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REGULACIÓN EMOCIONAL Y AFRONTAMIENTO

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abierto
Revista Mexicana de Psicología
ISSN: 0185-6073
revista@psicologia.org.mx
Sociedad Mexicana de Psicología A.C.
México
Pascual Jimeno, Aitziber; Conejero López, Susana
Regulación emocional y afrontamiento: Aproximación conceptual y estrategias
Revista Mexicana de Psicología, vol. 36, núm. 1, 2019, Enero-Junio, pp. 74-83
Sociedad Mexicana de Psicología A.C.
México
Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=243058940007
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Revista Mexicana de Psicología, Enero-junio 2019
Volumen 36, Número 1, 74-83
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REGULACIÓN EMOCIONAL Y AFRONTAMIENTO:
APROXIMACIÓN CONCEPTUAL Y ESTRATEGIAS1
EMOTIONAL REGULATION AND COPING: CONCEPTUAL APPROACH AND STRATEGIES
AITZIBER PASCUAL JIMENO2 Y SUSANA CONEJERO LÓPEZ
Departamento de Procesos Psicológicos Básicos y su Desarrollo,
Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, España
Citación: Pascual Jimeno, A., & Conejero López, S. (2019). Regulación emocional y afrontamiento:
Aproximación conceptual y estrategias. Revista Mexicana de Psicología, 36(1), 74-83.
1 Esta investigación se ha realizado gracias a la fi nanciación del Vicerrectorado de Investigación de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko 
Unibertsitatea: 1/UPV 00227.231-H-14897.
2 Dirigir correspondencia a: Aitziber Pascual Jimeno. Departamento de Procesos Psicológicos Básicos y su Desarrollo, Universidad del País Vasco, 
Aptdo. 726, 20080 San Sebastián. España. Correo electrónico: aitziber.pascual@ehu.eus
Resumen: El término afrontamiento hace referencia a los 
diversos esfuerzos que realiza la persona para librarse de ex-
periencias emocionales negativas. Sin embargo, el término 
regulación emocional es más amplio, ya que hace referencia 
no sólo a las emociones negativas, sino también a las posi-
tivas. Son muchas más las clasifi caciones que se han pro-
puesto de las diversas estrategias de afrontamiento que de 
las de regulación emocional. No obstante, todavía hoy en 
día no contamos con una clasifi cación defi nitiva en ningu-
no de los dos casos. Seguramente ninguna forma de regu-
lación emocional ni de afrontamiento se pueda considerar 
intrínsecamente positiva o negativa. Puede variar mucho 
dependiendo de la persona, de la situación o de las metas 
que se tengan en dicha situación. Sin embargo, no se puede 
negar que, en general, hay formas de regulación emocional 
y de afrontamiento más adecuadas que otras.
Palabras clave: regulación emocional, afrontamiento, 
enfoque conceptual, estrategias adaptadas, estrategias in-
apropiadas.
Abstract: Th e term coping refers to the diverse eff orts we 
make to free ourselves from negative emotional experienc-
es. However, the term emotional regulation is broader, since 
it refers not only to negative emotions, but to positive ones 
also. Many more classifi cations have been proposed for 
diff erent coping strategies than for emotional regulation 
strategies. However, even today no defi nitive classifi cation 
exists in either case. It is likely that no form of emotional 
regulation or coping can be considered either intrinsically 
positive or intrinsically negative, since this will depend on 
the individual, the situation or the goals one sets oneself 
in any given situation. However, it is clear that, in general, 
some forms of emotional regulation and coping are more 
appropriate than others.
Keywords: emotional regulation, coping, conceptual 
focusing, adaptive strategies, unsuitable strategies.
¿QUÉ ES LA REGULACIÓN EMOCIONAL?
En los últimos años ha aumentado enormemente el interés 
por el estudio de la regulación emocional, tanto a nivel teó-
rico (Gómez Pérez y Calleja Bello, 2016; Gross y Th omp-
son, 2007; Koole, 2010; Ribero-Marulanda y Vargas Gu-
tiérrez, 2013; Tamir, 2011) como aplicado (Becerra et al., 
2015; Medrano y Trógolo, 2014). Aunque aparentemente 
hay un amplio consenso respecto al concepto de regulación 
emocional, en realidad, en las formulaciones implícitas 
de los diversos autores que se han referido al tema pode-
mos encontrar una gran variedad de posiciones (Kinkead 
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Vol. 36, Núm. 1, Enero-junio 2019
Regulación emocional y afrontamiento 
Boutin, Garrido Rojas y Uribe Ortiz, 2011; Tamir, 2011). 
Por otra parte, hoy en día existe cierta confusión entre este 
concepto, regulación emocional, y otro concepto próximo, 
afrontamiento. Asimismo, existen numerosas clasifi cacio-
nes sobre ambos.
