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I.- LAS BASES DE UN CONFLICTO (1700-1739)
NDACION UNIVERSITARIA ESPAÑOLA-Madrid, 1975
losó Antonio Ferrer Benimeli, Pro 
fesor de Historia (contemporánea en 
la Universidad de Zaragoza, miem 
bro honorario del Institu to de In ­
vestigaciones Históricas de la U niver­
sidad «Andrés Bello» de Caracas, 
miembro correspondiente del ínstitu t 
des Hautes Eludes et de Recherches 
Ma^onniques en Sciences Hum aines, 
de París, consejero num erario del In s­
titu to de Estudios Oscenses, es un 
especialista de la Masonería. Publicó 
en 1965 El Conde de Aran da y el 
frente aragonés en la guerra contra la 
Convención (Zaragoza), en 1968 La 
Masonería después del Concilio (Bar­
celona), en 1972 El Conde de Aranda 
y su defensa de España (Madrid-Za- 
ragoza), en 1973 Masonería e In q u i 
sición en Latinoamérica durante el si­
glo X V I I I (Caracas), en 1974 La iMa­
sonería española en el siglo X V I I I 
(M adrid) y Bibliografía de la Maso­
nería (Caracas), en 1975 Los Archivos 
Secretos Vaticanos y la Masonería 
(Caracas), aparte de numerosos artícu­
los y monografías en diversas revistas 
especializadas nacionales y extranjeras.
Convertido en uno de los principales 
«masonólogos» españoles, presenta, 
a petición de la Fundación Universi­
taria Española, la presente obra. 
Masonería, Iglesia e Ilustración, pri­
mer volumen de un total de cuatro, 
de próxima aparición.
M A S O N E R I A , I G L E S I A 
E I L U S T R A C I O N
UN CONFLICTO IDEOLOGICO-PO- 
LITICO-RELIGIOSO
I. Las bases del conflicto (1700- 
1739).
TI. Inqu isic ión : Procesos h istóricos 
(1739-1750).
T il. Institucionalización del conflic­
to (1751-1800).
IV . La o tra cara del conflicto. C on­
clusiones y B ibliografía.
JOSE ANTONIO FERRER BEN1MELI
MASONERIA, IGLESIA 
E ILUSTRACION
UN CONFLICTO IDEOLOGICO-POLITICO-RELIGIOSO
I
LAS BASES DE UN CONFLICTO (i700-1739)
FUNDACION UNIVERSITARIA ESPAÑOLA
S E M IN A R IO C1SNEROS 
M A D R ID , 1976
MASONERIA, IGLESIA 
E ILUSTRACION
JOSE ANTONIO FERRER BENIMELl
MASONERIA, IGLESIA 
E ILUSTRACION
UN CONFLICTO IDEOLOGICO-POLITICO-RELIGIOSO
I
LAS BASES DE UN CONFLICTO (1700-1739)
FUNDACION UNIVERSITARIA FSPAtSOl.t
¿eMINARIÓ CISNEROS 
MADRID, 1976
Publicaciones 
de la
FU N D A C IO N
U N IVERSITARIA
ESPAÑOLA
Monografías - 17
© José A. Ferrer B enim eli, 1976 
Todos los derechos reservados 
Printed in Spain 
I.S.B.N.: 84-7392-087-2 
Depósito Legal: S. 620 -1975 
Imprenta «Calatrava». Libreros, 9. Salamanca
A D . P e d r o S á i t t z , R o d r í g u e z
MASONERIA, IGLESIA E ILUSTRACION
UN CO N FLICTO ID EO LO G IC O -PO LITIC O -R ELIG IO SO
Tomo I: Las bases de un conflicto ( 1700-1739)
Tomo II: Inquisición: Procesos históricos ( 1739-1750)
Tomo III: Institucionalización del conflicto (17 5 1-1800)
Tomo IV: La otra cara del conflicto. Conclusiones y bibliografía
Esta obra constituye la Tesis de Doctorado actualizada y presentada en la Facultad de 
Filosofía y Letra- de la Universidad de Zaragoza, el 29 de íebrero de 1972, bajo el título 
de «Historia de la Masonería española en el siglo XVIII. Relaciones entre la Iglesia Cató­
lica y la Masonería». E! Tribunal estuvo integrado por los profesores Antonio Beltrán, 
como Decano y Presidente, José Cepeda, de la Univetsidad de Granada, Juan Reglá de la 
Universidad de Valencia, Juan José Carreras, de la Universidad de Zaragoza, y Carlos E. 
Corona —de la misma Universidad— como Director y Ponente.
Obtuvo la calificación de Sobresaliente cum laude y Premio extraordinario de doctorado 
correspondiente al curso académico 1971-72.
PREFACIO
La labor del historiador debe reducirse a buscar en los protagonistas de la 
Historia una última razón; una razón noble, o, cuando menos, una razón huma­
na. No se trata, por supuesto, de otorgar idéntica validez a todas las razones; 
pero nunca estará de más subrayar que cada hombre — como cada organización 
o partido político— tiene «su» razón ( 1 ), esa que el historiador debe descubrir 
y poner de manifiesto.
Por otra parte del estudio de la historia ha de sacarse algo más que la sa­
tisfacción de la curiosidad por los hechos acaecidos en otras épocas; hay otros 
valores, como el conocimiento de los elementos que constituyen la sociedad, el 
saber cómo se encadenan las circunstancias que influyeron en sus mejoras y en 
sus retrocesos, o simplemente la constatación de la irrevocable confirmación dt 
las verdades y preceptos de la moral universal. No basta contentarse, pues, con 
narrar unos sucesos tal como sucedieron en su época. Los acontecimientos que 
el historiador cuenta se sitúan en otro siglo, pero somos nosotros, los que su­
frimos la influencia de las ideas y de las «razones» de nuestra época, quienes 
debemos juzgarlos. Para poder explicar por qué un suceso se ha desarrollado 
de cierta manera, en un momento dado, es preciso adaptarse a la mentalidad 
del siglo, es decir integrarse en las aspiraciones, en las necesidades, en el ideal 
de la generación que ha vivido en ese preciso momento, y comprender la evo­
lución y la interdependencia de los hechos históricos, lo moral y la moral de 
la Sociedad (2). En este sentido es interesante recordar lo que dice León X I I I 
en su Breve del 18 de agosto 1883 sobre los estudios históricos, donde afirma 
que «es preciso esforzarse enérgicamente en refutar las mentiras y falsedades 
recurriendo a las fuentes. Es necesario, sobre todo, tener presente en el espíritu 
que la primera ley de la historia es no atreverse a mentir, y la segunda atre­
verse a decir la verdad» (3).
El siglo X V III no es sólo la época en que cuajó la revolución atlántica, 
sino sobre todo un momento de transición entre el pensamiento teológico y el 
pensamiento positivo; entre una filosofía del absoluto, y una filosofía de la 
historia (4). El siglo X V III no suprimió lo sobrenatural. Se limitó a racionali­
zarlo. Ni siquiera fue irreligioso. Es un siglo que siendo por esencia el «siglo 
del Espíritu», el siglo del «libre-pensamiento» (5), tuvo al mismo tiempo una
(1) S eco S e r ra n o , C., Godoy, el hombre y el político. Estudio preliminar « las «Me­
morias» del Príncipe de la Paz, B.A.E., t. 88, Madrid, 1956, pig. VII.
(2) S erb an esco , G., Histoire de la F.Aí. umvcrseUe, P'aris, Ed. Intercontinentale, 1963, 
tomo I, ***• . » .. . ..(3) «Enitendum levitati magnopere, ut ornnia ementia et falsa, adeuttdts renm fonttbus 
refutentur. Et illud in primis scribentium observetur tnimo: prinurm e n e historia léfem *e 
quid falsi dicere audeat; deinde ne quid veri non audeat». L eó n X III, De stvdm histori­
éis, 18 agosto 1883. E n realidad estas palabras están tomadas de C ic e ró n , Dt Omtore, II, XV.
(4) M auzi, R ., L’idée du Bonbeur «w XVIII éme sücU, París, Colín, 1960, ptfg. 12.
(5) Nys, E., Idées modemes. Droit internationai et F.M., BruxeQes, Weissenbruch, 
1908, pág. 33.
O
fuerte inclinación por lo extraordinario, por lo maravilloso, por lo misterioso 
y secreto. Lo cual no fue obstáculo para que por doquier se produjera un vasto 
movimiento hacia el ideal de libertad, de igualdad, y en cierto modo de fra­
ternidad (6).
En este sentido habría que considerar la aparición de una organización, la 
Franc-Masoneria, la cual en el siglo X V I I I participó íntimamente de todas esas 
características, v de la que tal vez ha sido habitual pensar que su historia era 
algo enteramente aparte de la historia ordinaria (7). Prescindiendo de si la 
historia de la Fravc-Masonería es una rama de la historia social, como afirman 
Knoop y Jones (8). no cabe duda de que en el siglo X V I I I desempeñó un papel 
cuya importancia resulta difícil calibrar debido por una parte a la gran ignoran­
cia que. en general, existe sobre la «Orden del Gran Arquitecto del Universo», 
y por otra al espíritu polémico con que muy frecuentemente ha sido tratado el 
tema.
Ya en 1923, en la revista masónica española LATO M IA hablando en con­
creto de la Historia de la Masonería española, acusaban este defecto y afirmaban 
que si los ataqueseran triviales, las apologías no pasaban de medianas (9). Por 
eso se limitaban a desear — ante la falta de una auténtica historia masónica (10)— 
un estudio en el que con una relativa ordenación de materiales dispersos se 
prescindiera de aserciones dudosas y de hechos incomprobados; una historia, en 
fin, descargada de mitos y limpia de tesis aventuradas, y sobre todo, escrita con 
verdad. Esa verdad a la que el historiador debe consagrarse — en frase de Tá­
cito— >■ en aras de la cual debe de hablar sin amor y sin odio.
Uno de los defectos más comunes en la historiografía masónica, tanto en 
el llamado grupo de los apologistas, como en el de los detractores (11), ha sido 
tratar al adversario, como en insalvable erronía o incurso en peculiar inepcia. 
El procedimiento, aparte de ser insuficiente, no deja de ser en extremo inhábil. 
La historia no tiene ninguna semejanza a las películas del Oeste. En Historia no 
se debe hablar de «malos y buenos».
Esta es la causa por la que una de las primeras tareas que se imponen en 
el tema masónico, es el desbrozar el terreno de las espinas y zarzas que lo re­
cubren desde hace más de dos siglos, es decir, de las falsas explicaciones, de las
(6) Se ha llegado a afirmar que las palabras: Libertad, Igualdad, Fraternidad, divisa de 
la República contemporánea eran de inspiración masónica. Según Je a n B a y lo t , esto es 
una fábula todavía creída por gran número de personas, ya que el triple lema no data de 
la revolución de 1789, que sólo conoció como divisa las palabras: Libertad, Igualdad o 
Muerte, siendo el vocablo Fraternidad añadido en 1848. En ciertas logias masónicas esta 
triple aclamación ritual no fue introducida hasta la Tercera República. Cfr. B a y lo t , J ., Dos- 
sier fran^ais de la F.M. reguliere, París, Vitiano, 1965, págs. 94-95. A m adou, R., «Liberté, 
Egakté, Fraternité-»: La devise republtcaine et la F.M., Renaissance Traditionnelle [París] 
(1974), 2-25; ) 19-143; (1975), 23-37.
