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9 Unshaken - K A Merikan

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Guns n' Boys Libro 9: Inquebrantable
KA Merikan
 
“Nunca podrás entender lo que este hombre hizo conmigo, por mí y junto a mí”.
Siete años. 
Domenico y Seth han estado juntos durante siete años. Después de atravesar sangre, lágrimas,
peleas y compromisos dolorosos, finalmente llegaron a un punto en el que todos los días no
parecen ser los últimos.
Asentados en su cómoda vida, deciden irse de vacaciones a Singapur. Pero su ruptura romántica
se convierte en una pesadilla cuando aparece un viejo adversario, que tienta a Seth y Domenico
para alejarlos de la paz y la tranquilidad de su hogar en Argentina y llevarlos hacia un nuevo tipo
de futuro.
Lo que comienza como una persecución inútil podría ser su boleto de regreso a Italia, pero
cuando Seth y Domenico caen en las trampas que les han tendido, solo pueden contar el uno con
el otro para superar una realidad tan horrible que la muerte podría parecer una muestra de piedad.
Sin embargo, lo que sus enemigos no saben es que su vínculo es más fuerte que nunca, e intentar
separarlos traerá la destrucción a cualquiera que lo intente.
Por Domenico, Seth atravesaría el infierno y regresaría.
Por Seth, Domenico derribaría los cielos.
Cuando están juntos, mejor que nadie se atreva a joderlos.
 
POSIBLES SPOILERS:
Temas: mafia, cartel, asesino, crimen organizado, lazos familiares, traición, venganza, Singapur,
trata de personas, fantasmas del pasado, lazos inquebrantables, pareja establecida
Género: Romance erótico MM oscuro y retorcido / thriller criminal
Longitud: ~80,000 palabras (Libro 9 de la serie)
 
Inquebrantable - Libro 9
KA Merikan
Acerbi & Villani Ltda.
 
 
 
 
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido de personajes con personas reales, vivas, muertas
o no muertas, eventos, lugares o nombres es pura coincidencia.
Copyright del texto © 2019 KA Merikan
Reservados todos los derechos
http://kamerikan.com
Editado por No Stone Unturned
https://www.facebook.com/NoStoneUnturnedEditingServices/
Diseño de portada por
Natasha Snow
http://natashasnow.com
Traducción al español NO OFICIAL por fans y para fans sin fines de lucro. Por favor, apoyen al
autor comprando su historia en las plataformas oficiales y no difundan por redes sociales como
Instagram, TikTok, Twitter, etc.
 
 
 
Tabla de contenido
Agradecimientos
Capítulo 1 - Domenico
Capítulo 2 - Seth
Capítulo 3 - Domenico
Capítulo 4 - Seth
Capítulo 5 - Domenico
Capítulo 6 - Seth
Capítulo 7 - Seth
Capítulo 8 - Seth
Capítulo 9 – Domenico
Capítulo 10 - Seth
Capítulo 11 – Domenico
Capítulo 12 - Domenico
Capítulo 13 – Seth
Capítulo 14 - Seth
Capítulo 15 - Domenico
Capítulo 16 - Seth
Capítulo 17 - Domenico
Capítulo 18 - Domenico
Capítulo 19 - Seth
Capítulo 20 - Domenico
PATREON
BOLETIN INFORMATIVO
Sobre las Autoras
Escena Post-Créditos (Irena)
 
Agradecimientos
Dedicado a todos nuestros seguidores de Patreon. Sin ustedes, estos libros serían 
imposibles de publicar. Gracias por amar a Dom y Seth tanto como nosotros.
-Kat y Agnes
 
Capítulo 1 - Domenico
Era como estar de vuelta en Europa. Debajo de un techo de vitrales, las paredes de piedra 
caliza creaban la imagen de la grandeza del Viejo Mundo. Elegantes columnas y nichos, llenos 
de plantas locales y esculturas de mármol que representaban dioses clásicos, enmarcaban la sala 
de dos pisos de altura. Los pequeños balcones en el segundo piso servían como cabinas privadas 
para el evento único en su tipo, pero si bien ofrecían más privacidad, Dom no se arrepintió de 
haber logrado obtener dos asientos en una mesa redonda en la parte de atrás.
Las entradas para el concierto se habían agotado cuando Seth y Domenico llegaron a 
Singapur, pero consiguieron asientos gracias a la suerte y a sus bolsillos. No estaban preparados 
para una ocasión tan elegante, por lo que los dos habían pasado todo el día buscando ropa de 
noche adecuada, pero después de consumir un festín de filete miñón, junto con numerosos platos 
pequeños y buen vino italiano, Dom no tenía motivos para quejarse. Además, ¿por qué alguien se
quejaría de tener que comprar en boutiques exclusivas para escuchar una variedad de estrellas de 
ópera de clase mundial interpretando arias italianas?
Había pasado un tiempo desde que él y Seth se habían atrevido a dejar la relativa 
seguridad de Argentina, donde su familia mafiosa no tenía vínculos, pero extrañaba la alegría de 
ver algo nuevo, y Singapur, con sus rascacielos, parques y edificios de arquitectura de última 
moda era el tipo de centro moderno para enriquecer su vida.
Solo podría haber estado más feliz si hubieran estado haciendo lo mismo en Palermo.
—Por nosotros, —dijo, chocando su copa contra el de Seth, mientras deambulaban por la 
galería de arte adjunta al lugar principal durante un descanso técnico.
La sonrisa despreocupada de Seth solidificó la confianza de Dom de que este viaje era un 
descanso muy necesario de sus agitadas vidas. Durante las dos semanas que les esperaban, Seth 
no se involucraría en ningún asunto de Secret Chef, y Domenico le había informado a su 
asistente personal que no debían contactarlos a menos que el cielo se estuviera derrumbando.
El traje nuevo de Domenico no se había hecho a medida, pero le quedaba perfecto y 
disfrutó de la oportunidad de exhibirlo frente a perfectos extraños. Puede que haya pasado 
demasiado tiempo en la boutique de Armani, pero a Seth no le había importado, ya que le ofrecía
la oportunidad de probar comidas locales sin que Domenico lo molestara cada vez que le 
preguntaba al vendedor sobre una nueva fruta o verdura.
Habían pasado más de dos años desde que se fueron de El Encanto y Domenico se había 
adaptado a tener un esposo crecido en libertad, pero no sin dolores de crecimiento1. Lo que 
entendía ahora era que sin darle a Seth espacio para respirar, Dom no tendría a Seth en absoluto, 
así que hizo las paces con eso. Sin embargo, se aseguró de que entrenaran todos los días, en caso 
de que Seth necesitara defenderse.
—Por nosotros, —respondió Seth y bebó un trago de su copa.
Domenico no pasó por alto la mirada de una atractiva mujer siguiendo discretamente la 
impresionante figura de Seth. Por un lado, porque Seth era suyo y todo lo que ella podía hacer 
era mirar, pero también porque había sido él quien había elegido el atuendo de Seth. Combinar 
los suaves pantalones negros y una chaqueta burdeos había sido un golpe de genialidad y 
transformó a Seth de un tipo muy sexy en una presunta celebridad que honraba a los simples 
mortales con su presencia.
—He tenido un intenso deja vu2 toda la noche, —dijo Domenico, mirando la escultura 
abstracta frente a ellos—. Es como si estuviéramos de vuelta en casa. Nunca tuvimos la 
oportunidad de vivir este tipo de vida allí.
—En aquel entonces, habrías tenido que sobornarme con la mejor mamada para ir a un 
evento como este. —La sonrisa de Seth se ensanchó, y las pequeñas arrugas de sus ojos hicieron 
que el corazón de Dom diera un vuelco. Seth había sido fresco, caliente y jugoso cuando Dom 
puso sus manos sobre él por primera vez, pero ahora era más grande, más fuerte, más 
experimentado. Todo un hombre. Dom no tenía dudas de que sería igual de excitante dentro de 
diez y veinte años, intenso y suave como el vino añejo.
Terminó su tinto seco para saciar la sed que lo golpeaba como un mazo. —¿Así que 
finalmente te has acostumbrado a las cosas buenas de la vida? Ópera, seda, trajes a medida —
susurró, poniendo su mano abierta sobre la espalda de Seth y dejándola descender hacia ese 
precioso trasero. No dejaría que descansara demasiado bajo. Sí, él era un turista, y sí, según los 
informes, Singapur era laxo en la forma en que perseguía la actividad sexual gay, pero no tenía 
sentido arruinar sus vacaciones con tales problemas.
1 Frase que se refiere a cuando en la adolescencia duele algo, pero eso significa que estás creciendo.
2 Es el nombre que se le da a la sensación de haber estado en un lugar o visto algo de la misma formaen
algún momento anterior, pero no recordar dónde ni qué.
Y la próxima vez, definitivamente se aseguraría de que el lugar al que viajaba por placer 
fuera LGBT-friendly3 antes de comprar los boletos de avión.
Seth se mordió el labio con un brillo en los ojos. —Domenico Acerbi, —susurró, 
añadiendo a la lista de lujos que disfrutaba.
Domenico sonrió, incapaz de apartar la mirada de la atracción magnética de los ojos 
marrones de Seth, aunque una sombra se deslizó en su pecho cuando recordó las calles 
empedradas de su ciudad natal. —Parece que serás el único pedazo de hogar que podré tener.
Seth resopló. —Entonces será mejor que me aprecies.
—¿No te aprecio lo suficiente? —preguntó Dom, luchando contra el impulso de llevar la 
mano de Seth a sus labios.
—Lo haces, lo haces. Me cubres tanto de dulzura que me comerán las hormigas4.
Domenico contempló esto por un segundo. —Tuve un sueño recientemente. No te lo dije,
porque estabas fuera, y luego se me olvidó, pero fue uno de los buenos. Teníamos una hermosa 
casa antigua en el campo, todo un huerto de limoneros, y veíamos la puesta de sol juntos. Pero 
eso nunca va a suceder, porque ningún otro lugar huele a casa.
Seth tocó los dedos de Dom con su meñique. —Podríamos comprar una propiedad en el 
campo de todos modos. También sería por el bien de Angelica. Diferente no siempre es peor. Las
pistas sobre Trópico se han secado, por lo que no tiene sentido insistir en lo que podría haber 
sido.
Un ceño pasó por las facciones de Domenico. Santo no los aceptaría de nuevo en el redil 
si no cumplieran con su parte del trato. Era una causa perdida.
Colocó su copa vacía en una bandeja que sostenía un camarero que pasaba. —Tal vez 
regrese cuando sea tan viejo que ya no me importe si alguien me dispara en la cabeza.
