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Cuestiones de fauna en Arqueología 
J. Estévez Escalera 
Dept. Historia Soco Precapitalistes i Antrop. Social 
Univ. Autónoma de Barcelona 
1. Cuestión de definición 
El estudio de los restos de fauna de yacimientos arqueológicos es una disciplina 
propia de la Arqueología. Como tal es relativamente joven, lo cual hace perfectamente 
comprensible las primeras vacilaciones en torno a su propia denominación: se han 
empleado distintos términos (Olsen y Olsen, 1981): Paleo-zoología (Thenius, 1961), 
Arqueozoología (p.e. Archaeozoological Studies, el mismo nombre de la asociación: 
International Council for Archaeozoology .. . ), Etnozoología (p.e. Cleland, 1966) y 
finalmente Zooarqueología (Quantitative Zooarchaeology, Research Problems in 
Zooarchaeology, ... ) o el más restringido de Osteo-arqueología (p.e. Reed, 1963). 
Naturalmente detrás de algunas diferencias sutiles de significado que implican estas 
denominaciones pueden existir matices relacionados con los objetivos de cada 
practicante. La cuestión principal, como veremos, está en su posición más o menos 
vinculada a los objetivos de la Arqueología. En eso se va a diferenciar radicalmente 
de la Paleontología zoológica (también estudio de los - a veces mismos- restos de 
animales antiguos). 
Zooarqueología sería quizás el nombre más correcto, el que marcaría mejor esa 
diferencia con la Paleontología (Legge, 1978; Lyman, 1982; Morales, 1989), aunque 
al anteponer a los animales es posible que ese sentimiento se produzca también en 
la mente del usuario. Lo importante no es, en esta ocasión, el nombre sino el que 
realmente se considere que los datos extraídos de los huesos arqueológicos son 
auténticos datos arqueológicos (Legge, 1978). 
2. Cuestión de historia 
En los comienzos de la Arqueología, el estudio de los restos de fauna procedentes 
de yacimientos arqueológicos cuaternarios dotó a los objetos prehistóricos de una 
de sus dimensiones fundamentales: la temporal. A pesar de la trascendencia de este 
hecho, la Arqueología hasta hace bien poco dejó casi siempre de lado el interés por 
este tipo de material estando, como estuvo en seguida, preocupada por la sucesión 
cultural. Así, fue dejando su análisis en manos de una disciplina ajena: la Paleon-
tología. Ciencia, ésta, dedicada al estudio de la historia de las comunidades de seres 
vivos y de la que se exigía únicamente la información pertinente para la construcción 
de las secuencias culturales. 
58 1. ESTEVEZ ESCALERA 
Por ello sólo se realizaba para aquellos períodos temporales donde esa informa-
ción podía ser relevante (Paleolítico). 
El desarrollo de un interés nuevo en los restos faunísticos arqueológicos, orientado 
desde la propia Arqueología, no surgió hasta que no existió un enfoque diferente 
dentro de ella misma. Por un lado, la perspectiva sistémica que tiende a buscar las 
relaciones entre todos los elementos del sistema de datos arqueológicos, y por otro 
lado, el planteamiento teórico que evidencia la necesidad de conocer la base econó-
mica (el modo de vida en general) de las comunidades del pasado, son los elementos 
que ponen de manifiesto la importancia de la información que puede derivarse de 
esos datos y, recíprocamente, sólo el desarrollo de esa disciplina permitirá avanzar 
en ese tipo de <mueva Arqueología». 
Como hemos visto, los restos de fauna arqueológica atrajeron la curiosidad de 
la periferia de diferentes disciplinas, sin que significaran nunca su interés central. 
Para los zoólogos representan la historia más reciente de los animales vivos, para 
los paleontólogos el epígono de las especies estudiadas, para los veterinarios una 
información sobre el pasado de las epizootias y de la zootecnia. Es, a mi modo de 
ver, la Paleontología (por su perspectiva histórica de los animales) la que más puede 
reputarse como fuente de origen interdisciplinar de esta especialización temática de 
la Arqueología. 
Los mismos objetivos de la Paleontología han ido evolucionando de manera 
bastante similar a los de la Arqueología: desde la perspectiva coleccionista, la 
preocupación por la taxonomía, la bioestratigrafía, la paleoecología y, finalmente, 
la tafonomía. 
La renovación metodológica que se produce en Paleontología alrededor de los 
sesenta (Aguirre, 1989) se produce también en Arqueología, y hace surgir unas 
nuevas preocupaciones: la obtención de datos sobre la economía, organización 
social e ideología de las sociedades responsables y contemporáneas de la acumulación 
de los restos. Con ello podemos considerar que se constituye la base de esta nueva 
disciplina. 
La diversidad de los temas de estudio que se van planteando queda perfectamente 
reflejada en las distintas reuniones cuatrianuales que se celebran desde 1972: Budapest 
(Matolsci, 1973), Groningen (Clason, 1975), Stettin, Londres (Grigson y Clutton-
Brock, 1983 y 1984) y Burdeos (Archaeozoológica. 1). 
Coincidiendo con esta última reunión se publica (Desse-Berset, 1986) un inventario 
de estudiosos que incluye 568 personas de 54 países. 
3. Cuestión de objetivos 
En toda la literatura actual podemos ver un abanico de intereses que pueden 
clasificarse en dos categorías fundamentales: A) Los temas tradicionales (Grison, 
1978): el propio desarrollo técnico y metodológico (la reflexión sobre los métodos 
e instrumentos desarrollados), los temas comunes a la Paleontología (taxonómicos, 
evolutivos - bioestratigráficos- , biogeográficos y paleoecológicos) y los primeros 
análisis sobre subsistencia humana. B) Temas nuevos: la formación del sitio y del 
depósito, la paleoeconomía, la organización social e ideológica y el propio desarrollo 
CUESTIONES DE FAUNA EN ARQUEOLOGIA 59 
histórico que se pueden deducir del estudio de los restos animales. En esta vertiente 
estos restos no son la única fuente de datos y deben ponerse en relación con los 
otros datos arqueológicos y con su estructuración espacial. En este sentido el 
estudio de los restos animales constituye una simple técnica, una especialidad más 
de la Arqueología. 
Los restos de fauna de yacimientos arqueológicos, en cuanto que son trazas de 
la actividad humana, testimonio de la acción humana en el medio «natural», entran 
de lleno en la definición de fenómeno - 0 - dato arqueológico. Aunque el objeto 
en sí sea el mismo (y ello contribuye a que exista una coincidencia técnica grande) 
lo que para la Paleontología representa estadios de la evolución (de una especie 
animal) o componente de una tafocenosis (muestra de una biocenosis antigua), 
para el arqueólogo son restos culinarios y de alimentación, muestras de las actuaciones 
de sociedades del pasado. La cuestión de su carácter arqueológico se plantea más 
claramente cuando se intentan respuestas de segundo nivel; es decir, cuando no se 
trata ya de explicar el material en sí, sino de su integración contextual (histórica, 
social y económica). Para poner un ejemplo: la presencia de una cabra doméstica 
(Capra hircus) no nos permite hablar de domesticación. La domesticación es un 
fenómeno que implica unas relaciones sociales determinadas de propiedad sobre el 
animal, es por tanto un fenómeno cultural y no biológico: La presencia de un 
animal doméstico en un determinado contexto puede ser debida al intercambio, al 
comercio, a la caza de animales escapados ... 
