Logo Studenta

Cómo obstetra o ginecóloga, ¿qué es lo más desagradable que has experimentado en la sala de partos?

💡 1 Respuesta

User badge image

Apuntes Prácticos

Cuando me preparaba como cirujano táctico, no era muy común ver a mujeres soldado. Y como nosotros nos preparábamos para ejercer nuestra ciencia en la línea de fuego, si nos hablaron de mujeres y maternidad, habrá Sido durante un mes acaso, y dudo que alguien haya prestado mucha atención.

Comprenderás mi angustia el día que tuve que traer al mundo a un chico.

Hace pocos años un ciclón asoló el puerto de Acapulco en México, dejando muchas comunidades aisladas, imposibilitadas de recibir ayuda oportuna.

Con otros antiguos camaradas, obtuvimos del gobierno mexicano permiso para lanzarnos desde el aire en una de las zonas más afectadas (y pobres) de la costa.

Caímos en medio de la nada, llevando botiquines y provisiones, pero no mantitas, sonajas ni pañales. Cuando encontramos un grupo de damnificados, más o menos extraviados, nos hablaron de una familia que no había podido seguirlos, pues una de las mujeres estaba a punto de dar a luz.

Otro compañero y yo nos fuimos en su búsqueda, llevando con nosotros la camilla plegable, y los demás se quedaron a auxiliar y guiar al grupo hacia un lugar donde pudieran recogerlos con helicóptero.

Mi camarada y yo tardamos varias horas más en hallar el caserío, que tenía agua por encima de metro y medio. La buena gente que seguía allí no podía creerlo cuando nos vieron llegar.

Nos llevaron a la casa donde tenían a la futura mamá, ya muy débil y con hipotermia. La habían tendido en una mesa, que estaba sobre ladrillos apilados para mantenerla fuera del agua. Pero los ladrillos empezaban a deshacerse y el agua había subido más cada hora, por la incesante lluvia.

Mientras mi amigo se encargaba de devolverle el calor corporal y la vitalidad, yo me puse en la posición de catcher mientras intentaba recordar qué me habían enseñado hacía tantos años, entre risas y chanzas estúpidas.

Aquí no había leña seca para hacer fuego, ni peroles con agua caliente… Ni siquiera jabón. Nadie recordaba si la muchacha se había vacunado alguna vez contra el tétanos, y así todo. El ejemplo clásico del trabajo de parto que no ponen en ningún libro.

No me alargaré más. La muchacha, al ver llegar a la caballería sacó fuerzas de flaqueza y se empeñó en lo suyo. Verme empuñar un bisturí con mano temblorosa no tuvo nada que ver en su motivación, estoy seguro.

El caso es que de buenas a primeras me encontré con una cabecita en mis manos, que fue seguida de un cuerpecito húmedo y resbaloso que por poco se me cae al agua.

Luego me la puso difícil el “izcuintl" porque no quería llorar. Improvisando con una sonda de Foley que se nos había colado en el equipo, hice un rudimentario aspirador para limpiarle la garganta, le quité los mocos de la nariz, y el niño que no lloraba. Ya le había dado dos nalgadas, resucitación cardiopulmonar, masaje reanimador y nada.

Sólo me faltaba darle un putazo en la barriga que le doliera de verdad, cuando milagrosamente empezó a berrear como si no fuera a callarse nunca.

Es lo más hermoso que he escuchado en mi vida. Será porque no pude estar en el nacimiento de mis hijos.

El caso es que murmurando alabanzas a Dios, me apresuré a poner cómodo al crío, se lo di a la mamá y preparamos la partida, porque el agua no dejaba de subir y me preocupaba la amenaza del tétanos postparto.

Confieso que en mi angustia, a escondidas y sin pedir permiso, le di al bebé un bautismo de emergencia, pues era un poblado protestante y yo no estaba seguro de que el niño sobreviviera hasta la adolescencia. Ni al día siguiente siquiera.

Organicé a los hombres para cargar la camilla, hice que las mujeres dejarán casi todo lo que pensaban llevar (eran muchos kilómetros de agua y fango para llevar el molcajete a cuestas) y nos pusimos en marcha.

Unas siete horas después un helicóptero pudo bajar lo suficiente para izar a la madre y el niño, pero nosotros tuvimos que caminar otras 14 horas, más o menos, para encontrar botes neumáticos de la Marina de guerra que patrullan la región, y fueron quienes nos pusieron a salvo.

La muchacha y el niño estaban bien la última vez que supe. Visitan de vez en vez la clínica gubernamental, y ahí una enfermera que conoció la historia del niño, me hace el favor de escribirme para mantenerme al tanto.

Gracias a Dios por los pequeños favores. Por proteger a los santos y a los tontos. Santos como ese chico, y tontos como yo, por supuesto.

¿Cómo bauticé al niño? Pues Josep. En la prisa no se me ocurrió otro nombre.

0
Dislike0

✏️ Responder

FlechasNegritoItálicoSubrayadaTachadoCitaCódigoLista numeradaLista con viñetasSuscritoSobreDisminuir la sangríaAumentar la sangríaColor de fuenteColor de fondoAlineaciónLimpiarInsertar el linkImagenFórmula

Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta

User badge image

Otros materiales