Seth tomó otra copa de vino y habló cuando el camarero desapareció. —No digas eso. 
Teniendo en cuenta quiénes somos, deberíamos estar felices de estar vivos. Mark tiene un futuro 
brillante por delante, y Angelica también lo tendrá.
Domenico se mordió el labio. Había gastado miles de dólares en informantes, hackers, 
incluso se arriesgó a comprobar algunas de las pistas él mismo, pero Trópico seguía siendo tan 
escurridizo como un fantasma, y cada rastro que había dejado acababa como el borde de un 
precipicio en la nada.
En algún momento, Santo había dejado de preguntar sobre el progreso en ese frente, lo 
que solo profundizó el sentimiento de vergüenza de Domenico. Pero Seth tenía razón. No tenía 
sentido castigarse a sí mismo por algo que no podía controlar.
3 Que no tenga ningún tipo de ley contra las personas LGBT.
4 La frase que usa Seth es “spoil me rotten” que juega con las palabras “spoil” que es “echar a perder”, pero
también “consentir”, y “rotten” es “podrido”. Literalmente sería “Me consentirás hasta que me pudra”, pero decidí
este cambio tomando el aprecio de Domenico como algo dulce.
—No puedo dejar de pensar en cómo fallé en llevarnos a casa. No puedo mostrarles a mis
hijos dónde crecí y no puedo ver a mi madre.
—Lo sé. Incluso si pudiéramos ir solo una vez. Por un mes. Durante una semana. Visitar 
a los que son importantes para nosotros sin vigilar nuestras espaldas sería algo especial. ¿Quizás 
algún día Mark llevará a Angelica y le mostrará los alrededores?
—Habría ido si no te tuviera, —dijo Domenico, frotando brevemente el centro de la 
palma de la mano de Seth con las yemas de los dedos. La ternura lo hizo gravitar más cerca de 
una manera de la que no estaba seguro en este lugar desconocido.
Seth debió haberlo malinterpretado, porque desvió la mirada. —Pero me tienes.
—Lo sé. Y mientras te tenga a ti, no correré riesgos innecesarios. La familia está antes 
que todo lo demás.
Seth bebió su vino por un rato, pero finalmente se volvió hacia Dom, sus ojos cálidos 
como dos ollas del chocolate más dulce y delicioso. —Sí, pero nos mantenemos en forma, 
seguimos trabajando en nuestras habilidades de combate. Si es necesario, estoy listo. ¿Está bien?
El calor se encendió en el corazón de Domenico, como si Seth lo hubiera acariciado con 
sus manos amorosas. —Lo sé.
Una serie de tintineos resonaron en el aire, atrayendo la atención de todos hacia la entrada
donde el maestro de ceremonias que había anunciado a los cantantes anteriores estaba de pie con 
una copa de champán, que había golpeado con una cuchara diminuta.
—Damas y caballeros. Lamento mucho anunciar que el avión de Maria Cancio se retrasó,
por lo que llegará más tarde de lo esperado. El concierto se reanudará en media hora. Nos 
disculpamos sinceramente por las molestias.
El calor le hizo cosquillas en el cuello a Domenico. —Media hora. Tiempo suficiente.
Los labios de Seth se torcieron. —No puedo creerte.
—Soy pragmático. Y estoy muy sediento.
—¿Crees que soy tan fácil? —Seth se bebió el resto de su vino.
Dom no creía que Seth fuera fácil. Él lo sabía.
—También eres audaz, y podrías haber hecho que alguien importante se sintiera muy 
infeliz con tu comportamiento. Tan infeliz que posiblemente envíen a su guardaespaldas tras de 
ti —dijo Domenico, capturando la mirada de Seth mientras los escalofríos bailaban por toda su 
piel.
Las pupilas de Seth se dilataron como si hubiera esnifado una línea de cocaína. Picó el 
anzuelo.
—Será mejor que lo pierda5, —susurró, alejándose.
5 Se refiere al guardaespaldas que posiblemente lo esté siguiendo (en esta fantasía sexual).
Una sonrisa maliciosa tiró de los labios de Domenico mientras seguía la forma magnífica 
de Seth a través de la galería, hasta que desapareció en una de las puertas. Domenico optó por no
darle demasiada ventaja y lo siguió por el elegante pasillo que separaba la galería del bar. Se 
preguntó si Seth le pondría las cosas difíciles, pero no, su esposo era fácil de identificar mientras 
caminaba por la alfombra roja y movía las caderas un poco más de lo habitual. Qué 
calientapollas.
Sin ser molestados por ningún otro invitado o personal, dejaron atrás la fiesta una vez que
Seth pasó por la recepción, sus zapatos rechinaron contra el piso de mármol. La breve mirada 
que Seth lanzó sobre su hombro hizo que el corazón de Dom latiera más rápido, y se escondió 
detrás de una planta en una gran maceta, ansioso por reforzar la noción de que era un depredador
acechando a su presa elegida hasta que surgiera la oportunidad.
Seth se ajustó la chaqueta del traje, haciendo que se le pegara brevemente al trasero, y 
continuó por el pasillo antes de mirar por encima del hombro una vez más y atravesar una puerta,
como si recién entonces se hubiera dado cuenta de que lo seguían.
La sangre hervía a fuego lento en las venas de Domenico, y echó a correr. La entrada por 
la que pasó Seth estaba marcada como solo para el uso de personal autorizado, aunque a 
Domenico nunca le importaron esos detalles y bajó corriendo las escaleras básicas más allá. El 
olor a comida le hizo cosquillas en los sentidos, pero su mirada permaneció en los hombros 
vestidos de color burdeos, viéndolos desaparecer más allá de la curva del corredor.
El ruido de cubiertos y platos le dijo a Dom que estaban cerca de una cocina. Algo estaba
hirviendo más allá de la pared, y mientras Domenico seguía a Seth a través del laberinto 
subterráneo de pasillos blancos idénticos, vislumbró a un chef usando un wok6 en la cocina 
abierta. No esperó a que lo vieran y corrió, concentrándose en el ritmo familiar de los pasos de 
Seth cada vez que no podía verlo.
Su corazón latía rápido, estimulado por la emoción de la persecución hasta el punto en 
que ni siquiera le importaba recordar la salida. Necesitaba saciarse de la carne más tierna que 
jamás había probado, y una vez que eso sucediera, el mundo entero podría acabarse si fuera por 
él.
Empezó a trotar una vez que Seth se metió en una habitación justo al lado de un gran 
salón con algunas sillas vacías, y lo siguió adentro, solo se dio cuenta de que era un baño cuando 
se enfrentó a una fila de urinarios. Pero su miradase arrastró más adentro, a una pequeña 
habitación separada con varios cubículos.
Domenico se desabrochó la chaqueta, listo para la lucha. Estaban tan perfectamente 
alineados en estos asuntos. Domenico era una cerilla. Seth: la superficie áspera que 
6 El Wok es un tipo de sartén hondo, cóncavo y manejable, esto permite facilitar la técnica de cocción
conocida con el mismo nombre, wok.
proporcionaba la chispa y encendía su fuego. No importaba lo exhausto que estuviera Dom, Seth 
siempre encontraría una manera de excitarlo.
Agarró la última puerta de la fila y la abrió de un tirón, totalmente preparado para lidiar 
con el brazo que se balanceaba en su dirección. Empujó a Seth más profundamente en el 
cubículo y cerró la puerta con un pestillo de la vieja escuela antes de observar el pequeño pero 
limpio espacio. Esto era exactamente lo que necesitaban esta noche.
—Al Sr. Trópico no le gustó la forma en que le hablaste.
Las fosas nasales de Seth se ensancharon, y verlo ya emocionado fue aún más 
combustible para el fuego de Domenico. —¿Así que envió a su perrito faldero?
Domenico se enderezó, dando un paso más hacia el espacio personal de Seth. Amaba la 
forma en que los ojos de Seth ardían por él, y mantendría vivo ese fuego o moriría en el intento. 
—Mi jefe me dijo que te diera una lección de humildad.
Seth empujó el pecho de Dom. —Puedes decirle a tu jefe que se vaya a la mierda.
Alto, ancho de hombros, con un hermoso tono de piel oscuro, Seth era todo lo que Dom 
quería en un hombre, y ahora podría comérselo antes de un recital. ¿Podrían las cosas mejorar? 
El juego de fuerza que disfrutaban sacaba a relucir los instintos más primarios de Dom. Cada vez
que Seth lo rechazaba, Dom lo deseaba más.
—Bájate los pantalones, —dijo Dom, moviéndose para interponerse en el camino de Seth
cuando trató de salir.
—Tienes que estar bromeando. —Seth lo empujó tan fuerte que Dom golpeó la puerta, 
pero la excitación en su voz era inconfundible.
Dom había disfrutado siete años de una relación tumultuosa con este hombre volátil. 
Sabía exactamente a lo que se enfrentaba y, de alguna manera, Seth siempre tenía una forma de 
hacer que sus juegos se sintieran nuevos.
—Creo que no, —dijo y tiró del hombro de Seth, acercándolo lo suficiente como para 
enganchar su brazo alrededor del grueso y cálido cuello. Se quedó sin aliento cuando el intenso 
aroma de la loción para después del afeitado de Seth golpeó su nariz, y no pudo evitarlo. Lamió 
el costado de la oreja de Seth y se aseguró de que su amante supiera a qué se refería al mecer sus 
caderas contra el trasero de Seth.
—Pervertido, —se quejó Seth, pero su lucha fue solo para dar un espectáculo. Conocía 
las técnicas para escapar de los estrangulamientos, y ninguna de ellas involucraba frotar su 
trasero contra la entrepierna de Dom.
La necesidad de sentir el vello corporal de Seth contra su palma se estaba volviendo 
imposible de ignorar, y Domenico aprovechó al máximo su posición empujando a Seth hacia 
adelante y forzando sus pies a ambos lados del inodoro cerrado.
—Sí, lo soy. ¿Alguna vez te han metido una polla en el culo, bastardo arrogante? 
¿Alguna vez alguien te puso en tu lugar de esa manera? —preguntó y, incapaz de resistir más la 
tentación, lamió el sudor de la nuca de Seth. Era salado, con un regusto a colonia, pero tan 
delicioso que deseaba que este aroma le diera sabor a cada uno de los vinos que probaba.
El temblor en los hombros de Seth era el cumplido que anhelaba. Volvió a mirar a Dom 
con los párpados bajos, manteniéndose firme con las manos en las baldosas frente a él. —Por 
supuesto que no, —se quejó Seth, jugando tan fácilmente con la fantasía que era la hierba gatera 
de Domenico.