H) Bouton - Lfpage, Histoire de la F.M. dans la May eme (1756-1951), Le Mans, 
Monnoyer, 1951, pág. 4.
(8) K n o o p -J o n e s , The Genesis of Free-Masonry, Manchester, University Press, 1949, 
página V.
(9) A nónim o, Historia suscinta de la Masonería Española, LATOMIA [Madrid] III 
(1923) 76-77: «Y no es que tildemos de parciales a unos y otros. Por el contrario la im­
parcialidad en Historia es cosa tan poco concebible como el vacio absoluto en física. Se 
parece algo a la nulidad. Todos los hombres tienen sus tendencias, sus perspectivas na­
turales, sus pasiones. Pero hay la perspectiva del águila y la del grillo. Hay pasión y pasiones 
de muy diversos quilates.»
(10) «Dicho sea sin desdén para los Díaz y Pérez, y los Moraytas.» Ibidetn.
^11) Meixof, A., L» F.M. á l'heure du choix, París, Mame, 1963, págs. 13-21.
leyendas y hasta de las calumnias ( 12 ), ya que el número de obras que se han 
dedicado al tema es abrumador. Solamente la Bibliographie der freimaurcrischen 
Literatur de August Wolfstieg comprende más de cincuenta mil títulos (13). Por 
otra parte, la oposición de tesis, bien se trate de historiadores masones, o de 
historiadores no masones es tal que el confusionismo sería grande, si uno no 
se atuviera a lo que es seguro y sólido, es decir, a los documentos, que cierta­
mente no son tan escasos como de ordinario suele creerse. No obstante recons­
truir el pasado de la Masonería no es tarea fácil por el secreto con que a veces 
está rodeado tanto su origen como su prístino desenvolvimiento, y, por la va­
riedad de formas que revistió al adecuarse al modo de ser de cada país (14).
Precisamente este secreto, más ficticio que real, originó una escuda histórica, 
la cual creyendo en el poder oculto y en los superiores desconocidos, llegó a 
explicar todo con una palabra, sin que fuera necesario suministrar pruebas en 
su apoyo. Si algo no se entendía, se respondía que no se podía comprender, y se 
intentó probar la existencia del poder oculto, precisamente porque era indemos­
trable por definición; y esta ausencia de pruebas se convirtió en una demos­
tración (15).
Así, no es de extrañar que gran número de los autores que se han ocupado 
de la Masonería, sean o no masones, apenas utilicen fuentes documentales, y 
recurran al uso, casi constante, de las hipótesis, en lugar de aportar datos posi­
tivos. La consecuencia es que el gran público, y los historiadores generales, de 
hecho, saben muy poco sobre la Franc-Masonería, de su historia, de sus ten­
dencias y de sus propósitos reales.
Esta ha sido una de las razones por la que aun siendo consciente de las 
dificultades que habría que superar y de los reproches que admitir, en las páginas 
que siguen el método utilizado — quizá llevado hasta el extremo— es el de una 
detallada y cronológica aportación de hechos comprobables por documentos, 
cuyo análisis y recapitulación son suficientemente elocuentes e instructivos, di 
margen de cualquier comentario que los pueda deformar o desvirtuar.
El objetivo, pues, de este estudio es el ofrecer la Historia de la Masonería 
española en el siglo X V III, esa Masonería de la que se ocupan las historias de 
España constatando su presencia y actuaciones político-religiosas, y a la que 
atribuyen su vinculación con personajes claves de la política, en especial durante 
los reinados de Carlos I I I y Carlos TV; actuaciones y vínculos lo suficientemente 
difusos o indocumentados en muchos casos, para no dejar de suscitar una serie 
de interrogantes a los que intenta responder este trabajo.
El primero de ellos consiste en preguntamos qué era la Masonería en aque­
lla época. A éste van unidos otros, como ¿qué participación tuvo en la política?, 
¿cuál fue su influjo en los asuntos religiosos?, ¿qué mentalidad informaba a 
esa asociación?, ¿cuál era su ideología?, ¿por qué su secreto?. ¿a qué se de­
bieron las condenas pontificias?, ¿qué repercusiones tuvieron en prohibiciones 
posteriores, en especial en España?, etc.
(12) M e l l o r , A., Nos fréres séparés, les franes-ma^ons, París, Mame, 1961. pág- 9.
(13) W o lf s t ie g , A., Bibliographie der freimaurerischen Literatur, Burg, 1926, 3 t.
(14) F in d e l, J . G., Histoire de la F.M. dépms son origine jusqm'i nos jottrs, París, La- 
croix, 1966, t. I, pág. 12; V a le n t j Camps - M assaguer, Las sectas y las sociedades secretas 
a través de la Historia, Barcelona, ed. Literaria, 1912, t. II, pág. 456.
(13) B o ro , G., Liste des Francs-Ma^ons ayant fréfuenté des ¡oges franjases constituées 
avant la fondation du Grand Orient, París, 1909, pág. 2.
t i
Debido a las ideas dominantes en la historiografía española acerca de la Ma­
sonería, basadas y justificadas en una realidad muy concreta, y de sobras cono­
cida, durante gran parte délos siglos X IX y X X , resultaba igualmente acuciante 
el llegar a saber hasta qué medida podían ser aplicadas esas realidades decimo­
nónicas al siglo de las luces; o dicho con otras palabras, hasta qué punto la 
Masonería que conoció o padeció la España de los siglos X IX y X X — -de cuyas 
actividades político-religiosas hay múltiples pruebas— era la misma que la Ma­
sonería del siglo XVI I I de la que apenas se sabía nada, aunque sí se le atri­
buía mucho.
Para conseguir una respuesta satisfactoria a todas estas cuestiones, era indis­
pensable el estudio de la organización, no ya sólo en España, sino en su realidad 
europea, de la que, a fin de cuentas, tenia que formar parte. Esto me ha llevado 
al análisis de los orígenes de la Masonería; de su difusión por Europa; del 
impacto v reacciones que provocó en los ambientes políticos, en los medios ecle­
siásticos. y en los sociales del siglo XVI I I .
Y dado el matiz religioso con que la historia ha rodeado las actuaciones 
masónicas en el siglo XVI I I español, se imponía prestar una atención especial 
al aspecto de las relaciones entre la Iglesia católica y esa organización; relacio­
nes que, a fin de cuentas, acabarían sirviendo de cañamazo en el que ir entre­
tejiendo la historiade la propia masonería española.
Por tanto, el campo de estudio excluye el siglo X IX y en igual medida el XX . 
Queda reducido única y exclusivamente al XVII I . Y para obviar la posible 
trasposición de tesis, tópicos o ideas preconcebidas sobre la Masonería, el sis­
tema seguido ha sido el presentar un amplio Corpus documental y bibliográfico,
lo más completo posible, de todo lo referente a dicha Orden en su conexión 
con España y con la Iglesia, durante el siglo XVI I I , que avale y garantice el 
trabajo desarrollado (16).
No se trata tanto de recoger cronológicamente una serie de enfrentamientos 
traducidos en una larga colección de decretos y leyes promulgados en diversos 
paíser, y que tienen por protagonista a la Masonería, cuanto de situar esas leyes 
y decretos en su contexto histórico, y analizar su contenido, para así comprender 
la motivación y alcance de los mismos. Por esta razón, y a fin de comprender 
mejor las reacciones suscitadas en España por la Masonería, he procurado en­
marcar lo más posible los actos que originaron el llamado enfrentamiento entre 
la Iglesia católica y la Masonería, en el siglo XVI I I , aportando una detallada 
relación de hechos semejantes, procedentes de las Iglesias reformadas, y sobre 
todo de diversos países y gobiernos europeos, suficientemente diversificados por 
sus ideologías, no sólo políticas, sino religiosas.
Dado que el trabajo realizado se basa en una masiva aportación de datos, 
correspondencias y documentos apenas conocidos, las conclusiones van surgien­
do espontáneamente del íntimo análisis de los hechos. De la misma forma que 
la propia historia de la Masonería europea en el siglo de las luces, su ver­
dadero ser y finalidad, su auténtica implicación en países como España, van 
calando poco a poco a través de una serie de hechos — que tal vez resulten 
nuevos— precisamente porque intentan ser objetivos y desapasionados.
Í16) A fin de dar contextura temática, lo* Apéndices documéntale* están agrupados 
por bloques con unidad de tema, hasta un total de doscientos, subdivididos » su vez en 
sucesivos apéndices, según la materia de cada caso.
U
El presente trabajo, en su doble vertiente de las relaciones entre la Iglesia 
católica y la Masonería en el siglo X V III, y de la historia de la masonería es­
pañola en el mismo siglo, ha sido fruto de un estudio paciente y prolongado en 
los principales archivos y bibliotecas europeos que me han permitido encontrar 
o localizar documentos y piezas bibliográficas de la época, de una autenticidad 
cierta, escasamente conocidos o utilizados hasta aquí, y sin la existencia de los 
cuales no se justificaría.
En especial cabe resaltar la documentación procedente del Archivo Secreto 
Vaticano y de otros archivos no menos secretos tanto de la Inquisición, como de 
la propia Masonería. Ya que el juicio crítico de las fuentes utilizadas, tanto 
manuscritas, como impresas, así como el de la abundante bibliografía consulta­
da rompería la armonía de esta breve presentación, incluyo al final un largo 
capítulo dedicado única y exclusivamente al comentario y exposición biblio­
gráficos
En un tema que siempre, incluso en nuestros días, ha excitado el interés 
y levantado la pasión, la única intención que me ha animado ha sido la de 
hacer historia, esto es, decir la verdad, sea ctud fuere, prescindiendo de tesis 
o hipótesis. No ha nacido, pues, del espíritu polémico, ni de una postura pre­
concebida. Tampoco ha sido imaginado como una apología, sino de la necesidad 
de expresar y consagrar en un plano científico una fase característica de la his­
toria político-eclesiástica del siglo X V III, y como una contribución más que 
ayude a entender y dar luz a uno de los problemas en cuya revisión está empe­
ñada la Iglesia y la ciencia histórica.
Ser servidor de la verdad, servus veri, es hacer a la vez servicio a la Historia 
de la Iglesia, a la Historia de España, así como a la Historia general del sigilo 
de las luces (17), del que la «Orden del Gran Arquitecto del Universo» es uno 
de los aspectos más originales y también de los peor conocidos (18).
(17) Sirva este estudio, de complemento a mis anteriores trabajos Li Mtsomería después 
del Concilio, Barcelona AHR, 1968, 381 págs., y Los Caóticos y U Masomerk, Vida Nueva 
[Madrid], 25 enero 1975, pá#s. 22 (110V37 (125), donde queda planteada la problemática 
existente hoy día en tomo al tema de la masonería.
(18) C h e v a l l i e r , P., Les Ducs sorn VAcacia, París, J. Vrin, 1964, pág. 8.
ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS CONSULTADOS
AIX-EN-PROVENCE: Bibliothéque.
ALCALA DE HENARES: Archivo Histórico de la Provincia S. I. de Toledo.
AMSTERDAM: Gemeentelijke Archiefdienst.
AVIGNON: Bibliothéque du Musée Calvet.
