Vista previa del material en texto
Rosquillas caseras de anís Historia: Las rosquillas de anís, son una de esas recetas que se hacen en familia y se comen de la misma manera. La verdad es que con pocos ingredientes, salen un buen número de las mismas. Y qué gusto da comerlas luego, sin abusar eso sí. El origen de las rosquillas nos lleva al Imperio Romano. Por entonces ya se hacían en España. Empezó siendo una pasta típica de la Semana Santa, para terminar siendo una pasta típica de todo el año, se pueden comprar, pero no saben igual. En el norte de la península, se guardaban enterradas en la nieve metidas en tarros de cristal. Son muy típicas en Santillana del Mar y en Madrid, donde en San Isidro se hacen hasta 4 tipos diferentes de rosquillas. Ingredientes: 6 huevos medianos 800 gr. de harina 2 sobres de levadura 200 gr. de azúcar 100 ml. de leche 60 ml. de anís dulce 100 gr. de mantequilla Ralladura de naranja y de limón Preparación: En un bol amplio batimos los huevos, añadimos el azúcar mientras seguimos batiendo, a continuación la leche, la mantequilla derretida, el anís y finalmente la ralladura de los cítricos. No sé si el orden es importante, pero yo lo hago así, un poco por lógica. Teniendo ya la harina preparada en la que habremos mezclado la levadura, la vamos añadiendo paulatinamente mientras removemos. La cantidad de harina, como siempre os digo, es orientativa. Yo he tenido que añadir un poco más hasta que la masa se podía trabajar, quizás unos 100 gr. más, eso depende de las harinas. En cuanto vemos que ya no se nos queda en las manos pegada, podemos decir que está lista. Hay que tener en cuenta que luego la impregnaremos un poco en harina a la hora de formar las rosquillas, por lo que hay que dejarla un poco corta de harina. Ponemos aceite abundante a calentar y mientras lo hace, vamos formando bolas de masa. Las untamos de harina para que no se nos peguen en las manos y las reservamos. Cuando el aceite está caliente, tiene que freír pero despacio. Si va muy rápido, se quemarán por fuera y quedarán crudas por dentro. Las bolas que hemos reservado, las cogemos y vamos formando las rosquillas haciendo un agujero en el centro. No hace falta que tengan una forma ni tamaño determinado, según vamos haciendo las rosquillas, las vamos friendo en el aceite hasta acabar. Se nota que están hechas porque pesan poco al cogerlas con la pinza. Para mí es un dato muy importante, si la rosquilla no pierde peso y aunque por fuera esté dorada, por dentro tendrá lo que en el pueblo llamamos “pollo”, o sea que estará cruda y este es el punto que tenéis que coger. Según se van friendo, se ponen en una fuente con papel para que absorba parte de la grasa de la fritura. A continuación, las untamos bien en azúcar y las vamos colocando en el recipiente en el que las vayamos a guardar.