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LA ÁRNICA
Autora: Marta Ribó [1] 
Una de las variedades más comunes de esta planta es la 
árnica de montaña (Arnica montana), también conocida como 
“tabaco de las montañas” o “estornudadera”. Parece ser que 
esta maravillosa planta fue introducida en la medicina popular 
europea por los pastores de las regiones altas montañosas, 
donde crece espontáneamente. Ellos se dieron cuenta de que, 
curiosamente, cuando los animales se caían y se golpeaban, 
empezaban a masticar las hojas de esta planta, que parece 
estar colocada estratégicamente en las faldas rocosas de las 
montañas donde se suelen producir los accidentes.
Es una planta que florece en una vara que se desarrolla en 
la parte central de la planta y que da una flor de color amarillo-
naranja, que contiene numerosas sustancias antiinflamatorias y 
analgésicas. Las partes medicinales del árnica son las flores, 
que se recolectan antes de abrirse en forma de capullo, y las 
raíces, que se recogen en otoño, antes de las primeras nevadas. 
No obstante, tal ha sido su uso medicinal y recolección inde-
bida, que se trata de una planta protegida en muchos países 
europeos. Además, es una planta extremadamente sensible a la 
contaminación por nitrógeno, por lo que la antropización supone 
una amenaza para ella. Es por ello que los preparados que se 
suelen encontrar en las herboristerías y farmacias provienen de 
plantas de campos de cultivo, y no de recolección silvestre.
Los principios activos fundamentales son un grupo de 
sustancias químicas amargas llamadas lactonas sesquiterpé-
nicas, así como flavonoides. Estas sustancias son las respon-
sables de reducir la inflamación y tienen un efecto analgésico. 
La árnica provoca un aumento del flujo sanguíneo en el área 
en que se aplica, a esto se le llama propiedad rubefaciente. Al 
restregarla sobre la parte dolorida, produce un aumento del 
calor en la zona, acompañado de un enrojecimiento a causa 
de la acumulación de sangre. Por eso, si se utiliza de inme-
diato tras un golpe o contusión ayuda a evitar la aparición de 
hematomas, que resultan eliminados por la nueva aportación 
de sangre. Tradicionalmente, se ha utilizado para aplicarla sobre 
la piel y aliviar el dolor. También facilita la reabsorción de la 
sangre acumulada y de los fluidos atrapados en los tejidos, los 
músculos y las articulaciones golpeadas o dañadas, reduciendo 
la inflamación y la contusión. Por ello, nos resultará muy útil 
para tratar esguinces, dolores musculares, golpes repentinos, 
antes de practicar deportes atléticos y que requieren un sobre-
esfuerzo, etc.
Además, el uso tópico de la planta es útil para tratar la 
artritis, las quemaduras, las picaduras de insectos, el eccema 
y el acné. De hecho, es uno de los componentes más utilizados 
en la elaboración de champús naturales. Tiene propiedades 
antibacterianas, por lo que también se ha utilizado en garga-
rismos con el objetivo de curar llagas en la boca, problemas 
de las encías, faringitis u otras infecciones bucales. Además, 
en ganadería ecológica es empleado para paliar los problemas 
derivados del estrés del manejo en el transporte.
El uso de esta planta por vía interna no está recomendado 
debido a la toxicidad de sus principios activos. Se emplea única-
mente en pomadas, ungüentos o tinturas. Si se toma por vía 
oral puede producir gastroenteritis tóxica violenta, alteraciones 
nerviosas y otras dolencias. Por eso, el uso interno debe restrin-
girse a la supervisión de un profesional. Los gránulos diluidos 
de árnica son uno de los grandes remedios homeopáticos en 
casos de shock y contusiones. Por todas estas cualidades, no 
nos debe faltar una crema a base de árnica en nuestro botiquín 
natural, porque la inmediatez de su uso es una de las claves de 
su éxito.
58 Ae - nº27 - primavera 2017
Ficha Práctica
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[1] Farmacéutica. Valencia.