No importa cuán duros hayan sido los comienzos de su relación, Domenico nunca 
olvidaría la vulnerabilidad en los ojos de Seth cuando tomó su polla por primera vez. A partir de 
ese momento, Seth fue suyo, reclamado para siempre, para bien y para mal.
Agarró el cabello de Seth y lo hizo inclinarse hacia adelante, hasta que una de sus 
mejillas quedó plana contra las baldosas blancas. —La tendrás esta noche. Eso te enseñará cómo 
tratar a tus superiores. Quédate donde debías la próxima vez —dijo, dándole una fuerte nalgada a
través de los pantalones de Seth.
Le encantaba ver las nalgas de Seth tensarse, la satisfacción aumentó en él cuando notó 
que las piernas de Seth se acercaban pero no podían tocar la taza del inodoro. Dom era el único 
hombre que llegaría a saborear a Seth de esta manera, y ese pensamiento hizo que su polla se 
pusiera firme sin importar cuántas veces hubieran tenido sexo.
—Estás loco, —susurró Seth—. Reportaré esto.
Domenico sonrió y llevó su mano al abdomen de Seth, desabrochándole el cinturón sin 
prisa. —Adelante, traeré amigos la próxima vez. Pero primero te volveré obediente y aflojaré tu 
culo para ellos —dijo, dejando que su mente volara libremente. Nunca se había involucrado en 
ese tipo de sexo grupal, pero de todos modos disfrutaba de la fantasía.
Eso calló la personalidad agresiva de Seth.
—Yo… yo no quise ser grosero con tu jefe, —murmuró, mirando a Dom con esos ojos 
suplicantes. Si hubieran tenido más tiempo, Dom habría hecho que Seth se la chupara primero, 
pero esta iba a ser una follada rápida y dura que los dejaría a ambos satisfechos hasta que se 
acomodaran para pasar la noche en el elegante ático que Dom había alquilado para su estadía en 
Singapur.
—No lo serás la próxima vez, —dijo Dom antes de morder la cálida carne justo encima 
del cuello de Seth. Su amante se puso rígido, pero Domenico no perdió el tiempo y le bajó los 
pantalones, dejando al descubierto ese culo perfectamente redondeado.
Todo suyo. Para siempre.
Seth era más delgado y más musculoso hoy en día, pero sus nalgas mantenían la forma 
que Dom adoraba. Ver su polla desaparecer entre esos globos una y otra vez sería pura felicidad.
Ver los pies de Seth separados a la fuerza por el inodoro fue una excitación inesperada, y 
Dom agregaría esa imagen a su colección mental de perversiones. Y quién sabía, tal vez había 
espacio para una barra separadora7 en su modesta colección de juguetes sexuales.
—Sé amable, por favor, —se quejó Seth, cambiando su peso de un pie al otro. Impaciente
y cachondo. Justo como le gustaba a Dom.
—No mereces amabilidad —siseó Domenico, bajándose la cremallera. Su cerebro estaba 
en una sola pista en este punto, sus centros de placer listos para explotar en el momento en que se
sumergiera.
Seth se apoyó contra la pared, respirando aceleradamente. Excitarlo así era la mitad de la 
diversión. Al bastardo pervertido le encantaba tomar la polla de Dom y provocar que Dom se la 
diera fuerte y rápido.
Ya ni siquiera estaba peleando con Dom, demasiado excitado para preocuparse por el 
juego de roles cuando su culo apretado estaba obscenamente expuesto entre una espalda vestida 
y pantalones bajados. Una vista tan tentadora que Domenico casi se olvidó de aplicar lubricante, 
pero una vez que se dio cuenta de su error, sacó el paquete de un solo uso y lo abrió con los 
dientes tan rápido que parte de él salpicó la pared y la parte trasera de la chaqueta de Seth.
—Voy a llenarte de mi semen. Quién sabe, tal vez vuelvas por más.
—Puto bastardo arrogante, —se quejó Seth, pero el sonido se convirtió en un gemido 
cuando Dom empujó su polla resbaladiza entre las nalgas de Seth y presionó la cabeza de su 
polla contra el agujero que le daba la bienvenida.
Dom deslizó su otra mano debajo de la camisa de Seth y gimió profundamente cuando 
los ásperos vellos se arrastraron entre sus dedos. —No creo que esta sea tu primera vez en 
absoluto, —se rió entre dientes cuando la calidez apretada lo aceptó dentro—. Creo que tomas 
una polla regularmente.
—Que te follen, —murmuró Seth, exponiendo más de su cuello a la boca de Dom.
—No. Tú eres el que está siendo follado por el culo, —siseó Dom antes de tocar fondo en
un solo empujón. Su amante emitióun gemido entrecortado y se quedó inmóvil, apoyado contra 
la pared y tan a su merced que Domenico se tomó su tiempo para darse un festín con el cuello 
expuesto, lamiendo a lo largo de la arteria que respondía con un latido furioso. El apretado agarre
que el cuerpo de Seth tenía sobre Dom era como una aspiradora que lo mantenía en su lugar, 
pero esto no era suficiente, así que sacó su polla completamente y luego la volvió a clavar.
Los sonidos ahogados que hizo Seth demostraron que se estaba mordiendo los labios para
permanecer callado, pero Dom vio gemidos de éxtasis en cada escalofrío de los músculos del 
estómago de Seth, la forma en que deslizó las manos arriba y abajo de las baldosas y se puso de 
puntillas.
7 Se refiere a una barra que se coloca en ambos pies para impedir que se junten.
—Hostia puta, —susurró Seth cuando Dom lo embistió con su polla de nuevo.
Nada superaba el poder que tenía sobre Seth cuando follaba de esta manera. Eran 
compañeros de vida. Esposos. Iguales. Y, sin embargo, Seth podía ser tan dócil para él, tan 
sumiso a pesar de ser un gran hijo de puta malvado por sí mismo. Dom nunca hubiera elegido un 
dulce ratón doméstico en lugar de él. Ni en un millón de años.
Seth era su hombre perfecto, la otra cara de su moneda.
—¿Debería ser más amable? —bromeó, antes de pellizcar el trasero de Seth y hacerlo 
gemir. Aceleró sin esperar una respuesta, su polla arrastrándose sobre la próstata de Seth una y 
otra vez.
—Joder. Ahí. Justo ahí, —gimió Seth, ya sin preocuparse por su personalidad. Cada vez 
que las caderas de Dom golpeaban el trasero redondo, Seth se arqueaba hacia él, ofreciendo su 
cuerpo para ser follar y frotando su nuca contra la nariz de Domenico.
No importaba que estuvieran en algún mugriento baño del personal, porque Seth olía 
como el espíritu de la seducción, y tener tanto hombre en sus brazos estaba haciendo que las 
bolas de Dom dolieran con la necesidad de llenar su trasero.
Sus labios se arquearon y agarró la polla de Seth con fuerza, temblando cuando los 
músculos del esfínter de su amante se tensaron alrededor de él en respuesta, ordeñando a Dom 
por semen fresco. —Cuando quieras, sucia zorra.
Seth ni siquiera tenía la capacidad cerebral para una respuesta y, en cambio, gimió, 
porque cuando Dom pasó el pulgar sobre la cabeza suave de la polla de Seth, latía, liberando 
semen. Se estremeció en los brazos de Dom, y eso era delicioso en sí mismo, pero la forma en 
que chupó la polla de Dom con su cuerpo palpitante y caliente fue pura felicidad orgásmica.
Era cierto que Seth era un cabrón ansioso y cachondo. Pero él era solo de Dom, y estaría 
goteando el semen de Dom en cualquier momento.
Domenico apretó sus brazos alrededor del cuerpo musculoso de su amante y lo folló con 
golpes rápidos. Sus bolas se tensaron, su polla latía, y cuando se corrió, el aroma de los limones 
en el huerto que un día serían suyos llenó su nariz. Era tan tangible como la realidad mundana de
dónde estaban en realidad.
—Oh, joder... sí, te sientes tan jodidamente bien.
Seth todavía jadeaba contra la pared, pero deslizó su mano hacia la de Dom debajo de la 
camisa, entrelazando suavemente sus dedos sudorosos. —Me encanta cuando tu polla palpita en 
mí así.
Las rodillas de Domenico se sentían débiles, pero tenía la sólida forma de Seth para 
confiar y la aprovechó al máximo. —Me encanta lo caliente que estás alrededor de mi polla, —
susurró, presionando varios besos en el hombro de Seth—. Nunca me siento tan bien como 
cuando estoy dentro de ti.
—Serán unas vacaciones para follar como conejos, —dijo Seth, y Dom no tuvo que verle 
la cara para saber que estaba sonriendo.
—¿Tal vez deberíamos tomarnos libre el día de mañana entonces? Permanecer desnudos 
todo el día y hacer lo que queramos, —susurró Domenico, saliéndose de Seth cuando su polla se 
volvió demasiado blanda. Quería vestirse, pero el trasero redondo de Seth era demasiada 
tentación, así que se inclinó y besó la parte superior de una nalga.
Seth miró por encima del hombro, el sudor brillando en su rostro sonrojado. —Sí. Las 
visitas turísticas pueden esperar un día. —Respiró hondo varias veces y comenzó a limpiarse 
cuando la puerta de los baños se cerró de golpe contra la pared—. Al menos no fue cuando 
todavía estábamos follando, —le susurró al oído de Dom.
—¡No puedo soportar más a este gilipollas! ¿Es tan difícil ser amable de vez en cuando? 
—dijo una joven con un pronunciado acento británico.
Otra voz femenina, de tono más bajo, dejó escapar un suspiro. —Te acostumbrarás. Es la 
belleza del trabajo de servicio. Hay muchos imbéciles por ahí, pero todo se trata de las propinas, 
cariño. Algunas de estas personas son tan increíblemente ricas que recibirás la paga de un mes si 
están de humor.
Domenico miró a Seth con el ceño fruncido. ¿Habían entrado al baño equivocado, o 
estaban las dos mujeres en un lugar al que ellos no pertenecían? De cualquier manera, optó por 
esperar hasta que terminara la pequeña diatriba.
—¡Oh, Dios mío! Sí, —la otra chica habló de nuevo—. Sólo desearía no tener que 
soportar a los idiotas. ¿Ese Trópico? Específicamente le dije que la cabina de arriba es solo para 
dos personas, pero no, necesita tener tres guardaespaldas con él. ¿Qué carajo? ¿Cómo es que mi 
trabaj…?
Continuó, pero el cerebro de Domenico se estancó, concentrado en un solo nombre que se
propagó por su cerebro como pólvora.
Trópico.
Cuando se volvió para mirar a Seth a los ojos, podría jurar que estaba mirando un espejo 
de sus propios pensamientos.
