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Malos Hábitos

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Malos Hábitos
Sinopsis	2
Capítulo 1	3
Capítulo 2	14
Capítulo 3	26
Capítulo 4	39
Capítulo 5	50
Capítulo 6	62
Malos Hábitos
Sinopsis
 
Escuché sobre su reputación antes de aceptar el trabajo. Muchas personas lo definen como un hombre superficial, rudo, insensible y hasta cruel. Una imitación de la Bestia que vive en una finca entre las montañas.
El aislamiento no me importó porque la paga es excesivamente buena. ¿Quién rechazaría mil libras a la semana? Trabajar como dama de compañía es una labor muy simple. Mi única obligación es estar pendiente de su caprichosa hija, seguir sus órdenes y no contradecirlo.
Pero a medida que pasan los días, me doy cuenta de que no es solo un corazón frío. Él es apasionado, inteligente, enigmático, sexy, alguien capaz de hacerme sentir como si estuviera en las nubes con una simple mirada.
Cada vez que nuestros ojos se cruzan, me observa como si quisiera devorarme. ¿Y yo? Estoy más que dispuesta a ser su banquete. El problema es que ambos tenemos muchos secretos.
Secretos que podrían destruirnos.
No debería enamorarme de mi jefe, pero cuando se trata de Scott Lindstrom, es imposible.
Capítulo 1
Evie.
Ropa decente ✅
Cabello bien peinado ✅
Maquillaje perfecto ✅
Uñas bien pintadas ✅
Postura alta ✅
Confianza ✅
Muchas ganas ✅
Cumplo con varios requisitos para mi entrevista de hoy. También me encargué de investigar cada detalle relacionado a mi futuro jefe. Sé que me ganaré el puesto, estoy más que segura. Da igual si tengo experiencia o no.
Scott Lindstrom es un reconocido multimillonario, magnate petrolero que mueve un país entero a sus pies. Treinta y cuatro años, viudo, padre soltero. Rubio de ojos azules, guapo, sexy. Aunque según los informes que leí en una página web que armaron su club de fans, tiene un carácter terrible.
No volvió a ser el mismo desde la muerte de su amada esposa. Vive con su hija adolescente en una extensa finca ubicada en Essex, condado de Londres. Es alérgico al maní, fan de U2, heterosexual y ama a los caballos.
Algunas descripciones son tontas, pero las tomo en cuenta. Ese trabajo será mío como sea. ¿Ventajas? Leí que muchas damas de compañía renunciaron en pocos días. Nadie fue valiente para soportar los caprichos de Claire Lindstrom, una adolescente que complica la vida de todas las jóvenes que contrata su padre.
¿Qué puede ser tan malo? ¿Por qué una adolescente de dieciocho años necesita compañía? ¿Acaso no tiene amigos? Me quedo con esa duda mientras muerdo el bolígrafo y miro por medio de la ventana. El taxi se mueve, mostrándome hermosos paisajes del condado de Essex. Hace frío así que me aferro a mi chaqueta de cuero marrón.
Mi mejor amiga me advirtió que estoy cometiendo una locura por presentarme a esta entrevista, pero no daré marcha atrás. Trabajar para el señor Lindstrom será el escape que necesito desesperadamente.
«Un nuevo comienzo, Evie».
Ya no quiero hundirme en la miseria, tampoco estancarme en el túnel que durante años me costó salir. Necesito continuar.
Mi última labor fue en una vieja fábrica de telas. Me despidieron porque redujeron el personal y yo sobraba. La paga que me otorga el gobierno no es suficiente. Mi mejor amiga estuvo ayudándome, pero no puedo seguir viviendo de ella como un parásito. Me puse los pantalones de chica grande, busqué trabajo hasta que encontré un anuncio en internet.
Se solicita dama de compañía. Veinte a cuarenta años.
Jornada completa de lunes a sábado.
Recompensa: 1000 libras esterlinas.
¿Quién resiste a mil libras? Mi confianza afirma que el puesto es mío. No me iré de la finca Lindstrom hasta que me garanticen que seré contratada. Es una oferta tentadora y mi próximo sustento. Se puso complicado durante un tiempo. Hubo días en que me quedaba sin comer, pero Erika estuvo ahí y me tendió la mano. Estaría muerta si no fuese por ella.
A veces pienso en mis padres que nunca llegué a conocer. ¿Quiénes fueron o son? ¿Por qué me abandonaron? Las monjas del orfanato me dieron escasos datos y dijeron que ellos no estaban listos para cuidar a una niña. De cualquier manera, no me gustaba escuchar sobre esos desconsiderados.
Los odio.
A los dieciocho años me asignaron una casa de acogida, pero no encajé. Mi tutor quiso abusar de mí, su esposa me echó la culpa, así que un día decidió lanzar todas mis cosas en la calle. Prefirió al hombre antes que protegerme.
Creí que moriría hasta que lo conocí a él. Lo consideré una salvación, pero con el tiempo me di cuenta que fue mi peor error. Un escalofrío me recorre y trato de reprimirlo. Forma parte de mi pasado, ahí se quedará.
Él está muerto.
—Veo que es otra jovencita en busca del sueño Lindstrom —comenta el taxista.
Quito mis ojos de la ventana y le frunzo el ceño al desconocido.
—¿Disculpe? —inquiero.
Su mirada me encuentra a través del espejo retrovisor. Ronda cerca de los cincuenta años y su cabello está repleto de canas. Se nota que la vida fue muy dura con él. Tanto cansancio se refleja en su rostro.
—Le llaman sueño Lindstrom al trabajo que ofrece el gran Scott —dice en tono áspero —. No eres la primera mujer joven que me pide llevarla a su finca. ¿Dama de compañía?
Mi corazón aumenta su ritmo. ¿Y a este hombre qué le importa? Su sonrisa me genera escalofríos.
—Eh, sí —balbuceo, insegura.
—Mucha suerte —El taxista se ríe —. Espero que dures más de una semana y no seas otra desdichada.
¿De qué está hablando? Cualquier duda muere en mi lengua cuando al fin nos detenemos frente a una elegante finca rodeada de pasto y árboles. A lo lejos puedo ver montañas y cerros. Parece que estoy en la nada.
La propiedad está asegurada por un enorme muro de ladrillos y verjas de hierro. Hay una placa de metal en ella con las palabras talladas «Finca Lindstrom». Si me aceptan, viviré aquí durante seis días a la semana. Tendré libre los domingos.
Le pago al taxista, guardo mi bolígrafo en el bolso y bajo sin pensar.
—Te deseo éxitos, chica —dice el taxista —. Ya sabes qué número marcar si necesitas que te lleve a casa. Estaré pendiente.
Le doy una sonrisa forzada. Este tipo es espeluznante.
—Gracias.
Entonces arranca y se va.
Tomo una respiración profunda, visualizo un intercomunicador y un teclado numérico en el muro contiguo a la placa. Llegué temprano, ojalá me sume puntos con mi futuro jefe. Mis dedos temblorosos pulsan el botón de llamada, aflojo mi chaqueta y espero impaciente.
Ruego para que todos esos artículos que leí sean tontos rumores y Scott Lindstrom me sorprenda. Ojalá no sea un patán.
Toco el timbre de nuevo.
Sin respuesta.
Insisto una vez, dos veces y luego un ataque de pánico me abruma. ¿Acaso perdí el tiempo? Trato de controlarme cuando una profunda voz tajante masculla:
—¿Quién es?
Vaya, qué agradable.
Mi piel es sacudida por los escalofríos. La voz sensual del intercomunicador me pone un poco nerviosa.
—Buenas tardes —tartamudeo. ¿Dónde quedó mi seguridad de hace minutos? Me aclaro la garganta y lo intento de nuevo. «Vamos, Evie. Llegaste demasiado lejos, no lo arruines» —. Mi nombre es Evelyn Monroe y vine aquí por la entrevista de trabajo. Envié mi currículum hace una semana. Solicité el puesto de dama de compañía.
Escucho un crujido, después la línea se desconecta. ¿Ahora qué? El alivio me corroe cuando el enorme portón empieza a abrirse lentamente. Gracias al cielo. Pensé que me quedaría sin trabajo.
Aquí vamos.
Cuando hay espacio para que pueda ingresar, muevo mis piernas temblorosas y me dirijo por el camino de gravilla con flores y plantas. Capto los inmensos árboles, campos abiertos con cercados rodeando a los preciosos caballos y ponys que disfrutan los pastos. Parece una imitación del paraíso. El aire es tan puro que no me resisto a aspirarlo.
Precioso.
Después de dos minutos, el camino asfaltado señala la finca que se encuentra justo frente a mí. Y mierda… es increíblemente hermosa. Nunca estuve dentro de una casa como esta. Lo vi en películas y series. Más que nada aquellos que aparecen en el género romántico.
Es de tres pisos, ladrillos blancos con ventanas en el ático y un garaje a la derecha que podría abarcar cerca de cincuentaautos. Hay una Lamborghini negra estacionada. Wow…soy tan pobre. Miro mi aspecto y me siento insignificante.
Subo los escalones hacia el porche cubierto y toco el timbre. La puerta se abre y soy recibida por una mujer mayor. Tiene el cabello canoso recogido en una cola de cabello, ojos oscuros y rostro con algunas arrugas. Me evalúa de pies a cabeza antes de apretar los labios con desdén.
De acuerdo, una patada en el trasero sería una mejor bienvenida.
—Señorita Monroe —dice con sequedad. Tiene aspecto de ser el ama de llaves —. El señor Lindstrom la espera en su oficina.
Su actitud intimidante no hace nada para calmarme. Creo que vine directo a un matadero.
—Oh, muchas gracias… —Le doy tiempo de ofrecer su nombre, pero ella no contesta. ¿Dónde quedó la educación?
Señala las escaleras de pulida madera donde veo a una hermosa adolescente. Es Claire Lindstrom, vi fotos de ella en los artículos que leí. Sus ojos azules son fríos como el ártico, espeso cabello rubio oscuro y una sonrisa maliciosa curva sus labios. Siento como si estuviera en una película de terror.
—Hola —Su voz es dulce y oculta la verdadera maldad —. Te advierto que viniste al lugar equivocado. No eres bienvenida.
Y entonces me da la espalda para dirigirse por los pasillos. Trago saliva, juego con la correa de mi bolso. ¿En qué lío me metí? Debería correr, pero me recuerdo que pasé por situaciones mucho más trágicas. Puedo con esto.
Una adolescente malvada no va a intimidarme.
—A la derecha, segunda puerta —ofrece la mujer —. El señor Lindstrom no es paciente. Dese prisa.
Asiento con dificultad.
—Gracias.
Tampoco ofrece otra respuesta que revele su nombre. ¿Qué le pasa a esta gente? Miro hacia las escaleras y noto que la pequeña rubia ha desaparecido. Un segundo pienso que debí escuchar las advertencias de Erika, pero es tarde. Estoy aquí y lo mejor es hacerme responsable. No quiero dar una mala impresión. El dinero que ganaré hará que las groserías valgan la pena.
