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8 Just a Bit Shameless Alessandra Hazard

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‒ El Dedo de Iphi ‒ 
Índice 
 
Resumen ................................................................................................................................ 6 
Capítulo 1 ........................................................................................................................... 8 
Capítulo 2 ......................................................................................................................... 15 
Capítulo 3 ......................................................................................................................... 26 
Capítulo 4 ......................................................................................................................... 37 
Capítulo 5 ......................................................................................................................... 37 
Capítulo 6 ......................................................................................................................... 57 
Capítulo 7 ......................................................................................................................... 76 
Capítulo 8 ......................................................................................................................... 90 
Capítulo 9 ....................................................................................................................... 102 
Capítulo 10 ..................................................................................................................... 108 
Capítulo 11 ..................................................................................................................... 119 
Capítulo 12 ..................................................................................................................... 130 
Capítulo 13 ..................................................................................................................... 134 
Capítulo 14 ..................................................................................................................... 146 
Capítulo 15 ..................................................................................................................... 159 
Capítulo 16 ..................................................................................................................... 174 
Capítulo 17 ..................................................................................................................... 189 
Capítulo 18 ..................................................................................................................... 199 
Capítulo 19 ..................................................................................................................... 212 
Capítulo 20 ..................................................................................................................... 221 
Capítulo 21 ..................................................................................................................... 230 
Capítulo 22 ..................................................................................................................... 239 
Capítulo 23 ..................................................................................................................... 248 
 
 
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‒ El Dedo de Iphi ‒ 
Capítulo 24 ..................................................................................................................... 180 
Capítulo 25 ..................................................................................................................... 283 
Capítulo 26 ..................................................................................................................... 292 
Capítulo 27 ..................................................................................................................... 301 
Capítulo 28 ..................................................................................................................... 317 
Capítulo 29 ..................................................................................................................... 333 
Capítulo 30 ..................................................................................................................... 336 
Capítulo 31 ..................................................................................................................... 346 
Capítulo 32 ..................................................................................................................... 358 
Capítulo 33 ..................................................................................................................... 367 
Epílogo ........................................................................................................................... 387 
Notas Finales ..................................................................................................................... 390 
Batiaventuras ..................................................................................................................... 399 
Creditos ............................................................................................................................. 402 
 
 
 
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‒ El Dedo de Iphi ‒ 
Resumen 
 
Sam Landon es un ladrón, vagabundo, de dieciocho 
años, que está desesperado por cambiar su vida. Cuando 
sus habilidades captan la atención del Servicio Secreto de 
Inteligencia, Sam entusiastamente se aferra a la 
oportunidad. 
 
Cuando consigue su primera misión —robarle una 
memoria USB a un paranoico jefe criminal—. Sam está 
decidido a probarse a sí mismo, y es enviado de encubierto 
como el Sugar Baby1 de otro agente. 
 
Dominic Bommer, su “Sugar Daddy2”, es 
escandalosamente apuesto, encantador, rico, y 
practicamente perfecto. Dominic es amable, generoso, y 
protector con él. 
 
 
1
 Un Sugar Baby es un chico (o chica), generalmente joven y hermoso, dispuesto a intimar con un 
hombre (o mujer) mayor y adinerado, para que cubra sus necesidades materiales y le provea de un 
mejor nivel de vida. Suelen ser relaciones de mediana o larga duración, que se acuerdan según los 
intereses de ambas partes. Si bien no necesariamente implica intimidad sexual, lo más frecuente es 
que sí lo haga. No se lo considera prostitución ya que no se paga directamente por sexo, sino que 
el Sugar Daddy se encarga de proveer a su Sugar Baby de todas sus necesidades y de colmarlo de 
regalos. 
2
 Un Sugar Daddy es un hombre acaudalado que disfruta de una compañía atractiva a su lado, para 
lo cual llega a un acuerdo con un Sugar Baby. Según el país se lo puede conocer también com 
Papito Rico, Papi Rico, Viejo Verde, Papi Dulce, Papi Azucarado, etc. En las últimas décadas, las 
relaciones entre Sugar Daddies y Sugar Babys se han vuelto muy populares en países como EEUU e 
Inglaterra. 
 
 
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Salvo que “Dominic Bommer”, no es más que un rol 
interpretado por un cínico agente del MI63, que en 
realidad es heterosexual, distante, y manipulador. 
 
Sam es absolutamente consciente de que todo lo que 
hace Dominic está cuidadosamente calculado y cada 
emoción es fingida. Sabe que los hombres realmente no 
provocan nada en Dominic y que él realmente no desea a 
Sam. 
 
Pero pese a saber todo esto, Sam aún así se encuentra 
enamorándose de un hombre que no existe. 
 
¿O lo hace? 
 
 
3
 El MI6 es el Servicio Secreto de Inteligencia Británico (también conocido por la sigla SIS). 
 
 
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Capítulo 1 
 
—Es demasiado joven. 
La mujer sentada tras el enorme escritorio, le dedicó al 
hombre una mirada inexpresiva. 
—Dificilmente, agente. Usted era mucho más joven 
cuando lo reclutamos. 
Los oscuros ojos del hombre encontraronlos de ella 
con fijeza. 
—Es demasiado joven —repitió. 
La mujer lo evaluó frunciendo los labios. El Agente 11 
era uno de sus agentes menos favoritos por esta precisa 
razón. Tenía... opiniones. Pertenecía a la categoría de 
hombres que siempre había detestado: los hombres que 
siempre creían tener razón, tan seguros de sus propias 
habilidades que todo el mundo simplemente aceptaba que 
tenían razón. La enervaba. Personalmente, pensaba que el 
Agente 11 tenía problemas con una mujer estando a cargo, 
pero no tenía forma de demostrarlo. Nunca se había excedido 
y siempre era infaliblemente educado, incluso cuando a 
menudo ella podía sentir que él estaba en desacuerdo con 
sus decisiones. 
 
 
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Desgraciadamente, ella no tenía otra alternativa más 
que tolerarlo. Era uno de sus mejores agentes, si no el mejor. 
Su tasa de éxitos no tenía precedentes. Era demasiado bueno 
como para deshacerse de él, sin importar cuánto pudiera 
disgustarle su actitud. 
 Así que regresó su atención al muchacho en la 
pantalla. Para ser justos, el Agente 11 tenía un punto: el 
muchacho sí lucía joven. Pero difícilmente estaban en 
condiciones de ponerse exigentes. 
—Lo necesitamos —dijo abreviando. 
—Es un niño sin hogar ni entrenamiento —dijo el 
Agente 11—¿Qué puede hacer que nuestros agentes 
entrenados no puedan? 
Ella rechinó los dientes. ¿La creía incompetente? 
Aunque él estaba más cerca de los treinta que de los veinte, 
comparado con ella, no era más que un mocoso. Era veinte 
años mayor que él. Es cierto que ella no tenía ninguna 
experiencia de campo, pero no se había convertido en la jefa 
del Servicio Secreto de Inteligencia Británico por ser una 
idiota. 
Sabía que podría decirle que hiciera su trabajo y dejara 
de cuestionar a sus superiores. Pero no sería inteligente. El 
Agente 11 siempre era más cooperativo y eficiente, si estaba 
de acuerdo con la misión. 
 —Lo necesitamos para la misión de Brylsko —dijo ella. 
 
 
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Él dijo sin expresión. 
—Quieres usar a un inexperto niño inocente para 
robarle información sensible a un jefe del crimen Polaco. 
Ella enfrentó su mirada sin pestañear, haciendo caso 
omiso a su tono inexpresivo. 
—Está más que experimentado para el trabajo. Ese 
“niño inocente” ha estado cartereando desde que tenía seis. 
Nuestras fuentes en las pandillas de Londres —múltiples 
fuentes— dijeron que es el mejor que hay. Su apodo es 
Sombra por un motivo. Al parecer es casi imposible atraparlo, 
incluso cuando sabes que va a robarte. Es así de bueno. 
Creyó que el Agente 11 lucía algo interesado ahora, 
pero como de costumbre, era difícil leer su rostro. 
—Estoy seguro de que A19 puede hacer el trabajo —
dijo —. Y no es un niño. 
—El A19 no es adecuado para esta misión —escupió 
ella—. No puede jugar el papel del adinerado y hedonista 
hombre de negocios, ni puede ser un Sugar Baby 
convincente. 
Se sentía algo ridícula al decir las palabras “Sugar 
Baby” en una conversación seria, pero le gustaba ser directa. 
Eso era lo que necesitaban para la misión, después de todo: 
dos agentes para ir encubiertos en un crucero, un lujoso y 
exclusivo crucero, para gente rica que tenía una debilidad por 
las mascotas jóvenes. El Agente 11, pese a todos sus 
 
 
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considerables talentos en hurto, desbloquear cerraduras y 
piratería informática, era un veinteañero corriente con un feo 
caso de acné. Era más adecuado para las misiones que 
requirieran agentes anónimos, que pudieran mezclarse con la 
multitud. Definitivamente no era apto para la misión de 
Brylsko. Nadie creería que un rico hombre de negocios estaría 
interesado en tener al Agente 11 como su mascota, y el 
Agente 11 era demasiado joven para jugar el rol de un 
millonario Sugar Daddy. 
El Agente 11 también observó la pantalla. 
—¿Y crees que este chico vagabundo puede interpretar 
a una mascota creíble? Incluso aunque pudiera hacerlo, 
probablemente se desmoronaría bajo presión. Hurtarles a 
personas al azar es una cosa. Robarle una memoria USB a 
un paranoico señor del crimen, y devolverla sin que él lo note 
es otra cosa. 
Ella se pellizcó el puente de la nariz. La peor parte era, 
que sabía que las preocupaciones del Agente 11 eran válidas. 
No por primera vez, deseó poder simplemente eliminar al 
objetivo y conseguir la memoria USB pero no era posible. No 
podían arriesgarse. 
—Al menos, a diferencia de A19, él sí luce como el 
personaje —dijo, mirando nuevamente la pantalla. 
Definitivamente el muchacho en la pantalla era 
atractivo. Era más alto que la media, ligeramente musculoso 
con piernas largas y una bonita sonrisa. Era algo demasiado 
pálido, como lo eran muchos pelirrojos, pero la palidez de su 
 
