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La marea rosa Panizza

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Observatório Político Sul-Americano 
Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro IUPERJ/UCAM 
http://observatorio.iuperj.br
 
 
La Marea Rosa 
 
Análise de Conjuntura OPSA (no 8, agosto de 2006) 
ISSN 1809-8924 
 
Francisco Panizza 
The London School of Economics and Political Science 
F.E.Panizza@lse.ac.uk 
 
La ola de elecciones de los últimos dos años ha cambiado el panorama político de América 
Latina. Una región que en el pasado cuarto de siglo había estado dominada por gobiernos de 
centro derecha se ha visto teñida por una verdadera marea rosa. Gobiernos de izquierda y 
de centro izquierda están en el poder en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Costa Rica, Perú, 
Uruguay y Venezuela. Es cierto que no en todas las elecciones recientes han triunfado 
candidatos de izquierda. Honduras eligió un candidato de centro derecha en noviembre del 
año pasado. En Colombia el presidente Álvaro Uribe logró una resonante victoria en Mayo 
pasado y al tiempo de escribir este artículo (Agosto de 2006) en México el candidato de 
centro izquierda Andrés Manuel López Obrador parece haber sido estrecha y 
controvertidamente derrotado por su rival de centro derecha Felipe Calderón. Pero las 
próximas elecciones pueden mostrar nuevos avances de la marea rosa. En Ecuador el 
candidato de centro izquierda León Roldós es el favorito para ganar las elecciones de 
Octubre y en Nicaragua mas de 25 años después de haber tomado el poder por las armas el 
Sandinismo podría llegar a tomarlo por las urnas. Y en una demostración de que los avances 
de la izquierda no son pasajeros en Brasil y Venezuela, Lula da Silva y Hugo Chávez, dos de 
los presidentes que iniciaron el giro a la izquierda en la región, son fuertes candidatos a la 
reelección. 
Una interpretación atribuye el ascenso de la izquierda a las frustraciones de la ciudadanía con 
los dos grandes procesos que dominaron la historia de la región en el último cuarto de siglo: 
la democratización y las reformas de corte neoliberal. Ambas habrían traicionado sus 
promesas tempranas de una mejor vida para los pueblos. La afirmación del presidente Raúl 
Alfonsín de Argentina durante la campaña que marcó la transición a la democracia en su país 
de que “con la democracia se come, se cura y se educa”, adquirió un sabor amargo en la 
http://observatorio.iuperj.br/
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Argentina del 2002 en el que cinco presidentes en cuatro semanas marcaron una crisis de la 
democracia y el fin de la convertibilidad el fracaso del neoliberalismo. 
Si la democracia liberal no ha dado paso al autoritarismo como en el pasado, su calidad ha 
sido puesta en cuestión por los muchos adjetivos – mayoritariamente negativos – con la que 
académicos han calificado su vigencia en la región: “democracia delegativa”, “democracia 
de baja intensidad”, “democracia no consolidada” etc.1 A las reservas de los académicos se 
suma el desencanto de los pueblos. Aunque deban ser tomadas con precaución las encuestas 
de Latinobarómetro muestran que si bien la mayoría de los latinoamericanos aún apoyan la 
democracia como régimen político, ese apoyo ha decrecido en los últimos años y existe un 
descontento generalizado con su funcionamiento efectivo: La encuesta de 2005 de 
Latinobarómetro muestra que 61% de los entrevistados se dicen insatisfechos con el 
funcionamiento de la democracia en sus países.2 Peor aún es la evaluación del 
neoliberalismo, considerado por muchos la fuente de todos los males de la región. No por 
casualidad los ataques al neoliberalismo se han convertido en los caballitos de batalla 
electoral en ancas de los cuales los candidatos de izquierda y centro izquierda han centrado 
sus viajes hacia el poder. 
Citando a Evo Morales: 
“El neoliberalismo es la reproducción del capitalismo salvaje e inhumano que sigue 
permitiendo la concentración del capital en pocas manos, que no da solución a las mayorías 
del mundo.” 3
No es muy diferente la condena al neoliberalismo del programa electoral del supuestamente 
más moderado Frente Amplio de Uruguay: 
“La herencia estructural del neoliberalismo ha dejado a nuestro país con cientos de miles de 
compatriotas en situación de pobreza, inequidad, emigración, desempleo, concentración de 
riqueza, desintegración social, anulando las posibilidades del ejercicio pleno de la ciudadanía 
y desacreditando la importancia de los valores éticos.”4
 
