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Extimidad 
Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller 
Extimidad, La palabra se ha convertido ya en habitual en 
el campo del psicoanálisis lacaniano y empieza a ser 
usada más allá de él. La hemos encontrado también en 
los periódicos corno un nombre común de aquello que, 
siendo muy :nt:mo y familiar, se convierte a la vez en 
algo radicalmente extraño. Y es verdad que esta palabra 
dice muy bien en su extrañeza neológica una propiedad 
del sujeto de nuestro tiempo, un sujeto siempre exiliado 
de sí mismo, que solo parece encontrar su ser más 
íntimo en lo. más lejano y deslocalizado de él. La palabra 
fue inventada por Jacques Lacan —aparece por pliMel-a 
vez en su seminario sobre La ética del psicoanálisis en 
1958—, y aunque usada solo contadas veces a lo largo de 
su enseñanza, fue repescada reelaborada por 
Jacques-Alain Miller en este curso de 1985 que ahora se 
publica. Desde entonces, el término ha ido penetrando, 
poco a poco y con cl poder de un virus intratable, en los 
textos e intervenciones de los alumnos y lectores de 
Jacques Lacan, en la exposición y comentario de casos 
clínicos y ha llegado incluso a designar funciones 
precisas en la experiencia institucional de las Escuelas 
que conforman la Asociación Mundial de Psicoanálisis. 
Al sujeto de nuestro tiempo, la extirnidad se ]e hace 
presente como un goce que toma las formas más 
variadas de su síntoma. Ese goce, tal como señala aquí 
Jacques-Alain Miller, se le presenta como "algo exterior, 
librado a sí mismo, rechazado del lenguaje. Ya no es 
éxtimo al Otro sino forcluido y retorna en lo real." 
El lector encontrará así en este libro, nueva entrega del 
curso de Jacques-Alain Miller en el que se siguen 
formando varias generaciones de psicoanalistas, el modo 
en que estos deben hacer presente la extimidad propia 
del psicoanálisis para estar a la altura de su tiempo. 
Miguel Bassols 
UNIVERSIDAD ANDRES BEL L 
 
Miii1D233801 
E 'FIRMAD 
3$ 1 3000144522 
 
JACQUES-ALAIN MILLER 
Extimidad 
TEXTO. ESTABLECIDO POR 
GRACIELA BRODSKY 
PAIDÓS 
Buenos Aires • Barcelona • México 
Cubierta de Gustavo Macri 
Traducción y transcripción. Nora González 
Diseño de colección: Estudio Roberto García Balza 
1' edición, 2010 
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los 
titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total 
de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprogralia y el tratamiento 
informático 
2010, Jacques Alain Miller 
ci: 2010 de todas las ediciones en castellano, 
Editorial Paidós SAICF 
Independencia 1682/1686 Buenos Aires - Argentina 
E-mail: difusion@areapaidos.com.ar 
www.paidosargentina.com.ar 
Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723 
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina 
Impreso en Primera Clase, 
California 1231, Ciudad de Buenos Aires 
en marzo de 2010 
Tirada: 2,500 ejemplares 
ISBN 978 950-12-8858 2 
1. 
w 
V. 
VI. 
VII. 
VIII. 
IX. 
X. 
XI. 
XII. 
XIII. 
XIV. 
XV. 
XVI. 
XVII. 
XVIII. 
XIX. 
XX. 
XXI. 
XXII. 
XXIII. 
XXIV. 
Miller, Jacques-Alain 
Eldi idad.- 1a ed.- Bu enes Aires Paidós, 2010. 
472 p. ; 22x16 cm. - (Los Cursos Psicoanalíticos de J -A. Miller; 75408) 
Traduc do por: Nora González 
ISBN 978 950-12-8858-2 
1. Psicoanálisis I González, Nora, trad II Ttulo 
CDD 150.195 
Índice 
El objeto en el Otro 	 9 
Los envoltorios de la extimidad 	 25 
Racismo 	 43 
La solidaridad del goce y eI amor 	 59 
La transferencia y el amor 	 79 
El sujeto histérico 	 99 
La comunicación en psicoanálisis 	 117 
Lo que no puede decirse 	 135 
La extimidad del goce 	 153 
La existencia del Otro 	 175 
El sacrificio de la castración 	 197 
¡Alarma de bomba! 	 213 
Frustración de goce. Frustración de amor 	 231 
De la imagen al goce 	 237 
Las transmutaciones del objeto a 	 257 
La renovación de la ego psychology 	
 
281 
Una clínica de la evacuación de goce 	 299 
El Otro no existe 	 317 
Las ficciones del Otro y del objeto 	 335 
El psicoanálisis y la teoría de los conjuntos 	 351 
La lógica del significante 	 369 
Incompletud-inconsistencia 	 387 
El lenguaje, lalengua y la palabra 	 403 
Lo real y el semblante 	 419 
JACQUES-ALAIN MiLLER 
No obstante, esta astrología es un armazón de su existencia de hé-
roe de ficción, que constituye el soporte mismo de este volumen de La 
aut iy.fe IrPsrpnee puesto que Fabricio del Dongo cree en los presagios. 
1.0.5 anunci os de presagios son recurrentes a lo largo del libro y se veri-
fican de manera regular en la ficción. Digamos que el presagio mayor, 
el presagio fundamental es el título mismo de esta novela, La cartuja de 
Pasma, que es el lugar donde de un modo singular Fabricio del Dongo 
concluye su existencia. 
Durante las vacaciones, leí por enésima vez esta novela, y me hizo 
pensar en el psicoanálisis. Por mucho que uno se aleje, es difícil sustra-
erse al psicoanálisis, sobre todo ante una página como esta que les leo, 
donde encontré una definición stendhaliana sensacional de las ciencias 
no matemáticas. Stendhal habla de las "tres cuartas partes de las cien-
cias no matemáticas", donde nosotros reconocemos sin dificultad lo 
que llamamos ciencias humanas. No pude evitar pensar si su defini-
ción de las ciencias no matemáticas convenía o no al psicoanálisis. A 
propósito de la astrología, se trata de saber si esta ciencia, como las tres 
cuartas partes de las ciencias no matemáticas, sería simplemente "una 
reunión de tontos entusiastas y de hipócritas mañosos y pagados por 
quienes mandan en ellos". 
En una primera lectura, me resultó una verdad evidente, al menos 
respecto de las instituciones analíticas y quizá también de la práctica. 
Lacan no dice otra cosa cuando, por ejemplo, dirige su crítica a la ins-
titución psicoanalítica, en la medida en que el psicoanalista no quiere 
creer en el inconsciente para reclutarse. Lacan opone a esto la práctica 
del pase. Si el psicoanalista no quiere creer en el inconsciente para 
reclutarse, ¿está dispuesto a creer en él para analizar? No hay ninguna 
razón para darlo por hecho, incluso es un modo de captar esta carac-
terización del psicoanálisis como impostura, cosa que Lacan no dudó 
en plantear al comienzo con un signo de interrogación en Los cuatro 
conceptos fundamentales del psienandlisis, precisamente cuando se pre-
guntaba por su estatuto científico. Luego, en una conferencia que tuvo 
algunas repercusiones, lo indica de manera asertiva al calificarlo de 
fraude. 
Queda como remanente —no se escapará a ello echándole un velo 
encima— la inquietud de saber si el analista no estaría explotando la 
credulidad pública. Así piensa aparentemente la Academia Francesa, 
10 
EL OBJETO EN EL OTRO 
puesto que, según me han dicho, en esa venerable institución estaban 
purgando de los términos psicoanalíticos nuestra lengua, y el psicoa-
nálisis no tendría más futuro que la cubeta de Mesmer. Parece que 
quien lo propone es el doctor Maurice Rheims, académico francés más 
conocido como tasador de arte y director de subastas. Tal vez no haya 
sido exactamente así, aunque no lo considero algo inverosímil. 
El respeto a los semblantes 
Me entusiasmé tanto con esta frase de Stendhal, que estaba comple-
tamente dispuesto a elegir como título "Tontos entusiastas e hipócritas 
mañosos". Encarar el psicoanálisis desde esta perspectiva habría dado 
pie a un año voltaireano y epistemológico para sacudir la máquina y 
ver lo que cae de ella, decididos a no dejarnos engañar por lo que dicen 
los analistas. Y ni hablar de lo que dicen los analizantes sobre el psicoa-
nálisis, porque se sabe que en el discurso analítico no hay que fiarse de 
ello. 
Creo que si hubiera elegido ese título, se habría podido verificar lo 
que fue la eficacia de Lacan en el psicoanálisis. La virtud renovadora 
de su enseñanza es tal —debemos decirlo sin quijotismo-- que resulta 
incaculable, puesto que resistiólo suficiente para permitirnos tomar la 
posta. No somos nosotros sino él quien aborda el tema del discurso, y 
hasta del discurso analítico, en términos de semblante. Lacan llega 
incluso a considerar que el discurso analítico es capaz de hacer vacilar 
Ios semblantes. Su enseñanza se inspira en las Luces y, por qué no, en 
Voltaire, pero sin desinteresarse de ellos. Lacan respeta los semblantes, 
y lo hace por una razón que podemos retomar durante el año. Ni La-
can ni Freud fueron revolucionarios. Y cuando se juega con los sem-
blantes, cuando se los hace vacilar, se producen en la historia algunos 
cataclismos que no es seguro que se deseen. Ciertamente, tampoco Vol-
taire era revolucionario. Si no hubiera muerto antes de la explosión 
que sabemos, no tendríamos razones para pensar que se habría incor-
porado a las filas de los entusiastas. 
Pero renuncié a este título. Dejo de él constancia porque la cosa me 
tentó de todos modos durante por lo menos un día. Renuncié a él por 
varias razones. La primera es formal, porque no sé si notaron que "ton- 
11 
J.ÁCQUIES- 4 LAIN MILLER EL OBJETO EN EL OTRO 
tos entusiastas e hipócritas mañosos' suman cuatro y que ya había tra-
tado el cuatro el año pasado. Como ya había sido mi tema, este título 
no iba a lograr introducir una novedad este año. Notemos que, pese a 
todo, el. cuatro del año pasado sigue si.endo para nosotros el coto cerra-
do de Lacar]. Quiero decir que es donde pacernos, y de donde no he-
mos salido. Citando esto ocurra se podrá decir aleluya, pero por ahora 
permanecemos en él. 