 
Capítulo 2 - Seth
La cabeza de Seth dio un ruido sordo como si alguien tallara la palabra Trópico en un 
bate de béisbol y luego lo golpeara con él.
¿Cómo?
¿Cómo, después de todos estos años de búsqueda, se toparon con el alias de este hombre 
cuando habían renunciado a encontrarlo? El pánico que inesperadamente se apoderó del cuerpo 
de Seth apretó sus dedos en su garganta y no le permitió emitir ningún sonido.
Seguramente, eran muchas las personas que iban como 'Trópico'. Seth lo sabía, porque 
Domenico había comprobado varias de ellas, pero ¿y si no se trataba de una similitud 
coincidente? ¿Y si el hombre que había hecho secuestrar a Seth por la Tríada8 y había sido el 
desencadenante de su miseria, la razón por la que no pudieron regresar a Italia, estaba en el 
mismo hotel en Singapur? Era una conclusión tan descabellada que bordeaba lo increíble. Pero 
no era imposible.
Seth no necesitaba preguntar para saber que Domenico seguiría esta pista.
Si realmente era él, ¿entonces qué? Habían decidido no perseguirlo más y seguir 
adelante.
¿Por qué no los dejaría en paz?
Domenico se giró para mirarlo, con los ojos muy abiertos por el reconocimiento, la 
mandíbula ya dibujando una mueca que presagiaba una tormenta de proporciones épicas, una que
Seth no podría evitar.
Su mano elegante y bronceada tocó el pestillo, listo para saltar del cubículo y agarrar a 
las mujeres para interrogarlas, pero mientras el corazón de Seth contaba fracciones de segundo, 
el personal del hotel se fue. El silencio sordo en la habitación ya lo devoraba.
8 Eventos del Libro 1.
—Está aquí, —dijo Domenico en una voz extrañamente baja, como si temiera que su 
adversario pudiera escucharlos de alguna manera desde el sótano.
En un instante, Domenico dejó de ser el hombre elegante con traje y corbata negra 
delgada y se convirtió en un depredador al acecho. Seth conocía esa mirada en los ojos de 
Domenico. Hablaba de un hambre de venganza y sangre, y él no la había extrañado.
—No sabemos si realmente es él.
Sus palabras dejaron una onda en la superficie de la atención de Domenico, pero Dom 
negó con la cabeza después de un momento de pausa. —No lo mataré si no lo es.
Seth agarró la mano de Dom. —Tenemos que ser razonables sobre esto, Dom. Ni siquiera
tenemos armas encima. No estamos preparados para lidiar con esto.
Los ojos de Domenico ya pasaron del cobre al acero, tan afilados y tan oscurosque Seth 
temió que pudiera terminar cortado accidentalmente. —Tendremos armas. Conozco gente. Pero 
necesito ver su rostro. Vamos a sacar a ese hijo de puta.
—Es solo… ¿por qué ahora? ¿Sabes lo que quiero decir? —Seth gimió y subió la 
cremallera de sus pantalones, luchando contra la creciente sensación de inquietud. Habían venido
aquí para disfrutar de un tiempo juntos, pero el peligro nunca había estado lejos. Los seguía en 
las sombras, solo para levantar la cabeza cuando menos se lo esperaban. Sus vacaciones sin 
preocupaciones terminaron, porque el nombre Trópico era como una bala en el aire, dirigiéndose 
hacia ellos, y una parte de Seth se preguntaba si sería posible simplemente esquivarla y olvidarse
de su misterioso némesis.
Domenico le frunció el ceño y se peinó el cabello desordenado en una cola de caballo. —
¿Tal vez se ha estado escondiendo aquí todo este tiempo? Singapur es perfecto para eso, lejos del
alcance de los Villani. Dios todavía nos está cuidando, —dijo con un brillo peligroso en los ojos.
—¿De verdad lo está? —Seth dijo cuando una amarga mueca tiró de sus labios—. 
¿Lanzándonos de nuevo al alquitrán hirviendo?
Los ojos de Domenico eran muy afilados cuando se encontraron con los de Seth. —¿Qué 
estás diciendo?
Seth se tragó su incomodidad, sintiendo el juicio en la voz de Dom. —¿Que tal vez esto 
no es algo bueno en absoluto? —Odiaba lo incierto que sonaba, pero la postura rígida de 
Domenico ya le decía lo que Dom pensaba de sus palabras.
—No dejaremos pasar esto, —dijo, pinchando el esternón de Seth con su dedo índice—. 
¿No quieres volver a casa?
Seth levantó las manos en señal de derrota. —Sí quiero, sí quiero.
¿Pero lo quería? ¿Era el pozo de serpientes en el que habían nacido realmente su hogar? 
No. Habían pasado siete años, y cuando Seth pensaba en su lugar en el mundo hoy en día, se 
imaginaba su lujoso penthouse en Argentina, Domenico mirándolo desde la terraza, caminando 
hacia el parque con Angelica, no el extenso viñedo y la propiedad de Villani donde ambos 
habían sufrido tanto.
Domenico exhaló por la nariz, agitado como un dragón a punto de lanzar fuego. —
Deshagámonos de esta sanguijuela, y dentro de una semana estaremos bebiendo vino local en 
casa, —dijo con voz áspera y abrió la puerta, acercándose al lavabo como si fuera un paso más 
en el camino para derramar la sangre de Trópico.
¿Pero aquí, de todos los lugares? En un hotel tan elegante como este tenía que haber 
cámaras, y aunque Dom normalmente tomaba todo en cuenta, Seth no podía contar ciegamente 
con ellas cuando su hombre estaba en tal estado de frenesí asesino. Lo había visto todo antes. 
Domenico siempre tenía confianza, ya sea que estuviera en lo correcto en su evaluación de una 
situación o no, y si Seth quería que estuvieran a salvo, necesitaba estar con Dom en cada paso del
camino. Seguiría a su hermoso esposo hasta los confines del mundo y cuidaría su espalda cuando
Domenico no pensara con claridad.
Cuando entró por primera vez en los pasillos del personal, Seth había estado tan 
concentrado en su juego que apenas había notado el color de las paredes, pero ahora, se enfocaba
en cada pequeño detalle. A la mitad de él le molestaba que reconociera el extintor de incendios 
como un arma potencial, o que la puerta de metal pudiera cerrarse de golpe en la cara de alguien.
No quería que esos instintos se activaran, pero podría no haber otra forma que dejarlos salir.
Los hombros de Domenico ya no tenían esa pendiente relajada que Seth había aprendido 
a disfrutar. Estaban firmes, rígidos, a punto de derribar a cualquiera que se interpusiera en su 
camino. Domenico pareció confundido por un momento cuando salieron del baño, pero luego 
ambos escucharon el distintivo acento británico de antes, y Domenico se giró hacia allí como un 
puma acechando a su presa. Ya no hizo preguntas y avanzó, esperando que Seth lo siguiera.
Reaccionar a las señales de Domenico era la segunda naturaleza de Seth, pero aún podía 
sentir que sus músculos se calcificaban. El peligro ya no era un concepto abstracto: tocaba a su 
puerta. Pero podrían alejarse en lugar de invitarlo a cenar como dos hombres que no tienen nada 
que perder. Estaba contento de que estuvieran aquí solos, y no tenía que preocuparse por la 
seguridad de Angelica. Pase lo que pase esta noche, su hija estaba a miles de millas de distancia 
del derramamiento de sangre.
Pero no importaba cuánto le molestara a Seth esta situación, estaría mintiendo si afirmara
que ver a Domenico entrar rápidamente a la cocina, como si perteneciera allí, no hizo cosquillas 
en el corazón amante de la adrenalina de Seth. Se había enamorado de Dom mucho antes de que 
pudieran haber soñado con una vida pacífica juntos, y este recordatorio de quién era su esposo 
bajo su elegante traje le dio a Seth un subidón que ni siquiera intentó combatir.
El personal estaba tan ocupado con sus tareas que apenas se dieron cuenta de que los 
extraños entraban en su espacio, pero el aroma de las hierbas, la carne a la parrilla, las verduras 
chisporroteando en aceite, era como una nube que confundió a Seth y lo hizo mirar a los 
cocineros con trajes blancos esparcidos por todas partes de la cocina más grande que jamás había
visto.
Su mirada se detuvo en una mujer, cuya única tarea parecía ser freír pescado. Era algo 
que había perfeccionado y podía repetir una y otra vez con confianza. Era un trabajo duro, pero 
Seth, que estaba a punto de ser arrastrado por tormentas inesperadas y seguir a su esposo hacia 
un tornado, anhelaba el consuelo de conocer tu lugar y propósito. Lo que para Domenico 
significaba 'volver a casa', para él sonaba más como ser desarraigado de nuevo.
El vello de su cuerpo se erizó cuando una mujer vestida con un traje pantalón amarillo se 
interpuso en el camino de Domenico, con la barbilla alta. —Señor, aquí no se permiten invitados,
—dijo, y en un momento horrible, Seth esperaba que Domenico la empujara fuera de su camino, 
directo a una olla llena de aceite hirviendo.
Pero Dom también sabía cómo levantar la barbilla. —¿No sabes quién soy?
Seth sonrió a modo de disculpa a espaldas de Dom, pero ella no lo toleraría.
—Me temo que tiene que salir de aquí de cualquier forma.
Seth ahora estaba seguro de que ella era una de las mujeres que habían escuchado en el 
baño, y Dom también tenía que saberlo, porque dio un paso más cerca, su cuerpo tan rígido que 
Seth vio que ella se estremecía en respuesta, aunque fuera brevemente.
—Soy parte del séquito del Sr. Trópico, y él me dijo que hablara con usted y solo con 
usted.
Juntó las manos y les ofreció una sonrisa cortés, pero Seth no tenía que ser un lector de 
mentes para notar cuán forzada fue la expresión. —¿Y qué es lo que puedo hacer por usted? ¿No 
hay suficiente champán? —Tenía que estar al límite de su ingenio para ser tan sarcástica con un 
invitado.
—El vino es francés. Él lo pidió italiano. Obtener el origen correcto no debería ser un 
proceso difícil, —dijo Domenico, y Seth notó que el personal de la cocina disminuía la velocidad
para escuchar el intercambio. Incluso vio una sonrisa en el rostro del cocinero, lo que significaba 
que la gerente no era popular.
—Por supuesto. ¿Cuántas botellas? —preguntó la señora del traje pantalón y se dirigió a 
una nevera para enfriar vino—. ¿Prefiere llevárselo con usted, o debo enviar a alguien?