4. Cuestión de metodología 
Dentro de la metodología general de los estudios de restos de fauna arqueológicos, 
en la que no vamos a entrar en detalle porque existe ya una nutrida literatura e 
incluso manuales, algunos muy recientes (Davis, 1987; Chaplin, 1971; Morales, 
1987, 1989; Estévez, 1983-1984, 1984; Grayson, 1973, Klein-Cruz, 1984; Lyman, 
1982; Poulain, 1976; Schmith, 1972, Daly, 1969; Clason, 1972; Casteel, 1976; Evans, 
1972; ... ), existen sin embargo algunos puntos interesantes por lo que tienen de 
nuevas perspectivas o de cuyo tratamiento en Arqueozoología se pueden sacar 
enseñanzas para la Arqueología en general. El que la disciplina haya llegadosólo 
recientemente a la adolescencia ha hecho que se planteara una reflexión teórica 
sobre su lugar, sobre el significado y alcance de sus conclusiones y haya buscado 
entre los instrumentos más modernos. 
Ya en diferentes ocasiones (Estévez, Lull, 1984) hemos expuesto métodos que se 
podían extraer de la Paleontología para aplicarlos a problemas arqueológicos. 
En esta dirección va a girar esta parte del trabajo. 
La «caja negra» que se plantea en Arqueología tiene muchos elementos en 
común con la de la Paleontología. En el mismo extremo de entrada tenemos un 
sistema vivo del que (sometido pasivamente a unas modificaciones - fosildiagénesis--) 
se sale con un sistema estático que es preciso representar actuando. La acción del 
científico empieza con un proceso de recuperación destructiva-selectiva y con un 
proceso de análisis también parcializante. 
Podemos pues exponer un primer problema: el de la representatividad del 
muestreo. 
60 J. ESTEVEZ ESCALERA 
Trabajos como los de Payne (1972) pusieron ya la alerta sobre la diferente 
representación de los conjuntos de fauna, según resultasen de un proceso u otro de 
recuperación. Se sabe ahora que no hay homogeneidad en esa representación, pues 
ésta depende del grosor de la malla que se ha empleado en el cribado de los 
sedimentos. Esto implica que conjuntos faunísticos procedentes de yacimientos en 
los que el método de recuperación ha sido diferente no son estrictamente comparables 
(Barker, 1975; Clason y Prummel, 1977; Gamble, 1978; Higham, 1968). 
La recuperación total de los restos es una utopía que se ve cortada fundamen-
talmente por dos factores , que si bien en teoría serían controlables, en la práctica 
no lo son tanto o en absoluto. 
El primero lo constituye la falta de entrenamiento de los arqueólogos. N o todos 
los que intervienen en el proceso de excavación tienen la misma formación en el 
reconocimiento de los restos, vista y capacidad de atención. N o es raro el yacimiento 
donde no se recuperan cierto tipo de restos, por ejemplo de pescado, por falta de 
conocimiento de las formas que pueden presentar los otolitos y, en el otro extremo, 
yacimientos en los que se presta una atención exquisita a los restos de microfauna 
y en cambio se desechan los huesos del carpo de grandes bovinos. 
El segundo es la imposibilidad práctica de someter todo el sedimento a un 
cribado fino de medio milímetro seguido de una selección a la lupa binocular que 
sería el sistema óptimo para una recuperación total de la microfauna. 
Se impone pues una reflexión y un compromiso sobre el sistema de muestreo 
controlado (Gamble, op. cit.). Dicho sistema dependerá de la reflexión y, en cada 
caso, de los medios y objetivos previstos. Pretender disponer de un equipo humano 
homogeneizado es una aspiración a la que hoy por hoy la Universidad española no 
puede responder: en rigor deberíamos paralizar la casi totalidad de las excavaciones 
hasta no disponer de tal equipo. Así pues, esa adaptación debe ajustarse en primer 
lugar a la capacitación del equipo. 
Los objetivos influyen de manera aún más decisiva en la estrategia escogida. 
Como no se trata sólo de obtener un listado representativo de especies, no tiene casi 
nunca sentido el practicar un amplio muestreo al azar. En Arqueología frecuentemente 
entendemos que, a pesar de asumir la existencia de una repartición no homogénea 
ni al azar del material, se pueden obtener datos generalizables de pequeñas catas. 
El interés en la generalización nos induce frecuentemente a no plantear esas catas 
al azar sino justamente en los sitios que a priori consideramos más favorables. Sólo 
tiene sentido plantear una estrategia alternativa (sondeos al azar) cuando lo que se 
pretende es precisamente verificar el carácter de la repartición del material. 
Sin embargo el tipo de excavación del que se prevé obtener mayor cantidad de 
información es la extensiva, que afecta a grandes superficies en las que el material 
esté fuertemente organizado. Es precisamente de esa estructura del material de la 
que se podrán extraer conclusiones pertinentes a la organización de la sociedad. Así 
pues la representatividad del conjunto faunístico recuperado estará en relación con 
la del área excavada respecto al conjunto de las acciones de esa sociedad. Natural-
mente que la evaluación del significado de las estructuras descubiertas, y por tanto 
de dicha representatividad, sólo puede evaluarse teniendo en cuenta la globalidad 
del registro arqueológico. Por lo mismo nunca se podrá tener la certeza de disponer 
de un registro suficientemente representativo a no ser que se pueda hacer esa 
evaluación de actividades. 
CUESTIONES DE FAUNA EN ARQUEOLOGIA 61 
El próximo planteamiento atañe al volumen de la muestra. He dicho que la 
mayoría de las veces es difícil, por cuestiones estratégicas de costo (especialmente en 
tiempo), someter todo el sedimento a un cribado fino. Por lo tanto se debe llegar 
a un compromiso entre el ideal de cribado total y lo realmente realizable. No sirve 
de nada acumular centenares de kilos de tierra debidamente empaquetada, campaña 
tras campaña, durante años y no tener el suficiente personal capacitado como para 
ir seleccionando. Esa estrategia debería adaptarse a las características propias del 
yacimiento y de los objetivos propuestos. 
Podemos ilustrar esto con un ejemplo: sabemos que la fuente principal de 
aportación de los micromamiferos (buenos indicadores del medio vegetal circundante) 
son las egragópilas de las rapaces nocturnas, aves que toleran mal la presencia 
inmediata de la gente. Se puede realizar un muestreo, al azar u homogéneo, por 
todo el yacimiento para demostrar que existe una repartición significativa de estos 
restos (verificación del hecho más probable) o para localizar los lugares con mayor 
abundancia de restos (cuando no tenemos ni idea de dónde se puede producir este 
fenómeno). La estrategia más indicativa sin embargo sería efectuar el muestreo en 
las zonas de demostrada o presumible mayor concentración de esos restos. De 
poder llegar a formular esa hipótesis a priori este tipo de restos no sólo nos 
proporcionaría una información sobre el medio, sino que sería un elemento más 
para verificar nuestras hipótesis sobre la funcionalidad o el carácter de la (des)ocu-
pación de los espacios. 
