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Diálogos en Quebec [Françoise Dolto]

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Biblioteca de PSICOLOGIA PROFUNDA 
Algunos títulos publicados: 
20. A. Garma -Psicoanálisis de los sueños 
21. O. Fenichel - Teoría psicoanalítica de 
las neurosis 
22. Marie Langer - Maternidad y sexo 
24. Hanna Segal - Introducción a la obra 
de Melanie Klein 
25. W. R. Bion -Aprendiendo de la expe-
riencia 
29. C. G. Jung - Psicología y simbólica 
del arquetipo 
30. A. Garma - Nuevas aportaciones al 
psicoanálisis de los sueños 
31. Arminda Aberastury - Aportaciones 
al psicoanálisis de niños 
32. A. Garma - El psicoanálisis. Teoría , 
clínica y técnica 
33. R. W. White - El yo y la realidad en la 
teoría psicoanalítica 
35. W. Reich - La función del orgasmo 
36. J. Bleger - Simbiosis y ambigüedad 
37. J. Sandler, Ch. Dare y A. Holder - El 
paciente y el analista 
40. Anna Freud - Normalidad y patología 
en la niñez 
41. A. Garma - El dolor de cabeza. Géne-
sis psicosomática y tratamiento psi-
coanal itico 
42. S. Leciaire y J. D. Nasio - Desenm{ls-
carar lo real. El objeto en psicoanálisis 
43. D. Liberman y D. Maldavsky - Psicoa-
nálisis y semiótica. Sentidos de reali-
dad y categorizaciones estilísticas 
44. l. Berenstein - Familia y enfermedad 
mental 
45. l. Berenstein - El complejo de Edipo. 
Estructura y significación 
46. A. Armando - La vuelta a Freud. Mi-
to y realidad 
4 7. León Grinberg - Teoría de la identifi-
cación 
48. J. Bowlby - El vínculo afectivo 
4 9. J. Bowlby - La separación afectiva 
51. E. H. Rolla - Familia y personalidad 
52. M. Shepard - Fritz Peris. Lo terapia 
guestáltica 
53. León Grinberg (comp.) - Prácticas 
psicoanalíticas comparadas en las neu-
rosis 
54. León Grinberg (comp.)- Prácticas psi-
coanalíticas comparadas en las psicosis 
55. León Grinberg (comp.)- Prácticas psi-
coanalíticas comparadas en niños y 
adolescentes 
Só. l. Berenstein - Psicoanálisis y semióti-
co de los sueños 
57. Anna Freud - Estudia psicoanalíticos 
58. P. L. Assoun - Freud: la filosofía y 
los filósofos 
59. O. Kernberg - La teoría de las relacio-
nes objetales _ 
61. M. Sapir, F. Reverchon, J. J. Prévost 
y otros - La relajación. Su enfoque 
psicoanalítico 
62. W. R. Bion - Seminarios de psicoaná-
lisis 
63. J. Chasseguet-Smirgel - Los caminos 
del anti-Edipo 
64. G. Groddeck - Conferencias psicoana-
líticas para enfermos 
65. M. A. Mattoon - El análisis funguiano 
de los sueños 
66. D. Foulkes - Gramática de los sueños 
67. Anna Freud - El yo y los mecanismos 
de defensa 
68. Heinz Kohut - La restauración del sí-
mismo 
69. W. Reich y otros - Escritos psicoana-
líticos fundamentales 
70. Georges Amado - Del niño al adulio. 
El psicoanálisis y el ser 
71. J ean Guillaumin - Los sueños y el yo. 
Ruptura, continuidad, creación en la 
vida psíquica 
72. l. Berenstein - Psicoanálisis de la es-
tructura familiar 
7 3. M. A. Mauas - Paradojas psicoanalíti-
cas 
74. M. Yampey-Psicoanálisisdelacultura 
76. L. Grinberg - Psicoanálisis. Aspectos 
teóricos y clínicos 
77. D. J. Feldfogel y A. B. Zimerman 
(comps.) - El psiquismo del niño en-
! ermo orgánico 
78. C. G. Jung - Energética psíquica y 
esencia del sueño 
(Continúa en la última página) 
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Franc;oise ·Dolto 
DIALOGOS EN QUEBEC 
SOBRE ADOPCION, PUBERTAD 
Y OTROS TEMAS PSICOANALITICOS 
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Edición realizada con la colaboración 
de ]ean-Fran~ois de Sauverzac 
' PAIDOS Buenos Aires 
Barcelona 
Méxíco 
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Título original: Dialogues québécoís 
Editions du Seuil, París 
© Editions du Seuil, 1987 
ISBN 2-02-009605-6 
Traducción de Irene Agoff 
Cubierta: Gustavo Macri 
Impresión de tapa: Talleres Gráficos JC 
Carlos María Ramírez 2409, Buenos Aires 
1a. edición, 1988 
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina 
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 
·La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéntica 
o modificada, escrita a máquina, por el sistema "multigraph", mimeógrafo, 
impreso, fotocopia, fotodu;>licación, etc., no autorizada ~r los editores, viola 
derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada. 
__/ 
© Copyright de todas las ediciones en castellano by 
Editorial Paidós SAICF 
Defensa 599; Buenos Aires, 
Ediciones Paidós Ibérica S.A. 
Mariano Cubí 92; Barcelona 
Editorial Paidós Mexicana S.A. 
Guanajuato 202; México 
ISBN 950-12-4125-4 
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INDICE 
Agradecimientos ........................................ ~ ................................. . 
1 .. Niños adoptados ............................ ~ ······································· 
2. Psicosis ................................................................................... . 
3. Sexualidad y libido ............................................................... . 
4. Padres delincuentes. Incesto ...................................•............ 
De 
. , , 
5. seo y repet1c1on ................................................................ . 
6. Niños perversos .................................................................... . 
7. El sujeto, no el objeto ............................................................. . 
8. Sobre la pubertad ............................................... : .................. . 
9. Procesos. Tests ....................................................................... . 
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116 
134 
148 
167 
178 
195 
10. El dibujo en psicoanálisis de niños..................................... 226 
Lista de los casos presentados por los participantes ................. . 260 
Lista de los principales casos y ejemplos clínicos de F. Dolto ... 261 
5 
AGRADECIMIENTOS 
Agradezco a Marie-Franc;oise Elkhouri, psicóloga; Gisele 
Laine Ammara, psicóloga; Gaston Brosseau, jefe del Servicio de 
Psicología del Hospital Maisonneuve-Rosemont; Claude 
Desjardins, director general del Hospital Maisonneuve-
Roseniont, y Reginald Deshayes, director del Servicio 
Hospitalario de Maisonneuve-Rosemont, quienes me 
permitieron venir a Quebec y trabajar con ellos en septiembre de 
1983. 
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· En 1983, psicólogos del Hospital de Maisonneuve-Rosemont, 
de Montreal, invitaron a Fran~oise Dolto a un coloquio cuyo 
tema era ... Fran~oise Dolto. 
Fue un acontecimiento de la dimensión de una transferencia. 
Porque además, utilizando una expresión que ella suele emplear 
--con referencia a los niños que se encuentran en la etapa del 
Edipo-, Frarn;oise Dolto, por su lado, "clavó un sello", el del 
psicoanálisis freudiano, en una configuración que podríamos 
llamar "ideológica". · 
En Quebec, efectivamente, la orientación de la psicoterapia 
institucional de niños se enrola con gran frecuencia en la línea de 
un ideal de buenos sentimientos que encuentra su mejor sostén 
en la detección del "objeto malo". Los pertrechos de las figuras 
imaginarias del kleinismo, rebajadas por una psicología de la 
conducta a la función de abrelatas, con fines de evaluación y 
diagnóstico, sumen a muchos terapeutas en la perplejidad. 
Fran~oise Dolto aporta en este aspecto una cartografía 
diferente, la de lo simbólico; y, cosa hasta entonces inusitada en 
Quebec, una ética del sujeto. 
Preciso es señalar que los participantes, psicólogos, 
psicoterapeutas -a menudo no analizados si exceptuamos a 
algunos psicoanalistas-, abogados, trabajadores sociales y 
educadores se ocupan, en una esfera o en otra, de jóvenes 
delincuentes, de niños psicóticos rechazados por la competencia 
psiquiátrica. Así pues, en un sentido estos "psi" son dejados de 
lado, al igual que aquellos de quienes tienen que ocuparse. De 
ahí la considerable demanda desaber dirigida a Fran~oise Dolto 
por un auditorio cuya heterogeneidad nunca borra lo real de los 
interrogantes que lo acucian. Fran~oise Dolto responde a ellos 
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con su escucha. La escucha de lo que ya casi no se oye del deseo 
de un niño en presentaciones de casos donde el legajo jurídico 
da primero la razón a la neurosis de alguno de los padres, al 
imaginario social de una instancia preocupada por la 
preeminencia de la norma. Y si bien la variedad de su auditorio 
la conduce a refrescar los fundamentos de la práctica, Fran\oise 
Dolto brinda el pináculo de su experiencia clínica sin 
preocuparle las diferencias de su público ni con intención 
pedagógica alguna. 
Aquí, la condición de los "psi'~ de institución no difiere 
esencialmente de la de otros, en otros ámbitos. De ahí el valor 
ejemplar de estos diálogos. 
A esta situación se suman, en Quebec, los efectos de una 
solidaridad"' activa, nacional por decirlo así, que hace cierto 
tiempo se convirtió en paracaídas de una ley singular que 
dispensa al psicoterapeuta del secreto profesional y, por tanto, 
de asumir sólo el decir y los fantasmas de su paciente. El tiene la 
obligación de denunciar, llegado el caso, su peligrosidad a los 
servicios de Bienestar Social, a la justicia y aun a la policía. Esta 
delación de inconsciente produce un resultado indiscutible: lo 
deniega, confundiendo fantasma con proyecto; de hecho, hace 
imposible cualquier terapia. Es manifiesto que fos participantes 
esperaban del Otro, en este caso Fran~oise Dolto, que se lo 
significara. Más aun cuando los mismos que enfatizan su 
carácter coactivo admiten no conocer verdaderamente su 
contenido. Como si la ignorancia de una ley fuera la mejor 
garantía de no infringirla o, por el contrario, la seguridad de 
padecerla más. Preciso es añadir que esta ley se enlaza con otra 
disposición: es el juez el que prescribe una psicoterapia en lugar 
. de una colocación, por ejemplo. Estos son los dos cerrojos que en 
Quebec encierran al terapeuta en el espacio institucional, como 
cómplice forzado de la justicia o del asistente social. Condición 
que, a buen seguro, constituye uno de los aspectos cruciales de 
estos diálogos. 
