¿Puede la voz de una madre curar o disminuir el dolor de su bebé?

La percepción del dolor está regulada de forma muy compleja. Existen en el ser humano diversas estructuras inhibidoras y facilitadoras de la entrada de la señal dolorosa, modulan su procesamiento y matizan su interpretación.

En este esquema pues ver dos nodos clave en el procesamiento.

La sustancia gris periacueductal. Cuando un estímulo doloroso se envía a nuestro cerebro para avisarnos de algo dañino, parte de la información se desvía hacia esta estructura

Está profusamente conectada con áreas del cerebro relacionadas con las emociones, especialmente con la amígdala cerebral, responsable de coordinar respuestas emocionales de miedo, agresión y alimentación, entre otras. En función de la situación emocional y del contexto en el que nos encontramos, puede inhibir la señal dolorosa. Así puedes seguir luchando a pesar del brazo roto, puedes huir a pesar de la rodilla dañada, comes con ansia a pesar de que la sopa esté aún demasiado caliente. etc.

La otra estructura clave es el tálamo.

Región cerebral crucial por la que debe pasar toda la información sensorial con excepción de la olfatoria, para llegar a la corteza cerebral. Y no se trata tan sólo de una mera estación de relevo. Por el contrario lleva a cabo un procesamiento complejo del input. En lo que respecta al dolor desempeña un papel esencial, puesto que le confiere al estímulo doloroso, la característica cualitativa y emocional de percepción desagradable. Lesiones parciales del tálamo pueden conseguir que aunque sintamos el dolor y reconozcamos que un estímulo es doloroso y por lo tanto dañino, sin embargo no nos resulte desagradable ni induzca con gran intensidad conductas de evitación, como sería esperable. En esta región se modula cuánto nos va a molestar el dolor y cuánto va a interferir con el procesamiento superior de otras modalidades perceptivas en función de multitud de aferencias tanto sensoriales como desde córtex primario y de asociación.

Ahora que has llegado hasta aquí no te resultará difícil creer que el simple amamantamiento posee efecto analgésico en los bebés. Y efectivamente, tanto oír la voz de la madre como contemplar su rostro poseen un efecto similar.