BARCELONA: Biblioteca Central; Biblioteca Universitaria; Biblioteca del Ateneo; Btfajioce- 
ca Balmesiana; Biblioteca Arús; Biblioteca-Archivo del Instituto Histórico de la Ciudad; 
Biblioteca de la Revista «Cristiandad».
BERLIN WEST: Preussisches Geheimes Staatsarchiv; Freic Universitatsbibliodiek; Amerika 
Gedenkbibliothek-Berliner Zentralbibliothek; Bibliotbek des Ibero-Amerikanigrhe-Instimt 
der Freien Universitat; Bibliothek des Instituts für Polidsche Wissensduft der Freien 
Universitat; Staatsbibliothek.
BERLIN OST: Humboldt Universitat Bibliothek; Deutsche Staatsbibliothek.
BERN: Staatsarchiv des Kantons Bern.
BOLOGNA: Archivio de Stato; Biblioteca Comunale dell’Arrhiginnasin.
BORDEAUX: Archives His tonques de la Ginmde.
BRIXEN: Diózesanarchiv.
BRUXELLES: Archives Genérales du Royaume.
CHANTILLY: Bibliothéque de la Faculté de Phiioeophie S.I.
CHICHESTER: Archives.
DUBLIN: Archives of Trinity College.
DUSSELDORF: Universitatsbibliothek.
EPERNAY: Bibliothéque.
FIRENZE: Archivio di Stato; Biblioteca Nazionale Céntrale; Biblioteca Medica de lUni- 
versitá.
FOLIGNO: Archivio Capitolare.
FRANKFURT: Deutschebibliothek; Stadt und Universitatsbibliothek.
GENEVE: Archives d’Etat [République et Cantón de Genéve]; Bibliothéque Publique et
Universitaire.
GENOVA: Archivio di Stato.
HAMBURG: Staatsarchiv der Freien und Hansestadt Hamburg.
HEIDELBERG: Stadtarchiv.
INNSBRUCK: Bibliothek des Landesmuseum Ferdinandeum; Bibliothek des Kirchepgeachkht- 
lichen Seminar; Bibliothek des Historisches lnstitut der Leopold-Ftanaeo* Umvetsüh ; 
Universitatsbibliothek.
KOLN: Historisches Archiv des Erabistums; UniversitSts uad Stadtbibliothek.
LISBOA: Arquivo Nacional da Torre do Tombo; Biblioteca Nadonal.
L1VORNO: Archivio Storico Cittadino.
LONDON: British Museum; Wellcome Medical Library; Library and Museum of United 
Grand Lodge of England; Public Record Office.
LOYOLA: Archivo Histórico de la Provincia S. I. de Loyola.
LUCCA: Archivio di Stato.
LYON: Bibliothéque.
15
MADRID: Archivo Histórico Nacional; Archivo y Biblioteca de Palacio; Archivo y Biblio­
teca de la Embajada Española cerca de la Santa Sede [Ministerio de Asuntos Exteriores]; 
Archivo y Biblioteca del Estado Mayor Central del Ejército [Servicio Histórico Militar]; 
Biblioteca Nacional; Biblioteca de la Real Academia de la Historia; Biblioteca del Ate­
neo; Biblioteca de la Revista «Razón y Fe».
MALINES: Archives de l’Archevéché.
MANNHEIM: Stadtarchiv.
MEXICO: Archivo General Nacional.
MILANO: Archivio di Stato.
MONACO: Archives du Palais de Monaco.
MUNCHEN: Bayerische Hauptstaatsarchiv; Bayerische Staatsbibliothek; Universitatsbiblio­
thek [Ludovico Maximilianea].
XAPOLI: Biblioteca Nazionale; Biblioteca Societá Napolitana di Storia Patria; Archivio di 
Stato.
OXFORD: Bodlcian Library.
PARIS: Archives Nationales; Archives de l’Etat Major de rArmée [Cháteau de Vincennes]; 
Archives du Grand Orient de France; Archives Diplomatiques [Ministére des Affaires 
Etrangéresj; Archives et Bibliothéque du Service Historique de la Marine; Bibliothéque 
Nationale; Bibliothéque de l’Arsenal; Bibliothéque Historique de la Ville de Paris; Bi­
bliothéque du Ministére des Armées; Bibliothéque de la Revue «Etudes»; Collection 
ma<jonnique particuliére de Jean Baylot.
POBLET: Biblioteca de la Abadíade Santa María de Poblet.
ROMA: Archivio Segreto Vaticano; Archivium Romanum Societatis Iesu; Archivi Generali 
[PP. Capuchinos); Biblioteca Apostólica Vaticana; Biblioteca Corsiniana e dell’Accademia 
die Lincei; Biblioteca Nazionale Vittor Emmanuele; Biblioteca Angélica; Biblioteca Pon- 
tificiae Universitatis Gregorianae; Biblioteca de la Revista «Archivum Historicum S. I.»; 
Biblioteca de la Revista «La Civiltá Cattolica».
SALAMANCA: Archivo Secreto Masónico Español [Archivo y Biblioteca de la Delegación 
Nacional de Servicios Documentales. Presidencia del Gobierno].
SAN CUGAT: Archivo Histórico de la Provincia S. I. de Aragón; Biblioteca de las Facul­
tades de Teología y Filosofía S. I.
SEGOVIA: Archivo General Militar.
SIMANCAS: Archivo General.
TOLEDO*. Archivo de Protocolos.
IRENTO: Archivio di Stato; Archivio della Biblioteca dei Francescani; Biblioteca Comunale.
VALENCIA: Biblioteca-Archivo Hispano-Mayansiana [Colegio del Corpus Christi].
VENEZIA: Archivio di Stato.
WIEN: Haus-Hof ur.d Staats-Archiv; Wiener Diozesanarchiv; Osterreischische Nadonal- 
bibliothek; Universitatsbibliothek; Bibliothek des Staatsarchiv.
ZARAGOZA: Archivo Diocesano; Archivo Capitular; Archivo de la Real Audiencia; Biblio­
teca Universitaria; Biblioteca de San Carlos.
ZÜRICH: Staatsarchiv des Kantons Zürich.
Quiero hacer constancia de mi agradecimiento al benemérito Cuerpo de 
Archiveros y Bibliotecarios que con tanta competencia, y en no pocos casos 
paciencia, me proporcionaron su valiosa orientación y servicio.
Especial recuerdo y acción de gracias a cuantos, con su ayuda y colabora­
ción, me han permitido hacer realidad estas páginas: Alee Mellor, gran espe­
cialista del tema masónico quien, con sus publicaciones ha abierto una nueva 
perspectiva en nuestros días al problema, de las relaciones entre la Iglesia cató­
lica y la Masonería; R. P. Michel Riquet, alma de este movimiento desde París, 
Jean baylot, Grand Surveíllant de la Grande Loge Nationale Frangaise [Neuilly]; 
Georges Demerson, consejero cultural de la Embajada de Francia en España;
Marcelin Defourneaux, catedrático de la Universidad de Toulouse; Main te 
Bihan, profesor de la Universidad de París; Micbel Florisonne, Conservateur 
des Musées Nationaux [ParísJ; J. L. Humbert, miembro del Grand Coüége des 
Rites [Association maconnique de hauts grades]; Jacqueline Chaumié, Comer» 
vateur des Archives Nationales [París); Dr. S. Vatcher, Gran Maestre de la Qua- 
tuor Coronad Lodge N.° 2.076 de Londres; A. R. Hewitt, librarían and Curator 
of United Grand Lodge of England; Alphonse Cerza, grado de la logia de 
Riverside [EE. UU.J; Harry Carr, secretario de la Quatuor Coronad Lodge 
N.° 2.076 de Londres; R. P. Giovanni Caprile, especialista del tema masónico 
en la revista La Civiltá Cattolica [Roma]; Y ves Marsaudon, Grand Commandeur 
Honoraire du Supréme Conseil de France [Rite Ecossais Anden Accepté]; R. P. 
Rosario F. Esposito, autor de varias publicaciones sobre Masonería y redactor 
de la revista Via, Verita e Vita [Albano ■ Roma}; Dr. Luis E. Heysen, ex-Gran 
Maestre de la Gran Logia del Perú; Mons. John W. Gran, obispo de Oslo y 
secretario de la Comisión Episcopal de los Países Escandinavos; Wdhelm Kós- 
ter, miembro del Katolsk Tidskrift Credo de Uppsala [Suecia], Mons. Sergio 
Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca [México], Dr. Emmanuéle Casamassima, 
director de la Biblioteca Nazionale Centróle de Firenze; Guy Philippart, miem­
bro de la Société des Bollandistes de Bruxelles; Franz Wehrl, doctor en filosofía 
LVienaj; J. Wolfrom, director des Archives Diplomauques de París; John N. 
Schumacher, doctor en Historia [Manila]; Pedro Ruiz de Uribarri, Director del 
Archivo Secreto Masónico de Salamanca [Delegación Nacional de Servicios Do­
cumentales]; Luis G.* Rives, director del archivo y biblioteca del Ministerio 
de Asuntos Exteriores [Madrid]; José Navarro Latorre, catedrático de Historia 
[Madrid]; Carlos Seco Serrano, catedrático de Historia de la Universidad de 
Barcelona; José A. Martínez Bara, subdirector del Archivo Histórico Nacional 
[Madrid]; Natividad Moreno Garbayo, conservadora del Archivo de la Inqui­
sición [Archivo Histórico Nacional de Madrid); R. P. Miguel Batllori, miembro 
de la Real Academia de la Historia y del Istituto Storico della Compagnia di 
Gesü [Roma]; Alice Estorninho y Rosalina Cunha, de Lisboa; Francisco M. Tu­
lla O. cist. y Agustín Altisent O. cist. del Real Monasterio de Santa María de 
Poblet; Dr. H. Specker, assistent des Staatsarchiv des Kantons Bern [Suiza]; 
Dr. Puys, Staatsarchivar des Staatsarchiv des Kan ton Zürich; Maurice de Tribo- 
let, archiviste del Archives d’Etat de la République et Cantón de Genéve; 
Dr. Vanparijs, de La Haya; Dr. Hans Wagncr, profesor de la Universidad de 
Salzburg [Austria]; Dr. Zimmermann, Direktor des Preussisches Geheimes 
Staatsarchiv de Berlín; Dr. Loose, Archivrat des Staatsarchiv der Freien und 
Hansestadt Hamburg; Dr. A. Schwaiger, Bibliotheksassistent des Kirchenges- 
chichtlichen Seminar des Leopold-Franzens Universitats de Innsbruck [Austria]; 
Dr. Antón Haidacher, profesor de la Leopold-Franzens Universitat de Innsbruck; 
Dr. Mario Fanti, asistente de la Biblioteca Comunale dell’Archiginnasio di Bo- 
logna; M.a Assunta Mannelli, directora de la Biblioteca Médica de la Universidad 
de Firenze; Mr. Audouy, chef du Service des Archives et Bibliothéque de la 
Marine [París]; Juan Tusquets, profesor de la Universidad de Barcelona; Ri­
cardo Magdaleno, director del Archivo General de Simancas; Roger Lecotté, 
ex-assitent de Cabinet des Manuscrits de la Bibliothéque Nacionaié de París; 
Dr. Henriette Peters, Direktor des Wiener Diozesanarchiv; Dr. Editb Kotasek 
y Dr. Coreth del Haus-Hof und Staatsarchiv de Viena; Robert Soler y Lino 
Cardona, de Malta; S. Viladem, director des Archives du Palais de Monaco;
17
Francis Viaud, Grand Commandeur du Grand Collége des Rites [París]; J. Cor- 
neloup, Grand Commandeur d ’honneur du Grand Collége des Rites; Dr. Burger, 
Assistent des Stadtarchiv de Mannheim; Prof. Giordano Gamberini, Gran Maes­
tre del Gran Oriente de Italia; D. José Zaplana, miembro de la Comission d ’His- 
toire et de Documentation de l’Institut des Hautes Etudes et de Recherches 
Ma^onniques de París; Madame de Lussy, actual conservadora del Fondo Franc- 
Ma^onnerie de la Bibliothéque Nationale de Parts; y al Dr. Pierre Chevallier, 
profesor de las Universidades de Limo ge s y Parts.