El bolso se siente más pesado de lo normal cuando subo el último escalón y me dirijo a la puerta que indicó la frívola. Mis palmas están sudando, mis piernas débiles, mis dedos entumecidos en el instante que toco la madera.
Un segundo.
Dos…
—Adelante —anuncia la misma voz del intercomunicador.
«Cálmate, Evie».
No estoy preparada para la belleza ante mí cuando abro la puerta. Mi respiración se detiene y mi boca se seca. Vi sus fotografías en revistas e internet, pero en persona es dolorosamente atractivo.
Se encuentra sentado en la silla del escritorio, las yemas de sus dedos entrelazadas. Bebo sin disimulo su impresionante apariencia. Su traje de tres piezas moldea su musculoso cuerpo. El chaleco que lleva es azul marino con una corbata del mismo color y la camisa es blanca. Hay una taza de café sobre el escritorio y una portátil.
«Santo cielo…»
—Cierra la puerta —manda.
Me toma un segundo salir de mi estupefacción, pero cumplo su orden. Soy una completa idiota. ¿Qué me pasa? No es la primera vez que estoy en presencia de un hombre atractivo, aunque él no es cualquiera.
Es Scott Lindstrom, uno de los solteros más codiciados de Europa. Dios, incluso su nombre es sexy.
Su oficina es otra maravilla, toda la habitación transmite sofisticación y riqueza. Hay un enorme sofá de cuero, un cuadro en el centro con la imagen de su hija. Claire Lindstrom luce como un ángel, nada que ver al demonio que me recibió hace minutos.
Junto a la mesa hay una estantería de libros, colecciones de tapa dura que no encontraría en cualquier biblioteca. Artesanías que probablemente son de la edad media. Y, por último, la increíble vista que otorga el ventanal a su izquierda. Veo las montañas, cerros, el paisaje donde me gustaría vivir toda mi vida.
—Buenas tardes —espeto un poco más segura —. Soy…
—Evelyn —me interrumpe —. Lo sé.
No me da sonrisas, ni una mirada amable. Tiene el ceño fruncido y ahí es cuando me quedo muda por el color de sus ojos. Son azules muy oscuros, un tono que llega a zafiro.
—Lo siento, señor Lindstrom.
¿Por qué me disculpo? Soy una idiota. Alcanza la taza de café y consume un sorbo mientras señala la silla frente a él. Me acomodo, ajustando mi falda barata. Me pone ansiosa que me entreviste personalmente.
«Serás la compañía de su hija, Evie. Por supuesto que se encargará de la entrevista»
El señor Lindstrom deposita la taza de café en la mesa y lame sus labios. Es inevitable no mirar el gesto como una tonta. Es tan guapo. Es su belleza lo que me tiene alterada.
—¿Estás de acuerdo con los honorarios y horarios? —cuestiona mientras hojea la carpeta con mi nombre —. Solo tendrás libre los domingos.
Encuentro mi voz mientras carraspeo.
—Sí —respondo —. No tengo inconvenientes.
Arquea una ceja en gesto pensativo.
—Trabajaste en una fábrica de telas, limpiaste baños en hoteles —Lee mi currículum en la carpeta que sostiene con sus grandes manos —. Aquí no menciona que tienes experiencia como dama de compañía.
La forma en que se dirige a mí hace que mis mejillas se calienten y deseo ocultarme de su escrutinio. Su seriedad me pone los vellos de punta.
—No la tengo, pero siempre me he considerado una gran compañía. Soy buena oyente, simpática y paciente. Sé que su hija no es ninguna niña, pero podremos congeniar muy bien. Seré la amiga que necesita.
Me da una expresión incrédula.
Pienso en el orfanato, mis momentos con esas pobres almas que nacieron sin hogar como yo. Aprendí a amarlos y cuidarlos porque eran mi única familia. No tenía nada, solo a ellos. Me amaban. Además, Erika suele decirme que soy una excelente oyente. Nunca es tarde para aprender. Mi vocación es innata.
El señor Lindstrom cierra de golpe la carpeta y lo deja en su escritorio.
—Mi hija Claire no es como el resto de las personas que conoces —dice con rudeza —. Necesita atención las veinticuatro horas del día. Este trabajo es para alguien que pueda lidiar con cada una de sus dificultades —Hace una pausa, sus ojos duros —. No me sirve una limpiadora de baños, mucho menos sus habladurías.
Juro que cada palabra que sale de sus labios es como un insulto. Maldito imbécil. La piel me arde, la vergüenza tiñe mi cuerpo. Muy guapo, pero su falta de educación hace que pierda el encanto.
Ya me quedó claro de donde su hija heredó esa actitud. Su padre es un patán, soberbio, arrogante, desagradable, imbécil. Nunca terminaría de enumerar sus defectos. Ahora comprendo porque tiene una mala reputación en los medios de comunicación.
Es un desgraciado.
No oculta su carácter podrido de hombre sin corazón. ¿Por qué lo haría? Tiene dinero y cree que puede hacer cualquier cosa que desee. Incluso pisotear a personas necesitadas como yo.
—Tengo más experiencia de lo que cree —Sueno a la defensiva, mis puños se aprietan —. Viví dieciocho años en un orfanato, fui criada con niños que nacieron sin hogar. Ellos me enseñaron lo que significa el amor incondicional, apoyo y me dieron afecto. Yo aprendí a escucharlos y comprenderlos. Eran mi todo. Sé lo que es estar sola.
Se reclina en la silla, el rostro sin emoción. No debí ser tan directa, no es mi intención generar lástima, pero siempre fui transparente. Soy honesta y nunca me avergoncé de dónde vengo.
—¿Se supone que debo sentirme mal por ti? Porque no lo hago.
«Hijo de…»
Niego con la cabeza, exhalo para no hablar de más. La gente con dinero suele portar estas actitudes de mierda. No tolero los aires de superioridad, pero lo adecuado es guardarme mi opinión si deseo quedarme con el puesto.
Existen muy pocos jefes amables.
No puedo darme el lujo de perderme ese dinero. Me sacará del apuro, ayudará a Erika para pagar el alquiler. No más sándwich de avena, ni huevos hervidos. Necesito este trabajo más que nada.
—No busco su lástima —suspiro —. Me gustaría que me dé una oportunidad. Una semana de prueba, puedo soportarlo. Juro que no renunciaré antes de tiempo como las otras chicas. Soy resistente, muy capaz de lidiar con su hija.
El ambiente se pone tenso. Su cara se endurece, sus ojos más tajantes que nunca.
—¿Qué sabes de eso? —Las palabras suenan tensas.
Me encojo de hombros.
—No leí muchosobre el tema, pero sé que su hija Claire es… problemática.
Un destello de sorpresa se muestra en sus ojos azules. ¿No estaba enterado que mucha gente habla de su hija en internet? ¿Pensó que no me tomaría la molestia de investigar? Vine preparada.
—¿Por qué debería darte el puesto? —pregunta él —. Cuidarás a mi hija y es una responsabilidad muy grande.
Enderezo mi postura.
—Porque estoy haciéndole un favor, señor Lindstrom. Nadie más quiso aceptar. Soy la única que se está presentando a la entrevista, ¿no es así? Aceptó verme a pesar de lo pobre que es mi currículum. Me necesita.
Sus labios se curvan hasta convertirse en una asombrosa sonrisa y se echa a reír. Mi estómago se aprieta por el gesto. Es totalmente inesperado. Es… hermoso. Me da la impresión de qué sabe cuánto puede impresionar esa sensual sonrisa.
—La seguridad es una de tus cualidades, ¿eh? —Se inclina un poco más y distingo el olor de su costoso perfume. Huele muy bien —. ¿Qué diferencia puedes hacer? Claire es difícil y cerrada.
¿Me está considerando? Por supuesto que sí.
—Pruébeme —insisto —. Pruébeme y verá que puedo soportar más de una semana.
Un silencio extraño nos envuelve.
Odio los silencios, me incomodan. Estoy congelada en mi lugar porque no se me ocurre nada más qué decir. Tiene la última palabra y respetaré su decisión. Es una simple entrevista, puedo asistir a otras y conseguir el trabajo. No es el fin del mundo.
Después de un minuto, suelta un profundo suspiro y se pone de pie. Hago lo mismo, aceptando sin vacilación la mano que me tiende. Se siente pequeña cuando nuestras pieles se conectan, pero encajan muy bien.
—De acuerdo —cede —. Te daré una semana de prueba. Empiezas mañana mismo, al mediodía. Sé puntual como hoy.
Reprimo las ganas de soltar un fuerte chillido, pero mi sonrisa sale sin que pueda detenerla. ¡Lo logré! Ya me veo contando esas maravillosas libras el domingo. Erika y yo vamos a celebrar con un buen vino esta noche.
Trabajaré para el mismísimo Scott Lindstrom.
—De acuerdo.
Deja ir mi mano, se sienta de nuevo, señalando que la conversación ha terminado.
—Te llegará un correo con todas las instrucciones que debes seguir a partir de mañana. Ten un buen día, Evelyn.
¿Acaba de decir una palabra amable? No es tan idiota después de todo. Ignoro la emoción que me traspasa y me limito a asentir.
—Hasta pronto, señor Lindstrom.
No contesta cuando me dirijo a la puerta, pero puedo sentir su mirada azul atravesándome. Mi incontrolable respiración laboriosa llega más rápido, mi piel hormiguea por la intensidad.
Esta será una prueba difícil, sin dudas.
Capítulo 2
Evie.
Consigo una botella barata de champagne mientras me dirijo al departamento de mi mejor amiga. Tengo nuevo trabajo y es un gran motivo para celebrar. Empezaré mañana mismo y no paro de imaginar todo lo que podría comprarme con el dinero.
Veremos si la pequeña Lindstrom no arruina mis planes, pero fui muy clara con mis objetivos y me propuse un reto. Voy a quedarme en esa finca el tiempo que sea necesario. Mi propósito es ahorrar lo suficiente para armar mi propio emprendimiento.
¿Soy muy ingenua por soñar tan rápido? Evidentemente, pero nadie me lo impide. Siempre me he dicho que los sueños son gratis.
Cierro la puerta del departamento. Una vez dentro, deposito las bolsas de compras en el suelo y me quito la chaqueta. Oigo a Erika cantar desde la cocina mientras prepara la comida. Ella no aprueba que trabaje con el señor Lindstrom, pero se pondrá feliz por mí.
Es mi tiempo de volar y ser independiente.
—¡Ya llegué! —anuncio con entusiasmo y me dirijo junto a ella —. No vas a creer lo caótico que fue mi entrevista. Uff, creí que me desmayaría.
Erika apaga la estufa antes de centrar su atención en mí con una ceja arqueada. Es una dulce mujer francesa de veintiocho años. Cabello rizado, piel morena y ojos oscuros. Actúa como mi hermana mayor y me protege a cualquier costo.
Le debo hasta el aire que respiro.