1 O’Donnell, G. (1994) ‘Delegative Democracy’ Journal of Democracy 5,1; Kruit, D. (2001) 'Low Intensity 
Democracies: Latin America in the Post-dictatorial Era' Bulletin of Latin American Research 20, No.4, pp. 409-
430;Philip, G. (2003) Democracy in Latin America. Cambridge: Polity Press. 
2 http://www.latinobarometro.org/ 
3 Citado en Costa Benavides, J. (2003) ‘La guerra del gas en Bolivia. Representaciones sobre el neoliberalismo 
y el rol del Estado en la defensa de los recursos naturales en la crisis de octubre de 2003. En Daniel Mato 
(coord.) Políticas de economía, ambiente y sociedad en tiempos de globalización. Caracas: Facultad de 
Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, pp. 233-251. 
4 Frente Amplio (2004) Documentos IV Congreso “Héctor Rodríguez”. Propuesta de Grandes Lineamientos 
Programáticos Para el Gobierno 2005-2010. [www document] URL http://www.ps.org.uy/ 
fa/DOC_CONG_FA.htm [accessed 20 June 2006] 
 2
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Si las frustraciones con el funcionamiento de la democracia liberal y el fracaso del 
neoliberalismo habrían sido las condiciones de emergencia de los gobiernos de izquierda y 
centro izquierda queda abierta la pregunta sobre de que se habla cuando se dice que estos 
gobiernos son de izquierda o de centro izquierda. No hay duda que estos movimientos son 
muy heterogéneos y expresan tradiciones nacionales muy diferentes. Pero existe un creciente 
consenso en dividirlos en dos grandes campos: social demócratas y populistas. Esta 
clasificación no tiene tan solo un contenido heurístico sino también normativo. El destino de 
América Latina no se estaría ya jugando en las históricas luchas entre derecha e izquierda 
sino en las divisiones en el seno de la propia izquierda. Un reciente artículo publicado por 
The Economist (18 de mayo de 2006) califica la lucha entre social democráticos y populistas 
como “una batalla por el alma de América Latina.” Un poco menos dramática es la 
descripción que hace Jorge Castañeda de la diferencia entre los dos campos. Según el 
académico y político mexicano una izquierda, que estaría representada por Michelle Bachelet 
en Chile, Lula da Silva en Brasil y tal vez Tabaré Vázquez en Uruguay “habría cruzado el 
Rubicón de la economía de mercado, la democracia representativa, el respeto a los derechos 
humanos y una instancia geopolítica responsable”. En contraste, la izquierda populista en la 
que incluye a Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Evo Morales y al derrotado candidato 
presidencial mexicano Andrés Manuel López Obrador “no tiene demasiada agenda 
doméstica – el populismo realmente la tiene, excepto el repartir o gastar dinero con fines 
políticos- pero pule sus credenciales izquierdistas de una forma anacrónica con una política 
externa anti estadounidense y pro-Habana.”5
Lejos estoy de defender la democracia actualmente vigente en América Latina como una 
expresión avanzada del ideal democrático y mas lejos aún estoy de defender el dogma 
neoliberal y sus costos sociales. También creo que la división de la izquierda latinoamericana 
en social democrática y populista puede ser una forma útil de agrupar su diversidad. Pero 
quisiera calificar y en el mismo movimiento reformular los análisis esbozados arriba sobre 
las condiciones de emergencia y naturaleza política de los gobiernos de la región. Mi 
argumento es que la emergencia de los gobiernos de izquierda y de centro izquierda respondea un complejo balance de éxitos y fracasos de los procesos de democratización y reformas 
económicas de las últimas décadas y que la división de la izquierda entre populismo y social 
democrática no puede ser entendida como referida polos opuestos de un continúo político-
ideológico sino a fenómenos políticos de naturaleza diferente. A los efectos de desarrollar 
 
5 Casteñeda J. (2006) ‘Is Evo Morales an indigenous Che? New Political Quarterly (Winter) 
 3
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este argumento las secciones siguientes ofrecen una breve síntesis histórica de los avances y 
retrocesos de la democracia y las reformas de corte neoliberal en la región. Luego presento 
una discusión sobre las caracterizaciones de la izquierda contemporánea en América Latina y 
finalizo con algunas consideraciones generales sobre sus perspectivas de futuro. 
 
La nueva América Latina de los años 90 
A mediados de los años 90 América Latina parecía estar al borde de dejar atrás su historia de 
turbulencia política y económica. Un horizonte imaginario que articulaba la democracia 
liberal, las reformas de mercado y la integración regional ofrecía una mapa de ruta al 
desarrollo y reunía un considerable consenso entre las elites políticas de la región. Más aún, 
esta visión recogía también considerable respaldo popular como lo demuestran las victorias 
electorales de candidatos que compartían esta visión como Fernando Henrique Cardoso en 
Brasil, Eduardo Frei en Chile, Julio María Sanguinetti en Uruguay y Alberto Zedillo en 
México. A ellos había que sumar otros líderes como Carlos Menem en Argentina y Alberto 
Fujimori en Perú, quienes aún con un marcado tinte populista que los distingue de los 
anteriores y en el caso de Fujimori habiendo quebrando la frágil democracia de su país, 
lograron su reelección en base al éxito de sus reformas económicas radicales. Mediados de 
los años 90 fue también una época en la cual las relaciones entre los Estados Unidos y 
América Latina estuvieron en su mejor nivel en muchos años. Bill Clinton aparecía a Latino 
America como un presidente en sintonía con los nuevos vientos de la región, incluyendo un 
compromiso con la democracia y los derechos humanos sin las hipocresías y contradicciones 
de la guerra fría. 
Tal vez el momento culminante de esa visión de la nueva América Latina haya sido la 
primera cumbre presidencial de las Américas que tuvo lugar en Miami en 1994. El 
preámbulo de la Declaración de Principios sintetiza lo que fue tal vez el momento de mayor 
optimismo histórico de esta visión de futuro: 
“Por la primera vez en la historia, las Américas son una comunidad de naciones 
democráticas. Si bien nuestro países enfrentan diferentes desafíos en materia de desarrollo, 
están unidos en la búsqueda de la prosperidad a través de la apertura de mercados, la 
integración hemisférica y el desarrollo sostenible.”6 
 
