Logo Studenta

Bayet Jean Literatura-Latina

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

COLECCIÓN CON VIVI UM
•---- 1. Wilhelm Nestle, Historia del espíritu griego
2. Emcrich Coreth, Metafísica/
3. Jean Bayer, Literatura
Lisardo Rubio, Introducción a la s in ta x is^ te ^ á S p S ^ i'll^ |
5. J, Crépieux-Jamin, ABC de la grároío^í
6. José Alsina, Literatura griega.
Contenido, problemas y métodos ' ■ |j
— 7. Carlos Mirali es, Tragedia y política en Esquilo j
__ 8. Mario Bunge¿¿La investigación científica j
9. Frederick Copíeston, Historia de la filosofía !
10. Manuel Sacristán, Introducción a la lógica L;
y al análisis formal í
11. jesús Mostcrin, Lógica de primer orden [:
'12. M icaela Misiego, Los orígenes de la civilización anglosajona | '
13. Jesús M osteria, Teoría axiomática de conjunto^^^'';|| 
14. Eulalia Vinero, Hipócrates y la nosología hipoc^aÚ¿^;^J| 
— i- 5. José-Ignacio Ciruelo, Salustio. Política c historiogtim&i 
16. Miguel Sánchez-Mazas, Cálculo de las normas 
17. José Martínez Gázquez, La campaña de Catón ca Hispania|
___18. Jorge L. Tizón, Introducción a la epistemología
de la psicopatologia y la psiquiatría 
-----19. A. J. Ayer, Ensayos filosóficos
E A N BA YET
------
./ ..£ A ;
LITERATURA 
ÉATLNA
:^.i^ '¿:<K^ :-; T ” /Tít?- ' ■ '” ■
~ \i~;¡ ■ .. X ' :¡K n '.ar^ * £2$. ■ ”'■#: Prologo de
S * ... . J JOSÉ ALSÍNA CLOTA
EDITORIAL ARIEL
T i t u l o o r i g i n a l :
L l T i l i R A T U R K L A T I N E
Traducción del liantes v del latín:
A n d r é s E s p in o s a A l a r c ó n
I e d i c i ó n : l e b r e r o de I 9 M
2 . ” e d i c i ó n : n o v i e m b r e d e 1 9 7 0
5.* e d i c i ó n : s e p t i e m b r e d e l í )7 2 
'1.a e d i c i ó n : jn i io .- de 197.5 
/>.“ e d i c i ó n ; l e b r e r o d e 19 81
(c) l ., il)i;iiiitr A n n a n d C o i i n , Par is
© l%(> y I di: la i r a d u e d ó n c a s t e l l a n a p a t a f is p a ñ a y A m e r i c a : 
A rie l , S. A., 1 a m b o r del B r u c , 10 - S a m J o a n D esp i (B a r c e l o n a )
D e p ó s i i o l e ^ a l : 11. *2.27 7 - IOS I 
I S B N : 84 3 4 4 M U S 0
I m p r e s o en K sp aña
I'9S1. — 1. G. Seix v Banal Hnos., S. A .
C a r m e l a de C o r n e l i a , 134 , IL splug ucs de U o b r e g a t ( B a r c e l o n a )
PROLOGO
a la quinta edición castellana
La Literatura latina del profesor J . Bayet se recomienda por una serié de rasgos 
. que debe, de un lado, a las cualidades científicas y pedagógicas de su autor, y, de otro,
I a la inmejorable tradición escolar francesa, que hace inconfundibles los libros que lanza 
¡ al mercado. Porqué el lector atento observará, al instante, que este libro de literatura se 
.diferencia de la gran mayoría de textos más o menos parecidos por un rasgo típico: su 
autor, formado en la mejor tradición gala, sabe que estudiar literatura no puede conse­
guirse proporcionando al lector y al estudioso simplemente dalos sobre los autores estu­
diados; sabe que es menester que los textos ilustren la doctrina. Y, en efecto, la Litera­
tura latina de J . Bayet es, junto a un libro que ofrece interesantes datos de lodo tipo al 
■ lector, una auténtica antología dé textos latinos, de modo qué, aun en extracto, al po-, 
nene en contado con sus páginas, 'se sale enriquecido por el considerable caudal de tex¿ 
fos, que, ofrecemos traducidos, que acompañan al texto principal. Una rica bibliografía, 
que se limita a lo esencial, a lo imprescindible, complementa la parte temática. En con­
junto, pues, un libro insuperable que me complazco en recomendar vivamente para co­
nocer no sólo los avalares de las letras latinas, sino incluso para entrar en contacto con el 
estilo de los grandes escritores .del Lacio.
J o s k A l s i n a 
Catedrático de la Universidad de Barcelona
Bárcelóna, enero de 1981. 
Año cíe! Segundo Milenario 
d e - I ir muerte de Virgilio'. ^
PRÓLOGO
a la primera edición castellana
He de agradecer cordiaimentc la amable invitación que E d ic io n e s A r i e l 
me hace de prologar la versión que de la magnífica obra de Jean Bayet ha 
iealizado mi discípulo Andrés Espinosa. Y he de agradecer, asimismo, a la 
mencionada casa editorial, la plausible iniciativa de ofrecer al público espa­
ñol un libro que sin duda habrá de ser muy bien acogido por los innumera­
bles, valores que encierra.
No estamos, por desgracia, demasiado bien dotados jen. España de libros 
de literatura latina- En general, cabe incluso decir que el cultivo de las 
fétras y el pensamiento romano se ha dejado a un lado, con las naturales 
y eximias "excepciones. Tenemos estupendos lingüistas, valiosísimos editores 
/de textos antiguos, preclaros paleógrafos y arqueólogos. Y, sin embargo, es 
I parco, excesivamente parco, el número de humanistas abocados al análisis 
|y estudio de los valores literarios romanos. Es sintomático a este respecto el 
hecho mismo de que sea un helenista —que bien pocos méritos tiene, por 
otra parte—, quien prologue el libro que ahora, lector amable, tienes en las 
manos. Un libro de literatura latina prologado por un helenista, con todo, 
no es un hecho que pueda escandalizar a demasiadas personas. La unidad 
cultural del mundo clásico ha sido un hecho durante un largo período de 
años, y sólo ahora, y aiin no enteramenté, se tiende, a separar, el .quehacer 
’He'Tlatinista' y , el der'helenista.
^ El fenómeno de la delimitación de los campos ha coincidido, muy sintomá­
ticamente, con un movimiento de_fevalori2aci6n.de las aportaciones romanas 
en. el campo de la cultura. Con una nueva manera de ver las manifestaciones
LITER A TU R A LA TIN A
del "genio” romano. Con una clara voluntad de entresacar, del material, diga-y 
mos, bruto, lo específicamente “romano”. El fenómeno merece estudiarse, y 
la ocasión es propicia para ello.
Roma ha vivido, durante muchos lustros, bajo el impaclp.de Ja,.cuKitr^ 
griepT^Ya~Tíoracio, contemporáneo deí momento culminante dé las letras 
/Iatínás, y él mismo uno de los espíritus señeros de la “romanidad”, había 
señalado el hecho: “Graecia capta ferum victorem cepit”, Grecia, sometida, 
sometió a su vez a su feroz vencedor. El fenómeno no es, por otra parte, 
aislado.
Ahora bien, ocurre que, durante el áiglo xex, las orientaciones de la filo- 
logia clásica'positivista dieron un cariz excesivamente negativo a la origina- 
ITuacT romana. TSÍo sólo ya en'eí"campó de ía religión y de la mitología’ sino, 
a^simismo, en la literatura. Convencidos de que Roma no era, en última 
instancia, más que una prolongación de Grecia, se impuso el axioma de que 
los escritores romanos dependían estrictamente de los helenos, Y éstos eran, 
por definición, superiores. Tal es la tesis de Mommsen.
La raíz de esta orientación se debe, indudablemente, al hecho básico 
y fundamental de los méritos positivistas, sobre todo al principio del ‘'análisis 
de fuentes” (la célebre Qiiellenforschung alemana) y a la incapacidad radi­
cal del positivismo por penetrar —ya sea por medio de la Einfühlung, ya 
por el procedimiento de la fenomenología— en la esencia íntima del sentido 
de la obra literaria. El filólogo positivista —que ha realizado, sin duda, gran­
des aportaciones al conocimiento de la literatura antigua, aunque se quedara 
j en lo que cabe denominar lo “extrínseco” a la misma— se preocupaba fun­
damentalmente por establecer los “lazos”, las dependencias, las relaciones 
entre el “original” y el modelo. Pero ocurría, además, que este "modelo" 
quedaba reducido a la simple categoría de modelo, sin que interesara hallar/ 
“lo original”, lo propio, lo sustantivo, dentro de su dependencia básica y 
esencial.
Un ejemplo, bien ilustrativo por cierto, aclarará lo que acabo de decir. 
Fue creencia común durante el siglo xrx que la elegía helenística era la raíz 
directa de la romana. Por tanto —y subrayamos esa locución causal porque 
r la creemos sintomática— la elegía griega debíacontener los rasgos específicos 
que hallamos en la latina, esto es, el elemento subjetivo y erótico. Tal es la 
tesis básica de Leo, que se preocupó a fondo de estos problemas. Que la 
inferencia era falsa, resulta claro si tenemos en cuenta que es poquísimo 
lo que ha llegado hasta nosotros de la elegía helenística. Por tanto, sólo/ 
podía llegarse a esta conclusión a base de un -partí pris, esto es, el princi­
pio de que Roma era incapaz de “aportar“ algo propio.
Mas he aquí que muy recientemente, Rostagni, en un volumen colectivo 
consagrado, precisamente, al influjo de la poesía griega sobre la poesía roma­
na ha señalado hasta qué punto hallamos un distinto planteamiento del
^problema erótico en una y otra aportación. Mientras el elegiaco helenístico 
i se mueve en un puro campo “objetivo” y “mítico”, el romano sabe descubrir 
una nueva inspiración, y, sobre todo, una subjetividad que en vano buscamos 
'en los grandes helenísticos. No hay, pues, ninguna duda, que, aun sin olvi- 
;dar que es Grecia quien aporta el estímulo inicial, la base de inspiración, 
el poeta romano sabe hallar sus propios caminos y sus propios acentos. 
Jacoby había ya sostenido lo mismo en 1905.
-» —En este mismo sentido, son nuevas las interpretaciones del influjo de la 
§ ^ ^ g n e w " s o b r e k . romamT^Lo?"tmbajos~cre Ë3. Frankel, sobre todo, se 
Ean'orientaao liacia el descubrimiento de lo típicamente plautino por debajo 
de las imitaciones que hace de los griegos. Y, en lo que hace referencia a 
Virgilio, Perrotta ha podido señalar lo "nuevo" frente a lo tradicional, a lo 
heredado, que hallamos en la obra del gran poeta (Virgilio e i Greci). Y así, 
hata el infinito; en el caso de Catulo —arquetipo de los neoterici— ha sido 
Jean Bjtyet, entre otros, quien ha señalado su originalidad dentro de la depen­
dencia de Grecia (Catulle, la Grèce et Rome); Kumaniecld ha escrito sobre 
Aportación personal tj tradición en la obra de Cicerón. En el caso de Salus- 
tio, Latte y Perrochat han señalado cómo por debajo de la imitación griega 
late un típico corazón romano, que lo distingue de su modelo, Tucídides. 
