Lo peor es que sin importar lo que salga de sus bocas van a ser coreados por un “¡Amén!” de los feligreses, aunque nada parezca tener sentido. Igual con los políticos y los de la lucha libre. Capturan la atención jugando con las emociones. Para esto utilizan gritos, patadas, gestos y manoteos exagerados.
La verdad no es lo que les importa. Obtener tu voto, venderte el boleto o pedir tu ofrenda mediante su acto dramático es la meta. Y lo logran.
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