 
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piel sólo acentuba sus brillantes ojos verdes y el tono rojiso 
de sus labios. Sus ojos y esas pestañas largas probablemente 
eran sus mejores rasgos. De acuerdo, el pelo rojo era algo 
lamentable, pero a algunas personas les gustaba el color. La 
generosa boca bien contorneada del muchacho, le daba una 
apariencia vulnerable, lo cual es algo que sin dudas atraería 
algunos tipos viejos que disfrutaran de compañía más jóven. 
El Agente 11 lanzó un suspiro. 
—Muy bien. ¿A quién va a enviar con él para ejercer de 
niñero? 
Ella lo miró y levantó una ceja. Habría creído que fue lo 
bastante evidente. 
Dejó escapar una carcajada. 
—Con todo respeto, señora, no puede estar hablando 
enserio. Sabe que yo no puedo. 
—¿Y por qué es eso, A11? —dijo fríamente. 
Un surco surgió entre sus oscuras cejas. Claramente 
no era la respuesta que esperaba. 
—Va a arruinar mi tapadera, señora. Mi tapadera para 
la misión W. 
Ella suprimió un suspiro. Era cierto que ir de 
encubierto como un hedonista Sugar Daddy podría arruinar 
la tapadera del Agente 11 en una de sus más importantes 
 
 
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misiones a largo plazo. Pero no era algo que no hubiera 
considerado antes. 
—El riesgo es insignificante —dijo—. La misión W. está 
mayoritariamente acotada a Rusia e Inglaterra. Es 
extremadamente improbable que los objetivos se crucen entre 
sí en cualquier momento. Su prolongada tapadera no se verá 
comprometida. 
Los labios del Agente 11 se apretaron juntos. 
Claramente él no estaba de acuerdo, pero cuando ella lo 
miró, por una vez, no discutió. 
—Sí, señora. 
—Lea el archivo del muchacho —dijo—. Será quien lo 
reclute, así que familiaricesé con sus antecedentes. Es 
bastante estándar, en lo que refiera a antecedentes. Nacido 
de una madre soltera, sin padre conocido. La madre murió 
cuando él tenía cuatro años. Cáncer. Un pariente lo llevó con 
él. Nuestras fuentes nos señalaron que el niño fue 
emocionalmente abusado por sus familiares, quizás 
físicamente también —Ella se encogió de hombros, incómoda 
con el tema—. En cualquier caso, él escapó cuando tenía 
seis. Creemos que se unió a la pandilla de Ed Tucker y 
empezó a robar a cambio de protección y un techo sobre su 
cabeza —Ella miró al agente—. No creo que le sea fiel a la 
pandilla. Aprovechese del anhelo del muchacho por una vida 
estable y un hogar. Estoy segura de que no debo enseñarle 
como manipularlo. 
Sus labios se tensaron. 
 
 
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—No, señora. 
—El muchacho será reclutado esta noche. Usted 
supervisará su progreso y lo entrenará personalmente si es 
necesario. 
Un músculo en mandíbula del Agente 11 tembló. 
Ambos sabían que un agente senior como él, tenía mejores 
cosas para hacer que entrenar novatos. 
—Sí, señora —dijo, muy inexpresivamente. 
—Puede irse, agente —dijo ella. 
Lo vió salir y frunció el ceño cuando cerró la puerta 
tras él. 
Se cuestionaba si se habría equivocado. El Agente 11 
no era alguien que querrías tener de enemigo. 
Pero ella debíamantenerlo controlado. 
Después de todo, no era ni ciega ni estúpida. Estaba 
muy consciente de que él era el más probable candidato para 
su reemplazo. 
Regresó su mirada hacia el pelirrojo en la pantalla y 
sonrió. 
Sí, la misión de Brylsko era perfecta para sus 
propósitos. 
 
 
 
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Capítulo 2 
 
La mujer apestaba a dinero. 
Mordiéndose el labio, Sam la evaluó de pies a cabeza, 
desde su vestido de diseñador, hasta su bolso Prada, 
pasando por el relucientemente nuevo iPhone en su mano. 
Quizás ni siquiera tuviera que buscar a alguien más. 
Necesitaba seiscientas libras —el mínimo que Tucker había 
fijado para él—, por lo que esperaba que la mujer tuviera 
suficiente dinero consigo. 
Ignorando a la voz de su conciencia, Sam se acercó 
hacia ella, diciéndose a sí mismo que seiscientas libras serían 
cambio suelto para alguien que pudiera darse el lujo de vestir 
ropa que valiera, al menos, cinco grandes. 
La pregunta era, ¿qué hacía alguien como ella en esta 
parte de Londres? 
No es que fuera de su incumbencia ni nada. Ella sólo 
era un objetivo y tenía que pensar en ella como en su 
objetivo, nada más. Tenía un trabajo que hacer, y no podía 
darse el lujo de ser escrupuloso con su trabajo si no quería 
ser el saco de boxeo de Tucker esta noche —o algo peor. 
Sam suspiró, torciendo los labios con desagrado. 
 
 
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No por primera vez, quería patear a su joven—yo por 
haber aceptado alguna vez la protección de Tucker. Para ser 
justos, sólo tenía seis años en ese entonces, un escuálido 
mocosito, fácil de atrapar, asustado e indefenso. En aquel 
momento, la protección de Tucker le pareció un regalo del 
cielo. Ahora lo sentía como alguna forma de esclavitud, con 
las demandas crecientes de Tucker. Sam sabía que Tucker 
jamás lo dejaría abandonar su pandilla. Era el ganso dorado 
de Tucker, capaz de llevarle más dinero que todos los otros 
chicos juntos. Nunca sería libre. 
Forzando fuera las deprimentes ideas, Sam intentó 
concentrarse en el trabajo. 
La mujer tenía la billetera en el bolsillo izquierdo. Su 
mano derecha simplemente sostenía el iPhone junto a su 
oído. 
Sam sacó su propio teléfono maltratado —un viejo 
Nokia, rayado y deteriorado pero indestructible— y caminó 
hacia la mujer, con los ojos fijos en su teléfono. Nada 
sospechoso. Sólo otro adolescente texteándose con sus 
amigos y sin prestar atención hacia dónde iba. 
Sam chocó contra la mujer, murmuró sus disculpas y 
se alejó, con su billetera bajo la chaqueta. 
Dobló en la esquina y desapareció en el oscuro callejón. 
Echando un vistazo alrededor, asegurándose de que estuviera 
solo, Sam sacó el monedero y lo abrió. 
 
 
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Sus ojos se ensancharon cuando vio su contenido. 
Dinero. Muchísimo dinero. ¿Y eran esos diamantes? 
Algo frío y duro presionaba en la nuca de Sam. 
—No te muevas —dijo una profunda voz masculina. 
Sam maldijo por lo bajo. Estúpido. Debería haber 
sospechado algo. Había sido demasiado fácil, incluso para él. 
—Mételo al coche —dijo la misma voz. Dos fornidos 
hombres agarraron los brazos de Sam y lo arrastraron hacia 
la furgoneta negra estacionada a la vuelta de la esquina. 
Sam no se resistió, con su mente corriendo a toda 
velocidad… ¿Quién querría secuestrarlo y por qué? No era 
nadie… Bueno, tampoco nadie, pero era un pez chico en un 
estanque grande, ¿por qué él? 
Los tipos lo empujaron adentro, pero no entraron con 
él; Sam oyó a uno de ellos ocupando el asiento del conductor 
y al otro el del copiloto. 
Cuando Sam empezó a preguntarse si debería intentar 
escapar del vehículo, otro hombre entró en la caja trasera de 
la camioneta y se sentó frente a él. 
Sam lo miró con cautela. No reconoció al hombre. 
Tenía pelo castaño oscuro y ojos sombríos, su piel estaba 
bronceada o así era su tono natural —Sam no podía decidir 
cual era el caso. Vestía pantalones negros y una camiseta 
simple con cuello de tortuga que no hacía nada por esconder 
su cuerpo alto y musculoso. 
 
 
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—Hola, Sam —dijó el hombre cuando el auto empezó a 
moverse 
Sam parpadeó. 
—Siniestro. 
Algo que pareciera ser diversión brilló en la mirada del 
tipo. 
—Podría hacerlo aún más siniestro —su voz era 
increíblemente profunda y atractiva, el tipo de voz que 
llamaba la atención de la gente—. Tú eres Sam Landon, 
tienes dieciocho años, y eres parte de la bandita de ladrones 
de Ed Tucker. 
A Sam se le heló la piel. Nadie conocía su apellido. Ni 
siquiera Tucker. 
—¿Qué quieres de mí? —dijo. 
El tipo lo miró por un largo momento. 
Era muy atractivo, algo que Sam notó con incomodidad 
y molestia. 
No era como si tuviera un problema con los hombres 
guapos; era solo que... no le gustaba el efecto que tenían en 
él. Sam tendía a sonrojarse, tartamudear y hacer cosas 
estúpidas con tipos guapos (que siempre eran heterosexuales 
o no estaban interesados en él, lo que hacía que todo fuera 
aún más mortificante). Las hormonas eran horribles y tenía 
dieciocho años. 
 
 
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—Ese es el problema —dijo el hombre—. Estás en 
problemas. Robaste veinte mil libras y un brazalete de 
diamantes a un respetable ciudadano... 
—Me atrapaste —dijo Sam— ¡Nunca me atrapan! 
El hombre parpadeó lentamente, sus labios se 
crisparon. 
—Eso es irrelevante. Lo importante es que te pillaron 
robando una suma considerable de dinero y una reliquia de 
inestimable valor. Normalmente, eso significaría la cárcel. 
Sam frunció los labios. 
—¿Qué quieres? 
—Queremos que trabajes para nosotros —dijo el 
hombre. 
Sam no podía decir que estuviera sorprendido. Él lo 
sospechaba. Sabía que se había hecho una suerte de nombre 
en ciertos círculos. 
—¿Para quién trabajas? ¿Big Johnson? ¿Javier? 
El hombre se rio, el sonido ronco y profundo. 
Sam sintió su estómago revolotear y maldijo sus 
estúpidas hormonas 
Una vez más. 
 
