¿Qué cosas geniales has podido hacer gracias a quien era tu padre?

Estudiar.

Gracias a mi padre pude estudiar lo que más me gustaba hacer en la vida. No me preguntó si podía, si era capaz de hacerlo, silenciosamente y por su cuenta, a mis 12 años me anotó en dos escuelas para cursarlas simultáneamente: a la mañana, el Profesorado Superior de Arte, a la tarde, en la Escuela de Cerámica.

Sólo vino a mí a decirme que había hecho eso y dio por sentado que yo era capaz. Salté de la alegría cuando me lo comunicó. Le agradecí inmensamente toda la vida por haber confiado en mí. Efectivamente cursé las dos carreras y otra más unos años después, con los mejores logros.

Le costó muchísimo pagar todo eso, durante años. Si bien las tres escuelas eran gratuitas en mi país —bendita educación pública argentina— había cosas que pagar, inevitables, y eran muchas. Me conseguía lo que podía y lo que no se podía comprar, de alguna manera lo solucionábamos, ya sea usado, ya sea hecho por nosotros.

Mi padre creía que yo podía y lo consideró algo natural. Eso me hizo más fuerte y capaz, confiando además en mí misma. Esa deuda que tengo para con él la recuerdo cada vez que escribo o grabo mi firma con su apellido en cada obra que me toca terminar.