Finalmente quiero hacer patente mi cordial agradecimiento a Manuel Marina y 
Mariano Madurga. por las facilidades proporcionadas para realizar este trabajo, 
al Dr. Temando Solano a quien debo la beca de protección escolar que me per­
mitió la iniciación en el tema; al Dr. Rafael Olaechea, que con tanto acierto 
y paciencia ha seguido paso a paso la elaboración de este trabajo, y, finalmente, 
al Dr Carlos E. Corona, gracias a cuyo eficiente estímulo y dirección he podido 
llevar a cabo esta obra.
Agradecimiento que hago extensivo de manera destacada a la Fundación 
Universitaria Española, merced a cuyo patrocinio ha sido posible la presente
S I G L A S
M.: Maestre. A.: Aprendiz. M.. Masonería.
L.: Logia. O.: Oriente. V.: Venerable. 
C.: Compañero.
A. C. F.: Archivio Gipitolare. Foligno.
A. D. G.: Archives Departamentales de la Gironde. Bordeaux.
A.D . P.: Archives Diplomatiques. París. (Ministére des Affaires Etran-
gers).
A .E .E .R .: Archivo de la Embajada Española en Roma. (Ministerio de 
Asuntos Exteriores. Madrid).
A .E .G .: Archives d’Etat. Geneve.
A .G . B.: Archives Générales du Royaume. Bruxelles.
A. G. M.: Archivo General. México.
A .G . P.: Archivo General de Palacio. Madrid.
A .G . S.: Archivo General de Simancas.
A .H .E . W.: Acta Historico-Ecclesiastica. Weimar.
A .H . N.: Archivo Histórico Nacional. Madrid.
A.L.: th o ry , Acta Latomorum, París, 1815.
A.N. L.: Arquivo Nacional da Torre do Tombo. Lisboa.
A.N. P.: Archives Nationales. París.
A. Q.C.: Ars Quatuor Coronatorum. London.
A .S.F.: Archivio di Stato. Firenze.
A .S.G .: Archiviodi Stato. Genova.
A. S. L.: Archivio di Stato. Lucca.
A .S.N .: Archivio di Stato. Napoli.
A.S. V.: Archivio Segreto Vaticano.
A. V. S.: Archivio di Stato. Venezia.
B. A.C.: Biblioteca Autores Católicos. Madrid.
R. A.E.: Biblioteca Autores Españoles. Madrid.
B. A.P.: Bibliothéque de TArsenal. París.
B. A.V.: Biblioteca Apostólica Vaticana.
B.C. A.: Bibliothéque de Musée Calvet. Avignon.
B.C.R.: Biblioteca Corsiniana e dell Academia dei Lincei. Roma.
B. D.E.: Bibliothéque d ’Epernay. Epemay.
B .H .V .P .: Bibliothéque Historique de la Ville. París.
B.M. L.: British Museum. London.
B.N. L.: Biblioteca Nacional. Lisboa.
B.N.M .: Biblioteca Nacional. Madrid.
19
11 N. P.: Bibliothéque Nationale. París.
B. P. G.: Bibliothéque Publique et Universitaire. Genéve.
Civ.Catt.: Civiltá Cattolica (La). Roma.
C. S. I. C.: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid.
F. M.: Francmasonería (Franc-Maqonnerie - Free-Masonry - Freimau-
rerei).
G .A . D. U.: Gran Arquitecto del Universo.
G. L.: Gran Logia.
G. L. N.: Gran Logia Nacional.
G. L. N. F.: Grande Loge Nationale Franqaise.
G. M.: Gran Maestre.
G. O.: Gran Oriente.
H. H. S. W.: Haus-Hof und Staatsarchiv. Wien.
P. U. F.: Presses Universitaires de France. París.
R. I. S. S.: Revue Internationale des Sociétés Secrétes. París.
S. K. B.: Staatsarchiv des Kantons. Bern.
S. R. E.: Sanctae Romanae Ecclestae.
N ota :
A lo lcrgo del trabajo los MASONES ton designados indistintamente según Us diversas 
acepciones nedonales:
Framaasoní. Francmasones. Francs-Ma^ons. Francs-Massons. Freema$ons. Free»Misont. 
Frey-Massons. Freymaurcrn. Frey-Metzelers. Frimureriet. Liberi Muratorl. Librea Murtdoret, 
Mu rador es. Pedreiros Livres. Vrye Metzelaats.
Oñ
I N T R O D U C C I O N
I.—ORIGENES DE LA MASONERIA
Teorías sobre su procedencia.— La leyenda de Hiram.— Masonería operativa.— 
Picapedreros medievales.— La logia.— El Gran Arquitecto del Universo.— El 
nombre «fratte-mason».— Santos patronos.— Primeros vestigios masónicos de Es­
paña.— Marcas de cantero en España.— Emblemas masónicos.— Masonería es­
peculativa.— Constituciones de Anderson.— Juramento y Secreto.
T e o r ía s so b r e su p r o c e d e n c ia
Los primeros historiadores de la Orden, los Anderson, Désaguliers, Ramsay, 
Lalande, etc., al buscar los orígenes de la Masonería en la más remota anti­
güedad, inventaron leyendas sobre su nacimiento, esperando de esta manera 
darle una cierta «nobleza» (19). Era la mentalidad del siglo; la época de la 
grandeza. Deseaban que su asociación tuviera un origen noble. Cegados por la 
vanidad y por la ambición de hacer remontar a una alta antigüedad la génesis 
de la institución (20), no faltaron escritores que se dejaron inducir al error por 
la analogía existente entre los símbolos y costumbres de las logias y los de 
los antiguos misterios (2 1 ). En lugar de buscar cómo esas prácticas habían sido 
introducidas en la Franc-masonería, se apoyaron en hipótesis para convertirlas 
en el origen de la institución misma, considerándolas como un índice cierto de 
filiación directa.
Naturalmente tantas alegorías, tantos ritos diversos, debían abrir el campo 
a toda clase de interpretaciones. Para unos [masones bíblicos], la Masonería 
tendrá su origen en el templo de Salomón y la hermandad de obreros construc­
tores; para otros [masones templarios] surgirá de las cruzadas o de la Orden 
del Temple; otros creen que la Masonería es una imitación de los Misterios de 
Egipto y de Persia (22). Finalmente no faltan quienes hacen derivar a los
(19) En la primera página de las Constituciones de Anderson se lee: «Adán, nuestro 
primer padre, creado a imagen de Dios, el Gran Arquitecto del Universo, había esento en 
su corazón las ciencias liberales, y en particular, la geometría. Esto capacitó a Adán a en­
señar a sus hijos, y particularmente a Caín, la geometría, las artes y o oficio que fcs per­
mitiría construir la primera ciudad. Después de Enoch, Tubal-Caín, Jubal y .Tabal, nie Noé 
quien transmitió esta herencia a sus hijos Sem, Cham y Japhet, que eran —según Anderson 
todos verdaderos masones.» A n d erso n , J., The Constitutions of Free-Masom, contatmng 
the History, Cbarges, Regulations... of that most Andent and Rigbt worshipfm Fratemity,
London, Hunter, 1723, pág. 1. . . w ., _ u
(20) S b ig o li, F .( Tommaso Crudeli e i primi frtmtssom tn Ftrenxe, Milano, na ttexxa ti,
1884, pág. 32.
(21) F in d e l, op. cit., t. I, pág. 25. , , <v-„
(22) R acón , F.M. Rittud del Aprendiz de masón, Barcelona, 1870, pág. 17: «Según
23
Liberi Muratori — como eran llamados en el siglo xvm — de los Terapeutas, 
de ios Esenios. de los Maniqueos, de los Druidas, de los Gnósticos, de los Al- 
bigenses (23), y hasta de los Luciferinos, los Ismaelitas, los Socinianos, los 
Franco-Jueces y los Ofitas (24).
Así no es de extrañar que se hayan citado como fundadores de la Masonería 
a personas tan dispares como Julio César, Moisés, Bacon, Socino, Hiram, Noé, 
Godofredo de Bouillon. Ashmole, el Rey Arturo, Alejandro Magno... e incluso 
Adán (25). Ya en el siglo xvm , Enoch, quien a sí mismo se daba el título de 
«Verdadero Francmasón» (26), se ingenió para probar que los hijos de Set se 
congregaron en la primera logia bajo la presidencia del Arcángel San Miguel.
Bemardin, en su obra Notas para servir a la historia de la Francmasonería 
en Nancy (27). tras compulsar doscientas seis obras que trataban de los orí­
genes de la Masonería, encontró treinta y nueve opiniones diversas, algunas tan 
originales como las que hacen descender la Masonería de los primeros cristianos 
o del mismo Jesucristo, de Zoroastro, de los Magos o de las Jesuítas; por no 
citar ias teorías más conocidas —las llamadas «clásicas»— que remontan la 
Francmasonería a los Templarios, a los Rosa-Cruz o a los Judíos (28).
varios masones más en lo cierto... son los misterios de Egipto y de la Grecia los que nos 
dieron el origen * A nónim o, Testament de Mort et Déclarations faites par Calostro de la 
Secte des Illuminés, et se disant chef de la Loge Egyptienne: condamné a Rome le 7 avril 
1791, a ur.e prison perpetuelle comme perturbateur du repos public, París, 1791, pág. 20: 
«No se puede decir nada positivo sobre el origen de la F.M.; todo invita a pensar que 
nació de la iniciación de los egipcios y los caldeos. Todo es tipo, todo es figura y símbolo 
entre los F.M.. como entre los iniciados. Su Etoile flamboyante es el Drotnaze de los cal­
deos, que solamente la comunicaban a los iniciados largo tiempo probados por las purifica­
ciones del agua, fuego y sangre» [Dromaze, en caldeo, significa luz brillante, es decir, el 
buen principio: el malo se llamaba ArimaneJ. Cfr. T s c h o u d y , Th., L’Etoile flamboyante ou 
la Société des F.M. considerée sous tous les aspeets, Francfort-París, Boudet, 1766.
(23) Ayala, M. d’, I liberi muratori di Napoli nel secolo XV III, Archivio storico per
srovince Napoletane 22 (1897) 405-6; C uccagn i, L., Breve dissertazione nella qude si
pnnde a pactare che la setta regnante dei Liberi Muratori e una diramazione, una propag- 
gine, un ramo della secta dei manichei, Roma, Zempel, 1791; PARASCANDOLO, L., La F.M. fig- 
lia e¿ erede del manichetsmo. Studi Storici (4 vol.), Napoli, 1865-69.
