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Resumen Desde sus orígenes, la ciencia política no ha estado exenta de cuestionamientos. Conje- turas existenciales sobre si se podía estudiar científicamente la política ya habían floreci- do aun cuando esta disciplina se encontraba en plena eclosión. En el presente ensayo, se pretende exponer primero un recorrido his- tórico de cómo el estudio de la política pasó a ser científico para después ahondar en las críticas que se le hacen a la politología sobre su carácter de ciencia. Por último, expondre- mos brevemente una alternativa que busca apaciguar el debate expuesto, cohesionando las visiones modernas y posmodernas que se tienen sobre la ciencia. Palabras clave Ciencia política, ciencia, Posmodernidad, mé- todo científico, filosofía política. Abstract From its origins, political science has not been exempt from questioning. Existential conjectures whether political science could be studied scientifically, had already flouris- hed, even though this discipline was right in the middle of its boom. In this essay, it is pretended to explain, firstly, a historical route about how political studies became scienti- fic, and thereafter, to go deeper into the cri- ticisms which is made to the political scien- ce about its real scientific sense and value. Lastly, we will briefly explain an alternative that searches to appease the displayed deba- te by means of linking modern and post-mo- dern visions about science. ¿Se puede estudiar científicamente la política?* Jesús Alfredo Martínez Díaz** * Este texto lo realicé por iniciativa propia para presentar- lo en la primera edición de la revista Red Política. ** Estudiante de séptimo semestre de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad del Norte. Barranquilla, Colom- bia. jesusam@uninorte.edu.co A R T Í C U L O D E D I V U L G A C I Ó N Revista estudiantil del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales 62 Keywords Political science, science, postmodernity, scientific method, political philosophy. Los primeros estudios sobre política se re- montan a siglos anteriores, en los que la exis- tencia de la ciencia todavía era precaria, y los autores de las obras magnas sobre el tema recurrían a métodos ajenos al científico para el desarrollo teleológico de sus obras. Sin em- bargo, aun cuando en los siglos anteriores al XX no existía un estudio científico de la polí- tica, y tampoco el desarrollo de una disciplina dedicada exclusivamente a esto, sí se puede hablar de la existencia de obras y métodos de estudio precursores que sin su influencia, no se hubiera logrado el desarrollo de esta rama del conocimiento. Se puede afirmar que hasta cierto punto de la historia existió un estrecho maridaje en- tre el estudio de la filosofía política y el de la política utilizando el método científico. No en vano algunos de los grandes filósofos de la historia, como Aristóteles o Maquiavelo, fue- ron quienes influenciaron el desarrollo de la aplicación del método científico a los estudios sobre política. Como precursores de la conformación de la ciencia política encontramos a Aristóteles, quien “fue el primero en utilizar el méto- do comparado, al estudiar ciento cincuenta y ocho constituciones griegas. Maquiavelo aportó a la ciencia política el método objetivo desligando los estudios políticos de preocu- paciones morales” (Galvis, 1998, p. 7). A su vez, encontramos a Jean Bodin, quien en su libro La República desarrolla el método de observación aristotélico, y a Montesquieu, quien en su Espíritu de las leyes sistematiza sus observaciones. También existen otros teóricos políticos como John Locke, quien a través del empirismo, y Thomas Hobbes, que con el método more geométrico, utilizaron de manera sistemática aunque no científica, un método estricto, basado el primero, en el conocimiento derivado de la percepción sen- sorial y, el segundo, en el racionalismo car- tesiano de Spinoza cimentado en un método deductivo fundamentado en axiomas. El advenimiento del siglo XIX significó un paso preponderante en el desarrollo de la ciencia política con el auge del positivismo de autores como John Stuart Mill y, principal- mente, Auguste Comte, quien sentó “las bases definitivas del método objetivo y del análisis científico de los fenómenos sociales” (Galvis, 1998, p. 8). Aunque Comte se refería al estudio de la sociedad, es decir, la sociología, de ma- nera similar también en Francia y luego, en Estados Unidos se buscó aplicar más tarde el mismo método científico pero a los fenóme- nos políticos. Al darle el carácter de cientificidad al estu- dio de los fenómenos políticos, primero es pertinente aclarar que cuando hablamos de ciencia, con el término ciencia política hace- mos referencia a un “conjunto de proposicio- nes generales, probabilísticas o de tendencia, comprobables empíricamente, interrelaciona- das, referidas a una misma clase de fenóme- nos” (Lozada y Casas, 2008, p. 30). 