Fran\oise Dolto fue particularmente requerida para responder 
sobre los problemas dé los adolescentes. Ahora bien, como ella 
demuestra a las claras, lo que podría hacer creer que éstos son 
con más frecuencia "terapizados" en Quebec que en otras partes 
.. 
Véase capítulo 6 y págs. 193-194. 
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es efecto de un desplazamiento: la preyención de los trastornos 
de la infancia cede el paso a la atención prestada a los signos de 
delincuencia, a medida que una sociedad se focaliza en lo 
manifiesto, en el comportamiento de los individuos y no en su 
ser. 
·Otra particularidad de este seminario, que lo diferencia de 
cualquier otra obra de Fran~oise Dolto, es que los participantes 
presentan casos en forma pormenorizada; algunos dan ocasión 
incluso a verdaderas sesiones de control con Fran~oise Dolto. 
Todos dan lugar a un diálogo de trabajo. 
Documento excepcional porque Fran~oise Dolto pone en él a 
trabajar su escucha, transformando un caso a partir de un 
significante que ella ha enfatizado o restablecido cuando no se lo 
había mencionado en absoluto. Porque la vemos, en cada caso, 
vertebrar el Edipo del sujeto, dar al síntoma su equilibrio en su 
genealogía. 
Como sabemos, para ella este trabajo no puede seguir 
adelante sin la ética: sostener al niño en su deseo. El deseo "es 
una pasión que no tiene contrario", afirmó Descartes en uno de 
sus buenos momentos. Fran~oise Dolto suscribe esto . a su 
manera, recordando "que no hay negativo para el inconsciente". 
Por ello lo que en un sujeto 1'da frutos", simbólicos o mortíferos, 
escapa a toda consideración moral; el psicoanálisis nada tiene 
que hacer con el Bien, pues su única misión es dar acceso al 
sujeto, en la palabra, al Otro que él es para sí mismo. 
]ean-Fra~ois de Sauvenac 
9 
1. NIÑOS ADOPTADOS 
El Edipo de los niños abandonados - Enraizar al niño en su 
escena primaria - Un mellizo es la placenta del otro - Un robo 
sano - Sobre la colocación - El inconsciente · no es "gentil" -
¿Quién bombea el aire del padre asmático? - La eyaculación 
precoz - La enuresis, prudencia inconsciente del niño varón -
Pago simbólico de una niña de nueve meses - Cuestión prelimi-
nar a toda terapia: "¿Quién sufre?" - Búsqueda de los padres 
biológicos y yo ideal. · 
PARTICIPANTE: A modo de presentación del caso que voy a 
exponer, quisiera recordar esta conocida cita de Freud: "Lo contrario 
del amor no es el odio, sino la indiferencia." 
Se trata de un padre, viudo desde hace cinco años, que consulta por 
su hijo adoptivo, de once años, quien le ha robado una suma relativa-
mente importante, setecientos dólares canadienses. El muchllcho utilizó 
el dinero para comprar un equipo para sus amigos del conjunto de 
béisbol. El padre, llamémoslo señor A., considera al niño como un 
delincuente y desea que lo tomemos en psicoterapia. Aunque traté a 
este niño cerca de un año, no es de él de quien hablaré principalmente, 
sino del padre. 
Después de algunas entrevistas, el hijo tomó conciencia de que el 
robo era tan sólo una forma de castigar a su padre, cuya concubina 
había robado, a los ojos del niño, el lugar de su madre. Ahora bien, pese 
a que su conducta mejoró y a que menguó su interés en continuar una 
relación terapéutica, su padre lo obligaba a venir, haciendo caso omiso 
de su deseo. 
Creo que comprendí, desde el comienzo, que el señor A. se hallaba 
sumido en un estado de desesperación que sólo conseguía superar por 
procuración: su hijo venía a terapia en su lugar. A raíz de la muerte de 
11 
su mujer, el señor A. había caído en una depresión profunda que lo 
había conducido al psicoanálisis. Al cabo de dos años tuvo que 
interrumpirlo debido a una operación en la columna vertebral, pues 
sufría una hernia de disco. El señor A. quedó sumamente irritado con 
su analista, quien no aceptó reservarle su hora salvo que pagara las 
sesiones durante esos meses de ausencia. 
El señor A. me relata todo esto en la primera entrevista, recono-
ciendo que su manera de considerar a su hijo adoptivo le viene de 
problemas afectivos que él mismo ¡xzdece. En particular, ve a su hijo 
"obeso", cuando éste es sólo regordete. En ese momento le aconsejo . 
vivamente reanudar su análisis; no fo hace. Un año después pide verme 
con urgencia: está decidido, quiere colocar a su hijo como sea para no 
verlo nunca más, quiere abandonarlo. Su decisión es irrevocable y, si no 
lo hacemos nosotros, él mismo lo llevará otra vez al Bienestar Social.1 
¿A qué se debe esta resolución implacable y desesperada? 
A esta altura debo proporcionar más elementos sobre la historia del 
señor A. Tiene cuarenta y cinco años. Tiene un hermano mellizo. Al 
nacer, el señor A. pesaba dos libras y su hermano tres. Estaba condena-
do a morir. En cambio, su hermano fue declarado viable. No bien se , 
ponían azules, su madre los colocaba sobre la puerta del horno y, 
cuando llegaban parientes, al mostrarles los niños les dedan que A. iba 
a morir de un día para otro mientras que su hermano cobraba cada vez 
más fuerzas. El señor A. afirma incluso que a su hermano le pusieron el 
nombre que tenían previsto, en tanto que el suyo fue elegido al a7.ar. 
Sin embargo, contra lo esperado, A. sobrevive. A diferencia de su 
hermano, sigue siendo un chico endeble. Están juntos hasta los trece 
años. Luego se produce una ruptura porque A. decide ir al colegio para 
iniciar estudios clásicos; su hermano, en cambio~ opta por una carrera 
científica. A. es tratado entonces de "marica", mientras que su 
hermano pasa a ser un "patotero". La madre desaprueba y denigra 
constantemente todo lo que hace A. Se marcha de su casa a los 
veintitrés años.Pocos años después vuelve con su futura esposa. Su madre no hace 
más que criticar su elección. Se marcha de nuevo y regresa a los tres 
años, con el primer hijo que su mujer y él han adoptado. La madre de 
A. no se cansa de decir: "¡Es terrible, un hijo del pecado!" El señor A. .. 
es, en efecto, estéril, y la pareja adoptó, con dos años de intervalo, dos 
niños varones; ambos tenían. cinco semanas en el momento de la 
1 Bienestar Social es en Quebec el equivalente de la Dirección 
Departamental de Asuntos Sanitarios y Sociales en Francia. 
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adopción. El mayor, jacques, tiene un mediocre rendimiento escolar y 
presenta trastornos de conducta que no tardan en provocar su expul-
sión del colegio. Sin embargo, es muy querido por su padre. En cuanto 
al segundo, Paul, el señor A. hubiese preferido adoptar en su lugar a 
una niña, pero se sometió a la voluntad de su mujer: éste es el niño del 
que hemos hablado; estudia bien y no plantea ningún problema de 
disciplina. 
Quisiera añadir aquí que el hermano mellizo del señor A., de 
robusto que era se volvió francamente obeso. El odio que existe entre los 
dos hermanos sólo es comparable con el que el señor A. siente por su 
segundo hijo adoptivo. Para este hombre su familia ya no existe. Su 
padre murió diez años atrás. En el entierro vio por última vez a su 
madre y a sus hermanos. 
De su esterilidad dice que en el fondo es una bendición, pues él sólo 
hubiera engendrado "niños deficientes y mongólicos". 
Cuatro años después de morir su padre, su mujer muere en pocos 
días de un cáncer de pulmón. Antes de morir le hace saber que querría 
hablar con él. Inquieto, el señor A. acude al hospital y pide al médico 
que inyecte morfina a su mujer antes de que él la vea. Ella entra 
entonces en un coma del que.ya no saldrá. 
Desde ese momento su hija ]acques nunca vuelve a hablar de su 
madre, mientras que Paul, el segundo, hablará de ella con su padre 
todos los días durante tres meses. Seguidamente Paul, de alegre y 
juguetón que era, se vuelve un niño hostil. El padre tiene la impresión 
de que el niño lo hace responsable de la muerte de su madre. La 
concubina del señor A. dejó a éste hace unos meses y, según él, por 
culpa de Paul. 
Este caso me impresiona mucho por su aspecto trágico. Una de las 
preguntas que me ha.go es la siguiente: ¿este hombre que fue investido 
como hijo muerto por su madre no intentará, con el abandono de su 
propio hijo, reconciliarse con ella? ¿No habrá aquí un acto de repara-
ción en el que expulsa de sí al niño muerto para poder estar vivo él 
mismo? Reparación que estaría simbolizada por el rechazo de su hijo 
fuera de la familia. 
Cuando A. volvió a mi consulta, hace algún tiempo, insistió en el 
hecho de que esta vez venía por él. Dice usted con razón, señora Do/to, 
que todo niño debe ser adoptado por sus propios padres. Me parece 
que no sucedió así con este hombre, y que él repitió lo mismo con su 
segundo hijo. 
No es raro encontrar padres que, habiendo adoptado un hijo, unos 
años después declaran que fueron engañados por la entidad de 
13 
adopción, que les entregó una mala mercancía. Al respecto viene a mi 
mente la historia de una mujer que, aunque conseroó consigo al varón 
que había tenido con un hombre de paso, tuvo hacia su hijo una actitud 
de rechazo masivo comparable a la del señor A. A menudo deseó la 
muerte del niño. Y su odio por los hombres es tal que se casó y obligó a 
su marido a efectuarse una vasectomía, para adoptar después dos niñas 
a las que ado~a como si fueran fruto de ella sola. 
Las entrevistas del señor A. con la asistente social con motivo de la 
colocación del niño nos suministran otros detalles interesantes. El 
señor A. se casa en 1959 tras frecuentar a su futura esposa durante un 
año. Como no ha concluido sus estudios, no desea tener hijos en forma 
inmediata. Cuando la situación financiera mejora, la pareja considera 
que ha llegado el momento. Entonces A. se entera de que es estéril. 
Pasan ocho años de matrimonio hasta que la pareja decide adoptar su 
primer hijo varón. 