(24) T.axil, L., Los misterios de la F.M., Barcelona, 1887, págs. 763-791; C o m ín C o- 
lo m e r , Lo que España debe a la M., Madrid, 1956, pág. 20.
(25) Otros presuntos fundadores de la M. citados por cierta literatura son: Arobav 
[emperador mogol]; Augusto; el emperador Carasius; Christopher Wren; Cromwell; la 
reina Elfrida de Inglaterra; Erwin de Steinbach; Fo-Hi [emperador de China]; el rey 
Haroid; Tngon. rey de Suecia; Jacobo, rey de Inglaterra; Jacques de Molay; Jesucristo; 
Numa; Ormuzd; Phaleg, arquitecto de la torre de Babel; Pierre PErmite; Ricardo Corazón 
de León, Rómulo. Salomón; San Albán; Tubalcain, etc.
(26) E n o c h , Le Vrai Franc-Mat;on, qui donne l'origine et le but de la F.M., Liége, 
1773, pág. 75.
(27) B e rn a rd in , Ch., Notes pour servira l'histoire de la F.M. h Nancy jusqu’en 1805, 
précédés d un précis historique du Grand Orient de France, jusqu’i la mime époque, Nancy, 
Bertrand, 1909, pág. 15.
(28) De estos, 28 autores han atribuido Jos orígenes de la F.M. a los albañiles cons­
tructores del período gótico; 20 autores se pierden en la antigüedad más lejana; 18 los 
sitúan en Egipto; 15 se remontan a la Creación, mencionando la existencia de una logia 
masónica en el Paraíso Terrenal; 12 a los Templarios; 11 a Inglaterra; 10 a los primeros 
cristianos o al mismo Jesucristo; nueve a la antigua Roma; siete a los primitivos Rosa-Cruz; 
seis a Escocia; otros seis a los judíos, o a la India; cinco a los partidarios de lo» Estuardo; 
otros cinco a los jesuitas; cuatro a los druidas; tres a Francia; el mismo número lo atribuyen 
a los escandinavos; a los constructores del templo de Salomón; a los sobrevivientes del 
diluvio; dos a la sociedad «Nueva Atlántida», de Bacon; a la pretendida Torre de Wil'win- 
ning [sic] , y finalmente hay una serie de autores que atribuyen el origen de la F.M., respec-
/haPMhj de obras" erâ e l que enseñaba a los iniciados el único verdadero secreto masónico: 
el de la confección del plano de la catedral en el obrador
' ll <1<
Toda la dificultad existente sobre el origen de la Masonería, y la razón de 
las tinieblas con que está envuelto se debe sencillamente a que unos y otros, 
deslumbrados por una fraseología trasnochada y por categóricas afirmaciones, 
quieren buscar el origen donde no está (29). O como afirma Sbigoli, la causa 
habría que encontrarla en el secreto con que se esconde; en los símbolos con que 
se alimenta; en el odio, amor o fanatismo; en el deseo de engrandecer la orga­
nización exagerando su antigüedad, su poder y la estima no sólo entre los neó­
fitos, sino entre el vulgo profano (30). Todo ello indujo a los historiadores de 
la Masonería a buscar su origen en los siglos más remotos.
La vanidad establece como máxima que cuanto más lejos se sitúa el origen 
de algo o alguien, es mayor prueba de su grandeza y mérito. Y la opinión 
pública, que se presta a gusto a todas las ilusiones del espíritu humano, ha 
consagrado esta idea, como si el arroyo que se pierde en el océano, se enno­
bleciera a cien leguas de su desembocadura. Ciertos historiadores tanto masones, 
como profanos, han caido en este error, aunque ciertamente están muy poco 
concordes en su verdadero origen; si bien es cierto que esta misma dificultad 
de situar su nacimiento en una época concreta, es una cierta garantía, según 
Vernhes, de la antigüedad de su institución (31).
Es un hecho comprobado que el hombre, instintivamente, desea sentirse 
rodeado y respaldado por sus semejantes. Y para ello recurre a asociaciones 
que defiendan sus derechos de clase, de profesión, o simplemente sus idearios 
político sociales. Pero el hombre además desea saber de dónde viene; cuál es 
el fin de su vida en la tierra, y a dónde va después de morir. Por eso, y muchas 
veces al margen de la religión, en cuanto una organización le deja entrever la 
posibilidad de penetrar en los misterios de la vida y de la muerte, se adhiere 
a ella con facilidad. Y cuanto más cerrada es la organización, más desea el 
hombre formar parte de la misma. Siguiendo el curso de la historia lo encon­
tramos miembro de numerosas sociedades secretas, religiosas o políticas (32). 
Cada uno desea conocer un poco más que los demás. Quiérase o no, todos somos, 
en cierto sentido, conspiradores. Y cuando la sociedad es más secreta, y las 
dificultades de alcanzarla mayores, más apetece formar parte de ella.
Las sociedades secretas, del orden que sean, religiosas, políticas, profesio­
nales, económicas o comerciales, observaban antaño un ritual durante sus reu­
niones; tenían símbolos, programas y palabras de orden o contraseñas (33).
En la antigüedad y en la Edad Media, normalmente lo que se aprendía se 
tenía escondido. Así se comprende por qué era muy difícil, si no imposible, 
el pasar de una clase a otra, o incluso el cambiar de oficio. Estas asociaciones
tivamente, a Suecia, China, Japón, Viena, Venecia, a los Magos, a Caldea, a la orden de 
los Esenios, a los maniqueos, a los que trabajaron en la torre de Babel, y, por último, uno 
que afirma existía la F.M. antes de la creación del mundo.
(29) M a r t ín B a rra z a , M., La Ai. y su situación canónica, Bogotá, 1960, pág. 23.
(30) S b ig o li, F., op. cit., t>ág. 32.
(31) V e rn h e s , Essai sur Vbistoire ténérale de la F.M.. París, s. f., p íg . VI.
(32) G ey rau d , P., VOcctdrisme i Faris, París, Ed. E. Paul, 1953, Cita, entre sxras, 
las siguientes sociedades secretas existentes en París en fechas recientes: Espiritualidad ocul­
tista, Astrología, Alquimia, Neeromancia, Kabala fonética. Vitalismo ocultista, Magia, Ini­
ciación mágica, Magia sexual, etc. Cfr. igualmente A lle a u , R., Les sociétés secrétes, París, 
l’Encyclopedie Planéte, s. f.; O sm o re t, Vocctdtisme dans la M. du XV11I Ime Sítele, Les 
Documents Mafonniques, II (1942), 23-38.
(33) S erbanesco , op. cit., t. I, pág. 26.
25
o sociedades correspondían a grupos o categorías sociales, y, unos y otros, por 
interés o por miedo, solían guardar celosamente sus secretos.
Asociaciones semejantes se formaron en todos los cuerpos de oficios. Los 
Collegia de la época romana, llamados más tarde Scholae, no eran otra cosa. 
Los más importantes fueron los de los Constructores. Estas asociaciones de 
constructores edificaron los altares y los templos, así como las casas y fortifi­
caciones de antaño. Atravesaron toda la Edad Media, y llegaron a principios 
del siglo xviii habiendo conservado sus tradiciones, su ritual, su simbolismo, 
sus palabras y contraseñas táctiles, permitiendo a los miembros el reconocerse 
y ayudarse. Estamos ante lo que se ha llamado la Masonería operativa. Y en 
este sentido hay autores como Moreau y Rebold (34) que defienden debe bus­
carse el origen de la Masonería en las organizaciones corporativas de Roma.
Otros, como Schaurer, autor de un voluminoso estudio de la historia de la 
arquitectura y el derecho (35), y Mitchell, intentan probar la conexión que 
tiene la masonería con los colegios o gremios de los obreros romanos, y la de 
éstos con las escuelas de Artes y Oficios, y con los misterios de Grecia y Egip­
to. Unas veces presentan como probable, y otras como cierto, que ya en la anti­
güedad existían escuelas de arquitectura y asociaciones obreras, y que en la 
mitología de los druidas y los bardos cynerianos del país de Gales, y en las 
leyendas y mitos germánicos se hallan símbolos e instituciones semejantes a 
los masónicos. Para Schaurer, tales instituciones y entidades primitivas tenían 
analogías con las agrupaciones obreras por su espíritu, tendencia y formas. 
Es más. Schaurer, al estudiar las esfinges y jeroglíficos egipcios, aunque no 
dio con los secretos de aquellas sociedades, creyó podía poner de manifiesto 
las huellas de carácter masónico existentes en las leyendas, monumentos, es­
critos, pinturas y monedas del país del Nilo. Y en este sentido expuso su 
opinión diciendo que creía más probable hubiera sido un fenómeno de asimila­
ción que de copia imitativa por continuidad no interrumpida de asociaciones 
misteriosas.
“s precisamente en este entronque de la masonería con el arte de la cons- 
¿r. cc;ór. donde han surgido no sólo teorías, sino numerosas y fantásticas le­
yendas más o menos inspiradas en ciertos rituales que remontan los orígenes 
masónicos a los tiempos más lejanos, incluso a Adán (36). Después del diluvio 
es Noé quien salvará a la masonería. Más tarde, según la teoría de Des Etangs, 
recogida e «interpretada» por Creus y Corominas (37), «el arte de los albañiles
(34) M o reau , C , Précis sur la F.M., son origine, son histotre, ses doctrines et opinions 
diverses sur celte ancienne et célebre institution, etc., París, chez l’auteur, 1855; R e b o ld , E., 
Histoire générale de la M. depuis sa fondation en l’an 715 av. J.C., jusqu'en 1850, París,Franck, 1851.
(35) Schaurer, J., Vergleichendes Handbucb der Symbolik der Freimaurerei, Zürich, 
Schaffhous;, 1861-63; M itchf.ll, The History of Freemasonry and masonic digest, Mariet- 
ta, 1859, t. II, págs. 50 y sigs.; F in d e l, op. cit., t.I, págs. 32-35; V a le n t i Cam ps - M a.»saguer,
op. cit.. oágs. 462-463.
(36) S c h re ib e r , H., Mistagogos, Masones y Hormones (Sociedades Secretas en cuatro 
milenios), Barcelona, Caralt, 1958, pág. 240: «Adán, cuya hoja de higuera sería una pre­
figuración del mandil masónico, y cuyo hijo Caín habría sido el primer masón...» El H.° O li- 
v'Ef, en su obra Antiquities of F.M., London, 1841, pág. 26, hace remontar el origen de 
la M. al de la creación del mundo, indicando que Moisés era Gran Maestre, Josué el dipu­
tado, y Aholiab y Bezalcel, miembros principales.
(37) D e s E tan g s, N. Ch., La F.M. justifiée de toutes les calomnies répandues contre
26
o constructores se manifestará entre íos gimnosofistas de la India; en las di* 
versas reuniones de los Magos; en los misterios egipcios (38); en los preceptos 
de Moisés; en la religión de los griegos; en la escuela jónica, fundada por Ta­
les de Mileto; en la doctrina de Pitágoras (39); en el sistema alegórico del 
templo de Salomón; en la doctrina mixta de los Esenios; en el retiro de los 
Terapeutas de Egipto; en el culto de los Druidas; en los ritos mitráicos de los 
Magos, que pasaron de los persas a los romanos; en el culto de la buena diosa 
que los romanos adoptaron igualmente; en las reuniones de los primeros cristia­
nos; en la abnegación de los Cruzados; en la orden de los Templarios; en los 
misterios primitivos de la institución del tribunal secreto de Alemania; y en 
fin, en la masonería de Escocia, Inglaterra y Francia y del resto de las prin­
cipales potencias del Mediodía y del Norte.» (40).