Así, el objetivo principal de este trabajo ha sido arrojar 
luz sobre el concepto de regulación emocional, diferenciar 
éste del de afrontamiento y analizar las diferentes estrate-
gias existentes al respecto. Por último, mediante este traba-
jo pretendemos clarifi car otra cuestión de gran relevancia: 
¿se puede hablar de estrategias positivas o negativas desde 
la perspectiva de la salud?
Respecto de la primera cuestión, varios autores (Cole, 
Michel y Teti, 1994) coinciden en plantear que la regu-
lación emocional “sirve para evitar, desplazar, transformar, 
minimizar, inhibir o intensifi car las emociones” (Campos, 
Mumme, Kermoian y Campos, 1994, p. 296). En esta 
misma línea, Gross y Th ompson (2007) plantean que la 
regulación emocional puede amortecer, intensifi car o sen-
cillamente mantener una emoción dependiendo de los ob-
jetivos del individuo. Koole (2010), por su parte, defi ne la 
regulación emocional como el conjunto de procesos por 
medio de los cuales las personas buscan redirigir el fl ujo 
espontáneo de las emociones.
Es importante aclarar que la regulación emocional 
hace referencia tanto a emociones positivas como negativas 
(Cole et al., 1994; Gross y Th ompson, 2007). Regulación 
emocional no equivale, únicamente, a control o inhibi-
ción de las emociones negativas. Tampoco signifi ca simple-
mente control inhibitorio de cualquier emoción, positiva o 
negativa; la regulación puede consistir también en la inten-
sifi cación de las emociones, tanto positivas como negativas 
(Frijda, 1986; Gross, 2014; Gross y Th ompson, 2007).
Otra de las cuestiones que convendría aclarar respecto 
de la defi nición de regulación es a qué estados emocionales 
hace esta referencia. ¿Sólo a las emociones (entendiendo 
éstas como emociones discretas)?, ¿o, por el contrario, de-
bemos concebir la regulación emocional de una manera 
amplia, relacionándola con el manejo de los estados emo-
cionales en general, incluyendo las emociones, los senti-
mientos, el estado de ánimo, el estrés y el afecto, en la línea 
de lo planteado por Koole (2010)? Gross (2014) propone 
el término afecto como el concepto que incluiría (1) emo-
ciones como el enfado o la tristeza, (2) respuestas vincula-
das al estrés ante circunstancias que exceden la capacidad 
de afrontamiento del individuo, y (3) estados de ánimo 
(mood) como la depresión o la euforia. Gross habla de re-
gulación del afecto (aff ect regulation) como el concepto que 
incluiría la regulación de los tres tipos de procesos. Debido 
a las difi cultades en la diferenciación empírica entre los dis-
tintos estados emocionales, que a menudo se superponen, 
nos decantamos más por considerar de forma general el 
concepto de emoción en la línea de Koole y de manera 
similar a cómo propone utilizar el término afecto el propio 
Gross.
Por otra parte, para muchos autores la regulación emo-
cional designa los procesos que tienen la función de modi-
fi car —atenuar, fortalecer y, en su caso, transformar—tanto la experiencia subjetiva como la expresión exterior 
de cualquier emoción, positiva o negativa (Campos et al., 
1994; Cole et al., 1994; Frijda, 1986). No obstante, en la 
investigación normalmente se pone énfasis en el manejo de 
la experiencia emocional subjetiva (Etxebarria, 2002).
Así, el concepto de regulación emocional signifi ca que 
las personas no sólo tienen emociones, también las mane-
jan. Se posicionan ante sus emociones y las consecuencias 
de las mismas y actúan en consecuencia. Pueden hacerlo 
mientras la emoción está teniendo lugar, en cualquiera de 
las fases del proceso emocional, o anticipadamente, antes 
de que ocurra. Conviene aclarar que hablar de manejo de 
las emociones no signifi ca que éste sea un proceso volun-
tario y planifi cado. La regulación no siempre es volunta-
ria; de hecho, muchas veces no lo es (Frijda, 1986; Gross, 
2014; Gross y Th ompson, 2007). En cualquier caso, he-
mos de añadir que, a pesar de las connotaciones positivas 
que tiene el concepto de regulación emocional, éste hace 
alusión a la modifi cación de las emociones, sea esta mo-
difi cación saludable o perjudicial y contraproducente para 
el individuo.
Finalmente, ¿por qué resulta tan importante estudiar 
la regulación emocional? ¿Cuál es el último sentido del es-
tudio acerca de la regulación emocional? En primer lugar, 
la regulación emocional es importante porque la forma en 
que regulemos nuestras emociones va a condicionar nuestro 
bienestar subjetivo (Chervonsky y Hunt, 2018; Djambazo-
va-Popordanoska, 2016; Etxeberria Arritxabal et al., 2011; 
Hopp, Troy y Mauss, 2011). En el estudio de Etxeberria 
Arritxabal y colaboradores (2011) se halló que los cuidado-
res de enfermos de Alzheimer que habían sido entrenados 
en estrategias de regulación emocional obtuvieron puntua-
ciones más altas en bienestar subjetivo. En esta misma línea 
pero en relación con el concepto de afrontamiento, en otro 
estudio se halló que las personas con mayores puntuaciones 
en estrategias de resiliencia presentaban mayores niveles de 
reparación emocional (un componente de la inteligencia 
emocional entendido como la habilidad para regular o 
controlar las propias emociones, positivas y negativas, y 
la de los demás) y mayores puntuaciones de satisfacción 
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Pascual Jimeno y Conejero López
con la vida (Limonero, Tomás-Sábado, Fernández-Castro, 
Gómez-Romero y Ardilla-Herrero, 2012).
