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¿Durante cuánto tiempo se podría vivir en el estómago de una ballena?

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Historias "marinas" por nuestro colaborador Raúl Villa Caro

“JAMES BARTLEY”: el hombre que vivió dentro de una “BALLENA”

La noticia de esta semana se la dedico a mi hermana Zaida, “ahora”, gran defensora de los animales (digo el “jocoso ahora” para que se enfade, que tiene mucho temperamento), y que me recordó que en todas mis historias todavía no había existido ningún personaje animal, aunque no sé si al final, el escogido, le va a entusiasmar.

En 1891, frente a las islas Malvinas, ocurrió un hecho muy misterioso, que se transformó en leyenda. Uno de los protagonistas de la leyenda fue un marinero inglés. Se trató de una historia impresionante, con muchos testigos.

James Bartley era un marinero inglés de 21 años cuando realizó su primer viaje a bordo del ballenero “The Star of the East”. Transcurría el año 1891, y el barco iba tras una ballena, navegando por el Atlántico Sur. Al situarse frente a la costa de las Islas Malvinas, perseguían un cachalote, la más grande de las ballenas, con dientes.

El cachalote es el mamífero que se sumerge a mayor profundidad en el océano; y es el animal carnívoro más grande sobre la Tierra. Puede medir hasta 25 metros de largo y su cuerpo alcanza una temperatura algo superior a los 40º C. Tiene una cabeza enorme, y su boca es mayor a la de cualquier otro animal.

En un determinado momento, los arponeros avistaron el cachalote y dieron la voz de alarma al resto de la tripulación. Todos se aprestaron a la caza y se pusieron en movimiento. Desde el barco, echaron al agua dos botes más pequeños con el cargamento necesario para acercarse al animal y apresarlo. Cuando se encontraban más cerca, un arponero atravesó el cuerpo de la ballena con un arpón submarino.

El animal se agitó violentamente por el dolor, y de un gran golpe volcó uno de los botes y todos sus tripulantes cayeron al agua. Apremiados por la situación, los tripulantes del bote restante se apresuraron a rescatarlos, y pudieron salvar a todos, excepto a dos de ellos, entre los que se encontraba el marinero Bartley. Después de una intensa búsqueda sin obtener resultados, se pensó que se habían ahogado.

Finalmente, el cachalote murió, y tras conducirlo a la costa, comenzaron a abrirlo. En esos tiempos, el aceite de ballena era muy preciado por su altísimo valor, ya que se empleaba para fabricar muchos productos. De los intestinos del cachalote se obtenía el ámbar gris, una sustancia cerosa que se utilizaba para fabricar perfume. Al abrir el animal, se encontraron con un bulto en el interior de la ballena, y creyeron que era el ámbar gris. Pero de repente observaron que el bulto se movía, y………

¡Era James Bartley! Estaba vivo, aunque muy pálido. El resto de marineros debieron reanimarlo con agua helada de mar para que volviera en sí. Cuando despertó, comenzó a vociferar y a intentar golpear a todo el que se le acercaba. Se volvió loco y tuvieron que trincarlo a la cama de su camarote. Lentamente se mejoró. Lo único que recordaba, tras ser tragado por la ballena, era que permaneció en total oscuridad, deslizándose lentamente por un conducto blando y viscoso al tacto, y que antes de perder el conocimiento, había sentido muchísimo calor.

A su regreso a Londres, Bartley se dedicó a ser zapatero remendón, y murió tranquilamente en su cama en 1909.

Pero volviendo a lo impactante de la historia, ¿Cómo pudo alguien seguir con vida después de ser tragado por un cachalote?… ¡El hecho, hoy en día, todavía es un misterio!

Exactamente ocurrió de la siguiente forma. Era el día posterior a la muerte de la ballena cuando algo extraño se descubrió cuando el estómago de la ballena fue liberado y llevado a cubierta. Se observó que algo amontonado dentro de estómago estaba mostrando señales “espasmódicas” de vida. Y cuando se abrió el estómago, se descubrió al marinero desaparecido, aún vivo y treinta y seis horas después de haber desaparecido.