La postura de Domenico se relajó un poco, algo que solo Seth podría notar después de 
conocer a su hombre durante tanto tiempo. Para todos los demás, Domenico seguiría siendo la 
imagen de una ira estoica, sin una fracción de duda o miedo en su actitud.
—El Sr. Trópico solicita la presencia de un sommelier9.
—Tendrá que esperar un tiempo entonces.
9 Encargado de la cava y de la selección y presentación de vinos en un restaurante.
Seth se acercó con el ceño fruncido. —Solo consigue a quien tengas a mano. ¿Parecemos 
camareros?
La mujer lo miró con los labios fruncidos durante un totalde cinco insoportables 
segundos, pero luego sacó dos botellas de vino y chasqueó los dedos hacia una mujer joven con 
un elegante uniforme marrón. —Lucy, por favor, lleva esto al puesto cinco.
La mesera, o cualquiera que sea el título de su trabajo, les ofreció una sonrisa rígida. Era 
muy joven y aún no dominaba el arte de ocultar lo que sentía por los clientes. —Por supuesto, —
respondió ella con un prístino acento británico. Parecía que el gerente tenía la intención de hacer 
que la joven trabajara con el cliente más odiado una vez más.
—Síganme, caballeros, —les dijo entonces, pero Seth apenas la escuchó por encima de 
los latidos de su corazón.
Este truco podría salir muy, muy mal rápidamente. Confiaba en las habilidades de 
Domenico, pero también sabía que su hombre era impulsivo cuando las cosas se volvían 
personales. Cada vez que eso sucedía, su suerte era una moneda al aire.
Mientras subían las escaleras, Seth notó cada pequeño detalle en la postura de Dom. La 
forma en que apretó los puños, o su manera de caminar detrás de la camarera, ese medio 
centímetro demasiado cerca, hablaban de su impaciencia, y eso a su vez era lo último que Seth 
quería ver. Dom no estaba pensando fríamente sobre esto en absoluto.
Si el Sr. Trópico, su Sr. Trópico, realmente estuviera en Singapur, ¿sería tan difícil 
encontrarlo en un momento más conveniente? Dom mismo dijo que encontraría la manera de que
consiguieran armas. Podrían encontrar a este tipo a través de cualquier contacto que Dom tuviera
y alejarse de las personas y las cámaras. Necesitaban mantener la cabeza fría y planificar, no 
tratar de apuñalar a un león con un lápiz.
Pero Seth no podía decir esto, nada de esto, con la chica presente, así que se concentró en
la espalda de su esposo mientras atravesaban la concurrida cocina y luego subían por una 
escalera diferente que conducía a un corredor justo al lado de la galería. Ahora estaba vacío, y el 
sonido de una soprano que venía del auditorio significaba que la artista estrella ya había llegado.
Los dedos de Dom temblaron, y miró brevemente hacia las puertas cerradas, como si 
anhelara la relajación de escuchar música clásica con una copa de vino en la mano, pero 
cualquier vacilación que pudiera haber tenido se evaporó cuando llegaron a otra escalera cubierta
por una espesa alfombra roja y comenzaron una caminata enérgica hacia arriba.
Domenico tocó la espalda de la mesera, haciéndola girar con un profundo rubor en su 
rostro. Estaba a punto de explotar, pero Domenico habló antes de que pudiera avergonzarse.
—Nosotros lo llevaremos desde aquí.
—P-pero… —se calló, mirando a Domenico—. No hay problema, señor, —dijo ella al 
final, le pasó las botellas y giró sobre sus talones, murmurando algo entre dientes.
Domenico reanudó su camino hacia otro tramo de escaleras con aún más determinación, 
y los nervios de Seth estallaron.
—¿Qué estás haciendo? Sabemos dónde está ahora. También podríamos esperar afuera.
En su mente, Seth ya podía ver a Domenico rompiendo el cuello de Trópico sobre una 
habitación llena de gente, los gritos de horror, la persecución a través de una ciudad desconocida,
y luego, Domenico finalmente siendo arrestado y pasando el resto de su vida en prisión, solo 
porque no podía controlar su impaciencia.
Tal vez Seth no estaba tan entusiasmado con regresar a Italia como Dom, pero eso le 
permitió dar un paso atrás y reconocer el riesgo involucrado en este loco truco. Domenico 
siempre tenía esa confianza eterna sobre él. Era algo que atraía a Seth hacia él como hierba 
gatera, pero tan útil como era en la mayoría de las situaciones, también creaba un punto ciego 
que los había arrastrado a problemas innecesarios más de una vez.
Seth amaba a Dom y quería que fuera feliz. Y en este momento, la única forma en que 
podía lograrlo era deteniéndolo.
—Estoy hablando contigo, —dijo Seth en voz baja y tiró del brazo de Dom. No podía 
creer que habían vuelto a esta persecución inútil. En sus vacaciones, justo después de tener sexo. 
Pero sobre todo, no podía creer que después de todo este tiempo, después de tantas duras 
lecciones que los dejaron a ambos con cicatrices, Dom todavía estaba dispuesto a ser tan 
imprudente cuando tenía una familia que considerar.
El cuerpo de Domenico estaba tan rígido que cambiar su dirección era como tratar de 
girar alrededor de un tronco de madera, pero finalmente se enfrentó a Seth, con ojos duros en la 
cara de mármol. —Está justo aquí. Podría entrar allí y romperle el cuello. Nadie se daría cuenta 
—susurró, con ambas manos apretadas sobre las botellas de vino, como si tuviera la intención de 
usarlas como bates de béisbol.
El corazón de Seth galopó cuando se encontró con la mirada resuelta de Domenico que lo
atravesó. Era como si su mente estuviera tan abrumada con visiones de asesinatos que no hubiera
lugar para evaluar las palabras de Seth.
—Solo sus tres guardaespaldas, —dijo Seth, pero cuando Dom comenzó a subir las 
escaleras de nuevo, Seth lo siguió.
El techo del segundo piso era mucho más bajo, con menos adornos, lo que hacía que los 
detectores de humo de plástico fueran demasiado obvios en contraste con el yeso blanco como la 
nieve. Las paredes eran de la misma piedra caliza elegante que en el auditorio, pero la decoración
era mucho más escasa, aunque todavía de buen gusto. Cuando Domenico detuvo a Seth pensó 
que tal vez reconsideraba sus acciones ante la escena, pero Dom solo se detuvo para dejar las dos
botellas de vino en el suelo. Él había hecho su elección.
La voz de la cantante era mucho más fuerte aquí arriba, como si estuviera detrás de una 
gruesa cortina en lugar de detrás de una pared, algo que Seth entendió cuando caminaron por el 
pasillo y vieron una fila de entradas oscurecidas por grueso terciopelo. El sudor comenzó a 
acumularse en su espalda. La hermosa soprano ya no le producía placer, su chillido reforzaba la 
sensación de peligro inminente.
Si Domenico irrumpía imprudentemente en la cabina, era casi imposible que los 
espectadores no lo vieran desde los asientos privados del auditorio. Los dos volverían a 
convertirse en fugitivos, su vida feliz arruinada, sus hijos empujados por la garganta del peligro. 
¿Y para qué? Un solo momento de satisfacción, porque si la cara de Dom aparecía en el radar de 
la Interpol, no había manera de que pudiera viajar de regreso a Europa de todos modos.
Dom ni siquiera se molestó en responderle a Seth sobre los guardaespaldas, lo que solo 
podía significar que planeaba encargarse de todos ellos. Aunque en este punto, Seth dudaba que 
el plan fuera más allá de romperle el cuello a Trópico y salir corriendo. Más tarde, cientos de 
personas podrían reconocerlos a partir de las imágenes de las cámaras de seguridad. Los dos 
italianos, uno con chaqueta burdeos, el otro con el pelo largo.
Estarían jodidos.
Frenético por la preocupación, Seth miró al techo y, mientras Dom avanzaba a un ritmo 
cada vez mayor, se quedó atrás. No le quedaba tiempo para pensar, así que hizo lo primero que 
se le ocurrió. Sacó su encendedor, se puso de puntillas y encendió el fuego justo debajo del 
detector de humo.
Y… no pasó nada.
El corazón de Seth latía con furia mientras observaba a Dom arrastrarse hacia la cabina 
número cinco, con los hombros bajos, concentrado como si sus vidas dependieran de la muerte 
de Trópico, no de alejarse lo más posible del peligro. Los pulmones de Seth se contrajeron con 
desesperación, pero justo cuando la mano de Dom rozó la cortina roja, y Seth estaba a punto de 
perder la esperanza, la alarma contra incendios sonó tan fuerte que su tímpano podría haberse 
roto.
Aturdido por la proximidad del ruido, se las arregló para tropezar hacia adelante y agarrar
la mano de Domenico, arrastrándolo por el pasillo y alejándolo de Trópico. Dom se dio la vuelta 
y se dejó guiar, pero su mirada permaneció fija en la cortina que contenía el secreto que habían 
estado esperando descubrir durantetantos años.
Seth se estremeció cuando la cortina más cercana a ellos se abrió y un grupo de personas 
salió, encabezado por una anciana con un vestido de seda lleno de cristales.
La gente salía a raudales de cada cabina al ritmo del grito frenético de la alarma contra 
incendios, pero cuando Seth se fue con la multitud, con la intención de dejar atrás el peligro real, 
Dom se detuvo como si sus pies se convirtieran en uno con el suelo.
—Necesito ver su cara, —susurró Dom con los dientes apretados.
Seth fingió rascarse la frente para oscurecer su rostro. —¿Qué pasa si él nos ve primero?
—Déjalo. Le haremos saber al hijo de puta que es un hombre muerto andando.
Seth frunció el ceño ante la crueldad en la voz de Dom, pero no tenía sentido discutir 
cuando Dom se ponía así.
Cuando sucedió lo inevitable, Seth se congeló.
Su corazón estaba en su garganta cuando la cortina se abrió, pero fue un guardaespaldas 
alto quien salió primero de la cabina cinco. Un hombre mayor tropezó con Seth y oscureció su 
visión, robándoles un vistazo a su escurridizo objetivo antes de alejarse, rodeado de 
guardaespaldas. Seth vio la parte superior de una cabeza gris detrás de la pared de cuerpos altos y
fornidos de los hombres que supuso eran la seguridad personal de Trópico, pero no había visto su
cara.
—¿Lo viste? —le preguntó a Dom, apoyándose contra la pared para evitar ser empujado 
de nuevo.
El ceño fruncido con dientes en el rostro de su hombre le dijo a Seth todo lo que quería 
saber. —Vi cosas sobre sus guardias, —siseó Dom, empujando a través de la multitud que 
gravitaba hacia la escalera—. La mayoría de ellos parecían del sur de Europa. Esa es otra pista. 