Hay otra razón, no formal, que me alejó de este título, y es que no 
resulta apropiado para el psicoanálisis por la sencilla razón —que Lacan 
expone y que está contenida en esta fórmula— de que el psicoanálisis 
vuelve tontos a los canallas. Esta verdad de la experiencia se expresa 
en un vocabulario completamente sthendaliano, como lo es, en efecto, 
eI término canalla. Quizá volvamos a hablar este año del canalla, pero 
por ahora lo dejo de lado. Evidentemente, si el psicoanálisis vuelve 
tontos a los canallas, sería mejor hablar de hipócritas tontos, que creo 
que califica perfectamente lo que concierne a la ASociación Internacio-
nal de Psicoanálisis. Y me parece bien que se pueda hablar aquí de 
entusiastas mañosos, quizá los haya de algún modo en la Escuela de la 
Causa Freudiana. Finalmente, para terminar las variaciones, quedan 
los hipócritas entusiastas y los tontos mañosos. Los tontos mañosos 
están también en Lacan. Se trata exactamente de los desengañados se 
engañan, que prescribe en efecto al sujeto dejarse engañar por el discur-
so. Noten que este engañado es otro término de Stendhal, aunque él se 
mantiene firme, por romántico, en la posición de no dejarse engañar. 
Stendhal analiza muy bien las razones de la credulidad de Fabricio 
del Dango o de lo que él llama —en la página 149— su semicreencia: "De 
este modo, a pesar de no faltarle talento, Fabricio no logró comprender 
que su semicreencia en los presagios era para él como una religión, una 
impresión profunda que recibió al entrar en el mundo. Pensar en aque-
lla creencia era sentir, era un goce". 
Reconozcamos que en el fondo se trata de un tema destinado a te-
ner cierto futuro: todo se debe a lo que ocurrió al entrar en el mundo. 
Esta emergencia muy precisa en el siglo XIX se enlaza con una de las 
condiciones, por qué no, del psicoanálisis. En efecto, en esa fecha La-
can buscará los presupuestos del análisis en Kant y en Sade —en ese 
estremecimiento que se produce en la basculación entre el siglo XVIII y 
el siglo XIX—. Tenemos como una musical empirista... Stendhal destaca 
12 
el lugar esencial de esta entrada en el mundo y la función de las prime-
ras impresiones recibidas por el sujeto, en un contexto de empirismo. 
Lo mismo se ve después cuando opone el sentir y el demostrar. 
Si yo hubiera querido desarrollarlo, es cierto que el tema de los 
entusiastas, los tontos, los hipócritas y los mañosos no carece de fuen-
tes. Renuncié sin embargo a hacerlo por todas las razones que acabo de 
enunciar, aunque tal vez lo retomemos en el curso del año. Como ade-
más está el hecho de que la serie que sigo ya se halla bastante determi-
nada por su secuencia, me pareció que, después de lo que abordé los 
años anteriores, no podía titular así este año. Y es que el título puede 
ser un presagio, puede ser un punto de partida, y no forzosamente lo 
que engloba la totalidad. Me pareció entonces que no podía ponerle 
otro título más que este: Extimidad. 
Intimidad 
Se trata de un vocablo que no existe en el diccionario, que es una 
invención de Lacan. Tal vez si repito esta palabra —que él soltó a veces, 
raras veces—, si la repito abundantemente este año y ustedes también 
trabajan en ello, logremos introducirla en la lengua, pese a Maurice 
Rheirns. La palabra forclusión, en el sentido de Lacan, ya tenía una lige-
ra propensión a deslizarse e inscribirse en el diccionario. 
Ya destaqué entonces este vocablo que aparece una vez en La ética 
del psicoanálisis, y me había parecido altamente indicativo. Aunque al 
pasar, Lacan lo mencionó incluso diez años después en su seminario. 
Sin embargo, no lo retomó. 
¿Qué es lo éxtimo? Nuestra tarea este año es hacerlo significar y 
demostrar allí una estructura. Una o varias. Yo habría podido poner 
Extimidades, esto es, el título en plural, pero me pareció más bonito en 
singular. 
Lo éxtimo es lo que está más próximo, lo más interior, sin dejar de ser 
exterior. Se trata de una formulación paradójica. Nosotros, siguiendo a 
Lacan, simplemente intentamos estructurar, construir y de algún modo 
normalizar las paradojas, por lo menos en el discurso analítico donde 
tienen su lugar. La circunstancia en la que Lacan obtuvo la palabra exti-
midad remite a un término alemán, das Ding (la Cosa), donde se cruzaban 
13 
JACQUES•:\LA1\1 MILLER 
Freud y Heidegger. Lo más práximo; el prójimo mismo es nombrado 
por Freud, er su. 'Proyecto', con el término Nebennzensch. Con el voca-
b:o erija /n Lacan muestra que estos dos términos alemanes coinciden. Y 
se explica incluso por qué Freud retrocede ante el mandamiento de 
amar al prójimo como a sí mismo, que ya articula la posible equivalen-
cia entre lo más cercano y lo exterior. Y si en El malestar en la cultura 
Freud retrocede ante este Mandamiento, es porque no cree que uno 
pueda amar lo que tiene como más próximo. Es decir que en esta zona 
no cstarnós en [o novelesco. Sorprende, por otra parte, constatar hasta 
qué punto no se hizo algo con eI psicoanálisis en el orden de la novela. 
El término extimidad se construye sobre intimidad. No es su contra-
rio, porque lo éxtimo es precisamente lo íntimo, incluso lo más íntimo 
—puesto que in tazzus ya es en latín un superlativo—. Esta palabra indica, 
sin embargo, que lo más íntimo está en el exterior, que es como un 
cuerpo extraño. 
Dudé en poner Extimidad como título público. Después de todo, y 
dado Io que les estoy diciendo, hubiera podido llamarlo Intimidad. Pe-
ro, en fin, como título de curso, Intimidad es un título al estilo de Paul 
Bourget, gran stendhaliano al que debemos la verificación del presagio 
de Stendhal de que hacia 1880 finalmente se lo leería. Si esto ocurrió, 
fue gracias a Paul Bourget. Intimidad es un título como Voluptuosidad, 
de Sainte Seuve. Sí se puede pasar de la palabra extimidad a la palabra 
intimidad es porque estamos en una zona donde las negaciones se anu-
lan, como en el ejemplo de Unheimlichkeit que Freud tomó. 
Tuve la curiosidad de saber desde cuándo se emplea la palabra inti-
tinté [intimidad] en nuestra lengua. El Bloch y Wartburg, que es verdade-
ramente para nosotros un anexo de los escritos y seminarios de Lacan, 
indica que data solamente de 1735. Pero el Robert, más reciente, ya la 
encontró en 1684 en Madame de Sévigné, la epistológrafa, en una cita 
hecha en verdad para nosotros. Cuando encontramos este tipo de veri-
ficación, pensamos que hay razones para subrayar determinados signi-ficantes. Madame de Sévigné, quien se la pasaba confesándose, dice: 
"No pude evitar referirles todo este detalle en la intimidad y la amar-
gura de mi corazón, que se alivia en la charla con una criada cuya ter-
nura es incomparable". 
Pues bien, el psicoanálisis parece hecho para introducirnos de lleno 
en el registro de la intimidad o, como se dice, en la mayor intimidad. 
14 
EL OBJETO EN EL OTRO 
En efecto, este se nutre de la vida privada, de la vida íntima. Incluso 
podría pensarse que no hay relación más íntima que la del analizante 
con el analista. Por fortuna, se inventó esta palabra. También se podría 
decir que es una condición de posibilidad del psicoanálisis. Por otra 
parte, el término tiene un valor algo amplio porque, según el Robert, se 
califica de este modo el "encanto de un lugar donde uno se siente 
como en su casa, liberado del mundo exterior". Después siguen cosas 
sobre el nido mullido, y debemos reconocer que el consultorio del ana-
lista presenta este aspecto. Puede hablarse tanto más legítimamente de 
la intimidad del consultorio cuanto que a veces el analizante saca su 
llave al llegar a la puerta del analista. Se trata de un acto fallido, sin 
duda cada vez particular, pero cuya repetición tiene pese a todo un 
carácter típico que es preciso confesar y que verifica esta intimidad. 
Vacilamos, sin embargo —al menos yo—, en decir del psicoanalista que 
es un íntimo. 
Resulta curioso el tiempo de maduración necesario en la lengua, 
puesto que intime [íntimo] data de 1390. En todo caso, está registrado 
desde esa fecha pero no se aclara en qué texto. Intime, según el Robert, 
es lo profundamente interior, Io contenido en lo más profundo del ser, 
que se liga a su esencia, algo generalmente secreto, invisible, impene-
trable. Y cita a Buffon en Historia natural, quien sostiene que "nunca 
penetraremos en la estructura íntima de las cosas". La paradoja que 
vamos a profundizar este año es que el psicoanalista, si no es un ínti-
mo, es un éxtimo. 
Veamos hasta qué punto no se encuentra antónimo satisfactorio 
para íntimo. ¿Qué se nos propone como antónimo, como contrario? 
"Exterior, abierto, visible, afuera, superficial, extranjero, público, frío, 
impersonal..." Frío como contrario de íntimo me resulta delicioso. Está 
en la lengua y muestra bien que intimidad es estar calentito. Lo cálido y 
lo íntimo están en la misma vertiente. Del lado de lo íntimo, está el 
interior, el interior más personal, lo cerrado y lo profundo. 
En este contexto, hay sin embargo otra cosa en la lengua. Resulta 
singular, por lo menos según se atestigua, que el verbo haya precedido 
al sustantivo. Creo que intuner data de 1320. Y en este caso, casualmen-
te, no se trata de lo que está al abrigo, lo personal, cerrado, invisible y 
profundo. El verbo intimer [intimar] es exactamente lo contrario, hasta 
tal punto que al mandamiento divino ama a tu prójimo como a ti mismo, 
15 
 
 
lIA.CQUES-4.LAIN M1LLER 
que acabo de mencionar, lo hubiera podido llamar intimación Curio-
samente, esto ya no tiene nada que ver con lo que terminarán siendo 
los pintores intimistas. Intimar es hacer comparecer ante un tribunal, 
es citar ante la justicia, es notificar legalmente a algún otro cierto nú-
mero de consideraciones. Y de aqui se extende al sentido de prescribir 
ordenar que se indica generalmente en la expresión intimer l'ordre de 
fi ti? er la orden del. 