Ambas somos como uña y mugre. Nos conocimos hace cuatro años en un club nocturno porque trabajábamos de bailarinas. No estoy orgullosa de mi pasado. Hice lo que sea para sobrevivir y nadie puede culparme. Tuve una vida complicada, hundida en un círculo de toxicidad, pero abrí los ojos a tiempo. No quiero imaginar que hubiera pasado si no lo lograba.
Hoy estoy mucho mejor, me siento más libre y plena. Él nunca más podrá controlarme.
Ya no.
—Puedo deducir por tu sonrisa que fuiste contratada —dice Erika. Sus ojos oscuros se iluminan con sinceridad, el acento francés es notable —. Felicidades, sé que deseabas el puesto más que nada.
Deposito la botella de champagne en la isla. Me acerco a la olla de acero para darle una probada a la salsa, pero ella me golpea con la espátula. Es una maravillosa cocinera y no me resisto a su comida. El olor casi me hace gemir y mi estómago gruñe.
—Auch —me quejo —. Tengo hambre.
Pone los ojos en blanco.
—Espera que prepare la mesa.
—Bien —Lanzo un suspiro y la miro fijamente —. Entiendo que te preocupas, pero es hora de que sobreviva por mi cuenta. No puedo seguir viviendo de ti, Erika. Ese trabajo resolverá muchos problemas.
Alcanza dos platos de la alacena mientras me encargo de llevar los vasos a nuestra mesa. Después regreso por la olla. Erika prepara todo y me acomodo en una silla. Amo compartir con ella. Son pequeños momentos que disfruto muchísimo.
—No me agrada la idea de que estés aislada —admite y abastece mi plato con pasta acompañada de salsa blanca —. Ni siquiera un alma en pena visitaría la finca Lindstrom. Piénsalo, Evie.
Le quito el corcho al champagne barato y lleno nuestros vasos de vidrio.
—No hay nada que pensar, voy a adaptarme. Es una propiedad muy tranquila y me gusta que haya naturaleza. Tendré paz. Estoy cansada de los ruidos que proporciona esta ciudad.
Mi mejor amiga se ubica en la silla frente a mí con una mirada agotadora. Yo abandoné el trabajo de bailarina, pero ella decidió conservarlo. Gana bien y es su zona de confort. No pude seguir dedicándome a lo mismo.
No después de esa tragedia.
Me aterra cualquier cosa que se relaciona esos lugares oscuros. Prefiero limpiar baños, vender comida en la calle o repartir volantes. No regresaré de nuevo a esas fosas. Nunca más.
—Me acostumbré tanto a tu compañía —Erika pone su mano sobre la mía —. No olvides que siempre tendrás apoyo en mí y jamás te abandonaré. Si algo sale mal en tu trabajo, sabes dónde encontrarme. Las puertas de esta casa estarán abiertas para ti.
Una sonrisa levanta las comisuras de mis labios.
—No hables como si fuera el fin del mundo, seguiremos en contacto. Deja de ser tan sentimental.
Se limpia una falsa lágrima.
—Más vale que no te olvides de mí —Le da un bocado a su comida, hago lo mismo —. Cuéntame cómo fue tu experiencia. Háblame sobre Scott Lindstrom. ¿Sus fotografías en internet le hacen justicia?
La frustración se apodera de mí, pero también la curiosidad. Sus ojos azules siguen impactándome al igual que su presencia intimidante. Es un soberbio, me miró como si fuera mierda bajo sus zapatos y me hizo sentir insignificante.
Es el tipo de hombre que repudio con todas mis fuerzas, pero no puedo negar que es condenadamente atractivo. Podría mirarlo durante horas y no me cansaría.
—Es guapo, pero muy desagradable —bebo un trago de champagne —. Te decepcionarías bastante de él si lo conoces en persona. Se cree el dueño del mundo por portar trajes bonitos y tener dinero. Quise estampar mi puño en su hermosa cara cada vez que abría la boca.
Erika mastica la pasta y me observa con diversión.
—Es un hombre soltero y tiene dinero —Se encoge de hombros —. Vive solo en esa finca con su hija y empleados. Tú eres una mujer muy atractiva…
La mando a callar cuando le aviento la servilleta en la cara. Ella deja salir una ruidosa carcajada. Ya puedo escuchar hacia donde se dirigen esos sucios pensamientos. No.
—Será mejor que no vuelvas a repetir esa estupidez —espeto —. Mantendremos una relación estrictamente profesional. Nada más. No es mi tipo, estoy segura de que yo tampoco soy el suyo.
Erika hace un gesto burlón.
—No hables porquepodrías sorprenderte de los grandes giros que tiene el destino —Se ríe —. Hombres como él no mantienen sus manos quietas cuando se trata de mujeres bellas. Su reputación nunca fue buena por esa razón.
Traigo más pastas a mi boca y frunzo el ceño.
—Parece que sabes mucho de él —comento.
Erika lame la salsa de su labio inferior.
—Es uno de los hombres más ricos de Europa. ¿Qué esperabas? Se dedica a un negocio que deja muchísimo dinero y su ex esposa fue una actriz de Hollywood. ¿Vives en una burbuja?
Mis ganas de comer quedan a un lado porque la curiosidad me consume. No me enfoqué tanto en su pasado. Leí los detalles que podrán ser útiles.
—Sabes que soy de la edad media —bromeo —. La farándula no me interesa, pero no me quejo si me hablas un poco más de su ex esposa. ¿Quién era? ¿De qué murió?
Erika termina de masticar.
—Estuvo casado con Olivia Wilson, una reconocida actriz que fue nominada dos veces a los premios Globos de Oro —Sacude la cabeza sin creer que no sepa de ella —. Hace cinco años la encontraron muerta en una bañera. Según fuentes confiables, consumió varias pastillas que terminaron con su vida.
Mis ojos se abren de par en par. No creí escuchar una historia tan impactante.
—Qué horrible, eso es muy triste.
Erika asiente.
—Dicen que su muerte lo afectó muchísimo porque estuvo fuera del ojo público y se instaló en esa finca —prosigue Erika —. Nunca entendí qué pudo llevarla a tomar esa decisión drástica. Parecían un matrimonio muy feliz.
No conocía a esa mujer, pero siento compasión y empatía. Una familia quedó devastada, una niña perdió a su madre. El clic suena en mi cabeza mientras analizo la situación.
Para una chica como Claire Lindstrom, perder a su madre a una edad joven debió ser un golpe terriblemente duro. Su actitud cruel es un escudo. Tal vez es su manera de afrontar el dolor.
Tiene sentido.
Perder a un ser querido trae impactos negativos a nuestras vidas.
—Tu concepto de felicidad es errónea —murmuro —. Si eran felices, ella jamás se hubiera quitado la vida.
—Es lo que mostraban las cámaras.
—Solo conoces a una persona cuando permite que veas su verdadera cara, no un caparazón —reflexiono —. Los famosos suelen mantener apariencias frente a los medios, pero en la vida real son más distintos de lo que crees.
Mi amiga asiente.
—Eso me quedó claro hace tiempo —suspira —. Recuerdo que la noticia sobre la muerte de Olivia estuvo en todos los medios de comunicación. Fue impactante e inesperado. Era una mujer hermosa y joven. Tenía mucho por vivir y tanto talento.
Trago el nudo en mi garganta. La felicidad es relativa. Nunca sabemos cuándo alguien es verdaderamente feliz. Yo puedo sonreír, pero en realidad estoy muriéndome por dentro.
—Caras vemos, corazones no sabemos —susurro.
Le da un sorbo a su champagne.
—Te deseo mucha suerte en esa familia —murmura Erika —. Están completamente desechos y no son estables.
🍸
A las ocho de la noche, me llega un correo del señor Lindstrom. Me tapo con las mantas mientras leo con detenimiento las instrucciones que debo seguir con los cuidados de Claire.
No asiste a la escuela. Ella recibe clases particulares en su casa.
También es alérgica al maní.
Le encanta montar en su caballo.
No tiene amigos.
Es vegetariana.
Ama leer.
Pero la más importante es que necesita consumir sus medicamentos al pie de la letra. No menciona cuales. ¿Está enferma? Claro que sí. Debe sufrir algún tipo de trastorno. Es extraño que busque compañía a sus dieciocho años.
La idea envía un escalofrío primordial por mi columna vertebral. Claire estará bajo mi completa responsabilidad y si algo malo le ocurre, su padre tomará medidas legales. Maldición. ¿Realmente estoy preparada?
El último párrafo especifica que no la presione para hablar, mucho menos mencione a su madre. Es un tema sensible, sin dudas. A cualquiera le cambiaría perder a alguien muy querido.
Haré lo que esté a mi alcance para ayudarla. Seré su mentora en algunas ocasiones, su apoyo e incluso su amiga si me acepta. Quizás Claire Lindstrom necesita ser comprendida y no juzgada.
Quizás puedo demostrarle que vale la pena conocerme.
🍸
Erika llega casi de madrugada en el departamento y no me animo a despertarla. Sé que el trabajo de bailarina consume su tiempo. Muchas veces traté de convencerla para que renuncie, pero ella se negó. Está segura de que nunca encontrará algo mejor bajo la excusa de que no terminó sus estudios.
En mi caso tampoco tengo un título. Lo poco que sé aprendí en el orfanato. Algún día me daré otra oportunidad y asistiré a la universidad de Oxford. Mientras tanto, mi única chance de sobrevivir es trabajando para Scott Lindstrom.
Lleno mis maletas con las pertenencias más importantes: ropas, zapatos, libros, maquillajes, etc. Mi estadía será larga y vengo preparada. Afortunadamente no me encuentro con el taxista entrometido. No quiero que nadie arruine mi día. Hoy comienza una nueva etapa.
Toco el intercomunicador y éste se abre sin que anuncie mi presencia. Arrastro las maletas por el asfalto hasta que un hombre amable se toma la molestia de ayudarme. No debe llegar a los cuarenta años. Su cabeza está rapada y sus ojos cafés son amables. Muy diferente al ama de llaves que me recibió ayer.
—Soy Darwin, es un placer conocerte —Se presenta.
Acepto la mano que me tiende y le doy una sacudida.
—Evelyn —respondo con una sonrisa.
Coge una maleta mientras caminamos a la entrada principal.
—Te espera muchísimo trabajo —comenta —. Me imagino que eres consciente de lo que implica cuidar a la señorita Lindstrom.
Asiento.
—Sé que no es ningún angelito.
Él me devuelve la sonrisa.
—Me alegra que lo tengas en cuenta. Tal vez sacuda tu vida, pero si realmente tienes ganas de conocerla puede impresionarte. Ella no es el diablillo que pintan las chicas que renunciaron.
Me doy cuenta de que no me equivoqué sobre mis suposiciones. Claire es una adolescente que necesita ayuda y comprensión. No la juzgaré aún, primero quiero conocerla.
—Pondré mi mejor esfuerzo para quedarme con el puesto.
Llegamos a la puerta y deja mis maletas sobre la alfombra.
—Habrá momentos donde se volverá difícil —dice, sincero —. Soy el chófer de la familia, pero estaré cerca si necesitas algo. Somos amigos a partir de hoy.
Me consuela saber que no todos son idiotas en esta casa.