Ya en esa época el señor A. teme perder su lugar junto a su mujer, 
pero parece adaptarse a esta nueva vida. Consideran al primer hijo 
como un niño brillante, los padres están orgullosos de él aunque, según 
la escala de desarrollo que el propio padre me trajo, se sitúa en la media. 
El segundo, Paul, adaptado dos años después, se anuncia mucho 
más precoz que el primero; según el padre, tiene un cociente intelectual 
de 140. Pero el señor A., frente a este bebé desenvuelto, muy mimado 
por su madre y muy apegado a ella, se siente completamente abandona-
do. Por lo demás, dice que su mujer era "más madre que esposa". 
El señor A. confiesa a la trabajadora social que desde la muerte de 
su mujer le hubiera gustado quedarse solo con su hijo mayor. Habría 
tenido frecuentes fantasías de muerte o accidente respecto de Paul. Y la 
idea de una colocación está presente en él desde hace largo tiempo. 
Incluso no quiere pagar más el colegio de su hijo ni recibir ninguna 
llamada de él. Es un niño muerto. De momento, no se nos ha ocurrido 
renunciar a la colocación de este niño. Contamos no obstante con el 
análisis del señor A. a fin de que, con el tiempo, mire a su hijo de otra 
manera. 
En la segunda entrevista con la trabajadora social, a la que se le 
pidió concurrir con Paul, muestra una actitud dnica, desvaloriz.ante y 
despreciativa hacia su hijo. Su tono es permanentemente colérico. 
Cuando el niño se entera de que su padre ha tomado la firme decisión 
de colocarlo, prorrumpe en lágrimas y le suplica que por lo menos lo 
deje en el colegio, el único lugar donde se siente cómodo, donde tiene 
una familia. 
El señor A. se opone enérgicamente y declara no tener nada más 
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que dar a su hijo por el momento. No se contenta con someterlo a este 
rechazo sino que le asegura que ]acques, su hennano, tampoco lo acepta 
ni desea mantener ningún contacto con él. 
Una de las primeras preguntas que nos hicimos fue la siguiente: 
¿Qué hay en la base de un rechazo tan masivo? ¿Está ligado a la 
imposibilidad de una filiación, porque el padre ve en su hijo a su 
mellizo rival? 
FRAN<;OISE OOLTO: La pregunta que me estuve haciendo 
todo el tiempo es: ¿tuvien:m los mellizos un hermano, nacido 
después de ellos? 
P.: Sí. 
F.D.: El problema está ahí: el nudo de este conflicto no es el 
mellizo del señor A. sino el nacimiento de otro hermano 
después. 
P.: El nunca habló de ese hennanito. 
F.D.: Claro. Si nunca habló, eso es lo problemático. A., ese 
niño débil al que llamándolo "marica" se lo designaba como la 
"niña" en relación con su mellizo, el "macho", cuando estaba en 
el colegio todavía se hallaba enteramente dominado por 
pulsiones receptivas: para él, aprender era "tomar", mientras 
que para su hermano era una cuestión de técnica: se trataba de 
"hacer". La oposición entre ellos era la de lo oral y lo anal. Ahora 
bien, al nacer el menor, evidentemente A. se hallaba aún en la 
lactancia. La llegada de este último niño le impidió 
masculinizarse. Siendo adulto quiso adoptar una niña, así como, 
cuando era pequeño, hubiera querido una hermanita; como 
quizá también lo quería su madre: ahora bien, el nacimiento del 
menor lo obligó demasiado pronto a continuar siendo el mellizo 
del mellizo en vez de ser un mellizo que alcanza su autonomía 
-aunque sea débil comparado con el otro- como puede 
alcanzarla cualquier mellizo, si se lo sabe criar, sobre todo a 
partir de la marcha o a lo sumo en laépoca del Edipo. Para 
quedarse en la escena primaria (que es siempre la base enrique-
cedora del narcisismo), A. permaneció enganchado a su 
hermano mellizo, que era el garante vivo de su escena primaria. 
15 
En su hermano volvía a encontrar al representante de la placenta 
que lo unía a su padre y a su madre. 
P.: Así que el odio que siente por su hermano ... 
F.D.: Es un canibalismo interno. El habría querido estar 
encinta de una hermanita pero, como nació un hermanito, quería 
hacerlo desaparecer. Comerlo primero, y después, por decirlo 
así, cagarlo. Además, este hombre debió de padecer trastornos 
digestivos, porque niega a su hijo Paula la manera digestiva. Lo 
niega por no haber podido incorporarlo, meterlo dentro de sí. Su 
mujer quería a Paul, pero él no podía quererlo. Tras morir su 
mujer no pudo expulsarlo verdaderamente, cagarlo, lo cual 
hubiera aliviado a los dos. Al menos intentó hacerlo mandán-
dolo a terapia y procurando que la continuara. 
En este caso sólo vemos el lado del padre, porque la madre 
está muerta, ¡vaya si está muerta! ¡Una mujer que, no siendo 
estéril, tuvo que adoptar dos niños! Y además, ¿es tan seguro? 
¿Qué historia es ésa de su primer hijo? ¿Qué es lo que necesitaba 
confesar a su marido antes de morir y que él le prohibió decir? 
Porque era él el que no podía decir nada ... Por otra parte, ¿qué 
significa el hecho de que el mayor, Jacques, no volviera a hablar 
de su madre tras su muerte y que invistiera a su padre como 
madre? Como tenía un hermanito, debió de sufrir como su padre 
había sufrido el nacimiento del menor. Lo que sucedió en la 
historia de la madre no lo sabremos nunca, pero Jacques repitió 
la historia del padre -los celos respecto del que lo seguía-, 
invistiendo al padre como tal y como representante de la madre. 
Por eso Jacques quería sin duda también él una hermanita, como 
la había querido el padre. ¿Por qué razón la mujer del señor A. 
se negó a adoptar una niña? 
En la otra historia que por obra de su inconsciente usted 
mezcló con ésta, una mujer hizo esterilizar a su marido para 
asegurarse de tener hijas mujeres sin faltar a la fidelidad; pues 
habría podido tener una hija de otro hombre, si hubiera estado 
segura de que era hombre de tener hijas mujeres. Así pues, esta 
mujer se negó a tener varones, quería niñas para tener la certeza, 
probablemente, de no tener un varón nacido de otra mujer, como 
pudo producirse en su familia. ¿Por qué, por su parte, la mujer 
del señor A., un hombre estéril, se negó a tener una niña? Es 
como si hubiese estado sometida a su marido hasta el punto de 
16 
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ayudarlo a repetir en su fantasma lo que su madre le había 
hecho a él; ella no quería una ~ja, él quería una hermana. Pienso 
que es eso. 
Y creo, de todas maneras, que el problema planteado por 
Paul, el hijo del señor A., este niño de once años, es el de su 
adopción: ya es estupendo que lo hayan criado hasta los once 
años. ¿Y por qué a los once años tendría necesidad de un padre 
que lo ame? Ya a los ocho años un niño puede estar totalmente 
desligado de sus padres. Gracias a una psicoterapia analítica, a 
los tres años puede estar completamente desligado de la 
dependencia de sus padres, si no los tiene: un niño abandonado 
es mucho más fuerte que un niño que tiene a sus padres. El 
cuerpo de estos niños abandonados funciona bien puesto que 
hoy, podemos decirlo así, ya nadie tiene derecho a morir en la 
Casa Cuna; pero en su psiquismo ya no están los elementos de la 
comunicación. A los dieciséis, diecisiete meses, piden una 
familia; pero a los tres años pueden negarse a una familia. 
Necesitan la asistencia de los adultos pero, en su inconsciente, 
tienen una familia interior que es la de su escena primaria; y ése 
es el trabajo de la terapia analítica: dar al niño su familia interior, 
su madre interior, su padre interior. 
Hasta los tres años y desde la edad de dieciocho meses, un 
niño puede automaternarse con tal de que cualquier persona 
maternante le sirva de modelo a introyectar. Como estas 
personas dependen siempre de un jefe, de la directora del 
establecimiento, el niño se encuentra en una situación triangular 
donde el jefe es un representante paternante, garante del 
reglamento, al que la persona maternante está obligada a 
obedecer para ocuparse de este niño: es la ley. Así pues, la 
imagen paternante exterior permite al niño introyectar lo que yo 
llamo el devenir autopaternante, el comportamiento que corres-
ponde tener a tal o cual edad, en tal o cual lugar. 
Usted me dirá: ¡menudo será el problema en la época del 
Edipo! En efecto, pues el Edipo debe hacerse en relación con el 
padre introyectado y por la prohibición del incesto. En ese 
momento estos niños alegan lo falso para saber lo verdadero; 
dirán así a un padre adoptivo: "Eres mi padre ... " No sé si en 
Canadá la situación es la misma -en Francia el caso es fre-
cuente-: los adultos jóvenes y los adolescentes que saben que 
fueron abandonados, que ya no tienen padres (pueden conocer-
los atando cabos), siempre están buscando saber dónde se los 
17 
abandonó, dónde nacieron; y evitan los encuentros amorosos en 
su lugar de nacimiento para evitar un incesto. Si uno de ellos 
desea casarse con una muchacha de su n;Jsma región de origen, 
temerá que sea su hermana; asimismo, las chicas tienen miedo 
de llegar a casarse con su hermano. Por eso estos jóvenes desean 
casarse en una región donde creen no tener ningún riesgo de 
conocer a alguien que les esté prohibido por la interdicción del 
incesto. El Edipo está profundamente inscripto en el ser 
humano; nos damos cuenta con mucha mayor claridad en estos 
casos que en las familias corrientes; realizarlo sería antivida. El 
Edipo debe ser y seguir siendo un fantasma; un fantasma muy 
poderoso, ya que estos jóvenes tienen miedo de encontrar a su 
hermano o hermana en cualquier persona; para poder vivir, este 
fantasma del incesto J de su prohibición es necesario, y en todas 
partes. A estos niños les es difícil tener una amistad casta con 
alguien que podría ser su hermano o su hermana; este problema 
no aparece en absoluto durante el período de latencia sino en la 
época de la pubertad; les resulta muy difícil de soportar. 