Ya no estamos en absoluto en el nido mullido, sino más bien en lo 
que lo alterará un poco Hay un valor contextual completamente sor-
prendente que muestra su riqueza. Este valor de intimar lo encontra-
mos en Los litigantes, de Racine. Tal vez recuerden que uno de los per-
sonajes se llama Intimé {Demandado], que es en efe to la persona 
contra la cual se efectúa la demanda -intimar, en el sentido jurídico 
preciso en francés, es citar ante una jurisdicción superior-, ese contra el 
cual se e-tabló el procedimiento. El val r propio de intimar es introdu-
cir en lo íntimo, conducir a lo íntimo de alguien. Por eso, en su valor de 
significar legalmente algo, quiere decir dar a conocer. Cuando intimo, 
doy a conocer. Cuando intimo la orden, notifico una orden. 
Esto resulta especialmente apropiado al acto analítico, donde no 
puede eliminarse la función intimante. En su carácter puro, radicil, este 
acto consiste en notificar al paciente lo que tendrá que hacer. El aspec-
to directivo de esta conminación no puede en absoluto descuidarse 
pretextando que el paciente ya tendría una noción previa, ya estaría 
suficientemente instruido por algunos voceros del psicoanálisis -los 
voceros de la enseñanza como aquí, los de los medios de comunica-
ción- sobre lo que tiene que hacer y esperar de un análisis. 
Se trata de una recomendación del propio Lacan en su escrito "La 
dirección de la cura...", que recuerda que en primer lugar la dirección 
de la cura consiste en comunicar aI paciente lo que tiene que hacer 
para estar en su lugar, el que le corresponde en el discurso analítico. 
Esta intimación la hace e analista desde el lugar que le da el anali-
zante, es una intimación que no se puede escamotear, que se basa en 
S bien su uso raro se encuentran registros en español de la a opción "notificar" 
para el verbo intimar cf Manuel Seco, Dicc n o del espai of actual, Madrid, Aguilar, 
1999) [N. cíe la *ni 
EL OBJETO EN EL OTRO 
el hecho de que en el discurso analítico el analizante da acceso a su 
intimidad. Él ve incluso de qué está hecha su intimidad, su nido 
mullido, donde se mantendría al abrigo, amparado por los Derechos 
del Hombre y de la persona humana. Para que el analizante sea digno 
de este nombre, se necesita que el analista le haga saber que él, el ana-
lizante, tendrá que hacerle saber. Es algo que se redobla. El analizan-
te tendrá que hacer saber de su intimidad. Justamente, el superyó, 
como lo nombró Freud, puede situarse como una función intimarte. 
Luego, es siempre un problema lograr situar su papel en la asociación 
libre, que sin duda es libre, pero está bajo una intimación de deber 
hacer saber. 
"En ti más qu tú" 
Ahora debemos subrayar el término extimidad, construirlo, retomar 
las construcciones de Lacan que pueden ponerse en esta rúbrica. La 
extimidad es para nosotros una fractura constitutiva de la intimidad. 
Ponemos lo éxtimo en el lugar donde se espera, se aguarda, dond se 
cree reconocer lo más íntimo. En su lugar. Por eso en el psicoanálisis no 
se encuentra ese encanto que atraviesa La cartuja de Parma, llena de 
conversaciones con uno mismo, diálogos íntimos de los per onajes que 
debemos reconocer narcisistas y que de este modo captan, estimulan el 
narcisismo del lector. Precisamente, esta dimensión de las delicias de la 
intimidad es lo que se pone en tela de juicio en el análisis. En su fuero 
más íntimo el sujeto descubre otra cosa. Por eso, aquí calzan bien los 
autores religiosos que consideraremos este año, y esta expresión que 
proviene de San Agustín interior íntimo meo, [Dios] mak interior que lo 
más íntimo mío. En el seno de mí mismo más íntimo que cualquier cosa 
que sea mía. 
Hay una dificultad para situar, para estructurar e incluso para acep-
tar la extimidad. Se preferiría extirparla. Y sin embargo es preciso e ta-
blecer una estructura de lo éxtimo que intente demostrar que este es 
pensable, construible, como lo más próximo, lo más interior sin dejar 
de ser exterior. Como demostrar esta estructura es lo que exige el con-
cepto de inconsciente en Freud, resulta pues legítimo hablar de extimi-
dad del inconsciente. 
16 
	
17 
JACQUES ALAIN MILLER 
EL OBJETO EN EL OTRO 
A Lacan esto lo lleva a plantear al Otro corno éxtimo, lo éxtimo del 
hombre nos remito a sus Escritos, página 504). Es la época en que hace 
del inconsciente el discurso del Otro. Si les leo ahora esta página, 
entenderán cómo se ubica legítimamente en este registro. "¿Cuál es, 
pues, ese otro con el cual estoy más ligado que conmigo mismo, pues-
to que en el seno más asentido de mi identidad conmigo mismoes él 
quien me agito?' Con la expresión (') Otro —lo que se puede tratar como . 
inconsciente, incluso como la intimación del superyó organizador de 
los síntomas—, ahora podemos decir que todo esto incumbe ala extimi-
dad. Esta expresión remite a ese texto de Lacan donde él habla de la 
excentr¿cwincl radical de lino consigo mismo en el hombre o, más adelante, 
de su lietereninfin radical. Con este adjetivo radical, apunta a que uno no 
se confunda respecto de esta excentricidad ni sobre esta heteronimia, y 
que no se trata en absoluto de que el sujeto estaría gobernado desde el 
exterior por lo que sea, que estaría comandado desde el exterior, y de 
este modo sería heterónomo. Si Lacan habla de heteronimia radical, es 
porque intenta hacer entender que no se puede reducir el análisis a 
hechos de sugestión (cosa que veremos este año a propósito de la exti-
midad), que el sujeto —y aquí está la paradoja— es gobernado desde el 
interior mismo. No está comandado desde el exterior, está gobernado 
desde el interior, y evidentemente echa por tierra la distribución que 
puede hacerse entre el interior y el exterior. 
El descubrimiento del inconsciente y, al menos, la invención del psi-
coanálisis obligan a una topología. Captarán esto de inmediato. No es 
una extravagancia. El descubrimiento del inconsciente exige una topo 
logía que permita situar, de acuerdo con los datos de la experiencia, lo 
que fluctúa con los nombres interior y exterior. 
El problema con los datos de la experiencia analítica es que parece, 
según el testimonio del sujeto, que el exterior, el amo exterior, se en-
cuentra en su fuero interno, en su sentido íntimo. Como señalé hace 
poco, se trata de una intuición central, verdaderamente éxtima de La-
can. Cabe agregar que en intuición está bitas, que es, si no me equivo-
co, de La misma familia que intimidad. Hay algo que está en lo más 
íntimo de Lacan, puesto que ya aparece en su "Informe de Roma" —en 
la página 308 de los Escritos a propósito de la función de la muerte: 
"Decir que este sentido mortal revela en la palabra un centro exterior 
al lenguaje es más que una metáfora y manifiesta una estructura". 
18 
Debemos señalar de inmediato que esta estructura es la estructura de 
la extimidad: 
Esa estructura es diferente de la espacialización de la circunferencia o de la 
esfera en la que algunos se complacen en esquematizar los límites de lo vivo 
y de su medio L...1. De querer dar una representación intuitiva suya, parece 
que más que a la superficialidad de una zona, es a la forma tridimensional 
de un toro a lo que habría que recurrir, en virtud de que su exterioridad 
periférica y su exterioridad central no constituyen sino una única región. 
De este modo describe la intuición que puede tenerse de la represen-
tación del toro, de la cámara de aire, debido a que hay confusión de 
identidad entre lo periférico y lo central. Es decir que ya entonces Lacan 
expone una representación del más interior que lo más íntimo mío, de San 
Agustín, ya entonces muestra el toro como una estructura de extimidad. 
Precisamente, esto distingue a la experiencia analítica de toda 
empresa fundada en un conócete a ti mismo, aunque pueda parecerse a 
eso. Para que el conócete a ti mismo pueda conducir a algo, debe susten-
tarse —en todo caso, para nosotros hoy— en la garantía del axioma de 
una identidad consigo mismo constitutiva de la intimidad subjetiva. Se 
trata de saber si lo que Freud llama y Lacan retorna como el núcleo de 
nuestro ser es idéntico a sí mismo. 
Ya puede decirse, a partir de lo que propusimos los años anteriores, 
que ciertamente el sujeto en el análisis se constituye como no idéntico 
a sí mismo. Esto es incluso lo primero que me sorprendió en la ense 
fianza de Lacan. No puede escribirse la ecuación que haría al sujeto 
idéntico a sí mismo. No puede escribirse S = S. Solo puede escribirse: %. 
Si bien puede escribirse yo = yo, no puede escribirse S = S. No nos que-
daremos en este punto, ya que será necesario llegar a algo que, sin ser 
idéntico a sí mismo, tenga peso para el sujeto, sea central para él.. 
Lacan elogió a Freud por haber reintroducido en el interior del círcu-
lo de la ciencia la frontera entre el objeto y eI ser, que parecía marcar su 
límite. El círculo de la ciencia parecía constituirse en la objetividad: 
objeto 	ser 
círculo de la ciencia 
19 
lACQUES-ALAIN MILLER 
	
EL OBJETO EN EL OTRO 
11 
Lacan elogia Freud por haber desplazado esta frontera de modo 
a I que o reza tivo al ser pueda constituir el terna y, por qué no, eI obje-
to de la ciencia. Esa era en todo caso su ambición, y yo diré que pasa 
por la construcción, la invención de estructuras que nos permitan 
demostrarlo. De hecho, se puede constatar que con Lacan estamos en 
condiciones de demostrar relac ones respecto del núcleo de nuestro ser 
que hasta e tonces se habían dejado a los teólogos, incluso a los poe-
tas. Por eso Lacen echó mano al discurso matemático, a los matemáti-
cos; y también nosotros recurriremos a ellos. 
En esta página 308 que les leí sobre la exterioridad a la vez periféri-
ca y central, tienen una nota al pie donde Lacan indica que esas son las 
premisas de su topología. También la extimidad es la razón de la topo-
logía de Lacan. 