63 La ciencia es un método, es decir, un medio a través del cual se obtendrá conocimiento. En el caso de la ciencia política, la ciencia sirve como medio para lograr un fin que es el es- tudio de los fenómenos políticos. Dichos es- tudios pueden ser de explicación, descripción, interpretación, critica (Andrade, 2001) e inclu- so predicción siempre y cuando “los conoci- mientos a los que lleguemos sean sistémicos, generales y objetivos” (Galvis, 1998, p. 1). Por su parte, la política es aquella actividad de la sociedad que busca regular el conflicto social a través de la adopción e implementa- ción de decisiones que son vinculantes. En esa misma línea es: “La actividad social que se propone asegurar por la fuerza, generalmente fundada en un derecho, la seguridad exterior y la concordia interior de una unidad política particular, ga- rantizando el orden en medio de las luchas que nacen de la diversidad y de la divergencia de opiniones y de intereses” (Freund, 1978, pp. 751). Es, principalmente, después de “la Segunda Guerra Mundial que la Ciencia política se abre paso como ciencia meticulosa, parcelable, li- mitada y sometida a todos los rigores del mé- todo científico” (Guzmán, 2008, p. 281). Entre las décadas de 1950 y 1960, con el auge de la revolución conductista que buscaba explicar a través del descubrimiento de leyes por me- dio de la comprobación empírica el comporta- miento político de los individuos, se produce un desarrollo de la ciencia política por medio de diversos enfoques, como el de actor racio- nal, el estructural- funcionalista, el sistémico y el psicosocial que tenían en común el uso del método científico de las ciencias exactas para el estudio de los diversos fenómenos po- líticos y sociales. De esta manera, se creaba una disciplina que basaba su método de estudio en la verifica- ción empírica las técnicas cuantitativas, la ausencia de juicios de valor y que tuvo un vasto crecimiento en institutos y universi- dades de Estados Unidos; pero mucho menos en Europa. En efecto, desde allá surgieron críticas en contra del conductismo por parte de académicos y pensadores que aunque se dedicaban a la filosofía política, se tildaban a sí mismos como estudiosos de la Ciencia po- lítica (Lozada y Casas, 2008). Al preguntarse en su Manual de Ciencia Polí- tica, Fernando Galvis (1998) sobre si se puede estudiar científicamente la política, su res- puesta es afirmativa ya que según él, “los he- chos políticos pueden estudiarse con método en forma objetiva y sistemática, se puede lle- gar a generalizaciones y, es posible, verificar las conclusiones a las que se llegue” (p.6). Víc- tor Alarcón (2010) sigue una línea similar al sostener que las afirmaciones de la ciencia política están “basadas en la construcción de evidencia empírica relevante que permita probar hipótesis propuestas”(p.23) lo que la ha convertido en una “disciplina rígida” (p.23). Dieter Nohlen (2012), por su parte, expone que la intromisión de valores y la subjetividad son parámetros que tienen “su plena legitimidad solo en el contexto del surgimiento de una in- Revista estudiantil del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales 64 vestigación y en el de aplicación de los resul- tados, pero tienen que suprimirse o desapare- cer en el contexto interno de argumentación científica” (pp. 15-16), donde solo valen “el ar- gumento bien probable o bien probado, la teo- ría bien comprobada o refutada por el control empírico o de consistencia teórica” (p. 16). Para que esto sea posible es necesario desprender- se de la “excitación estéril” (Weber, 2008, p. 143) de la realpolitik y abstraer el estudio de la ciencia política a un nivel por encima de la política misma, lo que le permite ser objetivo al científico y tener una visión panorámica de los fenómenos que estudia. Otros autores, como Cuéllar Argote, sostienen que el estudio de la política en la disciplina de la ciencia política no solo es científico, sino que es