Pasquali (Orazio Urico) y Friinkel (Horace) han sabido situar a Horacio en su 
/justo puesto, resaltando lo que hay en él de auténticamente romano, y 
Rostagni ha podido ilustrar maravillosamente las profundas diferencias que 
separan a Tito Livio de sus modelos griegos, gracias, precisamente, a su 
“romanidad” y a su fe en el destino de Roma. Y así podríamos seguir hasta
Í'el infinito. Libros como Humanitas romana de K. Büchner, y Römische Geisteswelt de Klíngner son testimonios patentes, asimismo, de esta nueva 
orientación en ef campo de la literatura latina.
La misma actitud mental preside los estudios de religión romana. Hoy 
podemos, con razón, hablar de una verdad e r aVTvifi cñ ci ó n de'estos estadios, 
que cristalizan, entre otros, en los trabajos de la escuela francesa (Jean Bayet, 
Gagé, Le Bonniec) y en la magnífica Römische Religions geschickte de Kurt 
Latte. Si todavía en nuestro tiempo Rose ha podido hablar de la "pseudo- 
/mitología italiana”, los estudios de Altheim, Eitrem, Beaujeu, entre otros,
¡ han iniciado una nueva tendencia que quiere rastrear los elementos propios 
|{ de Roma en el campo de la religión, o, cuando menos, esclarecer la verdadera 
aportación romana. Y el^título de un libro ya clásico en el campo de los estu­
dios latinos reza asíV “El. genio romano en la religión”.
¿Cuál puede ser la razón histórica de éste cambio de perspectivas? Apunta, 
[ahora, en las investigaciones literarias, una revalorización del principio her- 
I deriano de la “aportación. personal”. En el campo concreto de la filología 
clásica es ésta una de las preocupaciones básicas, hasta el punto que uno de 
los recientes congresos se centró sobre el gozne “tradición y aportación per-
LITER A TU R A LATIN A
sonal”. El poeta, el escritor, el artista no es una jnera máquina que copia, 
sin más~"a sus modelos. Toda obra de arte es una contestación existencial, 
■uña'Téspüesta á un reto. ¿.a mismT" ciencia de la estilística se áfáná ardua-, 
mente en la labor de detectar los medios a través de los cuales el escritor 
da forma a su “mensaje”. El mecanicismo de \^QueUenjoi^p1}un^, pues,ha 
sido sustituido por un dinamismo que busca, en la trayectoriajdel escritor, la 
esencia de su mundo interno. Y no es casualidad 'qué~T:ámbién hoy, en los 
trábájos 'áe filología clásica, abunden los estudios orientados hacia la inves­
tigación de la “autoconciencia” poética del artista. Queremos saber lo que 
Hesíodo pensaKa de su" misión, queremos comprender los sentimientos que 
Píndaro, o Virgilio, u Ovidio, tenían acerca de su profesión de poetas.. 
Queremos, en suma, aislar, de la “circunstancia”, el “yo” del escritor, y su 
cristalización en la obra poética.
Es Jean Bayet uno de los latinistas más eximios de la actual escuela fran­
cesa. Profesor de la Sorbona, miembro del Instituí, sus trabajos se han orien- 
,/tado hacia tres campos complementarios: la edición de textos —a él debemos 
un espléndido Tito Livio—, la historia de la religión romana (Histoire politi- 
que et psychologique de Ja religión romaine, París, Payot, 1957)— y la his- 
ytoria de la literatura. Autor de varios artículos sobre religión romana y poesía 
Matina, es Bayet un espíritu claro, que sabe centrar los problemas con toda 
nitidez. El libro que hoy ofrecemos al lector hispano es una buena muestra / 
de sus cualidades. Libro que no es simplemente de divulgación, puede llegai/ 
a serlo precisamente por esa claridad y esa sencillez que le caracterizan.
El autor se ha propuesto dos cosas esenciales en su obra. Es la primera 
de tipo' informativo: presentar rI o s ^ r o b r e s a í i e n t e s de cada autor, 
^¿entrarlo dentro de su época, resaltar.su aportación personal. Pero Bayet 
sabe muy bien que es imposible hacerse una somera idea acerca de un 
Escritor si éste no es leído directamente. Por ello cada uno de los autores 
presentados viene acompañado de una selección de textos, siempre acertada,
I siempre segura. De esta manera el lector entra en-contacto directo con la 
literatura latina, de la mano de un seguro ciceróne./Finalmente, el libro está 
completado con una abundante bibliografía. Eso lo convierte en un valioso 
instrumento de trabajo, en un auxiliar imprescindible para todo aquel que 
quiere profundizar los distintos problemas planteados.
. í Esas tres cualidades hacen de este precioso libro una obra altamente/
\ / recomendable. Esperamos, confiadamente, que cumplirá su misión.
;\
\
J o sé A lsin a
Catedrático de la Universidad de Barcelona
Barcelona, octubre de 1965.
I N D I C E
Prólogo a la quinta edición castellana 5/
Prólogo a la primera edición castellana 7 /
I. LOS ORIGENES DE LA LITERATURA LATINA 21
1. Condicionamiento histórico 22
Los latinos . 22
Los indoeuropeos, 22. — Sus migraciones, 2 2 ./— Los indoeuropeos 
itálicos, 22. — Los latinos, 23. /
El medio mediterráneo 23
j Los elementos de civilización, 24. — Diversidad de reacciones, 24.
¡Rama. Los inicios de su evolución 25
j Situación de Roma, 25. — Roma, Etruria y el Lacio, 25. — Las
* vicisitudes históricas, 25.
2* El espíritu y la lengua 26
La inteligencia, 26. — La imaginación, 27. — La lengua, 28. -— La 
escritura y el lenguaje hablado, 29. — El ritmo, 29. — El verso 
saturnio, 31.
3. Tendencias y directrices literarias 31
Tradición oral y literaria, 32. — Preparación para la historia, 32. —
Tendencias ol drama, 33. — El derecho y la redacción jurídica, 35.
Apio Claudio el Ciego, 36. —- Aspectos generales de la evolución
literaria en Roma, 37.
Bibliografía 38
n. FORMACIÓN DE UNA LITERATURA GRECORROMANA 40
x y ^ Las etapas de influencia griega, 40 . — La plebe y el patriciado ante 
/e l helenismo, 41. — El helenismo en el s. m , 42. — Los géneros 
políticos:el teatro, 43 . — La epopeya: el lirismo nacional y religio­
so, 46. — Métrica y música, 47. — Intentos individuales y tendencias
comunes, 49. — Helenismo y nacionalismo, 49.
;0<^Livio Andrónico 49 —
V . Carácter y formación, 50. — Las obras, 50. — La lengua, 51. — Mi­
sión de Livio, 51.
j )Nevio 51
' Las tragedias, 52.— Las comedias, 53. — El Poenicum hellum, 54, —
Conclusión, 54.
11
LITERATURA LATINA
y P la u to - 54
f / Los temas, 55. — Los prólogos, 56. — La acción, 57. — Los perso- 
I naj'es, 59. — Las costumbres, 61. — Movimiento, 65. — Pintores- 
J quismo, 67. — Poesía y lirismo, 69. — Lengua y versificación, 71. —
Alegría y vis cómica, 72.
E nnio 7 2
Caracteres generales, 72. — Los Anales, 73. — Historia y poesía, 74.
 ^ Las tragedias, 76. — Otras obras, 77. — Filosofía y religión, 78. —
La lengua y el estilo, 79. — Conclusión, 80.
Bibliografía 81
III. EL PURISMO HELENIZANTE Y LAS TENDENCIAS NACIONALES 84*
w ^jLn aristocracia helenizante, 85. — La invasión del helenismo y la
fs oposición senatorial, 85. — Los círculos cerrados, 86. — El pueblo 
y las cuestiones sociales, 87. — Conclusión, 88.
—1. Los comienzos de la prosa artística 88»,
C a t ó n e l C e n s o r 89
Sus obras, 89. — Los discursos, 90. — El De agri cultura, 92. —
Los Orígenes, 95. — Conclusión, 96.
’■“““2. /E l teatro y 96
& Progresos materiales, 97.
/L a Comedia 97
Crisis y decadencia de la "palliala” , 97.
Cecilio E stacto 98
Escritor de transición-, 98. — La reflexión moral, 99.
^ T eiiencio 99
El hombre y el poeta, 99. — Sus obras, 100. — Desarrollo de la 
acción, 101. — Análisis y composición psicológicos, 103. — Moral 
y sensibilidad, J04. — • Comedia y drama burgués, 105. — Arte y 
verdad, 106. — Lengua y versificación, 107. — Conclusión, 108. -
Los autores de “togatae” 108
_ T itjnio, 108-----Ata, ]0 S ____Afranio, 109.
La Tragedia 109
■'PácüvkT ' 109
Accio 110
Su teatro, 110. — Su fuerza descriptiva, 111. __ El análisis psico­
lógico y moral, 111. — Grandeza nacional, 111. — El estilo, 112.
— 3. La creación de la sátira 113
Lucilio 113
Su personalidad, 114. — Las sátiras, 114. — Realismo moral, 115. __
Realismo literario, 116. — Conclusión, 117.
-—4. La evolución de la prosa 117
Los historiadores 117
Los últimos analistas, 117, — Los arqueólogos, 118. — Nuevas ten­
dencias, 118.
12
Los oradores 119
Indice
Entre Catón y los Gracos, 119. — Los Gracos, 119. — Ti. G r a c o , 
119. — G. G r a c o , 120. — Conclusión, 121.
Bibliografía
IV. LA ÉPOCA CICERONIANA
Inestabilidad e individualismo, 126. i— Las contradicciones, de la aris­
tocracia, 127. — Independencia y modernidad de los poetas, 127. — 
Sus irregularidades, 128. — La medida entre Oriente y Occidente, 
128. — La elocuencia yJa^prosa ..clásicas, 129. — Evolución de la 
prosa, 130. — X a atmósfe^^jntelectuíd ,)£..Ja filosofía, 130. — Las 
preocupaciones técm casriS l. — Dignidad de la literatura, 131.
1. Los progresos de la prosa
Los historiadores
Historia animada e historia novelada, 132. — La erudición, 133. — 
Las memorias, 133.
La elocuencia
La retórica, 134. — An to n io y C r a so , 134. •— H o r t e n s io , 135.
Cicerón
/E l hombre; la Correspondencia, 137. — Las obras de oratoria, 141. — 
Los principios teóricos de la elocuencia ciceroniana, 142. — La prác­
tica; los dones del orador, 142. — Los tratados de retórica, 147. — 
Los tratados filosóficos, 149. — El arte en los diálogos ciceronianos, 
153, — Los poemas, 153. — El humanismo ciceroniano, 154.
el
Física v^moral, 154. — Ordenación lógica del poema, 156. — El 
eqniUrfio literario, 156. — Ciencia y filosofía, 160. — Realismo e 
imaginación, 162. ■— Sensibilidad y pasión, 164. — La lengua y 
estilo, 166, — Conclusión, 167.
y 4. La poesía innovadora j CATÜW
V \')E1 antiguo y el nuevo “estilo alejandrino’’ 
drit
A «L^Catulo
167, — El "estilo alcian-
la sociedad catuliana, 169. — La distinción de los géneros, 
170. — La fantasía, 171. — Sensibilidad y pasión, 172. — Los poe- 
mas “alejandrinos” y su técnica, 173, — El equilibrio clásico, 175. — 
Lengua y versificación, 177. — El lirismo de Catulo, 177.
