En el aspecto de la salud, como todas las pandemias: la mayoría sobrevivirá, los más débiles habrán desaparecido y un número insignificante quedará enfermo a consecuencia de daños colaterales inducidos por la recuperación al haber estado infectados y sometidos a agresivas intervenciones clínicas. O por daños provocados al haber sido precipitadamente vacunado con una vacuna que no era efectiva ni fiable, con tanta prisa.
En el otro, quizá más importante que el de la salud, espero que el Mundo haya aprendido de una vez que los sistemas económicos que se han venido practicando hasta la fecha y desde los últimos cien años, ha llegado la hora de cambiarlos por otros.
Ni cañones, pan y mantequilla, ni quinquenios y planificación de la economía en las manos del gobierno.
Ambas ideas, la primera dogma implacable del capitalismo, la segunda dogma implacable también del comunismo.
Los economistas están obligados a buscar otro modelo que evite:
El Mundo no debería ser el mismo que hemos conocido, al menos los que como yo nacimos en plena Segunda Guerra Mundial. Los que llegaron detrás, lamentablemente carecen de puntos de vista y criterios sólidos para poder dar alcance y captar lo que acabo de escribir. Pero no por ello dejan de ser merecedores y destinatarios de lo que les va a tocar en un futuro muy próximo. Tienen idénticos derechos que todos los demás.
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