 
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—No para nadie tan emocionante, me temo —dijo el 
hombre—. Trabajo para el SIS. 
—SIS —repitió Sam tontamente. 
—Servicio Secreto de Inteligencia —aclaró el hombre, 
como si Sam no supiera lo que era—. O MI6, si lo prefieres. 
Sam lo observó por un momento antes de decir: 
—Demuestralo. 
El hombre alzó las cejas. 
—Te das cuenta de que ser un Agente de la Inteligencia 
Secreta no es algo que uno publica, ¿verdad? 
—Mentira —dijo Sam—. Si realmente eres un agente 
del MI6, tendrás algún tipo de identificación para demostrarle 
a la policía que tus acciones son apoyadas por el gobierno. Es 
terriblemente poco práctico que tus superiores te tengan que 
sacar de los problemas todas las veces. 
Por primera vez, Sam vio algo como aprobación en esos 
ojos oscuros y tuvo que luchar contra el rubor que 
amenazaba con colorear sus mejillas. Agg. Hormonas. 
—Me gustas, Red4 —dijo el hombre (lo que realmente 
no ayudaba con lo de ruborizarse)—. Y normalmente, 
tendrías razón. Pero hablando estrictamente, a los Agentes 
 
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Como es un sobrenombre, se dejará en Inglés. Sin embargo, vale la pena aclarar que red significa rojo y 
hace referencia al color de pelo de Sam. 
 
 
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del MI6 no se les permite realizar operaciones en su propio 
territorio, por lo que tener una identificación real no 
ayudaría. La mayoría de nuestros Agentes de campo llevan 
identificaciones falsas emitidas por el MI5. 
—¿Pero tú no? 
El hombre sacudió su cabeza. 
—Pertenezco a una división especial que no tiene ID. 
Me conocen como el Agente 11 o A11. 
Sam se rio entre dientes. 
—¿Agente 11? ¿Enserio? ¿Me vas a decir que también 
está el Agente 007? 
La mirada que el Agente 11 puso, definitivamente era 
de sufrimiento. 
—No, James Bond y los doble cero no son reales.Pero 
MI6 lo es. Y algunos de nosotros tenemos nombres clave. 
—Entonces, ¿cuál es tu nombre? Me siento tonto 
llamándote Agente 11 en mi cabeza. 
—Información clasificada. 
Sam sonrió. 
—¿Tu nombre está clasificado? Eso es muy normal. 
 
 
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—Solo un poco —murmuró el Agente 11—. No puedo 
decirte mi nombre. No lo tomes como algo personal. Solo dos 
personas en el MI6 conocen mi nombre real. 
Sam se recostó en su asiento y colocó sus piernas en el 
asiento opuesto, al lado del agente. 
—Entonces, si acepto trabajar para el MI6, ¿tendré un 
nombre clave también? ¿Puedo elegir el número? 
El Agente 11 bajó la mirada hacia sus piernas, sin 
parecer impresionado. 
—Si te reclutan, serás un aprendiz durante un tiempo. 
Si participas en misiones mientras eres aprendiz, tendrás un 
nombre clave al azar. Incluso si completas con éxito el 
programa de entrenamiento, probablemente sea solo el 
Agente Landon. Lamento decepcionarte, pero la mayoría de 
los agentes MI6 no tienen nombres clave permanentes. 
—Pero tú lo tienes —señaló Sam, intrigado— ¿Por qué? 
—¿Sabes lo que les pasa a los gatos curiosos, Red? 
—Mueren. 
—Precisamente. 
Sam lo miró. Ni siquiera estaba seguro de que el tipo 
estuviera bromeando, considerando su trabajo. 
—Claro —dijo Sam con una sonrisa incómoda antes de 
fruncir el ceño—. Y deja de llamarme Red. 
 
 
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El Agente 11 se encogió de hombros. 
—Entonces, ¿quieres aceptar el trabajo? 
Sam inclinó la cabeza hacia un lado, un poco 
confundido—¿Tengo otra opción? 
—Siempre hay otra opción —dijo el Agente 11. 
—Si la otra opción es la cárcel, no tengo realmente 
opción. 
El Agente 11 lo miró fijamente, con algo cínico en su 
expresión. 
—Si en realidad no quieres servir a tu país y protegerlo, 
sal del automóvil. No te detendré. 
Sam se habría burlado y habría girado los ojos, pero la 
mirada dura y seria en la cara del agente lo hizo dudar. Tenía 
la sensación de que este hombre no era de los discursos 
patrióticos vacíos. 
—Hablas en serio. 
—Por supuesto que sí —El Agente 11 suspiró—. Mira, 
no es un trabajo bonito. A veces te verás obligado a hacer 
cosas, cosas que odiarás absolutamente, cosas que te harán 
vomitar y querer evitar tu reflejo en el espejo —El Agente 11 
le dio una sonrisa que no le llegaba a los ojos—. Créeme, si 
realmente no crees que estés haciendo lo correcto, que tu 
 
 
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país necesita que abandones todo y sigas adelante, no 
durarás mucho en el Servicio Secreto. 
Sam se inquietó, sintiéndose un poco incómodo. Si 
bien no se consideraba a sí mismo tan patriótico, y nunca 
había tenido la ambición de servir a la Reina y al País, 
tampoco era antipatriótico. Si tuviera una opción, le gustaría 
estar en el lado bueno por una vez. Sin mencionar que si 
aceptaba el trabajo, estaría libre de Tucker y su “protección”. 
Esa era una ventaja bastante significativa en el libro de Sam. 
—Eres un reclutador pésimo —dijo Sam— ¿No se 
supone que debes convencerme de que estaría loco por no 
aceptar una oferta de trabajo como esta? 
Una mirada de genuina diversión brilló en la cara del 
Agente 11. 
—Probablemente. 
Sam lo tomó como una confirmación de que se le había 
ordenado al agente que lo reclutara, una orden con la que 
estaba claramente en desacuerdo pero que se vio obligado a 
seguir. 
—¿Por qué no quieres que acepte la oferta? 
—Eres muy joven —dijo el Agente 11—. Este estilo de 
vida no es seguro para los niños. 
Sam sonrió torcidamente. 
 
 
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—Sin ofender, Agente 11, pero mi estilo de vida actual 
tampoco es exactamente seguro —vaciló— ¿Para qué tipo de 
misión me quieres? 
—Información clasificada. 
Sam cruzó los brazos sobre el pecho e hizo un puchero 
exagerado. 
—Eres un reclutador pésimo. 
Los labios del Agente 11 se crisparon. 
Sam suspiró, pensó por un momento y preguntó: 
—¿Tendré mi propio apartamento, un hogar o algo mío? 
—Sí. Después de que termines el entrenamiento. 
Sam se lamió los labios secos. 
—¿Dónde firmo? 
El Agente 11 tocó el pequeño audifono que Sam ni 
siquiera había notado hasta entonces. 
—Está adentro —dijo el Agente 11, con su postura 
relajada pero sus ojos sombríos. 
 
 
 
 
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Capítulo 3 
 
La vida de un aprendiz del MI6 no era tan glamorosa 
como Sam había imaginado que sería. 
Por un lado, la sede central, no el edificio SIS en 
Vauxhall que el público conocía, lo asustaba un poco. Había 
cámaras por todos lados. Todo el edificio era inteligente, y 
había vigilancia electrónica incluso en el retrete. Le llevó algo 
de tiempo acostumbrarse. Afortunadamente, aunque tuvo 
que compartir su habitación en el centro de entrenamiento 
con otro aprendiz, la habitación no tenía cámaras de 
seguridad, lo que al menos les proporcionaba un mínimo de 
privacidad. 
No es que Sam pasara gran parte de su tiempo en su 
habitación. Entrenaba dieciséis horas al día, y algunas veces 
más que eso. Hasta ahora, su entrenamiento incluía 
entrenamiento Físico, de Armas y Equipación, entrenamiento 
en Sistemas Informáticos y Electrónicos, entrenamiento en 
Idiomas Extranjeros y por supuesto, entrenamiento en 
Combate. 
Al menos todo el entrenamiento físico parecía estar 
dando sus frutos: sus brazos comenzaban a verse bastante 
bien, y si se miraba cuidadosamente al espejo, Sam ya podía 
ver algo que se parecía a una tableta de seis. O al menos una 
tableta de cuatro. 
 
 
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Sin embargo, no era como si pudiera usar sus nuevos y 
brillantes músculos para conseguir chicos calientes; la 
mayoría de las veces, Sam estaba tan cansado después de 
sus sesiones de entrenamiento que simplemente se plantaba 
en su cama y dormía como un muerto. 
Sam no podía recordar haber dormido tan bien, no 
desde... quizás no desde que su madre murió. No es que él 
pudiera recordar mucho de su madre. A veces, pensaba que 
podía recordar un abrazo cálido y seguro y una voz suave 
cantando una canción de cuna, pero esos recuerdos eran 
borrosos, como un sueño. Él no sabía si eran reales o no Era 
tan malditamente injusto que no pudiera recordar gran cosa 
de su madre, pero pudiera recordar perfectamente la burla en 
el rostro de su tío, cada palabra odiosa que le había dicho. 
Pequeño mocoso inútil, tu madre debería haberte abortado 
cuando tuvo la oportunidad. No eres más que una carga. Un 
parásito. 
Después de vivir dos años con la furia inducida por el 
alcohol de su tío, Sam se había escapado, pero esas palabras 
se habían quedado con él. Se juró a sí mismo que nunca más 
sería una carga para nadie. 
En general, Sam se consideraba afortunado. Podría 
haber sido peor; Podría haber sido mucho peor. Su tío nunca 
lo había lastimado físicamente. Nunca se había visto obligado 
a dormir fuera en el invierno. Por supuesto, estar bajo la 
“protección” de Tucker no era mucho mejor. 
 