5. La nueva prosa: Catulo LÁ t í i /l
Los neoáticos, 177. — C . L ic in io C a l v o , 178. — La historia, 178. 
CÉSAR
Pí3ad intelectual de Cósar, 179. — Los Comentarios, 179. — Do­
cumentación, 179. — Veracidad, 180. — La narración, 181. — Las 
cualidades dramáticas, 183. — Los discursos, 185. — César en su 
obra, 186. — Los continuadores de César, 187.
122 ' 
126 ^
132
132
134
136
154
167
169
177
178
13
LITER A TU R A LA TIN A
í a o c las obras, 187. — Progresos del método histórico, 
188. — Formación literaria, 189. — Filosofía de la historia, 189. — 
{ La psicología; los discursos, 190. — La narración, 193. — Lengua
* y estilo, 194. — Influencia de Salustio, 194.
C o r n e l io N e p o t e
6. La ciencia y la erudición 
V a h ró n
Obras, 196. — El hombre y su tiempo, 197. — Las Sátiras Menipeas, 
197. — La Economía rural, 198. — Las Antigüedades, 201. — La 
Lengua latina, 201. — Fuentes y crítica, 202. — La composición, 
203. — El espíritu filosófico, 203. — Conclusión, 203»
7. £1 teatro
La atelana, 204. — El mimo, 204.
Bibliografía
V.y EL CLASICISMO LATINO
¥
y ■. De la República al Principado, 214. — De la protección privada al 
mecenazgo, 215. — Las escritores en el Estado, 216. — Literatura 
nacional, 216. — Los hombres y los géneros, 217. — Evolución y 
madurez do la poesía, 218. — El fin de la prosa clásica, 218.
4 V ir g i l io J
y El ¡lHMente poético, 220. — La originalidad de Virgilio, 220, __ Las
y Bucólicas, 220. — Las Geórgicas, 224. — Progreso de la imagina­
ción, 226. — Ampliación de la sensibilidad, 2 2 7 .-----Problemas socia­
les, 228. — Episodios y preludios, 229. — La Eneida, 231. — Home- 
rismo y alejandrinismo, 232. — La novela y la tragedia, 234. — La 
| historia y la actualidad, 236. — Ética y sensibilidad, 239. — El verso 
virgiliano, 240. — La fama de Virgilio, 241.
JÍORACIO
/E l temperamento de Horacio, 242, — Las obras, 243. — La influen- 
j cía de Arquíloco y de Lucilio, 243. — La nueva sátira: Charla y
| “diatriba” moral, 244. — De la sátira a la epístola, 247. __ Los
Sermones literarios; El Arte poética, 249. — La empresa lírica de 
Horacio, 251. — Los temas líricos, 252. — Las odas nacionales,
14. — El clasicismo de Horacio, 256.
T ito L ivio
- La Hi9to£¡¿ de Roma, 256. — Su concepción, 257. — Las dificulta-
des, 257----- Método y lealtad de Títo Livio, 2 5 7 . Evolución literaria
de Tito Livio, 259. — La vida y el drama, 260___ El relato épico, 262.
La psicología, 264. —- Los discursos, 265. — El contenido didáctico, 
269. — El nacionalismo romano y Tito Livio, 269.
Bibliografía
VI. LA LITERATURA AUGUSTEA
La Monarquía, 276. — La literatura augustea, 276. — La indiferen­
cia política, 277. — Las transformaciones sociales, 278. —* Las difi­
cultades de la prosa, 278. — J^El arte alejandrino en Roma, 279. — 
Nobleza de la poesía, 279. -— Caracteres del arte augusteo, 280.
194
196
190
203
205
214
219
'242
256
270
276
Ín d ice
v/í
1. La floracion de la elegía romaná
Q
, Métrica, 281. — Indeterminación antigua de la forma y de los 
/C temas, 281. __ La síntesis augustca, 282. — Diversidad de elemen­
tos, 282. — Lirismo y composición, 283. — Sinceridad, 283,
C o r n e l io G a l o
o T ib u l o 6
El círculo de Mésala, 284. — Tibulo y Virgilio, 285. — Armoniza­
ción de los temas, 285. — Composición musical, 287. — Tempera­
mento, convencionalismo y poesía, 287.
L ig d a m o B
StlLPlClA
P r o p e r c ioSu obra, 290. — La tradición alejandrina, 290. — El realismo de la 
pasión, 291. — El sentimiento de] drama humano, 293. — La imagi­
nación romántica, 294. — Poesías de encargo, 295. — Las elegías 
nacionales, 296. — Conclusión, 297.
O v id io
—poema•-LrOí-TJCemas eróticos, 298. — Los grandes poemas, 298. — Las 
elegías personales, 300. — Diversidad y monotonía, 301. — Retórica 
y psicología, 302. — La poesía de la vida cortes, 302. — El pintor 
de género, 304. — Colorido y puesta en escena, 304. — El arte en 
las Metamórfosis, 306. — La sensibilidad de Ovidio, 307. — Con­
clusión, 309.
2. Los géneros poéticos tradicionales
El teatro, 310. — La epopeya, 310, — La poesía didáctica, 311. 
M anilio
El tema, 312. — Filosofía y religión, 312. — La imaginación cientí­
fica y la observación, 313. — La poesía y los ornamentos, 314. — 
Determinismo y moral, 315. — Conclusión, 316.
3. La evolución de la prosa
La historia, 316. — Las obras técnicas, 317, —; La filosofía, 317. — 
La retórica, 317.
S é n e c a e l V i e j o
L o s r é t o r e s 
Conclusión, 320.
Bibliografía
VII. LA LITERATURA CLAUDIANA
Los príncipes claudianos y la antigua aristocracia, 326. — La nueva 
sociedad: los libertos y el cosmopolitismo, 327. —- Las bases de la 
unidad, 327. — Enriquecimiento de la sensibilidad, 328. — Ten­
dencias a una ideología universal, 3 2 9 . ----Tendencia innovadora
de la literatura, 330. — Retórica, filosofía, ingenio de salón, 330. — 
El realismo y sus formas, 331. — Confusión entre prosa y poesía, 332.
281
283
284
288
289
290
297 *
309
312
316
318
319
321
326
15
'
L IT E R A T U R A LA TIN A
Vili.
1. La poesía de espíritu clásico 
La Fábula: F e d r o
La poesía científica: El Etna 
La poesía bucólica: C a lp u r n io S íc u lo
2. Los prosistas: la ciencia; la historia 
La literatura técnica
Juristas, 337, — Críticos y gramáticos, 337. — La agronomía: Colu- 
m e l a , 337. — La medicina: C e l s o , 337. — La geografía: P o m fon io 
M e l a , 337. p
Los historiadores^
V e l e y o P a t k r c u l o , 338. — V a l e r io M á x im o , 339. — Q u in to 
C u r c io , 339.
3. La renovación de la literatura
SéñeS?
Las—»oras, 342. — Séneca ante la filosofía, 343. — Su esplritualis­
mo, 343. — Moral y psicologia, 345. —* Problemas sociales y direc­
ción individual, 3 47 . — El entrenamiento de la voluntad, 350. — 
Composición y estilo, 351. — Séneca satírico, 352. — Séneca drama­
turgo, 353. — Conclusión, 357.
P e r SIO yrj
Persio y el estoicismo, 357, — Pcrsio y la retórica, 357. 
v L ucano
La Farsalia: proyecto y realización, 360. — El espíritu científico, 
; 361 . — La empresa épica, 363. — El aite de Lucano, 369. —
Conclusión, 370. *
P etr o n io fs
El Satiricón, 370. — El autor: la sociedad mundana, 370. —- El 
escéptico enervado, 370. — La objetividad, 371. — La lengua, 375,
Bibliografía
EL NUEVO CLASICISMO
La sociedad, 383. — Condiciones morales del nuevo clasicismo, 383. 
Los caracteres literarios, 384. — Presagios de decadencia, 385.
1. La prosa científica y técnica 
i P l in io e l V ie jc i
^ Q u in t il ia n o
La Irutiíuctón oratoria, 388 . — Cualidades y defectos de Quintiliano, 
389. — La pedagogía, 390. — La vuelta a los clasicos, 391. — 
Lengua y estilo, 392. — Conclusión, 392.
2. La poesía neoclásica 
V a l e r io F l a c o ?
S i l i o I t á l ic o
332 
332 A 
334)0
335 ^
336 y
337 yt
338
342
342
357
360
370
376
382
385
386 
388
393
393
395
E stacio 6
Las epopeyas, 397. — Las Silvas, 399,
3. La poestía realista
IX.
M a r c ia l J 6
La obra y el hombre, 401. — Posición literaria de Marcial, 403. — 
El realismo, 404. — La técnica del epigrama, 405. — Arte y poe­
sía, 407.
JUVENAL p j
Las sátiras, 408. —■ Carácter general, 409. — El espíritu nacional, 
410. — La imaginación realista, 412. — ■ Escasez de ideas, 414. — 
i La potencia retórica, 414. — Estilo y versificación, 415.
4. La elocuencia y la historia
T á c ito 7 fJj
■ Sii obra, 416. — Formación y evolución de Tácito, 417. — Método 
y filosofía de la historia, 421. — La inquietud moral y la penetración 
I filosófica, 421. — El sentido dramático y el pintoresquismo, 423. — 
j Lengua, estilo, poesía, 426, — Conclusión, 427.
f F l in io e l J o v e n \
* Flinio orador: el Panegírico de Trajano, 428. — La correspondencia 
entre Plinio y Trujano, 429. __ Las Cartas de Plinio, 430. — Con­
clusión, 434.
Bibliografía
LA DECADENCIA ANTONINA Y LOS COMIENZOS DE LA 
LITERATURA CRISTIANA
Divorcio entre la literatura y la evolución política, 441. — Desequi­
librio entre la literatura y la evolución social, 441. — Los géneros 
profanos, 441. — El auge de las religiones, 442. — El cristianismo, 
442, — La apologética cristiana, 443. — Conclusión, 444.
1.
2.
3.
La histeria 
S u e t o n io
El género: su valor histórico, 445. — Caracteres literarios, 445.
Los autores de resúmenes 
&
F l o r o , 447, — J u st in o , 448. — La Historia Augusta, 449.
La oratoria y ía prosa artística 
F r o n tó n r 
A p u le y o ÍC'
El hombre, 451. — Sus obras filosóficas y oratorias, 452. — Las 
Mctamórfosis, 452.
La erudición y la prosa técnica 
Los gramáticos 
A u lo Gelto (j 
Los juristas
2. ----- LI T E R A T U R A LATINA
Indice
397
401
401
408
416
416
428
435
440
444
444
447
449
449
451
456
456
456
457
17
i
è
è
i
W f
4. La literatura cristiana 
T e r t u l ia n o
LITER A TU R A LATIN A
Obras, 458, — La elocuencia, 459. — La imaginacióa y la pasión, 
462. — - La lengua y el estilo, 464. — M in u cio F é l i x , 464. — S a nCJ 
C hmuano, 467. — Sus obras, 467, — A u n o bio ; 470. — L a ctan c^o , 
471. — Sus obras, 472. — Su valor, 472. — Conclusión, 474. ,J>
Bibliografía
t
!