¿Qué es éxtimo? Como dije, el inconsciente. Fue incluso esto, esta 
opacidad del objeto que a sus ojos constituía el inconsciente, lo que 
resultó impensable para los filósofos del linaje cartesiano. Por eso las 
criticas cuando Lacan comienza su enseñanza, esas críticas sobre la 
objetivación psicoanalítica. Hasta tal punto que causó sorpresa que él 
haya podido titular uno de sus textos "La cosa freudiana...", ya que 
en esa época se saludaba en Lacan al que -entre algunos otros, de ins-
piración existencialista- se oponía a la cosificación de las relaciones 
humanas. Pues bien, reconozcamos que la perspectiva de la extimi-
dad que adoptamos este año nos obliga a considerar a los otros como 
objetos. 
Lacan observa que imaginamos que la eminente dignidad del otro 
solo se conservaría si se lo tratara como a un sujeto. ¡Ojalá se tratara a 
los otros a los que se aprecia como objetos! Tal vez así se los haría sufrir 
menos, ya que nos ocuparíamos, llegado el caso, de estos objetos. Reto-
maré esta observación para aquellos que no están presentes y se sor-
prenden del antihumanismo de Lacan. 
Antihumanismo, sin duda, porque Lacan refiere el humanismo a su 
época de origen, la época de Erasmo, por ejemplo, y constata, como 
nosotros, que el hombre del humanismo desapareció hace muchísimo 
tiempo y que no son pequeños ejercicios artif ciales los que estarían en 
condiciones de producírnoslo de nuevo. Volveré, si tengo tiempo, a 
una especie de panfleto que se hizo recientemente sobre el tema, para 
decir que 1 consideré anticuado desde su aparición. 
¿Éxtimo? Éxtimo es, en primer lugar, el Otro del significante, éxti-
mo al sujeto, aunque más no sea porque la lengua mía, en la que expre-
so mi intimidad, es la del Otro. Pero también hay otro éxtimo que es el 
objeto. Este objeto constituye el tema del último capítulo de El semina-
rio 11, llamado "En ti más que tú" Se trata, como percibirán, de un 
retomo a San Agustín que permite captar por qué es eso lo que la cien-
cia elide o secciona. Si Lacan sitúa la ciencia en la separación, en la 
medida en que la distingue de la alienación lo desarrollé los años 
anteriores-, es porque se trata de la separación de la cadena significan-
te, la separación del objeto de la cadena significante 
El obj to del sacrificio 
En el fondo, esa es la ambición científica: carecer de extimidad. 
Desarrollar sus lazos como cadena significante es separarse del objeto; 
por lo tanto, es poder desarrollarse exteriormente sin este repliegue de 
extimidad. Si tomamos las cosas en el sentido en que la ciencia se desa-
rrolla como exterioridad, la extimidad ya es una intimidad. Al mismo 
tiempo, esto hace que la ciencia desubjetivice el significante -o por lo 
menos que lo intente-, es decir,que actúe de manera que un significan-
te ya no represente a un sujeto ante otro significante. Llega, de todos 
modos, a algunos bellos resultados (cf. la demostración de Warring en 
Le Monde, 13 / 11 / 1985) 
El discurso de la ciencia desubjetivíza el significante, lo que torna 
completamente ingenuo el reclamo por los Derechos del Hombre. Este 
reclamo que apunta al discurso de la ciencia en la medida en que este 
desubjetivíza el significante no hará renacer al hombre del humanismo. 
Lo éxtimo es lo que destaca la conciencia moral cuando se la toma 
radicalmente como lo hace Kant en su fórmula del derecho moral, que 
no es más que deseo y que desemboca en el sacrificio de lo más íntimo, 
de lo que más se quiere. 
Lo que está en juego en un análisis es que el Otro -del que el analis 
ta no es más que el sirviente, el testaferro- pueda alcanzar lo que tienes 
de más íntimo, alcanzar, con su valor de intimación el lugar donde lo 
exterior, lo periférico, llega hasta lo central. Esto es lo que el año pasa-
do cubrimos con el vocablo cesión -con c- que Lacan retorna y que sin 
21 20 
JACQUES-ALAIN MILLER 
	 EL OBJETO EN EL OTRO 
duda hace juego con a obsesión. Pero cesión conserva aún mucho de la 
ideología del contrato. El registro de la extimidad es el registro del sa-
cri ficio. Este año, y de acuerdo con la enseñanza de Lacan, hablaremos 
del objeto del sacrificio. 
La extimidad impl ca que el. sujeto no es más que lo que él cede o 
sacrifica y esto es tan radical que imagina que puede huir. No es sola-
mente un sujeto que descubre que se red uce a lo que él sacrifica de sí 
mismo, sino —y esto no es menos verdadero— también del Otro. Lacan 
lo formula en el amor de transferencia, donde el analizante dice al ana-
I 'sta: "Te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que 
tú, el objeto a minúscula, te mutilo. (los remito a la página 276 de El 
seminario U). En esto reside la paradoja que tendremos que tratar este 
año, esta paradoja de que el Otro, este Otro disirnétrico respecto del 
sujeto este Otro que es el lugar de la verdad donde se desarrollan las 
cadenas del significante y se condensa su tesoro, este Otro contiene en 
él alguna otra cosa que produce amor y que Lacan llamó objeto a. 
¿En qué esto es compatible y articulable? ¿En qué estos dos términos 
A y a son compatibles y articulables? Durante los años anteriores los arti-
culé al pasar. Intenté distinguir a minúscula como elemento —diciendo 
que no pertenece como elemento al Otro— y a minúscula como parte 
—indicando que se lo podría considerar incluido en el Otro como parte. 
Propuse jugar así, en eI lenguaje de la teoría de los conjuntos que Lacan 
utilizó más de una vez para dar densidad al psicoanálisis, con la diferen-
cia entre el elemento y la parte. Sobre todo, a propósito del conjunto 
vacío, cuyo parentesco con el sujeto barrado conocen. Este año ya no me 
contentaré con hacer alusiones, sino que lo examinaré temáticamente. 
Entre La ética... y La transferencia 
Abordaremos de fre te la extimidad mayor del objeto a, que hace 
que exista en la experiencia analítica lo interpretable. Este objeto a es tan 
éxtimo al sujeto como al Otro. Habrá que señalar entonces qué camino 
siguió Lacan para introducir este objeto que estaba ausente en todo el co-
mienzo de su enseñanza. Y es que solo se introduce en ella con el auxilio 
de Sócrates, con el auxilio de una larga exégesis —como, a mi entender, 
no hay otra— de V banquete de Platón. Se necesita este auxilio para ubicar 
22 
este viraje en su enseñanza que supone articular en el lugar del Otro este 
objeto a que no puede entrar allí como elemento. Este viraje se produjo 
entre los seminarios La ética del psicoanálisis y La transferencia. 
El seminario sobre la ética parece tener una unidad magistral, cosa 
que no puede afirmarse de La transferencia, que aparentemente carece de 
coherencia. Aunque existe una, más secreta, que debe destacarse; a saber, 
la promoción de la función del objeto pardal en la experiencia analítica y 
el comienzo de su reformulación por parte de Lacan. Este es un punto 
decisivo, puesto que en La transferencia se encuentra una distribución de 
los futuros seminarios, en particular esos sobre la identificación y sobre 
la angustia, que contrastan con este sobre la ética, una ética que se anun-
cia como trágica y como una reformulación de la pulsión de la muerte. 
Su ética es la empresa de pensar el psicoanálisis a partir de la pul-
sión de muerte mediante la ley moral, en la medida en que esta impli-
ca precisamente el rechazo de todo lo patológico, de todo pathos, que 
puede alcanzar incluso hasta la vida del sujeto, el rechazo del paths 
articulado al goce. En La ética..., Lacan realizó un franqueamiento que 
no es seguro que se haya repetido. Efectivamente, la situación del ana-
lista es allí heroica, dado que el héroe sofocleano no es al final más que 
e] desecho de su propia aventura. 
Pero si La ética del psicoanálisis es el momento de franqueamiento, La 
transferencia constituye el de viraje, un viraje sobre el que nos pregun-
tamos cómo pudo ocurrir de este modo. En el análisis, ocurre ampara-
do por el amor, y por eso Lacan lo abordó con la clave de la transferen-
cia, y precisamente después de haber puesto en La ética del psicoanálisis 
el deseo y la voluntad de goce. 
Ya he subrayado en un esquema el parentesco en cierto nivel entre 
amor y goce. Lo señalé especialmente respecto de la separación. El suici-
dio de separación —no cualquiera— testimonia sobre la pulsión de muerte. 
Lacan invoca entonces a Sócrates para demostrar que el Otro del 
significante puede contener algo distinto, algo Otro en su corazón, que 
es éxtimo. El objeto a es éxtimo al Otro del significante. Más adelante 
recordaremos este pasaje del franqueamiento al viraje; además, ten-
drán acceso directo a la cuestión porque los seminarios La ética... y La 
transferencia verán la luz el año entrante alrededor de marzo. Seguiré la 
semana que viene. 
13 de nm'ientbre de 1985 
23 
BIBLIOTECA 
II 
Los envoltorios de la extirnidad 
La vez pasada mencione como experiencia muy común que un ana-
lizante saque su llave ante la puerta del consultorio del analista. Rápi-
damente mi comentario recibió un contraejemplo, un contratestimonio, 
de alguien cuya experiencia como analizante es innegable, y que me 
dijo que nunca a lo largo de los años fue propensa a este acto fallido. 
Concluí lo que le comuniqué de inmediato, que eso era porque donde 
vivía, ella no se sentía corno en su casa. Aparentemente estaba en lo 
cierto, ya que la cosa tuvo al menos su asentimiento. Destaco entonces 
el drama del sujeto tal como lo muestra a experiencia analítica, que es 
no lograr estar plenamente en su casa. 
El hiato de Ja identidad. . 
Con el término de Lacan ertimidad, este año apun amos exactamen-
te a eso, a que en lo de uno, no se está" en casa. De manera más general, 
el problema mismo del estatuto del inconsciente se formula en estos 
terminos que ya cité la última vez: "¿Cuál es pues ese otro con el cual 
estoy más ligado que conmigo mismo, puesto que en el seno más asen-
tido de mi identidad conmigo mismo es él quien me agita?". Digo dr 
manera mas ger e al, porque efectivamente est rase es retorica. un 
poquito elocuente, pero sin dejar de ser, corno aco.,turnbra Lacan, muy 
precisa, dado que lo que cuestiona es la identidad con uno mismo, que 
este año debemos retomar en términos más formales, 
25 
Ii 
Los envoltorios de la extímidad 
0.0001 Y Mcy 
BIBLIOTECA 
La vez pasada mencioné como experiencia muy común que un ana-
lizante saque su llave ante la puerta del con ultorio del analista. Rapi-
damente mi comentario recibió un contraejemplo, un contratestimonio, 
de alguien cuya experiencia como analizante es innegable, y que me 
dijo que nunca a lo largo de los años fue propensa a este acto fallido. 
