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El imperialismo colonial

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El motivo detrás del imperialismo colonial
Algunos expertos han señalado que, de cualquier forma, se requería una explicación que diera cuenta de la razón de la repartición del mundo en colonias y áreas de influencia.
Uno de los argumentos que se han esgrimido se relaciona con la necesidad que tuvieron las economias desarrolladas de invertir su capital sin tener que tolerar la competencia de otros países. Sin embargo, este argumento solo tiene validez a medias: a pesar de que los paises desarrollados invirtieron en sus colonias, lo cier to es que la mayor cantidad de inversiones de capital no se dirigieron hacia ellas sino hacia paises independientes, al menos desde el punto de vista formal.
Un segundo argumento se relaciona con la búsqueda de mercados en los que las potencias pudieran ubicar el excedente de productos. Este era cada vez mayor debido a un estancamiento en el consumo interno, agravado, durante la década de 1870, por una serie de politicas proteccionistas de parte de las principales potencias. China y el continente africano eran dos opciones con muy buena proyección para captar la atención de los europeos. Y como no todas las economías industriales eran lo suficientemente fuertes como para permitirse competir abiertamente con otras, fue necesario ocupar los territorios y transformarlos en colonias, asegurándose, así, el monopolio de las ventas de sus mercaderías.
Una tercer argumento es el que plantea la importancia de las conquistas coloniales en términos estratégicos: asi, la expansión británica sobre África, por ejemplo, tenia como objetivo proteger de posibles amenazas a las rutas hacia la India.
El estatus y la gloria que adquirian las naciones que poseían colonias (y que reforzaban aún más el sentimiento de superioridad de los europeos frente a las poblaciones conquistadas), también empujaban a las potencias hacia la búsqueda de territorios donde plantar bandera. Alli llevarian los avances de
la civilización y la cultura occidental a países considerados atrasados Un quinto argumento puede encontrarse en el crecimiento demográfico que experimentaba Europa la presión de los habitantes europeos disminuyendo, al me nos en parte, gracias a que los gobiernos fomentaban la emigración hacia las colonias.
Finalmente, en ciertos casos como Sudáfrica, donde los diamantes abundan, es imposible dejar de lado el afán de riqueza de las potencias colonizadoras.
Las formas de dominación colonial
La presencia de los europeos en los territorios colonizados supuso el control político, social y cultural, asi como el sometimiento de los pueblos colonizados a los intereses económicos de las metrópolis
La administración local de los territorios coloniales comenzó siendo realizada por las compañias privilegia das de comercio, que recibieron amplios poderes. Sin embargo, pronto el Estado asumió estas funciones. Si bien hubo sistemas de control colonial muy varia dos, los más frecuentes fueron las colonias, los dominios, los protectorados y las concesiones.
Las colonias, en sentido estricto, eran aquellos territorios en los que la población nativa estaba total- mente sometida a la potencia colonial, que implantó un gobierno y una administración totalmente euro peos. El poder de la metrópoli se ejercia por medio de un gobernador. Este sistema predominó en África y en parte de Asia.
Un tipo particular de colonias fueron las colonias de poblamiento, en las que se asentó una numerosa población europea que impuso su lengua, sus formas de vida e instituciones tal como eran en su pais de origen. Un ejemplo característico fue Argelia
Los dominios eran especificos del Imperio británico. Se trataba de colonias de poblamiento a las que se les aplicó un sistema de autogobierno. Los poderes del gobernador estuvieron limitados por un gobierno designado por una asamblea elegida por los colonos. Gozaron de completa autonomia en la politica interna, pero la politica exterior se decidia en la metrópoli. Fue el caso de Nueva Zelanda, Australia y la Unión Sudafricana.
Los protectorados eran territorios coloniales donde ya existía un Estado soberano con su propia estructura politica y cultural. La potencia colonial respetaba, teóricamente, el gobierno y la administración nativa, pero ejercia el control militar, la dirección de la poli tica exterior y la explotación económica. Un ejemplo, fue el protectorado francés en Tünes. Un sistema de control colonial menos visible fue ron las concesiones. Un Estado cedía temporalmente territorios a una potencia colonial, que los controlaba económicamente, pero sin desplazar en ellos ni a funcionarios ni a militares. El caso más destacado fue el de China.
Del gobierno directo...
