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El Acantilado, 141 LOS ANTIMODERNOS ANTOINE COMPAGNON LOS ANTIMODERNOS TRADUCCIÓN DE MANUEL ARRANZ B AR CEL O N A 2007 t A C A N T J.J. A D O TÍTULO ORIGINAL Les Antimodernes Publicado por: ACANTILADO Quaderns Crema, S. A., Sociedad Unipersonal Muntaner, 462 - 08006 Barcelona Tel.:934 r44906-Fax:934 r47 ro7 correo@acantilado.es www.acantilado.es © 2 o o 5, by Éditions Gallimard ©de la traducción, 2 o 07 by Manuel Arranz ©de esta edición, 2 o 07 by Quaderns Crema, S. A. Derechos exclusivos de edición en lengua castellana: Quaderns Crema, S. A. ISBN: 978-84-96489-79-0 DEPÓSITO LEGAL: B-4.579-2007 AIGUAD EVIDRE Gráfica QUADERNS CREMA Composición ROMANYA-VALLS Impresión y encuadernación PRIMERA EDICIÓN febrero de 2007 Ba¡o las sanciones establecidas por las leyes, quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacióu por escrito Je los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecínico o electrónico, actual o futuro-incluyendo las fotocopias y la difusión a través de Internet-y la distribución de ejemplares Je esta edición mediante alquiler o préstamo públicos. C O N T E N I D O Nota a la traducción, 9 INTRODUCCIÓN: LOS MODERNOS EN LIBERTAD, 1 1 LAS IDEAS, 23 CONTRARREVOLUCIÓN, 2 9 Antimodernos o contra-modernos , 3 1 - Antimoder nos y reaccionarios, 3 5 - Una Revolución contraria, o lo contrario de la Revolución, 40 - «La vergüenza del espíritu humano», 43 - La oligarquía de la inte ligencia, 5 3 ANTI-ILUSTRACIÓN, 6 5 Burke, apóstol del realismo, 7 4 - Política experi mental y meta política, 8 o - El «fanal oscuro», 8 6 PESIMISMO, 9 7 La sociedad contra el individuo, 1 0 5 - Resignados a la decadencia, u 6 - Ser un hombre de su tiempo, 1 2 4 - El final de un antimoderno, 1 2 8 EL PECADO ORIGINAL, 1 3 7 Castigo y regeneración, 1 4 1 - El pecado original continuado, 1 44 - Todos culpables, 1 4 9 - Contagio y reversibilidad, I53 - La muerte del rey, 1 6 0 - Un Schopenhauer maistriano, 1 62 - La víctima es el verdugo, I67 LO SUBLIME, I 7 5 Puritas impuritatis, 1 7 7 - Metapolítica del verdugo, I79 - Romanticismo y reacción, I9 5 - El dandi, 2 04 - El odio a lo sublime, 2 0 8 LA VITUPERACIÓN, 2I7 Genealogía de un estilo, 2 22 - Oxímoron y antime tábole, 22 6 - El espíritu antimoderno, 2 3 I - La pa sión por la lengua, 2 3 6 CONCLUSIÓN: LOS REACCIONARIOS CON ENCANTO, 241 Amor fati, 242 - «Quien pierde gana», 246 LOS ANTIMODERNOS N O TA A L A TRA D U C C IÓ N De las numerosas obras citadas en el texto, siempre que hay traduc ción castellana, ésta se cita entre paréntesis a continuación de la refe rencia del autor. Cuando existe más de una traducción, como es el ca so de las obras de Baudelaire, Balzac, Proust, o Pascal, se cita únicamente la de fecha de publicación más reciente. No obstante, tanto en estos casos como en los anteriores, hemos traducido todas las citas , a pesar de la incuestionable excelencia de la mayoría de las traducciones existentes. En cuanto a los títulos de las obras citadas, hemos optado, en aras de una mayor legibilidad, por traducirlos en el texto y citarlos en su idioma original en las notas al mismo; con la úni ca excepción de la Recherche, por entender que es hoy la forma con vencional de referirse a En busca del tiempo perdido. M. A. I N TRO D U C C IÓ N L O S M O D E R N O S E N L I B E RTA D No old stuff /or me.' No bestial copyings o/ arches and columns and cornices! Me, I'm new' Avanti! WILLIAM VAN ALEN, arquitecto del e di ficio Chrysler de Nueva York, 1929. El moderno se conforma con poco. VALÉRY ¿ Quiénes son los antimodernos? Balzac, Beyle, Ballan che, Baudelaire, Barbey, Bloy, Bourget, Brunetiere, Bar res , Bernanos , Breton, Bataille, Blanchot, Barthes . . . No todos los escritores franceses cuyo nombre comienza por una B, pero, a partir de la letra B, un importante nú mero de escritores franceses. No todos los campeones del estatu quo, los conservadores y reaccionarios de todo pelo, tampoco todos los atrabiliarios y desencantados con su época, los inmovilistas y los ultras , los cascarra bias, los gruñones , sino los modernos en dificultades con los tiempos modernos, el modernismo o la modernidad, o los modernos que lo fueron a regañadientes, modernos desarraigados, o incluso modernos intempestivos . ¿Por qué llamarlos antimodernos? E n primer lugar, para evitar la connotación despectiva generalmente atri- I I I N T R O D U CCIÓN buida a las demás denominaciones posibles de esta tra dición esencial que atraviesa los dos últimos siglos de nuestra historia literaria. A continuación, porque los verdaderos antimodernos son también , al mismo tiem po, modernos , todavía y siempre modernos , o modernos a su pesar. Baudelaire es el prototipo, su modernidad él fue quien inventó la noción-es inseparable de su re sistencia al «mundo moderno», como iba a calificarla otro antimoderno , Péguy, o tal vez de su reacción contra lo moderno en él mismo, de su odio de sí en cuanto mo derno. Por eso no eligió a Manet, su amigo y su igual, co mo «pintor de la vida moderna», sino a Constantin Guys, artista relegado por la aparición de la fotografía, mientras escribía a Manet : «usted no es más que el prime ro en su decrépito arte.»' Los antimodernos-no los tradicionalistas por tanto, siáo los antimodernos auténticos-no serían más que los modernos, los verdaderos modernos , que no se dejan en gañar por lo moderno , que están siempre alertas. Uno imagina en principio que debieran ser diferentes, pero pronto nos damos cuenta de que son los mismos, los mis mos vistos desde un ángulo distinto, o los mejores de en tre ellos. La hipótesis puede parecer extraña y exige ser comprobada. Poniendo el acento sobre la antimoderni dad de los antimodernos, demostraremos su real y per durable modernidad . ' Baudelaire, carta a Manet, r 1 de mayo de 1 8 6 5, Correspondan ce, ed. Claude Pichois y Jean Ziegler, París, Gallimard, colección Bi bliotheque de la Pléiade, 19 7 3, 2 vol . , t . 11, pág. 4 9 7. 12 L O S M O D E R N O S E N L I B E R T A D El término antimoderno en ocasiones fue utilizado en los años veinte, especialmente por Charles Du Bos y Jac ques Maritain, antes de caer en desgracia. Du Bos anota ba en su Diario en 1 9 2 2 : «Esta mañana, he tratado de hacer recapacitar a mis alumnos sobre el empleo tan ex traordinario , tan totalmente anti-moderno que Pascal ha ce de la palabra corazón, el corazón para Pascal es un ór gano de conocimiento antes y más incluso que el órgano de la sensibilidad, cuando dice: es con el corazón con lo que conocemos las tres dimensiones del espacio». 1 Pascal, ¿modelo del antimoderno? Tal vez fuera preferible «pre moderno», o early modern, de acuerdo con la cronología consagrada en inglés. Pero no cabe duda de que Du Bos, bajo los auspicios de Pascal, apunta al imperio moderno de la inteligencia y de la razón, y defiende un orden dife rente de conocimiento, intuitivo y sensible. Maritain titulaba Antimoderno una obra publicada en el mismo año 1 9 2 2 : «Lo que aquí llamo antimoderno -anunciaba en el prefacio-hubiera podido ser llama do perfectamente ultramoderno», 2 a saber, el tomismo al que Maritain se había convertido después de haber rene gado de Bergson, sospechoso de una de las últimas here jías condenadas por Roma a principios del siglo x x , el «modernismo». De este modo, mucho antes de que el posmodernis mo se convirtiese en una apuesta, la tentación antimo- ' Charles Du Bos, ]ournal ( junio de 1 9 2 2 ) , París, Correa, 1 9 4 6 , t . I, pág. I o 3 . ' J acques Maritain, Antimoderne ( 1 9 2 2 ) , en Oeuvres, 1 9 1 2 - 1 9 3 9 , París, Desclée de Brouwer, 1 9 7 5, t. I, pág. 1 o 2 . I NT RODUC C I Ó N derna s e debatía ya entre e l premodernismo y e l ultra modernismo, entre Tomás de Aquinoy Pascal o Bergson. Tal y como Maritain y Du Bos lo concebían, el epíteto antimoderno calificaba una reacción, una resistencia al modernismo, al mundo moderno, al culto del progreso, al bergsonismo tanto como al positivismo. Significaba la duda, la ambivalencia, la nostalgia, mucho más todavía que un rechazo puro y simple. Semejante actitud no p arece en sí misma moderna, y corresponde probablemente a un universal . Habiendo existido siempre y en todo lugar, puede relacionársela desde la antigüedad con las familiares parejas tradición e innovación, permanencia y cambio, acción y reacción, eleatas y jónicos, o incluso antiguos y modernos. Sin embargo, una diferencia capital separa la moder na sensibilidad antimoderna del eterno prejuicio contra el cambio. La fecha del nacimiento de aquella, histórica mente localizada, es indudable: la Revolución francesa como decisiva ruptura y giro fatal. Había tradicionalistas antes de 1 7 8 9 , los ha habido siempre, pero no antimo dernos en el pleno y moderno sentido de la palabra. Los antimodernos nos seducen. La Revolución fran cesa pertenece al pasado, aunque se haya tomado su tiempo, mucho más de lo que se a dmite en general, para cerrarse (no antes de 1 8 8 9 , o incluso de 1 9 8 9 ) . Parece que ya no tiene nada que enseñarnos, mientras que los antimodernos están cada vez más cerca de nosotros y nos parecen incluso proféticos. Nos interesamos por los ca minos que no tomó la historia . Los vencidos y las vícti mas nos conmueven, y los antimodernos se parecen a las víctimas de la historia. Mantienen una particular rela- 1 4 L O S M O D E R N O S E N L I B E RT A D c10n con la muerte, con la melancolía y el dandismo: Chateaubriand, Baudelaire, Barbey d' Aurevilly son los héroes de la antimodernidad. Desde este punto de vista, todavía tendemos a ver a los antimodernos como más modernos que los modernos y que las vanguardias histó ricas: en cierto modo ultramodernos , presentan hoy un aspect o más contemporáneo y cercano a nosotros, por que estaban más desengañados. Nuestra curiosidad por ellos ha ido en aumento con nuestra suspicacia posmo derna hacia lo moderno. Albert Thibaudet, ya en 1 9 1 3 , observaba que la Re volución y el romanticismo, al romper con la tradición, la habían favorecido paradójicamente: «Creyéndola per dida, se ha notado todavía más su necesidad y su belleza. Los restos que el tiempo restituía eran acogidos como el dracma o la oveja perdida del evangelio.»1 En contraste con la época, la moda y el curso aparente de las cosas , la tradición clásica empezó a beneficiarse de un prestigio desconocido desde los tiempos de su reinado; de recha zo, su reconocimiento fue «obra de unas fuerzas que, en frentándose con ella y dañándola, la volvieron espon táneamente reflexiva». De este modo «el monumento crítico donde se reconstruyó la tradición literaria fue le vantado contra el romanticismo por un romanticismo de vuelta». 