Concluí lo que le comuniqué de inmediato, que eso era porque donde 
vivía, ella no se sentía como en su casa. Aparentemente estaba en locierto, ya que la cosa tuvo al menos su asentimiento. Destaco entonces 
el drama del sujeto tal como lo muestra la experiencia analítica, que es 
no lograr estar plenamente en su casa. 
El hiato de la id ntidad... 
Con el término de Lacan e. tirnidad, este año apuntamos exactamen-
te a eso, a que en lo de uno, no se esta en casa. De manera más general, 
el problema mismo del estatuto del inconsciente se formula en estos 
términos que ya cité la última vez: ",Cuál es pues ese otro con el cual 
estoy más ligado que conmigo mismo, puesto que en el seno más asen-
tido de mi identidad conmigo mismo es él quie me agita?". Digo de 
manera más general, porque efectivamente esta frase es retorica, un 
poquito elocuente, pero sín dejar de ser, como acosturnbTa Lacan, muy 
precisa, dado que lo que cuestiona es la identidad con_ uno mismo, que 
este ario debemos retomar en términos más formales. 
25 
LOS ENVOLTORIOS DE LA EXTTIVEDAD JACQUES- ALAIN MILLER 
Se trata en efecto de lo que nos atrevemos a llamar una sujeción del 
sujeto --está en la palabra misma , un asunto [sujet] de sumisión. Y no 
pretendemos alentar así no sé qué opresión que sería exterior. Lo que 
concierne a la extimidad no es el poder de una autoridad exterior res-
pecto de la cual yo soy, yo sigo siendo yo. De hecho, se trata de lo que 
podríamos llamar la paradoja del Otro interior, que implica como tal 
una fractura de la identidad personal, íntima. 
Y digo que es la formulación más general porque, en efecto, la psi-
cosis testimonia a cielo abierto esta extimidad en el llamado automatis-
mo mental -podernos utilizar el término xenopatía-, que hace presente 
en primer lugar a este Otro que, en el seno más afirmado de mi identi-
dad conmigo mismo, me agita. Se lo podría llamar muy legítimamente 
automatismo éxtimo, puesto que interviene en efecto en el seno de la 
identidad consigo mismo. Justamente, tendremos que articular la for-
dusión y la extimidad, porque forclusión, como vocablo, solo expresa la 
mitad de lo que está en juego: dice que algo está encerrado afuera. Sin 
embargo, la forclusión implica un retorno en forma de una extimidad 
que el sujeto verifica como real. Solo indico que no se trata en absoluto 
de una exclusión sin retorno. Será necesario, en la medida de lo posi-
ble, construirlo. 
Este Otro que me agita en el seno de mí mismo es una formulación 
adecuada para toda locura. También es adecuada para la histérica. La 
palabra misma que designa esta patología apunta, en efecto, a una 
parte íntima que en el cuerpo obra a su antojo agitando -Dr cómo!- al 
sujeto. Pero la obsesión no es menos éxtima, ya que se trata en ella de 
una coacción experimentada en el pensamiento, donde, si me permi-
ten, una parte de este juega su partida completamente sola. 
Todas estas diferentes patologías dependen de que la extimidad se 
vuelva patente. La extimidad se vuelve allí petaca (de pathos). Constata-
mos, pues, que algo agita. Con la extimidad, nos ocupamos del princi-
pio de los afectos, de lo que sacude y afecta al sujeto. Habría que inten-
tar probar si todos los afectos se dejan colocar bajo esta rúbrica de la 
extimidad, cosa que haremos más tarde. 
Desde esta perspectiva, en la medida en que es completamente dis-
tinta de la pura exterioridad, la extimidad designa nada menos que un 
hiato en el seno de la identidad consigo mismo. Digamos que esta dis-
tinción que establecemos este año es un lugar y que no debe confun- 
dirse con lo que puede llegar a ocupar'o. Por eso podernos ternos 
conducidos, si bien no exclusivamente, a consideraciones topológícas. 
Y este hiato de la identidad consigo mismo -que, aunque conocido 
desde siempre, solo la experiencia freudiana desnudó- sigue escanda-
lizando a los discursos que creen fundarse en dicha identidad. De 
aquí que tengamos que considerar, y Lacan nos invita a hacerlo, lo 
que lo recubre. 
...y sus envoltorios 
La experiencia freudiana desnudó este hiato especialmente en su 
punto de partida, que fue el sujeto histérico, es decir, un sujeto que tes-
timonia por excelencia una debilidad de su sentido íntimo, un sujeto 
cuyo sentido íntimo es socavado por una diferencia consigo mismo 
que, llegado el caso, se interpreta como una mentira fundamental, 
como una falsedad del ser. Perdiendo para siempre la autenticidad, el 
sujeto está condenado a ligazones que, por identificatorias que sean, no 
llegan a recubrir este hiato de la identidad consigo mismo. 
Ciertamente, hay también un envoltorio político de este hiato un 
cubrimiento por parte del amo, en la medida en que él libra de la exti-
midad y hace sentir, llegado el caso, esta opresión como exterior, lo que 
desde cierta perspectiva es una liberación. Se lo llamó, por ejemplo, 
servidumbre voluntaria, para retomar el título de La Boétie. Evidente-
mente, de ahí a hablar del goce del oprimido hay una brecha, que obe-
dece precisamente a que se debe distinguir el lugar y lo que lo cupa. 
Pero, finalmente, hay un envoltorio político del hiato éxtimo. 
Hay además un envoltorio religioso, que mencioné la ultima vez. Se 
puede llamar Dios a este lugar éxtimo, hacerlo ocupar por Dios. Esta 
cuerda es la que hace vibrar San Agustín en. el libro III, capítulo 6 de 
sus Confesiones, cuando califica a Dios de interior intimo meo et superior 
summo meo. El traductor de Garnier glosa un poco esta fórmula brillan-
te: "Vous étiez au dedans de rnoi plus profondément que mon árne la 
plus profonde, et au-dessus de mes plus hautes cienes" 	estés dentro 
de mí más profundamente que mi alma asís profunda y por encima de zis rads 
altas cimas]. La cosa dice simplemente: más interior que a frots íntimo mío 
y más elevado que lo más sumo mío. Esta idea se retorna en otro pasaje, en 
LOS ENVOLTORIOS DE LA EXTIMIDAD JACQUES ALAIN MILLER 
el libro X, capítulo 27, donde se insiste precisamente en el hecho de que 
Dios no está tanto por encima de nosotros -y por eso fuera de noso 
tras- como dentro. "¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, 
tarde te amé! Y he aquí que estabas dentro y fuera." Tenemos, pues, lo 
que se podría calificar de función embaucadora de lo éxtimo. Lo digo 
así para que vean luego las resonancias de este término en un uso que 
Lacan hace de él y que conviene destacar. De aquí que se considere que 
todo lo que se esfuerza por cubrir el hiato de lo éxtimo es en el fondo 
deshonesto. ¿Por qué no? 
Además está eI envoltorio amoroso de lo éxtimo, que, por ejemplo, 
asume el rostro inhumano de La mujer en el amor cortés -al que Lacan 
dedicó algunas clases cuando quiso hablar, precisamente, de la ética 
del psicoanálisis-, y que condujo, como ya denuncié, a imaginarse que 
ofrecía la sublimación como salida mayor de la cura analítica. 
Hay finalmente un envoltorio psicológico de este hiato, que es el 
más pernicioso, ya que instala en este lugar de lo éxtimo al yo malo y 
emprende su reducción. Procede incluso por una dicotomía que separa 
de lo que debería ser lo éxtimo el tejido donde está atrapado, a fin de 
distinguir dos regiones exteriores una de la otra. Se trataría así, llegado 
el caso, respecto de la región mala, de obtener su reducción o su domi-
nación. Esta dicotomía psicológica es entonces un envoltorio más de lo 
que está en juego. 
Lo molesto es que hay también un envoltorio psicoanalítico de este 
hiato. Puede decirse que se construyó con este fin la segunda tópica de 
Freud. 
La segunda tópica 
Se la construyó para cubrir el hiato de la identidad consigo mismo. 
Ya sea que se haya acentuado el yo o el superyó o, en todo caso, que 
se haya considerado reabsorber, encadenar, dominar al ello concebido 
como ese yo malo, ese ello cuyo nombre Freud tomó de Groddeck, 
quien tenía, de manera divertida, muy viva, un poco antropomórfica, 
la idea de lo éxtimo. Con su invención del Es, destacó de forma antro-
pomórfica a este Otro que en el seno de mí mismo me agita. Freud, en 
suma, hubiera podido reprochárselo desde el punto de vista de un 
28 
rigor teórico, pero lo distinguió por eso,justo cuando sus alumnos 
leían la segunda tópica como lo que aseguraba la identidad consigo 
mismo. Como si el yo de la segunda tópica fuera un principio de iden-
tidad consigo mismo respecto del cual las otras funciones habrían 
tenido que ordenarse. Por supuesto, cuando se lee "El yo y el ello", 
puede parecer que esto coincide aquí y allá con lo que Freud quiso 
decir. 
Pero lo que él quiso decir -Lacan nos enseñó a leerlo- es algo com-
pletamente distinto: el superyó, el ello y el yo ocupan este lugar de 
extimidad. Para orientarnos, Lacan se vio obligado a distinguir de allí 
el sujeto. Y hasta tal punto que, desde cierta perspectiva, podemos 
decir que el sujeto en el sentido de Lacan es este lugar mismo, este 
lugar de la extimidad. 
Ordenemos entonces estos tres términos según los tres registros de 
Lacan, según lo simbólico, lo imaginario y lo real -lo digo para los que 
recién empiezan-, que debemos retomar de manera metódica. Tiene 
cierto valor hacer la lista, es decir, ponerlos en el mismo plano como 
tres funciones capaces de ocupar el mismo lugar que está retraducido y 
desplazado en la enseñanza de Lacan en estos términos: 
yo 	narcisismo 
	 imagen 
superyó 
	
A 
	
s 
	
discurso 
ello 	 a 
	 R 
	goce 
Tienen el yo, que debe pensarse a partir del narcisismo. La verdad 
del superyó, de su función súper, de esta función redoblada del super 
yó, se retraduce y desplaza al Otro. Hay que referir el ello al término 
objeto a. Me permito realizar esta aproximación debido a los detalles y 
precisiones que ofrecí los años anteriores. Considero que por su solidez 
esto tiene su valor, incluso si se le indexan las tres dimensiones que 
distingue Lacan -lo imaginario, lo simbólico y lo real-, yuxtapuestas. Y 
por qué no distinguir también la funciones de la imagen, del discurso 
y del goce. 
