A menudo, porque cada metro se ganó o se perdió con sangre en algún momento de su historia. Y así quedó la cosa con el último vivo al final.
Otras veces, porque coinciden con obstáculos naturales "irregulares" como ríos, cordilleras, etc.
Otras veces porque obedecen a complejos procesos históricos, tratado sobre tratado y cambio sobre cambio. Por ejemplo, la frontera hispano-francesa combina el caso anterior con este: no sólo discurre por una cordillera de compleja orografía, sino que además fue establecida por una serie de tratados y acuerdos a lo largo de más de dos siglos, desde el Tratado de los Pirineos de 1659 hasta el acta final de arreglo de límites de 1868, cada uno "retocando" al anterior. Como resultado, tenemos 656,3 km de frontera pese a que en línea recta sólo hay 417 km entre la desembocadura del Bidasoa y la Punta de l'Ocell.
Y la Raya entre España y Portugal suma todo lo anterior en un larguísimo proceso que va camino del milenio, pues comenzó con el Tratado de Zamora de 1143 y terminó con el Acuerdo de Límites de 1926, con 10 guerras entre medias o por ahí, pero algunos aún no acaban de tener claro ese asuntillo de Olivenza y Táliga. Esto creó la frontera más larga de toda la Unión Europea (1.214 km), que si dibujáramos con dos líneas rectas tendría unos 730 km, u 820 si la "ajustamos más" con 9 trazos.
En general, las "fronteras en línea recta" suelen obedecer a:
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