2 El crítico por antonomasia fundó la tradición literaria contra el imperio romántico; fue un «romántico de vuelta»; otra hermosa descripción del antimoderno 1 Albert Thibaudet, «L'esthétique des trois traditions», en NRF, enero de r 9 r 3 , pág. 5. ' I bídem , pág. 6 . I N T RODU C C I Ó N tal y como se encarna en Sainte-Beuve, fiel a l espíritu del siglo xvm en pleno romanticismo. Thibaudet observaba también, de hecho ésta era una de sus tesis favoritas, que «el rasgo más notable de la fa milia tradicionalista, es su importancia entre la gente que escribe y su debilidad entre la gente que se dedica a la política». 1 Otro tanto podría decirse de nuestros anti modernos . El tradicionalismo, suplantado en la vida po lítica por el movimiento de las ideas, el Progreso, o la Es cuela, se trasladó a otra parte; la tradición fue «captada por otra red, entró en otra hidrografía: la literatura». 2 De Chateaubriand a Proust al menos, entre El genio del cris tianismo y En busca del tiempo perdido, pasando por Baudelaire y tantos otros , el genio antimoderno se refugió en la literatura, e incluso en la literatura que considera mos moderna, en la literatura convertida en canon por la posteridad, literatura no tradicional pero propiamente moderna en la medida en que es antimoderna, literatura cuya resistencia ideológica es inseparable de su audacia literaria, a diferencia de la obra de madurez de Bourget, Barres o Maurras. «Las letras, la prensa, las academias, los salones, París en suma, giran hacia la derecha, me diante un movimiento de conjunto, un empuje interior como el que obliga a los grupos políticos a declarase y situarse en la izquierda.»3 La literatura, si no es de dere chas, por lo menos se enfrenta a la izquierda, de acuerdo ' Ídem, Les Idées p ulitiques de la France, París, Stock, 1 9 3 2 , págs. 14-r 5. 2 Ibídem, pág. 2 7 . 3 Ibídem, pág. 2 9 . 1 6 L O S M O D E R N O S E N L I B E R TA D con l o que Thibaudet consideraba como una estetlca diestra opuesta a la siniestra inmanencia de la vida polí tica y parlamentaria francesa de los siglos XIX y xx, y so bre todo de la Tercera República, la de las letras y de los profesores. Casi toda la literatura francesa de los siglos XIX y xx preferida por la posteridad es, si no de derechas , al me nos antimoderna. A medida que pasa el tiempo Chateau briand se impone a Lamartine, Baudelaire a Victor Hu go, Flaubert a Zola, Proust a Anatole France, o Valéry, Gide, Claudel, Colette-la maravillosa generación de los clásicos de r 8 7 o-a las vanguardias históricas de princi pios del siglo xx, y tal vez incluso Julien Gracq al Nou veau Roman. A contrapelo del gran relato de la moderni dad flamante y conquistadora, la aventura intelectual y literaria de los siglos XIX y xx ha tropezado siempre con el dogma del progreso y resistido al racionalismo, al car tesianismo, a la Ilustración, al optimismo histórico-o al determinismo y al positivismo, al materialismo y al me canicismo, al intelectualismo y al asociacionismo, como repetía Péguy. De manera que «el siglo xx ha visto como las letras y París se pasaban en masa a la derecha, en el momento mismo en que, para el conjunto de Francia, las ideas de derecha perdían definitivamente la partida». 1 Thibaudet emitía este juicio a principio de los años treinta, antes del ascenso de los fascismos y del advenimiento de Vichy, y su «definitivamente» puede que parezca impru dente. La perspicacia del diagnóstico sobre la larga du- ' Ibídem, pág. 3 o. 1 7 INTRODUC C I ÓN ración no es menos notable: «Las ideas de derecha, ex cluidas de la política , arrojadas a las letras , se atrinche ran en ellas, se vuelven militantes y ejercen, a pesar de todo, un control , exactamente como lo hacían las ideas de izquierda, en las mismas condiciones, en el siglo x vm, o bajo los regímenes monárquicos del siglo x 1 x .»1 La tradición antimoderna en la modernidad es por tanto una tradición, si no antigua, al menos tan antigua como la modernidad. ¿ Se perpetúa hasta nuestros días , o bien se ha terminado? Milan Kundera, sublevándose contra el mandamiento de Rimbaud, « ¡ Hay que ser abso lutamente moderno ! » , exhortación que él interpretaba literalmente y no como una antífrasis que nos permite in cluir a Rimbaud mismo entre los antimodernos, procla maba, a principios del siglo x x , que «una determinada parte de los herederos de Rimbaud ha comprendido algo que es inaudito: hoy día, el único modernismo digno de ese nombre es el modernismo antimoderno». 2 Ahora bien , parece que Kundera se equivoca doblemente en la cronología. Por una parte, el «modernismo antimoder no», como él escribe, no tiene nada de insólito, al con trario. El pretendido grito de guerra de Rimbaud no fue más que una irónica boutade. En realidad, históricamen te, el modernismo, o el verdadero modernismo digno de ese nombre, ha sido siempre antimoderno, es decir am bivalente, consciente desí mismo, y ha vivido la moder nidad como un desarraigo, como iba a confirmar muy pronto el silencio de Rimbaud . Por otra parte, tal vez só- ' Ibídem, pág. 3 2 . ' Le Monde, 4 de julio d e 2 o o r. 1 8 L O S M O D E R N O S E N L I B E RT A D lo hoy, a principios del siglo xx1, el «modernismo anti moderno» ya no sea una opción , o en todo caso una op ción difícil de mantener. ¿Desde cuándo? Es posible que esta vía real de la modernidad se haya vuelto intransitable desde mediados del siglo xx, después de que los antimodernos políticos hubieran tomado el poder, si exceptuamos lo sublime por supuesto, si exceptuamos el pesimismo y el dan dis mo que habían caracterizado hasta entonces aquella vía. Si hubiera que nombrar al último antimoderno de la tra dición francesa, Drieu La Rochelle daría la talla, hasta el momento en que escogió convertirse en fascista. En Gi lles, en r 9 3 9 , su héroe reivindicaba todavía «aquella tra dicional diatriba que acosa desde hace más de un siglo en Francia, con una enorme y evidente esterilidad, a los fervientes de lo Antimoderno, desde De Maistre hasta Péguy». 1 Drieu ilustra la valentía y la impotencia del dandi antimoderno, pero él contribuyó a acabar con aquella tradición. Los horrores de mediados del siglo xx habrían pro hibido para siempre el juego antimoderno, juego fran cés , pero también juego europeo, ilustrado por Marinet ti o De Chirico, T. S. Eliot y Ezra Pound, en ruptura, estos últimos, con el Nuevo Mundo. Por supuesto toda vía pueden reconocerse todos los rasgos típicos acá y allá, por ejemplo en el Diario inútil de Paul Morand, que decía de sí mismo , después de r 9 6 8 , algo que habría po dido firmar Chateaubriand: «Yo era a la vez un hombre ' Pierre Drieu La Rochelle, Gilles, París, Le Livre de Poche, r 9 6 9, pág. 3 7 8 . ( Gilles, tr. de Mauro Armiño, Madrid, Alianza , 1 9 8 9) 1 9 I N T RODU C C I Ó N del pasado y u n insurrecto. 1 Empeñado en desagradar, de 1 9 4 4 a 1 9 5 1 .»1 En él la familiaridad con todos los hé roes de la tradición antimoderna es manifiesta, empe zando por Joseph de Maistre: «Toda degradación indivi dual o nacional es anunciada inmediatamente por una degradación rigurosamente proporcional en el lenguaje" (Joseph de Maistre)» . 2 Porque el antimodemo se consi dera un purista. La ironía sobre Voltaire y Rousseau, sobre los «inmortales principios» de 1 7 8 9 , sobre la democracia, sobre el sufragio universal es continua en Morand, incluso el pesimismo y el sentimiento de la de cadencia. Pero todo esto será en lo sucesivo un tópico triste y amargo; todo esto carece de la energía de la de sesperación. El resentimiento no consigue transformarse en recuso: «Ya no queda noche (Orly, 2 4 horas sin inte rrupción) , como no quedan vestidos (hombres vestidos de mujeres, mujeres vestidas de hombres) , ni comida ( te levisión) , ni misa, ni ceremonial, ni sociedad.»3 Las jere miadas , renovando la viej a angustia de uniformidad igualitaria o de entropía democrática de las Memorias de ultratumba-«La sociedad al extender sus límites, se ha rebajado; la democracia ha ganado la muerte»-4 se es- ' Paul Morand, }ournal inutile, r 9 6 8 -r 9 7 6, París, Gallimard, 2 0 0 1 , 2 vol . , t . I , pág. 3 2 6 . 2 Ibídem, 2 3 8 . Morand cita la segunda conversación de Las ve ladas de San Petersburgo de Joseph de Maistre, ed. Jean-Louis Dar cel, Ginebra, Stalhine, r 9 9 3 , 2 vol . , t . I , pág. 1 3 o . 'Morand, ]ournal inutile, óp. cit., t . I , pág. 3 3 9 . 4 Chateaubriand, Mémoires d'outre-tombe, ed. Jean-Claude Ber chet, París, Classiques Garnier, 1 9 8 9- 1 9 9 8 ; 2 . " ed., París, Le Livre de Poche, colección La Pochotheque, 2003-2 004, 2 vol. t . II, pág. 8 47 . 