En otros casos debería efectuarse una experimentación estadística para conocer 
el porcentaje de información que se gana o pierde empleando distintos métodos de 
muestreo o cribado y establecer así un dintel de fiabilidad de la muestra. P.e. , se 
deberían comparar las muestras obtenidas con distintas luces de cribado para 
conocer qué tipo de restos y de qué especies quedarán infrarrepresentados si se 
criba con mallas grandes, o bien comparar el resultado de un cribado acumulativo 
para ver cuál es el volumen de muestra que debe ser tratado con malla pequeña 
hasta obtener una muestra suficientemente significativa de todos los posibles taxones. 
Un segundo tipo de cuestión metodológica que se plantea es la taxonomómica: 
El trabajo de identificación y clasificación de los restos ha sido la primera preocu-
pación de los paleontólogos. Para ello se han empleado colecciones de comparación 
y se han clasificado los restos en taxones (órdenes, familias, especies, sexo ... ) por 
comparación de los caracteres anatómicos morfológicos y métricos. Las tipologías 
arqueológicas, cuya teoría es básicamente la misma, aún podrían aprender mucho 
de la sistematización jerarquizada, de la forma de construcción de esa clasificación, 
de las técnicas de clasificación numérica y del empleo de los análisis multivariantes. 
La tarea de clasificación taxonómica es en esencia un proceso mecánico para el 
cual sólo es preciso tener una buena colección de referencias (de restos, dibujos y 
medidas) y conocer y comparar los caracteres significativos de la pieza. 
Existen algunos inconvenientes todavía, a pesar de que se lleva ya tiempo 
trabajando en ello. El primero es hallar esos caracteresdiscriminatorios para la 
distinción de algunas especies, cuyas características son muy semejantes. Este sería 
el caso de la distinción entre Ovis y Capra, Bos y Bison .. . Otro inconveniente lo 
constituyen las clases de restos conservables que han sido poco estudiados y para 
los que no se dispone ni de una amplia literatura previa ni a veces de colección de 
referencias (la constitución de una colección de referencia completa es un proceso 
62 J. ESTEVEZ ESCALERA 
lento, difícil y no fácilmente al alcance de cualquiera). Esto sucede por ejemplo con 
reptiles, aves, peces ... , esqueleto fetal, postcraneal de micromamíferos, vértebras, 
costillas ... 
La distinción es aún más compleja cuando se trata de analizar una colección 
arqueológica cuyos restos suelen estar bastante fragmentados, pensemos p.e. en la 
clasificación de fragmentos de insectos. 
Las características de este proceso, que depende básicamente de la existencia de 
un banco de datos (de medidas, de imágenes, de elementos diagnósticos), hace 
posible, y en algunos casos interesante, la perspectiva de poder automatizarlo a 
través de la creación de un sistema experto. Un elemento así podría servir de gran 
ayuda al arqueólogo sin experiencia o sin una buena colección de referencias como 
primer instrumento informador. Más aún, está claro que la creación de un sistema 
experto sería perfectamente aplicable a otros problemas de indentificación y clasi-
ficación en Arqueología. 
Un sistema perfeccionado de este tipo puede sustituir con ventaja y por la rapidez 
de aplicación (p.e. en el laboratorio de campo) a toda una serie de pesados y 
variados manuales y tablas tipológicas, y se puede ir implementando a medida que 
se obtiene mayor información o elementos discriminantes. 
Hemos diseñado un sistema experimental así para la clasificación automática 
de restos de aves. Este tipo de restos justifican el experimento: suelen ser poco 
abundantes en los yacimientos y en cambio su variedad específica es muy grande. 
Estos dos hechos no rentabilizan el esfuerzo de constituir una colección de referencias 
para cada laboratorio. Otro hecho interesante es que el tamaño y procesos de 
acumulación y tafonómicos no suelen producir restos muy fragmentados. Los 
restos de aves están bastante enteros, lo que facilita su clasificación a partir de 
imágenes y medidas. 
El sistema se compone de tres elementos fundamentales (fig. 1): los dispositivos 
para introducción de imágenes, medidas y discriminadores, los bancos de datos y 
los programas interactivos de clasificación automática. 
Para la introducción de datos se utilizan primero digitalizadores de imagen (de 
vídeo, de «scanner» y tableta gráfica) y programas interactivos sencillos o incluso 
soft ware comercial estándar para la introducción direccionada de medidas y de los 
caracteres discriminatorios específicos. Con estos programas se puede ir ampliando 
la información a medida que ésta se registra en los trabajos de los especialistas. 
Los bancos de datos de imágenes, medidas y caracteres están organizados por 
especies y partes del esqueleto. 
Los programas de clasificación permiten entrar interactivamente desde las imá-
genes (por partes del esqueleto) o desde las medidas. Introduciendo la parte del 
esqueleto y las medidas el ordenador puede presentar las medidas registradas en 
relación con las introducidas en forma de sencillos gráficos cartesianos, o presentar 
sólo los taxones cuyas medidas tengan probabilidades de pertenecer a la misma 
población. A partir de aquí se pueden evocar (automáticamente por orden de 
probabilidad descendente o de forma dirigida) las imágenes (fig. 2) y características 
distintivas de las piezas correspondientes a las especies en cuestión. En definitiva, 
este procedimiento no hace más que emular el proceso que se produce en la 
actuación del especialista durante la clasificación. Por supuesto que la fiabilidad, en 
ambos casos, depende de la acumulación de datos previos. 
CUESTIONES DE FAUNA EN ARQUEOLOGIA 63 
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Fig. 1. Sistema experto para la clasificación asistida de restos de fauna. 
La flexibilidad de la mente humana sin embargo no puede conseguirse (¿todavía?) 
con el ordenador. Esta flexibilidad (cuando existe) es una ventaja inalcanzable y 
permite alojo astuto y entrenado hacer corresponder pequeños fragmentos a las 
piezas comparativas, cosa que de momento está por supuesto lejos de la capacidad 
informática. Aún así este sistema puede convertirse, a falta del (y para el) «experto« 
humano en un buen auxiliar en la investigación arqueológica. 
Es fácilmente entendible que la clasificación específica zoológica no siempre es 
la de mayor interés para los arqueólogos. Existen clasificaciones que pueden ser 
más interesantes. Es posible que, por ejemplo, una clasificación de restos de insectos 
por nichos ecológicos sea para nosotros mucho más interesante que una nomenclatura 
específica o que, incluso, una clasificación por categorías tafonómicas sea suficiente 
y podamos prescindir, para llegar a según qué conclusiones, de la atribución específica 
de los restos. 
64 J. ESTEVEZ ESCALERA 
] 
Tadornatadorna(lJ Anser anser (l.) 
Fig. 2. Imágenes de coracoides de aves del banco de imágenes de los programas de clasificación 
automática. Imágenes tomadas con Scanner de lámina 4 de Mourer-Chauviré, 1975, Les oiseaux 
du Pléistocéce Moyen et Supérieur de France Doc. Lab. de Géologie de la Fac. des Sciences de 
Lyon. 
4.1. Cuestiones de descripción y registro 
La práctica en el estudio de los restos óseos ha conducido a una aspiración de 
unificación en la nomenclatura (Peters, 1987) y en la forma de tomar unas medidas 
estandarizadas (p.e. v.d. Driesch, 1976; De Miguel-Morales, 1984). 