Debe ser nuestro hombre.
—¿Alguien que hayas reconocido? —preguntó Seth, agarrando la mano de Dom, porque 
nadie podía ver eso en una multitud tan densa.
Dom negó con la cabeza, su frente llena de arrugas de concentración. —No, pero iban 
muy rápido. No creo que se queden hasta que todo esto pase. Tenemos que alcanzarlos, o estarán
fuera de nuestras manos.
El estómago de Seth se revolvió. En su mente, ya veía a Dom romperle el cuello a 
Trópico en la calle, su cara en todos los canales de noticias. —No puedes hacerlo en la calle. 
Piensa en mi. ¡En Angelica! —dijo, luchando por mantener su voz baja mientras seguía a Dom, 
quien groseramente se abrió paso entre la gente, ignorando los gritos de enojo y las miradas 
cortésmente agravadas.
Dom rechinó los dientes con tanta fuerza que Seth los habría oído crujir si no fuera por la 
alarma. —Bien. Pero necesito ver su rostro, o al menos su auto.
Seth habría mentido si hubiera afirmado que no estaba desesperado por descubrir quién 
los quería muertos hace tantos años. Su enemigo, alguien que había enviado a Dana tras ellos, 
que había dado su dirección a los miembros de la Tríada en busca de venganza y que había 
tenido un arreglo con Vincenzo.
Cualesquiera que hayan sido las razones de Trópico para cazarlos en el pasado, ahora los 
creía muertos. A Seth le revolvió el estómago pensar que todo lo que se necesitaría sería que el 
bastardo viera su rostro o el de Dom para reducir su cobertura a cenizas.
La seguridad de Angelica se vería comprometida. Porque Seth no tenía ninguna duda de 
que un hombre como Trópico usaría cualquier ventaja que pudiera tener en sus manos para 
acabar con ellos.
Salieron del edificio y se adentraron en la densa multitud de abajo, pero Seth logró ver al 
grupo de guardaespaldas de Trópico. Uno de los hombres ya estaba abriendo la puerta de un 
automóvil estacionado justo en frente de los grandes escalones que conducían al hotel.
Se le cortó la respiración cuando el hombre de cabello gris pasó entre los guardaespaldas 
altos y viriles, pero tan pronto como se agachó y desapareció detrás de las ventanas polarizadas, 
se hizo evidente que sus intentos por detectarlo habían sido en vano.
La alarma seguía sonando como una burla por su ineptitud, pero con la mayoría de los 
elegantes invitados congregados fuera del edificio para volver pronto a entrar, moverse hacia el 
auto se volvió cada vez más difícil.
Frustrado, Seth miró a su alrededor, solo para darse cuenta de que Dom no estaba y un 
profundo escalofrío recorrió sus piernas.
Inmediatamente miró hacia el BMW de Trópico, y allí estaba Domenico, agachado en la 
acera justo cuando el auto se alejaba. Seth sabía a ciencia cierta que Dom no llevaba explosivos 
encima, entonces, ¿qué diablos estaba haciendo?
Seth se abrió paso a través de un grupo de mujeres jóvenes, jadeando por aire cuando 
finalmente alcanzó a Dom, quien ya estaba levantado el brazo y haciendo señas a un taxi.
—¿Qué estás haciendo? —Seth se atragantó.
El triunfo brilló en los hermosos ojos de Domenico, que habían recuperado algo de su 
calor junto con la agudeza de un hombre a punto de matar.
—Vamos a rastrear al bastardo. Ya es hombre muerto.
Domenico empujó a Seth al taxi, y Seth solo pudo echar un vistazo más al hotel antes de 
que se pusieran en marcha. Sus vacaciones habían terminado.
 
Capítulo 3 - Domenico
El taxi aceleró cuando Domenico se inclinó hacia delante entre los dos asientos 
delanteros hasta que el conductor le apretó las manos en el volante. La brillante carrocería de la 
limusina negra de Trópico reflejaba las luces del centro de Singapur. Su conductor no se dio 
cuenta de que se trataba de una persecución. Cambió de carril, sin intentar perderse de vista ni 
salir corriendo. Era un antílope que caminaba tranquilamente alrededor del pozo de agua 
mientras la pantera se acercaba sigilosamente, ya hambrienta de sangre fresca.
Hace unos minutos en el hotel, acercarse al coche y colocar el rastreador sin que lo vieran
parecía imposible, pero se las arregló. Hubo momentos en los que el estricto régimen de 
entrenamiento que aún seguía se sintió como una tarea destinada solo a la vanidad. Tomó una 
cantidad excesiva de tiempo, considerando que no necesitaba tanta fuerza y agilidad para acechar
a Seth, un hombre que quería ser atrapado, pero en ese momento de vacilación, confiar en el 
instinto bien ejercitado había sido el boleto dorado de Dom.
En la limusina con ventanas oscuras estaba sentado el hombre cuya existencia Domenico 
consideraba su fracaso personal. Podía disfrazarlo con palabras bonitas, fingir que ya no le 
molestaba la búsqueda infructuosa, pero la verdad era que le encantaba ganar, y seguiría siendo 
un perdedor hasta que le ofreciera la cabeza de Trópico a Santo.
Y lo peor de todo, si no podía poner sus manos alrededor de la garganta de Trópico, su 
arma en la nuca del bastardo, toda su familia permanecería en el bando perdedor para siempre. Si
algún día fuera Trópico quien los encontrara por accidente, estarían jodidos. Esta era la 
oportunidad de Dom para asegurarse de que eso nunca sucediera.
—Paseles discreto, pero no los pierda, —le dijo Dom al conductor, notando la gota de 
sudor rodando por la sien del hombre. Seguramente esto no era algo habitual para él, por lo que 
Domenico abrió su billetera y arrojó dos billetes en el asiento del pasajero. Eso debería endulzar 
el trato.
Luego se recostó y le ofreció a Seth una amplia sonrisa. Había pasado mucho tiempo 
desde que su sangre zumbaba tan intensamente, la emoción pura de la persecución lo tentaba con
la recompensa al final de la fila, y vivía para ello. —Ya no falta mucho, —dijo, cambiando al 
italiano.
Seth gimió. —¿Que estamos haciendo?
Domenico se quedó inmóvil, pero a medida que pasaban los segundos, y observó la 
forma en que Seth estaba sentado con los codos apoyados sobre sus muslos, las manos 
entrelazadas, se le ocurrió que algo no estaba bien. Seth estaba tenso, o tal vez incluso asustado 
de que sus planes hubieran dado un giro diferente al que esperaba. Era fácil olvidar que había un 
lado suave escondido detrás del impresionante exterior de Seth, pero Dom estaba listo para estar 
allí para él y apretó su mano para tranquilizarlo.
—¿Qué quieres decir? Lo encontramos.Podemos eliminarlo, enviarle a Santo su tarjeta 
de crédito y oído, o lengua, y acabar con el exilio. Nos iremos a nuestro hogar.
Seth negó con la cabeza, su mirada se desvió de la de Dom. —¿Dónde esta nuestro 
hogar? ¿Es eso realmente lo que queremos? Todo está sucediendo tan rápido que no hemos 
tenido la oportunidad de hacer una pausa y pensar.
Domenico se quedó quieto, sus pensamientos apresurados se detuvieron abruptamente 
cuando la resistencia vino de esta fuente inesperada. Las luces de neón pasaron sobre las 
facciones de Seth mientras el auto se movía ágilmente por calles concurridas, pero todo lo que 
Domenico escuchó fue que Seth no quería regresar.
—¿Qué quieres decir? —preguntó al final, su cuerpo agotando rápidamente la energía.
Seth inhaló una profunda bocanada de aire. —No hemos estado allí durante siete años. 
No digo que no lo quiera, solo creo que debemos considerar nuestras opciones y elegir 
sabiamente lo que es mejor para nuestra familia. Tenemos mucho dinero y una buena vida en 
Argentina. ¿Por qué arriesgarlo todo? —Seth habló con cuidado, mirando a los ojos de 
Domenico y apretando su mano, pero su cercanía solo hizo que el taxi se sintiera mal ventilado.
El suave agarre fue como un puño, calentándose más con cada segundo hasta que el toque
quemó, y Domenico se sintió obligado a retirar su mano. Domenico cerró los ojos y se obligó a 
respirar profundamente, sofocando la ira, que floreció en su corazón a un ritmo alarmante.
—¿Y estás diciendo esto ahora? He estado esperando una oportunidad como esta, y lo 
sabes. ¿No creíste que podría llegar a él al final, así que no te molestaste en decírmelo? —
preguntó con tanta dureza que le dolió la garganta.
—Pensé que te habías rendido. No es que hayamos hablado mucho de eso en los últimos 
dos años.
—¡No había pistas! —Dom gritó tan inesperadamente que su grito asustó al conductor, 
quien se desvió brevemente de su curso, pero no estaba dispuesto a disculparse—. Nunca dejaré 
de buscar formas de volver a casa. Mi madre todavía está allí, y Federico la tiene. ¿O lo has 
olvidado?
La mirada en el rostro de Seth le dijo a Dom que sí, y eso dolía como sal arrojada sobre 
una herida abierta. Todo este tiempo, Dom había estado obsesionado por la perspectiva de volver
a Sicilia mientras que Seth había olvidado por qué lo necesitaban. O peor aún, ¿ya ni siquiera 
quería ir?
—Lo lamento. Lo sé. —Seth golpeó su cabeza contra la ventana y cruzó los brazos sobre 
su pecho—. Simplemente no puedo imaginar nuestra vida allí todavía. Todo lo que tenía para 
seguir eran brillantes fantasías de vino italiano, tardes alrededor de limoneros y navegar en un 
mar cristalino en un día soleado. Sabes que eso no será así cuando volvamos.
La realidad se coló en la parte posterior de la cabeza de Dom, pero asintió, exhalando 
varias veces para calmarse. Seth tenía razón. Aparte de tener que lidiar con Federico, había 
pensado principalmente en las cosas buenas, sus recuerdos de casa rodeados por una burbuja 
teñida de rosa que solo contenía recuerdos agradables, mientras que lo malo permanecía en las 
afueras de su mente, apenas allí. Regresar no sería un paseo por el parque, incluso sin Trópico.
—No, no lo será, —dijo, fijando su mirada en la parte trasera de la limusina de adelante.
—¿Estás de acuerdo con eso? Yo... estoy dispuesto a hacerlo, Dom, pero quiero 
asegurarme de que no nos precipitamos en esto por las razones equivocadas.