Lo pusieron en la cubierta y salpicó con agua de mar. Los jugos gástricos de la ballena habían blanqueado el rostro y manos de Bartley a un blanco sepulcral. Durante dos semanas se le mantuvo en el camarote del capitán. Físicamente se recuperó muy bien, pero mentalmente estaba inestable. A la tercera semana, Bartley se había recuperado por completo, y reanudó sus funciones.

Después de recuperar el sentido, Bartley contó que recordaba haberse caído del barco al agua, y que de repente se vio envuelto en la oscuridad y sintió que se deslizaba a lo largo de un pasadizo suave hasta llegar a un lugar con más espacio. Al sentir una sustancia viscosa contó que fue cuando se dio cuenta de que había sido tragado por la ballena. Relata que en aquel lugar había mucho aire, pero que era muy caliente . Después de eso cree que perdió el conocimiento. Lo siguiente que recuerda fue el despertar en el camarote del capitán.

A veces la realidad rivaliza con la ficción llegando a igualarla, incluso en sus más descabellados argumentos. Este es el caso de James Bartley, un timonel de 21 años enrolado durante el invierno de 1891 en el Star of the East.

No obstante, y para intentar verificar lo máximo posible esta historia, tengo que decir que Peter D. Jeans, cuenta en su libro “Mitos y Leyendas del Mar” que fue un mal gesto de Bartley el que desestabilizó la barca y la hizo volcar con tan mala fortuna que, tras una ardua lucha, el muchacho fue a parar a las fauces de la ballena:

“El animal cerró la boca y se sumergió en el mar, dieron a Bartley por perdido y regresaron al barco. Al día siguiente apareció flotando en la superficie el cuerpo de un cachalote macho recién fallecido. Era un animal muy grande, tanto que la tripulación pasó dos días despellejándolo. Alguien de a bordo comentó que tal vez fuera el animal que se había tragado a Bartley, pues tenía una herida parecida a la que le habían hecho a aquel animal Con reticencia, los despellejadores llegaron hasta el estómago y lo abrieron. Efectivamente, vieron una gran masa de gambas y otros pequeños animales junto a un gran bulto con una forma vagamente humana. Era el cuerpo ensangrentado de Bartley con el rostro violáceo.”

M. de Parville, editor del Journal des Debats, recoge esta secuencia en un artículo publicado en Francia en 1914:

“De repente, los marineros se asustaron por los espasmos que daba el estómago del animal. Había algo que daba señales de vida. En el interior se encontró inconsciente al marinero James Bartley. Fue colocado en la cubierta y tratado con baños de agua de mar hasta que despertó…”

Y aún más, la confesión en primera persona del desgraciado timonel:

“Me percaté de que me tragaba una ballena […] Me rodeaba un muro de carne […] De pronto me encontré en un saco mucho mayor que mi cuerpo, pero completamente a oscuras. Palpé mi entorno y toqué a diversos peces. Algunos parecían estar vivos pues se escabullían por entre mis dedos […] Sentí un fuerte dolor de cabeza y mi respiración se hacía muy difícil. Al mismo tiempo sentía un calor que me consumía. Un calor que iba en aumento. En todo momento estuve convencido de que iba a morir en el estómago de la ballena. El tormento era irresistible y el silencio allí era absoluto. Intenté incorporarme, mover los brazos, las piernas, chillar. Pero me resultaba imposible, sin embargo mis ideas estaban perfectamente claras y la comprensión de mi situación era plena. Por fin, gracias a Dios, perdí el conocimiento”

Peter D. Jeans corrobora la extraordinaria experiencia con los datos que adjuntó la tripulación del Star of the East:

“Tardaron cinco horas en reanimarlo. Cuando despertó parecía estar completamente loco, gritando y agitándose hasta tal punto que tuvieron que atarle en su catre. Hablaba incesantemente del fuego que le había estado consumiendo. Hay que tener en cuenta que la temperatura corporal de la ballena es superior a la del hombre y alguien en ese estómago tendría la sensación que le estaban asando vivo.

Después de esta experiencia, no pudo volver a quedarse solo, nunca volvió a practicar la pesca de la ballena, incluso se negaba a mirar el mar.”

Fuente:

www.exponav.org

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