Dentro de esta tendencia tan absurda como poco científica, pero muy 
querida por ciertos pseudohistoriadores, cabe reseñarse la opinión de Tirado 
y Rojas, quien admite la posibilidad de que la masonería se remonte a los tiem­
pos de Zoroastro y Confucio, o incluso a los de Lamech (41); o el parecer de 
Comín Colomer, quien textualmente llega a afirmar lo siguiente: «A nuestro 
juicio —podemos decirlo en estos momentos por ocuparnos en investigar con el 
mayor detenimiento posible los orígenes de la masonería y otras importantísi­
mas y casi desconocidas asociaciones secretas— el francmasonismo recogió las 
doctrinas y principios de numerosas sectas, desde los ebbionitas, essenios y 
pitagóricos a las más modernas, sin perjuicio de la aportaciones del Rosacru- 
cianismo y otras facciones esotéricas.» (42).
L a l e y e n d a d e H ir a m
En esta línea de la leyenda ritualista hay que considerar la de Hiram. 
En el libro primero de los Reyes se habla extensamente de Hiram, rey de 
Tiro (43), a quien acudió Salomón a fin de que le proporcionara cedros del Lí­
bano para la construcción del Templo de Jerusalén. Pero el Hiram del que se 
trata en los rituales masones no es, ni mucho menos, el rey de Tiro. Era un 
obrero cualificado en la manipulación de los metales, en especial el oro, plata y
...
elle, ou Réfutation du livre de l’abbé Barruel contre les franes-ma^ons, Lyon, Baion, 1859; 
C reu s y C o ro m in as, La M., Barcelona, 1889, pág. 3.
(38) La opinión de que la F.M. tuvo su origen en los antiguos misterios indos y egi}r 
d o s se extendió rápidamente, y fue mantenida por no pocos escritores. El erudito arqueó­
logo A le x a n d re L e n o ir defendió esta tesis con gran elocuencia en su obra Lá F.M. rendue 
i sa véritable origine, ou l'antiquité de la F.M. prouvér par l’explicatwn des Mystbes an- 
ciennes et modernes, París, Fournier-Versailles. 1814.
(39) T ira d o y R o jas, La M. en España. Ensayo histórico, Madrid, Imp. Maroto, 1893, 
t. I, pág. 46.
(40) Naturalmente hay historiadores que no aceptan estas teorías, como S b igo li, op. 
cit., pág. 32: «Non degli antichi misteri deU’Egitto, dell’India e della Grecia, rit dagli edifi- 
catori del templo di Salomone, né dai Druidi, sacerdoti dei Galli. deriva, como vuol la leg- 
genda, la Societi dei Liberi Muratori, detta con voce meno italiano ma piú intesa e piú usata, 
Societá Massonica o Massoneria.»
(41) T ira d o y R o jas, La Ai. en España, op. cit. t. I, págs. 46-47.
(42) C om ín C o lo m e r , Lo que España debe a la M . Madrid, Ed. Nacional, 1956, pág. 20.
(43) I Reyes, 5, 15-32; 9, 10-14; 10, 22-23.
27
cobre (44V Su descripción nos la hace también el autor del primer libro de los 
Reyes (45). Hijo de un tirio, obrero del bronce, y de una viuda de la tribu de 
Nephtalí. «Poseía gran habilidad, destreza y sabiduría para ejecutar toda clase 
de trabajos del bronce.» Salomón le hizo venir de Tiro para trabajaren la orna­
mentación del Templo, y ejecutó todos sus trabajos. En el primer libro de los 
Reyes se puede apreciar el detalle de las obras que hizo para el embellecimiento 
del templo de Terusalén. Entre otras obras se mencionan en la Sagrada Escritura 
dos columnas de cobre que tenían cada una diez y ocho codos de altura, rema­
tadas por unos capiteles en forma de flores. Hiram colocó las columnas delante 
del vestíbulo del santuario y a la de la derecha le puso por nombre YAKIN y a 
la de la izquierda BOAZ (46). Según la leyenda el arquitecto Hiram tenía a sus 
órdenes numerosos obreros que los distribuyó en tres clases, cada una de las cua­
les recibiría el salario proporcionado al grado de habilidad que le distinguía. 
Estas tres clases eran las de aprendiz, compañero y maestro, teniendo cada una 
sus misterios especiales, y reconociéndose entre sí por medio de palabras, sig­
nos v gestos que les eran peculiares. El hecho de su asesinato, obra de tres 
de sus discípulos a quienes no quiso darles a conocer su secreto de maestro (47), 
sirvió a !a masonería ritual y simbólica para alguna de sus ceremonias (48).
Pero en la Historia masónica, la inulta y truculenta muerte del arquitecto 
fenicio que levantó el templo de Salomón, debe relegarse — en frase de Me- 
néndez y Pelavo— a la novela fantástica, lo mismo que sus conexiones con los 
sacerdotes egipcios, los misterios elusinos y las cavernas de Adoniram (49). 
En la misma línea hay que incluir otros «antepasados» de los francmasones re­
copilados por Helio, Jannet y Preclin (50), de los cuales deriva la masonería, 
según estos autores, no sólo desde el punto de vista doctrinal sino incluso del 
de sus prácticas y ritos. Estos antepasados son los deistas ingleses (51), los 
nectarios del siglo xvm (52), los Rosa-Cruces (53), los sectarios protestan-
;'-4> Larüdan, L’Ordre des F.M. trahi et le Secret des Mopses révelé, Amsterdam, 
5 745. págs. 78-79.
UV) ¡ Reyes, 1, 13-48.
14*) I Reyes. 7, 21 22. En las logias masónicas figuran representaciones de las mismas.
í47i M e llo * , A., Nos freres séparés tes francs-maqons, París, Mame, 1961, págs. 57-59: 
La Iever¡úa de Hiram. El nom bre de estos obreros era Matusel, Fanor y Amru; L a n to in e , A., 
\]¡ram couronné d’éptnes. París, Nourry, 1926; M a so n -A lle n , J., The legend of Hiram 
Ahtff J/’t wurce ant it’s signiftcance, Edimbourg, Societas Rosicruciana in Scotia, 1956; 
\<;ard, J S. M , Who ivas Hiram Ahiff?, London, The Baskerville Press, 1925.
(48) Algunos autores que han buscado en los rituales unos orígenes que no existen 
han llegado a la conclusión de que el mito de Hiram es precisamente el origen judaico de 
la masonería, ( 'ir . T ira d o y R o jas, op. c it, pág. 118: «El Maestro Hiram, constructor del 
templo de Terusalén, es, ni más ni menos, que el judaismo aferrado a la ley antigua, susti­
tuida por la ley de gracia con el advenimiento del Mesías prometido al pueblo hebreo.»
(491 MF.NéNi>cz y Pelavo, M., Historia de los Heterodoxos españoles, Madrid, B.A.C., 
1956. r. II, pág 447.
(50) jANNr.r, C , íjts Précurseurs de la F.M. au XVI éme siiele et au XVII ime 
siécle, París, Palme, 1887; H f . l lo , H ., L'actio» mafonnique au X V III ime siécle, París 
Bloud. 1907;P re c l in - J a r ry , Les luttes politiques et doctrinales aux X V II et X V III éme 
síteles (t 19 de l'Histoire de l'Egfise, de D u r o s e l lp .J a r r y 1, París, Bloud-Gay, 1956, pág. 747.
f 31) Se refieren a la escuela «filosófica» de los Toland, Bollngbrooke, Collins, Tindall y 
Wolston. M e llo , op. cit., t. I, pág. 8.
(52) Estos son calificados de «agentes de conspiraciones urdidas contra la religión y el 
orden social»; y entre otros se citan a Spinoza y Comenius. H e l l o , op. cit., t. T, pág. 9.
(53) La secta de los Rosa-cruce» aparece en Alemania a comienzos del siglo xvil. En 
el origen de los Rosa-cruces existe una mixtificación literaria. El responsable involuntario es 
•?«
íes (54), lo* socinianos (55), las asociaciones de obreros (56), loa templarios, 
los gnósticos, maniqueos (57) y albigenses, y finalmente los judíos (58).
M a so n e r ía o pe r a t iv a
A finales del siglo xvm , el abate Grandidier, de Estrasburgo, que no per­
tenecía a la masonería, fue el primero en emitir la opinión fundada en los datos 
existentes en el Archivo de la Catedral de dicha dudad, de que había hechos 
históricos análogos entre la sociedad de los francmasones y la de los arquitec-
Ju a n V a le n t ín A n d re a (1586-1658), teólogo protetunte, profesor en Tübiageo, grao via­
jero y que, a la manera de los eruditos del Renacimiento, tenia un Iibiiii de todas las 
ciencias conocidas en su tiempo. Para ridiculizar las prácticas ocultistas, publicó en 1616, 
bajo el título de Die Chymiscbe Hochzeit Rosenkreutz, una especie de novela en la que 
se veía a un personaje llamado Rose-Croix, invitado a las boaas de un rey desconocido, 
hacerse iniciar con esta ocasión en los secretos del hermetismo. En 1614-15 había aparecido 
un libro anónimo del mismo género: Allgememe und General Reformatton der pmxen uxiten 
Welt beneben der Fama fratermtatis des UMicben Orden des Rosenkreutz, en d que los 
siete sabios de Grecia deliberan sobre el modo de reformar al mundo y donde se divulga 
la existencia de la sociedad de los Rosa-Cruz y sus fines. £1 libro tuvo una segunda edición 
en 1615, aumentada con la Confessio... der Societat und brvderscbaft Rosenkreutz, que 
define los principios de la susodicha sociedad. Nadie adivinó la máxtífcaáón. P r o todos 
los ocultistas se pusieron a la búsqueda de los pseudorosa-cruces. No consiguiendo encon­
trarlos, algunos de entre ellos se agruparon en una sociedad secreta que tomó d nombre 
dd héroe de Andrea y se dio como programa las obras de beneficencia, d establecimiento 
de la paz universal y de una religión interaadond. El movimiento estaba lanado. Las mis­
mas protestas de Andrea nada pudieron. A nónim o, Turril Babel, jmdiáonm de fratemiute 
Rosae-crucis chaos, Strasbourg, 1619; Cfr. P r e c l in - J a r r t , op. at.. Les luttes, pág- 750; 
V u llia u d , P., Les Rose-Croix Lyonnais au XVIII ¿me stéde, d'apéis leurs archives origi­
nales, París, Nourry, 1929; H e l lo , op. cit., t. I , pág. 10; Le F o re s tie k , L'Occulúsme et 
la F.M. eccossaisse, París, Perrin, 1928, págs. 270-274; A Ia rc o lo n g o . La M. nrt secóla 
XVIII, Studi Storíci [Pavia] 19 (1910) 442; S uum nesco , op. cit., t. I, págs. 245-258; 
A lb r e c h t , H. C., Geheime Geschicbte eines Rosenkreia.es, Hamburg, 1792; C h ry s o p h ro n , 
Die Pflichten der Gold und Rosenkreuzer altensistems, 1782. Cfr. capítulo bibliográfico fiml.