LOS CONCEPTOS DE REGULACIÓN
EMOCIONAL Y AFRONTAMIENTO
El concepto de regulación emocional, como ya hemos se-
ñalado anteriormente, se halla estrechamente relacionado 
con el de afrontamiento (coping; Cole et al., 1994; Gross, 
2014; Gross y Th ompson, 2007; Koole, 2010), un concep-
to de larga andadura en psicología (Lazarus, 1966).
A pesar de que los términos afrontamiento y regulación 
emocional designen conceptos muy próximos, por ejemplo, 
se ha encontrado que el perfi l de alta regulación emocio-
nal (elevada aceptación, claridad emocional, etc.) se asocia 
positivamente con estrategias de afrontamiento activo (Ca-
banach, Souto-Gestal, González Doniz y Corrás Vázquez, 
2018), e incluso aunque muchos autores utilicen ambos 
términos como si fuesen sinónimos, lo cierto es que no son 
totalmente intercambiables (Jauregui, Herrero-Fernández 
y Estévez, 2016).
De modo general, el afrontamiento se refi ere a un con-
junto de esfuerzos dirigidos a manejar del mejor modo po-
sible (reduciendo, minimizando, tolerando o controlando) 
las demandas internas y ambientales excesivas o estresantes. 
Lazarus y Folkman (1986) defi nen el afrontamiento como 
el “conjunto de esfuerzos cognitivos y conductuales, per-
manentemente cambiantes, desarrollados para hacer frente 
a las demandas específi cas externas y/o internas, evaluadas 
como abrumadoras o desbordantes de los propios recur-
sos” (p. 200). Por su parte, Endler, Parker y Summerfeldt 
(1998) lo defi nen como los intentos cognitivos y conduc-
tuales del individuo para resolver la discrepancia percibida 
entre las demandas situacionales y la capacidad o compe-
tencia personal.
El afrontamiento se ha estudiado tradicionalmente en 
relación con el estrés y la enfermedad (Folkman, 2011). 
No obstante, Lazarus y Folkman (1986) reconocen el valor 
que tiene el afrontamiento no sólo en el contexto salud-
enfermedad, sino también en otros contextos como la fa-
milia y el trabajo.
Tras tratar de aclarar el concepto de afrontamiento, 
veamos en qué se diferencia éste del de regulación emo-
cional. Como se ha apuntado anteriormente, el afronta-
miento designa los diversos esfuerzos de la persona para 
librarse de experiencias emocionales desagradables. Es en 
esto, concretamente, en lo que se distinguen la regulación 
emocional y el afrontamiento, ya que la regulación emo-
cional, tal y como ya se ha señalado, hace referencia a todo 
tipo de emociones, no limitándose a las negativas. Además, 
algunos autores han señalado que en el afrontamiento, en 
comparación con la regulación emocional, se da un mayor 
énfasis en periodos más largos de tiempo, como, por ejem-
plo, en el afrontamiento de la muerte de un ser querido 
(Gross, 2014; Gross y Th ompson, 2007).
Una cuestión que puede ayudar a clarifi car el concepto 
de regulación emocional es analizar sus bases neurobiológi-
cas. Cuando experimentamos emociones, el tallo cerebral, 
el sistema límbico (el hipocampo y la amígdala) y la corteza 
se encuentran en constante interacción integrando percep-
ciones, elaborando interpretaciones de los distintos even-
tos y organizando nuestras respuestas (Sabatier, Restrepo 
Cervantes, Moreno Torres, Hoyos De los Rios y Palacio 
Sañudo, 2017). Más en concreto, las técnicas neuroimagen 
otorgan a la corteza cingulada anterior, a la corteza prefron-
tal ventromedial, así como a la corteza prefrontal lateral y 
parietal un papel fundamental en la regulación emocional 
(Etkin, Büchel y Gross, 2015). En este sentido, es intere-
sante analizar de forma diferencial qué estructuras cerebra-
les desempeñan un papel predominante en la regulación 
emocional y en el afrontamiento, para así poder llegar a 
comprender de una manera más profunda las similitudes y 
las diferencias entre ambos conceptos. Se ha observado que 
una elevada exposición a elementos estresantes se asocia al 
crecimiento de diversas partes de la amígdala mientras que 
los efectos en el hipocampo y la corteza prefrontal tien-
den a ser justamente los opuestos (Davidson y McEwen, 
2012). En este sentido, los estudios con técnicas de neu-
roimagen (imagen por resonancia magnética funcional o 
fmri) muestran evidencia acerca de que la regulación que 
logra reducir la intensidad o frecuencia de una emoción de-
terminada se asocia a una mayor actividad en las áreas de la 
corteza prefrontal y a una menor actividad de la amígdala 
(Ochsner y Gross, 2014).