—Aprecio el gesto.
Me da un saludo militar y retrocede.
—Ten un buen día, Evelyn.
—Puedes llamarme Evie.
Me guiña un ojo.
—Como desees, Evie. Hasta pronto.
Ingreso en la sala de estar cuando desaparece. La ama de llaves está de pie con los brazos cruzados detrás de su espalda. Esos labios torcidos son más ásperos que ayer. ¿Por qué me mira mal? Apenas cruzamos dos vocales.
—El señor Lindstrom me ordenó que le enseñe la casa —informa secamente —. Le mostraré su habitación y después tendrá un recorrido.
—Oh, muchas gracias…
No brinda su nombre como ayer. Al cabo que ni me importa. Tampoco me ayuda a subir mis dos maletas en los escalones. Estoy sin aliento cuando llego al último y me arrastra por los extensos pasillos.
—Esta es tu habitación —indica la doña y nos detenemos cerca de una puerta —. Te sugiero que no deambules durante las noches. Al señor Lindstrom no le agrada que el personal moleste.
—Duermo temprano —afirmo —. No será ningún problema.
Meto las maletas y no disimulo mi cara asombrada al ver la habitación. Su tamaño es casi igual al departamento que compartía con Erika. Cama Queen, enorme armario, ventanas que dejan entrar aire fresco y enseña el paisaje que tanto me gusta. Incluso hay un baño de uso exclusivo para mí.
—El horario de dormir es a las nueve de la noche y debes estar despierta al día siguiente cerca de las siete. La señorita Lindstrom es muy madrugadora y es obligatorio tener listo su desayuno para que siga con la rutina —masculla cada palabra como si fuera tonta —. Pon tu alarma si es necesario, pero nunca llegues tarde a su desayuno.
Mi cabeza anota todo.
—Perfecto.
Abandona mi habitación y la sigo como señal. La doña camina con rigidez, sus zapatos de tacones hacen eco en las finas baldosas.
—Tienes descanso de una hora a menos quela señorita Lindstrom ordene otra cosa —continúa —. Puedes visitar la biblioteca y el gimnasio, pero hay una habitación al final del pasillo que está prohibido. Nadie entra ahí.
Arqueo una ceja esperando más, pero ella no comenta nada. ¿Qué podría haber en esa habitación? No debió decirme eso. Soy tan curiosa que me creo capaz de entrar sin importar los mandatos.
Durante veinte minutos, la doña se encarga de mostrarme cada zona de esta casa. ¡Es malditamente grande! En la planta baja hay una biblioteca, un gimnasio, una piscina cubierta de agua con cloro, el comedor y la cocina más grande que he visto en mi vida. La oficina del señor Lindstrom se encuentra en el segundo piso.
¿Cuándo terminará el tour?
Llegamos a los cercados y el pulso en mi cuello aumenta cuando lo veo. Está acariciando el pelaje de un magnífico corcel blanco. Ayer me mostró una actitud asquerosa, pero ahora lo noto relajado. No viste ropa formal, sino jeans oscuros y una camiseta estilo polo. Cuando su mirada aterriza en mí, me pongo nerviosa de inmediato.
Froto la palma en mi falda, odiando como mi respiración me falla. Sus ojos azules coinciden con el cielo y su mandíbula parece que fue tallado por los mismísimos dioses. El hombre es tan hermoso que puede ser material de modelo.
La doña se aclara la garganta y rápidamente aparto mis ojos traidores.
—¿Quieres conservar este trabajo? —cuestiona.
¿Qué clase de pregunta es esa?
—Por supuesto que sí.
La mujer me da una sonrisa amarga y sin humor.
—Entonces no te involucres con él o terminarás en la calle —advierte con desprecio —. No olvides tu lugar y no serás despedida.
¿Qué diablos? Me deja estupefacta mientras se dirige a la puerta.
—Ve a chequear si la comida de la señorita Lindstrom está lista y llévalo en su habitación —ordena, mirándome sobre su hombro —. No te quedes parada, date prisa.
Y luego se retira, dejándome con las palabras hundidas en mi boca. No conozco a esta mujer, pero tengo la sensación de que me odia sin ninguna justificación. ¿Cuál es su problema? Estoy a punto de seguir las órdenes cuando escucho pasos acercándose.
Oh, mierda.
Es él.
En la poca distancia puedo distinguir los músculos duros bajo su camiseta, la piel lisa y la mandíbula con una ligera capa de barba rubia sin afeitar. Se cruza de brazos una vez que está cerca y me mira fijamente. Me ha tomado desprevenida y él lo sabe por la arrogancia en su cara.
¿Vino a darme la bienvenida? Lo dudo.
—Me imagino que Celia te ha puesto al tanto y te dio algunos consejos.
Así que la doña se llama Celia. ¿Tan difícil era decirme su nombre?
—Ella es amable.
Resopla.
—No me mientas —contradice —. No me insultes de esa manera en mi propia casa. Conozco a Celia mejor que nadie y sé que suele tomarse atribuciones que no le corresponden. Recuerda que yo te contraté y las únicas órdenes que debes seguir son las mías. ¿Quedó claro?
Abro la boca como un pez fuera del agua, pero la cierro de nuevo.
—Sí, señor Lindstrom —respondo después de segundos.
Corre una mano por su cabello dorado y el gesto hace que las abdominales sean más pronunciadas. Las venas en sus antebrazos complementan su aspecto. Me odio por detallarlo tanto.
—Tenemos que hablar sobre los medicamentos de Claire —añade —. Y tampoco te atrevas a olvidarla un solo día. Es muy importante que lo consuma en su horario. Depende muchas cosas de tu cuidado.
—Claro —balbuceo.
Sus ojos me recorren antes de que sus labios tiemblen en una sonrisa. ¿Se está riendo de mí? Sucio bastardo de mierda… Lo ahorcaría con mis propias manos si pudiera. Oficialmente odio a este imbécil.
—Otra cosa… —murmura y me preparo para su comentario cruel —. Esa ropa de abuela tiene que irse.
Mis mejillas arden por la humillación y tenso los puños. Menudo hijo de puta. A él que le importa mi forma de vestir.
—No sabía que mi ropa es su problema —recalco.
Se cruza de brazos.
—Lo es a partir de hoy. Claire y yo asistimos a eventos importantes —espeta —. Tú serás nuestra acompañante y no permitiré que lleves puesto tus trapos viejos. Haz una lista con tus medidas, yo me haré cargo del resto.
¿Ahora resulta que tocará mi guardarropa? Dios, no. Estoy muy cómoda con mis trapos viejos.
—Pero…
Me manda a callar cuando presiona un dedo sobre sus labios.
—Soy tu jefe y harás lo que yo diga.
Se aleja, me da la espalda y regresa con el corcel blanco. Mis ojos caen en su culo y no puedo pasar por alto que se ve cómodo en ese jeans. Me froto la cara, avergonzada por mi actitud.
Apenas lo conozco y tengo pensamientos impuros sobre él. ¿Qué pasará cuando esto avance?
Capítulo 3
Evie.
Acepto el consejo de Celia y me ocupo de lo mío. Scott Lindstrom no me amargará el día. Le he dado mucho de mi tiempo.
«Idiota insoportable».
La cocina es irreal cuando entro. Todos los muebles son de acero inoxidable y hay dos chefs organizando el almuerzo. La primera es Maya, una señora muy agradable. Me recibe con un abrazo apretado y afectuoso. Su ayudante es Sylvia, una joven que tiene mi edad.
—¡Bienvenida! —exclama Maya, soltándome —. Es muy bueno conocerte al fin, Evelyn.
Le doy una sonrisa cariñosa.
—Gracias, tu comida huele delicioso —La halago.
Sylvia me ofrece un rico panecillo que acepto gustosa.
—Me imagino que ya conociste a todo el personal —comenta Sylvia.
—No lo creo. Solo a Celia, Darwin y ahora ustedes. ¿Hay más?
Las mujeres comparten risitas.
—Por supuesto que sí, la casa es inmensa —dice Maya —. Te falta conocer a Jasper, es el jefe de seguridad. También a Jake, el que cuida a los caballos. Uff y la gente de limpieza. Somos muchos.
Le doy una mordida al panecillo de azúcar. Está muy bueno.
—¿Celia qué hace? —cuestiono.
—Se asegura de que todo esté en orden y hace que nuestras vidas sean miserables —contesta Sylvia —. Me imagino que fue grosera contigo.
¿Para qué negarlo?
—Eh… sí.
—Prepárate —advierte Maya —. Es una amargada y se cree dueña de la maldita casa. Sé muy cuidadosa.
Me dio esa impresión el primer día. ¿Y su advertencia de esta mañana? Ella piensa que me acostaré con mi jefe. ¿Por quién me toma?
—Haré mi trabajo, no tengo intenciones de pelear con nadie.
Sylvia rueda los ojos.
—Ella encontrará la manera de molestarte —espeta —. Hay muchas cosas que debes saber, pero ahora es momento de que le lleves la comida a tu pequeña jefa. Ella no almuerza con su guapo padre.
Maya la golpea en el brazo.
—Cuida esa lengua, Sylvia.
—¿Qué? Solo digo la verdad.
Vaya que sí. Esta mañana apenas tuve un vistazo de él y me quitó el aliento.
—Hey… —Maya suena los dedos en mi cara —. El almuerzo está listo, apúrate antes de que se enfríe o la pequeña víbora te armará un escándalo en tu primer día. No quedes mal.
¿Pequeña víbora? Me gusta como suena.
Aparto de mi cabeza a Scott Lindstrom y acepto la bandeja con la comida. Es hamburguesa vegana, ensalada de lechuga y una botella de agua. ¿Se alimenta con esto? Yo prefiero algo grasiento y exquisito. Papas fritas, un buen filete y más.
—¿Algún otro consejo? —inquiero, insegura.
Las mujeres amables sonríen.
—Muéstrate tal y como eres —responde Maya —. No la adules demasiado o será peor. Ella no soporta a los lambiscones.
Bien, puedo hacer eso.
—No seas insistente —añade Sylvia —. Deja que ella se abra a ti sin presiones.
Les tiendo una sonrisa agradecida. Es bueno saber que encontré amigas en esta casa.
—Gracias, chicas.
—Suerte —pronuncia Maya.
Me encamino fuera de la cocina con la bandeja en mis manos. Subo cuidadosamente las escaleras, tratando de no tumbar la comida. No sé cuál es su puerta, pero lo deduzco cuando oigo una intensa música pop. Ariana Grande, para ser especifica. ¿Cómo me escuchará a través de tanto ruido?
—¿Señorita Lindstrom? —toco la puerta una vez.
Nada.
La única opción que me queda es que termine la música. Toco de nuevo cuando la canción llega a su fin y después oigo una voz exasperante. Controlo los nervios, la tensión en mis dedos.
«Vamos, Evie»
La puerta es abierta y después estoy viendo a Claire Lindstrom. Su expresión es aburrida, su boca torcida en una mueca de disgusto. No me permite entrar, así que permanezco parada con la bandeja enmis manos muy tensa.