P
#
«
X. EL RENACIMIENTO CONSTANTINO-TEODOSIANO
El prestigio espiritual de Roma, 481. — La sociedad, 482. — La 
cu]tura cristiana y el cristianismo, 483. — La poesía y el arte' cris­
tianos, 483. — El cristianismo romano, 484. — La catástrofe, 484.
1. La ^rosa: los géneros tradicionales
La oratoria
Los Panegíricos, 485. — Símaco, 486.
La historia
Los autores de resúmenes, 488. — Aurelio Víctor, 488.
A m ia n o M a r c e l in o
El hombre, 489. — Su concepción de la historia, 491. — Unidad 
espiritual, 492. — Lengua y estilo, 493.
, La erudición ■.
Gramáticos y comentaristas, 494. — M a c r o b io , 494,
2. La poesía profana 
A v ie n o
- A u so n io C1
La obra: pequeneces y éxitos, 495. — El genio descriptivo, 496.
- .... C l a u d ia n o i-i
Su obra: panegírico y sátira, 498. — Espíritu nacionalista y grandeza 
épica, 409. — La imaginación, 501. — La lengua y el estilo, 503.
R u t il io N a m a c ia n o ■w
3. La prosa cristiana
*
S an H il a r io 
<•' S an A m b r o s io
Sermones y tratados, 507. — Los himnos, 508*
:• S an J e r ó n im o
El hombre y la obra, 509. — El observador satírico, 510. — El direc­
tor espiritual y el asceta, 510. — El sabio, 511. — Las dotes litera­
rias, 513.
S an A g u s t ín
Temperamento e inteligencia, 515. — Obras filosóficas: los Solilo­
quios, 515. — La psicología: las Confesiones, 517. — La enseñanza 
dogmática, los Sermones, 519. — La síntesis cristiana: La Ciudad 
de Dios, 520. — Imaginación y movimiento, 522. — La lengua y el 
estilo, 522. — Conclusión, 522.
458
458
475
481
485
485
488
489
494
494
494
495
498
503
505
505
507
509
514
Los historiadores 522
S u l p ic io S e v e r o , 523. — P a u l o O h o sio , 523. — S a i .via n o , 523.
4. La poesía cristiana * 524
J u v en c o , C ip r ia n o , C omodlano, 524. — Evolución de la poesía 
cristiana, 524.
( P r u d e n c io 525
Poesía Urica, 525. — Poesía didáctica, 527. — Arte y poesía, 523.
S an P a u l in o d e Ñ o l a 529
Bibliografía , 532
LA SUPERVIVENCIA DE LAS LETRAS LATINAS 541
Últimas prolongaciones de la literatura latina antigua, 541. — Conti­
nuidad del latín culto, 542. — La transmisión de las obras antiguas,
543. — La crítica y el estudio histórico de los textos, 544. — Vigor 
histórico y vigor perenne, 544.
Bibliografía 546
In d ice
B ib l io g r a f í a g e n e r a l 
Indice de autores 
Indice de textos
547
553
561
Téngase presente que:
1.° las equivalencias monetarias (siempre aproximadas) de las sumas es­
tipuladas en dracmas u otras monedas antiguas, han sido hechas én 
pesetas 1965;
2.° los exponentes \ 2, ,3> pospuestos al título de una obra o al nom­
bre de un editor, significan primera, segunda, tercera, edición;
3.° la bibliografía, que no pretende *ser completa, mantiene el criterio de 
mencionar obras antiguas* pero cuya consulta se hará siempre con
Íjrovecho. Además, en esta edición española, se ha completado bajo os epígrafes de ..“Ediciones españolas" y “Estudios españoles”, con 
aquellas obras publicadas en nuestra patria dignas de tener en cuenta 
por su utilidad.
LOS ORÍGENES 
DE LA LITERATURA LATINA
CAPITULO I
Un pueblo expresa en su literatura, de modo perdurable, la inteligencia 
y el alma propias. Una obra literaria no se concibe sin un escritor que intente 
dáflé una forma personal, lograda, lo más bella posible. Pero todo escritor, 
al margen de la atmósfera, que lo envuelve, tiene tras sus espaldas todo el largo 
pasado de su pueblo. De ahí la importancia de los fenómenos de civilización 
y de lengua incluso antes de que nazca una literatura escrita, y especialmente 
en el caso de los latinos: porqué entre la fecha tradicional de la fundación de 
Roma (753) y las más antiguas obras que podían leer los romanos dé la época 
clásica —discurso senatorial de Apio Claudio el Ciego (280) y primera obra^ 
de Livio Andronico (240)— una larga historia había elaborado el tempera-1* 
mentó látino, y lo había dotado de un pensamiento, de una imaginación y de 
una lengua que le permitieran continuar y enriquecer con plena originalidad 
la literatura dé. los griegos.
LOS ORIGENES DE LA LITERATURA LATINA
1. Condicionamiento histórico
LOS LATINOS Los indoeuropeos. — Desde la India, a través de Persia, 
Armenia y toda Europa, hasta el océano Atlántico, se 
hablan lenguas estrechamente emparentadas, cuyo estudio, apoyado por los 
resultados de las excavaciones arqueológicas, ha permitido imaginar bastante 
bien la vida y las migraciones prehistóricas de. una parte considerable de la 
humanidad, que se designa con el nombre de “indoeuropeos”, para indicar 
además una comunidad originaria^ n¿> de raza, sino de lengua Sns tribus 
patriarcales se desplazaban Inuy leñtamente con sus rebaños; se asentaban, 
en ecusioTiés para largos periodos, en llanuras ^o valles que ponían en cultivo; 
después, bien por agotamiento- del lülreno, bien a coriséCUCUOla. de'lmmda-, 
ciunos, "gpflhiinlüs, u buju la presión de pueblas* recién llegados, réempréñdjan 
la-tnarcliaTSe tratába dFliombres enérgicos, líenos de iniciativas, muy flexi­
bles panPadaptarse a nuevas condiciones de vida sin perder sus cualidades 
nativas; poseían también una sorprendente capacidad de asimilación: los 
otros grupos humanos, a los que imponían siTfuErzá. ~55 agregaban fácilmente 
a ellos y adoptaban su lengua,
Sus migraciones.— Un buen número dp trihue mdnpnrnppfl<;_ marchó 
hacia el Oeste a través délas llanuras septentrionales de Europa o ascen- 
diendg-pOi-cl yalle derDanubio. Pero de esta masa se destacaron en diversos 
momBntos algunoF~grupos que se~5Irigieron, en sentido oblicuo, en espe­
cial hacia el Sur y cuya lengua, a partir de entonces ^ evolucionó-con-tetal 
independencia, de acuerdo con las nuevas exigencias v contactos: hítif-as 
escitas;- tr3üíü5r"gFíegos aqueos "(luego dorios}- Forman parte de estos grupos, 
llegados, en fechas dívci'üUiü, en mudio 'Tl¿í publauiuues mediterráneas, a las 
qtfiTímpTISfeTOir. pur más o íhénos tiempo, su dominio. EntreJ4flft v a ' C. 
y, según parece, eñ Ja región de ijohéfma. se produjo la^ultíma escisión entre 
los indoeuropeos que, prosiguiendo su camino hacia el Oeste, iban a adñptnr 
la lengua' céltica, y los que, tras~alcanzar Italia en lentas etapas, ibanjL-asen- 
tafse najo el nombre~cle latinos, oscos y umbros.
Los indoeuropeos itálicos.— Descendieron por los Alpes, en oleadas su- 
cesivlts-de- “bárbaros". Los indígenas sufrieron su dominio, sin duda no por­
que se encontrasen mal armados (eran más civilizados y conocían también 
el bronce), sino porque los invasores poseían caballos y carros, sin contar 
el impeta y la voluntad. Aun siendo poco numerosos, se impusieron a la masa 
de los mediterráneos. Por otra parte, medida que iban llegando otros 
grupos luchaban entre sí, tribus contra tribus. latinos, Tfipl vez los pri­
meros en establecerse en la Italia central, p arecen asi haber qygflfllfrli iftft"- 
inicios.j¿n_gL_bjíj0 valle dei líber por los _q&cqZ (.^^inos. samnitas etc.) al 
ordeste**^elia pensado que no habrían sobrevivido'cfeT
22
C ondicionam iento histórico
no ser por la inmigración de los etruscos, pueblo no indoeuropeo l]egacLo_sin- 
ducfa 'del norte del mar Egeo, que ocupóla Toscana desde el mar al Apenino 
(¿a partir ~3elligloviS?) y rechazo a los umbros. "
Los latinos. — El territorio que ocupaban los latinosT el Lacio, posee poca 
extensión: apenas la superficie clel antiguo departamento del Sena. Los bos­
ques de las vertientes del Apenino y del macizo volcánico de los montes 
Albanos, junto con los pastos naturales de la llanura, cuya toba guarda la 
humedad, debieron de agradar mucho a los inmigrantes llegados del Norte.
La extensión, apenas ondulada, de la campiña romana no ofrecía mayores 
dificultades iháteriales para^élcultivo de los cereales, y las colinas soleadas 
se ¿restaron más carde para la plantación de la viña y ael olivo. L a civiliza- V ^ 
ción del Lacio fu e l le sts.no apncda. 1
Los indoeuropeos invasores únicamente formaban una aristocracia, pero 
ésta* se hallaba en póses'lón de fiSguemas religiosos vjurídicos muy sólidos 
'y especialmente dotada para imponer_una__organizacióu—SüciaL—Sii^lgngua 
borró tambiétt la de sus subditos. Estos, lejos de desaparecer, modificaban 
poco a pcco ii sus vencedores, y los latinos de la historia representaban el 
resultado de una asimilación recíproca/ L^ clase¡ dirigente conservó, pn fíl 
do, el instinto de guerra v de conquistadlos hábitosdel clan v de la autoridad* 
bS]b una clientela sometida; pero disminuida y estabilizada por las condi- 
ciones de vida y~fal Vez por ciertas mezclas de sangre, adquirió, por espacio 
de siglos, una fisonomía nueva: a los señores de aspecto más o menos feudal 
sucedieron los propietarios rurales. La dureza en el triunto, Ta tenacidad,~el 
espíritu de cx>ntmüld¿5r la lenta" meditación de los problemas prácticos les 
marcaron rasgos indelebles. Er[ el c o n ju n to de la población predominó el 
arraigo a la tierra, por pequeña que fuera, al hogar, a los sepulcros. La1 reli- 
| giorpde 3as~grándes~ fii'éfzas~7fe~ÍnrnaturalezaT Que era urourande los íncToeu- 
l~rop^^f se tiñó de cultos agrarios, de viejas supersticiones/"de"’prácticas ¿fe ~ 
iSnesticas.