Los caracteres morfológicos son en primer lugar los relativos a su clasificación 
específica, anatómica. Para ellos basta con adoptar una nomenclatura estandarizada 
de la Zoología y de la Anatomía (p.e. Nomina Anatomica Veterinaria). Existen, 
pero, otra serie de caracteres que tienen importancia a la hora de evaluaciones 
arqueológicas: características sexuales, de edad, patológicas, el estado de fracturación 
y otras modificaciones postmortuarias y el estado de conservación. Para la mayoría 
de ellos (los patológicos pueden ser una excepción) se ha tenido que partir de nuevo 
del lenguaje natural. 
La gran cantidad de caracteres que debe contener la descripción de cada pieza 
y la gran cantidad de piezas que se suelen analizar por yacimiento ha impuesto la 
necesidad de destilar un lenguaje estandarizado y luego codificarlo para permitir el 
almacenamiento y tratamiento a través de la informática. 
En este campo el estudio de los restos animales es pionero y tiene ya una larga 
experiencia. Los primeros ensayos se realizaron codificando totalmente la descripción 
(Uerpman, 1978; Armitage, 1978): a cada especie, parte del esqueleto, etc., corres-
pondería una serie de dígitos y un código determinado. Hoy día la capacidad y 
flexibilidad de los sistemas informáticos permiten utilizar codificaciones nemotécnicas. 
CUESTIONES DE FAUNA EN ARQUEOLOGIA 65 
Así por ejemplo nosotros (v. tb. Campana y Crabtree, 1987; Klein y Cruz, 1984) 
empleamos un sistema de descripción literal en el cual todos los caracteres se 
resumen mediante una codificaciónmnemotécnica que es muy fácil de leer directa-
mente. 
Para su construcción nos hemos inspirado en la idea del sistema descriptivo de 
la tipología analítica (Laplace, 1974). En ella se tiene en cuenta: 
1.0) La especie o clasificación taxonómica más ajustada que se concreta en 
cuatro letras, dos del nombre de la familia y dos del de la especie, p.e.: 
Ovis aries se escribirá OY AR; Capra hircus, CPHY; Capra pyrenaica, 
CPPY; Bos laurus = BOTA; bovino no determinado = BOND, etc. Esta 
combinación de caracteres hace posible una elemental clasificación jerár-
quica. Así podemos p.e. considerar sólo los restos de bovino (BO**), los 
de bovino no determinado (BOND), o todos los no determinados a nivel 
de especie (**NO). 
2.°) La parte del esqueleto, que se describe con una/ tres letras: T = tibia, 
E = escápula, MT = metatarsiano, COS = costilla, etc. (dando prioridad 
en el deletreo a los huesos más informativos o más frecuentes). 
3.°) El lado del cuerpo: l = izquierdo, O = derecho. 
4.°) La parte. Se han dividido arbitrariamente los huesos largos en tres partes: 
Epífisis proximal (PR), Diáfisis (OF) y Epífisis distal (DI). Lógicamente 
la división es más compleja en otras partes esqueléticas como el cráneo, la 
pelvis, etc. , y más sencilla en huesos como el calcáneo o los carpales. Para 
ellas se toman también las denominaciones de posición respecto al tronco 
o las anatómicas (S P = espina de la escápula), respetando siempre el 
carácter mnemotécnico de la abreviación. 
5.°) El código de la zona diagnóstica: cada hueso posee diferentes zonas (v. 
abajo) identificadas mediante una serie numérica que se inicia con l y se 
amplía en función del número de zonas definidas para cada parte de cada 
hueso. Estas zonas diagnósticas se definen teniendo en cuenta características 
naturales del hueso como p.e. planos de fusión o superficies articulares. 
6.°) Estado de fragmentación. Se consideran tres estados de fragmentación: 
los elementos enteros 0, los fragmentos mayores de la mitad (M), y 
aquellos que representan menos de la mitad del elemento original (F). 
Otros autores han codificado este carácter de fo rma distinta: Klein y Cruz 
(1984), p.e., estima la fracción representada (0,5; 0,25 ... ), Münzel (1986) 
propone un método interesante mediante el cual el hueso es dividido 
teóricamente en diferentes cuadrantes cada uno de los cuales recibe una 
codificación que se adjudicará al fragmento que lo represente. 
Todas estas codificaciones tienen como objetivo fund amental calcular 
luego un NMl apurado (v. in/ra). 
7.°) Estado de fusión. Hemos adjudicado diferentes estados de fusión a describir: 
U na zona diagnóstica fusionada (F), o en proceso de fusión (1) , o una 
zona diafisal (O) o epifisal (E) no fusionadas. 
68 J. ESTEVEZ ESCALERA 
Fig. 4. Cráneo de ciervo con expresión de las frecuencias relativas de representación de cada parte. 
Imagen conseguida con scanner y sometida a algoritmo de esqueletización. 
mismos elementos del lado derecho dividida por dos), o el sistema normal de contar 
la parte más representada. 
La relación entre NR y NMI es en teoría logarítmica pero en la práctica es más 
compleja (Poplin, 1976; Ducos, 1973). En ella influyen múltiples factores. Uno es 
la diferente frecuencia de los elementos esqueléticos en cada especie (los carnívoros, 
p.e. tiene 5 veces más falanges en cada pata que los équidos), otro elemento que 
influye es el que estén más o menos completos los esqueletos de las distintas especies 
representadas (un solo individuo entero hará aumentar el NR, pero no el NMI de 
la especie), un tercer factor importante está en la misma excavación: es posible que 
un cribado determinado haga sobrerrepresentar ciertos elementos de pequeño tamaño 
del esqueleto de una especie grande sobre los mismos de otra más pequeña, otro 
está en el propio zoo-arqueólogo: existen zonas o partes de ciertos huesos de 
algunas especies que son más fácilmente determinables que las mismas partes de 
otras especies (la diáfisis de los metapodios de cérvidos frente a la de équidos), la 
fracturación que tiende a homogeneizar los tamaños va a favorecer una sobrerre-
presentación de los restos determinados de las especies pequeñas (un fragmento de 
conejo de 1 cm es, muy probablemente, determinable mientras que un fragmento 
de tamaño equivalente de bovino no lo será). Otro elemento que se puede añadir 
a esta lista no exhaustiva es el de la misma duración de la ocupación: cuanto más 
corta mejor se podría determinar la relación NR/ NMI. 
Un sistema que pretende paliar alguno de esos efectos distorsionadores es el de 
la utilización de las zonas diagnósticas (Watson, 1972, 1979). Con él se pretende 
minimizar el efecto de la determinación diferencial de los restos y, en algún caso, el 
del cribado deficiente. Se trata de un método que podríamos denominar mixto 
entre NR y NMI. 
Se han definido en cada parte del esqueleto unas zonas diagnósticas que son 
fáciles e igualmente determinables para cualquier especie. Sólo se tendrán en cuenta, 
CU ESTIONES DE FAUNA EN ARQUEOLOGIA 69 
a la hora de establecer las frecuencias relativas de los taxones, aquellos fragmentos 
de partes diagnósticas superiores a la mitad. Este sistema que pondera las frecuencias 
de los restos tiene además la virtud de permitir un análisis de las colecciones mucho 
más rápido. Se ha objetado al sistema que dej a de lado otros fragmentos determi-
nables potencialmente interesantes. La objeción se responde de forma relativa: no 
tenemos aún ningún elemento que nos permita decir que un sistema u otro propor-
ciona una imagen del número real relativo más ajustada que otra. Este es un nivel 
de interpretación para el que se debe tener precisamente en cuenta la comparación 
entre los resultados obtenidos con las distintas unidades. En el momento actual 
harían falta una serie de experimentos controlados para poder decidir. 