Aun cuando la mayoría de los territorios en África fueron colonias, no todos fueron gobernados de igual modo En términos generales, podemos hablar de dos formas de gobierno colonial, aunque muchas veces aparecieron combinadas: la del gobierno directo (utilizado, principalmente, por los franceses), y el gobierno indirecto, o administración conjunta (preferido por los ingleses). De todas maneras, con el tiempo se hizo evidente que el primer sistema era complicado de imple mentar y fue reemplazado por el segundo, incluso en la mayoría de las colonias francesas.
El gobierno directo consistía en eliminar a la autoridad africana, haciendo del administrador europeo el titular del gobierno. Este sistema incluía la idea de asi- milación de las poblaciones locales con las europeas Ello significaba que los territorios africanos eran integrados a Francia, como parte del país, por lo que los africanos dependían directamente de la metrópolis. Los pobladores nativos eran obligados a asimilar la cultura europea de sus dominadores; incluso, muchos jóvenes fueron occidentalizados en las metrópolis, de donde volvían a sus tierras con educación europea.
Este sistema no fue fácil de implementar. En primer lugar, suponía un gran número de funcionarios europeos viviendo en África, cuyo mantenimiento implicaba un alto costo para las metrópolis. En segunda instancia, ocasionaba una fuerte resistencia de las élites autóctonas, que veían que se los estaba des pojando de su autoridad tradicional. Además, las poblaciones locales se resistían al intento de asimilación cultural: algunos no solo temian perder su cultura, sino que muchos, educados con el estilo occidental, comenzaron a tener roces con la élite colonial europea.
al gobierno indirecto
Cuando los dominadores vieron que la asimilación y la administración directa habían fracasado, comenzaron, cada vez más, a adoptar el gobierno indirecto. Debido a las dificultades del gobierno directo, poco a poco, los administradores coloniales europeos emplea- ron a las autoridades nativas como aliados a través de los cuales sus demandas podrían ser impuestas a las poblaciones africanas. Entonces, si bien en el vértice del sistema administrativo se encontraba un gobernador europeo, el resto de las autoridades, en un gran porcen- taje, era de origen nativo.
Uno de los funcionarios coloniales más importantes que llevó a la práctica y defendió el sistema indirecto de gobierno, fue el inglés Lord Lugard, que se encontraba al frente de Nigeria del Norte a comienzos del siglo xx (1900-1907). Él aspiraba a la cooperación entre la autoridad nativa y la europea, y que el jefe africano continuase con su rol tradicional, aunque cuidadosamente dirigido por la administración colonial. Trataba de integrar a los jefes locales en el sistema colonial y, para ello, juzgaba conveniente que continuaran en el ejercicio de la mayor parte de sus antiguas responsabilidades, de forma que siguieran apareciendo, a los ojos de las poblaciones loca- les, como los legítimos dirigentes. De este modo, los europeos solucionaban algunos problemas: no debían mantener un gran número de funcionarios europeos y, al mismo tiempo, las élites lo- cales presentaban menor resistencia porque no perdían toda su autoridad. Algo similar ocurría con las poblaciones locales que, en lugar de obedecer a los funcionarios europeos, acatabana sus propias autoridades.
El objetivo de Lugard no llegó a concretarse en to- das las colonias porque, en muchos casos, las dificulta- des reaparecieron luego de que los pobladores locales se dieron cuenta de que, en realidad, el jefe local no era más que un "auxiliar" de los dominadores.
La expansion Imperialista en Asia
El continente asiático era mucho mejor conocido por los europeos y, además, estaba gobernado en gran parte por sólidas estructuras políticas, con dinastías imperiales como en China y Japón. Por otro lado, los viejos imperios coloniales, como el portugués, español y holandés, disponían de enclaves y posesiones en Asia entre las que se contaban Indonesia, Filipinas y Goa, y a los que se añadia la presencia de Gran Bretaña en la India desde 1763. A los antiguos dominadores se sumaron, desde el último tercio del siglo XIX, nuevas potencias (doc. 8). El Imperio ruso. Rusia había ocupado Asia septentrional en el siglo XVII y, a mediados del siglo XIX, se dirigió hacia el sur, hacia las fértiles tierras del Turques tán. Además, a partir de 1880-1890, con la construcción del ferrocarril Transiberiano, la presencia rusa se extendió hacia Manchuria.