Sin embargo, los niños abandonados que tienen la oportu-
nidad de un psicoanálisis son mucho más sólidos que los. otros; 
su terapia es además mucho más fácil que la de los niños que 
tienen a sus padres; porque ellos tienen todo lo que les hace 
falta, sin lo cual estarían muertos. Lo psíquico es la metáfora del 
equilibrio del cuerpo, una metáfora de la comunicación; el 
cuerpo se comunica con el mundo exterior para absorber y 
expulsar lo que le es necesario para mantener su homeostasís: el 
psiquismo funciona igual. Si viven, entonces es que estos niños 
tenían con qué, de lo contrario no hubieran sobrevivido. Desde 
el momento en que lo sabemos y en que les hablamos de su 
deseo en este sentido, progresan de una manera fantástica. 
Supongamos que un niño, Paul, cuyo padre es Pierre, sueña 
con un padre que sería como Jules, un tío o el padre de un 
compañero. "Esto quiere decir que Jules es el modelo que tienes 
dentro de ti, aquel que tienes que llegar a ser. Al menos por 
ahora. Y no te preocupes si dentro de unos meses piensas en ser 
otro hombre. Esto significa que guardas en ti muchas posibili-
dades; y entonces cambiarás de modelo porque habrás encontra-
do algún otro; hasta el día en que, de modelo en modelo, sepas 
que no hay modelo sobre la tierra. De quien tienes que soste-
nerte es de ti mismo, y tú eres aquel que eligió nacer el día en 
que te pusiste en la semilla de vida materna que se había 
18 
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encontrado con la semilla de vida paterna." El psicoanalista no 
puede enraizar al niño sino en su escena primaria, que le da 
fantasmas de aicanzar tal o cual modelo. Si el modelo del que el 
1 niño habla no lo es realmente para él, se vendrá abajo;en 
psicoterapia a veces habla de él como queriendo provocar; a 
veces, al contrario, se trata auténticamente de un modelo. Pero 
con un niño de once años nos movemos por un terreno resba-
ladizo, ya que ese modelo está caduco: "¿Qué esperas todavía de 
ese señor que ya ha hecho mucho por ti? ¿Que te permitió vivir, 
tener una familia, ir a la escuela? Ahora te toca jugar a ti; ¡y hasta 
la vista! Ya no necesitas de este padre." 
P.: Quería recordar que la consulta pedida por el padre de Paul fue 
motivada por un robo para comprar los elementos de béisbol para un 
equipo. 
F.D.: Así es, para una sociedad. 
P.: El niño se compra una familia para crear una sociedad. 
F.D.: En efecto, y esto desde los ocho años. 
P.: Después el padre acaba por robar el lugar del niño en la preocu-
pación del terapeuta. Creo que es la clase de situaciones que nos lleva 
tiempo comprender, cuando hay robo de lugar; en esta historia el robo 
circula por todas partes. ¿Está usted de acuerdo en que formulemos el 
problema así: que la función del terapeuta es prohibir ese robo, decir al 
padre: "Usted no tiene derecho a robar el lugar de su hijo"? 
F.D.: ¡De ninguna manera! Creo que desde el momento en 
que usted prohíbe algo, no puede seguir hablando. No, no se 
trata en absoluto de prohibir. Al contrario: "¿Quién le robó su 
lugar, señor A.?" El hermano menor del que no habla. 
P.: ¿Y que él pone en el lugar de su hermano mellizo? 
F.D.: No, en absoluto. El desplazó sobre su hermano mellizo 
su odio al padre y a la madre, pero sobre todo a la madre. 
Porque para él el hermano mellizo contenía la escena primaria. 
El caso particular de los mellizos es que el otro representa la 
permanencia de la placenta que debería estar enterrada hace 
19 
rato, es decir, reprimida. Ahora bien, la placenta sigue todo el 
tiempo presente. ''Tierra" es también "callar""' ; es lo que no se 
dice. En francés son muy ricos los significantes combinados, los 
homófonos ... Como sucede en muchos mellizos, uno está identi-
ficado con las pulsiones activas y el otro con las pulsiones 
pasivas. Quien dice "pulsiones pasivas" no quiere decir "nada11; 
las pulsiones pasivas no son estériles. Además, sin duda este 
hombre no es estéril; a los noventa años tendrá un hijo. El era 
· estéril, el esperma no está vivo ahora, pero espere, ¡llegará 
seguramente un hijo! ¡Lo formidable en ustedes los hombres 
-tienen suerte ustedes- es que son fecundos hasta después de 
morir! (Risas.) 
Usted estuvo a punto de decir al padre: "No tiene derecho a 
tomar el lugar de su hijo"; ¿pero en nombre de qué? ¡Mientras 
que para él es sagrado rechazar a este niño! (Por sagrado entien-
do lo que toca a la dinámica del sujeto en lo que tiene de más 
esencial.) Y además la madre murió por ello, porque para ella 
también era sagrado amar a este niño y no querer una hija mujer. 
Ella no se quiso mujer; ahora bien, muere en la época en que sus 
hijos se hacen púberes ... Es una pareja en la cual cada uno 
adolecía de infantilismo afectivo; ella, de rebote a su fijación a su 
marido: ella, mujer fecunda que había aceptado adoptar. En fin, 
· ¿qué tenía este hombre de tan seductor para que ella lo amara 
hasta el punto de renunciar a su fecundidad? Era seductor por 
su estado de tensión y de necesidad; por eso ella lo amó. Sin 
embargo, la sexualidad de esta mujer tenía que ser vivida; y se 
vivió sobre ese segundo hijó, Paul, porque él representaba a su 
marido cuando éste era pequeño. Ella amó a ese pequeño 
porque era el segundo, después del "malo". 
En la época de su matrimonio, el señor A. aún debía de 
hablar de su mellizo llamándolo el "malo". Su mujer le tomó la 
palabra. Estaban entonces ei "fuerte" y el "débil". Cuando dos 
niños están separados por no más de dos años, el de más edad 
no pasa verdaderamente por el mayor sino por el "fuerte", en 
relación con el segundo. Así pues, esta mujer defendía al débil 
contra el fuerte, a Paul contra Jacques. 
Ahora bien, el señor A., cuando nace su hermano menor, 
debió aceptar que su madre no tuviera una hija mujer. Esta 
situación se repitió con su esposa: él consintió en que ella no 
"'Terre (tierra) y taire (callar) son términos homófonos. [T.] 
20 
adoptara una niña sino un varón, así como había tenido que 
admitir que su madre tuviera un nenito en lugar de una nena. El 
señor A. se vio a sí mismo en este segundo hijo adoptado, Paul. 
Con este niño recuperó su posición respecto del deseo de su 
propia madre. Es, pues, como si hubiera elegido una mujer que 
tuviera el mismo deseo que su madre, prefiriendo el último al 
grande, o el menor a los mellizos. Si él mismo deseaba una hija 
es porque ésta lo habría librado precisamente de su identifica-
ción femenina. · 
Paul era cabalmente el representante de su .padre adoptivo, 
el señor A. Segundo hijo como él, Paul ocupaba el lugar que 
debió ser el del señor A. si éste hubiera sido amado por su 
madre. Pero el señor A. se encontró con que, al crecer, la madre 
amaba a su hijo por él mismo. Paul pasaba a ser su rival y el de 
su hermano, que así pasó a ser el preferido del señor A. 
El momento dramático de esta historia es aquel en que este 
hombre hace callar a su mujer con la morfina. Quizá lo que ella 
le hubiese dicho entonces lo habría liberado; porque no obstante 
él necesitó hacer una depresión tras la muerte de su mujer. Con 
la morfina lo que él mató no fue su cuerpo; ya lo había matado 
en su fecundidad obligando a su mujer a adoptar niños, pues 
ella habría podido recurrir a la fecundación artificial, por 
ejemplo. En realidad, este hombre no quería ser padre, y esto 
desde el principio, desde la adopción del primero. Este hombre 
está profundamente afectado, y hasta que no comprenda los 
celos que siempre sintió por su hermano menor, no saldrá de 
aprietos; porque en este momento es homosexual con Jacques, 
quien lo toma por "mamá-papá", mientras que el segundo es su 
chivo emisario. 
En cuanto a Paul, no tiene nada que ver con este hermano ni 
con este padre, ¡nada! Entonces, para vivir en sociedad, roba; 
este robo es un gesto sano, patológico para el Estado pero no 
para la ley: además, jurídicamente, el robo familiar no es un 
robo; sólo significa, en este caso, que al sujeto le ha llegado la 
hora de marcharse de esta familia que no le enseña a vivir en 
sociedad. Lo que no impide que, si se roba en familia, se robará 
en todas partes, a los once años. Así pues, es necesario que un 
niño no siga en su familia a partir de este momento. De lo 
contrario va a chocar con deseos de venganza infantiles, en vez 
de hacer morir al pequeño que hay en él y de hacerse cargo de sí 
mismo según las leyes de la sociedad. 
21 
P.: ¿Coincide usted con la necesidad de la colocación en este caso? 
F.D.: Eso depende de lo que el niño le haya dicho. Es él 
quien debe decidir. A los once años no se puede hacer otra cosa 
que estar en otra parte; no se puede depender de otro, así sea de 
los padres. ¿Qué quiere decir "colocado"? ¿Por qué no 
"abandonado"? ¿A la sociedad? ¿A la Asistencia Pública? Creo 
que lo único que hay que hacer es pregunta.rle: "¿Quieres conser-
var el aoellido de tu padre, el apellido de tu familia adoptiva, o 
quieres 
1
elegir otro?" El no es el hijo engendrado de este hombre; 
el que lo recogió y lo apadrinó le permitió vivir cierto tiempo, ya 
es bastante. Un hijo adoptivo que no es introducido en la 
tradición de la familia del padre ni de la madre todavía no está 
adoptado. Un niño sólo es verdaderamente adoptado por dos 
familias adoptantes. Está muy claro; en las adopciones de niños, 
lo que hay que considerar no es a los seudogenitores, sino a los 
padres adoptivos, primer relevo, primeros padres tutelares, no 
por rol, sino de hecho. Los educadores, en cambio, desempeñan 
roles. "Señora, ¿están contentos su padre y su madre de que 
usted adopte? Señor, ¿están de acuerdo su hermano, su 
hermana, con su proyecto de adopción?" Esto es lo que hay que 
preguntar a los padres eventuales, en vez de taladrarlos para 
sabersi están o no maduros para tener un hijo. Lo que cuenta es 
la familia en su conjunto, sus linajes. Un niño es adoptado por 
una familia, no por dos personas. También los padres biológicos 
tienen que adoptar a su hijo, pero cuando no son capaces de ello, 
los que sirven de reievo son sus propios padres. Para un niño 
adoptado la situación es exactamente la misma. La adopción no 
es el reemplazo de la escena primaria por una célula familiar; el 
niño tiene su escena primaria dentro de sí. La adopción es la 
familia que cada uno de los padres da al niño, un lugar en los 
dos linajes, un iugar en lo simbólico. Ahora bien, visiblemente, 
en el caso del que estamos hablando ni uno ni otro de estos hijos 
tiene tradiciones, ni del lado de la madre ni del lado del padre. 