Veamos dos ejemplos para comparar los resultados que se obtienen con un 
conteo de todos los restos determinados (CTO) y con el conteo de partes diagnósticas 
(CPO): 
En un yacimiento prehistórico en cueva (Cava del Frare, en Cataluña) se ha 
escogido un conjunto faunístico procedente de una excavación con cribado de 
0,5 cm en el que se han recogido las especies más grandes que el conejo. 
La recolección de todos los fragmentos superiores a ese gálibo da un porcentaje 
muy elevado de fragmentos no determinables, lo que nos habla también de una 
gran fragmentación de la colección. Hay que esperar pues una homogenización del 
tamaño de los fragmentos de diferentes especies. 
Lo primero que resaltamos es que efectivamente aunque el tamaño medio de los 
restos determinados está en relación con el tamaño de los animales, estas diferencias 
en el tamaño de los huesos determinados de las distintas especies se han reducido 
considerablemente [a nivel estadístico apenas una diferencia significativa entre los 
de Bovino (6,4 cm) y los de Ovi j caprinos (4,7 cm)]. Véase la siguiente tabla: 
Bos 6,4 
Ovis j Capra 4,7 
Ovis 3,8 
Capra 4,7 
Sus 5,4 
Oryctolagus 2,9 
Long. media en cm de los 
fragmentos determinados 
La segunda observación es que sobre el total de los huesos, los determinables 
con código (CPO) representan el 15 por 100 menos que el total de los determinables 
(CTO). 
La comparación entre las proporciones relativas de especies obtenidas con los 
dos sistemas da, como esperábamos, unas diferencias significativas: en el conjunto 
de huesos codificados (CPO) los restos de bovinos están significativamente infrarre-
presentados con relación al otro conjunto de total de huesos determinados (CTO), 
todo lo contrario de lo que ocurre con los restos de caprinos. Aún así los dos 
conjuntos están ordenados de manera semejante (hay una buena correlación si 
utilizamos el coeficiente de Spearman). 
70 J. ESTEVEZ ESCALERA 
El otro ejemplo es el de un yacimiento protohistórico al aire libre en el que no 
se ha utilizado la malla fina. Aquí se han recogido muchos más huesos enteros,lo 
que se traduce en una mayor proporción de determinables. 
En los conjuntos obtenidos con los dos sistemas no existe una diferencia signi-
ficativa entre las frecuencias relativas de las especies. 
En cambio el conjunto CPD es la sexta parte del CTD. Contando, pues, la 
sexta parte se obtiene el mismo resultado. 
Como vemos la relación entre estos dos sistemas de conteo es complicada y 
depende en gran parte no sólo de las características del yacimiento, sino también de 
la actuación del mismo excavador. 
El sistema de zonas diagnósticas permite obtener una indicación sobre la com-
posición del conjunto faunístico con mucho menos trabajo y sin necesidad de un 
entrenamiento (o perspicacia) tan grande del clasificador, y los resultados obtenidos 
no tienen por qué ser más desajustados que los obtenidos con las otras unidades de 
conteo. 
La osteometría tiene como primer objetivo (para nosotros descriptivo) la obten-
ción de una serie de conclusiones zoológicas (basadas en la correlación de esas 
medidas con las de los animales en vivo) sobre la pertenencia a especies, razas, 
edades y sexo de los restos. Las descripciones zoológicas pretenden lograr en 
segundo término estimaciones sobre las medidas y el peso de los animales en vivo 
(aunque ahora se ha comprobado que hay poca correlación entre medidas de los 
huesos y peso real). 
A partir de los caracteres morfológicos y métricos se pueden diseñar imágenes 
de edades absolutas (obtenidas por el análisis de bandas de crecimiento en huesos 
con modificaciones estacionales regulares) o relativas (por estados de fusión o 
desgaste) representadas en el conjunto de animales muertos recuperados. 
Las tablas de edades elaboradas a partir de las erupciones dentarias o la fusión 
de epífisis (Wilson, Grigson y Payne, 1982) deben ser tomadas como indicadores 
relativos, puesto que es bien conocido que los animales domésticos actuales sufren 
un envejecimiento precoz si se compara con los antiguos. 
Está claro que en estos procesos descriptivos de tratamiento de los datos (conteo, 
caracterización estadística - que puede ir hasta la estadística multivariante e infe-
rencial- , gráficos ... ) es muy útil la confección/ utilización de programas que auto-
maticen el proceso. Para ello cada sistema de descripción e introducción de datos 
puede decirse que ha desarrollado su propio software (v. p.e. Nichol y Creak, 1979, 
además de los ya citados Klein y Cruz, Campana y Crabtree, Uerpmann, etc.). 
Actualmente sin embargo pueden utilizarse igualmente softwares (bases de datos, 
tratamientos estadísticos) comerciales que se pueden ensamblar. P.e. , se puede crear 
una base de datos con un programa específico que incorpore los correctores y 
verificadores de errores y tratar esa base de datos con programas estándar o bien, 
al contrario (y quizás menos rentable), utilizar programas de bases de datos estándar 
y programas propios de corrección, conteo, y tratamiento estadístico y gráfico. 
CUESTIONES DE FAU NA EN ARQlJEOLOG IA 71 , . 
4.3. Cuestiones intermedias 
Entre las descripciones y las conclusiones se interponen, tanto en el estudio de 
los restos de fa una como en el de cualquier otro resto arqueológico, los problemas 
de la form ación del depósito, los procesos que han intervenid o en la conversión de 
un sistema vivo en uno muerto (Binford, 1981): la Tafonomía. Desarrollada por 
Efremov (1940) para la Paleontología también ha atraído, recientemente, la atención 
de los arqueólogos (Brain, 1981). Lo que antes era una despreocupación en el paso 
de datos primarios a datos secundarios - que se acometía directamente o con 
presuposiciones de lógica primaria - hoy constituye una de las preocupaciones 
fundamentales de paleontólogos (Behrensmeyer y Hill, 1980) y debería serlo también 
de arqueólogos (Díez f ernández-Lomana, 1984, 1985; Giffo rd, 1981 ). 
El análisis tafonómico de los restos de fauna arqueológica pretenderá determinar 
los factores de aportación (geológicos, carroñeros, carnívoros, humanos, comensales, 
accidentales ... ) y los modificadores o destructores (geológicos, biológicos, culturales) 
del conjunto de restos (Shipman, 1981). 
Esta preocupación ha desencadenado toda una serie de trabajos experimentales 
y etnoarqueológicos. Se trata de observar el (un) sistema (vivo) semejante en fun-
cionamiento, controlar las variables presentes en el proceso de formación del depósito 
(fosilización-modificación del sistema) y analizar el resultado para poder extraer 
teorías generales sobre el proceso o la relación entre los dos extremos de esa «caja 
negra», que nos permitan explicar la estructura de los restos arqueológicos. Un 
ejemplo puede ser ver cómo se desplazan, cómo se alteran, cómo desaparecen los 
huesos, y elaborar unos índices o modelos aplicables a la explicación de los fenómenos 
arqueológicos. 
