y desenfocados, incluso su respiración. Para todos los 
efectos, parecía dormido. Era sonámbulo. 
Vlad puso una mano en el hombro de Sebastian y lo sacudió 
un poco. 
—Despierta —dijo, cada vez más irritado cuando no hubo 
reacción. Estaba cansado como el infierno, sus nudillos dolían, y 
no estaba de humor para ser niñera de nadie, sobre todo de este 
hombre. 
 
 
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Sebastian no se despertó. En cambio, cerró los ojos. Seguía 
temblando, tratando de hundirse más profundamente en el 
hombro de Vlad. Se estaba haciendo cada vez más incómodo para 
Vlad, teniendo en cuenta que ambos estaban usando sólo su ropa 
interior. 
Contempló empujar a Sebastian de su cama y al carajo con 
todo lo demás, pero tenía la sensación de que Luke haría un 
alboroto si él trataba a su invitado

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