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Hoja Parroquial XXIII Martes Ordinario Ferial I

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ANTÍFONA DE ENTRADA Is 53,4 
El Señor soportó nuestros sufrimientos y aguantó 
nuestros dolores. 
 
No temerás la peste que se desliza en 
las tinieblas (cf. Sal 90, 5-6). Estas 
palabras del salmista invitan a tener una 
gran confianza en el amor fiel de Dios, 
que no abandona jamás a su pueblo en 
el momento de la prueba. Así inicia el 
decreto sobre la misa en tiempo de 
pandemia y con esa misma confianza 
iniciamos la Eucaristía de este día. 
 
 En el nombre del Padre, 
y del Hijo, y del Espíritu Santo. 
 Amén. 
 La gracia y la paz de parte de Dios, 
nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor, 
estén con todos ustedes. 
 Y con tu Espíritu. 
El Señor Jesús, que nos invita a la 
mesa de la Palabra y de la Eucaristía, 
nos llama ahora a la conversión. 
Reconozcamos, pues, que somos 
pecadores e invoquemos con esperanza 
la misericordia de Dios. (Silencio) 
 Señor, ten misericordia de nosotros. 
 Porque hemos pecado contra ti. 
 Muéstranos, Señor, tu misericordia. 
 Y danos tu salvación. 
 Dios todopoderoso tenga misericordia 
de nosotros, perdone nuestros pecados 
y nos lleve a la vida eterna. 
 Amén. 
 
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad. 
Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad. 
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad. 
 
Miércoles XXIII 
Misa en tiempo 
de pandemia 
Verde 
Formulario 
Propio II 
Plegaria 
Eucarística IV 
Feria (G) 
Septiembre 07, 2021 
® 
 
 
 Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a 
quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que 
mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso 
eterno a los que han muerto, consuela a los que lloran, sana a los 
enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores 
sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar 
a todos con amor glorificando juntos tu santo nombre. Por nuestro 
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del 
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. 
 
 
 
 
 
 
 
Dios nos dio una vida nueva con Cristo, perdonándonos nuestros pecados. 
De la carta del apóstol san Pablo a los colosenses: 2, 6-15 
 
ermanos: Puesto que ustedes han aceptado a Cristo 
Jesús, el Señor, vivan como verdaderos cristianos: 
permanezcan arraigados y cimentados en él, con fe firme, 
como se lo enseñaron a ustedes, y en continua acción de gracias. 
Que nadie los vaya a engañar con teorías y razonamientos 
falsos, que se fundan en tradiciones meramente humanas y en 
valores de este mundo, pero no en Cristo. Porque en el cuerpo de 
Cristo habita toda la plenitud de la divinidad; e incorporados a él, 
que es la cabeza de todos los ángeles, también ustedes participan 
de su plenitud. Por su unión con Cristo, ustedes han sido 
circuncidados, no con una circuncisión hecha por mano de 
hombres, que consiste en el despojo de la carne, sino con la 
circuncisión que procede de él. Por el bautismo fueron sepultados 
con Cristo y también resucitaron con él, mediante la fe en el poder 
de Dios, que lo resucitó de entre los muertos. 
Ustedes estaban muertos por sus pecados y no pertenecían 
al pueblo de la alianza. Pero él les dio una vida nueva con Cristo, 
perdonándoles todos los pecados. Él anuló el documento que nos 
era contrario, cuyas cláusulas nos condenaban, y lo eliminó 
clavándolo en la cruz de Cristo. Con esto, Dios les quitó su poder 
a los principados y potestades y los humilló a la vista de todos, 
llevándolos cautivos en el cortejo triunfal de Cristo. 
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. 
 
 
H 
 
 
Del salmo 144,1-2.8-9.10-11. 
 El Señor es bueno con todos. 
 
Dios y rey mío, yo te alabaré; bendeciré tu nombre siempre y para 
siempre. Un día tras otro bendeciré tu nombre y no cesará mi boca 
de alabarte. 
 El Señor es bueno con todos. 
 