Así se han diseñado programas de observaciones experimentales en Zool ógico~ 
o en cond iciones naturales para observar el proceso de destrucción de los restos por 
parte de animales carnívoros, carroñeros y por los efectos climáticos. Se han obtenido 
índices teóricos y modelos estocásticos de conservación de jos diferentes elementos 
del esqueleto de herbívoros, que luego pueden servir para comparar las observaciones 
real izad as con las arqueológicas (Binford, 1978, 198 1; Davidson y Estévez, 1986). 
Quedan todavía una gran cantidad de temas por resolver que permitirían la 
obtención de datos: si conociésemos el proceso de descomposición de los cuerpos 
podríamos saber si existen elementos bioquímicos no descomponibles o de mejor 
conservación que luego podrían ser identificados en el sedimento de los yacimientos 
(Rotliinder, 1983). 
Del análisis tafonómico resultan unas clasificaciones de los restos faunísticos 
diferentes de las zoológicas (Gautier, 1987): restos de consumición, carcasas de 
animales enteros no descuartizados, intrusiones contemporáneas al momento de 
formación del depósito, intrusiones provocadas por remociones de niveles más 
antiguos, intrusiones tardías ... o bien restos alóctonos-autóctonos. Estas mismas 
clasificaciones pueden minimizar problemas en el conteo dirigido a la interpretación 
arqueológica de los restos. P.e., el hecho de encontrar un animal entero, cosa que 
elevaría el NR relativo de la especie exageradamente, no representa ningún problema 
para el conteo dirigido a evaluar la dieta si podemos demostrar que se trata de una 
intrusión posterior. 
72 J. ESTEVEZ ESCALERA 
Un caso concreto muy crítico es el del conejo, especie que siempre está repre-
sentada por gran número de restos en los yacimientos peninsulares mediterráneos 
y cuya presencia en el yacimiento debe ser evaluada desde el punto de vista tafonómico 
antes de proseguir con la evaluación arqueológica. Para seguir este proceso con 
rigurosidad hacen falta un conjunto de observaciones experimentales que nos sirvan 
para crear un cuerpo teórico (de caracteres discriminantes) del cual deducir después 
las clasificaciones del material arqueológico. 
La tafonomía es un elemento básico para conocer la dinámica del propio 
yacimiento: circulación, funcionalidad e historia de la ocupación y el abandono, y 
la dinámica de sedimentación. Aquí se puede apreciar de nuevo que el estudio de 
los restos faunísticos es inseparable del del resto de la evidencia arqueológica. 
Cualquier yacimiento arqueológico, por definición, ha sido «construido» por los 
humanos. 
Todos los elementos son sometidos a procesos postdeposicionales y los datos 
que nos proporcionan unos pueden solucionar problemas que nos plantean otros. 
El proceso de escavación puede paralelizarse en cierta medida a los procesos esta-
dísticos: se pierden unos datos para ganar otros. El único problema es que, como 
todos sabemos muy bien, desgraciadamente el proceso de excavación es tan irrever-
sible como el que ha constituido el yacimiento. Muchas de las hipótesis que atañen 
al proceso de fosildiagénesis sólo pueden confrontarse una vez durante el mismo 
proceso deexcavación. Así, es absolutamente imprescindible que se hayan formulado 
previamente, para lo que es necesario que el arqueólogo se plantee siquiera la 
problemática como tal. De nuevo se justifica aquí la necesidad de un arqueólogo 
experto en los problemas que se pueden plantear y resolver con el análisis de los 
restos óseos y la inadecuación de llevar a posteriori los restos a un especialista. 
La investigación tafonómica, la formulación de una teoría sobre la formación 
de registros arqueológicos (la generalización probabilística sobre bases empíricas) 
necesita aún años de experimentación y etnoarqueología (Gould, 1978; Lyon, 1970; 
Kramer, 1979, Stiles, 1977 ... ), al mismo tiempo que se deben resolver los problemas 
epistemológicos que plantean estas dos actitudes y desarrollar técnicas analíticas 
para controlar lo que se sabe de las historias tafonómicas. 
5. Cuestión de conclusiones 
Los objetivos del estudio de los restos de fauna arqueológica consisten en 
obtener una serie de conclusiones (v. p.e. Grison, 1978) que podemos agrupar en dos 
categorías: las que afectan a la «historia de los animales» y las que afectan a la 
«historia de los humanos». Es normal que desde una perspectiva biológica la segunda 
categoría entra sin demasiados reparos dentro de la primera; no es de extrañar por 
tanto que en los estudios realizados por Bio j paleontólogos hayan predominado las 
Arqueo-zoológicas (= paleontológicas). 
Tradicionalmente los trabajos sobre faunas arqueológicas han intentado obtener 
conclusiones de interés fundamentalmente zoológico: para faunas del Paleolítico la 
cronología y la climatología, y para el Neolítico el origen de las especies domésticas 
(que como he indicado no significan desde el punto de vista arqueológico lo mismo 
que domesticación). Estas direcciones concurren naturalmente en unos mismos 
CUESTIONES DE FAUNA EN ARQUEOLOGIA 73 
intereses paleontológicos: el conocimiento de la (micro)evolución de las especies(razas), 
la bioestratigrafía (el elemento de secuenciación y datación - hasta el desarrollo de 
los métodos físico-químicos- de la evolución), y la biogeografía (problemas de-
distribución y expansión de las especies). 
Entre los objetivos más recientes de la moderna Paleontología (Hokr, 1951), la 
reconstrucción paleoecológica es el más común en trabajos sobre faunas arqueológicas 
(YIl, Alcalde, Estévez y Vila, 1982; Fieller, Gilbertson y Ralph, 1985): no se trata ya 
sólo de representar el clima o el mismo ambiente, sino establecer relaciones tamaño-
clima, adaptaciones orgánicas, asociaciones faunísticas interactuantes o determinadas 
por una adaptación al ambiente (Estévez y Watson, 1988). En este último aspecto 
se ha hecho hincapié en los últimos años en el estudio de los animales pequeños 
- por ser en general más especializados o dependientes de ambientes reducidos-, 
tales como insectos (Girling, 1982), moluscos (Limondin, 1987), aves (Demarcq y 
Mourer-Chauviré, 1976), micro mamíferos (Alcalde y Brunet-Lecomte, 1985; Chaline 
y Alcalde, 1983) (ver también Shackley, 1981). 
Desgraciadamente hay una contradicción entre los datos paleoecológicos y los 
arqueológicos. Cuanto más fino es el «grano de definición» del yacimiento (cuanta 
más información de las actividades humanas) menos información sobre el medio 
ambiente. La información óptima debe proceder de los elementos menos correla-
cionados con la presencia humana (YIl, Alcalde, Estévez y Vila, op. cit.). 
Cuestiones arqueológicas 
Los estudios de fauna suelen acabar con una conclusión acerca de la composición 
del conjunto faunístico que se traspola directamente a la «conducta económica» 
(composición del rebaño, composición de la dieta) o, mejor expresado, a las bases 
de subsistencia de origen animal. 
Frecuentemente un cambio en el conjunto faunístico era interpretado como 
producido por un cambio climático cuando se trataba de conjuntos paleomesolíticos, 
mientras que se atribuían a cambios culturales los observados en los conjuntos de 
fauna doméstica. En estas conclusiones se producía un curioso fenómeno de 
«retroalimentación»: las conclusiones del arqueozoólogo estaban cargadas de aprio-
rismos (traspasados de la arqueología) que luego eran reconvertidos en "nuevas" 
conclusiones (reafirmaciones) por el arquéologo. El proceso de domesticación es un 
ejemplo clásico de este problema (Estévez, 1984). Todo ello podía ir acompañado 
de información adicional sobre fracturación intencionada, cremación, huesos tra-
bajados o patología (que era un reflejo indirecto de la zootecnia y que podía incluso 
convertirse luego en un buen indicador «fósil» cultural) (Grigson, op. dI.). 