^ HefliszJio a ras de tierra; firme organización política; sumisión a toda una 
red de~~cftjllugdmresi ••st>ct5iüg~'y morales; pero afirmación del indi-
' viduo^sentado~en, su~li5gíénda: tal parece ser lo esencial de lo que legó a la 
mñnfolirlar] latina.el largo periodo ae fusión entre conquistadores y vencidos.
EL MEDIO Sería absurdo pensar que el clima mediterráneo no
MEDITERRANEO hubiese actuadotambién sobre esos hombres llegados
del Norte, en el sentido de un despertar más completo 
al mundo de las formas y de una expansión vital más plena. Pero cuando 
los latinos nos revelan su sensualidad estética, su gusto por el movimiento, el 
color y la música, han actuado ya sobre "ellos*tantas influencias diversas, y su 
descendencia se ha mezclado de tal suerte, que es imposible Intentar recons­
truir la evolución. Es evidente que fueron, en todo momento, muy distintos 
de los griegos. Y a ello contribuye el hecho de que el marco mediterráneo 
no es idéntico en Italia y en Grecia: allí se percibe menos la sensación de 
claridad brillante y armoniosa, que la riqueza, vegetal y humana, de una
23
LOS ORIGENES DE LA LITERATURA LATINA
tierra feliz; y la mar no acude por doquier a invitamos al viaje y a la aven­
tura. Menos curiosidad, más apego a las tareas agrícolas: ello fue tal vez la 
consecuencia.
Los elementos de civilización. — Unos emignmtia-JJ3ügIQILJa-^
fueron los veci-~~
ñós~ inmediatos líe lo s latinos, y los griegos, que__a _parlir_del_siglo -vm_csz. 
ta llecieron sus colonias en las costas del sur de Italia. Tanto .'unos. como 
otros, tueron7~en b eneficio de la penlnsuláTTos promotores de~ una cimlizfiíñóri 
urbana fundada'sobre acnvoslntercam bios por tierra y por mar,
Tvíás aun que la vecmlacl; fue el^üd^T>^e~la,:leíígiia y de la religión, 
unido a ciertas tendencias a la crueldad y a la voluptuosidad, lo que asegu­
raba a los étruscosj por contraste, una influencia especiáis abre el Lacio. 
Y, por ende, dicha mfliipnrin fnp de signo orientalizante: tanto por sus gustos 
como en el comercio, los "etruscos mirabañ~cafa^a Chipre y a Egipto. ST~se 
helenizaron con rapidez, fue gracias a las relaciones que mantenían con la
Joma mas que con la Grecia propiamente dicha; y, por ¿treparte, en la Italia
meridional, los establecimientos griegos mas neos experimentaban, por gusto 
y por necesidades comerciales, las mismas influencias (siglos vu-vi). ] 
njsmo”, o sea una forma asiática de helenismo, selló toda la primera
¡ en el
• y
zación itálica y se p rólóngo entre"ios etruscos y sus vecinos más que en el 
mündü^fieK6^dé~~Occi3Mte7~$e~caracterizaba por un cierto extremismo, porp An 
ufrjnerto exceso en Ja. búsqueda de sensaciones y' en su expresión:' que!
se~ rtifoiiocc’r i e r e m o a otro de la "hiera tura"latina, en"”mayor o menor ^
grado.
Diversidad de reacciones. — La civilización etrusca y los influjos extran­
jeros actuaron de modo muy diverso en los diferentes grupos de población. 
Dependía de que una vía comercial se afianzara o periclitase ante la compe­
lí tencia de otro trazado; dependía de los crecimientos'y'losíétrocesos políticos: 
así la civilización, material (y, con ella, los cambios intelectuales) ganaba o 
f perdía terreno en tal o cual lugar. Además, muchas veces, aunque procediera 
^ ae Etruria o (especialmente) ae las ciudades griegas, sólo llegaba al Lacio 
filtrada y modificada por los sabinos, los campanienses, etc. En la Italia. 
central, todo cantón de alguna importancia se convertía así en una especie 
do-orisol- dendü lat> cualidades ctel terruño y las influencias extranjeras se 
^combinaban de modo desigual, y que a su vez actuaba sobre sus vecinos: 
Preneste, muy orientalizada en el siglo vn, volvió muy pronto a ser latina, o, 
mejor dicho, grecolatina en sus gustos; Falerii, oprimida por los etruscos, 
tomó una fisonomía mixta tan poco evolucionada, que los antiguos no podían 
alcanzar con exactitud su origen (próxima a la de los latinos). Sólo la impor.-^ 
tancia política creciente de Roma fue sistematizando paulatinamente esta jtancia política creciente ae noma iue sistematizando paulatinamente esta 
anáx^uia^cuítural y péfmiüó. transcurridos algunos siglos, jm a P e r i t ación | 
intelegtaal^efflft v
24
C ondicionam iento histórico
ROMA. LOS INICIOS Situación de Roma. — Las aldeas latinas y sabi-
DE SU EVOLUCIÓN ñas, de vocación agrícola, que se establecieron en
las colinas próximas a la isla Tiberina, sólo logra­
ron transformarse en una ciudad, según parece, gracias a la acción de elemen­
tos etruscos, procedentes de la otra orilla del Tíber. Y Roma debió su im- _ 
portancia y una gran parte de su fisonomía al río cuyo trafico controlaba en 
su^rotalid¿T3~TirtÍyüGnfe ciüeTa través dé'lHIarUgaba-d-fcgffio'a la E truria. 
Caüdad mixta, ciudad de paso, se hallaba desde un principio abierta a toda 
clase- de influencias, incluso- por su lia mira deTp as tízales v cultivo, donde 
saHInos y~Tatinos Emprendían frecuentes y recíprocas “razzias”. En ello es- 
triba su originalidad v. por decido así, su misión providenciad
Roma, Etruria y el Lacio. — Dueños de la Camparía en el siglo vi-los 
etruscos lo fueron también dftJRomn. v.- raafiias"a ella—sin-duHn nnminá£an~' 
entontes"al~ Lacio, que separaba" susclos^zoha.^fi^nmim^ Las consecuencias 
d^teSíoF~acoñtecimÍentos” fueron "de extrema importancia. En primer lugar, 
prosperidad considerable de Roma: ello es patrimonio de las ciudades-de 
tránsito._a] establecer puerto franco y comisiones. Y, además, el vigoroso 
aügejde la civilización^etrusca: construcciones, artes plásticas, mentalidad. 
■-g'T^rapciéii.dt;. lu lengua sin duda; todo en Roma fue errusco,. V este auge se 
.mattéwvcrduradero, imborrable erfalgunos dominios. Sin embargo, la grandeza 
b. que Roma debía a los etruscos le aseguraba un papel de primer orden entre 
las ciudades latinas; y así se mantuvo en su beneficio la posibilidad de repre­
sentar ¡el espíritu latino. Después, los intereses de los etruscos en la Cam- 
pania osea, en contacto directo con ciudades griegas (Cumas, Posidonia, etc.), 
originó, a través del Lacio, y en beneficio particular de Roma, una cociente 
mixta de civilización, netamente helenizante, y en un momento en que el 
helenismo florecía vigorosamente.
Las vicisitudes históricas.'.— La expulsión de los reyes de Roma (fecha 
tradicional{509)j en coincidencia con iin declinar universal del tonismo, señala
1 á~~det^~encia“dél poderío etrusco. qiie va^i ^continuar dura titeados siglos, 
Baio la eiervesceñcia^gala’ ar iSlorte y ios ataques de los latinos y de jo s, 
griSgSllí^^ur..Jt,ara el desarrol!o*untelectual^cIe Moma; ello representó un 
refxoceso muy^^fave. Uhá^aristocracia rural, en su mayor parte indoeuropea 
—en el caso de los latinos reforzada por poderosos elementos sabinos, anti­
guos o recientes—, rechazcWigoro samen te los progresos que la “jplebe” (= mul­
titud de gentes mez^adasf urbana habia realizado ba;o los r^esi etruscos,
AI mismo tiempo Roma, desbarbada de su posición preponderante y sin dudán’’' 
de su riqueza, debió emprender lentas y penosas luchas para imponerse de 
nuevo entre las ciudades del Lacio.
Los logros de un siglo de civilización se perdieron así sin dejar otro 
rastrcfüterano qu(T vagau huellas en las antiguas levendas de 11 ornad Parece 
, adiViñ&fgfe üñá' gspéCié de anarquía moral e intelectual: gl etrusco cjmtiniia 
si6TTdo"Tengua de cuttura de la aristocracia; iq^plebe urbana se"orienta más 
¿jnTmT*ha.cia las ideas y los cuWs griegos. Sin_ emBargo, éfl niudio dtT guerras 
y de penosas discordias, se forja una "Roma más laBna. La conquista de
LOS ORIGENES DE LA LITERATURA LATINA
sorprendente, e incluso prometedor en su torpeza.1 Todas Jas realidades de la 
vida „cotidiana, las minucias del campo, _de_la. casa,...de. la familia, nutren 
la imaginaciónjdel latino: fuente-de poesía íntima y realista.
Las grandes fuerzas cósmicas se las representa, sin duda, de modo menos 
vivo y también menos antropomórfico que los griegos. Posee o adopta dioses 
de fisonomía oscura, mal definida: Jano, el de doble rostro; Vertumna, siem­
pre cambiante, en la que se mezclan confusamente las preocupaciones huma­
nas y un vago sentimiento del universo. Una comunión bastante misteriosa se 
deja adivinar en el apego del romanoa las fuentes, a los lagos montañeses 
cercados de bosques, en su gran familiaridad con animales-fetiches (lobo, oca, 
serpiente, etc.), en su fe en los prodigios, a menudo infantiles, pero ¡cuánto 
más poéticos que los oráculos en que se proyecta la perspicacia de los griegos! 
Se imagina, mejor que ellos tal vez, Jo sorprendente de la metamórfosis; y lo 
maravilloso de las supersticiones se mantendrá tenaz en Italia..., Actúan en 
ello fuerzas confusas, neutralizadas en la mayoría de los casos entre los 
romanos por las necesidades de Ja acción práctica, pero que entre los maes­
tros escritores, Lucrecio, Virgilio, Séneca, se convertirán en un sentimiento 
profundo y ansioso de relaciones entie el hombre y la naturaleza, o en pres­
ciencia de Dios en la soledad.
^ “La lengua. — La lengua latina se nos muestra suavizada_por el trabajo 
de los. literatos, mientras que sus primas de Jtaíia, eí timbro y el oseo,... sólo... 
nos son conocidas a través..d_e...las...ins.crip_ciones, por demás poco numerosas.. 
Sin embargo, la comparación áyüda'a definir Ja profunda originalidad del 
latín y su ritmo.