El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y 
generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su 
amor se extiende a todas sus creaturas. 
El Señor es bueno con todos. 
 
Que te alaben, Señor, todas tus obras y que todos tus fieles te 
bendigan. Que proclamen la gloria de tu reino y narren tus proezas 
a los hombres. 
El Señor es bueno con todos. 
 
 
 Aleluya, aleluya. 
 Aleluya, aleluya. 
 Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y 
den fruto y su fruto permanezca. 
 Aleluya, aleluya. 
 
Pasó la noche en oración y eligió a doce discípulos, a los que llamó apóstoles. 
 Del santo Evangelio según san Lucas: 6, 12-19 
 
or aquellos días, Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la 
noche en oración con Dios. 
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió a doce 
de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles. Eran Simón, a 
quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe 
y Bartolomé; Mateo y Tomás; Santiago, el hijo de Alfeo, y Simón, 
llamado el Fanático; Judas, el hijo de Santiago, y Judas Iscariote, 
que fue el traidor. 
Al bajar del monte con sus discípulos y sus apóstoles, se 
detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había 
venido tanto de Judea y Jerusalén, como de la costa de Tiro y de 
Sidón. Habían venido a oírlo y a que los curara de sus 
enfermedades; y los que eran atormentados por espíritus 
P 
 
 
inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarlo, 
porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. 
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. 
 
–Colosenses 2,6-15: Dios nos dio una vida nueva con Cristo, 
perdonándonos nuestros pecados. Las falsas doctrinas pululaban 
también en los comienzos de la Iglesia. San Pablo sale al paso de 
ellas para refutarlas. Esto no es superioridad sobre los demás, 
sino servicio en el orden de la comprensión de las cosas y de las 
personas, como lo hizo el mismo Cristo. San Agustín enseña: 
«Cristo significó con su resurrección nuestra nueva vida, que 
renacía de la antigua muerte, por la cual estábamos sumergidos 
en el pecado. Esto es lo que realiza en nosotros el gran 
sacramento del Bautismo: que todos los que reciben esta gracia 
mueran al pecado... y que renazcan a la nueva vida» (Enchiridion 
41-42). 
 
Y San Juan Crisóstomo: «Los ha borrado, no tachado; pero tan 
bien borrados que no queda en nuestra alma ninguna traza de 
ellos. Los ha abolido por completo, los ha clavado en la cruz... 
Nosotros éramos culpables y merecedores de los castigos más 
rigurosos ¡pues todos nosotros estábamos en el pecado! ¿Qué 
hizo entonces el Hijo de Dios? Por su muerte en la cruz borra 
nuestras manchas y nos exime del castigo merecido por ellas. Él 
toma el pliego de nuestros cargos, lo clava en la cruz por medio 
de su persona y lo destroza» (Homilía sobre la Carta a los 
Colosenses 2,13-14). 
 
–Con el Salmo 144 cantamos: «Dios y rey mío, yo te alabaré; 
bendeciré tu nombre siempre y para siempre. Un día tras otro 
bendeciré tu nombre y no cesará mi boca de alabarte. El Señor es 
compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para 
perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende 
a todas sus creaturas». Por eso deseamos que todas las criaturas 
den gracias al Señor, que lo bendigan sus fieles; que proclamen 
la gloria de su reinado, que hablen de sus hazañas. Si esto se 
decía en el Antiguo Testamento, ahora tenemos más razón para 
ello, por las inmensas maravillas que el Señor ha obrado y obra 
en su Iglesia. 
 