—Tú —dice con desdén.
—Temo que no tuvimos la oportunidad de conocernos formalmente —sonrío —. Soy…
Levanta una mano, callándome.
—Eres Evelyn, la nueva puta de mi padre.
Tiemblo de vergüenza por su acusación. ¿Cómo se atreve? Ni siquiera me conoce bien. Odio que juzguen ante la primera impresión.
—Tienes un concepto muy equivocado sobre mí, Claire.
Me arrebata de golpe la bandeja y retrocedo por instinto. No quiero correr el riesgo de que me aviente la comida en la cara. Ella es tan grosera que la creo muy capaz.
—¿Quién te dio el derecho a tutearme? —escupe —. Para ti soy la señorita Lindstrom. No olvides con quien hablas, criada estúpida.
Mis mejillas arden por la furia, todas mis esperanzas de que le agrade acaban de irse a la basura.
—No estoy aquí para complicar tu vida.
Una sonrisa perversa levanta sus labios. Es desdeñosa, cruel.
—Estás aquí para follar con mi padre —Se burla y mira mi cuerpo —. Conozco esa historia de memoria. Ten en cuenta el final donde terminas destruida o en una tumba.
Entonces cierra la puerta en mi cara.
El corazón me palpita a mil por hora por la impresión. Sabía que sería complicado, pero no a esta magnitud. Claire Lindstrom es un demonio.
—Buena suerte, chica —murmura una voz pedante.
Pongo una mano sobre mi corazón cuando veo a la ama de llaves sonriendo con satisfacción antes de que se gire sobre sus talones y me deje sola en los pasillos. Ya me veo soltando algunas lágrimas en el futuro. Soy una persona muy sensible y me costará adaptarme a las humillaciones.
¿En qué lío me metí?
🍸
Scott.
Leo su hoja de vida con escasa información. Todavía me pregunto qué rayos pasó por mi mente cuando decidí contratarla. Ella se presentó a mi oficina con esa dulce sonrisa y luciendo increíblemente segura.
¿Por cuánto tiempo durará esa confianza?
La última dama de compañía que contraté para Claire fue hace seis meses y desde entonces nadie ha vuelto a presentarse a las entrevistas. ¿Por qué lo harían? Mi hija creyó que era gracioso lanzarla en el lago helado y verla suplicar mientras la chica se ahogaba. La víctima no sabía nadar.
No pasó a mayores, pero la joven se encargó de contar con lujos de detalles como es mi hija. El rumor se expandió y nadie más se atrevió a tocar mi puerta para ayudar a Claire.
«Hasta ella…»
Mi hermana Stephanie intentó convencerme que lo correcto es internarla, pero no enviaré a mi hija a una clínica psiquiátrica. Claire me odiaría el resto de su vida y no estoy dispuesto a lidiar con su desprecio.
Vivir con el recordatorio de que Olivia murió por mi culpa es suficiente. No quiero que mi hija me condene como lo han hecho todos. Necesito que esté bien y tenga presente que nunca la abandonaré.
No estará lejos de mí.
Recibe ayuda psiquiátrica y asiste a terapias dos veces por semana. Fue diagnosticada con depresión y trastorno antisocial de la personalidad. Motivo por el cual es educada en casa, no tiene amigos y prefiere la soledad.
Solo es cercana a Celia, nuestra ama de llaves quien se encarga de cuidarla cada segundo del día. Tuvo la misma atención con mi difunta esposa, ella consideraba a Olivia como su propia hija. La crió, la protegió y la amó.
Cree que tiene la misma responsabilidad con Claire, pero no lo permitiré. Sé que Celia llena la cabeza de mi hija con mentiras sobre mí. Me acusa de que maté a Olivia con mis errores y es razonable que piense así.
Fui un completo bastardo que arruinó la vida de una mujer.
Sin embargo, no hay excusas para que intente arrebatarme a mi hija. No es despedida porque Claire la quiere aquí. De lo contrario, estaría en la calle como una buena rata. Apenas tolero su frígida presencia.
La psiquiatra está convencida de que Claire necesita una buena amiga en su vida y me niego a que Celia ocupe ese lugar. La señorita Monroe me dio la sensación de que puede cumplir muy bien su rol.
Una semana.
Ella tendrá una semana como prueba.
Es torpe y habla demasiado. Destila dulzura, optimismo y seguridad. Sus ganas de trabajar aquí me convencieron a ceder. Fue determinante. Solicitó mi atención y la tuvo. Ella es un bonito paquete con pequeño cuerpo, cabello castaño, piel pálida y profundos ojos caoba.
Me siento como un imbécil por admitir que me gustó la forma que me miró esta mañana. No disimuló su curiosidad. Ella apreció cada detalle y le encantó. Maldita sea, estoy en problemas.
¿Cómo pudo?
Es extremadamente ingenua o estúpidamente valiente. Después de esta mañana, sospecho que lo primero. Si me conociera mejor, jamás me miraría con deseo.
Ella acaba de entrar directo al infierno.
La puerta se abre golpe, pasos se acercan y después me encuentro con la fría mirada azul de Claire. No está feliz por la presencia de la señorita Monroe. Lo supuse. ¿Por qué habría una diferencia?
—Dile que se vaya —espeta, cruzándose de brazos —. No me hace falta una maldita niñera.
Dejo salir un suspiro cansado y cierro la portátil. Hace minutos tuve una junta online, muchos de mis patrocinadores me han informado sobre los nuevos proyectos. Soy muy bueno en los negocios. Nunca cometo errores y he tomado las mejores elecciones.
No puedo decir lo mismo sobre mi catastrófica paternidad. Criar a mi hija adolescente ha sido más complicado que cualquier descubrimiento científico. Claire es extrema, ruda y violenta. Se puso terrible con la muerte de su madre y nunca pudo perdonarme.
Ella cree que soy responsable y me odia.
Mi propia hija me odia.
Lo peor es que no puedo hacer nada para remediarlo. No importa cuánto acceda a sus caprichos, nada de lo que haga es suficiente. No me soporta.
—Tú no tomas las decisiones aquí —espeto —. Yo pago tus caprichos y vives bajo mi techo. Evelyn se queda porque lo quiero así.
Sus ojos me hacen pedazos mientras aprieta los puños. A medida que pasan los días, Claire se vuelve más fría e inestable. Su psiquiatra decidió recetarle un medicamento más fuerte. Suele mantenerla relajada, pero otras veces explota sin ninguna justificación.
—¿Funcionó las últimas veces? —inquiere —. ¿Necesitas recordarte como terminó la pobre Nancy?
Casi ahogada en el lago. Sí, nunca lo olvidaré.
—Este drama podría ahorrarse si aceptas que no estás bien y necesitas ayuda. Te niegas a consumir las pastillas y me llevas la contraria. ¿Qué quieres de mí, Claire? Hago todo lo posible para tenerte aquí, conmigo. ¿Por qué no puedes verlo?
Gira los ojos con fastidio.
—Si respetaras mi privacidad, tal vez despertarías en mí un poquito de afecto.
Mis nudillos se vuelven blancos mientras aprieto los bordes de la mesa. Me gritó cosas más duras, pero siempre es un impacto escucharla pronunciar cuanto me desprecia. Desde que nació, hice lo que estuvo a mi alcance y me encargué de criarla con todas las comodidades.
Cometí errores al principio, lo acepto. Me costó acostumbrarme a la paternidad cuando Olivia me dio la noticia. No estaba listo porque era joven, pero una vez que tuve a Claire en mis brazos no quise soltarla.
Me hizo inmensamente feliz.
—Cuida como me hablas o confiscaré tu preciado celular —advierto con la mandíbula tensa —. No toleraré otra falta de respeto. Soy tu padre.
La única respuesta que obtengo es una risa áspera y espantosa mirada.
—Nunca te has ganado ese título —manifiesta —. ¿Por qué no le pides a la dama de compañía que esté a tus servicios? ¿No es eso lo que haces con varias empleadas? ¿Acostarte con ellas?
Mi mano impacta en el escritorio y ella se sobresalta. Puedo tolerar sus berrinches, pero la falta de respeto jamás. También tengo límites. No importa cuánto la ame, recordará las normas.
—Deja de gastar tu aliento. Evelyn se queda, ¿me oyes? Más te vale que no hagas otra locura porque tomaré el consejo de internarte. Hablo en serio, Claire. Estoy harto.
Su cara pierde color.
—No te atreverías.
Alcanzo un bolígrafo del lapicero y lo muevo entre mis dedos.
—Tú no sabes hasta donde soy capaz de llegar cuando se trata de ti —sentencio.
El rencor chispea en sus ojos azules. Me recuerda mucho a su madre y me aterra.
—Tú debiste morir, no ella —El primer sollozo sale de sus labios y me quedo paralizado —.Te odio tanto.
No reacciono, no parpadeo. Es una rutina que se repite varias veces. Ella llora, grita que me odia y no puedo hacer nada para cambiarlo. Muy pocas veces me llama «papá». Me trata como si fuera un simple extraño en su vida.
—Sal —ordeno.
Azota la puerta con brusquedad y hace temblar las paredes. Destapo la botella de whisky para beber un trago. No existe días donde no me pregunte como hubiera sido mi vida con Olivia viva.
Tal vez mi hija sería muy feliz.
Tal vez mi hija no me odiaría.
Camino hasta el ventanal y noto su presencia cerca de los establos. La veo caminando mientras admira el paisaje que nos rodea. No hablamos mucho, pero estoy seguro de que ella traerá cambios en esta casa.
Y por esa razón, debo mantener mis manos quietas.
Por Claire.
Por mí.
🍸
Evelyn me encuentra cerca de las ocho de la noche en mi oficina. Viste un sencillo pantalón jeans y suéter rosa. Es como quisiera ocultarse detrás de toda esa ropa. ¿Por qué? Puedo jurar que su cuerpo es hermoso.
Mi mente trata de adivinar qué la tiene aterrada. Ella aparenta ser un alma pura, pero por dentro es una realidad diferente a su exterior. Esos ojos melancólicos ocultan muchos secretos.
Secretos que algún día voy a descubrirlos.
—¿Necesita algo de mí, señor Lindstrom?
Su formalidad está empezando a irritarme. El primer día que nos conocimos no fue modesta y quisiera ver esa misma actitud de chica valiente una vez más, pero prefiero mantener las cosas como están. Soy su jefe, ella una empleada. No me interesa cuan hermosa sea. No volveré a caer en otra tentación.
Bebo un trago de whisky, mis ojos atentos a ella.
—Quiero decirte algunas instrucciones que no mencioné en el correo.
—De acuerdo.
—Siéntate.
Encuentro en uno de los cajones la carpeta dónde me encargué de escribir las instrucciones que debe seguir. Claire será cruel, prepotente y muy indiferente al principio. Estoy seguro de que Evelyn puede ganarla con el tiempo.
Disminuí mis horarios laborales, trato de dedicarme más a Claire, pero ella no colabora. Su odio no permite que nuestra relación de padre e hija se repare. La psiquiatra mencionó que puede mejorar, aunque necesita mucha paciencia.