El vocabulario, en el momento en que se abre el período literario, es: 
homogéneo, a pesar de ]os~ présfámos."Hastante numerosos," tomados de las" 
antiguas lenguas mediterráneas (en particular en lo tocante a nombres de 
plantas), de los dialectos itálicos, del griego (en un principio por interme­
dian ósT luego directamente), incluso del etrusco ítérminos de civilización. 
cofircrlubl procedentes del griego). Un largo empleo oral fortificó, comn snnpdñ 
entre ios salvajes". ^t^aje^-proDitf^e cat!aÍ~p5tet5raT una Ha v ^
blóTlatinos permanecerán siempre cargados de mattcéT'párticulares, no lógi- 
coyf^y^o—afoctiv u¿>, sorr ¿IgO que signos. Ljgs~clérivados ganan pronto 
su indipewjenejarlos compuestos son raros.y, en lugáY“de ser de sentido 
claró, como entre los griegos, toman a menudo, como las palabras antiguas, 
un valor personal complejo. De ello resulta un embarazo para el ejercicio del 
pensamiento puro, una carencia de precisión en el~ diseño (agravada por 
taita del artículo), pero, para escritores artistas, ello representa una tenta­
dora riqueza de tonos difusos;. por demás difíciles de manejar.
lUrtfcindenda dü kijTlaunos al análisis de las realidades humanas, en espe­
I. Vcrunctnr, Rcparutor, Imporcitor, Oburator, Occutor, Surritor, Subruncinutor, Mcssor, 
Conuector, Conditor, Promitor,' cuidan de los barbechos, de 'su puesta en cultivo, de los surcos, 
de la última labor, del rastrilleo, de la bínazón, del escardado, de la siega', del acarreo, del 
enlrojamiento, de la noción de sacar el grano de! troje, etc. El niño llora gracias a Vaiicanus. 
habla gracias a Fabulinus; Cuba lo duerme; Educa y Patina le enseñan a comer y a beber; 
Abeona y Adeona, Iterduca y Domiduca le obligan a andar y pasear y a volver junto a los suyos.
El espíritu y la lengua
cial las psicológicas y sociales, enriqueció progresivamente su lengua de térmi- 
nos^abstractOjL—p^ rn no p u ra m e n te psicológicos o científicos ;~se unen, pues, 
Fácilmente, en la frase, al vocabulario concreto, y este tipo de alianza vendrá 
a ser —aunque bastante tarde— un recurso importante de la prosa latina.
El .sistema de flexiones (“casos” de los nombres y de los adifiljvfts) -£S- 
men(55írusadó que entre ios griegos! el ablativo subsiste. Las ventajas son 
cóireeidaa. flexibilidad en la construcción de la frase, posibilidad ^de grandes 
é'fectos psicológicos o descriptivos por Ja situación en inflar preferente (el la­
tín carga las tullas'sobré~el" formeipio de las frases) de los términos esenciales, 
riqueza de sugestiones poéticas por la ligazón de palabras que^ sin guardar 
relación' entres!.. se tiñen,_por asi decirlo, de matices ¿^bi^íocos.
'X a conjugación latina nocüenta con la voz media de lÓs~gí'iegos, tan rica 
en tonalidades individuales: p_pro una serie de verbos, especialmente con 
prefijo, revisten tales valores personales, va en virtud de una inuy lejana 
ascendencia, ya S'fmp'lerrrelTto como consecuencia del uso. La gran innovación 
del latín reside en la rigurosa distinción de los tiempos, wspécin1mentg-ai»-4fl 
oposición entnTTo~yH~!acabado
E l 'ad m irab le re a lism o d e e s t e ' _______ciófi entre el indicativo, modo de lo real, v el subjuntivo, modo de loeTcoñtrario, el optativo (modo del d^ seo) no existe como torma distinta; los participios son poco numerosos' v los que existen son poco em­pleados la excepción del á^etivó-participio llamado pasivo) en el antiguo uso.
yC La escritura y ej lenguaje hablado.— L o s la tin os no a p re n d ie ro n a e s ­
cr ib ir su le n g u a h a s ta tm e dos e tru sco s }e_s h u b ie ro ñ "trá ñ s i^ icÍQ -a x o a-£Ía-i¿)¿i 
a lta b e to s . d e J o s g rie g o s " cTe O c rid e n tc 7 ~ P e ro ~ la e s c r itu ra “T ü e ' íg n o r a d a _ p o r 
la in m e n sa m a y o ría d e F p n e b ln y d u ra n te m u c h o tie m p o re s e rv a d a p a ra ~ la 
tra n s c rip c ió n oficial d e c o n ta d o s d o c u m e n to s . In c lu so e n p le n a floración"" 
liter? Lna, las p e rso n a s m á s in stru id a s lle g a b a n a co n o ce r" un lib ro n o ta n to p o r 
leg tu ra m u d a c o m o p o r ñsra n a .v ru nlrn. Y nsi es c o m o s ie m ­
p re d e b e ría a p re c ia rs e u n te x to la tin o /
Y no" "sólo porque, en realidad," la flexibilidad y la armonía de las cons­
trucciones, junto con la razón de ser de las agrupaciones de frases por 
yuxtaposición, encadenamiento o círculo, no pueden ser percibidas sino de 
este modo. Es que el latín es, por entero,„una,.lengua.emotiva y_dramática,. 
que desarrolla sus efectos en el tiempo, y con el sentimiento innato de la vida. 
Multiplicó los procedimientos de reproducción de la palabra: estilo directo, 
estilo indirecto, estilo indirecto libre, con los matices más delicados. Si resulta 
poco idóneo para la investigación filosófica o científica, es admirable para la 
pintura de la acción y el movimiento psicológico.
ritmo. — De sonoridad grave, bastante sorda, con cierta pesadez mo­
nótona en las flexiones, y con asperezas (en especial a causa de las guturales), 
pero sin_aspiraciones y capaz de flexibles modificaciones, la lengua latina se 
articulaba bien, y cada palabra tenía una intensidad inicial y un acento. 
Este acento, al menos en la ¿poca clásica, era musical como el de los griegos 
y. permitía, en los.grupos.de palabras, mocTufaciones variadas: más tarde, se
_ lerfecturn) y lo no acabado aún (infecturtil, 
"pueblo se recono*T friimhiAn_pn T' - - 1-
f
hizo intensivo, como en alemán; en los orígenes lo fue quizá también: en todo 
caso, los latinos fueron siempre particularmente sensibles al ritmo de la frase.
El trabajo acompasado (siega, trilla, sirga, etc.), los juegos de los niños, 
requerían naturalmente el canto rítmico. Pero o b ed ecía la religión espe­
cialmente que se fijen las primeras formas artísticas de la lengua latina: 
procesiones entrecortadas por estaciones (como en los Ambarualia: alre­
dedor dé los campos: o en la fiesta urbana del Septimontium); danzas con 
triple redoble como la de los Salios, portadores de escudos sagrados; más 
tarde acompañamiento de flauta en las ceremonias, etc. Sin conocimiento de 
índole prosódica, las “fórmulas” (carmina) se organizan así en conformidad 
con el genio íntimo de la lengua: en suma, esta labor fue esencial tanto 
para el advenimiento de la prosa latina como el de la poesía.
Estas fórmulas, encantos o plegarias, proceden por fácil acumulación de 
términos que insisten en la misma idea, precisándola a veces a continuación; 
o por balanceo simétrico; o por antítesis. Incluso algunos nombres de dioses 
ponen al descubierto estas tendencias y dan fe de su antigüedad: Aius Locu- 
litis (“El que afirma, el que habla”), Panda Cela (“La que descubre y oculta"). 
Refranes mágicos y preceptosrústicos las llenan groseramente, en espera 
de que domine más tarde toda la retórica erudita de los autores clásicos. 
Así ocurre con la copla que se cantaba el 11 de octubre en los Meditrinaliú, 
y que recuerda el tiempo en que el vino únicamente se utilizaba como medi­
camento:
Vetus nouum uinum hibo, Viejo o nuevo, bebo vino,
ueteri nono viOrbo m edeor. viejo o nuevo, mi mal curo.
o la siguiente noción de experiencia agrícola que Virgilio recogió (Geórg,, I,
V. 47):
. Hiberno vulnere, uerno luto, Con un invierno seco y una primavera
grandia farra, Camille, metes. segarás, Camilo, hermoso trigo. [fangosa
Más específicamente latino aún es el gusto por la aliteración, que agrupa 
numerosas palabras que empiezan por el mismo sonido, y por una asonancia 
muy semejante a la rima. Ambos procedimientos serán aún utilizados, aunque 
con criterios selectivos, por Lucrecio. El segundo escalona, con brutal clari­
dad, la serie de grandes hazañas de las que se vanagloria Apio Claudio 
el Ciego.
.. . Complum oppida de Samnitibus cepit,
Sabinorum et Tuscorw n exercitum fudit, 
paccm fieri cum Ptjrro rege prohibuit, 
m censura utmn ApíJiam strauit 7 
et aquam iti urbom adduxit, 
aedem Bcllúrtae fecit.
Corpus Im criptionum Latinarum, I, 28, p. 287.
... Se apoderó de numerosas ciudades entre los samnitas, derrotó al ejército de los 
sabinos y de los etruscos, se opuso al establecimiento de una paz con el rey Pirro; siendo 
censor, construyó la vía A pía y dotó de agua a Roma; construyó un templo a Belona.
LOS ORIGENES DE LA LITERATURA LATINA
30
T en d en cia s y d irectrices literarias
El verso saturnio. — El propio verso nacional (de origen itálico, quizás 
etrusco, y no específicamente latino), el saturnio, presenta.tantas, .libertades 
métricas-—o lo que nosotros tomamos por libertades—, que da más bien 
^^ im presión ele ..estar regido por un ritmo que por una voluntad melódica. 
Desde Varrón, los eruditos han querido ver en él un septenario yámbico 
cataléctico (7 yambos, ui_>z de l°s cuales el último estaría incompleto), o 
un senario trocaico {6 troqueos, J_u) con anacrusa (una sílaba independiente 
aí principio). Tal sería la escansión de un saturnio célebre: a
u i H ± u l _ i u i u i u
Dabunt malujn Metelli j| Naeuio poetae,
Los fíetelos darán su merecido al poeta Nevio
Pero la única realidad evidente es que el saturnio representa un sistema rítmi­
co de dos.partes desiguales,.de.las que la segunda (al menos en este ejemplo) 
es J a . más bxeyjs,.. a la inversa de lo que ocurre en el antiguo verso épico 
francés:
RodUrnz ferit |¡ el pedrom de sartaigne 
Roland golpeó en la masa úc roca,
y es capaz, como éste, de grandes efectos a la vez monótonos y chocantes.
3. Tendencias y directrices literarias
Los más antiguos monumentos de la lengua latina nada tienen de litera­
rio.4 Sm 'dúdaT ciertCS óOlegios de sacerdotes conservaban religiosamente 
¡algunas fSrmulas o “cantos” (carmina) que en los tiempos clásicos ya no 
comprendían: poseemos, gracias a Varrón (De lingua latina, VII, 26), el de 
los danzarines Salios, sacerdotes de Marte, pero no estamos seguros de que 
se nos hayan transmitido correctamente; y, por una inscripción del siglo m 
de nuestra era, el de los hermanos Arvales, que honraban a una antigua diosa 
agrícola, Dea Dia. Pero estos carmina no formaban parte, a los ojos de los 
romanos, de la literatura, y su interpretación es en extremo incierta.
2. El signo — indica una sílaba larga; v una sílaba breve. Normalmente una larga equi­
vale a dos breves.
3. Otra escansión, más sutil, divide al verso en una Itíliapodia yámbica cafalécHca y uno 
tripodia trocaica. Vér.sc más adelante, p. 51 s.