 
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Comparado con su vida anterior, la vida de un aprendiz 
del MI6 fue fácil y agradable. A Sam no le importó que 
pareciera ser el único inscrito en un programa de 
entrenamiento tan intenso. 
—Estoy tan celoso de ti —dijo Kira, otro aprendiz, dos 
semanas después de su entrenamiento mientras Sam tomaba 
un raro descanso para almorzar—. Pregunté por ahí. El 
programa de entrenamiento acelerado es para casos 
especiales. Eso significa que pronto tendrás una verdadera 
misión. 
Sam asintió. Tenía la sospecha de que había sido 
reclutado con una misión específica en mente. Tenía mucha 
curiosidad por saberlo y estaba un poco nervioso. 
Pero antes de que pudiera decir nada, notó que la 
atención de Kira estaba en otra parte. 
—Ese Agente Especial nos está mirando —susurró Kira 
con entusiasmo. 
Sam siguió su mirada. 
Se quedó inmóvil cuando vio al Agente11. No había 
visto al agente desde que entregó a Sam en las instalaciones 
de entrenamiento hace semanas. 
El Agente 11 era tan irritantemente caliente como lo 
recordaba. Los hombros y brazos del hombre se veían 
injustamente bien con ese traje y el contraste entre su camisa 
blanca y su cuello bronceado era… 
 
 
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Sam apartó los ojos y se dijo con severidad que dejara 
de engullir a hombres heterosexuales. En las últimas 
semanas, había escuchado lo suficiente sobre el Agente 11 
para saber que el tipo era heterosexual como una flecha. 
Aparentemente, el agente no temía usar su cuerpo si la 
misión lo requería y había seducido a innumerables mujeres, 
si se creía en los rumores. 
—¿Y qué? —dijo Sam encogiéndose de hombros. 
—¿Estás bromeando? ¡No es común que los Agentes 
Especiales se molesten con los novatos! Son la élite, lo mejor, 
la parte superior de la cadena alimenticia, la... 
—Solo quieres follártelo —dijo Sam con una sonrisa, 
tratando de reprimir el impulso de mirar atrás hacia al 
Agente 11. Hetero, hetero, hetero. Maldita sea, ¿alguna vez 
aprendería? 
—Por supuesto que sí —dijo Kira sin vergüenza— 
¿Quién no? Pero ese no es el punto. Los Agentes Especiales, 
literalmente, nunca vienen aquí. Hay, como, veinte de ellos en 
total, y todos están por lo general muy encubiertos... ¡Dios 
mío, viene hacia aquí, Sammy! 
—No me llames Sammy—Sam la corrigió 
automáticamente, su mente corriendo mientras veía al 
Agente 11 aproximarse con el Agente Brown siguiendole. El 
Agente Brown, el entrenador habitual de Sam, parecía un 
poco incómodo y... ¿tal vez enojado? Sam no estaba seguro. 
Todavía no era tan bueno leyendo las emociones de las 
personas que habían sido entrenadas para ocultarlas. 
 
 
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—Landon —dijo el Agente Brown con voz 
entrecortada—. El Agente 11 ofreció hacerse cargo de tu 
entrenamiento en Tortura e Interrogatorio que estaba 
programado para esta tarde. VE CON ÉL. 
Sam tragó saliva. No había estado esperando la sesión 
de entrenamiento de esta tarde. Sabía que el entrenamiento 
de tortura e interrogatorio era obligatorio para todos los 
agentes de campo: se suponía que estaban entrenados para 
resistir la tortura, para que no soltaran información 
clasificada. Pero eso no significaba que no tuviera un poco de 
miedo. Tenía un umbral de dolor embarazosamente bajo. 
Sam miró al Agente 11. La cara del hombre era 
imposible de leer. Solo sacudió la cabeza, haciendo un gesto a 
Sam para que lo siguiera, y se alejó. Sam luchó por 
alcanzarlo. 
—Hola —dijo Sam—. No has dicho ni hola. Grosero. 
El Agente 11 le lanzó una mirada divertida y siguió 
caminando. 
—Hola, Red. ¿Te gusta MI6? 
—Es... interesante —dijo Sam. 
—Esa es una forma de decirlo —dijo el Agente 11, 
llevándolo a la Sala de Entrenamiento 4A. 
Sam lo siguió a la habitación y miró nerviosamente a 
su alrededor. No podía ver ninguna herramienta de tortura 
obvia, pero ¿qué aspecto tendrían? 
 
 
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—Entonces, ¿eres huérfano? —espetó Sam. 
El agente se quitó la chaqueta del traje y la tiró al 
escritorio 
—¿Qué? 
—¿Eres huérfano? He preguntado por ahí, y la gran 
mayoría de los aprendices son huérfanos. Tengo una teoría 
de que el MI6 prefiere reclutar huérfanos, que es como… 
¿jodido? Y un poco aterrador, para ser sincero, porque la 
razón es bastante obvia, ¿no? Quiero decir… 
El Agente 11 se rio. 
—Respira, Sammy. 
Sam se sonrojó. 
—Estoy respirando. No estoy nervioso Es solo que... 
deberían haber nombrado a este curso de entrenamiento de 
forma diferente, ¿no crees? La tortura y el interrogatorio 
suenan espeluznantes. 
Los labios del Agente 11 se crisparon. 
—Voy a transmitir tu sugerencia a los de arriba —Pero 
luego la alegría en sus ojos desapareció, reemplazada por algo 
sombrío y duro—. Siéntate, Sam. 
Sam se sentó en la única silla en la habitación. ¿Por 
qué estaba tan oscuro aquí? 
 
 
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—Siniestro —dijo con una sonrisa que sonó 
dolorosamente torpe y nerviosa incluso para sus propios 
oídos. Probablemente no estaba engañando a nadie—. 
Entonces, ¿vas a torturarme ahora? 
El Agente 11 lo miró sin vacilaciones. 
—Te dire un secreto. El entrenamiento de tortura e 
interrogatorio es un montón de basura. 
Sam parpadeó. 
—¿Qué? 
Los sensuales labios del Agente 11 se torcieron en algo 
que no era del todo una sonrisa. 
—Si te atrapan, ninguna cantidad de “entrenamiento” 
te preparará para lo real. 
Sam sintió que se le secaba la boca. 
—Entonces, ¿para qué es este entrenamiento? 
—Eliminar a los mentalmente débiles. 
Sam bajó la cabeza, mirando al suelo. 
—Supongo que ya fallé, entonces. 
—Es normal estar razonablemente nervioso. Estar 
nervioso no te hace débil. La clave es no dejar que tus nervios 
tomen lo mejor de ti. Algo de nervios puede ser útil en el 
campo, en realidad. Pueden hacerte menos imprudente. 
 
 
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Sam sonrió tristemente. 
—¿Te pones tú nervioso? ¿Durante una misión? 
—Ya no —dijo el agente—. Pero no soy un novato. No 
tengo dieciocho. Tengo una década de experiencia en la que 
puedo confiar. 
Sam levantó su mirada. 
—¿Una década? ¿Cuántos años tienes? —Era difícil 
determinar la edad del tipo. Podría estar entre veinticinco y 
treinta y cinco. Pero, de nuevo, los hombres con la estructura 
facial del Agente 11 y la tez bronceada podrían verse 
ridículamente bien incluso en su cuarentena. Era tan 
jodidamente injusto. 
—Información clasificada —dijo el agente. 
Sam hizo un puchero. 
—No eres divertido —miró al otro hombre con 
curiosidad— ¿Así que no me vas a torturar e interrogar? 
¿Qué se supone que debo aprender, entonces? 
—La única forma infalible de evitar la tortura y el 
interrogatorio es no ser atrapado. Eso es lo que te enseñaré. 
—¿Entrenamiento encubierto? — Sam se sentó más 
recto, sonriendo ampliamente por la emoción. 
—Sí. Pero me temo que no es tan emocionante como 
crees —El Agente 11 le devolvió la sonrisa. 
 
 
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Dos horas más tarde, Sam estaba inclinado a 
aceptarlo. El trabajo encubierto sonaba como un montón de 
trabajo. Trabajo tedioso y difícil que requiría mucho estudio y 
preparación. 
—La clave para ser un buen agente encubierto es 
conocer tu cobertura tan bien que puedas pensar y actuar 
como tu tapadera sin forzarla. Un momento de pausa, una 
ligera vacilación, hará que tu tapadera se destape. 
—¿Alguna vez tu tapadera ha sido destapada? —dijo 
Sam curioso. 
La cara del Agente 11 se quedó extrañamente 
inexpresiva. 
—Sí. 
—¿Por qué? ¿Qué hiciste mal? 
El agente no respondió de inmediato. 
Sam comenzó a preguntarse si había cruzado alguna 
línea cuando el Agente 11 dijo en voz baja: 
—Me ordenaron matar a un espectador inocente, una 
mujer embarazada que fue testigo de algo que no debía ver. 
No pude. La ayudé a escapar. 
—Bueno, hiciste lo correcto — Sam frunció el ceño. 
La cara del agente estaba en blanco. 
 
 
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—Me llevó once meses infiltrarme en esa red de tráfico 
sexual. Después de que mi tapadera fuera destapada, le llevó 
al MI6 otros dos años conseguir meter a otro agente. 
Cuando no dio más detalles, Sam dijo, después de 
algunas dudas 
—No entiendo. Aun así hiciste lo correcto. 
—He leído los informes —dijo el Agente 11, su voz 
normalmente rica sonaba hueca—. Había niños entre esos 
trabajadores sexuales. El niño más joven tenía ocho años, el 
niño superviviente más joven —miró a Sam a los ojos y 
sonrió— ¿Todavía crees que hice lo correcto? —Sam lo miró 
fijamente, incapaz de formar palabras. Si el Agente 11 no se 
hubiera descubierto por salvar a esa mujer, podría haber 
salvado a esos niños años antes. Podría haberlo, lo habría... 
—¿Cómo lo haces? —susurró Sam— ¿Cómo se supone 
que voya tomar decisiones como esa? ¿Cómo vives con eso? 
Los labios del Agente 11 formaron una línea. 
—Piensas en la imagen más grande. Tú 
compartimentalizas. Haz lo que debas hacer y lo más 
importante, no jodas ni te vuelvas sentimental cuando no 
deberías. 
Sam mordió el interior de su mejilla. 
El Agente 11 agarró su chaqueta y se deslizó en ella. 
 
 
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—Es suficiente por hoy. Tenemos una reunión previa a 
la misión mañana a las ocho. Después de eso, tendremos una 
semana para perfeccionar nuestras tapaderas. 
—Espera ¿qué? ¿Mi primera misión es contigo? 
El agente solo asintió, algo parpadeó en sus ojos, antes 
de salir de la habitación. 
—La respuesta a tu pregunta es sí, por cierto —dijo, 
abriendo la puerta. 
Sam frunció el ceño, confundido. 
—¿Qué? 
—Los huérfanos son los mejores reclutas. 
Y luego se fue. 
 