Aunque las diferencias entre estos dos conceptos pue-
dan parecer poco importantes, no cabe duda de que el 
concepto de regulación emocional supone una nueva pers-
pectiva de análisis. Esta nueva perspectiva, más amplia, 
permite una visión más comprehensiva del manejo de las 
emociones y corrige anteriores visiones excesivamente cen-
tradas en las emociones negativas y en situaciones más o 
menos traumáticas y patógenas. Asimismo, arroja luz sobre 
—entre otros aspectos— los diversos modos en que pode-
mos regular las emociones en la vida cotidiana.
Sin embargo, hay que decir que, hoy por hoy, la ma-
yor parte de los estudios realizados en este campo sigue 
centrándose en las emociones y los estados de ánimo ne-
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Regulación emocional y afrontamiento 
gativos. La atención a las emociones positivas sigue siendo 
menor tanto en los desarrollos teóricos como, sobre todo, 
en la investigación empírica (Carl, Soskin, Kerns y Barlow, 
2013; Etxebarria, 2002).
ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO
Y REGULACIÓN EMOCIONAL
A continuación se revisan las clasifi cacionesque se han rea-
lizado de las estrategias de afrontamiento, en primer lugar, 
y de las de regulación emocional, en segundo lugar.
Formas de afrontamiento
Una de las clasifi caciones más clásicas es la de Lazarus y 
Folkman (1984), quienes distinguieron entre estrategias 
o procesos de afrontamiento centrados en el problema y 
centrados en la emoción. Las estrategias de afrontamiento 
centradas en el problema son aquellas que tratan de alterar 
el problema causante de la emoción. Este tipo de estra-
tegias también se denominan estrategias centradas en la 
tarea. Esta categoría abarca más o menos estrategias pare-
cidas a las utilizadas en la solución de un problema como, 
por ejemplo, la consideración de soluciones alternativas. 
Sin embargo, aquí se incluye un conjunto de estrategias 
más amplio, puesto que también entran bajo esta categoría 
estrategias que hacen referencia al interior del individuo: 
cambios cognitivos o motivacionales como, por ejemplo, 
ante un examen que produce ansiedad, la reducción del 
nivel de aspiraciones o el aprendizaje de recursos (Lazarus 
y Folkman, 1986).
Las estrategias de afrontamiento centradas en la emo-
ción son aquellas dirigidas a regular la emoción que aparece 
como consecuencia del problema. Las hay de una amplia 
gama: procesos cognitivos dirigidos a disminuir el grado de 
trastorno emocional, como la evitación, la minimización, 
el distanciamiento, la atención selectiva, las comparaciones 
positivas o la extracción de valoraciones positivas de acon-
tecimientos negativos, pero también procesos cognitivos 
dirigidos a aumentar la emoción como, por ejemplo, rego-
dearse en un éxito, lo que podría así aumentar la emoción 
de orgullo. Igualmente podemos hablar de estrategias con-
ductuales como hacer ejercicio físico para olvidar un pro-
blema o tomarse unas copas, que pueden servir, entre otras 
cosas, como elementos distractores. Asimismo, la medita-
ción se ha asociado a una mayor diferenciación emocional 
y a menores difi cultades emocionales (Hill y Updegraff , 
2012), así como a la reducción de sintomatología asociada 
a problemas de estrés, ansiedad y depresión (Hervás, Ce-
bolla y Soler, 2016).
Endler y Parker (1990) incluyeron en la clasifi cación 
de estrategias centradas en el problema y en la emoción, 
una categoría adicional: las centradas en la evitación. Este 
tipo de estrategias consisten en evitar el problema o la si-
tuación estresante realizando otro tipo de tareas que con-
sigan distraer a la persona de dicho problema o situación.