20 L O S M O D E R N O S E N L I B E R T A D cuchan como amargas bromas de vichysenses encontrán dose para desayunar en el restaurante de Josée de Cham brun . El Diario inútil de Paul Morand parece confirmar por tanto que la corriente antimoderna no podía ya apa recer a finales del siglo xx más que como un vestigio. Eso es lo que yo he pensado durante mucho tiempo. Pero al releer los últimos textos de Roland Barthes, me ha parecido encontrar a un antimoderno clásico, a lo Baudelaire o a lo Flaubert. Barthes declaraba en 1 9 7 1 que su deseo era situarse «en la retaguardia de la van guardia», y a continuación explicaba el sentido de esta ambigua frase: «ser de vanguardia significa saber lo que está muerto ; ser de retaguardia significa amarlo toda vía .»1 No encontraríamos mejor definición del antimo derno que como moderno arrastrado por la corriente de la historia, pero incapaz de guardar luto por el pasado. La «divina sorpresa», como Charles Maurras llamó a la ascensión del mariscal Petain al poder sin golpe de Esta do, y la «contrarrevolución espontánea» que s iguió, ha ría improbable el juego antimoderno-juego con fue go-pero sólo durante un tiempo, no para siempre. Hoy estamos de nuevo en él. ¿De qué y de quién se va a tratar? No de todos los an timodernos, del conjunto de los representantes de la tra dición antimoderna de los siglos xrx y xx, ya que son le gión. Limitándonos a la letra B, y prescindiendo de la (Memorias de ultratumba, tr. de José Ramón Monreal, B arcelona, Acantilado, 2 o o 4, 2 vol . ) . ' Roland Barthes, «Réponses» en Oeuvres completes, ed . Eric Marty, París, Éd. Du Seuil, 2 0 0 2 , 5 vol . , t . III, pág. 1 0 3 8 . 2 1 I N TRODU C C I Ó N correspondiente sorda-Péguy, Proust , Paulhan-for man ya una buena parte de la literatura francesa. Y no necesitamos analizar detalladamente los casos de Baude laire, de Flaubert o de los Goncourt, que son de sobra conocidos . A partir de J oseph de Maistre, de Chateaubriand, de Baudelaire , los primeros fundadores de lo antimoderno, serán analizadas algunas ideas dominantes, algunas constantes temáticas, algunos lugares comunes de esa corriente subterránea de la modernidad. 1 Todo esto sin olvidar que no hay moderno sin anti moderno, y que lo antimoderno en lo moderno es la exigencia de libertad. Tocqueville, al principio de El Antiguo régimen y la Revolución, insistía en su «afición intempestiva a la libertad», añadiendo que le habían ase gurado que «nadie se preocupaba ya por eso en Fran cia».2 Los antimodernos son los modernos en libertad. ' En otra ocasión ya analicé de esta misma forma Les Cinq Para doxes de la modernité, París, Éd. Du Seuil, r 9 8 9 . ' Alexis de Tocqueville, L'Ancien Régime et la Révolution (r 8 5 6 ) , ed. Franc,:oise Mélonio, París, Flammarion, colección GF, r 9 8 8 , pág. 9 3 . (El Antiguo Régimen y la revolución, tr. de Dolores Sánchez de Aleu, Madrid, Alianza, 2 o o 4.) 2 2 L A S I D E A S U n a serie d e temas caracterizan l a antimodernidad en tendida no como neoclasicismo, academicismo, conser vadurismo o tradicionalismo , sino como una forma de resistencia y ambivalencia de los auténticos modernos. Topoi aparecidos con la Revolución francesa y revividos durante dos siglos en formas variadas, estas figuras de la antimodernidad pueden ser reducidas a un número limi tado de constantes-seis exactamente-formando ade más un sistema en el que las veremos coincidir a menu do. Para describir la tradición antimoderna, ante todo es indispensable una figura histórica o política : la contrarre volución por supuesto . En segundo lugar, necesitamos una figura filosófica: estamos pensando naturalmente en la anti-Ilustración , en la hostilidad contra los filósofos y la filosofía del siglo xv1 1 r . A continuación viene una figura moral o existencial, que califica la relación del· antimoderno con el mundo: el pesimismo se encuentra por todas partes, a pesar de que la moda que provocara no se declaró más que a finales del siglo x1x . Contrarre volución, anti-Ilustración , pesimismo, estas tres prime ras figuras antimodernas están ligadosa una visión del mundo inspirada por la idea del mal. Por eso la cuarta fi gura de lo antimoderno debe ser religiosa o teológica; de modo que el pecado original forma parte del decorado antimoderno habitual. Al mismo tiempo, si lo antimo derno tiene valor, si forma un canon literario, es porque 23 L A S I D E A S define una estética : podemos asociar ésta a s u quinta figura, lo sublime. Finalmente, lo antimoderno tiene un tono, una voz, un acento singular; al antimoderno se le re conoce generalmente por su estilo. De modo que la sexta y última figura de lo antimoderno será un figura de esti lo : algo así como la vituperación o la imprecación . Los antimodernos son ante todo escritores arrastra dos por la corriente moderna y que repudian esa co rriente: «Murió de asco por la vida moderna; el 4 de Sep tiembre lo matÓ», 1 escribe Flaubert a la princesa Matilde a raíz de la desaparición de Théophile Gautier en r 8 7 2, después de la guerra , la derrota, la Comuna y la procla mación, el 4 de septiembre de r 8 7 o, de una república que no le gustaba. Su más viejo amigo h abía muerto «de asco por la infección moderna», 2 escribe en una carta a Ernest Feydeau, o «de asco "por la carroñería moderna" . Así la llamaba él» , en una carta a George Sand.3 En este elogio fúnebre, todos los rasgos del antimoderno se en cuentran reunidos en algunas líneas. El antidemocratis mo: Flaubert responde a una carta de Sand «con insultos contra la democracia; eso me desahogaba», le confía a la princesa Matilde.4 El catolicismo: «No me habría gusta- ' Flaubert, carta a la p rincesa Matilde, 2 8 de octubre de r 8 7 2, Correspondance, ed. Jean Bruneau, París, Gallimard, colección Bi bliotheque de la Pléiade, r 9 8 0- 1 9 9 8, 4 vols. p ublicados, t. IV, p ág. 5 9 7 . ' Ídem, carta a Ernest Feydeau, 2 8 de octubre de 1 8 7 2, ibídem, pág. 5 9 6 . 3 Ídem, carta a George Sand, 2 8 de octubre de 1 8 7 2, ibídem, p . 59 8 . 4 Ídem, carta a la princesa Matilde, 2 8 de octubre de r 8 7 2 , ibí dem, pág. 597 . 24 L A S I D E A S d o que no hubiera tenido u n entierro católico, porque el buen Théo era en el fondo católico como un español del siglo XII .» La vituperación: «si yo hubiera tenido que ha cer el discurso fúnebre de Théo, habría dicho lo que le había matado . Hubiera protestado en su nombre contra los Tenderos y contra los Granujas. Murió como conse cuencia de una larga rabia . Y algo de esa rabia se me ha bría escapado.» El pesimismo: «Estamos de más. Nos odian y nos desprecian , esta es la verdad. Así pues , ¡ adiós ! 1 Pero antes de reventar, . . . quiero "vaciarme" de toda la hiel que me anega. Así que estoy preparando mi vómito. Será abundante y amargo, te lo advierto».' Contrarrevolución , anti-Ilustración, pesimismo, pe cado original, lo sublime, la vituperación: pasaremos re vista a estas seis figuras de lo antimoderno, descifrándo las ante todo en De Maistre, Chateaubriand y Baudelaire, o en Proust, sin excluir otros modelos o antimodelos complementarios. Bar bey d' Aurevilly agrupaba en 1 8 5 1 , bajo el título de Los profetas del pasado, a Joseph de Maistre, Bonald, Chateaubriand y Lamennais , que «te nían, para prever el futuro , una mesura que no tenían sus adversarios» . 2 De este modo convertía una denomina ción injuriosa en un elogio. Pero Los profetas del pasado de Barbey d' Aurevilly, ¿eran todos antimodernos? De Maistre y Chateaubriand seguramente, por su «visión de conjunto» , como dice Barbcy d' Aurevilly, pero Bonald y ' Ídem, carta a Ernest Feydeau, 28 de octubre de 1 8 7 2 , ibídem, pág. 5 9 6 . ' Bar bey d ' Aurevilly, Les Prophetes du passé ( 1 8 5 1 ) , París, Bour dilliat, 186 0 (2." ed.), pág. 50. LA S IDEA S Lamennais probablemente no, porque estos no fueron más que «arquitectos de la verdad» que ensamblaron y compusieron. El antimoderno , y en esto es moderno, su fre escribiendo. No hay mejor descripción del antimoderno que el re trato simultáneo que hace Émile Faguet de De Maistre y de Bonald, donde subraya cuan «opuestas son sus natu ralezas intelectuales» . 1 De Maistre «es un pesimista» que exagera adrede la existencia del mal, mientras que Bo nald es «un optimista» que «Ve el orden y el bien inma nentes al mundo» . «Uno es exageradamente complica do, capcioso, y suele dar mil rodeos . El otro . . . tiene el sistema más simple, más corto y más directo. -Uno es paradójico a ultranza, y piensa que una idea que no ex trañe a nadie es demasiado simple como para ser verda dera. Al otro no le gustaría decir nada que no fuera ab solutamente tradicional y eterno. -Uno es mistificador y guasón, y prefiere el escándalo a servir a la verdad. El otro, serio , sincero y de una probidad intelectual absolu ta .» En resumen, «uno es un m aravilloso sofista, y el otro un escolástico obstinado». 2 Nuestras preferencias se dirigen al primero: pesimis ta, complicado, paradójico y guasón. Nos importa me nos la historia de la idea de «reacción», designación po lítica despreciativa que surge durante la Revolución , después de Termidor, y definida en su sentido moderno en un panfleto de 1 7 9 7 de Benjamín Constant titulado ' Émile Faguet, «Joseph de Maistre», Politiques et moralistes du XIX siecle. Premii:re série, París, Lecene, Oudín, et Ci", 18 91, pág. 6 9. 2 Ibídem, págs. 6 9- 7 o. L A S I D E A S Las reacciones políticas,1 o, más enraizada en la historia , la descripción taxonómica de las variantes extremas de la derecha a partir del Terror blanco y el ultracismo,2 que la teoría de la antimodernidad-su filosofía, su estética, su literatura-entrelazando en cierto modo la historia intelectual y la historia contextual, de la recepción mo derna de Joseph de Maistre y de sus huellas en la moder nidad. Hay una pregunta que puede resumir nuestro interés por los antimodernos: intempestivos y anacróni cos, como decía Nietzsche, ¿ acaso no han sido ellos los auténticos fundadores de la modernidad y sus represen tantes más eminentes? ' Véase Jean Starobinski, Action et réaction. Vie et aventure d'un couple, París, Éd. Du Seuil, 1 9 9 9 , págs. 3 o 8-3 1 6. 