–Lucas 6,12-19: Pasó la noche en oración y eligió a doce 
discípulos, a los que llamó apóstoles. Es impresionante las veces 
que los Evangelios nos narran la oración de Jesucristo. Era un 
 
 
coloquio sin igual con el Padre en unión con el Espíritu Santo. 
Comenta San Ambrosio: «Pasó la noche orando. Te da un 
ejemplo, te traza el modelo que has de imitar. ¿Qué es necesario 
que tú hagas por tu salvación, cuando Cristo pasa la noche en 
oración? ¿Qué debes hacer tú, cuando quieres realizar un deber 
piadoso, si Cristo, al enviar a los apóstoles, ha orado yha orado 
solo? En ninguna parte encuentro, si no me equivoco, que Él haya 
orado con los apóstoles; siempre ora solo; pues los augurios 
humanos no pueden captar el plan de Dios, y nadie puede tener 
parte en el pensamiento íntimo de Cristo. ¿Quieres saber que no 
ha orado por sí, sino por mí? 
 
«Llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, para enviarlos, 
sembradores de la fe, para propagar el auxilio de la salvación de 
los hombres por todo el universo. Advierte al mismo tiempo el plan 
celestial: no son los sabios, ni los ricos, ni los nobles, sino 
pecadores y publicanos los que Él ha escogido para enviarlos, 
para que no pareciese que habían sido manejados por la 
habilidad, redimidos por la riqueza, atraídos por el prestigio del 
poder y de la nobleza; para que prevaleciese la verdad en sí 
misma y no el encanto del discurso. También Judas fue elegido, 
no por imprudencia, sino por providencia. 
 
«¡Qué grande es la verdad, que ni siquiera la desvirtúa el ministro 
enemigo! ¡Qué grandeza de carácter del Señor, que ha querido 
más bien comprometer a nuestros ojos su juicio, que no su amor! 
Había aceptado la fragilidad del hombre y ni siquiera rehusó este 
aspecto de dicha fragilidad. Él ha querido el abandono, ha querido 
la traición de un apóstol, para que tú, si un compañero te 
abandona, si un compañero te traiciona, tomes con calma el error 
de tu juicio, el derroche de tu beneficio» (Tratado sobre el 
Evangelio de San Lucas lib. V,43-45). 
 
 Con la mirada fija en la cruz de Jesús, ancla y timón en nuestras 
tempestades, de donde nace la vida nueva que nos cura y nos 
salva, dirijamos nuestras súplicas llenos de confianza. Después 
de cada petición diremos: Padre, escúchanos. 
 
 Por la Iglesia, por todos los cristianos. Que con la vida y la 
oración den testimonio de la esperanza que nace de la fe y lleve 
consuelo y ayuda espiritual a todos en este tiempo de pandemia. 
OREMOS. 
 
 
 
 Por todos los que estos días trabajan en los servicios esenciales 
de la sociedad; por los agricultores y los que aseguran el 
abastecimiento de alimentos; por los equipos de emergencia, 
cuerpos de seguridad...; por los políticos y autoridades públicas; 
por los científicos y por los farmacéuticos. OREMOS. 
 
 Por los contagiados por el coronavirus, por sus familiares, y por 
los otros enfermos que ven afectada su atención por la prioridad 
de detener la pandemia. OREMOS. 
 Por el personal médico y de enfermería y demás trabajadores 
del sector salud, por todos los que ofrecen su trabajo profesional 
o voluntario con generosidad, y que ponen en peligro su propia 
vida. OREMOS. 
 
 Por los que se quedan en casa, con sacrificio pero con sentido 
de responsabilidad por el bien común; por las familias y 
educadores, y también por los más vulnerables, que no tienen 
hogar ni lo más esencial para vivir. OREMOS. 
 Por los que tienen miedo ante la situación que estamos 
viviendo: por las personas en riesgo, por los ancianos que se 
encuentran solos, por las personas que se han quedado sin 
trabajo y por tantas actividades económicas en peligro. OREMOS. 
 
 Por los difuntos, especialmente los que mueren solos; por las 
familias que no pueden acompañar y despedir a sus seres 
queridos. OREMOS. 
 Por nosotros, que nos hemos reunido para celebrar la victoria 
del Señor sobre la enfermedad, el pecado y la muerte, y confiamos 
que nos conceda la esperanza firme de compartir su triunfo y de 
resucitar con él a una vida nueva. OREMOS. 
 