6 http://www.summit-americas.org/miamidec-spanish.htm 
 4
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En la década siguiente este optimismo sufrió un choque de realidad y el consenso de Miami 
perdió apoyo entre las elites y la ciudadanía. En cuanto a las relaciones con los Estados 
Unidos estas pasaron de ser una de las mejores en la historia de la región a ser una de las 
peores. Por tras de este cambio en el clima político se encuentran el déficit institucional de la 
democracia y el déficit social de las reformas de mercado 
 
El déficit institucional de la democracia 
El número de elecciones que ha de tener lugar este año muestra la larga marcha de la 
democracia en la región desde la época de las dictaduras militares. A pesar de todas sus 
debilidades la democracia es hoy el único juego de poder en la región. La mayoría de los 
países de América Latina disfrutan hoy del período continuo mas largo de gobierno 
democrático en su historia. Actores que en el pasado fueron enemigos de la democracia 
como los militares y ciertas elites económicas han perdido buena parte de su capacidad de 
subvertir la democracia. 
La continuidad democrática ha favorecido el crecimiento de la izquierda, permitiendo su 
participación en procesos electorales en el ámbito nacional, provincial y municipal. Esto ha 
llevado a la izquierda a hacer experiencias de gobierno a nivel local. Como parte de este 
proceso partidos de izquierda controlan o han controlado los gobiernos de algunas de las 
principales ciudades del continente como Buenos Aires, México Bogotá y Montevideo. El 
control de los gobiernos locales ha permitido a grupos de izquierda ganar experiencia 
administrativa, formar cuadros técnicos y ampliar su base social. Algunos de los principales 
líderes de izquierda en la región como Tabaré Vázquez en Uruguay y Andrés Manuel López 
Obrador en México ganaron reconocimiento nacional tras haber sido alcaldes de ciudades 
capitales. 
En contra del argumento de que los cambios socio-económicos de los años 90 debilitaron la 
sociedad civil, la democracia contribuyó a fortalecerla: si bien los sindicatos han perdido 
espacio relativo en la mayoría de los países otras organizaciones sociales han surgido con 
considerable capacidad de acción. La descentralización política de los años 90 favoreció la 
emergencia de nuevos movimientos sociales de raigambre local, mientras que la 
globalización ha promovido el surgimiento de movimientos transnacionales. Esto ha 
favorecido a los partidos de izquierda, algunos de los cuales como el Partido dos 
 5
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Trabalhadores (PT) en Brasil, el Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia y el Frente 
Amplio (FA) mantienen vínculos estrechos con los movimientos sociales. Movimientos 
sociales de nuevo tipo, tal como los piqueteros argentinos y los movimientos contra la 
privatización del agua en Bolivia han surgido para resistir las reformas neoliberales. Pero tal 
vez los movimientos políticamente mas influyentes de la última década han sido han sido los 
movimientos identitarios de los pueblos indígenas en la región andina, que han cambiado las 
relaciones de poder en países como Ecuador y Bolivia. 
Existe, sin embargo, otra cara del proceso de democratización: los presidentes llegan al 
poder por elecciones libres pero desde 1993 catorce de ellos no han podido terminar sus 
mandatos constitucionales, en la mayoría de los casos como resultado de protestas masivas 
callejeras. Corrupción, baja representatividad y sobre todo los fracasos de cumplir con la 
promesa de una vida mejor bajo democracia han fragilizado o aún destruido los sistemas de 
partidos. Parlamentos, partidos políticos, la administración pública y el poder judicial están 
entre las instituciones que despiertan menos confianza en la población, mientras que la 
iglesia, las fuerzas armadas y los medios de comunicación están al tope de la tabla de 
confianza. 
Estos y otros indicadores señalan que la democracia en la región sufre de un severo déficit 
institucional. Pero este déficit no afecta por igual a todos los países. Mientras que países 
como Chile, Uruguay y Colombia, con tradición de instituciones políticas fuertes han 
mantenido un marco institucional sólido a lo largo de estos años y otros como Brasil y 
México las han visto fortalecidas (pese a la debilidad del sistema de partidos en el primero y 
de las instituciones electorales en el segundo) países como Bolivia, Ecuador y Venezuela y 
en menor medida Argentina han atravesado por procesos de de-institucionalización. Como 
analizo en detalle mas abajo, la fragilidad relativa de las instituciones políticas es una de las 
claves para entender las diferencias de la izquierda en América Latina. Veamos ahora los 
logros y fracasos de las reformas de mercado. 
 