2 Véase Histoire des droites en France, dir. Jean-Franc;ois Sirine lli, París, Gallimard, 1 9 9 2 , 3 vols . , en concreto véase la contribución de Alain-Gérard Slama, «Portrait de l'homme de droite. Litterature et politique», t. lll, págs. 7 8 7 -8 3 8 . 27 1 C O N TRARRE V O L U C IÓN Los antimodernos ¿son hijos de los contrarrevoluciona rios? Todos ellos tomaron partido por la Revolución , pe ro todo el mundo habló de la Revolución. La contrarrevolución parece una idea improbable antes de la Revolución francesa, ya que se puso en circulación a partir del verano de 1 7 8 9 , y p ronto fue teorizada por Edmund Burke, en sus Reflexiones sobre la revolución en Francia , publicadas en noviembre de 1 7 9 0 . Si se desa rrolló tan rápidamente fue porque la mayoría de sus ar gumentos h abían sido elaborados antes de r 7 8 9 por los antifilósofos, como demuestran trab ajos recientes inspi rados por un renovado interés por los precursores de la contrarrevolución. 1 La contrarrevolución es inseparable de la Revolución; es su doble, su réplica, su negación o su refutación; obstaculiza la Revolución, la contrarresta, así como la reconstrucción contrarresta la destrucción . Y se prolonga con fuerza a lo largo de todo el siglo x r x (al menos hasta 1 8 8 9 : Paul Bourget exigía en aquel en- ' Véase Didier Masseau , Les Ennemis des philosophes. L'antiphi losophie au temps des Lumieres, París, Albin Michel, 2000; Darrin M. McMahon, Enemies o/ the Enlightenment. The French Counter Enlightenment and the Making o/ Modernity, Oxford-Nueva York, Oxford Uníversity Press, 2001; también Jean-Marie Goulemot, Adieu les philosophes. Que reste-t-il des Lumieres?, París, Éd. Du Seuil, 2 0 0 1 , en concreto págs. 9 8-1o6. 2 9 CONTR A R R E VOL U C I Ó N tonces «deshacer sistemáticamente l a obra asesina de la Revolución francesa») ' y tal vez del siglo xx (hasta 1 9 8 9 , año en que se celebró su centenario) . Estaba obsesiona da con la Revolución, del mismo modo en que la fideli dad a la tradición se oponía al culto al progreso, el pesi mismo del pecado original se oponía al optimismo del hombre bueno, y los deberes del individuo o los dere chos de Dios entraban en conflicto con los derechos del hombre. La contrarrevolución se apoya en la Revolución, o contra ella, como la defensa de la aristocracia o de la te ocracia se opone al ascenso de la democracia. Contrarrevolución aparecía como una de las 4 l 8 pa labras nuevas añadidas al Dictionnaire de l'Académie en 1 7 9 8 ,2 definida como «segunda revolución en sentido contrarío a la primera, restableciendo las cosas en su es tado precedente», así como también contrarrevoluciona rio, o «enemigo de la Revolución, que trata de hacerla fracasar». Al iniciarse en l 7 8 9 , la contrarrevolución está determinada por la voluntad de volver al Antiguo Régi men, o al menos de salvaguardar todo lo posible de él, de negar el cambio, de «conservar» (en Las Flores de Tarbes o el Terror en la literatura, Jean Paulhan justificaría toda vía su crítica de la tradición moderna-lo moderno con- ' Paul Bourget, Outre-mer. Notes sur l'Amérique ( 1 8 9 2) , París, Le merre, 1 8 9 5 , 2 vals . , t . II, pág. 3 2 1 . Esta cita le sirve de epígrafe a Mau rras para encabezar Trois idées politiques, dedicado a Bourget «en re cuerdo de las justas conclusiones de Outre-mer» (París, Champion, l 8 9 8 ) . 2 Véase Gérard Gengembre, La Contre-Révolutlon ou l'histoire dé sespérante. Histoire des idées politiques, París, Éd . Imago, 1 9 8 9 , pág. 2 1 . 3 0 A N T I M O D E R N O S O C O N T R A - M O D E R N O S vertido e n tradición-por l a polaridad del Terror y de la Conservación) . 1 A N T I M O D E R N O S O C O N T R A - M O D E R N O S El contrarrevolucionario es, en principio, un emigrado, en Coblenza o en Londres, que pronto se encontrará exi liado en su propia casa. El contrarrevolucionario hace ostentación de su desapego real o espiritual. Y todo an timoderno seguirá siendo un exiliado interior o un cos mopolita reticente a identificarse con el sentimiento na cional . Huye continuamente de un mundo hostil, como «Chateaubriand, el inventor del "No estoy bien en nin guna parte"», según Paul Morand,2 quien encuentra la misma tendencia en todos sus precursores: «El gusto por el adorno, en Stendhal . "Esa grave enfermedad: el horror del domicilio", de Baudelaire. 1 Vagabundear, para librar se de los objetos. 1 Los dos nihilismos; el nihilismo izquier dista, el nihilismo reaccionario.»3 El último poema de Las flores del mal en 1 8 6 1 , «El Viaje», enuncia el credo anti moderno. Frente al t radicionalista que tiene raíces, el antimoderno no tiene casa, ni mesa, ni cama. A Joseph de Maistre le gustaba recordar las costumbres del conde ' Jean Paulhan, Les Fleurs de Tarbes ou la Terreur dans les Lettres (1 9 4 1 ) , ed. Jean-Claude Zylberstein, París, Gallimard, colección Fo lio essais, 1 9 9 0, pág. 1 5 7 . 2 Morand , Journal inutile, 1968-1976, París, Gallimard, 2 0 0 1, 2 vols . , t . 1, pág. 6 9 . 3 Ibídem, pág. 327 · 31 CONT R A R R E VOL U C I Ó N Strogonof, gran chambelán del zar: « N o tenía dormito rio en su enorme residencia, ni siquiera cama fija. Se acostaba a la manera de los antiguos rusos, sobre un di ván o sobre una pequeña cama de campaña, que hacía colocar en cualquier lugar, según su capricho.»1 Barthes se reconocerá fascinado por esta frase que descubre en la antología de De Maistre que hizo Cioran y que le recuer da al viejo príncipe Bolkonski de Guerra y paz. 2 Basta con ella para perdonárselo todo a De Maistre. Si la contrarrevolución entra en conflicto con la Re volución-segunda característica-es en los términos (modernos) de su adversario; la contrarrevolución repli ca a la Revolución con una dialéctica que las vincula irre mediablemente ( como De Maistre o Chateaubriand y Voltaire o Rousseau) : de este modo el antimoderno es moderno ( casi) desde su origen, parentesco que no se le pasó por alto a Sainte-Beuve: «No hay que juzgar al gran De Maistre por el rasero de un filósofo imparcial. Siem pre está en pie de guerra, como Voltaire; como si quisiera tomar al asalto a Voltaire a punta de espada.»3 Faguet ter minaba diciendo a propósito de De Maistre: «Se trata del espíritu del siglo xvm contra las ideas del siglo xvm.»4 'J oseph de Maistre, carta al rey Víctor Manuel, de 31 de octubre ( 1 2 de noviembre) de 1 8 I I , Oeuvres completes, Lyon , Vítte , 1 8 8 4- 1 8 8 6, 1 4 vols . , t. XII, pág. 6 8; Textes choisis, ed. E . M. Cioran, Mo naco, Éd . Du Rocher, 1 9 57 , pág. 2 2 1 . 2 Barthes, Le Neutre. Cours a u Collége de France (1977-1978) , éd. Thomas Clerc, París, Éd . Du Seuil, 2 0 0 2, pág. 1 8 7. 3 Sainte-Beuve, Le Cahier vert (1834-1847) , éd. Raphael Molho, París, Gallimard, 1 9 7 3 , pág. 9 8 . 4 Faguet , <<]oseph d e Maistre», art . citado, pág. 67. 3 2 A N TlM O D E RNO S O C ONTRA-M O D E R N O S En su calidad de negador del discurso revolu cionario, el contrarrevolu cionario recurre a la misma retórica políti ca moderna: en la propaganda, Rivarol habla como Vol taire. La contrarrevolución empieza con la intención de restablecer la tradición de la monarquía absoluta, pero pronto se convierte en la representación de la minoría política frente a la mayoría, y se enzarza en la lucha cons titucion al . La contrarrevolución oscila entre el rechazo puro y simple y el compromiso que la sitúa fatalmente en el terreno del adversario . Tercera característica: habría que distinguir entre contrarrevolución y antirrevolución . La antirrevolución designa el conj unto de fuerzas que resisten a la Revolu ción, mientras que la contrarrevolución supone una teo ría sobre la Revolución. Por consiguiente, de acuerdo con la distinción entre la antirrevolución y la contrarre volución, nos interesan menos los antimodernos (el con junto de fuerzas que se oponen a lo moderno) , que aque llos a los que convendría más bien llamar contra-modernos puesto que su reacción está fundamentada en un pensa miento de lo moderno . Sin embargo, contra-modernos no es un buen término. Por eso continuaremos hablando de antimodernos, sin olvidarnos de esta puntualización: los antimodernos no son los adversarios de lo moderno, si no los pensadores de lo moderno, sus teóricos . Teóricos de la Revolución, acostum brados a sus ra zonamientos, los contrarrevolucion arios-o la mayoría de ellos, o los más interesantes-son hijos de la Ilustra ción, y a menudo incluso de antiguos revolucionarios . Chateaubriand había visitado Ermenonville antes de 17 8 9 y p articipado en la primera revolución nob iliaria, 3 3 CONTRARREVOLUCIÓN en Bretaña, en la primavera de 1789; en su Ensayo sobre las revoluciones (r797), admitía que la Revolución tenía muchas cosas buenas, reconocía lo que le debía a la Ilustración, y eximía a Rousseau de cualquier responsa bilidad por sus veleidades terroristas. Bajo la Restaura ción, para los carlistas pasaba por un jacobino, y por un ul-tra para los liberales; incluso bajo la monarquía de Julio su oposición fue a la vez, paradójicamente, legiti mista y liberal; «se dejó deslumbrar muy a menudo por las ilusiones de su época», lamentará Barbey d' Aurevilly. 