necesario que lo sea “porque el principio intersubjetivo de la for- ma de construcción del conocimiento político (que siempre es social como relación), parece falible (inexacto); de ahí la necesidad de mo- delarlo, proyectarlo, cuantificarlo y explicar- lo a través de la “verdadera” manera de hacer ciencia, del único modo científico reconocido y válido, es decir, desde el paradigma positi- vista o neopositivista, que en muchas ocasio- nes implica generar “conocimiento a lo Rorty” esto es, pragmático y contrastable” (Caicedo, Ángel y Cuellar, 2015, p. 137). Para Wolfgang Abendroth, la ciencia política debe ser comprendida como una ciencia his- tórica de la sociedad, ya que es dependiente del proceso histórico- social, siendo su objeto de estudio el análisis del poder político (Cami- nal, 2005, p. 25). Otros autores como Caminal Badia (2005) sostienen que cuando la política pasa a con- vertirse en una actividad democrática, se hace necesario la tarea de analizarla de for- ma distinta a través de técnicas estadísticas y el método empírico (p. 23). A su vez, se encuentra la visión comporta- mentista de Easton, que según Pasquino sos- tiene que deben cumplirse ciertos objetivos para que se considere científico el estudio de la política. Primero, se deben “descubrir las regularidades en los comporta- mientos políticos que se presten a ser expre- sadas en generalizaciones o teorías con valor explicativo y predictivo; 2) someterlos a veri- ficación (…); 3) elaborar rigurosas técnicas de observación, recogida, registro e interpreta- ción de datos; 4) proceder a la cuantificación (…); 5) mantener separados los valores de los hechos” (Pasquino, 1995, p. 18); luego realizar una sistematización de los datos obtenidos. De manera similar, para Carlos Guzmán, el ob- jeto de la ciencia política radica en encontrar uniformidades con base en abstracciones es- tipuladas que justifiquen la presencia de rela- ciones causales entre diferentes factores. Di- chas generalizaciones se verificarían con la realidad práctica en el ámbito de un sistema lógico-deductivo; por lo cual, es lógico aprobar el calificativo de ciencia política como una disciplina científica y autónoma que se en- cuentra institucionalizada (Guzmán, 2008). 65 Bulcourf y Cruz Vázquez también siguen la misma idea de considerar que sí se puede es- tudiar la política a través del método científi- co, ya que la ciencia política “pretende arrojar algún tipo de conocimiento específico y siste- mático sobre una porción de la realidad social que define como política, su objeto de estudio” (Bulcourf y Cruz, 2004, p. 256); estudiando así al ser humano y su conducta en relación “al poder y la organización jerárquica de decisión colectiva de una sociedad” (p. 261). Aunque se puede considerar como comple- jo ajustar el estudio de la política al enfoque positivista, se ha concluido que los obstácu- los que padecen los científicos sociales para ejecutar el método científico no son muy dis- tintos de los que suelen tener los científicos naturales (Vallès, 2007). No obstante, para autores como Josep María Vallès y los refe- renciados en los párrafos precedentes sí se puede hablar de un estudio científico de la po- lítica, debido a que los politólogos al analizar y explicar los distintos fenómenos políticos realizan una “descripción objetiva de un he- cho, una explicación sobre sus causas y una confirmación de la misma mediante la repe- tición de experimentos” (Vallès, 2007, p. 62). A estos científicos políticos que “se inclinan más hacia teorías mecánicas abstractas de la política y a los análisis estadísticos de infor- mación numérica” (Phillips, 1997, p. 16) se les denomina conductistas. Sin embargo, existen distintas escuelas de pensamiento y autores que “por razones fi- losóficas, epistemológicas o éticas, no creen sensato pretender un estudio del mundo polí- tico con carácter propiamente científico” (Lo- zada y Casas, 2008, p. 40). Si bien no son muchos los académicos que piensan que es “utópico o imprudente” (Losa- da y Casas, 2008, p. 40) realizar un análisis de los fenómenos políticos a través del método científico, se pueden encontrar unos que sí lo consideran. A este tipo de estudiosos de la po- lítica se les llama interpretativistas y “tienen mayor probabilidad de tratar los aspectos his- tóricos y filosóficos de la política y buscar in- formación detallada no numérica sobre unos cuantos casos” (Phillips, 1997, p. 16), debido a que consideran que “la política es tan comple- ja e implica valores personales básicos que no se debería de intentar concretarla a regu- laridades exactas” (p. 15). Entre los interpretativistas encontramos al fi- lósofo político germano- estadounidense Leo Strauss, quien considera que es inconvenien- te realizar un estudio científico de la política, ya que “deshumaniza al politólogo y lo vuelve moralmente irresponsable, porque le induce a abstenerse de juicios de valor sobre lo que analiza1” (Lozada y Casas, 2008, p. 40), así como mantiene la postura del libre albedrío que tenemos los seres humanos, lo cual impi- de la capacidad de toda ciencia para predecir nuestro comportamiento. 1 Respecto a esto, Pasquino (1995) menciona que ninguno de los estudiosos de la política de la historia “ha sabido o querido nunca (suponiendo que sea posible además de de- seable) mantener cuidadosamente separados el momento descriptivo del prescriptivo, los hechos de los valores (p. 15). Para Vallès (2007)“la delimitación del hecho político no está libre de prejuicios: cuando un investigador social describe un hecho lo hace a partir de determinados sesgos teóricos o incluso éticos” (p. 62). Revista estudiantil del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales 66 Contrariamente a esto, existen otras postu- ras que defienden que aunque no existen en las distintas sociedades unas leyes naturales absolutas que rigen la conducta humana, sí están de acuerdo en que el comportamiento humano sigue un conjunto de patrones o re- gularidades que se pueden estudiar a través de teorías, fórmulas y modelos esquematiza- dos (Colomer, 2009). Sin embargo, Strauss no considera que la ciencia política también se encarga de anali- zar, interpretar, describir, comprender y expli- car los fenómenos políticos del pasado y del presente, no solo del futuro. Tampoco tiene en cuenta que la ciencia política, así como todas las demás ciencias, ya sea que estudien fenó- menos sociales o naturales, tiene la cualidad de que es provisional2. Esto quiere decir que “lo que desde el punto de vista de los cientí- ficos es aceptable hoy, puede, en virtud de nuevos hechos o de nuevas teorías,no serlo mañana” (Lozada y Casas, 2008, p. 28). El hecho de que los planteamientos de una disciplina sean provisionales, y que en el fu- turo se descubra que son erróneos, no le quita el carácter de ciencia a esta, debido a que si fuera así, entonces las ciencias naturales no serían ciencia, ya que se equivocan a menu- do en su capacidad predictiva, como cuando los meteorólogos o climatólogos pronostican el advenimiento de un tornado en tal fecha y no termina sucediendo. Al decir que los pos- 2 No en vano Karl Popper (1980) afirma que no existe un sustento absoluto en el fundamento empírico de la ciencia objetiva, pues esta no se apoya en una roca estable y com- pacta, sino que la estructura de sus teorías se extiende so- bre un terreno pantanoso. tulados científicos son provisionales, esta- mos sosteniendo la idea de que no podemos afirmar que existen verdades absolutas en la perpetuidad del tiempo. Habitualmente, se pueden observar distintos errores en estudios de carácter científico, pero eso no demerita el hecho de que la disciplina como tal deje de ser ciencia. No podemos in- ducir que por el hecho de que un científico se equivoque en sus planteamientos, entonces la disciplina a la que este está adscrito pierde su carácter científico. Sería un razonamiento inductivo erróneo ya que todo estudio cientí- fico no está exento de un margen de error. Strauss toma una posición subjetiva al decir que es erróneo que los politólogos se absten- gan de incluir juicios de valor en sus análisis. Pero aunque el politólogo se “deshumanice” al no utilizar juicios de valor, eso no le quita a su trabajo el carácter científico mientras sea imparcial, objetivo, sistemático y se apoye en la evidencia empírica. El hecho de que Strauss no considere justo no utilizar valoraciones imparciales en los estu- dios sobre política es una posición tan permi- tida como el hecho de que los politólogos no quieran hacer este tipo de valoraciones. Esto termina siendo una diferencia que se da en- tre la filosofía política y la politología y que no demerita a una disciplina ni a la otra. Se le cuestiona a la politología, por el mismo hecho de ser ciencia, su pretensión de univer- salidad; es decir, de que sus postulados sean considerados como leyes universales y apli- 67 cables en cualquier