El déficit social de las reformas de mercado 
El modelo de reformas de mercadocodificado en el llamado Consenso de Washington es hoy 
parte de la historia de América Latina, pero en la primera mitad de la década de los 90 las 
reformas lograron considerable apoyo popular. En ese período el Consenso de Washington 
 6
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redefinió el sentido común económico en la región.7 Los cambios en el pensamiento 
económico se aprecian mejor en contraste con las experiencias heterodoxas que en la década 
de los ochenta trajeron pobreza y estancamiento económico la región. Así, por ejemplo, la 
idea que la baja de la inflación es un bien público que requiere disciplina fiscal es aceptada 
hoy hasta por los críticos mas radicales del neoliberalismo. Pero cabe recordar que no 
siempre fue así y que hasta bien entrados los años ochenta había quienes sostenían que se 
podía abatir la inflación sin cuidar demasiado el déficit fiscal siempre que se congelaran 
precios, se atendiera a sus causas estructurales y se frenaran sus tendencias inerciales. En 
cuanto a otras prescripciones del Consenso de Washington hay buenos argumentos para 
rechazar una apertura indiscriminada de las relaciones comerciales pero pocos defienden hoy 
las tarifas de más de 100% que protegían industrias oligopólicas en los años de la 
substitución de importaciones. Puede también discutirse la forma y los resultados de muchas 
privatizaciones corruptas en la región y la falta de regulación adecuada que permitió la 
substitución de monopolios públicos por privados. Pero pocos brasileros quisieran volver a 
los años en que comprar una línea telefónica era una excelente inversión porque las empresas 
estatales demoraban años en instalarla para los consumidores. 
El éxito inicial de las reformas de mercado se debe a que las mismas atendieron a algunos de 
los problemas más apremiantes de la época, principalmente a la necesidad de restaurar el 
orden económico en países que sufrían de hiperinflación. La baja rápida y radical de la 
inflación benefició a los sectores populares, como lo muestra la inmediata caída en los 
índices de pobreza en los países que lograron controlarla. El porcentaje de personas viviendo 
bajo la línea de pobreza en América Latina bajo del 48.5% de la población en 1990 a 43.5% 
en 1997.8 Las reformas también beneficiaron a sectores de la clase media que tuvieron 
acceso al crédito y a bienes importados y especialmente a aquellos que poseían las 
calificaciones necesarias para integrarse a circuitos laborales internacionalizados. En el 
contexto internacional favorable de comienzos de los años 90s las reformas atrajeron 
considerables inversiones extranjeras, las cuales ayudaron a paliar los costos de los ajustes 
fiscales y contribuyeron a la retomada del crecimiento económico luego de la década 
perdida de los años 80. El crecimiento económico promedio de América Latina entre 1990 y 
 
7 Williamson, J, ed. (1990) Latin American Adjustment: How Much has happened? Washington: Institute for 
International Economics. 
8 Comisión Económica para América Latina y el Caribe (2006) Panorama Social de América Latina 2005. 
www.eclac.cl 
 7
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1996 fue de 3.3%, comparado con 1% en los años 80.9 Aunque inferior a las tasas de la 
época dorada del modelo de substitución de importaciones, las cifras de crecimiento no son 
insignificantes, sobre todo si se tiene en cuenta que el crecimiento de las economías 
industrializadas se enlenteció considerablemente en el mismo período. Pero más allá de sus 
éxitos relativos las reformas no lograron asegurar el desarrollo sostenido necesario para 
cerrar la brecha con los países industrializados o con las economías emergentes de Asia y no 
crearon empleos suficientes para reemplazar los destruidos por la apertura comercial y el 
achicamiento del estado. Las desigualdades también aumentaron en la medida que una alta 
proporción de los empleos creados lo fueron en el sector informal. 
En la segunda mitad de la década pasada el crecimiento económico dio paso a la volatilidad 
y al estancamiento. Si los años 80 fueron una década perdida para el desarrollo de América 
Latina los años 1998-2002 fueron una nueva media década de estancamiento económico y 
aumento de la pobreza. Una sucesión de crisis en las economías más desarrolladas de la 
región (México y Argentina 1995, Brasil 1998-99, Argentina 2001-02) mostraron las 
vulnerabilidad de la región a shocks externos desfavorables. Entre 1998 y 2002 el producto 
bruto per capita de la región cayó 1.6% en promedio y el desempleo abierto subió de 9.3% a 
11%, mientras el número de personas viviendo bajo la línea de pobreza aumentó tanto en 
forma absoluta como relativa. 
No es ciertamente por casualidad que el ascenso de la marea rosa ha coincidido con la media 
década pérdida de fines de los 90 y comienzos de los 2000, cuando la región registra cifras 
negativas de crecimiento económico per capita. Los defensores de las reformas de mercado 
argumentan que la crisis de crecimiento no fue responsabilidad de las reformas como tales, 
sino de su implementación parcial o imperfecta y ponen el ejemplo de Chile como la 
economía mas avanzada en la implementación de las reformas neoliberales y con los mejores 
índices de crecimiento en la región. 
Sin duda los defensores de las reformas tienen un buen caso cuando argumentan que las 
reformas fueron implementadas en forma parcial e incoherente. Los países de la región 
implementaron reformas en grados y ritmos diferentes y las cifras agregadas sobre 
crecimiento ocultan variaciones nacionales importantes. Pero para la mayoría de los pueblos 
latinoamericanos el legado de una década y media de reformas de mercado es que las 
 