1 Burke, un whig, tomó partido por los co lonos americanos contra la Corona. De Maistre, anti guo francmasón, siguió siendo hasta el final un enemi go del despotismo. E incluso Bonald, alcalde de Millau en 17 8 9, vivió las primicias de la Revolución en la piel de un liberal. Baudelaire, en febrero de 1848, pedía que se fusilara al general Aupick, su suegro, mientras que Paulhan, convertido en conservador,recordaba que ha bía empezado su carrera como terrorista. El auténtico contrarrevolucionario ha conocido la embriaguez de la Revolución. Maurras, que no era un antimoderno aunque hubiera comenzado su vida como crítico literario, debutó en la carrera política denunciando la ambigüedad de Chateau briand en I 8 9 8: «Prever ciertas calamidades, preverlas en público, con ese tono sarcástico, amargo y desenvuel to, equivale a propiciarlas .... Este ídolo de los modernos conservadores representa para nosotros sobre todo el 'Barbey d' Aurevilly, Les Prophetes du passé, óp. cit., pág. 6 5. 34 A NTI M O D E RNO S Y R E A C C I ONAR I O S genio de las Revoluciones» . 1 Maurras insiste en una nota sobre el hecho de que «Chateaubriand permaneció siem pre fiel a las ideas de la Revolución», que «lo que él que ría, eran las ideas de la Revolución sin los hombres y las cosas de la Revolución», que fue «toda su vida un liberal , o, lo que es lo mismo , un anarquista» . 2 Nadie resume mejor que el futuro jefe de Action Fran\'.aise la ambiva lencia de Chateaubriand respecto a la Revolución y a la Ilustración, ambivalencia que basta para hacer de él un modelo de antimoderno. ANTIMODERNOS Y REACCIONARIOS Los primeros contrarrevolucionarios pertenecen a tres grandes corrientes : la conservadora, la reaccionaria y la re/ormista.3 Los adeptos de la primera doctrina, conservadores o tradicionalistas, pretendían restablecer el Antiguo Régi men tal cual era antes de r 7 8 9, pero sin sus debilidades ni sus abusos; defendían , de acuerdo con la doctrina de 1 Charles Maur ras, «Chateau briand ou l'anarchie», Trois idées po!itiques. Chateauhriand, Michc!ct, Sainte-Beuve ( 1 8 9 8 ) , en Oeuvres capitales, París, Flammarion, 19 5 4, 4 vol . , t. 11, págs. 67-68 . 'Ídem , «Note III. Chateaub riand et les idées révolu tionnaires», ibídem, p ág. 9 1 . ' Véase J acques Godechot, La Contre-Révo!utzon. Doctrine et ac tion, 1789-r804, París, PUF, 19 6 r, pág. 7; George Steiner, «Aspects of Countcr-Revolution», en The Permanent Revo!ution. The French Revo!ution and its Legacy, r789-1989, Ed. Geoffrey Best, Chicago, University of Chicago Press, l 9 8 9, p ágs. 1 2 9 - 1 5 3. 3 5 C O N T R AR R E VO L UClÓ N Bossuet expuesta en su Discurso sobre la historia univer sal, el absolutismo integral, es decir la monarquía tradi cional a partir de Luis XIV, en la plenitud de su autoridad, limitada únicamente por las costumbres, la ley natural, la moral y la religión; defendían el restablecimiento de una autoridad real, efectiva y centralizada. De acuerdo con la segunda doctrina, reaccionaria en el sentido de una afirmación de los derechos históricos de la nobleza militar, y por lo tanto de un pasado más an tiguo, se era partidario del preliberalismo aristocrático, es decir de la libertad y de la soberanía de los grandes, antes de su sometimiento bajo la monarquía absoluta vi vida como una tiranía. Por desconfianza hacia el cen tralismo clásico, se pedía, como en tiempos de la Fronda contra Richelieu y Luis XIV, no una vuelta a la monar quía absoluta, sino a las «leyes fundamentales del reino» y a las costumbres antiguas, olvidadas desde el siglo x vr1. Se ensalzaban las libertades feudales antes de que el adagio del siglo xv1, <Ói lo quiere el rey, lo quiere la ley» , entrara en vigor e impusiera el «despotismo real». Se echaban de menos los tiempos en que el rey elegido era el depositario de la voluntad del pueblo. Fénelon, Saint Simon , Montesquieu se declararon de este modo a favor de una vuelta de Francia a sus instituciones antiguas . Ac tivos en 1 7 8 7 -1 7 8 8 , en vísperas de la Revolución, los de fensores de los derechos históricos de la nobleza militar estuvieron primero a favor de la Declaración de los de rechos del hombre, que protegerían a la nación de un déspota, pero pronto se convirtieron, después de la abo lición de los privilegios la noche del 4 de agosto, y se pa saron entonces a la democracia y al republicanismo. A NT I M O D E RNO S Y RE A C C I O NA RI O S Del mismo modo que La Boétie y Montaigne, acari ciaban el ideal de una república aristocrática siguiendo el modelo de Venecia. El liberalismo, ante todo, fue un invento de la aristocracia para resistir al absolutismo creciente de la monarquía, en tiempos de la Liga y de la Fronda, tanto en Corneille como en Montesquieu: como ha apuntado Paul Bénichou, «entre el estado popular y el estado despótico», defendían «la monarquía modera da a la antigua usanza».1 Tocqueville lo había compren dido antes de El Antiguo Régimen y la Revolución , que constituye, por decirlo de algún modo, su premisa: «Ja más hubo nobleza más valiente y más independiente en sus opiniones y en sus actos que la nobleza francesa de los tiempos feu dales . Jamás el espíritu de libertad demo crática se mostró con un carácter más enérgico, y casi podría decirse salvaje, que en las comunas francesas de la Edad Media y en los estados generales que se forma ron en diferentes períodos, hasta principios del siglo XVI I». 2 Chateaubriand había resumido magníficamente esta marcada tendencia de la aristocracia francesa des pués de la revolución de Julio: «Por lo que a mí respecta, que soy republicano por naturaleza, monárquico por ra zonamiento, y borbón por fidelidad, me hubiera sido más fácil conformarme con una democracia, si no hubie ra podido conservar la monarquía legítima, antes que con ' Paul Bénichou, Morales du grand siecle ( 1 9 4 8 ) , París, Galli mard, colección Folio essais, 1 9 9 4, pág. 9 5 . ' Tocqueville, «État social et politique de France avant et depuis 1789» (18 3 6), en L'Ancien Régime et la Révolution, óp. cit . , pág. 78. 3 7 CON T R A R R E VOL U C I Ó N l a bastarda monarquía otorgada por n o s e sabe quién». 1 Efectivamente, en este punto Maurras tenía aquí motivos para escandalizarse. La tercera tendencia, la reformista, era la de los «mo nárquicos», moderados , pragmáticos, racionalistas, ad miradores de 1 6 8 8 o de 1 7 7 6 , adeptos al modelo inglés o americano (Mounier, Malouet , Mallet du Pan ) , dicho de otro modo, «constitucionalistas». De estas tres doctrinas, la segunda es la más intelectual mente seductora, ingeniosa y realmente equívoca, es decir la única contrarrevolucionaria y antimoderna, idealmente re publicana e históricamente legitimista. Montesquieu, antes que Chateaubriand, ya había hablado de la relación entre las corrientes reaccionaria y reformista del siglo xvm, de fendiendo al mismo tiempo la vuelta a la antigua Constitu ción y una monarquía moderada por instituciones interme diarias. Es una ironía de la historia que el modernismo de Montesquieu, tal y como aparece ilustrado por la democra cia americana, sea el resultado de una apología de la libertad feudal de los príncipes: en este punto, el antimoderno y el moderno son difíciles de distinguir. «Curiosa filiación-ob servaba Paul Bénichou a mediados del siglo xx-, entre los temas políticos de la nobleza indómita y los de los parti dos liberales del último siglo y del nuestro», después de apuntar que el malentendido «sólo acabaría en 1 7 8 9».2 A ' Chateaubríand, De la nouvelle proposition relativc au hannissc ment de Charles X et de sa /amille ( 1 83!) , en Grands écrits politiques, ed. Jean-Paul Clément, París, Imprimeríe natíonale, 1 9 93, 2 vol . , t . II , pág. 6 2 0 . 'P. Béníchou, Morales du grand siecle, óp . cit . , pág. 9 8 . A N T I M O D E R N O S Y R E A C C I O NARI O S menos que Chateaubriand no lo prolongara hasta 1 8 4 8 , Tocqueville hasta el Segundo Imperio, y Taine hasta la Tercera República. Cuando Taine, en Los orígenes de la Francia contem poránea, concebido después de la Comuna, hizo de la Re volución la consecuencia del espíritu clásico-mostrando una filiación centralizadora continua del colbertismo al jacobinismo-se sumó él también a la tesis del preliberalismo aristocrático. Esto es precisamente lo que le repro chaba Maurras , comparándolo con Chateaubriand en sus diatribas: «Llamar clásico el espíritu de la Revolución , era . . . despojar a una palabra de su sentido natural y dar pá bulo a equívocos», porque, para Maurras, la Revolución «provenía de otro lado»: de la Reforma, «del viejo fer mento individualista de la Germanía», «del espíritu de Rousseau» que «inauguró la era romántica». 1 Para Mau rras, Reforma, romanticismo y Revolución forman una so la cosa. Bourget suscribía también la tesis de Taine en El discípulo de 1 8 8 9 , poniéndola en boca del filósofo de la novela, Adrien Sixte: «La Revolución francesa . . . procede por completo de una idea falsa del hombre que se des prende de la filosofía cartesiana»,2 antes de acercarse, con el paso del tiempo, después del caso Dreyfus, a una posi ción próxima a la de Maurras, ligando romanticismo y Re volución, y ya no clasicismo y Revolución. ' Maurras , «Note I . De !'esprit classique», en Trois idées politi ques, óp. cit . , t . 