¿A qué se refiere Richard Dawkins cuando habla de los genes inmortales?

Dawkins ofrece una lectura de la evolución biológica centrada en el gen. Es una visión que ha sido ampliamente discutida, y es denostada por muchos científicos, mientras es defendida por otros. Según esta visión dawkinsiana, una vez que ocurrió el milagro de que por primera vez unas moléculas pudieran convertirse en replicadores (esto es: que pudieran hacer copas de sí mismas), nada volvió a ser igual: empezó a funcionar la Selección natural a nivel del gen, lo que significa que los genes (pues estas moléculas, una vez que tienen capacidad de replicación las podemos llamar genes), hacen copias de sí mismas utilizando los elementos moleculares del ambiente, es decir: utilizando recursos, que siempre son finitos; y se los llevan los más hábiles. Asimismo, las copias más potentes para hacer a su vez copias son las que copan el mercado del gen.

Y no habría más: los animales seríamos inventos de los genes, máquinas que portan genes, con la única misión de duplicarlos. Los vegetales y los hongos, exactamente lo mismo. Todos seríamos efectos colaterales de un ansia diabólica por hacer copias de sí mismo de un modo ciego y sin propósito. El único propósito sería el del gen por pervivir. Nuestras mismas ansias de supervivencia no serían sino estrategias de nuestros genes para que ellos se reproduzcan, lo que sucede es que sólo pueden reproducirse a través de nuestra descendencia.

Para Dawkins la naturaleza viva entera es víctima instrumental del ansia del gen por sobrevivir. Dado que un gen es una cadena codificada, pervive en sus copias, y por tanto es virtualmente eterno.

Paradójicamente la propia selección natural pervierte ese ansia de eternidad del gen egoísta, pues las copias no son perfectas y van variando, de modo que un gen, millones de años después, está cambiado y ya no es el mismo.

Adicionalmente, Dawkins concede en su propio El Gen Egoísta que el ser humano es una excepción a este negro panorama: por otro milagro de esos que ocurren cada miles de millones de años, surge un portador de genes (nosotros) que se convierte en algo más que un portador de genes: ha comprendido la jugada, y es libre de seguir el juego a los genes o de no hacerlo. Surge la comprensión científica y surge la libertad. El Homo sapiens es capaz, incluso, de negar la mayor y decidir no tener descendencia. O de ser altruista, o de cualquier cosa antinatural, pero humana, como ayudar al débil. Por primera vez en la biosfera hay actitudes que no se explican desde la perspectiva del gen, sino de la libertad. Y eso lo cambia todo.