Si procedo a esta disposición elemental, es primero para que noten 
que no incluyo el término sujeto. Resultaría muy dificil encontrarle un 
equivalente en Freud. Es el principio mismo de esta traducción que 
puse en el pizarrón. 
29 
JACQUES-ALAIN MILLER LOS ENVOLTORIOS DE LA EXTIMIDAD 
¿El yo sería el principio de identidad consigo mismo? Sobre esto se 
dividen las aguas. Está, por un lado, la psicología del yo -como se lla- 
mó a esa rama derivada de Freud-, que encuentra este principio de la 
identidad consigo mismo no solo en el yo sino en lo más precioso que 
hay en él, a saber, su supuesta esfera no conflictiva, lo que constituye 
un modo rudimentario de calificar este punto de identidad consigo 
mismo. Y, por otro, la orientación lacaniana, como retorno a Freud, que 
aborda el yo a partir del narcisismo, es decir, de esa etapa de la elabo-
ración freudiana que se deja de lado en la psicología del yo, como 
demostré hace un tiempo a partir de un texto de Hartmann. 
Desde el punto de partida del estadio del espejo -que es extraanalf-
tico, puesto que se trata de una observación-, desde este punto de par 
tida que decide los pasos siguientes, lo que Lacan instala en el corazón 
de la identidad consigo mismo es la imagen del Otro. Y solo asegura 
esta identidad a costa de un desdoblamiento, una falta de ser uno 
mismo donde puede verse la raíz de la agresividad. En este sentido, el 
yo, cuyo fundamento en este nivel es la imagen del otro, es una forma-
ción que ocupa el hiato éxtnno. Como explica Lacan a su manera en la 
página 648 de los Escritos, "el Yo viene a servir en el lugar que ha que-
dado vacío para el sujeto". 
Lacan devuelve al superyó su verdadero valor a partir del discurso 
del Otro. Noten que Freud no hacía otra cosa cuando indicaba su raíz 
en los restos de lo que había sido escuchado. 
En cuanto al ello, por este se introduce en la orientación lacaniana 
la función del goce. Como se dijo imagen del Otro y discurso del Otro, nos 
gustaría poder decir goce del Otro. Pero para pasar del goce al goce del 
Otro, a diferencia de lo que ocurre con los términos imagen y discurso, 
hay un pozo que colmar. El camino a seguir, el de Lacan, es complejo. 
El ello como tal no es el goce del Otro, a lo sumo puede decirse que 
califica Otro goce. 
Proyección-introyección 
También puede constatarse la disimetría en la literatura analítica 
entre los conceptos de proyección y de introyección: la proyección es 
función de lo imaginario, la introyección, retomando los términos de 
30 
Lacan, está en relación con lo simbólico -corn se lee en a página 635 
de los Escritos. Lo que llamamos proyección es de hecho la puesta en 
funcionamiento de una imagen en la medida en que esta puede ocupar 
precisamente este lugar que se dejó vacío, este lugar de falta de ser uno 
mismo. Desde esta perspectiva, aparece como un señuelo de este hiato. 
La introyección, entonces, es manipulada en sentido opuesto por los 
analistas que hicieron funcionar este concepto. 
Debo mencionar estos conceptos porque ponen en juego, incluso de 
manera ingenua, la repartición del interior y el exterior, que es justa-
mente lo que nos convoca este año. Que esta repartición nos interrogue 
no significa que uno no tenga que preguntarse cómo se forma esta idea 
de fuero interno, cómo se constituye este espacio. Puede decirse que es 
la imagen del Otro la que define el interior, el sentimiento del interior, 
el sentimiento de su intimidad. No hay forma de situar este adentro 
más que por el dominio que el sujeto experimenta a partir de la ima-
gen del Otro. Se trata de un dominio sin duda desfalleciente. Se habla 
del significante amo para no hablar del sujeto amo. 
Los conceptos de proyección y de introyección nos interesan siem-
pre que no se imagine que hay en ello vaivenes que volverían recípro-
cos, hasta complementarios, el interior y el exterior, el adentro y el 
afuera. Si subrayamos el término extimidad, es para marcar que no hay 
ninguna complementariedad, ningún ajuste entre e aden ro y el afue-
ra, y que hay precisamente un afuera en el interior. Esto es lo que se 
trata de construir, de tornar pensable. 
Establezco al pasar una equivalencia entre tornar pensable y cons-
truir, que debe hacerlos sensibles al hecho de que Lacan es constructi-
vista. Si fue a pescar fórmulas y esquemas en las matemáticas, tanto en 
la lógica matemática como en la topología, es porque en el campo freu-
diano, tal como él lo trabajaba, se exhibe una construcción En efecto, 
como la experiencia en uego es inasible, en la teoría se trata por el con-
trario de construir. Por eso enlazo pensar y construir, porque estamos 
allí adentro. Se deben pues traducir, formular, este conjunto de intui-
ciones que puedo traer al comienzo, y no solo entonar su canto. Ahora 
bien, si lo que se desea es entonar su canto, las C_onfesioriew de San 
Agustín siguen siendo lo mejor que hay en el género_ 
Este año sin duda podrían recordarse muchos diarios íntimos, como 
se los llama. Porque os diarios íntimos, cuand están bien hechos. 
31 
LOS ENVOLTORIOS DE LA EXTINIIDAD JACQUES-ALAIN MILLER 
cuando van aI corazón de lo que está en juego, es decir, al corazón de 
la identidad consigo mismo, cuando ponen en ejercicio su valor, llegan 
siempre, con diferentes registros, a este lugar de extimidad. El registro 
de Amiel no es el de Senancour. Valdría la pena ordenar estas experien-
cias de intimidad que muestran en la escritura, según la honestidad de 
los escritores, el encuentro con un Otro que los agita en el seno de la 
identidad consigo mismo. 
Proyección e introyección, entonces, no son funciones recíprocas ni 
siquiera en el uso común de los psicoanalistas. Según la definición de 
Lacan, la introyección es un indicador que se instala en el corazón del 
ser para designar allí el agujero. 
No puede decirse que el significante amo represente al sujeto. No es 
el significante del amo cuando Lacan lo manipula. El significante amo 
sin duda es el significante del Otro por el cual el sujeto es representa-
do. Pero precisamente por esto vale como significante del sujeto, ya 
que es el único significante que puede tener esta función, puesto queel 
sujeto como tal se construye como una elisión del significante. No le 
queda más que acomodarse al significante del Otro para hacerse repre-
sentar. 
Este significante del Otro se lo encuentra en la experiencia analítica 
o, en todo caso, se lo debe encontrar, en primer lugar bajo la forma de 
una cadena articulada de palabras decisivas. Son las palabras, no los 
escritos, lo que resulta decisivo para el sujeto. Más tarde él podrá creer 
encontrar escritos decisivos y hallarlos efectivamente. Pero, con todo, 
incluso la Biblia se comienza por escucharla antes de leerla. Los efectos 
primordiales están en la palabra. Y, como recordaba Lacen, es en la 
experiencia analítica donde la palabra permanece. Luego, el significan-
te amo bien puede ser el del propio sujeto aun cuando se trate de puro 
azar. No es, sin embargo, el significante del objeto. No creo que nunca 
en treinta años de enseñanza Lacan haya dicho o escrito alguna vez el 
significante del objeto, salvo para calificar llegado el caso el signo a, es 
decir, el símbolo con el que marcó justamente que no hay significante 
del objeto. Entonces puede decirse, utilizando la palabra introyección, 
que el significante amo indexa el objeto. 
¿Qué significa que la introyección sea una relación con lo simbóli-
co? La introyección no es una manducación del objeto real. Esta for-
ma de canibalismo de la introyección puede considerarse algo anti- 
cuada. La introyección no es una manducación ni el transporte al in-
terior de una imagen. No se construye como la percepción. Como se 
trata de una introyección significante, calificarla de relación con lo sim-
bólico indica entonces que es una identificación significante. Ensegui-
da me dedicaré a ubicar el desarrollo lógico de la enseñanza de 
Lacan, y pueden hacer al respecto un estudio —no simplemente con-
junto porque es sucesivo, sino por partida doble—, de la identidad y la 
angustia. 
La relación de objeto 
La última vez indiqué lo que aparea los seminarios La ética del psico 
andlisis y La transferencia, y voy a retornarlo. Pero es preciso ver tam-
bién lo que une a los seminarios que siguen, "La identificación" y La 
angustia. "La identificación" se refiere a la articulación significante y 
define y aísla la identificación como significante, separándola por lo 
tanto de todo lo que gira en torno de lo imaginario; mientras que La 
angustia desgaja la función del objeto. Hay entonces en el desarrollo 
lógico de la enseñanza de Lacan un par de seminarios que van juntos 
corno los de La ética... y La transferencia, que se conjugan. Por otra par-
te, verán que al final del seminario sobre la transferencia se Indican 
como programa los dos seminarios siguientes. identificación y angustia 
son además los títulos que di a los últimos capítulos de La transferencia. 
Constatarán que no es un abuso. 
Este año tendremos que hablar de la identificación, ya que es en el 
hiato de la identidad consigo mismo donde se concibe que el sujeto se 
identifique. Él se busca, da con una identidad que puede llamarse de 
sustitución, de encuentro. Decir, corno Lacan, que se trata de un índice 
que se instala en el corazón del ser para designar allí el agujero es decir 
que no lo colma. No hay introyección, no hay identificación significan-
te que pueda colmar este agujero. En el mejor de los casos, cuando esta 
se efectúa, cuando merece ser elevada a la dignidad del significante 
amo, no hace más que indicar el hiato_ 
Se trata de un recorte, como lo es lanzar que no hay significante del 
objeto, lo que por supuesto habrá que comentar. Que no haya signifi-
cante del objeto —agrego de inmediato—no quiere decir que no pueda 
JACQUES. ALAIN MILLER LOS ENVOLTORIOS DE LA EXTIMID AD 
del objeto hacerse un significante, incluso de un objeto total. Esto se 
llama precisamente fobia, la que consiste en hacer un significante con 
un objeto. Tampoco significa que el significante no pueda constituir un 
objeto. Para divertirnos, pongamos frente a la fobia la literatura. Fobia 
y literatura son dos maneras de salir airoso con el no hay significante del 
objeto. Son dos maneras contrarias, lo que no impide por otra parte en 
absoluto que haya literaturas fóbicas. Ven, pues, que estamos siempre 
en este surco planteado hace ya mucho tiempo que opone el significan-
te y el objeto, 
Debo decir algo sobre este objeto porque en la palabra misma hay 
una tópica engañadora e implícita, porque el objeto sería lo que se 
lanza adelante del deseo. Después de todo, ser lanzado delante del 
deseo le conviene a la imagen. Y saben lo que Lacan cambió de este 
estatuto del objeto del psicoanálisis: en vez de situarlo como arrojado 
delante del deseo, lo ubicó detrás de este. Él lo llamó propiamente 
objeto a, objeto causa del deseo, que es el efecto que él no alcanza 
nunca. Y por eso, al situarlo detrás, lo convirtió en un objeto éxtimo. 
