¿Por qué los humanos tienen orejas raras? Seguramente, desde el punto de vista del diseño, tendría más sentido que tuviéramos las orejas...

¿Te has parado a pensar alguna vez, cómo eres capaz de discriminar si un sonido procede desde arriba o desde debajo? Lo hacemos con naturalidad y además con los ojos cerrados ¿verdad? Pide a alguien que te estire de las orejas y las lleve hacia adelante, luego cierra los ojos e inténtalo de nuevo. Ya no es tan fácil ¿verdad? ¿Y qué tiene que ver esto con la pregunta? Ahora te lo cuento.

El desarrollo y crecimiento de las orejas durante la etapa embrionaria son un verdadero alarde de coordinación de sistemas biológicos de gran complejidad. Se constituyen a partir de porciones de diversos tejidos que deben fusionarse desde posiciones alejadas entre sí de forma muy precisa.

Por esa razón en multitud de trastornos del desarrollo se pueden apreciar anomalías en la morfología de las orejas.

Es evidente que un diseño tan intrincado y que requiere un control tan preciso y complejo debe cumplir una función biológica importante, dada su preservación en nuestro linaje y que es similar sólo superficialmente al de otros primates

En el ser humano la audición va ligada de forma notable a la comunicación y debe estar perfectamente coordinada con la vista. Nuestras orejas no son móviles y ni falta que nos hace. Disponemos de herramientas muy superiores a una oreja direccionable. En el tronco-encéfalo contamos con un complejo analizador del sonido contenido en un espacio de escasos centímetros pero de una potencia y una versatilidad que parece de ciencia ficción.

Y no se limita a procesar la señal entrante, sino que dispone de vías eferentes que se dirigen hacia los oídos para modificar su sensibilidad e incluso para que el propio oído genere sonidos (potenciales microfónicos cocleares).

Para conocer la lateralización de la fuente sonora el sistema perceptivo puede utilizar la diferencia de las variables físicas que afectan a cada vía auditiva, como por ejemplo, la diferencia de intensidad, el desfase temporal y la diferencia de fase del sonido que llega a cada oído. Sin embargo ¿de dónde se obtiene la información y en qué variables se basa el cerebro para diferenciar lo que está delante de lo que está detrás y lo que está encima y debajo? Aquí es donde interviene la morfología tan peculiar y nada caprichosa de las orejas.

Los contornos retorcidos del pabellón auricular junto con los tejidos de los que está formado, modifican de forma muy específica el sonido antes de que éste acceda al conducto auditivo. Y además esa "distorsión" es muy distinta dependiendo de la orientación desde la que proceda la señal sonora. Pues bien, el troncoencéfalo procesa estas variaciones para que el cerebro localice la fuente en función del tipo de variación y la diferencia percibida entre ambas vías auditivas, hasta el punto de que el córtex auditivo es capaz de generar un mapa tridimensional que se corresponde milimétricamente con las orejas. Muchos de los mejores equipos esterofónicos funcionan imitando las variaciones que la oreja produce en la señal entrante para generar la sensación de "audición espacial".

Supongo que ahora estarás dudando porque los individuos sin orejas también son capaces de percibir la dirección del sonido. Y es cierto. El cerebro en realidad utiliza también cambios sutiles que se generan en la conducción ósea a través del cráneo y otras pistas para enriquecer al percepción auditiva. La pérdida de las orejas conlleva deterioro transitorio de la audiolocalización pero el cerebro se adapta a la nueva situación y es capaz de compensar en buena medida la pérdida.

En resumen, las orejas son una auténtica maravilla de la naturaleza. Si sus características hubieran sido ideadas por alguien, probablemente se trataría de un genio de la ingeniería acústica .