¿Cuáles son las pruebas bioquímicas de la evolución?

Las proteínas de los seres vivos son ristras de aminoácidos que provienen, en definitiva, de la información genética atesorada en el núcleo de todas las células del organismo. Podemos comparar las proteínas de organismos diferentes, secuenciándolas; es decir, hallando la secuencia de aminoácidos (a veces varios cientos de ellos) que conforman la proteína. Así, podemos definir la noción de distancia bioquímica entre dos proteínas (pongamos, la insulina de un roedor y la de una foca), como la cantidad de aminoácidos cambiados entre ambas proteínas.

Ese cambio de aminoácidos entre las dos proteínas proviene en definitiva de un cambio de bases nitrogenadas en el gen respectivo, con lo que dicha distancia mide el grado de divergencia habida por evolución… y por ende una estimación del tiempo transcurrido desde que un antepasado común vivió.

Dado que algunos cambios de bases nitrogenadas en el ADN no conllevan cambio de aminoácido en la correspondiente proteína (pues el código genético es redundante, y varias combinaciones de tres bases pueden codificar el mismo aminoácido), más seguro aún es estudiar directamente la secuencia en el ADN.

Y más aún en el ADN mitocondrial, que no está sujeto a selección natural por no codificar proteínas, y por lo tanto estar sujeto tan solo a cambios aleatorios, cuya tasa de ocurrencia se conoce bien. Así, tenemos una batería de métodos para estimar bioquímicamente, dados dos organismos dispares, hace cuánto tiempo divergieron de un antepasado común.

Si embargo, lo que da verdadera solidez a todo esto es que este método de datación no es sino uno dentro de muchísimos otros independientes, y que todos ellos ofrecen datos coherentes.

Estas pruebas independientes de datación de organismos fósiles se realizan por múltiples métodos, armónicos con los datos obtenidos por las pruebas bioquímicas que aquí comentamos:

• Por su pertenencia a estratos geológicos conocidos, cuya edad es previamente conocida.
• Por la medición exacta ratio de isótopos radiactivos, entre los que cabe destacar tres:
• Por la prueba del Carbono 14
• Por la prueba del Potasio-Argón
• Por la prueba de Rubidio-Estroncio
• Por termoluminiscencia. Se basa en las alteraciones que provocan las radiaciones ionizantes (radiación cósmica y radiactividad del entorno) en las estructuras cristalinas de los minerales, aumentando la termoluminiscencia de estos con el tiempo de exposición a la radiación.
• Por paleomagnetismo. Algunos minerales de arcilla se comportan como "pequeñas brújulas", pues su conformación magnética polar hace que se orienten hacia el polo norte magnético cuando se encuentran en suspensión libre en un medio acuoso. Si se produce su decantación y deposición en un sustrato fijo, su orientación fija en ese momento la situación que en el momento de la deposición tenía el polo norte magnético. Como existe un registro gráfico de las coordenadas geográficas en las que se ha situado el polo norte magnético a lo largo del tiempo, obtenido a partir de series sedimentarias arcillosas, podríamos en principio conocer el momento en que se produjo la deposición de la muestra a datar.

En suma: sí, las pruebas bioquímicas son una prueba (una más), del hecho evolutivo. Pero lo importante es, repito una vez más, el resultado armónico de todas ellas, que nos ayudan a entender un poco mejor la Historia de la vida en la Tierra.