—Sus antidepresivos los consume todas las mañanas, en el desayuno —empiezo —. Ella despierta muy temprano y es indispensable que no te retrases en ese aspecto.
—Celia me indicó lo mismo —dice.
Mi condenada ama de llaves es una arpía, pero se preocupa por Claire. Le prometió a Olivia que cuidaría a nuestra hija.
—Asegúrate de que se trague las pastillas —Le entrego la carpeta y ella acepta —. Te pido como favor que nunca me ocultes nada sobre mi hija. Quiero tener la seguridad de que puedo confiar en ti. Dime que así será.
Examina la carpeta.
—Por supuesto, mi lealtad está con usted —afirma —. No estudié psicología, tampoco pedagogía, pero tengo vocación. Sé que puedo ayudar a su hija.
Mis hombros se relajan con alivio.
—Recuerda que no eres su niñera. Sé una amiga, haz que confíe en ti. Espero que deje de sentirse sola y dañada.
La tristeza se intensifica en su mirada.
—Armé algunos planes que me gustaría hacer con ella. Sé que al principio no será fácil, pero me considero una persona muy paciente. Aprendí a no rendirme fácilmente.
Supongo que se refiere a cosas de su pasado. Mencionó que se crió en un orfanato y me da la sensación de que nunca disfrutó una buena vida. Evelyn Monroe es un alma rota y con más razón podrá ayudar a Claire.
Ella la comprenderá.
—Aprecio tu entusiasmo.
Presiona la carpeta contra su pecho.
—Voy a llevármelo para leer con más detenimiento —informa con una suave sonrisa —. Sé que es un hombre ocupado, pero es admirable que se preocupe por el bienestar de su hija. Habla muy bien de usted.
La única opinión que siempre me ha importado fue la de Claire, pero no suena mal viniendo de ella.
—Haz bien tu trabajo y serás recompensada.
Asiente.
—¿Desea algo más?
Golpeteo un dedo en mi barbilla y hago una evaluación de su aburrida ropa.
—¿Hiciste la lista? —pregunto.
Se muerde el labio y sacude la cabeza.
—Estoy muy cómoda con mi ropa —dice —. Se lo agradezco, señor Lindstrom, pero prefiero conservar las mías.
Esta mujer me exaspera.
Desabrocho los tres primeros botones de mi camisa y su mirada me persigue. Noto el subidón de su pecho, el calor en sus mejillas. La incómodo. No sabe con quién está tratando, pero también aprenderá a seguir mis reglas.
Necesita disciplina.
—Pensé que fui muy claro —Paso mi dedo por el borde del vaso —. De hecho, pronto tendré un evento importante. Claire irá y tú también.
—Señor…
—Mañana quiero las medidas que pedí —La interrumpo —. Mi estilista se encargará del resto.
Mis palabras tienen el efecto deseado, sella los labios.
—Por supuesto, señor.
Enarco una ceja, mi rostro duro.
—¿Por qué te molesta tanto la idea de organizar tu guardarropa? Deberías estar agradecida.
Me da una expresión inquietante e irritada.
—¿Agradecida? Está tratando de moldearme a su antojo y no me agrada. No soy una muñeca de trapo, señor Lindstrom.
La silla chirria cuando me pongo de pie con el vaso en la mano y avanzo en su dirección. Ella me mira con sus grandes y turbios ojos. Su pecho sube y baja al ritmo de mis pasos.
La intimido. Perfecto.
Será bueno recordarle quien manda en esta casa.
—No intento moldearte, pero sí espero que empieces a adaptarte. Pronto habrá un evento importarte y serás acompañante de mi hija. Dime, Evelyn, ¿cómo asistirías a una fiesta dónde incluso la reina de Inglaterra estará presente?
Se pone pálida y balbucea las siguientes palabras:
—Yo…
Regreso a mi escritorio para beber un trago.
—Soy tu jefe —Le recuerdo —. Y si te digo que hagas tal cosa, tú vas a obedecer.
Lamo la gota de whisky que cae sobre mis labios, observándola en todo momento. Sus ojos siguen el movimiento de mi lengua y sus mejillas adquieren un rubor cuando percibe que la atrapé
Mierda.
Ella no me facilita las cosas.
—Sal —Sacudo mi mano en su dirección y me dirijo a la ventana —. Y recuerda toda la noche para quién demonios trabajas.
Se pone de pie y prácticamente corre lejos de mi oficina. Contemplo las estrellas, la fría noche mientras la puerta se cierra con un clic. Mis músculos se ponen duros cuando imagino esos ojos caoba mirándome, sus labios suaves, sus tetas…
No.
Tiene que acabar aquí. Ella forma parte de mis fantasías y ahí se quedará.
Capítulo 4
Evie.
Mi primer día de trabajo no empezó como esperaba. La señorita Lindstrom me trató como si fuera una basura y su padre pretende que me convierta en su nueva adquisición. Quizás lo soy, pero estoy renuente a cumplir con sus mandatos.
¿Qué otras opciones tengo? Ninguna, soy una empleada.
Usaré la ropa que él desee en el evento, cumpliré con sus peticiones. ¿Después? Seguiré vistiéndome como una abuela. Me siento más cómoda y segura con mis trapos. Mientras cada parte de mí esté oculto, muchísimo mejor.
En el pasado me trajo problemas mostrar demasiada piel. No quiero que ese desafortunado evento se repita, aunque nada fue mi culpa. Nadie debió tocarme sin mi consentimiento por más que esté desnuda en una calle.
—Eres una idiota por rechazar ropa nueva —protesta Erika a través de la pantalla —. Luego te quejas porque eres pobre.
Le doy una mordida a la galleta que me dio Maya. Son crujientes y dulces. Tengo prohibido deambular de madrugada en la mansión, así que me aseguré de llenar un plato entero y traje un vaso de leche.
Mmm… delicioso.
Hace minutos escuché como el bastardo arrogante discutía con su hija. Lo que me lleva a la conclusión de que tienen una pésima relación y él está desesperado por ganarse su afecto. Me di cuenta de ese hecho cuando hablamos en su oficina.
Scott Lindstrom quiere la aprobación de su hija.
Cabe destacar que él mismo escribió con lujos de detalles las instrucciones que debo seguir. Conoce a su hija como la palma de su mano. ¿Entonces por qué me contrató a mí? Claire lo odia, yo seré el medio que arregle la relación. Bueno, aspiro llegar a eso. El imbécil puede comprar todo, menos el afecto de la persona que más le importa. Típica cosa de riquillos, el dinero no siemprees suficiente.
—Sabes cómo me siento al respecto.
El rostro de mi mejor amiga se contorsiona por la pena. Ella estuvo ahí para limpiar mis lágrimas y jurarme que todo estará bien. Trato de olvidar mi pasado, pero este regresa sin que pueda evitarlo. Las pesadillas me atormentan algunas noches y más de una vez grité su nombre.
Quiero que me deje en paz. ¿Por qué no puede?
—Él ya no puede lastimarte, Evie —musita —. Jamás pondrá sus manos sobre ti.
El miedo congela mi sangre y mi respiración se vuelve forzada. Fue una batalla difícil aceptar que él no volvería a destrozarme. Estaba acostumbrada a sus golpes. Creí que nunca sería libre.
—Lo sé, pero me preocupa usar el tipo de ropa que mi jefe espera.
Erika suspira.
—Ni siquiera has visto la ropa que va a comprarte —enfatiza —. Entiendo, pero tú misma dijiste que quieres adaptarte a un nuevo ambiente. Bienvenida al mundo real, Evelyn. Las reglas son diferentes y Scott es tu jefe.
Mis ojos se cierran brevemente en angustia.
—Scott es un imbécil.
Erika se ríe.
—Lidiaste con patanes peores —me recuerda —. Vamos, no es para tanto. Pidió que cambies tu atuendo en los eventos, luego volverás a ser tú.
Exhalo una respiración. Si lo dice de esa forma, no suena tan mal. Es solo ropa.
—Es pan comido.
—Absolutamente —expresa Erika —. Piensa en las cosas que podrás permitirte cuando tengas ese dinero en las manos. No más champagne barato o sándwich de avena.
Dejo salir una carcajada. Erika sabe qué palabras soltar cuando estoy mal.
—Esas libras me subirán el ánimo —murmuro, sosteniendo el celular en una posición dónde puedo verla mejor.
Lo primero que haré es pagarle el alquiler una vez que gane esas libras. También abastecer su nevera con rica comida. Voy a ayudarla en lo que pueda.
—Oh, sí —Erika bosteza —. Tampoco permitas que esa mocosa presumida te haga sentir mal. Demuéstrale que estás ahí para quedarte y ella no arruinará tus planes.
Muerdo la última migaja de la galleta y trago. Claire hará que mi estadía en la finca sea un infierno, lo mismo su ama de llaves. No soy bienvenida, pero Scott me respalda y es lo único que debería importarme.
«¿Scott? Señor Lindstrom, Evie. Señor Lindstrom».
—Sufre depresión y necesitaré mucha paciencia —farfullo.
Los labios de Erika forman una mueca. Me deprime comunicarme con ella por vídeo llamada, pero este domingo iré a visitarla sin falta. La abrazaré por tanto tiempo que voy a asfixiarla.
—Será un gran reto, pero lo superarás —bosteza de nuevo —. ¿Podemos hablar mañana? Me muero de sueño y necesito recuperar las energías que perdí. Estoy agotadísima.
La tristeza me envuelve. Ese trabajo en el club nocturno está drenándola. Siempre me he dicho que pondría lo mejor de mí para que ambas vivamos en un lugar digno. Ella merece más, no ser utilizada como un objeto de entretenimiento para hombres borrachos que se encargan de cosificarla.
Erika merece el mundo a sus pies.
—Te llamaré —sonrío —. No olvides tomar mucha agua.
Una triste sonrisa curva sus labios y rápidamente desaparece.
—Y tú recuerda no agachar la cabeza —Me lanza un beso con la mano —. Te quiero mucho, Evie.
Hago lo posible para no echarme a llorar. Me deprime irme a dormir y recordar que ella baila en ese sitio del demonio.
—Y yo a ti.
Cuelgo la llamada y guardo el celular bajo mi almohada. No controlo esta inmensa preocupación. Sé que Erika puede cuidarse sola, pero si algo malo le ocurre no lo soportaría. Ojalá se animara a buscar algo que no la arriesgue de esa forma.
Consumo un trago de leche antes de abrir la carpeta y leer las instrucciones que anotó el señor Lindstrom. ¿Por qué no me sorprende que su caligrafía sea exquisita y elegante? Es curioso que las páginas huelan a él.
Es tan pulcro.
Temblores me recorren la piel mientras proceso su mirada fría. Hay algo en ese hombre que me impulsa a desear estar más cerca, pero también anhelo huir cada vez que me habla.
«Detente ya, Evie»
Hago una pausa y empiezo a leer.
Claire invierte su tiempo en diversas actividades, pero su favorita es montar a caballo. Tiene una yegua llamada Elsa que le regalé en su cumpleaños número quince. Cuando está con el animal es la única vez que la veo feliz.