4. Una fíbula de oro (especie de horquilla) de Preneste, en la que aparecen cuatro pala­
bras que indican el artesano y el destinatario (¿hacía 600 ?); — un cipo mutilado, en el que 
sólo algunas palabras resultan comprensibles, encontrado en el foro de Roma {primera mitad 
del siglo v); — una dedicatoria religiosa (?) de la que no sabemos siquiera cómo separar las 
palabras, grabada con punzón de derecha a izquierda en tres pequeños vasos soldados entre si, 
encontrados también en Roma.
31-
•'V
LOS ORIGENES DE LA LITERATURA LATINA
Tradición oral y literaria.— La ley de las XII Tablas (^alrededor de 
450?); dé la que poseemos un .-ransifWnhlp remero de prescripciones bajo 
una~ forma remozada, era, por el contrario, aprendida en las escuelas roma­
nas; y ciertos discursos de Apio Claudio el Ciego, censor en 312, eran aun 
leídos por CicerónTAntes de Ü40. con la primera obra ele Livio AndrSnico, se 
'^reduce- a lo citado el contenido oficial de las letras latinas. Sin embargo, 
algunos han pensado que deberían transmitirse de generación en generación, 
oralmente, pero bajo una forma cada vez más lograda —tendiendo a adquirir 
el carácter de “obra literaria”— : tradiciones que reflejarían la experiencia y 
las aspiraciones del pueblo latino. La hipótesis nada tiene de absurdo: los 
galos poseían largos poemas religiosos, cósmicos, épicos, que se perdieron 
por completo porque no conocían la escritura.
Para .que ..una ..tradición .oral., adquiera una „cierta solidez, se requiere ade- 
-~mÁs..que-sa..iransmisión,sea-.ob]eto ,, da. escrúpulo, religioso» o se vea apoyad a
Í)or ciertos puntos de referencia inmutables, o al iriehós sea renovada"^a ecfers~fijas-en_Cifcíins tan cías solemnes, siempre idénticas. Los latinos—conta- 
ban, con toda seguridad, tabulas de animnlp^ pRro ¿nrlnpl-arnn alguna vez 
dichas tabulas, en los siglos v y ry, una forma lograda, ya “literaria”? Y si 
poseían (es una hipótesis) cantos nupciales, funerarios,’ convivales, ¿debemos 
afirmar, por ello, la existencia de un lirismo nacional?... Únicamente en 
materia ..de historia semiépica (hipótesis de Niebuhr) y. de arte dramático ___ 
parece-posible -hablar.-.con...bastante "legitimidad, de tendencias preliterarias 
„nacionales.’
P r e p a r a c i ó n p a r a la h is to r ia . — L íl...a risto cracia ..d irig en te ,_p p lítip a_y r e l i ­
g io sa ,„ h a b ía . a cu m u la d o . en R o m a , d e s d e r n ü ^ h o tie m p o a tra s . "una- d ocm n eH - 
t a c i^ g .eD .extr.em o..yar iacla ,'~ e iria .q u e . se ..satisfacían _su esp íritu „ d o x o n tin u id a d , 
su^ a s j o n o rg a n iz a d o ra y su v a n id ad n o b iliaria.
TT.0 Jin principíp, setrata ba de simples listas, unas de contenido religioso 
(y también político), como el Calendaño y la relación de los días fastos (en 
los que se podía administrar justicia); otras, aparte de su interés por el 
cómputo cronológico, atestiguaban la continuidad del gobierno y de la reli­
gión nacionallistas de magistrados anuales (Fasios'consulares),. de. pontífices;,.
2.° Más tarde }jComTnentarii (ú libri) que registraban los actos más impor- 
tantes de los reyes J o - “reyes de sacrificios”)^ pontífices, augures, salios, etc..., 
de modo que se pudieran hallar y utilizar sus enseñanzas en caso de ne­
cesidad;
3.° De interés más general eran los Anuales Maximi o Anales de los Pontí- 
fices, en los que se registraban anualmente los grandes acontecimientos de la 
historia de la ciudad, en especial‘ —es' cierto—’ ’los prodigios y los^aconteeeres 
de’orden religioso;
4.° Los tituli y los elogiaren los que, por el contrario, las más importantes 
personalidades del estado enumeraban.con una sequedad orgullosa sus. haza­
ñas y actos meritorios, tenían un carácter marcadamente civil y militar; docu­
mentos muy preciosos para la historia de Roma, de haber podido fiarse ente- 
ramente de ellos.
He aquí, a título de ejemplo, el epitafio de L. Cornelio Escipión, en dos
É fe
32
T en d e n c ia s y d irectrices literarias
fragmentos, conservados en el Museo del Vaticano y en la Biblioteca Bar- 
berini:
L. CO RN ELIO L . F . SCIPIO 
A ID ILES COSOL CESORHONC OINO 1'LO m VM E COSENTIONT R[oM AX]
DVONORO OPTVMO F V JS E VIRO
LVCIOM SCLPIONE FTL1DS D ABC ATI
CONSOL CEN SO« AIDILIS HIC F V E T a [ i 5V10 VOS]
HEC C E P IT CORSlCA ALEBIAQVü; VRI3E 
D EDET TEM RESTA TEBU S AIDE M E R E T O [n ]
El titulus nos indica el nombre y los principales cargos del difunto. El 
eloginm , más reciente, está escrito en versos saturnios. He aquí la traducción: 
“L. Cornelio, hijo de Lucio, Escipión, edil, cónsul (en 259 a. C.), censor 
(antes o después). Éste, según el testimonio común de los romanos, fue el 
mejor de todos los hombres honrados, Lucio Escipión. Hijo de Barbado, fue 
entre vosotros cónsul, censor y edil, conquistó Córcega y la ciudad de Aleria, 
y consagró a las Tempestades un templo en acción de gracias” .5
Si bien las inscripciones triunfales o funerarias no podían, sin duda, 
acrecentar hasta la desfachatez la exageración o el disfraz de los hechas, no 
es menos cierto que había otros elogia, cuyos excesos eran muy propios para 
revestir el pasado de colores épicos: elogios fúnebres (se atribuía la iniciativa 
a Valerio Publicóla, en los primeros tiempos de la República);, lamentaciones 
ante la muerte o nenias, y (si han existido en realidad) esos cantos heroicos 
sobre los antepasados, ejecutados en los banquetes, de los que nos habla 
Plutarco.
Incluso parece que debemos reconocer en la antigua historia de Roma, 
tal como nos la han transmitido Tito Livio y Dionisio de Halicarr.aso, algo 
más que una mera novela imaginada por los griegos, como algunos lian 
creído: no sólo las preocupaciones y las ideas centrales (inquietudes' jurídicas, 
abnegación por el estado, rigidez moral) son de tinte romano; pero se desarro- 
llan muchos episodios (Horacio Cocles. Coriolano, Virginia, etc.), en forma. 
dramática, con puesta en "escena"," etectismos teatrales, coiiclusión religiosa o 
moraCen que podría prolTatol emente ponerse de manifiesto una antigua ela; 
boración mítica antChOf ""a~~3D puéfeta"en~forma'~lÍteraria o pseudoTñsfonca. 
como Kan demostrado los estudios de G. Dumézil. Pues .se hallan entreinezcla- 
dos muchos elementos antiguos (indoeuropeos, etruscos, sabinos, campanien- 
ses), de los que no parece posible que los redactores de la época clásica hayan 
podido tener clara conciencia.
De modo que la historia y la epopeya histórica poseen en Roma antiguos 
fundamentos. ’ ------ - ■■■ • - --------------- -— '
Tendencias al drama. — Las formas dramáticas poseen también lejanos 
orígenes aunque mucho más complejos, por ser en parte populares, incluso 
pleoeyas, y por tanto sometidas a numerosas influencias extrañas.
5. Este epitafio aparece comentado en el Recueil de textes latir¡s archaiqties de A. Ernout,
LOS ORIGENES DE LA LITERATURA LATINA
No_obstante, en el fondp_misrno.de la. religión nacional aparecen rasgos 
drarfiatiajs: las ceremonias se componen de actos muy distintos, a menudo 
separados' por largos intervalos; y el gesto debía acompañar con rigurosa 
exactitud al enunciado de las fórmulas inalterables. En ocasiones la mímica 
resultaba impresionante: el día 24 de"febrero JRegifugium), por ejemplo, el 
‘‘rey de los sacrificios” debía escapar inmediatamente del lado de la víctima 
inmolada; el 15 de octubre, los fieles se disputaban con ardor la cola del 
caballo que acababa de ser sacrificado (October equus). El ritual de los Salios 
y de los hermanos Arvales requería cambios de atuendo, procesiones y esta­
ciones, sacrificios, melopeas y danzas a tres tiempos (tripudium); el de los 
Lupercos estaba acompañado de mímica, disfraces y carreras en torno al 
Palatino: ambos ofrecían todos los elementos necesarios para una acción 
dramática.
Pero, al lado de estas formas reglamentadas, las fiestas populares permi-
_ten V dan pie a una creación más espontánea, que se esparce sin embargo a
. f,echa~fija7_el tiempo de las cosechas en partí cu lar, _.al„a ni m a r a J a_fi e s t a _ a l a 
par que obliga a las acciones de gracias Jiacia [as cüyimdad ^
exalta una imaginación realista, tosca, pera llena de vitalidad. En ese momen- 
to, Jos italianos se entregan a su propio .genio de im provisación, de gestos y de 
palabras. Así resulta que un mismo fondo de comicidad nutre a todos los 
temas iguales: de ello se espera obtener un placer. La bufonada, la obsceni­
dad, la sátira más libre, la mascarada se mezclan entre sí. La religión aporta 
un cierto orden, en especiaría de las divinidades griegas de la Italia meridio­
nal, sobre todo Demétcr (adorada bajo el nombre de Ceres), desde muy 
pronto adoptada por la plebe: este orden no tiene sin embargo ni la rigidez 
ni la solemnidad de las ceremonias patricias.
Menos'TüTfiSña que italiana,""esta actiVidnd popular enriqueció la literatura 
latina con elementos importantes: los cantos fesceninos eran groseras impro­
visaciones satíricas en versos.saf-nmira;, sn nombre indica su origen (Fescen- 
nium era una ciudad falisca), o bien su carácter semirreligioso, pues se 
decía que las obscenidades conjuraban la mala suerte: 6 se recitaba siempre 
en los cortejos nupciales y en la pompa del triunfo —el mismo espíritu reina­
ba en las farsas campan¿enses, que, mucho más tarde, se aclimataron en 
Roma bajo el nombre d^Melanag—, y también, según parece, en la satura o 
“mezcla” 7 de coplas, b aiTes, mímicas, de donde podía surgir lo mismo una 
acción dramática que diferentes tipos de sátiras.