contexto. Según Fernando Galvis (1998) dichas proposiciones “para que se trate de ciencia, se necesita que los conoci- mientos adquiridos los pueda verificar cual- quier persona, en cualquier parte y que sus resultados sean los mismos” (p. 1). La relatividad de los postulados en la ciencia política no solamente está con- dicionada por el tiempo y por los nue- vos hechos y teorías que pueden desvir- tuar las conclusiones pasadas. También está condicionada por el contexto en el que se desarrollan los distintos fenóme- nos políticos. Los diversos hechos políti- cos, las distintas relaciones y juegos de poder entre los diversos actores varían según el contexto y cultura donde se desarrollan. Lo anterior quiere decir, por ejemplo, que un fenómeno político que se da en un país en Oc- cidente puede tener una explicación distinta a un fenómeno similar que se da en oriente. O también, un hecho político en un país con ciertas condiciones económicas favorables se desarrolla de una manera diferente de otro donde las condiciones económicas son preca- rias. Al realizar postulados muy generalizadores y universales, el politólogo corre el riesgo de que con un solo fenómeno político que ocu- rra en cualquier lugar del mundo y que sea contrario a sus planteamientos, su teoría se considere como errónea. Cuando se estudia un hecho político desde una perspectiva científica, se debe ser muy precavido con el contexto y las circunstan- cias donde este se desarrolla, ya que estas son variables que influyen determinante- mente en el desarrollo de la coyuntura, y que no son homogéneas en las distintas socieda- des del mundo. Por esto, es importante el uso del método comparado, que permite extraer conclusiones también científicas sobre fenó- menos más o menos similares en distintos momentos y épocas del espacio - tiempo. A su vez, se ha cuestionado esa pretensión de universalidad de los postulados de la ciencia política, en el sentido en que estos terminan siendo muy abstractos y exiguamente apli- cables a los casos concretos y al entorno que rodea la investigación. En palabras de Sartori (2011) “al privilegiar el enlace teoría - investi- gación y no teoría-práctica, se ha creado una ciencia inútil de la política sin componente de aplicación” (pp. 313 - 314). Esto hace ver al politólogo como poco comprometido con la realidad política de su sociedad y a la ciencia a que se dedica de una manera inaplicable, poco pragmática y escasamente involucrada en la realpolitik. Otra crítica importante que se le hace a la ciencia política es que al ser esta ciencia, sus resultados son considerados como ver- daderos, imparciales y objetivos, y están, por lo tanto, exentos de toda clase de cuestiona- miento. La ciencia no debe ser considerada como un dogma, y menos los postulados de la ciencia política, ya que estos pueden ser utilizados por las distintas autoridades pú- blicas para justificar y blindar sus políticas y su actuación bajo una tecnocracia autorita- ria que, al basarse en unas premisas que son Revista estudiantil del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales 68 consideradas como absolutas, verdaderas y objetivas, entonces no pueden ser objeto de crítica, polémica, controversia y disputa. Debido a esto, es sustancial reconocer que la ciencia además de ser provisional es también pública, ya que “lo que cree haber descubierto un estudioso de los fenómenos políticos, no es reconocido como tal en tanto no sea some- tido al escrutinio de sus colegas en las tareas científicas y legitimado por estos” (Losada y Casas, 2008, p. 28). Con base en esto debe- mos afirmar que todo planteamiento científi- co debe estar abierto a críticas constructivas que permitan fortalecerlo. Además de Strauss, pero por razones dese- mejantes, la escuela marxista y algunos miembros de la neomarxista, de entre las dé- cadas de 1960 y 1970, se mostraron en contra de realizar un estudio científico de los fenó- menos políticos, ya que rechazaban “someter a examen y verificación empírica sus tesis principales” (Losada y Casas, 2008, p. 40). Di- cha divergencia metodológica con las bases epistemológicas de la ciencia política, le dio cierta índole de dogma al marxismo. La escuela crítica de Max Horkheimer, Theo- dor Adorno, Walter Benjamín, y más tarde de Jürgen Habermas, se caracterizó también por el uso de los valores de dicha corriente como fundamento axiomático de la interpretación que se hacía de los fenómenos políticos. Así mismo, se