¿Por qué los antílopes no pueden defenderse de los leones?

Ante el ataque de depredadores como los leones, la primera línea de defensa de los antílopes es huir. Al hacerlo, sus posibilidades de supervivencia aumentan, ya que son mucho más rápidos que sus adversarios, ya que algunas especies son capaces de correr hasta 90 km/h o más (mientras que los leones no suelen ir más allá de 60 km/h), o incluso de rebotar hasta 10 metros o más en el aire (ver arriba).

Además, un antílope es más rápido cuando corre continuamente, ya que sus pezuñas -junto con un sistema de refrigeración incorporado que impide que el cerebro y los fluidos vitales se calienten en exceso- le permiten superar a sus atacantes con una resistencia superior, hasta el punto de correr durante kilómetros y kilómetros sin parar.

En comparación, los leones carecen de resistencia, porque durante la persecución los músculos de las patas traseras consumen energía, el calor corporal aumenta y los latidos del corazón bombean rápidamente la sangre al cerebro. Por ello, la única forma que tienen los leones de cazar antílopes es tender una emboscada y coger a la presa por sorpresa, pero ni siquiera eso es fácil (por ejemplo, el kudú de la foto de arriba, gracias a su agilidad, consiguió escapar fácilmente de los leones a pesar de la emboscada [1]).

Además, muchas especies de antílopes -como los impalas, las gacelas de primavera (ver más arriba) y las gacelas de Thomson- demuestran su buen estado físico mediante un comportamiento llamado "pronking", que consiste en levantar todas las extremidades simultáneamente en el aire (¡hasta 10 metros de altura!); este comportamiento está diseñado para señalar el buen estado físico y la fuerza de una gacela, por lo que es demasiado para los esfuerzos de un carnívoro; aunque en algunos casos, puede delatar a las gacelas más débiles, en una forma de decir: "Ven a por mí"...

Y no olvidemos la fuerza del número, ya que los antílopes y otros herbívoros de toda África se reúnen habitualmente en grandes manadas que a veces pueden superar el millar de individuos, y vigilan constantemente la zona con ojos, narices y oídos agudos, en busca de amenazas depredadoras, lo que les ayuda a mantenerse unidos y a reducir el riesgo de depredación. Si es necesario, estas manadas pueden correr en una unidad masiva y desorganizada que supera fácilmente cualquier obstáculo, hasta el punto de hacer que un león perseguidor se confunda en el polvo y no pueda elegir un objetivo a tiempo.

Si un antílope se defiende de un león que le ataca -sobre todo cuando el felino consigue alcanzar a su presa, y ésta se encuentra acorralada y sin opciones-, entonces tenemos uno de los siguientes resultados:

O bien el antílope se defiende enérgicamente de su atacante con sus afilados cuernos y pezuñas (ganando más tiempo antes de escapar), y muestra un valor sin igual que puede obligar al enemigo a abandonar la caza.

O bien el león (solo o con su manada) sigue atacando a pesar de la valentía y los esfuerzos de la presa, utilizando las mandíbulas, las garras, la agilidad, el tamaño y la fuerza de que dispone, antes de asestar finalmente el golpe mortal, dado que para un antílope contraatacar es un billete de ida a una lesión fatal, que puede hacer que se cambien las tornas y provocar su muerte.

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