No eh un objeto que está adelante sino un objeto, si puedo decirlo así, 
trasladado al interior y que por eso ciertamente tiene afinidades con lo 
que Melanie Klein situó como función de los objetos internos. Klein 
hizo esto, incluso hizo más aunque ella misma no lo tuvo siempre en 
cuenta-: situó el objeto primordial como fóbico, hasta tal punto que 
todo lo que se desarrolla en adelante en el dominio de la realidad apa-
rece como contrafóbico. 
Aunque este objeto interno simplemente no satisfizo a Lacan, final-
mente Melanie Klein fue en el psicoanálisis la que conservó e incluso 
exaltó el lugar de la extimidad, respecto de los psicólogos del yo, que lo 
hicieron desaparecer. Al mismo tiempo, si Lacan no se contentó con el 
objeto interno, fue porque él siguió siendo freudiano. El punto esencial 
en la experiencia es que se trata de un objeto perdido. Si juntan estos dos 
rasgos -se trata de un objeto perdido y en el interior-, obtienen en esta 
paradoja el término éxtimo. Este término dice esta paradoja, la retoma. 
Al ubicar este binario del significante y del objeto, debo abordar la 
cuestión por el lado del estatuto simbólico del objeto. Digo su estatuto 
simbólico porque no se puede en absoluto reconstruir el itinerario del 
objeto en la enseñanza de Lacan yendo solamente de lo imaginario a lo 
real. Se constata que, efectivamente, comenzó a bautizar a a la imagen, 
al objeto imaginario, y que en definitiva conservo la misma letra para 
el objeto real. Pero uno no puede ahorrarse la lógica de un estatuto 
simbólico del objeto, y esta es una manera de tratar el significante obje-
to que necesitaremos a continuación. Si hay el objeto imaginario, hay el 
objeto simbólico y hay el objeto real. 
Puede partirse sin duda de que el objeto no es ob sino in y de que el 
que está en juego no es el objeto en el mundo sino el objeto en el sujeto. 
Hasta tal punto que se lo puede localizar con ingenuidad en el defasaje 
de la conducta supuestamente adaptada al mundo. Este defasaje seña-
la una interferencia del objeto, es una manera ingenua de marcar que el 
sujeto no domina el asunto. 
Habrá que ver lo que implica de entrada captar la relación de obje-
to. Se trata de una expresión que envejeció, y que Lacan solo había 
retomado porque estaba de moda en los años cincuenta. Reconozca-
mos que ahora para los psicólogos del yo lo último de lo último es 
lograr despabilar un poco la psicología del yo gracias a la relación de 
objeto. Ya consideran un paso enorme pensar que puede haber algo 
distinto que el sistema cerrado del yo, el superyó y el ello. Para ellos, 
evidentemente, el objeto, es sinónimo del otro. Es que hay un otro en el 
mundo del que debemos ocuparnos, del que hay algo que esperar, y de 
pronto, con sorpresa y prudencia, descubren la intersubjetividad. 
Resulta extraordinario que en esta época las personas más adelantadas 
de Nueva York para ponerse verdaderamente en la cresta de la ola -y 
los otros desconfían avancen hacia la intersubjetividad e intenten 
inyectar un poco de relación de objeto en los desiertos de la psicología 
del yo. 
La relación de objeto, la freudiana, es la delobjeto perdido. Es la 
relación de objeto en la medida en que se articula con la falta, en que es 
primero lo que falta. Por eso, cuando Lacan trata esta relación en su 
seminario, la introduce por la angustia. Cinco o seis años después, al 
retomar esa temática, la encara por el lado de la angustia, es decir, por 
el lado de un afecto que es tradicionalmente el que califica la relación 
con la falta de objeto. Allí él hizo brillar y elevarse su objeto a diciendo 
que la angustia no era sin objeto. Esta falta de objeto mismo funciona 
como un objeto de otro tipo. Aunque lo precisaremos, subrayo esta 
introducción por la angustia, esta introducción del objeto por la falta 
de objeto. 
JACQUES-ALAIN MILLER 
	
LOS ENVOLTORIOS DE LA EXTIMIDAD 
Frustración 
En este primer nivel, se ve que el objeto que nos interesa, el objeto 
del deseo, el objeto en el psicoanálisis, es, como ocurre con el discurso 
e incluso con el goce, el objeto del Otro. Ya se Io puede captar en lo 
imaginario, y gracias a San Agustín, en el libro I, capítulo 7, donde se 
sitúa el ejemplo canónico que señala Lacan en la página 107 de los 
Escritos: "Vi con mis propios ojos y conocí bien a un pequeñuelo presa 
de los celos. No hablaba todavía y ya contemplaba, todo pálido y con 
una mirada envenenada, a su hermano de leche". Cito a San Agustín, 
quien se pregunta a continuación: "¿Quién no sabe de esto? Madres y 
nodrizas pretenden conjurar este mal con no sé qué remedios. A menos 
que sea también inocencia el no tolerar por compañero, en la fuente de 
la leche que mana copiosa y abundante, a uno que está sumamente 
necesitado de socorro, y no puede vivir todavía más que con ese único 
alimento". 
Lacan hace de este ejemplo el paradigma de la frustración, que 
apunta a que el objeto se introduce esencialmente en la medida en que 
el sujeto está privado de él. Ustedes saben que Lacan, a propósito de la 
relación de objeto, puso en serie estas faltas, estos diferentes tipos de 
falta que son la privación, la frustración y la castración. No las escribió 
en ese orden. Supongo que es porque en su seminario hizo de esto una 
introducción algo cronológica, algo desarrollista, pero también se lo 
puede leer por supuesto de otro modo. 
En el fondo, ¿de qué partió? De que en lo real no hay falta. Esta 
definición de lo real no va mucho más allá del en-sí de Sartre. Este real 
como tal es pleno, completo. Por Io tanto, solo puede haber una falta 
en lo real si hay primero una simbolización. ¿En qué consiste la fun-
ción que en El ser y la nada se atribuye a la libertad que introduce la 
falta en el en-sí, que cava el agujero de su propia esencia, de su falta? 
Esta función en Lacan es el significante, que aporta la posibilidad de 
una falta en lo real. Conocen el ejemplo de la biblioteca donde por 
esperar en su lugar el libro equis, puede decirse que falta en su lugar. 
Se supone que hay lugares, y para que los haya, es preciso que estén 
marcados. Hay por eso simbolización previa y necesaria. 
Dado el punto de vista del desarrollo, con el que Lacan se compro-
mete en la época de su seminario sobre la relación de objeto, él se ve 
llevado a tener que decir de dónde viene la simbolización. No es algo 
con lo que se enredará más adelante, cuando plantee por el contrario 
que eso no se deduce. Pero allí, en el orden del desarrollo, lo deduce, 
¿y lo deduce de qué? Lo deduce de la frustración. Plantea que esta es la 
que introduce el orden simbólico. 
¿Qué significa? Si debe ser previa a la privación como falta real de 
un símbolo, de un objeto simbólico, la frustración es entonces imagina-
ria. No está por otra parte lejos del proyecto de Sartre. Desde esta pers 
pectiva, se presenta la paradoja de querer introducir el orden simbólico 
por una función imaginaria, la función de la frustración. Esto se encar-
na y, evidentemente, una vez que se encarna, lo hace en lo simbólico. 
¿Y qué designa? Hacer de la madre el agente de la frustración es 
suponer, pese .a todo, que hay lenguaje y no solamente palabra; es decir 
que está la demanda. En este sentido, e incluso en lo que atañe a la 
frustración, todo esto sería impensable si solo se tratara del objeto de la 
necesidad. Impensable y hasta reprensible, como da a entender San 
Agustín. Luego, se necesita la demanda, que ya presupone el orden 
simbólico. 
Allí ya se encuentra instituida la dimensión del amor, por cuanto el 
objeto que vendrá del Otro se vuelve don, don del Otro y, si se quiere, 
signo de su amor —la deducción dialéctica de Lacan es muy conocida, 
solo la menciono—. Así, en su valor propio el objeto está desustanciali-
zado. Se vuelve exactamente una nada, una nada que basta, si es signo 
de amor. Entonces, es signo de lo que el Otro da, no de lo que es del 
registro de su tener, sino del registro de lo que no tiene. 
Lo cierto es que uno se equivoca si piensa que en el ejemplo de San 
Agustín este seno materno, este seno de nodriza, es de la nodriza. Pre- 
cisamente este tipo de error hace hablar de los objetos internos, hace 
creer que hay desplazamiento hacia el interior. Debe verse en este 
ejemplo mismo que, si existe frustración, es porque el objeto en cues- 
tión pertenece al cuerpo del niño. De aquí el carácter primordial de lo 
que Lacan llama frustración y que solo es pensable así, es decir, que se 
trata de un término éxtimo. De esto que se convierte en un principio 
completamente enigmático en Lacan, en La relación de objeto, solo se 
hallará explicación muchos años después. "Todo objeto introducido 
mediante una frustración realizada sólo puede ser un objeto que el su-
jeto toma en esta posición ambigua que es la de la pertenencia a su 
JACQUES-ALAIN MILLER LOS ENVOLTORIOS DE LA EXTIMIDAD 
propio cuerpo" leemos en la página 127 de El seminario 4. Si el seno en 
cuestión puede ser objeto de la frustración, es en la medida en que el 
sujeto lo toma en esta posición que es la de la pertenencia a su propio 
cuerpo. Desde esta perspectiva, es una parte íntima. Tiene una posición 
ambigua que podemos nombrar: se trata de una posición éxtima, que 
es la de todos los objetos a. 