 Señor Jesús, muerto en la cruz para darnos vida, escucha 
nuestras oraciones y ten piedad de nosotros y del mundo entero. 
Tú, que vives y reinas, por los siglos de los siglos. Amén. 
 
 
 
 
 Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, sea 
agradable a Dios, Padre todopoderoso. 
 
 
 El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y 
gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa 
Iglesia. 
 Acepta, Señor, los dones que te ofrecemos en este tiempo de 
peligro; y haz que, por tu poder, se conviertan para nosotros en 
fuente de sanación y de paz. Por Jesucristo nuestro Señor.
 Amén. 
 
 El Señor esté con ustedes. 
 Y con tu espíritu. 
 Levantemos el corazón. 
 Lo tenemos levantado hacia el Señor. 
 Demos gracias al Señor, nuestro Dios. 
 Es justo y necesario. 
 En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación 
darte gracias siempre y en todo lugar, Padre misericordioso y Dios 
fiel: Porque nos diste como Señor y redentor nuestro a tu Hijo 
Jesucristo. Él siempre se mostró misericordioso para con los 
pequeños y los pobres, para con los enfermos y los pecadores, y 
se hizo cercano a los oprimidos y afligidos. Él anunció al mundo, 
con palabras y obras, que tú eres Padre y que cuidas de todos tus 
hijos. Por eso, con los ángeles y todos los santos, te alabamos, te 
bendecimos, y cantamos sin cesar el himno de tu gloria: 
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo. Llenos 
están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito 
el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo. 
 Santo eres en verdad y digno de gloria, Dios que amas a los 
hombres, que siempre estás con ellos en el camino de la vida. 
Bendito es, en verdad, tu Hijo, que está presente en medio de 
nosotros, cuando somos congregados por su amor, y como hizo 
en otro tiempo con sus discípulos, nos explica las Escrituras y 
parte para nosotros el pan. 
Por eso te rogamos, Padre misericordioso, que envíes tu 
Espíritu Santo para que santifique estos dones de pan y vino, de 
manera que se conviertan para nosotros en el Cuerpo y la 
Sangre de Jesucristo, nuestro Señor. 
El cual, la víspera de su Pasión, en la noche de la Última Cena, 
tomó pan, te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: 
 
 
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, te dio gracias 
y lo pasó a sus discípulos, diciendo: 
 
 Éste es el Misterio de la fe. Cristo se entregó por nosotros. 
 Salvador del mundo, sálvanos, tú que nos has liberado por tu 
cruz y resurrección. 
 
 Por eso, Padre santo, al celebrar el memorial de Cristo, tu Hijo, 
nuestro Salvador, al que condujiste por su Pasión y muerte en cruz 
a la gloria de la resurrección, y lo sentaste a tu derecha, 
anunciamos la obra de tu amor, hasta que él venga, y te 
ofrecemos el pan de vida y el cáliz de bendición. 
Mira con bondad la ofrenda de tu Iglesia, en la que se hace 
presente el sacrificio pascual de Cristo, que se nos ha confiado, y 
concédenos, por la fuerza del Espíritu de tu amor, ser contados 
ahora y por siempre entre el número de los miembros de tu Hijo, 
cuyo Cuerpo y Sangre comulgamos. 
Lleva a tu Iglesia, Señor, a la perfección en la fe y en la 
caridad, con nuestro Papa Francisco, y nuestro Obispo , con 
todos los Obispos, presbíteros y diáconos, y todo el pueblo 
redimido por ti. Abre nuestros ojos para que conozcamos las 
necesidades de los hermanos; inspíranos las palabras y las obras 
para confortar a los que están cansados y agobiados; haz que los 
sirvamos con sinceridad, siguiendo el ejemplo y el mandato de 
Cristo. 
Que tu Iglesia sea un vivo testimonio de verdad y libertad, de 
paz y justicia, para que todos los hombres se animen con una 
nueva esperanza. 
Acuérdate de nuestros hermanos y , que se durmieron 
en la paz de Cristo, y de todos los difuntos, cuya fe sólo tú 
conociste: admítelos a contemplar la luz de tu rostro y dales la 
plenitud de la vida en la resurrección. 
 