9 Comisión Económica para América Latina y el Caribe (2006) Estudio Económico de América Latina y el 
Caribe 2005-2006 http://www.eclac.org/ 
 8
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mismas han prometido demasiado y logrado demasiado poco. Políticamente la brecha entre 
promesas y realidades en un contexto de estancamiento económico y deterioro de las 
condiciones sociales proporcionó a políticos de izquierda y centro izquierda la materia prima 
para una narrativa muy creíble sobre los fracasos del neoliberalismo. En esta narrativa los 
culpables del fracaso fueron los partidos de centro derecha que impulsaron las reformas en 
los años 90 y sus mentores en las organizaciones financieras supranacionales y el gobierno 
de los Estados Unidos. El párrafo inicial del manifiesto electoral de Ollanta Humala en Perú 
es representativo de esta narrativa: 
“Los datos son irrebatibles y la realidad, pese a quien le pese, es terca: la aplicación 
sistemática del neoliberalismo, el modelo del Consenso de Washington en nuestro país ha 
significado una fractura social sin precedentes en la vida peruana.”10
 
Del Consenso de Washington al Post-Consenso de Washington 
El consenso de Washington, si alguna vez realmente existió, ha perdido vigencia intelectual 
y legitimidad política y ha dado paso a una agenda muy diferente. El nuevo consenso, o tal 
vez habría que llamarlo post-consenso, ha dejado atrás el reduccionismo economicista del 
consenso de Washington y enfoca el desarrollo como un complejo proceso de cambio 
económico, social e institucional. Este enfoque reconoce las fallas y limitaciones del 
mercado y la importancia de tener instituciones estatales fuertes y con capacidad de gestión 
en contraste con la ingenua concepción del mercado como una institución autogenerada y 
autosostenida y del achicamiento del estado como un fin en si mismo. Junto con ello hay un 
reconocimiento de que la lucha contra la pobreza debe tener una centralidad mayor en las 
políticas del desarrollo, para el cual no alcanza simplemente con promover políticas 
macroeconómicas acertadas.11Aunque existan diferencias significativas entre el modelo de desarrollo promovido por las 
agencias multilaterales y el de sus críticos de izquierda, la nueva agenda del desarrollo está 
mucho más centrada en los temas que la izquierda ha reivindicado tradicionalmente como 
suyos: la construcción de un estado con capacidad de gestión, la necesidad de intervenciones 
estatales para corregir las ineficiencias y las injusticias del mercado, la necesidad de integrar 
 
10 Ollanta Uniendo al Perú. La Gran Transformación. Perú de todos nosotros. Plan de Gobierno 2006-2011. 
22 de febrero 2006. 
11 Por una discusión sobre el post consenso de Washington véase, Panizza, F. E. (2005) ‘Unarmed Utopía 
Revisited: The Resurgence of Left-of-Centre Politics in Latin America’ Political Studies 53, 4, (December) pp. 
716-734, 
 9
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políticas económicas y sociales etc. Al mismo tiempo elementos asociados a la agenda 
neoliberal han sido incorporados en mayor o menor medida por la mayoría de los gobiernos 
de izquierda y de centro izquierda de la región, entre otros la importancia de la baja inflación 
y del control del déficit fiscal, la ineficiencia de ciertas formas de intervención estatal, las 
ventajas de una apertura económica por lo menos relativa y una actitud generalmente abierta 
a las inversiones extranjeras. 
En otras palabras, las disputas hegemónicas y contrahegemónicas de la última década han 
redefinido el terreno de lucha y reconstituido el sentido común de sus actores. Estas disputas 
no tienen que ver solo con las batallas políticas entre la izquierda y la derecha neoliberal sino 
que también atraviesan los gobiernos de izquierda y centro izquierda en la región. En la 
sección siguiente se exploran estas divisiones. 
 