Domenico respiró hondo, desgarrado ahora que Seth le había recordado amargas 
verdades. Todos sabían que era gay después de su fuga. Muchos nuevos reclutas solo lo 
reconocerían como un traidor, su rostro sería familiar por historias e imágenes. El mundo al que 
volverían no era el mismo que habían dejado. —Podemos lidiar con Trópico y luego tomarnos 
nuestro tiempo para decidir qué queremos hacer a continuación.
—Sí, al menos vale la pena saber quién es. Incluso si no lo matamos, sería una carta bajo 
la manga.
La duda sobre la cooperación de Seth que había estado creciendo en el estómago de Dom 
se alivió. Seth estaría con él en cada paso del camino. Simplemente no estaba tan desesperado 
por obtener resultados rápidos como Dom, y tal vez eso no era algo malo.
Dom deslizó su mano sobre el asiento y la colocó sobre la de Seth, encontrando su 
mirada. —Tendremos nuestro pastel y nos lo comeremos. De alguna manera. Encontraré una 
manera.
Seth le sonrió. —¿Alguna suposición de quién es?
Pensamientos oscuros nublaron la mente de Dom, pero no eran del tipo desagradable, 
más como el aroma de la carne ahumada a punto de provocar su paladar. —Podría ser Federico.
—Simplemente no cuadra, ¿sabes? Los lugares son contradictorios. Como cuando 
tuvimos un rastro de Trópico en Sudamérica, por ejemplo, pero Santo nos aseguró que su padre 
no se había ido de casa en un mes. Siempre existe la posibilidad de que Santo nos haya estado 
engañando, que nos mantuvo cerca para que no se le escape nada de lo que sabemos.
Ahora bien, este era el tipo de pensamiento que Dom quería ver: Seth dejando atrás la 
preocupación y poniendo su mente en uso para su propósito compartido. Confiaba en Santo, pero
solo hasta cierto punto. La confianza absoluta estaba restringida a su propia familia.
—Sí. Algo no está del todo bien en esto. O tal vez Federico está usando un representante 
para quitarnos de en medio —dijo Dom, tragando saliva cuando la limusina giró hacia calles más
pequeñas con iluminación menos brillante. Dejaron atrás las tiendas de grandes marcas y 
entraron en un área llena de restaurantes locales y pequeñas tiendas.
—Tienes que decirme lo que realmente estás planeando. ¿Vamos a matar si alguno de 
nosotros tiene una oportunidad, o solo estamos explorando? —Los ojos de Seth se volvieron más
oscuros, mostrando un lado de su personalidad que Domenico no había visto por un tiempo.
Hace un tiempo en El Encanto, Seth había retrocedido a mantenerse alejado de cualquier 
acción, pero ahora parecía tener un nuevo tipo de vapor que alimentaba su mente, y la confianza 
que rezumaba de su cuerpo era una excitación inesperada que Domenico tendría que ignorar por 
ahora.
Seth no había visto tanta acción como él, y la idea de que Seth resultara herido era como 
una aguja clavada en su corazón palpitante. Pero eran compañeros, y Dom necesitaba depositar 
su confianza en la única persona que no dudaría en seguirlo a través del fuego.
—Depende de la situación, —dijo mientras su mirada se deslizaba sobre una prostituta 
callejera que se abrió la blusa demasiado para que fuera accidental—. Nada de riesgos 
innecesario, pero si podemos deshacernos de él sin ser vistos, mucho mejor.
Seth asintió, pero su mirada volvió a perderse.
—¿Estás seguro de que estás bien? —preguntó Domenico después de un momento de 
silencio.
Las patas de gallo superficiales junto a los ojos de Seth se hicieron más profundas cuando
sonrió, girando su rostro hacia las luces de neón. —Es extraño. Ni siquiera tengo miedo. Estoy 
listo para hacer lo que sea necesario.
Domenico sonrió, a punto de reconocerlo con elogios, pero la limusina de Trópico se 
detuvo a un lado de la carretera, justo en frente de un callejón angosto que empezaba con una 
tienda de teléfonos celulares usados.
—Para ahora. No demasiado cerca —le dijo al conductor bruscamente, sus instintos de 
cazador se activaron de inmediato.
La conversación con Seth lo había sacudido más de lo que esperaba. Dom nunca había 
cambiado de opinión sobre Trópico. Ese hijo de puta definitivamente tenía que irse, pero las 
visiones de su vida futura en Sicilia se estaban transformando de fantasías soleadas y oníricas a 
una realidad de polvo, edificios desmoronados cubiertos de grafitis y un día gris de invierno.
Seth tenía razón. Santo podría decirles a sus hombres que retrocedieran, pero eso no 
significaba que alguien más los quisiera de vuelta. ¿Quizás establecerse en otro lugar, lejos del 
alcance de la Familia, sería el términomedio tan necesario?
Pero el tiempo para pensamientos tan abstractos había terminado cuando uno de los 
guardaespaldas salió del vehículo negro y le abrió la puerta a su jefe. La sangre hirvió en las 
venas de Domenico con anticipación, pero aún era temprano, y entre el flujo constante de 
lugareños y turistas, la escurridiza figura pasó por el pequeño callejón sin ser vista por el 
enjambre de trajes negros y zapatos lustrados que lo seguían cada vez más desapareciendo de la 
vista. también.
Domenico pasó junto a Seth y abrió el auto en la acera, instantáneamente golpeado por 
olores de comida callejera picante. —Ataquemos cuando no lo espere.
Seth miró a su alrededor tan pronto como salieron del vehículo. —Al menos hay menos 
cámaras en esta área. Podría ser la razón por la que vinieron aquí en primer lugar.
Seth hacía una figura impresionante con su chaqueta burdeos cuando se unió a la 
multitud, pero su imponente estatura hizo que permanecer oculto fuera imposible.
Dom asintió pero no perdió tiempo y se abrió paso a través de un grupo de jóvenes 
turistas, quienes expresaron su molestia con un zumbido de voces. A la mierda con ellos, sin 
embargo. Si alguien se detenía en medio de una calle llena de gente o ocupaba todo el ancho de 
una acera moviéndose a paso de tortuga, un codazo en la cara era lo mejor que podía esperar.
Inhaló una vez que entró al callejón, lo que podría terminar siendo una trampa o una 
bendición disfrazada. Largo, colorido y brillante como el día con la luz blanca que salía de las 
tiendas ubicadas a ambos lados, y los letreros colgaban de la estructura similar a un techo, 
presentaba demasiados ojos y oídos para ser un lugar seguro para un asesinato.
Domenico no tenía ningún veneno sobre él, y no deseaba tanto la muerte de Trópico 
como para poner en peligro su bienestar y el de su familia. Por supuesto, su reacción inicial en el 
hotel había sido ir directamente a la garganta del bastardo, sin importarle las consecuencias, pero
el apoyo de Seth le dio espacio para respirar y pensar las cosas. Ya no era un niño, así que 
planearía sus acciones como un hombre.
Pero al mismo tiempo, la multitud de personas, los compradores fuera de las tiendas y el 
ruido constante del mercado ofrecían amplias oportunidades para el sigilo. Por lo que sabía, ni 
Trópico ni sus guardias se habían dado cuenta todavía de que los seguían, y el objetivo de 
Domenico era mantenerlos así hasta el último momento.
La emoción zumbaba en sus venas como en los viejos tiempos cuando aún no tenía una 
familia de la que preocuparse, aparte de su madre. Todos esos momentos en los que había 
acechado a sus objetivos destellaron en su mente con nueva intensidad, creando una extraña 
dicotomía, porque él era ese hombre y ya no lo era. Ese hombre había sido un lobo solitario, 
mientras ahora tenía una manada con él. Tener incluso a un miembro de él, Seth, a su lado 
significaba que si resultaba herido, no estaría solo con las consecuencias.
Se sorprendió por sus propios pensamientos cuando las palabras de Seth desde el taxi 
volvieron a su mente. ¿Valió la pena abrir esta vieja herida? El destino de su madre fue lo único 
que lo hizo considerar necesario cazar a Trópico, pero todos los demás aspectos de su posible 
regreso eran mucho más vagos. Vivir en Sicilia, estar rodeado de su lengua materna, las 
tradiciones que conocía y entendía, o incluso la pequeña idea con la que jugaba a veces, la de 
llegar a Sicilia como un rey que regresa para tomar su trono, eran cosas sin las que podía vivir 
siempre y cuando tuviera a su propia familia elegida con él.
Sin embargo, todavía podía pensar en esos problemas. Él y Seth podrían sopesar los pros 
y los contras en la privacidad del ático alquilado, pero una oportunidad como esta nunca se 
repetiría. Trópico moriría o se convertiría en un objetivo marcado. Esta noche.
Era imposible pasar por alto la pared de espaldas vestidas con trajes, como un avispón 
dentro de un nido de abejas, pero Domenico necesitaba más. Necesitaba ver el rostro del hombre 
cuyas acciones habían alterado el curso de su vida, y la comezón por mirar a los ojos de la 
serpiente se volvió tan insoportable como un dolor de muelas.
Sacó su teléfono celular y encendió la vista satelital del vecindario casi distraídamente. 
Sabiendo que Seth podía manejarse solo, que estaban aquí solos, sin Angelica, Griffith ni Mark 
de los que preocuparse, permitía a Dom cazar en paz. Recordó los callejones por los que podían 
huir, e incluso la moto que un hombre había dejado fuera de una tienda con la llave puesta.
Las cosas podrían complicarse una vez que Trópico muriera, porque sus guardaespaldas 
no dejarían que las cosas se desarrollaran. Un toque repentino en los dedos de Dom lo hizo 
estremecerse, pero luego se dio cuenta de que Seth le había pasado un gran cuchillo de cocina.
Por un segundo, Dom estaba tan confundido que en realidad apartó los ojos de su 
objetivo y miró a Seth, quien se humedeció los labios.
—Lo tomé de uno de los puestos cuando el cocinero no estaba mirando.
El calor se extendió por el pecho de Domenico, y le ofreció a Seth una sonrisa. No se 
había equivocado al confiar en él. Ni ahora. Ni nunca. —Bien hecho, —dijo, pero una mirada al 
mapa interactivo lo hizo acelerar hacia un pequeño callejón. Seth estaba justo detrás de él, sus 
pasos resonaban entre las paredes oscuras iluminadas solo por el teléfono de Domenico y una 
extraña lámpara que colgaba de una fachada.
Apestaba a orines y a verduras podridas, pero Domenico ya podía ver la enorme corriente
de personas que avanzaba rodando en luces brillantes, ignorantes de la persecución que se 
desarrollaba en las sombras.
Si llegaba a la arteria principal del mercado nocturno antes de Trópico, podría ver quién 
era el hombre y reagruparse.