 
 
 
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Capítulo 4 
 
La planta administrativa era intimidantemente 
silenciosa, un marcado contraste con el centro de 
entrenamiento, que siempre era ruidoso y estaba lleno de 
gente. Sam normalmente no tenía la autorización para estar 
en esa planta, pero Claudia, la secretaria del jefe, le había 
informado que durante el tiempo de esta misión tendría la 
autorización necesaria. 
A pesar de eso, Sam todavía se sentía como un 
impostor, dolorosamente consciente de lo joven e inexperto 
que era comparado con todos los demás en la sala de 
reuniones. Se encontró acercándose al Agente 11, la única 
persona que conocía. 
—Siéntate —dijo la mujer a la cabeza de la mesa. 
Sam tomó asiento junto al Agente 11, frente al hombre 
de mediana edad con gafas. 
—Sam —dijo la mujer, obligando a Sam a mirarla, lo 
cual había estado evitando desde que entró en la habitación. 
La mirada penetrante de la mujer lo desconcertó un poco—. 
Sé que todavía eres un aprendiz y tienes un largo camino por 
recorrer hasta que completes tu entrenamiento, pero 
lamentablemente, no tenemos agentes disponibles que se 
ajusten a los criterios para esta misión, así que no tenemos 
 
 
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más remedio que enviar a un aprendiz. Confío en que harás 
bien el trabajo. Si lo haces, tu entrenamiento se acelerará y 
serás el Agente Landon en menos de dos meses. 
—Amanda —dijo el hombre con gafas—. No creo… 
Una mirada dura de la mujer “Amanda” silenció al 
hombre. Sam sabía que su nombre probablemente no era 
Amanda. Se decía que nadie, salvo unos pocos altos 
ejecutivos seleccionados en el gobierno, conocía el verdadero 
nombre del Jefe. Dentro del Servicio Secreto, Amanda 
simplemente era conocida como “C”. Ella era la figura oculta 
detrás del Jefe del SIS que el público en general conocía, que 
no era más que un señuelo. A veces todo ese secreto le 
parecía un poco exagerado a Sam antes de recordar que 
había una buena razón para ello. Normalmente trataban con 
terroristas. 
—William, por favor describe los parámetros de la 
misión—le dijo Amanda al hombre con anteojos. Echando un 
vistazo a Sam, agregó para su beneficio—. William Mason es 
el jefe de nuestro departamento de inteligencia. 
Sam asintió agradecido, un poco sorprendido por lo 
amable y considerada que era Amanda. Echó un vistazo al 
Agente 11 y encontró los labios del agente torcidos en una 
sonrisa sardónica. Extraña. 
La pantalla grande en la pared se encendió y Sam miró 
la foto de un hombre rubio de mediana edad. 
William Mason se aclaró la garganta. 
 
 
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—Este es Milosz Brylsko, de cuarenta y tres años, un 
jefe del crimen polaco. Su organización es parte de un círculo 
criminal de Europa del Este. Brylsko es de particular interés 
para nosotros, porque es el responsable de suministrar 
armas a otros miembros del círculo —Los labios de Mason se 
fruncieron—. Si nuestra información es correcta, 
recientemente empezó a vender armas nucleares a varios 
gobiernos europeos. 
Sam se removió en su asiento, mirando al Agente 11, 
pero su cara era inescrutable. Probablemente ya sabía todo 
esto. 
Mason se levantó las gafas y continuó: 
—Tenemos motivos para creer que Brylsko tiene una 
fábrica nuclear subterránea en uno de los países del tercer 
mundo, pero no tenemos pruebas. Hasta ahora no hemos 
podido localizarla. Localizar la fábrica es uno de los 
principales objetivos de la misión. El otro es saber qué países 
compraron ya armas nucleares a Brylsko. El problema es que 
Brylsko es extremadamente cuidadoso y paranoico. No hay 
llamadas telefónicas o correos electrónicos sobre armas 
nucleares que podamos rastrear. No hay una sola referencia 
en los ordenadores de su organización, al menos las 
conectadas a la red y nuestros mejores hackers no pudieron 
encontrar nada útil. Pero nuestro topo ha podido saber que 
Brylsko conserva los datos más confidenciales en un USB 
que siempre lleva seguro consigo. Necesitamos esa USB. Y 
tenemos que devolver el USB a la posesión de Brylsko, sin 
 
 
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que él lo sepa. Es por eso que necesitamos un ladrón 
excepcional para esta misión, Landon. 
Sam frunció el ceño. 
—¿Por qué necesita volver a colocar el USB? —Esa 
parte del plan hizo que la tarea, por lo demás directa, fuera 
mucho más desafiante. Si Brylsko realmente era tan 
paranoico como Mason decía, entonces probablemente 
verificaría constantemente que el USB todavía estuviera allí. 
¿Tendrían siquiera tiempo suficiente para descifrar el código 
de acceso, copiar los datos cifrados y volver a colocar el USB? 
Fue Amanda quien respondió, su tono cuidadoso. 
—Porque hay información muy sensible en esa 
memoria USB. No queremos que nadie sepa que estamos en 
posesión de ella. Es por eso que muy pocas personas conocen 
esta misión. 
El Agente 11 resopló. 
—Tu comentario no es obligatorio, A11 —Amanda lo 
miró. 
El Agente 11 alzó las cejas. 
—No dije nada, señora. 
Curioso, Sam miró entre el agente y el Jefe de SIS. 
¿Era su imaginación, o estos dos se odiaban el uno al otro? 
Mason se aclaró la garganta. 
 
 
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—Le daremos un USB que se ajuste a la descripción 
que nos dio nuestro topo. Lo cambiará por el original. Eso 
debería engañar a Brylsko por el momento mientras copia los 
datos y devuelve el USB original. Sin embargo, no sabemos 
con qué frecuencia Brylsko accede a los datos del USB, por lo 
que idealmente, tendrás que averiguarlo antes de continuar, 
sin comprometer tu tapadera, por supuesto —carraspeó de 
nuevo—. Ahora, sobre tu tapadera. Brylsko es 
extremadamente paranoico. Normalmente, es imposible 
acercarse a él sin que esté rodeado de guardaespaldas y sin 
someterse a exhaustivas revisiones de antecedentes. Pero 
sabemos que a fin de mes, estará en un exclusivo crucero de 
lujo que abastecerá a... personas ricas con los gustos 
particulares de Brylsko. 
Mason hizo una pausa y se movió en su asiento. Sam 
lo miró, preguntándose por qué el hombre parecía tan 
incómodo. 
—¿Qué gustos? —preguntó cuándo ni Amanda ni el 
Agente 11 dijeron nada. 
Mason hizo una mueca, una expresión de disgusto 
apareció en su rostro. 
—Brylsko tiene un gusto por las mascotas jóvenes—
respondió Amanda en su lugar, su tono neutral—. Muy 
jóvenes, pero sobre todo por encima de la edad legal. Por lo 
que sabemos, él no los coacciona. A él le gusta que estén 
dispuestos. Le gusta ser... generoso con ellos, llenarlos de 
lujos. Supongo que aumenta su ego. 
 
 
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Sam frunció el ceño. 
—¿Quieres decir que le gusta tener un Sugar Baby5? 
Una mirada familiar de diversión brilló en la cara del 
Agente 11. 
—¿Tienes edad suficiente para saber lo que es eso? 
Sam lo pateó por debajo de la mesa (¡tenía dieciocho 
años, no era un niño!) Y estaba a punto de decir algo mordaz 
cuando un pensamiento lo detuvo. 
—Espere. ¿Quieres que sea su Sugar Baby?¿El Sugar 
Baby de Brylsko? —intentó no mostrar lo incómodo que le 
resultaba el prospecto. 
—Nada tan drástico —dijo Amanda—. Serás una de las 
“mascotas” puestas en una subasta. La probabilidad de que 
Brylsko se fije en ti y te quiera es bastante pequeña. Serás 
comprado por nuestro agente. 
—¿Comprado? —repitió Sam. 
Mason suspiró. 
—Sí. Los organizadores de los cruceros tienen una 
subasta privada para pasajeros ricos a quienes les gustaría 
comprar lo que llaman “esclavo”. Los esclavos no son 
realmente esclavos. Es solo una fantasía enfermiza para ricos 
y pervertidos. Hemos verificado: los esclavos entran 
 
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 Una joven mujer o hombre joven que es mimada financieramente / atendida por un Sugar Daddy o 
una Sugar Mum a cambio de compañía (es decir, favores sexuales). 
 
 
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voluntariamente al acuerdo y todo el dinero de su venta va a 
sus cuentas bancarias. Literalmente son solo mujeres y 
hombres jóvenes que buscan un papi rico y quieren jugar la 
fantasía de tener dueños —Mason le dirigió una mirada 
penetrante al Agente 11—. Quiero dejar en claro que la 
subasta no es nuestro objetivo. Déjala en paz, A11. Es 
sombrío, pero no lo que nos preocupa al MI6. No juegues al 
héroe. 
El Agente 11 asintió. 
—Trataré de contenerme. 
Sam deseaba verse tan bien como el Agente 11 cuando 
estaba siendo sarcástico. 
Amanda le lanzó una mirada penetrante al agente. 
—Por favor, hazlo. 
El Agente 11 sostuvo su mirada sin pestañear. 
—Si tienes un problema con la forma en que realizo las 
misiones, no es demasiado tarde para elegir otro agente, 
señora. Sabes que esta misión podría arruinar mi tapadera a 
largo plazo. 
Amanda frunció los labios. 
—Ya hemos pasado por esto, A11. Tu otra tapadera no 
se verá comprometida. 
La mandíbula del Agente 11 se apretó. Él no dijo nada. 
 
 
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Sam miró entre ellos con curiosidad. Pensó en 
preguntar de qué se trataba, pero luego se le ocurrió algo 
más. Miró al Agente 11. 
—¿Fingirás ser mi Daddy? 
—Sí, lo hará —dijo Amanda, su voz como el acero, sus 
ojos taladrando al agente—. Como dijo William, Brylsko es 
extremadamente paranoico. No tengo dudas de que revisará 
los antecedentes de todos los pasajeros. No sabemos cuán 
exhaustivos serán. Si tu tapadera falla, tu otra tapadera, la 
que probablemente descubrirá Brylsko, lo mantendrá a salvo. 
Solo pensará que estás demasiado avergonzado por tus 
fantasías pervertidas para reservar el crucero con tu nombre 
real. 
El Agente 11 asintió con la cabeza. 
Mason le lanzó una mirada algo preocupada al agente 
antes de volverse hacia Sam y darle una carpeta. 
—Estudia esto. Eres Samuel “Sammy” Whitmarsh, un 
huérfano con pocos medios para mantenerte, pero con gusto 
por las cosas caras. Te gustan los hombres mayores, 
especialmente si te pueden dar el estilo de vida que deseas. 
Desde que tenías dieciséis años, has estado en varios 
servicios de citas en línea, atendiendo a Sugar Daddies y 
Sugar Babies. Has escuchado sobre el crucero, a través de un 
amigo de un amigo: el crucero tiene cierta reputación en 
ciertos círculos, por lo que es plausible. 
 