Populistas y social demócratas 
Es en el contexto de las fortalezas y debilidades relativas de las instituciones de la 
democracia representativa, del impacto diferencial de las reformas económicas en las 
poblaciones de cada país y en el juego de relaciones de antagonismos y diferencias con 
relación al antiguo consenso de Washington, que la división entre populistas y social 
demócratas puede ser mejor entendida. Pero antes de analizarlas en más detalle estas 
cuestiones es preciso hacer algunas precisiones sobre el significado de los dos términos. 
Una diferencia crucial entre el populismo y la social democracia es que mientras muchos 
líderes y grupos políticos reivindican su condición de socialdemócratas prácticamente nadie 
acepta la etiqueta de populista. Esto señala la distancia normativa entre los dos conceptos 
pero también la ambigüedad y los equívocos en los usos del populismo. El populismo es un 
concepto discutido teórica y prácticamente. En sus usos prácticos el populismo está 
fuertemente identificado con una tradición histórica latinoamericana: la gran ola populista de 
los años cuarentas, cincuentas y sesentas dominados por líderes tales como Juan Domingo 
Perón, Getúlio Vargas y Víctor Raúl Haya de la Torre y partidos tales como el Justicialismo, 
el Partido Trabalhista, la Alianza Popular Revolucionaria Americana y otros. Como parte de 
esa tradición el populismo quedó identificado con el modelo de desarrollo por substitución 
de importaciones basado en el proteccionismo, el intervencionismo estatal y los acuerdos 
verticales corporativos entre las organizaciones de clase. Mas recientemente y por la 
 10
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atribución indebida de algunos de los efectos de las políticas de substitución de 
importaciones a un marco interpretativo mas general, el populismo ha sido definido en 
términos económicos como sinónimo del manejo irresponsable de la macroeconomía a los 
efectos de lograr beneficios políticos de corto plazo a costa de fracasos económicos a 
mediano y largo plazo.12
Aunque la tradición política es un elemento importante de la identidad populista, el 
populismo trasciende su identificación con un período histórico o una política económica 
determinada. Como tal el populismo es un modo de identificación política disponible a todo 
actor político que opera en una formación discursiva en la cual la noción de la soberanía 
popular y su corolario inevitable, el conflicto entre los poderosos y los excluidos son 
elementos centrales de su imaginario político.13
La construcción discursiva del pueblo excluido reclamando el ejercicio de la soberanía en 
una relación de antagonismo con el status quo (entendido tanto como las ideas y valores 
dominantes como el sistema político) es pues de la esencia del populismo.14
Es importante sin embargo tener en cuenta que la construcción relacional de la frontera 
política entre el pueblo excluido y sus opresores es una operación de naturaleza política que 
tiene poco que ver con categorías sociológicas o económicas. Como tal la identificación 
populista tiene un contenido relacional y no sustantivo en cuanto puede ser articulado a 
elementos ideológicos muy diferentes: la identificación populista puede ser usada por grupos 
de extrema derecha europea para trazar la frontera antagónica entre el pueblo blanco que se 
ve excluido del mercado de trabajo y privado de su identidad cultural y la oleada de 
inmigrantes que amenaza su lugar en la sociedad, por Osama Bin Laden para llamar a los 
pueblos árabes a luchar por su soberanía contra las potencias occidentales que ocupan sus 
territorios y buscan destruir su fe o por Evo Morales para reivindicar la soberanía de base 
étnico-popular del pueblo boliviano oprimido por 500 años de conquista. 
De la propia naturaleza del populismo como el discurso de los excluidos por el orden 
existente se desprende que la condición de emergencia de la identidad populista es una crisis 
 
12 Dornbush, R. and S. Edwards (1991) Macroeconomics of Populism in Latin America Chicago, Chicago 
University Press 
13 Esta es una versión ligeramente modificada de la formulada por Michael Kazin (1995) en su libro The 
Populist Persuasión. An American History, Ithaca and London: Cornell University Press. 
14 Para una discusión mas amplia del concepto de populismo usado aquí ver Ernesto Laclau ((2005) On 
Populist Reason, London: Verso y Francisco Panizza (2005) Populism and the Mirror of Democracy, London: 
Verso. 
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de representación por la cual el sistema político se vuelve incapaz de procesar demandas 
populares y conflictos sociales. Esto nos lleva a la cuestión de la relación entre 
institucionalización política y fracasos del neoliberalismo por un lado, y populismo por el 
otro. 
Es en aquellos sistemas políticos en los cuales las relaciones de representación 
institucionalizadas en los sistemas de partidos han sido históricamente débiles o se han visto 
dislocadas por eventos tales como crisis económicas o la politización de nuevas identidades 
y de conflictos de intereses considerados previamente “no políticos” que se abren los 
mayores espacios para el modo de identificación populista. En estas situaciones el vacío de 
representación es llenado por “outsiders” o pseudo outsiders que redefinen las fronteras del 
sistema político a través del antagonismo entre los excluidos y los poderosos y dan voz a 
actores sociales que no se sienten representados por los partidos dominantes. 
En la América Latina contemporánea este modo de identificación ha tenido mayor vigencia 
relativa en contextos socio-políticos en los cuales las reformas de mercado produjeron crisis 
políticas profundas como en la Argentina y Venezuela, o profundizaron aún más divisiones 
sociales históricas de raíces étnicas, regionales y socio-económicas como en Bolivia. 
En la Argentina Néstor Kirchner llegó a la presidencia en una coyuntura en la cual el 
derrumbe económico del año2002 había producido una reacción popular contra el sistema 
político (“que se vayan todos”). Electo con poco más del 20% de los votos Kirchner 
construyó su identidad política en clave de la tradición nacional popular del peronismo. 
Como tal ha buscado aparecer como el defensor de los intereses nacionales contra el Fondo 
Monetario Internacional, los tenedores de la deuda externa de su país, las empresas 
extranjeras concesionarias de los servicios públicos y otros enemigos internos y externos. 
En Bolivia Evo Morales surgió como un líder que por su origen étnico y socio-económico y 
su condición de dirigente sindical fue visto como ajeno a la elite política dominante. En tal 
carácter Morales ha apelado a las mayorías indígenas y populares con un discurso político 
que identifica los recursos naturales, como la coca el petróleo y el gas natural, con la nación 
explotada y humillada por el gobierno de Estados Unidos, las compañías multinacionales, el 
Fondo Monetario Internacional y el neoliberalismo en colusión con los partidos 
tradicionales. En Venezuela Hugo Chávez se volvió un héroe popular como el líder 
encarcelado del alzamiento militar que buscó derrocar al gobierno de Carlos Andrés Pérez 
que había impuesto un shock neoliberal en contra de sus promesas electorales. En la elección 
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de 1998 cultivó su imagen de outsider haciendo campaña contra la partidocracia corrupta que 
se había apropiado de las rentas petroleras. Sus discursos invocan la soberanía popular 
identificada con la imagen de Simón Bolívar. Como lo expresó en una de sus campañas: “Yo 
declaro que el pueblo es el único verdadero dueño de la soberanía.” “Yo declaro al pueblo 
venezolano como los verdaderos dueños de su historia.”.15 Como presidente Chávez 
continuó construyendo fronteras discursivas entre su persona como encarnación de la 
soberanía popular y sus enemigos, acusando a estos últimos de ‘escuálidos, oligarcas, 
conspiradores y fascistas”.16 La retórica anti-neoliberal y anti-norteamericana ha sido 
central a su discurso político que busca ejercer un liderazgo continental haciendo del 
bolivarianismo el punto nodal de una identidad latinoamericana libre de la dominación 
imperialista. 
En contraste con el populismo que se define en el ámbito formal de los modos de 
representación política y que como tal ha sido históricamente articulado a contenidos 
ideológicos diversos, la social democracia tiene una impronta ideológica substantiva, aunque 
la misma también ha sido contestada y ha sufrido variaciones a través del tiempo. En su 
sentido más amplio y en contraste con la izquierda revolucionaria, la social democracia ha 
sido identificada por su aceptación de la democracia liberal como el ámbito de las luchas de 
poder y de la reforma gradual del sistema capitalista para incorporarle principios igualitarios 
y de justicia social como el terreno de las luchas económicas. Como tradición histórica la 
social democracia ha sido asociada a partidos reformistas de base obrera y a la construcción 
del estado keynesiano de bienestar social en la Europa Occidental. En la década del 90 sin 
embargo estas asociaciones históricas se han visto debilitadas por la crisis del estado de 
bienestar social, la desindustrialización europea y el surgimiento de la Tercera Vía como un 
proyecto de adaptación de la socialdemocracia tradicional a la globalización mediante una 
mayor aceptación de la lógica del mercado como criterio de eficiencia económica y una 
mayor individualización de las identidades en claves de consumo y elección de alternativas 
por sobre sus tradicionales aliados de la clase obrera. 
En el ámbito latinoamericano los gobiernos de Lula da Silva en Brasil, Michelle Bachelet en 
Chile, Tabaré Vázquez en Uruguay y, más recientemente, Alan García en Chile han sido 
identificados con la tradición social democrática. En común con esta tradición los partidos 
 