11, págs. 8 7-8 8 . ' Bourget, Le Disciple ( i 8 8 9 ) , edición definitiva, en Oeuvres completes, Romans, París, Plon, r 9 o i, t . III, pág. 4 9 . (El discípulo, t r. de Inés Bertolo Fernández, Barcelona, Debate, 2003. ) 39 C O N TR A R R E V O L U C I Ó N El antimoderno, del que Maurras , como vemos, pue de servir de contra-ejemplo, no es un ferviente defensor del clasicismo; hay en él algo de romántico, aunque sólo sea de «romántico nostálgico», como Thibaudet veía a Sainte-Beuve, o incluso de decadente, como en Chateau briand y Taine, de los que Maurras se aparta en sus Tres ideas políticas o en sus Amantes de Venecia , o en B aude laire, o en el primer Bourget. El antimoderno-De Mais tre, Chateaubriand, Baudelaire-sufre componiendo: su obra es siempre algo monstruosa. Y esto es lo que sigue haciendo de él un moderno. UNA R E VO L U C IÓ N C O N T R A R I A , O L O C O N T R A R I O D E L A R E V O L U C I Ó N Algunas de las declaraciones prematuras d e J oseph de Maistre sobre la contrarrevolución , en las Consideracio nes sobre Francia ( 1 7 9 7) , son justamente célebres , por que dejan constancia de la complejidad del movimiento y confirman la necesidad de una distinción entre contra rrevolución y antirrevolución . De Maistre, adversario del despotismo, lector atento del Contrato social, replica a Rousseau en los términos de Rousseau, y criti ca a la Re volución con los argumentos de los revolucionarios: «¿Qué pedían los monárquicos cuando pedían una con trarrevolución como ellos la imaginaban, es decir llevada a cabo b ruscamente y por la fuerza? Pedían la conquista de Francia; pedían por tanto su división, la aniquilación de su influencia y el sometimiento de su Rey; es decir masa cres para los tres siglos venideros, tal vez, consecuencia U N A R E V O L U C I Ó N C O N T R A R l A infalible d e una ruptura d e equilibrio semej ante.»1 De Maistre condena sin ambages el recurso a los ejércitos extranjeros contra la Revolución; ve la contrarrevolu ción como la próxima etapa de la Revolución , no como una vuelta atrás. De Maistre es un pensador sutil: «Las palabras en gendran casi todos los errores. Nos hemos acostumbra do a llamar contrarrevolución a cualquier movimiento que se proponga acabar con la Revolución ; y como ese movimiento será contrario al otro, se piensa que será del mismo género: habría que pensar todo lo contrario» . 2 Las cosas son en efecto más sutiles; la Revolución y la contrarrevolución pertenecen a la misma h istoria y son por tanto inseparables : «el restablecimiento de la Mo narquía, que llamamos contrarrevolución, no será en ab soluto una revolución contraria, sino lo contrario de la Revolución». 3 De Maistre anticipa curiosamente a Hegel: la contrarrevolución no será la negación de la revolu ción , porque l a historia e s irreversible, sino su supera ción o su relevo. Para explicar esta dialéctica, recurre a la figura retórica de la reversio o de la antimetábole-«en absoluto una revolución contraria, sino lo contrario de la Revolución»-repetición de una sucesión de palabras en un orden diferente o, más exactamente, en un orden in verso a partir de un punto de simetría. En una antimetá bola, digo algo diferente con las mismas palabras. Esta ' De Maistre, Considérations sur !a France, en Écrits sur !a Révo !ution , ed. Jean-Louis Darcel, París , PUF, 1 9 8 9, pág. r n 7 . ' I bídem, pág. 1 7 8 . 1 Ibídem, pág. 2 o 1 . 4 1 CON T R A R R E VOL U C I Ó N figura-que encontraremos a propósito d e l o antimo derno como estilo-produce sentido, violenta a la lógi ca y altera la causalidad. Es una figura corriente en De Maistre y esencial en su argumentación ( cuando Baude laire dice que De Maistre le ha «enseñado a razonar», ' puede que esté pensando en la provocadora dialéctica de la antimetábole) . Revela la dialéctica del castigo y de la regeneración que cimenta su filosofía de la historia: más tarde dirá que al ser la Revolución «completamente satánica», la contrarrevolución «será angélica o no será nada». 2 Esta dialéctica tiene como efecto paradójico que la Revolución habrá favorecido a la monarquía, re sultado absolutamente escandaloso a los ojos de la ma yoría de los antirrevolucionarios ordinarios o miopes, con excepción de los auténticos contrarrevolucionarios antimodernos, que siguen el modelo del hegeliano (a ul tranza) De Maistre: «Si se piensa bien, no nos queda más remedio que admitir que, una vez asentado el movi miento revolucionario, Francia y la Monarquía sólo pueden ser salvadas por el jacobinismo .»3 Un antirrevo lucionario piensa que la monarquía volverá de fuera; un contrarrevolucionario apuesta por la Revolución para traer de nuevo la monarquía. Ironías de la historia una vez más, como cuando Cha teaubriand escribe que la primera Restauración de I 8 1 4 ' Bau<lelaire, [Hyglene] , en Oeuvres completes, ed. Clau<le Pi chois, París, Gallimard, colección Bibliotheque <le la Pléia<le, 1 9 7 5- 1 9 7 6, 2 vol . , t. 1, pág. 6 6 9 . 2 Maistre, carta al caballero <l'Olry, 5 <le septiembre de 1 8 1 8 , en Oeuvres completes, óp. cit . , t . XIV, págs. 148 - 149 . 3 Í<lem, Consldératlons sur la France, óp . cit. , pág. 106 . 42 LA V E R G Ü E NZA D E L E S P Í R I T U H U M A N O fue debida a u n obispo apóstata , y l a segunda Restaura ción de r 8 r 5 a un fraile regicida . Esta página de las Me morias de ultratumba es una de las más conocidas : «De repente se abre una puerta: entra silenciosamente el vi cio apoyado en el brazo del crimen, monsieur de Talley rand caminaba sostenido por monsieur Fouché.»1 « LA V E RG Ü E N Z A DEL E S P Í R I T U H U M A N O » L a ambivalencia que Baudelaire manifiesta hacia l a Revo lución reflej a, como en De Maistre y en Chateaubriand, la fascinación contrarrevolucionaria y la resignación anti moderna , más que el simple rechazo antirrevolucionario que pretende prescindir de la Revolución : «Hay en todo cambio algo de infame y de agradable a la vez, pensaba Baudelaire, algo que participa de la infidelidad y de la mudanza. Esto basta para explicar la revolución fran cesa.»2 La Revolución gusta, como cualquier cambio, o como cualquier política de lo peor. En febrero de 1 8 4 8 , Baudelaire s e siente al principio eufórico con l a Revolu ción: «Mi euforia en I 8 4 8 . I . . . Placer de la venganza. In- ' Chateaubríand, Mémoires d'outre-tornhe, ed. Jean-Claude Ber chet, París , Classiques Garnier, 1 9 8 9-1 9 9 8; 2." ed . , París, Le Livre de Poche, colección La Pochotheque, 2003-2004 , 2 vol . , t . I , pág. 1 2 0 2 (Memorias de ultratumba, tr. d e José Ramón Momea!, 2 vol . , Barce lona, Acantilado, 2 0 0 5, pág. 1 3 r n) . ' Baudelaire, Mon coeur mis a n u , en Oeuvres completes, óp. cit . , t . I , pág. 6 7 9 . (Mi corazón al desnudo, tr. d e Rafael Alberti, Barcelo na, Círculo de Lectores, 2 0 0 5 ) . 43 CON T R A R R E VOLUC I Ó N clinación natural a l a destrucción .»1 L a misma definición antifilosófica de naturaleza se encuentra en todos los fragmentos de Mi corazón al desnudo sobre la Revolu ción, a fin de explicar el goce que produce en el hombre la destrucción: «El 1 5 de mayo.-Continúa el placer de la destrucción. Placer legítimo si todo lo que es natural es legítimo.»2 En junio sin embargo: «Los horrores de Ju nio . . . . Amor natural por el crimen .»3 Inclinación natural a la destrucción, placer natural por la destrucción , amor natural por el crimen: esto es lo que ilustra la Revolución a los ojos de Baudelaire. A partir de entonces desconfía para siempre del hombre, de la democracia y de la masa, incluso de la soberanía popular y del sufragio universal, que pronto devolverán el poder al futuro Napoleón III : «Mi rabia por el golpe de Estado», prosigue el poeta. 4 El golpe de Estado de 1 8 5 1 le dejará <efísicamente despoliti zado», como escribirá en marzo de 1 8 5 2 a N arcisse An celle, su notario . 5 Napoleón III habrá demostrado que «el primer llegado puede, apoderándose del telégrafo y de la Imprenta nacional, gobernar una gran nación», y eso con el consentimiento del pueblo que se somete a una servidumbre voluntaria . Todos los antimodernos son discípulos de La Boétie: «Quienes creen que semejan tes cosas pueden conseguirse sin el consentimiento del pueblo son unos imbéciles», añade Baudelaire.6 Cha teaubriand pensaba lo mismo del primer Napoleón: «los ' Ibídem. ' Ibídem. ' Ibídem. 4 Ibídem. ' Ídem, Correspondance, óp. cit . , t. 1, pág. r 88. 6 Ídem, Mon cocur mis d nu, óp . cit. , t. 1, pág. 6 9 2. 4 4 L A V E RG Ü E N Z A DE L E SP ÍR I T U H UM A N O franceses quieren d e forma instintiva el poder; n o aman en absoluto la libertad; sólo la igualdad es su ídolo . Aho ra bien, la igualdad y el despotismo mantienen lazos se cretos . Bajo estos dos aspectos, Napoleón tenía su origen en el corazón de los franceses .»1 Desde Chateaubriand, el reconocimiento de la vulnerabilidad de la libertad (aristocrática) ante la igualdad (democrática) aparecerá como una característica del pensamiento antimoderno. La dictadura plebiscitaria de Luis Napoleón iba a representar para varias generaciones el pecado original del sufragio universal en Francia. Baudelaire extrajo es ta lección: «Lo que pienso del voto y del derecho a ele gir. De los derechos del hombre .» Evidentemente no pensaba nada bueno, ya que p roseguía de este modo: «No hay más gobierno razonable y seguro que el aristo crático. 1 Monarquía o república basadas sobre la de mocracia son igualmente absurdas y débiles .»2 Baude laire lamenta la desaparición del derecho divino. En Las flores del mal, el poeta mismo aparece a menudo re presentado como un rey caído, o incluso «depuesto», como en «El Albatros» : Apenas los han dej ado sobre las tablas , Estos reyes del cielo, vergonzosos y torpes , Dejan caer con pena sus grandes alas blancas Como si fueran remos que arrastran a su lado. ' Chateaubriand, Mémoires d' outre-tombe, óp. cit. , t . 1 , pág. 1 2 2 6 . (Memorias de ultratumba, óp. cit . , p ág. 1 3 3 7) 2 Baudelaire, Mon coeur mis d nu, óp. cit . , t. 1, pág. 6 8 4. 4 5 C O N T RA R R E VO L U C I Ó N E l Poeta e s como u n p ríncipe d e las nubes Que ama la tormenta y se ríe del arquero; Exiliado en la tierra entre los abucheos , Sus alas de gigante entorpecen su marcha. 