—Los cortaremos aquí, —le gritó a Seth una vez que salieron del estrecho callejón hacia 
la concurrida zona peatonal, pero tenía que haber un retraso entre su teléfono y la realidad 
porque cuando se dio la vuelta, el grupo que contenía a Trópico en su centro como si fueran las 
joyas de la corona, estaba a un par de pasos de distancia. Lo suficientemente cerca para que 
finalmente vieran el rostro del hombre que los había perseguido sin piedad.
Sus ojos se encontraron y Domenico se quedó inmóvil con el cuchillo en la mano.
—¿Qué? —Seth susurró, igual de sorprendido.
Dino Villani. Vivo y coleando.
 
Capítulo 4 - Seth
El cerebro de Seth no podía calcular el hecho de que estaba mirando el rostro de su padre 
siete años después de su muerte. Su cráneo apretaba su cerebro con demasiada fuerza, su corazón
latía demasiado rápido.
Estaban en medio de la calle, frente a un fantasma, que parecía engañosamente real. Sólo 
había una manera de que fuera posible. Después de todo, él y Domenico también habían fingido 
sus propias muertes, pero ¿por qué papá habría hecho eso?
Donde habían sido acosados por la mafia, Dino había estado en la parte superior de la 
cadena alimentaria y había dejado que escoria como Vincenzo se hiciera cargo del trabajo de su 
vida. Preguntas y respuestas se enredaron en la mente de Seth en bucles interminables, creando 
una carretera llena de vehículos demasiado rápidos para que los alcanzara y abordara.
El Sr. Trópico, el hombre cuyas acciones casi acabaron con su vida y la de Domenico, el 
hombre que fue la razón por la que no podían regresar a Italia, el hombre que hizo girar la rueda 
de los acontecimientos que los hizo pasar por la picadora de carne, estaba justo frente a ellos. Era
el propio padre de Seth, que había regresado de más allá de la tumba.
¿Cómo?
¿Cómo?
Se enfrentaron en medio de la corriente rápida de turistas y lugareños, iluminados por 
luces de neón, con música pop china a todo volumen en la tienda cercana.
Era irreal, pero Seth no estaba soñando. Ningún sueño podría ser tan jodido.
Domenico levantando la mano fue la llamada de atención que Seth necesitaba.
El acerodestelló a la luz rosada de un neón que anunciaba un sex shop, y fue como si el 
tiempo se ralentizara. Los transeúntes aún no sabían lo que estaba pasando, comían su helado, 
charlaban, felizmente inconscientes de que la sangre estaba a punto de manchar el cemento bajo 
sus pies. Pero el rostro de Dino, desgastado por la edad hasta el punto en que era reconocible 
pero claramente no era el hombre que Seth había visto por última vez, se tensó, y los cinco 
hombres que crearon un muro a su alrededor buscaron debajo de sus chaquetas.
Seth tragó saliva, mareado por la conmoción. Dino seguía siendo su padre. Seth no había 
tenido tiempo de procesar nada de esto. ¿Y si fuera un malentendido de algún tipo? ¿Y si no 
tuvieran que hacer esto?
Actuó antes de que su cerebro pudiera tomar una decisión racional y apartó la mano de 
Dom justo cuando estaba a punto de lanzar el enorme cuchillo y enviar a Dino de vuelta al 
inframundo.
Dom tropezó. El cuchillo repiqueteó contra el asfalto. Se sacaron armas.
La gente gritó.
Pero todo lo que Seth podía ver era el rostro de Domenico retorciéndose de rabia. —¿Qué
co-
Su voz murió cuando uno de los hombres de Dino balanceó algo sobre la cabeza de Dom.
Los ojos color ámbar de Dom se agrandaron, trató de agarrar el garrote, pero fue demasiado 
lento, y el matón alto lo tiró del cuello.
A pesar de la avalancha de violencia en el horizonte, Seth solo tenía más confianza en su 
elección. No podía dejar que Dom matara a Dino en un lugar lleno de gente. Al menos ahora, lo 
que sea que sucedió parecería defensa propia.
Cualquier vacilación sobre pelear desapareció cuando el garrote se clavó en la garganta 
de Dom. Seth golpeó la cara del guardaespaldas, cauteloso de que otro se acercara demasiado 
cuando la multitud se abrió. En el momento en que se aflojó el agarre del garrote, Dom respiró 
hondo, se retorció y le dio un codazo al matón en la garganta.
El colorido mundo del mercado dio vueltas a su alrededor cuando algunos de los 
espectadores echaron a correr, dejando a los que se quedaron helados ante la violencia 
salpicando el lugar como estatuas vivientes que respiran. El matón cayó sobre su trasero, 
agarrándose frenéticamente el cuello, pero esto no había terminado. Cuando su padre asintió con 
la cabeza a sus otros hombres, quedó claro que no tenía la intención de resolver sus diferencias 
con dim sum10.
—Corre, —dijo Dom con voz áspera y empujó a Seth para que se lanzara contra la 
multitud, que se separó como si la violencia se propagara a través del tacto como un virus 
malicioso.
10 El dim sum consiste en un método tradicional de comida china, popularizado actualmente en todo el
mundo. Se basa en porciones de alimentos pequeños, servidos en bandejas de bambú. Podríamos decir que son algo
así como el equivalente asiático a nuestros pinchos o tapas, con algunas excepciones.
Su voz era un cuerno que llamaba a las tropas a retirarse, y Seth se estrelló contra la 
densa acumulación de personas, todos los escrúpulos por dar codazos y patadas a los transeúntes 
se habían ido.
Sintiendo a Dom detrás de él, empujó a través de los cuerpos como un rompehielos. La 
persecución fue una ola que se transformó en un tsunami de personas que corrieron presas del 
pánico en un esfuerzo por huir del peligro. Se dejó caer comida y la gente gritó llamando a sus 
amigos mientras el mar de carne se movía en un movimiento frenético para escapar de una 
amenaza que no entendían.
El corazón de Seth era un tambor que lo instaba a moverse más rápido, pero Domenico, 
con su forma ágil y piernas largas, lo alcanzó de inmediato. Seth lo vio con el rabillo del ojo, 
acelerando a lo largo de una fachada cubierta con carteles de películas, pero tan pronto como sus 
ojos se encontraron, luces brillantes apuñalaron la cara de Seth, y se hizo a un lado cuando un 
pequeño camión se interpuso entre él y Dom. separando a la multitud en su laborioso avance por 
la calle del mercado.
Con el vehículo ocupando tanto espacio, los cuerpos se apretaron más contra Seth, 
haciéndolo gravitar hacia un puesto que vendía carne a la parrilla. El olor picante del aire 
caliente sopló en la cara de Seth mientras miraba a una cocinera que preparaba la comida al aire 
libre, pero una masa negra se cernía en algún lugar al borde de su visión, enviando tensión a sus 
músculos.
No tuvo que pensar. La presencia desconocida y amenazante desencadenó una reacción 
en cadena que hizo que Seth balanceara su brazo, golpeando la cabeza calva y empujándola hacia
abajo, directamente hacia la placa de metal acanalado.
La carne chisporroteó en el aceite caliente, pero incluso cuando Seth olió el cerdo asado, 
incluso cuando la cocinera chilló y cayó hacia atrás, derribando su mesa auxiliar, no soltó la 
cabeza del matón.
Seth no había lastimado, lastimado a nadie en mucho tiempo, y no se sentía bien, pero 
tampoco lo molestaba particularmente. El hijo de puta tenía que ser eliminado, porque la 
prioridad de Seth era permanecer cerca de Dom y deshacerse de los sabuesos de Dino Villani. 
Tan pronto como el matón se quedó sin fuerzas, Seth dejó caer su cuerpo al suelo.
Miró hacia arriba para ver a Dom subiendo a la parte superior de la camioneta, seguido 
de cerca por otro matón Terminator. Seth retrocedió, dejando espacio para Dom, y estaba 
considerando qué usar como arma cuando la comprensión lo golpeó como una bolsa de ladrillos.
Conocía al tipo. El guardaespaldas era un viejo amigo de la escuela. Alguien con quien 
Seth había crecido. Alguien con quien solía jugar al fútbol en el patio trasero.
Ya adulto, Arturo ya no era un rostro amistoso.
Dom saltó del vehículo, apretó el bíceps de Seth y se dirigieron al callejón más cercano.
La oscuridad se tragó a Seth tan pronto como dejaron atrás las luces brillantes, la 
conmoción en sus ojos fue tan repentina que no notó un obstáculo bajo pero pesado en su camino
y lo golpeó con la espinilla. Tropezando hacia adelante, tomó una bocanada profunda del aire 
con olor a basura, pero aterrizó con facilidad y continuó por el estrecho canal a toda velocidad, 
con el aliento de Dom haciéndole cosquillas en la nuca.
Un escalofrío atravesó las tripas de Seth cuando un disparo fue seguido por la pared 
demasiado cerca de su cabeza que estalló con pedazos de yeso y ladrillo. Pero el temor por su 
vida lo llenó de nueva determinación. Los ojos ya acostumbrados a la escasa iluminación lo 
guiaron fuera de los estrechos confines del callejón y a través de un mercado de alimentos 
rebosante donde numerosos puestos servían delicias de todo el mundo. Antes de que pudiera 
detenerse a pensar qué hacer a continuación, Dom cruzó frente a él, corriendo por la bulliciosa 
plaza como si no lo estuviera siguiendo Arturo sino el mismo diablo.
—¡Vamos! —Dom lo instó, guiando a su manada de dos personas hacia un edificio que 
tenía pintura cayendo de las paredes como viejas costras. Sus ventanas estaban oscuras y 
bloqueadas en la admisión de que cualquier actividad que solía ocurrir dentro de su interior, se 
había extinguido hacía mucho tiempo.
Seth obligó a sus músculos a trabajar aún más intensamente, pero era su cabeza la que 
palpitaba de calor, cada neurona disparaba de un lado a otro con pensamientos que solo fluían 
más rápido.
¿Qué sabía Dino realmente sobre él y Dom? ¿Cuándo se había enterado? ¿Cómo había 
podido fingir su muerte sin que nadie descubriera la verdad durante tantos años? Pero la pregunta
más apremiante de todas, la que se clavaba en medio del pecho de Seth haciéndolo hincharse y 
doler era: ¿por qué odiaba a su propio hijo?
Domenico se detuvo de manera tan abrupta que Seth casi choca contra él, pero cuando 
vieron pedazos de tablones de madera en el asfalto, sus miradas se dirigieron a una ventana 
abierta que se cernía sobre la pared. El contenedor de basura que estaba debajo reveló que 
alguien debe haber quitado la obstrucción a propósito para entrar, y Domenico subió a la tapa y

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