A veces suele perderse en los bosques porque necesita alejarse o pensar. Ella aprecia la soledad. Sus gustos hacia la literatura son muy amplios, pero disfruta mucho leer fantasía. Admira a Tolkien, Oscar Wilde y Agatha Christie. Amaba tocar el piano, pero ya no lo hace desde que su madre murió.
De acuerdo, esto es… triste.
Juego de Tronos es la serie que más ha consumido. Siente fascinación hacia los personajes poderosos como Daenerys Targaryen. De hecho, el año pasado decidió teñirse el cabello a rubio platino en honor a ella.
Él es un imbécil sin educación con todo el mundo, pero ama demasiado a su hija. ¿Por qué Claire no lo aprecia? Siento pena por el hombre. Leo más líneas donde menciona color favorito, comida, gustos musicales, etc.
Son palabras escritas por un hombre que adora a su hija. Me resulta curioso que haya sido padre tan joven. ¿Dieciséis años? Yo a esa edad suspiraba por actores inalcanzables. Busco mi celular bajo la almohada para hacer una intensa búsqueda en Google.
Escribo «Scott Lindstrom» en el buscador y hay más de doscientos mil resultados en cuestión de segundos. Es un hombre influyente sin dudas. Veo fotografías de él en conocidos eventos, entrevistas y más.
Es precioso, no parece alguien de este mundo.
Sigo explorando cuando encuentro una fotografía de él y su difunta esposa. Dios santo, era hermosa. Cabello rubio claro, ojos azules, piel impecable y una sonrisa que enamora a cualquiera. Su parecido con Claire es impactante. ¿Por qué me asombra? Son madre e hija.
Tenía veintiocho años cuando murió.
Soy una entrometida por investigar, pero así funciona internet. Las notas mencionan que Scott y Olivia eran adolescentes cuando se conocieron. Fueron amigos desde la infancia hasta que ella quedó embarazada. Se casaron una vez que ambos cumplieron la mayoría de edad.
Las fotos muestran una pareja enamorada, cariñosos e incondicionales. No logro entenderlo. ¿Por qué Olivia se suicidó? ¿Sufría depresión? Su esposo era perfecto, su hija una niña maravillosa. Supongo que algo la orilló a tomar esa drástica decisión.
¿Pero qué? El ser humano es complejo.
Cierro las pestañas del navegador y lanzo el celular a un lado de la cama. No es de mi incumbencia el pasado de Scott Lindstrom, mi único enfoque debería ser su hija.
El reloj en la pared indica que es más de medianoche. ¿Qué podría salir mal si busco un poco más de leche? La casa está sumamente silenciosa y dudo que alguien despierte. Seré discreta.
Vestida en pantalones cortos y un delgado top, camino fuera de mi habitación con el vaso en la mano. Primero me aseguro de que nadie esté viéndome. Las luces están apagadas, el silencio es tan intenso que me hace estremecer. Incluso un cementerio es más animado.
Los dedos de mis pies tocan las baldosas una vez que bajo el último escalón. Camino a través del oscuro salón, el fuego de la chimenea ilumina las paredes. El clima se pone mucho más fría a esta hora, normal cuando la finca está ubicada cerca de las montañas.
Llego a la cocina, abro la nevera y lleno el vaso. ¿Ven? Todo salió perfectamente bien.
—Buenas noches.
Algo suena a mi derecha y me sobresalto cuando noto su presencia cerca de la isla. No. Puede. Ser. ¿Por qué me pasa esto a mí?
Es él.
Su mano está envuelta alrededor de un vaso y distingo el color de la bebida. Es whisky. ¿Por cuánto tiempo ha estado bebiendo? Me fijo en su aspecto para notar que trae puesto jeans. Está descalzo y sin camisa. Su piel no tiene ni una marca y sus abdominales son definidos en un paquete de seis.
El ardor sube a mis mejillas, cada centímetro de mi piel se siente muy expuesta por su presencia. ¿Qué hace aquí? Pensé que dormía como todos. ¡Maldita sea! Debí quedarme en la bendita habitación, no era complicado.
Quiero golpearme a mí misma.
Quiero morirme.
Soy una estúpida.
Guardo el vaso en la nevera y lo enfrento. Esto es embarazoso.
—Señor Lindstrom —Me ahogo conmi propia saliva y trago con dificultad —. Yo…
El vaso tintinea cuando es depositado sobre la isla.
—¿No te ha dicho Celia que en este horario está prohibido deambular por mi casa? Los únicos que tienen esa autorización son el personal de seguridad.
El aire helado se asoma por la ventana que está abierta. ¿Acaso este hombre no tiene frío? Tiemblo mientras me abrazo a mí misma para darme calor.
—Me ha dado las indicaciones, pero bajé por un poco de leche —me justifico. Sueno infantil, doy vergüenza —. Como y bebo a estas horas para calmar mi ansiedad.
«¿En serio, Evie?» Se frota el dedo sobre los labios.
—Te gusta romper las reglas —asume.
Quizás, sí.
—No volverá a suceder —susurro en tono de disculpa —. Lo siento, señor Lindstrom. Buenas noches.
Pretendo irme, pero su profunda voz detiene cualquier movimiento.
—Quédate y habla conmigo.
Espera… ¿Qué? Mi corazón se acelera por la conmoción. ¿Dónde quedó eso de jefe y empleada? Jesucristo.
—Yo…
—No me gusta repetir las órdenes —masculla y señala el taburete de la isla —. Siéntate, Evelyn.
Que pronuncie mi nombre provoca un efecto no deseado. Estoy muy mal. Mis piernas tiemblan cuando tiro del taburete y me siento como manda. Él permanece de pie, sus ojos azules atentos a mi cara. ¿Por qué me pone nerviosa? Es un idiota, guapo, sexy, intimidante…
Y tan hermoso.
—En tu hoja de vida no mencionas el orfanato donde fuiste acogida —comenta —. Tampoco a tus padres adoptivos. ¿Por qué?
Retuerzo las manos en mi regazo. Me repugna mencionar a esas basuras. No facilitaron mi vida como mandaba la ley, ellos la complicaron.
—No creí que fuese un dato importante.
—Lo es —responde él —. Necesito saber qué tipo de persona está tratando con mi hija. Eres una desconocida, tu pasado es un enigma.
Es tarde y no quiero lidiar con sus regaños. Tuve suficiente desde que nos conocimos. ¿Acaso no se cansa de molestarme?
—Eso tiene arreglo. Investígueme.
Su mirada caliente se encuentra con la mía. Veo la chispa de una sonrisa en sus ojos.
—Eres una hoja en blanco, Evelyn Monroe.
Vuelve a beber. Tiene sentido que me hable con libertad y me esté viendo de esa forma. El calor se extiende por mi pecho ante el escrutinio. Está ebrio.
—No soy ninguna psicópata que pondrá en riesgo la vida de su hija —musito —. Soy una persona desesperada que necesita el dinero y quiere sacarle provecho a esta gran oportunidad.
Me mira fijamente.
—Llámame supersticioso, pero nací con el don de leer a las personas. Hay algo en ti que no puedo explicar —Sacude la cabeza —. Tu mirada perdida me dice mucho. ¿De quién huyes?
El miedo hace un hueco en mi estómago. ¿Acaso soy muy transparente? Si él supiera mi pasado no me tendría trabajando cerca de su hija, mucho menos me hablaría. Estuve obligada a hacer cosas de las cuales no me enorgullezco.
Los dolorosos recuerdos me hacen sentir sucia y manchada. Ojalá pudiera borrarlos de mi memoria el resto de mi existencia.
—Es tarde —Me levanto, lista para correr —. Mañana debo estar despierta a las siete.
El intento de huir fracasa una vez más. Su mirada me mantiene congelada en mi lugar, evita que me mueva un centímetro. Mi cerebro capta la orden de forma automática.
—Todos huimos de los fantasmas que nos atormentan —susurra —. Yo lo hago todo el tiempo.
Confirmado. El tipo está ebrio.
—¿Se refiere a su difunta esposa? —suelto —. Perdone la indiscreción.
Me cubro la boca con la amo y él sonríe con nostalgia. Qué torpe soy.
—Sí.
Vaya, no esperaba esa afirmación. Seguiré indagando ya que está dispuesto a hablar.
—Me imagino que fue muy difícil para usted.
Lleva el vaso a sus labios y bebe un sorbo.
—¿Qué tanto sabes?
Me encojo de hombros.
—Lo básico que aparece en internet.
Una ceja rubia es arqueada.
—¿No piensas hablarme sobre tus fantasmas personales?
Reprimo la risa. Es chistoso que él se dirija a mí sin formalidades.
—A los fantasmas es mejor dejarlos dónde pertenecen —digo —. En el fondo de nuestras mentes.
Mira el techo y lanza un suspiro.
—¿Para ti es fácil?
Bajo los ojos a mis manos. Esos fantasmas me afligen día y noche. Nunca se irán, se aprende a tratar con ellos. Yo estoy acostumbrada.
—No —admito —. Lidio con ellos a diario.
Una risa ronca proviene de su garganta.
—Los fantasmas son frecuentes cuando quieren castigarnos —masculla —. Ellos no se irán hasta obtener lo que quieren.
No soy capaz de responder. A mí no me persiguen fantasmas, son demonios que consumen hasta mi alma. Estoy condenada, rota y desecha.
El aire frío me hace temblar y Scott lo nota.
—Puedes irte a dormir.
Este hombre tiene serios problemas, sin dudas. Primero me pide que me quede y ahora me está echando.
—Buenas noches, señor Lindstrom.
Me alejo del taburete, pero termino chocando contra su amplio pecho desnudo. Mi corazón se salta un latido, el fervor inunda mi cuerpo. Está tan cerca que puedo percibir el olor de su costosa colonia. Un aroma fresco que amenaza a ser adictivo.
—¿Cuántos años tienes? —inquiere.
Mi piel zumba y todo lo que puedo sentir es a él.
—Veinticuatro —contesto, nerviosa.
Dejo de respirar, el ambiente frío se aviva en llamas cuando mira mi reacción. Quiero huir de aquí lo antes posible. El vello de mis brazos se eriza, consciente de su pecho desnudo. Nuestros cuerpos se rozan, estamos cerca. Tan malditamente cerca.
—Veinticuatro —repite como si estuviera procesando la información —. ¿Y te sonrojas como una adolescente cuando ves a un hombre sin camisa?
¿Acaso es un chiste? Cualquiera se pondría nerviosa en su presencia. Él rezuma confianza mezclada con intimidación. Me aterra que pueda leerme muy bien.
—Yo…
Retrocede y pone su atención en la ventana que enseña las escasas estrellas.
—Vete de aquí antes de que sea demasiado tarde —dice en voz baja —. Y la próxima vez permanece en tu habitación cómo ordené.
Y vuelve a ser el mismo Scott Lindstrom que conocí el primer día de la entrevista.
—Descanse, señor Lindstrom.