1 La doctrina teocrática y providencialista de Baudelaire se basa en el odio contrarrevolucionario a la soberanía popular y el sufragio universal . Con Napoleón III, Fran cia tuvo lo que se merecía, como se había merecido la Re volución según De Maistre: «Lo que es el emperador Na poleón III . Lo que vale. Encontrar la explicación de su naturaleza , y su providencialidad.»2 Innumerables son las pullas de Baudelaire contra la igualdad, palabra clave del siglo político heredada de la Revolución . A partir de Salón de r846, antes por tanto de 1 8 4 8 , y sin duda no sin ironía, «la sotana y la levita no sólo tienen belleza política, que es expresión de la igual dad universal, sino también belleza poética, que es la expresión del alma pública; una nutrida procesión de enterradores , enterradores políticos, enterradores ena morados, enterradores b urgueses» . 3 El negro del hábi to, la librea uniforme significan una igualdad de hormi ga, el triunfo de la cantidad simbolizado por la ciudad ' Ídem, «L Albatros», Les Fleurs du mal, en Oeuvrcs completes, óp. cit . , t. I, págs. 9- 1 0 . (Las flores del mal, tr. <le Carlos Pujol, Barce lona, Ediciones Altaya, 2 0 0 5. ) ' Ídem, Mon coeur mis a nu, op. cit. , t . I , pág. 6 7 9 . ' Ídem, Salan de r846, e n Oeuvres completes, ó p . cit . , t . II, pág. 494 . LA V E RG Ü E N Z A D E L E SP Í R I T U H UM A N O moderna. Hormigueo d e la vida , hormigueo d e l a villa : Baudelaire pasa de uno a otro gracias a la misma proxi midad fonética con la que juega en el poema en prosa «A la una de la madrugada»: « ¡ Horrible vida ! ¡ Horrible villa ! »1 Baudelaire recurre siempre al sarcasmo cuando se trata de la igualdad. En « ¡ Acabemos con los pobres ! » , la trifulca termina, una vez que el poeta ha vapuleado al pobre y que el pobre se ha vengado del poeta devolvién dole los golpes, con esta aleccionadora frase del poeta: «Señor, ¡ somos iguales ! Me haría el honor de compartir conmigo mi dinero.»2 La anécdota se presenta como el ensayo de una teoría que ha sido inspirada al poeta por los «libros donde se trata del arte de hacer a los pueblos felices , sabios y ricos , en veinticuatro horas», por las «elucubraciones» de «aquellos que aconsejan a todos los pobres convertirse en esclavos , y aquellos que les per suaden de que todos son reyes destronados»,3 es decir los socialistas utópicos, ridiculizados por el poeta: « ¿Qué dices tú, Ciudadano Proudhon ?», así termina el poema en prosa en una variante del manuscrito. En una carta a su editor Auguste Poulet-Malassis de 1 8 60 , una vez más concerniente a sus deudas, Baudelaire vuelve, esta vez riéndose de sí mismo, a la expresión , aparentemente favorable, pero sin duda ambigua, del poema « ¡ Acabemos con los pobres !» : «Cuando encon- 1 Ídem, «Á une heure du matin», Le Spleen de Paris, en Oeuvres completes, óp. cit . , t. I, pág. 2 8 7. 2 Ídem, «Assomons les pauvres ! », ibídem, pág. 3 5 9 . 3 Ibídem, págs. 35 7-358 . 4 7 C O N T R A R R E V O L U C I Ó N tréis u n hombre que, libre a l o s diecisiete años , con una inclinación excesiva a los placeres , siempre sin familia, haya entrado en la vida literaria con 3 0 o o o francos de deudas , y, al cabo de casi veinte años, sólo los haya au mentado en 1 0 o o o más, . . . presentádmelo, y podré salu dar a un igual .»' En «El juguete del pobre», en que un niño rico envi dia al niño pobre su j uguete, «un ratón vivo» en «una jaula», <dos dos niños se reían uno de otro fraternalmen te, mostrando unos dientes de igual blancura», 2 de nue vo en cursiva. Esta vez la igualdad y la fraternidad, eslogan añadido en 1 8 4 8, son ridiculizados de forma parecida. También en <<El espejo», donde un «hombre espantoso» que se mira en un cristal es interrogado por el poeta por ese gesto que no puede más que producirle desagrado, el «hombre espantoso» invoca los «inmortales principios del 8 9» según los cuales «todos los hombres tienen los mismos derechos»; por tanto, él también tiene «el dere cho de mirarse». 1 Desde hacía tiempo, en su dedicatoria a su Salón de 1846, Baudelaire-aunque esta interpretación no sea unánime-se burlaba en términos pascalianos del bur gués : «Sois mayoría-cantidad e inteligencia;-por tanto tenéis la fuerza-que es la j usticia». 4 El sufragio univer sal,del cual «El espejo» podría ser alegoría caricatures- ' ÍJem, Correspondance, óp. cit. , t . II. pág. 94. ' Ídem, «Le Joujou du pauvrc», en Le Splecn de Paris, óp. cít . , t . I , pág. 30 5 . 1 ÍJcm, «Le Miroirn, ibídem, pág. 3 44 . 4 ÍJcm, Salon de 1846, ó p . c í t , t . Il, pág. 4 1 5 . L A V E RG Ü E N Z A D E L E SP Í R I T U H UM A N O ca-al ser el resultado del sufragio universal el reflejo de la soberanía popular-confirma esta ecuación de mayo ría, fuerza y justicia a partir de 1 8 4 8 . D e nada sirve repetir la historia d e l a desconfianza de los escritores franceses respecto de la soberanía del pueblo y, a partir de l 8 5 l, del sufragio universal . 1 «La soberanía del pueblo , la libertad, la igualdad, el derro camiento de toda clase de autoridad: ¡ Qué ilusiones tan dulces ! La masa comprende estos dogmas, por lo tanto son falsos; los ama; por lo tanto son malos . Pero no im porta, los comprende y los ama. Soberanos , ¡ temblad en vuestros tronos ! » anunciaba De Maistre en 1 7 9 4, 2 recurriendo una vez más a un argumento de autoridad. En sus machaconas diatribas , sus sucesores se apoyarán en las lecciones de la h i storia , especialmente después de que el sufragio universal directo (masculino) fuese instituido por un decreto del gobierno p rovisional de 5 de marzo de 1 8 4 8 , sin limitaciones de capacidad ni de censo, disposición que ningún régimen j uzgó posible revocar, pero que todos, alarm ados por sus peligros, in tentaron regular : «La ligereza de los hombres de 1 8 4 8 n o tuvo realmente parangón . Dieron a Francia, que no ' Véase la trilogía de Pierre Rosanvallon, Le Sacre du citoyen. His toire du su/Ira ge universel en France, París, Gallimard, 1 9 9 2; Le Peu ple introuvable. Histoire de la représentation démocratique en France, París, Gallimard , 1 9 9 8 ; La Démocratie inachevée. Histoire de la sou veraineté du peuple en France, París, Gallimard, 2000. L Maistre, «Discours a Mme la marquise de Costa sur la vie et la mort de son fils» ( agosto de 1 7 9 4) , en Oeuvres completes, óp. cit . , t . Vll, pág. 2 5 o. 4 9 C O N T R A R R E V O L U C I Ó N l o pedía, e l sufragio universal» , recordaba Renan en 1 8 7 I . 1 Flaubert , m á s todavía que Baudelaire, e s conocido por sus sarcasmos sobre el sufragio universal, que deja caer a lo largo de su correspondencia. Lo critica ya desde 1 8 5 2 , en el momento en que «la infalibilidad del sufragio universal está a punto de convertirse en un dogma que sucederá al de la infalibilidad del Papa. La fuerza bruta, el derecho de la mayoría, el respeto a la m asa ha sustituido a la autoridad del apellido, al de recho divino , a la supremacía del Espíritu».2 El Diario de los Goncourt está repleto de p rotestas contra el su fragio universal y de reivindicaciones a favor de la aris tocracia de la inteligencia: «El sufragio universal, que es el derecho divino de la m ayoría, rep resenta una enorme disminución de los derechos de la inteligen cia» . 3 Derecho de la mayoría opuesto al derecho divi no, « Vox populz; vox dei», la sentencia es continuamente objeto de burla y, con anterioridad al epígrafe del Dic cionario de lugares comun es de Flaubert , sirvió de títu lo a uno de los Cuentos crueles de Villiers de l 'I sle Adam, especie de poema en p rosa que p rolongaba «El espejo» de Baudelaire y ridiculizaba, antes que Gusta ve Le Bon, la i rracional ceguera de una masa que entre ' Renan, La Ré/orme intellectuelle et morale ( 1 8 7 1 ) , en Oeuvres completes, París, Calmann-Lévy, 1 9 47-1 9 6 1 , 1 0 vol . . t. I , pág. 342 . 2 Flaubert, carta a Louise Colet, 1 5 - 1 6 de mayo de 1 8 5 2, Corres pondance, óp. cit . , t. I , pág. 90 . 3 Edmond y J ules Goncourt, Journal ( 1 5 de julio de 18 60 ) , París, Laffont, colección Bouquins, 1 9 8 9 , 3 vol . , t . I, pág. 5 8 2. L A V E R G Ü E NZA D E L E SP Í R I T U H UM A N O 1 8 7 0 y 1 8 7 3 , con el mismo entusiasmo y sinceridad, gritab a de un año p ara otro : « ¡ Viva el Emperado r ! » , « ¡ Viva l a República ! » , « ¡ Viva l a Comuna ! » y « ¡ Viva el Mariscal ! »1 El odio al sufragio universal, esa «especie de papi l la gelatinosa», como lo llamaba Gobineau,2 fue reacti vado entre los intelectuales por el terror experimenta do durante la Comuna. En el otoño de 1 8 7 0, George Sand advertía «un gran desprecio, una especie de do loroso odio, una p rotesta que veo crecer contra el su fragio universah> . 3 Según Pierre Rosanvallon , la cues t ión del sufragio universal se ve «en cierto modo so bredimensionada» después de 1 8 7 1 , «como si un siglo de interrogantes sobre la democracia francesa se cru zasen y se simplificasen».4 Nada explica mejor este odio que la correspondencia entre Sand y Flaubert , quien llama al sufragio universal, en una carta del oto ño de 1 8 7 1 , «la vergüenza del espíritu humano» . 5 To- ' Villiers de L'lsle-Adam, «Vox populi», Cantes cruels, en Oeuv res completes, e<l. Alan Raitt y Pierre-Georges Castex, París, Galli mard, colección Bibliotheque de la Pléiade, 1 9 8 6 , 2 vol . , t . I, págs. 5 6 2 - 56 5 . (Cuentos crueles, tr. de Manuel Granel!, Pozuelo de Alar cón: Espasa-Calpe, 2003 . ) ' Gobineau , L a Troisieme République fran�aise e t ce q u ' elle vaut, Strasbourg, Trübner, 1 9 07 , pág. 1 0 8; citado por P. Rosanvallon, en Le Sacre du citoyen, óp. cit . , pág. 3 2 r . 1 George Sand, Journal d'un voyageur pendant la guerre, París, Michel Lévy, l 8 7 1 ; citado por P. Rosanvallon, en Le Sacre du citoyen, óp . cit., pág. 3 0 8 . 4 P. Rosanvallon, L e Sacre du citoyen, óp. cit . , pág. 3 1 r . 5 Flaubert, carta a George Sand , 8 de septiembre d e l 8 7 l , Co rrespondance, óp. cit . , t. IV, pág. 3 7 6 . 5 1 C O N TR AR R E V O L U C I Ó N dos oponen a la mayoría la elite de la inteligencia: «Nuestra salvación sólo reside en una aristocracia legíti ma , es decir en una mayoría que no estuviera hecha sólo de n úmeros», postula Flaubert . 