La teoría arqueológica en este caso ha evolucionado suficientemente como para 
sugerir reparos a estas conclusiones directas y plantear unas demandas más rigurosas 
y por tanto imponer nuevas direcciones en la investigación sobre restos de fauna. 
Los restos de fauna arqueológica son el resultado de unos procesos de producción 
(de alimentos, de materias primas, y hasta de prestigio .. . ). Representan directamente 
desde los subproductos de dicha producción, los productos fallidos , hasta los desechos 
del consumo. Pero naturalmente son también unos indicativos de todas las actividades 
e ideas que van ligadas a esa producción, desde la organización técnica, la social de 
74 J. ESTEVEZ ESCALERA 
la producción hasta la propia organización social e ideológica, en sentido lato, de 
los grupos humanos involucrados. Yeso implica no sólo a la misma producción del 
sistema social, sino también a su mantenimiento y desarrollo. Frecuentemente en 
Arqueología (en Historia también) se enfatizan las cuestiones planteadas por la 
producción y se marginan los problemas de la reproducción de los sistemas sociales. 
Aunque resulte obvio, el enunciado de la siguiente formulación: «el tipo de 
encuesta debe ajustarse a la unidad arqueológica analizada; eso supone un conoci-
miento de la historia de la formación del sitio para ajustarse a la escala temporal y 
espacial (unidad socio-temporal) constituye en realidad el mayor impedimento para 
que una persona ajena a los problemas de la excavación arqueológica pueda extraer 
conclusiones satisfactorias. 
Veamos algunas cuestiones puntuales de ese entramado de conclusiones ar-
queológicas. 
La cuestión de la dieta: 
Se conocen (por generalización actualista) las necesidades vitales de un cuerpo 
humano en diferentes circunstancias y realizando distintas actividades. También 
son conocidas las características nutritivas de gran parte de los alimentos derivados 
de muchos animales y se conocen, o se están investigando, los condicionamientos 
y efectos que implican distintos tipos de alimentación (ver p.e., Wing y Brown, 
1979). 
Existen métodos, como hemos visto, para apurar el NMI (Bokonyi, 1970) o 
para estimar a partir de él un número real de individuos (p.e. , Krantz, op. cit.). A 
partir de estas estimaciones se pueden calcular pesos de animales, de los cuales a su 
vez se pueden deducir las cantidades de carne (Kubasiewic, op. cit.). Partiendo de 
la relación alométrica que existe entre el peso del esqueleto (a su vez relacionado 
con el del hueso) y el del cuerpo, obtener frecuencias relativas de la participación 
de cada especie al conjunto de biomasa animal disponible. 
Si a estas estimaciones se unen el resto de datos sobre alimentación (análisis 
isotópico - delta CI3- , o de elementos traza sobre restos humanos, coprolitos,. 
paleocarpología ... ), es posible entrever hasta dónde se puede llegar en este tipo de 
investigación. 
La cuestión de la organización de la explotación: 
Nos podemos acercar al sistema de producción (cazador o ganadero) a través 
del análisis de la composición de los rebaños, mantenidos o cazados, que quedan 
reflejados en los conjuntos faunísticos. 
Sin embargo esa relación no puede establecerse de una manera directa, mecánica. 
Para poder deducir la relación de la gente con los animales que explotaban 
(estrategia económica,nicho económico de algunos autores, Butzer, 1982; Higgs, 
1972) a partir de los conjuntos faunÍsticos hay que plantearse previamente dos 
cuestiones que dependen de la representación temporal del conjunto (Bailey, 1981): 
la diferencia entre fauna muerta/ fauna viva (mayor cuanto mayor la escala temporal 
involucrada) y la representación del espectro de actividades (que también aumenta 
frecuentemente en función de la escala temporal). Efectivamente, las especies de 
ciclo de vida más corto aumentan su frecuencia relativa en el conjunto faunístico a 
medida que éste abarca una escala temporal mayor. ASÍ, las especies de vida larga 
estarán infrarrepresentadas en relación al conjunto de animales vivos en el momento 
CUESTIONES DE FAUNA EN ARQUEOLOGIA 75 
real. Estrictamente no podrían pues compararse directamente conjuntos de fauna 
cuyo lapso de formación fuera diferente o desconocido (Lluró, Torres, 1987). Tam-
poco podemos establecer conclusiones sobre el tema que nos ocupa sin tener la 
certeza que la evidencia recuperada abarca todo el espectro de la vida económica. 
A estas dos cuestiones previas ya hemos indicado que se añaden dos problemas 
técnicos: uno, las dificultades de clasificación (zoológica o tafonómica) en algunas 
especies o restos, y otro el problema de la elección de unidad. Para la evaluación 
económica de la composición del conjunto faunístico real se han diseñado algunos 
índices a partir del NMI (Lluró y Torres, op. cit.) o del peso (Wiegemethode de 
Kubasciewich). Se evalúa también la composición por sexos y clases de edad del 
conjunto de animales muertos. 
Todo ello tiene el objetivo inmediato de inferir técnicas de caza o de zootecnia 
(Estévez, 1980; Juan-Muns, 1981; Vilette, 1985). Las hipótesis deben constrastarse 
con el resto de la evidencia arqueológica referida a los instrumentos y medios de 
producción (armas, instrumental, construcciones ... ) y al patrón de asentamiento. 
Respecto a este último los aspectos más llamativos son el de la estacionalidad y el 
de la transhumancia. Para ellos el conjunto de restos animales nos proporciona 
datos directos a través de elementos como las astas de cérvidos y bandas de creci-
miento en huesos y dientes (v. p.e. Brinkhuizen y Clason, 1986). La fauna suministra, 
asimismo, información indirecta sobre la estacionalidad a partir de extrapolaciones 
actualistas sobre la etología de las especies u otros indicios, como p.e. la presencia 
de un tipo u otro de micromamíferos cuya consumición por parte de las rapaces 
aportadoras varía estacionalmente (comen insectívoros en invierno y roedores en 
verano, o aumenta o disminuye su frecuencia. Alcalde y Brunet-Leconte, op. cit.). 
Los mismos lugares de pasto serían determinables a través del analisis de ele-
mentos traza característicos de zonas geológicas concretas, fijados en los huesos 
mediante su asimilación a través de las plantas consumidas. 
Los indicios paleopatológicos (Baker y Brothwell, 1980) y las anormalidades 
nos pueden informar de problemas en la zootecnia o de las técnicas de caza (son 
espectaculares los traumatismos y lesiones antropogénicas evidenciadas p.e. en el 
mesolítico danés, v.p.e. Nyegeard, en Clason, 1975, op. cit.). 
En este nivel de la producción habrá de evaluarse cuáles son los recursos 
potenciales. y cuáles los realmente explotados, Cuál es, por tanto, la rentabilidad 
económica de la combinación de las especies ganaderas y su relación con las 
actividades agrícolas: son patentes, p.e., las diferencias entre los sistemas ideales 
expresados por los agrónomos romanos y la ganadería realmente practicada en su 
tiempo, o la introducción de razas mejoradas en la Península en época romana. 