(54) Estos —según Hello— son los anabaptistas Teodoro deBeza. Keryn de Letten- 
hove, etc. H e l lo , op. cit., pág. 10.
(55) Uno de los mayores defensores de la tesis que hace a Socioo el fundador de la 
masonería, con el único fin de destruir el cristianismo y reemplazarlo por el racionalismo 
es monseñor Fava, una de las víctimas más delirantes del famoso fraude Léo TAXIL. 
Cfr. Fava, Discurso sobre el secreto de la F.M.. Barcelona, tip. Católica, 1885, pág». 11-26; 
T a x il, Los misterios de la F.M., Barcelona, Imp. y Lib. de la Inmaculada Concepción, 
1887, págs. 763-789; C reu s y C o ro m in as , La Masonería, Barcelona, 1889, págs. 57-8 . D e 
hecho el primero en lanzar esta leyenda fue el abate L e fra n c , Le Voüe lepé pom les cmrieux 
ou les secrets de la Révolution rfpélés i l'aide de la F.M.. París, 1791, y de él la toma también 
B a r r u e l , Memorias para servir a la Historia del Jacobinismo, Vid», Sarjau y Codtna, 1837, 
t. II, pág. 186; H b l lo , op. cit. t. 1, pág. 10.
(56) H e l l o , op. cit., t. 1. págs. 1213; L e c o t té , R., Archives hutohqmes du Compag­
nonnage, París, Imp. munic. 1956; W inzer, Die deutschen Briiderschafte des Mittelalters, 
Giessen, 1859; A rm ita g e , F., The oíd Guüds of England, London, 1918; M a r t ín -L ttH 
¡* Compagnonnage. Son bistoire, ses coutumes, ses réglements et ses rites, París, Colttn, 
1901; V ib e r t , L., The Compagnonnage. A tentatwe Infuiry, A.Q.C. W (1920) 191-228.
(57) De este mismo parecer era ya en 1791 C uccagni, Breve dissertazione. mella fitale 
si prende a provare che la setta repunte dei Liberi Murtton e una diramaxmne, una propa§■ 
gine un ramo della setta dei menkbei, Roma, 1791.
(58) Sobre los templarios y los judíos, en su relación con k M., cfr. la Bibliografía en 
el capítulo find.
29
tos (59). Este mismo escritor, en una carta privada dirigida a una dama el 24 de 
noviembre de 1778, declara lo siguiente:
«No pretendo remontar el origen de la masonería al arca de Noé, adonde 
lo lleva un masón muy digno, ni al templo de Salomón, al que consideraron como 
un masón muy distinguido. No me remontaré tampoco a las Cruzadas para en­
contrar a los primeros masones en los tercios de la cruces, que algunos miran 
como ocupados en la obra real y divina de la reconstitución del templo, ni 
tampoco lo buscare entre los antiguos soldados de Palestina, llamados caballeros 
de Oriente y de Palestina Todas estas ridiculas opiniones, que los mismos ma­
sones no se atreven a emitir, sino bajo el velo de la ilusión, no merecen que 
un profano las revele. Me lisonjeo, señora, de poder asegurar a esta sociedad 
su origen más verdadero. No debe buscarse “ni en oriente ni en occidente”, 
y esta frase “la logia está bien guradada” , de ningún modo me procurará la 
prueba de tales suposiciones. No he tenido la felicidad de trabajar desde la 
mañana del lunes hasta el sábado por la tarde, pero he tenido en mis manos 
profanas, pruebas auténticas y verídicas, que datan desde hace tres siglos, y 
nos hacen reconocer que esta sociedad de francmasones no es más que una 
institución servil de la antigua y útil corporación de albañiles que tenía su 
cuartel general en Estrasburgo.» (60).
Contemporáneo de Grandidier fue Joseph de Maistre, quien, después de 
haber vivido algún tiempo en la orden, se preguntó sobre el origen de esos 
misterios que no encubrían nada, y de esos símbolos que no representaban nada, 
extrañado de que hombres de todos los países se reunieran [quizá desde hacía 
varios siglos] para alinearse en dos filas, jurar jamás revelar un secreto que no 
existía, llevarse la mano derecha al hombro izquierdo, volverla al derecho, y sen­
tarse a la mesa. «¿Es que acaso no era posible hacer extravagancias, comer y 
beber con exceso sin hablar de Hiram, del templo de Salomón y de la Estrella 
brillante?...» (61).
Estas preguntas —prosigue Joseph de Maistre— «son muy naturales, muy 
¿ensatas. Pero desgraciadamente no se ve que la historia, ni incluso la tradición 
eral se haya dignado responder. Nuestro origen ha estado siempre cubierto de 
espesas tinieblas, y todos los esfuerzos de hermanos bien intencionados para 
esclarecer un hecho tan interesante han sido hasta el presente casi inútiles» (62). 
Maistre, ai escribir esto en 1782, tenía presente sobre todo la solución de los 
templarios a la que apuntaban algunos autores: «Desde hace algunos años se 
ha intentado presentarnos bajo la máscara de alegorías masónicas las vicisitu­
des de la Orden de los Templarios. Y a este respecto, es bueno recordar un 
axioma que parece incontestable cuandose habla de símbolos y alegorías, y es 
que «el símbolo que representa muchas cosas no representa nada» (63). Prác-
(59) G r a n d i d i e r , Ph., A., hssai historique et lopographique sur l’Eg),i$e cathédrale de 
Strasbcurg, Strasbourg, Lerrault, 1782, 436 págs.
(60) M i tc h f . l l , The Hisíory of F.M. and masonic digest, M arie tta , 1859, t. I I , págs. 50 
y sigs , F in d e l, op. cit., t. 1, págs. 257-8; V a le n t i - Camp, op. cit., pág. 462.
(61) M a is tre , J., La F M. Mémoire inédit au duc de Brunswick (1782), París, Rieder, 
1925. págs. 55-56.
162) Ibídem.
(63) Ibídem. «H abría infinidad de cosas que decir sobre el carácter de las verdaderas 
alegorías, y sobre el exceso de la sinrazón a la que escritores, por otra parte muy estimables, 
se han visto arrastrados por el furor de buscar y explicar los misterios.» Cfr. N au d o n , P., Les 
origines religieuses et corporatives de la F.M. L'influence des Templiers, Paría, Dervy, 1953.
30
ticamente casi todo el escrito de Maistre va dirigido a hacer una serie de re­
flexiones sobre los templarios y la masonería, acabando por mostrar la contra­
dicción existente en esta relación e incluso su imposibilidad, a no ser que se 
quiera caer en el sofisma popular del post hoc, ergo propter hoc. No obstante, 
una vez desechada tanto la leyenda de Hiram como la de los templarios, pro­
pone como una solución que estima digna de tenerse en cuenta, la de los gre­
mios de constructores de catedrales.
De esta forma Maistre y Grandidier llegaban al mismo punto, si bien es 
verdad que por caminos diversos. Grandidier no era masón, y se basaba en 
investigaciones y documentos que él mismo había descubierto. Maistre, sin 
embargo, lo era, y se inspiraba sobre todo en un libro que acababa de aparecer 
sobre la historia de Gran Bretaña (64) donde se hablaba del estado de las 
artes en Inglaterra en los siglos xm y xiv. El párrafo de Robert Henri’s re­
producido por Maistre es el siguiente:
«La opulencia del clero y el celo de los laicos proporcionaban fondos su­
ficientes para construir un tan gran número de iglesias y monasterios que di­
fícilmente se encontraban los obreros necesarios. Los Papas interesados en 
favorecer estas especies de fundaciones otorgaron indulgencias a las corporacio­
nes de masones para aumentar el número, lo que consiguió perfectamente, sobre 
todo, en Inglaterra... Italianos, refugiados griegos, franceses, alemanes, flamen­
cos, se reunieron y formaron una sociedad de arquitectos. Se procuraron bulas 
de Roma y privilegios particulares, y tomaron el nombre de Franc masones (65). 
Pasaron de una nación a otra, cuando había iglesias que construir, y como ya 
hemos dicho, entonces se construía prodigiosamente. Los masones seguían un 
reglamento fijo. Levantaban un campamento próximo al edificio a construir. 
Un intendente o inspector tenía el gobierno en jefe; y cada diez un superior 
que conducía a los otros nueve. Por caridad o por penitencia los gentlemans 
de la vecindad proporcionaban los materiales y los vehículos. Quienes han visto 
sus registros, en las cuentas de las fábricas de nuestras catedrales, hechos hace 
casi cuatrocientos años, no pueden menos de extrañare de la economía y de la 
presteza con que levantaban los más vastos edificios...» (66).
LOS PICAPEDREROS MEDIEVALES
Pero lo que para Maistre era una mera intuición, para Grandidier Uega 
a ser algo evidente. El canónigo Grandidier, uno de los mejores y más antiguos 
historiadores de la Catedral de Strasburgo, en su Ensayo histórico y topográfico 
de la Iglesia catedral de Estrasburgo, da un resumen de los estatutos de los 
picapedreros de la Edad Media (67):
(64) H enri’s, R., History of Great Britaim, London, 1781, t. IV.
(65) Según Sbigoli, op. cit., pág. 35, como las iglesias y abadías necesitaban de su 
trabajo, algunos obispos y abades les concedieron las mismas indulgencias que se daban a 
los que partían a las Crusadas.
(66) M aistre, op. cit., págs. 59-60.
(67) Cfr. sobre este tema Co lo m b ier , P„ Les Cbantters des Cétbédndes, París, Pi- 
card, 1973; G im pel , J., Les Bétisseurs des cétbédrdes, París, Seuil, 1958; Lachat, L., 
Jm F.M. opérative, París, Figuiére, 1934; Kn oo p-Jones, The meditevtl Mtson, Manches ter, 
1949; Aubf.r , abbé, Les Francs-Mafons du Moyen Age et le v*lew de ce mot dans U *r-
«Enfrente de la Catedral y dei r«n«.¿v> ■? . m#
edificio contiguo a la Capilla de Santa Catalina. Este edificio es d Msurer-Hoff 
el taller de los masones [albañiles] y picapedreros de la catedral. Su origen 
data de una antigua confraternidad de masones libres de Alemania.
♦Esta confraternidad, compuesta de maestros, compañeros y aprendices, 
poseía una jurisdicción particular, independiente del cuerpo de ios ocios maso- 
nes La sociedad de Strasbourg abarcaba a todas las de Alemania. Tenía su tri­
bunal en la Logia, y juzgaba sin apelación todas las causas que eran tratadas 
según las reglas y estatutos de la confraternidad.
»Los miembros de esta Sociedad no tenían comunicación alguna con los 
otros masones, que solamente sabían emplear el mortero y la paleta (art. 2). Su 
principal trabajo consistía en el diseño de edificios y en la talla de las (Medras, 
lo que consideraban como un arte muy superior al de los otros masones. La 
escuadra, el nivel, el compás, se convirtieron en sus atributos y símbolos ca­
racterísticos. Resueltos a formar un cuerpo independiente de la masa de obreros, 
imaginaron entre ellos palabras de contraseña, y toques, para distinguirse. A 
esto llamaban la consigna verbal, el saludo, la contraseña manual. Los aprendi­
ces, los compañeros y los maestros eran recibidos con ceremonias particulares 
y secretas. El aprendiz elevado al grado de compañero prestaba juramento de no 
divulgar jamás de palabra o por escrito las palabras secretas del saludo (art. 55). 