Por lo tanto todavía no están adoptados; fueron criados por 
crianza, pero no tienen educación. La educación son las 
tradiciones que se cruzan, que se casan en un niño, según la 
dialéctica que es propia de él. 
Es preciso que un niño pueda situarse como el tercero de un 
linaje, que tenga un padre al mismo tiempo que la referencia a · 
aquel a quien su padre tomaba por modelo y amaba; de lo 
22 
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contrario, no se educa al niño para que se haga hombre. Asimis-
mo, no se lo educa para saber elegir una mujer si su madre no 
tuvo a su vez una madre por modelo. Esto no implica necesaria-
mente que la madre haya amado a su madre. Pero basta que 
hable de ella para poner puntos de referencia en el tiempo. Lo 
cual significa que no hay que introducir nada de "gentil", sino 
una referencia a partir de la cual el sujeto se construye; ahora 
bien, esta referencia puede hallarse tanto en la vertiente de la 
hostilidad como en una relación positiva; en un ca~ .. y en otro, el 
sujeto es situado en relación con la ley y con el tiempo, en un 
equilibrio social. 
El señor A. siempre está buscando formar dúo con una niña 
o con un varón, busca tener un otro que no sea su mellizo, en el 
sentido de un ser real que habría estado ligado a la misma 
placenta, sino un representante del doble, del referente, del que 
todos necesitamos. "Bueno, Pierre, ¿no es Paul?" como dicen 
todos los niños que se dirigen a su otro; este otro gracias al cual 
uno se siente ser es el camarada preferido, que comienza a 
adquirir valor para el niño de tres años: en el momento de soltar 
a mamá, en el momento en que se la introyecta, se encuentra un 
compañero, generalmente del mismo sexo; sólo después del 
Edipo se convierte en un amigo posible, en un garante: "Se lo 
voy a contar, voy a ver lo que me dice, si está de acuerdo o no"; 
él es el otro que sirve de yo ideal referente. Pero en el caso del 
señor A. no se trata de yo ideal sino de un doble que le es 
necesario para sobrevivir; el señor A. es un hombre herido, que 
no fue capaz de soportar el destete cuando su madre tuvo, 
después de él y de su hermano mellizo, un hijo del mismo sexo 
que él. 
X.: Hace un momento usted dijo que en el fondo el señor A. no 
tenía "nada que hacer con ese hijo". El desplazamiento que hizo el 
terapeuta sobre el padre, ¿no significa que el hijo igualmente no tenía 
nada que hacer con ese padre? 
F.D.: En efecto; esta demanda de terapia tenía dos aspectos: 
un padre que sufría, un hijo que sufría. Era posible ocuparse de 
cada uno de ellos: ¿por qué no? Pero con la condición de 
comprender los procesos propios de cada uno. Ahora bien, esto 
viró a la observación del caso sin que ni siquiera se haya iniciado 
una terapia con el niño. No es una actitud analítica hacer proyec-
23 
dones del tipo: "¡Es terrible, un padre que rechaza a su hijo!" 
Mientras que, a los once años, la separación entre el padre y el 
hijo debió tener lugar desde hacía tres. Esto habría podido 
· producirse, efectivamente, si Paul hubiese podido decir: "Papá 
es insoportable, pero el tío Fulano es formidable". En cambio el 
chico intentó atraer la atención de su padre, imitó al hermano 
mellizo de éste diciéndose: "Bueno, si imito al hermano que 
papá no quiere, al menos habrá una relación entre papá y yo." 
Al comienzo de su exposición usted recordó la frase de Freud 
sobre la indiferencia como IÓ contrario del amor. Pero para este 
hombre no se trata de indiferencia; se trata de un sufrimiento: él 
sufre a este niño2. Este niño le robó algo para el equipo de 
béisbol. En "béisbol" tenemos ''besar"• . Por otra parte, todos los 
juegos de pelota son juegos con el feto, siempre. Por eso no son 
juegos de mujeres. Ellas no necesitan jugar a simular, ellas no se 
lo pasan unas a otras. Mientras que los hombres se pasan los 
niños de las mujeres; y cuando uno de ellos mete la pelota en el 
arco, se queda de lo más contento: "¡Ah, he hecho un niño!" 
Después los jugadores se abrazan, de a cuatro, felices de que uno 
de ellos hava hecho un niño. (Risas.) Es verdad, el inconsciente _, 
que hay en esos juegos está ahí. 
Pero nunca será quitándole la razón a un señor o a una 
señora sobre su modo de comportarse con su hijo como ayudará 
usted al niño; nunca. Esta puede ser función de un pedagogo 
exterior, pues frente a ese objeto parcial para la sociedad que es 
un niño, es preciso tomar una decisión. En el caso presente, hay 
que decir a Paul: "Aquí tienes dos soluciones igualmente malas; 
¿cuál eliges tú?" Porque las soluciones son todas malas, mientras 
no se haya comprendido qué pasa realmente. ''Y a no necesitas de 
tu padre. El día que robaste para hacerte amigos, mostraste que 
eras capaz de vivir en sociedad y que ya no necesitabas de tu 
papá. ¿Qué prefieres: que te coloquen en una pensión o en una 
familia? Que al menos tu padre deje de verte; ya que él se 
engañó al adoptarte y tú te engañaste al adoptarlo. Era un 
engaño de los dos lados, pero finalmente esto les permitió vivir. 
2 Alusión a una expresión de un niño esquizofrénico (véase más 
adelante, pág. 171 ). 
• Juego con la homofonía aproximada entre base, de base-hall 
(béisbol) y baiser, ''besar", pero asimismo término vulgar que designa el 
acto sexual. [T.] 
24 
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Quizá te has engañado al encamarte; de todos modos estás aquí, 
es mejor seguir viviendo." 
Ya lo ve, se trata de tomar al sujeto en su deseo. Lo que no 
) quiere decir que uno seguirá su deseo. De esta manera, el niño 
va a arreglárselas; apoyándose en algo que no es del todo lo que 
él quiere; pero vive, es dinámico, avanza. Ese es nuestro papel: 
sostener la dinámica de un sujeto para que avance en su vida, 
para que llegue más lejos; no se trata de conformarlo; se trata de 
justificar su deseo con palabras y de soportar sus reproches. 
Desde ese momento hará lo que pueda. Pero mientras dependa 
de una tutela, está forz.ado a padecer lo que ella propone, que 
nunca es adecuado a lo que él querría; felizmente además, de lo 
contrario ya no tendría vida, ¡todo se estancará en una depen-
dencia regalona! 
P.: Debo decir que el propio Paul fue a la dirección de su colegio 
para explicar su caso y pedir que le dejaran continuar sus estudios. 
F.D.: En ese sentido se identificaba con su padre, que quería 
estudiar. 
P.: Pero, ya lo subrayé, de todos modos Paul tiene recursps; él 
mismo hizo una elección, a pesar del abandono de la familia. 
F.D.: O quizás, ¡sostenido por ese abandono! Es muy posible 
que dentro de veinte años, si volvemos a ver a estos dos chicos, 
uno no haya dado nada, el mayor, porque el padre se fusionó 
con él; mientras que el segundo, Paul, quizá haya podido salir 
airoso después de este sufrimiento momentáneo, si encuentra 
personas que lo ayuden a hablar de su dificultad, sin tenerle 
lástima. 
P.: Podemos proponer la hipótesis de que Paul aún busca recibir 
algo de su padre. 
F.D.: Seguro; pero nos corresponde a nosotros, a la sociedad, 
decirle: "Se terminó; a la edad que tienes, a ti te toca dar a tu 
padre, no a él. Debes dar a tu padre interior." 
P.: Para poder dar, tendría que haber recibido lo suficiente. No sé si 
recibió lo suficientede ese padre para decir, a los once años: "Ahora, el 
25 
que va a dar soy yo." Una segunda acotación referida al concepto de 
escena primaria que usted mencionó varias veces: en la escena 
primaria, que yo sepa, hay dos participantes. 
F.D.: Tres. 
P.: ¿Tres? Entonces hay uno del que nunca hemos hablado, el padre 
del señor A. 
F.D.: ¡Yo no estoy hablando de la escena primaria del señor 
A.! Hablo de la del hijo, Paul, pues es de él de quien se trata. 
P.: En esta historia tenemos muchos elementos sobre la madre del 
señor A., sobre su hermano mellizo, ¿pero qué hay de su padre? 
F.D.: El señor A. vio por última vez a su familia al morir su 
padre y después nunca más. El señor A. tenía cierta relación con 
el padre, ya que, para un mellizo, el padre es ya un abuelo, 
estando representado el genitor, en este caso, por el engendrado ) 
masculino. El mellizo, sea niña o varón, representa para el otro el 
acto genitor, el recuerdo viviente de la vida uterina. Representa a 
los dos genitores, la escena primaria. El mellizo del señor A. era 
el compañero de la placenta. El mellizo es la placenta, la parte de 
la placenta que siguió viva, ése es el problema de los mellizos. 
P.: Uste_d subrayó el hecho de que el señor A. había reproducido en 
su propia familia el modelo de sus padres. Por lo tanto podemos decir 
que su mujer intentó reparar lo que su madre nunca le había dado; ella 
lo aceptó, lo mimó durante ocho años; están listos para tener hijos; 
ahora bien, él dice que en ese momento perdió a su mujer. Por lo tanto, 
en ningún momento, acepló los esfuerzos que ella hacía por él. 
F.D.: Pero a su mujer él no la había perdido antes de la 
adopción del segundo; nada semejante se había producido con la 
adopción del primero, sobre el cual él se proyecta tanto, 
mientras que, al parecer, por los tests del bebé no había tanto 
motivo; mientras que al segundo, que es más rico, que tiene un 
cociente intelectual de 140, lo mimaba su madre; sólo ahí, ante el 
amor que el señor A. ve que ella siente por este hijo, tiene la 
sensación de haber perdido a su mujer. Para el señor A. fue' 
como el nacimiento de su hermano menor, cuando él mismo era 
26 
j 
pequeño. En cuanto a los ocho años de matrimonio que prece-
dieron a la primera adopción, corresponden a la edad de ocho 
años, edad en que, como cualquier otro niño, el señor A. debió 
separarse de sus padres. 
