A consecuencia de los resultados de las elecciones del 6 de noviembre de 1932, que los nazis ganaron con el 33% de los votos y una mayoría simple de 196 escaños (33,6%). A partir de ahí hubo enormes presiones de toda la derecha —incluyendo el hasta entonces Canciller Von Papen— y muy especialmente de lo más granado del capitalismo alemán para que el viejo Presidente de la República de Weimar Paul von Hindenburg aceptara sustituir a Von Papen por el líder del partido más votado, ese tal Adolf.
Hitler con Von Papen, el aristócrata nacional-católico ultraconservador que lo llevó a la Cancillería.
¿Por qué Von Papen querría ceder la poltrona a Hitler? Porque Von Papen y su partido del "Centro" —en realidad, nacional-católico ultraconservador— se habían metido una h0stia electoral, los comunistas habían subido y consideraba a Hitler y los suyos unos payasos fáciles de manipular como "hombre en la sombra." ¿Y por qué la oligarquía quería al supuesto nacional-socialista Hitler en la poltrona? J0der, pues porque ellos sabían mejor que nadie que lo de socialista era sólo para atraer votos de obreros desnortados e iban a ser Les trajo inmensas riquezas que muchos de sus descendientes aún conservan.
Con tanta gente de bien apretando a favor de Hitler, aunque renuente, el Presidente Hindenburg acabó aceptando. Hitler y su gobierno prestaron juramento el 30 de enero de 1933. Y así fue como el del bigotín llegó a Canciller. Pero es ahora cuando viene la parte más interesante de la historia. Inmediatamente a continuación, este nuevo gobierno nazi convocó nuevas elecciones porque, en palabras de Goebbels,
Ahora será fácil llevar a cabo la lucha, porque podemos recurrir a todos los recursos del Estado. La prensa y la radio están a nuestra disposición.
Bueno, y aparte de esos recursos del estado y la persecución de socialdemócratas y comunistas, también contaron otra vez con el dinero del gran capital. Así llegaron a las elecciones del 5 de marzo de 1933. Y las ganaron de nuevo, subiendo con fuerza pero no arrasando como esperaban con tantos apoyos importantes y el montaje del incendio del Reichstag: obtuvieron el 47,2% del voto popular y 288 diputados (mayoría simple del 43,9%).
¿Y ahora qué? Pues dejarse de zarandajas democráticas, claro. Pero había un pequeño obstáculo: la República de Weimar y su Constitución. Así que acto seguido propusieron a la Cámara la Ley Habilitante del 23 de marzo de 1933, que básicamente desmontaba la República de Weimar, su Constitución y lo que iba quedando de democracia en Alemania. Necesitaban una super-mayoría de 2/3 para semejante enormidad, pero no importó: fue aprobada con el voto de absolutamente todos los partidos de derecha:
(Los diputados comunistas no pudieron votar porque ya los estaban asesinando, pero obviamente habían anunciado su intención de votar en contra.)
Esta Ley Habilitante permitió que el Canciller Hitler y su gobierno mandaran a partir de entonces sin ningún control parlamentario ni de ningún otro tipo; esto es, convertía al Canciller —Hitler— en un tirano absoluto. Si toda la derecha alemana —liberal, conservadora, cristiana y nacionalista— no los hubiera apoyado, convirtiéndose así en cómplices de todo lo que pasó, los nazis jamás habrían podido hacerse con el poder total. El resto ya es historia.
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Metodologia e Prática de Ensino de História e Geografia
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