1 La desconfianza hacia la política, a la que se considera «inepta» después de 1 8 7 1 , es la característica de los ambientes literarios , has ta el extremo de que Bourget, hijo de familia universita ria y republicana, crítico con el emperador en 1 8 7 0 pe ro decepcionado por la Comuna y preocupado por las divisiones partidistas que siguieron, confiesa en l 8 7 3 , a los veintiún años, que se le ha hecho imposible leer un periódico. Se burla de los derechos de los pueblos y «demás locuras políticas», y declara que «el gobierno del primer imbécil que llega, el de Napoleón III, por ejemplo, era preferible al caos universal de hoy en día». 2 La expresión «el primer llegado», como Baudelaire llamaba al Emperador, o «el primer imbécil que llega», según el joven Bourget, que no era precisamente repu blicano, pero menos todavía monárquico, sino transito riamente antimoderno, merece ser subrayada. La deno minación «primer llegado» designa perfectamente la ambivalencia del antidemócrata que desprecia la autori dad, o sea al dandi. Jean Paulhan recurrirá todavía al «primer llegado» en 1 9 3 0, en vísperas de la guerra, ante la debilidad de las democracias, mensaje poco claro que ' Ídem, carta a George Sand, 30 de abril de 1 8 7 1 , ibídem, pág. 3 1 4· ' Véase Míchel Mansuy, Un moderne. Paul Bourget. De !'en/anee au disczple, París, Les Belles Lettres, l 9 6 o, pág. 1 8 5. 5 2 LA O L I G A R Q U ÍA D E L A I N T E L I G E N C I A los lectores d e l a Nouvelle Revue Fran(·aise ( NRF) ape nas comprendieron, pero que anunciaba su gaullismo . 1 L A O L I G A R Q U ÍA D E LA I N T E L I G E N C I A Después d e 1 8 7 1 , nadie ejerció más influencia en l a difu sión de las ideas antimodernas que Taine y Renan , invita dos de Flaubert y de los Goncourt en las cenas en Magny. «La influencia de un Renan ha sido infinitamentesuperior a la de un Joseph de Maistre» lamentará Léon Daudet, que percibía en Renan el tipo de «falsos valores» del siglo x 1x . 2 Taine, que no se identificaba ya con la «contra-reac ción» como en los inicios del Segundo Imperio, según la expresión de Charles Renouvier,3 dedicó Los orígenes de la Francia contemporánea ( 1 8 7 6-1 8 9 4) a preconizar un régimen para Francia a la vez liberal y conservador, pero fue La Reforma intelectual y moral de Renan ( 1 8 7 1 ) , más manejable, la que se convirtió en el breviario de los anti modernos, por ejemplo de Julien Benda, hasta los años treinta, antes que los otros dos, Taine-y-Renan-tan inse parables como Tarn-et-Garonne según Thibaudet-caye ran en el olvido. Renan, también él conservador y liberal, según el modelo de Chateaubriand o de Tocqueville, des- ' Paulhan, «La démocratie fait appel au premier venu», NRF, marzo de 1 9 3 9 , págs. 4 7 8-4 8 3 . ' Léon Daudet, L e Stupide XIX' siecle ( 1 9 22 ) , e n Souvenirs et po lémiques, París, Laffont, colección Bouquins, 1 9 9 2, pág. 1 3 27 . 3 Charles Renouvier, Philosophie analytique de l'histoire. Les idé es, les religions, les systemes, París, Leroux, 1 8 96 - 1 8 9 7, 4 vol . , t . I V, pág. I I 3 . 5 3 C O N T R A R R E V O L U C I Ó N cribió antes que Taine, en 1 8 7 1-con trazos que recuer dan a De Maistre- los orígenes de la enfermedad que aquejaba a Francia: «es evidente que la Providencia la ama, ya que la castiga». 1 Los encuentra en la aniquilación de la aristocracia desde Philippe le Bel, en el absolutismo de Luis XIV, en la abstracción y el despotismo de la Revo lución, en la ausencia de libertad a partir de l 8 l 5 , pero piensa también que, aunque con una influencia menor, el materialismo y la democracia habían sido responsables de la desaparición de las virtudes militares en Francia, con lo que se explicaba la derrota de l 8 70. Francia había caído víctima del materialismo igualitario, de la insubordina ción de los individuos a la autoridad con el propósito de una acción común. Ahora bien: «es imposible salir de se mejante estado con el sufragio universal». El sufragio uni versal no corrige los defectos del sufragio universal: «no se doma al sufragio universal por sí mismo».2 El gobierno, la corte, la administración, pero también la oposición y las universidades, todas las instituciones habían sido debili tadas por «la democracia mal entendida», ya que «un pa ís democrático no puede ser bien gobernado, bien admi nistrado, bien dirigido». 1 Para Renan, la impotencia del sufragio universal para poner orden en la sociedad es ob via. Un gobierno debe ser el resultado de una selección por nacimiento, sorteo, elección, o por exámenes y oposi ciones-que el sufragio popular hace improbable. Los reparos de Renan se parecen a los de Flaubert o los Gon court: «Aplicado a la elección de diputados, el ' Renan, La Ré/orme intellectuelle et morale, óp. cit . , t. I, pág. 3 3 3 . ' Ibídem, pág. 3 4 8 . ' Ibídem, pág. 3 59. 5 4 L A OL I G A R Q U ÍA D E L A I N T E L I G E N C I A sufragio universal, mientras sea directo, n o conseguirá más que resultados mediocres . . . . Limitado por naturale za, el sufragio universal no comprende ni la necesidad de la ciencia, ni la superioridad del noble y del sabio». ' Más valdría el nacimiento, o el «primer llegado» como decían Baudelaire y Bourget, porque, según Renan, «el azar del nacimiento es menor que el azar del escrutinio». 2 El antimodernismo político se i dentifica a partir de entonces con el elitismo y la condena de la democracia, pero sin ir un paso más allá y rebela rse contra ella, to lerancia o debilidad que no le perdonaba Léon Daudet: el antimoderno lleva la cruz de la democracia. «El hom bre más mediocre es superior al resultado colectivo que emerge de treinta y seis millones de individuos, contan do cada uno como una unidad», afirma Renan. S u opi nión parece inapelable; podría conducir a una conver sión antidemocrática y facciosa; pero viene seguida de esta p untualización : « ¡ Ojalá el futuro haga que me equivoque ! »3 El antimoderno no será maurrasiano ni golpista. A partir de entonces, los remedios se imponen por sí mismos: serán siempre medidas a medias . Si el sufragio universal no puede corregir el sufragio universal, ¿ puede una democracia bien entendida remediar la democracia mal entendida? El renacer de Francia sería posible a condición de repudiar los errores de la democracia, de la reconstrucción de una aristocracia y tal vez de una monarquía, de dar al pueblo una educación y de devol- ' Ibídem, pág. 3 6 o. ' Ibídem, pág. 3 8 6. 1 Ibídem, pág. 362 . 5 5 C O N T R A R R E V O L U C I Ó N verle el sentido moral. E n una prosopopeya del «buen patriota», Renan explora dos caminos de renovación. El primero consistiría en relevar la monarquía, fundándola sobre un derecho histórico antes que sobre el derecho di vino,r evitando de este modo los estragos de la soberanía numérica. Pero la incertidumbre sobre qué dinastía, si la Borbonica o la Orleáns, obstaculiza esta solución , a pesar de que Renan , o su portavoz, considere sin mucho ánimo, desde 1 8 7 1 , una regencia del príncipe Napoleón ( Jéróme) . 2 La segunda solución pasaría por la reconsti tución de una nobleza o de una gentry provincial , que al posibilitar un sufragio a dos niveles atenuaría los peli gros de la soberanía popular. Esto sería lo ideal, pero Re nan tampoco confía en ello. Optando entonces por el «honesto ciudadano», que después del «buen patriota», duda que Francia pueda cambiar radicalmente, Renan confiesa su perplej idad y sugiere aceptar los males me nores . Al haber sido aplazadas en 1 8 7 1 las decisiones cons titucionales y dinásticas, la elección de la monarquía o de una república quedaba abierta. Sin embargo, Renan tiene menos confianza en una constitución para hacer evolucionar a Francia que en una revisión del papel de las elites en la sociedad, del m odo de seleccionarlas, de la naturaleza de la democracia y de la forma del Esta do. Con el fin de organizar y de jerarquizar la colecti vidad nacional, ya que p arece irrealizable dar marcha atrás con el sufragio universal, «dos niveles corregirían ' Ibídem, pág. 3 7 7 . ' Ibídem, pág. 3 7 8 . LA O L I G A RQ U ÍA D E L A I N T E L IG E N C I A l o que tiene d e superficial» , 1 así como el establecimien to de colegios departamentales, el escrutin io de las lis tas y el voto plural; pero lo esencial para Renan , de acuerdo con su viej a idea, consistiría en una reforma de la enseñanza, pues sólo la educación podría endere zar de una vez por todas los defectos del s ufragio uni versal. Renan se declara, por lo tanto, partidario de una enseñanza primaria gratuita pero no obligatoria , 2 y sobre todo por una enseñanza superior real y unas uni versidades autónomas , algo de lo que Francia carecía desde la E dad Media . 3 El desarrollo de la enseñanza superior es capital para que pueda surgir una aristo cracia de la inteligencia, para el «triunfo oligárquico del espíritu»,4 p orque la democracia bien entendida de Renan sería una tiranía de los sabios: «Lo e sencial con siste menos en producir masas ilustradas que en pro ducir grandes genios y un p úblico capaz de compren derlos .»5 Mientras tanto, no ve otra salida más que la sumisión del pueblo al orden social necesario, aristocrá tico y desigual. De este modo, como la mayoría de los intelectuales, Renan considera la igualdad como una peligrosa utopía, ' I bídem, pág. 3 8 6 . ' Ídem, «La part < le la famille et <le l 'État dans l'é<lucation» ( 1 8 6 9) , en La Réforme intellectuelle et morale, óp . cit. , t . 1, pág. 5 27. 3 Ídem, La Ré/orme intellectuelle et morale, óp. cit . , t . I, págs. 3 9 5- 3 9 8 . 4 Ídem, «Réves», Dialogues e t /ragments philosophiques ( 1 8 7 6) , en Oeuvres completes, óp. cit. , t . I , pág
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