 
Y, terminada nuestra peregrinación por este mundo, 
concédenos, también, llegar a la morada eterna, donde viviremos 
siempre contigo y con santa María, la Virgen Madre de Dios, con 
su esposo san José, con los apóstoles y los mártires, con san : 
santo del día o patrono , y en comunión con todos los santos, te 
alabaremos y te glorificaremos por Jesucristo, Señor nuestro. 
 Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la 
unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglosde los siglos. 
 Amén. 
 Reunidos en torno a Jesucristo, formando comunidad, como 
hijos e hijas de Dios, nos atrevemos a decir: 
 Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu 
nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra 
como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona 
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que 
nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. 
 Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en 
nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos 
siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, 
mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador 
Jesucristo. 
 Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor. 
 Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, 
la paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe 
de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. 
 Amén. 
 La paz del Señor esté siempre con ustedes. 
 Y con tu espíritu. 
 En el Espíritu de Cristo resucitado, dense fraternalmente la paz. 
 
 Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten 
piedad de nosotros. (2 veces). 
Cordero de Dios, que quitas el pecado el mundo, danos la paz. 
 Éste es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 
Dichosos los invitados a la cena del Señor. 
 
 
 Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra 
tuya bastará para sanarme. 
 
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt 11, 28 
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los 
aliviaré, dice el Señor. 
 
Oh Dios, de quien hemos recibido la medicina de la vida eterna, 
concédenos que, por medio de este sacramento, podamos 
gloriarnos plenamente de los auxilios del cielo. Por Jesucristo, 
nuestro Señor. Amén. 
 
 El Señor esté con ustedes. 
 Y con tu espíritu. 
 Oh, Dios, protector de los que en ti esperan, bendice a tu 
pueblo, sálvalo, defiéndelo, prepáralo con tu gracia, para que, libre 
de pecado y protegido contra sus enemigos, persevere siempre 
en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor 
 Amén. 
 Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo , y Espíritu 
Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. 
 Amén. 
 Que el gozo del Señor sea nuestra fuerza. Hermanos y 
hermanas, pueden ir en paz. 
 Demos gracias a Dios. 
 
 
 
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8 
 
_________________________ 
Septiembre 07, 2021. 
 
Maquetado por: 
FUENTES: Eucología y lecturas: Congregación para el Culto 
Divino y la Disciplina de los Sacramentos. 
PRECES: Actualidad Litúrgica 282. Año L. 
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Prot. N. 156/20
DECRETO
sobre la misa en tiempo de pandemia
No temerás la peste que se desliza en las tinieblas (cf. Sal 90, 5-6). Estas palabras del 
salmista invitan a tener una gran confianza en el amor fiel de Dios, que no abandona 
jamás a su pueblo en el momento de la prueba. 
En estos días, en los que el mundo entero está gravemente afectado por el virus 
Covid-19, han llegado a este Dicasterio muchas peticiones para poder celebrar una misa 
específica, a fin de implorar a Dios el final de esta pandemia. 
Por eso, esta Congregación, en virtud de las facultades concedidas por el Sumo Pontí-
fice FRANCISCO, poder celebrar la Misa en tiempo de pandemia, cualquier día, excepto 
las solemnidades y los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, los días de la octava 
de Pascua, la Conmemoración de todos los fieles difuntos, el Miércoles de Ceniza y las 
ferias de Semana Santa (Ordenación general del Misal Romano, n. 374), durante el tiem-
po que dure la pandemia.
Se une a este decreto el formulario de la Misa.
No obstante cualquier disposición contraria.
En la sede de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramen-
tos, a 30 de marzo de 2020.
 Robert Card. Sarah
 Prefecto
 Arthur Roche
 Arzobispo Secretario
CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO
Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS

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