· X.: Lo llamativo es la reproducción del modelo. En la familia del 
señor A. hay una línea directa entre el mellizo y la madre; en la 
segunda familia, hay también . un lazo directo entre el segundo hijo, 
Paul, y la madre, debido al apego que los unía. Hay por tanto reproduc-
ción sorprendente de un mismo modelo. Mi temor es que si ese proyecto 
de separación, o ese rechazo no es trabajado con Paul, él siga 
reproduciendo este modelo, que se transmitiría a través de las genera-
ciones. Lo cual se induce a preguntar por qué usted no pensó en 
ningún momento en trabajar con el padre y el hijo juntos. 
F.D.: No con un chico de once años. El padre podría seguir 
una terapia por su lado; ¿por qué no, si sufría? El chico, además, 
quería dejar la terapia; lo que para la sociedad significó un 
síntoma, su robo, había expresado su necesidad de insertarse en 
ella gracias a algo que le venía de su familia, y de llegar a ser a 
su turno un adoptante de un grupo exterior: dio dinero para ser 
un padre-madre en el equipo. En ese momento, él firmó por ... 
P.: ¿Cómo llega usted a pensar que a los once años un niño es 
capaz de asumirse? 
F.D.: ¡A fuerza de haberlo visto! Es la experiencia. 
P.: ¿Y cuando son niñOs que vienen de Casas Cuna? 
F.D.: Depende de la manera en que se les hable. De todas 
formas, la palabra que se dirige al sujeto suscita en él la toma en 
consideración de su yo. Lo importante es que el niño sienta que 
no querernos ejercer poder a su respecto, sino que queremos 
ayudarlo a salir de sus dificultades y que necesitamos su colabo-
ración. Hablar es hacer un intercambio con el otro para poder 
tomar un lugar en la sociedad, y ello según las reglas, es decir 
según las castraciones que hay que aceptar. El pequeño Paul es 
un niño que tiene dificultad para aceptar la castración, en 
realidad, desde la muerte de su madre adoptiva, frente a un 
27 
padre tan venido abajo. Esa pérdida debió de ser un momento 
muy difícil para él, que había sido muy amado por su madre. 
Ahora bien, ella murió en el momento en que él se hacía 
deseante físicamente, lo cual, por cierto, la madre no podía 
tolerar. Esto es lo que no se trabajó con el chico, su relación 
arcaica con su madre; ni siquiera sabemos qué edad tenía 
cuando ella murió ... 
P.: Cinco años. 
F.D.: En cuanto a la concubina, evidentemente la quiso. Ella 
robó el lugar de la madre; ahora bien, ¡ahí precisamente la quiso! 
No se trabajó su amor edípico por la concubina del padre. 
P.: Para él, la concubina era una rival ... 
F.D.: ¡Aparentemente! Una rival en la homosexualidad de 
este chico respecto de su padre, en ese momento, puesto que en 
el momento del Edipo la homosexualidad es tan fuerte como la 
heterosexualidad. De todas formas, siempre hay uno de los 
padres que puede hacer de rival... El padre es rival de la madre 
para la heterosexualidad, y la madre es rival del padre para la 
homosexualidad del niño. En ese punto, entre los cinco y los 
ocho años, se vive el Edipo. Ayudado por la palabra, el niño sale 
de él diciéndose, como Paul: "Ellos hacen lo ·que tienen que 
hacer. Todavía necesito de estos padres porque todavía no 
conozco las leyes de la sociedad para entrar en el grupo de 
béisbol, o en un grupo cualquiera. Doy algo a cambio de lo que 
ellos me dan; y hago honor al padre que tengo en mí, que no es 
este padre adoptivo, este padre exterior; hago honor a la madre 
que tengo en mí, 'que no es la concubina de mi padre, la cual es 
una intermediaria entre yo y la sociedad. Es preciso tolerar que 
ellos mismos tengan su deseo, y que lo vivan, pero el mío está 
fuera de la familia". 
A partir de los ocho años el deseo está fuera de la familia, 
cuando es sano. Evidentemente, en muchos queda pegado a la 
familia, con la ambigüedad que producen las neurosis. El 
Decálogo está arraigado en cada ser humano: "Honra a tu padre 
y a tu madre" no significa de ningún modo que haya que 
amarlos, a veces es incluso lo contrario. En el caso presente, para 
honrar a su padre, el hijo no debe amarlo en absoluto. Además 
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:?aul, ¿a quién ama en este hombre? Ama a aquel que ama al 
otro, Jacques, el hermano. Ahora bien, el señor A. ama a Jacques 
no como un padre sino como una madre no destetada de su hijo; 
por lo tanto, Paul ama en su padre a aquel que ama a su 
hermano, como su propia madre adoptiva lo amaba cuando era 
pequeño. Este niño tiene que salir de este atolladero, de lo 
contrario se expone, al hacerse hombre, a "terminar mal". 
• • • 
P.: Quisiera hablarle del caso de un niño enurético en el que los 
padres observan tres problemas principales: busca exacerbadamente 
llamar la atención, muestra intolerancia respecto de las figuras de 
autoridad, ejerce una fuerte manipulación sobre los demás para 
procurarse todo lo que desea. Supe, mucho después, que hasta los cinco 
años la enuresis diurna era abundante. Desde el comienzo de la terapia 
de la pareja la enuresis nocturna disminuyó mucho; pasó de cinco veces 
por semana a dos veces por quincena. Su intolerancia a las frustra-
ciones iba acompañada de pasos al acto, fenómeno que no parece haber 
alterado a los padres. Estos niegan que el niño esté celoso del benjamín, 
aunque reconocen que ambos chicos riñen constantemente. En cuanto 
al padre, la madre y su vida conyugal, lo que sé es lo siguiente: 
El padre, Dominique, vivió sucesivamente en tres hogares sustitu-
tos, desde su nacimiento hasta los tres años. En ese momento es adopta-
do por padres de cuarenta y tres años, casados desde hace cincoy que 
no tienen hijos. La madre es tuberculosa. Menos de dos años después, 
adoptan otro hijo varón. Cuando Dominique tiene seis, siete años, la 
madre sufre una hemiplejía. Como él es más turbulento que el segundo 
hijo adoptivo, lo mandan al orfanato. Hace una y mil barrabasadas para 
volver a casa de sus padres adoptivos, y lo consigue. Su relación con el 
padre se caracteriza entonces por una gran rivalidad. El padre acusa a 
la madre de prestar demasiada atención a Dominique, que aún hoy 
recuerda frases que el padre decía a la madre: "Es el tuyo"; "¡O gano 
yo, o nos divorciamos!" Ahora bien, éstas son las m·ismas palabras que 
Dominique profiere hoy respecto de su hijo Louis, ese chico enurético de 
once años. Dominique había vivido la relación con su propio padre 
como tiránica. A los trece años es enviado al orfanato a causa de estos 
conflictos. Allí tiene una relación homosexual. Cuenta entonces esta 
experiencia a su padre quien de tirano que era, se transforma en figura 
protectora. Dominique retorna al domicilio familiar. Después los 
29 
1 
conflictos disminuyeron, pero Dominique reconoce que siempre tuvo 
una relación privilegiada con su madre. 
]udith, su mujer, procede de una familia de doce hijos, de los que 
sobrevivieron diez. Prefería su padre a su madre. Dice: "Mi madre no 
era yo, yo no era ella. Mi padre es la vida; mi madre, el razonamiento". 
Habla de su aguda rivalidad con la madre. En los últimos embarazos de 
ésta, ]udith ansiaba que diera a luz fuera del hogar para quedarse sola 
con su padre. A los siete, ocho años, se conducía como una adulta. 
Recuerda que limpiaba la casa, trataba de preparar las comidas. Hacia 
los seis, siete años, le gustaba estar con su padre en la cama de éste. Sin 
embargo no había juegos sexuales entre ellos. 
Hacia los veinte años, ]udith conoce a Dominique. Su padre se 
muestra muy celoso: "Quieres más a Dominique que a mí", le dice. 
Dominique y ]udith se casan a los veintitrés años. Después Judith 
cae en una depresión. Dice, en particular: "No sabía quién era. Toda mi 
vida viví como una muchacha-niña". Tres años después, los vínculos 
entre ella y su familia se rompen porque ha osado albergar a una de sus 
hermanas, a espaldas del padre. Pasados otros catorce años, no hubo 
reconciliación entre ellos. Cuando se produce esta ruptura con su 
familia, es decir, tres años después de casarse, la joven desea tener hijos. 
Dominique accede a esta demanda, sobre todo para alcanzar la imagen · 
social del hombre casado. 
El quería una niña, mientras que a ella le daba más seguridad la 
idea de tener un varón. Ahora bien, durante su embarazo, f udith 
padece una gran angustia, tiene miedo al parto. Los cursos prenatales 
la tranquiliz.an. Tras nacer el niño, Dominique y ]udith comprueban 
hasta qué punto divergen sus ' métodos educativos. Dominique es un 
hombre disciplinado, f udith trata de responder a las necesidades del 
niño. Dominique reacciona enérgicamente contra la dependencia de la 
madre respecto de los recién nacidos. Louis ocupa cada vez más espacio 
y el padre se borra. 
Al nacer el seF-undo hijo, Dominique se encuentra, pues, con un 
segundo varón, siendo que él deseaba una niña. Sufre entonces una 
depresión con resurgimiento de problemas psicosomáticos, crisis 
asmáticas. 
Cuando recibo a ambos por primera vez, los esposos se comunican 
pero se inclinan a hacerse reproches; la entrevista está marcada, pues, 
por la agresividad. Dominique se ha retraído de la vida de pareja y de la 
vida de familia. Con frecuencia está ausente de la casa. Cuando sus 
amigos vienen a visitarlo, baja al subsuelo con ellos, dejando a su 
esposa sola con los niños. Al inicio de la entrevista declara no amar a 
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su esposa, sin buscar por ello otras relaciones. Idealiza a las mujeres 
desconocidas, no encuentra ninguna cualidad particular en su esposa 
salvo que es una buena madre. · 
Este hombre está muy preocupado por la cuestión de sus orígenes. 
Habla de su falta de raíces y de su deseo de reencontrarse con su madre. 
Cabe añadir que cuando no alcanza los criterios de perfección que posee 
0 cuando se ve tocado en su propia estima, llega a expresarse verbal-
mente con violencia. Incluso llega a tomarla con los objetos. 