El objeto simbólico 
Éxtimo, el seno. Éxtimas, las heces. Éxtima, la mirada. Éxtima, la 
voz. Basta con esto para indicar que no se trata, en su estatuto introdu-
cido por la frustración, de su materialidad. El solo hecho de incluir en 
esta lista la mirada y la voz lo indica lo suficiente. Y, para ser aún más 
claro, a veces Lacan agregaba a esta lista la nada. Veremos a continua-
ción la función de objeto de la nada, a falta del cual uno se equivoca 
sustancializando los objetos a. Por otra parte, es la única manera de 
captar cómo se puede dar lo que no se tiene. Todo está en el arte de dar 
nada. Incluso esta nada no hay que darla. Por el contrario, es conser-
vando esta nada, no dando el signo del amor, como se puede engen-
drar su significación. Se lo mostraré situado por Lacan con mayores 
detalles. Dar lo que no se tiene: donde Lacan formuló la paradoja del 
amor está la paradoja de lo éxtirno. Lo que se ama en el Otro es tam-
bién eso de lo que él carece. 
Abreviaré mi comentario, que apuntaba a destacar que el estatuto 
simbólico del objeto es el que Lacan llamaba metonímico. Solo se ex-
cluye en este sentido el objeto fóbico, que puede decirse que es metafó-
rico porque reemplaza al padre en la medida en que este falta. Saben 
que definimos con Lacan la metáfora por la sustitución. Pero, salvo es-
te objeto fóbico sobre el que habrá que volver, el estatuto simbólico del 
objeto es su estatuto de metonimia. Este es Incluso el resultado princi-
pal que veía Lacan de su seminario La relación de objeto. Lo veía en el 
hecho de que no hay objeto sino metonímico. En otras palabras, la falta 
esta presente en la relación de objeto o, mejor, la falta es estructurante 
de esta relación. O sea que la relación de objeto kleiniana siempre debe 
concebirse sobre el trasfondo de la castración freudiana. Evidente-
mente, la metonimia del objeto implica cierto desvanecimiento de este,supone que el objeto no es nunca más que un sustituto -y parcial , un 
sustituto siempre vecino de la falta, tomado del entorno de la falta. 
Por eso, el objeto está tan esfumado en esta perspectiva en la que 
siempre se desea otra cosa, que solo emerge como presencia con el tér-
mino fijación. Aproximadamente en este nivel Lacan formula las cosas 
en "La instancia de la letra...". Para poner en funciones un objeto esta-
ble, es preciso recordarle al batallón la fijación, incluso agregar "per-
versa" -como se lee en la página 498 de los Escritos . El objeto se pien 
sa allí a partir del fetiche, a partir del fetichismo. A pesar de estar 
fijado, el objeto fetiche se toma sin embargo por excelencia del entorno 
de la falta, del entorno de la privación en la mujer. Por eso la observa-
ción de que como perversión el fetichismo es eminentemente masculi-
no, en todo caso, está del lado de la sexuación masculina. 
Por otra parte, el fetichismo permite que el deseo como falta en ser 
conserve una relación con el ser. El deseo como falta en ser sigue sien- 
do el índice que designa el agujero. Aunque este deseo asuma la forma 
mediocre de la perversión fetichista, sigue tratándose de un pedazo de 
ser. De este modo Lacan formula la expresión más and de todas las subli-
maciones del amor. Más allá y por debajo de todas las sublimaciones del 
amor, hay un fetiche. 
Evidentemente, puesto que se dijo que el fetiche se situaba del lado 
de la sexuación masculina, podemos preguntarnos por la relación con 
el ser que se produce del lado de la sexuación femenina. No hay obje- 
ción a considerar que se hace por el camino de la nada -llegaremos a 
esto, hacerse un fetiche de nada-, lo que es sin duda mucho más culti- 
vado que la braga o el zapatito. Debemos poner entre comillas estas 
sublimaciones del amor ya que Lacan quiso indicar al respecto que el 
amor podía ser otra cosa. 
Pero lo que acabo de decir basta para que se capte en qué el deseo 
toca la extimidad. Esto es lo que caracteriza al deseo respecto de la 
demanda. No es simplemente que el deseo sea transportado por la de-
manda. Ciertamente, no hay deseo sin demanda. Desde esta perspecti-
va, el deseo se ubica en la posición de arroyuelo que corre debajo, de 
alusión de la demanda. Pero no solo es esto. Ocurre ademas que hay 
para el deseo un objeto que no puede demandarse. 
JACQUES-ALAIN MILLER 
	
LOS ENVOLTORIOS DE LA EXTD/11DAD 
Crítica de la sublimación 
Por lejos que se vaya en la demanda, tan lejos corno sea posible, tan 
lejos corno sea imposible, hay algo que no puede ser demandado por la 
sencilla razón de que el Otro no lo tiene. No lo tiene y sín embargo lo 
detenta. Por eso debemos construir esta estructura de extimidad, por-
que está en el centro de las paradojas del deseo y del amor. Aun si se 
piensa en los extremos a los que se entrega Sade para alcanzar al suje-
to en su punto de extimidad, sigue habiendo algo que no puede ser 
demandado. Sin duda siempre se puede ir más lejos, se puede buscar 
un Otro especialmente dócil al que demandarle cosas, pero seguirá 
siendo algo que no puede demandarse. 
Lo fundamental -y que ocupa el lugar de lo que no puede deman-
darse- es la demanda de ser privado de algo real. Eso es lo que está en 
el origen no solo de la servidumbre voluntaria, sino del sacrificio vo-
luntario, que tanto la Iglesia como el Ejército -las dos formaciones con 
las que Freud empezó su estudio de las masas- han sabido explotar. 
Justamente, porque hay algo que no puede demandarse, Lacan fue 
a buscar ese término das Ding -cruce de Freud y Heidegger- en otra 
lengua, donde produce algo así como ding dong. Este das Ding -no me 
meteré en esto, ya lo comenté- sigue siendo el eje de os seminarios La 
ética... y La transferencia, cuyo rasgo sorprendente es que carecen casi 
por completo de maternas. No tienen maternas y dicen algo original, 
anterior al significante y que se encuentra fuera de significado. Así 
define Lacan das Ding. Fuera de significado quiere decir que aún no se 
lo hizo significar; es como eso con lo que el sujeto se relaciona antes de 
toda represión, respecto de lo cual la represión ya es una elaboración. 
Para decirlo simplemente, es eI término en relación con el cual hay una 
defensa primaria. Y en comparación con esta, la represión se presenta 
como una defensa mucho más elaborada. Respecto de esta realidad 
muda -así la designa Lacan-, el sujeto se constituye en una relación 
patética de afecto primario. 
Ya subrayé hace algunos años este acercamiento que constituye la 
raíz, el asiento de la primera orientación del sujeto, su primera elec-
ción, el primer asiento de la orientación subjetiva -les desgrano los tér-
minos mismos de Lacan-. Se puede distinguir esta relación patética 
primaria en la histeria y en la obsesión, ya sea de disgusto, de muy poco 
para mí o de es demasiado. Hay allí un patetismo propio de la obsesión y 
uno propio de la histeria, que en un análisis deben emerger. 
Con el nombre das Ding se sitúa la extimidad primordial, e primer 
exterior en el interior mismo del campo de las representaciones. En su 
empleo freudiano, las representaciones solo representan a través de sus 
representantes. Y en este nivel, según Lacan, la Cosa no está, está 
ausente, es extranjera. Hay una gravitación de estas representaciones, 
de lo que llamamos para simplificar significantes, en torno a la Cosa. 
Tenemos, pues, una imagen de la posición central de la Cosa, que es al 
mismo tiempo cerrada respecto de la gravitación significante. 
¿Qué se buscó en el seminario sobre la ética, en las versiones pira-
tas? Se fue a buscar el momento en que Lacan dice que la madre es das 
Ding. Y pensaron: Pues bien, ¡aquí está! Uno se orienta. 
Pero no es en absoluto lo que dice Lacan. Él sostiene que en Mela-
nie Klein, por ejemplo, el envoltorio de esta extimidad es la madre. 
Lacan indica precisamente que Klein puso en el lugar central de das 
Ding el cuerpo mítico de la madre; y en el fondo el acento debe recaer 
sobre eso, sobre el hecho de que ese es el mito kleiníano. Por eso me 
abstuve de poner corno exergo de este pasaje: "Das Ding es la madre". 
Hubiera sido un error seguro. Puse, en cambio "El mito kleiniano". El 
mito kleiniano reforzado por la prohibición del incesto, que muestra 
bien que no fue simplemente Klein quien consideró que la madre era el 
Lelos, la finalidad, de la demanda. 
También denuncio el error que quiso cantar loas a la sublimación 
de la que Lacan había dicho que consistía en elevar el objeto a la dig-
nidad de la Cosa. Esto condujo a todo lo que el mundo dice: ¡eleve-
mos, elevemos! Pero el valor de este punto es completamente distin-
to. Este objeto en relación con la Cosa nos des uelve a nuestro tema de 
partida, el de los envoltorios. Estos objetos de sublimación son obje 
tos variables, elaborados en el curso del tiempo, que se suceden 
según ritmos más o menos aproximados; llegado el caso, es la moda 
anual. 
Puede decirse que Lacan supera la consideración de Freud según la 
cual serían objetos que habrían hallado el medio de resultar útiles para 
los otros, y que eso es lo que haría el artista. Para Lacen no se trata 
solamente de eso. Estos objetos ocupan el lugar de la extimidad. La 
cubren. Elevar el objeto a la dignidad de la Cosa no dice que se trate de 
JACQUES-ALAIN MILLER 
la operación más digna. A veces consiste, por qué no, en una operación 
profundamente deshonesta. Y Lacan lo señala en la página 123 de La 
ética del psicoanálisis: "No es que la colectividad simplemente los reco-
nozca [a estos objetosl como objetos útiles -encuentra en ellos el campo 
gracias al que puede, en cierto modo, engañarse sobre das Ding, coloni-
zar con sus formaciones imaginarias el campo de das Ding". 
Desde esta perspectiva, considerar que la sublimación -definida 
como la elevación del objeto a la dignidad de la Cosa- es la finalidad 
del análisis sería prometer que en la cultura, en la colectividad, el aná-
lisis se convierta en un señuelo. Debo decir que

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