15 Citado en Panizza, Populism and the Mirror of Democracy p.4. 
16 Buxton, J. (2005) ‘Venezuela’s Contemporary Political Crisis in Historical Perspective’ Bulletin of Latin 
American Research 24, 3. 
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gobernantes tienen lazos históricos con las organizaciones sindicales, aunque la vigencia de 
estos lazos varía considerablemente en los tres casos, entre relaciones estrechas en el caso 
del Frente Amplio Uruguayo a una distancia considerable en el caso del Partido Socialista 
chileno con el PT brasilero en el medio de la escala. Pero estos lazos no basta para 
distinguirlos de las llamadas variantes populistas de la izquierda latinoamericana 
contemporánea: tanto el partido justicialista argentino como el Movimiento al Socialismo 
boliviano tienen fuertes lazos orgánicos con organizaciones sindicales y populares y también 
las tiene aunque de naturaleza diferente el Movimiento V República venezolano. Por otra 
parte y más allá de la adopción por Chávez del llamado socialismo del siglo XXI con 
entonación venezolana todos los gobiernos de izquierda y centro izquierda de la región se 
mueven en distintos matices del espectro reformista. Y tampoco es atribuible a los gobiernos 
populistas radicales contemporáneos de América Latina la acusación de irresponsabilidad 
fiscal que ocasionó los surtos inflacionarios en la época del populismo histórico o, más cerca 
en el tiempo, en la primera administración de Alan García, ahora reconvertido en un social 
demócrata responsable. Efectivamente los llamados gobiernos populistas han mezclado 
políticas económicas que combinan la ortodoxia fiscal con heterodoxia microeconómica. 
Tal vez el contraste entre social demócratas y populistas deba ser buscado no tanto en el 
campo de la ideología sino en el de las variables relacionadas con la fortaleza de las 
instituciones políticas y los efectos de las reformas de mercado sobre las respectivas 
sociedades. En común, el PSCH, el FA y el PT han llegado al gobierno en países en los 
cuales las instituciones políticas (entendidas como tal el estado, el parlamento y los partidos 
políticos) tienen una estabilidad y capacidad relativamente alta de articular relaciones 
sociales complejas en juegos de balances y contrapesos que impiden la concentración de 
poder en el ejecutivo y dificultan la simplificación del campo social en el antagonismo entre 
los excluidos y los poderosos característico del modo de identificación populista.17 
La mayor estabilidad político institucional de estos gobiernos no puede ser separada de la 
también relativamente mayor estabilidad económica alcanzada en los últimos años por las 
economías de estos países y los beneficios que esta conlleva para sectores importantes de sus 
 
17 Soy consciente aquí de las considerables diferencias en la legitimidad y capacidad articulatoria de los 
partidos políticos y del parlamento en los tres países y especialmente de la fragilidad de los partidos políticos 
brasileros comparados con los partidos uruguayos y chilenos y del descrédito de su parlamento, principalmente 
como resultado de los episodios de corrupción de los años recientes. Pero el hecho mismo que los escándalos 
no hayan creado las condiciones de emergencia de nuevas fuerzas o líderes políticos muestra la creciente 
estabilidad del sistema político brasilero mas allá de sus déficits etico-políticos. 
 