 
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Sam cogió la carpeta y la miró ansiosamente, con su 
mente yendo a cien millas por hora. 
Mientras tanto, Mason entregó al Agente 11 una 
carpeta similar. 
—Si alguno de vosotros tiene alguna pregunta, 
búsquenme —dijo Mason—. Tienes seis días para preparar a 
Sam. Tendremos una reunión informativa final antes de que 
Sam viaje a Turquía. Tú te irás una semana después. 
El Agente 11 asintió y salió de la habitación. Sam 
corrió tras él. 
—Tengo una pregunta —dijo una vez que estuvieron 
en el pasillo. 
El agente lo miró y siguió caminando. 
—Escuchaste a Mason. Si tienes alguna pregunta, ve a 
él. 
—¿No eres hetero? ¿Estás seguro de que puedes jugar 
convincentemente a ser un Sugar Daddy gay? 
El Agente 11 realmente se rio. 
Sam frunció el ceño y cruzó sus brazos sobre su pecho. 
—No me gusta cuando la gente se ríe de mis preguntas. 
—Sam —dijo el agente suavemente—. Créeme, esta no 
será la tapadera más extraña ni la más difícil que haya 
tenido. Está lejos de eso —miró a Sam, frunciendo el ceño—. 
 
 
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Todavía parece que no lo entiendes. No importa cuáles sean 
nuestras preferencias personales. Es nuestro trabajo —echó 
un vistazo a la carpeta manila en la mano de Sam—. Estudia 
tu tapadera. Trata de entender lo que motiva a Sammy. Tu 
tapadera debe ser impecable. Si no es así, los dos estamos 
jodidos —El Agente 11 miró a su alrededor, con los ojos 
afilados, antes de inclinarse y decir en voz baja—. Lo que 
Amanda y Will no dijeron es que no habrá un equipo de 
apoyo si se va a la mierda. Estaremos solos. 
La boca de Sam se abrió. 
—¿Qué? ¿Por qué? 
—Porque ya hemos intentado atrapar a Brylsko antes. 
Nuestro agente fue descubierto. Pero en lugar de simplemente 
matarlo, Brylsko hizo mucho alboroto sobre tener al Servicio 
Secreto de Inteligencia Británico “espiando ilegalmente” a un 
'hombre de negocios honesto—Los labios del Agente 11 se 
torcieron—. Brylsko tiene muchas conexiones con el gobierno 
polaco y la UE6, y técnicamente, no hay pruebas 
concluyentes de que sea algo más que un empresario. Es 
muy bueno en cubrir sus huellas, el tipo resbaladizo que 
siempre tiene un plan de contingencia para todo. Eso colocó 
al Reino Unido en una posición muy difícil. Oficialmente, 
esta misión no está respaldada. Necesitamos pruebas de sus 
acciones, pero no podemos permitir que nos pillen 
nuevamente. Brylsko y el gobierno polaco tienen demasiada 
influencia política gracias a ese fiasco. 
 
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 La Unión Europea 
 
 
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—Y queremos recuperar la posición —dijo Sam— ¿Pero 
sin alertar a Brylsko para que no cubra sus pistas otra vez? 
El Agente 11 sonrió y le dio una palmada en el hombro. 
—Quizás hagamos de ti un agente secreto, Red. 
Sam intentó no ponerse rígido y falló. 
Interiormente, gimió. 
Estúpidas hormonas. 
 
 
 
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Capítulo 5 
 
Las sesiones de entrenamiento encubiertas con el 
Agente 11 de la siguiente la semana fueron extrañas y 
educativas. Eran fascinantes en cierto modo, las lecciones 
más tradicionales de Sam no lo eran. El Agente 11 destruyó 
por completo la mayoría de las nociones preconcebidas que 
Sam había tenido sobre la vida de un agente secreto. 
—Antes que nada, olvídate de todo lo que has visto en 
las películas de espionaje —dijo el Agente 11, agarrando el 
rifle con sus manos con calma y eficacia—. La mayoría de las 
veces, no participamos en persecuciones de coches llenos de 
adrenalina, explosiones y disparos. La mayoría de las veces, 
pasarás inadvertido, integrándote y reuniendo información de 
inteligencia de cualquier organización criminal en la que se te 
haya ordenado que te infiltres. En realidad no es tu trabajo 
entrar con armas de fuego. Hay otras divisiones para eso. 
—¿De verdad estás diciendo que nunca has tenido 
ninguna misión de matar? —dijo Sam, sin molestarse en 
ocultar su escepticismo. 
—No —El Agente 11 colocó el rifle en un bípode 
montado en el frente, miró a través de él y realizó pequeños 
ajustes en las miras—. Estoy diciendo que cuando me 
ordenan matar, es silencioso y discreto, sin explosiones 
 
 
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involucradas. Pero las misiones de eliminación son bastante 
raras. No es nuestro trabajo principal. 
—Entonces, ¿cuál es nuestro trabajo principal? —dijo 
Sam, cada vez más confundido— ¿Infiltración? 
Cuando el agente no respondió, Sam se dio cuenta de 
que se había puesto protectores auditivos y estaba a punto de 
hacer un disparo. Rápidamente, Sam sepuso sus propios 
protectores auditivos y observó la cara concentrada del 
Agente 11. 
Finalmente, el otro hombre disparó, el sonido 
ensordecedor incluso con los protectores. El retroceso puso el 
rifle en su hombro, pero el Agente 11 ni siquiera parpadeó. 
Golpeó al objetivo en el centro. 
Poniendo el rifle en su hombro, sus manos acariciando 
el cañón mientras se movía en su posición, el Agente 11 
disparó varias rondas en rápida sucesión, esta vez sin 
ninguna preocupación por apuntar. Y seguía dando al 
objetivo en el centro. 
Lamiéndose los labios, Sam intentó pensar en algo 
desagradable. No, no le excitaba ver a un chico caliente 
manejar un arma. No, no, no. Pero podría ser que tuviese 
algún fetiche por la gente competente. 
—¿Qué estabas diciendo? —dijo el Agente 11, 
quitando los protectores auditivos de Sam y luego los suyos. 
 
 
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Era una lucha recordar de qué habían estado 
hablando. 
—Um —dijo Sam, muy inteligentemente— ¿Cuál es 
nuestro trabajo, entonces? 
—Nuestro trabajo principal es mirar a alguien a los 
ojos y mentir. Debes poder mentir tan bien que puedas 
engañar incluso a alguien que te conoce para que piense que 
no eres en realidad tú. 
Sam miró deliberadamente el rifle que el agente estaba 
desmontando. 
—¿Por qué necesitas eso, entonces? 
—Porque las cosas rara vez son perfectas como en los 
libros de texto, sin importar lo bueno que seas. Por supuesto, 
si eres un buen mentiroso, puedes improvisar y hablar para 
salir de los problemas en lugar de recurrir a la fuerza bruta. 
Eso siempre es preferible, pero no siempre es posible. El 
Agente 11 guardó el rifle y miró atentamente a Sam— ¿Has 
estudiado tu tapadera para la misión? 
—Por supuesto. 
—¿Crees que entiendes tu tapadera? 
Sam asintió después de vacilar. Había investigado y 
había tenido mucha confianza, pero la mirada evaluadora del 
Agente 11 lo hacía cuestionarse a sí mismo nuevamente. 
 
 
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—Ya veremos —dijo el Agente 11 suavemente, sacando 
a Sam del campo de tiro y llevándolo a la habitación vacía 
más cercana. Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, él 
dijo—: Desnúdate. 
Sam lo miró. 
—¿Por qué? 
—¿Por qué crees? 
Sam reprimió la respuesta inapropiada y se obligó a sí 
mismo a pensar. 
—Estaré desnudo durante la subasta —dijo —. Quieres 
comprobar qué tan cómodo estoy con estar desnudo frente a 
una audiencia. 
La aprobación silenciosa en los ojos del agente causó 
que la calidez se rizara en la parte inferior de la barriga de 
Sam, y una vez más, Sam tuvo que reprimir el impulso de 
acicalarse. Mierda, esto se estaba poniendo molesto, y 
bastante alarmante, para ser honesto. Él no quería la 
aprobación del Agente 11. No lo hacía. 
—Sí —dijo el Agente 11—. Eres Sammy, un chico 
aventurero que voluntariamente se inscribió en una subasta 
ilegal, en busca de un Daddy rico y dulce para que se hiciera 
cargo de sus necesidades. La desnudez no te molesta. Te 
gusta la atención. Sabes que te ves bien. Estás orgulloso de 
tu cuerpo y quieres exhibirlo para atraer la mejor captura 
posible —El Agente 11 lo miró pensativamente—. Estás 
 
 
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emocionado. Quizás incluso excitado. Umm... sonrojarse 
también sería aceptable. No eres necesariamente una virgen 
sonrojada, pero eres lo suficientemente inteligente como para 
entender que a algunos hombres poderosos les gusta la falsa 
inocencia. Ahora muéstrame eso, Sammy. 
Sam respiró hondo y comenzó a desvestirse, tratando 
de ponerse en la mentalidad correcta. Él no quería 
decepcionar a este hombre. Quería demostrarle que podía 
hacerlo. Quería ser bueno. 
Sam se quitó la ropa interior y los calcetines y se 
enderezó, muy consciente de lo desnudo que estaba. Después 
de un momento de pausa, se dejó caer de rodillas y esperó, 
con la mirada baja, las pestañas ocultando su expresión. 
Desde esta posición, todo lo que podía ver eran los brillantes 
zapatos negros del Agente 11 y sus pantalones negros. 
Respiró profundamente, de manera pareja, tratando de 
pensar como Sammy. Él no estaba avergonzado. Él no estaba 
avergonzado. Sabía que era hermoso y deseable... 
No, él no lo hacía. El Agente 11 era hétero. Sam 
probablemente lucía patético ante él, arrodillado en un suelo 
frío, pálido y desnudo, y un poco excitado. Las mejillas de 
Sam le ardían por la humillación. 
—¿Qué pasa? —dijo el agente, acercándose—. Lo 
estabas haciendo muy bien, pero ahora estás tenso e 
incómodo. 
Sam negó con la cabeza. 
 