Estos avances rusos originaron, o agravaron, di versos conflictos entre las distintas potencias. Con su avance hacia el Turquestán, se profundizaron las hostilidades con el Reino Unido, ya que ambos países mantenían disputas sobre Persia y las tierras fronterizas de la India (Afganistán y Tibet). Por otro lado, la penetración rusa en Manchuria originó el choque con Japón, que desembocó en la guerra ruso-japonesa de 1904 1905, en la que Rusia fue derrotada.
El Imperio británico. La India fue el territorio preferido del colonialismo británico en Asia. Desde el siglo XVIII, la Compañía Británica de las Indias Orientales fue ocupando gran parte de él, con el apoyo del gobierno británico. Para ello disponía de un ejército de soldados indios encuadrados en el ejército británico, los cipayos que, como leerás más adelante, protagonizaron, en 1857-1858, una sublevación.
La revuelta fue una de las causas que obligó al gobierno británico a reorganizar la administración colonial. La Compañía fue suprimida y la India pasó a de- pender directamente de la Corona y a ser gobernada a través de un virrey. Por otra parte, el recelo británico ante la expansión colonial francesa en Indochina impulsó la ocupación de Birmania, convertida en protectorado desde 1886, así como la de los sultanatos del centro y sur de Malasia, entre 1870 y 1885.
Finalmente, el Reino Unido también había establecido, desde hacía tiempo, colonias de poblamiento en Oceanía (Australia y Nueva Zelanda), que se constityeron en dominios en 1901 y 1907, respectivamente.
El Imperio francés. La presencia francesa en Asia fue el aspecto más novedoso de la expansión colonial, dado el escaso interés que, hasta entonces, habían tenido los franceses por establecerse en el continente asiático. La conquista de Indochina se inició en 1858- 1860 con la ocupación del delta del Mekong y la firma de un tratado con el rey de Annam, que cedió a Francia las tres provincias orientales de Cochinchina. Francia deseaba controlar el delta del Mekong y del Song-Koї -río Rojo- para hallar una vía de penetración en el mercado chino. En 1887 se constituyó la Unión General de Indochina (formada por Annam, Tonkín, Cochinchina y Camboya), a la que, en 1893, se incorporó Laos.
En 1893 se acordó la neutralidad de Siam (actual Tailandia) como Estado independiente, aunque con algunos recortes en su soberanía.
Otros imperios. Los Países Bajos afirmaron desde 1882 su administración sobre las Indias Holandesas (actual Indonesia y parte oriental de Nueva Guinea), y Alemania se anexionó Nueva Guinea oriental y las islas Marshall, Salomon, Carolinas y Marianas.
El caso del Imperio chino
China fue el gran objetivo comercial de las potencias europeas y los Estados Unidos, primero, y de Japón, después. La rivalidad entre las potencias era tan grande que le permitió a China conservar su independencia, al menos en teoría.
La prohibición del gobierno chino a la entrada del opio indio que se intercambiaba por el té y la seda originó las llamadas guerras del opio (1839-1842 у 1856- 1858). Tras estas guerras, el Reino Unido y Francia obligaron a los chinos a negociar una serie de tratados, cuyos resultados más importantes fueron dos: por un lado, China cedía Hong Kong al Reino Unido; por otro lado, se otorgaban ciertos derechos a los comerciantes extranjeros, a los que se le permitían establecer colonias propias en una serie de ciudades y controlar sus aduanas. Entre estas ciudades se encontraban Shanghai y Cantón. Así, China se convirtió en un mercado abierto para los productos europeos, lo que causó la ruina de los comerciantes autóctonos. Esta penetración a la fuerza de las potencias occidentales alteró el orden social y político del Imperio, y motivó el estallido de varias insurrecciones populares.
Pero fue la década de 1880 la que marcó el comienzo del reparto del territorio chino en cinco zonas de influencia. El punto de partida fueron las derrotas ante Francia (1884-1885) y Japón (1894-1895), tras las cuales los emperadores cedieron el control a británicos, franceses, alemanes, estadounidenses y japoneses de una serie de puertos y áreas de influencia para la explotación de ciertos recursos (minas y ferrocarriles).
Ante la pasividad con la que China se doblegó a las exigencias extranjeras, surgieron movimientos ultrana- cionalistas radicales, como la revuelta de los bóxers, en 1900-1901. Su derrota, sin embargo, afianzó el sistema de concesiones.
La situación siguió siendo inestable y, en 1911, una revolución desembocó en la proclamación de la república, que puso fin a la dinastía manchú, aunque no a la gran inestabilidad reinante.

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