En 1985, Folkman y Lazarus desarrollaron la Ways of 
Coping Scale. Este cuestionario ha sido uno de los más uti-
lizados para evaluar el afrontamiento. A partir del análisis 
factorial de las respuestas de diferentes muestras de parti-
cipantes a la versión original y a versiones revisadas de la 
Ways of Coping Scale, diversos autores (Aldwin y Revenson, 
1987; Felton, Revenson y Hinrichsen, 1984) han identifi -
cado entre seis y nueve factores de afrontamiento diferen-
tes. Un estudio de este tipo, con una muestra especialmen-
te amplia en cuanto a edad y clase social, proporcionó ocho 
factores: tres claramente centrados en el problema —la pre-
caución, la acción instrumental y la negociación—, cuatro 
centrados en la emoción —el escapismo, la minimización, 
la autoculpabilización y la búsqueda de signifi cado— y 
uno —la búsqueda de apoyo social— que incluía ítems 
de ambos tipos (Aldwin y Revenson, 1987). Aunque es-
tos estudios son interesantes, Carver, Scheier y Weintraub 
(1989) consideran este tipo de planteamientos factoriales 
insufi cientes. Estos autores, tomando en cuenta los resul-
tados de los estudios empíricos, pero partiendo también 
de diversas consideraciones teóricas, crearon el cope, un 
inventario que en la versión española incluye las siguientes 
categorías: el afrontamiento activo, la planifi cación, el uso 
de apoyo emocional, el apoyo social, la reinterpretación 
positiva, el humor, la autodistracción, la autoinculpación, 
la desconexión conductual, el desahogo, la negación, la 
aceptación, la religión y el consumo de sustancias como 
alcohol o medicamentos (Mate, Andreu y Peña, 2016).
Por otra parte, Skinner, Edge, Altman y Sherwood 
(2003) han realizado un importante trabajo de revisión 
de las distintas clasifi caciones de afrontamiento existentes. 
Concretamente, identifi caron, a partir de las 400 formas 
de afrontamiento que obtuvieron del análisis de 100 me-
didas de este constructo, 13 supracategorías de afronta-
miento. Para estos autores, las cinco primeras categorías 
(resolución de problemas, búsqueda de apoyo, evitación/
escape, distracción y reestructuración cognitiva) son más 
importantes que las cuatro siguientes (rumia, desesperan-
za, aislamiento social y regulación emocional), ya que apa-
recían en un número mayor de clasifi caciones. A su vez, 
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Pascual Jimeno y Conejero López
estas últimas las consideran más importantes que las tres 
siguientes (búsqueda de información, negociación y oposi-
ción). Por último, la delegación es, según ellos, la categoría 
menos importante, ya que únicamente estaba presente en 
una de las medidas revisadas.
Esta última clasifi cación constituye uno de los esfuer-
zos más interesantes por ofrecer una categorización lo más 
exhaustiva posible de las distintas formas de afrontamien-
to. No obstante, hay que decir que todavía hoy no se cuen-
ta con una clasifi cación defi nitiva de las diversas formas de 
afrontar las emociones. Lo que hay son diversas categoriza-
ciones, más o menos coincidentes, de los modos de hacer 
frente a las emociones y situaciones emocionales negativas.
Formas de regulación emocional
En comparación con las clasifi caciones sobre las formas de 
afrontamiento, son muchas menos las propuestas que se 
han hecho sobre las formas de regulación emocional. Entre 
las clasifi caciones propuestas nos gustaría destacar las rela-
tivas a los trabajos de varios autores que trabajan en esta 
área (Etxebarria, 2002; Frijda, 1986; Gross y Th ompson, 
2007; Koole, 2010). Estas clasifi caciones tienen un gran 
valor, ya que no se limitan a la mera descripción y ayudan 
a entender el proceso de regulación emocional.
Concretamente, basándonos en la clasifi cación que 
realiza Etxebarria (2002; que a su vez se basa en la clasi-
fi cación de Frijda, 1986), podemos distinguir cuatro vías 
fundamentales para conseguir modifi car lo que sentimos: 
la regulación de la confrontación de los hechos, la regu-
lación del procesamiento de la información tanto externa 
como interna, la regulación de las tendencias expresivas y 
conductuales y la regulación de las reacciones fi siológicas.
La primera vía, la regulación de la confrontación de los 
hechos, consiste en modifi car lo que sentimos regulando 
nuestra exposición a los acontecimientos o situaciones que 
nos provocan emociones. Esto lo podemos hacer por me-
dio de la acción (exponiéndonos, por ejemplo, a circuns-
tancias o situaciones agradables, evitando las situaciones 
desagradables, etc.) o por medio de los procesos atenciona-
les (simplemente, atendiendo a los sucesos agradables y no 
atendiendo a los desagradables).
La segunda vía, la regulación del procesamiento de la 
información externa e interna, se basa en la modifi cación 
de las interpretaciones, los pensamientos, las imágenes, 
etc., activados por los sucesos emocionales. Frijda (1986) lo 
denomina “afrontamiento intrapsíquico”. El afrontamien-
to intrapsíquico a menudo implica una cierta distorsión 
de la realidad o, al menos, un debilitamiento de la relación 
con la misma, por lo que suele considerarse una forma de 
reinterpretación o reevaluación defensiva. Esto es así en el 
caso de la negación, la racionalización o la proyección, por 
ejemplo. Sin embargo, no todo el afrontamiento intrapsí-
quico es de carácter defensivo. Por ejemplo, no lo son el 
distanciarse un poco de las cosas y mirarlas con cierta pers-
pectiva, ni el bromearo ironizar sobre las mismas. En estos 
casos puede hablarse de una reevaluación constructiva, en 
cuanto que no se produce exactamente una distorsión de 
la realidad, sino, simplemente, un enfoque más positivo 
de la misma.