 
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—Solo me siento cohibido—murmuró, mirando al 
suelo. 
—No lo hagas —dijo el Agente 11, apartando el ligero 
flequillo de Sam de sus ojos. 
—Mírame, Red—Su voz era amable pero imponente. 
Sam obedeció. 
—Lo siento, no soy bueno en esto. Me veo ridículo. 
—No lo haces. Créeme, no tienes motivos para sentirte 
cohibido. Eres exactamente del tipo que desearían esos 
imbéciles ricos. 
Sam se burló, incapaz de mirar al otro hombre a los 
ojos. 
—Viniendo de un hombre heterosexual, no significa 
demasiado—murmuró. 
—Sam. 
La orden en la voz del agente era imposible de ignorar. 
A regañadientes, Sam lo miró a los ojos. 
—Puedo ser heterosexual, pero no soy exactamente 
nuevo en esto —dijo el Agente 11—. He estado pretendiendo 
ser un hombre gay durante los últimos años, para otra 
misión. 
La boca de Sam se abrió 
—¿De Verdad? ¿Por qué? 
 
 
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El Agente 11 negó con la cabeza. 
—Se supone que no debería estar hablando de esto 
contigo. Tú no tienes autorización de seguridad. 
Sam le dio sus mejores ojos de cachorro. 
—¿Por favor? 
La expresión del Agente 11 se volvió suspicaz antes de 
soltar una risita. 
—Eres una puta amenaza —suspiró cuando Sam 
sonrió—. Tengo que enamorar al heredero de uno de los 
hombres más ricos del Reino Unido, de quien se sospecha... 
es responsable de una serie de crímenes internacionales muy 
graves. Mi tapadera debe ser a prueba de balas. Necesita ser 
lo suficientemente buena como para resistir cualquier 
cantidad de escrutinio. Por eso lleva tanto tiempo. 
Sam curvó sus manos en su regazo. 
—¿Cómo vas a... seducir a ese tipo si no eres gay? 
El Agente 11 parecía casi divertido. 
—Hay cosas que pueden ayudarme con eso. 
Sam arrugó la nariz. 
—¿Viagra? 
El agente se encogió de hombros, luciendo en gran 
medida despreocupado. 
 
 
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—Si es necesario. El tipo es lo suficientemente bonito 
como para ser confundido con una mujer, por lo que puede 
no ser necesario—miró a Sam—. Mi punto es que he estado 
pretendiendo con éxito ser un hombre gay durante años. Me 
gustaría pensar que sé de lo que estoy hablando. 
—¿Y realmente no crees que me veo ridículo? 
—No —dijo el Agente 11—. Te ves bien. Ahora 
intentémoslo de nuevo. 
Sam asintió, inhaló profundamente y relajó su cuerpo. 
Él era Sammy, un chico aventurero que voluntariamente se 
inscribió en una subasta ilegal, en busca de un Sugar Daddy. 
La desnudez no le molestaba. Él sabía que se veía bien. Sabía 
que era deseable. A él, le gustaba la atención. Le gustaba 
sentir los ojos sobre su cuerpo. Él quería que la gente lo 
deseara. Quería ser adorado y mimado. 
Él era Sammy, y se sentía hermoso. Deseable. 
—Buen trabajo, Sammy —dijo el Agente 11, colocando 
una mano grande y callosa en la nuca de Sam. 
Sam no se tensó. Él no se inmutó. Miró a través de sus 
pestañas al otro hombre, mordiéndose el labio inferior y 
apoyándose en el toque sutilmente. 
Los ojos oscuros le sonrieron. 
—Estás listo. 
 
 
 
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Capítulo 6 
 
En cualquier otra circunstancia, a Sam le hubiera 
encantado estar en un crucero por el Mediterráneo, 
especialmente cuando el barco era como un hotel de cinco 
estrellas,incluyendo mesas llenas de cristalería y palmeras 
en macetas. Por supuesto, no había visto gran parte de la 
nave antes de ser conducido a un camarote enorme, debajo 
de la cubierta, que servía de cabina temporal para todos los 
chicos y chicas que participaban en la subasta. 
Sam se esforzó por mantener su expresión 
adecuadamente emocionada al ver a los demás charlar con 
entusiasmo sobre la subasta. La subasta que se suponía que 
comenzaría en menos de media hora. Su estómago se revolvió 
incómodo. 
Para distraerse, miró a los otros chicos y chicas. Había 
alrededor de dos docenas de ellos, y todos parecían 
asombrosamente hermosos y confiados. No importaba lo 
mucho que había estudiado su tapadera, Sam se sentía como 
un fraude, como si en cualquier momento notarían que no 
pertenecía a esto. 
—¿Nervioso? 
Solo su entrenamiento con el Agente 11 evitó que Sam 
se estremeciera. Poniendo una sonrisa, se dio la vuelta. 
 
 
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Una chica de su edad le sonreía con simpatía. Ella era 
muy pequeña y muy bonita, con el pelo largo y dorado y 
enormes ojos azules. 
—Eres nuevo en esto, ¿verdad? 
Sam asintió. Estaba contento de tener una tapadera de 
novato; no creía que hubiera podido tener una tapadera de 
alguien con experiencia en esto. 
—Soy Sammy —dijo, extendiendo su mano. 
La niña la sacudió. 
—Soy Martha. ¡Encantada de conocerte! —Ella pasó su 
brazo por el suyo y le sonrió—. No estés nervioso, cariño. 
Estarás bien. Mi mejor amiga participó de este crucero el año 
pasado y no podría estar más feliz con su Sugar Daddy. 
—¿De Verdad? ¿Ella tuvo suerte? 
Martha sonrió. 
—Lo he visto. Tiene solo cuarenta y cuatro y folla bien. 
La trata como una princesa. Estoy tan celosa que espero que 
me compre alguien más o menos bueno. 
Sam apenas se detuvo para no encogerse. Era difícil 
creer que todas estas personas aparentemente normales 
realmente quisieran ser compradas como esclavos. Para ser 
justos, sabía que el dinero probablemente no era la única 
motivación para ellos. Según su investigación, a algunos 
Sugar Babies les gustaba la sensación de seguridad, la 
 
 
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sensación de ser atendidos y cuidados. A algunos les gustaba 
realmente hacer que hombres mayores, o mujeres, se 
sintieran jóvenes de nuevo y se les brindara consuelo y afecto 
después de un día estresante. Sam también sabía que 
algunos de ellos realmente se excitaban siendo mascotas y se 
excitaban sirviendo a otras personas. Y, por supuesto, 
algunos Sugar Babies solo lo hacían por dinero. 
Se preguntaba a qué categoría pertenecería Martha. 
Decidió que no estaría de más preguntar. 
—¿Qué estás buscando? —dijo Sam— ¿Una relación 
completa o una compañía mutuamente beneficiosa? 
Martha se encogió de hombros. 
—Estoy abierta. Quiero decir, obviamente no voy a 
firmar un contrato de todo incluido con alguien que no me 
atraiga razonablemente, pero estaré bien con todo lo demás, 
siempre que sean agradables y me traten bien. Me gustan las 
personas y les gusto a las personas, así que no espero ningún 
problema al proporcionar compañía —Ella guiñó un ojo—. 
Pero obviamente estaría más feliz con un Suggar Daddy que 
adorará mi, francamente, increíble cuerpo. 
Sam resopló y decidió que le gustaba. 
—¿Y tú? —dijo ella. 
Sam se encogió de hombros. 
—Me gusta la idea de ser el favorito de alguien. Como 
que, me encanta que me adoren, mimen y elogien. El sexo es 
 
 
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secundario para mí, pero obviamente no me importaría tener 
sexo si no es feo. 
Ella le sonrió con comprensión. 
—Estoy segura de que encontrarás a alguien —dijo, 
dándole unas palmaditas en el brazo— ¡Tienes unas pestañas 
increíbles! Ojalá las mías fueran... 
—¡Atención por favor! 
Se volvieron hacia la mujer de mediana edad en traje 
que apareció en la entrada. Si Sam no lo hubiera sabido, la 
habría considerado como una administrativa de una empresa 
comercial promedio. 
—Por favor, prepárense. Pueden dejar su ropa y cosas 
aquí. No se permiten teléfonos. No se preocupen, sus 
pertenencias estarán a salvo. 
Martha le sonrió a Sam y comenzó a desvestirse. No 
había ningún rastro de vergüenza o timidez en su bonita 
cara, como si desnudarse en una habitación llena de 
extraños fuera perfectamente normal. 
Sam hizo lo mismo, ocultando su inquietud. 
Puedo hacerlo, se dijo a sí mismo con firmeza. 
 
* * * 
 
 
 
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Media hora más tarde, arrodillado en la plataforma 
redonda en el centro de una habitación enorme, desnudo y 
temblando, Sam ya no estaba tan seguro de poder hacerlo. 
Toda la experiencia fue surrealista. Podía ver por el 
rabillo del ojo a las otras mascotas, arrodillados de forma 
similar, con la cabeza inclinada, completamente desnudos, 
mientras que decenas de hombres ricos con trajes a medida, 
y algunas mujeres con vestidos igualmente caros, caminaban 
alrededor de la plataforma, mirando, conversando y 
escudriñando a las mascotas como si fueran ganado a la 
vista de posibles compradores, lo que él suponía que eran. 
Sam se debatió entre reír histéricamente por la completa 
ridiculez de la situación u odiar a cada uno de esos cabrones 
ricos. Era repugnante y triste que el dinero pudiera convertir 
en realidad, cualquier fantasía depravada y ridícula de 
algunas personas. 
La peor parte fue que ni siquiera había visto al Agente 
11 hasta el momento. Eso hacía que su estómago se apretara 
con ansiedad. Como se le indicó, no había estado en contacto 
con el MI6 desde que llegó a Turquía. ¿Qué pasaría si algo 
hubiera sucedido y el Agente 11 ni siquiera estuviera en el 
barco? ¿Qué pasaba si su Tapadera ya hubiera sido 
descubierta? ¿Qué pasaba si Sam estaba aquí solo? Y si… 
—Levanta la cabeza, muchacho —dijo una voz 
masculina, en un inglés fuertemente acentuado. Un acento 
polaco. 
 