Por lo que respecta a ]udith, comprueba que no ha resuelto sus 
conflictos. Muestra una actitud voluntaria frente a esta situación y 
espera que algo pase. Dedica todo su tiempo libre a los niños. 
En las entrevistas con la familia, Louis quiere captar la atención; 
grita, cambia los temas de discusión, provoca constantemente a su 
hermanito. Cuando su padre toma la palabra, reacciona con violencia. 
Por su lado, los padres dirigen a los dos chicos numerosos dobles 
mensajes3. 
Quisiera plantear tres cuestiones principales. Primero, ¿cuáles son 
las dificultades parentales con que chocan personas que tienen una 
vivencia carenciada, es decir que, siendo niños, cambiaron varias veces 
de hogar durante sus tres primeros años de vida? ¿Cree usted que un 
hombre que ha sufrido tanta carencia afectiva en su tierna edad puede 
desempeñar un día confortablemente su papel de padre? Al nacer el 
segundo hijo, Dominique tuvo una depresión y una crisis de asma. ¿No 
cree usted que así daba pruebas de una dificultad para ser padre? ¿Era 
una manera de entrar en rivalidad con sus hijos para solicitar a su 
mujer la atención de una madre? 
Voy a mi segunda pregunta. Durante las entrevistas, el padre 
expresó el deseo de reencontrarse con su madre biológica. Ahora bien, 
desde diciembre de 1982 la ley 89 del Canadá no permite esa búsqueda 
ni esos reencuentros más que en los 11 casos de coincidencia" I es decir si 
el padre y el niño han hecho los dos la petición, cada uno por su lado. 
¿Cree usted que para recobrar el orgullo de estar en el mundo es 
necesario reencontrarse con los padres de origen? ¿Es esto aconsejable 
cuando un sujeto no conoce nada de sus orígenes? ¿Cree que lo 
ayudará a resolver algunos de sus problemas? 
Y aquí va mi tercera pregunta: la enuresis de Louis disminuyó 
considerablemente cuando hicimos con los padres terapia de pareja 
(cabe observar que nunca nos ocupamos directamente de ese síntoma); 
3 Referencia a la "doble coacción" de Bateson. 
31 
·qué vinculo podemos establecer entre el retraimiento del padre respec-
fo de la vida familiar y el síntoma de enuresis en el niño? 
F.D.: Como usted ha señalado, el cambio de familia sustituta 
en los tres primeros años produjo cada vez un duelo en el niño, 
todavía más difícil de soportar si no le fue verbalizado. En el 
caso presente, varios de ustedes defienden el punto de vista del 
Bienestar Social, muy diferente del punto de vista psicoanalítico. 
El Bienestar Social pretende ayudar a ese objeto parcial para la 
sociedad que es un niño pequeño, el cual no puede, aun siendo 
un sujeto, manifestar su deseo de otro modo que sufriendo. Esto 
es lo que pasa cuando un niño cambia de familia o cuando no se 
encuentra bien en una familia. Se produce una disfunción 
vegetativa. En estos casos el niño tiene diarrea o algún otro 
síntoma. Entonces lo internan en el hospital. Luego, al salir, 
como los padres sustitutos han recibido entre tanto otro niño, ya 
no tienen lugar para él. Pero ignoro por qué motivo, en este país, 
cambian a un niño que estaba en un hogar de crianza, es decir 
que lo mantenía el Estado. ¿Por qué durante sus tres primeros 
años lo cambiaron de familia tres veces, antes de que fuese 
adoptado? 
P.: Lo que él dice es que recuerda haber sido muy turbulento, 
agresivo, hacia los tres años, y que él mismo provocaba la ruptura. 
F.O.: A esa edad no caben dudas, pero ¿antes? Parecería que 
en el momento de las dos castraciones fue rechazado tres veces 
por las familias, como si el destete lo hubiera excluido, en todo, 
del cuerpo a cuerpo; como si el ponersede pie, la adquisición de 
la motricidad autónoma hubiese dispensado a los padres de 
toda ayuda a su·respecto. El comienzo del Edipo debió de haber 
producido los mismos efectos; desligados los padres de sus 
responsabilidades para con Dorninique, éste se encontró pro-
bablemente cada vez más solo, en vez de ser parte integrante de 
la familia, por el lenguaje y gracias al afecto. 
Creo que esto es típico de los niños a quienes no se les ha 
contado lo que sucedió cuando ellos tenían unos pocos meses. 
No se les dijo que su madre los entregó y que no intentó volver-
los a ver. Si no se conoce la razón del abandono, hay que deciries 
que se la ignora, pero es preciso hablarles de su historia. El no 
decir nada predispone a la psicosis. Dornínique parece tener un 
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enclave psicótico, porque con la segunda familia sustituta fue 
obligado a reiniciar todo su trabajo ~e estru~turación; después, 
con la tercera familia, de nuevo se vio forzado a empezar todo 
desde cero. ¿Vio usted a los abuelos de Louis? Es la misma 
situación que en el caso precedente: puesto que Dominíque tuvo 
padres adoptivos, su hijo tiene abuelos paternos. Ahora bien, 
usted no los menciona. Los abuelos de un niño cuyo padre fue 
adoptado tienen una enorme importancia para él; porque son 
ellos los que pueden decir a su nieto: "Tu padre era de tal 
manera a tal edad, cuando lo conocimos". 
¿Supo Louis de entrada que su padre era un hijo adoptado? 
No. El padre no está tan interesado en hablar de sus orígenes. 
Sin embargo, esto es lo que Louis busca; su origen. La enuresis 
siempre viene de ahí, incluso en los niños que tienen a sus 
padres; es la pregunta: "¿Para qué sirve el pene?" La enuresis del 
varón es muy particular, puesto que es la interrupción de la 
erección por la micción durante el sueño, y no de día: el chico no 
se hace pipí en el calzón, sino sólo en la cama, cuando duerme. 
Por lo común, después de tres años el ser humano no hace estas 
regresiones. Ahora bien, tres años es la edad de saber que el 
coito inicial de la vida .!S asunto de padre, es decir, asunto de 
varón; y que el nacimiE"lto de un niño no es sólo asunto de una 
madre, es del padre, gracias al funcionamiento eréctil de la 
verga, que con ello resulta ennoblecida a los ojos del niño. Pero 
entre los veintiocho y los treinta meses el chico ya no puede 
orinar en erección; esto se produce o bien de un día para el otro 
-o bien en dos o tres días o en ocho, diez días. Es así y -lo verá 
usted en los niños que conoce-- siempre hay una vez en que se 
exhiben en ese momento, en que se muestran a los invitados: 
muestran su sexo porque buscan una explicación: o bien signifi-
can mediante un cuestionamiento no verbal que quieren saber 
por qué hay ahí algo que los inquieta. Entonces, desgraciada-
mente, muchas madres, no conociendo todo lo que concierne al 
desarrollo de su hijo, le dicen: "Ve a hacer pipí." ¡Pero para los 
niños las mamás lo saben todo! Entonces se disponen a hacer 
pipí, pero, como están en erección, ¡no pueden! En este momento 
existe el riesgo de que intenten forzar el veru montanum, órgano 
que se desarrolla hacia los veintiocho a treinta meses. La laringe 
del varón cambia en la pubertad como su aparato genital cambia 
hacia los veintiocho o treinta meses, haciendo imposible la 
micción durante la erección. Entonces hay que explicarle: 
33 
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''Tienes un pitito", cuando la verga está fofa, y 11tienes un sexo, 
qu~ honra al hombre", cuando está en erección. Esto le basta; y 
después él hace otra pregunta y, de pregunta en pregunta, 
aprende que son los hombres los que les hacen los niños a las 
mujeres, y no a la inversa. Comprende que si un hombre no le 
hace un niño a una mujer, ella no lo tendrá. ¡Hasta ahí, los niños 
varones creen que la fálica es la mujer, en todo! En el cuerpo, en 
la afectividad, en el gobierno del hogar. Por el contrario, verá 
usted muy pocos niños enuréticos en las familias donde el 
marido le pega a su mujer. En esos hogares los niños no son 
enuréticos, están muy orgullosos de papá. Después habrá gresca, 
pero cuando son pequeños encuentran que su padre es un 
hombre que está a la altura de su condición; porque para ellos, si 
están en erección es para pegar.; ¡entonces el que pega es un 
verdadero papá! Comprenden por qué están en erección. Esto 
nos permite comprenderlo el psicoanáiisis. 
Entonces, ¿sufre Louis a causa de su pipí en la cama? Si 
sufre, es a él a quien hay que atender efectivamente. Pero ¿por 
qué razón aceptó este niño verse con usted? 
P.: Al principio me dije que, como los padres no formaban una 
pareja, era importante comenzar trabajando con ellos. 
F.D.: ¿Por qué no? Al principio, pero ¿y después? ¿Y por qué 
aceptó Louis? ¿Qué lo motivaba a él? ... Sigue motivado, ya que 
actualmente está en terapia. 
P.: Al principio yo lo sentía ambivalente; ahora lo siento muy 
próximo. Lo que él dice es que su padre no está bastante presente; que 
no le presta la atención que él desea, y yo siento en él un enorme deseo 
de acercarse a su padre. 
F.D.: Bueno. Voy a responder a sus preguntas. En primer 
lugar, respecto de las carencias de la infancia. ¿Qué significan las 
crisis de asma del padre sino, probablemente, que el segundo 
hijo varón le succiona el aire? Pero no de&."llbriremos por qué el 
segundo hijo varón y no el primero si no le hacemos esta 
pregunta: "¿No será que en. una de sus familias sustitutas lo 
excluyeron a causa de un hermano que le succionaba el aire?" 
Un hermano legítimo del hogar de crianza quizá; o bien puede 
tratarse de un hermano que habría llegado al hogar adoptivo 
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d de él ya estaba, ¡pues en la familia que lo adoptó a los tres 
?n no creeremos que él tenía tres años! El tenía tres años de 
anos, , . . ·d · · 1 edad civil, pero retomo su ex1stenc1a, su v1 a ps1qmca por o 
nos nueve meses antes de nacer; eso depende de la madre 
me t' t ·- s· adoptiva y del mom~nto en .~ue. proy~ o ener u1~ ru~o. _1 una adre adoptiva no dice al runo mmed1atamente: ¡Que fehz me 
n:'ento -puesto que tu madre biológica no pudo hacerlo- de 
:~cargarme de tu crianza! ¡Qué feliz la haría a ella verte criado 
así!", si no le da con palabras su madre de nacimiento, no le da 
su edad, sus tres años. Ella le da menos nueve meses. Ella lo pare, 
proyectando sobre él el fantasma de un hijo con menos nueve 
meses. 