Las dos vías hasta aquí mencionadas —la regulación de 
la confrontación de los hechos y la del procesamiento de la 
información externa e interna— constituyen probablemen-
te las principales vías para modifi car la experiencia emocio-
nal. Pero aún hay otras maneras de infl uir en ésta.
Una tercera vía sería la regulación de las tendencias 
expresivas y conductuales. Tanto el dar rienda suelta a las ex-
presiones y conductas emocionales como su supresión o 
inhibición sirven para regular la experiencia emocional. 
La inhibición o supresión de las expresiones emocionales, 
en especial adoptando intencionadamente una expresión 
o actitud diferente, incompatible con la tendencia natural 
de una emoción dada, puede afectar a la experiencia emo-
cional subjetiva. Sin embargo, la supresión de la respuesta 
emocional externa, por sí misma, no siempre elimina ni 
debilita la experiencia emocional interna.
Una cuarta vía sería la regulación de las reacciones fi -
siológicas. Las respuestas fi siológicas se pueden regular de 
diversos modos: mediante tranquilizantes, sedantes, alco-
hol, etc., y también, hasta cierto punto, por técnicas de 
biorretroalimentación (biofeedback). Estas técnicas han 
mostrado ser útiles en muchos casos, pero lo cierto es que 
la meditación, así como diversos métodos de relajación 
y ejercicios de respiración, más sencillos y que no exigen 
equipos tan costosos, brindan benefi cios similares. En este 
sentido, la meditación o mindfulness, desde unas premi-
sas claras y sencillas, puede suponer una herramienta muy 
positiva para regular nuestras emociones como muestran 
numerosos estudios (Hervás et al., 2016; Hill y Updegraff , 
2012; Kral et al., 2018; Wheeler, Arnkoff y Glass, 2017). 
Así, por ejemplo, se ha hallado que un entrenamiento pro-
longado en la práctica de la meditación se asocia a una 
menor reactividad de la amígdala ante imágenes negativas 
(Kral et al., 2018).
En una línea similar a la planteada por Etxebarria 
(2002; que, como hemos señalado, se basa a su vez en 
Frijda, 1986), Gross y Th ompson (2007) hablan de cinco 
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Vol. 36, Núm. 1, Enero-junio 2019
Regulación emocional y afrontamiento 
familias de procesos de regulación emocional: selección de 
la situación, modifi cación de la situación, despliegue de la 
atención, cambio cognitivo y modulación de la respuesta. 
Las tres primeras se corresponden en gran medida con lo 
que Etxebarria engloba en la regulación de la confrontación 
de los hechos; en concreto, el despliegue de la atención se 
podría considerar como una versión interna de la selección 
y de la modifi cación de la situación. El cuarto tipo de es-
trategia planteada por Gross y Th ompson, el cambio cog-
nitivo, se corresponde con la regulación del procesamiento 
de la información. Por último, la estrategia de regulación de 
las tendencias expresivas y conductuales y las estrategias 
de regulación de las reacciones fi siológicas planteadas por 
Etxebarria se pueden asimilar a lo que Gross y Th ompson 
denominan modulación de la respuesta, aunque con cier-
tos matices.
Por otra parte, Koole (2010), en su revisión sobre la 
regulación emocional, plantea una propuesta bastante dife-
rente de las clasifi caciones comentadas hasta ahora. Koole 
defi ende que las estrategias de regulación se pueden clasifi -
car atendiendo a los sistemas mediante los cuales se realiza 
la regulación emocional y a las funciones que desempeñan.
Este autor habla de tres sistemas ampliamente estudia-
dos que generan emociones: la atención, el conocimiento 
y el cuerpo, sistemas descritos en las propuestas de proce-
sos de regulación emocional a las que nos hemos referido 
en este apartado (Etxebarria, 2002; Gross y Th ompson, 
2007). Por un lado, la regulación emocional ha hecho refe-
rencia comúnmente a cómo los procesos atencionales pue-
den infl uir en la emoción. Por otro lado, el conocimiento 
confi gura otro sistema que dará lugar a emociones o infl ui-
rá en éstas; aquí nos referimos, por ejemplo, a la evaluación 
cognitiva de un determinado evento. Por último, hemos 
de hablar del sistema fi siológico: aquí se incluyen las ex-
presiones faciales, las posturas corporales, los movimientos 
motores voluntarios e involuntarios y otras respuestas fi sio-
lógicas que infl uirán en las emociones.
Por otra parte, Koole (2010) diferencia tres tipos de 
funciones. En primer lugar, la regulación emocional pue-
de servir para satisfacer necesidades hedónicas, a menudo de 
carácter impulsivo y no consciente; en segundo lugar, pue-
de facilitar la consecución de objetivos; por último, puede 
contribuir a la optimización del funcionamiento de la per-
sonalidad en su conjunto. En muchos casos, estas funciones 
se combinan, complementándose, aunque también pueden 
ser confl ictivas entre sí.