Le ofrezco un asentimiento y acato sus mandatos para alejarme lo más rápido posible. ¿Qué diablos acaba de suceder? Esa tensión se sintió hasta en Latinoamérica. ¿Cómo lo enfrentaré mañana? Me muero de vergüenza. Estoy sorprendida por lo que acaba de suceder, ni siquiera me relajo cuando regreso a mi habitación.
Me dará un ataque. Santa mierda.
Apoyo mi espalda contra la puerta y presiono una mano en mi corazón. Él estaba ebrio, no recordará nada de esto mañana.
«Por favor, que así sea».
Capítulo 5
Evie.
Bostezo, mi cuerpo muy consciente de la cama caliente mientras me enderezo. Miro la hora en el reloj sobre la mesita y sonrío. Desperté treinta minutos antes. Tengo el tiempo suficiente para prepararme y luego enfrentar a la caprichosa Claire Lindstrom.
Ugh.
Me desagrada pensar en sus groserías o desplantes. Puedo entender que nada esté siendo fácil para ella. Estar en guerra con tu propia mente es aterrador, pero no aceptaré convertirme en su saco de boxeo. Haré mi trabajo de la mejor manera que pueda, tendré paciencia.
Pero si ella me busca, me encontrará. Soporté muchos menosprecios en el pasado por un par de billetes. No dejaré que nadie pisotee mi dignidad. Trabajo hay muchos, salud mental no. Todos tenemos problemas y no por esa razón tratamos como basura al resto. El mundo necesita ser más amable. Ya hay mucho odio y sufrimiento en las calles.
Salto fuera de la cama, me dirijo al baño para darme una ducha rápida que dura diez minutos. Me visto con ropa adecuada y voy directo a la cocina para prepararle el desayuno a Claire. La ama de llaves ya está ahí.
Y como es de esperarse, su mirada es una llena de amargura.
—La azúcar es reemplazada por el edulcorante —expone, señalando la taza de café caliente. ¿Ni un saludo de buenos días? —. Pan integral…
—Leche vegana y cereales light. Lo tengo —interrumpo —. Leí las indicaciones que escribió el señor Lindstrom.
Su frente se arruga por el ceño fruncido que me ofrece. Comprendo que existen personas serias, pero debería disimular el disgusto. Un poco de amabilidad no daña a nadie.
—¿Crees que unas simples instrucciones serán diferentes? No tienes idea con quien estás tratando.
Agarro la bandejacon el desayuno listo. Huele bien, la doña sabe cómo hacer su trabajo. Hay café humeante, pan tostada y mermeladas. Me está dando hambre.
—No, pero es mi trabajo conocerla mejor —digo con calma —. Estoy aquí porque quiero ayudar a Claire. Nos llevaremos muy bien si ella me da una oportunidad de entablar una amistad.
La sonrisa mordaz que llega a sus labios me genera escalofríos e indignación. Ella realmente cree que no estoy capacitada. Apuesto a que cuenta los días para que me echen de una vez. No me quiere aquí. Es chistoso que me subestime porque será muy satisfactorio cerrarle la boca. Me ganaré el afecto de Claire.
—¿Te tomaste la molestia de investigar cuantas estuvieron en el puesto antes que tú? —cuestiona con un resoplido —. Más de diez, niña. ¿Adivina qué? Renunciaron, se fueron llorando porque no podían lidiar lo que implica acompañar a Claire Lindstrom. No serás la excepción.
Ella puede hablar lo que quiera, pero no me afecta. Creo en mí lo suficiente para saber que superaré las pruebas. Soy persistente y tenaz. Él solía decirme que puedo lograr lo que me propongo.
Un escalofrío me atraviesa y suelto un aliento tembloroso. «No pienses en ese desgraciado, Evie. No lo vale»
—El señor Lindstrom confía en mí y es lo único que me interesa —murmuro, alejándome de ella —. Le agradecería que se preocupe por su trabajo, yo haré lo mismo con el mío. No vine aquí a generar discordias. Tenga un buen día, señora.
Abandono la cocina con la bandeja en la mano. No voy a amargar mi existencia por culpa de esa mujer. Me enfocaré en lo mío y listo. No le daré ningún arma que me haga sentir mal, ni menos. Llegué a esta finca con un propósito.
Lo recordaré todos los días.
—¿Señorita Lindstrom? —Toco la puerta de su habitación —. El desayuno está listo.
Controlo la irritación cuando no me responde. Esperaré hasta que ella me reciba porque no pienso entrar sin su autorización. Me odia lo suficiente, no quiero que complicar más las cosas. Ser paciente es una de mis cualidades.
—Señorita Lindstrom —insisto —. Su café se enfría.
Pies se arrastran por el suelo hasta que la puerta al fin es desbloqueada. La señorita Lindstrom luce como si un tren la hubiera pasado encima. Cabello enmarañado, restos de maquillaje corren por sus mejillas y su piel es excesivamente pálida.
Parece que no ha tenido una buena noche.
—Faltan cinco minutos para las siete —reprocha.
—Creí que apreciaría la puntualidad —contesto. Ella solicitó que le hable de manera formal y cederé a su voluntad.
Abre la puerta más ampliamente, cediéndome el paso. De acuerdo, no me lo esperaba. Ayer no pude apreciarlo, pero ahora sí. Ingreso insegura mientras evalúo el interior. Las paredes son blancas, cuadros la adornan junto al enorme póster de Ariana Grande. Pensé que su estilo sería más punk.
Nunca juzgues sin saber. Lección aprendida.
Claire cierra la puerta antes de agarrar la taza con café. Hace una mueca de repudio cuando da el primer sorbo y luego derrama el resto cerca de mis pies. Me pongo rígida al instante, la ira me sacude mientras trato de mantener la calma.
«Es una niña malcriada, Evie. Una niña malcriada»
—Está frío y muy dulce —escupe y tira la taza al suelo. La porcelana se rompe en varios fragmentos —. ¿Lo hiciste tú?
Mentira. La bebida salpica mi pierna y puedo sentir que sigue caliente. Lo que acaba de hacer es innecesario e infantil. Está siendo una víbora retorcida, no caeré en su juego.
—Celia se encargó de prepararlo —respondo relajada —. Seguiría caliente si respondía la puerta cuando llamé.
Su cara pasa de frenética a furiosa. Sus puños se aprietan, sus labios forman una fina línea por la cólera. Me atacará si no me largo de aquí.
—¿Cómo te atreves a hablarme así? —chilla —. ¿Quién demonios crees que eres?
Levanto la barbilla, negándome a temblar o retroceder. No seré como las otras víctimas, yo enfrentaré al pequeño monstruo. No pienso quedarme callada ante ninguna injusticia.
—Su padre me contrató hace un día a pesar de que no tengo experiencia —recalco —. Él depositó su confianza en mí para lidiar con la persona más importante de su vida. Me dio instrucciones sobre cómo debo cuidarla. Cree que podemos llevarnos bien y no permitiré que una niña caprichosa arruine eso. Además, necesito el dinero para vivir, pagarle el alquiler a mi mejor amiga y solucionar muchos inconvenientes económicos.
Sus ojos se estrechan, pero hay interés allí. Al parecer no es un glaciar, sus capas son cálidas después de todo.
—Vivo en la pobreza extrema, casi muero de hambre y frío. Jamás podría permitirme todas estas comodidades —Señalo la habitación —. Así que le pediría el gran favor de que me trate con respeto. Soy una empleada, pero también un ser humano con sentimientos. No es la única que sufre y tiene problemas. Despierte, niña. El mundo no gira a su alrededor.
Succiona un suspiro como si la ofendiera, pero hay una chispa de culpa en sus lindos y deprimentes ojos azules.
—Podría hacer que mi padre te despida —dice con indignación.
Nuestro intercambio de anoche me demostró que el señor Lindstrom confía en mí. Estaba ebrio, sí, pero eso no quita que él pidió mi compañía. El trabajo es seguro.
—Inténtelo —Le reto —. Eso me dará la razón sobre usted.
—No me importa lo que pienses de mí.
Me mofo.
—Claro que no. Vive demasiado cómoda en su burbuja lujosa —Le doy una sonrisa amarga —. No se pone a pensar que existen personas necesitadas como yo que nos urge el empleo. Sé que le hace la vida miserable a cada muchacha que contrata su padre, pero conmigo no sucederá. Mi situación económica es más importante que su rabieta de mocosa malcriada.
No contesta, sus ojos se estrechan. El triunfo sube por mi espina dorsal.
—Limpiaré esto y traeré de nuevo su desayuno —informo —. No permitiré que ayune.
Pretendo alcanzar la taza rota del suelo, pero ella lo retiene con la punta de su pie descalzo. Me tiende una sonrisa fría y rencorosa. Tan bonita por fuera y tan fea por dentro. Es humana, posee defectos como cualquiera.
—No pienses ni un segundo que has ganado —espeta —. Acepto que me dejaste sin palabras. No eres como las otras sufridas que buscaban mi aprobación, pero recuerda que te has topado con una piedra. Voy a joderte la vida hasta que decidas irte por tu cuenta.
Me cruzo de brazos.
—Buena suerte —sonrío —. No soy una chica fácil, menos cuando se trata de una batalla. Me tendrá aquí por mucho tiempo para su disgusto.
—Sigue soñando.
—Con mucho gusto.
Claire silba y suena los dedos en mi cara.
—Limpia esto y tráeme un nuevo café. Asegúrate de que esté caliente —Se lanza a la cama y bosteza —. Rápido, tengo hambre.
Recojo los restos de vidrio en la bandeja y voy a la cocina. No medí mis palabras, pero no me arrepiento de decir lo que pienso. Claire necesita más disciplina y expandir sus horizontes hacia el mundo real. Tratar como basura a cada persona no remediará sus problemas, alejarlos tampoco funcionará. Hablo a través de la experiencia. No está mal sostener una mano en medio de la oscuridad y yo voy a demostrárselo.
—Los gritos se escucharon desde aquí —comenta Maya al verme llegar en la cocina —. ¿Qué sucedió?
Señalo la bandeja con la taza rota.
—Claire Lindstrom, ella sucedió —me quejo —. ¿No es muy mayor para actuar como una niña malcriada? ¿Acaso no tiene educación?
Los hombros de Maya se sacuden por la risa.
—Nació con privilegios —explica —. Nunca tuvo que esforzarse para tener comodidades. Sus padres le dieron todo.
Deposito la bandeja sobre la isla, alcanzo la leche y lo combino con café.
—Sus padres la tuvieron cuando eran muy jóvenes, ¿no?
Maya asiente.
—Ninguno estaba preparado —dice —. El señor Lindstrom era un adolescente y ella… —Sonríe con nostalgia —. Tardó en adaptarse a su vida como madre.
Me imagino que fue complicado y duro. A mí me aterra la idea de ser mamá y espero que suceda en un futuro lejano. Es una responsabilidad muy grande, mi vida no es estable.
—¿Desde cuándo lo conoces? —pregunto.
Enciendo la cafetera mientras escucho con atención a Maya. Investigué a Scott anoche, pero no es lo mismo. Ella conoce a su jefe, puede

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