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poblaciones. Los partidos de centro izquierda de Chile y Uruguay y Perú llegaron al 
gobierno en un momento de crecimiento económico altamente favorable en sus países y el 
PT brasilero lo hizo en un marco mas desfavorable pero aún así en uno en que el legado 
estabilizador del Plano Real era todavía altamente valorado por sectores importantes del 
electorado. Esto condicionó las estrategias electoralesde los partidos y ha condicionado sus 
políticas económicas una vez llegados al gobierno. 
Electoralmente los partidos de izquierda tendieron naturalmente a apelar a los excluidos y 
perdedores de los procesos de reformas de mercado pero también debieron asegurar a 
quienes tenían bastante más que sus cadenas que perder que sus ganancias relativas 
(estabilidad económica y los beneficios de la retomada del crecimiento) no iban a ser 
afectados. En el caso de las campañas electorales de Tabaré Vázquez en Uruguay y Lula da 
Silva en Brasil esto significó un discurso en que el antagonismo construido por el mensaje de 
cambio del modelo económico neoliberal y rechazo al continuismo era transformado en 
diferencias por mensajes tales como el compromiso de la Carta al Pueblo Brasilero de 
“preservar el superávit fiscal que fuera necesario para impedir que la deuda interna aumente 
y destruya la confianza y la capacidad del gobierno de honrar sus compromisos” o con el 
anuncio de Tabaré Vázquez al comienzo de su campaña electoral del nombramiento del 
moderado Danilo Astori como su futuro ministro de economía. 
Una vez en el gobierno los partidos de la llamada vertiente social democrática han adoptado 
políticas afines al post Consenso de Washington, que intentan combinar la continuidad con 
las políticas pro mercado de las administraciones anteriores con políticas sociales focalizadas 
para paliar sus efectos en los sectores más excluidos de la población. Estas políticas sin 
embargo les han creado divisiones internas y conflictos con sus bases de apoyo tradicionales, 
principalmente en el sector público, marcando también significativas diferencias con las 
políticas tradicionales de la social democracia. 
 
Conclusiones 
El llamado giro a la izquierda de América Latina no puede ser entendido sin analizar los 
cambios producidos en la región por los procesos de democratización y reformas de mercado 
de las últimas décadas. El fracaso de las reformas neoliberales en elevar el nivel de vida de 
los sectores populares y las promesas incumplidas de la democracia constituyen el terreno en 
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el cual la izquierda ha crecido en la región, llegando al gobierno en un número importante de 
países. Pero el análisis de las causas comunes debe ser complementado con el estudio de sus 
impactos diferentes y de la influencia de la historia de cada país en los procesos de cambio 
político. Los grados de consolidación de las instituciones políticas y económicas aparecen 
como las principales variables explicativas de las estrategias de los partidos de izquierda con 
relación a los modos de identificación política y la economía de mercado. 
Existen diferencias importantes en la forma como los diversos gobiernos enfocan el 
desarrollo. Pero los gobiernos de izquierda y de centro izquierda enfrentan demandas 
similares de empleo, educación, salud, vivienda etc. Paradójicamente el alza en los precios 
del petróleo y las materias primas que ha beneficiado a las economías de la región en los 
últimos tres años, ha dado a los gobiernos de izquierda y centro izquierda una mayor 
autonomía financiera frente a las agencias multilaterales, lo cual les permite desviarse de la 
ortodoxia y destinar más recursos a programas sociales. El resurgimiento del nacionalismo 
populista radical ha puesto en cuestión los beneficios de la inversión extranjera en países 
como Bolivia, Venezuela y Argentina, aunque en ninguno de ellos se han cerrado 
completamente las puertas a los inversores externos. En contraste Chile, Perú y Uruguay 
buscan profundizar sus relaciones comerciales con los Estados Unidos para atraer 
inversiones extranjeras y Brasil las atrae por el peso de su mercado interno. Pero el gran 
desafío común a los gobiernos de izquierda y centro izquierda en la región es de crear los 
empleos necesarios para bajar drásticamente el desempleo, el semi empleo y la informalidad 
que son las principales causas de la pobreza y la desigualdad en la región. Para ello necesitan 
tiempo y recursos tanto económicos como políticos. Sean en sus vertientes social 
democrática o populista los gobiernos de izquierda y centro izquierda están embarcados en 
una carrera contra el tiempo para lograr construir la eficiencia económica y la justicia social 
como los cimientos de sociedades mas prósperas y democráticas. 
 
 16
	La nueva América Latina de los años 90
	Del Consenso de Washington al Post-Consenso de Washington
	Populistas y social demócratas
	Conclusiones

Otros materiales