Pero la organización artística, aonde„más tarde ..se.„insertó, .el.teatro,_se_ 
"f debela los etriiscos^~Co5 tUüjrog'TElll’loros de Ruma (ludí) T?on--9tre- daneasr~siTS 
. exhibiciones, sus‘"“concursos” atléticos, sus carreras y combates de gladiado­
res recibieron su forma reglamentada de los- etruscos y de los etruscocampa- 
^nienses. De sus tierras llegaron a Roma los flautistas (tibicines), los danzarines
6. Fíiscinus significa amuleto fdlieo.
7. Tal es la etimología de los antiguos: la satura latix era uua mezcla do frutas o legum­
bres, o un surtido de primicias ofrecidas a la vez a Cercs. Mommsen relacionaba la palabra 
con satur (harto): aludiría a las expansiones propias de las personas que salen de una fiesta 
bulliciosa. Un origen ctruseo no queda del todo excluido,
34
T en dencia s y d irectrices literarias
de mimos (histriones), probablemente también los primeros usos de la más­
cara (persona): la tradición afirmaba que en 364 se producía una intrusión 
masiva de elementos etruscos (para conjurar una peste pertinaz), de donde 
cíebíaTsurgir el teatro latiño'TTito Livio, V1JL, 2). Sin embargo, la inclinación, 
muy viva entre los latinos y los italianos en general, a mezclar los géneros 
y a buscar el contraste de los efectos subsistía en medio de aportaciones 
de toda clase; subsistirá, en parte, en la comedia de Plauto. Pero las leyendas 
griegas, en especial las trágicas, muy admiradas y a menudo representadas 
por los etruscos en sus sarcófagos o en sus urnas funerarias, y tal vez en su 
teatro (pues sabemos por Varrón, De lingua latina, V, 55, que un cierto Volnio 
había escrito tragedias etruscas), puestas en escena con todo lujo en las ciu­
dades griegas de la Italia meridional, eran familiares a los latinos y les 
brindaban abundantes ejemplos de unidad dramática.
El derecho y la redacción jurídica.— Sin embargo, estas aspiraciones a 
crear una literatura histórica o épica, dramática o satírica, no iban a encon- 
tra%^i!TO5^tabfes M sl^ .habfírsfí..fíT]i:iqneí;idr2 nHiin a^ntemente de elemen­
tos extranjeros y, pth pnrHniiU¿...pr>r Hp Toe griegos. El derecho, en
cambio, al desarrollarse desde una base substancialmcnte.-latina. formuló 
pFÓnto sus_pcmg¿pios ríe p^gma). que pueden considerarse 4a prime­
ra* expresión artística de la prosa Íatina_- 
'“El proceso, como acto religioso, se representaba en la antigüedad, entre 
los latinos, como un drama: el que reivindicaba, por ejemplo, un campo 
debíá trasladarse allí con el juez o, al menos,disputar ante su adversario 
con un terrón que representara el objeto del litigio; gestos y palabras, estereo­
tipados, eran esgrimidos por los litigantes como lo hubieran necho dos perso­
najes de tragedia. Estos rigurosos sainetes, que representaban el proceso de­
lante del pretor, se llamaban “acciones legales” y eran conservados secreta­
mente por los pontífices, que no “revelaban las fórmulas” mas que cuando les 
parecía bien: el edil Cneo Flavio las divulgó en 304. Pero ya sólo, eran 
residuos arcaicos. La gran novedad databa entonces, según una tradición 
sospechosa, de hacía siglo y medio: consistía en la ley, laica y pública, válida 
tanto para patricios como para plebeyos, que los decenviros de 450, según 
se decía, habían grabado en doce tablas de oronce; un gran esfuerzo, en ver­
dad, de codificación y de redacción.
Aunque modernizado, pero con un cierto gusto especial, el estilo de los 
fragmentos que nos han sido transmitidos justifica la admiración/ incluso de 
grandes escritores, como Cicerón. En primer lugar, por la simplicidad, que 
pone de manifiesto el análisis y la deducción espontáneos del redactor: las 
estipulaciones que agotan una materia se continúan cronológicamente, sin 
ligazón expresa, sin indicación del sujeto de la acción, cuando ella misma 
basta para sugerirlo, con la libertad propia del hablante del “estilo oral”:
Si nox furturn faxsit, si im occisit, iure caesus esto.
Si [alguien! roba de noche, si [el propietario] le mata, sea legítima su muerte.
Pero se nota también una nitidez concisa, una autoridad hiriente, que dan 
la impresión del chasquido, mas no son sino preocupación por la exactitud
35
LOS O RÍGENES D E LA LIT ER A T U R A LA TIN A
v procedimiento mnemotécnico. Antítesis, quiasmos, anáforas,8 que se trans­
formarán más tarde en ornamentos retóricos, gradúan y dan ritmo a las fór­
mulas, a veces como un carmen, con gran diversidad de recursos:
Adsiduo uindex adsidues esto; proletario iam ciui quis uolet uindex esto.
Un residenciado tenga como garante a otro residenciado; un proletario tenga por 
garante a quien le plazca.
Sí poter jilium ter uenumdauit (?), filius a paire liber esto.
Si un padre vende tres veces a su hijo, quede el hijo libre de la potestad paterna.
Apio Claudio el Ciego. — El_ÉSüIo._de_.las..XII,.Tablas, adaptado a su 
materia y representativo de su tiempo, posee ya cualidades literarias. Incluso, 
tal vez, revela en ciertas partes la personalidad "de un redactor bien dotado. 
Pero el primer “escritor” latino no aparecerá hasta finales del siglo rv: Apio 
Claudio el Ciego, censor en__3I2, cónsuI en_307,y_ ¿96.
_D.e.jvdeja..y- -orgullosa. nobleza .^sabipa, Apio Claudio..no_deió._.por„elIo. de 
seguir una política casi revolucionaria en favor de la plebe, inclyso 
libtTfDs. Seinclino también hacia el helenismo. Pero su helenismo nos parece 
complejo^ tal vez sentía una vocación personal hacia el pitagorismo^ filosofía 
de tendencias "aristocráticas y religiosas de la Magna Grecia; y también —como 
una gran parte de la plebe— hacia formas de culto más helenizantes (como lo 
revela, por ejemplo, la reglamentación del principal santuario romano de 
Hércules); pero también le caracteriza una c la ra vnhintgd pnKh>a dq nnVntar
 eJ_porvenir jde'Kuiiia cata al mediodía de la península: ahrió pn pcf-a Hírerv
, . ciÓD Ja .cantgggalque_jomO su nombre: v si, ciego e inválido, m a n d ó • q u e J a
llevaran al Senado para oponerse a que negociara con Pirro (280), ello_s_e 
debió a su deseo de reservar para Roma el pleno dominio la~ 
_Sui.pamotism.o_y sus ^ .aficiones se^cpnjugabanconuna. admirable visión del 
^ tu fü : pero ¿u audacia innovadora , parecía _.sacrílega7_a .Ios_.miembros , de 
surcasta. ' -------------- ----------------------
Se ocupó de la lengua, estableciendo como definitivo el |>aso del sonido s 
al SPntátTrentre dos voc¿lesí rotacismp Ly/Umusitii se convi r tTrt^n N umeruis); 
„ y del derecho (tratado De\ísurprxttümbus). De jó escritos discursos que eviden­
ciaban, Tegún parece, un cierto. prado e^fe^ elocuencia,; y__una rnlección de 
sentencias“morales en saturnios (Carmen de moribus) que. Cicerón (Tuscula- 
¿5*71 V, 4) llamaba pythagoreum. comparándolas con tos versos dñradn<;w_dp 
Pitágoras; sin embargo, los fragmentos tan escasos que, nos han llegado no 
p entufen j<£zgar acerca de su arttí. Pero lunemas, estrictamentepráctícos y
 de 'acuerdo con una tradición anstocr¿tica.(de .la que volveremos a encontrar
rastros, ciento treinta años más tarde, en Catón)., oontrnsK™
_cpn el helenismo activo v ardiente de su política. Nuestro hombre, el mejor 
dotado para realizar laT síntesis grecorromana y plebeyo-patricia, se detuvo 
a medio camino en lo que a literatura se reiteré.
8. El quinsmo es un entrecru2amiento de expresiones simétricas (ABB'A'; AB'A'B; e tc ...) ; 
la anáfora consiste en repetir la misma palabra al principio de miembros sucesivos - de frases:
36
/y i
^A spectos generales de la evolución literaria en Roma. — El propio rit­
mo de la evolución literaria de Roma se deja ya sentir en esta lenta y desigual 
inicia ción: sin cesar alternarán movimientos de abertura al Oriente griego y 
de aislamiento nacional: en "unos momentos, las-dif erencias entreoías dos 
Formásde^ civilización. gnega~~v latina, se atenuarán, hasta desaparecer prác­
ticamente^ en otros, se agravarán de modo msospgchado/'t'orotra parteólos 
' autores latinos, en su impaciencia por servirse roméjor posible de toda la 
literatura griega, llegarán o bien a mezclar todas sus enseñanzas o a in- 
j3Qy^al mismo tiempo en sentidos muy diversos. Dominarán, asi,"Individua­
lidades superiores, difíciles de inscripir dentro de una linea regular de 
continuidad: éntre Plauto y l erendo, entré~Lucrecio y Virgilio, "¿quien ^diría 
que sólo media una generación de intervalo y que utilizaron los mismos 
modelos?
No obstante, conviene no separar nunca el estudio de las letras latinas 
del de las griegas, sin las cuales no podrían ni comprenderse ni valorarse. 
Porque, de una parte, Roma contümó la htera& ga^ grififlrt y-üevó_a_un prado 
de perfección mas amplío v más hnman?Tíac r^^iTTsta^Jnr^rtas del penado 
alejandrino^ en otro sentido, realizó" uña síntesis cfoKleTnente original: com-. 
bin5~ las ^ lecciones dq Jcscl¿sicos~Tcin Jas~ de los^áléíán'drinós, elintegró^en^el 
" helenismo el espírituaer Occidente" m e dit.erxáne.o _y ^ m á s_ta r d e t delsep.ten- 
tríonaT
estudio de esta evolución, desigual aunque continua, abundante y 
sabrosa aunque culta, compleja y óriginal, ha ele ser' necésafiamen te"'complejo. 
Pero aparece rico en enseñanzas y e^n consecuencias, pues todo el equilibrio 
de civilización en el que vivimos hace mil quinientos años depende de esta 
necesaria transposición del genio griego bajo forma itálica, más tarde europea, 
en el esquema de la conquista y de la organización romanas.
T en d e n c ia s y d irectrices literarias
9. Así se denomina fil período que acompañó y siguió a las hazañas de Alejandro Magno 
(fines del iv, m y a a. C.).
BIBLIOGRAFÍA
J. Vendu ye s , L e langage: introduction linguistique à Vhistoire (París, 1921); M. E b e r t , 
Reallexikon d er V orgeschichte (Berlin, 1924-1932); A. M e u x e t , Introduction à l’étude 
comparative des langues indo-européennes * (Paris, 1937); A. C aiw o y , L es Indo-Européens 
(Bruselas, 1921); C. Sch u ch a rd t , Alt Europa * (Leipzig-Berlin, 1926); P. B osch-G im përa , 
L es Indo-Européens. Problèmes archéologiques (trad, fr., Paris, 1961). — A. R osenberg , 
D er Staat der alten Italiker (Berlin , 1913); G. D evo to , Gli antichi Italici* (Florencia,
1952). — M. PALLOmNoj La civilisation étrusque (París, 1949); Etruscologia* (Milán, 
1955); R. B loch , L'Êtrurie et les Étrusques (Paris, 1955); A. Hus, L es Étrusques (Paris, 
1959); J. H e un c o n , La vie quotidienne chez les Étrusques

Continuar navegando