dio espacio para el uso de un len- guaje no comprobable empíricamente que era más augusto con respecto a la filosofía que con el método científico (Losada y Casas, 2008). No todo estudio que se vanaglorie de ser cien- tífico realmente lo es. En ocasiones hasta un mismo científico puede confundir un juicio normativo con una proposición científica, he- cho que llena su obra de matices que podrían considerarse seudocientíficos. Mientras que una proposición científica está cimentada en la evidencia, un juicio normativo se apoya en los valores (Colomer, 2009). Aunque la mayoría de politólogos consideren que sí se puede estudiar científicamente la política, existen otros estudiosos por dentro o fuera de la misma disciplina que no está del todo de acuerdo con ello. Entre las distintas razones que se han deta- llado en este escrito que niegan la aplicación de la ciencia en el estudio de los fenómenos políticos podemos encontrar primeramente la intromisión dejuicios normativos en los estudios politológicos, también la negación de la existencia de leyes universales acerca de los fenómenos políticos, el uso de axiomas en las investigaciones y la menesterosa ca- pacidad para aplicar los postulados a la rea- lidad a los distintos contextos y culturas. La otra mayoridad considera que el comporta- miento humano sigue unos patrones regula- res de comportamiento y que los fenómenos políticos pueden ser analizados y explicados a través de teorías e hipótesis evidenciadas empíricamente de manera objetiva, imparcial y sistematizada. 69 La pregunta que da título a este ensayo tiene una respuesta subjetiva. Hemos visto que hay contestaciones tanto positivas como negati- vas, cada una con sus argumentos. Aunque un politólogo puede afirmar con vehemencia que su disciplina es una ciencia, un filósofo político, como Leo Strauss, puede no tener la misma convicción. Estos debates existencia- les que desde su comienzo atacan las premi- sas vitales de la ciencia política permanece- rán vigentes en un mundo que cada vez más se acoge en los brazos de la posmodernidad. La influencia que la modernidad ha tenido en la ciencia ha sido determinante para el de- sarrollo del behaviorismo, el positivismo y, en general, de la ciencia política. Esta es, en efecto, un producto de la modernidad. Pero los cuestionamientos permanecen, y con el auge postmoderno que se comienza a gestar ya se menciona en escritos académicos una vertiente posmoderna en la ciencia política3. Para los posmodernistas, la ciencia es una disciplina “abierta a la incertidumbre, al di- senso, a lo especulativo, a lo no comprobable empíricamente, a lo cualitativo, a la compren- sión de los fenómenos, a lo subjetivo, a lo va- lorativo, a lo complejo a lo diverso” (Diéguez, 2006, pp. 2 y 3). Lo que se propone en este texto no es el paso de una ciencia política moderna a una pos- moderna, sino una integración de estas, en donde tanto politólogos como filósofos políti- 3 Lozada y Casas (2008) la denomina también como una posición “pos-conductista, pos-empírica o pos-científica” (p. 41). cos y académicos de otras ramas del conoci- miento puedan aportar a un estudio de los fe- nómenos políticos que tenga como principal objetivo no solo la explicación de la realpoli- tik, sino también proporcionar un conjunto de insumos que aporten significativamente al mejoramiento de dicha realidad. A este mari- daje algunos lo llamarían Ciencias Políticas. Para denotar un campo de estudio más abier- to, plural e íntegro, yo lo denominaría Discipli- nas Políticas4. 4 En Gran Bretaña, por ejemplo, se consideraba que Poli- tical Studies “era una denominación más adecuada que la de Political Science porque identificaba con mayor amplitud esta materia (la política) cuya exploración se realizaba de forma interdependiente desde distintas ciencias sociales” (Caminal, 2005, p. 24). Revista estudiantil del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales 70 Referencias bibliográficas Alarcón, V. (2010). Ciencia política. En E. Villarreal, y V. Martínez (Ed.), (Pre) texto para el análisis político. Disciplina, reglas y procesos (pp.23- 48). Ciudad de México: Flacso. México. Andrade, E. (2001). Introducción a la Ciencia Políti- ca. Ciudad de México, México: Oxford Uni- versity Press México. Bulcourf, P. y Cruz, J. (2004). La ciencia política como profesión. POSTData: Revista de re- flexión y análisis político, 10, 255- 304. 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