 
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Sam hizo lo que pudo para no congelarse. Levantó la 
cabeza , y logró mantener su expresión dócil, cuando se 
encontró con los pálidos ojos de Brylsko. 
Había visto la foto del objetivo, por supuesto. 
Objetivamente, Brylsko era bastante atractivo para un 
hombre de mediana edad. Su cabello rubio tenía un toque 
gris en las sienes; sus dientes eran blancos y su piel suave. 
Pero a pesar de su aspecto arreglado, había algo... asqueroso 
en el hombre. Una serpiente. Le recordó a Sam a una 
serpiente. Una serpiente viscosa y resbaladiza. 
—¿Cuántos años tienes, mascota? —dijo Brylsko, 
recorriendo a Sam con su mirada. 
Reprimiendo el impulso de gruñirle que toda la 
información estaba disponible en las tabletas proporcionadas 
por los organizadores de la subasta, una de las cuales estaba 
en manos de Brylsko, Sam bajó la vista y dijo en voz baja: 
—Dieciocho años, señor. 
Brylsko agarró su barbilla y levantó la cara de Sam 
otra vez. Sam no pudo evitar el estremecimiento de 
repugnancia ante el toque. Con la esperanza de que Brylsko 
lo confundiera con la emoción, Sam se apoyó en el toque, sus 
ojos escaneando la habitación discretamente. 
¿Dónde demonios estaba el Agente 11? 
 
 
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—Un chico muy bonito —dijo Brylsko, ahuecando su 
mejilla y rozando con su pulgar el labio inferior de Sam—. 
Quizás puje por ti. 
A Sam se le revolvió el estómago. Luchó por mantener 
su expresión sin cambios. No habían considerado esta 
posibilidad en el informe previo a la misión. Según la 
inteligencia del MI6, Brylsko siempre había tenido Sugar 
Babies femeninos; se suponía que no debería estar interesado 
en él. 
Cálmate, se dijo Sam, respirando lentamente. Él no era 
en verdad un esclavo y no era una auténtica subasta: en 
realidad podía rechazar un contrato con el mejor postor, si no 
le gustaba. El problema era que si Brylsko hacía una oferta 
por él, y ganaba, probablemente se ofendería siSam 
declinaba su generosa oferta. Eso sería perjudicial para la 
misión: después de todo, Sam necesitaba acercarse lo 
suficiente al objetivo como para robar la memoria USB. 
Mierda. No estaba listo para esto. Sam mentiría si 
dijera que nunca había distraído a sus objetivos antes de 
robarles, pero esto era otra cosa. No era solo un flirteo sin 
sentido. No podía imaginarse dejar que Brylsko lo tocara, lo 
poseyera, y fingir. El solo pensamiento le hacía tener 
nauseas. No quería ser un prostituto, ni siquiera por la Reina 
y el País. 
Antes de que pudiera reaccionar a las palabras de 
Brylsko, una voz familiar dijo: 
—Realmente es bastante guapo. 
 
 
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Sam casi suspiró de alivio… Agente 11. 
Miró hacia la voz y parpadeó, mirando al agente. 
Parecía... Se veía completamente diferente. En la semana que 
Sam no lo había visto, el Agente 11 había logrado hacer un 
buen trabajo. Si bien la barba estaba bien arreglada, había 
cambiado mucho su aspecto, haciéndolo parecer un poco 
mayor. Y eso no era todo. Había algo diferente en la forma en 
que el agente se comportaba. Ya no parecía un arma 
cuidadosamente controlada; su postura era relajada, casi 
floja, el corte de su traje de diseñador de alguna manera 
ocultaba su impresionante físico. Era la imagen perfecta de 
un civil rico y hedonista. Incluso su voz sonaba mucho más 
refinada de lo normal. 
El Agente 11 y Brylsko intercambiaron una mirada que 
duró demasiado, antes de que Brylsko sonriera 
agradablemente y extendiera su mano. 
—Milosz Brylsko. Y tú eres Dominic Bommer, creo. 
Sam apenas ocultó su sorpresa y miedo. Se suponía 
que el nombre del Agente 11 para esta misión era William 
Robertson, no Dominic Bommer. ¿Ya habían destapado su 
tapadera? 
Sam miró al agente, pero no parecía sorprendido ni 
cauteloso. Él se veía... ¿tímido? 
—Le agradecería que mantuviera mi nombre real en 
silencio —dijo el Agente 11 con una pequeña mueca, 
estrechándole la mano a Brylsko. Él se rio entre dientes—. Mi 
 
 
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familia extendida estará más que sorprendida si descubren 
que estoy en un crucero como este. 
Brylsko resopló. 
—Familias. Me parece que cuanto menos sepan sobre 
nuestros... intereses, mejor. Sus ojos azules se volvieron 
hacia Sam. 
—¿No es eso verdad, mascota? 
—No tengo familia, señor —dijo Sam en voz baja, con 
la mente acelerada. ¿Brylsko había descubierto la otra 
tapadera del Agente 11? ¿El Agente 11 no quería 
comprometerse? ¿Cambió algo en esta misión? 
—Es una pena —dijo Brylsko sonando genuinamente 
arrepentido— ¿Hablas polaco, muchacho? 
Sam negó con la cabeza, esperando contra toda 
esperanza que eso lo hiciera menos atractivo a los ojos de 
Brylsko. 
—No soy muy bueno con los idiomas, señor. Es por eso 
que prefiero vivir en un país de habla inglesa. 
Brylsko miró al Agente 11. 
—Parece que está de suerte, Sr. Bommer. ¿O es Lord 
Bommer? Me temo que no estoy muy familiarizado con los 
títulos británicos y sus honoríficos. 
El Agente 11 negó con la cabeza con una sonrisa triste. 
 
 
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—A menos que mi primo muera sin dejar hijos, seré un 
simple señor por el resto de mi vida. No me importan los 
títulos de todos modos. No soy un esnob. Dominic está bien. 
—Entonces deberías llamarme Milosz —Brylsko miró a 
Sam— ¿Estás interesado en el chico? Deberías estarlo. Estoy 
casi tentado, pero odiaría tener a mi mascota en un país en el 
que no quiere estar. Eso sería cruel, y no soy un hombre 
cruel. 
Sam esperaba que su rostro no delatara su 
incredulidad… y alivio. 
—No he tomado una decisión todavía —dijo el Agente 
11, mirando a Sam—. Pero el chico es realmente hermoso —
puso su mano en el cuello de Sam, el pulgar moviéndose 
lentamente por su garganta hasta que alcanzó el labio 
inferior de Sam. 
Esta vez, el escalofrío de Sam no fue causado por el 
disgusto. 
—Muy bonito —dijo el Agente 11, su profunda voz se 
volvió más ronca. 
Sam no tuvo que invocar el sonrojo que calentó sus 
mejillas. Sabía que su reacción era estúpida, “Dominic” era 
solo un excelente actor, pero no pudo evitarlo. 
—Sammy, ¿no es así? —dijo el Agente 11, mirando la 
etiqueta con el nombre a los pies de Sam. 
 
 
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Sam asintió, sus ojos se cerraron mientras “Dominic” 
comenzaba a pasar sus fuertes dedos por su cabello. Se 
sintió increíblemente agradable. Casi podía entender por qué 
todas estas personas querían vivir esta fantasía. 
—Parece bastante cómodo contigo ya —Brylsko se rio 
entre dientes. 
—¿Lo estás, Sammy? —dijo Dominic. 
Sam se obligó a abrir los ojos y asintió con la cabeza, 
apoyándose en el toque. 
Estaba casi seguro de que podía ver la aprobación en 
los ojos del Agente 11. 
—¿Aceptarás un contrato conmigo si hago una oferta 
por ti? —murmuró el agente, acariciando la mejilla de Sam 
con los nudillos. 
En lugar de responder, Sam volvió la cabeza y acarició 
la mano del Agente 11. Antes de que pudiera pensarlo dos 
veces, la besó suavemente. 
Durante una fracción de segundo, había una mirada 
extraña en los ojos del otro hombre, pero se había ido tan 
rápido que Sam no estaba seguro de no haberlo imaginado. 
El Agente 11 le sonrió. 
—Te veré luego, entonces. 
Y luego dio un paso atrás, y Sam se dio cuenta con una 
sensación de hundimiento que había olvidado por completo 
 
 
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que Brylsko estaba a solo unos metros de distancia, 
observándolos. 
—¿Vamos a echar un vistazo a las otras mascotas? —
dijo el Agente 11, cambiando su mirada hacia Brylsko. 
Brylsko miró a Sam y a Dominic, su rostro era 
indescifrable, antes de asentir con la cabeza y pasar a la 
siguiente mascota. 
Sam bajó la mirada, obligándose a no mirar fijamente 
al Agente 11 que retrocedía. 
 
* * * 
 
Ocho personas hicieron una oferta por él. Ocho. 
A Sam le hacía dar vueltas la cabeza que ocho 
personas lo quisieran lo suficiente, como para comprarlo por 
una cantidad escandalosa de dinero. 
La gente rica realmente estaba loca. 
Al final, “Dominic Bommer” ganó la subasta. Brylsko 
no había hecho ninguna oferta por él; se había comprado una 
hermosa chica de cabello oscuro, pero Sam lo había 
sorprendido mirándolo un par de veces. Sam no estaba 
seguro de qué hacer con eso. ¿Brylsko sospechaba algo? 
 
 
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Sam todavía estaba reflexionando sobre cómo él y 
“Dominic Bommer” se ocupaban de las formalidades. Para ser 
una subasta ilegal, había una sorprendente cantidad de 
papeleo. Parecía que los organizadores de la subasta no eran 
otra cosa sino exhaustivos. Por curiosidad, Sam repasó su 
contrato y casi se quedó boquiabierto cuando vio la 
escandalosa “asignación” que Dominic había ofrecido pagarle 
cada mes. 
Finalmente, después de lo que parecieron siglos, el 
Agente 11 lo condujo hacia lo que probablemente sería su 
camarote. Sam fue obediente, tratando de ignorar el toque en 
su espalda baja. Dios. ¿Cómo se suponía que debía 
concentrarse en el trabajo cuando parecía perder todo su 
enfoque cada vez que este hombre lo tocaba? Esto empezaba 
a ser realmente molesto. 
La puerta se cerró tras ellos y Sam miró alrededor del 
camarote. Era espacioso y cómodo. La maleta de Sam ya 
estaba allí, junto a la enorme cama que dominaba el 
camarote. Sam se pasó la lengua por los labios y se volvió 
para mirar a su compañero. 
El Agente 11 se estaba desabrochando la chaqueta del 
traje, sus ojos recorriendo el camarote de una forma 
aparentemente casual, pero Sam sabía que estaba buscando 
micrófonos. Él había sido advertido sobre esto. Hasta que el 
agente confirmara que el camarote estaba libre de 
micrófonos, tenían que seguir desempeñando sus papeles. 
 
 
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—¿Qué le gustaría que haga, señor? —dijo Sam en voz 
baja. 
El Agente

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