Koole (2010) plantea que en cada una de las tres for-
mas de estrategias vinculadas a las diferentes funciones (cu-
brir necesidades hedónicas, lograr determinados objetivos 
o metas y optimizar la personalidad en su conjunto) pue-
den actuar los distintos sistemas a los que hemos hecho 
alusión anteriormente: el sistema de atención, el conoci-
miento y el sistema corporal.
¿EXISTEN FORMAS DE AFRONTAMIENTO
Y DE REGULACIÓN EMOCIONAL
ADECUADAS E INADECUADAS?
Aunque es ésta una cuestión estrechamente ligada a la de la 
efi cacia, conviene distinguirla de la misma: lo que aquí nos 
interesa no es tanto si una determinada forma de afronta-
miento o de regulación emocional funciona —es decir, si 
modifi ca realmente la emoción en algún sentido o no— 
como si resulta benefi ciosa o perjudicial. Determinadas 
formas de regulación emocional y afrontamiento pueden 
ser muy efi caces en relación con las metas y necesidades 
del individuo más destacadas en una situación dada, pero, 
al mismo tiempo, negativas en relación con otros aspectos 
importantes para el mismo individuo o los que le rodean 
(Frijda, 1986; Lazarus, 1966).
Antes de continuar, hemos de aclarar que en este apar-
tado nos referiremos en mayor medida a las formas de 
afrontamiento adecuadas e inadecuadas, dado que éstas se 
han estudiado más que las formas de regulación emocional.
Lazarus y Folkman (1986), haciendo referencia al 
afrontamiento, plantean que no puede considerarse ningu-
na estrategia esencialmente mejor o peor que otra. El juicio 
acerca de la adecuación de una determinada estrategia debe 
hacerse teniendo en cuenta el contexto en que se produce. 
Son muchos los autores que insisten en esta cuestión: mu-
chas formas de afrontamiento pueden ser benefi ciosas para 
determinadas personas en ciertas situaciones, y perjudicia-
les para otras o para esas mismas personas en otras situacio-
nes (Carver et al., 1989; Etxebarria, 2002; Frijda, 1986).
Probablemente ninguna forma de regulación emocio-
nal pueda considerarse intrínsecamente negativa, como 
tampoco positiva (Gross y Th ompson, 2007). Cuál sea 
el modo de regulación emocional “óptimo” puede variar 
mucho de unos individuos a otros, según las situaciones y 
según las metas de los individuos en las mismas (Etxeba-
rria, 2002; Gross y Th ompson, 2007). Así, por ejemplo, 
normalmente se considera que una de las mejores formas 
de hacer frente a situaciones estresantes y emocionalmente 
dolorosas es que la persona realice esfuerzos activos por 
resolver el problema o situación desencadenante. Sin em-
bargo, cuando las situaciones son incontrolables, este tipo 
de esfuerzos a menudo no sirven más que para prolongar 
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Pascual Jimeno y Conejero López
el sufrimiento. Por el contrario, la negación, que se sue-
le considerar muy negativa y hasta índice de la presencia 
de tendencias psicóticas, para Richard Lazarus y muchos 
otros autoresque han profundizado en el estrés y las es-
trategias de afrontamiento, podría considerarse adaptati-
va en ciertas situaciones o en determinadas fases de una 
situación (por ejemplo, al principio de un suceso muy 
traumático). Otro ejemplo es el de la distracción, tanto 
cognitiva como conductual. La distracción, en principio, 
puede parecer una forma de regulación emocional bastan-
te inteligente y, desde luego, distraerse jugando un partido 
de fútbol o de tenis o leyendo una novela puede estar muy 
bien. Sin embargo, volcarse en el trabajo o en la política 
para olvidarse de los problemas familiares, aunque sirva 
efectivamente, no parece constituir una forma de regula-
ción emocional adecuada.
Pero aunque no pueda afi rmarse rotundamente que 
hay estrategias que siempre resultan positivas o negativas, 
no podemos negar que, en general, hay formas de regula-
ción que son mejores que otras. Por ejemplo, según Carver 
y colaboradores (1989), pueden considerarse formas de 
afrontamiento adaptativas, entre otras, según las categorías 
por ellos propuestas, el afrontamiento activo, la planifi -
cación, la reinterpretación positiva o el apoyo social. Por 
el contrario, la negación, la desconexión conductual o el 
recurrir al consumo de sustancias como el alcohol o los 
medicamentos tendrían un valor más dudoso.
Veamos a continuación qué ocurre, qué problemas se 
dan, en algunas de las estrategias habitualmente conside-
radas negativas más comunes. Aunque la rumia o el darle 
vueltas una y otra vez a un mismo acontecimiento dolo-
roso, desconcertante o preocupante se suela realizar para 
tratar de entender lo que ocurrió, generalmente puede ser 
más un obstáculo que una ayuda para regular la experiencia 
dolorosa. Con la carga emocional, resulta difícil ordenar las 
ideas, éstas tienden más bien a agolparse y enmarañarse, y 
vuelven cada vez más confuso el problema. Además, el mis-
mo pensamiento confuso exige seguir pensando para tratar 
de encontrar alguna luz que lo ilumine (Etxebarria, 2002).