Aunque lo realmente interesante no es ver qué especies se han explotado, sino 
exactamente cómo se organiza la explotación: la composición del conjunto de 
animales puede permanecer idéntica, pero cambiar completamente la forma de 
explotación (entre el Paleolítico medio y el superior, p.e., o en el Mesolítico, 
Nygaard, op. cit.). 
Ligado a este último problema está el de la reproducción del sistema. Cómo se 
ajusta el sistema de explotación al ritmo de reproducción animal para su manteni-
miento, o cómo entra en crisis (la cuestión de la sobreexplotación, las extinciones, 
la extensión de la ganadería ... ). 
Los restos de fauna pueden ser un indicio indirecto de otros sistemas de produc-
76 1. ESTEVEZ ESCALERA 
ción. Los moluscos terrestres del Neolítico de Wessex permitieron, gracias al análisis 
cualitativo y a la contrastación de modelos téoricos cuantitativos, conocer los ciclos 
de roturación del bosque para el aprovechamiento agrícola de los llanos calcáreos 
(Camerón, 1978, en Brothwell, Thomas, Clutton-Brock, op. cit.). Los insectos y sus 
trazas sobre las semillas carbonizadas permiten deducir la importación de grano 
desde el Mediterráneo en la Inglaterra romana (Nygaard, 1982, en VV.AA.). 
Los objetivos de la explotación animal (cárnica, láctea, de fuerza de trabajo, 
industrias derivadas - pelo, piel, hueso, asta ... - ) y las técnicas de aprovechamiento 
podrán inferirse también a través del análisis de la misma composición del conjunto 
faunístico y de otros caracteres específicos. 
El principal de ellos es el análisis de la fragmentación, de las conexiones anatómicas 
y de las partes del esqueleto representadas (Patou, 1981; Morales, A.; Chaves, 
Serrano, De la Torre, 1986; White, 1952). Existen modelizaciones matemáticas 
(Moel, 1988), patrones experimentales (Sadek-Koros, en Clason, 1975), y se han 
formulado índices teóricos de utilidad de las distintas partes del (cuerpo) esqueleto 
(Binford, 1981 , op. cit.) que se construyen teniendo en cuenta orientaciones hacia 
el aprovechamiento de las masas musculares, de la médula o de la grasa (Uerpmann, 
1973). 
Otro carácter significativo son las trazas de carnicería dejadas sobre los huesos 
por el instrumental (Reixach, 1986). Este tipo de investigación tiene una importancia 
capital para la discusión sobre el factor de aportación de los restos en yacimientos 
pleistocénicos. Mucho más que una fracturación determinada (elemento que antes 
se creía discriminante) , la presencia de estrías y la forma (delineación, posición y 
sección vista al microscopio) que presentan son el centro actual de debate (inconcluso) 
para poder asegurar la acción humana sobre huesos de aportación dudosa.-
Señales de cremación repetidas en puntos concretos (un hueso totalmente que-
mado no es producto de cocina, sino de accidente de cocina) nos pueden hablar 
también de la aportación humana y de unas prácticas culinarias concretas. 
La biometría y la morfología de los huesos que reflejen el tamaño, la movilidad 
y la fuerza, junto con las deformaciones funcionales pueden darnos datos sobre la 
utilización de los animales. 
Finalmente, patologías, comensales y parásitos en defecaciones aclaran problemas 
respecto al consumo alimentario. 
Trazas indirectas del aprovechamiento animalIas proporciona el análisis funcional 
de los instrumentos: la presencia de raspadores de piel, la identificación icneológica 
de cuchillos de descuartizamiento de carne, de pescado .. . , y otros datos como p.e. 
la misma sedimentología, que demuestran por sí mismos la existencia de estas 
actividades (Brochier, 1983). 
La cuestión de la organización social: 
Además de los datos directamente relacionados con la producción yel consumo, 
los restos de fauna puestos en relación con el resto de la evidencia arqueológica 
(especialmente con los datos de distribución espacial, el mejor reflejo de la estructura 
social) nos dan indicios sobre la organización social. 
Entre dos conjuntos faunísticos es posible que las diferencias en los taxones 
menos representados sean precisamente aquellas que nos indiquen mejor desigual-
dades sociales en el consumo. 
CUESTIONES DE FAUNA EN ARQUEOLOGIA 77 
La distribución de la fauna nos informa sobre otros aspectos significativos de la 
distribución de la producción (Estévez, 1984b),así como la existencia y funciona-
miento, en algún caso, de mercados. 
A través de la fauna puede analizarse la organización funcional del espacio (la 
distribución de actividades, la circulación ... ). La distribución de cada tipo de restos 
y el remontaje nos dan el tipo de datos que se necesitan. Los restos de insectos, cuya 
vida está ligada a nichos muy concretos, son una fuente potencial de información 
muy importante para este tipo de encuesta: no sólo nos pueden informar, p.e., de 
si el lugar fue una cocina, un estercolero, un basural, un granero, de si estaba 
cubierto o descubierto, sino también qué tipo de madera, descortezada o no .. . , 
constituía los elementos constructivos. 
La cuestión de la organización ideológica: 
Es frecuente que la alimentación, las actitudes sociales frente a los animales, 
estén regidas más por elementos ideológicos y sociales que por una estricta racio-
nalidad dietética. Por ello la fauna es un elemento interesante en esta investigación. 
Tenemos ejemplos desde el Paleolítico, donde la comparación entre faunas consu-
midas y pintadas puede ser una vía para avanzar en el «misterio» del arte rupestre 
(Estévez, 1981), hasta época musulmana en la Península, donde se puede verificar 
el seguimiento efectivo de las reglas coránicas, pasando por yacimientos romanos, 
donde la presencia de restos de gamo importados de Mesopotamia sirvieron para 
identificar la dedicación de un templo en Augusta Raurica a Diana (Schmid, 
op . cit.). 
6. Cuestión de títulos 
Es bien sabido que aunque los artículos suelen comenzar con un título, en 
realidad la mayoría de las veces éste es lo último en lo que piensa el autor de los 
escritos. Obsérvese cómo el mío ha comenzado con la cuestión de la propia deftnición. 
Aunque desde el principio estaba claro de qué se iba a tratar, el problema de no 
encontrar la palabra justa (desde la etimología hasta la misma sensación que comu-
nica) para el estudio de los restos de fauna de los yacimientos arqueológicos se 
puede seguir a través de todo el texto. A lo largo del artículo no he vuelto a utilizar 
los términos que había listado al principio. El carácter arqueológico de la disciplina 
que tratamos creo que ha ido quedando cada vez más claramente marcado hasta 
llegar a los puntos finales. y cómo podemos en rigor desligar, desmembrar, en 
partes que nunca serán autosuftcientes una ciencia como la Arqueología que saca 
todo su provecho precisamente del contexto de los objetos (aunque la estupidez 
confunda especialización con estancamiento). Espero que a nadie se le haya ocurrido, 
o se le ocurra, inventar los términos de Ceramoarqueología, Litoarqueología .. . 
(aunque algunos las practiquen en realidad). Los que nos dedicamos especialmente 
al análisis de los restos de fauna, deberíamos ser y participar como los demás 
arquéologos en los proyectos. El título más apropiado es, pues, Fauna en Arqueología. 
78 J, ESTEVEZ ESCALERA 
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