Estaba prohibido a los maestros, así como a los compañeros, instruir s los ex­
tranjeros en los estatutos constitutivos de la masonería (art. 1)).
»E1 deber de cada maestro de las Logias era conservar escrupulosa mente 
los libros de la Sociedad a fin de que nadie pudiera copiar de ellos k» regla­
mentos (art. 28). Tenía el derecho de juzgar y castigar todos los maestros, com­
pañeros y aprendices establecidos en su logia (art. 22 y 23). El aprendiz que 
quería Uegar a compañero era propuesto por un maestro que, como padrino, daba 
testimonio de su vida y de sus costumbres (art. 65). Prestaba juramento de obe­
decer a todos los reglamentos de la Sociedad (art. 56 y 57). El compañero esta­
ba sometido al maestro hasta un tiempo fijado por los estatutos, que era de 
cinco a siete años (art. 43 y 45). Entonces podía ser admitido a la Maestría 
(art. 7 y 15). Todos aquellos que no cumplían los deberes de su religión, que 
llevaban una vida libertina o poco cristiana o que eran reconocidos infieles a 
sus esposas, no podían ser admitidos en la Sociedad o eran expulsados de ella, 
con prohibición a todo hermano maestro o compañero, de tener ningún trato con 
ellos u rt. 16 y 17). Ningún compañero podía salir de la Logia o hablar sin 
permiso del maestro (art. 52 y 54). Cada Logia tenía una caja: allí se ponía 
el dinero que los maestros y compañeros daban en su recepción. Este dinero era 
empleado para las necesidades de los hermanos pobres o enfermos (art. 23 
y 24).» (68).
cbitecturt chréttenne, Bulletin monumental ou coüection des mémotres sur les monument» 
hístoriques de la France (1874) 706-730; Fulcanelli, Le Mystéré des cetbéárdes, París, Pao- 
ven. 1%4; P o o le , H., The medteevd M aso* and tbt Ptrisk Cbmrcbes o f Emgfemd, A.Q.C., 
44 (1931) 236-238; Aubek, M., Le comstrwctkm eu Mojen ¿ge. L m r dlemmdes, Aítfom 
et FréPics Mafons en Angleterre, Bulletin Monumental, oct. dec. 1958. A<fá se encaentm 
citados con extensión los «ututos de los picapedreros, elaborados en 1499 por ka aaes- 
tros y compaAeros reunidos en Strasbourg, Spira y Raúsbona, en dobIw y representación 
de toda la corporación, y destinados a regir a todos los picapedreros[SttmmetxtmJ da los 
países germánicos.
(68) G*andi»ier, Ph. A., op. cit., pág. 360.
32
El (irán Arquitecto del V ntterso «Aquí erro Dtoi los cielo*, la Iterto . el W , fo Luna 1 
todos los elementos*, según rezo lo leyendo en lo porte tupertot de a ta mintofvro
r ( J J U \ O t '.Y ( , H , I S ?(> <H ,ii
t i <jran Arquitecto del Universo. D ios, supremo geómetra o arquitecto, crea el universo 
con un giro de su compás, ilustración de una biblia anglo-francesa del siglo X V
Después de este resumen, cuyos elementos le fueron suministrados por los 
documentos que él mismo había consultado en los archivos de los picapedreros 
de Strasbourg, el canónigo Grandidier añade:
«¿No reconocéis en estos rasgos de los masones venerables, de los masones 
perfectos, iniciados en los misterios de los Nombres Sagrados, a los Franc­
masones modernos? ¿Acaso no es sensible la analogía? ¿Incluso exacta? £1 
mismo nombre de Logia para significar el lugar de la asamblea; el mismo orden 
en su distribución, la misma división en maestro, compañero y aprendiz? Unos 
y otros están presididos por un Gran Maestre; tienen igualmente signos particu­
lares, leyes secretas, estatutos contra los profanos; unos y otros pueden decir: 
mis hermanos y mis compañeros me reconocen por masón.
»Pero nuestros masones de Strasbourg, a pesar de la oscuridad de su tra­
bajo, prueban su estado y su origen con títulos antiguos y auténticos. Desafío 
a los Franc-masones franceses, ingleses, alemanes, escoceses, incluso a aquellos 
que han alcanzado el grado de perfecto masón, de gran Arquitecto, de caballero 
de la espada, y de Noachita, de poder probar otro tanto, a pesar de Hiram y el 
Templo de Salomón, . a pesar de Phaleg y la torre de Babel.»
La opinión de Grandidiei la acogieron ya en 1785 y 1792 Vogel y Albrecht, 
aunque ninguno de los dos llegaron a una conclusión definitiva, dado que no 
disponían en aquella época de documentos históricos suficientes. Pocos años des­
pués, Schneider, Altenbourg, Krausse, Mossdorf, Lenning, Heldmann, Schroder 
y Fessler (69), publicaron trabajos historiando ampliamente esta época de lu­
chas y aspiraciones de la entidad masónica. Otros publicistas afiliados a la orden 
emprendieron nuevas investigaciones, demostrando con pruebas fehacientes que 
la entidad no tenía ni la finalidad que pretendían aplicarle autores como Ram- 
say (70), ni era una de tantas órdenes de caballería, sino más bien una sociedad 
en cierto modo análoga a las entidades obreras de la Edad Media.
En esta misma línea, historiadores clásicos de la masonería, como Findd, 
Bernard E. Jones y Kloss (71) indagando en los estatutos de la asociación de 
canteros alemanes y de los constructores ingleses de edificios, llegan a la con­
clusión de que la masonería actual deriva directamente de la antigua corporación 
de picapedreros y de otros gremios unidos a ella.
Para resolver la cuestión de si los símbolos y usos actuales de la masonería 
proceden directamente de la Edad Media o si su origen data de más antiguo, 
A. Fallou y J. Winzer, en sus publicaciones aportaron una serie de datos in-
(69) Vogel, Briefen iiber die Freimaurerei, 1785; A lb r e c h t , H. C, Materiden zu 
einer kritiscben Geschicbte der Freimaurerei, H am burg, 1972; S c h n e id e r , F. I., Die Frei- 
maurerei und ibr Einfluss auf die geistige Kultur in Deutschland am Ende des 18 ¡abrbtmderts, 
Praga, 1909; K rausse, Die drei aitesten Kunsturkunden der Freimamrereibrüderschaft, Dresde, 
1819; Lenning, Das Handbuch der F.M., Leipzig, 1863; H eldm ann, Les trois plus mciens 
monumenits de la confraternité ma^onnique dlcmande, Aarau, 1819; S c h ró d e r , F. L., Mate- 
rialen tur Gescbichte der Freymeurerei seit ihrer Entstebung (2 vol.), Jena, 1806.
(70) C h e r e l , A., Un eventurier religieux eu XVIII éme siéde: Ándré-Mcbel Remsay, 
París, 1926; B a th a m , C. N., Chevalier Rom soy, A.Q.C., 81 (1968) 280-315; H en d erso n . G. O-, 
Cbevalier Ramsay, London, Nelson, 1952; W e il, F., Remsey et ¡a F.M., Revue d ’H istoirc 
Litteraire de la France, avril-juin, 1963, núm. 2, págs- 276 y sigs.
(71) F in d e l, Geschicbte der Freimeurerei von der Zeit ibres Entstebens bis eufdie 
Gegenwart, Leipzig, Forster, 1898 (7.* ed.); Jones, Freemason’s Guide emd Compemlimm, 
London, Harrap, 1961; K noop-Jones, The medievd Masón, Manchester, 1949; K loss, Oie 
Freimaurerei in ibrer wahren Bedeutung, Berlín. 1865.
33
teresantes con los que llegaron a probar que los canteros alemanes y los cons­
tructores ingleses no constituyeron solamente corporaciones profesionales, sino 
hermandades, en las que se enseñaba y practicaba una doctrina secreta de sus 
respectivos oficios y artes (72). Ambos autores dejaron fuera de duda que los 
actuales masones no habían inventado su liturgia y sus símbolos, ni los habían 
tomado de otras sociedades secretas, sino que estos les fueron transmitidos por 
sucesión directa de los organismos obreros mencionados.
La l o g ia
En este sentido se puede citar también la reciente obra dirigida por la 
profesora Joan Evans, bajo el título La Baja Edad Media, y en particular el 
trabajo realizado por John Harvey sobre «El arte del albañil y el desarrollo de 
la arquitectura» (73), donde habla de las albañiles [masones] de la Edad Media. 
Allí dice que logia [Hütte en alemán, Cassina, en italiano] era un obrador y 
un refugio, y en ocasiones podía incluso ser un edificio permanente, lo que de 
ordinario era una casa de madera o piedra donde los obreros trabajaban al 
abrigo de la intemperie, y que podía contener de doce a veinte canteros (74). 
En realidad, desde el punto de vista laboral era una oficina de trabajo provista 
de mesas o tableros de dibujo, en la que había un suelo de yeso para trazar 
los detalles de la obra. Desde el punte de vista administrativo, la logia era 
también un tribunal, en el que el grupo de hombres que en ella se reunía, esta­
ba bajo la autoridad del maestro albañil, quien mantenía la disciplina y apli­
caba las normas del oficio de la construcción.
Según Findel, la construcción de grandes edificios públicos establecía víncu­
los de estrecha relación entre los artistas y los operarios durante el largo 
lapso de tiempo en que habían de convivir. Y así surgía una comunidad de 
aspiraciones estable y un orden necesario por medio de una subordinación 
completa e indiscutible (75). La cofradía de los canteros estaba formada por 
aquellos operarios hábiles que abarcaban por una parte los obreros encargados 
de pulimentar los bloques cuadrados, y por otra los artistas que los tallaban 
y los maestros que eran los que dibujaban los planos.
; 72 F a l lo u , A., Die Mysterien der Freimaurer sowie ihr einzig wahrer Grund und 
Unpruig, Leipzig, 1859; W in z e r, Die deutschen Brüderschaften des Mittelalters, Giessen, 
1859 Para S b ig o li, op. cit., págs. 34-35, las noticias históricas más antiguas corresponden 
al siglo viii de la era cristiana, cuando en Italia septentrional florecían bajo los longobardos, 
aquel’a; asociaciones de albañiles llamados Magistri Corttacini.
C 3) Evans, Jo an , The Flowering of the Middle Ages, London, Thames and Hudson, 
1%7 (ed. castellana, Barcelona, Labor, 1968], págs. 80-132 (ed. castellana).
(74) Du C o lo m b ie r , op. cit., pág. 42; K n o o p -Jo n es, The medieval Masón, Manchester, 
1S49, pág. 57; D é la v a l le , G., $ loria del Duomo di Orvieto, Roma, 1791, citado por 
L a c h a t , op. cit., pág. 143. Describe así la logia de Orvieto (Italia): «Era una casa vecina a 
la catedral donde los arquitectos, pintores, escultores se reunían para presentar un gran 
número de sus dibujos y modelos; para ejecutarlos una vez aprobados por el tesorero 
y los que habían encargado el trabajo.»
(75) F indel, Histoire de la F.M. depuii son origine jusqu'i nos fours, París, Lacroix, 
t. I, págs. 50-51. La forma social dada a estas relaciones y adaptada a la tendencia cons­
tructora se inspiró —según Findel— en los collegia de lo» romanos y en las asociaciones 
fraternales

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