El padre también, quizá, proyecta de la misma manera. No 
se sabe cuál de los dos adopta a su hijo, qué cumpleaños le 
celebran; hay padres adoptivos que celebran los dos aniversa-
rios: el de la fecha de nacimiento del niño y el de la fecha de su 
adopción. Es formidable; en este caso no hay necesidad de 
análisis pues los padres permiten a este hijo tener su aniversario 
de familia genitora y su aniversario de familia adoptiva. Le dan, 
pues, sus dos raíces, la raíz biológica y la raíz simbólica~ Es 
evidente que un niño que a los once años todavía se hace pipí en 
la cama es un niño que, cuando duerme, tiene menos de tres 
años. Como usted sabe, en el curso de un análisis puede 
producirse una micción nocturna cuando se están analizando los 
estadios más precoces. Es el signo de que no todas las pulsiones 
del niño habían sido sublimadas en aquella época y que al 
provocar el retomo de lo reprimido se liberan pulsiones ante-
riores a la edad de tres años, que necesitan vivirse en la transfe-
rencia con el analista. Todo es psicosomático, la salud y los 
trastornos; hay trastornos que se producen debido a un 
desajuste entre la edad civil y la edad fisiológica, debido a una 
relación que se fijó más acá del momento en que uno sabe que es 
varón o niña; por lo tanto, antes de saber si, en el porvenir de la 
fecundidad, uno se ve mujer o se ve hombre. 
La situación se complicó evidentemente por el hecho de que 
este hombre que tiene un nombre doble, Dominique•, se casó 
con Judith. ¡Combinan muy bien! Judith evoca la imagende una 
mujer voluntariosa y temible, eventualmente asesina. Es un 
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Dominique es nombre de mujer tanto como de varón. [T.] 
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. , . ue encama la ambigüedad de los valores 
personaje mitico q ·e de ''Pasionaria" política. Se trata de la 
. s· una espec1 
femenino ' 1 asesinato del otro. "Dominique" no es ' . . dad que llega a 
:.emmei biguo, puesto que cuando se oye pronunciar este 
menos am . . d , d . -
mb 
se requiere precrsar s1 es e un varon o e una n1na. 
no re - D . . b' . . Hasta los tres anos, orruruque no sa ia s1 convertirse en 
ngendrador era ser hombre o ser mujer; como todo niño, 
:demás. Y por eso -repito- hay que decir a los varones que 
aunque las mujeres parezcan omnipotentes para tener hijos, si 
no se los da el padre no los tendrán nunca. Y si no viene de este 
padre vendrá de otro (aun cuando se trate de fecundación artifi-
cial). Hay que decirle al niño que el germen de esa fecundidad 
está contenido en las dos bolsas que hay debajo de la verga. 
"¡Quédate tranquilo, soltará el jugo de nuevo cuando tengas 
once, doce años!" Pero la característica de ''soltar jugo" apuntan-
do, es la característica masculina, que se ve afectada en profun-
didad en el niño varón en la época en que se hace imposible una 
micción simultánea en la erección. Lo que es propio del placer 
urogenital del varón cuando es pequeño, el orgullo de su libido, 
hasta el día en que la. micción resulta imposible en estado de 
erección, pasa a ser entonces un problema grave para él: "¿Qué 
quiere decir esto?"; y sobre todo cuando obedecer a mamá 
obliga al niño a forzar el veru montanum, cosa que puede afectar 
al niño fisiológicamente. En general el efecto de la represión, a lo 
largo del día, del interés erótico por el objeto sexual que es el 
pene, se manifiesta durante la noche: el "sí" a la erección es un 
"sí-no". Hay que orinar rápido antes de que la erección sea 
firme; para permanecer en estado' de 5emierección. 
Es posible que el problema del matrimonio Dominique-
Judith sea éste: que ella sea frígida porque él sufre de eyacula-
ción precoz. Es un síntoma del que un hombre sufre con su 
mujer legítima y no con una mujer que no es su esposa. Conocí 
un médico rural -hoy tendría ciento veinte años- que me 
hablaba de su experiencia (fue en Normandía). Era interesante, 
porque había visto aparecer este fenómeno de eyaculación 
precoz en su clientela después de la guerra del 14; mientras que 
antes no había visto en su práctica ni rastros de ella, por decirlo 
así. Y como se interrogó sobre eso, se las arregló muy bien para 
devolver su potencia a los hombres jóvenes que la perdían al 
casarse. "¡Te atrevías a mucho, tú, con tu novia! -Sí. Pero 
después ya no pude". 
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~ 1 ·~r:r1•r ? · ----~ 
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Como todos esos médicos rurales, preguntaba entonces a 
sus pacientes: /1 ¿Pe~o qué sucede en el momento ~ulminante?" 
una vez, por eJemplo, uno de ellos le contesto: 
-Vea usted, en ese momento se cae el cuadro de mi 
madre ... ¡cae sobre mi verga! (Risas.) 
-¿Y dónde está el retrato de tu madre? 
-Pues, encima de la cama. 
- ·Muy bien, entonces cambia de sitio el retrato de tu madre! 
En su lugar pon el de tu padre; ¡así, él te envidiará! 
Su paciente lanzó una carcajada formidable y el síntoma 
desapareció. La cosa terminó así. Sin saberlo, este médico decía 
cosas que influían en el Edipo de sus pacientes. A otro le 
preguntaba: 
"¿Qué cambió desde la época en que era tu novia? 
·-Bueno, ¡que es mi mujer! ¿Qué podría haber cambiado?" 
El hombre no daba con nada; después agregó: 
"Bueno, es que se llama señora de Martin, porque estamos 
casados. 
-¿Y cómo se llama tu madre? 
-¡Ah, sí, se llamaba señora de Martin! 
-Pues bien, ¡tú no coges a tu madre, coges a tu mujer! Ella 
se llama Julie, no Adele ... " 
Tenía así entrevistas que permitían superar el Edipo o la 
prohibición uretral de satisfacer a la madre, haciendo posible el 
devenir genital. 
Este es el trabajo que hay que hacer frente a la enuresis para 
permitir el desarrollo de la maduración y el orgullo de la 
erección. Pues el orgullo de un chico de treinta meses termina de 
un día para otro, puesto que ya no puede lanzar un chorro que 
se le aparezca como la prolongación de su verga en erección. 
P.: ¿Y a qué se debe que este fenómeno de eyaculación precoz se 
haya manifestado precisamente después de 1914? 
F.D.: Según este médico, porque los chicos habían vivido un 
período sin padre y a raíz de esto habían ganado mucha autori-
dad; las mujeres, las madres, también; durante la guerra, 
muchos administraban la granja o la pequeña empresa; así que 
el regreso de los hombres fue un problema, pues ellas ya no eran 
las mismas. Y los chicos habían tomado como modelo de virili-
dad a las mujeres, a las madres. 
37 
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Yo pude observar los efectos de la guerra del 39. Existió la 
"guerra fantasma"•, dramática para los parisienses pero no para 
los pobladores del campo. Las escuelas de París se cerraron de 
un día para el otro: todos los niños fueron evacuados, junto con 
sus maestras, a los pueblos de la periferia, a treinta y hasta cien 
kilómetros de la capital. Se los alojaba en los salones del 
ayuntamiento. 
Podría hablar de los efectos de los traumatismos que 
afectaron a los niños de esa época. Habría que considerarlos a lo 
largo de un período de veinte años. Primero y principal: los 
padres prisioneros, la ocupación alemana, el ejército francés 
desmoviiizado. Pues bien, de un día para el otro los consultorios 
de los hospitales de niños fueron invadidos por el pipí en la 
cama de chicos varones que sabían prisionero a su padre. Y, en 
ginecología, la desaparición de la menstruación en las mujeres. 
No duró, pero fue la reacción al choque: "Ya no soy mujer, 
porque mi marido está prisionero y no volverá". Era un lenguaje 
somático inconsciente. 
En cuanto a las niñas, su falismo se había ex~cerbado. 
Mandaban sobre los varones. 
Nunca se consulta por una niña fálica salvo si fastidia con 
trastornos del carácter. Pero se consulta por el varón demasiado 
pasivo porque se lo querría ver más expansivo, mientras que a 
veces corre menos peligro que un niño turbulento pero que, 
interiormente, tiene una imagen de mujer y no de hombre. Lo 
que importa no es el comportamiento visible del niño sino lo que 
sucede dentro de él; ¡y el niño que durante la guerra orinaba en 
la cama tenía razones de sobra para hacerlo! De lo contrario, 
hubiera sido el hombre de la casa. Así, él impedía su erección, la 
apagaba. Corno ustedes saben, los últimos sueños de los niños 
que curan de una enuresis son sueños de extinción de incendio. 
En el niño que pasa de la enuresis a la continencia esfinteriana 
nocturna sucede lo mismo. "Soñé que la casa ardía y que yo 
apagaba la casa", dice el niño, y la mamá, un tanto al corriente 
en materia de psicoanálisis, piensa: "Pronto dejará de orinarse 
en la cama". 
Por otra parte, la enuresis nocturna desaparece a más tardar 
"' Traducción aproximada de dróle de guerre, nombre dado a la 
guerra de 1939-1945 en su primera fase, debido a la calma que reinaba 
en el frente francés. [T.] 
38 
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eses después de la interrupción de la enuresis diurna. 
tres m h · , l 1 ' d d' 
e do el niño ya no se ace p1p1 en e ca zon e ia, tres meses uan d h . , 1 . d ués a lo sumo, cesa e acerse pJpt en a cama, s1 uno no se 
0~~ª de ello; pero si prosigue, entonces está comprometido en 
na dialéctica de deseo, porque se ha hecho entrar el 
~uncionamiento urinario en el lenguaje de la relación, y en 
ambio se trata de una función fisiológica. El sexo habla por 
~edio de la erección, es un comienzo de habla, y el habla puede 
perseguirse por el efec to producido sobre el otro. En ese 
momento aparecen tartamudeos: para no tartamudear de la 
verga, el chico tartamudea del faiismo oral; o bien comienza algo 
y para; hay niños que comienzan a orinar, paran, prosiguen, 
paran de nuevo. Hay que hacerles preguntas sobre este tipo de 
comportamiento. Al

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