El centrarse en la emoción y su expresión libre a veces 
puede ser útil, pero puede también difi cultar la adaptación 
(Felton et al., 1984). El focalizar en el sufrimiento puede 
exacerbarlo y puede hacer que la persona olvide realizar 
esfuerzos de afrontamiento activo, dirigidos a resolver los 
problemas.
El uso de apoyo emocional, aparentemente una forma 
de regulación positiva, sería, según Carver y colaboradores 
(1989), una espada de doble fi lo: puede ayudar a que la 
persona se sienta segura y afronte la situación focalizándose 
en el problema, pero también puede utilizarse simplemen-
te para dar rienda suelta a los propios sentimientos.
Una de las formas de saber si una estrategia de regu-
lación emocional es más adecuada que otra es analizar 
las funciones que desempeñan dichas estrategias, esto es, 
analizar si se consiguen resultados positivos o negativos 
mediante dichas estrategias. De hecho, hay autores como 
Koole (2010) que, como hemos señalado anteriormente, 
clasifi can las formas de regulación emocional según las 
funciones que desempeñan. Como hemos comentado con 
anterioridad, Koole señala que las principales funciones de 
las estrategias de regulación emocional son la satisfacción 
de necesidades hedónicas, el facilitar la consecución de ob-
jetivos y el optimizar el funcionamiento personal general. 
Así, respecto a la regulación emocional orientada a necesi-
dades, Koole plantea que las estrategias cognitivas parecen 
relativamente inefi caces, especialmente a largo plazo. Sin 
embargo, en cuanto a la regulación orientada a objetivos, 
las estrategias atencionales y cognitivas parecen tener cierta 
ventaja sobre las corporales. Sin embargo, respecto a las 
estrategias orientadas a la persona, concluye que las estra-
tegias corporales parecen ser relativamente efectivas. En 
cualquier caso, hemos de aclarar que aquí hablamos de efi -
cacia y que dicha efi cacia no tiene por qué corresponderse 
siempre con el carácter saludable, que es precisamente lo 
que nos interesa analizar.
Lo que sí parece claro es que la regulación emocional 
orientada a la persona se asocia a benefi cios a largo plazo, 
tanto si se refi ere a la atención como al conocimiento y al 
cuerpo (Koole, 2010).
En este punto, merece la pena citar un estudio que per-
mite hablar de estrategias positivas y negativas en general 
(Pascual, Conejero y Etxebarria, 2016). En dicho estudio, 
se utilizaron tres índices o factores relativos a diferentes 
funciones positivas en la salud que pueden desempeñar las 
estrategias de afrontamiento. En concreto, se medía si se 
lograba disminuir la ansiedad, si se lograba satisfacción con 
uno mismo y, por último, si se conseguía mejorar la relación 
con otras personas. En este estudio, cuya muestra estaba 
constituida por 762 personas, 375 mujeres y 387 varones 
(edad: M = 16.74, DT = 0.71), se analizaron las correlaciones 
entre las puntuaciones en las distintas categorías de afronta-
miento del Responses to Stress Questionnaire (Connor-Smith, 
Compas, Wadsworth, Th omsen y Saltzman, 2000) y las 
puntuaciones en estos tres índices. Los análisis mostraron 
correlaciones signifi cativas positivas entre los tres factores 
y las formas de afrontamiento habitualmente consideradas 
positivas (resolución de problemas, regulación emocional, 
pensamiento positivo, reestructuración cognitiva, distrac-
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Regulación emocional y afrontamiento 
ción y aceptación) y correlaciones signifi cativas negativas 
entre los factores y las formas de afrontamiento que suelen 
considerarse negativas (evitación, negación, ilusión, rumia, 
acción impulsiva, inacción y escape).
A MODO DE CONCLUSIÓN
El ámbito de estudio de la regulación emocional es un 
ámbito fl oreciente y enormemente productivo. Algunos 
pueden temer que estimular la capacidad de la gente para 
regular las emociones puede reducir la experiencia emocio-
nal, pero la investigación sugiere justamente lo contrario 
(Koole, 2010). Parece que dicha capacidad se asocia con 
una mayor conciencia de las emociones y más profunda, lo 
cual viene a enriquecer la experiencia emocional.
Por medio de esta revisión esperamos haber contribui-
do a aclarar el concepto de regulación emocional, su rela-
ción con el de afrontamiento, y al conocimiento acerca de 
las distintas estrategias desde una perspectiva integradora. 
Por otra parte, creemos que puede ser interesante el desa-
rrollo de diversos índices de salud con los que valorar en 
qué medida determinadas estrategias de regulación resul-
tan benefi ciosas o perjudiciales para la salud en la línea de 
Pascual et al. (2016).
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